Libro diversidades

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DIVERSIDADES SEXO/GENERO/SEXUALIDAD

Rosario Aquím Chávez

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INDICE Presentación

Artículos Cuerpo y poder……………………………………………………………………. Scientia Sexualis o Ciencia de la sexualidad…………………………………. Sexo y clase social………………………………………………………………. “Hay que dinamitar el sexo”…………………………………………………….. El racismo y sus articulaciones………………………………………………… El patriarcado, condición de posibilidad de la colonialidad de género…….. Patología del poder patriarcal: el comercio de cuerpos……………………... Grotezco ejercicio del poder patriarcal………………………………………… Dioses en la tierra: el derecho soberano a dar la muerte…………………… La sociedad: asesino colectivo………………………………………………… El feminicidio es genocidio……………………………………………………… El gobierno del miedo…………………………………………………………… Agujero negro de seres que sobran…………………………………………… ¿Qué es lo Queer?.................................................................................... Queeridad…………………………………………………………………………. Naturalización de la sexualidad………………………………………………… Nace bebé intersexuado en El Alto: Por el derecho a Ser………………….. Intersexualidad: Breve recorrido histórico de un cuerpo mutilado y silenciado………………………………………………………………………. La expresión de los géneros múltiples………………………………………… El desafío de ajustar el cuerpo a la mente……………………………………. Entre la costumbre y el sufrimiento……………………………………………. Travestismo: Adán se transforma en Eva…………………………………….. Locus de enunciación Gay……………………………………………………… Presencia lésbica en la historia………………………………………………… Locus de enunciación lésbico………………………………………………….. Cuerpos clandestinos…………………………………………………………… Mitos hacia lo gay y lo lésbico…………………………………………………. Servidumbre de patíbulo: justicia para Vicky………………………………… Entre la repugnancia y la indignación………………………………………… Violencia y discriminación……………………………………………………… Algunas características de la subjetividad sadomasoquista……………….. Recursos sadomasoquistas…………………………………………………… La “perversión” sadomasoquista………………………………………………. La voluntad de saber…………………………………………………………… Slavoj Zizek: Homosexualidad y etnicidad…………………………………… Dios ha muerto…………………………………………………………………… Animalidad y poesía…………………………………………………………….. Género y sexualidad…………………………………………………………….. El problema de la diferencia sexual…………………………………………… 3


El sujeto performativo………………………………………………………… La trampa de la identidad……………………………………………………. Devenir mujeres………………………………………………………………. Maria Lugones………………………………………………………………… María Lugones: colonialidad y género……………………………………… Anzaldúa: mestizaje y frontera……………………………………………… ¿Quién es Beatriz Preciado?................................................................. “Al hombre sin nombre, la mujer eterna”… La intuición feminista de Yolanda Bedregal………………………………..

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El cuerpo como acontecimiento Raúl Prada Alcoreza

Comentario al libro de Rosario Aquim Chávez Diversidades sexo/genero/sexualidad

El cuerpo es vida, es decir, memoria sensible, potencia, creatividad y devenir. No hay mundo ni universo sin el cuerpo. El cuerpo es la conexión con el tejido espacio-temporal, curvado por los campos gravitatorios, pero también por la densidad de las pasiones. Nadie sabe lo que puede el cuerpo, decía Baruch Spinoza; menos sabe la institucionalidad estatal. Lo que hace el Estado, como institución imaginaria de la sociedad y materialidad de la malla institucional, es poner en evidencia su temor al cuerpo, al espesor desconocido del cuerpo, a sus devenires, a sus capacidades creativas, a sus flujos de fuga, a sus acciones alterativas. Por eso, sus diagramas de poder para marcarlo, para inscribir en su piel la historia política, para sembrar en su carne subjetividades domesticadas, dóciles, subalternadas. Para sembrar sujetos disciplinados, después, debido al desborde de las resistencias, sujetos 5


controlados, a pesar de las concesiones y aparentes flexibilizaciones del poder. La tesis de Rosario Aquim Chávez es que el cuerpo es la antípoda del Estado. El Estado lo toma como objeto de poder; es decir, como enemigo. Algo que hay que civilizar; el camino de la civilización es la normatización. Entonces, en el imaginario estatal el cuerpo es lo salvaje; algo que se aproxima a la animalidad, si no es, mas bien, al mal, desde una perspectiva religiosa. En la modernidad, “ideología” cultural caracterizada por el proyecto de dominación de la naturaleza, el cuerpo, que es asimilado a la naturaleza, es la materia que se tiene que dominar. Sobre esta premisa, Rosario Aquim construye su crítica demoledora al patriarcado, que no sería sólo el Estado patriarcal, sino la genealogía misma del patriarcado, las estructuras históricas del patriarcado, las múltiples formas institucionalizadas e internalizadas del patriarcado. Por lo tanto, el patriarcado como substrato trans-histórico de las dominaciones históricas, de las dominaciones diferenciadas en los recorridos de la geografía política. ¿Cuándo comienza el patriarcado? Es algo que no se puede responder a ciencia cierta. ¿Es en la modernidad, como sugieren algunas teóricas del feminismo radical? ¿Es anterior a la modernidad? Desde este punto de vista, lo que habría hecho la modernidad es re-funcionalizar esta herencia con pretensiones absolutas. ¿Responder a esta pregunta es algo urgente? Sólo lo puede hacer la investigación histórica, minuciosa, detallada y profunda. Para Rosario Aquim, sea de una forma o de otra, lo que queda claro es que los diagramas de poder patriarcales sostienen las dominaciones históricas, sobre todo sostienen la colonización de los cuerpos; en consecuencia, la colonialidad de los cuerpos. Sostienen el sistema-mundo capitalista; es decir, la economía política generalizada. La segunda tesis de Rosario Aquim es que sobre el substrato inicial de violencias sobre el cuerpo, que es el patriarcado, en sus distintas formas originarias, emergen las dominaciones sociales, las dominaciones sobre las sociedades, comunidades, territorialidades, que son otros cuerpos; emerge el poder histórico, sobre la base del poder pre-histórico, si se puede hablar así, por lo menos ilustrativamente; emerge también sobre la base del poder tran-histórico. En otras palabras, sobre la base de la transversalidad de dominación institucional sobre el cuerpo. El 6


colonialismo y la colonialidad no se explican sino, en última instancia, por la dominación de los cuerpos. El capitalismo no se explica sino sobre la dominación sobre los cuerpos. La tercera tesis de Rosario Aquim es que el cuerpo es devenir, es campo y espesor de posibilidades; no se restringe a categorías, clasificaciones y taxonomías impuestas. El cuerpo no es género; al contrario, el cuerpo es transformación constante. El género es impuesto institucionalmente, es la marca institucional, sobre todo eficazmente impresa de manera masiva y homogeneizante durante la modernidad. El capitalismo requiere, como condición de posibilidad del modo de producción, la diferenciación de géneros, de roles, distinguiendo claramente hombre de mujer. Atribuyéndoles a ambos papeles diferenciados en la división sexual del trabajo; el trabajo productivo para el hombre, el trabajo improductivo para la mujer, encargada de la reproducción. Aunque después la mujer se incorpora como ciudadana, después de resistencias y luchas, conquistas de derechos, aunque después se incorpora al trabajo, lo hace en condición de hombre disminuido; es decir, mujer que ocupa los lugares y efectúa los roles asignados al hombre. La mujer no deja de ser mujer y el hombre no deja de ser hombre. Esta tesis es importante en lo que respecta a la defensa del cuerpo como devenir, como transformación, como invención constante, como apertura a la experiencia en sus distintos recorridos, en sus variadas sexualidades; es decir, placer y goce lúdico y estético del cuerpo.

A partir de estas tres tesis Rosario Aquim realiza la crítica a las instituciones, al Estado patriarcal y colonial, a las “ideologías”, incluso si estas tienen pretensión “revolucionaria”; empero, todavía afincadas en el sustrato patriarcal. Efectúa la crítica a las violencias múltiples contra el cuerpo, violencias descarnadas, violencias encubiertas, violencias simbólicas. Encuentra las claves de estas violencias en la dominación masculina, dominación realizada incluso contra los “hombres” subalternizados; en realidad, feminizados a partir del paradigma móvil patriarcal. A partir del reconocimiento del macho entre los machos, el jefe, el caudillo, el rico.

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No es una sorpresa el asistir a un crecimiento exponencial de feminicidios; aquí se plasma la elocuencia del miedo al cuerpo, del miedo a la mujer, del miedo a la libertad. A pesar de haber diferenciado hombre de mujer, de haber institucionalizado el género, la mujer todavía es sospechosa de no haber sido del todo domesticada, del todo disciplinada, del todo moldeada y controlada; hay como un exceso de cuerpo, un excedente incontrolable, que se desborda, que atenta contra las normas. Esta sospecha no sólo es institucional, sino es “ideológica”; es decir, imaginaria; se encuentra en el celo masculino, desperdigada en la desconfianza, incluso en el acoso y en el asedio. Por eso la proliferación de las violaciones. Y si se hace inaccesible la mujer, la opción es el asesinato. La misma violencia repercute en las otras formas de sexualidad y de subjetividad, en los otros “géneros”, por así decirlo. Con más saña, puesto que son considerados perversos y anormales.

La cuarta tesis es que los diagramas de poder ahora son articulados por el diagrama de poder del control. Diagrama que no responde a la continuidad de las cartografías disciplinarias, sino, mas bien, a formas flexibles, liberadas de encierros, tolerantes, incluso promotoras de fluidez, que, sin embargo, logran mejor captura de las fuerzas y de los cuerpos, mediante el control de las mentes, tal como propone Lazzarato. Según Lazzarato es el público el que ahora es el sujeto del poder. En los diagramas disciplinarios los sujetos constituidos por las cartografías de poder son el delincuente, en relación a la arquitectura de la cárcel, el obrero, en relación al taller de la fábrica, el soldado en relación al cuartel, el estudiante en relación a la escuela, y así sucesivamente, dependiendo de la institución de encierro. El diagrama o los diagramas del control no son instituciones de encierro; son espacios abiertos, difusos, donde se mueven abiertamente poblaciones, que habitan territorios conectados, incluso yuxtapuestos en densidades urbanas. El diagrama de control tiene como dispositivos a los medios masivos de comunicación, también a las tecnologías virtuales.

La quinta hipótesis tiene que ver con la re-significación de lo queer. Hay en la polisemia del término toda una arqueología, que viene desde el sentido de bizarro, hasta el sentido de trans, pasando por las 8


connotaciones de gay, sobre todo usados, en principio, como descalificaciones, asumidas después como autoafirmaciones identitarias, a excepción del sentido contemporáneo de queer, que se opone a toda identidad. Rosario Aquim asume esta perspectiva, la del devenir, la de suspensión de las identidades, que son, en realidad, codificaciones institucionales.

A parir de estas dos hipótesis, apoyadas por las anteriores, Rosario Aquim, emprende la crítica a los feminismos, incluso los radicales y decoloniales. Desde su perspectiva queer, observa que al aceptar las identidades institucionales, incluso en el caso de autodeterminación, a pesar de las reivindicaciones asumidas, se termina reproduciendo los perfiles modelados por las dominaciones patriarcales. El feminismo, a pesar de reivindicar los derechos de las mujeres, termina reproduciendo la diferenciación de género, que es la base operativa de la economía política de género. Si bien no acepta los roles asignados a la mujer, incluso, en el caso del feminismo decolonial, si bien rechaza el control del cuerpo, la marca racial del cuerpo, de las instituciones coloniales y de la colonialidad, al preservar la diferenciación de género reproduce el secreto del colonialismo, que es el haber impuesto esta diferenciación sexual. Relación binaria sobre la que se sustenta el Estado patriarcal.

Esta crítica le lleva a plantear también la crítica a la fragmentación de los movimientos de las subjetividades diversas, los cuales se afincan en sus identidades, incluso llegan a competir, en vez de tejer alianzas. Esta dispersión favorece al poder en general, a las dominaciones específicas, en particular, reforzando las relaciones de poder concretas. Incluso, Rosario Aquim va más lejos, pues observa la división de los distintos movimientos sociales anti-sistémicos. En contra de la homogeneización de las luchas, en contra de la subordinación de las reivindicaciones a una supuesta reivindicación universal, plantea que se puede mantener las diferencias, incluso radicalizarlas, en mejores condiciones de lucha, articulando e integrando los movimientos en sus distintos planos de intensidad. La descolonización, el pos-capitalismo como alternativa civilizatoria, las alternativas a la modernidad, no se conseguiran ni se

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construirán sin la coordinación y el consenso de la diversidad de los movimientos sociales anti-sistémicos.

La/el hermafrodita

Uno de los temas destacados por Rosario Aquim es el del hermafroditismo. Hay varias razones para esto; la primera es que se muestra patentemente la realización de dos sexos simultáneamente; es decir, es verídica la intersexualidad. La segunda, es porque las sociedades capturadas por las instituciones patriarcales, vieron este fenómeno como anormalidad, incluso como castigo de Dios, señal apocalíptica, vinculación con el demonio. En este sentido se puede arrancar una genealogía del poder sobre el cuerpo, también una arqueología de la economía política del género, a partir de esa clasificación, en las postrimerías de la modernidad, de los anormales. Los anormales descienden de los monstruos. Fenómeno perverso cosmológico que atenta contra las leyes de la naturaleza. La figura del monstruo es la figura de la mezcla grotesca y atroz. Mezcla de humano y de bestia, mezcla de hombre y mujer, alguien que nace con los dos sexos incorporados. Por lo tanto, atentado contra la naturaleza, de este modo, atentado contra Dios1. Los anormales, que de monstruos pasan a convertirse en los incorregibles. La figura del monstruo es el substrato que sostiene lo que viene, las otras figuras del exorcismo de las dominaciones. Viene la figura de los y las incorregibles, del niño masturbador. De una marca contranatura se pasa a una descalificación de las inconductas, de la lectura de un desorden cosmológico se pasa a una lectura de un desorden moral. El y la incorregible, el niño masturbador, no es que sean monstruos, en el mismo sentido que lo eran los hermafroditas; no lo son, son, mas bien, a-normales, en el sentido de que expresan un desorden moral, una inconsistencia estructural en la constitución de su personalidad, una inclinación precipitada a la violencia y a la agresión, una inclinación

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Ver de Raúl Prada Alcoreza El poder como normalización y normatización. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Bolpress; La Paz 2014. Rebelión; Madrid 2014.

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temprana a autosatisfacerse sexualmente. Hay pues un cambio de tratamiento de los temas en cuestión; si bien el monstruo tenía que ser condenado, perseguido y asesinado, para después ser quemado, no ocurre lo mismo con los a-normales, quienes tienen que ser corregidos, normalizados, normatizados. Para tal efecto se comienza a atender las causas de esas inconductas, sus racionalidades oscuras; por lo tanto, una especie de saber sobre los a-normales. En esta clasificación ingresan las “desviaciones” sexuales, la homosexualidad y el lesbianismo; sin embargo, estas categorías, se las acerca a la imagen de monstruosidad por las analogías prácticas con las posibilidades inherentes a los hermafroditas. Entonces homosexuales y lesbianas van a sufrir un intervalo de violencias, que vienen desde la condena a la figurada monstruosidad hasta la descalificación moral por sus inconductas sexuales. De todas maneras, se construye también un saber sobre la homosexualidad y el lesbianismo, un saber pretendidamente médico, un saber psicológico, una saber psiquiátrico, que va encontrar, en parte, la explicación de estas inclinaciones, en historias de vida dramáticas, en rupturas y diseminaciones familiares, en violencias sexuales sufridas tempranamente. Las llamadas “desviaciones” sexuales van a ser castigadas y penadas, también internadas para su corrección2.

De la condena religiosa se pasa a la condena moral; la condena moral sostiene la condena jurídica, y la condena jurídica retroalimenta la condena política e “ideológica”. Hay como una atmósfera donde circulan climas religiosos-morales-jurídicos-políticos-ideológicos, que son climas de prejuicios y prácticas discriminadoras, descalificadoras, de animalización y condena, no solo de los monstruos, de los anormales, de los incorregibles, sino también de los delincuentes, de los y las transgresoras, de los y las rebeldes iconoclastas. La lista es larga. Todo perfil fuera del perfil normal, del perfil normatizado, es digno de sospecha, es peligroso, un atentado contra la sociedad capturada, es decir, el Estado.

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Ibídem.

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La experiencia del trans-género

Después de deconstruir la formación discursiva de la normalización y normatización, Aquim expone la perspectiva de lo que se viene en llamar la experiencia del trans-género. Transgéneros, son individuos, comportamientos o grupos que desbordan las fronteras de la identidad genérica tradicional comúnmente asignada, al presentar divergencias con los roles duales del binarismo occidental3. No hay pues dualidad, sino devenir, transformación y creación corporal. En este sentido, la identidad tal como la entendía Leibniz, es sustituibilidad, por un lado y por otro, como la describe F. Waismann, es convención4. Estamos ante la eventualidad histórica de la intersexualidad. Rosario Aquim Escribe:

Para la antropología social, los paradigmas más importantes de la interpretación de la transexualidad son tres: El primero, entiende lo transgénero, como expresión de un tercer género. Los transgénero son considerados como una tercera posibilidad en la organización y representación de género. Su presencia, instala un cuestionamiento al sistema dimórfico sexual occidental que limita los géneros a la polaridad varón-mujer. Los transgéneros proponen un paradigma de géneros múltiples, donde el género sea autónomo del sexo, ya que las categorías hombre o mujer basadas en criterios anatómicos, por un lado, no son universales, y por otro, no son conceptos válidos para un sistema de clasificación de género. De ahí que, los transgéneros, al no poder ser interpretados bajo esas categorías, quedan relegados a “lo otro” invisibilizado. Desde este paradigma, la transexualidad sugiere un continum de masculinidad-feminidad, una renuncia al género alineado con los genitales, el cuerpo, etc. De esta manera, como dice J. Fernandez en su libro Cuerpos desobedientes “el tercer género aparece como el lugar para la construcción de múltiples identidades que recomponen dimensiones cuya vinculación se desnaturaliza y que por lo mismo, pueden escapar a las normas socialmente impuestas”.

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Ver de Rosario Aquim Chávez Diversidades, sexo/género/sexualidad. Ediciones Rincón; La Paz 2015. Ibídem.

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Para el segundo, la transexualidad es vista como reforzamiento de las identidades genéricas. Este paradigma cuestiona al primero en relación a la asunción de la categoría de tercer género, porque considera que se estaría constituyendo una especie de tercer status sexual u otra posibilidad de organización de las representaciones de género. Para éste paradigma, la pregunta importante que hay que contestar, es si se puede pensar el género con independencia de la diferencia sexual. Desde esta óptica, las personas transgénero ven al género como algo rígidamente enmarcado y excluyente: masculino y femenino, y reflejan en sus cambios y en su solicitud de reasignación genérica, los roles de género tradicionales, autoexcluyentes entre sí. Por ejemplo: las transexuales hombre-a-mujer, reproducen una estereotipada visión de la mujer que habitualmente ha sido usada para oprimirlas. Finalmente, para el tercer paradigma, la transexualidad es vista como género performativo. El transgénero busca la deconstrucción de la propia categoría de género. Una de las teóricas de esta corriente Judith Butler propone el redespliegue de las performances de género, a través de repeticiones paródicas que pongan en evidencia, este carácter performativo del género. Lo performativo, debe darse en todas aquellas actividades y conductas de la vida diaria, que constituyen en sujetos de género a varones y mujeres implicados en ellas5.

La apuesta activista biopolítica contra el biopoder de género es por la potencia creativa y transformativa del cuerpo, por su capacidad de devenir. De esta manera se dinamita, por así decirlo, usando la palabra que lanza como piedra la autora activista y teórica queer, no solo la malla institucionalidad patriarcal, no sólo las estructuras patriarcales, sino también el substrato patriarcal pre-histórico y trans-histórico.

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Ibídem.

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Aquim y las teorías críticas feministas y de género

Para decirlo de manera resumida; Rosario Aquim es crítica de las teorías críticas feministas, radicales y decoloniales, aunque comparte con estas teorías gran parte de las premisas; es crítica también de las posiciones TLGBs, pues considera que se mantienen en el paradigma de la identidad, que es una inscripción del poder. De lo que se trata es dinamitar el paradigma de género y de sexo, como constructos culturales, pretendidamente naturales. Por ejemplo, expone a Judith Butler en su análisis crítico del concepto de sexo, buscando “generizar” el mismo. Es decir, mostrar cómo en realidad la constatación (casi) naturalista de la existencia de un sexo anatómico anterior a la producción social del género es en sí misma una construcción propia de un sistema social generizado. Esta interpretación es la que ha llevado a asumir –en algunos casos- que si el sexo es una categoría producida por el género deberíamos obviarla y referirnos sólo al género6. Al respecto Aquim concluye que:

Butler desmonta el mito de que el sexo es a la naturaleza, como el género a la cultura. Si el sexo no es más que género, y a su vez el género no es otra cosa que la división contingente –en el sentido de social, de ser un efecto del lenguaje- de la humanidad en dos, lo que quedaría más allá de la determinación arbitraria del género sería un sujeto universal fácilmente homologable al sujeto cartesiano, puro espíritu sin cuerpo –sin marcaque obtendría su universalidad (su capacidad de representar al todo de los seres humanos) de la exclusión de todos los otros subordinados, y que a lo largo de la historia fue encarnado por el sujeto trascendental kantiano, el “hombre” de la igualdad, la fraternidad, y la libertad de la revolución francesa, el ciudadano abstracto de la democracia formal. El problema que nos plantea Butler es: efectivamente “la/s mujer/es” es un constructo histórico contingente, y no hay ninguna sustancia que amerite ser unificada mediante esta nominación. El sujeto mujer, tanto como el sujeto varón, son representaciones (en el sentido semiótico del término) que, si bien y como tales, pretenden evocar un referente externo a la significación, sólo evocan un vacío: en tanto que representaciones, 6

Ibídem.

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las posiciones de sujeto de varones y mujeres son signos cuyo valor y significado se configura por su posición en el sistema de signos y no por su remisión a una instancia exterior a dicho sistema. De ahí que, la división establecida por el sistema de sexo/género al ser una división histórica y contingente, sea una división que puede ser transformada7. La crítica a Butler es la siguiente: La argumentación de Butler deja constancia de la contingencia histórica del devenir de la sexuación/generización, la arbitrariedad (y consecuentemente la transformabilidad) del género. Pero, dentro de su perspectiva esta contingencia no está eximida de la necesidad de que el sujeto sea un sujeto sexuado/generizado, porque ésta ha sido su historia, y porque es gracias a ella que el sujeto ha nacido8.

Rosario Aquim quizás se encuentre muy próxima a María Lugones; sin embargo, también marca sus diferencias, por el apego de la teórica decolonial a la reivindicación de género, aunque desde una perspectiva descolonizadora y transexual. Aquim escribe:

El movimiento de las ´mujeres de color´, al que pertenece María Lugones, se inscribe en el denominado posfeminismo, que muchas teóricas consideran, la etapa de madurez del feminismo como teoría política, luego de la crisis del feminismo de la segunda ola. La lucha de las ´mujeres de color´, se inscribe concretamente en la teoría poscolonial. Están interesadas en estudiar las ´tramas´ de la especificidad racial o étnica de la opresión y, su relación congénita con el género, en una “sexualización de la raza y una racialización del sexo”, inseparables. En este sentido, la crítica feminista poscolonial, responde a la imposibilidad de la subjetividad subalternizada de construir su propio locus de enunciación al interior de las corrientes del marxismo clásico. De ahí que, el movimiento de las ´mujeres de color´ intente articular nuevas categorías transversales a través de las cuales desentramar las complejas redes de poder que subyacen al cuarteto capital-raza-sexualidad-colonia, y que fueron 7 8

Ibídem. Ibídem.

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construidas en la zona de contacto de la confrontación colonial. Por otro lado, intentan desmontar las prácticas que aún perduran en la memoria de la subjetividad colonizada, como lealtades, como rupturas, como imposibilidades, como huellas profundas de una exclusión vivencial permanente9.

Aquim concluye que:

María Lugones, instala su crítica desde los márgenes del discurso dominante, desde los pliegues, desde las fronteras del modelo colonial global. La raza, la clase, el sexo, son opresiones conectadas en continuo proceso de producción y transformación, ya no es cuestión de controlar la bio-tánato-política, sino de gestionar la producción y docilización del “monstruo”, ese tejido de conexiones híbridas, de cuerpos incorregibles, de estéticas indomables, que se resisten a ser “curadas”10. Para Rosario Aquim, los límites de la crítica de Lugones se encuentran precisamente en el horizonte del feminismo, a pesar del radicalismo y la decolonialidad. No basta la crítica, la deconstrucción y el desmantelamiento de la economía política racial, no basta la crítica, la deconstrucción y el desmantelamiento de la economía política del sexo, pues sino se dinamita el paradigma de género, se termina dejando no solamente residuos de las estructuras y la institucionalidad patriarcal, sino el cimiento mismo de este substrato de la genealogía de las dominaciones.

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Ibídem. Ibídem.

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CUERPO Y PODER

La genealogía del cuerpo, no está del lado de los dioses, no remite a ningún origen divino, a ningún comienzo esencial, donde todo es perfecto. Los cuerpos no tienen origen metafísico, los cuerpos son constructos sociales impregnados de historia y al mismo tiempo, destruidos por la historia. Desde este punto de vista, no hay cuerpos originarios, no hay cuerpos portadores de la verdad, no hay cuerpos esenciales, porque el origen y la esencia no existen, fueron inventados paso a paso, por el oscuro accidente de la procedencia. La procedencia, nos remite a una fuente “humana, demasiado humana”, en cuya raíz está el hastío, el conflicto, la guerra. La procedencia de los cuerpos nos refiere a la sangre, a la raza o a la tradición lejana de una historia efectiva, mediada por una dicotomía jerárquica valorativa, a partir de la cual se instaló la diferencia. Los cuerpos no son iguales, hay cuerpos que valen más que otros, hay cuerpos cuyo valor es tan insignificante que no valen nada, son cuerpos de desecho. La dicotomía jerárquica, instala la diferencia racial, la diferencia sexual, la diferencia respecto al género y en relación a la sexualidad: lo blanco vale más, que lo negro; el macho es más, que la hembra; el varón es más, que la mujer; la heteronormatividad pesa más, que la homobisexualidad. De ahí que, la procedencia, en cuanto, pertenencia al grupo, enraizada en el cuerpo, nos descubra que no hemos sido creados por dioses, en un primer amanecer de los tiempos, que no somos perfección divina, sino accidente marcado por el dolor y la sangre. Pensar el cuerpo, es restablecer los diversos sistemas de sumisión, es reabrir el juego azaroso de las dominaciones, en cuyo centro el cuerpo aparece como el espacio privilegiado del ejercicio del poder. No hay poder sin cuerpo. El poder sólo puede ejercitarse sobre la vida. Los cuerpos son vida. A partir de este ejercicio, la relación de dominación, impone obligaciones y derechos a los cuerpos, los dociliza, los “amanza”, los controla, los vuelve cuerpos útiles para la función productiva y reproductiva tanto de la propia vida, como de la riqueza, es por eso, que el poder impone una serie de reglas destinadas a satisfacer su violencia. El poder siente placer al imponer las reglas, ellas le permiten la continuidad de su dominación. Pero la regla, también permite que se haga violencia a la violencia y, que otra dominación en resistencia, pueda doblegar a aquellos mismos que dominan. Es un error pensar, que el cuerpo no tiene más leyes que su fisonomía y que escapa a la historia. El cuerpo está aprisionado por una serie de regímenes de poder, por opresiones múltiples que lo atraviesan, está escindido por la explotación del trabajo, está esclavizado por lo cotidiano, está intoxicado por venenos culturales y leyes morales, y sin embargo, resiste, emerge siempre de sus propias profundidades. La emergencia, ese punto de surgimiento, ese principio y ley singular de una aparición, se da precisamente en este estado de correlación de fuerzas. La 17


emergencia, instala el lugar de enfrentamiento, un no lugar, una distancia, los intersticios que dejan las reglas vacías, violentas, sin finalidad, hechas para servir a éste o aquel poder. Por esos intersticios, se cuelan, emergen las fuerzas siempre presentes, de los dominados. Esta fuerza, esta contra-memoria, lucha incluso contra sí misma por imponerse, y en momentos de debilidad, se disfraza incluso de alto valor moral y cae en lo mismo que criticaba. Es por eso, que la historia, no es otra cosa, que el eterno retorno del misterio en saber: quién se adueñará y utilizará en la siguiente vuelta de los tiempos, las reglas del poder, contra aquellos que las habían impuesto. Nuestro presente inmediato, nos habla precisamente de estos avatares sociales, ideológicos y políticos a los que se enfrenta hoy, el reconocimiento social del cuerpo intersextranshomobipansexual. Los mismos inventores de reglas, manifiestan su rechazo frente a aquellos cuerpos que tienen otro sexo distinto al de la hembra o el macho “normales”, como los intersexuados y los transexuales; cuerpos que han desestructurado el género femenino (mujer) o el masculino (hombre), como los transgéneros, los travestis, los transformistas; cuerpos que han decidido vivir su sexualidad en forma distinta a la “heteronormatividad” moralmente aceptada, como los gays, las lesbianas, los bisexuales y los pansexuales. Ven estas presencias estéticas del cuerpo y sus prácticas de la sexualidad, como una transgresión, un desafío a los mandatos sociales de la familia patriarcal y de la Iglesia colonial y, por tanto, sus expresiones son reprobadas, censuradas, violentadas por quienes las conciben como una monstruosidad, un “contra natura”, una desviación o una enfermedad. Merced a estas posturas, la discriminación se ha encarnizado en el cuerpo intersextranshomobipansexual, en actos como: negar o anular derechos, limitar oportunidades de trabajo, burlarse, excluir, rechazar, hacer menos, ver diferente a las personas, maltratar, no respetar, dar un trato de inferioridad. Estas situaciones son vividas cotidianamente por quienes damos vida a la diversidad sexo/género/sexualidad. El poder de turno, en las sociedades modernas, ha propiciado el reconocimiento de la sexualidad como un derecho: la identificación del cuerpo como un espacio sexualmente controlado, manipulado, reprimido y sometido al ejercicio dominante de la heterosexualidad como un mandato institucional legítimo. Sin embargo, la expresión de otras diversidades sexo/género/sexualidad, disidentes de la socialmente reconocida, se enfrenta aún hoy, a la discriminación, la exclusión o la violencia social que genera su transgresión. Entonces, ¿cómo creer en la doble moral, en la “honestidad” del poder y sus reglas, si sabemos de antemano que es deshonesto y grotesco, y que su existencia es congénita a su ejercicio violento y de dominación?

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SCIENTIA SEXUALIS O CIENCIA DE LA SEXUALIDAD

A partir del siglo XIX, la scientia sexualis (ciencia sexual), aumenta los controles sociales en torno de las distintas especies de perversión (homosexualidad), al producir un conjunto de discursos médico-psiquiátricos en torno de estas perversiones. Estos discursos constituyen verdaderos bloques de poder-saber, cuya legitimidad estaba dada por el discurso científico. Desde este punto de vista, el sexo va a designar un segmento denso de intersecciones de relaciones de poder instrumentables y manipulables por las más diversas estrategias; de ahí que, no exista una política sexual única y uniforme para toda la sociedad, emanada desde un centro de poder. En este sentido, Foucault logra identificar, en el siglo XVIII, cuatro conjunciones estratégicas, con sus respectivos dispositivos de saber-poder: la histerización del cuerpo de la mujer, la pedagogización del cuerpo del niño, la socialización de las conductas reproductivas y la psiquiatrización del placer perverso. La madre biológico-moral, inserta entre el espacio familiar y social, y la contraparte de ésta, la mujer como objeto patológico del orden médico, sería la doble figura de esa histerización del cuerpo femenino, saturado enteramente de sexualidad, analizado y descalificado como tal. Esta paradoja de un sexo natural pero contra natura, normal y anormal a la vez, se vuelve a encontrar en la pedagogización del niño onanista, cuyas inclinaciones sexuales a la vez naturales y perniciosas lo tornan en un híbrido, peligroso y en peligro. La socialización de la pareja procreadora, por otra parte, es triple: económica (frenos o incentivos a la fecundidad), política (responsabilidad biológico-moral y social) y médica (control de nacimientos). A su vez, las perversiones son psiquiatrizadas al aislarse el sexo como instinto biológico y psíquico, autónomo, susceptible de anomalías capaces de alterar la conducta, y a las cuales se las corrige con tecnologías y procedimientos normalizadores. A partir de estos dispositivos, que consolidan la presencia del adulto perverso, de la mujer histérica, del niño masturbador y de la pareja malthusiana, la sexualidad se produce en la historia. No a partir de una realidad sexual profunda y salvaje, sino como producto histórico de una red superficial de poder-saber-placer que estimula los cuerpos, intensifica los placeres, incita al discurso sobre el sexo, promueve controles y resistencias y da lugar a una scientia sexualis, al servicio de grandes estrategias: el dispositivo de sexualidad, liga el cuerpo en su función-útil productivareproductiva a la economía capitalista. El dispositivo de sexualidad, se origina y tiene su base en la alianza matrimonial y en la familia heterosexual, como soporte de las relaciones marido-mujer y padres-hijos. Sin liberarse de la pecaminosidad, el sexo deja de ser un asunto eclesiástico para transformarse en objeto médico, pedagógico, económico y estatal. La razón de Estado involucra a toda la sociedad, en esta nueva pastoral del sexo, que procede 19


según líneas de normalización, aislando un instinto sexual y una medicina específica de éste del resto del aparato médico. El sexo se vuelve autónomo del cuerpo, y las patologías que lo acechan o lo transtornan funcionan como elementos de una moral biológica respecto de la especie. Esta eventualidad patológica del sexo, capaz de comprometer la biología del organismo humano tanto por transmisión o herencia de enfermedades, estaría en conexión directa con la medicalización de las perversiones y los programas de eugenesia como las dos grandes tecnologías del sexo, en la segunda mitad del siglo XIX, las cuales se fundamentan por igual en esa serie perversión-herencia-degeneración que atenazan al sexo. Todo ello, junto con las prácticas de control social (médicas, psiquiátricas, pedagógicas, jurídicas) que insume, alcanzaría su perfección en el racismo de Estado, tan vigente aún, en nuestros días.

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SEXO Y CLASE SOCIAL

Antes que un medio de dominación económica y política, el establecimiento del dispositivo de sexualidad revela la autoafirmación de una clase, la autoproducción de un cuerpo diferencial, una autosexualización, la autogeneración de un cuerpo de clase. Del mismo modo que la nobleza se da la sangre, para distinguirse corporalmente, la burguesía de adjudica el sexo como singularidad por medio de prescripciones médicas, biológicas y eugenésicas que tienen por centro, el sistema herencia-perversión. La burguesía del siglo XVIII, se afirmará a sí misma, y con ello a todo su proyecto económico y político, lo que explica su hegemonía, no sólo por ideología o conciencia de clase, sino físicamente al autoproducirse y autovalorarse como cuerpo sexual, conforme a un modelo de salud y fuerza, a una scientia sexualis. La sexualidad sana, es la realización de una técnica racista de poder de la burguesía, como parte de una estrategia general de protección, expansión, proliferación y conservación de su dominio político y económico. El cuerpo propio de la burguesía es el cuerpo sexual que se autoproduce a través del dispositivo de sexualidad y que se prolonga -en dinámicas de conflicto y resistencia-, a las clases populares a partir del siglo XIX, de la mano con la hegemonía del orden burgués. Según Foucault, si la sexualidad consiste en los efectos que sobre los cuerpos, las conductas y las relaciones sociales induce un dispositivo complejo de saber-poderplacer, una tecnología política de dominación, entonces, o bien existen sexualidades de clase o bien la sexualidad pertenece sólo a la formación históricosocial de la burguesía. En cualquier caso, la teoría de la represión sexual que está en relación con el despliegue imperativo del dispositivo de sexualidad, lo justifica en tanto subordina el sexo a la ley, pero lo critica en cuanto a los grados de la represión. Para Foucault, la liberación sexual propiciada por la hipótesis represiva ha transcurrido sin que se modifiquen las estructuras políticas y sociales de dominación. En la analítica foucaultiana, el principio productivo del dispositivo de sexualidad, en lugar del represivo, se asienta en ciertas transformaciones del poder soberano, cuya formulación clásica hay que buscarla en la teoría del Estado –el Leviatán- de Thomas Hobbes. El supremo derecho de este poder, es el de matar o dejar vivir, que se simboliza en la espada. A partir del siglo XVII, la potestad de dar la muerte, que forma parte de la representación jurídico-discursiva del poder, se subordinará a nuevos mecanismos que exceden el estado de derecho puro y cuyas funciones se aplican a administrar la vida en cuanto mera biología y ya no, como existencia jurídica. El derecho de matar no desaparece sino que se redefine como el complemento de un poder que ahora se ejerce sobre la población, a la que hace 21


vivir o expulsa hacia la muerte, por medio de mecanismos de control y vigilancia, de incitación y multiplicación, de supervivencia y organización. Este poder sobre la vida humana, para el cual la muerte es el límite de su ejercicio, se establece sobre el cuerpo concebido como máquina y, luego, en el siglo XVIII, como especie biológica; el primero se somete a las técnicas disciplinarias, el segundo a los controles de una biopolítica. Alrededor de tales polos y sus instituciones se construye un biopoder anatómico y biológico, que tiene por finalidad estratégica la administración total de la vida, y del cual el dispositivo de sexualidad realiza una de sus principales articulaciones de invasión de lo viviente. La aparición de este nuevo diagrama de control biopolítico, pone de manifiesto, la situación estratégica de una sociedad que ha transitado, de la simbólica aristocrática de la sangre, a la analítica burguesa de la sexualidad.

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“HAY QUE DINAMITAR EL SEXO”11…

¿Desde cuándo el Estado se volvió propietario de nuestras vaginas y de nuestros penes? A partir del siglo XVIII, con el surgimiento de la sociedad disciplinaria, que desplazó a la sociedad soberana cuya forma de poder, se centraba en la ritualización de las “mil muertes”, propias del diagrama del suplicio, característico del Medioevo. Con la sociedad moderna disciplinaria, surgen nuevos dispositivos de poder que calculan la vida en términos técnicos de población. El aparato estatal, transforma la vida, en objeto de la empresa de salud pública. La vida, se reduce a un dato, a un número en el registro estadístico de natalidad y de mortalidad. A esta forma de poder productivo y de control y administración del bios, Foucault la llama: biopoder. Sin embargo, no todo el bios, es de interés del poder. El poder divide la complejidad de la vida, en mente y cuerpo, espíritu y materia, recodificando sus partes y asignándole sentido y valor a los fragmentos y colores que tejen esas vidas. Lo que interesa al poder es el control y la administración de una parte específica del cuerpo: la vagina y el pene. Los órganos productores y reproductores de lo vivo. Al Estado, le preocupa hacer del cuerpo una inscripción legible y referencial de la verdad del sexo. A través de las políticas represivas de la salud sexual y reproductiva, el Estado se ha transformado en el propietario de las vaginas y de los penes. A partir de ese derecho propietario, busca restablecer la relación original entre sexo, género y sexualidad. La normalidad, en la sociedad disciplinaria y de control biopolítico se funda, en la coherencia que debe existir entre los órganos sexuales, el sexo (hembra o macho), el género (los roles asignados a ese sexo: masculino o femenino) y la sexualidad (heterosexual o perversa). Desde este punto de vista, nuestro cuerpo, ya no nos pertenece en su totalidad. Nuestro cuerpo segmentado y territorializado, está atravesado como dice Beatriz Preciado, por dos regímenes de corporalidad: un régimen de corporalidad posmoneyista en el que partes, como la nariz, los labios, la barriga, las caderas, los muslos, etc. son de propiedad individual y objeto de mercado, que podemos transformar a gusto, mediante la cirugía estética (Ej: los cuerpos de “las magníficas”) y, un régimen premoderno (casi soberano), en el que el pene y la vagina siguen siendo de propiedad del Estado. En este sentido, al no ser nuestro el sexo, no lo podemos transformar, a partir de intervenciones como la vaginoplastía o la faloplastía, en tanto operaciones de cambio de sexo. Desde el Medioevo hasta nuestros días, los intentos de reasignación de sexo, no han sido aceptados por el poder. Transgredir la prohibición, ha significado para quienes lo han intentado, la condena de la muerte o el derecho soberano de “dar o 11

Frase célebre de la filósofa Queer, Beatriz Preciado.

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quitar la vida”. Un caso emblemático fue el de la hermafrodita Herculine Barbin, condenada a muerte por la inquisición (se suicidó antes), no por ser un hombre atrapado en un cuerpo de mujer, o una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, sino porque tuvo la desgracia de ser un “cuerpo atrapado entre los saberes dominantes sobre el sexo y los saberes menores de los anormales”12. La propiedad del sexo, en mano del poder; la transformación del sexo, en objeto de gestión política de la vida, implica la incorporación de nuevas técnicas de tecnocapitalismo avanzado, cuyo propósito es “usar la tecnología para modificar el cuerpo según un ideal regulador preexistente de lo que un cuerpo humano (femenino o masculino) debe ser”13. Fuera de este ideal de racionalización de la vida, el cuerpo no es más que una referencia vacía, que los “desviados sexuales” estamos obligados a llenar, con el grito ensordecedor de la disidencia.

12 13

Beatriz preciado, “Biopolítica del Género”. París 8 Saint-Denis Ibidem.

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EL RACISMO Y SUS ARTICULACIONES Michel Foucault decía que el poder al ser una correlación de fuerza, no se da, no se intercambia ni se retoma, sino que se ejerce, es decir, sólo existe en acto. Sí esto es así, en qué consiste este ejercicio? Hay dos posibles respuestas a esta pregunta: la primera considera que el ejercicio del poder consiste en reprimir, los instintos, los individuos, las clases, las resistencias, los cuerpos; la segunda manifiesta que el ejercicio del poder es la guerra continuada con otros medios (Clausewitz), esto significa, el mantenimiento perpetuo del desequilibrio de las fuerzas que se manifestaron en la guerra. Este razonamiento plantea la existencia de dos grandes sistemas de análisis del poder político: el viejo sistema Contrato-Opresión-Abuso, que concibe el poder político como derecho originario que se cede para constituir la soberanía en torno de un contrato; y el sistema Guerra-Represión-Dominación. El primer sistema es jurídico; el segundo es del orden lucha-sumisión. El segundo modelo de la guerra entre razas, fue introducido, por lo que Foucault llama la Contrahistoria de la aristocracia decadente del siglo XVII, para quienes el punto cero de la historia fue: la invasión, la usurpación del poder. La aristocracia, pensaba la guerra como enfrentamiento entre campos antagónicos, choques entre pueblos, conflictos entre fuerzas exteriores; posteriormente la burguesía se hizo eco de este modelo para pensar la guerra en términos civiles, se habla de los problemas internos y del enemigo interno de la sociedad, el enemigo ya no es el extranjero, ni el invasor, sino el peligroso, aquel que es capaz de afectar el orden social; de ahí que el colonizado o nativo, el degenerado, el perverso se conviertan en los nuevos enemigos de la sociedad. Nosotros somos herederos de este segundo modelo. Acá, cuando se habla de razas, se hace referencia a étnias, pueblos que se definen por una lengua y por usos y costumbres comunes. Este concepto de raza cambió de sentido en el siglo XIX, y adquirió una connotación biológica, merced al evolucionismo y a las teorías de la degeneración. El poder de los Estados modernos y el discurso biologista se apoyaron sobre esta Contrahistoria para desarrollar las bases teóricas del racismo. Siempre se ha dicho que el racismo es una invención de occidente. Sin embargo, Cornelius Castoriadis demuestra que los primeros rastros de racismo los podemos encontrar en el Antiguo Testamento, que según este autor, es el primer documento racista de la historia. El racismo hebreo es el primero del que tenemos huellas escritas (lo que no significa que haya sido el primero). Los hebreos creían ser el pueblo elegido de Dios, y se sentían por ello, superiores a los demás pueblos. En el tiempo mítico inicial, donde no había otros, no había racismo. Cada sociedad-ego se instituye creando su propio mundo, inventa un modo de representar, una estética y una lógica, para comprender ese mundo. Crea además, un modo de valorización y un modo de ser afectada. En esta creación del mundo de la sociedad-ego, irrumpe buscando un lugar, la existencia de otros humanos y otras sociedades. El racismo aparece en ese encuentro con los otros. En ese encuentro, 25


se abren tres posibilidades según Castoriadis: que las instituciones de esos otros, puedan ser consideradas: superiores, inferiores o equivalentes. Sin embargo, el encuentro solo deja dos posibilidades: que los otros sean inferiores o, que los otros sean iguales a nosotros. Y, si el encuentro ha sido mediado por la violencia genocida de la guerra, la posibilidad es solo una: los otros son siempre instituidos como inferiores. Actualmente, el racismo sigue presente en todas las sociedades donde perviven los resabios de la colonialidad. Y su característica es, que no se presenta sólo, sino como condición de posibilidad de opresiones múltiples. El racismo, siempre está articulado al género, a la clase y al sexo. La colonialidad del poder, inscribe a perpetuidad, a través de una especie de guerra silenciosa, las relaciones de poder, en las instituciones, en las jerarquías raciales, en las dicotomías sexuales y genéricas, en las desigualdades económicas, en el lenguaje, en las subjetividades, hasta en los cuerpos de unos y otros. Estas relaciones de poder, sobreviven y se fortalecen en espacios como los de las ideologías de derecha e izquierda, en las religiones fundamentalistas, en las ciencias evolucionistas, y en los nacionalismos y populismos, interesados en reactualizar el racismo como ideología dominante en la concepción del Estado y del derecho a la ciudadanía. Desde este punto de vista, la colonialidad del poder tiene que ver, con la exclusión de la alteridad. Y la cuestión del racismo, se vuelve más específica. Lo que hubiese podido permanecer como simple afirmación de la inferioridad de los otros, se vuelve discriminación, desprecio, confinamiento y finalmente, exacerbación hasta la rabia, el odio y la locura asesina. Cuando hay racismo, los “otros” no solo son excluidos e inferiorizados, sino que cristalizan en el imaginario, los atributos de la maldad y la perversidad que justificarán los horrores de los que serán víctimas. Hannah Arendt decía que lo intolerable del racismo es el hecho de que se odie a alguien, por algo de lo que no es responsable, su nacimiento o su raza. El imaginario racista hoy, se apuntala en las características físicas y en el color de la piel. Lo que está en la base de este odio irracional y de esta compulsión asesina hacia los otros físicamente distintos, es su imposibilidad de adjurar. El racismo, no quiere la conversión de los otros, sino su muerte, porque para el racismo, el otro es inconvertible. Por otro lado, el sistema moderno colonial de género, que subyace a la colonialidad del poder en indisoluble complicidad, pone en evidencia la secuencia congénita sexo-género-sexualidad-raza, para enfatizar que el dimorfismo biológico, el heterosexualismo y el patriarcado bases indisociables de la colonialidad del género, han sido y son atravesados por el racismo. La presencia del racismo, pone en duda la humanidad de los sujetos colonizados que no se asemejan al universal hombreblanco. La historia de la colonialidad, es un ejemplo, de lo que el universal humano hombre-blanco, racista, sexista-machista, homobitransfóbico ha sido capaz de hacer con los no humanos racializados, generizados y sexualizados: las mujeres blancas, los negros/as, los indios/as, los intersextranshomobisexuales. 26


En Bolivia, el Estado Plurinacional neocolonial, patriarcal, homobitransfóbico, ha pensado ingenuamente, que para combatir el racismo basta con elaborar leyes, bajo el supuesto básico del reconocimiento de que todos los seres humanos tenemos el mismo valor en tanto somos seres humanos, y que una vez aprobada la ley, hay que obligar a la colectividad a que las efectivice acordándoles a todos por igual, las mismas posibilidades para que ejerzan sus derechos. Con esta medida, se piensa que se está logrando la descolonización. Pero, ¿qué ocurre si este supuesto básico es falso: si en realidad existen seres considerados humanos y seres considerados no humanos; y, donde los humanos tiene mayor valor que los no humanos?. La sospecha permanente sobre la humanidad del otro, perpetúa la negación ontológica y la condena de su inexistencia, merced a su condición racial, imposibilitando siquiera el reconocimiento de su desvalorización. El otro, simplemente, no es. La raza, es el fundamento biológico de que constitutivamente los otros, no son o son inferiores y; en cuanto tales, están condenados a la naturalización de la esclavitud física y subjetiva. En Bolivia, lo que está ocurriendo, no es una lucha contra el racismo y la discriminación, sino una expropiación de éstas luchas por parte del aparato estatal. Desde el Estado, se ha impulsado una modificación del universal humano eurocéntrico: el hombre, de manera racial. Con la colonia, como ya lo hemos dicho, el androcentrismo europeo nos impuso como universal el hombre-blanco, centro ontológico, creador y creatura de sí mismo; ahora en su lugar, se ha erigido un andro-aymaro-centrismo cuyo universal es el hombre-aymara, centro ontológico, creador y creatura de sí mismo, a imagen y semejanza del hombre-blanco. Este nuevo universal, tiene la particularidad de haber incorporado su marca racial, en el proceso de su humanización. El racismo, sigue encarnado en nuestra subjetividad y aún, es parte de la ideología dominante. Con la vigencia del imperio del patriarcado capitalista, sin cuestionamiento, las fobias articuladas de la colonialidad: racismo, machismo, misoginia, homobitransfobia, xenofobia, han fortalecido sus entramados de poder, para oprimir los cuerpos feminizados y controlar las complejas y múltiples experiencias de subordinación que perpetúan el desequilibrio de las fuerzas y las resistencias que operan al interior, incluso de las propias prácticas emancipadoras. La colonialidad permanece intacta y la repatriarcalización avanza a pasos gigantescos. Lo que vemos es simplemente, un recambio racial del universal: el hombre-aymara, a imagen y semejanza del hombre-blanco es ahora en Bolivia, “la medida de todo las cosas”. Los viejos sistemas de poder Contrato-Opresión-Abuso y Guerra-Represión-Dominación celebran su indisoluble unión, en un país que se resiste a ser cómplice y víctima de la deshumanización y de la inexistencia de los otros.

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EL PATRIARCADO, CONDICION DE POSIBILIDAD DE LA COLONIALIDAD DE GENERO

Uno de los elementos constitutivos y específicos del actual proceso de cambio, es la urgencia de la descolonización. Consecuentes con esta revisión crítica de la historia, algunos movimientos de mujeres han comenzado a plantear, la necesidad de una revisión complementaria de la colonia, a partir del sistema de dominación patriarcal. Es lo que se ha venido a llamar la des-patriarcalización. Sin embargo, la pregunta que subyace a éste análisis es ¿cómo es posible la des-colonización y la des-patriarcalización, si el patriarcado es precisamente el dispositivo de dominación que hace posible el mantenimiento de las relaciones de poder coloniales?. ¿Cómo des-patriarcalizar o destruir el patriarcado, si en el imaginario colectivo la encarnación abstracta del patriarca en el cielo, es Dios, y la encarnación concreta del patriarca propietario de los territorios, los recursos y las gentes en la tierra, es el Estado?. Patriarcado y colonia, Dios y Estado son caras de la misma moneda, ninguna puede existir sin la otra. Es más, el orden patriarcal inscrito en las civilizaciones humanas, antecede a la formación de la propiedad privada y al surgimiento de la sociedad de clases, en este sentido, estamos enfrentadas a una estructura primaria de poder, a una lógica de dominación ancestral construida y afincada históricamente. Este orden social, caracterizado por relaciones de dominación y opresión que subordina y oprime no solo a las mujeres, sino también a otros hombres (Martha Moia, 1981), ha sido ampliamente estudiado por las corrientes feministas. Patriarcado, viene de patriarca, que significa padre, señor, amo, dueño; en otras palabras el patriarca era el propietario del territorio de una jurisdicción y de todo lo que había en ella: la tierra, los recursos, la naturaleza, los animales, las mujeres, los niños y los esclavos. El patriarca, era un varón jefe de familia, que ejercía autoridad sobre su prole y lo que la rodeaba. El capitalismo, se ha beneficiado del patriarcado, a través de la división sexual del trabajo, de ahí que, el capitalismo no pueda funcionar sin el patriarcado. En este sentido, también la colonialidad, como muy bien lo ha dicho Anibal Quijano, es uno de los elementos constitutivos del patrón mundial de poder capitalista. La colonialidad del poder, es una forma de explotación y dominación colonial a través de la cual, el trabajo, la producción y las personas se racializan; esa racialización se elabora ideológicamente. Aquí es importante mencionar a María Lugones, quien nos habla de la ‘colonialidad de género’, en el marco de la ‘colonialidad del poder’, para poner en relación los conceptos de “género” y “raza”, en una doble dimensión: Primero, “con respecto al feminismo hegemónico blanco, que rechaza el tratar al género como inseparable de la raza, dejando a las mujeres racializadas como inferiores, fuera del espectro género o descuartizando a “la mujer”, por un lado, y a la negra/india/mestiza/asiática, por otro. Segundo, la intervención, es con respecto a las posiciones decoloniales/descolonizadoras/indigenistas/antiracistas que descuentan la opresión de género o la subordinan a la opresión de clase, y ven en 28


las culturas indígenas una falta de opresión de la mujer. Como si la colonia no hubiera ocurrido, y como si las estructuras y cosmovisiones precolombinas pudieran recuperarse sin crítica y sin historia”. La colonialidad, desde esta óptica, se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica y sexual/genérica que opera en todas las dimensiones materiales y subjetivas de la vida social. Esta imposición es posible merced a relaciones de poder, es decir, una malla de relaciones de explotación/dominación/conflicto, en torno de la disputa por el control de los ámbitos de existencia social: el trabajo, la naturaleza, el sexo, la subjetividad y la autoridad. De ahí que, en sociedades como la nuestra, la colonialidad del poder y las relaciones de género se sigan definiendo y reproduciendo a través y por medio del poder patriarcal, desde el nivel individual hasta el institucional, ya que son el resultado de interacciones y prácticas cotidianas. Es por ello, que Castro y Riquer señalan que el patriarcado es además, un fenómeno de carácter estructural, constitutivo y constituyente del orden y la reproducción de las sociedades, esto significa, que se inserta al interior de la estructura (económica, política, social y cultural) organizativa de cada sociedad, que orienta y establece un determinado orden entre los géneros, reproduciéndose constantemente, con el fin de reforzarlo y mantenerlo vigente en la sociedad. En Bolivia, un ejemplo de esto lo podemos ver en el Texto Constitucional cuando el Estado establece garantías al ejercicio de los derechos políticos, de los derechos sexuales y de los derechos reproductivos de las mujeres, de manera que se convierte en garante y protector de la maternidad (gestión de la vida) y, del trabajo de jefas del hogar, de mujeres del área rural, de profesionales, de artesanas y de amas de casa, en un proceso perverso de bio-política de la sexualidad, que gestiona y controla la vida, a través del control y gestión del cuerpo de las mujeres (Bono a la maternidad “Juana Azurduy”). Con la construcción del Estado Plurinacional, ha surgido también un nuevo proceso de recuperación patriarcal (re-patriarcalización), cuyas propuestas están orientadas hacia la inserción de las mujeres en la sociedad, pero sin colocarlas en el mundo del trabajo, más bien subvencionando y facilitando su retorno al ámbito privado (Bono "El casado casa quiere"). Esto se puede apreciar en el texto constitucional, en el reconocimiento y la valoración que se realiza del aporte del trabajo doméstico (de ama de casa sin remuneración) de las mujeres en el hogar, legitimándolo (retorno a lo privado para la cohesión social). Y en la ausencia de mecanismo que permitan acceder a trabajos que posibiliten la independencia vital y económica de las mujeres. Este proceso de recuperación y re-potenciamiento patriarcal, tiene como motor principal, la razón occidental liberal, que es una razón masculina. Esta reproducción constante de la ideología y las prácticas patriarcales, nos llevan a pensar que han ido cambiando las formas de subordinación, pero no se ha suprimido la desigualdad. De hecho, las diferencias y la desigualdad entre los géneros, son subproductos del patriarcado, ya que el género al ser una construcción 29


mimética del sexo, es una forma primaria de relaciones significantes de poder (Scott, 1997). O, como lo define Lamas, el género se convierte en el conjunto de prácticas, creencias, representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y mujeres. Cada sociedad asigna determinadas funciones sociales (roles) de carácter bio-psico-econo-político-cultural construidas según el género. De ahí que, género, es una lógica de poder y de dominación o a la manera de Bourdieu, la forma paradigmática de la violencia simbólica, entendida ésta como aquella violencia que se ejerce sobre un agente social con su complicidad o consentimiento. La violencia de género es propia de la masculinidad dominante y se instala cuando se separa a las mujeres del principal factor de producción que es la tierra, cuando se las excluye del conocimiento y el acceso a los saberes, cuando se las mantiene al margen de las discusiones y la toma de decisiones y cuando se las desvaloriza, invisibiliza y enmudece respecto a la construcción histórica y a la responsabilidad política que tienen para con a las grandes transformaciones que esa historia les exige. Toda esta forma de violencia simbólica impuesta por la razón masculina, contra las mujeres, es expresión concreta del imperio de la lógica del poder de dominio del orden patriarcal, que en Bolivia, sostiene a la colonialidad de género.

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PATOLOGIA DEL PODER PATRIARCAL: EL COMERCIO DE CUERPOS

¿Qué se puede decir, cuando se asiste cada viernes a las vigilias organizadas en la Plaza Avaroa? ¿Qué responder a las madres y familiares de las jóvenes desaparecidas? ¿Qué hacer, frente a la indiferencia de la justicia en el marco del rescate y acompañamiento de víctimas en situación de trata para su explotación sexual y comercial por parte de las mafias institucionalizadas? ¿Qué se puede pensar respecto a la violencia, explotación, encierro físico y/o simbólico/psicológico que significa este delito? La impotencia, nos coloca frente a un tipo de maldad acrecentada hasta extremos satánicos. Estamos frente a un mal, que siente placer en el dolor ajeno. Un dolor, que no es fruto de la enfermedad ni de la finitud de la vida; es fruto del absurdo e inútil daño provocado por hombres contra mujeres. Este dolor no es íntimo ni personal, tiene el horror del rostro público. El sistema de poder patriarcal, que otrora se contentaba con ejercer su poder de dominio sobre el cuerpo de las mujeres merced al contrato sexual, legitimado y consolidado legal, moral y socialmente a través de la institución del matrimonio, ha decidido ampliar sus dispositivos y sus tecnologías microfísicas de poder, sumisión y explotación. Ya no basta con la expropiación del cuerpo reproductor de vida y dador de placer (en tanto propiedad privada de uso exclusivo y absoluto -“hasta que la muerte los separe”- por parte del patriarca), ahora es necesario la creación de un mercado, para la circulación de esos cuerpos, en base a la grotesca oferta y demanda siempre creciente, de las pulsiones más primitivas del hombre: demanda de niñas/os, adolescentes, vírgenes, exóticas, negras, indias, etc. No otra cosa es la trata, una enfermedad del poder patriarcal, sediento de cuerpos feminizados. El síntoma principal de esta patología, que consiste en la explotación sexual y comercial de las mujeres, es la demanda concreta de cuerpos a pedido, a partir de la existencia de un grupo de clientes. Merced a esta demanda, el cuerpo de las mujeres deviene objetivado, cosificado, extrañado de sí mismo. La trata, se diferencia de la prostitución, porque en ella, no hay un acuerdo de intercambio de sexo por dinero. En la trata lo que hay es plagio, explotación, encierro físico y/o simbólico/psicológico, las víctimas no manejan dinero, no cobran o el pago es ínfimo. Los explotadores (miembros de la red y clientes), generan un sistema de deuda eterna en torno a diversas estrategias para obtener la sumisión y lograr el sometimiento de las víctimas. Esta reducción del cuerpo femenino a cosa, a mercancía que se compra y se vende, nos habla de las nuevas exigencias de la sociedad neocolonial moderna capitalista, cuya hipocresía moral encubre este delito, al no reconocerlo como el tercer gran negocio mundialmente redituable (equiparable al narcotráfico o a la venta de armas), sostenido a partir de la mercantilización de las niñas/os-adolescentes-mujeres víctimas.

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La trata es una patología del poder, porque es una forma de violencia contra las mujeres y contra todo otro que se le parezca. Esta violencia, la ejercen algunos hombres, en base a un vínculo coercitivo de abuso de poder, que reproduce en las mujeres los síntomas de la dominación patriarcal. La trata, en la sociedad neocolonial moderna, al ser una expresión de violencia, que instaura y sostiene las dicotomías jerárquicas valorativas de sexo-género-sexualidad, se considera como una violación, por ser un mandato y un enunciado, condición de posibilidad, de estas diferencias jerárquicas. La violencia, origina una exacción de tributo que produce como resultado un flujo afectivo, sexual y de subordinación que expresa la sujeción constante de la posición de las mujeres. Es por ello, que la explotación sexual, la trata y el negocio que deviene de recaudar dinero por la ejecución de actos sexuales con los llamados clientes, son considerados como modalidades naturalizadas de violación. Así como otras violaciones incluyen la sorpresa, la variación de los escenarios de sometimiento de las víctimas y el reconocimiento social descalificante de los violadores en tanto ligados a tan repudiables actos; en el caso de la trata, el escenario es casi siempre el mismo: wiskerías, departamentos, cabarets, falsos bares, etc. que todos/as conocemos en la cotidianeidad, resultando los agresores personas a los que se les asigna culturalmente un rol y rasgo de virilidad y masculinidad que es sostenido con esta particular modalidad de sujeción de niñas/os-adolescentes-mujeres a quienes se intenta disciplinar. La trata, como forma naturalizada de la violación, está organizada, sistematizada y protegida más de las veces por los propios estados neocoloniales patriarcales, cuyos totalitarismos expresan y plasman la consigna “todo es posible”, bajo cuya bandera el otro, el diferente (las mujeres, las niñas, los ancianos, los discapacitados, los intersextranshomobisexuales, los indígenas, los extranjeros, los inmigrantes, etc.) encuentra la marca de su rechazo, marginación, condena, expulsión, persecución, plagio, uso, abuso, comercio y en definitiva, su exterminio y extinción, objetivo último de esta política brutal, cruenta e injusta de inmunización social. Con la trata, el patriarcado nos muestra los planes atroces y terribles de un poder infernal: la deshumanización total, el infierno dantesco que ya no es personal e íntimo, sino calculado, colectivo y biopolítico. Con la trata, los cuerpos de niñas/osadolescentes-mujeres son reducidos a mera supervivencia, reprimidos y desaparecidos en el flujo perverso de los circuitos de la mercancía del gran capital. Estos cuerpos excluidos de la sociedad de la igualdad devienen cuerpos-ausentes, cuerpos-desaparecidos, figuras de un proyecto civilizatorio con quienes se comete la violencia-violación más descarnada y el sufrimiento más humillante.

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GROTESCO EJERCICIO DEL PODER PATRIARCAL

Hemos visto con horror días atrás, como el patriarcado se pavoneaba ante la consolidación del derecho propietario sobre los cuerpos de las mujeres. Esta vez, son los cuerpos racializados de las mujeres indígenas originarias campesinas, los que son obligados a cumplir con el contrato sexual de la hetosexualidad obligatoria y a perpetuar, a través de la función productiva y reproductiva de la vida y sus cuidados, las dos instituciones más decadentes, encargadas de hacer posible el sistema de dominación y de poder patriarcal: la familia y el matrimonio. El presidente Evo Morales en persona, so pretexto de cumplir con los usos y costumbres ancestrales, en un intento seudo descolonizador, sella la lealtad y complicidad del hombre indígena con el ego conquistador y, por ende con la colonialidad del poder y con la colonialidad de género. Porque nada más grotesco y colonial, que ese ritual caricaturesco de matrimonio colectivo, cuya parafernalia no habla de otra cosa, que del desesperado intento del poder por controlar mediante dispositivos mágico-religiosos, aquello que la pulsión racional no puede ofrecer. Todos sabemos, que en los usos y costumbres se encuentran solapados los resabios más violentos de la dominación colonial. Sabemos por ejemplo, que en el caso de las culturas de la amazonia, la misión como institución colonial fue un dispositivo de normalización, cuyas principales preocupaciones eran el orden público, la policía y la institucionalización de una norma jurídico-política común. Y, que otro de los dispositivos del poder misional, fue la concentración de indios en esas misiones o reducciones. En estas instituciones de secuestro, comenzaba el proceso civilizatorio y de transformación subjetiva del indio, desde la modificación de su hábitat hasta el desarrollo y fortalecimiento de su alma. Estas transformaciones, destruyeron todas las formas de organización del trabajo, de colaboración, de ayuda mutua y de solidaridad que estas naciones habían logrado construir en torno de su hábitat. Los objetivos que se buscaban con la concentración de los indios en las misiones eran: romper su dispersión y movilidad para que no escapen a la evangelización, “sustraerlos del vicio y la lujuria” al alejarlos de sus casas comunales, ya que para los misioneros las “malocas”, eran lugares de “promiscuidad e inmoralidad”, finalmente se creía que el mantener a los indios en las misiones facilitaría su evangelización y civilización. Sabemos pues, que las misiones, eran especies de cárceles panópticas, en las que se guardaban los cuerpos para su disciplinamiento y normatización en función de un sistema permanente de vigilancia y de control, y en la que se intervenía el alma, con el fin de lograr su “humanización” y “racionalización”. Sin embargo, sabemos también que al interior de las misiones, existían otras instancias de secuestro menores, no por ello de menor importancia como: el convento, el beaterio, la escuela, los talleres, cada una de las cuales estaba destinada a docilizar o “amanzar” de una manera diferente los cuerpos y almas de los indios sujetados. A partir de esto, podemos intuir a manera de hipótesis, que en las misiones comienza 33


a germinar la genealogía de lo que luego se va a conocer como patriarcado. Ya que es a partir de estas instituciones que aparece una taxonomización sexual, etárea y civil de los cuerpos, una división sexual del trabajo y, se puede distinguir claramente, la imposición de una de las instituciones garante del poder de dominio patriarcal: el matrimonio. Y si profundizamos un poco más, es posible encontrar en la extirpación de la “promiscuidad”, los primeros dispositivos de poder de lo que luego será, la heterosexualidad obligada, cuya base reproductiva es la pareja heterosexual. Algo similar, podemos encontrar si hacemos un análisis del diagrama colonial que se impuso en occidente. De ahí que, investir al poder de divinidad, arrogarle el rol de rey-sacerdote al estado y, permitirle que en nombre de ese poder absoluto expropie nuestros cuerpos, es permitir una vez más que el oscurantismo medioeval misógino y feminicida vuelva a reina entre nosotras, usurpándonos la libertad.

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DIOSES EN LA TIERRA: EL DERECHO SOBERANO A DAR LA MUERTE

“Si no existiesen animales, la naturaleza del hombre sería todavía más incomprensible”. Georges-Louis Buffon

¿Cómo pensar y hacer inteligible fenómenos tan abismáticos y al mismo tiempo tan cotidianos como los asesinatos de mujeres? ¿De qué hablamos cuando decimos feminicidio? ¿Por qué tantas y tan aterradoras muertes de mujeres han invadido los medios masivos en este último tiempo en el mundo en general y en Bolivia en particular? ¿Por qué las estadísticas incipientes sólo hablan de estos crímenes contra las mujeres y no hacen ninguna referencia a los asesinatos de lesbianas, gay y transexuales femeninas (homotranslesbicidios)? ¿Es posible entender el feminicidio, el homotranslesbicidio, el genocidio, el infanticidio como hechos aislados productos de estados patológicos, desviaciones mentales o crímenes pasionales por parte de los victimarios en su mayoría hombres? ¿Qué es lo que se oculta detrás de la violencia y crueldad de estos crímenes aberrantes? La inteligibilidad de estas tecnologías es posible, si partimos de la consideración que el patriarcado es un dispositivo de poder constitutivo del sistema-mundo moderno/colonial. La existencia de este dispositivo, establece jerarquías valorativas en razón de un universal androcentrado, un ideal de humanidad que está dado por el hombre-blanco-heterosexual-racional en virtud del cual, la otredad radical deviene siendo inhumanidad. Este otro/a inferior y dispensable es la mujer infantil e irracional y, todo aquello que por su afeminamiento, infantilización e irracionalidad se le parezca: intersexuales, transexuales, transgéneros, homosexuales. En función de estas jerarquías valorativas, el patriarcado establece prácticas de superioridad, omnipotencia e impunidad en el ejercicio del poder por parte del patriarca/violento/asesino sobre la vida y la muerte de los miembros de su grupo familiar. Este poder absoluto del padre/marido/propietario sobre la vida o muerte del otro/a, viene legitimado por el poder de la ley divina de Dios en el cielo y por el poder de la ley humana del Estado en la tierra. Se legaliza en la institución del matrimonio y de la familia monogámica y se reproduce y normaliza a través del contrato sexual de la heterosexualidad y de la maternidad obligada. Merced a este dispositivo, las mujeres y sus semejantes en inferioridad, infantilidad e irracionalidad, portan en sus cuerpos, la marca14 a veces visible y otras veces invisible del despojo de su humanidad, de su reificación, de su devenir objeto, cosa, pertenencia de… en el orden simbólico colectivo y en su dinámica de poder. La cosificación de las mujeres y de sus semejantes, las sustrae del orden simbólico de Carta de Irala de 1514, sobre la esclavitud de las mujeres: … “los guaraníes tuvieron que entregar a los conquistadores setecientas mujeres para que les sirvan en sus casas”. (…) Padre González Paniagua (…) “Y las esclavas son marcadas en el cuerpo como señal de dominio y propiedad. Lo hacen con un hierro al rojo vivo que aplican en el brazo u otro sitio”. Luis Frontera, periodista: “El país de las mujeres cautivas”, Ed. Galerna, Buenos Aires, 1991 14

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la cultura y las arroja al orden de la naturaleza y de las cosas, sentando las bases para todo tipo de violencia (maltrato, violación, abuso, vejación) y de muerte. El patriarca/violento/asesino al no reconocer en el otro/a la dimensión humana “se arroga el derecho de los dioses”, el de ser “dueños de la vida o de la muerte” en sus expresiones más extremas.15 De ahí que, el feminicidio, se convierta en una de las tecnologías que hace posible la consecución del derecho de muerte, al ser conceptualizado como el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres cometido por hombres. Haciendo extensivo este concepto, podemos decir, que el transhomolesbicidio, el genocidio, el infaticidio son asesinatos de todo otro que se parece a la mujer por su marca de inferioridad e inhumanidad naturalizada. Todas estas tecnologías del derecho de muerte, han sido invisibilizadas y normalizadas durante milenios, constituyendo una barbarie de impacto planetario que no distingue entre países del norte o países del sur, ni clases sociales, ni origen étnico. Una barbarie, que se manifiesta con sus particularidades en cada sociedad y que aún hoy, en ciertos contextos, intenta ser silenciada y desmantelada por el discurso dominante: patriarcal, androcéntrico y misógino. El femi/trans/lesbi/geno/infanticidio es el extremo de un continuum de terror antifemenino que incluye una amplia variedad de abusos verbales y físicos, tales como: violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente por prostitución y trata), abuso sexual infantil incestuoso o extra-familiar, golpizas físicas y emocionales, acoso sexual (por teléfono, en las calles, en la oficina, y en el aula), mutilación genital (clitoridectomías, escisión, infibulaciones), operaciones ginecológicas innecesarias (histerectomías), heterosexualidad forzada, esterilización forzada, maternidad forzada (por la criminalización de la contracepción y del aborto), psicocirugía, negación de comida para mujeres en algunas culturas, cirugía plástica y otras mutilaciones en nombre del embellecimiento. Siempre que estas formas de terrorismo resultan en muerte, se convierten en feminicidios16. La meta del ejercicio de la violencia y la muerte por parte de los hombres, deliberada o no, es preservar la supremacía masculina. Desde este punto de vista, el estado no tiene el monopolio del uso legítimo de la violencia. En realidad nunca lo tuvo. Y esto porque la legitimidad es un concepto que sobrepasa la formalidad de las leyes establecidas. La legitimidad del ejercicio de la violencia y la muerte se dispone, en la vida cotidiana, en la aceptación de determinadas prácticas por las comunidades humanas. El femi/trans/lesbi/geno/infanticidio es un tema que se liga a lo señalado. Y es que, entre las parejas heterosexuales/homobitransexuales en los espacios urbanos como en los espacios rurales las formas de la violencia y la muerte aparecen en muchos casos como prácticas cotidianas. Estos casos no son pocos y ocurren habitualmente (habitus) en el seno de las familias, formando estructuras de relaciones que legitiman dichas formas de violencia y muerte en los imaginarios 15 16

Concepto de J. P. Sartre, trabajado por el feminismo. Radford, Jill; y Russell, Diana E. H. (eds.), Femicide: The Politics of Woman Killing, Nueva York, Twayne, 1992.

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locales, sobre todo de los varones hacia sus parejas mujeres (amantes, enamoradas, novias, convivientes, esposas). Esto permite mostrar que las parejas heterosexuales/homobitransexuales fundan una suerte de contrato social que, en analogía a la idea de Hobbes, significa una cesión del derecho de la violencia exclusiva y legítima al varón, quien distribuye su uso para castigar, reprimir y ordenar las prácticas locales en un ejercicio micro político. En ese mismo ejercicio se muestra una grieta del estado, que no ve espacios en donde la violencia se utiliza con la anuencia de los propios actores como elemento “normal”, legitimado por los múltiples acuerdos sociales que existen en la vida cotidiana. En este sentido, en los casos de feminicidio y translesbicidio íntimo, el afán de poder se manifiesta en que el móvil ha sido los constantes problemas conyugales, celos por la creencia o constatación de que la víctima mantenía relaciones con otro hombre, rechazo al pedido de establecer o mantener una relación, la humillación, desprecio o indiferencia sufrida por el victimario por parte de su pareja. En base a estas razones, los inculpados alegan como defensa la emoción violenta, momentos de descontrol o figuras análogas. Estos feminicidios y translesbicidios se producen en el espacio de la casa. Los agresores tienden a ser los propios esposos o convivientes; a veces maridos celosos, en otros casos hombres que golpean “sin razón aparente”, aunque lo que queda claro es que “en su mayoría el agresor, sea este esposo o conviviente, comparte el hogar con su víctima”. Se trata de un modo de la violencia que se pone en práctica en el seno de la vida doméstica, dentro de las relaciones de pareja. Pero los feminicidios y translesbicidios son tecnologías de un dispositivo más complejo. El ejercicio del asesinato no está separado de un sistema de violencia constante. Las víctimas asesinadas en manos de sus parejas o ex parejas sentimentales, eran maltratadas física o psicológicamente por quienes luego se convirtieron en sus asesinos. Asimismo, esta forma de ejercido de la violencia hacia las parejas no está separada de la estructura que dirige sus prácticas contra las hijas o contra las mujeres en general. ¿Cómo se dispone esta estructura?, ¿Qué permite el ejercicio de la violencia? Como ya dijimos, la idea de la dominación masculina es una de las vías de comprensión. En efecto, la idea del machismo como imposición del mandato de poder resulta coherente. Y sin suspender esta posición es importante entender la configuración de una infraestructura política mayor, que demarca el soporte de las acciones y que, a su vez, resulta una afrenta al estado y a sus leyes. Cada uno de los usos de la violencia y de la muerte entre las parejas resulta un modo de ejercicio del poder y a su vez un lenguaje complejo que permite deconstruir sistemas de interacción. La idea es que los feminicidios y translesbicidios y la violencia no significan una ruptura de la significación, sino más bien un continuum radical de la estructura. En este sentido, cada modalidad de la violencia y las técnicas en dar la muerte son formas del lenguaje sobre las cuales se pueden 37


construir gramáticas. Así, el feminicidio y el translesbicidio “son un lenguaje tan radical, que su mera enunciación implica el exterminio de uno de los interlocutores”17. Las modalidades de la violencia y la muerte frente a las parejas mujeres y sus semejantes se refieren al uso de los golpes, cortes y patadas. Los feminicidios y translesbicidios son realizados sobre todo por la exacerbación de los golpes, por ahorcamiento o usando una daga o cuchillo; aunque en algunos casos se emplean también armas de fuego.18 El espacio local constituye un campo de control. Salir de dicho espacio implica simbólicamente un “riesgo” para la pareja: se pone en “riesgo” la integridad física y simbólica de la mujer y se pone en “riesgo” la autoridad masculina, su posibilidad de control, regulación y mando. Los celos no significan solamente la posibilidad de terminar una relación íntima, sino que son síntoma de la sospecha de cuestionamiento de la autoridad micro política y de las posibilidades de ejercicio de poder del varón. Las técnicas utilizadas no tienen un control refinado del uso de la violencia o del dolor, sino más bien se asemejan a la estructura del suplicio o de la tortura del cuerpo del siglo XII.19 Sin embargo, existen elementos recurrentes. Veamos como ejemplo dos de estos modos: el castigo a través de golpes y cortes sistemáticos, y el feminicidio. En el castigo, muchas veces los golpes y cortes se producen inicialmente en las piernas, para eliminar la posibilidad de “movilización”. Parecería que el significante se refiere a una orden de permanencia dentro de la casa, un mandato de inamovilidad. Posteriormente, estos golpes y cortes se practican sobre zonas visibles del cuerpo: el rostro y los brazos. Su carácter manifiesto implicaría, en este caso, un significante más abierto: por un lado el mandato de no salir para no divulgar la vergüenza del castigo (que simbolizaría una mala acción de la mujer). Por otro lado, el significante indica justamente que se expone públicamente el castigo, se muestra a todos, estas afrentas y la capacidad puesta en práctica del control de la pareja, la demostración del contrato y de las consecuencias de su transgresión. “…recuerdo a una muchacha que fue masacrada por su pareja. Este, después de pegarle en su casa, la bajó arrastrando de los pelos por las escaleras ante la vista de todos sus vecinos y nadie hizo nada. Grada por grada la pobre mujer se golpeaba la cara, el cuerpo”. (Elsa Mamani).

Se trata del suplicio público, que no es solamente significante de la irracionalidad patológica, “pasional”, sino de un modo de dominio del cuerpo de la mujer. Significante micro político de sus posibilidades de ejercicio de poder, de control y del mantenimiento de un contrato. Estas técnicas, que no están separadas del sistema de ejercicio de la violencia en la vida cotidiana, tienen un polo radical: el feminicidio. Este no puede leerse solo como mero machismo, sino como el suplicio definitivo que se utiliza también como 17

Ver el argumento completo en Mujica 2006. Villanueva 2009: 583. 19 Foucault 1979. 18

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una restitución del acuerdo social o para vengar su ruptura (o la sospecha de la ruptura). Preso de sus celos enfermizos, un ex presidiario asesinó a su ex mujer al atacarla con un filudo cuchillo de cocina y cortarle la yugular, intentando luego suicidarse ingiriendo veneno para ratas (…) Antonio Benigno Gómez no soportó encontrar a su ex conviviente Sonia Irma Norberto Soto, tomando un caldo de gallina con un amigo en el mercado (…). Doralisa Silva Gonzales, amiga de Sonia Norberto y testigo de los hechos, dijo que el asesino golpeó a su víctima y a empujones la metió en su cuarto porque estaba tomando caldo de gallina con un amigo. “después no escuchamos nada y cuando entramos a ver a mi amiga Sonia, la encontramos muerta con el cuello cortado, y él tirado en el piso botando espuma por la boca (…)”20.

Una vez más, el tema de los celos no implica solamente un “arranque” irracional patológico, sino que muestra el significante del control. Cuando el esposo, enamorado o novio entra en un “arranque de celos”, también ve desprotegido el contrato que se ha establecido con su pareja y desprotegido su campo de acción micro político. Esto permite concluir que el ejercicio de la violencia y la muerte está dispuesto por campos construidos sobre micro contratos, sobre una estructura política que cuestiona la determinación del estado como una totalidad absoluta. Incluso en el campo policial o judicial, muchos de los actores que ocupan el cargo de autoridades formales muestran que la estructura se sobrepone a la existencia de estos sistemas. En otras palabras, que conocen de un modo u otro la existencia de esa legitimidad del uso de la violencia y la muerte en el campo doméstico y que prefieren no intervenir. Si bien la ley existe como un dispositivo formal que supuestamente penetra toda la estructura, en la práctica esto no siempre es así; no se trata de un campo racional total, sino más bien de uno en el que los modos de pensar el poder y de conocer el uso legítimo de la violencia y la muerte están cruzados. No es solo “complicidad masculina”, “encubrimiento”, “machismo”, sino también el reconocimiento de este uso legítimo, de esa zona privada-pública en la cual los hombres ejercen su derecho a dar la muerte. Se trata de un reconocimiento de múltiples contratos que no pueden ser rotos por la ley formalizada del estado. La violencia contra la mujer y sus semejantes, en el seno de la vida cotidiana de las relaciones sociales no está separada de los otros modos de ejercicio de violencia y muerte de los varones en el hogar. La política excede al estado. Aparece también como sistema de gobierno de la economía, de la casa, del cuerpo. Este gobierno 20

Muchos de estos homicidios se producen con cortes en el cuello, pero también, como indica la policía, en el vientre, senos, pubis y piernas. Es frecuente, asimismo, la violencia sexual, antes o después del asesinato. El significante nos muestra un campo de la estructura de acción. Los cortes en el cuello refieren a un significante comunicante, un símbolo de la anulación de la comunicación: “ya no es posible comunicarse, ni siquiera a través de los golpes”. Aquellos que se dirigen al vientre, el pubis o los senos muestran el componente de posesión sexual que resulta fundamental en el control micro político y en la exclusividad del contrato de convivencia.

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local, esta economía, resulta un campo micro político que hay que repensar. Cada golpe, cada corte, cada patada, cada gota de sangre muestran la existencia de una tecnología política de la vida cotidiana que constituye la evidencia de modos de poder, de violencia y muerte dentro del estado; que le muestran sus fronteras interiores, aunque de la manera más radical. A Elena la mataron a golpes. Su propio marido la violó, le arrancó mechones enteros de cabello con las manos. Tirada en el piso, él la pateó en el vientre, le dijo que era “una perra”, que “solo tenía valor porque él la mantenía”. A Elena le dijeron que ella “no tenía derecho a nada si es que su marido no le daba permiso” y es que ella se había casado, ella le había prometido fidelidad total. Él, a cambio, le daría protección, alimento, casa. Elena no quería denunciar las agresiones porque estas eran parte de la promesa, del contrato que tenía, de ser una mujer casada, una pareja fiel. Cuando la mataron, Elena no se defendió. Su cuerpo amoratado por los golpes, enrojecido por los cortes nunca reclamó nada. Elena tenía 26 años.

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LA SOCIEDAD: ASESINO COLECTIVO

“Mi “escucha” de lo dicho por estos presidiarios, todos ellos condenados por ataques sexuales realizados en el anonimato de las calles y a víctimas desconocidas, respalda la tesis feminista fundamental de que los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad. En otras palabras: el agresor y la colectividad comparten el imaginario de género, hablan el mismo lenguaje, pueden entenderse”. Laura Rita Segato21

Los hombres violentos que asesinan mujeres y todo aquello que se le asemeja (homo/bi/trans sexuales, niñas, ancianas), no son “enfermos”, no hay ninguna patología que justifique tal violencia. La conducta violenta es intencional y consciente. Los violentos son responsables de sus acciones. De ahí que, los asesinatos cometidos por estos violentos no se puedan tipificar como casos aislados cometidos por “locos con mentalidad criminal”. La violencia masculina, actualmente se ha convertido en un problema social grave, cuyas víctimas son las mujeres y sus semejantes por feminización, sin importar condición económica, social o cultural. Esta violencia, que en la mayoría de los casos termina con la muerte, es producto del abuso de poder de una sociedad colonial y patriarcal, en la que los hombres aún están investidos de privilegios adquiridos y reforzados por la cultura, mismos que le han sido sustraídos y expropiados a las mujeres. La violencia y la muerte, que traducen los feminicidios y los translesbicidios, son tecnologías de disciplinamiento, castigo o venganza que tienen como motivación principal la misoginia. El término misoginia designa el temor, rechazo y odio a las mujeres. Hace referencia a todas las formas en que se les asigna, sutil o brutalmente todo lo que se considera negativo y nocivo. Como concepción del mundo y justificación de la cotidianidad violenta, la misoginia está destinada a inferiorizar a las mujeres. Por ello, se liga de manera indisoluble a la convicción masculina universal, de que el hombre es superior a la mujer por naturaleza, de que ser hombre es “una bendición”, y de que ser hombre es no ser mujer. ¿Qué tienen en común los crímenes cometidos por un asesino serial, un amante, un novio, un esposo o un grupo de amigos cómplices en la violación de una mujer hasta la muerte?

Rita Laura Segato – Brasilia 2004 Serie Antropología 362 “Territorio, Soberanía y Crímenes de Segundo Estado: La Escritura en el Cuerpo de las Mujeres Asesinadas en la Ciudad Juárez”. 21

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El componente misógino de la cultura, que organiza los estereotipos de género con definidas prácticas en el ejercicio de poder22 sobre el cuerpo de otras/os, donde la huella de la tortura y la muerte, es un código que se utiliza para el disciplinamiento social a manera de advertencia y castigo ejemplar, para aquellas que están vivas. Los feminicidios y translesbicidios, no son una novedad, se han cometido en distintas épocas históricas, en diferentes contextos sociales, durante la guerra y en épocas de paz, en el ámbito público y privado, por conocidos o desconocidos, violadores, asesinos seriales o no, que actúan en forma individual o grupal. Desde tiempos remotos, se ha perseguido a mujeres, se las ha quemado por brujas, se las ha violado y matado. Mujeres que han luchado por sus derechos, han sido asesinadas, tal es el caso de Olympia de Gouges, que propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, la guillotina le cortó la cabeza (1793). Y el de las 129 costureras, obreras textiles encerradas e incineradas dentro de la fábrica Sirtwoot Cotton, el 8 de marzo (1908)23. El infanticidio de niñas, era practicado por pueblos fenicios, cartagineses, chinos, indios y romanos24. El riesgo de perecer como alimento para animales, víctima de canibalismo para nutrir a otros integrantes de la familia, ahogada en ceniza caliente, enterrada viva junto a su madre si ésta moría en el parto, o en el mejor de los casos regalada, siempre ha acompañado de manera perversa, la vida de las mujeres. Con esto, no se desconocen las transformaciones sociales que se han dado es los últimos tiempos. Sino que, se enfatiza en la incapacidad de estas transformaciones de agrietar el fundamento ideológico patriarcal y su estructura simbólica profunda que hace posible la impunidad histórica del crimen colectivo. La dinámica de este poder hegemónico asesino no sólo mata, viola o golpea, sino que silencia, invisibiliza, excluye y, condena al olvido… consolidando así, una actitud cómplice y en servidumbre. En esta forma impune de matar y olvidar del patriarcado, hay una conexión no verbal, un código no escrito, un acuerdo en el imaginario; solidario y mafioso con la modalidad y su objeto. Una lealtad colectiva con el criminal y con el crimen, que permite visualizar los elementos que le otorgan continuidad. Celia Amorós explica, que esto se debe a que el patriarcado es un sistema meta estable25 de dominación, con gran poder de adaptación a los cambios, que le permite sostenerse y conservar Sandra Lorenzano es escritora y crítica literaria. Doctora en Letras (UNAM), “Cuerpos que se escriben: por un erotismo político”. Sobre este territorio fronterizo se han puesto en juego diferentes poderes a lo largo de la historia, que han ejercido control y vigilancia. "No hay ley que no esté inscrita en los cuerpos." Cuanto mayor es la concentración de poder en alguna de las instancias, es decir, cuanto mayor es el grado de autoritarismo, aumenta también el control sobre los cuerpos. Un régimen autoritario busca cuerpos disciplinados -Foucault habla de "cuerpos dóciles"-; cuerpos sometidos a los patrones de comportamientos dominantes. Aquellos que desafían este orden son marginados (cuerpos psicóticos, cuerpos carenciados...) o directamente suprimidos. 23 En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras, realizada en Copenhague, Dinamarca, las dirigentes comunistas alemanas Clara Zetkin y Kate Dumker propusieron que fuera declarado el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, en homenaje a las 129 costureras asesinadas en la fábrica Sirtwood Cotton de Nueva York. 24 Instrucciones de Hilarión, soldado romano, a su esposa Alis (I a.C) son típicas en cuanto a la franqueza con que se hablaba de estas cosas: «Si, como puede suceder, das a luz un hijo, si es varón consérvalo; si es mujer, abandónala». Carta conservada. 25 Celia Amorós. Colección Feminismos Editorial Cátedra. 2005 “La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las mujeres”. 22

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su núcleo duro constituido precisamente por el sistema de reconocimiento entre pares y el ejercicio hegemónico de poder. El reconocimiento entre pares, parte del supuesto de la igualdad, de la afirmación de derechos, de la identidad y el ejercicio de la ciudadanía. Los varones son los iguales, las mujeres en cambio, son las idénticas, reducidas al espacio privado, cosificadas en la tutela26, no se les reconoce derechos ni identidad. Son ubicadas del lado de la naturaleza, de aquello que no cambia y se repite. Desde esta perspectiva permanecerían invariables en el tiempo, idénticas a pesar de los cambios. Sustraídas por completo de la Historia. De ahí que, golpearlas, violarlas, matarlas, no resulte nada extraño. La muerte, es la conclusión grotesca y trágica de una simbología mítica y de un lenguaje universal: las mujeres desde siempre han estado muertas, ¿por qué no eliminar sus cuerpos, de una vez?. El asesino colectivo, sueña con el crimen perfecto: ahogar su fantasma y, dormir tranquilo.

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Pater familias o padre de familia bajo cuya autoridad y tutela se hallaba la esposa, los hijos, los esclavos de su propiedad y los clientes, si la familia era lo bastante importante como para tenerlos.

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EL FEMINICIDIO ES GENOCIDIO…

Los crímenes contra las mujeres y contra todo otro que se le asemeja por estigma de feminización, emanan de una estructura de poder jerárquica y patriarcal. Esta estructura es violentogénica y potencialmente genocida, debido a que la supremacía masculina sólo puede alcanzarse y reproducirse, a través del ejercicio de dominaciones múltiples. Cuando estas formas múltiples de dominación sexual, intelectual, económica, política y bélica, se encuentran amenazadas y el atributo de la masculinidad corre el riesgo de no ser comprobado o reafirmado, se suspenden los lazos de afecto y se produce la agresión: “El recurso a la agresión, por lo tanto, aún en el ambiente doméstico, implica la suspensión de cualquier otra dimensión personal del vínculo, para dar lugar a su mandato de dominación”27. En este sentido, es necesario mostrar a los ojos del sentido común patriarcal de jueces, fiscales, abogados y sociedad en general, que el crimen de feminicidio es un crimen de genocidio. Es decir, un tipo específico de crimen de exterminio histórico contra las mujeres y contra todo aquello que se le asemeja. De este tipo de exterminios, tenemos noticias desde tiempos remotos, así como también sabemos, que los exterminadores de mujeres de todas las épocas, siempre han campeado impunes. El concepto de genocidio como figura criminal, nace con la obra de Rafael Lemkin, quien luego de escapar de Polonia y dedicarse al Derecho Internacional, publicó su obra Axis Rules in Occupied Europe, en 1944. La cuestión que trabaja Lemkin al analizar el régimen hitleriano es, hasta qué punto se puede considerar propio del Estado, la destrucción por parte del mismo, de sus propios ciudadanos; o si esto no pasa a ser asunto de interés internacional. Lemkin asume esta segunda posición, y argumenta que estos crímenes contra los ciudadanos de un estado son delictum ius gentium que deben ser sometidos a un sistema de persecución judicial para evitar su impunidad. De este modo, define el genocidio como “…un crimen especial consistente en destruir intencionalmente grupos humanos raciales, religiosos o nacionales, y como el homicidio singular, puede ser cometido en tiempos de paz como en tiempo de guerra (…) hallase compuesto por varios actos, subordinados todos al dolo específico de destruir un grupo humano”28. En este caso, habría que hacer extensivo el concepto, no solo a grupos humanos raciales, religiosos o nacionales, sino también como ocurrió en Francia y en España a grupos discapacitados, perseguidos políticos o generizados29, es decir, en este último caso a grupos que pertenecen al género femenino o que por su situación u opción estigmatizada socialmente, han sido asimilados a la femineidad (niños/as, ancianos/as, negros/as, indios/as, gay, lesbianas, bisexuales, trans y queer). Rita Laura Segato – Antropóloga, investigadora y experta en feminicidio. Comunicación de Lemkin a la VIII Conferencia para la Unificación del Derecho Penal, 1947, cit. Por Ripollés: 627, EN V, Lozada, Martín “El crimen de genocidio. Un análisis en ocasión de su 50ta. Aniversario”, publicado en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia. Año 5 no. 9-A 1999 Buenos Aires, Argentina. 29 La incorporación generizados, es mía. 27 28

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Sin embargo, también tendríamos que hacernos algunas preguntas, por qué los crímenes de exterminio contra las mujeres y sus semejantes a lo largo de la historia, han permanecido impunes? Qué tipo de complicidad perversa se ha establecido desde tiempos inmemoriales entre el criminal, el crimen y el imperio de la ley? Por qué los Estados del mundo, abanderados de los derechos, técnicas llamadas a garantizar la convivencia humana en armonía, se han despreocupado en llevar a los violadores de los derechos humanos ante la justicia? A quiénes y por qué, les interesa el exterminio de las mujeres y de sus semejantes? Quién o quiénes le pondrán el cascabel al gato, sentando en el banquillo de los acusados a los Estados criminales, cómplices de los genocidios pasados y presentes, con la única intensión de destruir al grupo humano de mujeres?

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EL GOBIERNO DEL MIEDO

“No se trata de preguntar cuál régimen es más duro, o más tolerable, ya que en cada uno de ellos se enfrentan las liberaciones y las servidumbres”. Posdata sobre las sociedades de control

¿Qué significa vivir en una sociedad de control? Significa ser parte de una “maquinaria de producción de miedos y de producción de dispositivos para enfrentarlos”30. La inseguridad en las calles, el narcotráfico, el terrorismo, la trata y tráfico de personas, la venta de órganos, los secuestros express, los femitranslesbinfanticidios, entre otros, son emergencias de este gobierno del miedo que excede el mero temor a la agresión física. Contrariamente a lo que ocurría en las sociedades del siglo XII, cuyo caso emblemático es el de Damiens, condenado a muerte en 1757, quien fuera torturado con plomo hirviendo en las tetillas y descoyuntado con la ayuda de caballos y cuchillos mientras una muchedumbre contemplaba el suplicio en servidumbre de patíbulo… Y, a diferencia de lo que sucedía en las sociedades disciplinarias del siglo XVIII, en las que la cárcel era el santo y seña de las instituciones de encierro, con su arquitectura (el Panóptico) convertida en lógica social (el panoptismo) y el castigo, la tortura misma, quitada del mundo del espectáculo. Período este, en el que las teorías penales construyeron la complejidad de la administración del castigo y pasaron a ser importantes, el cuerpo y el alma del delincuente, de modo que se multiplicaron tanto los códigos penales como las modalidades del encierro que gestionaba el castigo… En las sociedades de control, el castigo ya no es ocultado en una cárcel, al estilo del siglo XVIII, sino reafirmado, exaltado, utilizado bajo la condición de situación ejemplar que apacigua la sensación de inseguridad. Y la diferencia, con el siglo XII, es que ahora el papel espectacular del castigo no es cumplido por un verdugo frente a una muchedumbre, sino por una interacción marcada por los medios de comunicación. El marketing y la publicidad son ahora los nuevos aparatos de normalización. En las sociedades de control, el “público” no obedece a las reglas de formación corporal de la disciplina foucaultiana sino que se guía por la propagación de los signos a distancia, hecho que la multiplicación de los medios de comunicación en el siglo XX (la radio, el cine, la televisión, Internet, las tecnologías digitales portátiles) no hace sino confirmar. Según Michael Hardt, en las sociedades de control lo que hay es corrupción. Pero, “No se debería dar a este concepto de corrupción una significación moral o apocalíptica. Hay que concebirla a la manera de Aristóteles, como el proceso inverso de la generación, como un devenir de los cuerpos, un

Diego Galeano. “Gobernando la seguridad. Entre políticos y expertos”, en Tiempos inclementes. Culturas policiales y seguridad ciudadana. (Gregorio Kaminsky, compilador). Buenos Aires, Universidad Nacional de Lanús, 2005, página 120. 30

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momento en el ir y venir de la formación y deformación de las subjetividades”31. Para Lazzarato, “Si las disciplinas moldeaban los cuerpos constituyendo hábitos principalmente en la memoria corporal, las sociedades de control modulan los cerebros y constituyen hábitos principalmente en la memoria espiritual”32. Lazzarato propone, situar las sociedades de control bajo el término de noopolítica (conjunto de técnicas de control), cuya operatoria se basa más en grabar consignas variables en la memoria, a través de las tecnologías de información y comunicación, que en tallar consignas fijas en subjetividades encerradas. La noopolítica, tanto en la vigilancia contemporánea como en las condiciones actuales de la administración de la pena y el castigo dentro y fuera de la cárcel, pasando por las modulaciones subjetivas que tienden a ocupar el espacio de los antiguos moldeados disciplinarios, es el dispositivo central del gobierno del miedo. Su actuación a través de las tecnologías digitales, pero también a partir de la información asociada a las noticias: in-forma, da forma, a un conjunto de acciones y relaciones humanas. Este sería, el verdadero sentido del paso, del moldeado disciplinario del siglo XVIII, a la modulación de la sociedad de control, del siglo XXI.

Michael Hardt. “La societé mondiale de contrôle”, en Gilles Deleuze. Une vie philosophique. (Eric Alliez, compilador). París, Institute Synthélabo, 1998, página 374). Esto será desarrollado más ampliamente por Hardt y Antonio Negri en el capítulo “Generación y corrupción” de Imperio. 32 Mauricio Lazzarato. Políticas del acontecimiento. Buenos Aires, Editorial Tinta Limón, 2006, página 100. 31

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AGUJERO NEGRO DE SERES QUE SOBRAN … el agresor le dio tal paliza a la joven, que además de las lesiones ocasionadas en el cuerpo, “le propinó un puñete en el ojo y otro en los labios haciendo que salte un diente”. (Gina Ballivián, Brigada de Protección a la Familia, sobre el Caso de Hanalí Huaycho Hannover. La Razón, 14 de febrero de 2013)

“El lenguaje de la condena y el castigo ha retornado al discurso oficial”33, en él se despliega una victimología por la que “sólo la visión del sufrimiento de ‘individuos como nosotros’ puede provocar las respuestas apasionadas que se necesitan para suministrar energía emocional a las políticas punitivas y la guerra contra el delito”34. Esta justicia expresiva exige entonces, modificar con urgencia la lógica de la cárcel. Las cárceles, atiborradas de delincuentes, superpobladas debido al aumento tanto de los procesados sin condena como de las detenciones y puestas en prisión de individuos, están estrechamente ligadas a la desestructuración social provocada por las políticas neoliberales que se aplicaron con distintos grados, en buena parte del mundo en las décadas de 1980 y 1990. Con el ascenso del neoliberalismo, en las sociedades de control se multiplicaron las penas intermedias (prisión domiciliaria, trabajos para la comunidad, centros disciplinarios no carcelarios) que exigían una actualización permanente de datos –en la lógica misma de la vigilancia– y la existencia de un conjunto de funcionarios dedicados a estas tareas. De lo que se trataba era, de darle un rostro más “amable” a la posdisciplina respecto de la superpoblación carcelaria, esto condujo a un “social-panoptismo” donde “la regulación punitiva de los sectores pauperizados del nuevo proletariado posfordista se efectúa principalmente por medio de dispositivos panópticos cada vez más elaborados e invasivos, directamente integrados a los programas de protección y asistencia”35. En este mundo de inseguridad gobernado por el miedo, la rehabilitación de los delincuentes, ya no es el principio que anima el espíritu de las cárceles, sino el hecho simbólico que enmascara la funcionalidad económica y política de la cárcel, para manejar ciertos sectores (droga, prostitución, trata) que las instituciones oficiales no pueden tomar a su cargo. La función de la cárcel es transformarse en un “depósito” de seres que “sobran” en el conjunto social. La cárcel tiene “como único objetivo la custodia y retención de sujetos hasta su completa degradación. Digamos que ya no se busca modelar esquemas humanos para hacerlos útiles, se intenta cansar energías, hacerlas inocuas”36. Las personas que hoy pasan por la cárcel son arrojadas a través del estigma fuera de la sociedad.

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David Garland. La cultura del control. Crimen y orden social en la sociedad contemporánea. Barcelona, Editorial Gedisa, 2005, página 44. 34 David Garland. Op. cit., página 324. 35 Loïc Wacquant. Las cárceles de la miseria. Buenos Aires, Editorial Manantial, 2000, página 36 Alejandro Marambio. “El futuro de las prisiones”, en revista Zettel. Arte de Pensamiento nº 5-6. Buenos Aires, 2005, páginas 217 a 219.

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La cárcel ya no provee el modelo a las instituciones propias de las sociedades de control, como lo hacía en otras épocas, porque la vigilancia ya se desprendió de la necesidad del encierro. Los cuerpos al dejar de ser objeto de la normalización disciplinaria, dejan a la cárcel sin capacidad de ofrecer un modelo de tecnologías corporales. La crisis de las cárceles se manifiesta en este caso, en la incapacidad que tienen para formar subjetividades o identidades fijas. A su vez, el complejo carcelario que oficiaba como la realización de lo que Foucault llamaba la “inclusión por exclusión”, en las sociedades de control deja de tener vigencia, debido a que la exclusión supera ampliamente a la inclusión, y la lógica disciplinaria no penetra con tanta homogeneidad en todos los estratos sociales. Desacreditados el encierro, la normalización y la inclusión, la cárcel termina transformándose en el agujero negro de las sociedades de control, en la medida en que la espectacularidad del castigo ya no se ejerce sobre el cuerpo sino a través de los medios de comunicación.

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¿QUE ES LO QUEER?

Lo Queer al igual que la Teoría de Género nace de las reflexiones feministas. A finales del siglo XIX, en el Reino Unido y posteriormente en Estados Unidos, la palabra queer empieza a adquirir una connotación sexual. Queer es un término inglés que se usaba para referirse a lo bizarro, extraño, enfermo, anormal. Con la actual connotación sexual, lo queer hace referencia a todo lo que no se ajusta a la norma sexual, todo lo que no es normal. Desde este punto de vista, el término era utilizado por la homofobia heterosexual como insulto o injuria contra los homosexuales. Sin embargo, en los años 30 algunos homosexuales lo recogieron como bandera de lucha, para marcar distancia de la imagen social dominante del homosexual afeminado, de clase media y de apariencia convencional. La palabra, entonces se convierte en sinónimo de lo que ahora denominamos gays. Después de la segunda guerra mundial, el término pierde su carácter de autodesignación en la nueva generación de gays y sólo conserva su sentido despectivo y homofóbico. Sin embargo, a finales de los años ochenta y comienzo de los noventa resurge nuevamente de la mano del grupo Queer Nation de New York, cuyo objetivo era la lucha contra la homofobia y la visibilización de los gays y las lesbianas. El grupo dura muy poco y se disuelve, y el término queer comienza a perfilarse con un nuevo significado: reacción y rechazo a las identidades gays y lesbianas excluyentes y a sus reivindicaciones asimilacionistas hacia la sociedad dominante. Queer se propone como un espacio de ruptura identitaria, un espacio des-identitario que da cabida a la multiplicidad de subjetividades hasta entonces excluidas por lo gay y lo lesbiano (transgéneros, travestis, transformistas, bisexuales, locas, tías, machorras, sados, mazos, sadomazos, etc.), se convierte en un movimiento crítico de las normas sexuales, culturales y sociales. A partir de allí, también se genera toda una remoción intelectual conocida como Teoría Queer, gracias al denominativo que le dio la teórica feminista lesbiana Teresa de Lauretis en el coloquio organizado por la Universidad de California en Santa Cruz, en 1990. Este espacio de reflexión teórica se proponía como una alternativa para ampliar el campo de los estudios gays y lésbicos hacia la multiplicidad de las diferencias sexuales. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, los movimientos queer en Europa se inspiraron en la cultura anarquista y en las emergentes culturas transgénero. Estos movimientos reinterpretaron desde el punto de vista político los trabajos de filósofos como Foucault y Deleuze, para develar, en palabras de Félix Guattari que “entramos en una época en que las minorías del mundo comienzan a organizarse contra los poderes que les dominan y contra todas las ortodoxias”. 50


QUEERIDAD…

¿Qué es lo queer? ¿Por qué hablar de lo queer? ¿Cómo pensar la raricidad, en el proceso decolonial boliviano actual? Las teorizaciones queer, hacen referencia a los debates sobre identidad, transgresión y normatividades, tanto hétero como homosexuales que se vienen dando tanto en el Norte como en el Sur. El término queer aparece en los años noventa, para criticar tendencias asimilacionistas y normalizadoras del género y la sexualidad y, para desestabilizar y redefinir concepciones estáticas de raza y etnicidad. Es una propuesta que busca desplazamientos contestatarios frente al estado, frente a las instituciones religiosas, y frente a las nociones de ciudadanía y de sociedad, por parte de una multitud de sujetos abyectos. Lo queer, permite a los/las raros/as escudriñar la diferencia, para desrarificar la raricidad y rarificar a los normales, poniendo en evidencia las falacias, las mentiras sobre las cuales se inventan los sistemas de opresión y discriminación y sobre los que se fundan los mecanismos que definen los procesos de subjetivación. Lo queer, intenta moverse más allá del individuo, para materializarse en los actos transgresores, que no necesitan de un individuo o de su identidad para emerger. De ahí que, se lo asocie, con lo desestabilizador, con el contrasentido, con la extravagancia, con lo excéntrico. Lo queer, también redefine la relación establecida con la familia, la nación y la sociedad; critica los sistemas heteronormativos y las formas en que adoptamos nuestros géneros y sexualidades, los significados que les atribuimos y las prácticas institucionales que contribuyen a la formación de nuestras subjetividades; y complica ciertas nociones sobre la identidad y el deseo. En este sentido, pone en evidencia, que el deseo y la sexualidad son aspectos tan importantes para entender la sociedad, como la economía o la religión. Por ello, la importancia de buscar la intersección de lo queer con campos como raza, etnicidad o clase, a fin de observar las opresiones múltiples que atraviesan al sujeto en su relación excéntrica con las formas de vida establecidas, e intentar avizorar las nuevas relaciones entre saber, poder y ser que se clarifican en estas intersecciones. Más allá del nombre y su significante, lo queer pone también de relieve, el marco colonial que lo atraviesa, y su apertura a puntos de subjetivación que invitan al abandono de identidades esencialistas o enguetizantes, en busca de agenciamientos colectivos que confrontan injusticias sociales e introducen preocupaciones alrededor del género y la sexualidad, instando al reconocimiento de las resistencias y abriendo espacios-otros, a los sujetos que articulan su otredad, desde el exceso de sus cuerpos y sus pulsiones, contra las fuerzas estructurales que determinan las relaciones de dominación e inequidad.

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NATURALIZACION DE LA SEXUALIDAD

¿Son el sexo y la sexualidad algo natural? No. Sin embargo, para el feminismo clásico esencialista, existe una especie de continuidad natural entre los conceptos sexo, género y sexualidad, que constituyen la base de una especie de ontología de la diferencia sexual. Para este tipo de feminismo, el sexo es algo natural que se identifica con los genitales, mientras que el género sería una construcción simbólica y social articulada a procesos de dominación y opresión que los hombres ejercen hacia las mujeres. El límite de este tipo de retórica sobre el género, es precisamente la obligatoriedad de la heterosexualidad. El concepto de sexualidad, ha sufrido transformaciones a lo largo de la historia. En este sentido, se podría hablar de una sexualidad premoderna, moderna y postmoderna, a lo largo de cuya historia, se han producido cambios significativos referidos a las transformaciones de las identidades sexo/género/sexualidad. Según Thomas Laqueur, en el siglo XVII sólo existía un sexo: el masculino, legitimado por los estudios de la ciencia médica de la época, cuya creencia en “una especie de órgano sexual universal”, convertía a la feminidad en una variable débil y decadente. Posteriormente, se restablece cierta importancia a las mujeres, ya que para la determinación de la feminidad o la masculinidad, ya no importaba la anatomía de los genitales, sino el criterio de la capacidad reproductiva. Hacia fines del siglo XIX, estudios médicos, inventan la distinción conceptual entre homosexualidad y heterosexualidad, entre perversión sexual y normalidad. Hacia 1950, los “sujetos sexuales”, así constituidos, comenzarán a cuestionar esta invención moderna de la a-normalidad. A mediados del siglo XX, aparece la noción de sexualidad, que pone en duda la relación causal entre sexo y género. Es decir, la idea de que el sexo sea algo biológico, predeterminado y fijo, sobre lo cual se construye de manera simbólica y cultural, la diferencia de género. John Money, pediatra norteamericano, sería uno de los primeros en cuestionar de manera absoluta este “régimen sexual bipolar de la modernidad”, gracias a sus tratamientos quirúrgicos y hormonales de transformación de los órganos genitales de niños con problemas de indeterminación sexual. Lo que buscaba Money con sus intervenciones quirúrgicas a los bebes intersexuales, era posibilitar su adaptación y normalización a la vida familiar y productiva de la sociedad. A finales de los 90´esta práctica comenzó a ser cuestionada por las primeras asociaciones de intersexuales en los EE.UU. quienes demandaban el conocimiento de sus historiales médicos y el derecho a decidir sobre las transformaciones de sus propios genitales. De aquí que, sexo y sexualidad, no pueden ser considerados como algo natural. Forman parte del régimen cultural y socialmente construido de la diferencia sexual y de género, cuyos dispositivos institucionales de poder (institución médica, 52


educativa, jurídica, etc.) han trabajado de manera conjunta, para lograr que la normalidad (lo natural), pueda ser representado por lo masculino y lo femenino, dejando a las otras diversidades sexo/género/sexualidad (intersexuales, transexuales, transgénero, travestis, transformistas, gays, lesbianas, bisexuales, pansexuales, queeridad en general…), en el limbo “monstruoso” de la excepción, que confirma la regla.

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NACE BEBE INTERSEXUADO EN EL ALTO: POR EL DERECHO A SER

El nacimiento de un bebé intersexuado en El Alto, ha sorprendido a la sociedad, y ha puesto en evidencia una vez más, que en Bolivia, al igual que en casi todas las sociedades del mundo, aún persiste la poderosa creencia de que sólo existen dos sexos y de que estos dos sexos, difieren en lo biológico y en lo comportamental. Sin embargo, la presencia del bebé intersexuado en El Alto, reta esa creencia. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), revelan que el 1% de la población mundial es intersexuada; las estadísticas presentadas por la Asociación Mundial de Hemafroditas muestra que el 5% de la población es intersexuada; otros datos estadísticos privados dicen que uno, de cada dos mil personas, son intersexuados... (cualquiera sea la fuente que nos interese adoptar, en caso de querer dinamitar nuestros grotescos prejuicios...), la presencia intersexuada en el mundo, es un hecho incuestionable. Sin embargo, la puesta en cuestión, de la procedencia del bebé nacido en El Alto, a partir de consideraciones que apuntan a su "origen" genético, anclado en alguna oscura enfermedad congénita; o al hecho de la edad de la madre (14 años); o a la violación o incesto cometido por el padre de la menor; no hacen más que reafirmar la ceguera crónica y la incapacidad de reconocimiento de las diversidades de ser en el mundo, que aqueja a nuestros profesionales médicos, abogados y por qué no decir, colegas periodistas, para quienes el hecho, apenas es, una curiosidad noticiosa. El bebé hemafrodita, pone en evidencia una vez más, la mentalidad inquisidora, oscurantista, medioeval de los poderes biopolíticos médicos y legales que toman a su cargo la vida, como si se tratara de un objeto que puede ser intervenido y sometido a voluntad. Pero esta actitud, in-humana, no es una novedad. La historia, está llena de testimonios y de relatos de bebés intersexuados, que han sido reasignados al nacer por la voluntad arbitraria e irresponsable de sus progenitores, de parientes, médicos o abogados "bien intencionados"... que han buscado, por todos los medios tecnológicos a su alcance, reducir esta expresión sexual distinta de la condición humana, al dimorfismo jerárquico valorativo hombre/mujer, con todas las consecuencias existenciales que semejante arbitrariedad tiene, en la vida de quienes padecen los estragos de éstas reasignaciones de sexo (en la mayoría de los casos erróneas y con saldos de muertos por suicidio, practicadas por éstos médicos)... La Asociación Mundial de Intersexuados, actualmente, está enfrentando múltiples juicios, a nombres de esos bebes, que ahora son adultos y que están gritando al mundo la injusticia de la que han sido víctimas, al habérseles despojado del derecho a ser... Los intersexuados, no son hombres o mujeres malhechos o indefinidos, no son errores de la naturaleza o malformaciones cromosómicas son: seres intersexuados, y tienen el derecho de permanecer en esa condición. En caso de querer optar por 54


otra condición, las personas intersex tienen derecho a definir libremente el sexo al que quieren pertenecer, y esa elección no pueden hacerla ni sus padres, ni las autoridades médicas, ni las autoridades de protección a la infancia. El sexo, constituye un elemento de la subjetividad de la persona y sólo ella, con pleno conocimiento, puede consentir en una readecuación de su sexo y aún de su género. Nuestra Constitución Política del Estado reconoce el derecho a la vida... la vida del bebé de El Alto, no puede estar librada a las arbitrariedades de ningún poder. Toda persona, tiene derecho a ser... a esperar la suficiente edad y madurez psicológica para decidir por sí misma, la definición de su sexo, y es libre de escoger su afinidad sexual, como un hecho inherente a la propia constitución de su ser. ¡NO A LA REASIGNACION SEXUAL DEL BEBE DE EL ALTO!

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INTERSEXUALIDAD: BREVE RECORRIDO HISTORICO DE UN CUERPO MUTILADO Y SILENCIADO "Marie de Marcis estuvo a punto de morir en la hoguera. Fue bautizada con nombre de mujer y creció hasta lo que parecía un estado adulto normal en un pueblo cercano a Ruán. Sus señores testificaron que tenía períodos regulares y el testimonio médico en su proceso confirmó que, en efecto, había pertenecido a tal género desde su nacimiento. Pero se enamoró de la sirvienta con la que compartía la cama, lo que le reveló que tenía pene y, por tanto, era hombre. Ambos deseaban casarse. En lugar de ser reconocida como hombre después de que le creciera el pene, fue juzgada por sodomía y declarada culpable. Bajo la presión del juicio no pudo mostrar el órgano en la debida forma. Cuando el Dr. Duval entró en escena encontró el miembro perdido penetrando en la vulva y probó que no se trataba del clítoris porque, después de frotarlo, obtuvo una eyaculación de espeso semen masculino. Su intervención salvó a Marie de la hoguera [...], sin que se le reconociera de momento el nuevo género. El tribunal ordenó que continuara vistiendo ropas de mujer hasta los 25 años y que se abstuviera de mantener relaciones sexuales con ningún sexo en tanto continuara su vida de mujer". [Thomas Laqueur, 1994].

Este tipo de relatos es frecuente a lo largo de la historia. Muestra cómo los asuntos vinculados con la intersexualidad desde tiempos remotos han estado marcados por la controversia. La presencia de cualquier forma de ambigüedad sexual, en los humanos, ha motivado siempre sentimientos de burla, pena, miedo y rechazo a causa del malestar y la confusión, no siempre consciente, que provoca. En la antigüedad, muchos intersexuados fueron quemados en la hoguera, acusados de ser enviados del diablo, poseídos, hechizados... En Grecia y Roma, los intersex fueron asediados al nacer o al descubrirse su condición. Durante la Edad Media y el Renacimiento, el hermafroditismo estuvo reconocido en los códigos civiles y canónicos; más tarde se convirtió en motivo de intereses morbosos en las refinadas cortes francesas e italianas, para finalmente, quedar como fenómenos de exhibición en circos. La determinación del sexo biológico en el Renacimiento, era de gran importancia porque tenía consecuencias sociales, pues la pertenencia a uno u otro sexo confería al individuo cierto lugar en el orden social y con ello, ciertas consideraciones sociales. En la época actual, las personas con ambigüedad sexual, como el bebé nacido en El Alto, ya no son percibidas como «monstruos peligrosos»; sin embargo, debido a mitos y leyendas que habitan el imaginario social de los bolivianos, aún son percibidos como «fenómenos» y motivan curiosidad, confusión y hasta cierto rechazo. Y pese a los adelantos de la ciencia y la revolución cultural de nuestra sociedad, los intersex aún, suelen ser víctimas de la invisibilización y de la estigmatización social. Para contrarrestar este tipo de actitudes discriminadoras y estigmatizadoras, típicas de sociedades conservadoras y poco respetuosas de la diferencia, en Bolivia, 56


estamos enfrentando un proceso de cambio, que tiene como punta de lanza dos grandes y complejos ejes que son: la descolonización y la despatriarcalización, sin embargo, no ha sido fácil lograr una apertura hacia la reflexión de temas como sexogénero-sexualidad, por fuera de la camisa de fuerza que tejen la heterosexualidad obligatoria y el dimorfismo sexual hembra/macho, como únicas opciones "naturales" que garantizan la reproducción de la especie. Aquello que no entra naturalmente en el dimorfismo sexual no se tolera, y se mutila un pene demasiado pequeño para ser aceptable, transformando al niño en niña, se corta un clítoris demasiado largo para ser aceptable, transformándolo en insensible, se abren y ensanchan vaginas o se construyen con otros tejidos a fin de permitir la penetración, se extirpan gónadas que no pueden convivir con la anatomía externa, todo por la futura "felicidad" de un bebé que así podrá mostrar su sexo sin avergonzarse. (Kessler, 1998; Dreger, 1998 y 1999)

En los últimos años, se ha gestado un movimiento sociopolítico en el mundo, que ha favorecido la expresión de múltiples grupos humanos mal llamados "minorías sexuales" y, se aprecia cada vez más un mayor reconocimiento de un amplio rango de expresiones de la identidad. En el contexto específico de la intersexualidad, ha surgido un "movimiento político destinado a cambiar la ideología médica y detener las cirugías infantiles. A diferencia de los médicos, para quienes ser intersexual es un defecto de nacimiento quirúrgicamente corregible, intersexual es para ellos una identidad, incluso si la marca original ha sido quirúrgicamente eliminada". (Diana Maffia y Mauro Cabral: "Los sexos ¿son o se hacen?") NO, A LA REASIGNACION QUIRURGICA DEL BEBE INTERSEX NACIDO EN EL ALTO...

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LA EXPRESION DE LOS GENEROS MULTIPLES

La antropología social, es la disciplina que mejor ha comprendido la expresión vital de las comunidades transgéneros. Transgéneros, son individuos, comportamientos o grupos que desbordan las fronteras de la identidad genérica tradicional comúnmente asignada, al presentar divergencias con los roles duales del binarismo occidental. Las personas transgéneros, ponen en tensión la tendencia europea al dualismo, que divide a los seres humanos en masculinos y femeninos, excluyendo otras posibilidades de identidad genérica. Esta mirada reductiva, ignora que lo que una persona “es” no se reduce sólo a lo biológico, sino que también “es” el resultado de los sucesivos roles que desempeña en la vida cotidiana y que van cambiando a lo largo de su trayectoria vital. En este sentido, la identidad tal como la entendía Leibniz, es sustituibilidad, por un lado y por otro, como la describe F. Waismann es convención. Esto significa, que las identidades pueden sustituirse una a otras, dado que las mismas son establecidas y reconocidas en base a criterios convencionales. Lo que importa en estos casos es declarar el criterio que se adopta o al que se hace referencia para establecer la convención. La identidad, es pues un proceso, que no es posible entender fuera de la historia. Para la antropología social, los paradigmas más importantes de la interpretación de la transexualidad son tres: El primero, entiende lo transgénero, como expresión de un tercer género. Los transgénero son considerados como una tercera posibilidad en la organización y representación de género. Su presencia, instala un cuestionamiento al sistema dimórfico sexual occidental que limita los géneros a la polaridad varón-mujer. Los transgéneros proponen un paradigma de géneros múltiples, donde el género sea autónomo del sexo, ya que las categorías hombre o mujer basadas en criterios anatómicos, por un lado, no son universales, y por otro, no son conceptos válidos para un sistema de clasificación de género. De ahí que, los transgéneros, al no poder ser interpretados bajo esas categorías, quedan relegados a “lo otro” invisibilizado. Desde este paradigma, la transexualidad sugiere un continum de masculinidadfeminidad, una renuncia al género alineado con los genitales, el cuerpo, etc. De esta manera, como dice J. Fernandez en su libro Cuerpos desobedientes “el tercer género aparece como el lugar para la construcción de múltiples identidades que recomponen dimensiones cuya vinculación se desnaturaliza y que por lo mismo, pueden escapar a las normas socialmente impuestas”. Para el segundo, la transexualidad es vista como reforzamiento de las identidades genéricas. Este paradigma cuestiona al primero en relación a la asunción de la 58


categoría de tercer género, porque considera que se estaría constituyendo una especie de tercer status sexual u otra posibilidad de organización de las representaciones de género. Para éste paradigma, la pregunta importante que hay que contestar, es si se puede pensar el género con independencia de la diferencia sexual. Desde esta óptica, las personas transgénero ven al género como algo rígidamente enmarcado y excluyente: masculino y femenino, y reflejan en sus cambios y en su solicitud de reasignación genérica, los roles de género tradicionales, autoexcluyentes entre sí. Por ejemplo: las transexuales hombre-amujer, reproducen una estereotipada visión de la mujer que habitualmente ha sido usada para oprimirlas. Finalmente, para el tercer paradigma, la transexualidad es vista como género performativo. El transgénero busca la deconstrucción de la propia categoría de género. Una de las teóricas de esta corriente Judith Butler propone el redespliegue de las performances de género, a través de repeticiones paródicas que pongan en evidencia, este carácter performativo del género. Lo performativo, debe darse en todas aquellas actividades y conductas de la vida diaria, que constituyen en sujetos de género a varones y mujeres implicados en ellas.

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EL DESAFIO DE AJUSTAR EL CUERPO A LA MENTE

La transexualidad, mal llamada, forma extrema de la disforia de género, ha existido siempre en todas las culturas y en todos los tiempos históricos de la humanidad. Y, sus distintas manifestaciones han tenido respuestas sociales también diferentes. Antiguamente, la medicina catalogó la transexualidad como enfermedad, una especie de transtorno mental que producía sufrimiento y desventajas adaptativas en quienes la padecían. El derecho la ubicó como parte de los delitos que atentan contra la moral pública. Sin embargo, y pese a que los transgénero todavía hoy, son víctimas de estas convenciones sociales transfóbicas, la transexualidad ya ha dejado de ser vista como enfermedad mental o delito. Debido a las dificultades que existen para establecer un diagnóstico serio, dada la gran diversidad de formas, situaciones y vivencias con que se presenta la transexualidad y, dado que los transgéneros no se ajustan a las concepciones binarias respecto de lo que es ser un hombre o una mujer, la medicina y el derecho han abandonado la problemática en manos de otras disciplinas como la antropología social, la psicología, la sociología, etc. El transgénero, es un individuo, que se identifica de un modo intenso y persistente con el otro sexo, desea ser, cree ser del otro sexo. Según Stoller, el transexualismo es la “convicción de un sujeto biológicamente normal, de pertenecer al otro sexo. En el adulto, a esta creencia le acompaña en nuestros días la demanda de intervención quirúrgica y endocrinológica para modificar la apariencia anatómica en el sentido del otro sexo”. Harry Benjamin, en su obra El fenómeno transexual dice que “Dado que es evidente, pues, que la mente del transexual no puede ser cambiada en su falsa orientación de género, es lógico y justificable intentar lo opuesto, ajustar el cuerpo a la mente”. Y es que en occidente, esta ha sido la ideología biomédica que se ha desarrollado respecto al sexo y a la identidad de género. Para el dualismo occidental la identidad de género se entiende como inmutable y constante a lo largo del tiempo, mientras que el sexo, se puede ajustar a través de la tecnología médica (métodos hormonales y quirúrgicos) transformando la realidad corporal, en artefacto para alcanzar la identidad de género deseada. Sin embargo, lograr esta transformación, es parte de un camino largo y lleno de sufrimientos para los transexuales, ya que nuestras sociedades tradicionales, aún no han podido romper con sus límites simbólicos, en los que la dicotomía hombremujer define el espacio de inclusión y de seguridad de lo que está dentro y de lo que quedará fuera de las interacciones sociales. Nuestras sociedades, tampoco han enfrentado y deconstruido sus fobias: homofobia, transfobia, enraizadas en la cultura. Este anclaje perverso, en nuestros más primitivos resabios naturalizados, no permite este tipo de expresiones biomédicas, tampoco permite el reconocimiento y el respeto del “otro” en el horizonte más amplio de su “humanidad”. 60


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ENTRE LA COSTUMBRE Y EL SUFRIMIENTO

Ser transgénero en sociedades como la nuestra, pegadas a las costumbres y a la tradición, donde los límites simbólicos son muy difíciles de rebasar, provoca altos niveles de angustia y desesperación, tanto desde el punto de vista psicológico como social. En la Constitución Política del Estado, Bolivia ha reivindicado los “usos y costumbres de los pueblos indígena originario campesinos”. Sin embargo, como dice certeramente un grafitti de Mujeres Creando “lo más triste que tienen los pueblos originarios son sus usos y costumbres”. ¿Por qué? Pues, porque los usos, al igual que las convenciones y las prácticas son parte de la costumbre, que no es otra cosa que un conjunto de hábitos del comportamiento colectivo humano que se refuerzan según la intensidad y la violencia de las enérgicas sanciones que se imparten. La costumbre, institucionaliza las actitudes “buenas” o “malas”, a través de la repetición uniforme de hechos, actos o comportamientos, reduciendo la libertad creativa, el esfuerzo frente a los desafíos de la novedad y la fatiga de enfrentar los cambios. En las sociedades tradicionales, la costumbre se forja por el ejercicio disciplinario del cuerpo y de la mente y, se refuerza a través de premios o castigos. Según Hume, la costumbre es una disposición producida por repetición de un acto, en esa repetición mecánica no interviene la razón. Por ejemplo, las obligaciones morales no son exigencias de la razón, sino costumbres que garantizan la seguridad del cuerpo social y de la vida cotidiana. La costumbre está pegada al estado de naturaleza, es semejante a él, en el sentido que lo natural sucede siempre, mientras que la costumbre sucede a menudo. La costumbre es la repetición del pasado, se hace carne en el cuerpo del sujeto, incorpora cierto contenido en su ser mismo, se convierte así, en algo que él posee efectivamente y que lo obliga a traducirlo en acción real (Hegel), de esta manera, la costumbre se convierte en una “ley de gracia” (Ravaisson) a través de la cual, naturaleza y espíritu representan los límites extremos. En cualquier relación humana, la costumbre es condición de posibilidad indispensable, porque influye también en las creencias, y a través de ellas, inclina la totalidad de nuestras potencias hacia cualquiera de las nociones de una confrontación, sea ésta prejuicio o superstición. En este contexto cerrado y autoreferenciado que teje la costumbre, una de las angustias más fuertes que sufren los transgénero, es no pertenecer a ningún lugar, dentro del modelo dicotómico tradicional occidental que polariza y reduce los géneros a masculino y femenino. En efecto, el transgénero de hombre-a-mujer, es una mujer social que tiene genitales masculinos, y en cuanto tal, desde el punto de 62


vista genético, hormonal y morfoanatómico pertenece a un sexo y desde el punto de vista psicológico y social, pertenece a otro. Otra de las angustias y motivo de sufrimiento de los transgénero, radica en la solicitud de reasignación de sexo. Por ahora, nuestra sociedad no está preparada para este tipo de demandas. La transfobia, es aún evidente, lo que hace que la demanda siga siendo individual y muy difícil de consolidar. Chiland afirma, que las personas transexuales viven en un momento histórico en el que los conocimientos médicos y quirúrgicos “hacen posible cierto cambio de la apariencia, pero no la realización completa de su sueño: ser completamente el otro”. Un tercer motivo de angustia, es el aislamiento social al que están sometidas estas personas, que repercute en su baja autoestima, poco reforzada socialmente. Este proceso de aislamiento, contribuye a crear dificultades en la adaptación social, produciendo interrupciones en la escolarización y en el ámbito laboral, lo que desemboca casi siempre en la asunción de trabajos marginales como la prostitución, hasta hoy, una de las formas más comunes de sobrevivencia de su condición transexual. Finalmente, otra gran angustia de los transexuales, es la preocupación por su aspecto físico y por los cambios que quieren conseguir para adaptarse al otro sexo y disminuir el malestar que le produce su sexo biológico. Esta preocupación, se constituye en el epicentro y en leimotiv de su existencialidad, absorbiéndolos por completo y, entorpeciendo aún más su capacidad de adaptación al contexto social. En el imaginario de nuestras costumbres, los transexuales, con sus angustias y sufrimientos pertenecen a un u-topos, a un no lugar, en torno al cual, se tejen prejuicios, supersticiones y desprecios que conllevan crímenes sociales transfóbicos, en los cuales nuestra sociedad tiene aún “servidumbre de patíbulo”.

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TRAVESTISMO: ADAN SE TRANFORMA EN EVA

De todas las subjetividades transgénero, quizá la que con mayor fuerza ha desafiado la soportabilidad y la tolerancia social ha sido la subjetividad travesti. El travestismo, ha sido y es perseguido por la ley, sin ser un delito. Los travestis, son la subjetividad más intensamente humillada y despreciada por la transfobia familiar y colectiva. A tal punto es este desprecio, que la única forma de existencialidad a la que se ha relegado a la comunidad travesti ha sido tradicionalmente, la explotación sexual a manos de una heterosexualidad hipócrita y de doble moral. ¿Por qué el poder patriarcal neocolonial heterocentrado, se ha ensañado con tanta violencia contra el travestismo? Porque el travesti, le ha expropiado y lo ha despojado de manera abrupta de su más caro objeto de deseo y de posesión: la mujer. Y en su lugar, se ha erigido él; reflejo mimético de ese patriarca, de ese macho, de ese hombre universal. En un juego alucinatorio de transformismo hiperreal “Adán, se transforma en Eva”, cobijado en aquella corporalidad tan particular y reconocida por el “hombre”, como cuerpo sobre el cual ejerce su poder de dominio y, por el cual también, la seducción de su racionalidad viril, no es más que una grotesca carcajada: la mujer. El hombre-travesti, a través de su transformación hiperreal en mujer, increpa los fundamentos más absurdos de una moral inventada a imagen y semejanza del androcentrismo degenerativo, perturbado e inquieto por sus propias pulsiones primitivas. El travesti es, a los ojos del heterosexismo, el exceso, el sin sentido, la aniquilación del yo, por la remisión a lo real. Lo real, ya no es la representación de una realidad, sino su ilusión, su no ser. El travesti, atenta contra los límites impuestos socialmente a cada género, rompe los roles funcionales asignados por la cultura y se coloca en una frontera liminar entre lo divino (desconocido) y lo humano. Aquello que los griegos llamaban “hibris”, y que la mitología refiere para dar cuenta de la violencia de un incesto primordial, reservado al mundo oscuro y desconocido de los dioses. Lo que aterra socialmente del travesti, es su condición de mujer con pene, esa figura hemafrodita, que tanto ha perturbado los deseos más íntimos de la humanidad, como completud a ser alcanzada; y que ha recorrido como espectro todas las culturas, desde las tradiciones griegas hasta el hinduismo. La violencia contra el travesti, es en sí una expresión de doble violencia: por ser hipermujer y por poseer ese pedazo de fragmento identitario/corporal negado que es su pene. Es esta negación, lo que representa en él, la negación de su humanidad. El travesti, al negar su virilidad, está renunciando a su condición de humanidad, y por ende, es expulsado del paraíso patriarcal y es condenado al limbo, donde están desterradas no sólo las mujeres heterosexuales, sino también el resto de 64


subjetividades transgresoras que han osado desmantelar las imposturas de un sistema de normalizaci贸n, que no puede contener la putrefacci贸n de su propia degeneraci贸n moral y 茅tica.

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LOCUS DE ENUNCIACION GAY

El movimiento gay comienza a organizarse con mayor fuerza a partir de 1960, gracias a un grupo de activistas dispuestos a resistir la persecución y la discriminación contra esta opción sexual. El grupo inicia su trabajo animando a los propios gays a desarrollar un orgullo por su propia identidad sexual y a despertar en ellos la conciencia gay. Posteriormente, los activistas diseñan una estrategia de trabajo centrada en la necesidad que tiene la subjetividad gay de “salir del armario” esto es, de afirmar públicamente su identidad. Lo que buscaban era, la liberación de las actitudes sexuales características de los años de 1960, en particular desafiaban los prejuicios homofóbicos y el carácter represivo de la sociedad homosexual principal. Entre los ejes discursivos del movimiento gay podemos destacar en primer lugar, el uso del término heterosexismo, para referirse a la organización social actual, que privilegia y ordena la heterosexualidad para invalidar y suprimir las relaciones homosexuales. El heterosexismo evidencia una relación de poder social y político desigual. En segundo lugar, la reflexión en torno a la homofobia, ese temor u odio irracional al amor entre personas del mismo sexo. En esta conexión, la teoría de la homofobia también ha dado origen a los conceptos de pánico y de homofobia internalizada, bastante trabajados por el movimiento gay. En tercer lugar, el interés crítico del movimiento, en torno a la construcción de la sexualidad, en el marco de una red de relaciones de poder ejercido a través de las prácticas reguladoras de la Iglesia y el Estado. La sexualidad es vista como el lugar donde confluyen con mayor claridad: la identidad y el placer. En nuestra sociedad contemporánea disciplinaria, la identidad es una forma de opresión, de ahí la ligazón entre identidad y sexualidad. En esta sociedad disciplinaria se exige una correspondencia rigurosa entre sexo anatómico – sexo jurídico – sexo social. La civilización moderna le da a cada uno su identidad sexual primera, profunda y determinante. La sexualidad es también, el lugar donde se plantea la cuestión del placer. Foucault soñaba con morir de una sobredosis de placer, pero chocó en su búsqueda con el erotismo disciplinario: relación poder, verdad y placer (ciencia sexual). Desde este punto de vista, la sexualidad no es otra cosa que un campo de experiencias, donde poder y saber, discurso y práctica, poder-represión y poder-incitación, verdad y ética se constituyen en un dominio complejo. En el movimiento gay, se han preocupado por analizar estas categorías foucaultinas, pero también han abordados otras, como la categoría deseo, para 66


entender que no se trata de algo que se reduce a las necesidades biológicas ni a la voluntad sino que es intrínsecamente inestable, en consecuencia el objetivo procreador se encuentra amenazado por fuerzas perversas y transgresoras. En cuarto lugar, se plantea la necesidad de definir la homosexualidad en el marco del discurso y de la historia. Para ello, es importante reivindicar los aspectos de la vida gay: la afeminación, lo drag, lo amanerado o las categorías de homoerótico, unión entre hombres u homosexualidad. Finalmente, las reflexiones han puesto su atención en la construcción de la masculinidad. Esta ha sido objeto de un estudio exhaustivo, que ha llegado a la afirmación que la lucha contra la “elocuencia afeminada”, es la constante ansiedad, que constituye la verdadera condición de la masculinidad. La masculinidad conserva su condición de tal, en una lucha incesante por resistirse al placer, de devenir femineidad. Foucault, uno de los intelectuales homosexuales más renombrados en la actualidad, propone la liberación de la sexualidad a través de una multiplicación de los placeres: “Hay que inventar con el cuerpo –con sus elementos, sus superficies, sus volúmenes, sus espesores- un erotismo no disciplinario: el del cuerpo en estado volátil y difuso con sus encuentros al azar y sus placeres sin cálculo”.

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PRESENCIA LESBICA EN LA HISTORIA

Cuando se habla de las mujeres lesbianas, la moral, la religión, la ley, el estado y todos los inventos perversos de la sociedad moderna patriarcal, heterocentrada y homofóbica lanzan su grito al infierno. El lesbianismo, ha sido siempre menos entendido que la homosexualidad masculina, quizá porque es la manifestación de placer que atenta de manera directa, contra la reproducción de la vida, impuesta por el naturalismo biologista a todas las mujeres sin distinción de raza, cultura o género. Sin embargo, este es un grito en el desierto, ya que ninguna civilización ni cultura puede negar la presencia en su interior de la subjetividad lésbica, cuyas huellas en la historia de la humanidad datan de cuatro milenios antes de Cristo. Existen fuentes babilónicas escritas en sumerio que dan fe de la existencia del amor “de una mujer a otra mujer”, como algo habitual, no sujeto a sanción. Por otro lado, hay evidencia de que ciertas divinidades de las culturas, eran parte del imaginario lésbico, tal el caso de Inanna-Ishtar, que era una figura femenina sin vínculos conyugales. Por su parte, las lesbianas en China crearon una caligrafía secreta de dos mil caracteres, llamadas nushu, incomprensible para los hombres, a través de las cuales en prosa y en verso conservaron sus memorias. Hace 3.000 años, algunos de estos caracteres aparecieron en la dinastía Shang. Hoy se denomina “lenguaje de las brujas” a este arte practicado todavía por algunas ancianas. La subjetividad lésbica, ha sido considerada pecado por la religión, delito por la ley y patología o contra natura por la medicina. Y, en el caso del psicoanálisis ha dado lugar al desarrollo de una ampulosa teoría sobre “el complejo del pene”, encabezada por Freud. El amor entre mujeres, ha sido negado por la heterosexualidad obligatoria, con el fin de impedir una forma de autonomía erótica, existencial y de alianza entre ellas. De esta manera, se ha condenado a las lesbianas a vivir una doble condición de opresión: en relación a su sexualidad lésbica y en cuanto a su ser mujeres. Las lesbianas, son despreciadas, incluso por las propias organizaciones de mujeres que dicen luchar, por los derechos de otras mujeres. Esta condición de opresión aparece con mayor fuerza con el cristianismo, es San Pablo el primero en condenar a las mujeres “que han cambiado el uso natural por el uso contra natura”. A finales del siglo XVIII, se impone con total brutalidad la represión heterosexual. Sin embargo, esta imposición no siempre funcionó como represión. En el siglo V y IV a.C. las mujeres lesbianas como Safo, gozaban de relativa independencia. Aunque el matrimonio era obligatorio, la heterosexualidad no gozaba del mismo rango. Según estudios realizados por las teóricas feministas, las mujeres egipcias, en el periodo clásico, tenían mayor libertad que las mujeres griegas; incluso las mujeres 68


de AlejandrĂ­a lograron que se reconozca en el contrato matrimonial su propio nombre y su propia voluntad. A lo largo de la historia de la humanidad, la alternativa lĂŠsbica, siempre ha sabido abrir grietas en los intersticios de la sociedad patriarcal, perforando sus mĂĄs grotescos blindajes homofĂłbicos.

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LOCUS DE ENUNCIACION LESBICO

El movimiento lésbico, surge como respuesta al heterosexismo de la cultura dominante y al sexismo del movimiento de liberación gay, dominado por los hombres. El locus de enunciación lésbico tiene su epicentro en las estructuras entrelazadas de género y opresión sexual. Concretamente, la Teoría Feminista Lesbiana ha problematizado la heterosexualidad en tanto institución central clave para el mantenimiento del patriarcado y de la opresión de las mujeres dentro de éste. Por otro lado, han realizado una crítica de la heterosexualidad obligatoria, institución social cuyo rol fundamental según Rich, es sancionar. Según Wittig la heterosexualidad obligatoria es una construcción ideológica, a partir de la cual se instituye una relación obligatoria entre hombres y mujeres. Esta institución ejerce poder y oprime a todos aquellos que quieren concebirse de otra manera, sobre todo a las lesbianas Otro de los puntos sobre los que ha reflexionado el movimiento lésbico es la identificación de la mujer. Muestra la relación entre mujeres cómo un acto de resistencia al poder patriarcal y avanza el concepto a continuum lésbico, entendido como una gama de experiencia identificada de mujer. La reflexión sobre la identificación de la mujer, ha sido criticada por Wittig y por el feminismo negro y del Tercer Mundo, porque enmascara relaciones de poder entre mujeres, y porque no existe un modelo universal de identidad de mujer. En cuanto a la práctica lesbiana, se puso énfasis en la creación de una comunidad feminista lesbiana alternativa. En este sentido, se han planteado temas como: la autonomía de las mujeres y su impacto en las vidas de las demás (B. Smith) y la sexualidad femenina autónoma múltiple (L. Irigaray). Otro concepto clave, en el trabajo del movimiento lésbico es el de la representación tanto política como literaria de las lesbianas. Haciendo un breve resumen del locus enunciativo tanto gay como lésbico, podemos decir, que ambos comparten en sus reflexiones la identificación del cuerpo como centro de ejercicio del poder, lugar donde se consigue la docilidad y se constituye la subjetividad. Ambos resaltan la importancia del discurso a la hora de enfatizar discursos hegemónicos y excluir de su verdad las voces marginales. Estos movimientos critican el modo en el que el humanismo occidental ha privilegiado la experiencia de una élite masculina occidental en su proclamación de enunciados universales en torno a la verdad, la libertad y la naturaleza humana. Ambos se ocupan de las operaciones del poder íntimas y locales, más que apuntar al poder global del poder del estado. 70


Al centrar ambos movimientos su mirada en el cuerpo, hay un énfasis en la búsqueda de comprensión respecto de la sexualidad. Una categoría que según Foucault no tiene más de tres siglos (Afrodisia, carne). La sexualidad, es por tanto una forma de experiencia específica del hombre moderno. De hecho, la definición de persona sexual sólo fue posible a partir de la consolidación hacia el siglo XIII del dispositivo de sexualidad, un conjunto de prácticas, instituciones y conocimientos que hicieron de la sexualidad un dominio coherente y una dimensión fundamental del individuo.

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CUERPOS CLANDESTINOS

¿Por qué, el biopoder y sus dispositivos de administración y control de la sexualidad, se han ensañado contra el cuerpo homosexual en general, pero sobre todo contra el cuerpo lesbiano en particular? Porque son cuerpos in-útiles. No producen vida, no reproducen fuerza de trabajo, no aportan de manera servil a la acumulación de riqueza, de que goza el poder en el capitalismo. Para el orden patriarcal, la ausencia, la discriminación, la invisibilización lésbica es una prioridad, debido a la peligrosidad que implica su clandestinidad. Este deseo profundo del poder de dominio patriarcal tiene diversos efectos, algunos de los cuales pueden asimilarse a la discriminación y el desprecio en general que hace, respecto de todas las mujeres, sin distinción de raza, clase, cultura, opción sexual, etc. De ahí que, la historia de las resistencias lésbicas se haya mantenido, hasta hoy, en el mejor de los casos, como un apéndice indiferenciado de la homosexualidad masculina. Y de ahí, también, la necesidad del cuerpo clandestino lesbiano de recuperar la dimensión política que ha construido a lo largo de sus vivencias cotidianas. Los cuerpos lésbicos cuentan, narran, argumentan su existencia pública, a partir de la inscripción y re-inscripción de nuevos locus de enunciación desde el amor entre mujeres, entendido éste, en el contexto de las lógicas conflictuales de la actualidad. Como dice Charlotte Bunch, hay que entender el lesbianismo, ya no como una simple postura sexual, sino como una sólida roca, en la arena de la lucha política, porque “lo personal es político”. Desde las reflexiones de Bunch, aquella mujer “que da su amor a un hombre, perpetúa el sistema que la oprime, aceptando su estatuto de segunda clase”. El lesbianismo, no se reduce a ser una opción sexual, es una opción política, porque las relaciones entre hombre y mujer son siempre, relaciones de poder y dominio. Las lesbianas rechazan activamente el sistema de opresión, al escoger a las mujeres, desafían el sistema patriarcal establecido, rompiendo las relaciones obligatorias entre hombre y mujer. Estas relaciones de dominio, están basadas en la división del trabajo en razón de sexo y en la imposición de la sexualidad reproductiva. Las lesbianas, prefieren relaciones con otras mujeres, por la ausencia de institucionalidad, por la posibilidad de mayor afecto, sensibilidad, frecuencia orgásmica y paridad en la relación. Las lesbianas, en este marco, tienen que lidiar con el prejuicio provocado por la norma heterosexual por la cual, el lesbianismo, es la enfermedad misma, y se traduce en los conflictos que las lesbianas sienten ante las dificultades de aceptación de sí mismas. Para Adrianne Rich, la heterosexualidad y la maternidad son las dos instituciones políticas del patriarcado, que al ser obligatorias, han atravesado con mayor fuerza la subjetividad lésbica. La heterosexualidad y la maternidad, no se constituyen en una opción o preferencia sexual libre. Ambas instituciones se imponen a través de presiones sociales, son formas de opresión que constituyen una “heterorealidad” 72


(Janice Raymond) que articula una visión de mundo, en la que la mujer, no es concebible, no existe, sino es en relación con el hombre. Estas relaciones afectivas, sociales, políticas, económicas que forman parte de esta heterorealidad, son establecidas entre hombre y mujer, por el hombre. De ahí que Monique Wittig, se revele a reconocerse como mujer, al decir que, “las lesbianas, no son mujeres”, porque las mujeres son aquellas que se atienen al sistema de género, pensamiento y orden social masculino. Los cuerpos lesbianos, construyen tramas atravesadas y reescriben vivencias, desde la clandestinidad de un cuerpo sitiado, a través de estas resistencias, transgresiones y expresiones simbólicas, desenmascaran las imposturas de un Estado, que impone una epistemología cínicamente viril, desde la tiranía masculina.

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MITOS HACIA LO GAY Y LO LESBICO

En nuestra sociedad, profundamente conservadora, patriarcal, misógina, machista y homofóbica, existen muchos mitos que circulan entre la gente, debido a su desconocimiento del vocabulario apropiado para denominar a una persona homosexual. De ahí que, muchas mujeres heterosexuales crean que las mujeres lesbianas no son mujeres porque tienen pluma o porque se le nota y los demás lo saben necesariamente. Otro mito es creer que todas las personas homosexuales han tenido problemas en su infancia, que las lesbianas son casi-hombres, que las mujeres femeninas no pueden ser lesbianas… Que si creces entre personas homosexuales te “conviertes” en uno de ellos... Que las personas bisexuales son viciosas, pasan por una fase o son indecisas, etc. Todos estos mitos son falsos. Son alimentados desde un sistema de dominación llamado patriarcado, este sistema no sólo oprime a las mujeres sin importar su condición, sino también a la diversidad sexo/género/sexualidad. Se trata de una lógica de poder homobitransfóbica, que alimenta una actitud negativa y una fobia respecto a la homobitransexualidad, para mantener la discriminación. La heterosexualidad obligatoria, es el sistema cultural que da por sentado que la heterosexualidad es la norma y, que cualquier otra opción distinta, respecto de la sexualidad es una inversión, desviación, anormalidad, pecado, enfermedad o rareza. Una manifestación común de la heterosexualidad obligatoria es el hecho de que en general las personas presuponen que los demás son heterosexuales. En el marco del patriarcado y de la heterosexualidad obligatoria, los mitos se convierten en justificativos de la intensidad de la violencia que se ejerce contra las personas homobtranssexuales. Esta violencia puede ser ejercida por individuos o grupos particulares, por el aparato del Estado y por la sociedad o la cultura. La violencia se puede apreciar en la ausencia de las diversidades sexuales en el ejercicio cotidiano de la política, su legislación y su representación. Este nivel de violencia sociocultural, es el más amplio y cobija a los demás, en él se inscriben los otros niveles de violencia y comprende desde el sistema simbólico hegemónico — que privilegia la heterosexualidad obligatoria como norma y el patriarcado como sustrato de la organización social— hasta prácticas de eliminación material (crímenes por lesbofobia, transfobia, etc.). La violencia homobitransfóbica, se encuentra presente en todos los espacios sociales y se manifiesta mediante distintos tipos. Estos tipos de violencia, son circulares y simultáneos, es decir, unos generan a otros, están interrelacionados y un tipo de violencia no excluye a otro. Todos los tipos de violencia homobitransfóbica, inclusive la más sutil o tácita pasa por el cuerpo. No hay la posibilidad de un cuerpo escindido del alma o de la mente, 74


como lo propone el modelo cartesiano. Hay un cuerpo, sujeto al poder de dominio de una raz贸n masculina patriarcal y colonial.

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SERVIDUMBRE DE PATIBULO: JUSTICIA PARA VICKY

Un gay llamado Michel Foucault, una de las mentes más lúcidas de nuestra contemporaneidad, que murió de SIDA, utilizó el término “servidumbre de patíbulo” para referirse al pueblo servil, que contemplaba impávido y petrificado, los rutinarios crímenes que cometía el poder en la edad media, cuando imperaba el horror de la violencia, el terror de las “mil muertes”, en el ritual teatral del supliciamiento del “otro”, en el gran montaje de la ceremonia del suplicio. En nuestra Bolivia actual, hay “servidumbre de patíbulo”, complicidad criminal respecto a formas de limpieza social encubiertas tras el velo del crimen pasional. Tal es el caso de Vicky, que murió en octubre del año pasado, a causa de una paliza, que a nombre de la traición, le hizo propinar con tres asesinos el exmarido de su “compañera de vida”. Vicky estuvo más de un mes en terapia intensiva, con un diagnóstico de cuadraplegia y contusiones múltiples, que la dejaron paralizada desde el cuello hacia abajo. Tenía los pies y partes del cuerpo con quemaduras de cuarto grado y una escara que parecía un agujero negro perforándole hasta las entrañas. Cuando hablé con ella, sólo pedía JUSTICIA!... triste palabra en un país como éste, donde la cobardía no tiene rostro, y dónde la “humanidad del otro/a” está en entredicho, cuando se trata de asumir una causa… Vicky fue víctima de la lesbofobia que aqueja el corazón de los bolivianos. La lesbofobia, al igual que la homofobia, la transforbia, son odios irracionales hacia las diversas manifestaciones de la sexualidad, distinta de la sexualidad hegemónica: la heterosexualidad; que terminan con la desaparición del otro, con su muerte. En nuestro país, mueren anualmente decenas de gays y lesbianas víctimas de éste odio, y en muchos de los casos, la causa aparece maquillada como un simple accidente. Algunos homosexuales, escapan de la repulsión y el desprecio homofóbico, sobre todo familiar, a través del suicidio. Los más, desaparecen, ante la presión y la discriminación a manos de familiares involucrados en las relaciones amorosas que se establecen, emulando la violencia de la heterosexualidad obligada y sus prácticas de dominio. Bolivia, disfraza sus emociones de repugnancia e indignación hacia la homosexualidad, con la máscara del falso reconocimiento que se presenta bajo diversas figuras de “tolerancia”, acerca del respeto por las diferentes opciones sexuales. En el fondo, lo que hay respecto de estas subjetividades es humillación, maltrato, desposesión de derechos, exclusión e indignidad. Todas estas crueldades, no son otra cosa que emociones que se traman en interacciones sociales oscurecidas por el actuar político e ideológico de un re-diseño 76


neocolonial, cuya base es la depredación de la vida y el secuestro de sus prácticas y experiencias transgresoras más visibles y actuantes. La descolonización, no es posible, cuando persiste en el pueblo “servidumbre de patíbulo”, cuando la lógica de dominio es tan indigna, que su última arma es imponer como mecanismo de control social, el miedo y el silenciamiento de la muerte.

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ENTRE LA REPUGNANCIA Y LA INDIGNACION

¿Por qué, la mayoría de las personas que suponen que sus prácticas sexuales son heterosexuales, sienten repugnancia e indignación por los homosexuales, los bisexuales, los pansexuales, sean estos gays, lesbianas, transgéneros u otro tipo de subjetividades queer? Pues, porque pertenecen a un tipo de sociedad homofóbica en la cual, la alteridad radicalmente distinta de la homobipansexualidad, ha instalado, en el corazón mismo de las interacciones afectivas, un proceso de diferenciación que supone una ontologización en términos binarios. Esta diferenciación se autoconstruye siempre, en el antagonismo y en la violencia que significa la imposibilidad de la “igualdad”. El “otro” es, y será siempre distinto de mí. Por ende, será siempre un otro excluido, expulsado, abyecto. En palabras de Kristeva, lo abyecto implica “el surgimiento masivo y abrupto de una extrañeza (…) Un “algo” que no reconozco como cosa.” Lo abyecto, discurre entre la repugnancia y la indignación. Lo repugnante, produce asco, por lo tanto debe ser evitado, separado, eliminado. Al ser un “algo”, no humano, lo abyecto se convierte en peligroso, inmoral, obsceno y por tanto, pasa a formar parte de lo hediondo y asqueroso; aquello que puede ser ligado con lo putrefacto de la muerte. El imaginario cultural ha instalado en la memoria colectiva, un conjunto de mitos, que tienen que ver con la constitución de la homobipansexualidad, como aquella otredad abyecta y ausente sobre cuya negación, reposa mi propia generación. De ahí que, la existencia de la heterosexualidad se funde en el reflejo que establece con respecto de la homosexualidad. En sociedades como la nuestra, el precio que se ha pagado, por sacar al ser humano de su estado de naturaleza primitivo, ha significado caer en las garras normalizadoras de la moral. Este precio, ha significado expulsar del escenario de nuestras pasiones e interacciones afectivas, la libertad del absurdo, la posibilidad siempre creativa y vigorosa del exceso, y por supuesto, renunciar a vivir y experimentar con nuestros cuerpos, esos excesos y esos absurdos. De ahí que lo gay, lo lesbiano, lo travesti, lo transgénero, lo sado, lo maso, lo poliarmónico, lo queer en general, se presente a los ojos del heterosexismo como la expresión repugnante de la sinrazón. La sinrazón, es in-civilización, en este sentido se acerca a la animalidad. Lo animal en lo humano, es monstruoso y como tal atemoriza. El temor, el miedo, produce un daño imaginario y es este daño a terceros, lo que caracteriza a la indignación. La indignación es odio, rabia, resentimiento, por algo que se cree que aconteció y que provocó un daño. ¿Cuál es el daño causado por la homobipansexualidad? Su propia existencia. ¿A quién causa daño? Pues a la sociedad moralmente constituida, que se siente agredida por esta presencia. 78


La presencia homobipansexual, concebida desde la homobitransfobia y el prejuicio, en los márgenes entre la animalidad y la humanidad, despierta sentimientos de indignación, que habilitan para todo tipo de actos grotescos, no sólo de agresión y violencia, sino también de exterminio. Un animal se caza, un indio salvaje, cimarrón también se cazaba… un travesti, un gay, una lesbiana, también pueden ser presas de caza…en algunos departamentos de nuestro país (tal el caso de Trinidad, con el denominado grupo de encapuchados KU KLUX KLAN Gay, que asesina trans), esta casería ya comenzó… ¡Hasta cuándo, pues!

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VIOLENCIA Y DISCRIMINACION

Los colectivos TLGB en nuestro país, están sometidos a diversas formas de homobitransfobia, por las características propias del tipo de sexualidad elegida por sus miembros y, porque son grupos que desafían las normas imperantes: en el caso de las lesbianas, están expuestas a la invisibilización, discriminación por género, lesbofobia, misoginia, confinamiento al espacio privado, privación o imposición del rol reproductivo biológico y social. Endodiscriminación en general, abuso sexual, expulsión familiar, entre otros. Respecto a los Gays, existen expresiones de homofobia en general, endodiscriminación por raza, etnia, edad; crímenes de odio y expulsión familiar. Con los Bisexuales ocurre algo parecido, respecto a la invisibilización, lesbofobia y homofobia, endodiscriminación por opción sexual principalmente y demás variantes como la expulsión familiar. En cuanto a los transexuales, estos son víctimas de la eliminación física, tráfico de personas, exclusión laboral y escolar, crímenes de odio, homofobia y expulsión familiar. Los colectivos TLGB, rechazan el cuerpo impuesto, un cuerpo colonizado, construido desde el poder hegemónico patriarcal masculino. Es un rechazo explícito al género asignado, que simbólicamente ha significado la aceptación también de roles genéricos impuestos socioculturalmente. Cuando una mujer o un hombre se descubre a sí mismo, con deseos respecto a personas de su mismo sexo, cuando una persona se está cuestionando si su cuerpo es homosexual, lesbiano, trans o heterosexual, existe un profundo malestar, un conflicto que hace que la persona sufra, ya que existe presión social, sentimientos negativos, etc. para que se consolide en él/ella, la obligatoriedad heterosexual y se comporte como tal. Esto lleva a que las personas estén confusas, entre lo que sienten y lo que los demás esperan de él/ella, que se comporte como lo que esperan. La sociedad, se pregunta si son chicos o chicas, cuando se da cuenta que el objeto de deseo es una persona de su mismo sexo. Este descubrimiento del deseo respecto de otra persona del mismo sexo, conlleva temor y miedo por no desear al sexo contrario, tal como la norma heterosexual “normal”, así lo establece. Los deseos claros hacia alguien del mismo sexo despiertan sentimientos y/o fantasías y/o deseos y/o conductas sexuales que aturden: ¿Qué estoy sintiendo? No me gusta lo que siento. ¿Por qué me siento así? Me siento mal por lo que siento. ¿Quién soy yo?. ¿Soy chico o chica?. Me siento culpable. Este momento de descubrimiento, de la no adecuación sexo/género/sexualidad con el modelo de socialización heterocentrada, es traumático y violento para las distintas subjetividades homobitransexuales, supone descubrir el sentimiento de ser diferentes, el reconocimiento y autodefinición como gays, trans, bi o lesbianas y la conciencia de que mis deseos y sentimientos son hacia personas de mi mismo sexo. Esto exige, la aceptación de la diversidad sexual y la integración de la homobitransexualidad como parte de la identidad personal y social 80


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ALGUNAS CARACTERISTICAS DE LA SUBJETIVIDAD SADOMASOQUISTA

Desde el punto de vista de la psicología freudiana, una de las primeras y más destacables características del estado mental sadomasoquista es su infatigable e irrefrenable actividad: dedican su vida a “la causa”. En ese sentido son esencialmente manipuladores y el dominar y ganar son los valores que dirigen su accionar. En los grupos (sobre todo cuando la perversión sale del ámbito masturbatorio y necesita socializarse, para lo cual necesita conquistar adeptos) buscan convencer de que su mensaje es mejor que el de los padres. La base orgullosa infantil omnipotente de este planteo provoca inquietud cuando la arrogancia suplanta al orgullo; la arrogancia proclama que las confusiones zonales permiten placeres superiores, como ciertos travestis que pueden reivindicar que son más capaces que las mujeres para satisfacer al varón. Desde la identificación con objetos idealizados se sienten grandiosamente poderosos y además pretenden el poder para dominar la mente de los capturados; necesitan el poder para hacer emerger al sádico y así vengarse y humillar. La meta del sadomasoquismo se opone a la colaboración con los miembros de la familia pues no tolera que cada miembro se desarrolle en libertad. En realidad, para quienes funcionan así, no existe una comunidad de hombres libres sino que ven al mundo como un sistema jerárquico y cerrado en el cual existen categorías; consideran que esa organización es incuestionable y que lo único que se puede negociar es si el candidato tiene los méritos para acceder a una categoría. Como es muy importante que no se infiltre nadie en ese sistema se torna imperiosa la necesidad de crear leyes, reglamentos, recomendaciones, actas, historia del grupo, etc. para así poder vigilar a los súbditos de esa organización. Pero como es imposible estar en todos los sitios, aunque se lo desee, se intenta colocar embajadores, cónsules, delegados, amigos en todos los sitios; esto conlleva mucha actividad pues siempre está el peligro de que los embajadores se despisten y comiencen a pensar por sí mismos, entonces se torna necesario hablar continuamente con los enviados, para lo cual el teléfono puede convertirse en un aliado instrumental de primer orden. Pero como la lealtad y la obediencia nunca están garantizadas, habrá que trabajar para convencer, seducir, exhortar y, llegado el caso, amenazar, calumniar, desacreditar. Las técnicas para conseguir aliados son múltiples: desde conmover mostrándose como humilde, trabajador, desinteresado, hasta ofrecer prebendas, cargos o beneficios económicos, o conmover presentándose como víctima incomprendida y postergada. La fascinación por el poder les consume la vida; pero el drama es que, si no continúan trabajando para que el sistema o la institución se mantengan, temen ser decapitados al quedar alejados de la protección del tirano, del padrino o del torturador. La estructura mafiosa del funcionamiento sadomasoquista se dedica a establecer el poder de “otra” familia, el de aquella familia que garantiza el culto entronizado del padre mafioso, ese torturador que tanto ama la obediencia. Ese lugar de culto puede 82


ser ocupado por cualquier objeto parcial idealizado (una persona, una institución, una causa, etc.) En este estado mental dicho objeto parcial funciona como un pene hedonista y asesino que reclama todos los placeres para sí. Pero, en realidad, el mayor anhelo del sadomasoquista es gobernar la mente de todos, principalmente la de sus padres a los que odia y desea mantener separados en una relación fría y estéril. Quisiera señalar aquí la connotación anal del trono, tan amado y admirado por estas personas; en tal trono ejercen el poder sobre las heces significando al objeto-ajeno, al que retienen, expulsan, dosifican, etc. El placer masturbatorio derivado del ejercicio del dominio atrapa a estos sujetos en un sistema cerrado del que temen salir y que les dificulta el renunciar a los cargos. El temor reside en la creencia de que al abandonar la estructura mafiosa o tribal serían capturados por otro sistema semejante. Están convencidos de que no hay otro modo de vida que el del sistema jerárquico; en concordancia con esta creencia son obsecuentes, y suponen que el jefe velará por ellos; además, siguiendo esa lógica, intentarán crear adeptos obedientes y así se retroalimentará un circuito cerrado.

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RECURSOS SADOMASOQUISTAS

Según la psicología freudiana, otro recurso manejado por los sadomasoquistas es la pasividad. La pasividad como arma del masoquista, al igual que la seducción, son recursos para conseguir el poder, el dominio, la victoria, el triunfo sobre la fecundidad de los padres. Con la pasividad se intenta manejar al objeto y convertirlo en protagonista del drama y responsable final de la tragedia: “¡él lo mató!”. La víctima es el bebé, pues el hijo revela la relación de los padres. Si la pareja correspondiente anhelara funcionar como héroe salvador sería percibido como un mentiroso violador que pretende someter a la víctima. Esto va creando malos entendidos circulares que desconciertan a los héroes y excitan a los sadomasoquistas, hasta reiniciarse el ciclo una vez más. El ciclo debe continuar para satisfacer la fantasía de que siempre se conseguirá alguien que esté interesado en golpear y, así, sostener la esperanza de que el bebé pueda ser asesinado. El asesino es siempre un intermediario. Pero en el drama puede brotar un inesperado peligro al existir una premisa falsa: la de creer que se controla la mente del otro, y puede suceder que la pareja que se haya encontrado sea un psicópata que termine asesinando al masoquista, en lugar del bebé. Este funcionamiento descrito, puede ser encontrado también en gradaciones muy diversas en otros casos y ámbitos, por ejemplo, en personas inmaduras y no necesariamente perversos, en ciertas familias, instituciones, partidos políticos, en los grupos mafiosos, en las relaciones sexuales sadomasoquistas, etc. En estas últimas se escenifica con excitación los diversos componentes de este sistema: relación amo-esclavo, dominio, obediencia, degradación del pensamiento, exaltación del erotismo anal, etc. Para finalizar, quiero destacar otro aspecto identificado por la psicología freudiana: la conducta narcisista omnipotente en la relación sadomasoquista; es decir, la expectativa narcisista de llegar a ocupar todo el espacio de la mente del otro. El deseo sería hacer desaparecer a los integrantes de la familia interna y conseguir luego que cada uno de los miembros de la pareja sadomasoquista sea el único huésped del espacio interno del otro. ¡Sólo tú y yo!. La fascinación tanática de fondo es la destrucción de la creatividad del vínculo, que remite a la fuente: la fecundidad parental. Matar, siempre es la fantasía de asesinar para establecer una relación dual que excluya al tercero, ese bebé que proclama la fecundidad. El deseo omnipresente es el de controlar, transformar, alterar, destruir la escena primaria. Si el perverso ha captado un adepto al mundo jerárquico, automáticamente habrá de temer que el súbdito se convierta en tirano y lo someta; la persecución se retroalimenta con cada nuevo habitante incorporado. No se puede abandonar la cima de la pirámide porque se tiene la certeza de la venganza. Debajo de la ley taliónica subyace la creencia de que la venganza anula el agravio y así se hace justicia; esta creencia proyectada en ciertas sociedades contribuiría a la justificación de la pena de muerte. El perdonar 84


después de la revancha es un principio que no sólo rige en las sociedades tribales o mafiosas. La creencia de que el castigo hará modificar la conducta es un principio vigente en las sociedades; esta mentalidad autoritaria y restrictiva considera que el castigo hace bien. El substrato aristocrático de esta concepción es: quien manda o domina, tiene razón. Es un modelo en donde el sádico pide obediencia mientras el masoquista ama al que lo obliga. He aquí el círculo ampliado de la visión del mundo sadomasoquista: jerarquía, tiranía, obediencia, venganza, persecución. En ese círculo no existe espacio para el perdón ni el olvido; la única gratificación es la excitación, la sensualidad de la excitación ligada a la persecución, que impide reconocer la realidad, pensar y crear significados.

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LA “PERVERSION” SADOMASOQUISTA

Freud, al margen de que estemos de acuerdo o no con sus hallazgos, ha sido sin duda, quien desde el psicoanálisis, ha explorado con mayor amplitud el estado emocional del sujeto “atrapado” en una visión del mundo sadomasoquista. Voy a iniciar esta serie de artículos tomando la afirmación que hace en Tres Ensayos de Teoría Sexual (1905) acerca de que la sexualidad humana es un fenómeno complejo; y que hay muchas formas de tránsito entre la sexualidad llamada normal y la conocida como sexualidad “perversa”, ya que ambas, según él, tienen una fuente común que es la sexualidad infantil. Para Freud, el rasgo más importante y sorprendente de la sexualidad infantil es el hecho de que está dirigida hacia los padres, lo cual significa que el Complejo de Edipo ocupa un lugar central en este descubrimiento. Desde este punto de vista, para describir los estados mentales sadomasoquistas es necesario disponer de componentes metapsicológicos como la escena primaria y la función de la familia por un lado y, el rol de la organización narcisista infantil, por el otro. Ambos elementos mantienen una lucha ininterrumpida por establecer o el predominio del desarrollo o el de la involución, lucha que también puede ser nombrada como el conflicto entre las pulsiones de vida y de muerte. En esta pugna contra la escena primaria, aparecen también como reguladores dos amplios espectros emocionales: los que surgen de los celos (y que nos abrirían al terreno amplio de la normalidad-neurosis) y los que surgen de la intolerancia a todo vínculo y que desencadenan los frenéticos combates contra todo lo que tenga la función de vincular, acercándonos al terreno de los estados psicóticos y perversos. Desde los estudios del psicoanálisis freudiano, el sadomasoquismo parece mostrar ese terreno donde la lucha contra la función vinculante, propia de la escena primaria, se torna más evidente. El estado mental sadomasoquista comparte con el neurótico el reconocimiento de la realidad de la escena primaria, y con el psicótico comparte el de alterarla, para –basándose en el negativismo- construir en el infierno un mundo mejor que en el cielo, al modo de Schreber que construyó un mundo mejor y más grande que el de la realidad. Sin embargo, este estado mental (al igual que el de todas las demás subjetividades catalogadas como desviaciones sexuales) no es “heredado” o “innato”. Porque no es un destino ciego el que decide la “normalidad” o “anormalidad” sexual, sino que son las experiencias de la infancia y la juventud, o si se quiere, la formación del carácter operada bajo el influjo del medio educativo, así como la estructuración de la personalidad que se realiza en el enfrentamiento del individuo con su entorno humano, quienes contribuyen en la constitución de estas subjetividades. Las mal llamadas “perversiones sexuales” implican una seria denuncia a las imperfecciones de nuestra cultura. Los individuos que frente a la tarea vital que plantean el amor y la amistad, recurren al “escapismo de la perversión”, toman sus actitudes frustradas y extremas de una cultura que es tan o más neurótica que él 86


mismo. La neurosis general de la cultura, es la fuente inagotable de la “patología sexual”, ella llena la psique del individuo de esas aspiraciones al poderío y a la semejanza con la invención de Dios, cuya realización lo orilla hacia la necesidad de los infiernos y de los cielos que su “patológico” comportamiento sexual, le puede ofrecer. La “perversión sadomasoquista”, desde esta mirada de la psicología profunda, no sería otra cosa que, una salida desesperada de un ser humano angustiado y hambriento de poder, que ansía salvar su prestigio ficticio de las amenazas del amor.

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LA VOLUNTAD DE SABER

Desde la Historia de la Locura en la Época Clásica hasta la Historia de la Sexualidad, Michel Foucault desarrolla lo que podríamos considerar el método descriptivo de las prácticas discursivas, el análisis genealógico y la hermenéutica de la subjetividad. ¿En qué consisten estos métodos, estas perspectivas epistemológicas, estas interpretaciones? Roberto Machado dice que “se puede entender la historia arqueológica como la investigación de una región nueva y todos sus análisis gravitan alrededor de la cuestión del hombre y forman una gran empresa de investigación sobre la constitución histórica de las ‘ciencias del hombre’ en la modernidad”37.

Sin embargo, la arqueología no habría sido la misma en Historia de la Locura en la Epoca Clásica, en el Nacimiento de la Clínica, y en Historia de la Sexualidad. En la primera investigación, Foucault no desliga la descripción de los enunciados sobre la locura de las prácticas histórico políticas sociales; en cambio en la segunda investigación, Foucault se concentra en el agenciamiento concreto de la clínica, en el desarrollo de la discursividad médica, como desprendida del horizonte de visibilidad definido por la clínica. En La voluntad de saber, Foucault trata de descubrir las estrategias de poder que subyacen a la voluntad de saber que sobre el sexo despliega la burguesía del siglo XVIII. En estas relaciones de poder, la sexualidad es un elemento instrumental que sirve de apoyo a múltiples estrategias. El siglo XIX, distingue cuatro grandes conjuntos estratégicos, que despliegan a propósito del sexo dispositivos de saber-productividad y de poder-eficacia: sexualización del niño, histerización de la mujer, especificación de los perversos y regulación de las poblaciones. Estas estrategias se cristalizan en una institución concreta: la familia, en tanto factor capital de sexualización. La familia asegura la producción de una sexualidad que no es homogénea: “transporta la ley y la dimensión de lo jurídico hasta el dispositivo de sexualidad; y transporta la economía del placer y la intensidad de las sensaciones hasta el régimen de la alianza”.38 La familia se convierte así, en el lugar obligatorio de los afectos, de los sentimientos y del amor. El gran articulador de estos espacios de poder, es el cuerpo de la mujer, saturado de sexualidad, capaz de establecer una relación entre el cuerpo social, la familia y los niños. Garantizando con su fecundidad, con su funcionalidad y con su responsabilidad biológico-moral esta triple relación social. Emerge desde ya, la mujer histérica-objeto, vaciada de identidad, enraizada desde siempre en el problema de la subjetividad. Buscando su identidad, el centro de sí, en tanto sujeto. Su identidad en tanto conjunto de referencias de sí en el mundo, 37

.- Roberto Machado: Arqueología y epistemología; en Michel Foucault, Filósofo. Barcelona 1995. Gedisa; pág. 16. Obra que constituye la síntesis de las exposiciones y debates que se desarrollaron en ocasión del encuentro internacional de París 1988 organizado por la Associaction pour le Centre Michel Foucault. 38 M. Foucault. La voluntad de saber. Pág. 132

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cuya génesis es su experiencia vivida, por tanto heterogénea, distinta, particular y única. La familia, construye un tipo de identidad social femenina en torno a la mujer, define al sujeto-mujer en relación con otros sujetos-hombres, según criterios de semejanza, pero fundamentalmente de diferencias; según principios de inclusión, pero sobre todo de exclusión. La identidad-femenina es el resultado de varias dimensiones de su ser sujeto, dentro de las cuales su identidad de género se ubica en el centro. El sujeto-femenino se constituye múltiple y diverso. Nombrar la semejanza y la diferencia, lo común y lo que distingue, es el propósito del discurso del poder. Así los géneros y las familias ordenan a los individuos, o de otro modo, la multiplicidad de las individualidades permite su descripción y, a través de esta designación, la clasificación de las especies. Dos metodologías son complementarias y simultáneas en esta época: la construcción de un sistema combinatorio y el método exhaustivo de la descripción. Pero, ambas metodologías forman parte de la misma episteme clásica: una forma de pensamiento que ordena sucesiones, clasifica, enumera, dimensiona tamaños. Un juego de identidades y diferencias se encuentra en el mismo espacio: el espacio taxonómico. Allí, la identidad femenina se resuelve como identidad carenciada. Asignada socialmente. En estas relaciones de poder, la semejanza y la diferencia se vuelven fronteras que expresan las formas de exclusión que vuelven despreciable a las mujeres. La familia y la verdad sobre el sexo, matan en la mujer la posibilidad de construir su autoidentidad, de desarrollar su vivir, de hacer una síntesis entre su experiencia vivida y su identidad asignada. Le niegan la posibilidad de optar por una identidad, le niegan la posibilidad de elegir... En ese contexto, ser mujer, es poseer una identidad aparente, destinada a los otros, significada por los otros y poseer una identidad virtual, para sí misma. Estas formas de identidad generan subjetividades femeninas predestinadas al otro. La mujer se vuelve un ser carenciado, necesitado de los otros, su centro de deseo es ser otro: hombre, madre, otra mujer, vida... Estos deseos de lo otro, se ligan con su necesidad de vinculo, la mujer es un ser que necesita estar vinculada-sexualizada. A través de estas estrategias de lo que se trata es de producir la sexualidad, en tanto dispositivo histórico: la sexualidad como una gran red, donde la estimulación de los cuerpos, la intensificación de los placeres, la incitación al discurso, la formación de conocimientos, el refuerzo de los controles y las resistencias se encadenan unos con otros según grandes estrategias de saber y de poder. Son estas relaciones de sexo las que han posibilitado en todas las sociedades, los dispositivos de alianza (sistema de matrimonio, de fijación y de desarrollo del parentezco, de transmisión de nombres y de bienes), con sus mecanismos coercitivos y sus demandas de saber. Sin embargo, este dispositivo de alianza perdió su importancia hacia el siglo XVIII y las sociedades occidentales modernas inventaron un nuevo dispositivo, que se le superpone sin excluirlo: el dispositivo de sexualidad.

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Entre el dispositivo de alianza y el dispositivo de sexualidad existen marcadas diferencias: El dispositivo de alianza se crea en torno a reglas que definen lo lícito y lo ilícito, reglas cuya pertinencia encuentra sentido en el lazo que se establece entre dos personas, de ahí que su objetivo sea reproducir estas relaciones y mantener la ley que las rige. El dispositivo de alianza, se vincula a la economía a través de la circulación de la riqueza y su función es mantener el cuerpo social, por eso se vincula al derecho, y se orienta hacia la reproducción. Por su parte, el dispositivo de sexualidad, funciona según técnicas móviles y coyunturales de poder, permite la extensión del dominio y de las formas de control, su pertinencia radica en las sensaciones del cuerpo, en la calidad de los placeres y en la naturaleza de las impresiones. Este dispositivo de sexualidad, se vincula a la economía a través de múltiples mediaciones, la más importante es la del cuerpo, en tanto productor y consumidor. La función del dispositivo de sexualidad se orienta a penetrar, a intensificar los cuerpos y a controlar las poblaciones; tiende a la valoración del cuerpo como objeto de saber y como elemento en las relaciones de poder. La sexualidad, en este sentido nace de una técnica de poder que en el origen estuvo centrada en la alianza. Técnica, cuyo núcleo formador se asienta en prácticas como la penitencia primero, el examen de conciencia después, y finalmente la dirección espiritual. En estas prácticas, el sexo comparece, en tanto soporte de relaciones, comercio permitido o prohibido y como problemática de la “carne”, sexo-sensación, sexo-placer, sexo-consentimiento interior. Se lo declara culpable, se lo condena al encierro y al silencio. Su cárcel, la alcoba; su castigo, la reproducción; su carcelero, la familia. La familia asume la responsabilidad de hacer cumplir la norma, de detentar la verdad y de hablar del sexo. El sexo se convierte en un secreto, desaparece. El puritanismo moderno e hipócrita de la burguesía le impone su triple condena de prohibición, inexistencia y mutismo. Esta represión creciente, modo fundamental de relación entre poder, saber y sexualidad, cruza tres largos siglos de historia. De ahí que una historia de la sexualidad suponga dos rupturas: la que se da durante el siglo XVII: época de grandes prohibiciones, legitimación de la pareja matrimonial, imperativo de decencia, evitación del cuerpo, pudores en el lenguaje, etc. Y otra en el siglo XX: época de tolerancia relativa. La época de la represión del sexo (siglo XVII-siglo XX) coincide con el desarrollo del capitalismo, con la época en que se explotaba sistemáticamente la fuerza de trabajo, de ahí que su represión tan rigurosa se deba, por un lado, a que no es compatible con una dedicación al trabajo general e intensiva y por otro, al “énfasis de un discurso destinado a decir la verdad sobre el sexo, a modificar su economía en lo real, a subvertir la ley que lo rige, a cambiar su porvenir”. 39 Foucault, descubre una sociedad que desde hace más de un siglo, se fustiga por su hipocresía, denunciando los poderes que ejerce y prometiendo liberarse de las leyes que la han hecho funcionar. Descubre detrás de esta sociedad el flujo, el 39

Idem. Pag. 15

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“hecho” discursivo, la “puesta en discurso” del sexo, y la voluntad, la intensión estratégica que los mueve y los sostiene. Descubre las formas, los canales, los discursos a través de los cuales el poder logra controlar el placer cotidiano: devela, las “técnicas polimorfas del poder”. Determinando a partir de esas producciones discursivas y esos efectos de poder, una verdad sobre el sexo y una voluntad de saber, que le sirve de soporte e instrumento. Se crea todo un artefacto de producción discursiva sobre el sexo, no ya reducido a la moral sexual, sino un discurso racional que analiza, contabiliza, clasifica y especifica; un discurso que busca burlar y superar precisamente ese moralismo y esa hipocresía social. El sexo pasa a tener una utilidad; es un bien público que hay que reglamentar y administrar. ¿Y cuál será el ámbito de poder público, de gestión del sexo?... La Población. En el centro de este problema económico y político del siglo XVIII, el sexo describe el diagrama de poder que heredamos hasta nuestros días: “hay que analizar la tasa de natalidad, la edad del matrimonio, los nacimientos legítimos e ilegítimos, la precocidad y la frecuencia de las relaciones sexuales, la manera de tornarlas fecundas o estériles, el efecto del celibato o de las prohibiciones, la incidencia de las prácticas anticonceptivas” 40.

La “población”, se preocupa desde esas épocas por el control del cuerpo de la mujer a través de la natalidad; y aparece en nuestro siglo XX teñida de múltiples connotaciones: evoca imágenes de explosión en países pobres, de presión de las gentes más allá de sus fronteras y de procreación irresponsable; anarquía en el uso del sexo, cesura ineficaz de los mecanismos de control de la natalidad, la contracepción y el aborto; impulso a la implantación del condón, las espirales, la píldora o la esterilización, mecanismos de poder anclados en el manejo supliciado del cuerpo femenino; en el moldeamiento de la subjetividad de la mujer, y a partir de esa intencionalidad criminal, la “población” como herramienta de exterminio discursivo de los pueblos. La “población”, en tanto objeto de control y de administración humana, sufre un proceso transformador que sólo se puede visualizar en la historia. Esta conversión del individuo concreto de carne y hueso en el abstracto “población”, es atravesado por un discurso político de poder, que ha ido modificándose en el tiempo: el discurso del desarrollo. En este discurso el término “población” no refiere a una realidad de seres concretos, de personas; sino a entidades inanimadas que pueden ser administradas como clase, entidades vaciadas de su capacidad de reproducir, contaminar, producir o consumir. Las matemáticas y dentro de ellas, la estadística fueron las encargadas de operar esta transición, en la era del desarrollo y la teoría de sistemas. No es exactamente un corte abrupto el que se produjo con el paso del imaginario de las evocaciones en torno al sentido concreto del término “población”, al ámbito de las representaciones discursivas abstractas del mismo término; se trata, sin 40

Idem. Pag. 35

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embargo, de otro campo de posibilidades, de distintas epistemes; es decir, de distintos modos de construir el sentido, en épocas distintas. Hasta el siglo XVI las palabras eran semejantes al mundo, el lenguaje formaba parte de la naturaleza, contenía propiedades y éstas se interrelacionaban secretamente con las substancias que componían el universo. A partir del siglo XVII este sistema de signos, se disuelve; esta relación triangular entre significante, significado y coyuntura desaparece o se esconde para ser trabajada por una disposición de signos entendida como binaria, a través del enlace entre significante y significado. De la hermenéutica hemos pasado a la representación. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Josetxo Beriain habla de la disolución de la conciencia colectiva y del paso a la constelación de las representaciones colectivas; Durkheim se refiere a la pérdida de sentido y de unidad lograda en las sociedades arcaicas, heredadas por las sociedades tradicionales y bloqueadas en los márgenes de una sociedad profana, escindida en la polisemia y en el politeísmo de sus ciencias y sus recreaciones. Foucault encuentra una arqueología en la historia de los saberes, con lo que tenemos una densa estratificación del manejo de las configuraciones y las conexiones expresivas, así como de las modalidades ontológicas de las cosas. Desde esta perspectiva arqueológica no se habrían perdido del todo las vinculaciones sutiles entre una epísteme y otra, sino que las conexiones se hacen ambiguas. William Petty, influenciado por Hobbes, fue quien concibió la idea de cuantificar a la sociedad: “En lugar de usar solamente palabras comparativas y superlativas, y argumentos intelectuales, he seguido el camino... de expresarme en términos de número, peso y medida”.41 Lo que trataba de mostrar era que la riqueza y el poder del estado, depende del número y carácter de sus sujetos. En esta transición se creó un nuevo lenguaje, con el fin de observar a la gente en contextos cuantitativos; en la estadística, el término población perdió su conexión con la gente de carne y hueso. Refiriendo desde entonces a una comunidad reproductiva cuyos individuos se encuentran y se emparejan con una probabilidad definida, lo mismo pueden ser mosquitos que seres humanos. Y sin embargo, “emparejarse”, sigue siendo el meollo de este constructo. La sociedad ha comprendido que su vida depende del uso que hacen sus ciudadanos de su sexo. Se analiza a la población con fines de regulación. Se teje toda una red de observación sobre el sexo, para asegurar la población, reproducir la fuerza de trabajo y mantener las relaciones sociales. Tres códigos se encargan de regir esas prácticas sexuales: el derecho canónigo, la pastoral cristiana y la ley civil; códigos que fijan las fronteras entre lo lícito y lo ilícito del foco de coacciones llamado: matrimonio. El matrimonio estaba saturado de reglas, recomendaciones y prescripciones; sin embargo, poco importa aquí el nivel de represión, lo que hay que visibilizar es la forma de poder que se ejerce, de lo que se trata es de algo más que la intensión de prohibir: se trata de penetrar el cuerpo, de especificar al individuo, de sensualizar el poder en beneficio del placer, crear en definitiva una “red de Citado en M. J. Cullen “El Movimiento Estadístico a principios de la era Victoriana en Gran Bretaña: Los fundamentos de la Investigación Social Empírica” 1975 Pág. 2 41

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placeres-poderes transformables”.42

articulados

en

puntos

múltiples

y

con

relaciones

El poder en la sociedad burguesa del siglo XIX, es perverso, opera por desmultiplicación de las sexualidades singulares. Las perversiones que se implantan son “un efecto-instrumento: merced al aislamiento, la intensificación y la consolidación de las sexualidades periféricas, las relaciones del poder con el sexo y el placer, se ramifican, se multiplican, miden el cuerpo y penetran en las conductas. Y con esa avanzada de los poderes se fijan sexualidades diseminadas, prendidas a una edad, a un lugar, a un gusto, a un tipo de prácticas”. 43

El discurso sobre el sexo después de tres siglos ha sido multiplicado... Esta dispersión, sin embargo, es evasión, equivale a esquivar, evitar la verdad del sexo. Esta evasión se consiguió a través de las ciencias: la biología de la reproducción y la medicina del sexo; ciencias que colocaron como fin de los placeres, la muerte: del individuo, de las generaciones, de las especies. Las ciencias construyeron en torno al sexo un inmenso aparato destinado a producir, la verdad. La historia reconoce dos procedimientos para producir la verdad del sexo: el arte erótico, donde la verdad es extraída del placer (arte de las iniciaciones y del secreto magistral) y una scentia sexualis, cuyo procedimiento de obtención de la verdad, es la confesión. La ciencia legitima al sexo como razón de todo, al punto de volverlo referente de la pregunta existencial acerca del ser del hombre: sexo-historia, sexo-significación, sexo discurso... Las tecnologías del sexo sostienen la red de relaciones de poder que atraviesa las instituciones, los estratos sociales y las identidades individuales. Estas relaciones de fuerzas del poder-saber se articulan en el discurso, y es este discurso, el encargado de perpetuar en el tiempo los dispositivos de control y de supresión de la libertad.

42 43

Foucault. Pág. 60 Idem. Pág. 63

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SLAVOJ ZIZEK: HOMOSEXUALIDAD Y ETNICIDAD

El filósofo esloveno, Slavoj Zizek, uno de los más importantes seguidores de Jacques Lacan y candidato en 1990, a la presidencia de su país, estuvo en Bolivia. Fue invitado por la vicepresidencia, como parte del Ciclo de Seminarios “Pensando el Mundo desde Bolivia”. Zizek, es un pensador que ha reflexionado sobre distintos campos del conocimiento. Sus trabajos van de la filosofía al psicoanálisis, de la sociología a la comunicación, de la economía a la política. Se ha interesado sobre todo en el análisis de lo que él llama, el mundo postmoderno, postpolítico o postideológico, reivindicando en sus descripciones el papel de la ideología, de la política, de la historia. Para Zizek, el nuestro es un tiempo permisivo, en el cual, las instituciones dominantes han expropiado todo, hasta las transgresiones, ante la vista y paciencia de todos. El gran Otro lacaniano, en este contexto se ha convertido en la encarnación, no sólo de las normas simbólicas explícitas que regulan las interacciones sociales, sino también de aquellas normas no escritas o implícitas. Vivimos en el mundo sin sustancia de la sociedad postpolítica, en el cual la realidad se ha degradado en la simulación, en la `virtualización’ o digitalización del espacio social y cultural. Es un mundo artificial, que administra personas, con la misma superficialidad con que administra cosas. Asistimos, según Zizek, a una ‘virtualización’ del vacío. Una seducción entre mercados y medios de comunicación, que sustituyen la realidad por ensoñaciones que actualizan fantasmas y miedos, pero también inventan utopías. Una sociedad que cultiva el victimismo, para permitir el control, a través del goce utópico del futuro. En esta sociedad postpolítica, las ideologías no se explicitan. Los rasgos de pluralidad, no son otra cosa que distintos estilos de vida, sujetos a las modas, por los ciclos del mercado. Para Zizek, se trata de un tiempo de ‘autocolonialismo’, impulsado por las corporaciones globales, que han reemplazado a las viejas potencias coloniales y al Estado-Nación, protegidas por la débil filosofía del liberalismo-tolerante y del multiculturalismo. La presencia homosexual, al igual que la étnica-poscolonial, en este marco, no son otra cosa, según Zizek, que transgresiones fomentadas y expropiadas por el poder hegemónico, a partir de una norma implícita: la relación entre duelo y melancolía, que caracteriza a la doxa predominante, que se considera a sí misma, como una transgresión subversiva. Al respecto, Zizek dice que Freud opuso el duelo “normal” a la melancolía “patológica”, afirmando la primacía de la melancolía. “…en el proceso de pérdida hay siempre un resto que no puede ser integrado mediante el trabajo del duelo, y la fidelidad fundamental es la fidelidad a ese resto. El duelo es una suerte de traición, el “matar por segunda vez” al objeto (perdido),

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mientras que el sujeto melancólico mantiene su fidelidad al objeto perdido, negándose a renunciar a su unión con él”. 44

De ahí que, para Zizek, una de las versiones para entender la homosexualidad, sea ésta que tiene que ver con el duelo y la melancolía. Los homosexuales, mantienen su fidelidad a la identificación perdida/reprimida con el objeto libidinal del mismo sexo. Lo mismo ocurre cuando los grupos étnicos ingresan en la modernidad capitalista. Ante la amenaza de la pérdida de su legado cultural y el duelo que ello implica, optan por conservar una vinculación melancólica a sus raíces perdidas. La rehabilitación de la melancolía, sin embargo, entraña un “cinismo objetivo”, ya que para Zizek: el mantener el lazo melancólico con el objeto libidinal perdido (en el caso de lo homosexual) o con el objeto étnico perdido (en el caso de la cultura), permite afirmar nuestra (apariencia de) fidelidad a la identificación con el objeto libidinal o con las antiguas raíces, por un lado; y, por otro, seguir siendo parte de la nueva cultura capitalista global. Dicho de otro modo, la melancolía, nos permite sobrevivir en un mundo global, resistiéndonos a la superación simbólica de nuestras pérdidas.

44

Zizek Slavoj: ¿Quién dijo totalitarismo? Cinco intervenciones sobre el (mal) uso de una noción. Pre – Textos. Valencia, 2002

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DIOS, HA MUERTO...

El hombre de hoy, perviviente de esta era de la incertidumbre, asiste a un momento particular de su historia: el instante eterno del desconcierto, del sinsentido, del vaciamiento... el ser, llega a su fin... después, como diría Heidegger, “ya no queda nada”... esta es la época de lo que Nietzsche llamó, “nihilismo consumado”, es el tiempo en el cual la muerte de Dios se hace inminente... el hombre abandona el centro de sí mismo y se dirige hacia la nada, se lanza hacia el abismo de su propia desesperanza... el hombre, asume su colocación en el proceso histórico del nihilismo, comprende que el nihilismo “es su única chance”. Para Nietzsche, el proceso del nihilismo se inicia con el surgimiento del Dios abstracto de la compasión, el Dios cristiano en Occidente y el budismo en Oriente. Dios es nihilismo, su propia esencia es nihilista porque desvaloriza los valores supremos que habitan la conciencia del hombre; mientras que para Heidegger el nihilismo, es el aniquilamiento del ser cuando éste deviene en valor. El ser pierde su capacidad de subsistencia autónoma e independiente y se somete al dominio y al poder del sujeto. El proceso nihilista transforma el valor de uso en valor de cambio. El nihilismo sería entonces, “la reducción del ser a valor de cambio”. En el presente, lo que se ha perdido, lo que ha desaparecido no son los valores como tales, sino el valor supremo: Dios. La cultura ha descubierto, ha conocido la “genealogía” de su constitución social, ya no hay más misterio, el mito del “origen” se ha vuelto insignificante, el proyecto cultural de “reapropiación” se ha extinguido para siempre. La muerte de Dios ha sido decretada por el saber narrativo, por la emergencia de los pueblos sin nombres que no necesitan creer en la inmortalidad del alma y la promesa de vida eterna. “Dios muere porque se lo debe negar en nombre del mismo imperativo de verdad que siempre se presentó como su ley y con esto pierde también sentido el imperativo de verdad...”45 La muerte de Dios reivindica la ausencia de otros valores “más verdaderos” que permanecían silenciados, encubiertos, los valores de las culturas marginadas, de las culturas populares sofocadas por el imperio de la cultura dominante. El “mundo de la fábula”, donde la experiencia de lo auténtico, de lo verdadero pierde sentido, perece con la muerte de Dios, la desacralización de lo humano se vuelve inminente. “Los rasgos de la existencia en la sociedad capitalista tardía, desde la mercantilización totalizada en “simulacralización” hasta el agotamiento de la “crítica de la ideología”, hasta el “descubrimiento” lacaniano de lo simbólico (...) no representan sólo los momentos apocalípticos de una deshumanización, sino que son además provocaciones y llamados que apuntan hacia una posible experiencia humana nueva”.46 45 46

Gianni Vattimo . El fin de la Modernidad. De. Gedisa. Pág. 27 Idem. Pág. 29

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La invención de un Ser Supremo, conlleva la presencia de un valor superior a cualquier otro, pero al mismo tiempo implica el aniquilamiento de esta creación, por el roce mismo del Ser Supremo con los demás seres en el mundo. En esta mezcla “todos pueden ser divinos”... lo Sagrado, provoca en el hombre una especie de impotencia y de horror, impotencia ante lo incomparable del valor que posee este sentimiento y horror por el peligro que entraña su misterio. Y, sin embargo, desde la genealogía del tiempo, desde los “orígenes”, antes de que se geste el mito del pecado, la ideología de la culpa, las culturas ya habían ideado sus “dioses”, ya habían sentido la inquietud, el deseo, el instinto del animal, el placer de la destrucción, de la violencia en que se funda el sacrificio, en que se erige la intimidad de lo sagrado. Estos dioses eran objetivos, reales, capaces de insertarse en la vida cotidiana; estos dioses se erigían en representaciones del entorno cercano, de la naturaleza, del propio hombre. Los dioses, encarnaban el destino del hombre en su condición instintual, animal. El rito, expresaba este estrecho tejido de deseo y sentido, de eros y razón. Dios acaba con el instinto, con el deseo creador, destruye la voluntad de poder, no deja otra posibilidad que el ritualismo monótono y acomplejado, como forma de contrarestar el avasallamiento y la represión de la animalidad. El hombre se avergüenza de su condición, se agazapa en su propia impotencia, en su mutismo se avizora solo la frustración, el animal necesita inventar una nueva máscara que le permita ocultar su desnudez: la máquina. El hombre como centro del universo, el hombre como señor del SER..., he ahí la perspectiva del humanismo que entra en crisis en la era post-moderna. Esta crisis está en directa relación con la técnica. Los ideales de la cultura humanista se eclipsan, en su lugar se erige la deshumanización y la robotización del sujeto en su función científica y racionalmente productiva. La idea de Dios se difumina en los flujos mercantilizados de la pirámide eclesial, se disuelve en los corredores de los templos vacíos: Dios, ha muerto, y su muerte ha demostrado que la sociedad real mentía, lo que se ha perdido, no es el valor divino de lo sagrado, sino la verdad social, lo que se ha consumado es el orden íntimo del Ser, la conciencia aguda de la vida común expresada en esta intimidad. La sociedad post-moderna ha sacrificado a Dios, en aras del deseo, del reconocimiento del otro como igualdad, como intersubjetividad no compasiva... lo ha ofrendado (donado), en el altar de una utopía: la libertad. El nihilismo como chance, visualiza esta alternativa de libertad: por un lado, a través de la recuperación del imaginario simbólico de las culturas como resistencia, como destino frente a la “desrealización del mundo”, frente al renacimiento de los nuevos “valores supremos” de la conciencia culpable; y por otro, mediante la disolución de la historia falseada, en historias emergentes que tejen los cuerpos que diseñan los recorridos y los circuitos del tiempo y el renacer del deseo dinamizador que permite que sean estos hombre concretos quienes con su accionar impriman las huellas de su propia emancipación. 97


“Es el Deseo quien transforma al Ser revelado (...) El ser mismo del hombre, el ser consciente de sí, implica pues y presupone el Deseo. Por consecuencia, la realidad humana no puede constituirse y mantenerse más que en el interior de una realidad biológica, de una vida animal. Pero si el Deseo animal es la condición necesaria de la Conciencia de sí, no es condición suficiente. (...) Al contrario del conocimiento que mantiene al hombre en una quietud pasiva, el Deseo le vuelve in-quieto y le empuja a la acción. Habiendo nacido del Deseo, la acción tiende a satisfacerlo, y no puede hacerlo más que por la “negación”, la destrucción o por lo menos la transformación del objeto deseado: para satisfacer el hambre, por ejemplo, hay que destruir o transformar el alimento. De este modo, toda acción es “negadora”.47 Sólo destruyendo el Imperio de Dios se puede recuperar el sentido de la humanidad... La Conciencia del Deseo y del placer, sintetizan la voluntad de poder que subyace en la Conciencia del Vencido, en los ojos del esclavo... no más amos... Dios, ha muerto... Hoy, el hombre ha parido la utopía de su libertad.

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Alexandre Kojeve. Introducción a la lectura de Hegel. Citado en Georges Bataille. Teoría de la religión. s.n.

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ANIMALIDAD Y POESÍA

El vacío. La nada. De frente al ojo animal solo existe la oscuridad de la inconsciencia. La animalidad inmanente no logra trascender la barrera del sin sentido existente. Inmediatez: comerse unos a otros, imposibilidad de reconocimiento del semejante. Indistinción total. Que un animal se coma a otro no modifica lo fundamental: "que todo animal está en el mundo como el agua dentro del agua"48. El animal, sujeto de un mundo desierto contemplado como objeto, no es capaz de reconocerse a sí mismo como tal. Es la inteligencia del ojo humano la que crea la luz del sentido, en este caótico universo de la nada, de la existencia sin nombre. Pero el nombrar crea la dependencia fatal, la domesticación, la búsqueda eterna de elementos inmanentes con los cuales poder establecer un tráfico de relaciones comunicantes. Estas relaciones básicamente se fundan en la alimentación. "Al representarnos el universo sin el hombre, el universo en el que la mirada del animal sería la única en abrirse ante las cosas, como el animal no es ni una cosa ni un hombre, no podemos más que suscitar una visión en la que no vemos nada, puesto que el objeto de esta visión es un deslizamiento que va de las cosas que no tienen sentido si están solas, al mundo lleno de sentido implicado por el hombre que da a cada cosa el suyo"49.

En este paisaje muerto no es posible la descripción de objetos precisos. Estos existen únicamente a través de la poética. Es la poesía, quien al hablar ficticiamente del pasado, del presente y del futuro del mundo de lo incognoscible, crea la ontología de la realidad. El poder poético va dibujando en el imaginario intelectivo la silueta de un universo perdido en la mirada de unos ojos incapaces de aprehender lo que ven. La poesía, sustituye la ausencia de visión, la nada de la ignorancia, por la revelación fulgurante del sentido. El mundo animal de la inmanencia y la inmediatez se eclipsa a la mirada inteligente, en la medida en que el hombre no es capaz de develar el poder de trascendencia que le subyace. Y sin embargo, entre el hombre y la cosa, la animalidad es transitiva. La posición de objeto no forma parte de la animalidad, está dada por el empleo humano de los útiles, adaptados y perfeccionados según un fin. La conciencia los reduce a objetos subordinados, susceptibles de ser modificados y transformados. El útil no tiene valor en sí mismo. Al representarse el mundo como una existencia continua (en relación a su intimidad, a su profunda subjetividad), el hombre siente la necesidad de atribuirle virtudes similares a las de él mismo, reduciéndolo a una "cosa": "capaz de actuar, de pensar y de hablar", en esta reducción está la génesis de la individualidad y del poder creador.

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.- Georges Bataille: Teoría de la Religión. TAURUS; Pág. 22. .- Idem.; Pág. 24.

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La "cosa", incrustada en la realidad de un mundo de cuerpos, es quien crea esa distancia entre lo profano y lo mítico. El mundo del ser supremo, de Dios, de los dioses, cuya esencia está marcada por la plenitud del espíritu mítico, carente de realidad. Esta esencia del espíritu, separada de la mortalidad del cuerpo real, es lo que da a los dioses su carácter divino, sagrado. Y por el hecho de ser espíritu, el hombre también goza de cierto poder sagrado, disminuido sin embargo, por su realidad mortal que lo acerca siempre más a la animalidad. El hombre no deja de ser un animal. Sus hábitos alimenticios lo traicionan. La diferencia está en la reducción que hace del animal vivo que come, a una "cosa". La destrucción de la "cosa" que habita en cada animal, es lo que el sacrificio del hombre quiere conseguir; pues "el principio del sacrificio es la destrucción". La muerte, hasta ese momento, cosa real entre otras; de pronto emerge enfatizando la mentira de la sociedad real... la sociedad real ha perdido su verdad, con la muerte se produce "la inútil consumación del orden intimo". Lo intimo, entendido en tanto que ausencia de individualidad. Y la intimidad, en cuánto violencia y destrucción. El individuo sacrificador, es un ser angustiado; al identificarse con la víctima, reconocida en tanto "cosa", se reconoce como individuo, como inmanencia, como intimidad. "El hombre es individual en la medida en que su aprehensión le une a los resultados del trabajo"50, y es este ser individuo, lo que alimenta su angustia de devenir cosa. "La muerte altera el orden de las cosas y el orden de las cosas nos posee. El hombre tiene miedo del orden íntimo, que no es conciliable con el de las cosas. Si no, no habría sacrificio ni habría tampoco humanidad. El orden intimo no se revelaría en la destrucción y la angustia sagrada del individuo" 51. Lo sagrado fulgura en la vida, desencadenando el orden de las cosas: en violencia. Esta violencia que aspira a la destrucción, estalla en la fiesta. La fiesta es el lugar del desenfreno espectacular, cuyo límite esta dado por la conciencia despierta de la angustia. De "la imposibilidad de ser humano sin ser una cosa y de escapar a los limites de las cosas sin volver al sueño animal"52.

El sacrificio humano, evidencia la presencia por un lado, de una violencia que se opone al orden real y por otro, el desencadenamiento de la violencia interior. Una sociedad que permite el sacrificio, afirma el desequilibrio y el rechazo de estas formas de violencia. La consumación intensa del sacrificio social, no queda satisfecha en el combate, en la guerra o en la violencia interna, exige víctimas que no sean únicamente la riqueza útil de un pueblo, sino y principalmente el propio pueblo. En el silenciamiento de los inocentes, en el sometimiento y la marginación de los más débiles, en la explotación y la injusticia, la violencia sacrifica a las víctimas exigidas por los marcos de un determinado modelo social. La perpetua lucha del hombre por no devenir animal, convierte al otro en cosa, en útil, cuyo valor es susceptible de sacrificar. Y después de la consumación total, el animal-humano no 50

.- Idem.; Pág. 55. .- Idem.; Pág. 55. 52 .- Idem.; Pág. 57. 51

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logra devenir hombre, agazapado en su culpabilidad consciente, en el martilleo del crimen; se somete a la divina venganza de la masa rebelde, cuya pasión y gusto por la violencia desatada no habla más que de su despertar conciencia. La poética que nace de la masa consciente, y que estalla en la fiesta, es la única subversión del orden, capaz de asignar nuevo sentido, al paisaje desierto que se expone frente a los ojos del animal-social. ¡No más dioses!... solo una musa libre revoloteando por el espacio infinito de la conciencia sin cadenas... solo la poesía, para insuflar en el espíritu humano el hálito de la distinción entre el semejante y el animal, entre la víctima y su verdugo, entre la angustia y el miedo, entre la violencia y el sacrificio, entre la nada y el sentido...Devenir sentido, he ahí, lo fundamental de la utopía de libertad...

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GENERO Y SEXUALIDAD

En su libro Gender Trouble, Judith Butler realiza una aguda revisión de la categoría de sexo a la luz de la perspectiva de género, intentando “generizar” el sexo. Es decir, mostrar cómo en realidad la constatación (casi) naturalista de la existencia de un sexo anatómico anterior a la producción social del género es en sí misma una construcción propia de un sistema social generizado. Esta interpretación es la que ha llevado a asumir –en algunos casos- que si el sexo es una categoría producida por el género deberíamos obviarla y referirnos sólo al género. Butler desmonta el mito de que el sexo es a la naturaleza, como el género a la cultura. Si el sexo no es más que género, y a su vez el género no es otra cosa que la división contingente –en el sentido de social, de ser un efecto del lenguaje- de la humanidad en dos, lo que quedaría más allá de la determinación arbitraria del género sería un sujeto universal fácilmente homologable al sujeto cartesiano, puro espíritu sin cuerpo –sin marca- que obtendría su universalidad (su capacidad de representar al todo de los seres humanos) de la exclusión de todos los otros subordinados, y que a lo largo de la historia fue encarnado por el sujeto trascendental kantiano, el “hombre” de la igualdad, la fraternidad, y la libertad de la revolución francesa, el ciudadano abstracto de la democracia formal. El problema que nos plantea Butler es: efectivamente “la/s mujer/es” es un constructo histórico contingente, y no hay ninguna sustancia que amerite ser unificada mediante esta nominación. El sujeto mujer, tanto como el sujeto varón, son representaciones (en el sentido semiótico del término) que, si bien y como tales, pretenden evocar un referente externo a la significación, sólo evocan un vacío: en tanto que representaciones, las posiciones de sujeto de varones y mujeres son signos cuyo valor y significado se configura por su posición en el sistema de signos y no por su remisión a una instancia exterior a dicho sistema. De ahí que, la división establecida por el sistema de sexo/género al ser una división histórica y contingente, sea una división que puede ser transformada. Por otro lado, Butler dice que no puede pensarse la subjetividad fuera del sistema sexo/género. Todo sujeto deviene tal a condición de entrar en la lógica de la generización. No hay sujeto que no sea sexuado, y hay que tomar nota de que para Butler el sexo es ya un producto cultural de la lógica del género. Pensar un sujeto liberado del género es pensar en un sujeto desencarnado, deslocalizado, autónomo y radicalmente fuera del entramado de las relaciones de poder que lo han instituido como tal, bien sea éste el cógito cartesiano de la metafísica moderna, o un sujeto utópico liberado de todo constricción social, como si pudiera existir un sujeto por fuera de la “constricción”, siendo que siguiendo la tesis de Foucault, para Butler esa “constricción” producto de relaciones de poder es productiva, y es justamente la que ha “inventado” al mismo sujeto que luego dice reprimir.

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La argumentación de Butler deja constancia de la contingencia histórica del devenir de la sexuación/generización, la arbitrariedad (y consecuentemente la transformabilidad) del género. Pero, dentro de su perspectiva esta contingencia no está eximida de la necesidad de que el sujeto sea un sujeto sexuado/generizado, porque ésta ha sido su historia, y porque es gracias a ella que el sujeto ha nacido.

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EL PROBLEMA DE LA DIFERENCIA SEXUAL

Frente al problema de la diferencia sexual, planteado por Butler, nos encontramos con dos posiciones: las no previstas por el ordenamiento heteronormativo y que corresponde a sujetos que exceden y subvierten las representaciones hegemónicas del sistema sexo/género y las relacionadas con la imposibilidad de pensar en un posicionamiento de sujeto no sexuado/generizado, por fuera de la marca de la sexualidad. El problema surge, cuando se pretende dividir a los individuos en mujeres y varones, como un hecho natural intrínseco del ser humano, bien como estructura simbólica inalienable. El concepto de diferencia sexual, otorga en última instancia a estas dos posiciones (opuestas y complementarias) un carácter originario y primordial, mientras que subordina a las otras posiciones posibles (TLGB y queer) como secundarias y derivadas (de las primeras). Lo que Butler sostiene es que no hay ninguna necesidad trascendental ni un fundamento sustantivo que justifiquen la existencia de sólo dos opciones de sexuación excluyentes (hombre-mujer) ya que la diferencia entre los sexos no sólo no es del orden de la naturaleza, sino que tampoco puede explicarse a partir de una ley universal de la cultura. La “diferencia sexual” no es universal al género humano, sino el efecto de un proceso particular de significación en un orden simbólico dado, el producto de relaciones contingentes de dominación. En efecto, al redefinir a la identidad sexual/de género como el efecto de prácticas discursivas, Butler relativiza la realidad de esta diferencia, pero hace la salvedad de que su eficacia performativa, que retroactivamente la ha esencializado como causa de las prácticas de subordinación es irreversible. Para Butler, de hecho, la bifurcación teórica entre los planteamientos más universalistas como los provenientes del estructuralismo levistraussiano y de Lacan, y los más relativistas, ya sean éstos más cercanos al culturalismo o al historicismo, nos coloca en una situación dilemática que debemos intentar superar. Y para ello, encuentra en la noción de performatividad de las prácticas discursivas, una solución. Aquí cabe preguntarse, hasta qué punto la noción performativa del género logra escapar a la encrucijada que se plantea entre estas dos posiciones que oponen al esencialismo de la diferencia sexual, la contingencia radical de la generización. En este punto, Butler critica la tradición filosófica que fundó una concepción humanista del sujeto, encontrando en él una sustancia (el alma, la mente, la conciencia) cuya capacidad de agencia se homologa con la libertad como trascendencia del cuerpo y cuyos atributos, bien sean éstos esenciales primero e históricos después, se caracterizan por ser secundarios y derivados con respecto al núcleo sustancial, que independientemente de los atributos, sigue siendo siempre igual a sí mismo. En esta línea critica la concepción del género como un atributo – 104


derivado- del que el núcleo de la persona podría prescindir, sin que por ello se alterase en nada la subjetividad. Su posición, es que la identidad de la persona, el núcleo de la subjetividad está ya atravesado por el género. El género es constitutivo de la categoría de subjetividad, ya que alineado con el sexo, da pautas de coherencia y continuidad que son definitorias de la categoría de persona, y de sujeto. De modo que desidentificarse sexualmente, respecto a las identificaciones de género implicaría de algún modo romper radicalmente con la noción de subjetividad.

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EL SUJETO PERFORMATIVO

Butler, a partir de su concepto de performatividad, trastoca no sólo conceptos de la teoría política, sino que cuestiona los fundamentos de la práctica feminista actual. Lo performativo pretende por un lado, romper con la clásica oposición entre individuo y sociedad, entre libertad de acción y determinación social, interioridad de lo subjetivo y exterioridad de lo social. Por otro lado, y consecuentemente con la oposición entre sujeto y objeto, apunta a deshacerse de la ontología del sujeto y de la identidad. La subjetividad como performance, más que a la revelación de que podemos ser el personaje que queramos ser mediante la conciencia de que “todo es teatralización”, alude a una renegociación de las máscaras que han configurado a nuestra persona, pero sin dejar de tener en cuenta que si bien no hay nada por detrás de la máscara, esto no quiere decir que podamos elegir racional ni libremente cualquier máscara que deseemos ni cuáles serán las máscaras con las que nos identifiquemos.

Desde otro ángulo, y siguiendo a Derrida, podemos decir que la constitución del sujeto por excelencia se da en el momento de encuentro con la otredad radical, que supone un enfrentarse a lo por venir aceptando su calidad de novedad absoluta en vistas de la imposibilidad de aprehensión de su otredad desde el lenguaje propio, sin pecar de reducir lo otro a lo mismo. Esto implica que el sujeto es un acontecimiento y que este acontecer que es el sujeto no puede ser captado enteramente por el lenguaje. Butler escapa a esta posición de Derrida, por otra vía: la perfomatividad, argumentando justamente que el hecho de que el sujeto sea conceptualizado como un acontecimiento que no sucede en otro sitio que en el discurso, es precisamente, el sentido más fuerte que pueda atribuirse a la performatividad. En efecto, la noción de performance retraduciría el acontecimiento derridiano como acto. Así, la noción de performatividad de Butler adquiere toda su dimensión. Por un lado, en cuanto “performance”, nos recuerda que darse a sí mismo como sujeto en el discurso es un acto –una actuación-; y por el otro, en cuanto performatividad, insiste en la eficacia real de la práctica de la significación. Esta articulación del sujeto en el discurso, a partir de la cual la subjetividad se da como performance es lo que en otros términos nos evoca la insistencia de dejar de ver en “la mujer” un atributo para pensarla como una práctica. Como lo apunta Butler: lo que se piensa, se vive, se experimenta como un “rasgo” de la persona. Esto es relavante para cualquier análisis político contemporáneo porque impugna la adjudicación a una posición de sujeto de cualquier yuxtaposición de una cadena de atributos; pero también porque pone de relevancia que “el ser” es un verbo, una acción que implica siempre un “llegar a ser”. De hecho uno de los aspectos más fundamentales del desplazamiento de la noción de acontecimiento hacia la de performatividad creo que se asocia a que mientras que la primera insiste en el vacío normativo, la segunda pone el acento en las normas reiteradas que preexisten y 106


condicionan, pero fundamentalmente posibilitan los actos m谩s radicales de la decisi贸n.

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LA TRAMPA DE LA IDENTIDAD “Oh, amigos míos, no hay ningún amigo”.

Con estas palabras conmovedoras, comienza Derrida, su libro Políticas de la amistad. Es una frase atribuida por Montaigne a Aristóteles y, utilizada por Derrida sobre todo, para hablar del vínculo constante en la historia de occidente entre: política y exclusión. Derrida analiza la visión dicotómica de lo político en Carl Schmitt, la misma que se reduce a la división entre amigos y enemigos de la polis propia. De ahí que, para Schmitt, la historia de la modernidad haya sido considerada como una época de decadencia y de ruina, en la que lo político desaparece y con ello, la promesa del orden. En su afán de recuperar el orden, occidente inventa muchas formas de sobrevivencia de lo político, entre ellas, la amistad, como principio político fundante. Sin embargo, consecuente con el sistema de poder moderno/colonial/patriarcal/androcentrado de occidente, esta amistad, cercana a la fraternidad, es siempre entre hombres: varones amigos, varones hermanos: amigos-hombres-de sangre, por la sangre. La diversidad de la polis, se homogeniza en la identidad de la comunidad de amigos blancos, de los iguales por raza y por sangre, de los incluidos en la poli-tica, en contra de los enemigos, de los excluidos. ¿Y quién es el enemigo? El enemigo es la alteridad radical, distinta del hombre: la mujer, y a través de ella, todo otro que se le asemeja en razón de estigmatización por raza (el indio, el negro, el judío, el árabe), por sexualidad (el gay, la lesbiana, el trans, el intersexuado), por edad (niño, el anciano), etc. todos aquellos que por la mezcla de sangre, por infantilización, por opción sexual comparten con ella, la duda misantrópica sobre su humanidad, todos ellos son: el enemigo excluido. Así, la identidad de los amigos, marca la frontera infranqueable entre la pertenencia y la no pertenencia, entre lo que se incluye y lo que se excluye, generando en el excluido un sentimiento de otredad, que no es otra cosa que, vivir la experiencia de pertenecer y no pertenecer, ser y no ser al mismo tiempo, en un devenir identitario que, sin embargo, no puede con la propia existencia irreductible. Y es que, la identidad, no es algo que se da o que se recibe, sino que se padece, porque no se pertenece. En el sufrimiento de otredad de la irreductible existencia de la mujerindio-negro-gay-lesbiana-trans-intersex, se inventa un yo, que a su vez, se inventa una unidad identitaria integrada y coherente, como decía Foucault. Un yo, que es una ficción, que suprime la espectralidad que nos habita y prohíbe toda identidad, ya que su sentido radica en la apropiación de atributos, en la neutralización de la otredad, en la propia mismidad. “Ese aparente yo que se intenta asumir es una ficción, lo propio de la identidad es la no-apropiación que deviene de esa presenciaausente de la otredad en la mismidad al modo de fantasma.53 53

Mónica Cragnolini, “Para una melancolía de la alteridad: diseminaciones derridianas en el pensamiento nietzscheano”, en: Revista de la sociedad española de estudios sobre Nietzsche, Barcelona 2001, p. 5

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Esa otredad de la mujer-indio-negro-gay-lesbiana-trans-intersex, es la negaci贸n de una afiliaci贸n, de una raza, de una sexualidad, de una herencia que se asume irremisiblemente en la experiencia singular de la vida. Estos seres otros, han sido signados con varias marcas identitarias de pertenencia a una comunidad (feminista, ind铆gena, afrodescendiente, TLGBI) y, es en esa misma marca identitaria, que se ha urdido la trampa, el estigma de su exclusi贸n. Una historia de destierro, exilio y rechazo, ha dejado su huella en estos cuerpos, son marcas e inscripciones que esta corporeidad lleva consigo en su ser, siempre otro, otredad, extranjero: enemigo.

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DEVENIR MUJERES54… “Una no nace, sino que se convierte en mujer” A más de cien años del nacimiento de Simone de Beauvoir

Simone de Beauvoir, nace en Francia en 1908, en el seno de una familia burguesa acomodada. A sus 9 años, conoce a Elizabeth Mabille (Zazá) “la única relación no libresca” de su vida. Zazá fue “su amiga, su amada y su cómplice” de adolescencia hasta su muerte en 1929. Con la muerte de Zazá, Simone comprende lo absurdo de la vida, y se sumerge en la espiral amarga y solitaria del duelo y del dolor que deja lo absoluto de la pérdida. Ese mismo año, conoce en la Sorbona, a Jean Paul Sartre, quien será desde entonces, su compañero de toda la vida, en una relación amorosa sui generis y abierta, nunca formalizada con el matrimonio. A sus 15 años, lee una novela de Balzac, y se convierte al ateismo. Simone de Beauvoir, fue una mujer multifasética: filósofa y ensayista; novelista y narradora. En sus obras se entremezclan, sin posibilidades de división, la narrativa y la investigación filosófica; la teoría y el relato. Influenciada por el existencialismo francés, en particular por el de Sastre, elige la filosofía, como “elección de libertad” a favor de la verdad, y en un intento por comprender, su propia existencia. Su pensamiento, lo podemos encontrar en tres de sus obras filosóficas más importantes: La primera: Para una moral de la ambigüedad (1947), presenta su concepción del existencialismo como filosofía de la libertad y del compromiso, portadora de una nueva ética, ligada indisolublemente al individuo y al mundo. “La liberación del individuo no puede hallarse en el solipsismo y en el egoísmo, por no ser ilusoria, sino sólo afrontando y desatando el nudo de la relación Yo-mundo, Yootros”. Es una nueva respuesta a la “pregunta sobre el ser” planteada por el propio Sartre en 1943, con El ser y la nada. “Somos libres y hoy debemos salvar nuestra existencia” -escribe Beauvoir- “A cada uno le corresponde realizar su existencia como un absoluto.” “Para conseguir su verdad, el hombre no debe intentar disipar la ambigüedad de su ser, sino, al contrario, aceptar realizarla; se une a sí mismo sólo en la medida en que consiente permanecer a distancia de sí mismo.”

El existencialismo, se abre de esta manera a un nuevo proyecto de reconstrucción comunitaria, después de la guerra y del fascismo. La segunda, su ensayo fundamental, compuesto de cuatro partes: El segundo sexo (1949), es un estudio sobre la mujer basado en “la moral existencialista”. En él, por un lado, rastrea desde el punto de vista naturalista de la biología y de la psicología el ser-mujer. La mujer considerada como objeto de las ciencias. Ciencias que revelan la “realidad material” del ser mujer, pero que no dicen qué “debe ser” una mujer ni qué “puede ser”, develando así, los dispositivos de la mecánica Esta es una paráfrasis de Deleuze y Guattari, “devenir-femme”, citada por Celia Amorós, en su libro Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, para nombrar “a la impugnación de la constitución de la subjetividad por el orden del falo”. Madrid, Cátedra Feminismo, 1997, pág. 326-327. 54

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sujeción/opresión que condena a la mujer a la inmanencia de su ser-en sí, negándole la posibilidad de trascender históricamente hacia la libertad de su serpara sí.55 Por otro lado, cuestiona a la historia por su olvido intencionado respecto del quehacer de las mujeres: la mujer ha sido una “presencia-ausencia”, una presencia real ausente, en la historia escrita y hecha por los hombres. Desde la Prehistoria hasta el feminismo del siglo XIX, la mujer aparece como el hombre ha querido que aparezca. El patriarcado despoja a las mujeres de su proyecto existencial y las reduce a sus intereses económicos, ontológicos y morales a través de los dispositivos de la dependencia vital. Las mujeres quedan de esta manera constituidas social y discursivamente como subjetividad “sujetada”, al poder de dominio del régimen patriarcal, que opera por medio de la expropiación bio-política del cuerpo de las mujeres, de su sexualidad y del control, administración y gestión de su capacidad productora y reproductora de vida. El poder patriarcal inventa un saber sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, a través de instituciones médicas y jurídicas de disciplinamiento, docilización, normalización y confiscación del cuerpo y sus placeres, constituyendo en esta relación perversa saber-podersexualidad un tipo de subjetividad heterónoma, despojada de autonomía, o como “designación ilegítima”.56 En la tercera parte, Simone, reflexiona sobre la “imagen” femenina desde el punto de vista de la literatura. Finalmente, hace un análisis de la “experiencia vivida” femenina, a través de las distintas etapas de la vida, desde la infancia hasta la vejez. “No se trata de enunciar verdades eternas -escribe Beauvoir- sino de describir el fondo común en el que se origina cada existencia femenina particular”. Las mujeres ya se han integrado a la sociedad, ahora es necesario que profundicen en el conocimiento de sí mismas, para llegar a ser libres. Para ello, deben transitar, de “sujeto colectivo” en lucha por la emancipación a “individuo consciente”: mujeres capaces de crearse su propio destino. De esta manera, la mujer que apuesta por la libertad, por la identidad, por la trascendencia puede interrogarse tanto sobre su propia historia individual como sobre su propia historia como “género femenino”, como “segundo sexo”.

Para Simone, la maternidad, es el gran impedimento de la mujer para trascender, y concretar su propio proyecto vital. Ser mujer, no es un factum biológico, una marca o etiqueta identitaria, ligada natural e indisolublemente a su sexo. “Una no nace, sino que se convierte en mujer”. El ser-mujer se constituye en procesos de dominación que construyen cultural y psicológicamente “la marca de género como política de abscripción de las mujeres a un grupo dominado en razón de su nacimiento”.57 De ahí que el ser-mujer aparece como absoluta alteridad, como lo verdaderamente constituido como ser-otro, en este caso, como “la otra” de lo masculino. “Lo otro” se revela, descubriendo su 55

Para Sastre el ser-para sí, es el ser de la conciencia. Amelia Valcárcel, Sexo y Filosofía. Sobre mujer y poder. Anthropos, Barcelona, 1997, pág. 108 57 Luisa Posada Kubissa, Filosofía y Feminismo en Celia Amorós. Ponencia, Universidad Complutense de Madrid, 2006, pág. 3 56

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presencia concreta e interpelando la propia existencia del hombre. “Lo otro” es lo diverso, y en tanto tal, tan originario como el Ser. “Lo otro”, no es la “nada”, sino “lo otro del ser”, es decir, “lo diferente del ser”. En este sentido, “para una mujer conocerse a sí misma es una praxis difícil. Si para ello la mujer confía en la cultura oficial (en la biología, en el psicoanálisis, en las ciencias sociales) descubre que es una “alteridad inesencial” sin pasado, historia y religión: un fragmento de la civilización de los hombres. Todas las identidades que le son propuestas por la cultura oficial son identidades alienantes, que la mortifican, que registran su estado de ausencia cultural, de minoría social. […] Este descubrimiento angustioso y desorientador es, sin embargo, la premisa de la libertad pues plantea a la mujer misma el problema de la búsqueda de su identidad. La mujer debe negarse a ser “lo otro” de la identidad masculina y pagar el precio que conlleva esta decisión”.58 La tercera obra, escrita a sus 62 años, plantea el problema de la vejez. Un análisis sobre el lugar que ocupan los ancianos en las diferentes sociedades y sobre el fenómeno existencial del ser-en-el mundo del anciano. La vejez es un problema, en una sociedad que ha mitificado a la juventud. Es el resultado de una vida despojada de contenido y de significado, en una “civilización que se interesa por los jóvenes, al igual que por los viejos, sólo en función de sus fines especulativos, que mantiene a la gran masa de los ancianos en el límite de la indigencia, al igual que a la masa de los jóvenes en el del desempleo”59. A más de cien años de su nacimiento, la escritura de Simone de Beauvoir, sigue siendo una interpelación a nuestro desafío histórico por devenir-mujeres…

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Giulio de Martino, Marina Bruzzese, Las filósofas. Las mujeres protagonistas en la Historia del pensamiento. Feminismos. Ediciones Cátedra, Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer. Traducción de Mónica Poole. 2da. Edición, pág.417 59 Simone de Beauvoir, La vejez, Barcelona, Edhasa, 1989.

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MARIA LUGONES: …una forma eficaz de la resistencia yace, en no estar dispuesta a ser ´curada´…

María Lugones, nació en las pampas de Los Toldos, Buenos Aires-Argentina, el 26 de enero de 1944. Su madre, era hija de catalanes pobres; su abuela “cocía en uno de esos talleres que te sacan la vista y la sangre. La gente de mi viejo me llamaba Negra. Era machona, no me gustaba andar con ropa. Mi abuela materna me decía ´Nanu´ en Catalán”… María creció en el campo, entre gente sencilla, dura, acostumbrada a poner el hombro. La pampa infinita, fue su primera conexión vital formadora, a caballo entre las fantasías de la infancia y las raíces del primer terruño. Cuando cumplió 16 años, sus padres descubrieron que era machona, y la encerraron en una casa durante dos meses, con todas las ventanas bloqueadas, como castigo. Por una pequeña ventana le pasaban día a día la comida, esperando con impaciencia el arrepentimiento y la corrección. “Ahí aprendí a ser buena compañía para mí misma, a recordar quién soy y por qué hago, lo que hago”. Como el arrepentimiento no llegaba, su padre decidió internarla en un manicomio, “… eso me marco mucho, no fui por diagnóstico "medico". Me metieron ahí por la fuerza y sólo para quebrarme. Para mí, fue una experiencia extraordinariamente difícil. Nunca me vio un psicólogo o psiquiatra. Era una prisión de mujeres, con torturas terribles. Electroshock, shock insulínicos, 50 Fenergan a las vez, humillaciones constantes, violencia, violencia sexual. Allí, conocí la resistencia expresada en códigos esotéricos, descifrables, la elaboración misma, el expresar velado, para sí y en sí. También aprendí, que estoy hecha de buena pasta. Conocí íntimamente un mundo igual al mundo en el que vivo ahora, pero mucho más directo en su brutalidad y en su ternura”.

Un mundo, brutalmente homofóbico, el nuestro, cuyo imaginario social está muy ligado a los fundamentos de las teorías evolucionistas y biologistas que conciben a la homosexualidad en todas sus manifestaciones, como una “a-normalidad” o “contra natura”. En ese mundo de odio, donde las lágrimas apenas son agua derramada en el desierto, lo único que queda es resistir. Y María resistió. “La única vez que nos dejaron salir de los cuartos a un patio, dejaron salir también a las "violentas" que estaban encerradas en el sótano, por falta de sol tenían toda la piel manchada. Yo estaba ahí, en el patio y dos “violentas” me agarraron, cada una de un brazo y caminando conmigo, me decían: ´Nosotras somos lesbianas, vos también, no?´... Viendo a una alemana altísima, vital, defendiéndose con una fuerza y una furia que una siempre sabe que está ahí, casi en la superficie, mientras cinco guardias la atacaban y le ponían el chaleco de fuerza y después le rapaban su larguísimo pelo que ella quería, cuidaba y le daba alegría… La alemana ahí, con el chaleco, las lagrimas por la cara, el pelo cortado a lo bruto. Y así, viendo estas escenas, todos los días... escribí: "I am busy" she said, when they brought out the electro-shock machine. "I am busy." In a repetitious chant that we (not they) could understand, a busying of the mind that disrupts the brutal meddling, reminding

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oneself, after all, that one form of efficacious resistance lies in not being open to being 'cured.'”60 “Esas dos experiencias, me enseñaron que no soy domable, que tengo algo dentro que me hace resistir la voluntad de doblar/formar/domar con que la gente, las instituciones, el 'saber' y sus disciplinas insisten en reducirte. Y en esa resistencia, yo sé, que no tengo límites. No tengo nada más importante que perder. A veces tengo demasiada rabia dentro. Pero claro, sé que soy una persona de su tiempo, de su sociedad, y por más crítica y dura que una se posicione, una está hecha desde la médula por la basura dispersa en el aire que una respira y desde la médula hay que rehacerse continuamente”.

María Lugones, como el ave Fénix, se ha rehecho retazo a retazo, lejos del odio. Vive actualmente, en EE.UU. en el estado de New York. Allí, ha inventado su nuevo terruño en las faldas de la montaña, en la enriquecedora y compleja compañía de su comunidad lésbica. María se autodefine como “macha”, “tortilla”, “tortillera”, son algunos de los nombres con que designa su condición de homosexual. “Soy una mujer de color, latina de U.S.A.”… dice María, y en esta frase abraza a las mujeres negras, chicanas, indígenas, latinas, afro-latinas, asiático-americanas, árabes, musulmanas; mujeres racializadas y subalternizadas, “mujeres de color” excluidas y atacadas por el feminismo liberal hegemónico, como ´racistas´, por incorporar el concepto de ´raza´ en su lucha política. Para el feminismo hegemónico -un feminismo elaborado desde posiciones de raza, clase y género privilegiados-, “la mujer” es una abstracción unívoca; conceptualización que esconde relaciones de subordinación y de exclusión de múltiples modos de subjetivación e identidad genérica que se resisten a la esencialización. El movimiento de las ´mujeres de color´, al que pertenece María Lugones, se inscribe en el denominado posfeminismo, que muchas teóricas consideran, la etapa de madurez del feminismo como teoría política, luego de la crisis del feminismo de la segunda ola. La lucha de las ´mujeres de color´, se inscribe concretamente en la teoría poscolonial. Están interesadas en estudiar las ´tramas´ de la especificidad racial o étnica de la opresión y, su relación congénita con el género, en una “sexualización de la raza y una racialización del sexo”, inseparables. En este sentido, la crítica feminista poscolonial, responde a la imposibilidad de la subjetividad subalternizada de construir su propio locus de enunciación al interior de las corrientes del marxismo clásico. De ahí que, el movimiento de las ´mujeres de color´ intente articular nuevas categorías transversales a través de las cuales desentramar las complejas redes de poder que subyacen al cuarteto capital-razasexualidad-colonia, y que fueron construidas en la zona de contacto de la confrontación colonial. Por otro lado, intentan desmontar las prácticas que aún perduran en la memoria de la subjetividad colonizada, como lealtades, como rupturas, como imposibilidades, como huellas profundas de una exclusión vivencial permanente. 60

“Estoy ocupada, dijo ella, cuando trajeron la máquina de electroshock. Yo estoy ocupada. En un canto repetitivo que nosotras (no ellos), podíamos entender. Un ocupar de la mente, que rompe la invasión brutal, recordándonos que después de todo, una forma eficaz de la resistencia yace, en no estar dispuesta a ser ´curada´”. María Lugones, Pilgrimages/Peregrinajes: Theorizing Coalition Against Multiple Oppressions. p. 1. Rowman & Littlefield, 2003.

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“De vez en cuando, me estiro el cuerpo largo, largo… me desenvuelvo, y estoy bien. Claro que una puede estar mejor, y ese desenrollarse de vez en cuando de toda la trama crítica y resistente, para simplemente estar, se vuelve infinitamente mejor, en la fusión de la compañía: el 'estar, estando con'… es para mí, la rara experiencia del estado de gracia, de un bienestar feliz. Claro que para mí, esos, son momentos cultivados en un mar de lucha, que incluye: un sin fin de proponeres y recibires en gestos, palabras, actos en tensión, a veces sin red, a veces entre y con la gente, sin ninguna pretensión”.

María Lugones, instala su crítica desde los márgenes del discurso dominante, desde los pliegues, desde las fronteras del modelo colonial global. La raza, la clase, el sexo, son opresiones conectadas en continuo proceso de producción y transformación, ya no es cuestión de controlar la bio-tánato-política, sino de gestionar la producción y docilización del “monstruo”, ese tejido de conexiones híbridas, de cuerpos incorregibles, de estéticas indomables, que se resisten a ser “curadas”.

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MARIA LUGONES61: COLONIALIDAD Y GENERO Conocí a María Lugones, con motivo del Seminario Internacional: “Mujeres: Descolonización de la sociedad y el Estado”, que se realizó en La Paz, en mayo de 2012. María ha estado en Bolivia muchas veces, concentrada en una investigación sobre la intersección de raza, clase, género y sexualidad, que le permita entender: la indiferencia de los hombres hacia las violencias que sistemáticamente se infringen, por parte del estado, el patriarcado y ellos mismos, sobre las mujeres de color 62. Una investigación que alumbre, sobre las formas en que se construye esta indiferencia, ya que ella representa barreras infranqueables para quienes están comprometidas con las luchas liberadoras. Su trabajo tiene como referente teórico importante, la caracterización de Anibal Quijano sobre la ‘colonialidad del poder’. Un sistema global de poder, que empezó en el siglo XVI con la conquista y colonización de ‘América’. La ‘colonialidad del poder’ es una forma de explotación y dominación colonial a través de la cual, el trabajo, la producción y las personas se racializan; esa racialización se elabora ideológicamente. María, partiendo de estos análisis, nos habla de la ‘colonialidad de género’, en el marco de la ‘colonialidad del poder’, para poner en relación los conceptos de “género” y “raza”, en una doble dimensión: Primero, “con respecto al feminismo hegemónico blanco, que rechaza el tratar al género como inseparable de la raza, dejando a las mujeres racializadas como inferiores, fuera del espectro género o descuartizando a “la mujer”, por un lado, y a la negra/india/mestiza/asiática, por otro. Segundo, la intervención, es con respecto a las posiciones decoloniales/descoloniazadoras/indigenistas/antiracistas que descuentan la opresión de género o la subordinan a la opresión de clase, y ven en las culturas indígenas una falta de opresión de la mujer. Como si la colonia no hubiera ocurrido, y como si las estructuras y cosmovisiones precolombinas pudieran recuperarse sin crítica y sin historia”. En sus reflexiones, Lugones intenta responder a tres preguntas: la primera, ¿cómo abordar la relación entre lo micro y lo macro, en este tipo de investigaciones?. La segunda, ¿cómo se coloca el investigador en las fronteras del pensar 61

María Lugones, es una filósofa feminista y educadora popular que centra su trabajo en el entendimiento práxico de la resistencia a lo que ella denomina “opresiones múltiples”. Lugones entiende que éstas, son “marcas potentes de sujeción o dominación” (raza, género, clase, sexualidad) que actúan de forma que ninguna de ellas, al estar oprimiendo, moldea y reduce a una persona sin estar tocada por o separada de las otras marcas que, al estar también oprimiendo, moldean y reducen a esa persona. (Ver Lugones, María 2003, 223). 62 El término mujeres de color, fue creado en los Estados Unidos por mujeres víctimas de la dominación racial, como un término coalicional en contra de las opresiones múltiples. No apunta a una identidad que separa, sino a una coalición orgánica entre mujeres indígenas, mestizas, mulatas, negras: Cherokees, Puertoriqueñas, Sioux, Chicanas, Mexicanas, Pueblo, en fin, toda la trama compleja de las víctimas de la colonialidad del género. Pero tramando no como víctimas, sino como protagonistas de un feminismo decolonial.

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moderno/colonial dicotómico, cuyas categorías dominantes funcionan de manera excluyente, “marcando” e invisibilizando? En tercer lugar, ¿por qué la colonialidad del poder, no capta la colonialidad de género? Y, cómo y porqué distinguir entre “descolonización” y “decolonialidad”?. Para responder a la primera pregunta, María propone comparar las propuestas de los pensadores del sistema mundo, que parten de lo macro a lo micro; o el enfoque de Castro Gómez (seguidor de Foucault) que parte de lo micro hacia lo macro, con las metodologías del Feminismo de Color de la USA subalterna e insurgente. Este feminismo, “que propone y teoriza la coalición entre mujeres que viven en la intersección de opresiones de raza, género, sexualidad, clase, ha trabajado la formación de la subjetividad, lo corpóreo, lo inter-subjetivo. Pero lo que se presenta no es descripción presentista, individual, guiada por el autoanálisis de la experiencia, sino que accede al propio cuerpo, a las relaciones y realidades múltiples en las que una es subalterna/reducida pero también resistente, con un énfasis histórico, con atención a la colonización como un proceso de subjetivación, pero también con atención a las prácticas y respuestas (no simplemente reacciones) que no están contenidas o explicadas por la opresión o las estructuras opresivas, es decir, que exceden la opresión”.

A través de esta práctica metodológica, se busca la incidencia del poder entre y en la gente, a nivel microfísico, molecular, porque toda experiencia vital es histórica y social y, es sobre ella, “en carne propia”, que actúan las instituciones de secuestro (plantación, escuela, universidad, sistema educativo, iglesia, religión, cristianismo, heterosexualidad, etc.) y sus dispositivos de opresión. “… yo pertenezco a esta corriente de pensamiento y práctica, por eso nunca digo ‘soy o estoy oprimida, sino ‘estoy siendo oprimida  resistiendo’, para indicar y buscar la posibilidad de exceso en la respuesta del sujeto siendo oprimido”.

En relación con la segunda pregunta, María da algunos ejemplos de pensadoras feministas que hablan desde los márgenes del pensar moderno/colonial dicotómico, tal el caso de Audre Lorde, quien rechaza hablar desde la opresión o desde las diferencias como alteridades que separan, y prefiere colocarse desde las “diferencias no dominantes” o desde la interdependencia entre las mujeres como único camino hacia una libertad que permita, que el yo sea de manera creativa. Otro ejemplo es Gloria Anzaldúa, que “piensa la frontera como una cerca de alambre de púa que le cruza su ser, su cuerpo, “me raja, me raja” y resiste esa rajadura colonial, desde un ser no dicotómico: la serpiente Nahua que cimbrea contra la tierra en una sensualidad que le permite mirar a Coatlicué/Tonanzin, “mi diosa”-reducida por la colonia a madre, en el sentido escindido de ser para otros, que implica (en la lógica dicotómica) un “no ser para una”- como un sujeto de deseo”. Otra autora es Evelyn Hammonds, cuyo pensar parte de las “ausentadas” por las categorías dominantes, ella está pensando en las homosexuales negras (zamis, patas, zapatonas). 117


Muchas de las feministas de color han argumentado que las categorías dominantes funcionan excluyendo a los/las ‘marcados/as’ en una categoría particular e incluyendo a los no marcados. “La ‘marca’, es de la construcción social subordinada, desvalorizada por inferior, subordinada por inferior. La lógica de las categorías dominantes es tal, que algunas personas funcionan como “transparentes” [sin marca], con respecto a ciertas categorías y como marcados, con respecto a otras”. Así, según María, la categoría ‘hombre’ no incluye a la mujer, blanca, ni a los hombres o mujeres de color. Por lo tanto: hombre [blanco], mujer [blanca], negro [hombre], indio [hombre] y las mujeres de color heterosexuales y homosexuales, no existen. Aunque en la realidad existen, son construidas socialmente en la lógica dominante, como invisibles. En cuánto a la tercera pregunta, para María, lo que ocurre es que Quijano biologiza el género, lo reduce a la reproducción. Para él, el género sólo tiene sentido en cuanto relación de poder. “Género” implica dominación. Para Quijano, todo poder está estructurado en relaciones de dominación, explotación y conflicto entre actores sociales que se disputan el control sobre lo que él llama “los cuatro ámbitos básicos de la existencia humana: sexo, trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y productos.” (2001-2, p. 1) Las formas características de dominación, explotación, y conflicto en el patrón global capitalista de poder giran alrededor de dos ejes: la colonialidad del poder y la modernidad. La colonialidad del poder clasifica a las gentes, y clasifica y divide el trabajo, en términos de raza, no se puede pensar el control del sexo, sus recursos y productos, sin raza. Esto es lo que le da significado a la colonialidad de género: no hay género sin raza. “Pero tenemos evidencia que las relaciones sociales en muchas sociedades precoloniales no estaban organizadas en términos de género, dado el sentido occidental/moderno/colonial de la palabra. Aquí comenzamos a pensar la colonialidad de género: ésta consiste en la imposición de la noción dicotómica, jerárquica, dimórfica entre macho/hembra, hombre/mujer como eje de organización de las sociedades coloniales, incluyendo las metrópolis. Pero la distinción dicotómica hombre-mujer, fue reservada como ideal social solamente en la familia burguesa blanca. Los colonizados, dada la caracterización racial son pre-humanos, animales, por lo tanto son machos o hembras. Porque son animales, con la potencialidad de devenir humanos, la misión colonizadora requiere el uso de la distinción dicotómica y jerárquica como normativa e inalcanzable. La distinción se usa para destruir la organización social precolonial, para destruir las relaciones entre la gente, para destruir la memoria, para destruir la percepción y concepción del yo individual y colectivo. La Cristiandad, la iglesia, las misiones, la confesión son instrumentos de la colonialidad del género”.

Lo que está en el fondo de la investigación de María Lugones, es la hipótesis de que la poscolonialidad no existe. Las relaciones coloniales de explotación y dominación económica, política y cultural son un continum que pervive hasta nuestros días. Las periferias de la economía mundial se han independizado de manera formal, gracias a las luchas anticoloniales, sin embargo, “la matriz colonial del poder en su escala global” sigue operando, desde las “lealtades coloniales” del propio sujeto colonizado. 118


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ANZALDUA: MESTIZAJE Y FRONTERA Anzaldúa nos habla desde la “herida abierta de la frontera” en tanto metáfora de su identidad fragmentada, escindida, rota. "La frontera" a que Anzaldúa se refiere es la frontera geográfica y peligrosa entre los Estados Unidos (específicamente Texas) y México, donde ella nació y creció. Sin embargo, a Anzaldúa le interesan no solo las fronteras geográficas, sino también las fronteras de género, de raza, y de identidad que crean los binarios que dictan que se tiene que pertenecer a un lado o al otro. Desde su marca racial “prieta”, su sexualidad lésbica, su clase migrante pobre y su condición genérica de mujer mestiza chicana, su voz hecha cuerpo en la escritura, pone en evidencia la tensión que existe en la frontera, entre el horror material de la pobreza y la creatividad espiritual que se entremezclan en ese espacio saturado de hibridas y múltiples subjetividades, que dejan al descubierto inequidades, pero también resistencias que germinan en contra del poder. Los escritos de Anzaldúa han hecho significativos aportes a la redefinición del feminismo, así como a la teoría chicana y queer (lesbianas y gays), visibilizando la cotidianidad conflictiva y conflictuante de una nueva forma de ser y de vivir como mujer, atravesada por sus hibridas y múltiples identidades. Pero su aporte mayor es sin duda su re-conceptualización de un viejo y complejo término como es el de mestizaje, que para Anzaldúa significa el estado de estar 'más allá'. Anzaldúa propone en la “frontera”, la existencia de una identidad mestiza que es más que una mezcla de los dos lados; para ella, existe “más allá” de todo, su propia identidad completa. En su libro La prieta, se compara con Shiva, el dios hindú de múltiples brazos y piernas, que encarna las facetas de sus identidades indivisibles, en cada uno de sus miembros, recomponiendo su identidad como una totalidad. Esta propuesta de mestizaje, que Medina ve como “auto-diseño” y como un proceso orgánico de mezcla cultural, es lo que Anzaldúa nos propone, respecto a sí misma y a las personas mestizas. Anzaldúa explica sobre las mujeres mestizas: "Somos los grupos raros, la gente que no pertenece a ningún sitio, ni al mundo dominante, ni completamente a nuestra propia cultura". (La prieta 168). Anzaldúa reconoce, que en la frontera física, no hay un espacio geográfico específico para las personas mestizas, no hay un espacio para sus identidades mestizas en el binario abstracto que separa a los estadounidenses y a los mexicanos. Anzaldúa propone también, la figura de una nueva mestiza, que ella describe como un sujeto consciente de sus conflictos de identidad y usa el término el nuevo ángulo de visión para enfrentar al pensamiento binario en occidente. La nueva mestiza piensa de forma diferente y actúa a partir de los postulados de un feminismo post-colonial. Para Anzaldúa, es necesario que las gentes confronten sus miedos y se deshagan de sus odios para construir un mundo mejor, donde la raza no sea un factor de división sino de unidad. 120


Anzaldúa cuenta: "Es difícil liberarme del prejuicio cultural chicano en el que nací y me crié, y del sesgo cultural de la cultura anglo con que me lavaron el cerebro" (La prieta 166). Sin embargo, el prejuicio racista de que habla Anzaldúa no es resultado de su condición mestiza, sino la condición de quien se identifica con cualquier grupo de opresores. Anzaldúa combina aquí, la raza y el género para expresar una condición mestiza específica, la de sí misma. Sin embargo, y pese a que la frontera en sí, constituye un límite, y se percibe como algo cerrado, Belausteguigoitia intentará revelar sus espacios intersticiales, a través de los cuales, la “frontera” se convierte en un espacio abierto que puede ser burlado, cruzado, transgredido. Una zona política, crítica y sobre todo altamente pedagógica, a partir de la cual, intentará construir su pedagogía del cruce, que pretende romper con las fronteras del conocimiento, para plantear nuevas epistemologías geoculturales desarticuladoras de las diferencias y asimetrías frente al poder. A partir de las propuestas de Anzaldúa Belausteguigoitia pretende crear su pedagogía del disenso, como una forma alternativa de los saberes, en relación a las fuentes hegemónicas. Con esta forma de transgresión de fronteras disciplinarias, pretende poner en relación justicia, cultura, identidad, nación y ciudadanía. ¿Por qué es contrahegemónica la propuesta de mestizaje de Anzaldúa? Porque en lugar de buscar el exterminio simbólico de lo indio, intenta a partir de una fusión cultural, re-indianizar el mestizaje, no hay un rechazo a lo español en su propuesta, sino la intención de tender puentes entre las culturas, las razas, las clases, los géneros y las formas de sexualidad. En este sentido, se convierte en una propuesta política alternativa, frente al feminismo hegemónico blanco y sus reivindicaciones racializadas. Abre la posibilidad al debate entre las mujeres mestizas, sobre su propia condición de posibilidad histórica, y su relación con las otras mujeres lesbianas, indígenas, negras, etc. En Bolivia, es importante posibilitar este debate entre las mujeres blanco-mestizas, ya que su marca racial las ha colocado en un espacio de superioridad y de mayor valía en la pirámide de la colonialidad de género, ubicación que les ha impedido ver más allá de sus prejuicios y establecer alianzas que superen los sistemas de poder de sexo/género/sexualidad, raza, y clase.

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¿QUIEN ES BEATRIZ PRECIADO?

Beatriz Preciado, nació en Burgos-España. Alumna de Michel Foucault y Jacques Derrida, es una de las más connotadas filósofas de la Teoría Queer. Queer significa raro, extraño, enfermo, bizarro, anormal. Es un insulto que muchos maricones, bolleras, transexuales…adoptaron como suyo para reafirmar su diferencia. Preciado, se ha declarado transgénero para distanciarse de las distinciones entre hombre y mujer; homosexual y heterosexual; intersexual y transexual. No cree en la identidad sexual, la identidad para ella, es una ficción, un fantasma en el que uno se puede instalar y vivir confortablemente, a imagen y semejanza del interés biopolítico. Cuando hablamos de biopolítica, nos estamos refiriendo al control externo e interno de las estructuras de la subjetividad y la producción de placer, que operan desde el poder. Es profesora de Técnicas del Cuerpo en la Universidad de París VIII y, vive con su compañera, la escritora francesa y directora de cine Virginie Despentes. La teoría filosófica de Beatriz Preciado se centra en la búsqueda del placer, considerado como nuevo objeto de producción y valor de intercambio en el mercado actual. El placer, es parte de un nuevo régimen, que ha superado al capitalismo industrial y que Preciado denomina “régimen farmacopornográfico”. Para este régimen, el origen de todo es el cuerpo, en su dimensión carnal. El cuerpo, no como un organismo natural, sino como un artificio construido por dispositivos sociales, culturales y políticos. Para Preciado, la sexualidad es plástica, en el sentido que es parte de la subjetividad. La sexualidad engloba la identidad y la orientación sexual, los modos de desear, los modos de obtener placer, de ahí que los individuos estemos sometidos a permanente vigilancia y regulación política y psicológica. Lo que el poder busca, es controlar que el hombre sea hombre y la mujer sea mujer, con los derechos, deberes y roles que les corresponden. “Me defino como transgénero, pero he salido con biohombres, con biomujeres, con trans… Y te puedo decir que cuando eres biomujer, asignada socialmente como mujer, y sales con un biohombre, asignado como hombre, experimentas una reorganización de tu campo social. De repente, tu familia está contenta. Es un sistema de comunicación complejo, en el que emites signos que son descodificados: estoy de acuerdo con el sistema de producción, y voy a reproducir la nación tal como la conoces”. Para Beatriz, el cuerpo es una arquitectura indisolublemente ligada a las instituciones médicas, jurídicas y políticas. Esta certeza la obtuvo debido a que nació con una deformación de mandíbula, merced a la cual, a sus 18 años, tuvo que ser operada con fines funcionales, pero también estéticos. Esta operación, fue para ella como “un cambio de sexo”, en el sentido de un cambio de identidad. “…fue un modo de normalizar mi cara. A partir de ahí empiezo a distanciarme de todo eso de qué eres tú naturalmente, o qué son tus tripas, o que la cara es el espejo del alma. Mi cara no es el espejo del alma, es el espejo de la medicina plástica de la España de los ochenta”. 122


Beatriz habla del 'régimen farmacopornográfico' como un régimen de sobreadicción, sobreconsumo y destrucción. Es como si, esta cultura de la producción, del consumo, de la desigualdad, de la violencia, de la guerra… en última instancia, haya decidido de forma colectiva, su propia destrucción. Pero, cómo oponerse a esta cultura de la guerra, Preciado, cree que ese es el reto de la izquierda del siglo XXI: ser consciente del estado de depresión colectivo y, provocar un despertar revolucionario. La izquierda tiene que plantear alternativas radicales a la cultura de la guerra, “una es el acceso igualitario a las técnicas de la violencia. Toni Negri decía: hay que darle armas al pueblo, puesto que el Estado está armado. Yo diría: hay que darles armas a las mujeres, puesto que los hombres están armados”. A la manera negriciana, que nos plantea el contra-imperio a partir de un éxodo del imperio, Beatriz Preciado cree que es necesario, consolidar comunidades disidentes con todos aquellos que hemos sido apartados a los márgenes de lo político: los gays, las lesbianas, los yonquis, las putas. Para ella, es importante, dinamitar las políticas coloniales del siglo XV, que tienen que ver con la familia, la nación, la raza, porque éstas se han agotado. La disidencia consiste en abrirse a lo no familiar, no nacional, no racial, no generizado, porque los emblemas de la biopolítica son precisamente el género, la heterosexualidad, la familia, la raza y la nación. “Pero también un régimen farmacopornográfico en el que el sexo es objeto de consumo y producción. La colisión de esos dos regímenes lleva a una situación delirante, en la que puedes acceder a operaciones de cambio de sexo, pero sólo con las condiciones exigidas para normalizarte”. Desde este punto de vista, los protocolos de reasignación de sexo, para Preciado, no son lo más importante, ya que éstos están siempre regulados por el Estado. Lo importante es que hay una multiplicidad de maneras de ser transexual. Y en estas mil y un formas invisibles, lo que importa es, escapar a los dispositivos de normalización, entre los cuales los dogmas acerca de la identidad sexual, juegan el papel principal. “De hecho, la sexualidad es muy comparable a las lenguas. Aprender otra sexualidad es como aprender otra lengua. Y todo el mundo puede hablar las que quiera. Sólo hay que aprenderlas, igual que la sexualidad. Cualquiera puede aprender las prácticas de la heterosexualidad, de la homosexualidad, del masoquismo...”. Beatriz, considera que la sexualidad es siempre invisible. Lo que es visible son los estereotipos que la gente tiene sobre la sexualidad lesbiana o trans. “El género y la sexualidad se definen dentro de un marco que con Jacques Rancière podríamos llamar policial: cada cuerpo es considerado únicamente como un individuo susceptible de ser gobernado, como un órgano funcional, que debe reproducir la norma de género y reproducirse. Es dentro de este marco policial donde es posible después establecer agenciamientos políticos”.

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De ahí que, la diferencia entre las biomujeres y las mujeres transexuales sea, la relación que establecen con este conjunto de normas políticas creadoras de los límites entre masculinidad y feminidad. “Yo retomaría la diferencia que para hablar de la cultura negra establecía Aimé Cesaire entre la noción sustancialista de raza y la noción histórica. Para Cesaire era preciso desnaturalizar la raza para poder luchar contra sus inscripciones históricas. Algo semejante podríamos decir con respecto a la identidad sexual. Desde un punto de vista político, no tiene sentido hablar de feminidad, lesbianismo o de heterosexualidad como entidades cromosómicas o anatómicas, sino como figuras de la historia. Así que alguien se puede sentir orgullosa de ser lesbiana, pero debe al mismo tiempo ser consciente de las condiciones policiales de producción de su propia identidad. Es ahí donde se libra la batalla política y hoy esa batalla tiene que ver con el acceso y el uso de las tecnologías del género, algunas de estas tecnologías son hormonales, otras son discursivas o pertenecen al ámbito de representaciones mediáticas, o de las técnicas de reproducción, o se presentan como instituciones sociales, etc. Por tanto, el problema no es definirse como lesbiana o como trans, sino cuál es el acceso a las tecnologías del género y cuáles son las normas sociales y políticas que en cada caso se ven movilizadas. No olvidemos que antes de que uno o una pueda decidir definirse como lesbiana o heterosexual, una identidad le ha sido asignada a través del reconocimiento médico o jurídico, de la aceptación social o de la exclusión, de la aprobación o de la injuria, de la inserción en un sistema educativo... Por tanto, ser lesbiana, más que una naturaleza que uno puede reconocer y aceptar o no, es una condición histórica, policial, que se puede convertir también en espacio de agenciamiento político”.

Conocer a Beatriz Preciado, es una tarea pendiente, ella ha comprometido su visita a Bolivia, para el próximo año. En la espera, sólo queda, mantener una actitud crítica con respecto a los efectos normalizadores y excluyentes de toda identidad sexual. “He pensado en cambiarme de sexo pero ¿hacia qué sexo?; he pensando en cambiarme de nombre pero ¿hacia qué nombre? Prefiero una multiplicidad de identidades móviles. Sigo utilizando Beatriz Preciado para firmar porque la posición de "escritora-mujer-lesbiana" es menos habitual que una posición masculina en el discurso tradicional de la filosofía”.

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“Al hombre sin nombre la mujer eterna…” LA INTUICION FEMINISTA DE YOLANDA BEDREGAL Concurso Nacional de Ensayo “Yolanda Bedregal”, 2014 SEGUNDO PREMIO

Carmen María Yolanda Bedregal Iturri, la multifacética “Yolanda de Bolivia…”,63 “Yolanda de América…”64, nace el 21 de septiembre de 1913, en la ciudad de La Paz. Yolanda, fue hija de su época y de su entorno intelectual, “…a la familia pertenecían muchos “tíos”, los amigos de mi padre, escritores e intelectuales de una época de oro de la cultura de Bolivia. Los tíos Alcides, Greco (Gregorio), Juan, Armando, no eran otros que Arguedas, Reynolds, Capriles, Chirveches…”65

y como tal, le tocó vivir los resabios de una realidad cruda, asociada a la expansión capitalista del siglo XVI: el colonialismo. La experiencia del colonialismo, le permitió ver de manera más estructurada las formas de dominación colonial, su subsistencia y perdurabilidad, esa herencia colonial, encarnada hasta hoy, en los países independizados. Miraba yo la pampa inmensa soñando con el mar (...) De pronto un niño llora. Entre la paja brava, con su ponchito viejo llora un niño. Por qué? Quien sabe... El indio aymara se lleva el grito en su raza, y su clamor innato desgarra la serena nobleza del paisaje. (…) Tiemblan y se estremecen los monolitos míticos: se rompen y entreveran los caminos de paz. (…) Corro sobre la pampa desaforadamente; me quema el corazón como una brasa. Hay maldad en la tierra, hay injusticia (....) 66

Su padre, J.F. Bedregal, una de las influencias más importantes en la vida de la poeta, fue uno de los grandes representantes del modernismo en Bolivia, un movimiento estético que dejó profundas huellas en diversas disciplinas artísticas en la última década del siglo XIX y en la primera del XX. Este movimiento, marcó un hito histórico en la difusión de la lengua castellana, ya que con él se invirtió en forma inédita hasta entonces la tendencia vigente desde los tiempos coloniales, según la cual, todas las escuelas o estilos artísticos, nacían en las metrópoli y luego eran 63

Nominación que le fue otorgada en 1948, por la juventud intelectual del país, representada por el grupo Gesta Bárbara. Nominación otorgada por la Sociedad Argentina de Escritores. 65 Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm 66 Fragmentos del poema “Rebelión”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 64

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imitados o adaptados a las diversas particularidades de las colonias hispanoamericanas. Con el modernismo, ocurrió lo contrario, su principal figura el nicaragüense Rubén Darío y los restantes nombres protagónicos ligados a él, fueron poetas de América Latina y de habla castellana. Así, el modernismo, se convirtió en el lugar de encuentro de diversas corrientes y generaciones (incluida la del 68) y, en el puente imprescindible por el cual transitará la vasta cultura y tradición del romanticismo y las escuelas posrománticas (vanguardistas) que caracterizarán al periodo de entreguerras. Padre mío, el invierno -espada de tu muertesus varillas de hielo sobre mi pecho inclina. (…) Ya no hablaremos nunca del verdeciente pino aunque giren los meses hacia la primavera; (…) Contigo platicamos del trino y la gavilla, del papel y el amigo, la reja y la parábola, del agridulce zumo en el cristal humano. Fraternales rondaban por tu voz de maestro San Francisco de Asís, Don Quijote y Jesús. (…) Tus ojos amparaban la senda de mi verso. (…) Esta salada savia del amor se hace niebla al filo del minuto que te llevó a la luz.67

Yolanda Bedregal, publicó su primer poemario Naufragio a los 20 años. “Mis primeros escritos, curiosamente, no estaban en papel (…) con los años, fui anotando vivencias de personas, cosas, lugares, emociones, penas y alegrías y así nació Naufragio que un día de cumpleaños pasé bajo la almohada de mi padre y que él lo mandó a Nueva York ya publicado cuando yo estudiaba allí. Fue una de las grandes emociones de mi vida”.68

Sin embargo, sus obras de mayor relevancia, las escribió en su madurez. Nadir (1950), Del mar y la ceniza (1957) y El cántaro del angelito (1979) han sido las obras que la han convertido en la poeta más destacada del posmodernismo boliviano. El posmodernismo, más que una corriente, movimiento o tendencia literaria específica, es una “sensibilidad”. En 1960, se bautizó con este término a un grupo de narradores norteamericanos entre los que figuran: J. Barth, D.Barthelme, T. Pynchon, W. Abish, W. Gass, D. DeLillo, S. Sontag, R. Coover, I. Reed, entre otros. Estos autores coincidían en considerar la obra literaria como un “artefacto” o “constructo narrativo”, y sobre todo un especial sentido irónico de la ficción, rasgo denominado como metaficción o ficción autoreflexiva. Esta nueva “sensibilidad

Fragmentos del Poema “Salada Savia”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 68 Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm 67

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poética”, tenía como propósito derribar los límites entre los géneros y la idea lírica de la poesía. “…no me arrepiento de lo que he escrito ni de lo publicado. (…) son testimonio de momentos de la vida y, sí se ha vivido auténticamente (…) he escrito casi con oficio, me explico: la inspiración es necesaria pero no suficiente, hay que trabajar lo que uno escribe, y yo lo hice casi obsesivamente, tratando de reducir lo escrito al menor número de palabras”.69

Mientras Europa y Norteamérica de finales del siglo XIX y del XX, vivían de manera celebratoria, el tránsito de la modernidad a la posmodernidad, las preocupaciones en la tierra de Yolanda, eran otras: durante el siglo XIX, en Bolivia, se estaba conformando un nacionalismo criollo articulado al discurso liberal, vinculando los conflictos locales y regionales a un ideario republicano o patriótico. Las expresiones comunitarias nativas, ligadas a las estructuras del ayllu, se mantenían ajenas a estas invenciones políticas de los criollos andinos. Estas preferían mantenerse fieles a sus representaciones mesiánicas en combinación con sus cosmovisiones cíclicas del pachakuti, articuladas también con problemas de legitimidad de sus caciques y mediadores entre el Estado colonial y las comunidades reconocidas. Hacia el siglo XX, emergieron otras formaciones discursivas que pusieron en cuestión las herencias coloniales, buscando revalorizar las expresiones nativas, entre ellas: las indigenistas, que se remontan a la experiencia de las escuelas indigenales ambulantes que se inician en 1905, recorriendo ayllus y comunidades para enseñar el alfabeto. Años más tarde, aparece la publicación del libro Creación de la pedagogía nacional de Franz Tamayo, que con una visión vitalista define al indio como fuente de la energía nacional. Después de la guerra del Chaco los gobiernos nacionalistas retoman la perspectiva indigenista pero esta vez, vinculándola a las políticas públicas y a las estrategias nacionales. Un ejemplo de esto se da, en el gobierno militar de Gualberto Villarroel, que se compromete en abrir espacios para las reivindicaciones indígenas en el Estado, con el Primer Congreso Indigenal (10 de mayo de 1945); después será la misma revolución nacional de 1952 la que diseñará una política indigenista en el marco del nacionalismo revolucionario. Sin embargo, hay que puntualizar que los nacionalismos articulan el indigenismo en la perspectiva del mestizaje. De ahí que, si el liberalismo quería civilizar a las poblaciones nativas, el nacionalismo buscaba su mestización. Ambos proyectos tenían como fin la incorporación modernizadora al Estado de los pueblos nativos, desconociendo su historia, su cultura, su civilización propia, aunque por otro lado, mostraban preocupación por la condición y destino de estas naciones y pueblos indígenas. Desde esta perspectiva, ambos proyectos, no dejaron de ser prolongaciones de las políticas coloniales, aunque se dieron por otros medios, con otras metodologías y utilizando un discurso indigenista.

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“No solamente influye lo que uno lee, sino también lo que uno vive. Creo que se asimila todo en forma casi desordenada e inconsciente y luego, es el espíritu el que va elaborando todo lo que se capta, se sabe, se siente. Cuando los “datos” se han olvidado, se han “digerido” por así decirlo, surge la creación en la que imperceptiblemente están presentes todas las influencias del mundo tanto natural como de la cultura. Los autores clásicos que no pierden su vigencia, dejan siempre profunda huella; quizá porque nos muestran al hombre intemporal, al de hoy y al de siempre”.70

Pero Yolanda, no fue influenciada únicamente por el contexto histórico-político de su tiempo… “…lo que sucede en un país nos marca el alma, a veces se escribe por dar testimonio y otras para borrar las cicatrices. (…) Vivir en Bolivia es un reto cotidiano. El escritor es, en cierto modo, un médium y tan pronto lo sobrecoge el paisaje como la realidad social, los conflictos, la pobreza y desde luego, el acontecer político. (…) En la historia de mi país, la realidad superó muchas veces la fantasía y la capacidad imaginativa”.71

Fue tocada también, por las injusticias, la discriminación racial, el abandono de los niños y sobre todo, por la condición de opresión de la mujer. En su poesía, no sólo se combina la experiencia individual y colectiva de denuncia, sino la conciencia de tener que luchar por el otro. Por esa otredad, a la que la dominación colonial había destruido, atravesando e inscribiendo su dominio como historia política en la superficie de sus cuerpos, induciéndolos a comportamientos y conductas de sumisión. Yolanda Bedregal, descubriría muy pronto, la más feroz de esas formas de dominación y la que, la tocaría de manera directa: la presencia del poder patriarcal masculino, sus exigencias, sus odios y sus desagradecimientos. “Como cualquier mujer tenía de joven muchas ocupaciones de rutina que no pueden esperar, tareas que nadie nota cuando están bien hechas y todos reclaman cuando faltan, la única hora en que podía escribir tranquila era tarde en la noche…” 72

En su poema Nacimiento, es posible advertir con claridad lo que significó para ella, ser mujer: de la nada/flor de sangrante herida/tragedia y, lo que significa para todas las mujeres-madres, ligadas a la maternidad obligatoria, a la producción y reproducción de la vida, ser /la semilla de las cruces/, el origen de un calvario que termina con la crucifixión, con la muerte. (…) Yo estaría madura de la sombra, de la nada, del amor: madura de la carne en que crecía. Y asomo mi cabeza con un grito: flor de sangrante herida

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Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm 71 Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm 72 Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm

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cúspide lúcida del dolor más hondo jubiloso momento de tragedia! Mi madre habrá tenido sus ojos, lacrimosa, a la semilla de las cruces.73

Cuando alguien nace, no se sabe con qué sexo aparecerá ante la vida. Nadie pensaba entonces que relojes de cuarzo o girasol la esperarían.74

Y, sin embargo, la sociedad patriarcal ya está predispuesta a exigir a cada criatura la correspondencia rigurosa entre sexo anatómico – sexo jurídico – sexo social. Yolanda Bedregal, hija de la civilización moderna, ya sabía que ésta, asigna a cada uno, su identidad sexual primera, profunda y determinante, con la que deberá enfrentar el mundo, ella supo imaginar el significado de devenir mujer, en una sociedad como la boliviana. Yo habría de cumplir cuántos designios, tendría que repetir la máscara de algún antepasado quién sabe la ponzoña de su alma, o su nobleza; realizar sus venganzas, restañar sus fracasos. 75

Intuyó, que No se nace mujer: llega uno a serlo.76 A la mujer la construye la sociedad, de manera funcional al patriarcado, desde tiempos remotos. Lo que se entiende por mujer (coqueta, frívola, caprichosa, salvaje o sumisa, obediente, cariñosa, etc.) es un producto cultural que se ha construido socialmente. De ahí que, la mujer se haya definido a lo largo de la historia, siempre respecto a algo: como madre, esposa, hija, hermana… Venir de la resaca de unos seres lejanos que se amaron un día que se encadenaron con la vida ser argolla más de esa condena. Saber que somos frutos de un punto de alegría y ese germen, ¡Dios mío! desde qué grietas sube, de qué simas? 77

Esas preguntas, sobre la procedencia de su cuerpo feminizado, esa lucidez y conciencia de /ser argolla más de esa condena/, nos habla de la claridad con que Yolanda veía la necesidad de la mujer de reconquistar su propia identidad específica desde sus propios criterios. Esas intuiciones feministas de Yolanda Bedregal, se irán profundizando en su poesía, así en el poema Ojos para el llanto ajeno, nos revela otro de los sellos perversos con el cual el patriarcado signa a las mujeres. Este poema, habla del total Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 75 Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 76 Frase de Simone de Beauvoir, en el libro “El segundo sexo”, escrito en 1949 77 Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 73 74

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extrañamiento de sí misma, de la ocupación que se hace de sí, por los otros, hasta convertirla en ser para otros (para el padre, el marido, los hermanos, los hijos, etc.), de la expropiación de su propia vida, de sus afectos, de sus amores, de su sexualidad; de su alienación total y de la infinita y absoluta soledad que subyace a este vaciamiento. Déjame llorar el llanto de todas tus soledades y de todos tus cansancios. Siempre he llorado abandonos y pena de los demás, mi amor nunca fue mi amor. Siempre fue cubrir heridas abiertas por otra mano. Mi vida nunca fue mía. Cada vida es algo mía, yo soy de todas las vidas. No será mía mi muerte. ¡Ni eso tengo sólo mío! Todos se mueren en mí… sólo lloro el llanto ajeno y el dolor de los demás. 78

En estos versos, este cuerpo de mujer, asume los cuerpos de todas las mujeres víctimas de la opresión masculina. Mujeres excluidas de los procesos de producción y confinadas al hogar y a las funciones reproductivas; mujeres ajenas a todo vínculo social y con ello, de toda posibilidad de libertad; mujeres olvidadas e invisibilizadas en un /sordo Cosmos/ en el que la historia ha sido y es, hecha por hombres y para hombres y, donde las mujeres se resisten a ser reducidas a la cosificación y al silencio: /¿será que rechazo al hijo eterno que duerme en mí y su lamento obstinado es un gong de negación?/ Has de olvidarme mañana, lo mismo que él me olvidó. Tengo en mí, sino de madre; todos lloran en mi falda y yo siempre lloro sola. ¿será que rechazo al hijo eterno que duerme en mí y su lamento obstinado es un gong de negación? Lloro por todos los hombres en cansancio y soledad. ¡Nada es mío! ¡Nada es mío! Ni mis ansias, ni mi hijo, ni mi vida, ni mi amor. Sobre el sordo Cosmos lloro cansancios y soledad.79

En el recorrido de los poemas de Yolanda Bedregal, es posible avizorar también, que al igual que otras mujeres de su época, ella, tampoco pudo escapar a la violencia de las instituciones y de los mitos del patriarcado. Una de estas instituciones, que garantiza la reproducción de este sistema de poder, es el matrimonio, y con él, el mito del amor romántico (herencia de la época victoriana del siglo XVIII); de la pareja heterosexual y; el sueño de la maternidad legítima en el seno de la familia monogámica burguesa; en cuyos hombros descansa, nada menos, que la perpetuidad de la especie. En el poema Final, se advierten rasgos

Fragmentos del Poema “Ojos para el llanto ajeno”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm Fragmentos del Poema “Ojos para el llanto ajeno”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm

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de lo que fue, en la vida de la poeta, este encuentro con el amor y su posterior naufragio. Ansiosa, ansiosa, ansiosa como los cuerpos jóvenes, allí donde quiebra la inquietud de los hombres, allí donde diluyen su anhelo las mujeres, en ese mismo límite yo soy la curva flecha que se lanza a sí misma. Salí del duro sueño que se rompió la quilla contra la fina arista de mi primer naufragio. 80

El amor, investido de magia, llega acompañado de la magnificencia del hombre amado, ese dios creador y creatura, medida de todas las cosas; ese universal dueño y señor de todo lo creado; para quien la mujer, es apenas la incompletud de su costilla, /pétalo sin historia/ y, en tanto tal, debe completarse en él. Para ganar su benevolencia, la mujer, debe ofrendarle su tesoro más preciado: su virginidad. A ese /San Cristóbal enorme/ santo, divino y a la vez descubridor, conquistador y poseedor de un territorio que le es extraño: el cuerpo de la mujer y, sin embargo, le es dado en propiedad. La mujer, /rosado peso/ se convierte así, en objeto de uso absoluto, de ese /marinero abstracto/. Era mi nave nueva, era mi sueño intacto. Eras tú, marinero, un marinero abstracto que me echaba en sus hombros -San Cristóbal enormey yo un rosado peso: pétalo sin historia.81

Y después de la inmolación, de la entrega, del sacrificio de Eros, el /marinero abstracto/, leva anclas en busca de otros mares, /donde los hombres trizan su propia vida trunca/ y /las mujeres se alegran con las lágrimas/. El mito del amor romántico, que refuerza los lazos de acero de la dependencia vital de las mujeres en el seno del hogar, se rompe, y cuando el hogar desaparece, solo queda bajo los pies, el abismo de la desesperación. El suicidio ronda, como un enorme pájaro azul, que ofrece el paraíso. Ante ese inconmensurable duelo, que conlleva la muerte del amor /Mi voz era la muda rugiente voz de todas las mujeres del mundo/ y, ante esa mudez infinita, que provoca la exigencia de ruptura de la dependencia vital, sobreviene la clausura definitiva del cuerpo de las mujeres, su enclaustramiento y abandono al designio del orden social: /Tres pinceladas ágiles escribieron tres puntos en cruz sobre mi cuerpo/. ¿Ahora qué? Yo me digo. El amor sólo existe en el borde del beso. ¿Y después? En el borde del sueño. ¿Y después? En el borde del mundo, donde los hombres trizan su propia vida trunca y donde las mujeres se alegran con las lágrimas. 80 81

Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm

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En ese mismo borde me detuve de súbito. Me desnudaba el aire. Por mis piernas subían suaves hilos rosados, los senos me brotaron como pequeñas lunas. Mi voz era la muda rugiente voz de todas las mujeres del mundo. Tres pinceladas ágiles escribieron tres puntos en cruz sobre mi cuerpo. En ese mismo borde se me quedaron quietos los breves pies errantes. Mis brazos levantados hacían señas largas a los astros maduros. Nieblas, nubes en polvo y líquidos arcoiris, sangre de estrellas rotas, harapos de los mares todo estaba caído en mis ojos cerrados porque unos raros pájaros me arrancaron los ojos. 82

Pero, a pesar del fracaso, del naufragio, del llanto sin ojos… Yolanda, no estaba dispuesta a claudicar, a dejarse ganar, ella deseaba revertir la cristalización en los huesos de la violencia patriarcal, quería revelarse contra las estructuras, instituciones y formas de esta dominación. Eso significaba, el desmontaje de los engranajes, de las maquinarias y las prácticas del patriarcado. Implicaba la deconstrucción de subjetividades sumisas, domesticadas y sometidas, así como la constitución de subjetividades de resistencia, de emancipación, abiertas a distintos posicionamientos del sujeto liberado: /los hombres están tristes porque el amor es eso/. Ahora qué ¡Yo me dije! Amor para mis quietos pequeños pies clavados. Amor para mis ojos en el pico de un ave. Para aquellos que saben desenterrar un sueño. Los hombres están tristes porque el amor es eso. Ya no te llamo ahora. Ahora mi carne joven tiene pequeñas lunas y es más fácil hundirse en el mar que en la tierra.83

Ahora qué ¡Yo me dije!... Y después de enfrentar el desafío de la libertad, de hundirse en la tierra, en lugar de desaparecer para siempre en el mar, el /viaje de retorno hacia aquella palabra sin orillas que es el mar de mí misma/ (…) /me quedo con la tierra de mi vida/… Para qué el mar? Para qué el sol? Para qué el cielo? Estoy de viaje hoy día Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm

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en viaje de retorno hacia aquella palabra sin orillas que es el mar de mi misma y de tu olvido. Después de que te he dado mar y cielo me quedo con la tierra de mi vida que es dulce como arcilla mojada en sangre y leche. Ahora me sobra todo lo que tuve porque soy como acuario y como roca. Por mi sangre navegan peces ágiles y en mi cuerpo se enredan las raíces de unas plantas violetas y amarillas. 84

Yolanda comprendió, a través de su vida, que el viaje de las mujeres por la existencia, es un viaje inútil, porque al final, siempre se busca, el retorno a una misma. Comprendió, que a nombre del amor y sus instituciones, los hombres, te roba las alas, y que más allá de una misma, /no hay nada que no sea yo misma repetida/. Tengo en la espalda herida cicatrices de alas inservibles, y un poquito en mis ojos todavía hay humedad inútil de recuerdos. Pero, que importa todo esto ahora? cuanto estiro los brazos y no hay nada que no sea yo misma repetida.85

Para Yolanda, los /misterios de colores/ de las mujeres, estaban en su capacidad polimorfa de ser mar y de ser roca, y de saber proyectar su libertad en /la palabra sin orillas/. Acaso no soy mar y no soy roca? Misterios de colores en mi vida suben y bajan en mareas altas y extraños animales y demonios se fingen ángeles y helechos en mis grutas. Están además el mar, el sol, la tierra. Ahora que he vuelto de un amor inmenso, tengo ya en la palabra sin orillas lo que pudo caber entre sus manos.86

Pero las intuiciones más nítidas, del pensamiento feminista de Yolanda Bedregal, se encuentran sin duda, en su poema: Al hombre sin nombre la mujer eterna. En estos versos, lo que intenta la poeta, es nombrar al hombre, definirlo, darle existencia. Intenta trastocar la capacidad de nombrar del universal masculino, desde /la mujer eterna/, así deificada… y para ello, recurre a tres formas de definición: la primera, a partir de la confrontación del hombre con Dios, de la identificación

Fragmentos del Poema “Viaje Inútil”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm Fragmentos del Poema “Viaje Inútil”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 86 Fragmentos del Poema “Viaje Inútil”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 84 85

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hombre/Dios, en la cual la mujer, es apenas una ofrenda que se resiste, que huye, que se rebela a ser inmolada. Me llegaré al altar del hombre en ofrenda de huida y rebeldía. Hombre de ahora y de siempre, abre tu mano a recibirme y levántame al cielo como una hostia aunque soy sólo pétalo de lágrima.87

La segunda, a partir de características negativas propias del hombre, como: su incapacidad de escucha, su insensibilidad, su racionalidad que esconden su innegable fragilidad. Hombre nuevo y eterno, escúchame. Sobre tu pecho roto llamo y clamo. Mi palabra golpea -obsesionante ala obsesionadacontra las sienes. Mi palabra del grito te taladra la frente, sangre de luz de la herida bautizará por un instante, hombre frágil, a la mujer eterna. Eterna como el sueño fugaz.88

El eterno olvido, de la genealogía de su procedencia: del vientre, del vientre, del vientre… por los siglos de los siglos… /Ya no lo puedes olvidar/. Yo te miro sin ojos desde siempre. tú me llevas en ti desde que existes. Si antes no lo sabías, ahora ya no lo puedes olvidar. Yo he crecido en el mar sobre una ola que se alargó para volverse tallo. En ese tallo de agua limpia he subido a mirar a los ojos de Dios. Ahora me inclina un hálito a tu mano, y estoy en ti como la mujer muerta por la que todos los hombres han llorado. Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 88 Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 87

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Tú también has llorado por tu hija, por tu madre, por la mujer eterna de cuya muerte vives. Ya no lo puedes olvidar.89

La tercera definición es, a través de la capacidad del hombre de autoproyectarse, en sí y para sí, como si su existencia transcurriera en la más absoluta soledad: /Con mi cara de piedra yo estoy en la otra orilla/. Cuando tus ojos caminen en la sombra, sentirás todavía por el cuerpo una dulzura amarga y tibia: beso en las palmas juntas y una paloma que huye de tus dedos. Con mi cara de piedra yo estoy en la otra orilla.90

La mujer en el patriarcado, es siempre aquella, que sólo existe para los otros y no para ella misma: /Existo para ti en este momento; y para mí no existo/ y es precisamente eso, lo que se refleja una y otra vez, en la sensibilidad de estos versos. Existo para ti en este momento; y para mí no existo porque soy más que eterna en cinco letras. En el altar de Hombre fuerte como la vida, hombre de hierro y hielo, metal, sangre y espíritu, cae la ofrenda íntegra de la mujer lejana. Mujer de canto y llanto eterna como el sueño. 91

La poesía, única hija original del alma humana, cuando ya nada quede de una misma, será la fiel guardiana del significado de la existencia particular de cada /palabra sin orillas/, y ella, se encargará de desafiar el límite, la finitud y de hacer infinita a /la mujer eterna/, para que el poder del tiempo, la inmortalice. Cuando ya la resaca deje mi alma en la playa, y del arco agobiado de mi espalda se vaya el ala cercenada, cual vela desafiante, en cicatriz y estela prolongará el instante.

Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 90 Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 91 Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 89

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Quedarán vigilando, símbolo intrascendente, dos pobres ojos pródigos y una mendiga frente.92

Yolanda Bedregal, habitada por todas las mujeres del mundo, es aquella de la que naces, y aquella que te llora cuando desapareces en el éter. Y, sin embargo, /¡No me conoces! Ni nadie nos conoce/. Apenas has tenido con ella: /… fugaces roces, desencuentros, en la prieta mudez de encrucijadas/. ¡Catacumba de agua, amor! ¡No me conoces! Ni nadie nos conoce. Sólo hay fugaces roces, desencuentros, en la prieta mudez de encrucijadas. Expían su demora presencias nunca halladas. No son cruz ya los brazos ni altar para holocausto de salvajes ternuras. Con su claror exhausto, un sol desalentado ahonda los abismos.93

Yolanda Bedregal, se fue a morar en el /sordo Cosmos/, pero dejó los ecos de su /…palabra golpe –obsesionante ala obsesionada- contra las sienes (…) palabra del grito te taladra la frente/. En ese frenético e incesante eco, las voces silenciadas encuentran su destino, y en el azul/celeste de la mar y el cielo, se avizoran aún tímidas, las múltiples alas de la libertad. Somos polvo y lucero, todo en nosotros mismos. Para esta elemental ceniza taciturna sea la inmensa lágrima del Mar celeste urna.94

Fragmentos del Poema “Resaca” publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm Fragmentos del Poema “Resaca” publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 94 Fragmentos del Poema “Resaca” publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm 92 93

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