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Juan Felipe Robledo (Poemas
JUAN FELIPE ROBLEDO
Un himno azul para el espanto
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Oyes el himno azul espanto en esa voz, de días en los cuales nada tenía nombre.
Es el recuerdo de una esperanza muerta, encenagada, una ofrenda grata al dios de la renuncia.
Hay dureza en sus ojos, y los días no quieren, sin embargo, olvidarlo.
Es el señor inmisericorde de tus horas turbias, al que has ofrendado tanto sol y luceros para la dicha.
Está su mano en lo alto, blande una espuma con la que te baña como a un niño sucio, y recuerdas las horas del lento desangre, los pitos arreciando en la autopista y tu cama condenada a esa soledad de bote que se aleja de la nao capitana sin consuelo.
Hay montones de afiches de muchachas que nunca conocerás, de manos que no estrecharás, lenta esperma que no quiere fecundar.
Es el corazón una caja hueca, sin temblor, un músculo distendido, flácido.
Y es vergonzoso reconocer que la fuerza no va a venir de algún sitio hermético, un oscuro tabernáculo en el cual se reúnen sabios a medir tu valor, pues permanecerás allí, con la cara entre las manos, esperando un nuevo principio sin abriles.
Es triste esta marca de fin de siglo en los ijares, este himno que no se atreve a cantar de una vez su orgullo.
Guerrero Herido
El árbol sobre la colina quiere detener el tiempo con sus ramas, torna las horas por el cuello y pretende estrangularlas. El árbol sin simiente, el que habita la colina, todo lleno de esperanzas y conciertos, luminoso corazón que es hoy lucero. Rincones piadosos hay bajo su corteza de soldado de batallas sin fin, en este día que no se detiene en la marcha, tiempo cruel bajo las hojas, gusano de las frutas de su dicha.
Se acepta la propia condición
No es arriba, en el tejado, donde se paseará la dama, No es abajo, ni siquiera sus pies rozarán el empedrado del patio tapiado, No es entre adelfas o nomeolvides que encontrará el reposo, No en el tiempo de los días álgidos, no en el roto corazón, No en días ya luceros. No, no hay ánimo para irse de parranda, No hay un sitio más cómodo, Ni efemérides para celebrar, No navegamos acalanto que nos lleve días arriba, estarnos descolgados, con el espinazo quebrado bajo las lámparas. Viajamos, atrabiliarios de corazón puro en medio del espanto, hoy denodados tardarnente, padres de gemidos que no se oirán en la brisa, en el azur, el que es menos que cero, no somos sino escaladas, días cegados, ansia de acalanto, espadas sonando por lo bajo entre delirios y ponientes que se doblan y mañanas para nada y dislates de un ayer que es mucho mejor así, sin diferencias.