Colecho y lactancia materna
Alexander Barrios Sanjuanelo, MD2
INTRODUCCIÓN
La palabra colecho es un neologismo que corresponde a una traducción de dos términos ingleses: bed-sharing y co-sleeping. Etimológica mente, la palabra está compuesta por la unión del sufijo co- (“estar a un lado o continuo”) y la raíz – lecho (“donde se descansa, descansar juntos o continuos”). La definición del término que figura en el diccionario de la Real Academia Española es: “Práctica de crianza que consiste en dormir con bebé o el niño en la misma cama”.
Es importante distinguir entre dos tipos de colecho. El primer tipo es el intencionado o el electivo, es decir, si la práctica de compartir la cama obedece a una decisión consciente de los cuidadores en la crianza y el estilo de vida, con mayor frecuencia para facilitar la lactancia materna o prolongar el sueño. Se caracteriza por el conocimiento y la evitación de los factores de riesgo y el compromiso activo y continuo de los padres con la seguridad del niño. El segundo tipo de colecho es el reactivo o caótico, que implica que se comparta la cama u otra super ficie para dormir debido a una necesidad, en lugar de una elección parental. A menudo, están
presentes múltiples factores de riesgo, como otros niños o mascotas en la cama, padres con problemas de alcohol, drogas o agotamiento extremo, tabaquismo o una falta general de medidas proactivas de seguridad para dormir.
Este texto se refiere al colecho únicamente como la práctica de dormir con el niño en la misma la cama como una elección intencional de crianza.
ASPECTOS BIOLÓGICOS
Los mamíferos permanecen instintivamente cerca de sus crías, las cuales no sobrevivirían mucho tiempo sin el calor, el alimento y la protección que les brindan sus madres. Los científicos se refieren a los mamíferos pri mates como “especies portadoras”, ya que, al ser su leche baja en proteínas y grasas, las crías sacian su hambre durante solo una o dos horas, por lo que las madres las cargan hasta los 6 o 12 meses de edad, tiempo durante el cual duermen en los brazos de sus madres o se encuentran aferrados a sus espaldas. Lo anterior les permite a las crías la integración
Pediatra, epidemiólogo, consultor internacional en lactancia. Grupo de puericultura Humberto Ramírez Gómez, Universidad de Antioquia
Silvia Juliana Galvis Blanco, MD1
en los aspectos de la rutina diaria de la madre y les facilita su alimentación.
Los humanos nacen más indefensos que cualquier mamífero. La mayoría de los mamíferos nacen con un cerebro entre 60% y 90% del de un adulto. Los humanos, por su parte, nacen con solo el 25% y su desarrollo óptimo depende de tener un microambiente similar al uterino del que provienen, lleno de intercam bios sensoriales que involucran calor, sonido, movimiento, transporte, sensaciones, tacto, olores y, por supuesto, acceso a los nutrientes del pecho materno.
No existe tal cosa como darle a un bebé demasiado contacto o afecto. Los humanos prosperan con el tacto: cuanto más recibe un bebé, más crece. Cuando se le priva de estas sensaciones, el bebé utilizará su respuesta pri maria de supervivencia, el llanto, y producirá cortisol, una hormona asociada al estrés, en un intento de atraer la atención de los padres. Hay estudios que sugieren que los niveles crónicos elevados de cortisol en la infancia pueden tener implicaciones en el desarrollo cerebral, lo que promueve una mayor vulnerabilidad a los tras tornos de apego y conducta social.
CONTEXTO HISTÓRICO-CULTURAL
La primera referencia de lo que podría ser colecho sería la de la muerte de un niño en la cama de su madre que se menciona en el primer libro de Reyes, en el Antiguo Testamento (1 Re 3, 16-28).
Durante la mayor parte de la historia, las madres han combinado eficazmente el colecho y la lac tancia materna para satisfacer las necesidades sociales, psicológicas y físicas inmediatas de sus bebés; tan solo desde las etapas más recientes de la humanidad se empezó a enseñárseles a los padres a tener miedo de compartir la cama con sus hijos. Los historiadores han documentado que el miedo occidental al colecho se
remonta a aproximadamente quinientos años atrás, en las principales ciudades europeas, donde sacerdotes condenaban a los padres que dormían en la misma cama que sus hijos después de que algunas mujeres pobres habían confesado haber aplastado intencionalmente a sus bebés en la cama en un intento de controlar el tamaño de la familia.
Existen, además, varios factores que llevaron a las creencias modernas sobre el sueño infantil y a la práctica de que los bebés duerman solos en una cuna, como la existencia de valores occi dentales que favorecían la separación temprana de los niños para promover su autonomía y autosuficiencia, la aparición de sucedáneos de leche materna —que hicieron posible períodos más largos de sueño y separación—, el autori tarismo médico —el cual redujo la confianza de los padres para responder a sus instintos o al conocimiento de las necesidades de su hijo— y la creencia de que el carácter moral del niño está atado a su comportamiento durante el sueño y que es “bueno” aquel que duerme toda la noche solo.
Se afirmaba que el sueño separado fomentaba la capacidad del bebé para “calmarse a sí mismo”, lo que llevaría a que se convirtiera en un niño independiente y, en consecuencia, en un adul to más satisfecho. Sin embargo, hallazgos de estudios en las últimas décadas sugieren que son los niños que practican colecho —y no los niños que duermen solitarios— quienes parecen ser más independientes.
EVIDENCIA DE LA SEGURIDAD DEL COLECHO Y LA LACTANCIA
El colecho es impulsado biológicamente tanto por las necesidades nutricionales del bebé por leche materna como por su necesidad inherente de contacto físico. Estar cerca de la madre u otro cuidador contribuye a desarrollar sus sentidos, lo que proporciona efectos reguladores críticos que lo protegen y compensan su vulnerabilidad
extrema. Las respuestas neurológicas del bebé al calor materno, los olores, los movimientos y el tacto reducen su llanto mientras regulan positivamente la respiración, la temperatura corporal, la absorción de calorías, los niveles de hormonas del estrés, el estado inmunitario y la oxigenación.
En comparación con los bebés que duermen solos o que se alimentan con fórmula, los bebés que practican colecho y son amamantados presentan un aumento en el número total de despertares nocturnos, ya que adquieren práctica al despertar con los movimientos, despertares, sonidos externos y toques de su madre. También pasan más tiempo en la etapa 1 y 2 del sueño, en lugar de las etapas 3 y 4 que son más profundas. Se cree que el sueño ligero es fisiológicamente más apropiado para los bebés pequeños, ya que es más fácil despertarse en caso de experimentar pausas respiratorias (apneas) u otros peligros.
A través del aumento de los despertares, la regulación de la respiración y los períodos más prolongados en etapas más ligeras del sueño, el colecho y la lactancia materna pueden proteger contra el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Algunos de estos efectos también se han asociado al uso del chupo, aunque claramente este no aporta los beneficios adicionales de los estímulos sensoriales y el apego seguro, cruciales para el desarrollo óptimo del niño.
Uno de los beneficios más importantes del colecho es que promueve y prolonga la lactan cia materna, la cual, además de los beneficios protectores para la salud (crecimiento cerebral y protección contra enfermedades, incluido el SMSL), también promueve el desarrollo de mayor sensibilidad mutua condicionada entre la madre y el bebé , que les permite despertar más rápidamente en respuesta a los movimientos del otro.
Las madres que amamantan colocan instintivamente a sus bebés en la posición más segura
para dormir, en decúbito supino, y tienden a exhibir una posición “en C ” con el bebé a la altura de la mitad del pecho, debajo de los tríceps, con las piernas dobladas debajo de los pies del bebé, lo que convierte al cuerpo de la madre en una barrera protectora, con brazos y piernas hacia adentro, que evitan que la madre ruede hacia el bebé (Figura 1). El intervalo promedio de lactancia materna de las madres que practican colecho es de aproximadamente una hora y media, cercana a la duración del ciclo de sueño humano, de modo que las madres completan sus ciclos de sueño aproximadamente al mismo tiempo que su bebé necesita ser alimentado de nuevo.
Figura 1. Posición “en C” recomendada para el colecho. Al amamantar es importante asegurarse de que el niño vuelva a la posición boca arriba al final de cada toma.
Imagen propiedad de los autores. Autorizada para su publicación.
Si una madre no puede proporcionar leche materna, una alternativa es situar al bebé en
Silvia Juliana Galvisuna superficie cerca de la cama en la misma habitación, que también trae ventajas como la alimentación con fórmula más frecuente, mayor vigilancia al bebé durante la noche y la creación de vínculos más fuertes con beneficios emocionales y psicológicos en relación con el contacto y proximidad de los padres.
RECOMENDACIONES DE COLECHO SEGURO
Es importante tener en cuenta algunas conside raciones para crear un entorno seguro para el colecho ( Tabla 1). En primer lugar, los padres
deben tener una conversación honesta sobre cómo se siente cada uno respecto del arreglo para dormir: ambos deben estar de acuerdo con la decisión y asumir la responsabilidad que esta conlleva.
Los padres deben asegurarse de que el colchón sea firme, dado que los colchones blandos, como los de agua o aire, representan un peligro de asfixia. También es importante mantener el colchón limpio. Se debe acostar al bebé boca arriba, lo que ayuda a facilitar la lactancia e induce a los bebés a despertarse con más frecuencia, de modo que se mantengan en una etapa más ligera del sueño y se despierten
Tabla 1. Recomendaciones de colecho seguro
Ambos padres deben estar de acuerdo con la decisión y asumir la responsabilidad que conlleva
Colchón firme y limpio Recoger el cabello largo
Verificar si hay espacios o barras que puedan causar atrapamiento
Retirar los peluches, las mantas pesadas, los edredones gruesos, las almohadas adicionales o cualquier otro objeto que pueda representar un riesgo de asfixia
Mantener a las mascotas fuera del dormitorio si pueden subirse a la cama
Ambiente libre de humo
El bebé debe acostarse siempre boca arriba. Al amamantarlo, se debe asegurar que el niño vuelva a la posición al final de cada toma
No acostar al bebé en superficies diferentes a la cama (sofá, hamaca, sillas)
Los cuidadores no deben consumir medicamentos que alteren la consciencia, como sustancias psicoactivas
No practicarlo con niños prematuros o de bajo peso al nacer
Evitar practicarlo cuando los padres estén muy cansados o enfermos
No sobrecalentar
No dejar solo en la cama al bebé
No dormir con hermanos mayores
Evitar practicar colecho si los padres son muy obesos
con mayor rapidez y facilidad tras una apnea. Estudios han evidenciado que los bebés tienen un riesgo mucho menor de sufrir un SMSL si duermen boca arriba, en un colchón firme con sábanas ajustadas, con la cara despejada de almohadas, mantas o peluches, en medio de un ambiente libre de humo.
Si alguno de los padres fuma o la madre fumó durante el embarazo, debe evitarse compartir la cama con el bebé, en su lugar, es preferible que el niño duerma junto a esta, en una superficie separada, dado que aumenta el riesgo de SMSL. Asimismo, los padres deben evitar el consumo de cualquier sustancia psicoactiva que altere su conciencia y capacidad de ser sensibles a las necesidades de su bebé durante la noche.
La cama debe ser lo suficientemente grande para que ninguno de los padres se sienta apretado. Idealmente, se debe ubicar la cama en el centro de la habitación, lejos de paredes y muebles, quitando los marcos de metal o madera y colocando el colchón sobre el suelo, dado que el riesgo más significativo para un bebé que duerme en una cama con un adulto no es, como muchos suponen, que un adulto se recueste o ruede sobre el bebé, sino que el bebé se quede atrapado entre el colchón y una pared, un mueble o el marco, la cabecera o el pie de cama. Si no es posible separar la cama, los padres deben verificar regularmente que no haya espacios entre los muebles y la cama en el que pueda deslizarse un bebé y que la cabecera, el pie de cama y el marco estén bien adosados al colchón.
Se debe procurar un ambiente fresco, sin sobrecalentar al bebé. Es recomendable usar mantas ligeras y ropa fresca que no aprieten los brazos del bebé para que así pueda retirar objetos que obstruyan su nariz o boca, en caso de ser necesario. Se debe mantener al bebé alejado de edredones, mantas pesadas o almohadas que puedan caer y cubrir su rostro. Además, es importante mantener a otros niños y a las mascotas fuera de la cama cuando
el bebé duerma en ella. Si la madre tiene el cabello largo, debe atarlo de una manera que no cuelgue cerca del bebé para evitar el riesgo de estrangulación. También se debe evitar el colecho si alguno de los adultos que duerme en la cama es obeso, dado que el exceso de peso puede crear una depresión o un espacio por el que el bebé puede rodar mientras duerme. Una alternativa para estas familias es situar al bebé en una superficie cerca de la cama en lugar de en la propia cama.
Finalmente, es fundamental tener claro que la única superficie adecuada para practicar colecho es en la cama de los padres; otros lugares como las hamacas o los sofás —que han mostrado ser el lugar con mayor riesgo de SMSL— no deben emplearse para este fin.
CONCLUSIONES
El colecho ha sido una práctica ancestral de la humanidad. No existe una respuesta universal acerca de si una familia debe practicar o no el colecho y, lastimosamente, la tendencia actual es a tomar posturas extremas. No es una práctica que sea estrictamente necesaria para el desarrollo emocional del niño ni para mantener la lactancia materna, pero, como se ha expuesto, es claro que es un factor que contribuye de forma positiva. Existen escasos trabajos que valoren la posición de los padres ante el colecho, por lo que se debería procurar que se lleven a cabo investigaciones cualitativas que nutran sustancialmente la visión que se tiene respecto al tema, ya que hay aspectos como el amor y el apego que no se pueden medir matemáticamente.
Condenar todas las formas de colecho, sin distinguir entre factores protectores y de riesgo o sin considerar cómo los beneficios y los riesgos varían según el contexto, vulnera los derechos de los padres de tomar sus propias decisiones informadas y los lleva a dudar de sus propias habilidades para evaluar lo que
Silviasus bebés realmente necesitan. La clave está en dejar a un lado la posición autoritaria de algunos profesionales y centrarse en un diálogo de saberes, es decir, en crear un espacio seguro
donde la familia se sienta en confianza para expresar sus opiniones e inquietudes con el fin de ayudarles a tomar una decisión informada y consensuada por parte de ambos padres.
LECTURAS RECOMENDADAS
1. Baddock SA, Purnell MT, Blair PS, Pease AS, Elder DE, Galland BC. The influence of bed-sharing on infant physiology, breastfeeding and behaviour: A systematic review. Sleep Med Rev. 2019;43:106-17. doi: 10.1016/j. smrv.2018.10.007
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10. Ward TC. Reasons for mother-infant bed-sharing: a systematic narrative synthesis of the literature and implications for future research. Matern Child Health J. 2015;19(3):675-90. doi: 10.1007/s10995-014-1557-1