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Ricardo Ospina Gallego
Dibujo Alicia en el país de las Maravillas, Jhon Tenniel El espejo de la imaginación: Alicia y los umbrales del sinsentido
Ricardo Ospina Gallego
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Por algún lado hay que entrar, ya sea por una madriguera o por un espejo. Salir, ya es otra cosa, es el arte de la perspicacia. En cuanto a la locura, la loca de casa es la imaginación. Por ahora hay que devenir niña, una niña dispuesta a suspender no sólo las convenciones de su época sino el lenguaje y la entronizada generalidad, mientras atraviesa el mundo de las maravillas o el otro lado del espejo. Las aventuras de Alicia son la aventura en Wonderland: El país del Wonder, de la “maravilla”, del “prodigio”. El artista, Lewis Carroll, me interesa, no como Charles Dodgson, el profesor introvertido, cuyo amor imposible por la niña podría convertirme en sanguijuela de la interpretación clínica, sino como Lewis Carroll, nombre que es una suerte de efecto óptico, el viaje desatinado de Alicia. Y Alicia, que no es fulana de tal, sino un nombre que designa un devenir que elude el sustantivo y la identidad para entrar en el infinitivo y en la alteridad: nadar, crecer, disminuir, entrar, salir. Alicia es el sujeto cualquiera que planea sobre el infinitivo y descubre el φάντασμα [fantasma], lo incorporal, la nebulosa capaz de evaporar la materia y transformarse en radiación de onda.
Chesterton decía que lo más importante en una discusión no es dejar claro que es lo que se quiere demostrar, sino qué es lo que en ningún caso se quiere demostrar. Así que voy a seguir su consejo y diré qué es lo que no quiero demostrar. No quiero demostrar que Carroll era un perverso o un esquizo, lo que sí quiero demostrar es
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que la locura de Alicia no lleva a ninguna perversión o patología pero si a una lucidez inesperada. Ninguno de los dos sujetos - el reverendo Dodgson profesor de matemáticas y Lewis Carroll, contador de disparates – son, al igual que Tweedledum y Twedelee, reflejos uno del otro, sino que crean la disparidad, el disparate, el disparo, como un diente de león que detona su flor volátil. La historia de Alicia surge en una tarde de verano cuando Dodgson de paseo en barca, escucha que las niñas le piden un cuento, y Alicia Liddell le exige “¡Qué tenga muchos disparates!”. Se puede decir que el matemático tiene la ciencia y el cuentista la imaginación. Es un Patafísico, tiene la ciencia de las soluciones imaginarias. Como los patafísicos y los dadaístas, Dodgson, inventó ingeniosos aparatos, un Nictógrafo para tomar notas en la penumbra cuando las ideas nos asalten en mitad de la noche, un papel engomado para atrapar imágenes, un atril para leer en la cama, un billar circular. Alicia Liddell quiere salir del aburrimiento y la quietud del verano, “quiere entrar” en Wonderland sin detenerse a pensar todavía en la salida. Lewis Carroll la hará entrar con un cuento, tal vez las locas imágenes atrapadas por el Nictógrafo o por el papel engomado salieron disparadas, sin que Dodgson supiera mucho de ellas, y es que la imaginación no es un asunto de la conciencia, suele asaltarlo a uno de repente, no sabemos nada de ella y sin embargo nos inquieta. Fantasma (Φάντα σμα) en griego, nombra la imaginación: Phaino, Phantasia, “traer a la luz”, “hacer visible”, solo que Platón apenas alcanza a relacionarla con la no-verdad. La imaginación en la filosofía no dejó de ser una facultad mediata, entre la sensibilidad y la razón. Heidegger observó que Kant había retrocedido ante la imaginación, concebida como una raíz desconocida que descansa en las profundidades del ánimo. El ascético Kant se echa para atrás y prefiere que todo el aparato del conocimiento descanse más bien en el entendimiento. Queda latente lo desconocido, y lo desconocido, para Kant, no es aquello de lo que no sabemos absolutamente nada, sino aquello que en lo conocido se nos impone como un elemento de inquietud. Esos son los razonamientos de los filósofos que son por decirlo así “el orden adulto de la explicación”, orden instituido y razonable, con mayoría de edad; tratemos mejor de des-explicar, y de pararnos en la minoría de edad, eso va de la mano de lo que Alicia descubre, deshacer la imposición de un orden explicador, seguir las huellas de lo desconocido para desatar los nudos que pretenden fijar el sentido. Des-explicar nos dice Rancière, es emanciparse, conjurar la suerte que nos permite pasar las mallas de la lógica explicadora y como dice la canción: “¡De cualquier malla sale un ratón, oyeee!”. Y justo quisiera comenzar con el ratón, lo que nos permitirá entrar después de haber caído por la madriguera persiguiendo a un conejo que todo el tiempo tiene mucha prisa porque teme
que va a llegar tarde. Alicia tiene todo el tiempo, incluso, cae en cámara lenta. El poema-caligrama, cuya forma es la cola de ratón, nos pone de frente a aquello que la imaginación conjura, el sistema del juicio, la idea kafkiana del tribunal y sus leyes arbitrarias. Cuando el tribunal ya no tiene nada que hacer, dice el poema, entonces alguna arpía se inventará una ejecución y podrá dictaminar la suerte de alguien en una sentencia sin proceso cuyo caligrama es la cola del ratón. La imaginación tiene su política, como el misterioso juicio del último capítulo de la obra: Alicia ha sido convocada a un juicio al igual que el resto de los personajes. El sistema del juicio suele justificar un chivo expiatorio acusado de cometer un delito: Alguien ha robado unos pasteles: “¿qué sabes tú de este asunto?” Le pregunta el Rey a Alicia, “nada” responde. “¿nada en absoluto?” insiste el Rey. “Nada en absoluto”, confirma Alicia. “Eso es algo muy trascendente”, asegura el Rey volviéndose hacia los jurados. (Carroll, 1979: 187) En el mundo de las maravillas, el principio de arbitrariedad del juicio es trastocado por el sinsentido y el absurdo, ya sea la tradición victoriana o puritana, ya sea nuestra época neoliberal y no menos puritana. La vía de escape de la imaginación en Alicia, desconocida e inquietante, burla el conservadurismo, lo destruye, lo atraviesa, y el humor, su principal aliado, tiene un adjetivo singular: lo Queer. El adjetivo “Queer” “Raro” aparece más de veinte veces en la obra, y define lo que los patafísicos llaman las leyes de la excepción y la singularidad, una existencia acentrada, un vivir en los bordes o en la diagonal y que tiene toda la perspicacia para deslizarse y burlar el sistema del juicio6 . El efecto Carroll es como la estela de un cometa, es su trazo y el rastro que deja, el Epifenómeno Alicia. Como se dice de una tormenta, el efecto-Catrina, el efecto-Irma, un fenómeno de desvío, un clinamen. Perversión literalmente significa “desvío de los fines” y una vez más no hablo de patología, la locura desde antiguo se emparentó con una “visión”. Así que tenemos a una Alicia que toma la otra vía y que al mismo tiempo “ve”: Por este lado encontrarás la liebre de marzo, por este otro al sombrerero, visita al que quieras, ambos están igual de locos- le dice el gato de Cheshire, y Alicia le contesta - pero yo no quiero estar entre locos. -Has de estarlo a la fuerza, de lo contrario no estarías aquí. (Carroll, 1979:110)
Lewis Carroll es como el gato Félix y su maleta mágica, cualquiera de nosotros, desde el sistema del juicio, pretende encontrar todo en los lugares esperados, la
6 Sobre el estudio del concepto de Queer y su relación con la obra de Lewis Carroll, Ver: Link, D (2011, octubre). Lewis Carroll, Queer. Ponencia presentada en el II Coloquio de Estudios Queer y Literatura. Buenos Aires.
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maleta del gato Félix revela que lo inesperado aguarda donde menos lo buscamos. El gato Félix, cómic creado por Patt Sullivan, posee una maleta mágica que puede transformarse en barco o en avión y en la que está guardada una cantidad insólita de objetos eficaces para eludir las intenciones del malvado profesor y sus dos esbirros que lo persiguen todo el tiempo. Félix el gato cuenta con una cualidad, su perspicacia, Félix suele colgarse de los signos de interrogación, emplea los signos de admiración como palillos de batería, se tropieza con un punto final, pero su perspicacia lo hace devenir a cada momento. Perspicaz, viene del verbo latino especere, mirar, el prefijo peri, a través de y el sufijo az fuerte tendencia. Perspicaz es quien tiene una fuerte tendencia a mirar a través de las cosas, el que de golpe mira los acontecimientos y se percata a tiempo del peligro, el que sabe encontrar una salida.
Félix, caracterizado por la contra-inteligencia, por la persistencia en la agudeza, porta la maleta de las metamorfosis, tiene la inteligencia sutil para escamotear la información de la policía, para no dejarse atrapar, sus objetos sin consistencia, siempre desplazados y evanescentes, nos permiten reírnos de todo intento de fijeza, de cualquier valor sedentario. Félix, es un simulacro, un fantasma, es el poder de la imaginación que irrumpe en el orden, que muta y atraviesa con perspicacia el acontecimiento. Imaginar es dar un giro inmediato para hacer un cambio
absoluto y proporcionar una salida. Darle una forma singular a la salida de una situación, dejarse llevar por el desvío, el clinamen, buscar los pasadizos para estar atentos en el instante, es aquello que nos inquieta y que hace que Kant retroceda, ante lo desconocido y lo raro que descansa en lo profundo del alma. “¡Dios mío!” Exclamó Alicia “qué raro es todo hoy, las palabras son raras, las canciones son raras, los personajes son raros, los sueños son raros” (Carroll, 1979: 70). Queer no es sólo lo que se sale de lo conocido, también alude a lo que carece de identidad: Alicia deviene otra cosa, al tiempo que el mundo de las maravillas le derrumba el sentido común y el buen sentido. Ante la pregunta de la oruga “¿quién eres tú?”, Alicia contesta: (..) pues verá usted señor… Yo…, yo no estoy muy segura de quién soy ahora, en este momento; pero al menos sí sé quién era cuando me levanté esta mañana. Lo que pasa es que me parece que he sufrido varios cambios desde entonces. (85)
Alicia tiene la perspicacia para aceptar que una cosa es ser una niña encerrada en casa y otra cosa muy distinta es dejar que “la loca de casa” la saque a pasear poniéndole como cebo un conejo blanco, cuya prisa habla de algo que ella no es, Alicia pierde el tiempo en rarezas:
Hacía tanto tiempo desde que Alicia perdiera su tamaño normal, que todo le parecía al principio bastante raro; pero se acostumbró al cabo de algunos minutos (…) ¡Nunca puede estar una segura de lo que va hacer al minuto siguiente (96).
Alicia no es una simple niña, su estatura aún es demasiada para el mundo de las maravillas, es todavía un poco jactanciosa e intenta defenderse del sinsentido con las razones que la escuela, la familia o la sociedad victoriana le han hecho tragar. Si Alicia Liddell desea que la historia tenga muchos disparates, tendrá que estar loca a la fuerza, entrar en los umbrales del sinsentido, empequeñecer y crecer, no como se decrece o se crece en el mundo adulto sino como se crece y se decrece en el mundo wonder, en el puro devenir. Al descender por la madriguera, no retrocede a su primera infancia sino que avanza en el tiempo hacia ese momento en que en lugar de ser una niña, deviene niña. Al fondo de la madriguera, el primer dilema que se le plantea es si beber o no de un frasquito que hay encima de la mesa.
La sátira política nunca es abandonada, por el contrario, la niña crea su máquina de batalla política, y como pequeña Hipatia, escapa a la voz de la mayoría. Después de caer en el mar de sus propias lágrimas, Alicia nada hasta la orilla y se une a una asamblea de animales totalmente arbitraria. Las paradojas del sentido, puras soluciones imaginarias, minan dicha arbitrariedad, puesto que en Wonderland lo arbitrario no es un reflejo del disparate sino más bien la cara visible de la racionalidad instrumental y sus intereses; en la carrera de conjurados ocurre lo que todos los días observamos en las supuestas reuniones democráticas, un juego totalmente arbitrario, en el que no se sabe muy bien cuando se da la salida o cuando se llega a la meta, y mucho menos quién ha ganado, o a quién han hecho perder, y como en Colombia, el reino está vigilado por decapitadores. Se requiere de otra lógica, para no reducir la decapitación a una metáfora del inconsciente, sino para preguntarse sobre las pesadillas de un mundo regido por la ejecución. Hay que corretear por la madriguera, devenir más pequeña y abrir umbrales que lleven al otro lado.
Alicia a través del espejo, ya no nacerá del paseo en barca y el cuento de verano, ya no es Alicia Liddell la musa, ahora es Alicia Raikes. Un día Lewis Carroll la sitúa delante de un espejo, le da una naranja y le dice:
Quiero que me digas en qué mano tienes la naranja. En la derecha contestó la niña. Ahora fíjate en el espejo y dime en qué mano tienes la naranja que ves en la niña del espejo. En la izquierda respondió. ¿Y cómo se explica eso? Le preguntó Carroll, la niña se quedó dudando pero al fin dijo, “si yo estuviera al otro lado del espejo ¿no es
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cierto que la naranja seguiría en mi mano derecha? (Sánchez, s.f) Carroll se maravilla al escuchar estas palabras, la anécdota ilustra su método de trabajo, partir de una frase, una pregunta, una respuesta o una rara deducción que permita que se dispare la loca de casa. La hipótesis de la niña crea un universo de espejos, y Alicia, sea quien sea, es el disparador de las aventuras. Si en el país de las maravillas pierde su identidad para entrar en contacto con sus metamorfosis, en esta obra, atraviesa el espejo, gira alrededor de un mundo que le muestra que todos los objetos asimétricos van en dirección contraria, una inversión de la realidad que no la invierte simplemente sino que la trastoca: Para llegar hasta donde se encuentra la Reina roja Alicia tiene que andar hacia atrás, el caballero blanco mete el pie derecho en el zapato izquierdo, el revisor del tren le dice que va en dirección contraria, la reina blanca vive temporalmente al revés, Alicia reparte el pastel y después lo corta, como en nuestro corrupto tribunal, primero se dictamina la sentencia y luego se produce el juicio. La niñez es destituida y creada de nuevo, la adultez es examinada y reintroducida en el devenir niña, podría parodiar a Nietzsche y decir: “Madurez de la mujer significa haber encontrado la seriedad que de niña se tenía al jugar”. Diluir sustantivos y adjetivos, nombres de parada y de descanso, para ser arrastrados por los verbos de puro devenir y deslizarse en el espejo de los acontecimientos. La voz narrativa no es la de Carroll, es la de la loca de casa que actúa como superficie incorporal, como cartografía del sinsentido. Es la mirada de la vigilia sobre el sueño, de la imaginación sobre la conciencia, de la perspicacia sobre la razón utilitaria. Frente a esta lógica de la “normalidad” Alicia descubre la lógica de lo maravilloso, por eso come y bebe sustancias desconocidas sin temor a envenenarse, y esto no es casual, en la literatura, el viaje y el phármaco aparecen indisociablemente unidos desde la más remota antigüedad. El poema de Gilgamesh habla de la planta que existe en el fondo del océano y que la sinuosa mujer roba para obtener la eterna juventud. Las pócimas del sueño de Medea, los bebedizos de Dido, las manzanas de las Hespérides, el libro que Theus descubre en El Fedro platónico, metamorfosean las cosas como la maleta mágica de Félix. El viaje ofrece el bebedizo o el filtro, Orlando el furioso encuentra el archivo químico en donde los selenitas guardan todas las cosas que se extravían en la Tierra.
A ustedes, les digo que guarden sin temor, en el archivo químico de la luna, todas las cosas que se les pierdan. Alicia no tiene miedo del viaje, por el contrario, el sentido común (las opiniones aplanadas de la masa) y el buen sentido (las opiniones inducidas por los poderes a las masas) son los que tienen miedo de que el disparate transforme el sentido, que la visión o el archivo químico introduzcan
cambios inesperados en su estructura de poder, es el pánico a la emigración de las ideas y los cuerpos, al potencial subversivo de la imaginación. El viaje del phármaco es transtemporal, sale del siglo y se mueve fuera de él, los psiconautas como Alicia, deshacen el abrigo familiar y se arriesgan al oleaje de las paradojas, al pliegue y al repliegue de la ola, a los umbrales y volutas de la superficie. A través de los protocolos de pasaje - la madriguera, las puertas, las cerraduras, las ventanas, las chimeneas - ingresa a la vigilia de lo maravilloso, no sin correr riesgos, porque todo acontecimiento es de guerra y convulsión. De ahí la mirada estoica del Gato de Cheshire que hace flotar su sonrisa sobre los acontecimientos, lo extraño no es ver un gato sin sonrisa, lo extraño es ver una sonrisa sin gato. Alicia es mayor de lo que era antes y es menor de lo que será después, deviene más grande y más pequeña, por ello pierde su identidad porque pierde las referencias objetivas habituales: “¿Soy la misma de esta mañana?... ¿quién en el mundo soy yo? Ah, ese es el gran enigma” (Carroll, 1979: 185). La voz del narrador no echa un cuento sobre la formación de la identidad, sino sobre el enigma de la alteridad. Alicia es solo un nombre que el relato sostiene para provocar una mutación del lenguaje, lo descubre a cada instante, sabe que es la hija de la imaginación, crece por los bordes.
La obra de Carroll es el canto de la metamorfosis. El disparate despliega el sentido como un anillo de Moebius y se mofa de la normalizada mirada del adulto amaestrado que ha decretado las fronteras entre lo razonable y lo no razonable, que ha pretendido ponerle un muro a la imaginación. Alicia atraviesa el bosque en el que las cosas carecen de nombre, como Aureliano Buendía, que al ver a su padre olvidar los hechos más impresionantes de su niñez, marca el nombre de cada cosa con un hisopo entintado: silla, reloj, puerta, para continuar viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras. La niña se encontrará con Humpty Dumpty (algo así como Huevum Ovalum) para que el sinsentido sea el protagonista de la fábula. ¿Cuál es tu nombre? Pregunta Humpty Dumpty, “mi nombre es Alicia”, ¡Vaya nombre estúpido! Interrumpe el huevo con impaciencia, ¿qué es lo que quiere decir? - ¿Acaso un nombre tiene que significar algo? pregunta Alicia. “Claro que sí”, replica Humpty Dumpty, soltando una risotada, el mío significa la forma que tengo y una forma bien hermosa, pero con ese nombre tuyo podrías tener prácticamente cualquier forma. (Carroll, 1973: 110-111)
Habría que atravesar el bosque del olvido, borrar los significados habituales e
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ingresar a una memoria-mundo como la máquina de la memoria de José Arcadio Buendía:
Un diccionario giratorio que un individuo situado en el eje pudiera operar mediante una manivela, de modo que en pocas horas pasaran frente a sus ojos las nociones más necesarias para vivir. (García Márquez, 1969:48) Máquinas patafísicas en todo caso, artificios, objetos salidos de la loca de casa, raros como la maleta de Melquiades el gitano, atiborrada de objetos indescifrables, apta para una memoria insólita, y que llega de golpe y la abre. Alicia aprovechará la conversación de Humpty Dumpty sobre los nombres, para preguntarle sobre el significado del poema Jabberwocky. Es el poema más famoso de Lewis Carroll. Al inicio de A través del espejo, Alicia se topa con un libro escrito en un lenguaje incomprensible, intrigada, decide hojearlo, y al recordar dónde se halla, descubre que para leerlo hay que poner el libro frente a un espejo, el problema es que incluso leído al derecho es un disparate. Jabberwocky significa algo así como “el resultado o el vástago de un largo blablablá”, en español sería algo así como un Blablavástago. La reacción de Alicia es contundente, le parece bonito pero difícil de entender, dice que le llena su cabeza de ideas pero no sabe cuáles, y concluye “no obstante, alguien mató algo”. Alicia le
pide a Humpty Dumpty -quién presume de explicar todos los poemas inventados hasta ahora y muchos de los que no se han inventado todavía- que le explique el poema; el huevo le da pistas sobre las correspondencias insólitas de sonidos y significados, de las palabras-maletín, de los neologismos y los encuentros azarosos de palabras. Jabber significa farfulla, habladuría, y wock, que viene de woser, fruto o vástago, es el monstruo de la habladuría, el resultado de una verborrea , pero en su sentido patafísico lo que descubre Humpty Dumpty, sentado en una estrecha pared, es la potencia del lenguaje, que revela como el sentido único es un monstruo temible, mientras el envés y revés del sentido puede vencerlo; quién lo despliegue se enfrentará como espadachín al monstruo de las habladurías, cargadas de redundancias, significados generales y tópicos : “(…) cuídate del Jabberwocky, guárdate de los dientes que trituran y de las zarpas que desgarran” (Carroll, 1973:45-49). Lo que revela el poema es que el lenguaje instituido produce un mundo homogéneo, mientras que la travesía por el disparate produce un mundo diverso. Al entrar en una tierra incógnita, libera al lenguaje de sus redundancias y lo hace entrar a otro mundo por una madriguera o por un espejo, hacia lo inhabitual.
La perspicacia de Alicia asimila la rareza del caballero blanco, el gran inventor que la salvará en uno de los umbrales del espejo, aquel que Piensa mejor cuando está puesto del revés, con la cabeza para abajo y los pies hacia lo alto (…) ¿qué puede importar la transitoria posición de mi cuerpo?- exclama el pequeño Quijote - mi cabeza sigue funcionando igual, de hecho cuanto más tiempo estoy cabeza abajo tanto más crece mi capacidad de inventar cosas nuevas. (Carroll, 1973:148-149) El viaje de Alicia muestra por lo menos dos cosas, que la lógica obedecida hasta sus últimas consecuencias lleva a la dictadura y a la decapitación y que la transmutación de los principios lógicos constituye un phármacon, una cura del lenguaje. Lógica constreñida por una parte y transmutación de la lógica por otra, este es el viaje de Alicia, esta es la loca de casa. Referencias bibliográficas Carroll, L. (1973). Alicia a través del espejo. Madrid: Alianza
_____ (1979). Alicia en el país de las maravillas. Madrid: Alianza.
García Márquez, G. (1969). Cien años de soledad. Buenos Aires: Sudamericana.
Sánchez, J.M. (s.f). Matemáticas en el país de las maravillas. Lewis Carroll. Recuperado el 8 de agosto de 2018 http://www.epsilones.com/material/ baul/016-lewis-carroll.pdf.
Ricardo Ospina Gallego. Fundador y director de Foro Anual de Filosofía Stoa y el grupo Kinoks. Graduado en Filosofía y Letras Universidad de Antioquia. Candidato a Doctor en Filosofía, Universidad Pontificia Bolivariana. Becario-investigador grupo Epimeleia, Universidad Pontificia Bolivariana. Áreas de investigación y creación: filosofía presocrática, estudios nietzscheanos, ética de Spinoza, filosofía contemporánea de la comunidad, cine, comics filosóficos, crítica teatral y cuento. Contacto: ricardo.ospina@upb.edu.co/ richitar@gmail.com
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