editorial
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uego de emprender la aventura de rastrear el legado de poetas como José Emilio Pacheco, Nicanor Parra y Raúl Gómez Jattin, creíamos que abordar el ineludible de Fernando Pessoa vendría a ser menos temerario o accidentado. Sin embargo, los tropiezos que se dieron antes con algunos de dichos autores por vía de familiares y representantes literarios más interesados en el usufructo económico de una «herencia», que en la difusión de una obra universal y en ese sentido propiedad ecuménica de los seres humanos, o en otros casos por la terquedad de académicos empeñados en hacer de un autor el objeto de sus rituales de conocimiento especializado, volvieron a salirnos al paso. Pero una vez más la terquedad de los poetas acudió en nuestra ayuda y así, con un selecto grupo de «pessoanos», se acometió la empresa. De tal suerte, es gratificante que, en este nuevo número de Ulrika, memoria de las xiii Jornadas Universitarias de Poesía Ciudad de Bogotá, sólo se cuente con cultores del género a la hora de celebrar y difundir el legado del poeta portugués. Que unas y otros ejerzan de algún modo la «autoridad» académica y/o institucional en sus respectivos países y contextos no ha sido óbice, sino más bien aliciente, para emprender el ejercicio de esta iniciativa. Y es que Pessoa de por sí así lo exige. Su heteronimia radical no admite guetos, él es muchos y desde esta perspectiva es todos. Él es, como todos los poetas, ajeno a las parcelas del espíritu: pradera salvaje por la que hasta el más desdichado y desposeído de los seres puede lanzarse libre a correr, pero por sobre todo puede echarse a cantar hasta encontrarse con su propia persona, con su propio Pessoa… Iluminan las páginas de esta revista poetas como el argentino Rodolfo Alonso, quien hace precisamente 60 años publicó la primera traducción del vate lusitano en América Latina (Poemas, Fabril Editora, 1961), gracias a su complicidad con ese otro grande del pensamiento poético latino-
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americano que es Aldo Pellegrini. Más la decidida concurrencia en las Jornadas Universitarias de Poesía de escritores, ensayistas y traductores como Eduardo Langagne, Blanca Luz Pulido, Margarito Cuéllar y Leticia Luna de México (sin olvidar que, aunque en esta ocasión en la sombra pero aupando la idea, está también nuestro hermano manito José Ángel Leyva); a la cual se suman desde España Jesús Munárriz, Luis María Marina y Guillermo Molina Morales; el chileno Tamym Maulén, la italiana Zingonia Zingone, el peruano Carlos López Degregori, los portugueses Nuno Júdice y Maria Helena Ventura, o el poeta uruguayo que hizo parte de los fundadores del Festival Internacional de Poesía de Bogotá y eterno colaborador de Ulrika, Rafael Courtoisie, y un coro de escritores colombianos de todas las generaciones, entre los que no podemos dejar de mencionar a Jotamario Arbeláez, Armando Romero, Luz Mary Giraldo, Fernando Linero, Carlos Vásquez, Carlos Satizábal, Carlos Ciro, Lauren Mendinueta, Juan Pablo Roa, Juan Carlos Moyano, Adolfo León Córdoba o a Lucía Estrada… junto a todos los invitados que nos acompañan en esta edición. La idea es continuar con este canto aun cuando, por ejemplo, no hayamos podido –pero no cejaremos hasta hacerlo– celebrar el legado del colombiano Álvaro Mutis ante la cerrazón de su hijo Santiago, quien nos ha dicho que todo lo que se ha pensado y escrito sobre la obra de su padre ya ha sido publicado y circunscrito por él. O que estemos pendientes en ese mismo sentido de Alda Merini de Italia, de los argentinos Roberto Juarroz y Juan Gelman o del recientemente fallecido, Rodolfo Alonso, a quienes sumaríamos a los mexicanos Jaime Sabines o Efraín Huerta, para no ir más allá en la geografía y en el tiempo… Todos, caldo de cultivo de esa fiesta anarquista e irremisiblemente humana que es la poesía.
RAFAEL DEL CASTILLO