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Jorge Boccanera

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Miguel Iriarte

Miguel Iriarte

Jorge Boccanera (Buenos Aires, 1952)

Poeta, ensayista y periodista. Ha publicado, entre otros títulos de poesía: Contraseña, Música de fagot y piernas de Victoria, Los ojos del pájaro quemado, Polvo para morder, Sordomuda, Bestias en un hotel de paso, Palma Real y Monólogo del necio. Y las antologías personales: Marimba, Servicios de insomnio, Libro del errante, Animales borrosos, Poemas tirados por caballos, Cartas de nadie a nunca, Sombra de dos lugares y Ojos de la palabra. Acaba de salir su suma poética Tráfico / Estiba, que reúne sus once libros de poesía editados a la fecha.

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Engarce

a Silvio Rodríguez

La mano que lleva un niño de la mano, lleva una llave, enciende un fuego al tacto, un sueño y una noche que niega la hondonada, una en la otra se aprende a caminar, a respirar. Y va enlazada a un ramo.

La mano que ha plantado una mano en la suya siente hundirse un aliento en el agua del día, da confianza de manos abrazadas, como el lugar donde se abre lo por decir, lo por llegar. Y el que conduce es conducido.

La mano que lleva a un niño de la mano da un cuenco y un viento en ese cuenco y un viaje en ese viento donde estallan banderas de colores y bestias fabulosas comparten un camino que comienza en un sitio de manos abrazadas.

La mano que lleva un niño de la mano fue a la cita en un lugar de robustas memorias donde la mano que traga saliva era recuperada de la soledad. Una en la otra.

La mano que lleva un niño de la mano no retrocede nunca.

Monólogo del necio

¿Quién escribe? El hambre. La voracidad escarba, agita un esperpento con los ojos vacíos. No hay letra, hay dentellada. Lo que repuja y muerde. Feroz el escribir: cada tecla un muñón, clavo que raya el muslo del silencio. ¿Quién responde? Una voz corroída. Punta de un corazón mellado que va sobre su presa respirando preguntas.

Eso se come, gula del vacío.

Fibras

a José Ángel Leyva

Asomará un venado para el que siembra tiempo, lo fabrica, largas hojas de tiempo, muy delgadas, con hebras, cerdas, hilos, filamentos, hilachas,

y escribe sobre el tiempo de rodillas, sobre un manto de sombras, y camina después por la hoja en blanco donde la noche está despierta.

Asomará el venado si el que escribe mete las manos en el tiempo y roe, lo muerde, lo desgasta, lo adelgaza, lo vuelve tegumento, membrana. Cuando el tiempo -pellejo de palabras- roce fugaz el aire, asomará un venado.

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