No hablamos apocalípticamente, aunque pueda aparecer, a veces como metáfora, la figura del apocalipsis, como fondo imaginario, para ilustrar; tampoco hablamos como la decadencia de occidente, como lo hacía en tono apocalíptico y profético Oswald Spengler, en su conocido libro La decadencia de occidente; bosquejo de una morfología de la historia universal . No estimamos, a la manera marxista, el hundimiento en sus contradicciones del modo de producción capitalista, como resultado de la dialéctica de la historia; sino, que consideramos que tanto el sistema-mundo capitalista como su derrumbe solo se dan y pueden darse por la proliferante práctica, plural, local, social, colectiva, grupal e individual, de las fuerzas sociales, atrapadas en las mallas institucionales; en el segundo caso, del derrumbe, en contraste, por la liberación de la potencia social.