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8. ACCESORIOS Nu evos PARA LOS EDIFICIOS Antigu os Mauricio Moyssén Chávez
ACCESORIOS
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Nu evos PARA LOS EDIFICIOS Mau ricio Moyssén Ch áv ez
Antigu os
Hoy en día, el centro de la labor del Diseñador Industrial en la configuración de los productos de uso diario es el usuario, el ser humano que va a utilizar el objeto y que va a ver afectados su propio ambiente, su conducta, sus acciones, su comodidad y hasta su seguridad por las características de apariencia, funcionamiento y eficiencia de ese conjunto de objetos con los que extiende, facilita y sustituye sus actividades y sin los que no satisfacería siquiera sus necesidades básicas.
En la sociedad contemporánea, en que esos objetos son, además de agentes culturales, producto y motor de la actividad económica que domina todas las acciones y relaciones humanas, el Diseñador Industrial busca la satisfacción no sólo de los requerimientos de funcionamiento y producción de tales artefactos, sino que se preocupa especialmente por lo que en el lenguaje profesional se llaman "factores humanos", tanto físicos de confort, eficiencia y seguridad, como anímicos, de apariencia, de impacto psicológico y de significados simbólicos.
La tecnología ha alcanzado un punto en el que cada vez es más sencillo transformar los materiales más diversos con menor gasto físico y energético, en una relación de costo-beneficio que determina no sólo la eficiencia de la fabricación, sino los márgenes de ganancia para quien los produce. La función básica de los objetos de uso cotidiano fabricados en serie está también resuelta en lo fundamenteal y los controles de calidad garantizan un servicio eficiente y constante en los aparatos más sofisticados. Por ello, la cuestión básica de un objeto industrial, su funcionamiento, aparece cada vez más como un aspecto resuelto en lo general y se ha convertido en condición fundamental, sin la que el objeto pierde su razón de ser.
Las preocupaciones actuales giran más, por tanto, en torno a formas más eficientes de producción (es decir, a una relación donde los costos de insumos y procesos de fabricación disminuyan y la calidad de los servicios que ofrecen los objetos aumente), así como a reducir el daño al medio ambiente de los productos durante su fabricación, su uso y su disposición final cuando han cumplido con su ciclo de vida.
Además de este reto, el Diseñador Industrial se distingue porque centra su labor en la configuración de objetos cuyo uso se le facilite a las personas, que reduzca su cansancio aún después de largos períodos de uso repetido y, por supuesto, que no represente un riesgo para su salud o para su integridad física. Esta relación entre el producto y su usuario es lo que define la calidad ergonómica del bien en cuestión.
Junto con los aspectos de ergonomía aplicada adecuadamente, el segundo punto que caracteriza la labor del Diseñador Industrial es el cuidado con que maneja los aspectos de percepción, atención e impactos psicológicos y sociológicos. Más allá de la mera percepción de la presencia del objeto, es importante considerar los procesos que se ponen en marcha a partir de esta percepción: en lo indivi
dual, interesa que el objeto cuente con la atención mínima del observador para que sea identificado, pero también para que transmita una serie de mensajes que pueden ser más o menos importantes según el objeto (una señal de tránsito contra un lápiz, por ejemplo). Una vez que ha sido captado (de forma visual, auditiva o táctil), el artefacto percibido dispara en el cerebro mecanismos de memoria que hacen que se le identifique con experiencias anteriores y objetos iguales o semejantes del pasado, generando una serie de respuestas que pueden ir desde el rechazo hasta el reconocimiento (o la intuición) de cómo se le utiliza o el deseo de poseerlo.
Cuando existen estos deseos de poseer un objeto, nos acercamos al terreno de lo social, pues esas pulsiones están determinadas, cada vez más, por el papel que los artefactos juegan en la identificación de estatus económico, grado de integración social o de pertenencia a distintos grupos por actividades, ideología, convicciones, edad, raza, género, etc.. En efecto, en la sociedad globalizada de nuestra época, el carácter distintivo de los objetos juega un papel que tiene que ver con movimientos de moda y costumbres pero, también y de manera fundamental, con el beneficio que obtiene la industria de tales deseos de posesión de los productos, pues ello garantizará el desarrollo de las empresas y, a través de ellas, y los empleos que genere, de la economía en su conjunto.
Tradicionalmente se han atendido las necesidades humanas físicas y estéticas para una población promedio cuyas características corporales y de percepción se han considerado estándar, y sólo hasta épocas recientes se ha profundizado en el estudio de las características particulares de diversos tipos de usuarios que se alejan de esos estándares: desde los zurdos hasta las personas de muy baja o muy alta estatura y, especialemtne, de las personas con algún tipo de discapacidad, ya sea temporal o permanente: personas inmovilizadas en distintos grados, ciegos y débiles visuales, sordos y débiles auditivos, lo mismo que mujeres embarazadas, accidentados en proceso de rehabilitación con auxiliares mecánicos, hasta aquéllos que sufren de procesos corporales degenerativos, ya sea por edad o por enfermedad: distrofia muscular o artritis, por ejemplo. Estas consideraciones de inclusión, acompañadas de las leyes y reglamentaciones del caso, (fundamentalmente la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que México signó y ratificó en 2007 1 pero también en la legislación y reglamentación federales y locales que se han aprobado desde el año 2000) y apoyadas en las más recientes investigaciones y los últimos avances tecnológicos, son parte fundamental de la construcción de ambientes accesibles para un número cada vez mayor de personas, en los que prácticamente cualquier individuo pueda moverse libre e independientemente, sin importar su edad o su capacidad física o intelectual. Es de esperar que en un futuro cercano la consideración de estos aspectos se sume a la función, la producción, la estética, la sustentabilidad ambiental y económica, como uno más de los factores intrínsecos de diseño que entran en juego para poder hablar de edificios o productos funcionales, eficientes, sustentables, bellos y… accesibles.
Ya se ha dicho que el contexto dentro del que se da esta nueva realidad ambiental y objetual es producto de los avances sociales de los últimos tiempos, en que el hombre ha pasado a ocupar el papel central de toda actividad humana, más allá de ideologías o beneficios económicos o políticos. Si un producto no cuenta con los atributos ya señalados, no cumplirá con su función económica, política o ideológica, pues será rechazado por el usuario al que está dirigido. Paradójicamente si se quiere, en una época en que el mercado aparece como eje de toda actividad humana, este enfoque humanista, incluyente, caracterizará el mundo material del futuro próximo y se expresará en ambientes, edificios, objetos e imágenes cada vez más conscientes de la diversidad de usuarios potenciales y contribuirá a establecer la diferencia entre objetos exitosos y sobresalientes socialmente, pero también en ese mercado económico sin fronteras.
No era el mismo contexto, desde luego, cuando se construyeron los edificios que nos ocupan en este ejercicio. El virreinato mexicano, levantado por los conquistadores sobre las ruinas del territorio mesoamericano, se caracterizó por una segmentación social muy marcada, que se expresaba no sólo en la vida cotidiana, sino también en el acceso, tanto económico como físico, a ciertos bienes y espacios. Los
Pero la arquitectura nunca ha caminado sola y para los edificios, al igual que ahora, se hacían necesarios aditamentos y accesorios, así como herramientas para levantar las estructuras y adornar las fachadas e interiores. Mucho de lo que hoy se reconoce como elementos de especial belleza y que ha comprobado la durabilidad de su manufactura, fue hecho por esas manos indígenas que en algunos casos de
jaron también su impronta estilística y cultural en fachadas, puertas y muros. De Nueva España eran ya las primeras cadenas y los primeros candados que se usaron para cerrar las puertas también fabricadas aquí, lo mismo que la ventanería o los pisos. Siguiendo los modelos europeos, los españoles diseñaban los edificios y sus detalles, encargando a los indígenas su ejecución en los más diversos materiales. Muchos de ellos habían conseguido el grado de maestro en sus respectivas áreas, de acuerdo con las ordenanzas reales, lo que significaba que la calidad de su trabajo se reconocía al nivel de la española. Ejemplos de ello los podemos ver en los pisos de madera de edificos como el Palacio de la Autonomía o la Antigua Escuela de Economía, pero también en las baldosas de esta última o en los azulejos del Museo de la Luz o del propio españoles aprovecharon en gran medida el estado de las cosas: las trazas urbanas de las ciudades importantes se mantuvieron y se aprovecharon para, a su derredor, levantar nuevos edificios, templos y palacios con los materiales obtenidos de las demoliciones de las viejas construcciones, según los usos y las tradiciones simbólicas europeos. Pero simultáneamente, para los españoles era importante llevar una vida lo más semejante posible a la que se llevaba en Europa, con los satisfactores y servicios a que estaban acostumbrados o a los que aspiraban. Al principio se importaron muchos bienes, pero la importación era un proceso largo, caro y sujeto a diversos riesgos en el camino, por lo que no pasó mucho tiempo para que se empezaran a encomendar trabajos a los indígenas que, además de estar obligados a las faenas físicas, representaban una mayoría poblacional utilizable que poseía una enorme calidad de mano de obra organizada, como la medieval que trajeron los conquistadores, en gremios de los más variados tipos. Esa mano de obra, muy barata además, aplicada a la construcción de objetos y edificios según el gusto y las instrucciones de los capataces españoles, daría forma a una nueva estética y a una tecnología adaptada, propias y características de los territorios ocupados. Los libreros del ex-templo de San Agustín son una excelente muestra de integración de su estilo con el del inmueble.
Pisos como los la Antigua Escuela de Economía muestran la alta calidad de manufactura alcanzada por los maestros novohispanos
Palacio de la Autonomía. Lo que es más raro encontrar, sin embargo, son elementos accesorios como cerraduras o grifería, pues han sido sustituidos con el paso de los años. Encontramos, sin embargo y aunque desmontados, candeleros de gran tamaño en el templo de San Agustín que seguramente serán sustituidos cuando se de otro uso al edificio. Por cierto, dichos candeleros fueron modificados
Los candeleros del ex-templo de San Agustín, adornados y con el escudo de la orden, deberán ser sustituidos en función de los requerimientos actuales.
para aceptar focos cuando se dispuso de corriente eléctrica, de una manera elegante y discreta que no modifica su apariencia.
Los que no se hace necesario sustituir, por su buena factura y que se consideran parte intrínseca de los edificios, son los barandales que encontramos en todos los casos y que dan testimonio de la alta calidad en los procesos de transformación de la madera y el metal en productos útiles y duraderos y que, al ser parte importante de la apariencia de fachadas interiores y exteriores, reflejan también las diversas corrientes estilísticas de cada época. Estos elementos accesorios, como el resto de las construcciones, no sólo tenían un valor utilitario, sino que se constituyen como parte fundamental de la identificación estilística de los edificios.
En estos elementos que han sobrevivido al tiempo y a las modificaciones y restauraciones de los edificios es difícil apreciar, por lo demás, un criterio de atención al usuario según entendemos hoy la génesis de los objetos: las puertas solían ser muy pesadas, atendiendo más a su función aislante o de separación tajante de espacios que
Las pesadas puertas y los herrajes de la Casa de los Mascarones, como las de los demás edificios virreinales, eran construidos por manos novohispanas, siguiendo los cánones españoles en cuanto a función, estilo y fabricación.
al hecho de que alguien debía moverlas eventualmente; las ventanas son con frecuencia muy altas y su operación requiere también de un gran esfuerzo, por no hablar de la ubicación de la mayoría de los barandales en escaleras lejos del espacio lógico de circulación (hacia afuera de su desarrollo) y su tamaño, que los hace imposibles de asir para cualquier persona.
Es cierto que en esos años no se contaba con la información disponible actualmente, pero más cierto es que tampoco existía una preocupación por el usuario. Hay que referirse una vez más al contexto social de los edificios para recordar que, sobre todo los que se dedicaban al culto o pertenecían a grandes personajes, respondían a la intención de marcar la riqueza de sus dueños o habitantes y la pompa propia de la época. El diseño de todo el recinto y, en consecuencia también de sus accesorios y de su mobiliario, estaba supeditado a esta intención, mucho más allá de consideraciones utilitarias. Existe inclusive lo
que se puede considerar como intención negativa de uso cuando se trata de áreas a las que intencionalmente se restringía el acceso, lo que se lograba con barreras físicas dentro de los inmuebles, o en áreas de servicio a las que sólo tenía acceso la servidumbre y por tanto no se le daba mayor importancia en cuanto a comodidad o seguridad.
Conviene recordar que si hoy, siglos después, apenas se están haciendo esfuerzos conscientes y conjuntos para normalizar la construcción de edificios y la fabricación de productos para que la mayor parte de las personas puedan hacer uso de ellos, el punto de vista de esas épocas se alejaba mucho de los ideales humanistas y sociales que han ido creciendo con el tiempo. El centro entonces no era el ser humano común, sino la divinidad primero y los grupos privilegiados de la sociedad, los españoles y sus herederos y la aristocracia después. La intención era también marcar físicamente la estricta división de clases sociales que caracterizó al virreinato novohispano.
Por lo demás, al haberse modificado los edificios conforme evolucionaba la sociedad y sus necesidades, se debieron alterar o sustituir los elementos accesorios a las construcciones originales. Al cambiar la vocación de un inmueble con frecuencia se alteran sus espacios y se introducen nuevos elementos constructivos y accesorios que responden también a su época y a los nuevos usos para los que se destinan. Esto determina la imagen y la eficiencia de estos espacios a través del tiempo y cuestiona la pertinencia de hacer modificaciones que afecten de manera importante la
Aún en casos de adaptaciones eficientes, no se consideran las necesidades de usuarios vulnerables como niños, ciegos o personas en silla de ruedas, que difícilmente alcanzarán los despachadores de jabón o de papel.
esencia de los recintos. Es loable, por ejemplo, el esfuerzo que se ha hecho con las instalaciones sanitarias de la mayoría de los edificios que, por representar un contacto directo con los usuarios actuales, han sido modificados dignamente, aún a pesar de los problemas de accesibilidad que, como se verá en el análisis correspondiente, se llegan a presentar.
No siempre sucede así: abundan los casos en que, conforme se hahecho necesario se han añadido líneas de conducción eléctrica o contactos, siempre aparentes, que no sólo dan un aspecto desagradable y desordenado a los edificios sino que, muy frecuentemente, se convierten en factor de riesgo para el inmueble en sí y para las personas que trabajan en ellos o las que los visitan. Otro tanto sucede en ocasiones con el mobiliario que se adhiere o coloca en los inmuebles, que se convierte en un verdadero obstáculo, también en ocasiones riesgoso, para los visitantes con alguna discapacidad.
En otras ocasiones se han modificado los baños para hacerlos más eficientes en su funcionamiento y, algunas veces, inclusive cuentan con espacios destinados para las personas con discapacidad motriz, pero estas mismas personas, si llegan en silla de ruedas, muchas veces no encuentran el espacio suficiente para que quepa la silla debajo de los lavabos y por tanto tienen más o menos dificultades para alcanzar los grifos, los lavabos o jaboneras y secadores de manos.
La cuestión se agrava cuando la persona no puede ver o tiene visión reducida, pues no hay accesorios que le indiquen dónde se ubican los mingitorios o los WC y se ven obligados a palpar todo el espacio alrededor para orientarse, situación que se repite cuando quieren enjabonarse, lavarse o secarse las manos.
Aún a la hora de colocar accesorios como tapetes, bebederos, botes de basura, extinguidores, teléfonos o señales, se debe considerar el efecto que tendrán en la libre circulación para cualquier persona, ya sea que camine libremente o que se vea en la necesidad de utilizar un auxiliar para desplazarse, ya sea porque no ve o no tiene movilidad motriz, combinándola con elementos visuales que adviertan a las personas con discapacidad auditiva de advertencias o avisos importantes.
Por ello es necesario insistir en que los objetos que se integran actualmente a los edificios del patrimonio histórico para cumplir con sus nuevas funciones, tienen, en la accesibilidad plena otro factor más a considerar, además de los que se describieron al principio de este capítulo: el respeto a la estructura, pero también a la estética de los edificios, ya sea que posean el mismo estilo de la época en que éstos fueron construidos, o con otro que contraste fuertemente y ponga en evidencia la actualidad armónica de los nuevos elementos.
Lo que es indispensable al hacer estas modificaciones es proyectar de manera integral, esto es, tener en cuenta todos los elementos básicos que conforman un buen diseño, uno que sea eficiente en su funcionamiento, la seguridad y comodidad de los usuarios, susceptible de ser producido eficiente y responsablemente, económico en su fabricación y uso y, sobre todo, que contribuya a mejorar los espacios en los que se inserte, tanto en su funcionamiento como en su apariencia, siempre con el usuario, quienquiera que éste sea, en el centro de su realización.
En el Museo de la Luz se tuvieron que hacer modificaciones a los espacios limitados que evitaban cualquier consideración a las personas con discapacidad.