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Zingonia Zingone
from Revista Ulrika 66
Zingonia Zingone (Londra, Italia, 1971)
Poeta y traductora. Sus títulos más recientes son Los naufragios del desierto (Vaso Roto, 2013), Petit Cahier du Grand Mirage (Éditions de la Margeride, 2016), Las tentaciones de la luz (Anamá Ediciones, 2018), El canto de la Sulamita – poesía reunida (2019).
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Le campane della memoria
(frammento)
i
In un angolo della notte una bimba si cinge le gambe, si dondola, in trance, e piange. Le lacrime scendono sui lati del corpo, cadono in strada nella polvere in un inverno senza pioggia. Affiorano volti mostruosi d’uomo, rubano il grido d’orrore tappano la piccola bocca, il garofano acceso e godono della stessa gioia maledetta che illumina il volto di Shaytan. Chiude gli occhi, si ripara al buio del dolore, si graffia le cosce come un gatto ingannato affonda il suo volto negli abissi.
ii
Soraya ha occhi di carbone. Il suo corpo fino porta il peso di una infanzia sporcata dal destino. La casa è la sua tomba, il mormorio della gente, la sua morte. Si guarda allo specchio e oscilla il ventre; prova la danza della dea madre. I campanellini sonanti circondano il piccolo ventre come l’abbraccio dell’amato. Nodo che stringe il collo del cane fino a lasciarlo senza fiato; ventre sfinito, solco degli spasmi, tatuaggio di una rabbia implacabile. Soraya danza sul palco per fuggire da se stessa
Las campanas de la memoria
(fragmento)
i
En una esquina de la noche una niña abraza sus piernas, se balancea en trance y llora. Las lágrimas bajan por los costados del cuerpo, caen sobre la calle empolvada de un invierno sin lluvia. Monstruos afloran con rostro de hombre, roban el grito de un horror, tapan su boquita de clavel prendido y gozan del mismo gozo maldito que ilumina el rostro de Shaytan. Cierra los ojos, se ampara en la oscuridad del dolor, rasguña sus muslos como gato engañado, hunde su rostro en los abismos.
ii
Soraya tiene ojos de carbón. Su cuerpo fino lleva el peso de una infancia manoseada por el destino. La casa es su tumba; el murmullo de la gente, su muerte. Se mira al espejo y oscila el vientre; ensaya la danza de la diosa madre. Las campanillas sonoras rodean su estrecho vientre como el abrazo del amado. Correa que ciñe el cuello del perro hasta dejarlo sin aliento; vientre agotado, surco de calambres, tatuaje de una rabia implacable. Soraya danza en la tarima para fugarse de sí
e strappare i chiodi piantati nella carne dei ricordi.
iii
I ricordi imprigionano il tempo.
la caduta dell’impero
lo vedo ogni mattina mentre attraversa l’incrocio tra Pantheon e Minerva, la solita smorfia il passo veloce e i capelli grigi al vento, lo chiamano «matto» o «sbroccato», ha il corpo ricoperto di squame, un abito che porta con disinvoltura forse convinto che i tegumenti mutino senza intaccare l’essenza
fratello gatto ascolta attento la sinfonia dell’affanno: fame, sete e sonno
un giorno qualcuno mi disse –quel matto che va per una valle oscura fu eroe nella guerra santa–
sbalordita contai i secoli afferrati alle lancette cercai il drago in erba che con la coda trascina via le stelle, trovai soltanto i suoi occhi un lampo di acque sulfuree l’assenza di pazzia nitida come l’aquila che scende nell’arca del carro e ci lascia le piume – è solo vittima di questo impero – penso e sul suo volto si apre un sorriso agitato ridicolo come il giudizio dei passanti y arrancar los clavos empotrados en la carne de su memoria.
iii
La memoria enjaula el tiempo.
la caída del imperio
todas las mañanas lo veo cruzar la esquina entre Plaza de la Minerva y el Panteón, la misma mueca el paso ligero las canas al viento, le dicen «loco» o «coco perdido», tiene el cuerpo cubierto de escamas, prenda que lleva sin pena como sabiendo que los tegumentos cambian sin menguar su esencia
hermano gato escucha atento la sinfonía del jadeo: hambre, sed y desvelo
alguien un día me dijo –ese loco que anda en valle de sombra fue héroe en la guerra santa–
asombrada cuento los siglos asidos entre aguja y aguja busco el dragón en ciernes que con su cola arrastra las estrellas, encuentro solamente sus ojos un destello de aguas sulfúreas, la ausencia de locura nítida como águila que desciende y en la caja del carro deja sus plumas –no es más que una víctima del imperio– pienso mientras se abre en su rostro una sonrisa agitada ridícula como el juicio de los transeúntes