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Jorge Mario Echeverry

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Lauren Mendinueta

Lauren Mendinueta

Jorge Mario Echeverry (Pereira, Colombia, 1963)

Poeta, filósofo y diplomático de carrera. Miembro fundador de la revista de poesía Ulrika. Libros de poemas: Azul, al filo de los cuerpos (Cuadernos Ulrika, 1985), Arquitectura del silencio (Editorial El Astillero, 2002) y Los días quedan (Uniediciones, 2016). Poemas suyos han sido traducidos al francés, el inglés y el portugués.

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César Vallejo

para Guillermo Martinez Gonzalez

Si hubiese sido sordomudo igual habría cantado, igual, habríase sacado los huesos de las carnes y habríalos hecho sonar,

como si nada, como si fuese absolutamente necesario,

pues bien sabía él que el poema es anterior a cualquier palabra, anterior a la invención misma del lenguaje,

que está hecho de fuego –el poema– de pedazos de estrella de este saberse bestia, y sin embargo el corazón, y sin embargo esta necesidad de acercarle un poco de calor a cuanto tiene frío:

él, tan ovejo, tan caballo, nos mira de frente y, por sobre cualquier vanidad de la cultura, levanta su brazo con una palabra de amor entre los dedos y la deposita en el corazón del hombre,

porque de otra manera cómo, porque de otra manera para qué.

Contarás tus días

para Robinson Quintero

Dijo Dios: contarás tus días y anhelarás recuperarlos. Pero todo será en vano. No ríen las reses, ni da frutos la piedra. No son tuyos los días, ni el animal que comes, ni tu mujer, ni el agua que pasa a la vereda de tu casa. No es tuya la duración ni la altura de los astros. Te he creado por capricho, y ya te he olvidado.

Respondió el hombre: de ti recibí el aliento y los sueños.

De ti mis manos y mis días. Y me hechas al olvido. Pero tendré hijos, y les daré mi nombre, y les daré casa y consejo. Mi pecho, arduo, apacentará a mis críos y aprenderán a no temer a la noche oscura, ni a tu rayo de luz.

Dirán soy hijo del hombre, y cuando alguien pregunte por ti, señalarán sus lenguas vacías.

Dijo Dios: Semejantes a impostores que buscan un poco de piedad a cambio de suscitar la risa y vagan por la tierra, serán. Se ampollarán sus lenguas de batirlas inútilmente, y lamentarán siempre el vacío. No hay quien quiera un corazón en su sitio y una cabeza sobre los hombros, para poder decir tan sólo: soy un capricho. Tras el padre del padre de mi padre no hay un padre capaz de colmar mi anhelo. No hay quien me aguarde cuando sienta frío, y mi cuerpo se torne rígido. De ti desdirán, dijo, porque no serás al fin suficiente, y tus mimos se los llevará el viento.

—Eres Cruel, –dijo el hombre —Eres un capricho y ya te he olvidado. No hay en ello crueldad.

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