3 minute read
D.ª Pino Rodríguez Jorge
Pino Rodríguez Jorge (limpiadora, ama de casa y sanitaria).
Advertisement
Nació en San Andrés, el 17 de diciembre de 1935, en donde vivió hasta los once años. Su padre, Manuel, era pastor de vacas en una finca y su madre, Ángela, trabajaba en las plataneras. Después se trasladaron a la finca de Los Cabreras en La Hoya Alta (Cardones). La familia tenía siete hijos. De pequeña acudió, en pocas ocasiones, a las clases de la señorita Cianita. Aunque, a los doce años, dejaba la educación para ir a trabajar en las plantaciones de tomate de D. José Fariñas. Luego, estuvo en los cultivos de la cochinilla en los terrenos de Mariscalete (costa de Arucas).
A los catorce años, comenzó de sirvienta en la casa de D. ª Felipa y D. Antonio, junto al resto del servicio. En ella aprendió a cocinar, a limpiar, a coser y muchas más tareas. Su jornada laboral iba desde el lunes hasta el domingo por la mañana, por la tarde regresaba a casa. Cobraba unas veinte pesetas al mes, durante los siete u ocho años que estuvo de sirvienta.
Salió de trabajar a los 17 años para casarse porque conoció a su novio, Juan Padrón, pero como “Pino no quería casarse sin la escalera” que subiera a la azotea, se demoró el tema. Un día se enteró de que venía, por primera vez (1956-57), un médico a Cardones y que buscaba asistenta. Era D. Camilo Berrocal que llegó con su toda su familia para alojarse en una vivienda en el Lomo. Allí mismo tenía la consulta particular pero la oficial estaba cerca del parque Moisés Pérez. Entró a trabajar en la casa, pero como le gustaba todo lo relacionado con las curas, empezó a frecuentar la consulta para interesarse por los pacientes. El médico, que estaba sin ayudante, le propuso que lo acompañara a los partos. Fue, en dos ocasiones, y llegó a atender a las parturientas, e incluso, “llegaba a cortar el ombligo y todo eso”. Luego, pasó a trabajar en la consulta.
Así estuvo un tiempo hasta que se casó en 1959, llegando a tener cuatro hijos, dos hembras y dos varones. Los tres primeros en casa con Lolita, la partera de la zona de la Montaña. El último lo tuvo en el Centro de Maternidad de Arucas. Mientras, como ella dice: “mis hijos fueron creciendo y yo criándolos y, en ese criadero, me dediqué a coser para la calle”, con una máquina Singer que compró a plazos. Le traían ropa en talegas grandes de varios sitios, incluso desde Guanarteme y, además, la lavaba en la acequia o en la pileta y la entregaba cosida y planchada. Su hija mayor, María de los Ángeles, recuerda que por una talega llena de ropa su madre llegó a cobrar 1.000 pesetas, poco dinero para el número de piezas. Sin embargo, teniendo en cuenta que su padre como pastor ganaba unas 250 pesetas a la semana era una cifra importante. Al tiempo, de forma puntual, limpiaba en algunas casas. A finales de los años sesenta del siglo XX, construyeron una granja de tres plantas en un solar situado por encima de su casa. Los huevos de gallina los vendían a un muchacho de Tenoya que los recogía para distribuirlos por diferentes lugares. También vendían los conejos, además de utilizarlos para el consumo familiar.
Después el dueño del comercio, D. Antonio González, la llamó para que atendiera la casa familiar. Trabajaba limpiando, pero cuando acababa de faenar pasaba algún tiempo viendo despachar. D. Antonio, al ver que tenía dotes para tratar con la gente, le sugiere que si buscaba una sirvienta para su casa podría trabajar con él. No se lo pensó dos veces y estuvo en la tienda durante diez años, mañana y tarde, gracias al apoyo de su hija mayor, D.ª María de los Ángeles, que se encargó, ya con once años, de cuidar del resto de los hermanos. Hacia 1974-1975 se enteró de que estaban buscando gente para limpiar los colegios -había un total aproximado de cinco locales dispersos más la unitaria-, así que volvió a cambiar de actividad. El AMPA del Centro, a través de los directores, fueron normalizando el tema de la limpieza, porque, hasta ese momento, el profesorado, junto a