Memorias del presente

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MEMORIAS DEL PRESENTE Raúl Prada Alcoreza

Este

ensayo

corresponde

al

periodo

anterior

al

proceso

constituyente, fue escrito durante las resistencias al proyecto neo-liberal implantado por el Manco Mundial, el Fondo Monetario Internacional; por lo tanto por el Imperio.

PODER E IDENTIDAD EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Tanto el enfoque como el punto de partida para tratar el tema son gravitantes. Podemos decir que el enfoque es genealógico, el punto de partida, es decir, la procedencia, es el ayllu. El tema es poder e identidad en los movimientos sociales. Desde una perspectiva

genealógica y

arqueológica el ayllu se convierte no solo en el referente indispensable para el análisis sino en la institución histórica que permite la descripción y la explicación de la formación social boliviana. El ayllu se encuentra en la base la formación de lo que nosotros conocemos como sociedades 1


andinas. Las comunidades, las ciudades y el Estado en la región andina tienen en la base de su conformación al ayllu, además de encontrarse completamente atravesados por sus desplazamientos y transformaciones. Tiwanaku y Cuzco fueron ciudades-Estado en expansión, además de ser centros ceremoniales,

grandes núcleos administrativos y meollos

gravitantes del poder. Tiwanaku y su expansión territorial, después el Cuzco y su propagación geográfica, que conocemos como Tawantinsuyu, se constituyen a partir de esa entidad histórica que es el ayllu. Hablamos del ayllu no sólo como raíz de la formación social andina sino como matriz estructurante social y cultural, matriz que hace de potencia, pasado potencial, en constante actualización, que se hace presente, que aparece como cruzando los tiempos, viviendo sus propias adecuaciones, sus propias transformaciones, sus propias metamorfosis, que al renovarse sostienen su vinculación con la procedencia.

Sin el ayllu no podría

explicarse la colonización, pues la Colonia va tener como referente alterativo al ayllu. El ayllu es el objeto de poder, la materia de las dominaciones que desplegará la Colonia. El ayllu permite la consolidación de la colonización.

Se puede interpretar la conquista y la colonización

como la expoliación del ayllu. Por otra parte, ya en la República, será muy difícil comprender

la formación

social boliviana,

con toda

su

complejidad, sin incorporar esta perspectiva genealógica. La formación social boliviana, a pesar de ser atravesada por las relaciones de producción capitalista, tiene como substrato a las relaciones comunitarias y al modo de producción que supone el ayllu. Se podría decir que el ayllu, es un decodificador para comprender la formación social boliviana; en este sentido, la matriz histórica que supone el ayllu, al ser la potencia, el pasado

potencial,

se

convierte

en

indispensable para resolver los problemas

el

recurso

histórico-político

del presente.

2


Los estudios realizados por Ramiro Condarco Morales, Jhon V. Murra, Nathan Wachtel y otros investigadores, antropólogos, arqueólogos, historiadores, etnohistoriadores, sociólogos y demógrafos, abocados a las pesquisas

del

mundo

andino,

nos

permiten,

además

de

las

aproximaciones científicas al pasado y presente de las sociedades andinas, abordar la problemática de las formaciones sociales en el presente desde una mirada retrospectiva del pasado. Una limitación de los estudios es su alcance, la memoria retrospectiva se estira un siglo atrás de la conquista, a través de las crónicas. Más allá no puede ir, esto por las propias limitaciones de un archivo documental. Para ir más atrás se requiere de investigaciones arqueológicas. El registro que dejan los monumentos, las ruinas y las huellas dejadas por las sociedades ancestrales, tiene la virtud de trasladarnos a las inscripciones de otra memoria,

a

la

gramatología

de

las

escrituras

arcaicas,

a

sus

espaciamientos y sus gestos perdidos. Esta memoria arqueológica se puede extender milenios antes de la conquista. En

Bolivia

y

investigaciones

en

Sur

América

arqueológicas,

se

encuentran

restringidas

las

son asombrosamente escasas en

comparación con otras latitudes que disfrutaron y aprovechan de prolongadas, minuciosas y espaciadas investigaciones. En cambio se puede decir que ha tenido mejor suerte la reconstrucción histórica

A

excepción de algunas especulaciones sobre el tema, la fuente de los cronistas ha sido útil,

por lo tanto contamos con estos escritos para

lograr un dibujo, una configuración adecuada, quizás más hipotética que contrastada, de las sociedades andinas. Particularmente interesa obtener un boceto de la conformación de los ayllus y acercarnos a la problemática que nos plantean en el presente. En estas condiciones es posible diseñar algunas hipótesis que nos permitan absolver los problemas heredados, relativos a la historicidad y a las posibilidades de estas formaciones 3


ancestrales.

En el tono de esta tarea aparece una primera pregunta:

¿Cómo es que el ayllu sigue subsistiendo después del transcurso de por lo menos tres milenios? A pesar de la conquista y de la colonización que le viene acompañada el ayllu perdura actualizándose en los distintos contextos históricos. Continúa esta persistencia en los distintos periodos republicanos,

atraviesa

los

tiempos

y

llega

hasta

el

presente,

mostrándonos sus perfiles renovados. Los levantamientos indígenas anticoloniales datan del siglo XVIII, por lo menos medio siglo antes de la constitución de la República. La Revolución del 52 no interrumpe el decurso de las rebeliones indígenas; de alguna manera se puede decir que convergen en parte en ella, sobre todo durante la toma de haciendas de 1952 a 1953, antes de la Reforma Agraria, y con mayor confluencia durante la Reforma Agraria. Se puede decir que la insurrección de 1952 y la toma de haciendas forman parte de la sucesión de rebeliones indígenas. Ciertamente el acontecimiento insurreccional de 1952 no se explica sólo por la historia de las rebeliones indígenas, para tal efecto es menester abrirse a las condiciones de posibilidad de la formación social boliviana, abrirse a otras historias que recorren los espaciamientos y las temporalidades de las memorias sociales. La insurrección misma fue creación proletaria, fue hecha por obreros y mineros, fabriles de Villa Victoria, mineros de Milluni, mineros de Oruro y Potosí.

También

participaron

gremialistas

y

clases

medias.

La

participación indígena y campesina se hizo presente con la toma de haciendas. La ejecución de la Nacionalización de las Minas y de La Reforma agraria fue celosamente vigilada por la Central Obrera Boliviana. Como se podrá ver en la Revolución del 52 se entrelazan varias historias, ocasionando un nudo explosivo de intensidades sociales. Por otra parte, las rebeliones indígenas no se explican por si solas, atraviesan distintos contextos históricos, distintos horizontes temporales de la formación 4


social, forman parte de la materialidad social de estas configuraciones históricas. Una secuencia de rebeliones indígenas se levanta contra las consecuencias de las reformas borbónicas, las mismas que terminaban incrementando las cargas impositivas a las comunidades. Otra secuencia de rebeliones indígenas se rebela contra la expropiación de tierras ocasionadas por la Ley de Exvinculación de Mariano Melgarejo. Estas rebeliones confluyeron en la Guerra Federal de fin de Siglo (1898-1899). Una tercera secuencia de rebeliones indígenas reaparece en contra la expropiación de tierras comunales y la expansión de la haciendas efectuadas durante el régimen liberal (1900-1952). Una cuarta secuencia de rebeliones indígenas reaparece después del periodo revolucionario (1952-1964); esto sucede durante la dictadura del General Banzer, en la década de los setenta. Estas rebeliones se extienden a la primera mitad de la década de los ochenta. Una quinta secuencia de rebeliones indígenas viene dibujada por las resistencias a las políticas neoliberales y la incorporación al movimiento social de las organizaciones indígenas de tierras bajas. La sexta secuencia de rebeliones indígenas es el que corresponde a los movimientos sociales desatados en abril del 2000 y que se prolongan hasta el 2004, con la toma de tierras por parte de los sin tierras. Podemos decir que desde la cuarta secuencia de rebeliones, el contexto histórico transformado por la Revolución de 1952 modifica el carácter propiamente indígena de las rebeliones, adquiriendo una forma mas bien campesina. No se pierde la raigambre indígena, esta raíz mas bien se hace presente, adquiriendo renovados perfiles, distintos modos de actualización, sólo que logra una connotación de clase social en el campo social, en el terreno de la lucha de clases. A lo largo de la historia reciente los movimientos sociales han vivido transformaciones significativas en la composición de sus masas y multitudes Transformaciones que afecta a los mapas del campo social, 5


pero también a la geografía del campo político, por lo tanto a la valoración y a la significación de las acciones. Estas transformaciones modifican los escenarios en los que se desenvuelven los movimientos sociales. Modificaciones que se han dado a lo largo de los periodos dramáticos del relacionamiento con el mundo. Podemos seguir estas mudanzas en las formas de organización social, particularmente cuando pasamos de la forma comunitaria tradicional a la forma sindicato. En la historia de los sindicatos campesinos encontraremos esta metamorfosis del ayllu en sindicato. En esta historia no se repite la forma arcaica de la comunidad sino que se observa la mutación de sus formas, adquiriendo la forma sindical, adecuándose a los tiempos modernos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta metamorfosis, esta transfiguración, no implica la desaparición del ayllu, todo lo contrario, el ayllu reaparece, usando una forma de organización proletaria, adaptándola a las condiciones de la lucha de clases en el área rural. A lo largo de la historia reciente los movimientos sociales modificaron el mapa del campo político, dando lugar a una nueva cartografía de las relaciones de fuerza. El pacto señorial, que data del pacto colonial, fue roto, una vez que los mismos señores se encargaron de transgredirlo, efectuando abusos contra las poblaciones indígenas. Después de la Revolución del 52 se dio lugar a un nuevo pacto, esta vez entre el Estado y la Sociedad Civil, particularmente interesa de este pacto la alianza implícita entre campesinos y Estado nacional, entre sindicatos campesinos y gobierno nacional, el pacto entre sindicatos campesinos con el MNR. Jean Jacques Rousseau habla del contrato social como de un pacto inicial que constituye a la sociedad, que da lugar a su cohesión matricial. Sin embargo, se trata de un pacto primordial basado en la igualdad y la libertad. Este tipo de contrato está ausente del pacto colonial y del pacto señorial. Al contrario, el pacto colonial y el pacto señorial se fundamentan 6


en la desigualdad establecida por la conquista y continuada por la Colonia. No se trataba de ninguna manera de un contrato social democrático. En cambió el pacto entre sociedad civil y Estado, entre sindicatos campesinos y gobierno popular, pretendió ser eso, un acuerdo social democrático. Sin embargo, este contrato social sólo se dio en el marco de las representaciones, no así en los hechos, no fue un contrato social democrático efectivo. A pesar de la entrega de tierras, a través de la reforma agraria, la igualación política, por medio del voto universal, la estatalización de la educación, debido a la reforma agraria, no se produjo la igualación de los hombres, no se dio lugar a la materialización del prejuicio democrático. La discriminación racial continuó por otras vías, la herencia colonial se mantuvo en los engranajes del nuevo Estado y la renovada sociedad. No pasaron una docena de años para que los límites de este contrato, para que este pacto populista, mostrara su fracaso. Quizás la forma más grotesca de la duración de este compromiso espurio fue el pacto militar-campesino. Lo forzado de este pacto, lo prebendal y clientelista de esta manipulación gubernamental con los sindicatos agrarios, es a todas luces evidente. Sin embargo, este pacto militarcampesino se mantuvo efectivamente sólo por una década, se rompió en 1972, después de la masacre del valle. Después de la masacre de Tolata y Episana, en el valle cochabambino, se dio lugar no sólo al rompimiento efectivo con los militares sino al desencadenamiento de un nuevo ciclo de resistencias y rebeliones indígenas. En estas condiciones sociales y políticas se desarrolló el movimiento katarista a lo largo de la década de los setenta. Movimiento político y cultural, que proyecta en la contemporaneidad la utopía de las rebeliones indígenas del pasado. Es cuestionado ideológicamente el pacto con el Estado, se postula mas bien un retorno del Tawantinsuyu, un pachacuti, que sea la condición de una nueva alianza efectivamente democrática. Retorna la figura histórica del ayllu, actualizándose en las nuevas condiciones histórico-sociales. 7


El ayllu no pertenece sólo al pasado empírico, sino también y sobre todo, al pasado potencial, al pasado que se hace presente, que perdura. Aunque también al respecto abría que decir que el ayllu forma parte de una procedencia constitutiva; en este sentido, no es la parcialidad a la que lo ha reducido el Virrey Toledo. Esta parcialidad no es más que la institucionalidad colonial que fraccionó el ayllu en reducciones. La recuperación histórica del ayllu necesariamente pasa por una crítica de la razón antropológica, que ha convertido a las comunidades indígenas en objeto de estudio, también pasa por la critica de la historiografía, que ha convertido al ayllu en una reminiscencia pálida de la concepción lineal de la historia. Me remito para tal efecto a un texto intitulado El Ayllu en el Desierto Capitalista1. De lo que se trata es de lo siguiente: Hay que pensar el ayllu

en su propia

historicidad. De lo que se trata es concebir la

arqueología de las instituciones sociales, en este caso la arqueología del ayllu.

Esto quiere decir que cualquier

conservar

sus

propias

estructuras

institución

histórica

puede

constitutivas. Se trata de una

comprensión genealógica del ayllu. En otras palabras el ayllu transforma, se transfigura, en el decurso histórico, transformaciones no van a

quebrar

se

pero estas

su identidad, al contrario van a

recuperarla en su diferencia, van a actualizarla en su diferimiento. Cuando la observación de la formación social, en toda su abierta y múltiple historicidad, exige una configuración menester

intentar

realizar

esta

pintura

compleja

barroca

del ayllu, es

incorporando

en

perspectiva los espesores territoriales, comprendiendo sus recorridos, sus discontinuidades, sus complementariedades y sus yuxtaposiciones.

Es

difícil contar con mapeos de los ayllus, pues estos mapas no pueden ser

1

Raúl Prada Alcoreza: El Ayllu en el Desierto Capitalista. Episteme 1997; La Paz.

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continuos, tampoco responder a una geografía tradicional. En este caso el mapeo se ve obligado a dibujar los recorridos demográficos, las huellas inscritas, las rutas de intercambio, las redes de reciprocidades, los entramados de las relaciones de parentesco y las alianzas políticas. Se trata de pensar estas formas espaciales, estos espacios-tiempos, en sus desplazamientos, en sus articulaciones y yuxtaposiciones. Hablamos de distintas ocupaciones territoriales, de una gama de vinculaciones comunitarias, estableciéndose diferentes zonas de residencias étnicas y multiétnicas. El ayllu no es una parcialidad, es mas bien una totalidad; mejor dicho, una totalización construida a partir del juego de complementariedades. Nathan Wachtel en el Regreso

de los Ancestros2 plantea el problema.

El ayllu es una organización arcaica, institución social que se remonta a los urus. Para comprender su persistencia tendríamos que imaginarnos una historia regresiva que remonte los tiempos por lo menos un milenio atrás.

De este modo podremos entender la serie de procesos

desenvueltos en la estructuración de las sociedades andinas. Su secuencia y simultaneidad, su herencia y discontinuidad, de una sociedad a otras, de los urus a los puquinas, de éstos a los aymaras y después a los quechuas. Esta mirada regresiva nos permite entrever la articulación entre estas sociedades, la subsunción de unas respecto de otras, pero también la diferencia y hasta el antagonismo entre ellas. Develar sus construcciones policulturales en la memoria viva de sus estructuras estructurantes.

Los urus

se encuentran entre los habitantes más

antiguos de la región. Alrededor del siglo dieciséis los urus conformaban aproximadamente la cuarta considerados

cazadores

parte de la población. Los urus son y recolectores, ocuparon los territorios

2

Nathan Wachtel: El Regreso de los Ancestros. Los Indios Urus de Bolivia, del Siglo XX al XVJ. Ensayo de una Historia Regresiva. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México 2001; México.

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lacustres. Esta extensión comprende los antiguos lagos de Coipasa, Uyuni, el actual Lago de Popo, el Río Desaguadero y el Lago Titicaca. A propósito del nombre de Titicaca,

el mismo corresponde al antiguo

nombre de la Isla del Sol. El nombre deviene de Titi, el felino sagrado, que supuestamente vivía en las montañas, y hace una contraposición con el águila3. Esta contraposición complementaria entre el felino y el águila, que deriva en la metamorfosis simbólica en felino alado y águila terrestre, es decir, la serpiente, expresa figurativamente la fuerza expresiva del ayllu. Plantemos dos hipótesis a propósito de la procedencia del ayllu. Hipótesis 1: El ayllu procede de la revolución verde, desde cuando los aymaras domesticaron a las plantas, ocasionando, además de la revolución agraria, una transformación en las formas organizativas de la sociedad. La estructura social del ayllu responde a la necesidad de complementar los suelos, de hacer circular los productos, de hacer rotar los trabajos. Los mandos rotativos del poder comunitario son un resultado estructural de esta rotación agrícola en el campo de la disponibilidad de fuerzas y de la plusvalía de código (el prestigio), en términos griegos o modernos podríamos decir que la rotación agrícola se transfiere a la rotación de mandos en el espacio político. Hipótesis 2

3

Esta contraposición complementaria aparece en la cerámica de Qhunqhu.

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El ayllu es anterior a la revolución verde, se trata de una organización social construida por recolectores, cazadores y pescadores. Esta situación nos coloca ante una forma social que organiza los ciclos de la recolección, la caza y pesca. Esta forma de organización tiene como substrato primordial a las relaciones de parentesco, las filiaciones, las alianzas familiares, que se proponen como estrategia el control de la descendencia y el control de las rutas de recolección, caza y pesca. La necesidad de la complementariedad aparece no solo como complementación de la dieta y por lo tanto de los ciclos, sino en la necesidad íntima de complementar la sociedad

con

la

naturaleza,

pero

también

en

la

necesidad

de

complementar con otras sociedades similares. El ayllu entonces nace la necesidad de complementariedad. Se podría decir que es el arquetipo mismo de la complementariedad. Desde esta perspectiva, el ayllu se desdobla; en primer lugar se tiene al especio de la exterioridad, que es el espaciamiento mismo de la complementariedad; en segundo lugar, esta exterioridad se interioriza cohesionando las estructuras de la organización interna. Hay que

anotar que, en este caso, el ayllu responde

primordialmente a la forma de la exterioridad que constituye la complementariedad. Es esta exterioridad la que se encarna en las formas de la interioridad, en las formas de organización interna de los grupos de familias coaligados. De las dos hipótesis, la que nos parece más rica en sus consecuencias interpretativas es la segunda. Colocándonos en esta segunda alternativa, vemos que el ayllu

nace

como una

institución arcaica de la

complementariedad, acción y función que vienen a ser primordiales en la conformación de las sociedades. El ayllu como forma de la exterioridad, como forma de la complementariedad primordial, se convierte en el diseño ancestral del intercambio, conllevando de por sí características multiétnicas y multisocietales. La primera hipótesis saca consecuencias 11


de la revolución verde en las estructuras sociales, económicas y de poder de las sociedades andinas. Una primera consecuencia tiene que ver con la sedentarización. Este fenómeno puede rastrearse en la conformación de ciudades ceremoniales y ciudades-Estado. Tiwanaku y Cuzco son un ejemplo de ello. Estas ciudades-Estado se oponen a los ayllus arcaicos, sobre todo a sus lógicas rotativas, a sus desplazamientos demográficos y territoriales itinerantes, a los expansivos juegos de complementariedades de suelos, de productos, de nichos ecológicos. Estas dinámicas descentradas no permiten la acumulación sedentaria en la ciudadceremonial, en la ciudad-Estado. La contradicción se ha de resolver mediante la absorción de estos circuitos, rotaciones y recorridos abiertos del ayllu arcaico por parte de la lógica acumulativa y centralizadora de la ciudad-Estado. Se produce entonces la supeditación de los ayllus a la ciudad-Estado. Se conforman linajes dominantes, señoríos, la expansión política de la ciudad-Estado establece estratificaciones, distribuciones disimétricas y consolida relaciones verticales entre la ciudad-Estado y los ayllus, entre los linajes dominantes y las filiaciones, familias, redes de parentesco no dominantes. No desaparece la complementariedad como forma de la exterioridad, como diseño espacial y territorial, sino que esta forma de la exterioridad va a ser subordinada a las formas de la interioridad, a las formas de las organizaciones internas, a las estrategias de acumulación y centralización de los linajes. El juego de los mandos rotativos quedará en el entorno, en la periferia, de la ciudad-Estado, perpetuando los mandos hereditarios en los linajes dominantes. De este estado de cosas se desprenden alianzas, pactos y acuerdos entre linajes, repartiéndose áreas de influencias. En estas condiciones el ayllu sigue siendo la condición de posibilidad histórica de este régimen de autoridad, de poder, de acumulación y de recodificación cultural que valoriza los linajes en detrimento de la multiplicidad de redes de parentesco, filiaciones y alianzas comunitarias. La complementariedad se mantiene en 12


el régimen de la ciudad-Estado; en estas condiciones lo que vendría a ser el Estado se encarga de los grandes riegos, la administración de las grandes construcciones, de los traslados poblacionales, distribución de cultivos en zonas de mitmaq. Se establece el tributo para mantener este régimen que combina la verticalidad de las estructuras de los linajes dominantes con la horizontalidad de las redes de los ayllus, en una especie de transversalidad política. ¿Qué clase de corte produjo la conquista? En relación a la desconocida historia anterior la conquista produjo una ruptura colosal en lo que respecta a la lógica inmanente de las sociedades andinas. Se rompe con la complementariedad. Esta forma de la exterioridad que enlaza territorios, nichos ecológicos, ciclos agrarios, movimientos migratorios, en una

gran

travesía

itinerante

y

circular,

esta

estrategia

de

la

complementariedad social, económica y política, que sustituye al mercado y permite el intercambio por otras vías, es expulsada al mundo de las sombras. El ayllu es reducido a parcialidad, por lo tanto quebrado en su extensión y en su duración, en su totalidad móvil, en su movimiento articulador. Los pueblos de indios no son los ayllus. Estas parcialidades terminan anclando a un localismo estático a los dinámicos ayllus. En ves de la forma de la exterioridad, en ves de la complementariedad va aparecer el mercado y con el mercado el comercio. El mercado a pesar de ser expansivo no es complementario, es aditivo, mezcla mercancías, las traslada, recorriendo rutas ultramarinas, logrando su abarrotamiento y su distribución allí donde haya disponibilidad dineraria. A diferencia de las formas de la exterioridad e interioridad del ayllu, que son inmanentes a sus cuerpos, el mercado es mas bien una entidad trascendente. El mercado atraviesa las estructuras de la comunidad y provoca efectos de desestructuración, incorporando fragmentariamente a la comunidad a los circuitos comerciales. La conquista establece relaciones, prácticas, 13


estructuras coloniales, conforma un Estado colonial, como al lado de la comunidad y funcionando como por encima de la comunidad. El pacto colonial edifica una dualidad en el régimen derivado de la conquista; por un lado los pueblos de indios, por otro las fundaciones, las ciudades, por un lado las parcialidades, por otro, primero las encomiendas, después las haciendas, por un lado las relaciones de reciprocidad, infracomunales e intercomunales, por otro los repartimientos y las mitas mineras. El tributo indigenal constituye en estas condiciones la relación obligada de las comunidades para con el estado colonial, el Virreinato y la Corona. Este pacto se mantuvo sin muchas dificultades hasta las reformas borbónicas, salvo ciertos reclamos derivados de abusos de caciques, corregidores y autoridades

locales.

Las

reformas

borbónicas

modificaron

sustancialmente las condiciones históricas del pacto, ocasionando una crisis política sin precedentes. Los grandes alzamientos y rebeliones indígenas datan de esta crisis. CIUDADANÍA Y MULTITUD Multitud y contrapoder Vamos a hablar de las dominaciones y de las resistencias. En otras palabras del poder y del contrapoder. Aunque las resistencias pueden convertirse en poder, pues son la materia y el objeto del poder, el contrapoder no necesariamente es el poder sino su antípoda. El contrapoder se opone al poder, no para conservarlo, como en la dialéctica sino para destruirlo. Las resistencias pueden dejar de ser resistencias o, más bien, las fuerzas que resisten pueden dejar de resistir y entrar a la ataque, pueden también hacer de función de poder, pero el contrapoder no puede volverse poder. ¿Qué clase de oposición es ésta que no puede resolverse dialécticamente? El contrapoder es otra manera de articular las 14


fuerzas. No es poder pues el destino de este recorrido de las fuerzas no es la dominación sino la liberación. Se trata de una liberación estética y ética de las fuerzas. Cuando Michel Foucault habla de la crítica histórico-política, en contraposición de la epistemología jurídico-política, se refiere a los saberes elaborados como teorías de las dominaciones. Recorre un conjunto de acontecimientos que colindan con la caída del imperio romano, atraviesan los periodos medievales y llegan a la modernidad, pasando por el quiebre del renacimiento. Una reminiscencia orientadora de estos acontecimientos son las guerras de conquista y sus consecuencias políticas en el ámbito de las instituciones. El derecho a la tierra deriva de la guerra de conquista. La nobleza feudal afinca sus raíces en esta violencia inicial. La sociedad rural teje sus redes alrededor del castillo. Aunque en principio se trata de jefaturas rotativas no tardará mucho en imponerse un jefe a los demás. Nace el reinado. No es otra cosa que otra usurpación. Empero, cuando ocurre esto, cuando la asamblea de los jefes es disuelta, cuando se disuelve esta especie de democracia de clanes, se da comienzo a la historia de la soberanía. La figura del soberano responde a una unificación violenta, pero también a la disolución de la asamblea. La construcción de esta representación única es posible no sólo por la conspiración de la violencia o por el uso selectivo de la violencia, sino también por lo que convendremos en llamar una remoción simbólica colosal. La estructuras simbólicas arcaicas son removidas para asentar en su espacio en ruinas nuevas composiciones simbólicas sometidas a la reterritorialización soberana. El rey es de esta unidad y de esta

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composición política. Una trama jurídica va a recorrer el cuerpo social y va a constituir en el centro del imaginario colectivo al poder. Poder-derecho y verdad forman el triángulo prohibido del poder. La subjetividad soberana circula el espacio delimitado por estos ejes. Se impone una concepción jurídico-política de las cosas y de las relaciones. Las instituciones adquieren el carácter universal, son como eternas y esenciales. Por lo menos ese es el prejuicio compartido y transmitido. Obviamente no se trata de una historia lineal, sino de interpretaciones de variados acontecimientos, cada cual distinto y conteniendo múltiples singularidades. Lo que interesa es el devenir, las huellas de este devenir. Por lo tanto la discusión que deja pendiente es la genealogía de la soberanía. La impronta de esta genealogía es el efecto de las fuerzas concurrentes como dominación. La realización de la dominación y su cristalización en instituciones articuladas sólidamente en un dispositivo mayor: el Estado. La guerra final: la multitud contra el imperio Valdría la pena preguntarse, antes de comenzar precisamente, cómo comenzar. ¿Cuál puede ser nuestro punto de partida? Mejor dicho, podríamos incluso preguntarnos desde qué perspectiva trazamos nuestro discurso. Esto se hace sumamente importante cuando tratamos un asunto tan crucial para el presente como la caracterización de las formas de dominación en el presente. El libro de Hardt y de Negri, intitulado Imperio, invita a eso. A pensar el presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado. Esta mirada genealógica no hace recaer el análisis en el peso del pasado, como 16


queriendo encontrar la explicación del presente en el decurso histórico de lo acontecido. No, la relación con el pasado o, más bien, los pasados, es más compleja que una determinación acumulativa de la historia. El problema es cómo se hacen presentes los pasados, aunque también cómo mira el presente los pasados, quizás mejor cómo los reconstituye, cómo los recupera. Cómo los saca de su olvido y los realiza en el presente. El problema no deja de ser el presente. Sin embargo, hay que concebir que el presente no es el momento, sino más bien es un diferimiento, un eterno presente cambiante. La realización del presente es como acontecimiento: multiplicidad de singularidades rearticulándose constantemente. Un perpetuo cambio. El devenir. Cuando se hace un análisis del presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado nos enfrentamos a la discontinuidad del tiempo social.

La

historia

aparece

de

forma

fragmentaria,

rota.

Como

comenzando de nuevo cada cierto periodo. Se trata de la relación entre procedencias y su actualización diferencial. Una primera tesis del Hardt y Negri es que el imperio no es la continuidad del imperialismo, tampoco la continuidad de la extensión de los EstadoNación. La soberanía del imperio deviene de otro lugar distinto a la soberanía del imperialismo y a la soberanía del Estado-Nación. No hay continuidad a pesar de algunas analogías que hasta pueden ser sobresalientes. Sus diferencias no sólo remarcan la discontinuidad de estas soberanías históricas sino que plantean un complejo problema relativo a sus relaciones concomitantes. Una analogía general se puede encontrar en que se trata en los tres casos de formas de dominación.

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En términos muy esquemáticos se puede decir que el Estado-Nación establece la dominación de la clase dominante sobre el resto de las clases, que en el caso del imperialismo se trata de la dominación que ejerce la expansión conquistadora y colonialista de un Estado-Nación sobre otros Estados-Naciones o pueblos. Esta figura no aparece en el imperio, por lo tanto mal se puede interpretar la tesis de Hardt y de Negri sugiriendo una figura leninista como que el imperio es la última fase del imperialismo, así como el imperialismo es la última fase del capitalismo. Este ultimatismo responde a la concepción del fin de la historia. Podemos decir a un hegelianismo de izquierda. Del mismo modo se puede entender que se da el caso de hegelianismos de derecha. Esto ocurre cuando la filosofía de la historia concibe el fin de la historia como la realización teleológica del proyecto burgués. Esto aconteció con la escuela historiográfica francesa, con la filosofía dialéctica de Hegel, con la economía política. Vuelve a repetirse esta apreciación durante la década de los cincuenta, a mediados del siglo XX, y reaparece a fin de este siglo con el postulado del fin de la historia y el último hombre. El imperialismo no fue ningún fin del capitalismo, tampoco el imperio lo es con certeza, pues puede no serlo. Todo depende de la correlación de fuerzas. Todo depende de lo que suceda en el campo de fuerzas del mundo. Tampoco el origen del capitalismo fue el fin de la historia, entendiendo por historia en este caso el fin de la lucha de clases, de la política y de las ideologías. Estas reaparecen de nuevo bajo otra luz. En todo caso, lo que continúa de modo diferente al pasar de la etapa de los Estado-Nación a la fase de los imperialismos y de ésta al presente, a la contemporaneidad del imperio, es el capitalismo. Dicho de otro modo, 18


lo que parece perdurar son las formas de capitalismo. ¿Habrá llegado éste a su última fase? ¿Cuándo hay última fase? ¿Qué significa última fase? Hablar de fases tiene sentido en el contexto de una representación lineal, sucesiva, donde se da una especie de acumulación de procesos enriquecidos por una teleología implícita. ¿Inmanente? ¿Trascendente? También se puede tomar a la última fase como un punto convergente, pero en este caso, el punto convergente es más que una última fase. Es el punto donde convergen

los

procesos,

las

curvas

históricas

que

articulan

acontecimientos singulares. Punto de convergencia quiere decir, punto al que tienden pero no atraviesan. El punto más bien se traga lo que converge hacia él, como un agujero negro. Más que un punto de convergencia es una catástrofe. Usando una metáfora bíblica se podría decir que se trata de un apocalipsis. Mejor que esto, un nuevo comienzo. No hay final propiamente hablando. Se da una reorganización de la totalidad. El imperio no es la fase final, sin embargo puede ser la finalidad del capitalismo, su búsqueda insaciable de totalización y de orden absoluto al servicio de la valorización. Enfrentando al imperio se halla la multitud. El acontecimiento social en su forma y espesor más descarnado. La multitud, la potencia social. También se puede decir el pathos social, la pasión, la energía social en movimiento. La multitud es la forma del complejo social, de su complejidad bullente y cambiante. Esta complejidad aparece en su extensa variedad y diversidad diferenciales, que se oponen a la homogeneidad y unidad de la representación. La multitud concretiza y patentiza el abigarramiento de la historia efectiva, la riqueza del devenir social. La multitud se opone al imperio no sólo por su complejidad, por su irreductibilidad a la 19


representación, sino principalmente porque se opone a la genealogía de la soberanía. En otras palabras, se opone a su proceso de enajenación abstracta, es decir, a la conversión del trabajo concreto en trabajo abstracto, a la transformación de la energía social en capital muerto, en ingeniería política, a la absorción del imaginario colectivo en el vaciamiento absoluto de la comunicación mediática, al trastrocamiento profundo de la vida en la virtualización de la existencia: la pérdida del sentido real del mundo. La multitud es la alteridad total del imperio, que viene a ser algo así como el desarrollo supremo de la heurística y hermenéutica de las soberanías. La sistematización acabada y sofisticada de la historia del poder tiende a realizarse en la forma de la soberanía imperial. Las contradicciones explosivas de la modernidad No podría comprenderse la presencia del imperio en la semblanza contemporánea, tampoco la constitución de las soberanías, sino en el horizonte histórico de la modernidad. La modernidad es el acontecimiento histórico cultural que trastoca profundamente la experiencia social de la gente. La modernidad no sólo arranca a la gente de su sitio anclado en la repetición reiterativa de las costumbres tradicionales sino que funda una imagen de mundo. Al hacer esto la modernidad escarba en las profundidades de la sedimentación arqueológica y hace presentes las estratificaciones arcaicas y antiguas que habían quedado en el olvido. Las hace presentes de dos formas –podríamos decir– complementarias: en la sincronía de su simultaneidad y en la diacronía de su sucesión. Se da lugar una paradoja, el pasado forma parte de la modernidad, compartiendo al mismo tiempo 20


contiguamente con lo más avanzado de la tecnología y sus efectos sociales y culturales. Por otra parte, la modernidad construye una memoria, inventa la historia, eslabona la dispersión de sociedades y culturas como si fuesen parte de una evolución. La modernidad es el horizonte de la contemporaneidad, crea su premodernidad y su postmodernidad. Lo atraviesa todo comprometiendo el sentido de las cosas más diversas y heteróclitas al globalizarse y universalizar sus valores, que en el fondo no son otra cosa que la suspensión de todos los valores. La realización plena del nihilismo. Aunque la modernidad también crea sus diferencias, sus alteridades y sus otredades. La forma como lo ha hecho es a través de su expansión colonial. La forma cómo lo hace es a través de su intensificación postcolonial. Con esto produce la subalternización de lo distinto, de lo descalificado y degradado. Construyendo al mismo tiempo la hegemonía jerarquizada de un orden mundial sostenido en la pretensión de una pax perpetua, que no es otra cosa que el recurso constante de la intervención policial, allí donde se desata el conflicto que amenaza al orden. Pero, lo moderno también es la liberación de fuerzas, el desamarre de energías poderosas, la potenciación y la disponibilidad de la creatividad de la multitud. Es el movimiento imparable que transforma y trastoca todo dando lugar a un devenir permanente de la producción social. La modernidad no sólo volatiliza lo sólido sino desubstancializa toda realización social, relativiza toda formación social, todo agenciamiento y dispositivo institucional. Lo abstracto imaginado contrasta con la fuerza de lo concreto, la soberanía con la autodeterminación de la multitud. ¿Qué es la multitud? Hardt y Negri dicen: La multitud es una multiplicidad, un plano de singularidades, un juego abierto de relaciones, que no es 21


homogéneo o idéntico a sí mismo y sostiene una relación indistinta, inclusiva, con aquellos que están fuera de ella. El pueblo, en contraste, tiende a homogeneizarse e identificarse internamente mientras sostiene sus diferencias con aquello que permanece fuera de él, excluyéndolo. Mientras la multitud es una relación constituyente inconclusa, el pueblo es una síntesis constituida que ya está preparada para la soberanía. El pueblo provee una única voluntad y acción, que es independiente y está a menudo en conflicto con las diversas voluntades y acciones de la multitud. Cada nación debe transformar a la multitud en pueblo. La multitud viene a ser el acontecimiento como multiplicidad de singularidades sociales, en tanto que el pueblo es una reducción representativa efectuada por la soberanía del Estado-Nación. La soberanía imperialista multiplica estas reducciones conformando pueblos en las naciones sometidas a su dominación expansiva. La soberanía imperial reabsorbe

estas

reducciones

en

el

ordenamiento

jurídico-político

universalizado, sistematización que convierte a todos en ciudadanos del mundo bajo el marco legal de la justicia imperial. Aparece entonces, en su forma descarnada, la multitud desuniformizada, como condición de posibilidad del mismo imperio. La multitud es la energía creativa en el imperio. Su alteridad, pero también su sustento. El imperio es el orden jurídico-político y policial parásito que absorbe la energía de la multitud. La modernidad está escindida en una contradicción irresoluble; por un lado, tenemos una modernidad progresista y aperturante, por otro lado, una modernidad conservadora y clausurante. La modernidad arranca con la fuerza de la inmanencia de la multitud. Durante el Renacimiento proliferan las iniciativas creativas, abundan el ingenio y la imaginación en su concurrencia producente, la liberalización de los cuerpos y los saberes 22


dan lugar a una concurrencia de escuelas. Se tiene la certeza de estar ante un umbral, nace una nueva sociedad confiada a sus propias fuerzas. El proyecto humanista tiene ante sí un horizonte vibrante. La filosofía gira hacia la inmanencia. La intuición de la plenitud y la confianza en la voluntad propia son las motivaciones más poderosas de la autopoiesis social. Empero, enfrentando la fuerza desenvuelta de la multitud, una modernidad conservadora renace de las cenizas del Estado patrimonial medieval. Opone la trascendencia a la inmanencia. Al dios panteísta se opone un dios externo, un dios que controla desde afuera. Se diviniza la figura del hombre atribuyéndole un poder sobre el hombre, por gracia de dios. Se inviste al soberano de todos los poderes. El Estado patrimonial ya es trascendente. Hereda esta trascendencia la monarquía absoluta. Frente a la figura de la multitud insurrecta se estructura la figura homogeneizante de pueblo. La voluntad popular va a delegar su poder multitudinario al tercer estado, es decir, a la burguesía. Se constituye como complexión dialéctica la representación histórica del Estado-Nación. Esta trascendencia se articula plenamente con las otras trascendencias, la del pueblo y la de la soberanía. El triángulo prohibido está establecido, la multitud ha sido inhibida a su rincón profundo, a su sombra inconsciente. Ha sido enmudecida ante la elocuencia del discurso de la ilustración. Ante este avasallamiento iluminista de estirpe conservadora se alzan voces lucidas de la resistencia humanista. Baruch Spinoza escribe Ética y Teología Política con la misma fuerza que el Renacimiento se planteó el retorno al clasicismo grecorromano, aunque lo que en verdad hacía es descubrir la inmanencia del humanismo. Los conceptos de potencia y multitud develan la fuerza pasional de la ética y la fuerza imaginativa de la voluntad. 23


Genealogía de las soberanías Es indispensable desbrozar la interpretación de genealogía, no confundirla con el sentido de la historia. La genealogía se opone a la historia. No parte de principios universales, tampoco de orígenes grandiosos, sino de acontecimientos plagados de singularidades y de comienzos vulgares. Las procedencias genealógicas son azarosas. A diferencia de la historia la genealogía no es teleológica, tampoco evolutiva. No hay un fin implícito al que se conducen los procesos y las series de hechos amontonados, tampoco una evolución a un fin feliz o a un apocalipsis. La genealogía al tratar el acontecimiento y los acontecimientos como emergencias los asume en su multiplicidad y devenir. Lo que deviene siempre es contingente. Sus momentos son resultado del campo de fuerzas inherente al mismo acontecimiento. Por eso la genealogía no construye continuidades sino que reconoce las rupturas, por lo tanto las discontinuidades son implícitas en el devenir de los acontecimientos. El acontecimiento es renovadamente diferente debido a la combinatoria aleatoria del universo de singularidades. Sin embargo, de esto no se puede suponer que las discontinuidades no se tocan. No sólo son contiguas. Se producen entre ellas morfismos. Sino que las discontinuidades suponen continuidades subterráneas, así también percolaciones, mezclas, pasajes laberínticos, entre un ámbito y otro discontinuo. La genealogía se mueve utilizando distintas perspectivas simultáneas. Combina la mirada de rana, perspectiva pegada a la tierra, con la mirada del águila, perspectiva de las alturas, panorámica y focalizada a distancia. Combina la percepción del topo, subterránea, con la de la serpiente, superficial y ondulatoria. La perspectiva del murciélago, 24


de radar, con la del delfín, sonora y acuática. La genealogía es profundamente corporal, valoriza los instintos, las sensaciones, las pasiones, los comportamientos, las adecuaciones de los cuerpos a los medios. La identidad de los cuerpos en un ambiente biodiverso. La genealogía es inmanentista y antidialéctica. La constitución de las soberanías es la prescripción de las polimorfas dominaciones.

Toda

dominación

establece

una

distinción

y

distanciamiento en el acto mismo que permite ejercer un dominio. Hay una violencia originaria en el despliegue mismo de la dominación. Violencia total o diferida, absoluta o gradual, la violencia inaugura el acontecer mismo del ejercicio del mando. La violencia es inmediatamente corporal, ataca el cuerpo, puede ésta mimetizarse en los gestos como también en los códigos, pero no deja de ser eso, violencia inicial, mando, orden. La internalización de esta violencia conforma el imaginario y la subjetividad dialéctica del amo y el esclavo, del mando y la sumisión. Los campos sociales están plagados de un nivel somático donde se ejercen las violencias singulares y puntuales. Substrato que sostiene las derivaciones imaginarias, semánticas e ideológicas. Hay pues un estrato subjetivo,

que

puede

entenderse

también

como

intersubjetivo

y

transubjetivo, lugar donde se sume la dominación como si fuese una herencia natural. Como si este fuese el orden de las cosas. Empero, este estado de cosas se encuentra sustentado en una predisposición anímica. Han tenido que ser afectadas las sensibilidades, trabajado el cuerpo, inducido a determinados comportamientos, marcado en su fondo, en su compulsión y tensividad fórica, para que se convierta en condición de posibilidad somática de las dominaciones semánticas e institucionales. Después de haberse sometido el cuerpo se instituye una 25


soberanía, la representación de la dominación, la dominación duplicada en la representación y multiplicada en el aparato de poder, en el agenciamiento concreto de poder, esto es en la institución, cualquiera sea ésta. El mapa de dispositivos más o menos coherentes configura la máquina abstracta, es decir el diagrama de poder. No hay un solo diagrama sino muchos, dependiendo de las condiciones de posibilidad históricas, de los diferentes campos de luchas, donde se oponen fuerzas y resistencias, dependiendo de las particularidades abigarradas de las formaciones sociales. Estos diagramas también pueden combinarse, entrecruzarse, presuponerse. Foucault estudia los diagramas de los suplicios, de los castigos, de los disciplinamientos, el diagrama de los pastores y sus rebaños o parroquiales, el diagrama de los biopoderes que gestionan la vida. Empero hay otros muchos que hacen de máquinas abstractas o estratégicas, conducentes de las dominaciones, que hacen de máquinas de poder de las soberanías. En nuestro caso, podemos hablar del diagrama colonial, del diagrama misional, del diagrama gamonal, del diagrama clientelista, que sostienen las soberanías coloniales, criollas, políticas, articuladas en un caso a los imperialismos sucesivos, en otro caso, en el contemporáneo, al imperio, al nuevo orden mundial. La soberanía del Estado-Nación recoge la herencia trascendente del Estado patrimonial medieval. Sin embargo, la soberanía moderna del Estado-Nación se afinca en otras condiciones de posibilidad históricas, tampoco tiene la misma significación histórico-política, pues su distinción no se basa en la jerarquización de la nobleza sino en la reducción de la multitud a su forma representativa de pueblo. La soberanía del Estado26


Nación es otra forma de soberanía, distinta a la relativa al Estado patrimonial, aunque suponga en el imaginario social la prefiguración de la trascendencia del poder. Estas reminiscencias del Estado patrimonial en el Estado-Nación pueden pensarse

como

percolaciones

y

mezclas

que

recogen

como

sedimentaciones en el proceso de la reinvención política. No ocurre necesariamente algo parecido en el pasaje entre la soberanía del EstadoNación y la soberanía imperialista. También en este caso se da una discontinuidad histórica, una ruptura jurídico-política, en el ámbito de las legitimaciones y legalizaciones. Los imperialismos recurren a las guerras de conquista y al despliegue del colonialismo. Al hacerlo producen la incorporación de territorios, poblaciones y recursos de sociedades y culturas, dando lugar a una dominación sin precedentes en todo el orbe terráqueo. La globalización comienza con esta expansión militar, administrativa y civilizatoria. La soberanía del imperialismo es otra que la de los Estado-Nación. No reduce a la forma de pueblo la heterogeneidad sociocultural y religiosa de los territorios conquistados. Sino que establece la diferencia excluyente entre lo mismo y lo otro, entre lo europeo y lo oriental, entre lo blanco y lo indígena, entre el clima temperado y el tropical, entre lo que parece ser humano y lo que parece ser animal, entre lo civilizado y lo bárbaro. La colonización produce la alteridad, la diferencia radical con lo eurocéntrico. Esta dualización instituye la identidad del pueblo europeo, marcado por la diferencia con la heterogeneidad irreducible de lo conquistado. Sobre esta dicotomía se constituye el imaginario de la dominación colonial, descalificando al Otro, a la otredad, pero también a lo híbrido y mestizo.

27


Esta soberanía colonial no reduce a esta abigarrada multitud conquistada a la forma de pueblo, pues no considera a esta multitud dicotómica merecedora de esta representación democrática. La soberanía colonial se constituye sobre la invención de la alteridad. Más que reducción se trata de una exclusión. La dialéctica colonial supera la diferencia con la síntesis del proceso civilizatorio que subordina al indígena, al esclavo y a lo híbrido al patrón blanco. Por lo tanto, se trata de una soberanía basada en la jerarquía y diferencia excluyente. Se puede hablar de una soberanía de conquista, en permanente guerra con la alteridad. El fenómeno del imperialismo colonialista muestra de modo patente la ilusión de la soberanía, pues en este caso se muestra de manera descarnada el ejercicio permanente de la violencia sobre los cuerpos de la alteridad. El imperialismo no es uno sino muchos. Se los puede distinguir no sólo en el tiempo sino también en el espacio. Para usar términos conocidos, no del todo adecuados, pero que pueden ser utilizados por razones ilustrativas, podemos distinguir los imperialismos coloniales de los imperialismos neocoloniales. Los primeros aparecen en las postrimerías del capitalismo, los segundos en una etapa avanzada, cuando se da lugar el monopolio y el llamado capitalismo de Estado. Hilferding, Kaustky, Lenin y Rosa Luxemburgo caracterizaron este capitalismo como la expansión irremediable del capital para resolver su crisis orgánica, crisis direccionalizada por la tendencia a la decreciente tasa de ganancia. En otras palabras, configurada por la modificación estructural de la composición de capital, la disminución relativa del capital variable respecto al incremento del capital fijo, sumada a los límites del mercado, que quedaron estrechos respecto a la incesante creación de excedente. Si la plusvalía no se realiza en el comercio se ponen en peligro las propias condiciones iniciales de la reproducción de capital. Por eso era menester 28


pasar a una extensión de la subsunción del trabajo al capital y a una expansión dilatada del mercado, incorporando a las áreas del consumo a territorios considerados aptos sólo para la explotación de los recursos naturales. La invasión del capital financiero marca el paso a los imperialismos modernos. De la conquista de los territorios se pasa a la conquista de los mercados. Tanto en un caso como en otro los imperialismos terminan copando el orbe. Se tragan al afuera. Todo termina siendo el interior. Con esta totalización militar, política y económica se crean las condiciones para el pasaje al imperio. En la soberanía imperial no hay afuera, todo es interioridad. Este es uno de los aspectos que distingue a las soberanías modernas de los EstadosNación y de los imperialismos de la soberanía imperial. En el pasaje al imperio podemos describir algunas distinciones conceptuales: pasamos de la representación del pueblo a la manifestación descarnada de la multitud, abandonamos la posibilidad de la síntesis dialéctica para abrirnos a la comprensión del manejo de los híbridos, dejamos los encierros disciplinarios y las localizaciones fijas para abordar el espacio liso de los flujos y el proceso de desterritorialización-reterritorialización del imperio. La multitud como contrapoder La multitud como acontecimiento social en su emergencia plural, en estallido y flujo de sus compuestas singularidades, es lo opuesto al poder. Propiamente hablando, el contrapoder. No está donde está, como cuerpos en movimiento, como descorporeización y recorporeización, como proliferación de pasiones y flujos de desterritorialización, para tomar el 29


poder. No es otra soberanía la que busca realizar, sino la absoluta inmanencia

de

su

autonomía

diversa.

Ninguna

trascendencia

o

subsunción a un poder externo a sus propias fuerzas. Sino la autorrealización de sus fuerzas. La autopoiesis de sus capacidades. La libertad entendida como autodeterminación. La multitud es el contrapoder, se coloca en el presente como la multiplicidad abigarrada antimperial. La multitud se encuentra en todas partes, como el imperio. La multitud es la energía creativa de la que el imperio se alimenta y da lugar a la producción generalizada, a la valorización del valor en distintos planos. Hablamos de una valorización económica, social, cultural, imaginaria, subjetiva. Se trata de una valorización direccionalizada por el diagrama de poder biopolítico, que gestiona la vida en distintos niveles: morales, demográficos, sociales, ecológicos, reproductivos e imaginarios. Frente al biopoder del imperio la multitud opone la proliferación y la riqueza autopoiética de la vida. En el enfrentamiento entre multitud e imperio, las ventajas estratégicas se encuentran del lado de la multitud. El imperio se corrompe, en el sentido de su desarticulación constante. El imperio se desgasta para reconstituir sus condiciones iniciales, cambiantes y acumulativas. El imperio muta, experimenta sus altas velocidades, para lograr su propia extática. Pero también, como en el caso de las otras soberanías, le son atributivos sus propios límites. Sus límites no se encuentran afuera sino adentro. La interioridad del imperio, constituida como

soberanía

trascendente absoluta, es limitada ante la infinita capacidad autopiética de la interioridad inmanente de la multitud. Cultura e Imperialismo

30


Edward W. Said escribe Cultura e Imperialismo4, un libro posterior a su famoso Orientalismo. Cultura e Imperialismo es una continuación de Orientalismo5. Aquella vez trabajó sobre las prácticas discursivas, la geografía académica y los dispositivos de poder del colonialismo y el imperialismo, europeo y norteamericano, que desarrollaron la concepción occidental del Oriente. En pleno sentido de la palabra se puede decir que se trata de la invención del Oriente. En Cultura e Imperialismo vuelve sobre el trabajo crítico de las practicas discursivas, pero en este caso estas prácticas se amplifican y son consideradas en un horizonte mayor, la cultura. Se trata de la crítica a las prácticas culturales y estéticas correlativas al colonialismo y a la expansión imperialista. Crítica de la cultura como forma de dominación de las naciones, sociedades y pueblos colonizados. Edward W. Said se concentra sobre todo en la novela, siguiendo la tradición de George Lukás, quien trabaja la novela en su íntima relación con la sociedad. Hay particularmente una influencia de Lukás en Said en lo que respecta al tratamiento de la novela histórica 6. Se puede decir que lo que le interesa a Said es el imaginario imperialista. ¿Cómo se construyen las representaciones desde el centro sobre la periferia? Esta exterioridad oscura. Representaciones sobre las colonias, las sociedades colonizadas, el ser humano y las culturas nativas. ¿Cómo se

conforma

la

subjetividad

del

colonialista,

a

partir

de

que

condicionantes, factores y procesos concurrentes? ¿Cómo se construye la estructura intima de la cultura imperial, su certeza central, racista y descalificadora de la exterioridad? Podemos hablar de un estudio de las formas de la exterioridad y de las formas de la interioridad imperiales, de la manera cómo se corresponden ambas, cómo se relacionan y determinan. Ambos libros de Said son particularmente sugerentes pues

4

Edward W. Said: Cultura e Imperialismo. Anagrama 2001. Barcelona. Edward W. Said: Orientalismo. Debate 2002. Barcelona. 6 George Lukás: La Novela Histórica. Era 1977. México. 5

31


encontramos en ellos una genealogía de la subjetividad imperial, que podemos llamarla la genealogía del racismo colonial e imperial. Por estas razones hasta podríamos apreciar los estudios de Edward W. Said como una geografía de la subjetividad colonial. El tema que no deja de ser problemático es la conformación del colonialismo, esta conformación se desplaza y se despliega por distintos espacios y territorios, tanto internos como externos. Colonizar tiene que ver con ocupar un territorio, domesticarlo e incorporarlo a las estructuras sociales e institucionales de la sociedad, nación, Estado colonizador. Cuando estos territorios ya se hallan previamente ocupados por otras sociedades, naciones y culturas, entonces el efecto de la colonización es múltiple. La desestructuración que produce es múltiple, abarca las formas de la exterioridad y las formas de la interioridad de las sociedades y culturas

colonizadas.

La

colonización

es

el

acontecimiento

desestructurador por excelencia. Sin embargo, no se puede asumir la idea de colonización de una manera general, pues estamos ante heterogéneas historias de la colonización, además estamos ante una semántica abierta de los significados de la colonización. Es menester detenerse en alguna de estas historias, en la que tiene que ver con el continente americano, además de trabajar analíticamente el mapa semántico de la colonización. Por otra parte, es menester avanzar en el estudio del colonialismo español y portugués en América, incluyendo lo que se ha venido en llamar el colonialismo interno

en los periodos republicanos de las sociedades

postcoloniales. Sobre todo, esto último importa por su actualidad, además de encontrarse este colonialismo en el contexto de los llamados imperialismos modernos y al interior de los procesos de los ciclos del capitalismo. Esta apreciación se hace emergente cuando se dibuja en el contexto de la globalización contemporánea y de la constitución del nuevo orden mundial. ¿Qué problemas plantea la herencia colonial en pleno 32


proceso de constitución del imperio? ¿Qué implicaciones tiene la tarea de descolonización? ¿Qué formas políticas adquiere la lucha por la descolonización en el contexto del imperio? Hablemos de las relaciones entre culturas en el contexto de la dominación colonial e imperialista. La interculturalidad se da en un contexto de dominaciones polimorfas. En estas condiciones desventajosas para las culturas subordinadas se produce la desestructuración de los sistemas simbólicos, de los regimenes de símbolos, de los entramados valóricos e imaginarios de los entramados de representaciones colectivas y prácticas cotidianas nativas. En ves de intercambio cultural se produce la descalificación y exclusión de las culturas nativas. Se inhiben las posibilidades de hermenéutica cultural, dando lugar mas bien a la conformación de estructuras de poder e instituciones políticas que garantizan el normal funcionamiento de la exclusión. El mapa institucional aborigen es roto en su propia lógica, en su coherente articulación, dando lugar a mezclas e hibridaciones que conectan de manera perversa los sistemas culturales. Es sobre esta base, en este espacio perverso, en este campo de fuerzas, de concurrencias desiguales, que se da un emergente mapa de relaciones sociales complejas, afectadas por la demarcación colonial. Las instituciones de las sociedades coloniales y poscoloniales crecen sobre este suelo perturbado. Debajo de este suelo se encuentra el subsuelo, el substrato, la matriz, de las instituciones, de los sistemas de símbolos y los regimenes simbólicos de las culturas subalternizadas. Sobre este suelo, se encuentra el mapa de las instituciones dominantes. Dibujando este escenario podemos interpretar esta relación compleja de los procesos de dominación y subalternización cultural del modo siguiente: Un substrato originario, un estrato híbrido y un paraestrato dominante.

33


Apuntes sobre el intelecto general El trabajo intelectual no es una actividad que se encuentra sólo en el campo intelectual, tampoco es un atributo sólo de los intelectuales. El trabajo intelectual es una actividad social, del conjunto de la sociedad. Podemos distinguir el trabajo intelectual acumulado y el trabajo intelectual activo. Ambas formas de la actividad intelectual interactúan, se condicionan mutuamente. Una a otra se sirve de substrato. El trabajo intelectual activo pone en circulación el trabajo intelectual acumulado. Llamemos a este trabajo acumulado ciencia, entendiendo por ella los conocimientos

acumulados.

El

trabajo

intelectual

activo

son

las

habilidades, las destrezas, las técnicas, los usos y las prácticas relativas a la aplicación de la ciencia. El trabajo intelectual activo también tiene que ver directamente con las investigaciones, las búsquedas teóricas, las indagaciones, las reflexiones, las críticas de teorías y de hipótesis, la puesta en juego de las capacidades creativas. La sociedad en su conjunto interactúa apoyando la realización del intelecto general. La inmediata consecuencia de este trabajo intelectual es la producción, vale decir la valorización de los conocimientos. Entendamos esta valorización no sólo como incremento sino también como creación. En la modernidad se han conformado dispositivos que guardan esta memoria intelectual, también se han conformado dispositivos que transmiten los conocimientos acumulados, así como también dispositivos donde se incrementa y crean más conocimientos, afectando con ellos al propio desenvolvimiento de la sociedad. En el orden del modo de producción capitalista el intelecto general se halla supeditado a la producción económica, es decir a la valorización del valor, concebido como capital. La subversión de la praxis, sobre todo aquella que tiene que ver con la interpelación de los movimientos sociales, busca autonomizar políticamente al intelecto 34


general. Ocasionando con esto liberar la producción de sus ataduras meramente económicas, logrando así una producción que se mueve en múltiples niveles, en las múltiples mesetas del acontecimiento social. De este modo la creación social liberaría a la sociedad de sus coagulaciones institucionales, trastocando así las condiciones iniciales de sus propias procedencias, haciendo gravitantes la invención y la autopoiesis sociales. ¿Son los intelectuales los nuevos sacerdotes y la ciencia la nueva religión? Esta es una pregunta de suma importancia, no tanto por el carácter de recurrencia histórica sino sobre todo por la matriz arqueológica que contendría la práctica intelectual, científica y crítica de la modernidad. En las sociedades antiguas el sacerdote era la figura por antonomasia del intelectual, en tanto que la del laico era la del no-intelectual, que de alguna manera podemos asumir como la del que ignora, el que desconoce, el analfabeto. Las grandes religiones monoteístas se oponen a la magia y a la brujería como hoy se opone la ciencia a los saberes, a las ideologías y

a sus prácticas

conmovedoras. Las burocracias

sacerdotales responden a la consolidación de las grandes urbes políticas; esto

quiere

decir

que

responden

a

la

racionalización

de

los

comportamientos de los grupos, de los clanes, de las tribus, de las familias. Las burocracias sacerdotales no sólo se oponen a los magos y brujos politeístas sino también, y quizás preponderantemente, al profeta, al padre extraordinario que dio lugar a la discontinuidad, al nacimiento de la nueva religión, de la promesa. Los sacerdotes son los asesinos del profeta, pero a su vez son los que heredan su imagen guerrera y la utilizan con

finalidades

de

pacificación.

Esto

es

como

decir

que

la

institucionalización no ha de ser posible ni con el profeta ni con los magos. La lucha contra el carisma y el animismo es indispensable para instaurar 35


un orden duradero, un poder centralizado. Si esta es la remembranza, habría que preguntarse por el rol actual del intelectual. ¿Qué clase de sacerdote es? ¿Contra quienes lucha? ¿A qué poder sirve? ¿Qué orden quiere institucionalizar? Ciertamente hablamos de un campo intelectual, de todo un espacio de estratificación de los intelectuales. En este sentido sus funciones adquieren una gama de funciones. Los intelectuales son operadores diferenciales en el campo de valorización del capital simbólico.

La Supresión de la Política ¿Qué es la política? Esta es una pregunta que ha atormentado tanto a Platón como a Aristóteles y de alguna manera sigue haciéndolo hasta el presente. La angustia ante lo político se hace sentir tanto en la filosofía política, madre de las ciencias sociales, como en la ciencia política. Ciertamente esta malestar no es el mismo ahora como en el período del clasicismo griego, las condiciones de posibilidad histórica no son las mismas, tampoco el ambiente y el contexto de los problemas, menos los imaginarios colectivos y los mapas institucionales. La historicidad, si podemos hablar de este modo aludiendo a la inmanencia de los procesos concurrentes al acontecimiento social, afecta profundamente al sentido y al valor de los discursos, de las prácticas discursivas, de las relaciones de poder y de la constitución de las subjetividades. La modernidad, vale decir lo que se viene viviendo en el mundo desde el siglo XVI hasta la fecha, incluyendo el incipiente inicio del siglo XXI, que posiblemente marque la culminación de estos cinco siglos largos de transformaciones. Digamos, que de alguna manera la pregunta se ha mantenido, sin que se conserve necesariamente el mismo peso, densidad e intensidad de la pregunta; en este sentido tampoco es de esperar que las respuestas sean las mismas. Sin embargo, hay algo en la situación de la pregunta, vale decir, en la 36


forma y contenido de la misma, que mantiene una suerte de continuidad a pesar del proceso de cambios Esta continuidad en proceso, esta reiteración de un modo de proceder ante la emergencia política, es lo que podemos llamar la actitud, la disposición de los dispositivos y la ejecución de los agenciamientos que buscan afanosamente la supresión de la política. Jacques Rancière nos habla en El Desacuerdo precisamente de la supresión de la política y con ella de la democracia en el clasicismo de los griegos antiguos y en la modernidad. No se toca el medioevo, tampoco el acontecer institucional, religioso y de los saberes de otras sociedades antiguas. Se supone que la política está ausente de estos ámbitos culturales, así como está ausente también la filosofía. El milagro griego tiene que ver con la emergencia de la política y la filosofía. No vamos a discutir aquí si en otras sociedades de la antigüedad, si en el medioevo y en otras culturas no afectadas a su tiempo por la modernidad hay algo parecido a estas emergencias, la política y la filosofía. Esta discusión la dejaremos para después, pues requiere de una crítica epistemológica de la racionalidad política y de la práctica filosófica para poder abordar una apertura semejante. Por el momento vamos a mantenernos en el horizonte de estos criterios, la política aparece como espaciamiento de subjetivaciones

que

hacen

de

condición

de

posibilidad

a

ese

desplazamiento abierto de las facultades que llamamos libertad. La política emerge cuando los que no tienen parte participan en el todo discutiendo la cuenta de las partes. La política viene a ser el litigio por la igualdad en las condiciones de desigualdad imperante. La filosofía emerge, en concomitancia, con esta posibilidad de interpelación como reflexión crítica de de la condición de ese homo liberado. Se entiende entonces que la filosofía y la política hayan emergido en las condiciones de esa ruptura, en el contexto de los dispositivos de poder antiguos, 37


anclado

en la delimitación perdurable

de

jerarquías establecidas

herederitariamente y por la guerra, cuando se da lugar una disponibilidad abierta que libera las potencias sociales generando movimientos múltiples estéticos, éticos y culturales. Se entiende también que la filosofía se desprenda en ese quiebre respecto a la religión y al mito como logos que se reúna para discutir y reflexionar sobre las condiciones mismas de la reflexión. Pero lo que no se entiende claramente por qué aparece un subproducto como la filosofía política. ¿Por qué tendría que ser esta diferente a la filosofía? ¿Cómo es que se convierte la política en objeto de la filosofía? No podría entreverse bien esto si es que no se pone en evidencia que la política se convierte en problema para los filósofos, sobre todo

cuando

entendemos

como

filósofos

perfiles

biográficos

y

bibliográficos como los de Platón y Aristóteles. Rancière pone a prueba la siguiente hipótesis: Lo que se denomina “filosofía política” bien podría ser el conjunto de las operaciones del pensamiento mediante las cuales la filosofía trata de terminar con la política, de suprimir un escándalo del pensamiento mediante las cuales la filosofía trata de terminar con la política, de suprimir

un

escándalo

del

pensamiento

propio

del

ejercicio

del

pensamiento. En sí mismo, este escándalo teórico no es más que la racionalidad del desacuerdo. Lo que hace de la política un objeto escandaloso es que se trata de la actividad que tiene como racionalidad propia la racionalidad del desacuerdo. El desacuerdo de la política por la filosofía tiene por principio, entonces, la reducción misma de la racionalidad del desacuerdo. Esta operación por la cual la filosofía expulsa de sí el desacuerdo se identifica entonces naturalmente con el proyecto de hacer “verdaderamente”política, de realizar la verdadera esencia de aquello de que habla la política. La filosofía no se convierte en política 38


porque la “política” es algo importante que necesite su intervención. Lo hace porque zanjar la situación de racionalidad de la política es una condición para definir lo propio de la filosofía7. La filosofía política viene a ser un dispositivo discursivo encargado de hacer desaparecer la política del escenario histórico y del espacio social. Platón lo hizo a su modo, reduciendo la posibilidad de la política a la ética, entendida como esencia subjetiva del cuerpo social. La política es litigio de los sin parte, el pueblo, con la cuenta, enumeración, clasificación efectuada por la ciudad, reclamando participar en el ordenamiento de las partes, a pesar de no ser parte. Todo esto se hace a nombre de la igualdad. Platón reproduce las jerarquías, dando a cada parte lo que le pertenece: Los filósofos guardianes a la cabeza, gobernando y cuidando de la ciudad, los oligarcas, administrando su riqueza, los artesanos trabajando y produciendo para la ciudad. La política desaparece en la utopía conservadora de Platón. Aristóteles hace desaparecer la política de otra manera, corrigiendo a su maestro. No se puede eludir el derecho a la igualdad y las consecuencias de esta igualdad, no se puede negar la participación de los artesanos en las asambleas. Esto es aceptar la democracia, empero subordinada a la riqueza de la oligarquía. Estas clasificaciones tempranas de los inicios de la filosofía política hacen desaparecer el conflicto entre la demanda de participación y el orden. Como dice Rancière, se trata de la instalación de un orden policial, en pleno sentido de la palabra, como equivalencia de la clasificación de las partes y el todo. Por más paradójico que parezca, la gobernabilidad hace desaparecer la política, en otras palabras la realización efectiva de la libertad. Más tarde, la filosofía política moderna, persigue también hacer desaparecer la política, es decir el ámbito de las prácticas efectivas donde

7

Jacques Rancière: El Desacuerdo. Política y Filosofía. Nueva Visión 1996; Buenos Aires. Pág. 11.

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se manifiesta el desacuerdo de los que reclaman su participación en el todo, aún cuando no sean parte de nada, el proletariado por ejemplo. Hobbes atomiza el cuerpo social en los individuos, haciendo que la de guerra todos contra todos sea resuelta por medio de la representación de todas las partes en el Estado. Rousseau, criticando a Hobbes, retorna a un origen natural de la libertad, haciendo que la igualdad aparezca como contrato. En ambos casos la política desaparece, en ambos casos se subsume la posibilidad del litigio al orden policial, en un caso por medio de la suma de los individuos, en otro como naturaleza del contrato social. El desacuerdo entre las reivindicaciones de los sin parte y la suma de la partes verificables como todo ya no es posible. Se niega en efecto la posibilidad de la libertad como acción, como participación efectiva de los que partiendo del supuesto de la igualdad reclamen su parte en el todo o la totalidad de las partes a nombre de todos. Para los antiguos clásicos griegos la política se basa en el bien común. Esto ocurre cuando a pesar de la cuenta de las partes de la ciudad (axiai), que comprende a los oligoi, es decir, a la riqueza de unos pocos, a los aristoi, es decir, a la virtud y excelencia, y al demos, es decir al pueblo, que se beneficia de la libertad (eleutheria), se reconoce la participación de todos como iguales en las asambleas. En otras palabras, los que no tienen parte, el demos, pues no son ni ricos ni aristócratas, son considerados como parte en una doble cuenta errónea, como parte sin ser parte, pues no tienen ni riquezas ni títulos, y como iguales a todos. Cuando se hace imposible que los oligarcas redujeran a la esclavitud a sus deudores, como ocurría antes, se da lugar a la apariencia de libertad, que vendría a ser la única propiedad del pueblo, mediante la cual es parte virtual del todo. Rancière dice al respecto que:

40


La masa de hombres sin propiedad se identifica con la comunidad en nombre del daño (tort) que no dejan de hacerle aquellos cuya cualidad o cuya propiedad tienen por efecto natural empujarla a la inexistencia de quienes no tienen “parte en nada”. Es en nombre del daño (tort) que las otras partes le inflingen que el pueblo se identifica con el todo de la comunidad. Lo que no tiene parte – los pobres antiguos, el tercer estado o el proletariado moderno – no puede, en efecto, tener otra parte que la nada o el todo. Pero también es a través de la existencia de esta parte de los sin parte, de esa nada que es todo, que la comunidad existe como comunidad política, es decir dividida en un litigio fundamental, por un litigio que se refiere a la cuenta de sus partes antes incluso de referirse a sus “derechos”. El pueblo no es una clase entre otras. Es la clase de la distorsión que perjudica a la comunidad y la instituye como “comunidad” de lo justo y de lo injusto8. Esto nos lleva a plantear lo siguiente: Hay política cuando emerge el pueblo como categoría profunda del desacuerdo, cuando el orden de la dominación es interrumpido por aquellos que hacen uso de la propiedad virtual de la libertad y de la equivalencia cualitativa de la igualdad, haciendo valer esta propiedad y esta cualidad en la pugna de las partes. Dicho de otro modo, hay política cuando el pueblo lucha contra los privilegios de la oligarquía y de la aristocracia. Al canto de esta instauración, no hay política. No hay más que el orden de la dominación o el desorden de la rebelión9. En contraposición los oligarcas y los aristócratas no harían otra cosa que argumentar del modo siguiente: No hay parte de los que no tienen parte. Desde la antigüedad hasta la actualidad el partido de los ricos habría opuesto a la efectividad de la

8 9

Ibídem: Pág. 23. Ibídem: Pág. 26.

41


política un orden policial, buscando la supresión de la política, en aras de lograr la perduración de su dominación. Rancière comprende la policía y la política de una manera antagónica, rompiendo con el sentido común. Dice que: Generalmente se denomina política al conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúa la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y los sistemas de legitimación de esta distribución. Propongo dar otro nombre a esta distribución y al sistema de estas legitimaciones. Propongo llamarlo policía10. No nos olvidemos que policía tenía una acepción más amplia durante los siglos XVII y XVIII, tenía que ver con la moral de la ciudad, el bien público; como técnica del gobierno concierne al hombre y a su felicidad. Propongo ahora reservar el nombre de política a una actividad bien determinada y antagónica de la primera: la que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte11. Para que se de la política como acontecimiento histórico-político es indispensable que el supuesto de la igualdad de lugar a una propiedad vacía, más allá de los títulos y de las partes, esta propiedad es la libertad. La política es una actividad de sujetos, tiene que ver con sus modos de subjetivación. Entendamos por subjetivación la producción de una 10 11

Ibídem: Pág. 43. Ibídem: Pág. 45.

42


capacidad propia de enunciación, cuya identificación marcha paralela al establecimiento del nuevo campo de la experiencia. Demos y proletariado corresponden a la identificación de este nuevo campo de experiencia, que asume la igualdad duplicada en el logos. Demos es el sujeto de la identidad de la parte y el todo. Proletariado subjetiva esa parte abstracta de los que no tienen parte que hace al todo diferente a sí mismo12. Ambos, demos y proletariado, son los sujetos de la política, en tanto y en cuanto son estas constituciones subjetivas las que dan lugar al acontecimiento político mediante sus prácticas de interpelación y movilización. La política está hecha de esas cuentas erróneas, es producto de clases que no lo son, como el proletariado que es un producto de la disolución absoluta de las clases y el pueblo, que expone como reconocimiento su propiedad vacía, la libertad, en compensación a la ausencia de parte y título. Estas noclases inscriben la distorsión que separa y reúne dos lógicas heterogéneas de la comunidad, la de la materialidad de las partes, la eficacia de las participaciones, la contabilidad de su número, la medida de sus valores, y la de la virtualidad de la igualdad, el ejercicio de la libertad, la resistencia de los inconmensurable. Se puede ver que el concepto eminentemente político de distorsión no tiene que ver con la dramaturgia de la victimización, sino con la historicidad del descuerdo, la genealogía del conflicto. Hay que anotar aquí que la distorsión no se arregla mediante un acuerdo entre las partes, pues la distorsión pertenece a otra naturaleza distinta a la cuenta de las partes, su verificación empírica. La distorsión pertenece al campo político, a la geometría de la igualdad y a la virtualidad de la libertad, contrapone dos lógicas que se mueven en distintos niveles. No hay acuerdo posible, la distorsión expresa el desacuerdo absoluto, sólo

12

Ibídem: Pág. 56.

43


seria pensable su enderezamiento mediante la realización de la utopía: una democracia sin Estado y el comunismo. El litigio político revela su carácter inconciliable que, de todos modos puede tratarse; este tratamiento excede todo diálogo de intereses respectivos, del mismo modo excede toda reciprocidad de derechos y deberes. El tratamiento del litigio político pasa por la constitución de sujetos que toman a su cargo la distorsión como premisa política y el desacuerdo como práctica política13. La subjetivación política desdibuja el campo de la experiencia para volverlo a configurar de acuerdo a los recorridos de la movilidad recurrente de lo social, que reclama a partir de la equivalencia de las igualdades la participación de todos en el todo. La subjetivación política deshace las relaciones entre los modos de hacer, de ser y de decir, modos que definen la organización sensible de la comunidad, transformando este campo de experiencia social en correspondencia con las reivindicaciones y estrategias. Podemos decir que la política no esta hecha tanto por relaciones de poder como por relaciones de mundos. Arquipolítica, Parapolítica y Metapolítica La filosofía política expone el escándalo del desencuentro: la ausencia de fundamento propio. La filosofía llega tarde a la política, cuando ella ya se encontraba instalada como democracia en la ciudad. Esta práctica no tuvo que esperar su fundamento (arkhé) ni su fundamentación para existir. El demos, como substrato de subjetivación, ya está establecido en la ciudad, manifestando

sus

propias

características:

como

esfera

aparente

estructurada a partir de la igualdad con el nombre pueblo, como cuenta desigual de este pueblo, que es tomado como totalidad, pero también como parte, como exhibición paradójica del litigio entre la comunidad

13

Ibídem: Pág. 57.

44


abstracta y la parte dominante que le infringe el daño. La filosofía política convierte esta condicionalidad en diagnóstico del vicio constitutivo de la democracia14. La filosofía política es la política de los filósofos, su programa consiste en la supresión de la política; ante lo impensable de la política que juega con la relación de lo igual y lo desigual, se propone operar con la revelación de la esencia de la política, de la verdad de la política, se propone sacar a luz el arkhé de la política. La comunidad es denunciada en su espontaneidad, pues debe conocer su destino. Rancière llama a esto la Arquipolítica, la expresión de esta estrategia filosófica se encuentra en Platón y el platonismo. La república o la politeia, tal como la inventa Platón, es la comunidad que funciona en el régimen de lo Mismo, expresando en todas las actividades de las partes de la sociedad el principio y el telos de la comunidad. La politeia es en primer lugar un régimen, un modo de vida, un modo de la política según el cual ésta es la vida de un organismo regulado por la ley, que respira a su ritmo, que inerva cada una de sus partes con el principio vital que la destina a su función y a su bien propio. La politeia, tal como Platón elabora su concepto, es la comunidad que efectúa su propio principio de interioridad de todas las manifestaciones de su vida. Es la distorsión convertida en imposible. Es posible decirlo sencillamente: la politeia de los filósofos es la identidad de la política y la policía 15. Lo que Platón inventa con esta arquipolítica es la oposición de la república a la política, que dicho de otra manera es la oposición de la república a la democracia. En otras palabras, inventa el régimen de la interioridad de la comunidad, aboliendo las manifestaciones exteriores de la comunidad. La estrategia de la arquipolítica se puede resumir como supeditación de la 14 15

Ibídem: Pág. 84. Ibídem: Págs. 86-87.

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physis y en nomos. La física de la política, sus prácticas efectivas, sus contradicciones, su desacuerdo fundamental, la distorsión que en ella se efectúa, se resuelve no sólo en la ley, sino en el espíritu de la ley, que es constituido a través de la educación y por el retorno a las costumbres. La parapolítica tiene como tarea conciliar las dos lógicas, la basada en el reconocimiento de la igualdad y la que se propone el mando de los mejores. Esta tarea le corresponde a Aristóteles, quien por así decirlo termina resolviendo el problema de la cuadratura del círculo. El estagirita idea una forma constitucional que incorpora la figura antagónica del demos; el fantasma de los sin parte, que son todo, termina conformando la suma de las partes, como una parte más de la sociedad. Son los pobres enfrascados en una lucha contra los ricos. Para lograr los efectos adecuados de la gobernabilidad

se debe conformar una política que

beneficie tanto a los oligarcas como a los pobres, que en

apariencia

aparezca a unos, los oligarcas, como domino, y a los otros, los pobres, como democracia. Se puede decir que lo social sigue siendo la utopía de una política civilizada, es decir, una policía, en el sentido antiguo de la palabra, un cuidado de la ciudad. Es a través de un juego de redistribución de poderes y apariencia de poderes que la democracia, la práctica democrática, el desacuerdo, la distorsión, el litigio, lo que llama Aristóteles el mal gobierno, se relaciona con su homónimo, la politeia, en otras palabras, el gobierno como tal, la domesticación de las fuerzas siguiendo una ruta determinada, el gobierno de la ley. Para que la ley se imponga es menester que cada régimen concreto se anule y se adecue a ese régimen promedio que es el régimen ideal de la partición. Para Aristóteles, hacer política es gobernar las fuerzas, implantar un régimen medio, en el cuál las partes se reconozcan. Este gobierno convierte el desacuerdo en un 46


acuerdo, en un pacto, de tal manera que esta alianza permita tanto la sumisión como la ilusión de democracia16. Al respecto la anotación de Rancière es sugerente: Si en la era moderna la arquipolítica platónica se traspone como sociología de vínculo social y de creencias comunes que corrigen el abandono democrático y dan su cohesión al cuerpo republicano, la parapolítica lo hace de buen grado como otra “sociología”; representación de una democracia separada de sí misma, que, a la inversa, hace una virtud de la dispersión que impide que el pueblo cobre cuerpo17. Lo que no se puede aceptar en esta parapolítica es que las personas privadas diriman sobre lo justo y lo justo, deliberen sobre cuestiones estratégicas, que son consideradas asuntos de Estado, problemas donde las personas especializadas y públicas entran en competencia. Se ve claramente como en Hobbes reaparece esta concepción, aunque de un modo más sofisticado, donde esta concepción se diseña como una división del trabajo político. Se entiende por personas privadas lo que Aristóteles entendía como los sin parte, podríamos decir los que no tienen ni dote, ni herencia, ni título; son el demos del gobierno común. Como puede verse lo que se pone en entredicho, mediante este procedimiento parapolítico, es la estructura misma de la distorsión que instituye la política, la eficacia de la igualdad, la definición misma de las partes, que son, en realidad, sujetos de litigio18. Hobbes produce un doble desplazamiento: pasa del terreno de las partes al de los individuos y de una teoría del gobierno a una teoría del poder. Este procedimiento liquida la política, sólo la acepta en un origen hipotético, como alienación inicial y como libertad de los

16

Ibídem: Pág. 98. Subrayado nuestro; ibídem; Pág. 99. 18 Ibídem: Pág. 101. 17

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individuos, átomos aislados del entorno social. En estas condiciones la libertad no podría existir como parte de los sin parte, como propiedad vacía de los sujetos constituidos políticamente. La libertad sólo es posible como todo o nada: como propiedad restringida de los individuos o como atributo del soberano19. Rousseau crítica la frivolidad de Hobbes, está en contra de hacer desaparecer el origen de una sociabilidad natural, sin embargo, comparte con el filósofo político inglés el procedimiento de supresión de la política. Por un lado, la libertad se convirtió en una propiedad restringida a los individuos por otro lado el pueblo será el presupuesto indispensable de la tesis de la alienación inicial, transfigurándose en el depositario de la soberanía. La parapolítica moderna se distancia de la política antigua, no sólo en lo que respecta al substrato mismo de la política como desacuerdo sino también en la acepción misma de la filosofía política aristotélica, que comprende al demos en la ambivalencia de los sin parte, que son sin embargo todo. La parapolítica disemina al demos en la sumatoria de individuos, teniendo como enunciados centrales el contrato y la soberanía reabre una separación más radical que la antigua separación política de una parte tomada como todo. Instala la separación del ser humano consigo mismo como horizonte de la separación del pueblo consigo mismo20. Esta eficacia de la política de la separación se llama terror. El terror es el obrar político que toma a su cargo como tarea política la búsqueda de la realización de la arkhé comunitaria, sólo que esta realización se lo hace en sentido moderno, en el marco de la parapolítica. Esto supone la relación exclusiva del poder soberano con los ciudadanos, individuos que son en sí mismos la disolución de la política21.

19

Ibídem: Págs. 101-102. Ibídem: Pág. 105. 21 Ibídem: Pág. 106. 20

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La nuevas heridas abiertas en el cuerpo social y expresadas en el superficie política, enfrentan al pueblo como sujeto de la soberanía depositada históricamente y el pueblo como usurpado de su voluntad de poder, enfrentan entonces al pueblo con el Estado; se da lugar a la distorsión que opone a las clases (lucha de clases), que contrapone sus conflictos reales a los juegos del individuo con el Estado. Es en este horizonte de contradicciones donde surge una tercera figura de la filosofía política: La metapolítica. La metapolítica se sitúa simétricamente en relación con la arquipolítica. La arquipolítica revocaba la falsa política, es decir, la democracia. Proclamaba la separación radical entre la verdadera justicia, semejante a la proporción divina, y las puestas en escena democrática de la distorsión, asimilada al imperio de la injusticia. Simétricamente, la metapolítica proclama un excesos radical de la injusticia o de la desigualdad en relación con lo que la política puede afirmar de justicia o de igualdad22. La metapolítica sustenta la distorsión absoluta, la exuberancia de la distorsión que desmantela toda la arquitectura política del razonamiento igualitario. En estas condiciones se devela una efectividad de lo político. La verdad de la política viene a ser la manifestación de su falsedad. Se trata de la separación de toda nominación y toda inscripción políticas respecto a las situaciones que las sostienen23. Esta historia efectiva puede describirse, hablamos de la materialidad de lo social, de la lucha de clases, del movimiento efectivo de la historia. Sin embargo, lo social es el substrato de la política sólo a condición de ser lo verdadero de su falsedad, sólo a condición de demostrar la falsedad radical de la política; esta es la 22 23

Los subrayados son nuestros. Ibídem: Pág. 107. Ibídem: Pág. 107.

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ideología. La metapolítica es el ejercicio de esta otra efectividad, la de las prácticas y de las luchas que atraviesan el cuerpo social; no se coloca como el buen modelo frente a la mala política, la de los pobres, sino que se asume como el secreto trágico de las composiciones sociales. La metapolítica es el discurso sobre la falsedad de la política24, redobla toda figura devenida del litigio, constantemente establece la distancia entre palabras y cosas, entre la enunciación del logos del demos y la cuenta que se hace de sus partes. Esta distancia mide la magnitud de la mentira constitutiva del Estado moderno. A diferencia de la arquipolítica que se postula como una medicina comunitaria, la metapolítica aparece como una

sintomatología

de

la

enfermedad

política,

la

relativa

al

enmascaramiento de lo que efectivamente se pone en juego: Las dominaciones polimorfas y la propiedad privada. Karl Marx pone el dedo en la llaga: La política es la mentira que se sustenta sobre algo verdadero, que es la materialidad de lo social. El foco de su crítica es también la democracia, como en el caso de Platón, sin embargo no se busca restituir ninguna antigüedad social o política sino que se trata de desmontar la mentira de la democracia en búsqueda de la emancipación social. La emancipación humana es entonces lo verdadero de la humanidad libre más allá de los límites de la ciudadanía política25. La dinámica social, sus desenvolvimientos constitutivos, la lucha de clases, el desarrollo de la producción, conforman la efectividad de la historia y la historicidad de las prácticas sociales; este ámbito de fuerzas concurrentes hacen al ser social que condiciona al sujeto social productor. En esta situación es necesario disgregar la polisemia semántica del concepto de clase, el espacio de dispersión de este concepto abarca tanto sus 24 25

connotaciones

policiales,

la

aritmética

de

las

partes,

como

Ibídem: Pág. 107. Ibídem: Pág. 108.

50


significaciones geométricas que cualifica la subjetivación desprendida de la revelación de la igualdad. En sentido policial, una clase designa un agrupamiento de seres humanos a los que su origen, su actividad, su dote, su herencia, atribuyen un status y un rango particulares26. En el sentido político, una clase es una cosa completamente distinta: un operador del litigio, un nombre para contar a los incontables, un modo de subjetivación sobreimpreso a toda realidad de los grupos sociales. El demos ateniense o el proletariado en cuyas filas se incluye el “burgués” Blanqui son clases de ese tipo, es decir poderes de desclasificación de las especies sociales, de estas “clases” que llevan el mismo nombre que ellas27. En la Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel28, Marx concibe al proletariado, no como una clase, sino como un desclasamiento absoluto, resultado de la disolución y descomposición de las clases, en el contexto del modo de producción capitalista. No podemos dejar de recordar que la categoría de clase forma parte de la taxonomía, del proyecto clasificatorio de la Ciencia General del Orden29, hegemónica durante los siglos XVII y XVIII. Se puede entender esta clasificación como un álgebra cualitativa; en el caso que nos ocupa se trata de un álgebra cualitativa del orden social. Pero, como el orden social es desbordado por su praxis o más bien su praxis devela otro orden más puro, relativo al acontecimiento, la propia clasificación queda en suspenso y se hace imposible. Este orden puro del acontecer se remite al diagrama de poder, al campo de relaciones de fuerzas, que hacen posible tanto las dominaciones como las resistencias, las sujeciones como los desbordes, los sometimientos como las 26

Ibídem: Pág.109. Ibídem: Pág. 109. 28 Karl Marx: Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel. Claridad 1973; Buenos Aires. 29 Ver de Michel Foucault: Las Palabras y Las Cosas. Siglo XXI 2002; Buenos Aires. 27

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rebeliones, hacen posible al Estado como a la subversión. La clase viene a ser un movimiento, el recorrido histórico que articula múltiples singularidades. La clase viene a ser un desplazamiento. Esto se hace íntimamente sugerente cuando se trata del proletariado, clase, producto de desplazamientos y desclasamientos, que articula distintos momentos constitutivos de la fuerza social que apunta a destruir el cuadro estatal, el orden policial de la sociedad y la maquina capitalista. Puede pensarse la clase como un vector resultante de otros vectores fuerza y momentos de intensidad. La clase también puede ser intuida como momento de articulación de la lucha de clases, por eso estamos ante un movimiento de diferenciación, ante una clase que a su vez es múltiple y a su vez se desplaza por todo el campo social, desfigurándolo y reconfigurándolo. Podemos decir, haciendo uso de una posible comparación de ámbitos históricos distintos, de épocas y sociedades diferentes, de epistemes separadas por sus propias rupturas, transformaciones, discontinuidades sociales,

civilizatorias

y

culturales,

podemos

decir

que

el

gran

acontecimiento político de la antigüedad griega fue las emergencia constitutiva del demos, en tanto que en la modernidad el gran acontecimiento de la invención de la política fue y es el proletariado. Se puede decir sin lugar a dudas porque hay demos, lo que hoy significa decir que hay política porque hay proletariado. Aquí es menester hacer una anotación correspondiente al nombre de proletariado, leído desde la política y desde la metapolítica. Rancière dice que: En los mismos nombres, el movimiento social y obrero moderno presenta así el entrelazamiento de dos lógicas contrarias. Su palabra clave, proletariado, designa dos “sujetos” bien diferentes. Desde el punto de vista metapolítico, designa al operador del movimiento verdadero de la sociedad que denuncia y debe hacer volar en pedazos las apariencias 52


democráticas de la política. En este concepto, la clase desclasificadota, la “disolución de todas las clases”, se convirtió en el sujeto de una reincorporación de lo político en lo social. Sirvió para erigir la figura más radical del orden arquipolicial. Desde el punto de vista político, es una ocurrencia específica del demos, un sujeto democrático que efectúa una demostración de su poder en la construcción de mundos de comunidad litigiosa y que universaliza la cuestión de la cuenta de los incontados, más allá de toda regulación, más acá de la distorsión infinita30. La clave para entender la política esta en el acontecimiento social, también para comprender las figuras de la filosofía política, la arquipolítica, la parapolítica y la metapolítica. La filosofía política ha tratado de dirimir en ese límite-umbral entre lo social y lo político, buscando proteger la esfera imaginaria de lo político. Si antes Platón y Aristóteles desarrollaron sus tesis políticas a partir del orden social, uno en el orden arqueológico de la justicia comunitaria, el otro en el orden real de la división de la sociedad, en la era moderna se hizo filosofía política de la única manera que se podía hacer, por medio de la ciencia social. Es en este terreno que Marx, Durkheim y Weber desarrollaron sus teorías políticas, derivadas del conocimiento de las formaciones, estructuras y racionalidades sociales. Contemporáneamente se da lugar una tercera era de la sociología, que también esta asociada con el último avatar de la filosofía política. Esta transición corresponde a la era del vacío que pone sobre el tapete las puras reglas del juego social, político y del lenguaje. Hablamos de lo que Rancière llama parasitismo infinito de la verdad vacía. Los sociólogos de esta tercera ola califican a esta era como la del fin de la política, coincidente con ellos los filósofos políticos restauradores hablan de un retorno de la política. Ambos, sociólogos y

30

Los subrayados son nuestros. Jacques Rancère: Obra citada; Págs. 116-117.

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políticos pretenden regresar al grado cero de la política y de la filosofía y, por qué no decirlo, de lo social. Este es un procedimiento mediante el cual se quiere borrar el conflicto del escenario democrático. La Posdemocracia Debemos redefinir a la llamada democracia consensualista, cuya definición contiene una contradicción inherente a los términos, pues el consensualismo implica de suyo la supresión de la política y por ende de la

democracia.

Nombremos

a

esta

democracia

consensualista

posdemocracia, que es una definición más adecuada a los fines del ensayo crítico. La construcción y estructuración del consensualismo da lugar a una legitimación sin precedentes del Estado de derecho. Con la caída de los regimenes llamados totalitarios, no se fortalecen las prácticas democráticas, tampoco la democracia como acontecimiento político, tal como

era

de

esperar;

al

contrario,

lo

que

sucede

de

modo

asombrosamente rápido es un proceso de desvalorización del sentido democrático. La democracia es sustituida por una fabulosa simulación instrumental. Cuando los regimenes modernos del capitalismo pujante terminan imponiéndose e instaurando un nuevo orden mundial, se acaba también con la sospecha sobre el formalismo de la democracia representativa y simplemente se termina identificando democracia con Estado de derecho, así mismo el Estado de derecho termina asimilado al liberalismo. Se idealiza la democracia concebida como realización de la physis del hombre emprendedor, cuyo deseo es asumido como nomos comunitario31. La instrumentalización consensual hace desaparecer al demos; en lugar del pueblo y del proletariado ahora aparece un pueblo

31

Ibídem: Pág. 122.

54


étnico, fijado como identidad en sí, como un cuerpo constituido contra el otro32. Hay que distinguir la diferencia entre democracia y posdemocracia, es menester remarcar la ruptura de esta diferencia, pues aquí radica el quid pro quo de la simulación democrática del aparataje estatal postmoderno. Rancière dice que: La democracia dio origen inicialmente a la filosofía política porque no es un conjunto de instituciones o un tipo de régimen entre otros sino una manera de ser de lo político. La democracia no es el régimen parlamentario o el Estado de derecho. Tampoco es un Estado de los social, el reino del individualismo o el de las masas. La democracia es, en general, el modo de subjetivación de la política – si por política se entiende otra cosa que la organización de los cuerpos como comunidad y la gestión de los lugares, poderes y funciones -. Más precisamente, democracia es el nombre de una interrupción singular de ese orden de distribución de los cuerpos en comunidad que se ha propuesto conceptualizar con el empleo de la noción ampliada de policía. Es el nombre de lo que viene

a interrumpir el buen funcionamiento de ese

orden a través de un dispositivo singular de subjetivación33. El dispositivo singular de subjetivación se configura a partir de tres tópicos intervinientes: a) La democracia es el tipo de comunidad constituida como pueblo en el espacio diseñado por el fenómeno de la apariencia. Hay que anotar aquí que apariencia no se toma como una ilusión opuesta a 32 33

Ibídem: Pág. 123. Ibídem: Pág. 126.

55


lo real, es más bien la gestación en el terreno de la experiencia de un visible que altera el régimen de lo visible34. b) El pueblo, que es el substrato de esta democracia, no es clasificable de acuerdo la descripción de algunas propiedades de tipo étnico, tampoco se identifica sociológicamente con una población dada ni la sumatoria de los grupos que la conforman, sino que deviene de la efectividad de la parte de los sin parte: demos y proletariado. c) El sitio de la apariencia del pueblo es el paraje de la conducción del litigio35.

Por lo tanto hay democracia cuando se constituye una subjetividad que se reconoce como el todo de las partes a partir del presupuesto de la igualdad. Hay democracia si se efectúan las prácticas del desacuerdo de sujetos sociales que no son asimilables al dispositivo estatal y a las partes de la sociedad. Hay democracia debido al litigio que pone en entredicho la cuenta de las partes. La democracia deja de manifestarse cuando desaparece la subjetividad devenida del presupuesto de la igualdad y se diluye la propiedad vacía de la libertad en la rejilla del derecho. La vida democrática desaparece en la maquinaria estatal y en la aritmética comercial de la sociedad. La democracia queda en suspenso cuando el desacuerdo que da comienzo a la política, que existe en la desmesura de una diferencia cualitativa, es reducido a acuerdos empíricos, cuando el litigio fundamental no es considerado, queda en el olvido, oculto en la bulla inútil del pacto.

Esta dilución postmoderna de la democracia se

llama posdemocracia; hablamos de una práctica gubernamental y de 34 35

Ibídem: Pág. 126. Ibídem: Pág. 127.

56


legitimación de una mimesis de la democracia posterior al demos. Paradójicamente se da una democracia sin demos, empero posibilitada por los consensos. En este sentido, se puede entender muy bien porque el liberalismo no es democrático; el liberalismo y su versión tardía, el neoliberalismo, no expresan de ninguna manera el acontecimiento democrático,

al

contrario,

son

formas

utilitarias,

consensuales,

pragmáticas de la supresión de la política. La posdemocracia pone en escena una simulación democrática que liquida con la apariencia, la cuenta errónea y el litigio del pueblo, reduce el accionar político al puro juego de los aparatos estatales y las conjunciones de energías e intereses sociales. La posdemocracia no encuentra ninguna verdad, como en el caso de la arquipolítica, la parapolítica y la metapolítica, por lo tanto esta verdad no se encuentra en la aplastante predominancia de las formas institucionales. Se puede asumir que la posdemocracia es un modo de identificación, especificación, localización, ratificación estadística, que se encuentra entre los dispositivos estatales y la distribución de las partes de la sociedad. Este procedimiento es idóneo para hacer desaparecer al sujeto y el obrar propios de la democracia. Nos referimos a una práctica, aunque también a una representación, de adecuación entre las formas de Estado y el estado de las relaciones sociales36. Este es el efecto de supresión lo que se viene en llamar democracia consensual. Podemos hablar del consenso como un régimen determinado de lo sensible. Lo que presupone el consenso es la desaparición de toda diferencia entre parte de un litigio y parte de la sociedad. La llamada democracia consensual es el nexo de una formación determinada de la opinión con un sistema determinado del derecho, prodigados uno y otro como regímenes de identidad completa de la

36

Ibídem: Pág. 129.

57


comunidad

consigo

misma.

En

tanto

régimen

de

opinión,

la

posdemocracia tiene como tarea abolir la apariencia perturbadora del demos y su cálculo de lo inconmensurable, esta abolición concurre a través de procedimientos de clasificación exhaustiva de la población y la composición de sus partes, de procedimientos de conjunción de la enumeración de las partes y la modulación de la estadística de las partes y el mapa de representaciones. La utopía de la democracia consensual es la enumeración permanente, exhaustiva y recurrente; se ilusiona con la equivalencia de la formación de opinión y el cuerpo social, representado en cuanto pueblo, es decir, soberanía perdida. En este panóptico absoluto, en esta visibilización plena ya no es posible la apariencia, la desmesura de la diferencia política37. A propósito de esta dominación mediática de la posdemocracia Rancière escribe: La emancipación, en la época marxista, se había pensado bajo la enseña del trabajo y la historia, en los conceptos de la metafísica y su inverso de objetos manipulados. La nueva emancipación sería a imagen de la inversión de la técnica y su destrucción de la metafísica. Libraría a la nueva comunidad como multiplicidad de racionalidades locales y de minorías étnicas, sexuales, religiosas, culturales o estéticas, afirmando su identidad contra el fondo de la contingencia reconocida de toda identidad38. La pérdida de la apariencia política es sinónimo de la pérdida de lo real, ésta efectuada tanto por el camino de la manipulación integral, logrando de este modo una simulación total (hiperrealidad), como por el camino de la invención instrumentada de una nueva política. Lo que emerge no es una nueva política como resultado de la participación contingente de 37 38

Ibídem: Pág. 130. Ibídem: Pág. 131.

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todos sino una gran figura policial, el orden puro del poder, que especula con la homonimia de la población y la estructura de sus partes.

¿Sistema o Rizoma Comunal? Comentario al libro de Félix Patzi Paco. Sistema Comuna39 Una de las preguntas que debemos hacernos cuando tratamos temas relativos a las relaciones entre Estado, sociedad y sujetos sociales, en contextos históricos culturales determinados, es cómo es que se constituyen los sujetos, a partir de qué ordenes de relaciones, además de preguntarse de cómo es que este orden de relaciones deriva en modulaciones y modelaciones corporales, modulaciones y modelaciones que esculpen al sujeto.

Estas preguntas son claves cuando debemos

abordar por lo menos dos cuestiones: a) la relativa a las formas y estrategias de la organización social y b) la relativa a las identidades colectivas. Esta última tiene que ver con la memoria, la conciencia y las representaciones colectivas. La primera cuestión tiene que ver con las formaciones sociales. De estas consideraciones debemos esclarecer el tema civilizatorio. ¿Cuándo podemos hablar de civilización o proyecto civilizatorio? Si bien estas consideraciones se mueven en un terreno teórico; esto no quiere decir que debemos resolverlas sólo en el plano teórico. Mas bien, ellas sólo se pueden resolver contrastándola con experiencias sociales, con recorridos históricos de estas experiencias sociales. El referente histórico de estas cuestiones, de la forma de abordar estas disquisiciones es la problemática conflictividad entre la formación social del ayllu y el modo de producción capitalista.

39

Félix Patzi Paco: Sistema Comunal. Una Propuesta Alternativa al Sistema Liberal. CEA 2004. La Paz.

59


En Sistema Comunal, Félix Patzi Paco hace el siguiente recorrido:

Parte de la crítica al colonialismo y a la colonialidad.

Desarrolla la crítica a las variantes del proyecto modernista.

Describe las corrientes del indigenismo y establece la diferencia con las corrientes indianistas.

Hace un análisis de indianismo y del etnocentrismo indígena.

Pasa al análisis de la forma liberal en política y en economía.

Luego pasa al balance de la postmodernidad.

Contrasta la postmodernidad con la subalternidad.

El siguiente paso tiene que ver con la evaluación crítica de la multiculturalidad.

Así mismo se sopesa críticamente el alcance de las autonomías indígenas.

Teniendo en cuenta las anteriores exposiciones expone la tesis del sistema comunal.

Este recorrido tiene un telos: el sistema comunal. Es indispensable detenerse en esta propuesta; esto no sólo por razones teóricas y políticas, sino también tendiendo en cuenta el contexto de la coyuntura social, política y económica que vive Bolivia, Latinoamérica y el mundo. Pero antes, detengámonos en las consideraciones anteriores pues sirven como antecedentes y son un poco la premisa de la tesis sobre el sistema comunal. Las categorías de análisis que tienen que ver con la historia de las formaciones sociales coloniales y postcoloniales parten necesariamente de del acontecimiento colonial y las consecuencias diferidas en las estructuras sociales y en los espacios políticos. El colonialismo entonces es el referente histórico ineludible en el análisis de las sociedades 60


periféricas. La colonialidad es la condición histórica de las sociedades postcoloniales. Félix Patzi analiza en el capitulo sobre La colonialidad de la estructura social y el etnocentrismo indígena las distintas corrientes interpretativas del colonialismo y la colonialidad. Se distinguen en este análisis las corrientes vinculadas al proyecto identitario: El indigenismo racionalista, el indigenismo de izquierda y el indianismo. Considera que este último

se caracteriza por su etnocentrismo. La colonialidad

atravesaría distintos niveles de la sociedad. Feliz Patzi hace hincapié particularmente en la colonialidad económica, del poder y del saber. El balance de la condición colonial es crítico del estado de cosas y el balance del proyecto identitario es crítico del estado del arte de las corrientes indigenistas e indianistas. A pesar de que nos encontramos ante una ponderación positiva del proyecto de autodeterminación indianista, también se nos plantean las limitaciones locales del etnocentrismo indígena. La valoración de la alteridad india se encuentra en la actualidad de las estructuras y estrategias comunales. Félix Patzi encuentra en el sistema comunal la alternativa civilizatoria y societal al liberalismo y al capitalismo. En el capítulo sobre La forma liberal de la política y la economía, Félix Patzi hace un recorrido de la ideología liberal, partiendo de sus procedencias teóricas y alcanzando sus desplazamientos filosóficos, sobre todo su influencia en la modernidad. Se detiene en el análisis de la élite política, a la que ve como parte de un proceso de autonomización en el contexto de las autonomizaciones dentro de las sociedades modernas. Particularmente importan la autonomización política y la autonomización económica. El capítulo culmina con una evaluación del valor en la economía política del capitalismo.

61


El capítulo sobre La rápida desilusión de la postmodernidad es una evaluación crítica de las corrientes contemporáneas a partir de la perspectiva discontinua de la subalternidad. En Miserias del multiculturalismo y autonomías indígenas se hace la crítica a las experiencias reformistas de la multiculturalidad, así como también al proyecto izquierdista de las autonomías indígenas. De esta forma se llega al último capítulo sobre el Sistema comunal: Una propuesta alternativa al sistema liberal. Este capítulo es el responsable del título del libro. Aunque es uno de los capítulos menos extensos, es la propuesta política que construye el autor. Es la finalidad de las reflexiones anteriores. En este capítulo Félix Patzi elabora su tesis comunal a partir de una remozada teoría sistémica. Parte de algunas categorías del conocido teórico alemán Niklas Luhmann, pero las aplica de otra manera. Una especie de combinación entre teoría general de sistemas y teoría de la dependencia, por el juego entre centro y periferia, en este caso pensados sistémicamente.

Los pliegues de la subjetividad y las territorialidades secretas del cuerpo ¿Qué entendemos cuando hablamos de territorialidades secretas de los cuerpos? Cuando hablamos de territorialidades nos referimos a los procesos relativos a la transterritorialización, es decir, a la transformación de los territorios inherentes a los desplazamientos sociales, simbólicos e imaginarios. Estos procesos comprenden tanto la territorialización, la desterritorialización, así como la reterritorialización.

62


La territorialización puede ser tomada como el acontecimiento relativo al pacto de sangre con la tierra, la desterritorialización puede ser asumida como

el

acontecimiento

que

corresponde

a

los

despliegues

y

desplazamientos corporales que terminan atravesando y descomponiendo el territorio, dando lugar a una transformación innovadora en la misma estructura de relaciones con el territorio. El pacto se convierte en una constante trasgresión. La reterritorialización connota no un retorno al mismo territorio, no un repliegue homogéneo, sino un repliegue en otro nivel, en otro plano espacial; las reterritorializaciones se pueden dar en distintos campos, por ejemplo, los relativos a la estatalización, a la conformación religiosa, a los repliegues simbólicos, lingüísticos, literarios y estéticos, repliegues que tienen consecuencias en las rugosidades de la subjetividad. En lo que respecta a los cuerpos debemos tener cuidado de tomarlos desde la perspectiva del materialismo vulgar, como voluminosidades consistentes, como organismos vivos cuya presencia es insoslayable. Los cuerpos

son

más

que

eso,

pues

suponen

complexidades

vivas,

entramados biológicos, biosociales, bioculturales y biopolíticos. Sobre todo los cuerpos suponen subjetividades; es decir, construcciones imaginarias, perspectivas propias, codificaciones y decodificaciones singulares, acoplamientos y hermenéuticas particulares. Los cuerpos corporean; hablamos de sus formas de afectar, de manifestar su existencia. Los cuerpos se corporizan, descorporizan y recorporizan, análogamente a los territorios. Pero, aquí la corporización tiene más con la realización consigo mismo del cuerpo, la descorporización con las experiencias que lo trasladan más allá de sus propias delimitaciones y la recorporización con las recomposiciones del cuerpo en otros planos, como los relativos a las posesiones y 63


expresiones, por ejemplo. En lo que respecta a las posesiones, podemos comprender a las vivencias placenteras o dolorosas de lo otro como propio, y en lo que respecta a las expresiones, podemos comprender las obras estéticas como recuperaciones corporales. Como puede verse el cuerpo es el lugar primordial para una comprensión inmanente de los acontecimientos. No hay acontecimientos sin los cuerpos. Son los cuerpos los que viven los acontecimientos. Los acontecimientos se estructuran a partir de las vivencias corporales. Acontecer es vivir desde los cuerpos los sucesos, ser afectado por ellos, construirlos, desconstruirlos y reconstruirlos. En esto estamos de acuerdo con

Humberto

Maturana,

cuando

entendemos

la

realidad

como

construida. No hay cuerpo sin vida anímica, pero tampoco hay cuerpo sin plegamientos subjetivos. Ciertamente lo corporal es constitutivo, sin embargo, la dimensión constitutiva de lo corporal es la subjetiva. Cuando hablamos de territorialidades subjetivas del cuerpo estamos hablando de los pliegues de la subjetividad. Territorialidades secretas del cuerpo se refiere a los territorios interiores, a las intensidades corporales, a sus afectos pasiones y deseos. Todos estos flujos recorren el cuerpo y lo atraviesan. Se puede decir que desterritorializan el cuerpo dejándolo viajar por otros ámbitos. El cuerpo fluye, vaga, experimenta la conexión con otras corporalidades. Se emociona, interpreta y sedimenta la biología de su propia memoria. Ahora bien, estos recorridos también pueden reterritorializarse, pueden conformar un territorio estriado. Pueden volver al cuerpo, pero ya no como inmanencia sino como trascendencia. Como algo externo, como algo que viniera de afuera y no hubiera sido creado desde adentro. Desde las propias potencialidades del cuerpo. La marcha indígena y la Asamblea Constituyente 64


Se cierra un ciclo y quizás se abre otro. Desde la Marcha por la Dignidad y el Territorio hasta la actual marcha indígena de los pueblos nativos del Oriente, se abre un ciclo de luchas por las territorialidades propias. ¿Qué entendemos por territorialidades? Los cuerpos, los entrelazamientos corporales, sus ámbitos relacionales y las significaciones colectivas, vivenciadas en las experiencias sociales. Hasta la fecha se ha conseguido muy poco en lo que respecta al conjunto de demandas hechas a conocer por las organizaciones de base. La evidencia y la visibilización de los cuerpos a lo largo de la marcha, en la trama de su recorrido, ha dado lugar a una ruptura en la geografía política de un país que deja en la sombra a la gran mayoría de su población. Esta es la razón por la que se inicia nuevamente una gran marcha desde el oriente boliviano a los andes, donde reside la sede de gobierno. Una característica distintiva de la Marcha Indígena del 2002 es el objetivo político que persigue: la Asamblea Constituyente. Hay, como quien dice, distintas maneras de conseguir este objetivo democrático. De modo revolucionario, constituyendo la asamblea por la fuerza. De manera legal, exigiendo que el congreso convoque a una Asamblea Constituyente. En este caso puede haber variantes. Desde la consulta a través de un referéndum para legitimar esta convocatoria hasta el llamamiento a elecciones para una Asamblea Constituyente. Lo que parece salirse de estos cánones y parecerse más a una maniobra política es la reforma constitucional. El mismo congreso de salida, criticado, desacreditado, descalificado por la opinión pública, se da a la tarea de reformar la constitución, sin preocuparse de ninguna consulta popular.

65


La Asamblea Constituyente fue traída del arsenal y de la memoria política en un Cabildo de la Coordinadora en Cochabamba, cuando la guerra por el agua era el escenario de los acontecimientos sociales (abril del 2000). ¿De qué se trataba? ¿Por qué un cabildo popular recurría a este instrumento constitutivo? Se puede decir que el horizonte de las movilizaciones no dejó de ser democrático. A pesar de la fuerza de la multitud, las alianzas que amarran a amplios sectores de la población, la virulencia de los eventos, las soluciones buscadas por las masas se dan en el campo democrático. El

sentido

de

las

movilizaciones

apunta

a

enriquecer,

ampliar,

reapropiarse del ejercicio democrático. No importa qué interpretación den los políticos, los constitucionalistas y los juristas a la Asamblea Constituyente. Lo que da vigencia a este poder constituyente es el uso que le quiere dar la multitud en acción. Tampoco importa si este uso se puede o no justificar jurídica, política y constitucionalmente. Lo que es fundamental en este caso es la producción de sentido de las masas. El poder constituyente En Ocho tesis preliminares para una teoría sobre el poder constituyente, Antonio Negri entiende por "constitución" el dispositivo socio-político determinado por la ley del valor. Este dispositivo socio-político es la multitud en acción, organizada de acuerdo a los condicionamientos del desarrollo del capitalismo, de acuerdo a la secuencia de esta historia, hemos pasado del obrero profesional al obrero social. La composición del proletariado es social, desde el punto de vista del territorio de pertenencia es del todo abstracta, inmaterial, intelectual, desde el punto de vista de la sustancia del trabajo; es móvil y polivalente desde el punto de vista de su forma. 66


El capitalismo en su fase tardía y contemporánea, bajo la soberanía del imperio, se desterritorializa, funciona en red y se descentra, respecto a algún centro de mando estático y fijo. La proletarización afecta a todas las clases sociales supeditadas al capital. La valorización del valor ahora se realiza a través de la virtualización del trabajo y la informatización de la producción. El poder de este capitalismo desterritorializado adquiere la forma biopolítica. Esto quiere decir que la misma gestión de vida es subsumida a la producción de plusvalía. No hay exterioridad ni interioridad, la naturaleza ha sido deglutida en la gran factoría que se ha vuelto el mundo. En estas condiciones de proletarización absoluta, de despliegue de una economía política generalizada y planetaria, las propias alteridades y diferencias culturales son incorporadas a una fabulosa maquinaria capitalista que ahora manipula las diferencias y las singularidades. Todos son sometidos a la proletarización general, nadie escapa a este proceso fantástico de subsunción formal, real y virtual del trabajo al capital. Por eso, todo conflicto local, toda resistencia cultural, toda particular movilización social, toda rebelión y demanda colectivas forman parte de las contradicciones inherentes a este capitalismo planetario, a este diagrama de fuerzas biopolítico, a esta soberanía imperial multinacional. La marcha indígena es una manifestación concreta del contrapoder de la multitud, de una parte de la multitud fragmentada, supeditada a la virtualidad de la valorización capitalista. Las energías, los sentimientos, los imaginarios colectivos son absorbidas al proceso productivo que atraviesa todas las estructuras de la vida misma. Que la marcha indígena se enfrenta al Estado-nación, tal como lo hizo cuando la marcha por la

67


dignidad y el territorio, esto ocurre porque los Estados-naciones forman parte del imperio, del nuevo orden mundial. Si los discursos concurrentes no expresan esta situación en las nuevas condiciones

de

un

capitalismo

desterritorializado

y

un

diagrama

biopolítico, es porque todavía tienen en cuenta un horizonte histórico pasado, fuertemente condicionado por la soberanía de los Estados-nación, por los poderes locales y un modo de producción capitalista organizado al modo fordista. Ciertamente, cuando se habla de un Estado-nación subalterno, como es el caso de Bolivia y de la mayoría de los Estados surgidos de las guerras de independencia, la herencia colonial, de los aparatos administrativos jurídico-políticos y las estratificaciones sociales atravesados por la diferencia étnica, el conflicto social es también anticolonial. La intencionalidad implícita en las movilizaciones sociales de los Estadosnación subalternos es la descolonización. Esto pasa por la desconstitución de subjetividades colonizadas y la reconstitución de subjetividades liberadas. Los movimientos indígenas son a su vez anticoloniales y anticapitalistas. Con relación a los Estados-nación subalternos no pueden dejar de enfrentar los mecanismos de dominación internos, las secuelas del colonialismo interno, el desconocimiento de sus saberes, de sus culturas e identidades colectivas. El problema es que este desconocimiento secular se halla afincado en la Constitución Política del Estado. Esta es la razón por la que no sólo se exige revisar la constitución, sino que es imprescindible trastrocarla completamente, inventar una constitución que sea el producto de los deseos, pasiones, alteridades propias de las fuerzas vivas componentes de la multitud productiva de un ámbito nacional. 68


El poder constituyente es la potencia creativa de la multitud. Es el poder como voluntad, como potencia anímica, como pathos. También es la potencialidad de la imaginación colectiva. La virtualidad que se hace posible, que se realiza en la praxis. La democracia concebida por Spinoza como multitudo. La materialidad de esta democracia se encuentra en el descarnado acontecimiento social, en su apertura subjetiva y en su praxis. La Asamblea Constituyente que reclama la marcha indígena tiene que ver con los deseos colectivos, tiene que ver con la profunda necesidad de reconocimiento

de

los

conquistados,

colonizados

y

excluidos.

La

trasgresión del restringido horizonte político criollo de un Estado-nación subalterno, el ingreso de las formas hasta ahora invisibilizadas de la multitud a la invención del campo político, no sólo apertura otros horizontes externos e internos, otros pliegues de subjetividad y otros despliegues de realización productiva, sino que conduce a una nueva constitución de una nueva república. La dualidad de las temporalidades Es cierto que si se cuenta nuestra historia desde la perspectiva del desarrollo del capitalismo, desde su acumulación originaria hasta su forma planetaria y desterritorializada de la actualidad, pasando por los colonialismos e imperialismos expansivos, es difícil comprender lo que pasó en el plano de los acontecimientos concretos circunscritos en las fronteras de una geografía nacional. Esta perspectiva resulta abstracta y universal. Es menester tener en cuenta una perspectiva local para darles un significado específico a los hechos. Las historias nacionales tratan de llenar este vacío.

69


Empero con una perspectiva nacional o con una historia local podemos derivar en la creencia que los sucesos y las narraciones locales tienen un sentido propio. Este particularismo se ilusiona con una historia propia. No la hay. Las dos perspectivas históricas, la universal y la local, se oponen, pero ninguna puede por sí sola deconstruir y reconstruir la trama entrelazada de los acontecimientos. Es menester usar ambas perspectivas para hilar, tejer, destejer y retejer lo oculto y lo superficial de los acontecimientos, que aunque siendo locales tienen desde el siglo XVI, vale decir, desde los comienzos de la modernidad, una configuración mundial. Tampoco el despliegue planetario del capitalismo tiene una significación propia, sino a través de sus singulares expansiones y subsunciones del trabajo humano al capital. El enfrentamiento con las culturas y las resistencias, el atravesamiento de los obstáculos, las formas de específicas de resolución de la crisis, las maneras de responder a la lucha de clases hacen a la historia efectiva del capitalismo. Una y otra perspectiva sólo se resuelven comprendiendo la fuerza de la inmanencia de la multitud que desencadena historias. La derrota popular es el contexto en el que se da la viabilización de las fórmulas políticas neoliberales desde 1985 a la fecha. Hablamos de una forma estatal deglutida por la globalización. Se trata hasta cierto punto de una forma estatal virtualizada, de un Estado-nación atravesado por las redes estratégicas biopolíticas del imperio. No sólo las empresas públicas, sino también las reservas estatales, incluso la administración misma del excedente

económico

se

encuentra

en

manos

de

las

empresas

trasnacionales.

70


La economía nacional está completamente desnudada, ya no hay más ilusión de un mercado interno y de una economía propia. Formamos parte del intelecto general y del cuerpo social del trabajo, experimentamos los procesos de proletarización generalizados, salvo el estrato restringido de agentes políticos de la globalización y yuppies criollos que fungen de celosos mediadores de la globalización. La reproducción de los mecanismos de dominación pasa por su actualización representativa, mediante el mecanismo electoral. Los dominados, mediatizados por los partidos que los representan, terminan legitimando a los dominantes, en el escenario político. Por lo menos en lo que respecta a la representación de papeles dobles en el teatro de la comedia reiterativa de las promesas que se sabe no se cumplen. Y los que saben que no se cumplen de todas maneras juegan a escucharlas, a pesar de la falta de credibilidad. Esta escena del teatro de la vida cotidiana nos muestra la evidente falta de voluntad de poder. En el horizonte político actual las subjetividades volitivas de la multitud todavía no están constituidas. Los sujetos sociales todavía se encuentran subyugados por los códigos del mercado, del poder y de la comedia democrática representativa. Los movimientos sociales partidizados y sus dirigentes están sometidos a los prejuicios liberales de su entorno colonial. Las reglas del Campo Social Pierre Bourdieu concibe el campo social como un espacio compuesto por una estructuración distribuida de capitales. Entiéndase capital aquí no como entiende Marx, como valorización dineraria, sino como recurso diferencial de clase, vale decir como un atributo de clase o de estrato 71


social. El único capital bourdieuano que se aproximaría al sentido de capital dado por Marx en el capital económico. Sin embargo, incluso aquí, el capital económico funciona más en términos simbólicos que efectivos. El capital viene a ser algo así como la herencia social en determinado campo del quehacer social. El capital económico en el campo económico, el capital social en el campo social, el capital cultural en el campo educativo, el capital simbólico en el campo estético. Hay tantos capitales como campos sociales hay. Bourdieu habla de capital intelectual y campo intelectual, también habla de capital artístico. En Las Reglas del Arte estudia la génesis y estructuras del campo literario. También podemos hablar del capital científico y del campo científico. Hay pues campos y capitales según campos. ¿De qué modo se relacionan los campos y los capitales? Pierre Bourdieu concibe una combinatoria de los capitales. Dice que los capitales son conmutativos, el capital social puede transformarse en capital económico. Lo mismo ocurre con el capital cultural y el capital simbólico. A su vez el capital económico pude trocarse en capital social, en capital cultural y en capital simbólico. ¿Lo mismo ocurre con los campos? Los campos son lugares, territorios, espacios característicos, con propiedades

relativas

al

campo.

Los

campos

están

distribuidos

espacialmente, definen la composición del campo social. Cada campo se estructura según las reglas de funcionamiento y composición. Por lo tanto los campos no se confunden, auque pueden dar lugar a intersecciones. Pero, entre todos los campos hay un campo matricial o, mas bien, todos los campos conforman este campo matricial. Este campo de campos es el campo social. De esta manera el campo social funciona de dos formas, es campo de campos, pero a su vez define la distribución de las estratificaciones de clase.

Crítica de Las Reglas del Método Sociológico 72


Para Émile Durkheim el hecho social es externo y obligatorio, es una fuerza exterior que termina internalizándose en la psíque individual. Se trata de una coerción que se gesta en el hacer, que también se consolida en las normas, en la morfología social heredada, devenida de la tradición, por mediación de la autoridad. Entonces el hecho social es algo que no solamente precede sino que incorpora completamente a esas partes ilusoriamente autónomas que son los individuos. El hecho social es la totalidad condicionante de las conductas. Es más, se podría decir que hay conductas en tanto son localizables en la organización social. Durkheim toma al hecho social como una totalidad orgánica, como un todo organizado. Esto no solo define la calidad de organización sino también devela la fuerza de vida social, funciona de un modo estructurado y estructurante, produciendo y reproduciendo los fenómenos sociales. Anthony Giddens hace la crítica a la sociología estructural funcionalista y propone nuevas reglas del método sociológico, rescatando lo positivo de las sociologías comprensivas. Dice: El funcionalismo, por lo menos tal como lo representan Durkheim y Parsons, presenta cuatro carencias esenciales. A una de estas ya me he referido antes: La reducción del obrar humano a una “interiorización de los valores”. La segunda es la concomitante omisión de ver que la vida social humana se constituye activamente por las obras de sus miembros. La tercera es el tratamiento del poder como un fenómenos secundario, donde la norma o el “valor” en estado solitario aparecen como el rasgo básico de la actividad social y, por lo tanto, de la teoría social. La cuarta no es otorgar un lugar central en la conceptualización al carácter negociado de las normas, que están abiertas a “interpretaciones”

73


divergentes y antagónicas en relación con intereses divergentes y antagónicos de la sociedad40. Lo que distancia a los sociólogos comprensivos de Émil Durkheim es el problema que plantea Max Weber cuando define la conducta como acción con sentido. El problema no es que haya sentido y a través de él se interpreten las conductas, sino la cuestión es cómo se construye el sentido. ¿Se trata de una precomprensión fenomenológica, como parece suponer la sociología de Alfred Schutz41 o se trata del sentido práctico confeccionado por los actores sociales en contextos determinados? Se puede trazar a propósito un intervalo que recorre una gama de alternativas, desde la puesta en suspenso de un sentido trascendental (epojé) hasta la indicial42 señal usada por los actores en sus prácticas e interacciones. Por lo tanto un recorrido filosófico que viene de Husserl y llega a Peirce. ¿Cómo diferenciar en todo caso el sentido develado por el observador del sentido vivido por los actores sociales? Problema pendiente en la fenomenología existencial, problema asumido por la postura de indiferencia de la etnometodología. Esta distancia entre el estructural funcionalismo y la sociología comprensiva vuelve a plantear la cuestión de lo qué es un hecho social. Al estar el hecho social plagado de sentido, al no poderse desprender del sentido, al formar parte de una narratividad social, queda claro que la descripción y la explicación del hecho social no se agota en la concepción externa de Durkheim. Tampoco se resuelve el problema con la aplicación de la racionalidad social al estilo de Weber. La adecuación de medios a fines supone una única racionalidad

40

Anthony Giddens: Las Nuevas Reglas del Método Sociológico. Crítica positiva de las sociologías comprensivas. Amorrortu 2001. Buenos Aires. Pág. 37. 41 Alfred Schutz: Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt. Alemania 1932. The Phenomenology of the Social World. Londres 1972. 42 Categoría usada por Peirce en el contexto se su semiología. También recategorizada por Yehoshva Bar-Hillel como indexical expressions en su libro Aspects of Language. Jerusalem 1970.

74


que impera en el mundo social. Lo que la sociología comprensiva desata son las múltiples racionalidades inherentes al hecho social. Anthony Giddens evalúa las teorías sociales de Alfred Schutz, Peter Winch43 y Harold Garfinkel44, tres escuelas de la sociología comprensiva, influenciados por Ludwig Wittgenstein45 y, en el horizonte filosófico, conmovidos por la fenomenología de Edmundo Husserl. A pesar de sus diferencias, encuentra similitudes epistemológicas que pueden someterse a una evaluación. Giddens describe

lo común del la sociología

comprensiva del siguiente modo: Por divergentes que sean en algunos afectos, las tres escuelas del pensamiento que he considerado antes tienen bastante en común. Coinciden en las siguientes conclusiones y me parece que todas estas tienen una profunda importancia para cualquier evaluación de la naturaleza del método sociológico. Primero, la Verstehen no se debe considerar una técnica de investigación propia del científico social, sino que es genérica para toda interacción social como tal en tanto es – con palabras de Schutz – “la forma vivencial particular en la que un pensar de sentido común toma del mundo socio-cultural”. Segundo, es consecuencia directa de lo anterior que, en sustancia, los investigadores sociales utilizan recursos del mismo tipo que los legos para comprender la conducta que se proponen analizar o explicar; y viceversa, la “teorización práctica” de los legos no puede ser meramente descartada por el observador como un obstáculo para la comprensión “científica” de la conducta humana, sino que es un elemento vital por el cual los actores sociales constituyen o “producen” esa conducta. Tercero, los acopios de 43

Peter Winch: The Idea of a Social Science. Lenders 1958. Harold Garfinkel: Studies in Ethnometodology. Nueva Jersey 1967. 45 Sobre todo el segundo Wittgenstein. Revisar Gramática Filosófica. UNAM, México D.F., también Philosophocal Investigations. Oxford 1968. Hay traducción al castellano: Investigaciones filosóficas. 44

75


saber a los que recurren rutinariamente los miembros de la sociedad para producir un mundo social provisto de sentido se basan en un saber orientado pragmáticamente, que en gran medida se da por sentado o permanece implícito, esto es, un “saber” que el agente raras veces puede expresar en forma proposicional, y al que no se aplican los ideales de la ciencia -exactitud de formulación, consistencia lógica, definición precisa del léxico-. Cuarto, los conceptos que el científico social emplea necesitan de una comprensión previa de los que usan los legos para sustentar un mundo social provisto de sentido, o se basan en estos46. La crítica de Giddens se encamina de la siguiente manera: La elaboración de esos temas en la obra de los diversos autores mencionados, por otra parte, se ve limitada por las debilidades características de las concepciones que sustentan. Primero, todas tratan de acción como sentido y no como praxis, o sea, el compromiso de los actores con la realización práctica de intereses, incluida la transformación material de la naturaleza por la actividad humana. Segundo, en parte a consecuencia de lo primero, ninguna reconoce la centralidad del poder en la vida social. Incluso una conversación al pasar entre dos personas es una relación de poder a la que los participantes pueden aportar recursos desiguales. La producción de un mundo social “ordenado” o “narrable” no puede ser comprendida meramente como un trabajo de colaboración realizado por pares: Los sentidos que entran en juego expresan asimetrías de poder. Tercero, las normas o reglas sociales son susceptibles de interpretación diferencial; la interpretación diferencial de los “mismos” sistemas de ideas está en el corazón de las luchas basada

46

Ibídem: Págs. 72-73.

76


en la división de intereses: Las luchas entres católicos y protestantes, por ejemplo, que han figurado en la historia del cristianismo de occidente47. La crítica de Anthony Giddens a las escuelas sociológicas comprensivas hace notar la ausencia de problemas relativos a la praxis, al poder y a la interpretación diferencial. Esta crítica parece ser adecuada teniendo en cuenta el carácter dinámico, político y diferencial de las sociedades. Empero Giddens obvia un atributo fundamental de las formaciones sociales, la existencia histórica de estas formaciones. Hasta podríamos decir que la ontología de estas formaciones sociales es a la vez social e histórica. Cuando Giddens y ciertamente la mayoría de los autores que se ocupan de la sociedad escriben exponiendo sus investigaciones, tienen como referente un modelo único de sociedad, la sociedad moderna, burguesa, centrada en las pautas civilizatorias eurocéntricas, sociedad que tiene como componente económico al capitalismo, por lo tanto industrial y postindustrial, direccionalizada por el trabajo, la producción y el comercio. Este modelo de sociedad supone también un modelo único cultural,

la

hegemonía

valórica,

subjetiva

y

simbólica.

Quedan

descartadas de este referente metodológico las sociedades periféricas, las sociedades abigarradas, las sociedades que históricamente marcan la diferencia con el llamado orden civilizatorio dominante, sociedades culturalmente distintas. Podemos anotar entonces en Giddens ausencias preocupantes, sumando a las faltas que él anota respecto a otras corrientes teóricas y metodológicas; estas ausencias tienen que ver con las discontinuidades históricas y

las diferencias culturales. Estas

ausencias nos llevan directamente a otras, una que tiene que ver con alternativas constituciones de la subjetividad, la segunda tiene que ver con el reconocimiento de otros substratos éticos. Considerando estas

47

Ibídem: Págs. 73-74.

77


cuatro ausencias, añadidas a las que anota Giddens, podemos pensar la posibilidad

histórica

de

proyectos

civilizatorios

alternativos

al

hegemónico. No se trata de diseñar nuevas utopías, tampoco de evaluar el campo de posibilidades político, sino de dar lugar a aperturas metodológicas en cuanto a las reglas del método sociológico. La transformación metodológica de da entonces con la emergencia de la multiplicidad de referentes societales. Esto conlleva a la incorporación del eje

de

desplazamiento

histórico,

de

la

diferencia

cultural,

de

subjetividades alternativas, de alteridades éticas como concurrentes substratos societales, teniendo como horizonte proyectos civilizatorios conculcados por la conquista y el colonialismo, proyectos civilizatorios abiertos por el intelecto general y el poder constituyente de la multitud. Al respecto no podemos olvidar que los estudios sociales elaborados por el marxismo crítico no han perdido de vista el componente historicista de las formaciones sociales, sin embargo, no siempre han tenido en cuenta la diferencia cultural, menos las alternativas constituciones de la subjetividades colectivas y la presencia ocultada de otros substratos éticos. En este sentido, tampoco podemos olvidar que los estudios de Michel Foucault y el desarrollo de las teorías nómadas se han ocupado preponderantemente de alternativas constituciones subjetivas, han merodeado

la

posibilidad

de

otros

substratos

éticos,

criticando

prioritariamente a la razón política y a los dispositivos de dominación. Esto es cierto, pero de lo que se trata ahora, teniendo el desafío de los múltiples referentes societales, abordar el problema de la viabilidad de una metodología que integre todos los problemas anotados, las ausencias en unas escuelas, las faltas en otras, los aportes de unas, los aciertos de otras, incorporando los múltiples niveles del acontecimiento social.

Descripción del Campo Social 78


¿Qué entiende por campo social Bourdieu? ¿Cuál el dibujo sociológico que describe? Ciertamente el campo social tiene que ver con las reglas de su conformación y funcionamiento, con las estructuras estructurantes, las estructuras estructuradas y los instrumentos de dominación. Sin embargo, estos son los dispositivos, ¿pero cuál es la configuración del campo mismo? Da la impresión como si se multiplicaran las sociedades; habría sociedades económicas, sociedades intelectuales, sociedades educativas, sociedades políticas, etc., cada cual con sus propias reglas sociológicas,

internamente

atravesadas

por

la

concurrencia

y

la

competencia. Una lucha de clases específica y circunscrita a la especificidad del campo social en cuestión. Las reglas del Campo Social Pierre Bourdieu concibe el campo social como un espacio compuesto por una estructuración distribuida de capitales. Entiéndase capital aquí no como entiende Marx, como valorización dineraria, sino como recurso diferencial de clase, vale decir como un atributo de clase o de estrato social. El único capital bourdieuano que se aproximaría al sentido de capital dado por Marx en el capital económico. Sin embargo, incluso aquí, el capital económico funciona más en términos simbólicos que efectivos. El capital viene a ser algo así como la herencia social en determinado campo del quehacer social. El capital económico en el campo económico, el capital social en el campo social, el capital cultural en el campo educativo, el capital simbólico en el campo estético. Hay tantos capitales como campos sociales hay. Bourdieu habla de capital intelectual y campo intelectual, también habla de capital artístico. En Las Reglas del Arte estudia la génesis y estructuras del campo literario. También podemos hablar del capital científico y del campo científico. Hay pues campos y 79


capitales según campos. ¿De qué modo se relacionan los campos y los capitales? Pierre Bourdieu concibe una combinatoria de los capitales. Dice que los capitales son conmutativos, el capital social puede transformarse en capital económico. Lo mismo ocurre con el capital cultural y el capital simbólico. A su vez el capital económico pude trocarse en capital social, en capital cultural y en capital simbólico. ¿Lo mismo ocurre con los campos? Los campos son lugares, territorios, espacios característicos, con propiedades

relativas

al

campo.

Los

campos

están

distribuidos

espacialmente, definen la composición del campo social. Cada campo se estructura según las reglas de funcionamiento y composición. Por lo tanto los campos no se confunden, auque pueden dar lugar a intersecciones. Pero, entre todos los campos hay un campo matricial o, mas bien, todos los campos conforman este campo matricial. Este campo de campos es el campo social. De esta manera el campo social funciona de dos formas, es campo de campos, pero a su vez define la distribución de las estratificaciones de clase.

Transiciones Políticas Después de Octubre Después de los acontecimientos de octubre del 2003, se ingresó a una nueva coyuntura, si por coyuntura se entiende la articulación de situaciones en un momento dado. La insurrección pacífica popular de la ciudad de El Alto y la incorporación de la ciudad de La Paz a la asonada social dieron lugar a la sustitución constitucional. Estos sucesos vinieron acompañados por el bloqueo de caminos en el Altiplano norte y la marcha de los cooperativistas mineros a la sede de gobierno, marcha que fue cortada en Patacamaya por el Ejército. Sin embargo, los militares, no 80


pudieron impedir la incorporación de los mineros a la insurrección pacífica de juntas de vecinos, gremialistas y organizaciones sindicales. La insurrección pacífica pudo convertirse en cualquier momento en una guerra civil. La masacre de un centenar de personas con su secuela de medio millar de heridos no fue el resultado de un enfrentamiento armado sino el resultado de una represión. Después de la toma de la sede de gobierno por medio millón de personas movilizadas, organizadas en más de cuatrocientos juntas de vecinos de las dos ciudades colindantes (El Alto y La Paz), el estado de fuerzas en la región occidental de Bolivia estaba decidido, algo que no ocurría en la región oriental. En todo caso quedó pendiente el resultado de un posible enfrentamiento armado entre las fuerzas del movimiento social y las fuerzas armadas del Estado. Una vez que se supo de la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada y se dio lugar a la salida constitucional a la crisis, el movimiento social optó por aceptar el compromiso del nuevo presidente en cumplir con la agenda de octubre. La agenda de octubre comprende dos objetivos fundamentales del movimiento social: a) La recuperación de los recursos naturales, particularmente de los recursos hidrocarburíferos y b) la convocatoria a la

Asamblea

Constituyente.

La

recuperación

de

los

recursos

hidrocarburíferos pasa por la derogación del decreto presidencial que otorga la propiedad en boca de pozo del petróleo y del gas a las transnacionales,

pasa

también

por

lo

derogación

de

la

ley

de

hidrocarburos y la promulgación de una nueva ley de hidrocarburos soberana, que sea consecuente con una política energética y de industrialización, capaz de retener el excedente y crear efectos multiplicadores en las esferas económica, política y social. Para que se cumpla con esta condición de partida es menester que se reconstituya YPFB, restituyendo su posición central en la tareas de exploración, 81


explotación,

industrialización

y

comercialización.

La

Asamblea

Constituyente es concebida por el movimiento social como un poder constituyente, es decir como el poder de la multitud, por lo tanto debe estar conformada por las fuerzas vivas de la sociedad. En principio, por lo menos discursivamente, el presidente en transición se comprometió cumplir con estos cometidos. Este compromiso estuvo ratificado en sus tres primeros discursos, en el Congreso ante los parlamentarios y la opinión pública, en el Alto ante la concentración de las organizaciones sociales y en la Plaza San Francisco ante la concentración de la CSUTCB. Sin embargo, después de estos discursos, la práctica gubernamental se caracterizó por la ambigüedad de sus conducciones. El retroceso comienza con la conformación del mismo gabinete. Aparecen ministros del extinto partido Movimiento Bolivia Libre (MBL), escisión del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); reaparecen rostros que conformaron anteriores gabinetes, además de personas allegadas a las Organizaciones no Gubernamentales (ONGs). El presidente presenta un cronograma de actividades al congreso, entre los que se presentan los plazos para el referéndum sobre el gas, para la reforma constitucional, para la Asamblea Constituyente, para la nueva ley de hidrocarburos. Salvo el plazo dado para la reforma constitucional, los demás plazos no se han cumplido. Uno de los problemas que el gobierno considera crúciales a resolver es el del déficit fiscal; para tal efecto, se presento primero un conjunto de medidas, entre las que sobresalían, por su carácter inmediato, el impuesto a las transacciones y el impuesto al patrimonio. Ambos impuestos tenían como objetivo gravar a los sectores sociales más pudientes, evitando descargar el peso del déficit a los sectores sociales más pobres. Estas fueron las medidas más resistidas por los empresarios privados, particularmente por los empresarios privados de Santa Cruz. Un paro de transportes manifestó el desacuerdo de los afiliados al sindicato de transportistas. La COB también se adhirió al paro 82


con un exiguo número de convocados. El gobierno no tardo en modificar sus medidas favoreciendo a los empresarios privados. En lo que respecta a la nueva ley de hidrocarburos, hasta ahora el gobierno no presentó al parlamento su propuesta. Ante la posibilidad de una interpelación, renuncia el ministro de hidrocarburos Álvaro Ríos Roca. Ante esta falencia el presidente designa como nuevo ministro en esta cartera al conocido político Antonio Aranibar, excanciller de Gonzalo Sánchez de Lozada y firmante de la ley de capitalización. Las organizaciones sociales ven en este nombramiento una concesión funesta a las presiones de las trasnacionales. Como confirmando esta capitulación el gobierno retira a su delegado presidencial para la revisión de la capitalización, Juan Carlos Virreina, quien había sobresalido de entre los funcionarios por el positivo cumplimiento de sus tareas fiscalizadoras. El delegado presidencial hizo conocer estadísticas donde se demostró la excesiva ganancia de las trasnacionales en relación a la relativa inversión de las mismas. Denunció ante la fiscalía los incumplimientos de la ENRON y el manejo doloso en la atribución de privilegios a esta empresa cuestionada internacionalmente. Se hicieron evidentes las diferencias entre el delegado presidencial y el ministro de hidrocarburos. Esta contradicción la resolvió el presidente inclinándose a favor de Antonio Aranibar y sacrificando Gonzalo Virreina. Con esto parece quedar claro que el poder de las trasnacionales gobierna al propio gobierno. Estos síntomas son alarmantes pues expresan un recular continuo del gobierno frente a los intereses de los empresarios y las trasnacionales. Los partidos sistémicos se aproximan al gobierno cercando al presidente, comprometen su apoyo cuando el gobierno da señales de derechización, cumpliendo con la agenda de los partidos sistémicos, alejándose constantemente de la agenda de octubre. En el Horizonte, la Muerte

83


Después de Octubre del 2003, ya dentro de una nueva coyuntura, dada por la sustitución constitucional, producto político de la victoria popular, un suceso dramático, acontecido el día martes, 30 de marzo de 2004, deja su profunda huella en la memoria colectiva del movimiento social. El ex-minero metalurgista Eustaquio Picachuri decide inmolarse en la entrada lateral del Palacio

Legislativo. No

fueron fructíferas

las

negociaciones de los servicios de seguridad del legislativo, tampoco la intervención de algún personero de la COMIBOL, ni mucho menos de los dogmáticos funcionarios del fondo de pensiones. Pudo más la memoria deprimida de frustrantes e interminables negociaciones de los de la generación sándwich con el Estado para la devolución de sus aportes para la jubilación, aportes donados en el trayecto de vida de trabajo remunerado,

el

recuerdo

de

dramáticas

protestas

y

demandas,

elocuentes, empero inexplicablemente insuficientes para lograr la atención de la demanda, pudo más el cansancio detenido en el cuerpo después de largas y agotadoras marchas. Ante esta remembranza y ante la presión constante de la policía, mirado por el recuerdo de los rostros desfigurados de los compañeros de lucha, podridos como él por el hambre y una laberíntica burocracia desalmada, Eustaquio decidió sacrificarse a nombre de todos ellos, los marginados. Con él se fueron también dos oficiales policiales de seguridad. El balance funesto de este desenlace inesperado es de tres muertos y varios heridos. Después de este hecho trágico es menester hacer un balance crítico de la coyuntura. El Gobierno en Suspenso El gobierno de Carlos Mesa es un gobierno de transición penosa. Su trayectoria sinuosa hace de este su recorrido político una verdadera vía crucis. Al inicio de su gestión se compromete con el movimiento social en dos medidas trascendentales: La derogatoria de la Ley de Hidrocarburos 84


y la Asamblea Constituyente. Ambos compromisos se encuentran pendientes. Se puede decir que se encuentran embarcados en un arduo proceso de lucha en un campo de fuerzas. Las fuerzas antagónicas al movimiento social han logrado imponer sus condiciones, obstaculizando con esto un manejo desenvuelto de los temas. La presión de las trasnacionales termina dibujando un panorama abstruso en lo que respecta a la viabilización de políticas en el marco de la soberanía nacional. Las oligarquías regionales conspiran abiertamente contra el gobierno atizando los regionalismos y enarbolando la consigna de las autonomías. Se suman a esta pugna los sectores sociales que se oponen a pagar los impuestos propuestos por el gobierno: El relativo a las transacciones y el que corresponde al patrimonio. En este campo de fuerzas intervienen los transportistas que exigen la ampliación del mentado perdonazo. Fueron ellos los que protagonizaron un paro contra el titubeante e inestable gobierno. Desde otra perspectiva de los intereses sectoriales, la

Central Obrera

Boliviana

(COB) ejecuta bloqueos,

desarrolla marchas, planea medidas de presión, y termina pidiendo la renuncia del presidente. Todo esto, esta pugna de fuerzas en el campo político, tiene que observarse tomando en cuenta que por el momento el movimiento social se encuentra en reflujo, fragmentado y diseminado, después del monumental esfuerzo en la asonada social de octubre del 2003.

El movimiento social no ha retomado su ritmo, su trayectoria

acumulativa, no ha elaborado todavía una posición en lo que respecta a las inconclusas políticas del gobierno, en relación a su pretendida equidistancia de las fuerzas en pugna. Para eso hace falta volver a las prácticas de la democracia comunitaria, a las discusiones de las asambleas de bases, a la formación de consensos colectivos, logrando alianzas, acumulando fuerzas, orientando direcciones estratégicas. La ausencia de la fuerza social deja un vacío político, que pretende ser llenado por demandas sectoriales o por el peso económico de las 85


oligarquías regionales. Detrás de las bambalinas, se hace sentir la presencia oculta, pero constante, en permanente acecho, de la composición orgánica del capital de las trasnacionales. Quizás éste sea el chantaje que más pervierte el perfil de la coyuntura. De ninguna manera se quieren perder los exacerbados privilegios ganados en el periodo neoliberal. Es este estado de las fuerzas en pugna el que debe ser tomado en cuenta en la evaluación del gobierno al momento de la inmolación de un minero. Un acto intensamente singular, la de la muerte La muerte es como el agujero negro, se traga la luz, se lleva todo consigo, en un acto inmenso, abismal, pero instantáneo. Su remolino gravitacional condensa la energía en un punto interior inencontrable. ¿Punto de torsión de la materia en su viaje a la nada? La muerte se lleva consigo una experiencia de vida, una conciencia, el recuerdo de los seres queridos y de los compañeros. La muerte, punto ciego que ahoga las preguntas acumuladas, dejándolas sin respuesta. La muerte de Eustaquio Picachuri nos retrotrae dramáticamente a las condiciones conmovedoras de la realidad social. Los problemas sociales, la explotación, discriminación e injusticia social no se han resuelto. Ante los cuales no hay disposiciones estatales para atender radicalmente la problemática social. Entre estos problemas y el gobierno hay una distancia inconmensurable. La estrategia gubernamental sigue siendo la misma: Construir discursos justificativos de la inmovilidad penosas del aparato estatal, argumentar por la postergación del tratamiento del problema, disculparse debido a la falta de recursos, desviando la atención en otro problema atingente y preocupante para la burocracia estatal, el déficit fiscal. Lo cierto es que no puede haber ninguna solución económica ni política si no se atiende la dramática condición social, sobre todo teniendo en cuenta que ésta es 86


consecuencia en parte del costo social de las políticas de ajuste estructural y privatización de la economía.

Lo primero que se tiene que atender

entonces, como condición de posibilidad para atender los otros problemas, es el corrosivo deterioro de las condiciones de vida. No puede haber excusas validas ante la desatención de la problemática social. Si no se atiende la cuestión social, en el horizonte la muerte amenaza con tragarse todo. Diagramas y estructuras de poder Es menester contar con el mapa de fuerzas, los diagramas y las estructuras de poder conformados en Bolivia durante el periodo neoliberal (1985-2003). Parte de esta geografía política tiene que ver con periodos pasados, mas bien con la historia del poder en la formación social boliviana, sin embargo, la incorporación de la economía nacional a los perturbadores procesos de globalización ha vuelto a diseñar el mapa de las fuerzas en el contexto histórico político del nuevo orden mundial. Esto no quiere decir, de ninguna manera, que el mapa institucional se ha modernizado,

adecuándose

a

las

exigencias

del

momento.

Paradójicamente, la globalización, que adquiere un carácter privatizador en el diseño económico, ocasiona el fortalecimiento local y regional de las estructuras más conservadoras del poder. Las clases sociales dominantes adecuan a la globalización sus empresas, instituciones y formas de organización afincadas en la red de relaciones sociales herederas del colonialismo interno y de la formación de un capitalismo supeditado de inicio al capital global, concentrado en los centros de acumulación del ciclo del capitalismo vigente. La implementación de políticas neoliberales buscó supuestamente salir del modelo de un capitalismo de Estado para ingresar de lleno a un modelo puro de economía de mercado. Sin embargo, no se desprendieron de ciertos aspectos del Estado que van más allá de la mera 87


regulación, que tienen que ver fundamentalmente con la subvención clientelista de las oligarquías regionales, a la empresa privada, a la pretendida burguesía nacional. Esto no solo tiene que ver con la postergación indefinida de las deudas de la empresa privada al Estado, sino también con directas subvenciones realizadas a través de constantes refinanciamientos bancarios e intervenciones estatales garantizando mercados, internos y externos. El espacio estatal también sirve para que las élites locales, vinculadas a las empresas privadas y las oligarquías regionales, ocupen espacios de decisión en el poder ejecutivo, logrando garantizar con estas cuotas de poder su participación en el excedente económico. El Estado en el periodo neoliberal no ha dejado de ser clientelista y prebendal. Los circuitos de influencias, en vez de aminorarse, se han extendido ampliamente. La corrupción campea en el espacio de relacionamiento entre el Estado y las empresas. Si a este contexto añadimos lo que ocurre con el relacionamiento entre gobierno y empresas trasnacionales, el panorama se enrarece aún más. Los dispositivos gubernamentales están profundamente atravesados por los circuitos de influencia de estas empresas extraterritoriales. Los ministros fungen como agentes de los intereses de las trasnacionales. Las presiones se hacen sentir constantemente, sobre todo cuando se anuncian modificaciones en lo que respecta a las políticas y dispositivos legales que regulan las concesiones a las trasnacionales. La residencia de las trasnacionales en el país define un circuito económico que, lejos de retener el excedente, ocasionando efectos multiplicadores en la economía nacional, transfiere la riqueza a los centros de acumulación de capital. La presencia de las empresas trasnacionales no refuerzas los procesos de desarrollo, sino mas bien los debilitan, ocasionando el deterioro de la estructura económica. Se puede decir que la presencia de las empresas trasnacionales deforma el desarrollo local, regional y nacional. En estas condiciones se da lugar una alianza perversa entre las oligarquías 88


regionales y empresas trasnacionales, reforzando la supeditación de las formas de capitalismo regional y nacional al capitalismo global. En otras palabras la llamada burguesía nacional, la empresa privada, las oligarquías regionales se contentan con migajas en el reparto del excedente, dejando la parte del león a las trasnacionales. La burguesía nacional no apunta a disputar una participación mayor en el excedente, se contenta sumisamente con la supeditación. Esta supuesta burguesía está lejos de apuntar a un nuevo ciclo de capital, que es lo que correspondería a una burguesía imbuida de la lógica capitalista. Lo que constata que estamos ante fragmentos de clase precapitalista que imita modales burgueses, sin lograr asimilar el contenido de las lógicas acumulativas de capital. Quizás esta sea la razón social, la condición de clase, que determina de entrada los límites de los proyectos liberales y neoliberales en Bolivia, como ocurre en los países periféricos del modo de producción capitalista. El diagrama de poder es un mapa de fuerza y las estructuras de poder son los armazones internos que componen a las instituciones orientando las estrategias inherentes. Se podría decir que las estructuras de poder componen la arquitectura institucional. Los diagramas de poder tienen que ver con las máquinas abstractas que inducen comportamientos a una masa cualquiera de cuerpos, dan forma a lo informe. Podemos hablar de hasta tres diagramas que atraviesan la modernidad, el diagrama del castigo, el diagrama disciplinario y el diagrama del control. El diagrama del castigo corresponde al paradigma de la cárcel, la suspensión de libertad y de los derechos, el objeto de poder del diagrama del castigo es el cuerpo del delincuente. El diagrama disciplinario corresponde al paradigma del panoptismo, la obsesión es iluminar todo para vigilar todo, afectando a los cuerpos para encausarlos a su domesticación y docilidad en función de la apropiación de su tiempo de trabajo. El diagrama del 89


control se desprende en la etapa tardía de la modernidad, caracterizada como postmodernidad, corresponde a la desinformalización de las instituciones y al desdisciplinamiento, haciendo más fluidas las relaciones de fuerza, apertura que libera flujos nómadas, sin embargo, persigue controlar este diagrama postmoderno de poder. El control se produce mediante la imitación maquínica de los flujos nómadas. Para el caso de la formación social boliviano no podríamos restringirnos a la posibilidad de los diagramas que atraviesan la modernidad sino que es indispensable remontarnos a la pervivencia de diagramas premodernos. Michel Foucault configura por lo menos tres diagramas premodernos, el diagrama del suplicio, que es el que más estudia, el diagrama parroquial y el diagrama de la polis, de estos últimos se atiene sólo a dibujar bosquejos. El diagrama del suplicio corresponde al teatro de la crueldad, al martirio del cuerpo, a la administración del dolor, a la tortura y a la confesión. La confesión aparece como verdad producida por este diagrama. El diagrama parroquial corresponde al mapa de fuerzas diseñado por el cristianismo, se refiere a la relación de dependencia religiosa entre el pastor y su rebaño. Hay otro diagrama que menciona Foucault en Apuntes para una crítica de la razón política, éste tiene que ver con el mapa de fuerzas que atraviesa la polis griega, corresponde al cuidado de la ciudad, conjunciona el gobierno de uno mismo, el gobierno del oikos y el gobierno de la ciudad. Foucault propone que la razón política combina el diagrama parroquial, usado en términos de tecnologías de la individualización, y el diagrama relativo al cuidado de la ciudad. La combinación de ambos diagramas en la modernidad da como resultado el paso a la gobernabilidad, función primordial y problemática acuciante en los Estado-nación modernos. Jacques Rancière se refiere a esta forma de ejercer la política como práctica policial. La moralización, la salud pública y el cuidado de la ciudad son tareas relativas al orden policial. La política se habría reducido a eso, a mantener el orden. 90


Para comprender los diagramas de poder y las estructuras de poder en Bolivia es menester develar otros diagramas de fuerza en cuestión. Quizás uno de los más importantes es el diagrama colonial, afincado en estas tierras desde la Colonia, reproducido con sus distintas modificaciones hasta nuestros días. Se trata de un diagrama de ocupación territorial y reducción poblacional, que produce efectos disgregadores en las culturas nativas y desarrolla procesos de aculturación, de asimilación supeditada a la cultura e ideología dominante. En lo que respecta a la constitución de subjetividades, el diagrama colonial atraviesa las identidades colectivas quebrando sus formas de cohesión y sus formas de representación colectivas, inoculando el germen de

la edipización. Es así como

caracterizan

esta

Deleuze

y

Guattari

a

constitución

subjetiva

individualizada, correspondiente a la modernidad eurocéntrica, empero generalizada por los colonialismos y los imperialismos a los continentes colonizados. No sólo se dan lugar a simbiosis y sincretismos perversos sino que se injertan dispositivos, agenciamientos, procedimientos y técnicas de individualización en contextos que se conforman, cohesionan y reconocen por sus matrices colectivas. El diagrama colonial se inscribe en los cuerpos en el complejo proceso de exclusión, delimitación y subordinación, inscribe en ellos la historia política de la supeditación política y la subsunción económica. Este diagrama no es homogéneo sino que se configura históricamente en su variedad geográfica, cultural, social y temporal. Los levantamientos indígenas han conmovido este diagrama heredado, las guerras de independencia, lejos de abolirlo, lo han redituado

internamente

en

la

circunscripción

de

las

nuevas

administraciones republicanas. Las revoluciones nacionales y sociales han provocado fisuras y quiebres en sus espacios diseminados, así como en sus estructuras anacrónicas, sin embargo perdurables. Pero, a pesar del tiempo histórico accidentado vivido en los cinco últimos siglos de la era 91


cristiana, el diagrama colonial subsiste orientando sus campos de fuerzas, sosteniendo las estructuras de poder, condicionando el papel de las instituciones, afectando la constitución de las subjetividades. Otro diagrama que forma parte de la herencia colonial es el diagrama misional. Este diagrama tiene que ver con la colonización religiosa, sobre todo en las bastas regiones tropicales de Sudamérica. Este diagrama combina el diagrama parroquial con la evangelización en territorios de poblaciones nómadas, por lo tanto arranca a los nómadas de sus circuitos itinerantes para fijarlos a la localidad centralizada por la parroquia. En su primera etapa este diagrama estuvo vinculado a la utopía religiosa de los jesuitas que buscaban realizar la ciudad de Dios en la tierra, conformar la república de Platón a partir de una matriz eminentemente religiosa, escapando con esto a los avatares de la historia de su tiempo, el comienzo de la vertiginosa y violenta modernidad. De este diagrama a quedado poco, sus reminiscencias locales en los hijos y nietos sobrevivientes de las otroras poblaciones nómadas. De todas maneras este diagrama o los fragmentos de este diagrama son importantes para comprender la inclinación religiosa de estas poblaciones. Ciertamente estos diagramas, el colonial y el misional, no son suficientes para comprender los mapas políticos

y

los

contemporáneas

mapas

sociales

postcoloniales.

de Es

las

formaciones

imprescindible

históricas

develar

otros

diagramas concurrentes en los distintos niveles del devenir político y social. Como sugerencia podemos suponer la existencia de un diagrama hacendado o gamonal vinculado a las grandes propiedades de tierra en manos de pequeños núcleos de herederos, compradores de tierras y beneficiados por los gobiernos de turno con la entrega de tierras, en evidente relaciones clientelistas. Siguiendo con las sugerencias se puede suponer también un diagrama clientelista que atraviesa el cuerpo social, el campo político y el propio mapa institucional. Es posible que este 92


diagrama

sea

el

de

los

más

importantes

para

comprender

el

funcionamiento institucional, las conductas y los comportamientos sociales en las sociedades postcoloniales. El diagrama clientelista funciona como un diagrama de reciprocidades pervertido. El circuito de influencias, la prebenda y la corrupción forman parte de este diagrama corrosivo. Estamos ante un diagrama que hace funcionar la lógica de los favores adelantados, las deudas diferidas, los pagos regateados, los compromisos pactados, las complicidades calladas. Alguna vez Jean Baudrillard se refirió a esta posibilidad como un campo de relaciones relativo a la economía política del chantaje. La dificultad y la seducción de este diagrama es que funciona en los umbrales, en los pasillos, en los intersticios, en la sombra y el los presupuestos. Se trata de un diagrama implícito, que se oculta a la vista, que configura en la provisionalidad la existencia de instituciones escondidas, sumergidas en el funcionamiento secreto de las relaciones sociales. Nos enfrentamos a instituciones sumergidas, empero efectivas. La deformación de lo legal, de las transacciones abiertas, de los discursos políticos, de las prácticas institucionales, se deriva de la matriz, de los estratos, substratos y paraestratos de este diagrama clientelar. Este contexto de diagramas que se dan en la historia y que llegan al presente, tanto como reminiscencias como diseños efectivos y duraderos de campos de fuerzas, no podría configurarse en su actualidad y emergencia sin tener en cuenta el funcionamiento de los mercados y de las relaciones capitalistas periféricas, que funcionan de una manera subsumida al capitalismo global. Es en este contexto que hay que ubicar y evaluar a las clases dominantes, las burguesías intermediarias, las élites de las formaciones históricas postcoloniales. Es en este contexto que hay que visualizar los engranajes de las dominaciones polimorfas, descubrir

93


las estrategias de las clases dominantes, los subterfugios de la burguesía intermediaria y las andanzas de las elites. Nacimiento de las oligarquías regionales Oligarquía quiere decir el gobierno de pocos, estos pocos son los ricos. Hablemos de este gobierno de los ricos, en principio como un dominio sobre

sus

propiedades,

las

tierras,

las

riquezas,

el

comercio,

recientemente, en la época moderna, sus propiedades pueden ser industriales, también sobre el capital financiero. En el código liberal se habla de empresarios. Este dominio sobre las cosas se traduce en el dominio sobre los hombres, el gobierno de las cosas y los animales en gobierno sobre los humanos. Los ricos, en la época moderna, los burgueses, hacen del gobierno sobre las cosas y sobre los humanos su Estado-nación. El estado de cosas se legitima en Estado político. La crisis económica, desatada durante la década de los setenta, que ha pretendido ser administrada por las llamadas políticas neoliberales, derivó en una crisis múltiple, económica, social y política. La emergencia de la multitud, como respuesta a la crisis y a las políticas neoliberales, pone en cuestión la dominación de las oligarquías. En octubre del 2003 se produce una insurrección popular pacífica, que deriva en la salida abrupta del símbolo del neoliberalismo, el anterior presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, ocasionando una sustitución constitucional y la formación de un nuevo gobierno, bajo la presidencia de Carlos Mesa, anterior vicepresidente. Estos sucesos nos trasladan a una nueva coyuntura, a un nuevo perfil del campo de fuerzas, a un nuevo mapa social y político. Las oligarquías regionales ven amenazados sus privilegios, también su dominación. Como respuesta a la asonada de octubre retroceden al regionalismo, buscando mantenerse en un poder local, ante la posibilidad de los cambios propuestos por el movimiento social. Las autonomías regionales son la 94


respuesta reaccionaria a las perspectivas en el horizonte trazadas por las movilizaciones sociales.

Las oligarquías regionales tienen indudablemente su nacimiento en la Colonia, sin embargo habría que aclarar que nacen de la disgregación de la estructura social colonial, en plena crisis de la dominación de la Corona, cuando se produce la invasión napoleónica al corazón mismo de los imperios español y portugués. Se desata una ola de rebeliones liberales en la península ibérica, rebeliones que en todo su proceso se pueden denominar como la Revolución Española. Título de un libro de Karl Marx. Estos pronunciamientos liberales repercuten en el continente de las Indias occidentales,

trayendo

a

colación

proclamas

liberales,

sueños

modernistas, para luego convertirse en proclamas y movimientos independentistas. Las oligarquías regionales nacen de la disgregación de la estructura social colonial, en el contexto de un proceso inestable de adecuaciones

políticas,

económicas

y

sociales

a

los

nuevos

condicionamientos históricos impuestos por las flamantes repúblicas criollas. Estas oligarquías regionales tienen sus procedencias singulares en ámbitos locales y regionales concretos. La expansión de su poder va depender de su vinculación con el Estado. En la medida que tiende a hacerse hegemónica va a generalizar sus procedimientos o, en su caso, los va a modificar, respondiendo a su nueva condición nacional. Va irradiar su perfil social, articulándose a los engranajes del Estado, pretendiendo la configuración de una ideología.

La Alternativa del Poder Constituyente Poder Constituyente y Estado 95


Nos encontramos ante la posibilidad de una Asamblea Constituyente, el problema al respecto no es tanto la convocatoria a la Asamblea Constituyente ni tampoco la elección de los constituyentes sino lo que se va a tratar en la Asamblea misma. Se ha hablado mucho de transformar el país, de refundar la nación, también de constituir las bases que reconozca los plenos derechos de las poblaciones nativas. Algunos ideólogos del movimiento indígena expresan la intención de indianizar la constitución.

Otros

más

moderados

proponen

como

solución

la

incorporación de las autonomías en la constitución. Estas autonomías son diseñadas tanto desde su substrato cultural, como de su espacio territorial, así como desde su recorte geográfico regional. Todos estos bocetos son todavía vagas generalidades, están lejos de ser propuestas teórico-políticas acabadas, susceptibles de convertirse en procedimientos operativos. El peligro está pues en discutir generalidades, aunque estas puedan ser sugerentes, marcadas por sus diferencias. Esta discusión no escaparía a su redundancia ideológica. Lo que importa para el caso, la posibilidad de una Asamblea Constituyente, es no sólo debatir propuestas elaboradas, elucidadas en su propia coherencia y sistematicidad, sino en comprender su correlación dinámica con el campo de fuerzas, con los intereses de las clases sociales, pueblos, naciones, etnias encontradas. Lo que interesa es desentrañar el valor histórico político de lo que está en concurrencia. El dilema de la Asamblea Constituyente se encuentra marcado por la diferencia que hay en tratar de resolver el conflicto social, dilema que se da al reconocer los poderes prácticos. En esta perspectiva la Asamblea Constituyente trata de lograr un acuerdo, un gran pacto inicial, un consenso social que dirima sobre la diferencia, buscando limitar y compensar los poderes de unos sectores y de otros. Esta Asamblea Constituyente caería en el eclecticismo, que por su misma obsesión por el equilibrio, terminaría estática y se derrumbaría en su propia 96


inoperancia, a no ser que una fuerza social gravitante se aproveche de los instrumentos constitucionales y los use para ejercer hegemonía. Siguiendo el contraste, otra posibilidad de la Asamblea Constituyente es que esta se conforme como poder constituyente, es decir, que la instancia de la asamblea sea supeditada a la fuerza creativa del

poder

constituyente.

poder

Esta

Asamblea

Constituyente

supeditada

al

constituyente de la multitud, no sólo estaría conformada por las fuerzas vivas de la sociedad sino que expresaría discursivamente los anhelos transformadores del poder constituyente. Entre ambas posibilidades, la de una Asamblea Constituyente constitucionalista y la de una Asamblea Constituyente constitutiva, aunque también en el contexto que definen estas emergencias, tenemos una variedad de viabilidades que deben tomarse en cuenta, dependiendo de los efectos que causaría en el campo político. Entre las más preocupantes de estas posibilidades se encontraría la circunstancia que nos lleve a una Asamblea Constituyente que reproduzca la estructura constitucional de la Constitución anterior, introduciendo algunas modificaciones, algunos cambios, que pueden ser más retóricos que fundamentales. Entre las variaciones de los estilos de la Asamblea Constituyente también se encuentra la posibilidad de que la sumatoria de los cambios terminen legitimando el poder de grupos privilegiados. Con todo esto se habría vivido una experiencia frustrante en la que el poder constituyente de la multitud terminaría expropiada por una ingeniería constitucional, que no haría otra cosa que limitar el poder de la multitud, restringir las consecuencias transformadoras de su fuerza, logrando reiterar políticamente las condiciones impuestas por las estructuras de poder vigentes. ¿Cómo escapar a este desenlace político? ¿Cómo lograr mantener la fuerza creativa del poder constituyente? ¿Cómo hacerla duradera en el transcurrir histórico? ¿Cómo evitar que el poder constituyente sea 97


expropiado por el aparato constitucional? Quizás la solución democrática tenga que ver con las relaciones que establece la Asamblea Constituyente con la multitud. Se trata entonces de convertir a la Asamblea Constituyente en el lugar donde confluyen las voluntades de la multitud, donde llegan las elaboraciones colectivas del intelecto general, donde se traslada la multiplicidad y pluralidad de asambleas desplegadas en la matriz social. Hay que supeditar pues la Asamblea Constituyente al control social de las asambleas permanentes conformadas en el cuerpo social. La democracia no puede ser sino el producto constante de la participación de todos.

Poder Constituyente, Asamblea Constituyente y Constitución Condorcet

aconseja

que

cada

generación

construya

su

propia

constitución. En este sentido la constitución revolucionaria de 1793 establecía que: Un pueblo siempre tiene el derecho de revisar, reformar y cambiar su Constitución. Una generación no puede someter a sus leyes a generaciones futuras48. Se supone que son distintos horizontes históricos los que le competen vivir a las generaciones y que la constitución

debe

transformarse

adecuándose

a

las

condiciones

sociopolíticas de los distintos contextos. Esta certeza puede conservarse en su generalidad, empero de lo que se trata es de comprender el proceso constructivo de la constitución, describir el mapa de fuerzas que le dio lugar. En otras palabras es indispensable entender la relación histórica que se da entre poder constituyente y constitución. Esto es precisamente lo que vamos a tratar de mostrar en este ensayo.

48

Artículo XXVIII.

98


Condiciones de posibilidad histórica de la Asamblea Constituyente La Asamblea Constituyente es una consigna democrática. La Asamblea Constituyente se mueve en el tiempo y en el espacio social. Recoge mas bien en su seno las modificaciones estructurales vividas en los periodos anteriores. El acto de fundación que es la Asamblea Constituyente se propone corregir las falencias y desigualdades estructurales que atentan contra las condiciones

de desenvolvimiento abierto y expansivo de la

praxis democrática. La fundamentación de la Asamblea Constituyente no puede ser otra que el desenvolvimiento pleno de la democracia, considerando el nuevo contexto histórico en el que se mueven las fuerzas y las instituciones. La Asamblea Constituyente está íntimamente ligada al poder constituyente de la multitud. Esta fuerza social se expresa creativamente como poder constituyente, este poder usa la asamblea como escenario deliberativo y resolutivo para constituir en ley las demandas sociales, las pasiones y deseos de la gente, para armonizar fuerza y discurso, estructura y superestructura. Por eso la Asamblea Constituyente debe corregir el mapa de desigualdades, debe destruir las bases donde se genera la corrupción, que atenta contra el ejercicio de la democracia. Estas bases tienen que ver con el monopolio de la violencia, el monopolio de tierras, el monopolio del capital, la privatización de los recursos naturales, el monopolio de las representaciones, el monopolio de la voz y de las imágenes. Se requiere entonces democratizar estos lugares distribuyendo

equitativamente

estos

recursos

sociales,

culturales,

políticos, comunicativos y naturales. En el horizonte histórico que vivimos, relativo a la globalización, que también

puede

caracterizarse

económicamente

como

postfordista,

caracterización que tiene que ver con la virtualización del trabajo y la 99


informatización de la producción, que en sus dimensiones regionales y locales, bolivianas y latinoamericanas, puede definirse como periodo neoliberal, de ajustes estructurales privatizadores, la mayor distorsión que atenta al desenvolvimiento democrático es la autonomización de lo económico y de lo político respecto de lo social. Es más, el problema se desarrolla como perversión cuando lo social es subsumido a lo económico y

lo

económico

invade

lo

político

en

su

expansión

maquínica

desenfrenada. En estas condiciones la sociedad se encuentra supeditada al capital, La democracia se halla restringida a la simulación política, al teatro

de

las

representaciones,

que

enmascaran

la

corrupción

generalizada en los aparatos que atraviesan al Estado y las instituciones que generan la economía. En este horizonte, una necesaria corrección fundamental de la asamblea constituyente es la recuperación del ámbito de lo social. Esta esfera debe no sólo recuperar su autonomía sino debe subordinar a su propia praxis y demanda a las otras esferas, la política y la

económica.

La

Asamblea

Constituyente

debe

situarse

en

la

temporalidad de la subversión social. El Poder Constituyente y la Crisis Estatal El poder constituyente es la fuerza inmanente del acontecimiento social, acontecimiento entendido como el flujo de múltiples singularidades históricas, singularidades que realizan la expansión efectiva de la existencia. Se puede decir que el poder constituyente es la voluntad de poder, en tanto que esta es la fuerza estética afirmativa de la caosmosis49. Esta recurrencia comparativa de la tesis de Antonio Negri con la crítica estética de Friedrich Nietzsche no es improvisada. Negri logra conectar la crítica de la economía política con la crítica de la filosofía que despliega

49

Título de un libro de Félix Guattari: Caosmosis. Manantial 1996. Bueno Aires.

100


Nietzsche,

retomando

las

corrientes

críticas

postnietzscheanas,

desarrolladas por Foucault, Deleuze, Derrida y Lyotard. Esta conexión tiene mucho que ver con el concepto de poder constituyente, fuerza efectiva de la historicidad que no puede ser sintetizada dialécticamente. El poder constituyente es la indeterminación histórica. Como dice Negri, hablar de poder constituyente es hablar de democracia50. Es hablar de la historia de la democracia, del constante nacimiento y renacimiento de la democracia, a partir de la potencia y las posibilidades desplegadas por la fuerza social. La democracia entendida como conflicto social, como lucha contra las desigualdades desde la base del prejuicio social de la igualdad. Negri dice que: La democracia es en efecto, teoría del gobierno absoluto, mientras que el constitucionalismo es teoría del gobierno limitado. Luego práctica de la limitación de la democracia51. Hay pues una contradicción, una tensión inestable, entre el poder constituyente y el poder constituido. Entre democracia como acción de masas y constitucionalismo. El concepto de poder constituyente expresas en definitiva el desenvolvimiento de la crisis estatal. Desde la perspectiva de la ciencia jurídica el poder constituyente es la fuente de producción de las normas constitucionales. Se trata del poder de instaurar un nuevo ordenamiento jurídico, de regular las relaciones jurídicas en el seno de una nueva comunidad52. Sin embargo, la ciencia jurídica no nos dice de donde sale el poder constituyente, lo concibe como salido de la nada, cuya existencia es extraordinaria, de corta duración, 50

Antonio Negri: El Poder Constituyente. Ensayo sobre Alternativas de la Modernidad. Librerías Prodhifi. Madrid 1994. Pág. 17. 51 Ibídem: Pág. 18. 52 Ibídem. Pág. 18.

101


limitado al tiempo que tarda su impulso creativo. La ciencia jurídica concibe de manera paradójica

al poder constituyente, como fuerza

omnipotente en cuanto nace de la nada y crea instituciones, pero extraordinario y limitado; en cuanto estas instituciones se ponen a funcionar el poder constituyente debe someterse al poder constituido. Sin embargo, el poder constituyente no sólo es omnipotente, sino también expansivo en el tiempo y en el espacio. Su expansión no se da en el mapa institucional sino en el espesor del tiempo inmanente de la historia efectiva, devenir que nace y recorre los cuerpos sociales.

Pero este

proceso interno, esta praxis creativa, es limitado por los dispositivos jurídicos políticos o, en su caso, subsumido e integrado a la máquina constitucional. En el balance que hace Negri sobre el concepto jurídico del poder constituyente, encuentra tres corrientes. Tres son entonces las soluciones propuestas, según unos, el poder constituyente es trascendente respecto al sistema del poder constituído; su dinámica viene impuesta al sistema desde el exterior; según otro grupo de juristas, aquel poder es por el contrario inmanente, su presencia es íntima, su acción es la de un fundamento; un tercer grupo de juristas, finalmente, considera la fuente de poder constituyente ni trascendente ni inmanente,

sino

integrada,

coextensiva,

sincrónica

del

sistema

constitucional positivo53. El poder constituyente no puede reducirse a los límites impuestos por la ingeniería constitucional, ya desemboque ésta en una delimitación trascendental,

ya

sea

subsumido

el

poder

constituyente

como

fundamento, en el caso de la interpretación jurídica inmanente, ya sea que se conciba su incorporación a la maquinaria constitucional de manera

53

Ibídem: Pág. 21.

102


integral.

El

poder

constituyente

es

irreducible.

Tampoco

una

interpretación sociológica, al estilo de Max Weber, puede atrapar al poder constituyente. De acuerdo a la interpretación weberiana el poder constituyente se encontraría en intervalo sociopolítico definido por el modo carismático y el modo racional de los estilos de resolución representativa y en el ejercicio de la práctica política. El poder constituyente no es un acontecimiento jurídico político, forma parte mas bien de la historia efectiva de las sociedades; se trata de acontecimiento histórico político. Lo histórico y lo político, dos ámbitos que genera el poder constituyente, dos dimensiones en las que el poder constituyente adquiere temporalidad y corporalidad, el poder constituyente se hace recurrente y adquiere forma. Pero, lo que importa aquí no es tanto la historicidad del poder constituyente, tampoco la forma o las formas que adquiere, en coyunturas o

periodos

determinados,

sino

la

propia

recurrencia

del

poder

constituyente como potencia histórica y como contrapoder. Para deconstruir el concepto de poder constituyente es menester desandar el recorrido de su formación histórica, de sus irrupciones violentas, de sus metamorfosis, de sus discontinuidades y saltos, de sus victorias, pero también

de

sus

derrotas,

de

sus

supeditaciones,

pero

también

transgresiones. Nada mejor para hacer esto que comentar al texto de Antonio Negri, intitulado precisamente el Poder Constituyente54. Un estudio erudito, histórico y teórico del poder constituyente. Podemos hablar de una arqueología y de una genealogía del poder constituyente. El libro de Negri comienza con el análisis del concepto de poder constituyente como crisis. La primera parte del capítulo se desarrolla 54

Antonio Negri: El Poder Constituyente. Ensayo sobre Alternativas de la Modernidad. Librerías Prodhifi. Madrid 1994. Pág. 17.

103


como crítica de la razón jurídica, racionalidad encargada de construir armazones normativos para atrapar la fuerza constituyente de lo social. Sigue con la elucidación de la contradicción inherente al poder constituyente y poder constituido, contradicción develada como conflicto entre constitución y revolución. Finaliza esta capitulo con la puesta en escena de la constitución de las subjetividades, substrato deseante y pasional de la historia de la lucha de clases. El capítulo segundo interpreta ingeniosamente el paradigma maquiavélico. Descubre las tensiones contenidas en la narratividad del filósofo político renacentista. La temporalidad política se encuentra atrapada en las indecisiones de El Príncipe. Maquiavelo logra concebir la democracia como gobierno absoluto en un campo alternativo de reformas en el Renacimiento. Según Negri todo esto nos traslada a una ontología crítica del principio constituyente. En el capítulo tercero se trata sobre el modelo atlántico como teoría del contra poder. El referente es la guerra civil inglesa y la emergencia de las prácticas discursivas republicanas. La primera parte trabaja la versión inglesa de la renovación de la crisis renacentista. La segunda parte se detiene en la interpretación erudita de la teoría de James Harrington que construye el concepto de poder constituyente como contrapoder. La tercera parte concluye la evaluación del paradigma atlántico con una ponderación teórica de los límites del motor constituyente, entendiendo estos límites como obstáculos constitucionalistas. El capítulo cuarto analiza las consecuencias políticas de la guerra de la independencia norteamericana; se evalúa la emancipación política en la constitución americana. La concepción americana del poder constituyente es espacial. La primera parte trabaja esta espacialidad constituyente y su frontera, como frontera de libertad. La segunda parte analiza las discusiones en torno al The Federalist, que tiene un tiraje de varios números. Entre sus autores notables se cuenta con los escritos de James Madison y Alexander Hamilton. Es importante la configuración del homo politicus y el desarrollo 104


de la máquina republicana. La tercera parte vuelve a trabajar la crisis en el contexto americano como crisis del acontecimiento. El capítulo quinto tiene como referente la revolución francesa; de la constitución espacial se pasa a la constitución temporal de lo político como movimiento revolucionario y constitución del trabajo. Este capítulo comienza con el enigma rousseauniano y el tiempo social que desprenden los cuerpos de los sansculottes. La segunda parte se detiene sobre las formas de la constitución del trabajo. La última parte del capitulo concluye con el análisis del periodo del Termidor, la voluntad, la acción y el proyecto político de terminar con la revolución, la misma que aparece como figura permanente; se trata de la tarea reaccionaria de ponerle límite a la revolución. El capítulo sexto trabaja las versiones marxistas del poder constituyente. También aquí se encuentra la manifestación de la crisis y de

las

contradicciones

inherentes

al

antagonismo

entre

poder

constituyente e institución. Este capítulo sugerentemente se intitula El deseo comunista y la dialéctica restauradora. La primera parte repasa el concepto de poder constituyente en el materialismo revolucionario. Se trata de una brillante hermenéutica de los escritos de Karl Marx. La segunda parte trata sobre el papel de Lenin en el contexto de la revolución bolchevique, su relación con el soviet y la paradójica restauración institucional. La última parte corresponde al análisis crítico de Negri de la concepción empresarial del socialismo. El último capítulo, séptimo, es un capítulo conclusivo, reflexiona sobre la genealogía expuesta del poder constituyente. La primera parte evalúa los conceptos spinozianos de multitudo y potentia. La segunda parte trabaja alternativas a la crisis de la modernidad, se propone comprender la desutopia constitutiva como praxis emergente. La última parte, tercera, avizora un horizonte: más allá de lo moderno.

105


La aplicación en Bolivia de esta genealogía del poder constituyente debe considerar la especificidad histórica y territorial, las temporalidades propias y las especialidades concretas, de la formación social. La primera pregunta que se nos viene a la cabeza es: ¿Cuándo, en qué momento se puede aplicar el paradigma maquiavélico al mapa de fuerzas y la geografía institucional de esta formación histórica específica? Comenzando por una de las figuras del modelo maquiavélico, la relativa a la mutación, podríamos

empezar

a

preguntarnos:

¿Cuándo

se

experimenta

socialmente una mutación trascendente que disloca el mapa institucional y de las costumbres? ¿Tenemos que remontarnos a la conquista (1532)? ¿No es este acontecimiento más que una mutación, un quiebre, una ruptura histórica que interrumpe el proceso de mutación vivido en el mapa social y cultural precolombino? ¿No tendríamos que hablar mas bien de otro acontecimiento que incide preponderantemente la historia social y política durante la Colonia y la República? Quizás sea más conveniente hacer esto, optar por un concepto más fuerte que el de mutación, que nos permite comprender esta violencia inicial, este momento de quiebre que inaugura los periodos coloniales; sin embargo, hacer esto no implica abandonar el concepto de mutación, pues las instituciones precolombinas no dejan de transformarse, como tampoco esto deja de ocurrir con las instituciones coloniales. La ruptura provocada por la conquista da lugar a un nuevo contexto de mutaciones. La percepción de la mutación llevó a Maquiavelo a concebir el tiempo social en su valoración política. A propósito dice Negri del concepto de mutación lo siguiente: El tiempo es pues la materia de la que están constituidas las relaciones sociales. El tiempo es la sustancia del poder. El tiempo es el ritmo sobre

106


el que se escanden y se ordenan todas las acciones constitutivas del poder55. La mutación es tiempo que transforma las instituciones. Es estructura y tiempo que irrumpe en la composición de las instituciones, corroyendo su estado de cosas y modificando su organización. En cambio, tendríamos que decir que la ruptura resuelve el trastrocamiento de un mapa institucional dado de una manera violenta, quebrando precisamente una mutación e imponiendo otra en otro contexto histórico. La ruptura no es tiempo y estructura, como es posible concebir la mutación, sino destrucción y alteración profunda de una temporalidad, destrucción y alteración que nos hace ingresar a otros niveles, a otros ámbitos de experiencias, dramáticas y hasta incomprensibles desde la percepción social acostumbrada hasta el momento de la ruptura. Tampoco se puede suponer que esta comprensión se da lugar desde la perspectiva del conquistador. Aunque se encuentre en una situación dominante, tampoco puede comprender lo que sucede, aunque la justifique civilizatoriamente y religiosamente. Tiene que pasar mucho tiempo para que puedan ser congruentes dicotómicas estructuras institucionales; porque de todas maneras, las nuevas estructuras institucionales se asientan sobre las ruinas de las estructuras

anteriores. Se produce entonces una

yuxtaposición. El tiempo político aquí se manifiesta como alteración, forzamiento, violencia en la adecuación de un mapa de fuerzas sobre otro. Al respecto, había que hacerse la pregunta: ¿Sobre esta hibridez, sobre esta yuxtaposición es posible la República? La respuesta parece ser negativa, mientras la mezcla de ambos diagramas de poder no logren una nueva composición armónica. Se

55

Ibídem: Pág. 65.

107


podría decir, con cierta discreción y reparo, hasta que no logren una síntesis56. La República supone una unidad no imaginaria, sino una unificación democrática. En tanto y en cuanto no se produjo una relación horizontal entre ambos mapas institucionales, el indígena y el colonial, no pudieron crearse las condiciones de posibilidad histórica de la República en las Indias occidentales. La subordinación colonial buscó mas bien colonizar los territorios y los cuerpos, vinculados a otros diagramas, a otras cartografías, a otras subjetividades. La democracia requiere en las Indias occidentales una irrupción simbiótica de lo indígena en todos los niveles. De lo contrario sólo se podría instituir una democracia imaginada y una República imaginaria, sin sustento material ni histórico. Este comienzo fatal se proyecto a lo largo de la historia colonial y republicana, la recurrencia de este comienzo en sus distintas formas, derivó en un mapa de cicatrices, de fisuras, de hendiduras, hoy podríamos decir de bloqueos, que hacen insostenible la democracia y la República. Respondiendo al libro de Marie-Danielle Demélas diremos mas bien que en el continente se hace imposible la política57. ¿Qué es entonces lo que aparece en vez de la política? La violencia, todas las formas de la violencia, la metamorfosis y mutación de la violencia. Las formas prácticas, las formas simbólicas y las formas imaginarias de la violencia inicial. El clientelismo, la corrupción, los pactos espurios, forzados, violentados. Las formas grotescas de la simulación política, de la imitación democrática, de la mimesis de la República criolla. Por eso asistimos desde entonces a una permanente crisis de Estado, a una permanente crisis

de

las

formas

de

poder.

Diremos,

en

otras

palabras,

figurativamente, a un constante movimiento de las placas tectónicas de las malformaciones sociales. 56

No vamos a discutir por el momento si se trata de una síntesis dialéctica, pues usamos este término mas bien como metáfora. 57 El libro de Marie-Danielle Demélas se intitula La Invención de la Política. Se trata de un estudio histórico de la constitución de las repúblicas de Bolivia, Ecuador y Perú, durante el siglo XIX. Instituto de Estudios Andinos.

108


Habría que también traer a colación otras figuras del paradigma maquiavélico: La virtud y la fortuna, la superación del gobierno mixto de Polibio en El Príncipe, es decir, la voluntad colectiva unificada, en otras palabras, el pueblo, la democracia, el poder constituyente. La ética y la suerte podríamos decir. La virtud y la ética tienen que ver con la conformación de un sujeto emergente, impulsado por la voluntad de poder. Entendamos subjetividad como cavidad de deseos, pasiones y afectos, como devenir de intensidades y de flujos sensuales, como corriente de significados y sentidos, como trazos de horizontes de visibilidad y umbrales de decibilidad; esto es la subjetividad es potencia histórica y estética de la multitud. La virtud y la fortuna aparecieron de forma condicionada y contradictoria en la guerra anticolonial y en la guerra de la independencia. Podríamos decir que aparecen de forma circunscrita e intermitente. Se

trata de momentos de intensidad, de

convocatoria y de disponibilidad de fuerza, se trata de periodos de rebelión, experiencias guerrilleras y de campañas militares. Este aspecto es rico en cuanto respecta a la entrega y al sacrificio; sin embargo, este derroche se encuentra condicionado por las perspectivas interpretativas de los actores y protagonistas. Las expresiones no superan los delirios liberales de la periferia. La ideología adquiere ribetes provinciales. Lo contradictorio de estas expresiones aparece en las limitaciones mezquinas impuestas a la ideología por los intereses locales, regionales, de clase. Delimitaciones históricas de las oligarquías terratenientes, de la movilidad social mestiza, ataviada por las propias incertidumbres de la crisis del imperio desgajado. Las repúblicas venideras forman parte de la metamorfosis dramática de este desgajamiento político. La res-publica no va lograr constituirse en su amplia expansión, ni como red, ni como ámbito público, ni como campo comunicante de las voluntades singulares generalizables por los discursos. Ni el pueblo ni la multitud terminan de 109


emerger de las raíces mismas de la crisis, de los substratos profundos de los sedimentos sociales yuxtapuestos por la colonia. La república y el Estado no llegaran a realizarse como praxis, no serán más que artefactos diseñados en el delirio mismo de la guerra, ensoñaciones a las que se va renunciar pronto, una vez que se disuelvan las cenizas de las batallas. El contenido social, cultural, étnico del pueblo emergente, de la multitud que recorre su propia memoria para hacerse presente, ha de ser exiliado a la sombra. Las élites van a apostar por una república de minorías. La virtud popular

va

ser

reducida

por

un

prolongado

procedimiento

de

descalificación, en cambio la fortuna llegara raudamente a las manos de las oligarquías, las que no tendrán escrúpulos en expropiar tierras comunitarias para enriquecerse. Tampoco tendrán reparos en usar la mano de obra indígena ni dejar de recurrir al tributo indigenal para salvar los baches de su propio déficit estatal. República Indígena-Mestiza Para los efectos de la realización democrática debemos hablar del poder constituyente indígena, emergente intermitentemente, constante en su latencia y perdurabilidad histórica, intensivo cuando irrumpe dislocando la continuidad colonial, actualizando en el presente antiguas luchas. La genealogía indígena es la que plantea de modo específico la historicidad concreta del poder constituyente en las sociedades postcoloniales andinas.

Este

poder

constituyente

originario

ha

sido

conculcado

repetidamente por los aparatos del poder constituyente, tanto en lo que se refiere a los dispositivos y agenciamientos coloniales como a los republicanos. La rebelión indígena del siglo XVIII fue acallada y su composición social perseguida, lo mismo sucedió con las rebeliones indígenas en el siglo XIX, fueron reprimidas, arrinconadas y exiliadas en su propio territorio. Es más durante la República no sólo se continua con 110


las prácticas colonialistas, sino que al no asumir democráticamente la cuestión indígena, al mantener su problemática en las estructuras mismas del Estado, se desata la espiral de una contradicción existencial inherente a una nación imaginada. La participación indígena en la Guerra Federal define la correlación de fuerzas entre el ejército unitario y el ejército liberal, a favor del último, empero la propia Guerra Federal se convierte en una guerra indígena contra la República. Las fuerzas en conflicto resuelven rápidamente y acordadamente sus diferendos para enfrentar la colosal rebelión indígena, el anterior aliado de los liberales, Pablo Zarate Willka es traicionado, aprisionado y ajusticiado. El naciente periodo liberal comienza su gobierno de manera espuria. La República, después de la Guerra Federal, sigue siendo una república sin indios. A más de medio siglo de la Guerra Federal y como consecuencias sociopolíticas de la Guerra del Chaco, estalla primero la Guerra Civil de 1949 y después la insurrección popular de abril de 1952. El paso del ciclo de la minería de la plata al ciclo de la minería del estaño, en el contexto mundial del ciclo del capitalismo inglés al ciclo del capitalismo norteamericano, ha de modificar el mapa de las estructuras y de las certificaciones sociales en el campo social de la formación histórica boliviana. De las contradicciones incontestable ente indígenas, por un lado, y mestizos-criollos, por otro – a pesar de las breves alianzas entre indígenas y mestizo, incluso breves alianzas entre indígenas y criollos, como en el caso de la Guerra Federal -, se pasa a la contradicción notoria entre indígenas, mestizos, proletarios, por un lado, y oligarquías latifundistas y burguesías mineras, por otro. Esta transformación de las contradicciones, inherentes a las modificaciones de la formación social, ha de repercutir en las formas de la crisis del Estado y por lo tanto también en la forma de su resolución. El enfrentamiento se desarrolla en las minas y en las ciudades, con repercusiones en el campo. En este contexto, el 111


poder constituyente adquiere evocaciones nacional-populares. En el discurso del nacionalismo revolucionario se expresa como antagonismo entre nación y coloniaje, entendido esta vez como manifestación del imperialismo capitalista. Aunque en la forma discursiva obrerista, la contradicción es enunciada como lucha de clases entre la oligarquía minero feudal y la alianza obrero campesina. Se trata de dos maneras de significar el antagonismo entre el poder constituyente y el poder constituido

en el

periodo

prerrevolucionario. De

las dos formas

discursivas, la práctica ideológica que se va convertir en hegemónica es la del nacionalismo

revolucionario.

La memoria larga del poder

constituyente, es decir, la vertiente indígena, ha de ser subordinada a la memoria corta, a la vertiente nacional-popular, durante una periodización que atraviesa el lapso de tiempo que dura desde 1935 hasta el 2000. Desde la finalización de la conflagración bélica hasta el bloqueo de caminos de septiembre del 2000. En esta cronología debemos observar la remembranza indígena anticipada, reminiscencia que se efectúa durante la década de los setenta con la conformación de los movimientos kataristas, después de la masacre de Tolata y Epizana, la llamada masacre del valle, desatada como represalia por parte de la dictadura del General Banzer. Esta anticipación del indianismo del nuevo milenio, a comienzos del siglo XXI, expresa la compleja dinámica entre las dos vertientes, la indianista y la nacional-popular. El katarismo de los setenta se incorpora al frente nacional de la Unidad Democrática y Popular (UDP). El indianismo del nuevo milenio mantiene su perfil propio, autónomo, desde septiembre del 2000 hasta septiembre del 2003, cuando el bloqueo de caminos del altiplano norte incorpora en las demandas aymaras la consigna nacional de la defensa del gas y la recuperación de los hidrocarburos. La consigna de la defensa del gas adquiere connotaciones multitudinarias en la ciudad de El Alto, cuando en octubre se lanza a una Huelga General Indefinida. En octubre se cruzan dialécticamente la 112


vertiente indígena y la vertiente nacional-popular, la memoria larga y la memoria corta, potenciándose mutuamente. Quizás la razón de su fuerza histórica se deba a esta combinación explosiva de temporalidades58. Las jornadas de movilización social de septiembre-octubre del 2003, que se desplegaron tanto en una geografía rural como en una geografía urbana, cuyos epicentros fueron el Altiplano norte, en un caso, y la ciudad de El Alto, con su consecuente irradiación en la ciudad de La Paz, sede de gobierno, en el otro caso, pueden ser muy bien comprendidas a partir de la complementariedad de las dos vertientes de la rebelión y la subversión, la indígena y la nacional-popular, que también pueden comprenderse a partir del juego histórico de la memoria larga y la memoria corta. Desde nuestra lectura, podemos decir que se trata de las dos formas del poder constituyente que atraviesan la formación social boliviana, dos formas de poder constituyente que sufren también su propia mutación, su devenir, dualidad entre continuidad y discontinuidad, su transformación y transfiguración en la temporalidad política y en el espacio social. La fuerza social no sólo de una rebelión, sino también de una insurrección pacífica, de una movilización general, gestada como huelga indefinida, radicaría en este caso en la actualización histórica de antiguas luchas y sus recorridos, de luchas recientes y sus trayectorias, de sedimentaciones geológicas de la memoria y de estratificaciones arquitectónicas de memorias recientes. La doble significación, la doble interpretación y el doble desplazamiento en espiral convergen en una complementariedad explosiva, en un presente extremadamente denso, atravesado por magnificas intensidades

58

Esta tesis de las dos vertientes de las rebeliones, la indígena y la nacional-popular, ha sido expresada por el historiador Forrest Hilton, después de una minuciosa revisión de los levantamientos indígenas en los siglos XVIII y XIX, y haber tenido la oportunidad de hacer una primera aproximación a la Revolución Nacional de 1952, al comportamiento de las masas en noviembre de 1979 y cierto seguimiento del ciclo de movimientos sociales que se desatan el 2000 y se alargan hasta octubre del 2003. Esta tesis la comparto plenamente; me parece que ayuda mucho ha comprender de manera integrada la irradiación, influencia y complementariedad de las dos vertientes. Ayuda entonces a elucidar mejor la gramática de los movimientos sociales.

113


pasionales. Las jornadas de septiembre-octubre más que ser una síntesis, son más bien una doble hermenéutica, que corresponde a una doble estratificación complementaria. Dobles espacios y espesores, atravesados y

tejidos

por

recorridos

simultáneos,

espacios,

espesores

y

temporalidades que mantienen sus propias autonomías relativas. Este hacerse presentes, como aconteció en septiembre-octubre, acaece en un momento de exacerbada intensidad, recogiendo y replegando sobre su propio acontecimiento la acumulación ampliada de experiencias dobles, de doble veta, de dobles lógicas sociales. Los acontecimientos de septiembre-octubre se pueden avaluar tanto desde la perspectiva indígena como desde la perspectiva nacional-popular, pero quedaría la evaluación limitada si es que no se alternan simultáneamente las dos perspectivas,

enriqueciéndose,

influenciándose,

irradiándose,

hasta

entrando en contradicciones en determinados periodos, pero siempre desplazándose mutuamente. La modernidad y el capitalismo han incorporado a su horizonte a la formación social, como periferia, pero también como umbral de ruptura. Esta afectación, este atravesamiento de lo global y mundial en lo nacional, regional y local, termina generando nuevas

contradicciones,

reestructurando

el

propio

colonialismo,

rediseñado como funcional a la acumulación capitalista. Las luchas anticoloniales son también luchas anticapitalistas y no dejan de ser, desde determinada perspectiva, luchas de liberación nacional. La problemática indígena es hoy una problemática social, política y cultural, tanto en el contexto nacional como en el contexto mundial. La resemantización de lo indígena en el contexto nacional es propia de la inserción de las formaciones autóctonas en el barroco de las formaciones abigarradas. Hay que también tener en cuenta que estas formaciones sociales sufren mutaciones debido a las condicionantes externas, de los mercados mundiales, de los intercambios internacionales, de las invasiones de capital y las transferencias del excedente de la periferia a los centros de 114


concentración

de

transformabilidad

capital. que

hay

Es

en

que

esta leer

el

variabilidad, sentido

durabilidad

histórico

de

y las

movilizaciones sociales. Con esto decimos que no se puede retener la mirada en lo local, menos en la descripción cronológica y secuencial de los eventos. Es menester abarcar los distintos desplazamientos. Por eso es menester una deconstrucción de la gramática de los movimientos sociales, deconstrucción que marcha paralela a un juego alterno de descontextuamiento-contextuamiento de los mismos. Hay que dejar que se configure y se transfigure el acontecimiento mismo a partir de sus múltiples

niveles,

sedimentaciones,

estratificaciones,

niveles

y

temporalidades. La república indígena-mestiza asoma en el campo de posibilidades del momento. Esta republica aplazada por los mismos proyectos liberales desde 1825, resurge retomando una duración mayor, la memoria larga del ayllu en el Altiplano, la cordillera, las caídas subtropicales y los valles andinos, de las territorialidades acuáticas nómadas de la Amazonia, de los recorridos itinerantes del Chaco Boreal, también de los cabildos y capitanías, misionales y postmisionales, de las parcialidades, de las comunidades y ferias coloniales. Emerge esta república peleando contra el olvido largo y corto. El olvido corto tiene que ver con la historia reciente de las luchas populares, cuyo magma imaginario radicaliza lo múltiple de los territorios y las condiciones de posibilidad históricas en la convergencia de representaciones colectivas de la morada, de la patria compartida, de la republica contenida por los aparatos ideológicos y políticos de un Estado que no deja de colonizar los cuerpos.

Movilizaciones Sectoriales

115


Después de las jornadas de septiembre-octubre del 2003, de la gran insurrección pacifica que llevó a la toma virtual de la sede del gobierno el jueves 16 por la tarde y a la sustitución constitucional, se han generado una serie de movilizaciones sectoriales vinculada a las demandas de sindicatos y de gremios. En la medida que estas movilizaciones se han prolongado, dando lugar no sólo a la secuencia insistente sino a cierta irradiación del conflicto sectorial, las movilizaciones urbanas han adquirido un carácter permanente. La Confederación y las Federaciones de Maestros se han lanzado a las calles buscando una respuesta a sus demandas económicas. La Central Obrera Boliviana (COB) intentó varias veces convertir los conflictos sectoriales en conflictos nacionales enarbolando consignas nacionales y pedidos de renuncia al presidente. En las

recientes

movilizaciones

se

hace

carne

la

consigna

de

la

nacionalización de los hidrocarburos. La COB y los sindicatos de los maestros

parecen

compartir

la

consigna

de

la

nacionalización.

Ciertamente los conflictos nos se circunscribieron sólo a las urbes, sino que también tienden a expandirse al área rural. Volvió la figura del bloqueo de caminos en el Altiplano norte, concretamente en la provincia Ingavi, particularmente en la quinta sección municipal de Jesús de Machaca, por el sector fronterizo del Río Desaguadero, en los alrededores de Guaqui, la capital de provincia. Este bloqueo es particularmente significativo, pues nos recuerda a la rebelión de Jesús de Machaca de la década de los veinte, en el colindante y vecino siglo pasado (XX). Las centrales y subscentrales sindicales de la sección optaron por el bloqueo de caminos haciendo conocer sus demandas, además de su posición respecto al referéndum y la nacionalización de los hidrocarburos. También el bloqueo de caminos reapareció en las provincias Yungueñas y en la zona de colonización de Caranavi. A diferencia del bloqueo de caminos del Altiplano Norte, en el caso del bloqueo en la zona subtropical andina, se hace evidente un conflicto infraregional, entre dos regiones productoras 116


de coca, entre la llamada zona tradicional y los nuevos productores en zona de colonización. Los colonizadores piden que su producción de coca sea reconocida y comercializada. Los campesinos cocaleros yungueños defienden su condición de productores de coca en la declarada zona tradicional. En el pleito local también se hace presente la discusión nacional sobre el referéndum y sobre el destino de los hidrocarburos. Como se puede ver, tanto en uno y otro de lo bloqueos, así como en las movilizaciones

urbanas,

las

reivindicaciones

locales,

gremiales

y

sectoriales, no pueden desentenderse de los temas nacionales, de las reivindicaciones del conjunto del movimiento social. Esto ocurre desde las jornadas de octubre, en parte como condicionamiento, determinación, evolución del propio movimiento, en términos de su unificación, su expansión e irradiación. Empero, hay que anotar lo siguiente: Después de octubre el movimiento social se disemina en sus expresiones sectoriales sin lograr repetir la articulación lograda entre septiembre y octubre, en la cúspide del ciclo de movimientos que se desarrollaron desde abril del 2000. ¿Por qué ocurre tal cosa? ¿Se debe a un reflujo momentáneo, que trata de ser revertido desesperadamente por algunas direcciones sectoriales? ¿Tiene que ver con la crisis propia y atingente al movimiento social? Estas preguntas van a tratar de ser respondidas a lo largo de este ensayo. En todo caso podemos adelantar que estas preguntas exigen un cambio de perspectiva en la mirada propia de los movimientos, pasar de una suerte de apología de los movimientos sociales a su crítica. Es menester detectar los límites que circunscriben al movimiento social, cohibiendo su propio despliegue, discontinuidad y salto, hacia otro escenario, donde el movimiento social sea hegemónico respecto a toda la sociedad, resolviendo problemas prácticos del accionar del poder. En todo este recorrido de las movilizaciones locales, no puede quedar al margen la movilización de los pueblos guaraníes del Chaco. La Asamblea 117


de Pueblos Guaraníes desplegó una masiva marcha hacia la Ciudad de Santa Cruz, para hacer conocer sus demandas históricas, además de su posición sobre los temas estratégicos nacionales. En el camino tomaron el Campo Margarita, lo que tuvo en vilo a las trasnacionales, a la Prefectura, al Comité Cívico Cruceño y otras instituciones regionales del oriente y del sur del país. Los pueblos originarios del Chaco resaltaron el hecho de que las tierras donde se encuentran los yacimientos hidrocarburíferos son tierras de asentamientos indígenas, por lo tanto son yacimientos que les pertenecen bajo la figura del reconocimiento de territorios indígenas. En boca de los dirigentes guaraníes se demandó la nacionalización de los hidrocarburos. Antes de este evento, de tremenda significación social y cultural, instituciones chaqueñas hicieron conocer el planteamiento subregional de convertir al Chaco en un departamento. Estos acontecimientos, esta emergencia de los conflictos sociales y étnicos, este desplazamiento de la lucha de clases hacia el oriente y el sur del país, muestra la tenue convocatoria de la media luna, por parte de las élites y oligarquías regionales del oriente y el sur del país. La demanda de autonomía regional fue una convocatoria de los comités cívicos de cuatro departamentos, Tarija, Santa Cruz, Beni y Pando; detrás de estos comités cívicos se encuentran las motivaciones de las camarillas y círculos de influencia regionales. Se trata de una convocatoria de minorías y élites; la propuesta regional no fue consultada a la mayoría de los pobladores y organizaciones sociales de las regiones. Por eso cuando se expresan estas organizaciones sociales, como ocurre con el pronunciamiento de las organizaciones guaraniés, las centrales obreras departamentales, incluso los comités cívicos de las provincias, no sólo se escuchan otras voces, más populares, sino que se escuchan otros discursos y otras prácticas discursivas, otras consignas y otras perspectivas sobré la problemática política nacional. Esto quedó muy claro en la reunión de los comités cívicos de Tarija, donde se impuso el punto de vista de las provincias 118


sobre el punto de vista del comité cívico de la ciudad capital departamentales. Los comités cívicos de las provincias de Tarija dejaron claro su acuerdo con el Referéndum. Posición que contrastó con la conspirativa posición del comité cívico de la ciudad de Tarija. Esta dualidad antagónica entre las provincias y la ciudad capital, entre los estratos sociales subalternos de la sociedad departamental y sus élites, entre pueblo y oligarquía, nos muestra el mapa dinámico de las fuerzas sociales regionales y, en este mapa, las verdaderas contradicciones del centralismo capitalino. La centralidad no se da sólo en el contexto andinocentrista,

tal

como

fustigan

los

comités

cívicos

capitalinos

departamentales, sobre todo el comité cívico de la ciudad de santa Cruz de la Sierra, sino entre las centralidades capitalinas departamentales y sus provincias. En las capitales departamentales residen las oligarquías regionales en un contexto popular de crecimiento urbano, debida más al crecimiento social que al vegetativo, en las provincias se dispersa un conjunto

de

instituciones

locales,

organizaciones

sociales,

prioritariamente indígenas y mestizas. Estas relaciones y contradicciones regionales también reproducen, en su particularismo, las heredadas formas de dominación coloniales. La cuestión de la forma estatal y nacional está lejos de resolverse, está lejos de ser comprendida en la circunspecta compresión de la problemática por parte de las interesadas oligarquías regionales. La resolución de la forma estatal todavía tiene que pasar por la intensa dinámica de los movimientos moleculares de clase, por la constitución irradiante de las identidades colectivas, indígenas y mestizas. Las contradicciones más profundas tienen que emerger a la superficie política dibujando un mapa histórico y social donde se manifiesten las condiciones de posibilidad de la transformación política y social de las regiones. El nacimiento de la nación ha comenzado su viaje por el exigente itinerario histórico. A diferencia de lo que entienden vulgares comentadores sobre el desgarramiento de la república boliviana, 119


el tema nacional comienza a plantearse en su inmanente dimensión, indígena-mestiza. La nación no puede entenderse desde el prejuicio de lo dado, que es la creencia que sumen estos analistas superficiales, aunque también forma parte de la ideología de las formaciones nacionales conformadas en las sociedades poscoloniales, incluyendo a los Estadosnación de Norteamérica. La cuestión nacional en las sociedades poscoloniales no puede resolverse históricamente sin asumir plenamente la reivindicación indígena. El genocidio optado por casi la mayoría de los estados americanos, como en el norte de Norteamérica y en el sur de Suramérica, no es ninguna solución ética, tampoco histórica; esta violencia inicial al enterrar a las sociedades indígenas ha enterrado también las posibilidades de salir de la crisis de los Estado-nación, congénita a estas sociedades postcoloniales, a estas repúblicas, que no logran conquistar el espacio de lo publico, de la realización democrática, en el contexto de las matrices sociales abigarradas. Incluso en las sociedades de aparente mayoría blancoide, que en muchos casos es mas bien mestiza, las sociedades coloniales se asientan en cementerios indígenas, cohabitando con los fantasmas de las victimas del colonialismo. El

horizonte

histórico

del

presente

plantea

punzantemente

la

reivindicación de todas las victimas de la historia. Como se podrá ver este estallido de los conflictos sectoriales, su circunscrita irradiación, su puntual expansión a una provincia del Altiplano norte, a la región yungueña y a la zona de colonización, su indirecta vinculación con la marcha de los guaraníes, sumando a esta geografía de las movilizaciones sectoriales, la posición de los comités cívicos provinciales, tiene más que ver con plurales lógicas locales, múltiples movilizaciones singulares, específicas en su fragmento geográfico y su recorte específico de clase, por ejemplo las clases medias empobrecidas de los maestros. Ciertamente, no estamos ante un movimiento social 120


unificado, menos de las magnitudes nacionales que aparecieron durante la Guerra del Agua, los bloqueos de caminos de septiembre del 2000, la marcha indígena del 2002, la rebelión de febrero del 2003 y la insurrección popular pacífica de octubre del mismo año. Este movimiento social expansivo, irradiante, intensivo y denso, se encuentra ausente. Es el fantasma de este movimiento el que merodea las calles y los caminos donde han estallado movilizaciones sectoriales. El espectro del fantasma de la movilización social se hizo sentir con mayor fuerza en el paro de la ciudad de El Alto, paro que fue acompañada de una gran marcha. Días antes también se efectuó una marcha masiva de los gremialistas. Estas dos marchas mostraron la fuerza organizativa de amplios sectores sociales de la sociedad civil, empero las marchas todavía están lejos de los profundos y expansivos desplazamientos sociales de octubre. El mismo paro de El Alto sólo duró unas horas. No todas las juntas de vecinos estaban de acuerdo con el paro, tampoco con oponerse al referéndum, hay división en las organizaciones sociales y todavía expectativa de parte la opinión pública en el gobierno de transición, particularmente en lo que haga el presidente Carlos Mesa. Esta transición del propio movimiento social en el privativo tiempo del gobierno de transición, plantea complicados problemas para la comprensión de los procesos inherentes a las dinámicas fragmentales, constitutivas del conjunto de los movimientos sociales. ¿De qué modo se recompone el movimiento social en el nuevo escenario, por lo menos entendiendo a éste en su espacio político, aunque se haya mantenido la estructura económica de la nueva política económica liberal? Ante esta pregunta sugerimos algunas hipótesis interpretativas. Hipótesis sobre la constitución del movimiento social

121


1. Los movimientos sociales se desarrollan en matrices históricas atravesadas

por

la

crisis,

matrices

sociales

concretas,

especificadas de acuerdo al perfil de singularidades propias, singularidades bullentes que recogen historias particulares en el contexto concreto de su localismo. 2. En tanto que los desplazamientos corresponden a propiedades intrínsecas al movimiento, los movimientos sociales terminan articulando distintos localismo, prestando su propia matriz móvil para hacer circular estos localismos, produciendo en ellos desterritorializaciones y reterritorializaciones. De este modo los localismos forman parte de espaciamientos mayores, conformando memorias, prácticas y narratividades diversas, las mismas que atribuyen significados vivénciales colectivos a estos localismos. Los movimientos sociales inventan una comunicación horizontal, alternativa e integradora, comunicación que concurre en los substratos sociales. 3. Los movimientos sociales constituyen sujetos y subjetividades creativas, anulan las fronteras institucionales en la que estos sujetos se forman y se modelan estas subjetividades. El espaciamiento de los nuevos sujetos y de las subjetividades rebeldes se constituyen en nuevos ámbitos, espacios abiertos, recorridos por flujos de intensidades pasionales, rebalses de deseos a flor de piel, imaginarios radicales, transvalorizaciones positivas e invención de nuevas prácticas discursivas. Estos nuevos sujetos y estas emergentes subjetividades suponen la urgencia de nuevos ámbitos de relaciones. El amarre del nacimiento de nuevas redes de relaciones sociales desembocan en la configuración de un

122


nuevo panorama, de un presente dislocado de su pasado, discontinuo, un presente que salta a otro escenario. 4. Cuando hablamos de relaciones en el contexto de los movimientos sociales no nos circunscribimos a las delimitaciones de las llamadas relaciones de producción, tampoco al ámbito de la estructura, de acuerdo a la metáfora presentada por Karl Marx en su prefacio de 1859 a El Capital. Figura que establece una dualidad entre estructura, relaciones de producción en correspondencia con las fuerzas productivas, y superestructura jurídica y Estatal, en correspondencia

con

las

formas

ideológicas.

Hablamos

de

relaciones sociales en el sentido más amplio de la palabra, no sólo en tanto la ampliación del horizonte hacia las relaciones de reproducción

social,

sino

mucho

más,

saliéndonos

de

las

connotaciones del concepto de producción, entendiendo que las relaciones sociales suponen matrices de relaciones primarias y fundamentales como las relativas a las relaciones de parentesco, a las relaciones con el territorio y a las relaciones con las fuerzas inmanentes de la naturaleza, relaciones condicionantes como las que tienen que ver con el lenguaje y las formas de comunicación inaugurales, como la danza, el rito y la guerra. Hablamos de las transformaciones históricas de estas estructuras relacionales, también de la creación e invención de nuevas formas, de su proliferación, incluyendo también las actuales consecuencias comunicacionales debido a los leguajes agramáticos, informáticos y virtualizados, sin olvidarnos de las innovaciones de los medios de comunicación de masa. Hablamos entonces de relaciones en sentido constitutivo de la hominización, de la humanización y de la socialización. Recurriendo a la vieja metáfora de la dualidad de estructura y superestructura, diremos que los movimientos 123


sociales atraviesan de manera inmediata tanto la estructura como la superestructura social. Atraviesan de modo inmediato y de manera simultánea a la vez los espacios de las fuerzas productivas, de las relaciones de producción y de las formas ideológicas, cuestionando los aparatos jurídicos y políticos del Estado, abriendo nuevos espacios como los que tienen que ver con la constitución de sujetos y de subjetividades, recorriendo estos espacios con sus desplazamientos cambiantes.

Muerte en el Altiplano En el comienzo de toda sociedad, comunidad inicial que hizo esfuerzos inimaginables para demarcarse de la naturaleza, comienzo que tiene que ver con el acto inaugural de la subjetividad, la fundación de lo sagrado, se encuentra como acción fundamental el acto sacrificial. Patocka dice que ingresamos al umbral de la religión en el momento mismo que abandonamos el secreto demoníaco, la experiencia orgiástica. El nacimiento y la muerte se encuentran en este comienzo; quizás sea mejor decir la muerte y el nacimiento, porque la muerte es la pregunta. La misma que no puede ser respondida sino con otra muerte. Pero, en esta otra muerte tampoco se encuentra la respuesta. No es que no haya respuesta, sino que la pregunta misma es inconfesable. La muerte es la conmoción corporal, su periclitación, pero también su grito vital. El poeta ya lo dijo: El ser es la herida abierta en el universo de la nada. Podríamos decir también: La mirada abierta como cuerpo viviente, sufriente, perdido en el laberinto de su propio pathos. No hay que dar muchas vueltas para comprender que la vida es dramática. Los griegos antiguos creían que era trágica, es decir, paradójica, en el extremo, aporética, contradictoria y sin solución. Los aymaras, por lo menos, los aymaras del presente, 124


consideran la vida en el patetismo cosmológico de la complementariedad y de la muerte. Pero, la muerte también es un castigo, sobre todo cuando la responsabilidad individual, la responsabilidad encomendada, no es reciproca con la comunidad. No robar, sino dar, hacer circular el don, devolver a la comunidad con trabajo. Entregar entregándose del mismo modo que la comunidad despliega su virtud en la propia escasez diurna y en los sueños nocturnos. No se puede traicionar esta delegación, que no es una delegación formal, como

en el caso

de

la democracia

representativa, sino una transferencia colectiva del secreto de la comunidad. ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Cuándo hemos comenzado a corrompernos tanto, corroídos por la circularidad dineraria? ¿Vaciados por la falsedad de la moneda? Hay pues una perplejidad ante el presente. La comunidad ya no está donde debería estar, se encuentra, como quien dice, enajenada. Esta alienación de la comunidad la debilita. No sólo la fragmenta, sino la corroe por dentro, queda como sin alma. El espíritu de la comunidad, que es su memoria, está como aterida en las concavidades del olvido. ¿Cómo no rebelarse entonces, no sólo contra el Estado, sino con sus representantes, nuestros representantes, quienes

terminan siendo

monstruos bicéfalos, en el umbral de los mundos? ¿Es posible soportar la presión simultánea de las dos lógicas? La lógica clientelar, que es en verdad la lógica del Estado, y la lógica de la comunidad, que se supone que es la de la reciprocidad. Sin querer justificar el comportamiento anfibio de estos dobles representantes, de la comunidad y del Estado, ante la comunidad y ante el Estado, lo que hay que desentrañar en lo ocurrido en Ayo Ayo es de doble procedencia. Por una parte asistimos, en plena paradoja, a la manifestación del secreto de la comunidad; por otra parte, y de manera simultánea, a la manifestación del secreto del Estado. El secreto de la comunidad es el sacrificio inicial y el secreto del Estado 125


es el robo. El primer secreto es un enigma, podríamos decir metafísico; en cambio el segundo secreto, que transcurre en la experiencia cotidiana, es como un pacto cómplice. Ciertamente, la corrupción y la corrosión moral, comenzó hace mucho tiempo, casi siempre ha sido tolerado e ignorado. Sin embargo, hay situaciones, cuando las expectativas sociales en el presente son grandes, cuando el momento se convierte como en un tiempo sagrado, pues anuncia cambios, y es cuando no se puede traicionar a la esperanza de todos. Esto es más que traición, es un etnocidio. ¿Quién tiene que explicar el ajusticiamiento del alcalde Benjamín Altamirano? ¿Es qué se tiene que explicar? Esto es como pedir una justificación en tiempos de emergencia. La racionalidad de los medios no aguanta la aplastante fuerza del dramatismo humano, de la condición humana de la multitud en acción. Pues cuando actúa la comunidad lo hace con el peso de su propia angustia acumulada, que se resuelve en catarsis violenta. La violencia cristalizada en los huesos de los dominados explosiona, se expande en el espacio o se sintetiza en un cuerpo. En este caso ocurrió lo segundo. ¿Qué hay en el medio de esta acción? El entramado de la violencia grupal y colectiva parece mostrar su propia gestación,

cabildos,

reuniones

de

grupo,

estratificaciones

y

confrontaciones entre pueblo y comunidades, vecinos y campesinos, entre ayllus y sindicatos, la lucha de clases en el campo. Hay por lo tanto una mezcla de procedimientos, la conspiración y la condena, la participación orgiástica y la distribución de la culpabilidad. El Estado no puede penetrar en el entramado de los intersticios de esta gestación, que corresponde a los vericuetos de la condena, al rutilante desprendimiento del desenlace, que termina siendo la narratividad de la muerte.

126


El dilema de los medios de comunicación es inocente; se mueve entre los que suponen una justicia comunitaria y los que niegan que esto haya ocurrido. ¿Sobre qué base se discute esta disyuntiva? Las analogías y las diferencias frente a un modelo inventado. La comunidad no es una sola, sino múltiple, sus formas de justicia no pueden responder a un esquema hipotético, sino que se trata de plurales formas, dependiendo del tema, del contexto, del momento. Lo que importa en este caso es el momento. Hablamos de la crisis y de un momento crucial de la crisis. Toda crisis es a la vez una diseminación, pero también es un proceso de constitución. La emergencia entonces requiere de disponibilidad y de una exigencia inusitada de responsabilidad colectiva. Cuando se está ante los abismos de la historia, cuando se abre la temporalidad social, mostrando sus heridas, reiterando sus recuerdos, no se puede retroceder ente la exigencia, tampoco se puede escapar ante la congoja y la trama de la muerte.

Cuando

presionados

por

los

comunarios

los

medios

y

reflexionaron por

los

sobre

funcionarios

lo

ocurrido

del

Estado,

construyeron varias explicaciones, una de ellas tiene que ver con los antecedentes, con todas las gestiones que se hicieron ante las autoridades pertinentes, gestiones que terminaron diferidas en los recovecos de las oficinas

burocráticas,

gestiones

frustradas.

¿Falta

de

atención

o

descripción repetida del mapa estatal, aterido en su propia inoperancia? Otra explicación sugerente tiene que ver con la historia efectiva, con la formación del consenso sobre el castigo, los cabildos, los pleitos antelados, la historia de la recuperación del gobierno municipal por parte de las comunidades, después del monopolio de la alcaldía por parte de los del pueblo. En este último gobierno municipal los partidos tuvieron poco que ver, literalmente los comunarios se prestaron las siglas para imponer los nombres escogidos en cabildo. Estos representantes de la comunidad están sometidos al control social. Por eso, la gravedad de la contravención radica en esta expectativa colectiva. La frustración fue más grande que 127


cuando mediaban los partidos con sus propios nombres y hombres, de quienes se saben que están ahí para robar. Aunque esto sea mal visto, es como una fatalidad, no debe ocurrir pero ocurre, de todas maneras no es tan grave que cuando las comunidades apuestan a recuperar espacios perdidos, planifican una especie de reterritorialización del ayllu. Se puede decir que esto es de alguna manera imperdonable. El ajusticiamiento del alcalde está más allá del bien y del mal, en ese margen de historicidad, en este excedente de historicidad, donde no alcanza el corto brazo de la ley. En todo caso la violencia es la madre de toda ley. Hay pues una especia de amnesia de la ley, la misma que se ha embargado en el olvido, a propósito de su crimen inaugural, anula su propia memoria, no puede confesar su propio secreto. Estamos ante el nudo de varios caminos. En algunos de ellos no hay retorno, particularmente en uno de ellos, que conduce por el recorrido de una subversión permanente. Otros, en cambio, se mueven en espacios de mediaciones, donde son posibles las transacciones, las negociaciones, hasta las traducciones e incorporaciones de unos códigos en otros, de una forma de justicia en otra. ¿Cuál de los recorridos se ha de escoger? ¿Hacia cual nos lleva la secuencia de los eventos? Todavía los actores siguen jugando distintos roles, es posible todavía escoger, antes del corte, cuando ya no sea posible retroceder. Todavía es posible la comunicación entre Estado y sociedad, entre Estado y comunidad, todavía el Estado en su propia crisis, en su propia diseminación, tiene la oportunidad límite de comprender la necesidad de su sacrificio en aras de otro pacto inaugural, uno inclusivo de lo comunitario, todavía es posible que las comunidades, emergentes, movilizadas, replegándose en sus ciclos largos y en sus lapsos cortos, puedan abrirse a una hermenéutica comprensiva con lo rescatable del Estado, que es la nación en constante nacimiento, a partir de su matriz formativa inhibida por las dominaciones excluyentes. Este 128


todavía es una asamblea constituyente constitutiva, supeditada al poder constituyente de la multitud. Hibridez social, política, económica y dualidad cultural Se especula mucho sobre la dualidad de dos mundos, el andino y el mal llamado occidental. No sólo este equivoco nombre tiene que ver con el hecho de que los andinos nos encontramos al occidente de lo que se denomina como mundo occidental. Somos el extremo oeste del sur del quinto continente, denominado con posterioridad América. Sino porque la cultura occidental, como cultura homogénea, no existe. Asistimos desde el siglo XVI a procesos complejos de mundialización y de diferenciación social y cultural. La mundialización se dio quizás con mayor rapidez en el campo económico, extendiéndose con mayor dificultad en el campo social, donde mas bien asistimos a la mezcla de esquemas de comportamiento, matrices de conducta social, flujos de resignificación social. Esto no quiere decir que los sistemas de valores culturales no se hayan mantenido y preservado con mayor suerte que las formas sociales y las estrategias económicas. Tal parece que la memoria de las lenguas, la semántica y la somatización de las comunicaciones sociales, se mantienen con mayor persistencia, resistiendo a los cambios, aunque tampoco dejen de variar y de transformarse, adecuándose a los nuevos contextos históricos. Las mezclas sociales se han dando entonces como parte de los procesos de diferenciación, exclusión, y extravagantemente, de integración. Hablamos de

una

mundialización

económica,

como

mercado

mundial,

desarrollándose según sus delimitaciones regionales y locales. Esta mundialización compleja y diferencial, no destruye las formaciones sociales nativas, como se podría creer, al contrario, las mantiene, subsumiéndolas a estructuras articuladoras que amarran estrategias sociales, buscando lograr su funcionalidad a los expansivos procesos de 129


valorización del capital. Entonces hablamos, por un lado, digamos en la matriz económica, de una expansión acumulativa centralizante, por otro de una mestización de las formaciones sociales. Las lenguas, los lenguajes, aunque son afectados, tienden a diferir los efectos de los procesos integrantes. En este caso, se opta mas bien por los bilingüismos y las estratificaciones de las lenguas. Los sistemas de valores son mas bien reiterativos y repetitivos. Se trasladan casi incólumes de un mundo a otro. Sirven como base a interpretaciones y a hermenéuticas culturales. Por eso es discutible hablar de dos formas de justicia, la comunitaria y la estatal, como si fuesen antagónicas. Si nos restringimos todavía a la interpretación oficial, vemos que en el campo jurídico, la justicia comunitaria ha sido absorbida y supeditada al cuadro de las normas vigentes. Si nos desplazamos a interpretaciones mas antropológicas, que pretenden una defensa de la justicia comunitaria, vemos también que en este caso ya se parte de un concepto transformado de justicia, al hablar de comunidades que se encuentran en un mapa social, recorridos por fuerzas diseñadas en cartografías de poder nacionales. Hablar de justicia, en el sentido construido por la historia del derecho ya es partir de un suelo colonizado. Para poder elucidar la cuestión es menester salir de estos estrechos conceptos. La discusión debe trasladarse a los substratos éticos y valores inherentes a los fundamentos imaginarios de las formaciones culturales. El horizonte transhistórico es la ética, entendida como substrato imaginario constitutivo de las hominizaciones y humanizaciones diferenciales. La ética como el ser ante la muerte. Jacques Derrida habla de dar la muerte59. Esto es, del modo de darse la muerte. La forma de asumir la responsabilidad ente la muerte, que también quiere decir, el modo de individualizar la conversión y la transformación de la experiencia

59

Jacques Derrida: Dar la Muerte. Paidos 2000, Barcelona.

130


colectiva del sacrificio. En la historia de le colonización, la persecución inquisidora de las idolatrías han buscado acabar con el sacrificio y el rito orgiástico de las comunidades politeístas. Lo que ha ocurrido es que estas prácticas se refugien en la sombra y en el secreto. Cuando emergen, irrumpen como catarsis social, en plena crisis de las formas ideológicas. Descripción del Drama Ayo Ayo vuelve a la memoria colectiva. No es la primera vez que lo hace, su recurrencia en la historia es reiterativa. En la Guerra Federal (1898 – 1900) el cantón forma parte de los campos de batalla, donde se enfrentaban el ejército unitario, con su Estado Mayor en Sucre, la capital y la sede de gobierno de entonces, y el ejército federal, con su Estado Mayor en La Paz. Entre el primero y el segundo había una diferencia cuantitativa, debido al número de efectivos, y una diferencia cualitativa, debido a la experiencia de sus oficiales, en detrimento de los liberales. Sólo se podría hablar de ejército en el caso de los liberales, de una manera figurativa, pues se trataba mas bien de una armada improvisada, en comparación con el ejército oficial del Estado nacional. Estas diferencias se compensaban, sin embargo, debido al apoyo de la abrumadora guerrilla indígena. En la década de los setenta Ayo Ayo va a ser el punto de confluencia del movimiento katarista. En este poblado se da lugar una gran concentración indígena y campesina (1978), que encarna y proclama el primer proyecto político y cultural indígena del siglo XX. En Ayo Ayo nació Tupac Katari, el carismático líder aymara de la gran rebelión anticolonial del siglo XVIII; por eso, después de la gran convocatoria katarista, de resistencia a la dictadura militar del General Banzer, en la memoria corta, y de actualización de antiguas luchas, como la de los ayllus, aymaras y quechuas, en contra da la gran máquina colonial heredada, en la memoria larga, se deposita el monumento del héroe 131


aymara anticolonial en esta localidad. A cuatro años del nuevo milenio (junio del 2004), es en Ayo Ayo donde se ajusticia al Alcalde Altamirano, quemando y colgando su cuerpo cerca del monumento, en plena plaza principal del pueblo. ¿Cuáles son las condicionantes, determinantes y concomitantes de este desenlace? ¿Qué se entiende por coyuntura? Podríamos decir que hablamos de la articulación entre pasado y futuro en un presente determinado, en un momento dado, en un espacio y tiempo concretos. La coyuntura es la conjunción de tiempos, acaso opuestos; también es el encuentro de un tiempo que se aleja y otro tiempo venidero. La coyuntura es, en fin una contradicción, como dice Jacques Derrida en Los Espectros de Marx60, una disyunción, es decir, una dislocación en la propia temporalidad, una discontinuidad, entonces una diferencia. Tomemos la coyuntura como escisión, aunque también como momento de decisiones, de acciones, momento de la praxis por excelencia. ¿La coyuntura es acaso el instante, el instante eterno del que hablaba Friedrich Nietzsche, que después reflexionara Gastón Bachelard? Mas bien no, pues en el análisis político se acostumbra a comprender la coyuntura como compuesta por un conjunto abierto de instantes, instantes, de alguna manera unidos, de alguna manera vinculados por un hilo conductor, instantes, sin embargo distintos, sometidos a su propia variación o, lo que podemos llamar, a la velocidad de los eventos. Pensemos entonces la coyuntura como un espacio de transformaciones. Hablemos de espacio todavía metafóricamente, no tanto en su extensión, aunque sí en la correspondencia de la materialidad de los acaecimientos. Hasta se puede decir, la materialidad realizada en el perfil de los hechos

60

Jacques Derrida: Los Espectros de Marx. Taurus. Madrid.

132


agolpados, unos al lado de otros, unos sobre otros, unos inmediatamente sucesivos del otro, colaterales, pero también simultáneos. La coyuntura es una ahora y aquí, el momento. Hay algo que comparten los hechos, los procesos, los eventos, los actores, los sujetos, las instituciones. Esto que comparten es su contexto, pero también su contenido. Es el lugar del golpe de dados, donde se desparraman y dibujan el número, la medida y el sentido del suceso.

Reflexiones en torno al Referéndum El Gobierno de transición ha lanzado la convocatoria al referéndum sobre el destino de los hidrocarburos, particularmente sobre el destino de las dos leyes de hidrocarburos, la de Gonzalo Sánchez de Lozada y la propuesta de ley de Carlos Mesa. El referéndum contiene cinco preguntas con el propósito de obtener una respuesta de parte de los ciudadanos consultados, un sí o un no. La primera pregunta cuestiona sobre la abrogación de la Ley de Hidrocarburos Nº 1689, promulgada por el anterior presidente, caído en desgracia, después de la asonada popular del octubre del 2003. La segunda pregunta inquiere sobre la recuperación de la propiedad de los hidrocarburos para el Estado en boca de pozo. La tercera pregunta indaga sobre la refundación de Yacimientos petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), en base a la recuperación de la propiedad estatal de las acciones de los bolivianos en las empresas petroleras capitalizadas, persiguiendo con esto la participación de la empresa estatal en toda la cadena productiva. La cuarta pregunta se sale un poco del bloque de preguntas abocadas a definir la orientación de las políticas en torno a los hidrocarburos. Esta pregunta escudriña la opinión del ciudadano en cuanto al la política del presidente sobre la cuestión marítima utilizando como carta el recurso energético en cuestión, el gas. 133


La última pregunta retoma la consistencia del bloque de interrogaciones en torno al porvenir de los hidrocarburos. La última pregunta aborda la difícil cuestión de la venta del gas, pero lo hace amortiguando el impacto, tratando las condicionantes impuestas para su comercialización. Estas condicionantes son: Que cubra el consumo de gas nacional, fomente la industrialización,

cobre

impuestos

y

regalías

a

las

empresas

trasnacionales que llegue al 50% del valor de la producción del gas y el petróleo

y

destine

los

recursos

obtenidos

por

concepto

de

comercialización e industrialización en la educación, la salud,

la

infraestructura caminera y para generar empleos. Cuatro de las cinco preguntas del referéndum reproducen lo que dice la propuesta de ley de hidrocarburos del gobierno de transición, claro esta con sus propios matices, debido al carácter mismo de la consulta. Una ley que en los enunciados generales parece recoger el espíritu de las jornadas de octubre, como aquellos aspectos que tienen que ver con la soberanía, la propiedad pública de los recursos naturales, y la restitución de YPFB como entidad estatal, titular de todas las gestiones, administraciones, exploraciones, explotaciones, industrializaciones y comercializaciones de los recursos energéticos. Sin embargo, la misma ley, en los enunciados prácticos, opera de modo contrario, como queriendo anular

las

consecuencias prácticas de la mentada soberanía, propiedad estatal y centralidad de YPFB. En la ley se dice que reconoce los contratos hechos con las trasnacionales durante el periodo neoliberal. Es más, que garantiza la seguridad jurídica a los contratos con las petroleras. La pregunta que sale a luz, después de leer esta encontrada contradicción en la estructura misma de la propuesta de ley es la siguiente: ¿Cómo se puede recuperar la soberanía y a propiedad sobre los hidrocarburos si se mantienen los contratos con las trasnacionales, si permanece el statuo quo de la capitalización? No sólo se trata de una contradicción, que no es 134


inocente, desde ninguna perspectiva, sino que en la práctica se anula el alcance de la buena intención general. En la práctica se establece un largo proceso de recuperación por medio de los impuestos y regalías; mediante un nuevo impuesto se estima llegar al 50% del total de las recaudaciones sobre el precio en boca de pozo. Este es el nuevo

impuesto

complementario a los hidrocarburos (ICH). La aplicación de este impuesto tampoco deja de ser ambiguo, pues las empresas podrán descontarse lo que pagan por anticipado una vez que se haya hecho el cálculo sobre el proceso aritmético de las utilidades de las empresas. Estos avances y retrocesos son los más elocuentes síntomas del padecimiento que aqueja al gobierno de Carlos Mesa: la inercia debido a la movilidad en dos sentidos contrapuestos; paradójicamente se trata de una especie de extática debida precisamente a la gran movilidad en uno y otro sentido político, en parte con el movimiento social, en parte con las oligarquías regionales y las trasnacionales. Se suma para después restar. Ante esta indecisión política se cae en el drama de los gobiernos comparten estas características de equilibrio y equidistancia: despiertan sentimientos contradictorios, en las oligarquías, temor al fantasma populista y nacionalista, en las clases subalternas del movimiento social, furia y desesperación por el incumplimiento de las promesas. Sólo las clases medias se encuentran más o menos cómodas con esta política de las mediaciones, intermediaciones y equilibraciones al filo de la navaja. ¿Cuál debería ser el sentido de una nueva ley de hidrocarburos que genere desde la perspectiva de soberanía, tenga como objetivo inmediato recuperar la propiedad de los recursos naturales y reestablezca como maquinaria operativa a una entidad estatal del petróleo y del gas? Ante todo un presupuesto básico, el monopolio del Estado sobre los hidrocarburos. Sin esta disposición inicial no se tienen los dispositivos, agenciamientos,

instrumentos

adecuados

para

controlar

la

lógica 135


perversa del ciclo del capital. En este caso desde la extracción hasta la comercialización,

pasando

concesión,

aún

más

por

la distribución.

privatizar

tramos

de

la

Entregar

áreas de

cadena

extractiva,

distributiva, industrial y comercializadora, es abrir las compuertas de las riquezas naturales y de la economía nacional al caballo de Troya de la invasión financiera y la maquinaria trasnacional, cuyo objetivo no es solamente la ganancia, como creen los ingenuos, sino el desarrollo evolutivo de redes globales, de maquinarias multinacionales, que acumulan excedente en el sentido contrario a las donantes periferias. La economía de enclave ha vuelto a redituarse en el nuevo milenio de la era cristiana, en los pujantes días belicosos del imperio.

Apuntes sobre el Referéndum El referéndum del 18 de julio sobre el destino de los hidrocarburos se convirtió en un cuantificador de las fuerzas concurrentes. El gobierno, como fuerza en suspenso, fuerza en cierto sentido ficticia, en el mismo sentido que es tomado por los físicos, pues no responde a alguna fuerza política parlamentaria, a ningún partido político. Se puede tomar su impulso

como

derivada

de

las

otras

fuerzas

encontradas

y

en

contradicción. La fuerzas antagónicas se encuentran enfrentadas; por un lado las fuerzas correspondientes al movimiento social, las clases subalternas, los movimientos indígenas, el proletariado nómada, producto de la globalización, los sindicatos, los gremios, las organizaciones originarias;

por

otro

lado,

las

clases

dominantes,

la

burguesía

intermediaria, las oligarquías regionales, los comités cívicos de las capitales departamentales, sobre todo de Santa cruz y de Tarija, los terratenientes, los ganaderos, los madereros, y obviamente las empresas nacionales, que forman como un superestado. La cartografía de estas 136


fuerzas no queda reducida a esta descripción somera, pues los campos encontrados, a su vez, de diferencias, de acuerdo a sus posiciones en el campo social, a los objetivos que persiguen, a los intereses de clase, a la identidad colectiva y étnica que constituyen. Si proyectamos estas fuerzas al plano de sus expresiones políticas, podemos reducir su complejidad a tres frentes en concurrencia: El gobierno, el movimiento social y las oligarquías regionales. Para hacer el análisis de los resultados estadísticos de las preguntas no sólo es suficiente tomar en cuenta las cinco preguntas, sino también la posición de las fuerzas respecto de ellas. Por otra parte, hay que considerar también que el movimiento social se dividió en distintas posiciones respecto al referéndum. El Movimiento al Socialismo (MAS) apostó a las respuestas afirmativas a las tres primeras preguntas y a las respuestas negativas a las dos últimas preguntas. El gobierno se jugó por las respuestas afirmativas en las cinco preguntas. Si se puede identificar alguna posición clara las oligarquías regionales, las mismas que pasaron de un rechazo al referéndum a un tibio si al mismo, teniendo en cuenta la declaración de un miembro representante de la CAINCO, se puede suponer que las oligarquías apostaron por una respuesta afirmativa a la quinta pregunta y respuestas negativas al resto de las preguntas. El resto del movimiento social se disemino en diferidas posiciones, desde las que propugnaron el voto pifiado hasta los que propusieron un abierto boicot, pasando por el voto en blanco.

El rumbo de los recursos naturales, la fortuna del gas Está en el tapete, como quien dice, la cuestión del gas. Preciado hidrocarburo, después del petróleo. Hasta es posible que en un futuro 137


inmediato sea más apreciado que el propio petróleo. Sin embargo, lo que importa no es su jerarquía, sino su utilización. En la jerga marxista, el valor de uso. La utilidad de este hidrocarburo en las condiciones actuales del desarrollo de las fuerzas productivas, vale decir, la revolución tecnológica, es múltiple, expansiva e incrementada. Es esta utilización lo que genera valor agregado. También se puede hablar de ganancia, por lo tanto

de

plusproducto,

así

mismo

de

plusvalía.

Las

empresas

trasnacionales monopolizan las reservas del gas con el objeto de esta múltiple utilización, la cual brinda una acrecentada generación de ganancias. El Estado boliviano, al no tener el monopolio de estas reservas, al no contar con el control en la cadena económica, que viene de la exploración, pasa por la explotación, llega a la industrialización y se realiza en la comercialización, se encuentra al margen de los beneficios económicos que pueden brindar el mercado, el capitalismo, la realización monetaria del excedente. El Estado boliviano se encuentra al margen. Como quien dice, hegelianamente, fuera de la historia. Con el Estado, también se van a la sombra el pueblo boliviano, con toda la multiculturalidad, interculturalidad, identidades colectivas, que caben en esta voluntad general. Por eso, se puede interpretar los acontecimientos de octubre del 2003 como una reivindicación histórica. No en el sentido usual del término, sino mas bien como una violencia colectiva que se incorpora voluntariamente a la historia. Claro está, estamos hablando de la historia del capitalismo. En este mismo sentido, podríamos hablar de una valorización de la voluntad colectiva en el sentido de su realización soberana, por ende también económica. Hablamos del derecho a existir dignamente de las naciones y de los pueblos. Visto de esta manera, la pregunta es, por qué razones se encuentran obstáculos para la realización de este comprensible deseo. Estos obstáculos no son de índole natural, como quiere hacernos creer más de 138


un experto o asesor de las trasnacionales. No es la profundidad en la que se encuentran las reservas de gas, sino la superficie en la que se encuentran asentadas las concesiones de las empresas de la famosa mal nombrada capitalización. El control de lo que llega a boca de pozo las convierte en amas y señoras del destino de los hidrocarburos. Se hace historia en la superficie, se hace economía en esta explanada donde se distribuyen los dispositivos de explotación de las trasnacionales. El Estado está al margen de este control. Se cree propietario de las profundidades del subsuelo, pero no puede viajar a ellas. No pisa tierra, no se asienta en la superficie. Está lejos. No solamente e miles de kilómetros del Chaco, sino. Por usar una metáfora, en la superestructura de la ideología. El Estado es un discurso jurídico y nada más. Los obstáculos son entonces de índole política y económica. El gobierno no quiere traducir la voluntad general en política. Los monopolios financieros conspiran contra los Estados-nación subalternos; no les facilitan recursos para proyectos estratégicos. ¿Cómo quebrar la muralla de estos obstáculos? ¿Cómo demoler las defensas de estos enclaves succionadores de energía? Estas preguntas se pueden reformular de modo subjetivo: ¿Cómo dar curso a una voluntad colectiva, a un poder constituyente, capaz de quebrar, barrer, y atravesar los dispositivos de poder de esta maquinaria capitalista que funciona en red? La constitución de esta subjetividad, de esta multitud, requiere de una praxis de luchas en permanente despliegue y en discontinua expansión, saltando a niveles cada más complejos del campo político. Política de masas frente a economía de monopolios.

La aritmética de la expropiación El día lunes 31 de mayo, en una sesión de la Escuela Libre del Pensamiento Crítico, Comuna, en el ciclo de exposiciones sobre la 139


problemática del gas, asistí a una exposición del técnico Mauricio Medinaceli. El experto hizo una descripción cuantitativa de las condiciones en las que se mueve la métrica de los precios, los costos, los impuestos, las regalías y las ganancias. El marco de la exposición optó por un análisis micro, armó un modelo a escala de lo que ocurre en el reparto del excedente, una vez deducidos los costos de operaciones. Tenemos por una parte los costos de capital, una segunda parte corresponde a lo que se llama el government take, es decir la parte que se lleva el gobierno o el Estado, y una tercera parte corresponde al monto que se llevan las empresas. Entonces de lo que se trata es establecer las relaciones aritméticas entre estas tres partes. Si se tiene en cuenta la totalidad de las partes, el modelo opta por un análisis probabilístico de las partes con el todo y un análisis relacional entre las partes. Como puede verse se trata de un análisis aritmético de los repartos entre las partes. El objetivo de la exposición era demostrar que las empresas no se llevan tanto como se cree, una vez deducido los costos y que el gobierno se lleva una apreciable cantidad, por concepto de impuesto y de regalías. También se analizó el impacto que tendría el mentado impuesto complementario a los hidrocarburos. El especialista se encargo de demostrar que no se podía llegar al 50% de los impuestos y regalías, pues esto terminaba disminuyendo peligrosamente la ganancia de las empresas. El precio de referencia que se tomó en cuenta es el precio en boca de pozo. La segunda parte de la exposición se dedicó a establecer ciertos criterios sobre las posibilidades de industrialización. También en este caso la evaluación tendió a ser pesimista. Se optó también en este caso por un modelo unitario a escala, supuestamente basado en una experiencia previa de industrialización. Se pretendió demostrar que no habría mucho incentivo a la industrialización si es que no se renunciaba a los impuestos. Se dijo que es casi una regla bajar los impuestos para poder industrializar. 140


Dicho de otro modo el Estado debe renunciar al tributo para fomentar la industrialización. El panorama no resulta halagador. Este sabor amargo fue contrastado con la situación del petróleo, recurso que goza de mejores condiciones en el mercado mundial. Se llegó a decir literalmente que era preferible que Bolivia fuera un país petrolero y no gasífero. Se presentó la situación de tal forma que parecía una maldición tener reservas de gas. En conclusión no valía la pena subir los impuestos a las trasnacionales, tampoco pretender revertir la desventaja con la industrialización, además de remarcar que la misma situación sucedería con YPFB si se nacionalizaban los hidrocarburos. Si nos detenemos a considerar los alcances de semejante descripción, no tardaremos en darnos cuenta de los sesgos que contiene. 1. Se trata de un modelo aritmético, por tanto de una simulación numérica hecho a escala de unidades de producción y de precios. 2. Este análisis micro no se complementa con un análisis macro. Por lo tanto no se puede tener una idea del contexto en el que suceden los repartos de las unidades de precio. 3. Tampoco se tiene en cuenta la dinámica económica de todo el proceso

de

exploración,

explotación,

distribución

y

comercialización; no se tiene en cuenta las distintas condicionantes de los diferentes periodos y las variaciones de situaciones. En un análisis dinámico variaría irremediablemente la estructura de las relaciones de las partes.

141


4. No se consideró para nada que los costos de capital tienen una ponderación diferente al principio de la inversión que después, en el tiempo diferido, cuando se obtienen los beneficios de la inversión. Se mantuvo la misma estructura como supuesto de un análisis estático. 5. No se considero la situación privilegiada que tienen las empresas trasnacionales, debido a su condición de monopolio en el mercado mundial y en el control de la cadena productiva, en el manejo de la red de transporte y disposición de los dispositivos inherentes al flujo de capitales. Este monopolio se expresa en toda la cadena económica, desde la exploración hasta la venta a los consumidores, pasando por el control de de los ductos, de las rutas, de los mercados, de los procesos productivos y de la industrialización. En otras palabras, no se consideró el precio en el mercado de los consumidores. Se ocultaron los márgenes de ganancias que se adicionan las empresas en todos los tramos de la cadena económica. En este sentido, el circunscribirse sólo al lugar de la boca de pozo detiene la perspectiva en un corte transversal distorsionado. 6. Tampoco se consideraron otros supuestos necesarios ampliando la evaluación y contraste entre los distintos escenarios. Por ejemplo, no se consideró un tiempo largo, teniendo en cuenta la cantidad de reservas del gas, valorizando las reservas a precios de mercado, entendiendo que estas emergen, se trasladan a los mercados, realizando entonces las ganancias y la reposición de los costos de capital. Dando una cifra, la pregunta que cabría hacerse, teniendo en cuenta este escenario es: ¿Dónde se esfuma el valor estimado del stock de reservas, los 250 000 000 000 U$, para dar una cifra 142


de estimación baja, relativa al valor total de las reservas, frente al monto de inversión, los 3 500 000 U$ de inversión, para dar una de las cifras que se dice que invirtieron las empresas de la capitalización? La relación entre ambas cifras arroja una relación de 7143%. Es decir que por cada 100 dólares invertidos se genera unos 7143 dólares, en el largo plazo. Claro está que aquí hay que deducir los costos de capital, la parte que se lleva el gobierno, para valorar la ganancia que se llevan las empresas. Ciertamente en esta etapa - que viene después de la exploración y explotación, que arranca en la producción, se desarrolla como refinación e industrialización, corresponde al transporte y al almacenaje, llega a los mayoristas y a los minoristas, deriva en la exportación y de aquí, en otro lugar, puede recomenzar otro ciclo que articula, en otro terreno, en otro escenario, consumo, producción, distribución y valorización -

la

inversión es muchísimo menor que al principio, en la etapa de exploración. ¿Por qué no se considera este escenario a largo plazo para ponderar el alcance de la inversión y los beneficios que se obtiene? Podemos ver que esta aritmética de los hidrocarburos es, además de sesgada, tremendamente pobre como para hacer un análisis completo del estado de cosas de la economía política de los hidrocarburos. 7. Notoriamente no se consideró otro escenario posible, como es el derivado de la nacionalización de los hidrocarburos y la refundación de YPFB. No se simuló ningún modelo numérico que contemple el monopolio de los recursos naturales por parte del Estado, el monopolio por parte de YPFB de la cadena económica y la cadena productiva. Las consecuencias probables de este cambio no fueron cuantificadas.

143


Como puede verse en estas condiciones del debate y de la información reducida a sesgados modelos numéricos, si es que no se habla de manipulación

abierta

en

el

manejo

discursivo,

informativo

y

estadístico, no se puede tener una evaluación adecuada del estado de cosas, económico y político, de los recursos hidrocarburíferos. Los supuestos especialistas en el tema acusan a los dirigentes sindicales y los actores sociales de politizar la discusión, de ideologizar una cuestión que debería ser manejada técnicamente; sin embargo, la forma como asumen los tecnócratas lo técnico y lo científico deja mucho que desear. Esto sin entrar a hablar de las condiciones de lo técnico y lo científico en el ciclo actual del capitalismo, el ciclo norteamericano o ciclo relativo al imperio, la globalización en el contexto del nuevo orden mundial. En todo caso, estamos lejos de una matemática de los hidrocarburos. En mejor de los casos, contamos con abundantes cuadros estadísticos relativos a las reservas y a la producción por empresas, incluso por pozos. Estas estadísticas pueden estar ordenadas cronológicamente por año. Empero es notoria la ausencia de estadísticas de los precios, relativos a la producción, distribución y comercialización. En el mejor de los casos se cuentan con datos globales. Se nota una voluntad expresa a mostrar lo que no revela la situación de los hidrocarburos en manos de las empresas trasnacionales y dejar en misterio la información clave. Hasta ahora no se ha hecho un análisis estadístico y económico completo de la condición de los hidrocarburos, de los costos, del monto y el destino diferencial de las inversiones, del excedente, del reparto del excedente y de las ganancias reales de las empresas trasnacionales. La discusión ha girado sobre supuestos, no ha aterrizado. Debido a la inaccesibilidad de la información clave, los movimientos sociales, los dirigentes y los intelectuales críticos a la capitalización, se vieron obligados a optar más por un análisis cualitativo de la situación, incorporando insumos 144


cuantitativos en la medida que se podía. En cambio los especialistas, que en su gran mayoría apoyan la capitalización, defienden los intereses

de

las

trasnacionales,

se

inclinan

por

una

ley

de

hidrocarburos que no afecte el statuo quo impuesto desde el ajuste estructural, optan por modelos micros o macros que simulan una realidad supuesta, un escenario, donde casi siempre las empresas trasnacionales aparecen como instituciones filantrópicas. Si no es que pierden, por lo menos ganan poco, no como en otros lugares donde la ley les permite mejores condiciones. Esta cantaleta es reiterativa en los

discursos

de

la

tecnocracia

al

servicio

de

las

empresas

trasnacionales o, en su defecto, por lo menos de las estructuras de poder dominantes. Es menester entonces retomar la discusión teniendo en cuenta este horizonte lleno de lagunas. En el mejor de los casos lograr dibujar tendencias y bocetos del estado de cosas a partir de matrices de datos, escapando a esa otra inclinación de agarrarse de algunos indicadores sueltos, mediante los cuales los especialistas y comentadores pretenden

contar

con

una

visión

objetiva.

Para

tal

efecto,

plantearemos un esqueleto de hipótesis que avizore la estructura, composición, dinámica y procesos de la variación del estado de cosas de los hidrocarburos en el contexto social, político y económico que atraviesa la formación social boliviana. Hipótesis sobre la matemática de los hidrocarburos 1. Habría que comenzar considerando dos comportamientos opuestos, empero íntimamente complementarios, del capital, el relativo a la inversión y el relativo a los ingresos, por concepto de venta, comercialización, es decir, por realización del producto en el 145


mercado. Esto último se puede ponderar a precios de mercado. La diferencia entre los ingresos y la inversión da como resultado la ganancia. En el caso de un tercer componente, que en términos generales tiene que ver con la renta, incluso con la renta diferencial, que en términos histórico políticos tiene que ver con lo que corresponde al Estado-nación, government take, que incumbe a los tributos, los impuestos y regalías. La ganancia entonces se obtiene de la diferencia entre los ingresos con el resto, la inversión y lo que corresponde al gobierno, Estado-nación. La curva de la inversión es descendente. Al principio los costos son altos, en la etapa de la exploración y explotación, llamada en inglés del upstream, después los

costos

bajan,

en

la

etapa

del

transporte,

refinación,

industrialización, comercialización y exportación, llamada en inglés del downstream61. Por lo tanto, se puede deducir que el comportamiento de la inversión es tendencialmente declinante. Al contrario el comportamiento de la curva de los ingresos es ascendente hasta llegar a un nivel donde se mantiene constante o, por lo menos, tiende a mantenerse constante. La curva de la parte del gobierno, government take, tiende a parecerse a la curva de los ingresos, pero siempre es más baja que los mismos. Se puede decir que su pendiente se parece a la pendiente de los ingresos o, en el mejor de los casos, a la pendiente de la curva de las utilidades. Teniendo en cuenta este contexto cartesiano, donde se inscriben las curvas del ingreso, de la inversión y de la renta al Estado, la ganancia se obtiene por la diferencia de las integrales relativas a las funciones de las curvas.

61

Vamos a considerar también la inversión en los ductos como parte de esta etapa inicial.

146


2. Si llamamos G a la ganancia de las empresas, llamemos Y a los ingresos, correspondientes a la venta, llamemos I a la inversión, independiente si es bruta o neta, y R a la parte que se lleva el gobierno, que corresponde al pago por concepto de renta al Estado. Entonces tenemos una ecuación simple que calcula la ganancia de las empresas, restando de los ingresos la inversión y el government take: G = Y – (I + R), que teniendo en cuenta el ciclo largo económico de explotación, transporte y comercialización de los hidrocarburo, tienen que calcularse como sumatorias, teniendo en cuanta los datos discretos. Entonces tenemos:

 G  Y  ( I   R) . Si el comportamiento de la ecuación quiere pensarse en datos continuos y por lo tanto pasar al análisis matemático de las tendencias, la sumatorias se convierte en integrales. En este caso tenemos:

G x dx =

Yx dx – (  Ix dx +

Rx dx).

En el espacio cartesiano tenemos una diferencia de áreas. El área correspondiente a la curva Gx se obtiene de la diferencia entre el área correspondiente a la curva de los ingresos Yx y la suma de las áreas correspondientes a la curva de la inversión Ix y la renta correspondiente al Estado Rx. Aparentemente las tres ecuaciones expresan lo mismo, sin embargo, no es así, la primera puede corresponder a un corte transversal y puede ser llenada con valores

147


conocidos. En cambio la segunda y la tercera ecuación suponen comportamientos longitudinales, cohortes, ciclos del capital. La evaluación cuantitativa se realiza después de un tiempo cumplido. Con la segunda y la tercera ecuación se pueden analizar tendencias, diferenciales, espesores de áreas. Aquí se puede ver mejor que la ganancia real es resultado de una acumulación. Manteniendo esta perspectiva temporal de las acumulaciones en las ganancias, en las inversiones y en la renta al Estado, suponiendo que las áreas de la inversión y de la renta al Estado pueden ser conocidos a través de las estadísticas, poniéndose como tarea el calculo de la ganancia acumulativa,

esta

comportamiento

de

variable los

depende

ingresos,

de

exclusivamente las

ventas,

de

del la

comercialización, es decir, de la realización de la plusvalía. El área de los ingresos depende, a su vez, de tres factores condicionantes, uno de ellos tiene que ver con los mercados, con su apertura y su tamaño, el otro tiene que ver con el volumen y el valor de las reservas, en tanto que el último factor tiene que ver con los precios de los hidrocarburos. Llamemos al primero de los factores m, al segundo de los factores r y al tercer factor p. La función de la curva acumulativa de los ingresos se puede expresar entonces como un producto de los precios p, la dimensión del mercado m y el volumen de las reservas r. La formula simple viene compuesta de la siguiente manera: Y = p*m*r. Como se puede ver p se mide en términos monetarios, m se mide por cantidades de la sustancia comprometida, la cantidad de los hidrocarburos comprometidos, y r se mide por la cantidad de reservas probadas, probables y posibles. 148


Si reducimos la ecuación de la diferencia de las integrales a valores, sin olvidar empero que expresan comportamientos longitudinales, que se trata de área, es decir de números cuadrados, podemos deducir esta ecuación en una relación de valores y formulara de una manera simple: G = Y – (I + R), Fórmula que se parece a la primera ecuación, pero corresponde a una cohorte o mas bien a cohortes, a comportamiento de distintas funciones en el tiempo. Ahora bien sustituyendo la variable de los ingresos, tenemos: G = p*m*r – (I + R). Suponiendo conocidos los precios y el tamaño de las reservas, la ganancia va a depender del tamaño de los mercados. Claro que se puede contar hipotéticamente con el caso de que un mercado se mantenga constante, esto quiere decir que la ganancia total sólo se logra cuando se agoten las reservas en un tiempo indefinido. Descartando este caso extremo, la ganancia total se puede realizaren un tiempo menor en la medida que crezca el tamaño del mercado. Entonces si crecen los mercados crece también la ganancia. Cuando más grande es el área de los ingresos, más grande es el área de la ganancia acumulada. La pregunta ahora es: ¿Quién se lleva la ganancia? Mientras el Estado no nacionalice los hidrocarburos, los campos y las plantas hidrocarburíferas no pasen a propiedad del Estado, mientras los 149


dispositivos de la explotación, transporte, industrialización y comercialización no pasen a la empresa estatal, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la ganancia se llevan las empresas trasnacionales. El Estado sólo recibe una renta, por concepto de tributación, impuesto y regalías. Esta renta, o más bien, el área correspondiente a la curva de lo que se lleva el gobierno, puede quedar en límites conservadores, mientras tienda a crecer el área correspondiente a los ingresos y por lo tanto también el área correspondiente a la ganancia acumulada. Esto puede seguir pasando incluso con un impuesto a las utilidades. Lo que importa en estos casos es el control de los dispositivos que generan los flujos, tanto substanciales, como el relativo a los hidrocarburos, plantas, oleoductos, así como el control de los flujos monetarios, el control de los mercados. No nos olvidemos de algo que anotamos anteriormente: En las condiciones de las lógicas de los ciclos de capital, los países periféricos no pueden disputar con cierta seriedad una participación efectiva en estos ciclos si no establecen el monopolio de las reservas naturales. Una figura crucial en la eficacia de este monopolio es el recurso a la nacionalización. 3. El problema que afronta el cálculo económico y su relación con las formas de propiedad, en lo que respecta a la explotación de los hidrocarburos, complejidad

es

que

particularmente arroja

la

significativo

participación

de

debido las

a

la

empresas

trasnacionales en las distintas etapas de su relación con el Estado Boliviano, particularmente con la empresa estatal hidrocarburífera boliviana, Yacimientos petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). A esto se añade la dispersión de los contratos con distintas empresas y el alcance de estos contratos teniendo en cuenta su diferente situación, tratándose de empresas anteriores a la capitalización, 150


empresas correspondientes a la capitalización, empresas que ingresan a partir de la ley de hidrocarburos, promulgada por Gonzalo Sánchez de Lozada. Siguiendo con la dispersión de las relaciones con el Estado, hay que diferencian empresas contratistas de las empresas operadoras. Por otra parte, si situación también se hace diferente, tratándose ya sea del petróleo o del gas. Además las condiciones son también distintas si se trata de posesión de las reservas por empresas, por operador y por campos. También hay que distinguir si se trata de la exploración, explotación, producción, que es lo que se llama upstream, o si se trata de la refinación, comercialización y almacenaje, que es lo que se llama downstream. Como se verá el control de la ganancia se hace sumamente complicado por parte del Estado. Se entiende que esto se debe a la propia dispersión económico;

las

de

la condición

empresas

fragmentaria del

trasnacionales

crean

manejo

condiciones

extremadamente flexibles y plásticas para escapar a controles, auditorias, estadísticas, que aclaren el estado de cosas de la relación entre flujos de capital, flujos hidrocarburíferos, estructura jurídico-política de las contrataciones y las formas de propiedad. Ciertamente en la medida que se pueda contar con una matriz de base de datos en los distintos niveles de las condiciones de la contratación, teniendo en cuenta la etapa y la condición en la que ingresan las empresas trasnacionales, se puede armar los flujos del calculo económico en relación a las formas de propiedad, y con esto el flujo de la ganancia acumulado. Sin embargo, no hay que olvidar que este estado de cosas no abarca la totalidad del ciclo económico por

la

que

pasan

los

hidrocarburos

expropiados

por

las

trasnacionales. En realidad estas trabajan como subsidiarias de empresas matrices, se vinculan con otras empresas de la casa principal, depositando los recursos explotados, para iniciar allí otro 151


ciclo de comercialización e industrialización, en un plano más elevado de la cadena económica, logrando superar los anteriores niveles de la ganancia. Suponiendo que se pueda contar con una matriz de bases de datos, que permita armar las estadísticas requeridas, que permita la cuantificación, medida y descripción de los flujos de capital y los flujos de los hidrocarburos, ¿qué se va a ser con esta información?, ¿cómo se puede intervenir par corregir el daño causado a la economía nacional? ¿Pidiendo acaso el cumplimiento de los contratos

a

las

empresas

trasnacionales?

¿Adecuando

los

impuestos, las tributaciones y las regalías, de tal manera que lo que recibe el estado por concepto de renta suba apropiadamente? Este es el nudo de la cuestión. ¿Cómo efectivizar el control, como materializar el inspección y dar lugar a su corrección efectiva en el campo mismo de las operaciones económicas? Suponiendo que se cumplan las condiciones exigidas del manejo y potestad de la información, pasar a la regulación directa en el proceso mismo de las operaciones económicas, plantea una problemática más difícil de resolver. En este terreno se requiere resolver las contradicciones inherentes al campo de fuerzas, al espacio donde se define la cartografía del poder. En este lugar hay que tomar decisiones a favor de unos intereses o de otros, hay que inclinar la balanza de la relación de fuerzas por el campo popular o por el campo definido por las nuevas compañías coloniales de las Indias, es decir, las empresas trasnacionales. Se trata de una solución política a la complicada problemática económica. No se trata de buscar nuevas salidas económicas, en los límites de la economía y del cálculo económico, se trata de resolver un problema inherente a las formas de propiedad y a la dirección política de la economía. Desde la 152


perspectiva de la salida popular y teniendo en cuenta las lógicas de los ciclos de capital, no hay otra salida que el monopolio de los recursos naturales, monopolio del capital natural, del capital originario, como

método

de

participación sostenible

en los

desplazamientos de los ciclos de capital. A los países periféricos no les quedo otra cosa que la nacionalización de los recursos, de sus reservas, de sus yacimientos, como medio de defensa ante los avasallamientos del nuevo colonialismo imperial.

153


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