Cómo puede ser tóxico el C
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Ricardo Sánchez Consuegra, MD Pediatra neonatólogo Presidente Regional Atlántico de la Asocolneo
Dalila Peñaranda Saurith, MD Luz Mery Rivera Parra, MD Eimy Mendivil Buelvas, MD Residentes de tercer año de Pediatría
El aire, elemento vital para el hombre, es una mezcla de gases a base de nitrógeno (78%), oxígeno (21%), vapor de agua (variable entre un 0-7%), ozono, dióxido de carbono (CO2), hidrógeno y algunos gases nobles como el criptón, neón, helio y argón. Aunque el porcentaje del oxígeno en el aire es del 21%, este gas representa el 49,5% en peso de la superficie terrestre, es el elemento más abundante, siendo tan necesario que aparenta ser inofensivo, ya que juega un papel relevante en muchos de nuestros procesos químicos internos (metabolismo) que se reflejan en la salud. La frase publicitaria “Todo con medida, nada en exceso”, utilizada para vender productos tales como el alcohol y el tabaco, que muchos disfrutan a pesar de saber que pueden causarle daño a su cuerpo, podríamos también usarla para referirnos al oxígeno, puesto que se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que este, como gas medicinal, ha sido empleado más que cualquier otro medicamento para diferentes patologías en el último siglo. Lo que llama la atención de esto es que el conocimiento sobre la toxicidad del oxígeno no es nuevo.
El nombre “oxígeno” dado a este elemento por Antoine Lavoisier en el siglo XVIII se desprende de dos raíces griegas que significan “generador de ácidos”, porque, a pesar de su uso terapéutico, ya se conocía como una sustancia tóxica para la vida, por su gran poder oxidante. En 1774, Joseph B. Priestley y Karl Scheele mostraron los efectos tóxicos del gas y, en 1780, François Chaussier experimentó el uso del oxígeno en recién nacidos. En 1878, Paul Bert documenta el efecto tóxico del oxígeno en el cerebro, manifestado por presencia de crisis convulsivas a más de tres atmósferas, y J. Lorrain Smith, en 1899, al tratar de replicar el efecto Bert, informa neumonía fatal en ratas expuestas a oxígeno al 73% por cuatro días. Wilson y colaboradores, en 1940, reportan que los bebés con patrón respiratorio periódico mejoraban con el uso de oxígeno al 70% y, a partir de este informe, se inició el empleo rutinario del oxígeno en los bebés prematuros. En 1951, Campbell, en Australia; Patz y colaboradores, en 1956, en los Estados Unidos, y el estudio colaborativo de Kinsey demostraron que el oxígeno era seguro cuando se daba en concentraciones menores al 40% y, al mismo tiempo, validaron CCAP Volumen 9 Número 4 ■
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