1 minute read
Osvaldo Picardo
from Revista Ulrika 66
Osvaldo Picardo (Mar de Plata, Argentina, 1955)
Poeta, ensayista y docente universitario. Entre sus libros de poesía se destacan: Apenas en el mundo (1988), Dejar sin ventanas la verdad (1993), Una complicidad que sobrevive (2001), Mar del Plata (2005) y «Mar del Plata» seguido de «Otros lugares y viajes» (2012).
Advertisement
El dibujo de un niño siempre quedará sin respuesta
I
Dibujar es otra manera de preguntar.
El fracaso ya está en la línea. Despega de un punto de apoyo en que la mano imagina el vuelo pero también, la irremediable caída.
Toda nuestra alma -lo que de ella nos queda- gira en torno de las manos. Por alguna paradójica razón no se aferran a las cosas. Dibujan la naturaleza de las formas. Tocan el borde mudo de las preguntas:
Ese lado vacío del pensamiento, abismal, en que un niño espera que se haga tu voluntad.
II
El niño dibuja. Se pasa las horas con el dibujo sobre gruesas cartulinas. Aún lo buscado esconde el regalo que encierran las manos.
¿Cómo tocaste -pregunto- las plumas y la fiesta que llena los árboles y salta de una rama a la mesa?
Hay una línea invisible que no deja al gorrión ir más lejos que tus ojos. El trazo accidentado del lápiz lleva, a veces con esperanza y a veces con recelo, a una sola sospecha:
¿Ahora hay algo que antes no había?
Estaban desde un principio en el ángulo oscuro que nadie mira
Hay que ver la escena: Son dos en la calle, con las caras asomadas al borde de una frazada. Están acobachados contra una persiana bajo una tiniebla neorrealista italiana.
Todavía, son frías las noches. Los tambores suenan. Acechan inminentes catástrofes, sicarios sueltos y policías corruptos.
Hay que verlos. Sobreviven increíbles entre lo admirable y lo patético, en un ángulo oscuro que nadie mira. Desde ahí se elevan, sobrevuelan
el apuro de los negocios, cuando el aire ronronea levantando la basura. En la altura, sobre una cuerda floja hacen piruetas que te dejan sin aliento.
Ella brilla con el éxtasis de las luciérnagas, ella tiene los ojos apretados. Él se ríe y hunde una mano en el lujo democrático del sexo.
De estos dos habla también el primer poema del mundo.