El pediatra y la construcción de hábitos dentro de la crianza de los niños

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Luis Carlos Ochoa Vásquez, MD Pediatra puericultor, Universidad de Antioquia Profesor titular Universidad Pontificia Bolivariana

Introducción Las condiciones de vida de los niños de hoy no permiten concebir una atención pediátrica enfocada exclusivamente al aspecto biológico, menos aún en esta época en la que se han logrado importantes avances en el control de aquellas enfermedades que ocupaban la atención de familias, médicos y servicios de salud (trastornos infecciosos metabólicos, endocrinos, congénitos, entre otros). Para brindar una atención realmente integral, adaptada a las necesidades de los niños de hoy, se requiere de un pediatra que ejerza plenamente su obligatoria función de puericultor. Quien no actúe así será posiblemente un buen especialista en enfermedades de niños, pero no un buen pediatra. Partiendo pues de este axioma (todo buen pediatra tiene que ser un buen puericultor), se puede afirmar que dentro de las funciones más trascendentales del pediatra, dentro de ese acompañamiento científico, respetuoso y afectivo que hace a la familia y al niño en su desarrollo y crecimiento, está el ayudar a la construcción de hábitos saludables.

Teniendo en cuenta que todos los esfuerzos por una crianza óptima se orientan a ayudar a cada niño a la construcción y reconstrucción de las metas del desarrollo (autoestima, autonomía, creatividad, solidaridad, felicidad y salud), no es exagerado afirmar que, en última instancia, el objetivo central de la crianza humanizada es acompañar al niño en la adquisición de hábitos saludables que le orienten su conducta y comportamiento por el resto de su vida. Cuando se hace referencia a estos hábitos, esto no significa que solamente se trate de la salud física o la prevención de enfermedades orgánicas. En el contexto amplio de este término, es indispensable incluir al niño en su dimensión holística, integradora: el niño como un ser biopsicosocial, único e irrepetible. Es por esta razón por la que en este documento se hará mención a hábitos de higiene, de conducta, de manejo de las emociones y sentimientos, de convivencia, de tolerancia, de actuar siempre con base en la díada inseparable de derechos y deberes. Por contraposición, es indispensable intervenir también en la prevención de adquisición CCAP  Volumen 10 Número 4 N

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de hábitos indeseables, también en los mismos ámbitos: biológico, psicológico y social, por su efecto en el desarrollo general del niño. Por otra parte, es de enorme importancia definir los momentos en que se debe fomentar la adquisición de determinados hábitos, teniendo presente las diferentes etapas del crecimiento y desarrollo de cada niño. Es aquí donde interviene de manera decisiva la función del pediatra con la aplicación de guías anticipatorias que faciliten la incorporación armónica de hábitos en determinados momentos y eviten la aparición de otros indeseables.

llaman adaptativos u operativos, y será sobre los que se hará énfasis en este documento. Conforme con lo anterior, los hábitos tienen las siguientes características: N

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¿Qué es un hábito? Según el diccionario de la Real Academia Española, hábito es el “modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes”. A. S. Reber, en el Diccionario de psicología, define un hábito como “un patrón de actividad que se hace por repetición, se automatiza, se arregla y se cumple fácilmente y sin esfuerzo”. Por su parte, Penelope Leach, en su libro, Your growing child, from babyhood through adolescence, describe los hábitos como “actividades repetitivas, que comienzan porque son útiles o recompensantes para el individuo pero se vuelven semiautomáticas”. Es claro entonces que los hábitos se adquieren y esa acción está supeditada a las leyes del aprendizaje, o sea, que, para la implementación de un hábito, deben actuar reforzamientos, gratificaciones o beneficios, y, si esto no ocurre, el hábito se extingue. Por otro lado, algunos hábitos los adquieren los niños por sí mismos, mientras que otros los logran por el acompañamiento de sus padres y adultos significativos. De lo anterior se puede concluir además que no todos los hábitos representan beneficios concretos para el niño, es decir, no todos contribuyen con el mantenimiento de su equilibrio biopsicosocial. Los hábitos que sí cumplen con este objetivo son los que se

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Son adquiridos. Son conductas y comportamientos que se adquieren, es decir, el niño no nace con hábitos, sino que los adquiere de acuerdo con su contacto con el ambiente. Necesitan repetición. Son acciones que de tanto repetirse llegan a formar parte de la vida cotidiana de toda persona. Requieren de estímulos. Para que el niño adquiera un hábito, requiere de estímulo y acompañamiento por parte de un adulto significativo. La construcción de hábitos se basa entonces en el principio de estímulo respuesta. Son una respuesta ante situaciones específicas. Cuando ya el niño tiene bien establecido un hábito, este aparecerá de manera automática, espontánea, al momento de encontrarse ante una situación o estímulo específicos con el que se construyó ese hábito. Son conductas útiles o recompensantes. Su aplicación produce satisfacción, gratificación. Por el contrario, el no cumplir un hábito produce incomodidad, malestar.

¿Cómo se adquiere un hábito? Un hábito se establece cuando se realiza una función o actividad asociada a unos elementos externos y se repite la asociación de dicha función con los mismos elementos hasta que el niño lo hace por sí solo de forma correcta, espontánea, agradable y sin presiones indebidas. Se trata pues de aplicar rutinas de modo sostenido que, al ponerse en práctica, crean destrezas y habilidades que serán utilizadas más adelante en varias situaciones de la vida diaria. Un hábito es entonces una conducta o actividad que, de repetirse tantas veces y bajo las mismas circunstancias de modo, tiempo y lugar, acaba formando parte de las actividades diarias y que se realiza ya de manera mecánica.


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Requisitos para la formación de hábitos Para que un niño adquiera un hábito adaptativo u operativo, se necesita lo siguiente: N

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El ejemplo. Nunca se insistirá bastante en el enorme poder del ejemplo en la crianza de los hijos, pero es precisamente en la adquisición de hábitos donde esta condición cobra todo su peso. Todo niño desea imitar a sus padres, a sus maestros, comportarse como ellos, lo que le ayuda a construir su propio modelo de ser y a reafirmar su concepto de sí mismo. Para que el ejemplo sea eficaz, debe estar acompañado siempre de las palabras necesarias para dar sentido al comportamiento de las personas. Al respecto, es completamente válida la sentencia de K. Casek: “La mayoría de los niños oyen lo que usted dice; algunos hacen lo que usted dice, pero todos hacen lo que usted hace”. Para cualquier niño es indispensable convivir con adultos que todos los días ponen en práctica hábitos saludables: El niño ve que todas las noches sus padres se lavan los dientes, que todos los días se saludan en la mañana y se despiden en la noche, que siempre dicen la verdad, que, aunque se enojen, no gritan ni insultan, etc. Bajo estas condiciones, lo más probable es que el niño adquiera ese mismo comportamiento. Consistencia. La repetición de un acto o acción igual o similar es una condición básica en la adquisición de hábitos. Idealmente se debe hacer dicha acción en el mismo lugar y tiempo, acompañada de los mismos elementos externos y de las palabras que le indiquen al niño qué se está haciendo y para qué. Si no hay consistencia en la aplicación de un hábito, si se usan elementos o circunstancias diferentes o ambivalentes, se crea desconcierto en el niño. Por ejemplo, cuando se inicia la alimentación complementaria a partir del sexto mes, todos los días se sigue la misma rutina: sentar al niño en su silla, ponerle un babero, acercar el recipiente de la compota, dársela con cuchara, todo en el mismo sitio (el comedor) y más o menos a una misma hora. Lo anterior acompañado de palabras afectuosas,

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explicándole qué se le está dando, para qué le servirán esos alimentos, etc. Si se actúa así siempre, dejando que el niño coma la cantidad que él quiera, sin presiones, regaños, chantajes ni castigos, el niño adquirirá un hábito alimentario saludable que le acompañará por el resto de su vida. La consistencia se refiere entonces a que los hábitos deben ser aplicados por todos los miembros de la familia, en todos los hogares y en todos los momentos. Tiempo y paciencia. Para que un niño interiorice, “automatice” un hábito, además de consistencia se requiere de dedicación en el tiempo y paciencia mientras el niño aprende para qué son los diferentes elementos o utensilios. Así, al comienzo de la alimentación, el niño jugará con la cuchara golpeándola de manera repetida o dejándola caer al piso para escuchar el sonido que se produce. Poco a poco comprenderá que esta se emplea solamente para comer y cada vez le dará este uso exclusivo. Por la misma razón, al principio el niño comerá con torpeza, derramando, ensuciándose. También rechazará inicialmente algunos alimentos porque su textura, color u olor le serán extraños. Es aquí donde entran de nuevo en juego la consistencia, la paciencia y el tiempo: se continúa dando el mismo alimento por varios días y bajo las mismas circunstancias (hora, sitio, utensilios) hasta que el niño “se acostumbre”, valga decir, se habitúe a ese nuevo alimento. Ambiente físico y psicológico tranquilos. Es importante, para lograr que el niño adquiera, interiorice un hábito, que la implementación y aplicación de este se haga en el mismo sitio (se come en el comedor, se duerme en el dormitorio, se baña en el baño), y que sea un ambiente tranquilo, sin distractores, como televisión, juguetes, videos. Además, que el adulto que lo acompañe le hable, lo acaricie, lo mire y le sonría de manera natural. No se adquiere un hábito en un ambiente hostil, de gritos y de violencia. Acompañamiento respetuoso y afectivo. Idealmente se espera que quien trate de implementar un hábito en el niño sea un adulto significativo para él, como los padres, abuelos, maestras, etc. No se puede olvidar que el hábito lo adquirirá y CCAP  Volumen 10 Número 4 N

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usará el niño, y que la función del adulto es darle un acompañamiento que le facilite su adquisición, pero el amor y la ternura que se le brinden son ingredientes imprescindibles en este objetivo. No se trata de dejarlos solos para que adquieran hábitos inadecuados o se críen sin normas. Autoridad. Quien fomente un hábito en el niño debe ser una persona que, por el respeto y afecto brindado al niño en su contacto diario, se haya convertido en una figura de autoridad para él mismo. No se trata de la aplicación del poder de la fuerza ni de la autoridad que creen tener algunos padres por el solo hecho de ser progenitores. Se trata más bien de una autoridad que se gana. No son adecuados, en el proceso de fomentar hábitos saludables en los niños, ni el autoritarismo ni la excesiva permisividad. Con el primero se consiguen hijos sumisos, dependientes, sin autonomía moral, rebeldes, rechazadores de toda autoridad, de carácter débil y sin iniciativa. Con la segunda se tendrán hijos manipuladores, evasores de responsabilidades, siempre insatisfechos, incorregibles, esclavos de sus impulsos y emociones, sujetos convencidos de que “el mundo se los debe todo”. Comienzo temprano. Tempranamente hace referencia a que la adquisición de un hábito se debe iniciar tan pronto como el desarrollo emocional, psicomotor y social del niño estén acondicionados para adquirirlo. Es claro que, mientras más se retarde en la adquisición de un hábito, más difícil será que el niño lo interiorice, lo aplique de forma sistemática, autónoma y espontánea. Así, por ejemplo, el hábito de la higiene oral se inicia desde los primeros días de vida cuando todas las noches se le limpian las encías al niño con una gasa. Así mismo, desde ese mismo tiempo el niño verá que sus padres siempre se lavan los dientes después de las comidas y antes de acostarse. Aunque el cepillo de dientes solamente se usará a partir del sexto mes (con la aparición de los primeros dientes), el hábito de la higiene oral se empezó desde los primeros días y su incorporación a la vida diaria será fácil. Por el contrario, si al niño se le trata de enseñar el uso del cepillo y de la seda dental más tarde, como a los 4 o 5 años, ya para esa

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edad él tiene un hábito muy arraigado de tiempo atrás: el hábito de no cepillarse los dientes antes de acostarse. La dificultad está, pues, no solamente en erradicar un hábito indeseable que viene de tiempo atrás, sino de implementar o adquirir otro, este sí adecuado, pero de manera ya tardía. Por esto también hay que insistir en que tempranamente no se refiere a tratar de implementar un hábito de manera prematura, como ocurre a veces con el control de esfínteres. Por el neurodesarrollo del niño, la adquisición de este hábito no se debe intentar antes de los 22 a 24 meses, aunque desde el comienzo el niño ya está habituado a permanecer limpio, a que le cambien el pañal, a ver que sus padres usan el baño. Estos serían los preámbulos que facilitan luego la adquisición del hábito de controlar voluntariamente sus esfínteres. Respeto a la individualidad. Cada hijo es único e irrepetible, por esta razón los patrones de crianza no se pueden aplicar en serie, como una receta que sea adecuada para todos los hijos. Cada niño tiene sus propias fortalezas y debilidades en lo que se refiere a competencias, habilidades y aptitudes. No se puede esperar que todos los niños adquieran los mismos hábitos de modo uniforme en un mismo tiempo (edad) y con la misma facilidad. El error como herramienta valiosa. En general, en la crianza de los hijos, el error es un instrumento de gran valor, pero en la adquisición de hábitos desempeña una función de la mayor trascendencia y así lo deben comprender todos los padres y educadores. No se puede olvidar que el niño no nace con ningún hábito, que lo debe aprender y que para ello pasará un tiempo en el que, gracias al proceso ensayo error, logrará, con la constancia y paciencia de los adultos acompañantes, desarrollar las competencias que le permitirán poner en práctica un hábito para su bienestar. Si en la implementación de un hábito los padres cambian a cada momento de métodos en su implementación porque al comienzo alguno no da resultado, se está atacando uno de los requisitos que permiten la adquisición de un hábito: la consistencia, el hacer siempre las mismas actividades bajo las mismas circunstancias hasta


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que el niño incorpore ese hábito a su cotidianidad. Un ejemplo bastante frecuente que ilustra este requisito está en la educación del hábito del sueño: si desde el principio se le enseña al niño que para dormirse se le deja solo en su cuna a determinada hora, luego de cambiarlo y alimentarlo, él llegará a adoptar como normal este hábito. Pero si al comienzo, a juicio de los padres, este método no les da resultado porque el niño se pone a llorar, entonces deciden arrullarlo, acostarlo con ellos, con la luz encendida, cuando más adelante se pretenda que el niño se duerma por sí mismo (es decir, que no haya necesidad de “hacerlo dormir”), esto no será posible, pues no ha habido consistencia en la adquisición de este hábito (se usaron conductas y actividades diferentes cada vez), o se adquirió el hábito con una rutina inadecuada: hay que cargarlo y arrullarlo siempre para que se duerma. Si desde el principio al niño le queda claro (por los hechos, por la conducta diaria que aplican sus padres) que hay un momento y sitio para dormirse sin ningún otro rito, él aprenderá que es así como se dormirá siempre. Situación semejante ocurre con la alimentación: al inicio el niño no es capaz de comer con su propia cuchara, pero poco a poco va adquiriendo la destreza de hacerlo por sí mismo (ensayo y error). Los padres no deberán entonces continuar dándole su comida porque así el niño no asumirá esta actividad como propia, aunque tenga la capacidad de hacerlo. Firmeza. Se debe tener la suficiente claridad en ideas y principios al buscar que el niño adquiera un hábito, para que, de esta manera, se actúe con la mayor firmeza en su aplicación. Como ya se ha anotado, es apenas normal que al principio, cuando se trata de implementar un hábito, el niño presente dificultades, fracasos y a veces franco rechazo. En estos casos es más necesaria aún una sana firmeza, entendida como el ejercicio adecuado de la autoridad en todo momento, sin vacilaciones ni interrupciones, sustentada siempre en la razón, en la capacidad de comprensión del niño, pero acompañada del afecto. Acción reacción. Los niños se comunican con los adultos a través de la acción-reacción: hacen

cosas y esperan las reacciones del adulto. Dependiendo de dicha reacción el niño volverá a hacer esa cosa u otra diferente. Así, cuando el niño es capaz de desplazarse (gateando o caminando), realiza las primeras experiencias con el medio que se le amplió enormemente al ser capaz de desplazarse: mirar, tocar, agarrar, tirar, chupar, morder. Cuando hace algunas de estas acciones, mira instintivamente hacia el adulto acompañante buscando la aceptación o rechazo de lo que está haciendo. Es aquí donde un “sí” o un “no” más la lectura que el niño hace del rostro de ese adulto le permitirá organizar progresivamente sus conductas, valga decir, sus hábitos.

Es claro entonces que el proceso de formación de hábitos en los niños se debe sustentar en rutinas que son aplicadas de forma constante y sistemática por los adultos responsables de la crianza de los hijos, como los padres, la familia extensa, los maestros. El pediatra por su parte debe orientar a los padres de familia y demás cuidadores de los niños en los siguientes aspectos: N

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Cuáles son los hábitos que serán objeto del proceso de enseñanza aprendizaje: cómo, cuándo y dónde implementar estos hábitos. Explicar los pasos o secuencias que se deben aplicar para lograr una adecuada implementación de un hábito. Explicar y compartir las ventajas que la adquisición de dichos hábitos trae para los niños, la familia y la sociedad.

Recomendaciones para establecer un hábito Partiendo de los enunciados anteriores, es fundamental tener presentes las siguientes recomendaciones prácticas al momento de iniciar el establecimiento de un hábito: N

Hacer que el niño observe la conducta o acción que hace parte del hábito que se quiere implementar. Ejemplo: lavarse los dientes. CCAP  Volumen 10 Número 4 N

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Explicar al niño para qué sirve la acción (lavarse los dientes) y los elementos que se emplean (cepillo, crema dental, agua), así como demostrarle cómo se hace. Realizar en el niño la misma acción en el mismo sitio y hora, reiterando las ventajas de esta (lavado de dientes todas las noches, en el baño y antes de acostarse). Ser constantes en la aplicación del hábito, dándole la responsabilidad de hacerlo por sí solo de manera progresiva, según las habilidades que el niño vaya evidenciando. Elogiarlo cada vez que haga el esfuerzo de hacerlo bien. Explicarle las consecuencias que se dan en caso de no cumplir con el hábito y que él las experimente de modo inmediato, pero que sea justo y apropiado para cada circunstancia. No comparar al niño con otros niños o con sus hermanos. Pedir acciones que estén a su alcance, es decir, que sean razonables para su edad y nivel de desarrollo. Ser firmes y específicos en lo que se quiere que el niño haga. Tratar de mantener un equilibrio entre amor y disciplina (normas razonables, estar seguros de que el niño comprenda lo que se quiere que haga). Felicitar y estimular siempre después de cada logro. Motivar siempre a hacer las cosas de manera divertida, agradable, como un juego, estableciendo un cuadro de méritos, como caritas felices, por ejemplo.

principalmente por el medio ambiente. Es por esta razón por la que se viene implementando en Colombia una Política Educativa para la Primera Infancia, sustentada en el artículo 29 del Código de la Infancia y la Adolescencia: “Derecho al desarrollo integral de la primera infancia”. Todo lo anterior está enmarcado dentro de la política de educación inicial que busca brindar una educación que se inicie desde la gestación y continúe durante toda la vida. Pero esta educación inicial no puede asumirse como una escolarización prematura, sino que su propósito es acompañar a los niños en sus primeros años para aprovechar, recuperar y enriquecer todas las situaciones de la vida cotidiana que los ayuden en su desarrollo y adquisición de competencias para la vida, no solo para la escuela. Esta educación inicial se da principalmente en tres ámbitos: N

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Hábitos, competencias y educación inicial No hay ninguna duda de que el futuro de las siguientes generaciones está en estrecha relación con los cuidados y educación que se brinden a los niños en sus primeros años. Es también un hecho que el mayor desarrollo cerebral ocurre durante los primeros tres años, es en esta edad en la que se presenta la mayor sinaptogénesis en el ser humano, y que este proceso está influido

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La familia. Son muchos los niños menores de cinco años, tanto en el área rural como urbana y de todos los estratos socioeconómicos, que son cuidados por sus familias (padres, abuelos). La educación inicial busca formar a estos cuidadores de tal manera que tengan el mayor desempeño posible en su necesaria función de ser los primeros y más influyentes educadores de sus niños. Es aquí donde cobra toda su fuerza la influencia del pediatra puericultor. El entorno comunitario, que en nuestro medio se ejemplifica en los hogares comunitarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) donde muchos de los niños atendidos se caracterizan por su alta vulnerabilidad. Estos representan un importante porcentaje de la población menor de 5 años. El entorno institucional, que se refiere a instituciones educativas que brindan una atención integral para niños de familias que requieran ser atendidos durante cinco días a la semana.

Como ya se mencionó, uno de los requisitos básicos en la formación de hábitos saludables es el comienzo temprano. De aquí la relevancia de


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que todos los actores sociales que intervienen en la educación inicial de los niños incluyan la formación de hábitos como un punto básico de esta. Y dentro de estos actores sociales, el pediatra ocupa un lugar preponderante con su esencial función de educador. Para comprender mejor la dimensión que tiene la educación inicial y su relación con la formación de hábitos, es válido ampliar estos conceptos: Desarrollo: es un proceso de construcción, reconstrucción y reorganización permanentes, que no es lineal, sino que se caracteriza por avances y retrocesos. Además, no tiene un principio definido (no se parte de cero), pero tampoco tiene un punto final. Es decir, nunca concluye. Competencias: se pueden definir como las habilidades, las capacidades que le permiten al niño interactuar con el mundo. Son recursos de funcionamiento en lo cognitivo, en lo social y en lo afectivo. Al inicio, las competencias se centran en el “hacer”. Después, avanzan progresivamente al “saber hacer”, y, más adelante, a partir de reorganización de experiencias, llegan a “poder hacer”. Para comprender mejor la relación entre competencias y hábitos, véase lo que ocurre con la alimentación: cuando se inicia la alimentación complementaria, la madre le debe poner la cuchara en la boca y el niño comerá. Es el “hacer”. Al repetirse esta rutina en unas mismas circunstancias, más adelante el niño abre espontáneamente la boca al ver la cuchara y trata de llevársela a la boca por sí mismo. Es el “saber hacer”. Posteriormente ya será capaz de comer por sí solo, es “el poder hacer”, pero todo porque se han cumplido los requisitos de la formación de hábitos. Experiencias reorganizadoras: se trata de que el niño parte de conocimientos, habilidades y experiencias previas para desarrollar otras

que son mucho más elaboradas, permitiéndole así fortalecer su comprensión del mundo y de la realidad. Uso social de los objetos. Dentro de las experiencias reorganizadoras se debe resaltar el uso social de los objetos, lo que se logra precisamente mediante el fomento de los hábitos con las características y requisitos ya enunciados. Es este uso de los objetos del entorno lo que le permite al niño la entrada a su cultura, lo que le posibilita el ir apropiándose de su mundo y del ambiente que le rodea. Es pues evidente la estrecha relación entre hábitos, desarrollo y competencias. Por las mismas razones, es también clara la fundamental intervención del pediatra en la educación inicial del niño, especialmente en la orientación a padres, maestros y demás cuidadores, sobre la adquisición de hábitos desde el comienzo.

Los hábitos y la salud del adulto La pediatría ha evolucionado de ser una especialidad equivalente a las homólogas del adulto a transformarse en la medicina integral del niño como la medicina del desarrollo. Sin embargo, en los últimos años y ante las evidencias de que muchos de los trastornos del adulto son patología pediátrica no prevenida o intervenida oportunamente, surge la necesidad de que la pediatría cumpla una nueva función: la prevención de las enfermedades del adulto. Es decir, promover un niño sano es la base para lograr un adulto más sano y en este aspecto es esencial la función que desempeñan los hábitos y estilos saludables de vida. Es por ello por lo que la pediatría, en su nueva concepción para el siglo XXI, se sitúa a la vanguardia de la medicina preventiva. Ya no hay dudas sobre la relación causa-efecto existente entre el binomio “hábitos en pediatría” y “salud en la vida adulta”: sobrepeso, obesidad, hipertensión arterial, diabetes, trastornos articulares, enfermedades cardiovasculares son, entre CCAP  Volumen 10 Número 4 N

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otras, afecciones que tienen muy buena parte de su origen en los hábitos establecidos desde la infancia. Es por todo lo anterior por lo que se hace indispensable un cambio de actitud y de comportamiento del pediatra de hoy, quien debe dedicar un mayor porcentaje de su tiempo a su función de educador para la salud.

Los hábitos y la inteligencia emocional En general, la mayoría de los adultos que tienen niños bajo su cuidado se preocupa porque estos adquieran habilidades y adelantos, pero lo más común es que sus esfuerzos se orienten a aquellos que tienen que ver con el crecimiento (cuánto ha aumentado en el peso y en la estatura), con la motricidad gruesa (se sienta solo, gatea, camina), con la motricidad fina (agarra objetos, hace dibujos, come y se viste por sí solo), con el lenguaje (señala las partes del cuerpo, dice las primeras palabras), pero son menos los esfuerzos orientados hacia la inteligencia emocional. Se canalizan todos hacia la inteligencia cognitiva (que sepa leer, escribir, vestirse solo, “que le vaya bien en el colegio”), descuidando aquella. El solo desarrollo de la inteligencia cognitiva no garantiza el pleno ejercicio de las capacidades del niño ni le garantiza el éxito en la vida. De hecho muchos de los niños de ahora son más inteligentes, pero sus capacidades emocionales y sociales no van a la par con ese desarrollo de su inteligencia cognitiva. Si se entiende por inteligencia emocional el conjunto de competencias emocionales y sociales que determinan el comportamiento de una persona y el éxito o el fracaso de sus relaciones con los demás, se comprenderá que ella debe incluir las siguientes características: N

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Empatía: capacidad de comprender los sentimientos y preocupaciones de los demás (“ponerse en los zapatos del otro”). Expresión y comprensión de sentimientos y emociones. Control del temperamento.

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Independencia y autonomía moral: tener sus propios valores y tomar sus propias decisiones, asumiendo las consecuencias de estas. Resiliencia: capacidad de afrontar y resolver las adversidades de la vida en forma personal, interpersonal y grupal. Capacidad de adaptación, asumiendo responsabilidades y deberes.

Desde el punto de vista de los hábitos y la inteligencia emocional, el campo es bastante amplio. Si se parte solamente de las llamadas emociones básicas (ira, tristeza, miedo, felicidad), se comprenderá mejor la función de los hábitos en este terreno. Cuando alguien experimenta alguna de estas emociones, se dan cambios tanto físicos como psicológicos. La ira, por ejemplo, surge ante situaciones de peligro, o cuando no se logra hacer algo, cuando se lastima la autoestima o la dignidad, ante una injusticia. Si no se establece un hábito adecuado para su manejo, las más de las veces el niño la afrontará con reacciones violentas. Si, por el contrario, el niño convive con unos padres que primero identifican las causas de un problema, lo analizan y buscan salidas con tranquilidad y lógica, sin dejarse llevar por arrebatos de cólera, es muy probable que acabe imitando este comportamiento. Situaciones similares se dan ante el miedo, la tristeza, la envidia, la alegría desbordada. Es claro entonces que de la misma manera como se acompaña al niño para adquirir el hábito del sueño, del aseo personal, de una buena alimentación, también se le debe ayudar en la construcción de hábitos de convivencia, de saber canalizar y expresar de forma adecuada las emociones, de cortesía, de actuar siempre con la verdad, de que el bien común prima sobre el particular, y con la convicción explícita de que todos somos interdependientes y corresponsables.

Ventajas de la formación de hábitos adaptativos Cuando el niño va adquiriendo de modo progresivo, con un acompañamiento afectivo y


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respetuoso por parte de los adultos significativos para él, los diferentes hábitos, está creciendo de manera armónica y ordenada en el campo biológico, psicológico y social. Aunque es evidente que la adquisición de hábitos saludables conlleva ventajas para el niño, la familia y la sociedad, es válido resaltar de forma general los beneficios que razonablemente se pueden obtener con la adquisición de estos, así como los trastornos que en buena medida se pueden prevenir o evitar al adquirir hábitos de manera adecuada y oportuna: Autoestima. Los hábitos son una valiosa herramienta en la construcción y fortalecimiento de la autoestima. A través de hábitos de higiene, de convivencia, el niño logra una óptima imagen de sí mismo. Autonomía. Al adquirir hábitos y competencias en el campo físico, cognitivo, emocional y social, el niño va logrando una mayor autonomía en estos mismos campos, es “capaz de”, adquiere aprestamientos: prepararse para. Gracias a los hábitos se da ese paso de la heteronomía a la autonomía. Pero, además, con los hábitos de convivencia, de decir la verdad, de no hacer a los demás lo que no le gustaría que le hicieran a uno, el niño adquiere también autonomía moral: hacer siempre lo correcto independientemente de que lo vean o no; independiente de si hay un premio o un castigo de por medio. Creatividad. Al adquirir (gracias a los hábitos), nuevas destrezas y habilidades, con lo que genera experiencias reorganizadoras, el niño aprende a buscar soluciones a los problemas de la vida diaria, es decir, a ser creativo. Socialización. Con la transferencia de hábitos, costumbres y comportamientos, el niño aprende a tener una sana convivencia con los demás, a aceptar realmente al otro, a tolerar las diferencias, a aprender que somos interdependientes y corresponsables. Es decir, aprende a ser solidario.

Disciplina. Es una cualidad que se refiere a ser constante en las actividades, a responsabilizarse de ellas y de los compromisos, cumplir las reglas en la familia, en el trabajo o estudio, en la sociedad. Los hábitos son entonces también una herramienta indispensable en la formación de la disciplina, del autocontrol: tener en cuenta siempre a los demás, adquirir el sentido del orden para llegar a dirigir su propia vida, ser capaz de controlar sus propios impulsos para no actuar de forma caprichosa. Prevención de conductas y hábitos indeseables. Cuando se implementan hábitos de manera correcta y en el momento adecuado, se tienen mayores probabilidades de evitar conductas como la desobediencia, el desorden, la rebeldía, la agresividad, el bajo rendimiento escolar, entre otras. Seguridad. El niño que va adquiriendo los distintos hábitos de modo gradual, con los esperados avances y retrocesos, sin violencia ni menosprecio por sus logros, pero sí con el estímulo oportuno, va ganando en seguridad, autocontrol, serenidad y confianza básica. Es un niño que sabe muy bien qué se espera de él y actúa en consecuencia.

Problemas y trastornos que se pueden evitar con la adquisición adecuada de hábitos Como se ha insistido tantas veces, cada niño requiere una crianza individualizada, ya que se trata de un ser único e irrepetible. Es también una realidad el que no existen fórmulas ni recetas mágicas que se puedan aplicar de manera uniforme a todos los hijos. Por estas mismas razones, sería muy simplista afirmar que, si un niño adquiere un hábito adaptativo, con toda seguridad no tendrá problemas relacionados con este. No se trata pues de un axioma ni de una fórmula matemática. Sin embargo, y de manera arbitraria, se presenta a continuación CCAP  Volumen 10 Número 4 N

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una serie de problemas o trastornos que de modo razonable se pueden evitar o atenuar con la formación oportuna y adecuada de algunos de dichos hábitos.

Las guías anticipatorias o por adelantado y los hábitos No hay ninguna duda sobre la función decisiva que debe cumplir el pediatra en la adquisición y fortalecimiento de hábitos saludables y adaptativos por parte del niño. Es también una realidad el que muchos padres de familia desconocen el hecho de que los hábitos

los debe construir, adquirir cada niño con el acompañamiento de padres, maestros, pediatras. El error de muchos padres es dar por sentado que el crecimiento corporal del niño incluye la formación de hábitos y conductas adecuados, que estos aparecerán por simple maduración natural. Otro error frecuente de los padres es subestimar a los niños, hacerles todo y esperar “a que estén más grandes” para, ahí sí, delegarles responsabilidades y funciones. Por todo esto, el pediatra debe mantener siempre presente, en todo contacto con el niño y su familia, el dar las orientaciones justas y en

Hábitos

Problemas que se pueden prevenir o evitar

Hábito del sueño

Tener que “hacer dormir” al niño, dificultades para ir a la cama, varios despertares en la noche, niño que se pasa a la cama de los padres, colecho, fatiga y mal dormir de padres e hijo, insomnio, trastornos en la dinámica familiar, irritabilidad.

Hábito alimentario

Sobrepeso, obesidad, anorexia, manipulación.

Hábito del control de esfínteres

Enuresis, encopresis, baja autoestima, pobre socialización, burla de sus pares.

Hábitos alimentarios y de higiene oral (biberones, entretenedores o chupos)

Caries, maloclusión dentaria y otros problemas de ortodoncia.

Hábito de acatar normas

Síndrome del niño malcriado, niños voluntariosos, antipáticos, con pobre socialización, con problemas para establecer amistades, rechazo de sus pares, dificultades para participar en deportes, baja autoestima, poca creatividad, persistencia de las pataletas, sobreprotección, etc.

Hábitos de cortesía y urbanidad (saludar, despedirse, dar disculpas, pedir permiso, respetar un turno)

Niños malcriados, con problemas en la comunicación, rechazo social, etc.

Hábito del orden (dejar todo como estaba, poner cada cosa en su sitio, disposición adecuada de juguetes, útiles escolares, ropa limpia, ropa sucia, basuras, elementos del comedor, del baño, etc.)

Desorden, discusiones permanentes, pérdida de objetos, mal uso del tiempo, accidentes.

Hábitos sobre higiene personal y del hogar (baño diario, cambio de ropa, lavado de manos, manejo correcto de basuras y del baño)

Enfermedades respiratorias, de la piel, diarreas, parasitosis, baja autoimagen y autoestima, dificultades en la socialización.

Hábito de estudio

Bajo rendimiento académico, fobia escolar, ausentismo injustificado, discusiones y “castigos” recurrentes, baja autoestima.

Hábitos de convivencia, de respeto a los derechos de los demás (acatar y tolerar las diferencias)

Síndrome del niño malcriado, niños asociales, rechazo del grupo, bullying o matonismo escolar, delincuencia infantil y juvenil, drogadicción, etc.

Estilos de vida saludables (alimentación adecuada, vida al aire libre, deportes, control médico periódico, vacunas)

Enfermedades de la vida adulta: hipertensión, diabetes, problemas articulares, enfermedades cardiovasculares, etc.

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el momento adecuado sobre los hábitos que más repercuten en el desarrollo integral del niño, además de velar por su apropiado crecimiento. No es correcto, por ejemplo, que un niño de 4 o 5 años duerma con sus padres, que tome biberón, que use un lenguaje aniñado, que le tengan que dar la comida, que en el consultorio sea la madre quien responda todo por él, además de vestirlo y desvestirlo. Menos adecuado aún es que un pediatra no haya prevenido estos errores de crianza con anticipación y no los detecte e intervenga en una consulta.

su adquisición por parte de los padres y según las orientaciones del pediatra.

Es precisamente a este punto al que se refieren las guías anticipatorias: son las orientaciones que sobre los diferentes hábitos deben dar los pediatras de manera temprana, dosificada y progresiva. Temprana hace referencia a que la adquisición de un hábito se inicie cuando el desarrollo del niño lo permita. Así, no es lógico pretender un control de esfínteres al año de edad. Dosificada: no dar muchas orientaciones de una vez, con lo que se corre el riesgo de desbordar la capacidad comprensiva de los padres. Se busca pues que, de acuerdo con las diferentes etapas del desarrollo, se den las orientaciones propias de la edad o los hábitos que el niño debería empezar a adquirir en esa fase. No se trata de imponer hábitos de manera prematura, cuando su edad cronológica y mental no está en capacidad de asimilarlo, pero tampoco hacerlo de forma tardía, cuando ya el niño ha adquirido otros hábitos indeseables.

N

De modo arbitrario, breve y como una simple guía o ejemplo, se presentan a continuación algunos hábitos y los momentos o edades en los que, en términos generales, se debería iniciar

Conclusión ¿Qué es un hábito? N

N N N

Es interiorizar los ideales de un grupo, familia o comunidad. Es educación y socialización. Es aprender a vivir en comunidad. Es vivir teniendo como regla básica la aplicación constante de deberes y derechos. Es transformar al niño de un ser asocial en un ser social.

Partiendo de rutinas conscientemente escogidas y planificadas por el adulto, el niño adquiere hábitos, valga decir costumbres, formas de comportamiento, actitudes y acciones que serán asumidas ante situaciones concretas de la vida diaria. Esto a su vez favorece el desarrollo y la adquisición de habilidades y competencias que repercutirán de manera decisiva en su personalidad y carácter. Todo esto le ayudará a minimizar o controlar factores de riesgo, a la vez que le fortalece y estimula factores protectores que se mantienen en el tiempo, lo que repercutirá de modo favorable en su bienestar físico, mental y social. En última instancia, con la formación de hábitos se logrará que el niño y su familia adopten estilos de vida saludables que les acompañarán por el resto de sus vidas. El desarrollo de hábitos es la fórmula que permite al ser humano optimizar el rendimiento de todas sus capacidades, y en esta trascendental tarea juega una función decisiva el pediatra, puericultor por antonomasia.

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Hábitos

Edad o momento en que se debe estimular su adquisición

Sueño

Se debe iniciar desde los primeros días creando un ambiente tranquilo, con un baño de refrescamiento en la noche, además del de la mañana. Desde el comienzo se deja al niño en su cuna a una misma hora y despidiéndose de él. No se deben iniciar ritos como cargarlo, pasearlo, dormir con él para luego pasarlo a su cama. Desde los primeros días se le debe ambientar con su cuarto (que en el día duerma allí) y en las noches en el cuarto de los padres, aproximadamente hasta los cinco meses cuando la mayoría de los niños amamantados pueden dormir un período largo de sueño en la noche. A partir de ese momento ya el niño debe dormir siempre en su cuarto y esto se les debe advertir a los padres cerca de los 3 o 4 meses.

Alimentación

Su hábito se inicia con la lactancia materna a libre demanda, sin imposiciones de horarios ni de duración, dejando siempre que el niño reciba la cantidad que él desee. Con el tiempo se van estableciendo ya horarios más definidos (alrededor de 2 a 3 horas después de los dos meses). Al iniciar la alimentación complementaria (sexto mes), ya se empieza el hábito de comer a unas determinadas horas, en un mismo sitio (comedor) y con los mismos utensilios. Permitir que el niño llegue a estos horarios con apetito (cerca de tres horas de ayuno previo) y que coma la cantidad que quiera, sin presiones, amenazas ni chantajes. Cada alimento con una duración de unos 20 a 25 minutos.

Aseo personal

Se inicia desde los primeros días con el baño diario y el cambio de ropa y pañal. La mayoría de los niños, alrededor de los dos meses, ya “adivinan” que llega la hora del baño cuando los desvisten, ven la bañera, oyen el agua. Es un hábito fácil de adquirir y que todos los niños disfrutan enormemente.

Higiene oral

Se inicia desde los primeros días con la limpieza de las encías al menos una vez al día. A partir de la aparición de los primeros dientes se comienza el uso del cepillo y de la crema dental. El cepillado todas las noches debe ser una rutina que el niño la ve hacer siempre en sus padres, quienes la practicarán luego con su hijo, siempre, todas las noches.

Control de esfínteres

Aunque su adiestramiento solamente se debe empezar cerca de los 22 meses, es necesario advertir a los padres, ojalá desde el año de edad, que no es adecuado tratar de que los niños adquieran este hábito de manera prematura. Si el pediatra deja esta advertencia para los 18 o 20 meses, ya muchos papás lo habrán empezado, con las potenciales futuras consecuencias.

Lectura

Es de los hábitos más fáciles de adquirir y de los más agradables tanto para los padres como para los niños. Se inicia desde los primeros días a través de las nanas, rimas, canciones de cuna en momentos agradables, de esparcimiento familiar. Posteriormente, a partir del sexto mes se comienza a presentarles libros sencillos, con dibujos primarios, sin texto, explicándoles el nombre de cada dibujo. Más adelante, se pasa a los cuentos de hadas, en libros con buenas ilustraciones. También a través de los trabalenguas, adivinanzas y canciones infantiles (primero leídas de un texto). Haciendo todo lo anterior sin presiones, sin criterio moralizante o pedagógico, sino por el solo placer, se logrará que el niño adquiera el hábito de la lectura cuando ingrese a la etapa escolar. Es un error seguir pensando que los libros y los niños solamente se encuentran en la escuela. Ya en ese momento es demasiado tarde.

Disciplina, normas

Igualmente este hábito se empieza desde los primeros días con las rutinas diarias: se come en el comedor, se baña en el baño, se duerme en la alcoba, se descansa en la sala, etc. De la misma manera, se ayuda a establecer este hábito con la retroalimentación que el adulto debe dar a todas las actividades y conductas del niño: el mecanismo de acción-reacción que ya se explicó. Al comienzo, basta con que al niño se le diga un sí o un no de manera categórica para que él vaya aprendiendo lo que es y no es correcto. Recordar que solamente se dice una vez “No” y que, si el niño persiste, se le retira el objeto o del sitio en donde está haciendo una conducta inadecuada. A medida que crece se le va explicando que no acatar una norma le traerá una consecuencia que no será de su agrado y se le permitirá que la experimente.

Orden, convivencia, hábitos sociales

Aunque desde los primeros meses de vida el niño vivirá en una casa ordenada y aseada (el poder del ejemplo), es cuando empieza a caminar (alrededor del año) cuando se debe insistir más en la adquisición del hábito del orden, de cooperación en las faenas del hogar, como guardar los juguetes, poner la ropa sucia en su sitio, recoger basuras, lavarse y secarse las manos, traer cubiertos y servilletas, etc.

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Luis Carlos Ochoa Vásquez

Lecturas recomendadas 1.

2.

Ardura Fernández J. “Hábitos saludables en pediatría y repercusión en la edad adulta”. Memorias del XXIX Congreso Nacional Ordinario de la Asociación Española de Pediatría, Tenerife, 14-17 de junio 2000. Disponible en <http://www. scptfe.com/microsites/Congreso_AEP_2000/Ponencias-htm/ Julio_Ardura.htm> (consulta del 13 de julio del 2011). Barreda P. “Formación de hábitos en los niños”. Disponible en <http://www.pediatraldia.cl/formacion_hab_ninos.htm> (consulta del 4 de agosto del 2011).

3.

Colombia, Ministerio de Educación Nacional. Desarrollo infantil y competencias en la primera infancia. Bogotá; 2009.

4.

Convertini G, Tripodi MR. Hábitos de sueño en menores de 2 años. Archivos Argentinos de Pediatría 2007;105(2):122-8.

5.

Figueiras A, Neves de Souza IC, Ríos VG et ál. Manual para la vigilancia del desarrollo infantil en el contexto de AIEPI. Washington, D.C: OPS; 2006.

6.

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Formación de hábitos alimentarios y estilos de vida saludables. Disponible en <http://www.unicef.org/venezuela/spanish/ educinic9.pdf> (consulta del 23 de julio del 2011).

7.

Hernández E. “Hábitos”. Zona Pediátrica Red 3.0. Disponible en<www.zonapediatrica.com/psicologia/habitos.html> (consultadel 6 de agosto del 2011).

8.

Nelsen J. Disciplina con amor. Cómo pueden los niños adquirir control, autoestima y habilidades para solucionar problemas. 7ª ed. Bogotá: Planeta Colombiana Editorial; 2002.

9.

Shapiro LE. La inteligencia emocional de los niños. Una guía para padres y maestros. Buenos Aires: Javier Vergara Editor; 1997.

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examen consultado

El pediatra y la construcción de hábitos dentro de la crianza de los niños

13. Con relación a las funciones del pediatra, todas las afirmaciones son correctas excepto una. Señálela.

A. orientar a los padres sobre la adquisición de hábitos por los niños B. conjuntamente con los padres, debe ser un acompañante en el crecimiento y desarrollo de los niños, no su constructor C. su actividad se debe orientar fundamentalmente a la prevención y tratamiento adecuado de las enfermedades más comunes de la infancia D. debe ejercer su función de puericultor para lograr así una pediatría auténticamente integral

14. Con relación a los hábitos saludables, señale la afirmación correcta:

A. primordialmente se refieren a los hábitos de sueño, alimentación, aseo personal B. lo ideal es que la formación de hábitos se inicie desde los primeros meses de vida C. la mayoría de los hábitos se van estableciendo como resultado de la maduración natural y progresiva del niño D. ningún niño nace con hábitos; tanto los deseables como los indeseables se forman de acuerdo con la interacción con el ambiente

15. Sobre las características de los hábitos, indique la afirmación falsa:

A. deben partir de una rutina que se hace de manera reiterativa y bajo las mismas o parecidas circunstancias B. su implementación se logra de forma más rápida con la aplicación del método premio-castigo o sanción C. los hábitos adaptativos llevan a conformar conductas útiles o recompensantes D. se requiere de estímulo y acompañamiento por parte del adulto

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examen consultado

Luis Carlos Ochoa Vásquez

16. Dentro de los requisitos para la formación de hábitos, marque la afirmación falsa:

A. el ejemplo desempeña un peso decisivo en la adquisición de hábitos por parte de los niños B. el variar las circunstancias con las que se quiere formar un hábito es darle al niño varias opciones que le permitirán luego escoger la que más le agrade C. en la adquisición de hábitos es tan importante el afecto como la firmeza por parte del adulto acompañante D. el comienzo temprano hace referencia a que un hábito se inicie tan pronto como el desarrollo del niño esté acondicionado para dicho hábito

17. Sobre las recomendaciones para establecer un hábito, señale la falsa:

A. el niño debe observar primero cómo se hace algo y luego demostrarle cómo se hace B. se le deben explicar los beneficios de aplicar un determinado hábito C. una vez que el niño ha establecido un hábito, ya no se necesitarán más intervenciones por parte del adulto D. de manera progresiva se le van dejando más responsabilidades, que vaya haciendo las cosas por sí mismo

18. Sobre los hábitos y la educación inicial, indique la afirmación falsa:

A. por la presencia de pares y de licenciadas en educación preescolar, el ambiente ideal para la formación de hábitos es el jardín infantil B. la educación inicial no busca una escolarización prematura, extemporánea C. las competencias se refieren a habilidades que le ayudarán al niño a tener un adecuado comportamiento en lo cognitivo, en lo afectivo y en lo social D. con los hábitos y competencias el niño pasa del “hacer” al “saber hacer” y luego al “poder hacer”

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examen consultado

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19. Sobre los hábitos y las guías anticipatorias, marque la falsa:

A. se trata de dar guías de forma temprana, es decir, un poco antes del momento ideal para adquirir un hábito correctamente, para que los padres estén preparados para ello B. cuando no se anticipa la adquisición de un hábito en el momento adecuado, se corre el riesgo de que el niño tome un hábito indeseable C. idealmente los hábitos principales deben estar plenamente establecidos alrededor del año de edad D. sobre la higiene oral, su hábito debe iniciarse desde los primeros días, sin esperar a la primera erupción dentaria


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