5 minute read
Los padres
JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Una de las faltas más comunes de nosotros los hijos, cuando tenemos la fortuna de disfrutar a nuestros padres por mucho tiempo, es suponer que siempre estarán ahí para nosotros. En verdad es difícil entender y valorar el simple hecho de tenerlos ahí día a día, porque son pocas las veces que nos ponemos a pensar en todo aquello que en realidad nos proporcionan y terminamos siendo tan sólo unos niños malcriados quienes sólo terminan señalando sus muchos defectos, pero que pocas veces entendemos sus tantas virtudes.
Advertisement
He llegado a esta reflexión hace poco tiempo y esto no fue hasta que me senté a visualizar mi vida, hacer una retrospectiva y con ello tratar de lograr entender a mis padres, tal ejercicio mental es sumamente complejo y si uno no se da ese tiempo, lamentablemente no podrán entender la dicha de tener padres. Para empezar, debería agradecerles el hecho de haberme tenido y haber aceptado la responsabilidad de proporcionarme una educación, y lo agradezco, porque hoy más que nunca, se ven casos donde padres dejan abandonados a sus hijos. Muchas veces se asume que dicho acto es lo mínimo que los padres deben hacer por sus hijos, no obstante, hoy sabemos que no es así.
En segundo lugar, les agradezco por darme las comodidades fundamentales para llevar una vida sin preocupaciones y todo esto sin exigirme nada a cambio. En tercer lugar, por comprarme esas pequeñas cosas que me hicieron pasar tantos ratos tan divertidos en mi infancia. Para ello quisiera compartirles aquí una pequeña anécdota de aquellos tiempos de mi niñez. Por ahí del año 1997, en la época navideña, las cosas transcurrían de lo más normal. En aquel entonces, recuerdo, que a mis padres les daban el día, así que 24 y 25 de diciembre, la pasábamos juntos, mis hermanos y yo ya sabíamos toda la verdad detrás de la figura mágica del tal Santa Claus, así que poco esperábamos esas navidades. A pesar de ello, esa tarde cuando mi madre llego de trabajar, de forma misteriosa, nos hizo ir al supermercado y fue ahí, en el pasillo de juguetes, que nos afirmó con una gran sonrisa: “Pueden agarrar lo que sea”, cosa que nos sorprendió mucho y como ya se imaginaran, corrimos a los anaqueles a buscar lo que queríamos, cada uno tomó cinco figuras de acción de la línea GI-JOE, que estaban muy de moda, posteriormente cada uno tomó un vehículo, los cuales estaban empaquetados en grandes cajas decoradas con unas imágenes de la serie GI-JOE exquisitas, eran tan grandes que llegaban a imponer. Aquellos juguetes eran de los más extravagantes y niño que los llevaba, niño que era visto con asombro por otros, y sí, nosotros fuimos de los pocos que llevábamos un ejemplar a casa aquellas navidades. Esa navidad nuestros padres nos habían obsequiado una gran felicidad, pero en aquellos días no comprendía muy bien todo el esfuerzo que implicaba otorgarnos dicho capricho, ese esfuerzo que sólo hoy retoma un valor más simbólico en mi persona, puesto que ahora tengo una conciencia más profunda sobre el valor de las cosas.
Recordando este pasaje de mi infancia, entiendo que mis padres siempre se esforzaron por darnos las mejores cosas, gracias a ellos jamás supimos lo que era quedarse con las ganas de algo, ellos siempre veían cómo, pero al final nos iban dando esas cosas que muchas veces los niños piden, por el simple hecho de ser niños. Conforme fuimos creciendo mis padres fueron acumulando años, a pesar de ello su apoyo y cariño, nunca nos a faltado. Ellos siempre trataron de inculcar en mis hermanos y en mi, los valores fundamentales, ya que una de sus máximas de vida decía que “una buena persona en donde quiera tiene lugar”, y fue así como aprendimos a ser honrados, respetuosos, bueno ya saben, aprendimos a ser buenas personas.
Al contar con ese apoyo de mis padres en nuestras vidas académicas que, por supuesto también agradezco, porque en la universidad a la cual acudo he escuchado tantas historias de personas que tienen que lidiar, no sólo con el estrés de las clases, sino también de sus trabajos y como si fuese poco de los problemas de sus vidas personales, por ello creo que soy bastante afortunado ya que me fue sencillo avanzar en mis estudios. Desde temprana edad entendí que la mejor forma de corresponder a ese apoyo proporcionado por mis padres era mantener un buen comportamiento y cumplir siempre con los deberes de la escuela. Y así fue, no recuerdo haberme metido en tantos problemas, puesto que sabía que sería injusto darles disgustos a mis padres, siendo que ellos trabajaban día a día para que nuestro aprendizaje fuese una realidad.
Fue el estudio que al final me trajo ciertas confrontaciones hacia ellos, pues al crecer uno se va dando cuenta que sus padres no son perfectos y al notar eso, muchos de nosotros creemos que estamos con el derecho de reclamar o hasta de discutir esas pequeñas actitudes que nos llegan a molestar de nuestros padres y que de niños nos es difícil ver. Mientras obtenía más conocimiento, me fui alejando de aquellas actividades que ya no toleraba realizar, ya que empezaba a tener una visión más crítica y con ello el distanciamiento entre mis padres y mi persona fue aumentando. Es tan fácil que nos volvamos tan engreídos al adquirir más conocimiento y es aún más caer en la descalificación de aquellos que vemos como inferiores, es tan sencillo empezar a creer en dicha superioridad, que si realmente no haces un ejercicio de consciencia podrías perderte y realmente ocasionar tanto daño a aquellos a los que les debes todo. Es por ello por lo que hoy decidí tomar una pequeña porción de mi tiempo y dedicarles unas palabras a mis padres, porque son esas personas que apenas tienen estudios, que desconocen tanto, las mismas que me lo dieron todo y por ellas hoy estoy donde estoy y siendo sincero, creo que la vida no me alcanzará para agradecerles todo lo que me han dado.
Por ello, te pido encarecidamente, deja de enojarte si tu padre o madre te exigen buenas notas, si te mandan por algo o si te piden un favor, recuerda que para tus padres siempre estuviste primero tú antes que cualquier otra persona y me parece que lo mínimo que podemos hacer por los padres que nos han apoyado tanto, es tener siempre la buena disposición de ayudarles en lo que necesiten.