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Antonio Arenas Berrío

Clío (Performance) Grupo memoria histórica La Ceja - El Carmen de Viboral. Fotografía: Laura Zuluaga 2019

Memoria y olvido en la novela corta Bartleby, el escribiente de Herman Melville Antonio Arenas Berrío

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Para Martha

1. Ficción, memoria y olvido Herman Melville, creó un protagonista con un alma muy especial, una existencia que cuestiona la del Abogado- narrador y se apaga sin remedio hasta morir. El lector podrá suponer que el centro de la novela es la miserable vida del escribiente, creemos a veces que el centro es la locurade Bartleby, pero al final del relato, el Abogado nos recuerda que el fondo es el olvido:

Bartleby había trabajado como subalterno en la sección de Cartas no reclamadas en la Oficina de Correos de Washington, de la que lo habían despedido de repente por un cambio en la administración. Cuando pienso en ese rumor, no puedo expresar de forma adecuada los sentimientos que me atenazan ¡Cartas no reclamadas! ¿No les suena eso a cadáveres? (Melville, 1990) Jorge Luis Borges, sostenía bellamente que las ficciones son “una extensión de la memoria y la imaginación”. La esencia del universo es el libro, porque sus páginas abiertas lo contienen todo. Con la ficción hemos pasado a la narración del hombre que juega y piensa, al hombre que escribe y hace reír, a interesarnos por la escritura como memoria viva. Por lo tanto, hay que decir con Herman Broch: “La escritura es siempre la impaciencia del conocimiento”. En la antigua Grecia, Sócrates, en su impaciencia por el conocimiento, decía que la escritura mataba la memoria, y esto es válido porque Sócrates no escribió nunca nada. “Ya en su diálogo con Fedro, señaló el daño que el invento de la escritura acarrearía a la memoria.Recordemos la célebre admonición que el Rey Thamus lanza allí sobre el dios egipcio Theuth, padre del invento: Este descubrimiento tuyo creará una tendencia al olvidoen el alma del que aprende pues no usará la memoria, usará los caracteres exteriores escritos y no recordará por sí mismo. Lo que has

descubierto no es una ayuda para la memoria, sino para el recuerdo; y no le das a tus discípulos la verdad: oirán muchas cosas y no aprenderán nada, parecerán omniscientes y no sabrán nada. Serán una compañía aburrida que aparenta sabiduría sin que esta sea real”. La cita anterior, de Emilio Lledó en El surco del tiempo nos llevaría a pensar que Platón desautoriza el uso del lenguaje escrito en filosofía y prefiere el lenguaje oral. Lledó, interpreta el Fedro de Platón: “Con la escritura la memoria alcanza un grado de intersubjetividad que aquél que se manifiesta en el inmediato diálogo del hombre con otro hombre o del hombre consigo mismo”, revelando que, con la escritura los hombres se hacen más sabios y memoriosos. Para Lledó, el lenguaje es escritura y memoria y no relato oral. Ahora bien, “Cuando no se posee una memoria hay que inventarse una de papel”. Nos decía Gabo. Una novela corta como Bartleby, escrita en 1853, nos aclara la memoriade lo ocurrido a mediados del siglo XIX en la “mayor democracia” del mundo, Estados Unidos, el Imperio y la explotación del hombre por el hombre, el sueño Americano, triunfar y conseguir dinero a toda costa. ¿Qué vale un sujeto solo y aislado, que no desea trabajar? La ficción nos narra la historia de un extraño escribiente que trabaja para un Abogado en una oficina de Wall Street. Un día deja de escribir amparándose en la famosa formula: “Preferiría no hacerlo”.

Nadie sabe de dónde aparece Bartleby, no lo dice, su futuro es incierto, prefiere no hacer nada que altere la situación. No tiene amigos, ni parientes, ni familia, no tiene casa, no hay hogar, hasta diríamos que muere de hambre olvidado en la cárcel, sin haber cometido ningún delito grave. Sólo deja de ser laborioso y no quiere irse de la oficina o el edificio donde trabajaba como copista. El Abogado, que no tiene nombre es el narrador, no sabe cómo proceder ante esta rebeldía o resistencia, pero al mismo tiempo se siente atraído por esta misteriosa actitud del escribiente. Su compasión y culpa hacia Bartleby, un empleado que no efectúa ninguna de sus órdenes, hacen de este personaje-narrador un ser tan extraño y raro como el mismo Bartleby. (Melville, 1990)

Empero, es interesante resonar que Herman Melville, nació en Nueva York el primero de agosto de 1819 y murió el 28 de septiembre de 1891, que su muerte pasó desapercibida y fue enterrado en la parte norte del Bronx. Herman Melville, estuvo olvidado mucho tiempo y no fue sino hasta 1920 que es reconocido como el mayor escritor de Norte América. “El olvido y el abandono fueron su destino final”. Hay si se quiere una similitud entre Bartleby y

Melville. En 1853, Melville advirtiendo su fracaso como escritor, escribió Bartleby, el escribiente, relato que contenía el antídoto de su depresión, el germen de sus 39

futuros relatos, en ellos se presentaba como un falsificador de la literatura. Recuérdese al despensero, el señor Barrigas-Chuletas-: “Bueno, pues en realidad pensé que ese amigo suyo era un señor falsificador; esos falsificadores siempre son pálidos y refinados. No puedo evitar compadecerlos, no puedo evitarlo, señor” (Mellville, 1990). Herman Melville, con su magistral relato, nos refresca la memoria sobre la hipocresía de la mayor democracia del Mundo, una sociedad deshumanizada y mercantilista de mediados del siglo XIX, donde el dinero como único fin se halla detrás de todo el poder imperialista adquirido de Inglaterra. Un poder que solo quiere más poder y en su ceguera inmoral y satánica, ambiciona devorarlo todo, no importa si con eso se va la vida de sus semejantes. ¿Cómo tolerar un individuo que está en contra de la laboriosidad? El trabajo representa sustento, bienes, desarrollo personal, integración social y fuente de riqueza. Bartleby, con una sombra de humilde terquedad se niega a ejecutar trabajo alguno y en su locura existe el peligro de contagiar a todos cuanto lo rodean. No produce, no genera dinero, es un estorbo. Bartleby es el lema totalizador de toda la humanidad, de todos aquellos seres que no poseen nada, de aquellos que son aniquilados física y espiritualmente. Es el emblema de la inocencia y el olvido. Los Bartleby son los que gritan con su silencio y olvido, el triste destino de los diferentes que no encajan en una sociedad laboriosa y de consumo. Protestan calladamente contra el poder monstruoso que crece y destruye la humanidad. Bartleby es el símbolo de los hombres que no anhelan entrar en una sociedad regida por el trabajo, el dinero y el poder, que dejan atrás los valores espirituales y humanos y explota a los trabajadores sin ninguna compasión. Todo trabajador deberá producir si no es visto como un parásito. La ficción termina con el narrador expresando el grito de la Humanidad frente al trabajo. “¡Ay Bartleby! ¡Ay, la humanidad!” 2. ¿Quién es Bartleby? Un Abogado en la ciudad de Nueva York, contrata un escribiente por medio de un aviso de prensa; a los tres días, el amanuense es muy ágil, trabaja de día y de noche, pero cuando el abogado le solicita revisar las copias responde: “Preferiría no hacerlo”, logrando alterar y contradecir a su jefe. Es un copista que se niega a revisar lo que el mismo ha copiado. Era común que un copista judicial revisara, frase por frase, el documento que había copiado. Un despistado, un vago, un tío raro, un íncubo intolerable, un rebelde, un héroe alienado, el trabajador que ha perdido el sentido de lo que hace. Es un errabundo, un hombre que no tiene memoria, de él todo se ha olvidado. Bartleby es un inmóvil en medio de una oficina, una pared de ladrillos y una ventana, un ser solo en el universo, un nuevo cristo, un hermano desconocido. El Abogado- narrador nos explica: “Todavía puedo ver

aquella figura pálidamente pulcra, lastimosamente respetable, incorregiblemente desolada ¡Ese era Bartleby!”. Una víctima de la sociedad porque se niega a adaptarse a las normas establecidas. Un ser con resistencia pasiva, el modelo único de escritor o copista que ha dejado de escribir, un nuevo estafador de la literatura que no logra ser reconocido, un luchador solitario forzado al fracaso, que no come, no habla, no lee. No obstante, El triunfo del comportamiento de Bertleby, frente al Abogado significa su ruina. La clave del asunto reside en que Bartleby evade responsabilidades sin negarse a asumirlas; él prefiere no hacerlas. Por paradoja, quien lo exime de realizar algunas tareas es aquel que se las solicita, pues Bartleby sólo expresa su deseo condicional de no actuar”. (Melville, 1990) La novela de Herman Melville, refleja la delación contra la soberanía paterna del Abogado, y reprocha la inmunda caridad y compasión cristiana. Melville, en su obra:

No cesa de desarrollar la radical oposición de la fraternidad con relación a la caridad cristiana o la filantropía paternal. Liberar al hombre de la función de padre, engendrar al hombre nuevo, al hombre sin particularidades, reunir la humanidad y la originalidad constituyendo una sociedad de hermanos a modo de una nueva universalidad. Pues en la nueva sociedad de hermanos la filiación es sustituida por la alianza y la consanguinidad por el pacto de sangre, cada varón, así como cada mujer es su hermana de sangre: es lo que Melville califica como la comunidad de solteros que arrastra a sus miembros a una mutación ilimitada. (Deleuze, 1997:99)

Pero Bartleby es también la idea del escritor malogrado que olvida escribir, el que ya no quiere ni tiene ganas de escribir, memoria y olvido. Melville, angustiado por la idea de que ha olvidado escribir una novela, se siente inepto, ha perdido la memoria, no puede narrar ninguna historia. En la novela corta, el Abogado-narrador expresa las dificultades para razonar sobre la vida de Bartleby: “No hay material alguno para redactar una biografía completa y satisfactoria de este hombre”.(Melville, 1990) Hay datos en la vida de Bartleby que se han olvidado, no se dejan relatar, su aspecto es la suficiente prueba de lo irreflexivo de sus rarezas y su comportamiento extraño. No hay memoria escrita de este hombre. Escribir, es también callarse, aullar sin ruido. A veces un escritor abandona la escritura porque simplemente cae en un estado de locura del que ya no se recupera jamás. Es posible que Melville, con Bartleby, se haya dicho

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a sí mismo que solo podía escribir sobre la imposibilidad de la escritura. El Abogado-narrador ha de renunciar a contar la historia completa de la vida de Bartleby. Melville, sacrifica la literatura, para representar algo así como la no-novela de Bartleby. Una especie de filo-literatura, donde alcanzamos a saber que escribir es fundamentalmente copiar, es decir, multiplicar un original que de pronto no se lee, ni se comprende del todo o se queda en el olvido. Una voz en la escritura que apenas tiene vida, no tiene connotación pública, una voz que arroja palabras sobre palabras, frases, y menos frases, sin música, sonidos, color y engaños. Bartleby, es el síndrome del no, antes de Kafka, Beckett, Robert Walser y esa pléyade de los escritores del no, de la pulsión negativa. La fama y la vanidad son ridículas para algunos escritores. Un escritor en su silencio podría gritar no soy nadie, soy Bartleby. El Abogado-narrador nos dice que Bartleby es el escribiente más insólito y anómalo que nunca hayamos visto. Una figura sobre la cual no se puede afirmar nada. Un lector puede preguntarse al terminar de leer la novela: ¿Qué sabemos de Bartleby? ¿Cuál es el tema de esta novela corta? ¿Qué ha pasado? Bartleby, ha dejado de escribir, no escribe y para eso fue contratado. Siempre que el Abogado-narrador le pide algo, responde: “Preferiría no hacerlo”. Bartleby “ es un misterio sin resolución posible”, un relato diáfano como jamás se ha escrito. Es todo o nada. Memoria u olvido. Es un hombre de preferencias y prefiere no escribir, ser desobediente y contradecir al Abogado que lo contrató para escribir. Bartleby es: Un escribiente silencioso, aislado cuyo único contacto con los demás de su entorno consiste en recibir periódicamente, a cambio de unas monedas, algunas galletas de jengibre, y en negarse a cualquier participación en la vida de aquellos hombres. Tal vez no exista en la literatura ningún personaje tan enigmático como éste, tan inabordable e impenetrable, tan desconocido. Y, a medida que trascurre la obra, su aislamiento se va ahondando. (Melville, 1990) Bartleby, ha dejado de escribir, le lleva la inversa a su jefe, no quiere irse de la oficina donde se ha instalado a vivir, el Abogado-narrador tiene que desocupar el lugar, su oficina, por eso Bartleby es encarcelado por vago, y en prisión muere de hambre. Antes de morir ha pronunciado y dejado en el ambiente su fórmula filosófica fatal, “Preferiría no hacerlo” , que trasciende toda negación, toda voluntad. La fórmula se repite entre diez y doce veces en el relato. ¿Cómo interpretar este proceder? Melville le escribe a su amigo Nathaniel Hawthorne: “A un espíritu que dice no con truenos y relámpagos, el mismo diablo no puede forzarlo a que diga si”. (Melville, 1990). Bartleby, actúa y vive como un pájaro solitario. Una novela corta perfecta, con un síndrome estable-

cido, la literatura del no, la fuerza negativa, la atracción por la nada, la renuncia a la escritura.

Es la resistencia pasiva, la negatividad paciente, ser en cuanto ser y nada más. No establece una lucha de clases, no representa un pueblo, le falta un pueblo. Es un rebelde frente a un mundo explotador, frente al trabajo, sus relaciones y la actividad productiva. Un devenir revolucionario, no una oveja descarriada, sino una nueva conciencia laboral que no entra en razón. No escucha, no se mueve, no oye a su patrón. El Abogado-narrador representa el mundo del dinero y el trabajo, Bartleby, es otra cosa distinta. Bartleby, es un isolato: un individuo alienado, para quien la vida social y laboral carece de sentido y utilidad, prefiere no participar. La verdadera trasformación en la novela la sufre el Abogado-narrador y no quiere saber nada de Bartleby y de su antigua oficina. Bartleby, es la mejor perspectiva nihilista del mundo, total soledad y vacío. Bartleby es más un fantasma que una persona real y muere sin que consigamos saber quién era. 3. Ficción y risa El carácter del personaje, Bartleby, es un artificio en el que decidimos creer o no creer. Reír o ponernos serios. La novela es específicamente un género nacido para la escritura y lectura. Bartleby, el escribiente, es una ficción donde la risa esta fusionada con la seriedad. La risa es la expresión de la cara alegre de la vida. La vida tiene dos caras, una seria y otra alegre. Bartleby, es la cara seria de la vida, pero en Bartleby, el escribiente, la risa convierte en un anómalo al personaje y al narrador porque es reveladora de su naturaleza, que es resistencia pacífica. La risa es una expresión humana, una creación orgánica, un fenómeno individual y a la vez colectivo. La sapiencia alta reduce en algunos instantes la risa a la seriedad y la sapiencia baja se delimita a explotar la risa y degradarla. Hubo un tiempo en que la risa era vista como expresión de rechazo a lo feo y lo ridículo. La risa es el refugio de los niños y de los débiles. Los niños y los oprimidos necesitan de la risa para vivir. En Bartleby la risa es un obstáculo para la productividad laboral y la sacralidad de la ley. La risa se impone sobre la seriedad como un valor esencial. En la novela corta, el primero que ríe es el niño - Pastel de jengibre- sobre los demás: “Señor creo que está un poco chiflado-contestó Ginger Nut, con una sonrisa.” La risa del Chaval, encarna toda la hermosura, la realidad, la bondad en los valores esenciales y las condiciones necesarias para garantizar la continuidad de la vida. La risa del niño le da literalidad a la fórmula: “Preferiría no hacerlo”. En la ficción, el niño, el tonto y el bufón tienen un enlace directo, Torta de Jengibre, es el niño, el tonto es Bartleby, el bufón el Abogado. El edificio, la oficina, los personajes, la ventana, el muro de ladrillo, la calle, la

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misma fórmula “Preferiría no hacerlo” , son el escenario de un teatro de marionetas manejado por los hilos invisibles del novelista que de una manera maliciosa ríe, con buena conciencia. Cuando terminamos de leer una novela, un relato o un cuento, lo que queda en nuestra memoria, no es la historia y su significado, sino nuestros pensamientos sobre la fragilidad de la vida humana. La inmensidad del mundo y nuestro lugar en el universo, es por eso que pienso que el tema de este relato es la memoria y el olvido de lo frágiles que somos los humanos en esta tierra.

Referencias bibliográficas

Deleuze, G. (1997). Crítica y clínica. Barcelona: Anagrama Melville, H. (1990). Bartleby el escribiente. Bogotá: Norma

Antonio Arenas Berrío. Realizó estudios de sociología y filosofía en la Universidad Autónoma Latinoamericana. Escritor y ensayista. Fundador de la revista de literatura Rampa y colaborador de las revistas Cronopio y Susurros. Ha escrito ensayos sobre escritores colombianos y latinoamericanos tales como: Pablo Montoya, Efe Gómez, Manuel Mejía Vallejo y Horacio Quiroga, así como artículos en la revista brasileña de estudios saramaguianos. Entre sus libros de cuento están: Nadie dijo nada y Esa gente del barrio, entre otros.

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