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Joel Isaac Román

Prometeo vaso griego Creaciones humanas: Un análisis de la condición natural humana a partir del mythos y la imaginación

Joel Isaac Román

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1- Acercamientos filológicos de mythos e imaginación

La etimología de mythos es oscura y difícil apuntar hacia su correcta definición. Por eso, Franz Hampl había sugerido precisar el término optando casi por la fuerza, en las palabras de Walter Burkert, cuando decía que “el mito no puede definirse fácilmente, y siempre se hace de manera discutible”.1 En esta posible definición han surgido dos grupos: por un lado, los resignados que encuentran solo en el mito la expresión de la mentira y, por otro lado, los que ven en la narrativa del mito una expresión de la condición de la existencia humana. Incluso, se ha llegado a decir que el mito centra su eje temático en el fatum de dicha existencia. Este argumento podría mostrarse en Cornelius Castoriadis, cuando afirma que el mito corresponde a la noción específica de la fatalidad humana, a saber, la Moira, aquella imposibilidad que el hombre no puede rebasar y mucho menos esquivar, la moira teje el fin último de la vida humana. Esta noción se relaciona con el verbo merizo, aquello que se reparte y se divide al hombre, el moros, es decir, su propia muerte in-

1 Duch, Mito, 63. negociable con las divinidades. Así pues, esta potencialidad impersonal que no es divina, dicta el día y la hora de muerte del hombre, por eso es innegociable y mucho menos procrastinada. En palabras de Cornelius Castoriadis (2006): “los decretos de la moira, entonces, se relacionan (…) con la muerte, límite último de la existencia” (133).

Mythos pareciera estar relacionado con myo, mística y misterio (en términos de cerrar los ojos y la boca). Otros han encontrado la raíz del término mythos en las lenguas indo-germánicas, articulándose con los conceptos meudh, mudh en una amplia gama de significados que se relacionan con recordar, aspirar, preocuparse. Es probable que se relacione con el gótico maudjan, es decir, memoria y recuerdo. Aparece también cuando se emparenta con la eslava mysli, esto es, pensamiento; reflexión. Gustav Stählin en 1942 descifra el mar de opiniones del término mythos, y arguye que mythos está intrínsecamente emparentado con pensamiento, representación e incluso imaginación.

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Siguiendo la línea de Lluís Duch, mythos se relaciona con logos, palabra o discurso expresado. Cabe agregar que legein y logos son términos muy disímiles para significar lo mismo. Legein, como sugiere Duch, precede el sustantivo que indica reunir, recoger, etc., mientras que logos, derivado de legein, es aquella palabra calculada, pensada y más precisamente evoca sentido de análisis mental. 2 Mythos y logos se relacionan en cuanto ambos expresan los pensamientos y figuras de la imaginación por medio de las palabras, ya sean en categorías fantasiosas o mediante argumentos lógicos y ordenados. Por lo tanto, mythos y logos son modos en los que el ser humano logra expresar su condición en el mundo, ya sea a través de la imagen o el concepto, por procesos imaginativos o mediante abstracción. Lo que caracteriza al mythos, además de narrar los acontecimientos de la existencia humana, radica en que no está mediado por argumentos lógicos que le hagan responsabilizarse por lo que ha dicho. El mythos no procede particularmente de mí, diría Eurípides. Es por ello, que el mythos intenta apalabrar la realidad y recoge allí las vitalidades que condicionan al ser humano (o como escribe sugestivamente Duch, “en la existencia humana”). En suma, el “mythos significaba en griego […] la iluminación inmediata, que irrumpe súbitamente en el espíritu humano sin ninguna mediación de carácter «lógico»” (Duch, 2002: 66). Mythos como

2 Véase: Lidell & Scott, 1996, s. v. μῦθο ς. narración de la condición de la existencia humana supone ser la clave que armoniza el pensamiento y la memoria, y se articula en la representación e imaginación que evocan las palabras. El mito aparece en el territorio de la imaginación, es decir, en el terreno de las palabras que construyen una comunidad particular y, desde luego, formas de vidas posibles. El término imaginación se aproxima al origen indoeuropeo, en amplia gama de significados, pero en este caso apunta en la representación inmediata de las palabras que se articula en un discurso expresado. La imaginación (phantasía) es aquella primera captación del mundo que se articula en las palabras. En el mito hay categorías imaginativas que expresan algo “irreal”, pero a la vez “real”. La imaginación en este caso, puede ser entendida como aquella primera experiencia captada del mundo, trasciende las posibilidades límites del mundo y del hombre anclando múltiples expresiones de las palabras para señalar que algo puede ser de una forma y no de otra. Mythos e imaginación rebasan la razón por antonomasia. Es decir, la razón (el logos) tiene límites pero las formulaciones mitológicas e imaginativas no se limitan a un discurso ordenado, calculado, demostrativo en el que una proposición tenga fuerza segura, sino que el narrar en el mito recurre a sus propias reglas. La experiencia se explica por medio de palabras más allá de la propia racionalidad. Hace falta la pizca de la imaginación mitológica para entender no

solo a las divinidades y sus acciones que operan sobre la vida humana, sino para comprender el mundo. En definitiva, son las profundas preguntas inquietantes e inherentes del ser humano las que giran en función de la organización de una comunidad. El mito da paso a la imaginación, y este paso constituye entonces el despliegue de creencias y formas particulares de pensar la existencia. A partir de este proceso surge lo que eventualmente sería una narrativa histórica, en la que se unen cada uno de los lectores y forman una vida en común, es decir, comunidad. Vale la pena resaltar, que la imaginación en una sociedad de consumo se desacraliza, es decir, se profana en el sentido de que todas las cosas se miran desde lo igual. Así, por ejemplo, en lo sexual, “el porno, que en cierto modo lleva al máximo la información visual, destruye la fantasía erótica”.3 Byung-Chul Han es genial demostrando la agonía del Eros en el decurso de una sociedad capitalista: el amor, el cuerpo y todos los elementos de la vida humana equivaldrían a simples mercancías exhibidas. Marx en el Manifiesto Comunista señalaría del mismo modo que la sociedad capitalista hace de la cultura, de la naturaleza y de la vida humana objetos de consumo. Entonces, dentro de los planteamientos de ambos pensadores, la imaginación quedaría al margen de la información, como mero discurso de creación de necesidades y medios para el fin de la supervivencia, y no para la vida buena. El mythos y la imaginación no caen en el campo de la idolatría, porque no imponen por la fuerza cómo debe actuar el hombre, sino mostrar de qué manera cada acción desencadena resultados hacia una vida dichosa o desdichada. Es el pendular de la vida entre hýbris y areté. La idolatría, en cambio, es hacer de algo limitado algo presencial. Y en este caso, el mythos no se vuelca hacia la presencialidad de los dioses en los textos. Sacralizar los textos, por ejemplo, sería decir que Homero impone, da órdenes, pero Homero ni promete ni impone ni idolatra al hombre reflejado en el texto, sino que dice. En efecto, no revela nada en el sentido cristiano. En la perspectiva de Cornelius Castoriadis, el mito recuerda lo que el mundo es y lo que puede ser. Se establece en el mito el vínculo fundamental entre la imaginación y la memoria, siendo esta última el imperativo que te dice: ¡Humano, recuerda en lo más recóndito de la memoria que si haces esto, pasa esto otro! Dentro de ese recordar aparece otro elemento, el aire de la libertad, como señala Emilio Lledó (2015). El mito abre caminos pero no son caminos, es simple y llanamente el recuerdo de lo aquí y ahora (hic et nunc) como principios de creaciones de comunidad, solidaridad y amistad.

3 Byung-Chul Han, La agonía del Eros, trad. Raúl Gabás (Barcelona: Editorial Herder, 2014), 60.

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2- Creaciones humanas: la imaginación como decurso social

El andamiaje semántico del término mythos continúa un tanto ambivalente y, ante todo, los medios publicitarios han sido los culpables de cargar un concepto en pos de ciertos intereses económicos, sin importarles la extraordinaria actuación del mito en la vida humana.

En todo caso, los mitos son hechos fabulosos y representaciones imaginativas de la condición humana para la excelente configuración de la vida política. De eso trata un mito, en saber mirar con los ojos bien abiertos, con los ojos del alma, con los ojos del espíritu (o con los ojos de la locura), para levantar el sueño de los ideales que resultó objeto para los griegos, a saber, la democracia. La imaginación es aquella creación humana y primera captación del mundo hermanada con la claridad, con la luz del sol del mythos. Basta acercarnos al mito y dejar que penetre en lo más profundo de nuestra existencia, para que su pertinencia sacralizada nos envuelva hacia nuestra propia condición finita en el mundo. Sacralizada no en el sentido cristiano, sino en términos de que es separado para la humanidad, para mí como navegante en el mar de las posibilidades finitas. Por eso, los mitos griegos son muy disímiles de los judeo-cristianos, porque estos últimos, a pesar de ser narrativa imaginativa del mundo, están cargados de dogmatismos. Quien no crea lo que allí dice es enemigo de “dios”, incluso, hereje. La imaginación es coartada, no hay posibilidad de interpretaciones tiene que ser como allí dice: “Dios creó, y punto”. Es un mito que no da paso a la posibilidad de imaginación, se vuelca al dogmatismo. Sin embargo, el mito debe ensanchar las posibilidades de la libertad, es decir, no imponer por la fuerza. En pocas palabras: El mito alumbra e inspira, pero siempre un paso previo en el camino del conocimiento. Enseña libertad si no se impone por la fuerza, si no cae en manos de sectas y fanáticos que corroen, desde la infancia, el cerebro de los que alguna forma dominan, para hacer olvidar el camino más largo, más duro, más interminable, más hermoso del pensar (Lledó, 2015: 16). Walter Otto (2003) observó los poemas homéricos como una cosmovisión amplia, armoniosa y clara, en la que su única responsabilidad es mostrar, narrar y contar el fondo último de todo aquello en cuanto existe y en cuanto sucede. Así, en el aire de la libertad de la imaginación el mito no requiere precisar su origen ni establecer confirmación alguna. La imaginación concierne a un hecho fundamental: organizar la experiencia de la vida humana. En efecto, la imaginación teje caminos entre lo sensible y lo que

está más allá. Es un más allá antes que un acá, porque lo allá de la imaginación da fruto en lo aquí y ahora (hic et nunc). El mito dice las cosas, no profetiza ni promete. En este aspecto del decir, el mito da paso a que la imaginación vuele para descifrar el mundo de lo concreto, de lo sensible. Y aquí tiene que ver mucho con la paideia, noción de difícil traducción, pero que apunta a una creencia axiológica, donde la vida no es simplemente una descripción antropológica, sino una vida consciente que se ejerce en las actividades concretas. Unos eslabones de valores se unen y forman una comunidad concreta, en la que los ciudadanos comparten un valor común de libertad. Es decir, el mito narra y el lector capta ese mundo, imagina el mundo y lo fundamenta en la paideia. La imaginación se vuelca hacia la cultura, como educación del alma y el cuerpo. La educación, por supuesto, entendida como actividad concreta para fines políticos. Es la primera captación del mundo puesta en función, en la que la paideia funda el mundo de las posibles alternativas de vidas realizables, en las que todos comparten un sinfín de valores concretos. El mito dice, la imaginación capta y la paideia funda el mundo realizable, de modo que los ciudadanos no son coartados, sino que se saben límite y hasta qué punto pueden llegar en el mundo. La paideia tiene que ver con el alma y con el cuerpo: con el alma aparece un elemento clave, a saber, kleos, esa gloria que está en boca de los demás y modela las acciones de los otros, el prototipo ontológico del hombre. El alma es un ideal universal, y el alma del héroe parte de ahí, como universal, como piedra de toque para los otros. Su obrar, se vuelve una hazaña, el término proviene del árabe hásan (hermoso) y del latín facere (hacer). Todo obrar es una hazaña en cuanto que es un hacer algo hermoso, obrar es hazaña, obrar es lo hermoso, obrar es hacer. En otros términos, el héroe hace que su obrar siempre resulte en lo hermoso-hazañoso. Con el cuerpo, porque los gimnasios, del griego gymnoi, revelan el cuerpo desnudo como un regalo de la propia Naturaleza. La paideia cuida también el cuerpo, donde los jóvenes aprendían amar a sus conciudadanos, cuidar sus músculos era parte de una vida cívica. En este cuidado del cuerpo, la voz se hace presente como parte instrumental del cuerpo humano. En el gimnasio se aprendía a cuidar el cuerpo y ejercitar la voz para el momento de deliberar respecto a los asuntos políticos. En este sentido, las creaciones humanas permiten forjar lo que podría ser una sociedad en vista al bien común. Se instaura la polis como epicentro de diversas prácticas civiles en las que nadie está por encima de otros, son iguales. La imaginación no está por encima de nadie, sino que debe aparecer como un proyecto realizable en la que todos tienen los mismos derechos. Y con derechos me refiero al sentido de la Constitución de Atenas, donde Aristóteles muestra a par-

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tir de los diversos arcontes cómo se desarrolló el cuerpo cívico: isegoría, isonomía e isocracia (igualdad de participación de palabra, igualdad ante la ley e igualdad en la participación del poder). Así pues, la imaginación puesta en la paideia se convierte en proceso de formación que denota configurar la vida en aras de ser un ser humano más pleno y más digno. En palabras de María Noel Lapoujade, “La paideia ha de consistir en concebir la especie como imaginante, con énfasis impostergables en formar seres sin ataduras”.4 La imaginación entendida como una forma de construir y proponer es también transgresión, que según María Noel Lapoujade, es una acción que está en continuo movimiento, es decir, va a un más allá o, “un sobrepasar la raya”. Todo humano que imagina de algún modo propone, sobrepasa lo acá, es decir, construye- transgrediendo. Así pues, la imaginación como transgresora del mundo sería, para bien o para mal, la acción por excelencia. La imaginación transgrede para crear espacios de vida sociales, ciencias, arte, para crear modos de vidas posibles; puede también transgredir para la destrucción de la vida humana, animal y vegetal. Transgresión que vuelve al hombre homo imaginans, el que va más allá de los límites para proponer posibles modos de vida, posibles realidades no últimas, pero sí alternas y realizables. Ahora bien, el homo imaginans debe escapar

4 En: “imaginación y sus imaginarios como paideia”, Revista Científica de Investigaciones Regionales 36, no. 1 (2014): 56. de los medios de publicidad que solo han servido para narrar falsas esperanzas en los colectivos, convirtiéndolos en objetos de consumo. Y cuando son objetos de consumo aparecen los dispositivos, señalados por Giorgio Agamben (2015), en ¿Qué es un dispositivo? La imaginación para los griegos modela otros estilos de vida o modos de vidas como el héroe, como un prototipo perfecto, en la actualidad aprehende las múltiples formas de creaciones humanas. Sigo a Cornelius Castoriadis cuando dice que hay que cambiar esa idea de modelo o prototipo, que por más bello que se escuche puede ser un peligro, hay que mirar no la obra de arte sino la obra misma del pensamiento. La imaginación es creación humana que une las particularidades de los individuos en aras de la vida colectiva. La imaginación no es una cuestión privada, como si fuera para mí, mientras los otros deben quedar por fuera, sino para la vida colectiva. En margen de las palabras de Pedro cuando dice: “que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal”,5 la imaginación no es una acción de asunto personal, sino que abre caminos para mí y para los otros. Finalmente, “la crisis del arte, y también de la literatura, puede atribuirse a la crisis de la fantasía, a la desaparición del otro” (Byung-Chul Han, 2014: 64).

5 2 Pedro 1:20.

Referencias bibliográficas Agamben, G. (2015). ¿Qué es un dispositivo?, trad. Mercedes Ruvituso. Barcelona: Editorial Anagrama. Cadavid Guerrero, I. (2013). El mito. En el principio era el logos. Medellín: UNAULA. Castoriadis, C. (2006). Lo que hace a Grecia: De Homero a Heráclito, trad. Sandra Garzonio. Argentina: Editorial Fondo de Cultura Económica. Duch, L. (2002). Mito, Interpretación y Cultura, trad. Francesca Babí i Poca Domingo Cía Lamana. Barcelona: Editorial Herder, 2002. Graves, R. (2011). Los mitos griegos, trad. Esther Gómez Parro. Madrid: Gredos. Han, B-C. (2014). La agonía del Eros, trad. Raúl Gabás. Barcelona: Herder.

Lapoujade, M.N.(2014). “Imaginación y sus imaginarios como paideia”. Revista Científica de Investigaciones Regionales, 55-72. Lledó, E. (2015). Fidelidad a Grecia. Madrid: Cuatro Editores. Otto, W. (2003). Los dioses griegos. Madrid: Siruela Scott, R. and Lidell, H.G. (1961). A Greek-English Lexicon. Oxford: University Press.

Joel Isaac Román Negroni. Licenciado en Arte y Humanidades, especialización en Filosofía en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, Ponce. Becario de la Universidad Pontificia Católica de Chile. Actualmente Candidato de Maestría en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín-Colombia. Contacto: joelroman@pucpr.edu / joel.roman@upb.edu.co

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