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Noraa Karina Álvarez Hernández
Para ti excelente madre, esposa y abuela
GUSTAVO HERNÁNDEZ CASTAÑEDA
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Hace ya 51 años que llegaste a esta vida, a esta tierra, a este gran y vasto universo lleno de gente de todo tipo; pero no con tú mismo brillo, vibra y armonía que tanto te caracteriza.
Fue un 7 de marzo del año 1968 el primer momento en que viste la luz y conociste a mis abuelos, Justina Torres Saucedo y Rosalino Castañeda Molina quien a pesar de ser unas personas fuertemente estrictas y chapadas totalmente a las tradiciones antiguas, te brindaron su amor y apoyo; tal vez no cómo tú quisiste pero era comprensible pues al tener ocho hijos con los cuales convivir, educar, llevar un plato a su mesa y tener que sacar adelante dentro de lo que estaba en sus posibilidades, no pudo haber sido nada fácil.
De cuatro hombres y cuatro mujeres de los cuales lamentablemente han perdido tres, en primer lugar, a tú hermana la más pequeña Nazaria no mayor a siete años, la cual fue arrollada por un automovilista al cruzar la calle; tú quedaste como la más pequeña del grupo, la hermana menor del sexo femenino. Siendo hasta la fecha la más consentida por parte de mi abuelo, pero la más reprimida por parte de mi abuela. Eso lo sé porque nunca olvido cada una de las historias que me has contado.
Recuerdo que desde pequeña mi tío el mayor Joaquín Castañeda se encargaba de ustedes mientras mis abuelos se ausentaban por trabajo. Iba por ustedes a la escuela, les hacía sus frijolitos con huevo, tortilla remojada y a veces con un bistec o un pedacito de carne; “lo que fuera era bueno” decías, “el
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chiste era nunca dejarlos sin comer”. Esto me hace comprender todo el amor y paciencia que se tienen.
Mis tíos siempre fueron muy protectores con ustedes “sus hermanitas”, a veces demasiado. Recuerdo una de tus anécdotas, ya que eran más grande aproximadamente 13 o 14 años, que mis tíos eran tan protectores y celosos con ustedes, que no las dejaban tener novio, ni salir con nadie. Pues eran muy conocidos por ser muy buenos peleadores y los galanes de esa época los preferían evitar.
Ya en la secundaria salías a escondidas con un chico, una vez saliendo de la escuela fueron por una nieve y caminaron a la casa de mis abuelos. Tú no querías, así que le dijiste que te dejará unas calles atrás, el no quiso y se aferró a dejarte frente a tu casa. Fue su peor error pues mis tíos iban de salida y ni su nieve le dejaron disfrutar; te lo espantaron tanto que al otro día no te quería ni hablar.
Tiempo después de concluir la secundaria entraste a uno de tus primeros empleos como secretaria en una empresa que se dedicaba a la manufactura de plásticos llamada Impala, siempre siendo la mejor en tu desempeño y una de las mejores de todo el corporativo; recuerdo que todos te querían mucho.
Fue ahí donde conociste a mi padre, José Hernández Reyes mi padre era uno de los trabajadores que quedaba a tu cargo, comenzaron a conocerse y en poco tiempo se hicieron pareja, mi padre siempre fue muy del agrado de mis abuelos y tíos; les inspiraba seguridad.
Se comprometieron y tuvieron su boda frente a toda nuestra familia, existe un álbum muy padre donde salen todos muy felices. Me encanta verlo porque me recuerda lo feliz que eran. Tiempo después se embarazaron de la que sería mi primera hermana, o la mayor de nosotros, pero lamentablemente la perdiste aun estando en tu vientre.
Siguieron trabajando en Impala por un tiempo hasta que comenzaron las envidias por los demás trabajadores, fue ahí que mi padre comenzó con la búsqueda del sueño americano. Mi padre cumplió el sueño de irse a los Estados Unidos y trabajó en un KFC en California, se volvió amigo del gerente del
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restaurante de comida rápida y una vez que tenía una vida lo bastante estable, viajaste para que pudieran estar juntos.
Se hicieron muy buenos amigos de unos americanos y unos años después se embarazaron de mí cuando tenías 23 años, mi padre quería que yo fuera americano, pero tú nunca quisiste; así que meses antes que naciera se regresaron a México.
Nací un 2 de mayo de 1991, soy su primer hijo, mi padre me quería nombrar Cristóbal, pero gracias a ti me llamo Gustavo. Pasaste los primeros años de mi vida a mi lado siempre tuve el recuerdo de ser un niño sano y feliz. Aunque con muy poca edad lo recuerdo gracias a muchas videograbaciones que tienen de mi niñez, siendo muy querido, feliz y consentido.
Años después volviste a tu antiguo trabajo de secretaria, pero nunca me descuidaste; no quisiste que pasara lo que tú con mis abuelos. Recuerdo que cuando estabas en la oficina me encantaba que me pusieras la canción de sopa de caracol y yo la bailaba una y mil veces. Cuando tuve edad de entrar a la escuela decidiste abandonar el trabajo por pasar tiempo conmigo, pero nunca dejaste de trabajar en sí. Nunca he visto que dejes de trabajar eres un gran ejemplo para mí. Siempre trabajando con ganas y mucha alegría, pero en esa época te vi trabajando en uno de tus empleos que más has disfrutado. Comerciante en la empresa Jafra recuerdo que eras una de las mejores a nivel nacional, y lo recuerdo bien porque todo el tiempo estuve contigo en tus demostraciones, exhibiciones y juntas.
Cuando cumplí seis años y tú 29, nació tu segunda hija, Daniela Hernández Castañeda, recuerdo ver lo feliz que te pusiste y lo celoso que yo me puse, pues ya no era tu único bebé. Aun así, con dos hijos que cuidar y una casa que mantener en pie nunca nos descuidaste siempre nos diste lo mejor de lo mejor. Seguías con tu negocio y creciendo en todos los aspectos.
Yo al entrar a la primaria recuerdo ser un dolor de muelas, pero aun así nunca dejaste de apoyarme en mis tareas y todo lo que me pedían. Aunque mi padre ya no podía más, tu siempre estuviste ahí; con gritos y regaños, pero hacías que me aplicara
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y formara parte del cuadro de honor. Fue una época que disfrute mucho y recuerdo que con gusto participaba en todos los bailables y actividades que trataran de involucrarnos a los dos.
Recuerdo que cuando pase a sexto grado fue una época muy difícil, pues tuvimos que cambiarnos de casa de escuela y de vida; tuviste que dejar tu negocio junto con todas tus clientas y el gran éxito que ya tenías. Pero eso no te importo, con una sonrisa nos llevabas a nuestra nueva escuela, nos ayudaste a incorporarnos en nuestra nueva comunidad y hacer una nueva vida.
Cuando cumpliste 39 años tuviste a tu tercera hija, una hermosa muñeca llamada Michel Hernández Castañeda, recuerdo con gusto lo feliz que eras pues yo ya tenía la edad de 16 años, recuerdo que yo te pedía un hermano varón, pero todos fuimos muy felices con la pequeña Mich. En esta época vino un tiempo muy difícil para nosotros ya que mi padre no encontraba trabajo y decidió regresar a los Estados Unidos. Con una beba pequeña en brazos, otra en la primaria y yo en la secundaria no sé cómo le hacías para dividirte y darnos tiempo a los tres.
Nunca te dejaste caer o esperanzabas al dinero que nos mandaba mi padre, pusiste un negocio de venta de ropa el cual se hizo muy popular en el pueblo donde vivíamos, no había señora que no conociera a la güera o que no ya le hubiera comprado algo. Recuerdo que eras tan popular que te sobraban amistades y conocidos.
Mi padre regreso de los Estados Unidos y se embarazaron de mi hermano el menor, por fin un hombre, pensé yo. El parto casi te cuesta la vida, a toda la familia nos tenías pidiendo a el universo te ayudara a librarte de esa, pero una vez más nos demostraste lo grandiosa y fuerte que eres. Esa época fue de mucho amor y prosperidad para la familia.
Lamentablemente mi padre perdió su trabajo y no tuvo de otra que volver a California, tú en tu negocio la seguías rompiendo y teniendo mucho éxito, yo comencé a estudiar en la preparatoria, Daniela en la secundaria y los pequeños Ángel
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en el kínder y el Michel en la primaria. Eran demasiados gastos, pero nunca nos hizo falta nada. Tomé el papel de hermano mayor y me hice cargo de mis hermanos muchas veces, me enseñaste a cocinar y a mantener nuestra casa siempre limpia.
Lastimosamente la distancia entre tú y mi padre no les jugó muy bien y decidieron divorciarse, fue muy doloroso para nosotros, pero no podíamos hacer más que apoyarte. Así como nos has apoyado hasta la fecha a mis hermanos, a mis hijas y a mí. Y quiero agradecértelo desde el fondo de mi corazón, solo le pido al universo que nos permita estar el resto de nuestra vida a tu lado, a ti excelente madre, hija, abuela, suegra y amiga; que me ha enseñado y apoyado tanto en las buenas como en las malas; te amo madre mía.
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