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Alex Nichols Alzate Giraldo
Frailejones diminutos y herraduras salitrosas, (acercamiento al problema de la identidad e historia sonsoneña construida desde la literatura) Alex Nichols Alzate Giraldo
De la serie Gauridas (Obra gráfica). Yuliana Ocampo. 2018
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Introducción
La literatura se presenta dentro del universo vasto del lenguaje y la comunicación como un recurso de representación de imaginarios personales, sociales o culturales que brotan del interior de un ser que en una clase de afección decide tomar pie de guerra con el objetivo de exteriorizar sus intimidades o necesidades, productos de vivencias o de su genio creador. Así bien, se reconoce en ella una función mediadora o catártica constituida a partir de cargas simbólicas y de representación nacidos de la misma conciencia del tiempo en el que se vive, las estructuras de pensamiento dominantes y las identidades difusas en un mundo lleno de fragilidades. Marco Antonio Jaramillo Restrepo1 es una figura de vital importancia dentro de la historia sonsoneña, hijo de uno de los mayores terratenientes de la comarca, el señor Lorenzo Jaramillo, este poeta y pensador sirve como uno de los referentes posibles para elucidar la calidad de toda una generación de intelectuales sonsoneños: una sociedad que amó las letras, cultivó la música, se preocupó por la educación, abrió su alma al influjo de los eternos valores espirituales. Para bien tiene el historiador Juan Botero Restrepo en comparar a aquella generación con una pequeña corte italiana, “de aquellas que al son de una mandolina repetían los poemas de Tarso y los sonetos de Petrar-
1. Es mencionada su obra y persona en recolecciones de personajes históricos importantes cuya relación se hace a continuación: Estampas sonsonesas y plumas al viento; Diccionario biográfico de antioqueños; Sonsón 1962-2005: historia de una transformación, Presencia poética en Sonsón y Sonsón.
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ca, porque sus espíritus desembocaban naturalmente en el culto de la belleza” (29). En este terreno tan fortuito aparece la novela Mercedes publicada en el año de 1907 la cual ha pasado relativamente inadvertida ante la crítica literaria contemporánea. Sin embargo, aquella soporta análisis que van más allá de los aspectos formales o estructurales en tanto se presenta dentro de la tradición escritural sonsoneña como una obra que recoge ciertas problemáticas o sucesos históricos, a manera de representación y construcción de las vicisitudes de toda una era y un pueblo. Apelando a los conceptos de conciencia histórica y representabilidad y meditando entre los vaivenes del discurso histórico se plantea la idea movible de ambos discursos, el histórico y el narrativo, como una entremezcla de imaginarios construidos desde intencionalidades distintas, como formas particulares de presentar las situaciones y construir las idiosincrasias o estadios mentales de una comunidad dialogante, cabe especificar acá que más allá de una apología a una cultura o una obra literaria existe una pretensión por pensarse el objeto desde sus múltiples dimensiones, sociales, culturales, espirituales, vivenciales y experienciales.
I. Literatura y conciencia histórica
La literatura como caracterología de un pueblo funciona como una fuente que el estudioso puede tomar para analizar ciertos sucesos históricos o configuraciones de la idiosincrasia de un pueblo, sus identidades y maneras de pensar. Es aquí donde se llega al concepto de “conciencia histórica” argumento propio de las ciencias sociales y humanas. Adviene de la duda de un hombre moderno que se ve a sí mismo inserto en ciertas estructuras de pensar y habitar, aquel que se pregunta por su identidad y la radicalización de su diferencia, en la elucidación de un individuo autónomo dotado de razón, con voluntad y atribuciones, facultades para crear y destruir, dominar y controlar. Es aquel hombre al que se le atribuye un lugar definido por el tiempo, el espacio y el trabajo como una especie de tranquilizadores racionales de un ser que se encuentra inserto en un “gran relato”, en donde cuenta con una conciencia propia que le permite la comprensión de su mundo.
En el caso de la novela Mercedes se evidencia claramente la presencia de ciertas concepciones ideológicas o culturales de una manera preponderante. El relato da cuenta de diversos sucesos reales, ocurridos en la municipalidad, documentados de manera posterior en diversas fuentes de historiadores sonsoneños2
2. Durante los extravíos históricos de la investigación, se traen al horizonte de lectura publicaciones de textos históricos municipales producto de la colección de autores sonsoneños del Centro de Historia San José de Ezpeleta de Sonsón. La publicación misma de la novela Mercedes es ya un producto de ella.
La referencialidad y representabilidad entendida como la facultad literaria de volver presente una situación olvidada o presentada de una manera distinta por medio de signos, palabras, e imágenes creando una nueva actualidad en la recepción de dicho objeto son ambas un par de elementos constitutivos que dictaminan ciertos paradigmas de creación; en el análisis debe intentar verse el juego de poderes entre la realidad y la ficción presentes en las construcciones de los poetas alarmados por las banalidades de su contexto, la valentía de sus hombres, o las condiciones políticas y sociales sobre las que dormitan. De esta manera, se entiende la obra como un cúmulo de experiencias y vivencias; leer la obra es leerse también a sí mismo, llenar los vacíos de sentidos puestos allí por parte del autor. La identidad es construida por medio de relatos disolutos, inconclusos, inelaborados, partidos del genio creador de un hombre que no puede desligarse de los contextos sociales e históricos de los que precede. Se parte aquí del paradigma del horizonte de conciencia y los horizontes de la autocomprensión, los vaivenes de la vida de un hombre de acción que retrata las costumbres de un pueblo sencillo, que deja de ser un simple espectador para decidirse a poner pluma de guerra, en una clase de alabanza y canto a sus raíces, a su idiosincrasia, una oda poética a las costumbres campesinas y la sencillez de los hombres de acción, mediatizado aquello en personajes que lindan entre los limites de la realidad y la invención: el más guapo guerrero de Aguadas, la gustadora descarada, el Antonio que va a encerrar cada día, y aquella Mercedes, venerada y encantadora que lo obliga a soltar su pluma de novelista para convertirse en su admirador.
La historia posee una función eminentemente social. Es allí en donde afinca su seno y donde es aceptada como un discurso oficial por una comunidad dialógica de comunicadores. El individuo moderno presta un privilegio a los rasgos concientes de su propia historicidad, entendiendo las opiniones como relativas y la tradición como un elemento transgresor que es necesario comprender bajo el interés de superación o de inquerimiento. Gadamer entiende la conciencia histórica como “el privilegio del hombre moderno de tener plenamente conciencia de la historicidad de todo presente y de la relatividad de todas las opiniones” (Gadamer 42) Existe una conciencia histórica particular del momento específico en el que habita un pueblo. Esta permanece inerte e inexplorada en los vaivenes propios de la cotidianidad, los modos de ser o actuar que configuran paulatinamente la idiosoncrasia de una comunidad, con sus potenciales particularidades y costumbres, caracteres distintivos hijos de un mundo que les ha precedido o de las nimiedades propias de su entorno. El individuo se comprende realizando un ejercicio de develamiento de las estructuras que le preceden o formalizan su experiencia
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habitual tanto con sus congéneros como con su contexto.
En el caso del objeto de estudio particular al que se está apelando en esta investigación, es decir, la novela Mercedes, se hace manifiesta la presencia de una nueva forma de habitar dentro de la propia conciencia histórica, no desde el lente objetivo del historiador, sino desde el horizonte del literato, del esteta y adulador de la belleza. No se cuentan los acontecimientos de manera aislada, sino que se entretejen tramos narrativos en donde se convergen los sedimentos de la historia con los sentimientos o emociones provocados por medio de la narrativa; en los personajes como primera medida, luego en el autor del relato, más allá en toda una comunidad de actores inocentes que intervienen de manera silenciosa en todo el proceso creativo que el hecho literario posee. El trabajo cultural de la literatura pone en evidencia la problemática respecto a los criterios de representabilidad y referencialidad del mundo, dados de manera estética en la obra literaria. Se da una visión del hecho literario desde su movilidad, entendido como un ente de categorización múltiple. Por otro lado, se deja claro que su validez no se agota solamente en una mímesis contemplativa de la realidad, sino que refleja las características individualizadoras del momento en el que se gesta, las estructuras de pensamiento que la mediatizan, en una sacralización de la palabra como una posibilidad dadora de vida, generadora de ocasos y acceso al mundo por medio de la imagen, aquella construida por uno, pero en la que interactúan una serie de entes externos que es importante valorar o reconocer.
II. El suicidio de Leopoldo y el Mono
El primer suicidio colectivo conocido y relatado en los textos históricos del municipio de Sonsón es el de un par de jóvenes que respondían al nombre de Nepomuceno Mejía y Leopoldo Domínguez, el segundo oriundo de Cartago, e hijo de don José María Domínguez y por la genealogía de su seno materno, emparentado con el expresidente de la república de Colombia, entre 1855-1857; Manuel María Mallarino. Estudiantes del primer colegio de educación secundaria del muncipio y bajo el comando del Dr. Alfredo Callón. Este suceso es atractivo dentro de la historia sonsoneña en tanto nunca se pudo dar claridad respecto a los móviles que llevaron a aquellos jovenes, mancebos y gallardos a cometer un acto tan réprobo y mal visto dentro de la comunidad, que tanta pesadumbre trajo no solamente para sus familias sino para la comarca. Aquellos se suicidaron en una casita del sitio el 2 de noviembre del año de 1885. 3
3. Estos sucesos son narrados de una manera más amplia y detallada en textos historiográficos como: Apuntes históricos sobre el municipio de Sonsón, El curato del Padre Sálazar y Sonsón en el siglo XX.
Se trae este suceso a colación en tanto que en la obra Marco Antonio brinda la claridad precisa respecto a los motivos que llevaron a Domínguez y Mejía al acto del suicidio, a saber: el amor no correspondido de una Mercedes puesta en una ventana como una muñeca de porcelana, custodiada por un dragón de venda roja que respondía al nombre de Antonio. Mediante un juego lúdico controlado el autor procede a cambiar el nombre de los siniestrados, a Nepomuceno lo apoda como “el mono” y a Leopoldo le conserva su nombre como una forma de hacer más verídica la referencia al hecho real que trae a colación en su narración. El autor dedica tres capítulos al relato de este suceso, el cual rellena con contenidos mentales que responderían de una u otra manera a diversas posibilidades interpretativas de resolución de un misterio, que ahora, cumplidos 162 años de su acaecimiento, aún permanece perenne en los libros de historia como una pregunta viva, que hace parte activa no sólo de los textos de historia sino que se ha convertido en un objeto vivo de la conciencia de todo un pueblo. Declara el autor respecto al suceso que pronto se contarán cien años de existencia del pueblo y que en su historia de un siglo no se menciona un hecho más odioso ni que más hondamente lo haya impresionado. A través de palabras y esteticismos el poeta deambula en un navío de metáforas temperamentales, carga la valija con pistolas que miran exánimes los cádaveres desfigurados de un par de jóvenes que se decía que partirían en un viaje para una ciudad lejana a la que algunos llamaban Bogotá, a la que nunca llegarían por un balazo desventurado. Leopoldo es un personaje cargado de los existencialismos propios de un sujeto fragmentado, que no logra ubicar su lugar en el mundo y que desea a toda costa llevarse a sus amigos de este valle de lágrimas al otro mundo desconocido.
- ¡Hombre! – dijo Leopoldo-; tengo que hacerte una propuesta: ¿quieres que nos matemos? - Matémonos –contestó el Mono, sin pensar en ello. - ¿De verás, te matas si yo me mato?
- ¿Cómo así?
- Claro hombre; ¡que nos suicidemos!. (Jaramillo 51)
De nuevo es puesto en tela de juicio el criterio propio de la representabilidad de la literatura, aquella sirve como un testimonio de un suceso histórico particular, asistiendo de este modo al concierto de la subjetividad estricta de un hombre de acción que expresa las tragedias de su pueblo de una manera abigarradamente estética. La experiencia dormita sobre los vaivenes de la existencia como estructura común entre los sujetos, cuyo criterio operante no es más que el lenguaje como una forma de ejercer el diálogo intersub-
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jetivo e intemporal entre el pasado y el presente.
Conclusiones
El espectro de la obra de arte se posa dentro de los horizontes de la comprensión como una apología a la existencia misma, a los contenidos vitales de todo un grupo de personas que intentan resolver los problemas de sus identidades fragmentadas mediante el recurso de la representabilidad y la auto-interpretación. La literatura trasciende los espacios simples de la vida, los límites de su sentido, posee la capacidad latente de recrear, retratar y revolucionar las estructuras esenciales de un grupo de personas que comparten toda una estructura común, a saber: su condición de ser humanos, de estar afectados y de buscar su identidad en un mundo lleno de fragilidades. En este punto se reconoce la labor del hecho literario como una manera de resguardar un poco de la existencia cambiante e intemporal de los sujetos, mediante el diálogo narrativo y poético en el que se coarta la propia existencia. Gadamer reconoce el arte como todo aquello con la capacidad de resguardar o salvar un poco de la existencia humana. La realidad propia de la obra de arte es para él un juego, una intercomunicación entre el sujeto que es jugado y la obra misma, cargada de intencionalidades. No se refiere con él a un simple estado de ánimo del que crea o disfruta, tampoco a la subjetividad propia, sino a la misma autenticación reafirmativa de la existencia que la obra posee, el juego es un elemento mediador de la existencia del lector y la referencia a sus horizontes de entendimiento en la obra de arte. (Gadamer 70).
Para concluir, y en este punto es una valoración un tanto personal; se hace notable la ausencia en la difusión de los textos propios de la región [no solamente sonsoneña, sino incluso antioqueña y colombiana] dentro de las instituciones de formación cultural y social, se considera que es necesario que aquellos salgan de los anaqueles viejos en las bibliotecas perdidas y comiencen a ser conocidos por las comunidades que de una u otra mera se ven representados a sí mismos dentro de estas obras literarias, la literatura se posa en los avatares de la existencia como una exhalación a sus identidades mismas, a sus poblaciones, a las Mercedes literarias y encantadoras que posadas en los paisajes montañosos y verdes ven caer el sol sobre sus trenzas desgreñadas que al paso del tiempo se ha vuelto cada vez más revueltas.
Referencias bibliográficas
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Alex Nichols Alzate Giraldo. Cursa Estudios Literarios y Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana. Integrante del grupo de estudio Subjetividades, adscrito al pregrado de Licenciatura en Filosofía y Letras de la misma universidad. Lideresa de proyectos de difusión de la literatura regional en la ciudad de Medellín, en convenio universitario con entidades como: Jardín Botánico “Joaquín Antonio Uribe”, Casa Cultural Casa Latina y Casa Museo OtraParte. Ha participado en foros estudiantiles de universidades de la ciudad de Medellín.
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