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La Metamorfosis,
El Otro Proceso De Ricardo Gaete
Por: riCArDo osPinA
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Hablar de escena física en general no es posible cuando nos encontramos con el otro proceso de Ricardo Gaete, actor, mimo contemporáneo y director; mucho menos si piensa que es instrumento de un cuerpo que se retuerce, deviene animal. Teatro corporal lo llama y no es nada obvio.
No lo podemos entender únicamente como cuerpo orgánico o anatómico, o como cuerpo depurado por el virtuosismo de una técnica. Ricardo no llega a ella como si se tratara de una función meramente consciente, más bien, responde a un estado de crispación, un impulso de la materia, de las fuerzas que lo desbordan como la energía de su propia intensidad; es la técnica la que llega al actor, a un cuerpo que muta, que se transfigura. El actor no la busca para aplicarla, por el contrario, la técnica dobla el cuerpo, lo fragmenta, como le sucede al pintor Bacon, en donde lo primordial es la disolución; entonces la línea quebrada o desvanecida pasa por su cuerpo y por su pincel.
Esto se prueba en La Metamorfosis de la compañía Escénafísica, una “apuesta en escena” del cuento, en la que las palabras también prolongan este cuerpo que muta -si seguimos la pista de Franz Kafka- y en particular de Gregor Samsa, en el que ni siquiera se basa, ni pretende adaptar, para atender a un llamado que proviene de su infancia: “los adultos leían La Metamorfosis de Kafka y el pequeño se aterraba y se estremecía oyendo hablar acerca del monstruoso insecto”, nos comenta Ricardo. Con Gregor Samsa sucede que aun sin leerlo, muchos saben ya de su alucinante transformación, y algunos bichos raros, a su vez, experimentan que su condición es muy semejante, porque se sienten atrapados en la prisión de los fines y de la producción, piensan que es preferible dejar de hacer, de servir a la usura, de ahí que en ellos grazne y repte el monstruo que todos quieren evitar.
Un catre que tiene vida propia, un cuerpo en fragmentos y su voz, las voces esporádicas de sus interlocutores, la voz narrativa que no es únicamente la del narrador del cuento, sino también las palabras de la autobiografía de Kafka descomponen en vez de componer esta polifonía corporal.
Si recordamos a Elías Canetti existe el otro proceso de Kafka, agenciado por los poderes establecidos que exprimen a quienes escapan a su identidad civil, pero que también dejan surgir al animal, al primate, al otro inatrapable, capaz de mutación, que pone en crisis un mundo que no quiere cambiar.
El título original del cuento Die Verwandlung significa ´transformación´, la de quien se retuerce en su línea de fuga hasta quedar despojado. Dos experiencias más se suman al otro proceso de montaje y a la línea de fuga de la mutación de este personaje que paradójicamente ya no es una persona: la primera, el deseo de Kafka de no representarlo.
Kafka no quería una cucaracha o un coleóptero en el diseño de la portada del libro, lo que la mayoría ignoró y que terminó por volverse un lugar común; para Kafka, la puerta entreabierta y la oscuridad eran suficientes. La segunda, los dibujos del propio Kafka, en donde el cuerpo se desloma, se retuerce, se quiebra. Tanto el deshacimiento del personaje que deviene bicho como los trazos del mismo Kafka dibujante es lo que Ricardo Gaete deja ver y sentir con el cuerpo exprimido, un estado de crispación en el que el mimo contemporáneo muta como una salida animal ante la inhumanidad del poder.