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El sosiego del amor

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Un viaje sin fin

Un viaje sin fin

KENDY ALINE ANDRADE PEÑA

Cuando era adolescente tenía una idea descabellada sobre el amor, solía pensar que el sentimiento del corazón sólo se entrega a la persona adecuada para uno, alguien que te haga sentir especial y que muestre la mejor versión de ti, en los detalles, en las pláticas, en cada salida romántica o con sólo verse a los ojos, que la expresión corporal diga todo el sentimiento encontrado en ese instante, a eso le llamo “olfatear la beatitud”.

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En las noches meditaba sobre mi postura, incluso llegué a pensar que nunca encontraría a ese varón que llenara mis expectativas amorosas. Conocí muchos individuos, algunos más soberbios con ganas de “calar” mi sexo, otros más románticos, queriendo dar todo para complacerme sin duda alguna, pero a pesar de “estar acompañada” ninguno logró quedarse a descubrir mis miedos, deseos, tristezas y alegrías. Tuve decepciones emocionales, justamente porque esperaba demasiado de mis parejas, lo cual, en esas ocasiones consideré que era patético de mi parte pensar así.

En mi camino pasé algunos otoños acompañada de la soledad, años dónde me encontraba sensible y con temor de ser lastimada en el interior, sin ganas de cantarle al amor de nuevo ni mucho menos experimentar cosquillas en el corazón. Los días pasaron y las vacaciones sentimentales triunfaron, las fiestas y los amigos nunca faltaron, siempre estuvieron presentes durante mi duelo afectivo. Fue una etapa de mucha parranda, desvelos y resacas de dos días, me volví esclava de la melancolía y gran amiga de la nostalgia, mi cama se sabía todas

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mis aflicciones, brutal desierto que había en mi cuarto y nadie lo notaba.

Por mucho tiempo mostré una mirada jocosa y jovial hasta que comprendí que no era sano, abracé al amor propio por medio de la experiencia, recordé mi ideología y la sabiduría me dijo que merecía un amor real, honesto, puro e indemne. Poco a poco mi realidad fue cambiando, mis ideales eran atípicos y cristalinos como el color del cielo. Dicen que uno atrae las cosas a su vida dependiendo de su estabilidad emocional y así fue, llegó él, un ser con mucha luz que le dio ánimos a mi corazón para volver a palpitar alocadamente, fue descubriendo cada detalle mío en diversos escapes que acordamos, la convicción me dice que sabe mis temperamentos, así como mis deleites, indiscutiblemente es un analítico sobresaliente.

Siempre manteniendo claras sus intenciones desde el principio, sin rodeos de quinceañeros inmaduros, los frappes de Starbucks y las esperas afuera del trabajo después de las once fueron su mejor aliado de seducción. La simpatía y amabilidad del caballeroso hombre logró conquistarme, ya no pude sacarlo de mi pensamiento, pues me demostró cuánto es su cariño y afecto por mi. El coqueteo, los abrazos y los besos en la frente nunca faltaron, mucho menos las palabras de aliento, en sus acciones y comportamientos siempre se distinguió la transparencia, por lo que en el presente me siento sosegada.

Su mirada tan sutil y perfecta directamente en mi rostro, pensando en no sé qué, tan seguro de lo que quiere y convencido de que el amor es único y verdadero, sin dudas ni complejos, tan simple como él sólo sabe. Mientras el tiempo se esfumaba, nos veíamos fijamente a los ojos cada vez que Aristóteles, los griegos o algún libro filosófico eran tema de conversación. En sus pupilas se refleja la adoración por la lectura, las pláticas reflexivas y las enchiladas suizas.

En su piel se sienten los nervios, igual que un niño cuando está con su primer amor, por medio de sus labios húmedos y melodiosos puedo percibir su vitalidad a milímetros de mi boca, lo comprendo, no es fácil hacer invisible un sentimiento, es complejo esconderte cuando se te eriza la piel en segundos

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cuando las miradas de cruzan con tanta ternura. Y su aroma… ¡oh!, es el olor más exquisito que he podido disfrutar en extremo, difícil de explicar, entre fresco y afrodisiaco, muy propio. Únicamente puedo imaginar los pegajosos amaneceres donde los minutos pasan deprisa, mientras que, encima de su robusto tórax inhalo la esencia masculina que lo caracteriza.

El amor llega de la forma más imprevisible, te da sosiego, calma, y sana los pensamientos destructivos, te alienta a dar cada día más por ese querer y comienzas a respirar prosperidad y plenitud. Nuestro panorama cambia paulatinamente con las vivencias diarias que guardamos en el alma, la mente es tan presuntuosa que logra retratar las coyunturas más emotivas, especialmente cuando se vuelven parte de tu existencia.

Recuerdo cabalmente aquel estío de noche, alejados de la urbe, cobijados en un poblado mágico entre las montañas y el pastizal verde, acompañados de dos birras artesanales mientras espiábamos el empíreo estrellado agarrados de la mano, la luz tenue de la luna alumbraba nuestras siluetas revoltosas. Se veía tan armonioso el brillo que salía de allá arriba, que el silencio triunfó en la intimidad y mi interior palpitaba rápidamente al presenciar ese memorable campo visual. ¿Te imaginas estar con tu pareja tendidos en el pasto y escuchar a Jaime Sabines? ¡Guau!, es un sueño hecho realidad, un acto romántico que el ser humano puede gozar en una oscuridad ideal y caprichosa entre tanta euforia sonora que retumba en los alrededores. Es muy placentero tener esa conexión con tu mitad, desnudar tu alma por completo sin temor y hacer valer la promesa del amor y lealtad en el noviazgo con un aro de diamante.

Quien iba a pensar que una fémina con apariencia ruda e inexpresiva encontraría el modismo más cursi para describir con sus mejores frases lo que siente por su trigueño. Quién diría que gracias a una ocupación laboral conocería al autor de mi consuelo, una persona que durante años fue amigo que escuchó mis fracasos amorosos cuando estaba decaída y que hoy le ofrezco estas palabras de agradecimiento por todo el apoyo

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que he recibido en el proceso, por aceptar mi pasado y aún así, querer estar conmigo, por cada aprendizaje nuevo que instruye a mi razonamiento para ser mejor madre e hija.

Agradezco la franqueza y el respeto, así como los detalles que han complementado esta afección.

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