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Carmen Nozal

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Luigi Amara

Luigi Amara

Carmen Nozal (Gijón, España, 1964)

Poeta y gestora cultural nacionalizada en México. Varios de sus libros de poesía han recibido reconocimientos en dicho país: Visiones de piedra (Premio de Poesía unaM, 1991), Vagaluz (Premio de Poesía Elías Nandino, 1992), Hacia los flecos del frío (Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos, 1993) y El espejo de Luzbel (Premio Universidad Veracruzana, 1994).

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Sed

Tan sólo vaivén, el mar se rompe en la rutina.

Deja su brazo de aluminio extendido entre puntos cardinales; quiere dejar de ser mar, de ser definitivo.

Tiene cortadas las venas y un muñón que sangra jade; es una tinaja de heridas frescas: nadie lo bebe.

Espejo

Se buscan Pelean en distintas soledades Arañan la distancia Desangran brazos Piden la misma luz para sus sexos Nadie los oye Son un sudor sellado en el silencio Mas no lo saben.

De la muerte salen mariposas

Por encima de mi hombro pasa un ave, pasa la semana con sus siete pecados, pasa la nube con tu mortaja y con la vela de un barco me limpio el sudor y las visiones. Mi frente se divide: se abre como tus ojos, se vacía como un cero que ha rodado por el mundo, queda sin ti, sin ella como un otoño sin hojas, como un poema en blanco sobre la lengua.

Detrás de ti me fui quedando, clavé tu nombre en todos los idiomas. Un carcelero me dio sus llaves, abrí la puerta del calendario, huyeron los números y se lanzaron al mar.

El tiempo se deletrea: es un niño leyendo un cuento,

un niño que envejeció leyendo el mismo cuento.

Aurelia

Aurelia sueña con la muerte, dicta su testamento desde el ático de la nostalgia. Tiene la edad de un siglo, tiene paciencia, pero no tiene la tierra encima de los ojos.

Los árboles la miran inclinarse: la confunden con el sauce de la iglesia. Ella es pan y vino y agua contrastada con el lodo que navega en la tumba de su hija.

Ella es sola. Cizaña en mano la contemplan los vecinos: todos muertos a destiempo, todos aterrorizados.

Aurelia mira el calendario, mira el cielo en busca de una nube. (Las nubes son ataúdes de Dios.) Pero el cielo amanece una vez más despejado.

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