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Con una persona especial
MARÍA DEL ROSARIO CORONA RAMÍREZ
¿Cómo es un día de tu niñez con esa persona especial? Te despiertan con una voz suave diciéndote “Despierta, ya es tarde para ir a la escuela”. Y para que despiertes con más energía, te prepara leche con chocolate y te da una concha, tu pan de dulce favorito.
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Después de desayunar, te baña. El agua caliente que recorre por tu cuerpo te mantiene despierta, así como el jabón que te entra en los ojos, aunque ya habías escuchado la advertencia “No vayas abrir los ojos”. Cuando los residuos de jabón abandonan tus ojos, la observas detenidamente y te ríes de ella al verla toda mojara. Salen corriendo del baño y para que no te enfermes, seca tu cuerpo rápido y te pone el uniforme. Continúa secando tu cabello y te peina; esta parte no te gusta, porque jala demasiado tu cabello.
Mientras que dan las 08:30 h, te diviertes viendo como hace todo rápido para tener limpia la casa antes de ir a trabajar, mientras que escucha a sus cantantes favoritos, como Luis Miguel, por ejemplo.
Termina con la limpieza de la casa y enseguida se mete a bañar. Al salir de bañarse, te quedas fijamente mirando como se peina, enchina sus pestañas y se rocía un poco de perfume, te imaginas ser de grande como ella. Salen de la casa para ir rumbo a la escuela. En el trayecto te aconseja que obedezcas a la profesora y que te portes bien, porque sino te iba ir muy mal. Te deja en el jardín de niños, observas sus ojos tristes porque no quiere separarse de ti, pero te gusta pasar un rato con tus amigos y con la profesora, que ella está feliz y se marcha tranquila a trabajar. Terminan las horas de juegos y de risas en la escuela y esperas con ansías volverla ver. Sales de tu salón de
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clases y corres hacia ella, te recibe con los brazos abiertos para darte muchos besos y de paso, te compra una paleta por haberte portado bien. Ahora se dirigen hacia el mercado. Ella pide amablemente que la atienda. Trata de no demorar demasiado haciendo las compras, ya que no le gusta estar en medio de tantas personas.
Cuando llegan a casa te quitas el uniforme y te pregunta “¿Qué hiciste hoy en la escuela?” Le cantas la canción y le explicas los juegos que te enseño la profesora. Ella parece computadora, que de manera automática se los aprende para cantar y jugar un rato juntas.
Para hacer la tarea, te pone al lado de ella. Es muy difícil mantenerla contenta en esta parte del día, ya que es inevitable jugar con el pegamento líquido y dejar manchas en la tarea. Ella se enoja, pero se toma su tiempo para relajarse y repiten la tarea: hacer bolitas de color verde, blanco y rojo de papel china para rellenar una copia de bandera de México y hacer una plana de tu nombre. La mesa quedaba toda pegajosa y con muchos restos de goma, que ella se toma su tiempo para limpiarla.
La hora de la comida es genial. La cocina huele delicioso. Te encanta el espagueti que ella preparó con jitomate y crema, que pides un poco más. No te explicas cómo es que le queda exquisita en tan poco tiempo y le preguntas ¿mañana te puedo ayudar a cocinar? Ella ríe y contesta con un profundo sí.
La tarde mejora. Juegan a contarse chistes y hacerse cosquillas. La sala se convierte en su compañera de risas y juegos. Se pasan inapercibidos los minutos. Poco a poco sus risas pasan a ser tos. Entran a su habitación para descansar. Se acuestan en su cama y ella enciende la televisión para ver su telenovela. Te abraza y en un instante te quedas dormida.
Así es como se acaba un día de la niñez a lado de una persona especial. Pero ¿quién es la persona especial descrita en líneas anteriores? Ella es una gran mujer, es mi madre. Su nombre es Carmen Verónica Ramírez Gómez. No encuentro palabras para poder agradecerle por ese día de mi niñez y por todo lo que ha hecho por mi. Ella siempre esta a mi lado. Encuentra la forma de estar presente en mis logros y de
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apoyarme en mis fracasos. Con ella nunca me falta nada. Si le pido lo imposible, busca la manera de poder dármelo.
Ella me quiere como una amiga. Juntas pasamos horas de pláticas y consejos. A pesar de que ella me da esa libertad, la trato con respeto. Si ella habla de mi, se pone contenta y cuenta sin parar de mis logros. Tal vez no lo sepa, pero es de la misma forma que yo cuento de los suyos. Así como pasamos momentos alegres, también hay momentos de tensión y me siento culpables de ellos, porque yo los provoco. Trato de componerlos. Ella sigue mi ritmo y hace como si no pasara nada.
Adoro los minutos que estoy con ella. Son muy pocos, pero trato de que no sean percibidos por ella. Ella es madre, trabajadora, enfermera, cocinera, administradora...
Admiro la rapidez y delicadeza con la que hace cada una de sus labores de sus facetas. Probablemente nadie la conozca completamente, ya que cada día se sigue aprendiendo de ella.
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