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Antología íntima (1950-1960). «Poesía Buenos Aires
A propósito de «Poesía Buenos Aires (1950-1960)». Antología íntima, publicada en Buenos Aires en 2010 y en Zacatecas en 2014, se reproduce a continuación el prólogo especialmente encomendado a quien fuera su miembro más joven, el poeta, traductor y ensayista Rodolfo Alonso.
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or Rodol o Alo o
Siempre fue difícil proponerse (o, como en este caso, aceptar) una antología poética. Ya en tiempos idos, menos injustos con el género, entre bromas y veras Juan Ramón Jiménez pudo bautizarlas cabalmente (comenzando por la suya) como antojolías. Porque nunca dejará de manifestarse en el antólogo lo que Einstein descubriera para la observación científica: el punto de vista jamás será objetivo ya que incluye, ineludiblemente, la perspectiva del propio espectador.
El criterio de cada selección debía encarar entonces por lo menos dos direcciones posibles, si es que no opuestas: la exigencia o la acumulación. En ambas se esperaba que el asunto fuera explícito. Y si la excelencia se manifestaba en los escasos elegidos (coincidiendo de algún modo con Rilke: «Además no hay 300 poetas»), para los cuales podía encararse un criterio de escuela o de tendencia, cuando no simplemente de corte cronológico, no dejaban tampoco de manifestarse disidencias en el sentido opuesto (que es el que viene primando acaso con exageración en estos días): la política de manga ancha nunca logra ser total, cada minuto alguien queda afuera. Y quizás el summum de esa utopía sólo pudo rozarse (por reducción al absurdo) en un sitio web latinoamericano, donde con letra muy pequeña mi asombro vio infinitos nombres de quienes supuestamente se habían propuesto escribir poesía
Rodolfo Alonso
en un inmenso país hermano. Sólo nombres, entonces, que se anulaban entre sí, sin poema alguno.
Pero no es tal el caso de la antología que hoy nos ocupa, inaudito lector. Entiendo que no fui convocado a seleccionar según mi criterio o gusto de ajenas producciones sino, por el contrario, a presentar una revista de la cual no sólo fui protagonista sino que también está ligada a mi propia adolescencia, a mi propia iniciación. Es decir, para que esa antología cumpla su cometido no puedo obviarme, estoy ineludiblemente involucrado.
Difícil era entonces, ya de entrada pretenderse objetivo, pero mucho más difícil supuse era proponerse transmitir, alrededor de medio siglo después, el contexto individual y colectivo que involucran y en el cual estaban involucradas estas páginas. (Ya en
Poesía Buenos Aires, circa 1954: Rodolfo Alonso, Raúl Gustavo Aguirre, Marta Aguirre, Ramiro Casasbellas, Clara Fernández Moreno, Alberto Polat y Juan Carlos Paz.
1975 lo había previsto con toda justicia Susan Sontag: «El gusto es el contexto, y el contexto ha cambiado».) ¿Cómo intentar trasmitir, a lectores de hoy, cuando no lo han vivido, el clima existencial y concreto, cultural y político, social y personal, no sólo de un país sino de un planeta que eran en gran medida otros? Y en caso de habérselo propuesto, ¿cómo evitar que eso también estuviera teñido por la ineludible perspectiva personal?
Lo que me obligó en este caso a acentuar aún más el criterio de objetividad: si Poesía Buenos Aires fue, para resumir bárbaramente, en concreto una modesta revista argentina de vanguardia, de carácter absolutamente independiente y prácticamente artesanal, con treinta números publicados entre 1950 y 1960, en tiradas que oscilaban alrededor de los quinientos ejemplares, que sólo fue posible merced a la desmedida generosidad y devoción de Raúl Gustavo Aguirre, aunque también de hecho y por razones que no sólo hoy me resultan casi imposibles de explicar constituye un mojón en la historia de la literatura argentina, ya que a partir de ella se modificó de raíz la teoría y la práctica de la poesía en nuestro país e incluso más allá, a fin de evitar acaso inacabables elucubraciones que siempre nos conducirían al mismo misterio, de algún modo inefable, me propuse limitarme no sólo a ese período cronológico sino también exclusivamente a poetas afines y a poemas y textos publicados en la revista, en sus ediciones o, en casos muy especiales, en algunas otras publicaciones contemporáneas, por lo general bastante cercanas, por uno u otro motivo.
Aceptado ese marco general, quedaban otros dos desafíos: quienes, y qué. De hecho, la revista tiene un linaje, el invencionismo de Edgar Bayley, y un artífice, ineludible como vimos, Raúl Gustavo Aguirre. A su alrededor se fue congregando un grupo de jóvenes, por lo general, pero no tan sólo poetas, inconformistas, rebeldes y celosos de su independencia. Aunque no todos eran física o afectivamente asiduos, de hecho se fue constituyendo un núcleo más o menos permanente y también otro un poco más amplio, pero intercambiable, unido por tendencia o por espíritu. A pesar de haber participado activamente, no creí que el elenco de los antologados dependiera exclusivamente de mi criterio. Y me basé entonces en datos concretos: no sólo aquellos que habían estado más cerca, sino también quienes habían publicado más asiduamente, y en una proporción que también buscaba sustentarse en ese último dato comprobable.
Quiere decir que los poemas y textos reunidos fueron publicados por lo general en las mismas páginas de la revista, a lo largo de todo su período de duración. Eso hace que muchos de esos poemas y textos sean inéditos en libros, aún en presuntas obras completas de sus autores, y también en muchos casos que, de haber sido posteriormente publicados en volumen, allí se cuente con su versión original, primera.
No es que la revista no haya emitido sus propias antologías. Que reflejan también de algún modo el criterio (y la bienvenida
evolución) de quienes la conducían. Porque en esos diez años también estos jóvenes escritores, que no encaraban la poesía apenas como producción sino también en varios casos al mismo tiempo como reflexión y traducción, lo que es sin duda una de sus características más significativas, se negaron por lo general a anquilosarse en receta, dogma o ismo alguno y, aunque partiendo de un criterio radicalmente moderno, supieron evadir por lo general los riesgos de cualquier retórica, clásica o vanguardista, a fin de mantenerse disponibles para una experiencia de vida y de lenguaje.
Si en la primera Antología de una poesía nueva (1952) 1 , seleccionada por el mismo Aguirre, se evidencia el impacto que en esos jóvenes produjo el contacto con el invencionismo (a algunos de cuyos próceres, Bayley especialmente, pero también Lamadrid, ya se incluye), sólo un año después, en el número 13-14 dedicado a ofrecer una Imagen de la nueva poesía 1953 2 , donde a Aguirre se ha agregado el espíritu tal vez más analítico de Nicolás Espiro, el arco de la poesía argentina de vanguardia presentado se expande y, si para los del núcleo propio se reserva el primer apartado: Poetas del espíritu nuevo (como se ve
1 Antología de una poesía nueva, selección, prólogo y notas de Raúl Gustavo Aguirre, ePBA, Buenos Aires, 1952. Incluye a: Juan Carlos Aráoz de Lamadrid, Edgar Bayley, Mario Trejo, Omar Rubén Aracama, Raúl Gustavo Aguirre, Jorge Enrique Móbili, Nicolás Espiro y Wolf Roitman.
2 Poetas de hoy: Buenos Aires, 1953, selección y notas de Raúl Gustavo Aguirre y Nicolás Espiro, PBA, n. 13-14, Buenos Aires, primavera de 1952-verano de 1954. Incluye: Poetas del espíritu nuevo – I (Edgar Bayley, Juan Carlos Aráoz de Lamadrid, Juan Jacobo Bajarlía, J. Alberto Molenberg, Mario Trejo, Francisco José Madariaga, Jorge Enrique Móbili, Raúl Gustavo Aguirre, Natalio Hocsman, Nicolás Espiro, Wolf Roitman, Omar Rubén Aracama, Rodolfo Alonso, Jorge Carrol, Alberto Vanasco, Osmar Luis Bondoni); Poetas madí (Carmelo Ardén Quin, Gyula Kosice, Diyi Laañ); Poetas surrealistas (Aldo Pellegrini, Enrique Molina, Carlos Latorre, Juan Antonio Vasco, Julio Antonio Llinás); Poetas del espíritu nuevo – II (Rogelio Bazán, Fernando Birri, Miguel A. Brascó, Carmen Bruna, Ramiro de Casasbellas, Raquel Colombres, Mauricio Dupuy, Clara Fernández Moreno, Daniel Giribaldi, Antonio Muñoz Ramos Francisco Pápez, Alberto Polat, Emilio Rubio, Osvaldo Svanascini, Francisco Urondo, Rubén Vela). ya alejado de ismo preciso), en el segundo y el tercero aparecen el surrealismo y la poesía madí, sin olvidar un cuarto donde se amplían los límites del mencionado en primer término: Poetas del espíritu nuevo 2.
De más está decir que hemos tratado de ceñirnos al núcleo de esos poetas considerados los propios de Poesía Buenos Aires, en un marco cuyos límites no dejan de ser algo difusos. Por eso hemos añadido algunos nombres más que relevantes, aunque no formaran parte activa o aceptada de aquel núcleo. Si Francisco Madariaga bien podría serlo, porque siempre fue aceptado como uno de los nuestros incluso antes de que se ligara activamente con el grupo surrealista, es un buen dato histórico que Alejandra Pizarnik no sólo abandonara su primer nombre, Flora, con el que publicó su opera prima, a consecuencia de un consejo de Aguirre, sino que también fue con el sello de la revista que apareció su segundo libro e, incluso, el tercero, en un sello paralelo, Altamar. O que alguien como Leónidas C. Lamborghini haya comenzado a publicar en nuestras páginas, que lanzaron también su primer título. O que hayan estado cerca, aunque no siempre físicamente, desde el santafesino Hugo Gola hasta Osvaldo Svanascini. (O que, como me lo reconoció generosamente el mismo Juan Gelman, que no escribió en ella, sin duda la lectura de la revista tuvo que ver con el desarrollo de su poesía.)
Fue precisamente a través de viajes a la Santa Fe natal de Francisco Urondo que tomé contacto no sólo con Gola o un casi niño Juan José Saer, sino también, cruzando a Paraná y de manera muy especial con Juan L. Ortiz, una figura por entonces prácticamente olvidada. Y que junto con Oliverio Girondo, del cual la aparición de En la masmédula sólo fue saludada entonces por Poesía Buenos Aires y los surrealistas, fueron también incluidos como afines, como nuestros. Como fue también el caso de Macedonio Fernández, otro gran desconocido por entonces, a quien propuse incluir en el último número de la revista después de haber descubierto en librerías de viejo su único libro del género: Poemas 3 ,
3 Poemas, de Macedonio Fernández, con prólogo de Natalicio González, editorial Guarania, México, 1953.
¡inédito post mortem, editado en México y prologado por un paraguayo!
Aunque específicamente dedicada a la poesía, la revista fue pionera en no aceptar la frontera de los géneros. No sólo se descolló en el poema en prosa sino que hubo directamente un narrador, Néstor Bondoni, que era asiduo y editó su primer libro con nuestro sello. Tampoco llamará la atención que Néstor Sánchez, ya casi por aquellos tiempos, y sobre todo Juan José Saer, como lo dijo explícitamente en su último libro, Trabajos, se consideraran afines a la revista. Sino que el mismo Ricardo Piglia confiesa, en Crítica y ficción, que era una de las pocas revistas argentinas que leía de joven.
Tampoco ha de sorprender que haya superado las fronteras hasta incluir al brasileño Milton de Lima Sousa, que siempre fue y se consideró uno de los nuestros. Sin contar la enorme cantidad de grandes poetas de otras lenguas, por lo general casi desconocidos, que vieron la luz en esas páginas. Entre ellos, como decía Aguirre, fueron adelantados cuatro posteriores Premio Nobel: Elytis, Neruda, Pasternak, Montale. Pero también las grandes voces de otras lenguas, de Guillaume Apollinaire a Emily Dickinson, de Rimbaud a Lewis Carroll, de Max Jacob a Paul Éluard, de Fernando Pessoa a E. E. Cummings, de Antonin Artaud a Cesare Pavese, de Hart Crane a Jacques Prévert, de Henri Michaux a Wallace Stevens, de Giuseppe Ungaretti a Dylan Thomas, por citar sólo algunos. Y aunque se pretendió negarlo, también a grandes poetas iberoamericanos, especialmente Vicente Huidobro y César Vallejo, o los indelebles modernistas brasileños Carlos Drummond de Andrade y Murilo Mendes.
De nada hubiera servido intentar una enumeración exhaustiva, no sólo de las creaciones originales y de las traducciones, sino también de los apasionados pero lúcidos ensayos de reflexión sobre la poesía y el lenguaje. Pero nadie conseguirá tampoco, insisto, devolver el clima de camaradería y de seriedad, de sentido del humor y de descubrimiento, en que todo ello fue gestándose sin proyecto previo, casi como derivación natural de lo que compartíamos sin habérnoslo propuesto con Tristan Tzara: «Hacer de la poesía una manera de vivir». Ni mucho menos el hecho contundente no sólo de que muchos de quienes escribían no se sintieran autores de poemas, sino también de que todo esto se diera en el marco de un espíritu moderno común que se compartía con otras disciplinas: artistas plásticos, músicos, arquitectos, diseñadores, gente de teatro, cineastas.
Como dije, es casi imposible transmitir hoy el contexto de esta aventura en aquellos años, por otro lado densos tanto en lo individual como en lo público, y no sólo para el país. Pero siento que lo más honestamente eficaz en tal sentido fue acompañar la selección de poetas y poemas efectivamente publicados en Poesía Buenos Aires con una serie de textos significativos, también aparecidos en la revista o en otras páginas muy afines, dentro del mismo período de tiempo, y que en su aparente diversidad quisiera contribuyan a demostrar como gratuitos los calificativos de europeizantes o elitistas (el tango florecía en los cuarenta, y Lamadrid y Bayley dirigieron en 1951 tres números de Conjugación de Buenos Aires, donde se mancomunaban tango y vanguardia, Carlos de la Púa y Giorgio de Chirico, o como esa larga carta manuscrita con que Astor Piazzolla, entonces tan vanguardista como nosotros, respondió al envío de mi primer libro), que algunos susurraban desde diversos ángulos. Para no pretender transmitir lo enormemente inusitado y escandaloso que resultaba, en aquel contexto, incluso desde el título, escribir en minúsculas y sin signos de puntuación (después de todo, ya algún cuadro concreto había merecido ser tajeado, y hasta condenado explícitamente desde las esferas oficiales).
Como lo testimonia nuestro propio linaje: el invencionismo poético nació a mediados de la década de 1940 asociado con los pintores y escultores concretos, encabezados por Tomás Maldonado o Alfredo Hlito, entre ellos nuestro diagramador y entrañable amigo Jorge Souza (otro tanguero de ley, que nos presentó a Enrique Mario Francini y a Argentino Galván). Y el no menos vanguardista compositor Juan Carlos Paz, fundador de la Agrupación Nueva Música, era el primero con quien charlábamos cuando yo mismo, todavía adolescente, llegaba temprano a las reuniones de todos los sábados en el Palacio do Café, de avenida Corrientes al 700.
Por no hablar de artistas como el músico Francisco Kröpfl o el escultor Libero Badii, para citar sólo algunos. Nuestro contexto no se limitaba a la poesía ni siquiera a la literatura sino que estaba en pleno y vivo contacto con un magnífico conjunto contemporáneo de artistas e intelectuales de vanguardia, cuyo canto del cisne como grupo parece haber sido precisamente la Primera reunión de arte contemporáneo, organizada por nuestro compañero Francisco Urondo en la Universidad del Litoral (Santa Fe, 1957), para la cual me invitó a colaborar con él y adonde convocamos como invitados especiales no sólo a Juan L. Ortiz y Juan Carlos Paz, sino también al gran poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade, a quien ya estaba traduciendo.
He preferido entonces dejar de algún modo en manos de los propios poetas sus asuntos. (Después de todo, no sigo siendo más que uno de ellos, e incluso el más joven.) La enorme mayoría de los poemas y los textos incluidos en la antología fueron publicados directamente en la revista o ediciones Poesía Buenos Aires durante sus diez años de vida, de 1950 a 1960. También se ha mantenido, en gran medida y para cada caso, la proporción del espacio entonces concedido. He reducido al mínimo las notas o comentarios, a fin de no interferir con sus destinatarios. Porque se ha querido mantener el clima y el espíritu que entendemos guió (insisto, de una manera orgánica, vivida y nunca presupuesta, ni siquiera supuesta) las acciones de Poesía Buenos Aires: dejar que cada uno se enfrente por sí mismo con la experiencia de vida y de lenguaje que implica la poesía, que implica el poema.
Ella es también la única explicación, si es que no la única justificación, para los que se asombren de no encontrar
en esta misma introducción ningún ahondamiento, ninguna opinión, casi ninguna toma de posición explícita con respecto al material presentado en dicha antología y que no sea ese mismo material. ¿Pero cómo remitir a una única explicación el inusual fenómeno de que una modesta publicación de jóvenes independientes, que se mantuvo explícitamente en contra cuando no al margen de los más diversos conformismos, de uno y otro signo, no sólo haya generado muchos de los nombres más valiosos de la poesía contemporánea en nuestra lengua, sino también contribuido a modificarla, y no sólo en nuestro país, a fondo y perdurablemente, en la teoría y en la práctica, traduciendo y reflexionando, sin ceder a las tentaciones de la carrera literaria, manteniéndose orgullosa pero fraternalmente libre?
A quienes busquen opiniones les recomiendo calurosamente leer y releer esas páginas, esos poemas y esos textos en su gran mayoría todavía activos y preñados, todavía tan capaces de fecundar como de ser fecundados por quien se asome a ellos, sin olvidar, sin dejar de tomar en cuenta por supuesto la muchas veces sutil y escasas veces abismal diferencia de criterios, individuales y colectivos,
Poesía Buenos Aires, circa 1954: Jorge Souza, Rodolfo Alonso,
Néstor Bondoni, Francisco Urondo,
Osmar Bondoni, Edgar Bayley y Raúl
Gustavo Aguirre.
Portada del tomo ii, de la reedición facsimilar completa, en dos tomos, de la legendaria revista de vanguardia Poesía Buenos Aires (1950- 1960), que publicara la Biblioteca Nacional de la República Argentina (Buenos Aires, 2014), con prólogo de Rodolfo Alonso.
en cada uno y en el conjunto. Pero entregarse, en fin, dispuestos a poner y a recibir lo mejor posible, la fraternidad y la exigencia que continúan su tensión de vida en muchas de esas páginas. Que nunca serán, confío, apenas documento.
Y tomando en cuenta también que, a lo largo de ellas, como prueba acaso definitiva de su orgánica honestidad, de su honradez de fondo, la mayoría de los mismos protagonistas han ido evolucionando, madurando, modificándose sin dejar de ser los mismos, por natural deriva de su ser más orgánico y no por dogma, teoría, plataforma o preconcepto alguno. (De tal modo que, si a alguien le interesara, resultaría acaso posible ahondar allí mismo, sobre las páginas de esa revista tan ejemplar como insólita, la evolución no sólo literaria de algunos de sus más asiduos protagonistas, tanto como recordar que no todos coincidían –coincidíamos–, como dije, exactamente, literalmente, con lo afirmado en cada ocasión.) En un mismo aire quizás, sí, en un aire compartido, pero cada cual a su modo.
Aunque se lo pueda imaginar contradicho en otras circunstancias, no deja de mantener, si lo tuvo, su grado de validez y de eficacia, su diapasón de evidencias, incluso contra otras evidencias posteriores. Se permite sospechar entonces que, de hecho, si bien cuando se hacía en Poesía Buenos Aires era porque en gran medida se compartía el marco general, los textos y declaraciones que parecen consensuadas no fueron nunca fruto de asambleas, no requirieron consentimiento previo. Algo fluía, y se concretaba, en el devenir del conjunto, que también maduraba en forma individual. Algo creía sentirse compartido. Que la condición de adolescencia y primera juventud de la gran mayoría contribuyera a ello, no es óbice para evaluar tanto su carácter no habitual como su calibre, en el cual no poco y más bien mucho tiene que ver la calidad de expresión, la nobleza del lenguaje involucrado.
En los textos y no sólo por cuestión de espacio se ha preferido dejar en esa ocasión de lado los más largos, ambiciosos estudios de indagación y reflexión para congregar allí testimonios más fehacientes, más concretos quizás, pero de más amplia índole, de más amplio dominio abarcado, lo que confío contribuya a recrear en el lector de hoy (sobre todo si se fija en las fechas de la cronología individual y de los acontecimientos históricos involucrados) una imagen más adecuada del contexto original en que fueron insertos. Y aún cuando algunos de sus protagonistas no sólo los hayan sino que se hayan contradicho, o nos parezcan o se nos presenten como habiéndolo hecho, no siempre a sabiendas, a conciencia o a propósito, todo contribuirá para que el lector atento se descubra –si le es posible– más iluminado.
Esa fue otra viva tradición de Poesía Buenos Aires: no sólo encarar la creación
junto con la reflexión y la traducción sino, también, dejar libremente al azar o a la conciencia o capacidad de cada uno el libre encuentro entre poema y lector, entre poeta del poema y poeta de la lectura. Sé que los tiempos han cambiado, ya lo hicieron antes y volverán a hacerlo, si es que no desolamos el planeta para siempre, pero lo que está vivo en esas palabras y esas páginas no se ofreció nunca ni siento aún hoy que pueda ofrecerse de ninguna otra manera que libremente. Sin concesiones. Sin trucos.
Fraternidad y exigencia. Es lo que intuí me prometieron, sin decirlo, cuando los conocí, casi por milagro, la noche antes de cumplir mis diecisiete años. Me lo ratificaron después, cuando fue sostenido hasta las últimas consecuencias (y de algún modo acaso aún lo sigue siendo) lo que «quien llevó nuestros sueños a la imprenta», el entrañable y más que generoso Raúl Gustavo Aguirre, dejó límpidamente escrito: «Poesía Buenos Aires tendrá a bien no devenir institución». Es decir, no dogmatizarse, no oficializarse, no congelarse, no triunfar, mantenerse abierta y disponible, seguir siendo un desafío que encubre una amistad. Y cumplieron.
BIBLIOGRAFÍA
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Raúl Gustavo Aguirre, de Eugenio Montejo. En su libro: El taller blanco (Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1996, pp. 85-101). Poesía Buenos Aires (x 10), selección y prólogo de Javier Cófreces (Leviatán, Buenos
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Augusto Seabra. Diario La Gaceta, Tucumán, domingo 27 de mayo de 2001. No usamos el lenguaje, somos lenguaje, entrevista a Rodolfo Alonso. Revista El perseguidor, Buenos Aires, número 9, verano 2001/2002, pp. 14-20.
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Rodolfo Alonso. En: Historia crítica de la literatura argentina, dirigida por Noé Jitrik, Vol. 7: Rupturas, dirigido por Celina Manzoni (Emecé, Buenos Aires, 2009). Poesía Buenos Aires (1950-1960). Antología íntima. Edición, prólogo y notas de Rodolfo Alonso. Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2010. Poesía Buenos Aires (1950-1960). Reedición facsimilar completa en dos tomos. Prólogo y notas de Rodolfo Alonso. Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2014. Poesía Buenos Aires (1950-1960). Antología íntima. Edición, prólogo y notas de Rodolfo Alonso. Taberna Libraria Editores, Zacatecas, 2014.