La salud mental del adolescente L
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Yolanda Torres de Galvis, MD Líder Grupo de Investigación en Salud Mental Universidad CES Medellín (Colombia)
“Los niños son nuestro futuro. Con la política y el planeamiento bien concebidos, los gobiernos pueden promover la salud mental de los niños y los adolescentes, para su beneficio, el de la familia, la comunidad y la sociedad”. OMS No hay salud sin salud mental. La relación entre los componentes físico y mental de la salud es múltiple y variada. Los trastornos mentales aumentan el riesgo de padecer enfermedades transmisibles y no transmisibles, además de contribuir a las lesiones no intencionales e intencionales. La magnitud de la carga de la enfermedad por desórdenes mentales relacionada con el niño y el adolescente se ha sentido por los clínicos y los padres, pero hasta hace poco tiempo ha sido difícil de cuantificar. Ahora, con las crisis sociales, la participación de niños afectados por la guerra, explotados como fuerza de trabajo, el incremento de los huérfanos por el sida, los forzados a emigrar por razones económicas y políticas, las dimensiones de la carga de los desórdenes mentales en este grupo es cada vez más evidente y cuantificable. Las investigaciones epidemiológicas han demostrado sistemáticamente a nivel mundial que los trastornos mentales y del comportamiento afectan entre el 10 y 15% de los niños, las niñas y los adolescentes. En América Latina
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y el Caribe, según algunos estudios seleccionados, la prevalencia de punto, en el momento de la investigación, para cualquier trastorno varía entre el 12,7 y 15%. Estas son las primeras manifestaciones de afecciones que, en ocasiones, van a durar toda la vida adulta y brindan una oportunidad única para intervenir de manera temprana y eficaz. La brecha de tratamiento en la niñez y la adolescencia es aún mayor que en los adultos. La información sobre la frecuencia de trastornos mentales en Colombia, de acuerdo con el Estudio nacional de salud mental, presenta una prevalencia anual de cualquier trastorno mental del 12,4%; de trastornos de ansiedad, del 5,5%; de trastornos afectivos, del 5,3% (estos dos grupos muestran mayor frecuencia para el sexo femenino); de trastornos impulsivos, del 7,6%; y de abuso de alcohol, del 3,4%, siendo más alta para el sexo masculino. La malnutrición inhibe el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños y niñas, causando discapacidades permanentes. Además, es frecuente que, en situaciones de carencia de alimentos, los menores no reciban una estimulación psicosocial apropiada, lo cual agrava el problema. Algunos trastornos, como la epilepsia y la discapacidad intelectual, pueden estar relacionados con lesiones ocurridas en el nacimiento, y su incidencia se puede reducir mediante cuidados apropiados.