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Gonzalo Soto Posada
La fantasía en el Medioevo
Gonzalo Soto Posada
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1. Para comprender la fantasía en la Edad Media debemos partir de la conversión o regreso al fantasma, entendiendo éste como la imagen sensible que forma la facultad de la imaginación a partir de los datos sensibles suministrados por los sentidos externos, pues nada hay en el entendimiento que primero no haya pasado por los sentidos. Estos son el punto de partida de todo proceso cognoscitivo. Los medievales les apelan sentidos externos. A ellos agregan los sentidos internos como la memoria y la imaginación, los que forman, partiendo del dato sensible proporcionado por los sentidos externos, una imagen sensible o fantasma, concreto, particular, del objeto conocido externamente. Este fantasma se recuerda o se imagina con todas sus señales específicas, sin perder ni un pelo del dato sensible en toda su extensión particular. De este fantasma y teniéndolo a la vista en su plenitud particular, el entendimiento abstrae el concepto universal, prescindiendo de las notas particulares del fantasma, quedándose, por esta univer-
Foro Anual de Filosofía Stoa 2018 Fotografía Fabián Rendón Morales
salidad, con la esencia y lo común a todas las particularidades de la imagen sensible. Esta acción de abstraer y prescindir de lo particular universalizándolo a través del concepto convierte el fantasma en esencia. Es lo que hace el entendimiento agente, traducción del noús poietikós aristotélico. Este entendimiento agente vuelve acto la universalización potencial de la particularidad de la imagen sensible de la fantasía o imaginación. Hace transitar de la potencia al acto la imagen sensible y su posibilidad conceptual abstracta. Sin esta actualización la imagen sensible de la fantasía permanecería en sus particularidades específicas. Universalizadas éstas en su esencia se forma el concepto universal aplicable a todas las imágenes sensibles del fantasma. Pero esta imagen sensible-fantasma es la condición de posibilidad de la acción abstractiva del entendimiento agente. Sin ella no habría conceptos ni esencias universales en el proceso de conocer las cosas en sus particularidades. De ahí el regreso al fantasma de la fantasía como el fundamento del conocimiento abstractivo. Sin la imagina-
ción no se tendrían conceptos. Esta tesis es clave para el medieval. La conversión o regreso al fantasma permite la acción del entendimiento agente. Éste crea, fabrica, produce, hace el concepto por esta vuelta a la imagen-fantasma de la fantasía. Esta vuelta es la razón de ser del concepto. Es decir, sin la fantasía no habría conceptos, ni esencializaciones por parte del entendimiento agente. Es regresando a la fantasía como se logra el concepto. Es el gran papel de este fantasma en el conocimiento. Sin la imaginación fantástica el conocimiento no tuviera ninguna base. 2. Este concepto universal es llamado por los medievales, especie impresa. Se imprime en el alma cognoscitiva por la abstracción del fantasma dejando de lado las notas particulares de la imagen sensible propias del fantasma. Esta especie impresa, acto del entendimiento agente, no es, por lo mismo, algo innato ni cuestión de la anamnesis o reminiscencia platónica. El entendimiento agente es una tabula rasa en la que no hay nada escrito. Lo que se escribe en él es fruto del fantasma de la imaginación, a la vez producto de los sentidos externos. Así, sentidos externos-sentidos internos e intelecto agente son los motores de la pesquisa cognoscitiva. Estamos lejos de Platón y muy cerca de Aristóteles. Cae la doctrina de las Ideas o de los en sí del fundador de la Academia y se sigue la tesis del Estagirita, fundador del Liceo. Sin datos sensibles, sin fantasmas no hubiera conocimiento de los en sí esenciales. Tenemos el concepto de blancura por las cosas blancas que vemos con los sentidos externos, visión que la fantasía vuelve imagen sensible y el entendimiento agente concepto o blancura en sí. Sin lo sensible ni la imagen sensible de la fantasía no podríamos actualizar la acción del entendimiento agente en su tarea constructiva del concepto. Esta cadena es el trípode del conocimiento. Trípode que sólo y gracias al fantasma funciona. Sin la fantasía el conocimiento inteligible de lo sensible no fuera actual. Hacemos inteligible lo sensible porque el fantasma permite la abstracción de las notas comunes de la imagen fantástica de la imaginación. Ésta es iluminada por el acto del entendimiento agente que con su luz abstractiva convierte lo particular del fantasma en universal esencial. Esta acción iluminativa no es algo divino; es algo humano y natural. Estamos también lejos de la tesis de la iluminación del Maestro Interior propia de Agustín desarrollada en su De Magistro del 389 D. C. Ahora ha tomado la palabra el naturalismo aristotélico gracias a Tomás de Aquino, que lee a Aristóteles en la traducción de Guillermo de Moerbeke.
3. Pero no para allí el proceso cognoscitivo. Entra en acción el entendimiento paciente, el noús pathetikós de Aristóteles. Con la imagen impresa en el entendimiento agente, el paciente la transforma en especie expresa, es decir, en palabra. Esta transformación en palabra nos vuelve animales lingüísticos. Nos permite hacer del concepto palabra. El dato sen-
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sible, el fantasma, la especie impresa se hace verbo lingüístico. Por ello, hablamos y hacemos el triángulo cosa, concepto, palabra. Este triángulo es la plenitud del conocimiento. Todo se hace mediación simbólica gracias al lenguaje. Es la cultura que hace devenir el concepto y el fantasma en asunto común de la polis. El conocimiento termina en un acto político como animales de la polis, gracias a la acción del entendimiento paciente. Hemos partido de los sentidos externos, pasamos por los sentidos internos, el entendimiento agente y el entendimiento paciente. Esta tétrade tiene en la palabra la razón de ser del conocimiento. Éste es, pues, un acto político, y el fantasma ha hecho posible este acto político. El animal racional que somos se convierte en animal político. De ahí la responsabilidad en el hablar en la polis. Esta responsabilidad no es otra que la parrhesía, es decir, la veridicción, la franqueza, el hablar con verdad y sinceridad. Sin esta parrhesía, la polis no sería habitable ni la morada de la cultura. Cultura que viene del verbo colere que es cultivo, cuidado de sí mismo, de los otros, de las cosas y de lo divino. De ahí la ligazón de la parrhesía con la epimeleia heautou o cuidado de sí en los otros, las cosas y lo divino. 4. Esta vinculación de la fantasía con la polis y la parrhesía se concreta en el Medievo en dos prácticas claves: la confesión y la dirección espiritual. Ambas son actos de parrhesía del penitente ante el confesor y del dirigido ante el director espiritual. Ante ellos, se debe hablar con franqueza y veridicción, lo cual serena, tranquiliza, da paz interior. Es la función catártica de la fantasía medieval. Por ésta, nos purificamos de nuestros deseos desordenados y permitimos la convivencia perdonando como un acto de reconciliación consigo, con los otros, con las cosas y con Dios. El hablar francamente permite que la polis viva desde la coincidencia de contrarios; esta unidad en la contrariedad en las relaciones políticas hace posible que la fantasía sirva de puente entre la palabra, el concepto y la cosa, cumpliendo así su función lingüística comunicativa. Independiente del poder pastoral del Cristianismo con su régimen de cristiandad teocrático, la fantasía es acción liberadora y utópica. Sueña con mundos mejores, incluso no teocráticos sino evangélicos: el poder del amor frente al amor del poder. Este poder del amor es el ágape asumido desde el bello poema al amor del capítulo 13 de la primera carta a los Corintios y asumido con radicalidad por el movimiento franciscano. Este es un himno a la vida como un darse, más que como un dar. Es la fantasía evangélica asumida como felicidad amando. Sean felices amando. Es el poema de las bienaventuranzas. Sin ellas no hay Evangelio sino poder pastoral.
De este modo y para concluir, la fantasía medieval permite la acción de los dos intelectos mediando entre la palabra, el concepto y la cosa. Cumple una acción cognoscitiva y política poniendo en marcha el poder del amor evangélico.
Gonzalo Soto Posada. Destacado investigador y profesor de filosofía, historia, cultura griega y medieval. Doctor en filosofía Pontificia Universidad Gregoriana de Roma Italia y Doctor de la Universidad Pontificia Bolivariana. Algunas de sus publicaciones son: Diez aproximaciones al medioevo; “Latín y cultura en Colombia”; “El pensamiento hispánico en américa siglos XVI a XX”; “Poesía y mística”; “Filosofía y erotismo; Abelardo y Eloísa”; “Logos y eros en los dos amantes; Séneca y la filosofía”. Investigador asiduo del pensamiento antiguo y medieval con una mirada crítica desde problemas contemporáneos en obras de Marco Aurelio, Epicteto, Pierre Hadot, Agustín y Foucault. Contacto: gonzalosoto@une.net.co
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