Esta amenaza puede volverse realidad si continuamos aplicando el mismo modelo técnico-económico simplista, agotador e irrespetuoso, sobre los limitados recursos y los delicados sistemas de funcionamiento del planeta, y si seguimos practicando los insostenibles sistemas de vida que impone la sociedad de consumo globalizada. Actualmente, el debate se centra en encontrar el punto justo para que las estrategias de control, como la vacunación, la cuarentena, la distancia social, la desinfección y la higiene personal, sean efectivas y simultáneamente sea posible reactivar las actividades para mantener funcionando las economías de los países y aminorar las consecuencias sociales de la crisis. Lo fundamental es comprender que volver a “la normalidad” anterior es poco probable y muy poco deseable. Esa normalidad implica un sentido de estabilidad y de seguridad que no será fácil de encontrar en los tiempos de la poscovid-19, cuyas fuerzas dominantes son la incertidumbre y el azar. Es necesario tener claro que esta pandemia es, precisamente, un producto de la normalidad que la antecedió. Adicionalmente a la consolidación de la crisis ambiental y a la llegada de la pandemia, con el siglo XXI el mundo entró en un periodo de inquietud social y desencanto generalizado, originado en la pérdida de valores, el deterioro y la ineficacia de los sistemas políticos y el fracaso de los modelos económicos para reducir la desigualdad y ampliar las oportunidades. Este estado de crispación social y violencia se presentó en muchos países con diferentes sistemas políticos, lo que, al sumarse a la crisis ambiental, adquirió una dimensión sistémica y creó una situación tan multivariada y compleja que algunos la han denominado como una crisis civilizatoria. Larga es la lista de los cambios y de los problemas que hemos causado al planeta con nuestras ideas y nuestras acciones —muchos de ellos irreversibles—. Con ellos hemos degradado su potencial de generación de bienes y servicios ambientales indispensables para sustentar la vida y las actividades humanas y el delicado funcionamiento de los sistemas y equilibrios planetarios, lo que pone en riesgo la calidad de vida y las posibilidades de progreso. A pesar de los terribles efectos que la pandemia ha traído sobre la salud y la calidad de vida de la población, que de alguna manera han anticipado los efectos negativos del Antropoceno, y que se prolongarán al menos por algunos años, su presencia puede aprovecharse para iniciar los procesos de cambio del insostenible modelo técnico-económico vigente y de sus sistemas de vida agotadores y engañosos, para estimular las transformaciones culturales, sociales y tecnológicas que hagan posible aprovechar en beneficio de todos las ventajas del Antropoceno.
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