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La esencia de las palabras: El archipiélago del Valle de Boí y los secretos de sus ínsulas
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¡Estamos en el año 50 antes de Jesucristo! Toda la Marca Ribagorzana está ocupada prácticamente por los romanos. ¿Toda? ¡No! Un valle poblado por cazadores excelentes y por pastores irreductibles resiste aún y por siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos que intentan controlar los campamentos de Taullargum, Bogin, Durretum, Erilldamuntis, Barroguera, Cardum, Collaris et Saraisum… ¡Valle de Boí! ¡El Valle de Boí! ¿Que secretos de la historia y de la geografía se esconden entre las montañas y los valles que lo forman? Pues más de uno. Vamos a descubrirlos. El primer secreto: ¿Donde empieza y donde acaba este valle pirenaico? ¿En la confluencia de las nogueras de Tor y Ribagorzana? ¿En los prados de Cóll, el barranco de Saraís o en el de Sant Julià, frontera administrativa entre el Valle y El Pont de Suert, capital de la comarca? ¿En Pedra Foradada donde supuestamente se encontraba, al lado de las Cabanasses, un paso estrecho donde la historia y las leyendas sitúan una puerta por la cual se accedía al Valle? ¿En Montanera, un pueblo italiano con el mismo nombre que una casa de Durro? ¿En Auckland, ciudad neozelandesa también declarada patrimonio de la Humanidad? No viajemos tan lejos. Los orígenes históricos que no geográficos del Valle de Boí podrían estar en un pequeño pueblecito situado a más de cinco horas a pie de Barruera, o a una hora y media, también a pie, desde el olvidado monasterio ribagorzano de Lavaix. ¿Cuál es el nombre de este pueblecito? ¡Más tarde lo descubriremos! El segundo secreto: Detrás de estos interrogantes territoriales e históricos se esconde uno de los secretos naturales más bien conservados de la geografía pirenaica. Un secreto que cuando se refleja en un espejo, en un sencillo y prístino espejo, lo hace al revés, como la física impone. Y este ha sido y es el secreto del Valle: ir al revés que los demás valles, creer en lo imposible, conseguir que los milagros se hagan realidad. Como siempre, las cosas son más complejas de lo que parece y el Valle de Boí ha sabido trabajar muy bien todas sus caras, incluso las más ocultas, las más difíciles. Si os parece os explicaré un cuento: “Había una vez un valiente guerrero que se quería construir un castillo, un gran castillo, el castillo más poderoso de los Pirineos. Pero para construirlo le hacían falta muchas monedas de la época, toda una fortuna, así que empezó a ofrecer sus servicios y el de sus cohortes, a reyes y condes. Participó, en la reconquista de las tierras aragonesas a manos de los árabes y a cambio de sus servicios empezó a acumular riquezas. Los poetas del momento escribieron: ¡a batalla ganada, recompensa ganada; a batalla perdida, recompensa perdida! El valiente guerrero fue amasando, batalla tras batalla, una gran fortuna que no solamente le permitió construirse un castillo detrás de otro sino que utilizó una parte de sus bienes para levantar iglesias, ermitas en todos los pueblos del Valle. Se ganó así un rincón en el cielo y el respeto en la tierra.” ¿Quien era este valiente guerrero? En el próximo secreto lo contestaremos… El tercer secreto: De valientes guerreros y señores feudales, en esta parte de los Pirineos, han guerreado y gobernado muchos: los Areny, los Montanyana, los Bellera. Unos dieron nombre a pueblos y valles mientras muchos pasaron a la historia por ese pasado glorioso. Sin quererlo ni saberlo, una de esas familias se convertiría en el primer y más importante mecenas cultural de un Valle de Boí, en aquellos tiempos, aislado y desconocido. Esa familia fueron los señores, barones y condes de Erill, más tarde Grandesde España. En el siglo X ya aparecen documentos donde encontramos el nombre de este linaje, que bajo la protección de los condes del Pallars y de los reyes de Aragón, enriqueció con sus proezas y andanzas nuestra historia durante cerca de quinientos años. Desde tierras cordobesas
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hasta la reconquista de la capital aragonesa ganaron prestigio y fortuna, a costa de los infieles que combatieron entre los siglos once y doce. Además tenían dominios sobre las tierras gasconas del Comenge y el Aran, en este caso, como gobernadores reales, y también en los valles de Barravés, Benasque, Viu, Manyanet, Capdella e incluso hasta Barbastro. Descendientes del pequeño pueblo d’Erillcastell –este es el nombre del pueblecito del primer secreto-, situado al noreste del Pont de Suert, los Erill extendieron sus dominios por prácticamente todos los valles vecinos, incluído claro está, el Valle de Boí, aparte de ejercer su protección y mecenaje sobre los monasterios de Lavaix, Obarra y San Victorián. Arnaldos, atones, bernardos o ramones lucharon, con vehemencia, por unas tierras de frontera apoyados por valencias, sibilas, ermesendas o blancas, esposas también osadas y valientes. El cuarto secreto: Seamos francos o mejor dicho ribagorzanos y boineses, ¿cuales fueron los campos de batalla donde se libraron las disputas que acabarían definiendo el Valle de Boí? Desde una perspectiva geográfica y estratégica, la batalla territorial empezaría al sur del pueblo actual de Castilló de Tor, muy cerca del cual se mezclan, como ya hemos dicho, las aguas de dos de los ríos más bravos de los Pirineos: la Noguera Ribagorzana y la de Tor. Dos patrimonios fluviales, caprichosos, cerca de los cuales los romanos de hace casi dos mil años, establecieron un campamento permanente, del cual se han ido encontrando testimonios como monedas de emperadores de los siglos II y III. Causan también sorpresa los trabajos faraónicos con piedras de granito redondeadas por la erosión glacial y fluvial que se amontonan por los aledaños de la cuadra de Marquet, una masía con mucha historia. Más al norte, destaca el puente de Castilló que, en su estructura actual, relativamente moderna, seguro que esconde los misterios de otras construcciones más pretéritas, incluso del mismo castillo que dio nombre al propio pueblo, y que fue construido, según un relato, ¡por el príncipe Rigoberto de Florencia! Aguas arriba, como una pareja de amantes que se desean desde la timidez que enfrenta a las umbrías y las solanas, aparecen Cóll y Saraís, dos nuevos pueblos, éste último exultante por ser el único pueblo del Valle, en pleno siglo XXI, donde no se puede llegar en coche o vehículo motorizado. Saraís, el pueblo sin carretera, es un territorio de desniveles, que fueron transformados, de forma ardua y perseverante, en panares o bancales (el sobrenombre de sus habitantes es saltabancales) para su aprovechamiento agrícola y ganadero. La adaptación de los humanos a las duras condiciones de la montaña toma en Saraís una fuerza inusual y nos obliga a reflexionar sobre la gestión de la naturaleza pirenaica ayer y hoy. Cóll, mientras vigila a Saraís, luce una de las iglesias románicas menos conocidas pero más valiosas de todo el Valle. Disfrutad de la calma y tranquilidad de sus calles y no olvidéis de fijaros en el cerrojo de hierro forjado acabado en forma de animal que hay en la puerta de la nave, así como de todas las formas de la arquitectura interna y externa del edificio románico. Después de cruzar las Cabanasses, refugio de turismo rural, podemos subir hasta Cardet, un pueblo donde los rebaños de ovejas pastorean o sestean por las vertiginosas faldas de las montañas que se alzan a su alrededor. Montañas que mueren a los pies de la única iglesia del Valle con campanario de espadaña y cripta. Un pueblo donde hace siglos, un cura practicó la primera cesárea documentada de una mujer en los Pirineos. Desde Santa Maria de Cardet se descubre, por fin, el centro geográfico del Valle: Barruera. Etimológicamente derivaría de “ valle de robles” o de “valle de osos”, según el filólogo de turno o como sople el viento del norte. Las extensas y ricas tierras de cultivo de Barruera fueron años atrás, un antiguo lago originado por la fuerza erosiva de los glaciares que descendían de los valles de Durro, de la montaña de Barruera –entre los collados de Basco y Gelada-, y del norte boinés, es decir, de los valles de Erill, Boí i Taüll. Un espacio natural muy valioso, conocido como El Salencar, donde la protección y conservación de sus valores naturales años atrás era motivo de polémicas absurdas. ¡Un pueblo, una ermita, una montaña… un triunvirato victorioso que define a la perfección Durro! Son los primeros en abrir la campaña de celebraciones atávicas alrededor del fuego, con las conocidas Fallas, a mediados del mes de junio, y que convierten los pueblos del Valle hasta mediados de julio, en el centro del universo pirenaico. Por encima del Faroy de los fallairesque las corren desde la ermita de Sant Quirc hasta las calles de Durro se levanta como un monstruo Corronco, “la montaña jorobada”, que vigila con dulzura las montañas y las tierras de cultivo de un pueblo orgulloso, como todos los del Valle, que lucha día a día por conservar sus raíces más profundas. Un camino, conocido como el Pago, nos aproximará a pie, en poco más de una hora y media, hasta Boí, el pueblo que da nombre al valle. Un pueblo valiente que se protege inteligentemente de los vientos de Cataluña y Aragón. Un pueblo donde los tilos que crecen delante de la iglesia de Sant Joan comparten los mismos horizontes
boletín del parc nacional d’ aigüestortes i estany de sant maurici
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Mapa de la Blottière-Roussel (1730)
que los abetales y pinares de Sant Nicolau. Un pueblo que comparte su toponomástica con tierras occitano francesas y castellano leonesas y que tiene la misma raíz que los apellidos Boily Boya, que derivarían según escritos de ilustres estudiosos de la lengua como Mossén Antón Navarro, de vallis bovina, “valle de bueyes”, nombre que recibe una de las fuentes más conocidas del balneario de Caldesde Boí. Un pueblo, Boí, de nombre corto pero de carácter complejo, donde reside una sabiduría especial que se extiende desde su plaza principal, el Treio, hasta las montañas que lo rodean. ¡El pueblo con el cementerio más bonito de todo el valle! Al otro lado del valle, aparece Erill, el otro Erill, no el del castillo, ni el d’Amunto el d’Avall, sino el que nace en el valle, ¡el valle de los Erill! Si Santa Eulalia levantara la cabeza seguro que se volvería a enamorar de Sant Joan, con permiso de Sant Climent, y siempre que Sant Feliu, Sant Quirc o Sant Martí no tuvieran nada que añadir. ¡Tierra de santos el Valle de Boí! Y cerca de las nubes, a los pies de los puertos de montaña de Rus, Llevata y Erta, otea el valle con señorío el pueblo situado a más altitud: Taüll. Un solo pueblo hoy, con dos núcleos de población muy diferenciados, la Guinsa y el Barri, cada uno articulado alrededor de las dos iglesias románicas que convierten a Taüll en el ombligo del románico pirenaico. No hay que olvidar tampoco las ruinas de una tercera nave románica, Sant Martí, escondidas cerca de un barranco que cruza el pueblo y que en uno de sus enfados geológicos se llevó por delante, hace ya unos siglos, para más infortunio de la historia del patrimonio local. Un pueblo, Taüll, con estación de esquí desde los años noventa, carretera desde los setenta y pastores desde hace muchos siglos. El quinto secreto: Volvamos a la plaza del Treio de Boí, lugar de donde partían varios caminos, entre ellos, el de los Baños de Caldes. ¡Que excelentes son! expresó el escritor Josep Pla un buen día y así lo creyeron también tanto los antiguos como los modernos visitantes. Desde la legendaria explotación por los romanos hasta la visita regular por parte de los peregrinos de la Virgen de Caldes, los Baños han sido utilizados por arrieros, contrabandistas, pirineistas, viajeros intrépidos. En 1988 este complejo termal fue incluido en el Libro Guinessde los récords por la concentración de 37 surgencias en tan solo 24 hectáreas. Situado en los Pirineos centrales, en la vertiente meridional del macizo de la Maladeta, el flujo subterráneo de las aguas minero-medicinales supera los 35 años de circulación a lo largo de un plano de falla donde se mezcla con aguas más superficiales y frías, poco mineralizadas pero de buena calidad química, térmica y bicarbonatadas sódicas. Fueron declaradas de utilidad pública el 20-XII-1887. Desde los nueve grados de la surgencia de los Capellans hasta los cincuenta y tres de la surgencia de la Estufa, las tres clases de aguas, según la mezcla de las termales con las frías, han sido utilizadas como mínimo desde la época medieval, tanto por los monjes fundadores del hospitalsantuario como por los mismos peregrinos. Es a partir del siglo XVII cuando aparece documentada una casa de baños terapéuticos donde se atendían a los cretinos o enfermos mentales de la zona. Con la llegada de los vientos desamortizadores de las leyes anticlericales del siglo XIX, el hospital religioso se seculariza. Un relato del mismo siglo explica que utilizaban el agua calda para fundir la nieve durante la primavera ya que el balneario es uno de los complejos termales situado a más altitud (1.500 m). Cerca del río, la Noguera de Tor, encontramos el santuario renacentista -posible monasterio antiguo- y el hotel Caldes (1671), hoy reformado y adosado al conjunto medieval del viejo hostal-hospital, declarado casa de beneficencia en 1839. También el segundo y más moderno hotel, El Manantial (1956), que conecta directamente con las galerías de baño en el edificio anexo y que está abierto durante gran parte del año. ¿Sabíais que de aquí salían y llegaban las gentes que pedían protección o daban gracias a la Virgen de Caldes por salvaguardarlos del mal tiempo en los puertos de Caldes o de Artíes? Estos puertos transpirenaicos debían ser muy utilizados ya desde muy antiguo como atestigua la existencia del Hospital de Caldes que, como otros hospitales-refugio de los Pirineos, se empiezan a construir durante la época de los templarios.
Del balneario seguro que salían o llegaban la mayor parte de los primeros conquistadores del macizo de Los Encantats , como aún denominan a la región del Parque los excursionistas franceses. Pirineistas herederos de los siete magníficos o la Pléyade (Gourdon, Russell…) tal como los bautizó en el primer compendio del pirineísmo, Henri Beraldi. No hay que olvidar a los precursores de aquí: excursionistas, científicos, escritores, fotógrafos, la mayoría del Centre Excursionista de Catalunya(CEC), que durante el siglo XIX visitaron los Pirineos. Soler i Santaló, Mas, mosén Cinto Verdaguer… Éste último en 1883, después de celebrar la misa a las tres de la mañana, acompañado de guías del Valle como Jaume Major de Taüll (recomendado por los franceses), cruzó en poco más de 10 horas de Caldes hasta Gessa, en el Valle de Aran. Un monográfico necesitaríamos para recoger los nombres de aquellos visitantes ilustres que llegaron al Valle durante su historia más reciente. El sexto secreto: El Valle de Boí es un país joven, muy joven, tan joven que aún no se afeita ni festeja con otros valles vecinos de buen ver porque, primero de todo, debe continuar creciendo como ha hecho durante las últimas décadas y después ya habrá tiempo para más. Hace poco más de 20 años, el Valle parecía querer cerrar puertas, las puertas de la Pedra Foradada. Pero fue entonces, después de recibir la mordedura de la víbora y apunto de la extremaunción, cuando empezó un milagro económico basado, sobretodo, en la revalorización desde cada uno de los pueblos del Valle, de sus valores naturales y culturales que, hasta entonces, habían sido una pesada rémora mientras navegaban perdidos en el olvido. El Valle de Boí es el país donde probablemente se inventó el fuego una noche de Sant Joan. Aquí se debió construir la primera rueda, que movió y mezcló, desde entonces, las aguas de más de cien lagos de origen glaciar. ¡En el Valle, las montañas ríen la llegada de la nieve mientras los ríos lloran su marcha, como debe ser! El románico viene de aquí, un románico pirenaico de tejados de losas de pizarra y vigas de madera, ábsides y absidiolas, de campanarios rectilíneos que se proyectan hacia el cielo, de arcuaciones ciegas, bandas lombardas y frisos de dientes de sierra, de arquitecturas, pinturas y esculturas in excelsium. Son las Capillas Sixtinas de la primigenia pintura románica así como la concentración europea más importante del denominado románico primitivo intacto. Y todo dado a conocer al mundo del arte, por primera vez, gracias a l’ Institut d’Estudis Catalans(IEC) y la labor de sus ilustres miembros Puig i Cadafalch, Brocà i Montagut, Gudiol i Cunill, Godoy i Casals, con el fotógrafo Mas i Ginesta y su cuarentena de imágenes únicas, del verano de 1907, de la conocida y hoy reconocida misiónarqueológica-jurídica a los Pirineos, publicada en el Anuario del IEC. ¡Vaya con los señores de Erill, los señores del Valle! Sin saberlo lucharon por transformar unas montañas malditas en unas montañas atractivas durante el tercer milenio de la era cristiana. Un territorio de aguas frías y traidoras que navega por ríos, barrancos, lagos y cascadas. Un territorio de bosques de agua, de hierro y de gigantes anónimos que fueron y son refugio de especies únicas de la flora y la fauna universal. Una tierra donde podemos contemplar una copia de uno de los pocos descendimientos de la cruzque se conservan enteros del mundo románico, quizás 7 o 8 más, hoy exiliados por diversos museos y colecciones. Los Erill, sí, los Erill crearon sin quererlo la cultura de la nieve, que durante los últimos años se ha convertido en el oro blanco; transformaron las aguas mal olientes en aguas milagrosas; las charcas en zonas húmedas de importancia ramsar e internacional. ¡Quien lo hubiera dicho que, en tan pocos años, en tan pocos siglos, el Valle llegaría tan alto, a la altura de las montañas graníticas que señorean las cabeceras de los valles con lujuria! El último secreto: El Valle de Boí no empieza ni acaba en ningún sitio. Los olores y los colores de las cuatro estaciones del año, sus gentes y sus sueños…están presentes en todos los continentes, mares y océanos. ¡Quien no lleva encima un poco de la esencia del Valle! Un instante, un pensamiento, un amor. Por eso es patrimonio de la Humanidad desde el mes de noviembre del 2000. Por cierto, ¿sabíais que las principales iglesias de Erill, Boí y Taüll marcan una línea imaginaria que nos llevaría hasta Roma? Hace unos cuantos siglos, una viejecita con bocio, que vivía en esta tierra le explicó a unos duendecillos que los habitantes del Valle, desde el primer pueblo hasta el último, no dormían casi nunca y, si lo hacían, se despertaban nerviosos preguntando ¡donde empezaba y donde acababa el archipiélago del Valle de Boí y sus ínsulas! Mientras tanto, el quebrantahuesos, un buitre al que le gusta bañarse en el barro y las fuentes de aguas ferruginosas, continuará rompiendo con fuerza y coraje miles de fémures de ovejas contra las rocas de los canchales, ¡por los siglos de los siglos, amén! El Valle de Boí siempre será el Valle de Boí: un valle diferente, un valle auténtico, un ¡Valle… de Boí!
Josepmaria Rispa Pifarré y Claudio Aventín-Boya