El sosiego del amor KENDY ALINE ANDRADE PEÑA
Cuando era adolescente tenía una idea descabellada sobre el amor, solía pensar que el sentimiento del corazón sólo se entrega a la persona adecuada para uno, alguien que te haga sentir especial y que muestre la mejor versión de ti, en los detalles, en las pláticas, en cada salida romántica o con sólo verse a los ojos, que la expresión corporal diga todo el sentimiento encontrado en ese instante, a eso le llamo “olfatear la beatitud”. En las noches meditaba sobre mi postura, incluso llegué a pensar que nunca encontraría a ese varón que llenara mis expectativas amorosas. Conocí muchos individuos, algunos más soberbios con ganas de “calar” mi sexo, otros más románticos, queriendo dar todo para complacerme sin duda alguna, pero a pesar de “estar acompañada” ninguno logró quedarse a descubrir mis miedos, deseos, tristezas y alegrías. Tuve decepciones emocionales, justamente porque esperaba demasiado de mis parejas, lo cual, en esas ocasiones consideré que era patético de mi parte pensar así. En mi camino pasé algunos otoños acompañada de la soledad, años dónde me encontraba sensible y con temor de ser lastimada en el interior, sin ganas de cantarle al amor de nuevo ni mucho menos experimentar cosquillas en el corazón. Los días pasaron y las vacaciones sentimentales triunfaron, las fiestas y los amigos nunca faltaron, siempre estuvieron presentes durante mi duelo afectivo. Fue una etapa de mucha parranda, desvelos y resacas de dos días, me volví esclava de la melancolía y gran amiga de la nostalgia, mi cama se sabía todas
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