Por Alberto Garrandés
Hacia el bosque sagrado: LOS PEREGRINOS frente al monolito 1. El silencio fue lo primero y después la reunión frente al monolito. La peregrinación hacia el monolito como un hormigueo instintivo donde la semántica de los ideogramas era lo que contaba. Dicen que en las escrituras semasiográficas un signo A se junta con un signo B y esa mera vecindad produce un signo C, que es otro «ardor de sentido». Adyacencias, indicios, emblemas. Los ardores de sentido son efables hasta cierto punto. Pueden escribirse si escribir es una noción que se mantiene. Si escribir tiene que ver con aquello que no puede decirse y que hay que intentar decir, de acuerdo con el pensar de María Zambrano. 2. A riesgo de circunvalar un sentimentalismo de la peor especie, mas sin ánimo de someter el sentimiento a la tonta suspicacia de quienes creen estar siempre de regreso, un creador puede decir que el mundo de hoy, lleno de sueños rotos y paraísos por venir –los sueños donde la utopía resbala sobre sus imperfecciones y supercherías, los paraísos democráticos que titilan en la lejanía–, es lo suficientemente dúctil y proteico como para que jamás, a pesar de todo, dejemos de amarlo, o dejemos de entenderlo como una dádiva marcada por lo bello. En 1820, un año antes de morir, John Keats aseguró en un poema célebre que la verdad es bella y que la belleza es intrínsecamente verdadera. Advirtió, incluso, que eso es todo lo que sabemos y subrayó, para colmo, que tal saber es suficiente en sí mismo. 3. Desde esa Cuba secreta entrevista como realidad firme y ensueño práctico por María Zambrano, lo racional queda superado por una especie de amabilidad filosófica que no hace más que 17
CUADERNOS HISPANOAMERICANOS