Movilizacion prolongada

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La movilizaci贸n prolongada Ra煤l Prada Alcoreza

Este

ensayo

prolongada editado

por

fue

escrito

(2000-2005), La

Muela

durante publicado

del

Diablo.

la

movilizaci贸n por

Los

Comuna, referentes

primordiales son la guerra del agua, el boqueo y el sitio ind铆gena-campesino de ciudades, la guerra del gas.

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Primera Parte: Multitud y Contrapoder

Vamos a hablar de las dominaciones y de las resistencias. En otras palabras del poder y del contrapoder. Aunque las resistencias pueden convertirse en poder, pues son la materia y el objeto del poder, el contrapoder no necesariamente es el poder sino su antípoda. El contrapoder se opone al poder, no para conservarlo, como en la dialéctica sino para destruirlo. Las resistencias pueden dejar de ser resistencias o, mas bien, las fuerzas que resisten pueden dejar de resistir y entrar a la ataque, pueden también hacer de función de poder, pero el contrapoder no puede volverse poder. ¿Qué clase de oposición es esta que no puede resolverse dialécticamente? El contrapoder es otra manera de articular las fuerzas. No es poder pues el destino de este recorrido de las fuerzas no es la dominación sino la liberación. Se trata de una liberación estética y ética de las fuerzas. Cuando Michel Foucault habla de la crítica histórica política, en contraposición de la epistemología jurídico política, se refiere a los saberes elaborados como teorías de las dominaciones. Recorre un conjunto de acontecimientos que colindan con la caída del imperio romano, atraviesan los periodos medievales y llegan a la modernidad, pasando por el quiebre del renacimiento. Una reminiscencia orientadora de

estos

acontecimientos

son

las

guerras

de

conquista

y

sus

consecuencias políticas en el ámbito de las instituciones. El derecho a la

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tierra deriva de la guerra de conquista. La nobleza feudal afinca sus raíces en esta violencia inicial. La sociedad rural teje sus redes alrededor del castillo. Aunque en principio se trata de jefaturas rotativas no tardará mucho en imponerse un jefe a los demás. Nace el reinado. No es otra cosa que otra usurpación. Empero cuando ocurre esto, cuando la asamblea de los jefes es disuelta, cuando se disuelve esta especie de democracia de clanes, se da comienzo a la historia de la soberanía. La figura del soberano responde a una unificación violenta, pero también a la disolución de la asamblea. La construcción de esta representación única es posible no sólo por la conspiración de la violencia o por el uso selectivo de la violencia, sino también por lo que convendremos en llamar una remoción simbólica colosal. La estructuras simbólicas arcaicas son removidas para asentar en su espacio en ruinas nuevas composiciones simbólicas sometidas a la reterritorialización soberana. El rey es de esta unidad y de esta composición política. Una trama jurídica va a recorrer el cuerpo social y va constituir en el centro del imaginario colectivo al poder. Poder-derecho y verdad forman el triángulo prohibido del poder. La subjetividad soberana circula el espacio delimitado por estos ejes. Se impone una concepción jurídico-política de las cosas y de las relaciones. Las instituciones adquieren el carácter universal, son como eternas y esenciales. Por lo menos ese es el prejuicio compartido y transmitido. Obviamente no se trata de una historia lineal, sino de interpretaciones de variados acontecimientos, cada cual distinto y conteniendo múltiples singularidades. Lo que interesa es el devenir, las huellas de este devenir. Por lo tanto la discusión que deja pendiente la genealogía de la soberanía. La impronta de esta genealogía es el efecto de las fuerzas concurrentes como dominación. La realización de la dominación y su cristalización en instituciones articuladas sólidamente en un dispositivo mayor: El Estado.

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La Guerra final: la Multitud contra el Imperio. Valdría la pena preguntarse antes de comenzar precisamente cómo comenzar. ¿Cuál puede ser nuestro punto de partida? Mejor dicho, podríamos incluso preguntarnos desde qué perspectiva trazamos nuestro discurso. Esto se hace sumamente importante cuando tratamos un asunto tan crucial para el presente como la caracterización de las formas de dominación en el presente. El libro de Hardt y de Negri, intitulado Imperio, invita a eso. A pensar el presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado. Esta mirada genealógica no hace recaer el análisis en el peso del pasado, como queriendo encontrar la explicación del presente en el decurso histórico de lo acontecido. No, la relación con el pasado o, mas bien, los pasados, es más compleja que una determinación acumulativa de la historia. El problema es cómo se hacen presente los pasados, aunque también cómo mira el presente los pasados, quizás mejor cómo los reconstituye, cómo los recupera. Cómo los saca de su olvido y los realiza en el presente. El problema no deja de ser el presente. Sin embargo, hay que concebir que el presente no es el momento, sino mas bien es un diferimiento, un eterno presente cambiante. La realización del presente es como acontecimiento: multiplicidad de singularidades re-articulándose constantemente. Un perpetuo cambio. El devenir. Cuando se hace un análisis del presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado nos enfrentamos a la discontinuidad del tiempo social.

La

historia

aparece

de

forma

fragmentaria,

rota.

Como

comenzando de nuevo cada cierto periodo. Se trata de la relación entre procedencias y su actualización diferencial. Una primera tesis del Hardt y Negri es que el imperio no es la continuidad del imperialismo, tampoco la continuidad de la extensión de los Estado4


Nación. La soberanía del imperio deviene de otro lugar distinto a la soberanía del Imperialismo y a la soberanía del Estado-Nación. No hay continuidad a pesar de algunas analogías que hasta pueden ser sobresalientes. Sus diferencias no sólo remarcan la discontinuidad de estas soberanías históricas sino que plantean un complejo problema relativo a sus relaciones concomitantes. Una analogía general se puede encontrar en que se trata en los tres casos de formas de dominación. En términos muy esquemáticos se puede decir que el Estado-Nación establece la dominación de la clase dominante sobre el resto de las clases, que en el caso del imperialismo se trata de la dominación que ejerce la expansión conquistadora y colonialista de un Estado-Nación sobre otros Estados-Naciones o pueblos. Esta figura no aparece en el imperio, por lo tanto mal se puede interpretar la tesis de Hardt y de Negri sugiriendo una figura leninista como que el imperio es la última fase del imperialismo, así como el imperialismo es la última fase del capitalismo. Este ultimatismo responde a la concepción del fin de la historia. Podemos decir a un hegelianismo de izquierda. Del mismo modo se puede entender que se da el caso de hegelianismos de derecha. Esto ocurre cuando la filosofía de la historia concibe el fin de la historia como la realización teleológica del proyecto burgués. Esto aconteció con la escuela historiográfica francesa, con la filosofía dialéctica de Hegel, con la economía política. Vuelve a repetirse esta apreciación durante la década de los cincuenta, a mediados del siglo XX, y reaparece a fin de este siglo con el postulado del fin de la historia y el último hombre. El imperialismo no fue ningún fin del capitalismo, tampoco el imperio lo es con certeza, pues puede no serlo. Todo depende de la correlación de fuerzas. Todo depende de lo que suceda en el campo de fuerzas del mundo. Tampoco el origen del capitalismo fue el fin de la historia, entendiendo por historia en este caso el fin de la lucha de clases, de la política y de las ideologías. 5


Estas reaparecen de nuevo bajo otra luz. En todo caso lo que continúa de modo diferente al pasar de la etapa de los Estado-Nación a la fase de los imperialismos y de esta al presente, a la contemporaneidad del imperio, es el capitalismo. Dicho de otro modo, lo que parece perdurar son las formas de capitalismo. ¿Habrá llegado este a su última fase? ¿Cuándo hay última fase? ¿Qué significa última fase? Hablar de fases tiene sentido en el contexto de una representación lineal, sucesiva, donde se da una especie de acumulación de procesos enriquecidos por una teleología implícita. ¿Inmanente? ¿Trascendente? También se puede tomar a la última fase como un punto convergente, pero en este caso, el punto convergente es más que una última fase. Es el punto donde convergen

los

procesos,

las

curvas

históricas

que

articulan

acontecimientos singulares. Punto de convergencia quiere decir, punto al que tienden pero no atraviesan. El punto más bien se traga lo que converge hacia él, como un agujero negro. Más que un punto de convergencia es una catástrofe. Usando una metáfora bíblica se podría decir que se trata de un Apocalipsis. Mejor que esto, un nuevo comienzo. No hay final propiamente hablando. Se da una reorganización de la totalidad. El imperio no es la fase final, sin embargo puede ser la finalidad del capitalismo, su búsqueda insaciable de totalización y de orden absoluto al servicio de la valorización. Enfrentando al imperio se halla la multitud. El acontecimiento social en su forma y espesor más descarnado. La multitud, la potencia social. También se puede decir el pathos social, la pasión, la energía social en movimiento. La multitud es la forma del complejo social, de su complejidad bullente y cambiante. Esta complejidad aparece en su extensa variedad y diversidad diferenciales, que se oponen a la homogeneidad y unidad de la representación. La multitud concretiza y patentiza el abigarramiento de 6


la historia efectiva, la riqueza del devenir social. La multitud se opone al imperio no sólo por su complejidad, por su irreductibilidad a la representación, sino principalmente porque se opone a la genealogía de la soberanía. En otras palabras se opone a su proceso de enajenación abstracta, es decir, a la conversión del trabajo concreto en trabajo abstracto, a la transformación de la energía social en capital muerto, en ingeniería política, a la absorción del imaginario colectivo en el vaciamiento absoluto de la comunicación mediática, al trastrocamiento profundo de la vida en la virtualización de la existencia: la pérdida del sentido real del mundo. La multitud es la alteridad total del imperio, que viene a ser algo así como el desarrollo supremo de la heurística y hermenéutica de las soberanías. La sistematización acabada y sofisticada de la historia del poder tiende a realizarse en la forma de la soberanía imperial.

Las contradicciones explosivas de la modernidad No podría comprenderse la presencia del imperio en la semblanza contemporánea, tampoco la constitución de las soberanías, sino en el horizonte histórico de la modernidad. La modernidad es el acontecimiento histórico-cultural que trastoca profundamente la experiencia social de la gente. La modernidad no sólo arranca a la gente de su sitio anclado en la repetición reiterativa de las costumbres tradicionales sino que funda una imagen de mundo. Al hacer esto la modernidad escarba en las profundidades de la sedimentación arqueológica y hace presentes las estratificaciones arcaicas y antiguas que habían quedado en el olvido. Las hace presentes de dos formas podríamos decir complementarias: en la sincronía de su simultaneidad y en la diacronía de su sucesión. Se da lugar una paradoja, el pasado forma parte de la modernidad, compartiendo al 7


mismo tiempo contiguamente con lo más avanzado de la tecnología y sus efectos sociales y culturales. Por otra parte la modernidad construye una memoria, inventa la historia, eslabona la dispersión de sociedades y culturas como si fuesen parte de una evolución. La modernidad es el horizonte de la contemporaneidad, crea su premodernidad y su postmodernidad. Lo atraviesa todo comprometiendo el sentido de las cosas más diversas y heteróclitas al globalizarse y universalizar sus valores, que en el fondo no son otra cosa que la suspensión de todos los valores. La realización plena del nihilismo. Aunque la modernidad también crea sus diferencias, sus alteridades y sus otredades. La forma como lo ha hecho es a través de su expansión colonial. La forma como lo hace es a través de su intensificación postcolonial. Con esto produce la subalternización de lo distinto, de lo descalificado y degradado. Construyendo al mismo tiempo la hegemonía jerarquizada de un orden mundial sostenido en la pretensión de una pax perpetua, que no es otra cosa que el recurso constante de la intervención policial, allí donde se desata el conflicto que amenaza al orden. Pero, lo moderno también es la liberación de fuerzas, el desamarre de energías poderosas, la potenciación y la disponibilidad de la creatividad de la multitud. Es el movimiento imparable que transforma y trastoca todo dando lugar a un devenir permanente de la producción social. La modernidad no sólo volatiliza lo sólido sino desubstancializa toda realización social, relativiza toda formación social, todo agenciamiento y dispositivo institucional. Lo abstracto imaginado contrasta con la fuerza de lo concreto, la soberanía con la autodeterminación de la multitud. ¿Qué es la multitud? Hardt y Negri dicen:

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La multitud es una multiplicidad, un plano de singularidades, un juego abierto de relaciones, que no es homogéneo o idéntico a sí mismo y sostiene una relación indistinta, inclusiva, con aquellos que están fuera de ella. El pueblo, en contraste, tiende a homogeneizarse e identificarse internamente

mientras

sostiene

sus

diferencias

con

aquello

que

permanece fuera de él, excluyéndolo. Mientras la multitud es una relación constituyente inconclusa, el pueblo es una síntesis constituida que ya está preparada para la soberanía. El pueblo provee una única voluntad y acción, que es independiente y está a menudo en conflicto con las diversas voluntades y acciones de la multitud. Cada nación debe transformar a la multitud en pueblo.

La multitud viene a ser el acontecimiento como multiplicidad de singularidades sociales, en tanto que el pueblo es una reducción representativa efectuada por la soberanía del Estado-Nación. La soberanía imperialista multiplica estas reducciones conformando pueblos en las naciones sometidas a su dominación expansiva. La soberanía imperial reabsorbe

estas

reducciones

en

el

ordenamiento

jurídico-político

universalizado, sistematización que convierte a todos en ciudadanos del mundo bajo el marco legal de la justicia imperial. Aparece entonces, en su forma descarnada, la multitud des-uniformizada, como condición de posibilidad del mismo imperio. La multitud es la energía creativa en el imperio. Su alteridad, pero también su sustento. El imperio es el orden jurídico-político y policial parásito que absorbe la energía de la multitud. La modernidad esta escindida en una contradicción irresoluble; por un lado tenemos una modernidad progresista y aperturante, por otro lado una modernidad conservadora y clausurante. La modernidad arranca con la fuerza de la inmanencia de la multitud. Durante el Renacimiento 9


proliferan las iniciativas creativas, abundan el ingenio y la imaginación en su concurrencia producente, la liberalización de los cuerpos y los saberes dan lugar a una concurrencia de escuelas. Se tiene la certeza de estar ante un umbral, nace una nueva sociedad confiada a sus propias fuerzas. El proyecto humanista tiene ante sí un horizonte vibrante. La filosofía gira hacia la inmanencia. La intuición de la plenitud y la confianza en la voluntad propia son las motivaciones más poderosas de la autopoiesis social. Empero, enfrentando la fuerza desenvuelta de la multitud, una modernidad conservadora renace de las cenizas del Estado patrimonial Medieval. Opone la trascendencia a la inmanencia. Al dios panteísta se opone un dios externo, un dios que controla desde afuera. Se diviniza la figura del hombre atribuyéndole un poder sobre el hombre, por gracia de dios. Se inviste al soberano de todos los poderes. El Estado patrimonial ya es trascendente. Hereda esta trascendencia la monarquía absoluta. Frente a la figura de la multitud insurrecta se estructura la figura homogeneizante de pueblo. La voluntad popular va a delegar su poder multitudinario al tercer estado, es decir, a la burguesía. Se constituye como complexión dialéctica la representación histórica del Estado-Nación. Esta trascendencia se articula plenamente con las otras trascendencias, la del pueblo y la de la soberanía. El triángulo prohibido está establecido, la multitud ha sido inhibida a su rincón profundo, a su sombra inconsciente. Ha sido enmudecida ante la elocuencia del discurso de la ilustración. Ante este avasallamiento iluminista de estirpe conservadora se alzan voces lucidas de la resistencia humanista. Baruch Spinoza escribe Ética y Teología Política con la misma fuerza que el Renacimiento se planteó el retorno al clasicismo grecorromano, aunque lo que en verdad hacía es descubrir la inmanencia del humanismo. Los conceptos de potencia y multitud develan la fuerza pasional de la ética y la fuerza imaginativa de la voluntad.

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Genealogía de las Soberanías Es indispensable desbrozar la interpretación de genealogía, no confundirla con el sentido de la historia. La genealogía se opone a la historia. No parte de principios universales, tampoco de orígenes grandiosos, sino de acontecimientos plagados de singularidades y de comienzos vulgares. Las procedencias genealógicas son azarosas. A diferencia de la historia la genealogía no es teleológica, tampoco evolutiva. No hay un fin implícito al que se conducen los procesos y las series de hechos amontonados, tampoco una evolución a un fin feliz o a un Apocalipsis. La genealogía al tratar el acontecimiento y los acontecimientos como emergencias los asume en su multiplicidad y devenir. Lo que deviene siempre es contingente. Sus momentos son resultado del campo de fuerzas inherente al

mismo

acontecimiento.

continuidades sino

Por

eso

la

genealogía

no

construye

que reconoce las rupturas, por lo tanto las

discontinuidades implícitas en el devenir de los acontecimientos. El acontecimiento es renovadamente diferente debido a la combinatoria aleatoria del universo de singularidades. Sin embargo, de esto no se puede suponer que las discontinuidades no se tocan. No sólo son contiguas.

Se

producen

entre

ellas

morfismos.

Sino

que

las

discontinuidades suponen continuidades subterráneas, así también percolaciones, mezclas, pasajes laberínticos, entre un ámbito y otro discontinuo. La genealogía se mueve utilizando distintas perspectivas simultáneas. Combina la mirada de rana, perspectiva pegada a la tierra, con la mirada del águila, perspectiva de las alturas, panorámica y focalizada a distancia. Combina la percepción del topo, subterránea, con la de la serpiente, superficial y ondulatoria. La perspectiva del murciélago, de radar, con la del delfín, sonora y acuática. La genealogía es profundamente corporal, valoriza los instintos, las sensaciones, las 11


pasiones, los comportamientos, las adecuaciones de los cuerpos a los medios. La identidad de los cuerpos en un ambiente biodiverso. La genealogía es inmanentista y anti-dialéctica. La constitución de las soberanías es la prescripción de las polimorfas dominaciones.

Toda

dominación

establece

una

distinción

y

distanciamiento en el acto mismo que permite ejercer un dominio. Hay una violencia originaria en el despliegue mismo de la dominación. Violencia total o diferida, absoluta o gradual, la violencia inaugura el acontecer mismo del ejercicio del mando. La violencia es inmediatamente corporal, ataca el cuerpo, puede ésta mimetizarse en los gestos como también en los códigos, pero no deja de ser eso, violencia inicial, mando, orden. La internalización de esta violencia conforma el imaginario y la subjetividad dialéctica del amo y el esclavo, del mando y la sumisión. Los campos sociales están plagados de un nivel somático donde se ejercen las violencias singulares y puntuales. Substrato que sostiene las derivaciones imaginarias, semánticas e ideológicas. Hay pues un estrato subjetivo,

que

puede

entenderse

también

como

intersubjetivo

y

transubjetivo, lugar donde se sume la dominación como si fuese una herencia natural. Como si este fuese el orden de las cosas. Empero este estado de cosas se encuentra sustentado en una predisposición anímica. Han tenido que ser afectadas las sensibilidades, trabajado el cuerpo, inducido a determinados comportamientos, marcado en su fondo, en su compulsión y tensividad fórica, para que se convierta en condición de posibilidad somática de las dominaciones semánticas e institucionales. Después de haberse sometido el cuerpo se instituye una soberanía, la representación de la dominación, la dominación duplicada en la representación y multiplicada en el aparato de poder, en el agenciamiento concreto de poder, esto es en la institución, cualquiera sea esta. El mapa de dispositivos más o menos coherentes configura la máquina abstracta, 12


es decir el diagrama de poder. No hay un solo diagrama sino muchos, dependiendo de las condiciones de posibilidad históricas, de los diferentes campos de luchas, donde se oponen fuerzas y resistencias, dependiendo de las particularidades abigarradas de las formaciones sociales. Estos diagramas también pueden combinarse, entrecruzarse, presuponerse. Foucault estudia los diagramas de los suplicios, de los castigos, de los disciplinamientos, el diagrama de los pastores y sus rebaños o parroquiales, el diagrama de los biopoderes que gestionan la vida. Empero hay otros, muchos que hacen de máquinas abstractas o estratégicas, conducentes de las dominaciones, que hacen de máquinas de poder de las soberanías. En nuestro caso podemos hablar del diagrama colonial, del diagrama misional, del diagrama gamonal, del diagrama clientelista, que sostienen las soberanías coloniales, criollas, políticas, articuladas en un caso a los imperialismos sucesivos, en otro caso, en el contemporáneo, al imperio, al nuevo orden mundial. La soberanía del Estado-Nación recoge la herencia trascendente del Estado patrimonial medieval. Sin embargo, la soberanía moderna del Estado-Nación se afinca en otras condiciones de posibilidad históricas, tampoco tiene la misma significación histórico-política, pues su distinción no se basa en la jerarquización de la nobleza sino en la reducción de la multitud a su forma representativa de pueblo. La soberanía del EstadoNación es otra forma de soberanía, distinta a la relativa al Estado patrimonial, aunque suponga en el imaginario social la prefiguración de la trascendencia del poder. Estas reminiscencias del Estado patrimonial en el Estado-Nación pueden pensarse como percolaciones y mezclas que recogen como sedimentaciones en el proceso de la reinvención política. No ocurre necesariamente algo parecido en el pasaje entre la soberanía del Estado-Nación y la soberanía imperialista. También en este caso se da una discontinuidad histórica, una ruptura jurídico-política, en el ámbito de 13


las legitimaciones y legalizaciones. Los imperialismos recurren a las guerras de conquista y al despliegue del colonialismo. Al hacerlo producen la incorporación de territorios, poblaciones y recursos de sociedades y culturas, dando lugar a una dominación sin precedentes en todo el orbe terráqueo. La globalización comienza con esta expansión militar, administrativa y civilizatoria. La soberanía del imperialismo es otra que la de los Estado-Nación. No reduce a la forma de pueblo la heterogeneidad sociocultural y religiosa de los territorios conquistados. Sino que establece la diferencia excluyente entre lo mismo y lo otro, entre lo europeo y lo oriental, entre lo blanco y lo indígena, entre el clima temperado y el tropical, entre lo que parece ser humano y lo que parece ser animal, entre lo civilizado y lo bárbaro. La colonización produce la alteridad, la diferencia radical con lo eurocéntrico. Esta dualización instituye la identidad del pueblo europeo, marcado por la diferencia con la heterogeneidad irreducible de lo conquistado. Sobre esta dicotomía se constituye el imaginario de la dominación colonial, descalificando al Otro, a la otredad, pero también a lo híbrido y mestizo. Esta soberanía colonial no reduce a esta abigarrada multitud conquistada a la forma de pueblo, pues no considera a esta multitud dicotómica merecedora de esta representación democrática. La soberanía colonial se constituye sobre la invención de la alteridad. Más que reducción se trata de una exclusión. La dialéctica colonial supera la diferencia con la síntesis del proceso civilizatorio que subordina al indígena, al esclavo y a lo híbrido al patrón blanco. Por lo tanto se trata de una soberanía basada en la jerarquía y diferencia excluyente. Se puede hablar de una soberanía de conquista, en permanente guerra con la alteridad. El fenómeno del imperialismo colonialista muestra de modo patente la ilusión de la soberanía, pues en este caso se muestra de manera descarnada el ejercicio permanente de la violencia sobre los cuerpos de la alteridad.

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El imperialismo no es uno sino muchos. Se los puede distinguir no sólo en el tiempo sino también en el espacio. Para usar términos conocidos, no del todo adecuados, pero que pueden ser utilizados por razones ilustrativas, podemos distinguir los imperialismos coloniales de los imperialismos neocoloniales. Los primeros aparecen en las postrimerías del capitalismo, los segundos en una etapa avanzada, cuando se da lugar el monopolio y el llamado capitalismo de Estado. Hilferding, Kaustky, Lenin y Rosa Luxemburgo caracterizaron este capitalismo como la expansión irremediable del capital para resolver su crisis orgánica, crisis direccionalizada por la tendencia a la decreciente tasa de ganancia. En otras palabras, configurada por la modificación estructural de la composición de capital, la disminución relativa del capital variable respecto al incremento del capital fijo, sumada a los límites del mercado, que quedaron estrechos respecto a la incesante creación de excedente. Si la plusvalía no se realiza en el comercio se ponen en peligro las propias condiciones iniciales de la reproducción de capital. Por eso era menester pasar a una extensión de la subsunción del trabajo al capital y a una expansión dilatada del mercado, incorporando a las áreas del consumo a territorios considerados aptos solo para la explotación de los recursos naturales. La invasión del capital financiero marca el paso a los imperialismos modernos. De la conquista de los territorios se pasa a la conquista de los mercados. Tanto en un caso como en otro los imperialismos terminan copando el orbe. Se tragan al afuera. Todo termina siendo el interior. Con esta totalización militar, política y económica se crean las condiciones para el pasaje al imperio. En la soberanía imperial no hay afuera, todo es interioridad. Este es uno de los aspectos que distingue a las soberanías modernas de los EstadosNación y de los imperialismos de la soberanía imperial. En el pasaje al imperio podemos describir algunas distinciones conceptuales: pasamos 15


de la representación del pueblo a la manifestación descarnada de la multitud, abandonamos la posibilidad de la síntesis dialéctica para abrirnos a la comprensión del manejo de los híbridos, dejamos los encierros disciplinarios y las localizaciones fijas para abordar el espacio liso de los flujos y el proceso de desterritorialización-reterritorialización del imperio.

La Multitud como Contrapoder La multitud como acontecimiento social en su emergencia plural, en estallido y flujo de sus compuestas singularidades, es lo opuesto al poder. Propiamente hablando, el contrapoder. No está donde está, como cuerpos en movimiento, como descorporeización y recorporeización, como proliferación de pasiones y flujos de desterritorialización, para tomar el poder. No es otra soberanía la que busca realizar, sino la absoluta inmanencia de su autonomía diversa. Ninguna trascendencia o subsunción a un poder externo a sus propias fuerzas. Sino la autorrealización de sus fuerzas. La autopoiesis de sus capacidades. La libertad entendida como autodeterminación. La multitud es el contrapoder, se coloca en el presente como la multiplicidad abigarrada anti-imperial. La multitud se encuentra en todas partes, como el imperio. La multitud es la energía creativa de la que el imperio se alimenta y da lugar a la producción generalizada, a la valorización del valor en distintos planos. Hablamos de una valorización económica, social, cultural, imaginaria, subjetiva. Se trata de una valorización direccionalizada por el diagrama de poder biopolítico, que gestiona la vida en distintos niveles: morales, demográficos, sociales,

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ecológicos, reproductivos e imaginarios. Frente al biopoder del imperio la multitud opone la proliferación y la riqueza autopoiética de la vida. En el enfrentamiento entre multitud e imperio, las ventajas estratégicas se encuentran del lado de la multitud. El imperio se corrompe, en el sentido de su desarticulación constante. El imperio se desgasta para reconstituir sus condiciones iniciales, cambiantes y acumulativas. El imperio muta, experimenta sus altas velocidades, para lograr su propia extática. Pero también, como en el caso de las otras soberanías, le son atributivos sus propios límites. Sus límites no se encuentran afuera sino adentro. La interioridad del imperio, constituida como

soberanía

trascendente absoluta, es limitada ante la infinita capacidad autopoiética de la interioridad inmanente de la multitud.

Los Pliegues de la subjetividad ¿Qué entendemos cuando hablamos de territorialidades secretas de los cuerpos? Cuando hablamos de territorialidades nos referimos a los procesos relativos a la transterritorialización, es decir, a la transformación de los territorios inherentes a los desplazamientos sociales, simbólicos e imaginarios. Estos procesos comprenden tanto la territorialización, la desterritorialización, así como la reterritorialización. La territorialización puede ser tomada como el acontecimiento relativo al pacto de sangre con la

tierra,

la

desterritorialización

puede

ser

asumida

como

el

acontecimiento que corresponde a los despliegues y desplazamientos corporales que terminan atravesando y descomponiendo el territorio, dando lugar a una transformación innovadora en la misma estructura de relaciones con el territorio. El pacto se convierte en una constante trasgresión. La reterritorialización connota no un retorno al mismo 17


territorio, no un repliegue homogéneo, sino un repliegue en otro nivel, en otro plano espacial; las reterritorializaciones se pueden dar en distintos campos, por ejemplo, los relativos a la estatalización, a la conformación religiosa, a los repliegues simbólicos, lingüísticos, literarios y estéticos, repliques que tienen consecuencias en las rugosidades de la subjetividad. En lo que respecta a los cuerpos debemos tener cuidado de tomarlos desde la perspectiva del materialismo vulgar, como voluminosidades consistentes, como organismos vimos cuya presencia es insoslayable. Los cuerpos

son

más

que

eso,

pues

suponen

complexidades

vivas,

entramados biológicos, biosociales, bioculturales y biopolíticos. Sobre todo los cuerpos suponen subjetividades; es decir, construcciones imaginarias, perspectivas propias, codificaciones y decodificaciones singulares, acoplamientos y hermenéuticas particulares. Los cuerpos corporean; hablamos de sus formas de afectar, de manifestar su existencia. Los cuerpos se corporizan, descorporizan y recorporizan, análogamente a los territorios. Pero, aquí la corporeización tiene más con la realización consigo mismo del cuerpo, la descorporeización con las experiencias que lo trasladan más allá de sus propias delimitaciones y la recorporeización con las recomposiciones del cuerpo en otros planos, como los relativos a las posesiones y expresiones, por ejemplo, en lo que respecta a las posesiones, podemos comprender a las vivencias placenteras o dolorosas de lo otro como propio, y en lo que respecta a las expresiones,

podemos

comprender

las

obras

estéticas

como

recuperaciones corporales. Como puede verse el cuerpo es el lugar primordial para una comprensión inmanente de los acontecimientos. No hay acontecimientos sin los cuerpos. Son los cuerpos los que viven los acontecimientos. Los acontecimientos se estructuran a partir de las vivencias corporales. 18


Acontecer es vivir desde los cuerpos los sucesos, ser afectado por ellos, construirlos, desconstruirlos y reconstruirlos. En esto estamos de acuerdo con

Humberto

Maturana,

cuando

entendemos

la

realidad

como

construida. No hay cuerpo sin vida anímica, pero también no hay cuerpo sin plegamientos subjetivos. Ciertamente lo corporal es constitutivo, sin embargo, la dimensión constitutiva de lo corporal es la subjetiva. Cuando hablamos de territorialidades subjetivas del cuerpo estamos hablando de los pliegues de la subjetividad.

Territorialidades Secretas del Cuerpo Territorialidades secretas se refiere a los territorios interiores, a las intensidades corporales, a sus afectos pasiones y deseos. Todos estos flujos recorren el cuerpo y lo atraviesan. Se puede decir que desterritorializan el cuerpo dejándolo viajar por otros ámbitos. El cuerpo fluye, vaga, experimenta la conexión con otras corporalidades. Se emociona, interpreta y sedimenta la biología de su propia memoria. Ahora bien,

estos

recorridos

también

pueden

reterritorializarse,

pueden

conformar un territorio estriado. Pueden volver al cuerpo, pero ya no como inmanencia sino como trascendencia. Como algo externo, como algo que viniera de afuera y no hubiera sido creado desde adentro. Desde las propias potencialidades del cuerpo. La religión es un gran ejemplo de los procesos de reterritorialización, también la estatalización de la energía producente de la multitud. Estas grandes figuras de la fuerza inmanente, del cuerpo colectivo y del intelecto general, nos muestran el sentido de las objetivaciones trascendentes que escapan al manejo de sus creadores. En la enunciación 19


hegeliana, que abarca tanto a Hegel, los hegelianos y los marxistas, se habla de enajenación. Nosotros hablaremos de una transformación, una transubstanciación

y

una

transvalorización,

trastrocamientos

que

suponen transferencias en los distintos niveles concurrentes. Traspasos, tránsitos y traslados de las potencialidades colectivas a un lugar de fuerte concentración de apropiaciones de excedentes. En este caso la realización de las virtualidades colectivas por medio de las condiciones de posibilidad históricas, es decir, a través de su posibilitación, se efectúa por injerencia de dispositivos de dominación.

Estructuras de Poder en Bolivia ¿Cuál es la estructura de poder en Bolivia a partir de 1985? Como todos saben este año comienza el ciclo neoliberal. Ciclo que se supone incorpora al país al proyecto globalizador de raigambre privatista. Cuando Almaraz escribió El Poder y la Caída la estructura de poder se diseñaba en torno al ámbito de relaciones desplegado por los llamados barones del estaño y su órbita comprometía a los bufetes, abogados defensores de los intereses del súper estado minero, los intelectuales de la oligarquía, ideólogos y constructores de un discurso racista, excluyente y con pretensiones liberales, los medios de comunicación, principalmente la prensa. Hablamos de La Razón de aquel entonces y después de El Diario. Como se puede ver hablamos de una estructura de poder jerarquizada y estratificada. Articulando todo este entorno, tomándolo como substrato social-económico-político, debemos apreciar la genealogía de las clases dominantes. Dentro de esta consideración nos referimos a cierta imbricación de las castas herederas de los resabios coloniales. Podemos nombrar a los gamonales, es decir, los terratenientes, también a la

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burguesía intermediaria; en este caso hablamos de los propietarios mineros, los banqueros y comerciantes. Quizás el rasgo peculiar de la forma de dominación de entonces estribe en la distancia establecida entre el superestado minero, los consorcios de empresas de los barones del estaño, y el Estado boliviano. Esta distancia permitió usar al Estado como instrumento subordinado a los intereses de capitales que ya estaban internacionalizados. Este rasgo de distinción no se repite en las condiciones impuestas por el ciclo liberal (1985 – 2002), a pesar de la nueva preponderancia de las empresas privadas. El rasgo tiene que ver con la distancia de los dueños de empresas mineras respecto a los gobiernos de turno, pues no se involucraban con el manejo de la cosa pública. Es posible que esto se deba a tres razones: 1) De todas maneras eran también dueños del Estado, 2) el país les quedaba chico, eran hombres del mundo; 3) Contaban entonces con funcionarios suyos para ocupar la silla presidencial y los sillones ministeriales. En otras palabras, manejan eficazmente los engranajes del poder a distancia. Como dijimos la distancia respecto del poder no distingue a los empresarios del ciclo liberal. Al contrario ellos se hallan involucrados, sobre todo cuando se trata de los niveles más alto de la burguesía boliviana. Gonzalo Sánchez de Lozada no sólo incursiona en política, siendo parlamentario y ministro, sino que llegó a ser el presidente de Bolivia en el periodo más tras-trocador del neoliberalismo, cuando se aplicaron las políticas de ajuste estructural. ¿Dice algo esta diferencia de comportamiento político de los empresarios con relación a las nuevas estructuras de poder? Por de pronto no podemos adelantar nada, salvo anotar ciertos datos que describen aspectos descriptivos de la nueva clase dominante. Sin embargo, sería aconsejable hacer una comparación entre dos

periodos

liberales,

dos

ciclos

económicos

diseñados

por

la 21


preponderancia de la forma de propiedad privada. Por un lado, el correspondiente al ciclo que se inaugura con los gobiernos liberales y republicanos, que se instituyen terminada la Guerra Federal, ciclo que se cierra con la Revolución de 1952; por otro, el correspondiente a ciclo económico y político que arranca con las políticas de shock del tercer gobierno de Paz Estensoro, empero el primero fuera de la dramática década revolucionaria (1952-1964). Ciclo económico y político que parece llegar a su fin, después de las movilizaciones sociales del 2000 al 2002. Lo que haremos entonces es diseñar un primer perfil de una genealogía de la dominación en Bolivia. 1. La Conquista y la Colonia establecen un conjunto de dispositivos y agenciamientos de poder basados en la exclusión indígena, en el desconocimiento de las formas de mando y organizaciones comunales. Estas instituciones garantizaban el control de grandes extensiones territoriales, administradas por el Virreinato del Perú, después de la Plata. Primordialmente garantizaban el flujo de la explotación minera, de los minerales preciosos, hacia Europa, por medio de la navegación ultramarina. 2. El desarrollo de la colonización conforma una sociedad compleja, jerarquizada, estratificada, excluyente y saqueadora. Españoles, criollos, mestizos, indios, afros, mulatos son los estratos sociales diferenciados, conformados a partir de su procedencia racial. Se trata de un campo racial que hace de base para la diferenciación social. Las clases sociales son también constituidas por su ubicación, función y relacionamiento económico. La estratificación de la que se habla por lo menos comprende tres campos grandes de variación: la racial, la social y la económica. Aunque también en 22


su composición juega un papel estratificador y diferenciador el campo político, constituido en la colonia por una variedad de relaciones clientelistas. La dominación colonial concurre en todo el cuerpo social, atraviesa los distintos espacios, ámbitos y terrenos demarcados por el aparato jurídico político y tributario de este régimen sostenido por las armas de la ocupación. 3. Los levantamientos, las rebeliones y la guerra indígena que retorna con cierta periodicidad terminan modificando la composición social pactada a un principio de la Colonia. Incluso la nobleza indígena va a ser excluida de sus privilegios subordinados aceptados por los conquistadores. Particularmente cambia la situación de la nobleza indígena después de la guerra indígena anticolonial llevada dirigida por los amarus y kataris, articulada por los ayllus en disposición de combate. 4. El entorno potosino, es decir, el mapa económico que configura la economía de la plata, diseña también la estratificación social, cuya complejidad y entrelazamiento se hace ver en la desbordante demografía social, centrada en la villa imperial, la Ciudad de Potosí. Propietarios

mineros,

azogueros,

comerciantes,

residentes,

aventureros, mitayos, indígenas de las comunidades aledañas, conforman un mundo bullente, estructurado por los circuitos de la plata y el comercio ultramarino. El entorno potosino hizo posible la aparición

de

una

tecnología

temprana,

vinculada

a

la

amalgamación y a las fundiciones. También aparecieron pequeñas industrias y artesanías destinadas a satisfacer las demandas de una bullente sociedad, sostenida por la explotación mineral.

23


Un boceto sugerente de este cuadro social se encuentra en el Bosquejo del estado en que se halla la riqueza nacional de Bolivia con sus resultados, presentado al examen de la Nación por un Aldeano hijo de ella, del año 1830: Cuando la República gemía bajo la dominación del gabinete español y en todo el tiempo de las convulsiones políticas, estaban siempre los ciudadanos divididos en tres porciones, o clases principales. Los propietarios territoriales y capitalistas, los artesanos y obreros de toda maniobra y la casta indígena. En esta desgraciada época todos saben, repito, que estaba prohibido al americano el desarrollo de sus talentos y de sus facultades industriales, y el comercio pobre con otras naciones. Era la minería el único ramo productivo a que podían aplicar sus capitales, y a que podían dedicarse instintivamente1. 5. La Guerra de la Independencia termina convirtiendo a la Audiencia de Charcas en la República de Bolívar. Empero la flamante nación estrecha sus fronteras a límites más restringidos que los que se expandían durante el Virreinato del Perú, después del Virreinato de la Plata. También se angostan sus recursos monetarios, así mismo los aparatos de Estado y los márgenes de maniobra de gobiernos que rápidamente van a decaer en una crisis política, convirtiendo al vacío de poder en una constante en los primeros periodos republicanos. En la cúspide de la pirámide social ya no se encuentran los españoles, son sustituidos por los criollos, los mestizos le siguen en esta estratificación, que mantiene los rasgos de la jerarquización colonial. Los indios siguen sosteniendo la base

1

Bosquejo del estado en que se halla la riqueza nacional de Bolivia con sus resultados, presentado al examen de la Nación por una Aldeano hijo de ella. Año de 1830. Plural 1994. La Paz. Pág. 21. Coordinación de la edición: Ana María Lema.

24


de esta estructura social acendrada en la diferenciación étnica. Se da lugar ciertas modificaciones en la estructura colonial, que ahora adquiere ribetes más provincianos y locales. La estadía del ejército colombino y sobre todo la extensión del mestizaje provocan alteraciones en la estructura de clases. Oficiales y parlamentarios, militares y doctorcitos van a jugar un rol privilegiado a la hora de apropiarse del excedente económico generado por los indios, captado primordialmente por medio del tributo indigenal. En cambio la iglesia ha de mantener sus prerrogativas heredadas de la colonia. En un país más chico, cuya economía se basa en la explotación indígena, los marcos y las delimitaciones de la estratificación social, no se mantienen del todo como antes. Ante las demandas de la nueva clase dirigente, criollos ambiciosos con ansias de poder y de riqueza, los indígenas van a perder algunos importantes privilegios que mantenían durante la Colonia, debido a los pactos iniciales entre la Corona o sus intermediarios y los caciques indios. Lo que decimos es altamente significativo pues se va a producir un enriquecimiento de la casta criolla a costa de los nativos. El resultado

social

es

casi

inmediato,

se

produce

un

mayor

empobrecimiento de las sociedades indias. 6. Se puede hablar de cinco hitos históricos en la genealogía política boliviana: 

La rebelión indígena correspondiente a la segunda mitad del siglo XVIII, que comprende un conjunto disperso de levantamientos locales y deriva acumulativamente en una fabulosa guerra de guerrillas india contra la dominación 25


Colonial. La cúspide de esta guerra se encuentra en el sitio a la Ciudad de La Paz, que dura todo un semestre. El avance del ejército realista desde el sur termina con el cerco de La Paz. Sin embargo, la huella del cerco va quedar en la memoria de la urbe paceña, anclada en una de las cabeceras de valle de la Cordillera Andina. 

La Guerra del Pacífico, que puede ser llamada la querella por el excedente, que involucra a tres repúblicas emergidas de la guerra de la independencia: Bolivia, Perú y Chile. De las tres Bolivia y Perú avanzaron a la conflagración con resabios gamonales, afincados no solamente en sus costumbres, en las estructuras de gobierno, particularmente en las prácticas económicas, sino también en las mentalidades. Chile marchó a la guerra empujada por un floreciente capitalismo establecido por sus tempranas vinculaciones con el comercio ultramarino. Una burguesía hegemónica había acompasado una cierta modernización del Estado y sobre todo una modernización de su ejército. En la guerra venció el que estaba mejor equipado para una guerra con características novedosas para el medio. Hasta podríamos hablar de una guerra al estilo europeo. Quizás la mayor diferencia en la disposición bélica radicó en la armada naval. Los barcos de guerra

modernos

definieron

el

dominio

del

mar.

El

bombardeo naval, el desembarco y la toma de puertos fue el resultado esperado de esta superioridad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la ocupación militar no termina resolviendo el problema de la posesión, menos de la propiedad y mucho más de la pertenencia. En cierto sentido se puede decir que al territorio se lo perdió antes, el mismo 26


que fue ocupado económica y demográficamente. Se lo perdió porque se lo abandonó. René Zavaleta Mercado expresa estas circunstancias en su forma dramática: Como proposición del desarrollo del tema se podría decir que el fondo de la guerra del Pacífico es el conflicto del excedente porque, como lo veremos, Chile quería ser el Perú, que era con Potosí la imagen de lo valioso del mundo, el excedente como magia; Bolivia pensaba que no era el Perú porque Chile le había arrebatado la piedra filosofal que le permitía serlo y el Perú no quería más que volver a ser Perú mismo, el excedente del guano al menos, sólo que para hacerlo mucho mejor2. Un poco más abajo nos dice: Se debe en esto distinguir entre lo que es un territorio socialmente incorporado o apropiado y uno que no lo es porque eso es lo que indica la medida en que ha ingresado o no al ethos final de una nación3. Durante y después de la guerra la estructura de poder gamonal fue puesta en cuestión. La vacuidad de la dominación señorial se hizo patente en el siglo de las nuevas expansiones coloniales bajo la égida del imperialismo inglés. 

A la Guerra Federal se producen modificaciones en la estructura de poder y cambios en el escenario político. Los

2 3

René Zavaleta Mercado: Lo Nacional-Popular en Bolivia. Siglo XXI 1986. México. Pág. 34. Ibíd. : Pág. 35.

27


propietarios mineros y los fragmentos de una incipiente burguesía comercial conforman nuevos dispositivos de poder, sustentados en la riqueza que disponían, explotaban y comerciaban. Los liberales paceños modifican la geografía política, trasladando la sede de gobierno a la ciudad de La Paz. Sucre quedará como capital simbólica de la República de Bolivia.

Empero

estas

modificaciones

parcialmente

estructurales y esos cambios de escenarios políticos y territoriales no podrían entenderse sin la participación indígena en la guerra. La victoria de los liberales se debe a la participación del ejército aymara al mando de Zarate Willka. Esta irrupción de la plebe campesina define la correlación de fuerzas en la contingencia federal. La presencia avasalladora del indio bajo la modalidad de guerra de guerrillas, de asonada, de montonera y de masa envolvente es tan crucial, que temiendo su acumulada fuerza liberales y conservadores, federalistas y unitaristas, terminan pactando para acabar con la guerra india. Lo liberales terminan traicionando a su aliado, al general Zarate Willka. Los liberales buscaran desesperadamente modernizar al Estado y a la sociedad. Empero al pretender la ilusión moderna sin los trastrocamientos profundos que exige una democratización

expansiva

fracasan

en

su

intento,

restituyendo las formas gamonales de apropiación del excedente. La mayor expropiación de tierras comunales se desata en los periodos liberales. Pero también es en el régimen liberal cuando se firma el tratado de 1904 con Chile, ratificando la pérdida del literal por la suma de 2 millones y medio de libras esterlinas. Monto con el que se construyó del 28


ferrocarril al Pacifico, conectando las minas con los puertos. La pérdida del litoral ensimismó más a esta república interior al volverla mediterránea. Esto combinado a la exportación de minerales

brutos

resumía

las

ambiciones

liberales

de

progreso. Este imaginario de las clases dominantes no ha variada hasta nuestros días. Su principio es aceptar nuestra subalternidad y consecuentemente nuestra dependencia, peor aún nuestra inviabilidad. Este pasmo negativo de las clases dominantes ha justificado sus cíclicas políticas entreguistas. A este dramatismo señorial se opone la concepción trágica del mundo del proletariado, de las clases dominadas y de las sociedades nativas. La fuerza de esta concepción trágica radica en su unificación mítica, unificación simbólica e imaginaria que dibuja el perfil guerrero, antagónico de la conquista, la colonia y el capitalismo. 

La Guerra del Chaco traslada a un contingente demográfico entremezclado para defender las fronteras lejanas y extensas del Sudoeste frente al Paraguay que también reclamaba las extensas tierras del Chaco Boreal. Se dice que dos compañas petroleras

extranjeras,

una

inglesa-holandesa,

la

otra

norteamericana, fueron factores desencadenantes de la conflagración siguiendo al pie puntillas sus estrategia en su propia guerra del petróleo, que buscaba ocupar, retener y explotar

los

apreciados

recurso

hidrocarburíferos.

Sin

necesidad de circunscribirnos a esta perspectiva un tanto economicista, preferimos incorporar esta condicionante de la guerra por el petróleo en un conjunto más amplio de integrantes del acontecimiento bélico que se desencadenó, con todo el dramatismo de guerras modernas en países 29


desamparados. Sergio Almaraz Paz resume la problemática con la siguiente apreciación: Se ha dicho que del Chaco surgió una nueva conciencia. La afirmación necesita ser precisada. Lo que habría que decir es que la guerra repercutió económicamente en el desarrollo de la industria y del comercio hasta entonces paralizados por el poder

absoluto

del

extranjero

(primero

británico

y

preponderantemente norteamericano a partir de 1925); políticamente se descubrieron todas las debilidades del régimen tradicional, salieron a flote todas las contradicciones de la economía nacional. La Guerra del Chaco conmovió los fundamentos del régimen social y económico cuya expresión ideológica y política fue el liberalismo de los partidos tradicionales que gobernaron hasta 1936.4 Entre las condicionantes desencadenantes de la Guerra del Chaco tienen que considerarse la crisis inmanente a una formación social fragmentada, abigarrada, no terminada de unificarse. Hablamos de una crisis constitutiva a la República. Los límites de lo público, restringido al hombre privado e ilustrado, hablan de ello. Estos límites se hacen más angostos cuando

comprendemos

que

se

trata

de

propietarios,

terratenientes, comerciantes y artesanos criollos y mestizos. Las grandes mayorías nativas, incluyendo a las mujeres criollas, mestizas e indias, estaban más allá de lo público, este más allá que tampoco es lo privado. Ni lo privado ni lo público sino lo otro, la alteridad. Esta crisis de la república se traduce

4

Sergio Almaraz Paz: Petróleo en Bolivia. Juventud 1958. La Paz. Pág. 113.

30


en

gobiernos

liberales

endebles

que

no

terminan

de

legitimarse después de la traición liberal a Zarate Willka y la ocupación de tierras comunales, extendiendo la frontera de las haciendas al Altiplano. Visto de esta forma el panorama político,

podemos

hablar

de

un

gamonalismo

liberal

atrincherado en la sede de gobierno. La Guerra del Chaco desgarra el velo que cubre la carcomida estructura de poder de la oligarquía liberal. Un desvencijado armatoste aguarda y observa la guerra muy lejos de las trincheras. Se derrama mucha sangre, pero también se derrocha mucha virtud. Los cuerpos de los soldados se sacrifican y ofrendan en las calurosas tierras del chaco, donde la escasez del agua exige una adaptación tortuosa al clima. La muerte acerca a los enemigos hasta reconciliarlos, convirtiendo a sus estados en aliados inusitados y odiosos de la penuria de la masa de soldados. Esta certeza se presenta con

punzante

patetismo

a

los

bolivianos,

quienes

se

reconocen en el esfuerzo descomunal que exige una guerra de trincheras y de emboscadas. Criollos, indios y mestizos mueren juntos y al hacerlo sus sangre se mezcla nuevamente, se convierten en lo mismo en esta interpelación oscura, que es la experiencia ciega del abismo insondable del silencio sin tiempo. Por eso, al terminar la guerra y comenzar la desmovilización y el retorno, los sobrevivientes tienen un pacto con los muertos. Redimir sus sacrificios insólitos y multitudinarios con un acontecimiento de masas que arrase con los antiguos escenarios políticos, inventando para todos algo así como asonada democrática: la fiesta de la igualdad.

31


La revolución de 1952 es el acontecimiento más importante en la perspectiva del poder constitutivo de la multitud. La victoria de los obreros armados sobre el ejército de la oligarquía constituye el acto más fuerte constitutivo que se haya dado desde el ámbito de la lucha de clases en Bolivia. Sin embargo, este poder constituyente de la multitud se enfrentó rápidamente a su propia creación como poder constituido: El Estado nacional conformado. El problema es que el poder constituido se realiza como trascendencia, es decir, como una entidad que escapa al control de la multitud. Incluso va más allá en el imaginario colectivo; una vez constituido aparece como anterior, como una condición de posibilidad trascendental, como previo a la historia misma. En Nacionalismo y Coloniaje de Carlos Montenegro la nación se enfrenta a la anti-nación, quien ha expropiado sus recursos, sus bienes y su voluntad. La voluntad nacional tiene como telos el recuperar a la nación misma del coloniaje, que la tiene sometida. Esta voluntad nacional aparece como conciencia nacional en René Zavaleta5. La conciencia nacional forma parte de las representaciones colectivas. Efectivamente se produce

su

configuración

imaginaria

como

soberanía

subjetiva. La nación es entonces una soberanía constituida. Otra soberanía constituida es la de pueblo, la unidad sociopolítica de los ciudadanos. Simbólicamente la soberanía pasa del rey al pueblo, la soberanía del Estado-nación radica en la voluntad popular. Cada uno de los ciudadanos es soberano, por esto mismo, la totalidad, el pueblo es soberano.

5

René Zavaleta Mercado: El Nacimiento de la Conciencia Nacional. Los Amigos del Libro 1977. La Paz.

32


Soberanía viene de soberano, que etimológicamente quiere decir jefe de estado en una monarquía, es decir, rey. Soberanía significa autonomía plena, también independencia. Viene del latín vulgar superanus, que nombra al gobernante, cuyo sentido implícito implica a la persona que está sobre los demás6. La soberanía es trascendente, lo mismo ocurre con las formas de soberanía: Estado nación, nación, pueblo. La importancia de esta trascendencia radica en su domino exterior. Domina desde un exterior inaccesible a un interior a un

interior

donde

estamos

atrapados

todos

nosotros,

ontología histórica, los que pertenecemos a la multitud. Michael Hardt y Antonio Negri expresan del siguiente modo el nacimiento de la nación: La transformación del modelo absolutista y patrimonial consistió en un proceso gradual que remplazó el fundamento teológico del patrimonio territorial por un nuevo fundamento, igualmente trascendente. En lugar del cuerpo del rey, ahora era la identidad espiritual de la nación lo que hacía del territorio y la población una abstracción ideal. O, para decirlo más precisamente, el territorio físico y la población se concibieron como la extensión de la esencia trascendente de la nación. El concepto moderno de nación heredaba así el cuerpo patrimonial del Estado monárquico y le inventaba una nueva forma. Esta nueva totalidad de poder fue estructurada en parte, por un lado, gracias a los nuevos procesos productivos capitalistas y, por el otro, a través de las antiguas 6

Guido Gómez de Silva: Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española. Colegio de México. Fondo de Cultura Económica 1995. México.

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redes de la administración absolutista, La identidad nacional estabilizó esta insegura relación estructural: una identidad cultural integradora, basada en una continuidad biológica de relaciones de sangre, una continuidad espacial de territorio y una comunidad lingüística7. Sin embargo, se espera que el concepto de nación no tenga la misma connotación histórica en un país dominado que en un país dominante. Se supone que el uso de la nación por parte de los dominados en su lucha de liberación convierte a ésta en un recurso revolucionaria. El carácter avanzado del nacionalismo subalterno queda definido

por

dos

funciones

primarias,

en

todo

caso

supremamente ambiguas. Sobre todo, la nación adquiere el brío de la emancipación en la medida que hace las veces de línea de defensa contra la dominación imperialista y de las potencias económicas, políticas e ideológicas externas8. Sin embargo, cuando consideramos a los nacionalismos subalternos,

los

irremediablemente

elementos escoltados

pródigos por

sus

aparecen vislumbres

reaccionarios. Los poderíos opresores de la nación y el pueblo nutren exorbitantemente la autovaloración de la comunidad y demuelen su multiplicidad. Cuando el nacionalismo subalterno propone como su cimiento la monotonía y la semejanza del pueblo, oscureciendo las diferencias de clase o, cuando designa a una fracción de la sociedad como los representantes 7 8

Michel Hardt y Antonio Negri: Imperio. Piados 2002. Buenos Aires. Pág. 98. Ibíd.: Pág. 107.

34


de hecho de la misma, sobresale más claramente que nunca la honda indeterminación de los usos ambivalentes del nacionalismo subalterno. Justamente, las disposiciones que desempeñan un papel defensivo en relación con el exterior son las mismas que cumplen una función opresora en el plano interno, al negar la multiplicidad de la comunidad misma9.

La irrupción electoral de la multitud De las movilizaciones que arrancan en abril 2000 a las elecciones de julio del 2002 tenemos el recorrido intenso de las pasiones colectivas que actúan tanto en la praxis de las luchas como en las decisiones electorales. Se desenvuelven tanto en la estrategia como en las tácticas del movimiento social anticapitalista. La multitud ha emergido en Bolivia como fuerza inmanente de los acontecimientos sociales, que pueden ser entendidos como síntomas elocuentes de la crisis.

Las movilizaciones

incluyen distintos aspectos de las luchas sociales, desde la guerra del agua hasta la marcha indígena por la Asamblea Constituyente y la tierra, pasando por las jornadas de septiembre del 2000, relativa a los bloqueos de caminos y el sitio de las ciudades en torno al pliego de reivindicaciones del movimiento campesino, incluyendo la disposición a la autonomía por parte de un sector radicalizado de los aymaras. Se llega de este modo a las jornadas de julio del 2001, concentradas en el bloqueo de la carretera entre la ciudad de La Paz y Copacabana. El bloqueo parcial del altiplano al combinarse con la marcha de la COMUNAL derivó en la alianza de los sectores campesinos del altiplano y los sectores combativos del Chapare, de los valles y la Ciudad de Cochabamba. Las elecciones de julio

9

Ibíd.: Pág. 109.

35


convierten en la segunda fuerza democrática al Movimiento hacia el Socialismo (MAS). Esto tiene que entenderse como la segunda fuerza parlamentaria y la segunda candidatura más votada. Como puede verse las masas en movimiento atraviesan tanto la geografía política, desterritorializándola con sus movimientos nómadas, así como la geografía electoral, desordenándola con su intempestiva irrupción. Se puede decir entonces en tono zavaleteano que las movilizaciones han encontrado su desemboque de verificación. Los partidos de derecha, que optaron por el neoliberalismo están aterrorizados. Los acostumbrados comentaristas y analistas políticos han quedado perplejos y sólo atinan a balbucear frases consabidas que no articulan un discurso coherente. El miedo se ha apoderado en los personeros de las trasnacionales y también en sus propagandistas. Las victorias del movimiento popular se hacen sentir en los dos campos, en el territorio de las luchas sociales y en el plano de las representaciones democráticas. Si el ciclo neoliberal, abierto por el partido que se caracterizó por traicionar la revolución del 52, desde un principio, se cerró con las movilizaciones del 2000, su expresión discursiva, su secuela política, en

el plano

de

las representaciones ha entrado

a su

desmoronamiento espectacular. Las instituciones que sirvieron como modernos mecanismos de dominación se fracturan. Mostrando su corrupción y deterioro irreversibles. En el horizonte político de la multitud su accionar se ha movido con suficiente plasticidad, articulando estrategias y tácticas, estructuras y prácticas, valores y significaciones. Las representaciones colectivas irrumpen en el escenario jurídico-político dando lugar a una ocupación simbólica del imaginario social. No sólo que ya no se puede pensar una política sin las clases subalternas y explotadas, sin las mayorías y minorías étnicas, sino que ya no se puede representar

36


el mundo obviando su presencia, como se acostumbró en el discurso académico y en la hipóstasis mediática. ¿Cómo se puede caracterizar el momento? ¿Se trata de una dualidad de poderes? En el libro El Poder Dual René Zavaleta Mercado está lejos de hacer una apología de la tesis conocida como poder dual, mas bien critica su generalización abstracta y dice que: Pero la única manera de no hablar de generalidades pedantescas e inutilizables es referirse a una complejidad concreta, a los casos específicos

de

acumulación,

articulación,

determinación

y

sobredeterminación. Son los que no conocen la historia los que se accionan a los modelos puros10. La cuestión neurálgica es el momento de sobredeterminación. Según Zavaleta la crisis es la forma más extraordinaria de la unidad, en otras palabras, la crisis es la forma más extraordinaria de unificación. Por eso la

sobredeterminación

tiene

que

ver

con

la

unidad

nacional

o

nacionalización (unidad estática) y con la crisis (unidad de emergencia). Por más paradójico que parezca estamos asistiendo al despliegue de una nueva forma de unificación social, que conjuga tanto la crisis como la irrupción intempestiva de las identidades colectivas. Zavaleta considera las condiciones de posibilidad históricas que llevaron a la configuración de una dualidad de poderes en Bolivia con la revolución de 1952. Los obreros en armas, mineros y fabriles, acompañados por sectores radicalizados de la pequeña burguesía y lumpenproletariado de la ciudad de La Paz, derrotaron al Ejército de la Oligarquía, el cual se rindió en Laja. El MNR llegó al poder para cumplir con las tareas democrático-burguesas, gracias

10

.- René Zavaleta Mercado: El Poder Dual. Los Amigos del Libro 1977. La Paz-Cochabamba. Pág. 90.

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a una insurrección armada del proletariado. Los trabajadores organizados en la COB y la pequeña burguesía sentada en el palacio quemado, enfrentaron la crisis del nuevo estado naciente en condiciones duales. Empero, tanto la crisis como la dualidad de poderes se mediatizo en el co-gobierno. La contradicción de clase no desapareció, tampoco la crisis del Estado nacional, sino que tanto la lucha de clases y la crisis estatal fueron

el

substrato

de

un

periodo

contradictorio

e

intenso

de

enfrentamientos minuciosos entre el aparato del partido y los obreros organizados. La dualidad de poderes fue una figura provisional. Lo que hay que tener en cuenta en el horizonte histórico político es la profundidad de la crisis de un Estado inconcluso correspondiente a una formación abigarrada, en el contexto de un capitalismo pujante, que adquirió la figura de la soberanía imperialista. En el horizonte histórico contemporáneo que nos corresponde analizar ha corrido mucha agua bajo el puente, se han corroído las estructuras del puente, que terminó derrumbándose. El MNR dividido es derrotado EN 1964 por un golpe de Estado conjurado por la CIA. El año 1971 se alía a las expresiones fascistoides del ejército, enfrentándose con los hijos de los revolucionarios del 52, con la clase obrera que lo llevo al poder casi dos décadas pasadas. El año 1985 vuelve al gobierno iniciando un ciclo neoliberal, después de haber boicoteado en el gobierno la gobernabilidad de la UDP. Sus políticas desnacionalizadoras, privatistas, globalizadoras y de ajuste estructural lo convierten en el enemigo más encomiado y lúcido de la multitud. Los demás partidos, que en realidad son fragmentos despintados de una burguesía intermediaria y mediocre, siguen a regañadientes las direcciones económico-políticas diseñadas por el MNR. Esta debe ser la mirada retrospectiva para comprender el presente. A la luz de esto hechos no parece casual que las dos fuerzas más votadas en 38


las elecciones sean el MNR, el partido de una burguesía globalizada, y el MAS, expresión política de un movimiento social plural, cuya procedencia se remonta la lucha de las federaciones sindicales de productores de coca, que empero en la actualidad emerge como instrumento político de distintos movimientos regionalizados. No es el único instrumento político; la multitud combina algunos de peculiar importancia: la Coordinadora del Agua, la Comunal, La confederación Única de Campesinos de Bolivia y otras formas de organización y aglutinamiento de masas. Pero, hoy por hoy es el instrumento electoral. El enfrentamiento entonces se hace claro, entre la multitud proletarizada, cuya procedencia articula a distintos fragmentos de clases, y los representantes políticos del imperio. Puede hablarse de dualidad de poderes metafóricamente. Pero, desde Foucault sabemos que no hay un solo poder o dos, sino más bien una pluralidad de poderse que atraviesan el cuerpo social. Se habló de dualidad de poderes entre febrero y octubre de 1917 ruso, teniendo como referencia a los soviets en contraposición del gobierno parlamentario de Kerensky. También se volvió a discutir el tema del poder dual cuando la Asamblea popular de 1971 en Bolivia. Empero, hay que tener en cuenta que este debate se hace sostenible cuando se tiene como objetivo al Estado y la toma del poder. ¿Pero, qué ocurre cuando el Estado nacional ya no es el referente principal, sino una nueva forma de dominación del nuevo orden mundial multinacional, cuando el enfrentamiento es entre multitudes

emergentes

como

contrapoder

contra

el

imperio?

La

perspectiva es distinta, el poder constituyente de la multitud busca abolir todo poder trascendente, sea este el estado nación o los aparatos del imperio.

39


El miedo a las masas Elías Canetti decía a propósito de su libro Masa y Poder que: Me vino a la idea que hay un instinto de masa en permanente oposición al instinto individualista, y que la lucha de ambos permitía explicar el curso de la historia humana... Tuve la impresión que todo cuanto estaba ocurriendo en el mundo podía producirse de ella11. Thomas Mermall comentando el libro de José Ortega y Gasset La Rebelión de las Masas cree encontrar una analogía entre las preocupaciones del filósofo español y el escritor uruguayo. Nada más distinto. Canetti está seducido por la inmanencia, el fenómeno, manifestación e identidad colectiva de las múltiples formas de la masa. En cambio Ortega y Gasset encuentran peligrosa la manifestación de las masas, opta por el contrario por un culto tardío a la razón, circunscribiéndose

en los apreciados y

caros derechos del individuo. El filósofo ibérico apuesta por una aristocracia intelectual y por una elite responsable de la política. Este es el tema del ensayo, el miedo a las masas. ¿Quién es el que teme a las masas? ¿El individuo? ¿Acaso las masas no están compuestas también por individuos? ¿Cómo puede entenderse al individuo sin su contexto y horizonte colectivos? Este pavor que siente el filósofo español tiene que ver con acontecimientos cruciales de su tiempo: La guerra civil española, la revolución bolchevique, los populismos emergentes, aunque también con la cruda elocuencia del fascismo y el nacional socialismo; tampoco puede dejarse de lado los fenómenos sociales de la masificación del consumo. Aunque se trate de acontecimientos sociales diferentes, lo

11

Elías Canetti en Antorcha en el oído: historia de una vida. Alianza, 1982. Barcelona.

40


que observa en ellos el filósofo español son los síntomas de una supuesta degradación cultual, una vulgarización de los valores y una declinación hacia el irracionalismo. Esta actitud de defensa frente al despertar de las masas y los distintos modos de su participación, incluyendo las configuraciones

ambiguas

de

los

populismos,

la

estructuración

chauvinista y racista del fascismo y el nacional socialismo, así como las pulsiones hedonistas ligadas al consumo, se aferra a un individualismo idealizado y a una elite a-histórica afincada en los valores eternos de una cultura hegemónica: la modernidad europea del siglo XIX y comienzos del XX. La misma que avanza raudamente a una de sus crisis existenciales más profundas, la de la entre-guerra y la posguerra. ¿Fin de la modernidad? ¿Comienzo de la postmodernidad? Nuevo trastrocamiento cultural en la transvalorización de los valores. En su mentado libro sobre La Rebelión de las Masas, Ortega y Gasset escribe: Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera12. Estas impresiones depresivas de la modernidad en cierta intelectualidad vulnerable a lo que les parece la cabeza de Medusa, ¡el monstruo de mil cabezas de la multitud!, sigue un curso obsesivo de José Ortega y Gasset a José Ingenieros, quien escribe el Hombre Mediocre, y de éste hasta nuestro insigne ideólogo liberal de espíritu conservador Hugo Celso Felipe Mansilla. Hay como dice Thomas Mermall una persistencia del tema. Que lejos están estos ilustres intelectuales conservadores de las intuiciones de

12

José Ortega y Gasset: La Rebelión de las Masas. Clásicos Castalia 1999. Madrid. Pág. 136.

41


Robert Musil. En su novela El Hombre sin Atributos, el conde de Leinsdorf, personaje clave, filántropo y aristócrata ilustrado, describe la paradoja central de la modernidad: Lo que todavía no comprendo es lo siguiente: que las personas deberían amarse unas a otras y que hace una mano firma en el gobierno para que lo hagan no es nada nuevo. Entonces, ¿por qué, súbitamente, tendría que darse una cosa o la otra?13 Comentando este pensamiento del conde de Leinsdorf, Antonio Negri y Michael Hardt dicen que: Para los filántropos del mundo de Musil, en el centro de la modernidad hay un conflicto, por un lado las fuerzas inmanentes del deseo y asociación, el amor de la comunidad, y, por el otro, la mano de una autoridad omnipresente que impone y hace cumplir un orden en el campo social. Esta tensión habría de resolverse, o al menos tendría una mediación, con la soberanía del Estado; sin embargo vuelve a reaparecer continuamente como una disyuntiva: o bien libertad, o bien servidumbre, o bien liberación del deseo, o bien su sometimiento. El conde de Leinsdorf identifica con lucidez una contradicción que reaparece permanentemente a lo largo de toda la modernidad europea y está en el corazón mismo del concepto moderno de soberanía14. El

individuo

que

pretende

defender

Ortega

y

Gasset

es

una

representación, las masas de ese miedo conservador son también otra representación. La constitución del individualismo forma parte de la constitución de los sujetos en la modernidad, después de un largo proceso 13 14

Robert Musil: El Hombre sin Atributos. Seix Barral 1982. Barcelona. Michael Hardt y Antonio Negri: Imperio. Paidos 2002, Buenos Aires. Pág. 77.

42


de moralización y disciplinamiento. Pero, también esa modernidad transfiere su propia crisis al alma de los individuos, volcando sus subjetividades a una escisión profunda. Esta modernidad vertiginosa, en sus propios confines, arrastra a este individuo a su propia disolución. Esta diseminación del individuo no ocurre como consecuencia de la sustitución por el hombre masa, como cree el filósofo español, sino por la misma fragmentación de la modernidad, en sus dos formas contradictorias, la humanista, emergida durante el renacimiento, y la relativa a la soberanía de los Estados modernos, correspondiente a la reacción conservadora ante las fuerzas inmanentes de lo social. Negri y Hardt dicen que: En la constitución de la modernidad europea identificamos tres modelos que articulan la figura inicial del concepto moderno de soberanía: el primero es el descubrimiento revolucionario del plano de la inmanencia; el segundo, la reacción contra las fuerzas inmanentes y la crisis, representada por la autoridad, y el tercero, la resolución parcial y temporal de esta crisis mediante la formación del Estado moderno como asiento de la soberanía que trasciende el plano de las fuerzas inmanentes y media entre ellas15.

La Marcha Indígena y la Asamblea Constituyente Se cierra un ciclo y quizás se abra otro. Desde la Marcha por la Dignidad y el Territorio hasta la actual marcha indígena de los pueblos nativos del Oriente, se abre un ciclo de luchas por las territorialidades propias. ¿Qué

15

Ibíd.: Págs. 77-78.

43


entendemos por territorialidades? Los cuerpos, los entrelazamientos corporales, sus ámbitos relacionales y las significaciones colectivas, vivenciadas en las experiencias sociales. Hasta la fecha se ha conseguido muy poco en lo que respecta al conjunto de demandas hechas a conocer por las organizaciones de base. La evidencia y la visibilización de los cuerpos a lo largo de la marcha, en la trama de su recorrido, ha dado lugar a una ruptura en la geografía política de un país que deja en la sombra a la gran mayoría de su población. Esta es la razón por la que se inicia nuevamente una gran marcha desde el Oriente boliviano a los Andes, donde reside la sede de gobierno. Una característica distintiva de la Marcha Indígena del 2002 es el objetivo político que persigue: La Asamblea Constituyente. Hay, como quien dice, distintas maneras de conseguir este objetivo democrático. De modo revolucionario, constituyendo la asamblea por la fuerza. De manera legal, exigiendo que el congreso convoque a una Asamblea Constituyente. En este caso puede haber variantes. Desde la consulta a través de un referéndum para legitimar esta convocatoria hasta el llamamiento a elecciones para una Asamblea Constituyente. Lo que parece salirse de estos cánones y parecerse más a una maniobra política es la reforma constitucional. El mismo congreso de salida, criticado, desacreditado, descalificado por la opinión pública, se da a la tarea de reformar la constitución, sin preocuparse de ninguna consulta popular. La Asamblea Constituyente fue traída del arsenal y de la memoria política en un Cabildo de la Coordinadora en Cochabamba, cuando la guerra por el agua era el escenario de los acontecimientos sociales (abril del 2000). ¿De qué se trataba? ¿Por qué un cabildo popular recurría a este instrumento constitutivo? Se puede decir que el horizonte de las movilizaciones no dejó de ser democrático. A pesar de la fuerza de la 44


multitud, las alianzas que amarran a amplios sectores de la población, la virulencia de los eventos, las soluciones buscadas por las masas se dan en el campo democrático. El sentido de las movilizaciones apunta a enriquecer, ampliar, reapropiarse del ejercicio democrático. No importa que interpretación den los políticos, los constitucionalistas y los juristas a la Asamblea Constituyente. Lo que da vigencia a este poder constituyente es el uso que le quiere dar la multitud en acción. Tampoco importa si este uso se puede o no justificar jurídica, política y constitucionalmente. Lo que es fundamental en este caso es la producción de sentido de las masas.

El poder constituyente En Ocho tesis preliminares para una teoría sobre el poder constituyente, Antonio Negri apunta que: Entiendo por "constitución" el dispositivo socio-político determinado por la ley del valor. Este dispositivo socio-político es la multitud en acción, organizada de acuerdo a los condicionamientos del desarrollo del capitalismo, de acuerdo a la secuencia de esta historia, hemos pasado del obrero profesional al obrero social: La composición del proletariado es social, desde el punto de vista del territorio de pertenencia: es del todo abstracta, inmaterial, intelectual, desde el punto de vista de la sustancia del trabajo; es móvil y polivalente desde el punto de vista de su forma. 45


El capitalismo en su fase tardía y contemporánea, bajo la soberanía del imperio, se desterritorializa, funciona en red y se descentra, respecto a algún centro de mando estático y fijo. La proletarización afecta a todas las clases sociales supeditadas al capital. La valorización del valor ahora se realiza a través de la virtualización del trabajo y la informatización de la producción. El poder de este capitalismo desterritorializado adquiere la forma biopolítica. Esto quiere decir que la misma gestión de vida es subsumida a la producción de plusvalía. No hay exterioridad ni interioridad, la naturaleza ha sido deglutida en la gran factoría que se ha vuelto el mundo. En estas condiciones de proletarización absoluta, de despliegue de una economía política generalizada y planetaria, las propias alteridades y diferencias culturales son incorporadas a una fabulosa maquinaria capitalista que ahora manipula las diferencias y las singularidades. Todos son sometidos a la proletarización general, nadie escapa a este proceso fantástico de subsunción formal, real y virtual del trabajo al capital. Por eso, todo conflicto local, toda resistencia cultural, toda particular movilización social, toda rebelión y demanda colectivas forman parte de las contradicciones inherentes a este capitalismo planetario, a este diagrama de fuerzas biopolítico, a esta soberanía imperial multinacional. La marcha indígena es una manifestación concreta del contrapoder de la multitud, de una parte de la multitud fragmentada, supeditada a la virtualidad de la valorización capitalista. Las energías, los sentimientos, los imaginarios colectivos son absorbidas al proceso productivo que atraviesa todas las estructuras de la vida misma. Que la marcha indígena se enfrenta al Estado-nación, tal como lo hizo cuando la marcha por la dignidad y el territorio, esto ocurre porque los Estados-naciones forman 46


parte del imperio, del nuevo orden mundial. Si los discursos concurrentes no expresan esta situación en las nuevas condiciones de un capitalismo desterritorializado y un diagrama biopolítico, tiene que ver con que todavía tienen en cuenta un horizonte histórico pasado, fuertemente condicionado por la soberanía de los Estados-nación, por los poderes locales y un modo de producción capitalista organizado al modo fordista. Ciertamente, cuando se habla de un Estado-nación subalterno, como es el caso de Bolivia y de la mayoría de los Estados surgidos de las guerras de independencia, la herencia colonial, de los aparatos administrativos jurídico-políticos y las estratificaciones sociales atravesados por la diferencia

étnica,

el

conflicto

social

es

también

anticolonial.

La

intencionalidad implícita en las movilizaciones sociales de los Estadosnación subalternos es la descolonización. Esto pasa por la desconstitución de subjetividades colonizadas y la reconstitución de subjetividades liberadas. Los movimientos indígenas son a su vez anticoloniales y anticapitalistas. Con relación a los Estados-nación subalternos no pueden dejar de enfrentar los mecanismos de dominación internos, las secuelas del colonialismo interno, el desconocimiento de sus saberes, de sus culturas

e

identidades

colectivas.

El

problema

es

que

este

desconocimiento secular se halla afincado en la Constitución política del Estado. Esta es la razón por la que no sólo se exige revisar la constitución, sino que es imprescindible trastrocarla completamente, inventar una constitución que sea el producto de los deseos, pasiones, alteridades propias de las fuerzas vivas componentes de la multitud productiva de un ámbito nacional. El poder constituyente es la potencia creativa de la multitud. Es el poder como voluntad, como potencia anímica, como pathos. También es la potencialidad de la imaginación colectiva. La virtualidad que se hace posible, que se realiza en la praxis. La democracia concebida por Spinoza 47


como multitudo. La materialidad de esta democracia se encuentra en el descarnado acontecimiento social, en su apertura subjetiva y en su praxis. La Asamblea Constituyente que reclama la marcha indígena tiene que ver con los deseos colectivos, tiene que ver con la profunda necesidad de reconocimiento

de

los

conquistados,

colonizados

y

excluidos.

La

trasgresión del restringido horizonte político criollo de un Estado-nación subalterno, el ingreso de las formas hasta ahora invisibilizadas de la multitud a la invención del campo político, no sólo apertura otros horizontes externos e internos, otros pliegues de subjetividad y otros despliegues de realización productiva, sino que conduce a una nueva constitución de una nueva república.

La dualidad de las temporalidades Es cierto que si se cuenta nuestra historia desde la perspectiva del desarrollo del capitalismo, desde su acumulación originaria hasta su forma planetaria y desterritorializada de la actualidad, pasando por los colonialismos e imperialismos expansivos, es difícil comprender lo que paso en el plano de los acontecimientos concretos circunscritos en las fronteras de una geografía nacional. Esta perspectiva resulta abstracta y universal. Es menester tener en cuenta una perspectiva local para darles un significado específico a los hechos. Las historias nacionales tratan de llenar este vacío. Empero con una perspectiva nacional o con una historia local podemos derivar en la creencia que los sucesos y las narraciones locales tienen un sentido propio. Este particularismo se ilusiona con una historia propia. No la hay. Las dos perspectivas históricas, la universal y la local, se oponen, pero ninguna puede por sí sola deconstruir y reconstruir la trama entrelazada de los acontecimientos. Es menester usar ambas perspectivas para hilar, tejer, destejer y retejer lo oculto y lo 48


superficial de los acontecimientos, que aunque siendo locales tienen desde el siglo XVI, vale decir, desde los comienzos de la modernidad, una configuración mundial. Tampoco el despliegue planetario del capitalismo tiene una significación propia, sino a través de sus singulares expansiones y subsunciones del trabajo humano al capital. El enfrentamiento con las culturas y las resistencias, el atravesamiento de los obstáculos, las formas de específicas de resolución de la crisis, las maneras de responder a la lucha de clases hacen a la historia efectiva del capitalismo. Una y otra perspectiva sólo se resuelve comprendiendo la fuerza de la inmanencia de la multitud que desencadena historias. Se han construido historias nacionales de cierta relevancia. Estas arrancan en la conquista; en el mejor de los casos retoman a los cronistas que relatan la historia de sucesión de los Incas. Los antropólogos y los etnohistoriadores interpretan las estructuras socioculturales de los señoríos aymaras. La historia de la colonia, comprendiendo sus distintos periodos, tampoco queda muy bien parada, salvo lo que se refiere a la minería de la plata, los mitayos, el entorno potosino, las haciendas coqueras. La historia de la república cuenta con una mayor literatura, sin embargo, también adolece de un trabajo más sistemático de fuentes. Se puede decir que recientemente hay una preocupación por la formación del Estado en el siglo XIX. La historia más contada y con mayor ilustración es la del siglo XX. Después de la guerra del pacífico y la crisis política subsecuente se da cabida a la presión de una burguesía minera (de la plata), la que adopta un discurso liberal y una pose modernizadora, sueña con ferrocarriles e industrias, también con uniformizar a los indios, convirtiéndolos en obreros. El ingreso a la forma estatal liberal se hace posible con la guerra federal. La victoria de los liberales paceños sobre los conservadores sucrenses se da gracias a la incorporación de la guerrilla india, al mando de Zarate Willka. La contradicción inherente a la forma 49


estatal liberal es esa perversa combinación entre una economía minera de exportación, vinculada por ferrocarriles que conducían a los puertos del pacífico y la expropiación de tierras comunales. La expansión de las haciendas, como forma de pequeñas guerras de reconquistas locales articuladas a un capitalismo que subsume formalmente el trabajo de los mitayos al

capital, habla de por sí de una barroca formación social,

todavía sostenida por el pongeaje, la discriminación, exclusión y explotación del indio. Se dice que es la Guerra del Chaco la que resquebraja a esta forma estatal liberal. En el discurso crítico de entonces se menciona a la declinación de la oligarquía minero-feudal. Los cincuenta años de historia narrados por René Zavaleta Mercado arrancan con la formación de la conciencia nacional y avanzan en el entramado dramatismo de los hechos histórico políticos hasta el gobierno bonapartista de Ovando. En Lo NacionalPopular en Bolivia Zavaleta trabaja en forma de ensayos tópicos y fragmentos cruciales de la historia, como la relativa a las condiciones socioeconómicas que derivaron a la Guerra del Pacífico, desprendiendo un análisis de las formaciones sociales de Bolivia, Perú y Chile. La diferencia en torno a la formación de una burguesía nacional y la modernización del ejército fue preponderante al momento de la campaña bélica. Dos ejecitos rezagados en los límites instrumentales de la defensa de los gamonales y la represión indígena perdieron ante un ejército mecanizado por los ingleses. Otro ensayo sobresaliente es El mundo de Willka; quizás en ese trabajo se articula el análisis de la situación de los ayllus bajo la forma estatal liberal en el mundo articulado por el mercado y el modo de producción capitalista. En cambio Las Masas en noviembre aflora como análisis que escapa a una periodización circunscrita en la historia y aparece más vinculada a los eventos más recientes, el fin de los gobiernos de facto, la articulación del movimiento social en torno a la centralidad 50


minera, la emergencia del movimiento katarista, la democracia de la multitud. Todo esto en los confines de la forma estatal popular, hegemonizada por el discurso del nacionalismo revolucionario. Preludio de un movimiento popular electoralizado (UDP), que a pesar de sus esfuerzos y debido a sus profundas contradicciones, termina derrotado por las fuerzas herederas de la oligarquía gamonal, por la estructura de poder minero y toda la burguesía comercial, favorecida por las dictaduras. Este es el contexto, la derrota popular, en el que se da la viabilización de las formulas políticas neoliberales, desde 1985 a la fecha. Hablamos de una forma estatal deglutida por la globalización. Se trata hasta cierto punto de una forma estatal virtualizada, de un Estado-nación atravesado por las redes estratégicas biopolíticas del imperio. No sólo las empresas públicas, sino también las reservas estatales, incluso la administración misma del excedente económico se encuentra en manos de las empresas trasnacionales. La economía nacional está completamente desnudada, ya no hay más ilusión de un mercado interno y de una economía propia. Formamos parte del intelecto general y del cuerpo social del trabajo, experimentamos los procesos de proletarización generalizado, salvo el estrato restringido de agentes políticos de la globalización y yuppies criollos que fungen de celosos mediadores de la globalización.

Artificialidad política Después de las movilizaciones sociales que se desencadenan en abril del 2000, bajo la forma de articulación social y de alianzas de base de la Coordinadora del Agua de Cochabamba, el movimiento continúa en septiembre del mismo año, bajo la forma de ocupación territorial de los bloqueos y el sitio de ciudades, donde adquieren relevancia las 51


disposiciones organizacionales del sindicalismo campesino. En julio del 2001 se vuelve nuevamente a los bloqueos en un sector del Altiplano, el camino de la ciudad de La Paz a Copacabana, acompañados por la marcha de la COMUNAL, constituida primordialmente por las federaciones sindicales del Chapare y la Coordinadora del Agua. En junio del 2002, cuando los partidos se preparan para la competencia electoral, la Corte Nacional Electoral hace esfuerzos para que las condiciones mínimas de la concurrencia al voto se cumplan, cuando el mismo gobierno se esmera para que su transición se vea bien, como compromiso democrático y una ampliación de la población votante se prepara a ir a las urnas, reaparece en el horizonte la figura inquietante de la marcha indígena. La patente artificialidad reiterativa de las elecciones aparece cuando se contrastan las infortunadas propuestas políticas de los partidos y las demandas de la marcha indígena. La caracterización de la coyuntura se puede resumir a la implícita contradicción inherente a las interpretaciones sociales de la democracia: ¿Elecciones o Asamblea Constituyente? Aunque el dirigente del CIDOB, Marcial Fabricano, haya expresado que no buscan perjudicar al proceso electoral, que no ven contradictorio optar por la Asamblea Constituyente y continuar con las elecciones, lo cierto es que la marcha indígena, la apropiación indígena de la Asamblea Constituyente, la interpretación de conformarla a parir de las fuerzas vivas de una sociedad heterogénea, pone en cuestión el carácter periódico y rutinario de las elecciones. Las elecciones terminan legitimando lo cuestionado por las movilizaciones: el sistema de partidos, el modelo representativo y delegativo de una democracia discursiva y el modelo económico neoliberal. Esta contradicción se traslada al campo social. De todos los partidos en concurrencia, dos movimientos, el MAS y el MIP, son en parte el resultado 52


de las movilizaciones desatadas el 2000 y que se extienden hasta el 2002, aunque también son el resultado de prejuicios y expectativas liberales, de las que comparten, de modo ambiguo, los propios dirigentes y candidatos populares. Esta actitud no deja de ser contradictoria. ¿Se cree o no en el sistema de partidos, en el modelo democrático formal y delegativo? Por más que se diga que no se cree, sobre todo cuando envuelve a los dirigentes el torbellino de las movilizaciones sociales, en coyunturas electorales se practica o se juega con esta democracia criticada. Esta contradicción se convierte en patética cuando los dos movimientos populares, encaramados en el proceso electoral, se desentienden de la marcha indígena y no le prestan el apoyo debido. Dejan a su suerte a esta marcha, sometida a toda clase de presiones y manipuleos por parte del gobierno y los partidos políticos, temerosos de los efectos negativos relativos a las elecciones. Todos los partidos, incluyendo e los movimientos partidizados, tienen los ojos puestos en las elecciones. El objetivo: Ganar espacios legales. En términos vulgares: Ganar curules. La reproducción de los mecanismos de dominación pasa por su actualización representativa, mediante el mecanismo electoral. Los dominados, mediatizados por los partidos que los representan, terminan legitimando a los dominantes, en el escenario político. Por lo menos en lo que respecta a la representación de papeles dobles en el teatro de la comedia reiterativa de las promesas que se sabe no se cumplen. Y los que saben que no se cumplen de todas maneras juegas a escucharlas, a pesar de la falta de la credibilidad. Esta escena del teatro de la vida cotidiana nos muestra la evidente falta de voluntad de poder. En el horizonte político actual las subjetividades volitivas de la multitud todavía no están constituidas. Los sujetos sociales todavía se encuentran subyugados por los códigos del mercado, del poder y de la comedia democrática

53


representativa. Los movimientos sociales partidizados y sus dirigentes están sometidos a los prejuicios liberales de su entorno colonial.

Segunda Parte Estudios del Presente: Movimientos Sociales Contemporáneos

Es indispensable detenerse en la reflexión de lo que llamamos Tiempos de Rebelión, título de un libro de la Comuna, posterior a El Retorno de la

54


Bolivia Plebeya. Ambos dedicados a los movimientos sociales desatados en abril del 2000 en torno a la lucha por el agua contra las trasnacional Aguas del Tunari. En los ensayos que comprenden estos textos se destilan análisis sobre la emergencia del movimiento indígena, la intensidad y la expansión de la defensa de la hoja de coca, que efectúan las seis federaciones campesinas cocaleras, la condición del proletariado en el contexto de la globalización, las perspectivas de los procedimientos autogestionarios que se pusieron en marcha en la experiencia de la Coordinadora del Agua y los nuevos horizontes desplegados por las significaciones populares de la democracia y la acción directa de la democracia. Como puede verse la gama de inquietudes son de crucial importancia para el momento y para el periodo de transiciones que estamos viviendo. Lo que se trata de avizorar es el futuro, más que todo, la construcción de futuro a partir de la energía inmanente contenida en la multitud. Sin embargo, no podemos olvidar que las posibilidades de futuro de alguna manera dependen de las realizaciones del presente, de las efectuaciones del presente de las virtualidades de la multitud preocupa sobre todo de lo que ha estado ocurriendo en abril-mayo de este año y del desenlace que ha tomado el bloqueo de caminos a la carretera al lago. Como dijimos, en El Retorno de la Bolivia Plebeya tratamos de hacer un análisis de los movimientos sociales que se generaron en abril del 2000, movimientos que se articularon a partir de la lucha por las necesidades y demandas cotidianas, la querella por los elementos vitales, como es el caso del agua. Alrededor de este eje articulador se estructuró la Coordinadora acontecimiento

del de

Agua.

Durante

masas

se

el

proceso

acoplaron

de

otros

maduración sectores

del

sociales

descontentos al movimiento. Entre los más destacados a lo largo de un conflicto prolongado, de más aliento e historia, están los cocaleros, 55


quienes convirtieron al Chapare en una zona de alta intensidad política, una zona de inmediato conflicto con el imperio. Otro de los sectores resistentes, quizás uno de los más persistente, es el de los maestros, quizás uno de los más longevos en las luchas sociales contemporáneas. Obviamente debemos reconocer entre los nuevos actores sociales a los regantes y a los guerreros del agua, ambos sectores con novedosos perfiles en el horizonte de las recientes luchas sociales; los regantes todavía vinculados al mundo campesino, los guerreros del agua, nómadas urbanos, convertidos en los bárbaros de la postmodernidad. Los regantes y los guerreros del agua se aliaron en la provisionalidad del azar, en el juego sorprendente del estallido de las singularidades enervadas por la fuerza del acontecimiento. Este es el contexto del conjunto de corrientes singulares aglutinadas en torno a la Coordinadora del Agua de Cochabamba, cuya conformación nos muestra nuevas características relativas a las movilizaciones sociales en el presente. Las jornadas de abril del 2000 no podrían dejar de dibujarse sin la participación premonitoria del movimiento campesino del altiplano, que ha venido asumiendo hasta la fecha las características de un movimiento de redención indígena, cuya memoria larga nos restituye a la lucha contra el colonialismo. Durante abril la articulación del conjunto de los movimientos desatados no apareció de manera muy evidente, aunque la participación simultánea de todos alimentó la fuerza de que cada movimiento en particular. En cambio en septiembre del mismo año los engranajes de la interrelación entre los movimientos se hacen cada vez más patentes. La magnitud y la extensión de las movilizaciones adquieren nuevas dimensiones y trae a colación otros bríos, sobre todo con la expansión del movimiento campesino en el altiplano. La cuestión indígena emerge con mucha fuerza, sólo comparable a lo que ocurrió con el acaecimiento del movimiento katarista durante las décadas de los setenta

56


y ochenta del siglo XX. También cobra vigencia el tema de la tierra. La cuestión de la nación aymara adquiere connotación histórica en la remembranza colectiva y en los pronunciamientos discursivos. Al respecto, la carismática participación del dirigente de la Confederación Única de Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Felipe Quispe Huanca, expresa de modo elocuente las contradicciones entre el dramatismo de una nación clandestina, en búsqueda de su emancipación, y la síntesis personal de una subjetividad indomable. Haciendo una evaluación podemos decir que la cúspide de las movilizaciones del 2000 y del 2002, desde la guerra del agua a la marcha indígena por la Asamblea Constituyente, aconteció en septiembre del segundo milenio cristiano. Durante septiembre del 2000 se logró articular un gran movimiento campesino, que abarcaba todo el eje central, la extensa geografía que comprende al altiplano, a los valles y a los llanos, donde están asentadas las principales ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa cruz. Se dibuja el perfil de una alianza estratégica entre los campesinos aymaras del altiplano y los colonizadores de Santa Cruz. En esta curva social de alianzas se encuentran las organizaciones sindicales de Santa Cruz, particularmente las relativas a las organizaciones campesinas de los llanos. Hablamos no solamente de los colonizadores, que son en su mayoría migrantes del occidente andino, sino también de campesinos cruceños, oriundos de los llanos. La alianza se extiende a las organizaciones sindicales no campesinas, como la de los maestros, tanto rurales como urbanos. De este modo también se integran a las ciudades, aunque solamente todavía una pequeña parte de ellas. En la ciudad de La Paz la participación de los gremialistas es esporádica, en el resto de las ciudades su participación es nula. Con todo, teniendo en cuenta esta diferencia de intensidades y de distribuciones diferenciales de fuerza, el despliegue del movimiento fue grande. El hito fue marcado por la malla

57


del bloqueo de caminos. Lo sintomático y significativo de los bloqueos no sólo radica en su extensa geografía que ocupa sino en el hecho significativo de que prácticamente sitió a las tres ciudades capitales del eje caminero. Se aisló completamente a La Paz, casi totalmente a Cochabamba e incluso se cercó a parte de los ingresos a la ciudad de Santa Cruz. Hacia Santa Cruz se extendió el movimiento, este hecho es un indicador de la irradiación de su fuerza, aunque también fue la región más débil de las movilizaciones de septiembre. Empero este no es un dato de las falencias del movimiento sino, mas bien, de su decurso serpenteante. El dato inobjetable es que se llegó a sitiar las tres ciudades principales, las más pobladas y de mayor actividad económica; situación que marca el comienzo de un nuevo escenario. Tal expansión del movimiento social no aconteció antes. Por lo visto septiembre fue efectivamente fundamental para lo que viene después, por las características innovadoras que presenta. Son estas características orientadoras las que dibujan el perfil dinámico de los procesos concurrentes en la intimidad de los acontecimientos que dan contenido al movimiento social contemporáneo.

La Irradiación de Septiembre Un primer síntoma digno de interpretar es que en septiembre se logra articular un alzamiento campesino de envergadura nacional, esto implica la formación de un gran consenso movilizado en los distintos pisos ecológicos. Un conjunto amplio y acoplado de organizaciones sociales participan de la eclosión colectiva; organizaciones sindicales, sobre todo campesinas, sindicatos y agrupaciones de toda índole concurren en la formación de la Coordinadora del Agua, inclusive los maestros están 58


metidos de manera simultánea en el movimiento social. Septiembre es prioritario fundamentalmente por dos tópicos recurrentes a lo largo de la historia colonial y republicana: El relativo a la nación aymara y el referido a la problemática del territorio. El tema de la tierra compromete tanto a los indígenas del Oriente como de Occidente, a los campesinos de los llanos como del altiplano, pasando por los valles, a las organizaciones indígenas aglutinadas en el CIDOB, que es la confederación de los pueblos indígenas del oriente, del Chaco y la Amazonia, ya los pueblos nativos incorporados

en

la

Confederación

Nacional

de

Marcas

y

Ayllus

(CONAMAQ), a las federaciones sindicales de Oriente, Occidente y de los valles, coaligadas en la CSUTCB. La importancia de septiembre radica en la recurrencia de su memoria larga.

Cierta

configuración cíclica del

tiempo social nos muestra la abolición de la cronología histórica; la irrupción de la guerra inconclusa anticolonial hace como que los dos siglos, que nos separan del mayor levantamiento indígena de la época colonial, no han transcurrido. Desde la perspectiva lineal estos siglos han transcurrido, sin embargo, en los pliegues de la memoria no han pasado sino como acumulaciones sintomáticas de una violencia desencadenada. De pronto retornamos al sitio de Tupac Katari y Bartolina Sisa, los dos siglos son significativos en el sentido en que dibujan el espectro colonial interno. En el imaginario colectivo se reproduce el acontecimiento cuya procedencia se encuentra en el pasado, que empero su emergencia se encuentra en el presente, actualizado. Se recuerda materialmente el sitio, la reiteración del cerco a la ciudad de La Paz nos devela la fuerza ética de las sociedades nativas. El análisis de las jornadas de septiembre se sitúa en Tiempos de Rebelión. Los ensayos que comprende el texto abarcan varias líneas de análisis. En conjunto se trata de escritos de coyuntura, gestados al calor del fuego, sin embargo, los trabajos son un poco más elaborados que en El Retorno 59


de la Bolivia Plebeya. Esto se debe a la distancia de aproximadamente seis meses entre los acontecimientos de abril y los de septiembre; distancia que permite abarcar mejor el seguimiento de los procesos inherentes al movimiento social en cuestión.

Un eje del análisis es la

cultura como proyecto político de las sociedades nativas. Se toma a la cultura no solamente como un sistema simbólico que hay que recordar, sino que se la toma como una vivencia colectiva actual que se manifiesta en

nuestras

costumbres,

en

nuestras

tradiciones,

en

nuestras

instituciones culturales. La cultura es un substrato fundamental no sólo desde la perspectiva de los ritos y del culto, que puede ser asumido como la remembranza del rito, sino también considerando los horizontes abarcadores

del

mito.

Se

puede

comprender

al

mito

como

la

memorización y la narrativa del rito; del mismo modo podemos concebir al rito como la mimesis del sacrificio. Puede verse que en esta hermenéutica colectiva y en los desplazamientos del imaginario social la cultura se convierte en proyecto político. Se transvalora. Una consecuencia de los presupuestos anteriores es la manera como asumimos el futuro. Este porvenir no está desencajado de la manera como recogemos el pasado en el presente, de cómo lo hacemos presente. El futuro de Bolivia y de los llamados países andinos es un porvenir que está fuertemente enraizado con el propio devenir de la cultura. No es posible comprender a estas formaciones sociales sin los substratos culturales arcaicos y antiguos. Está claro que los pliegues, despliegues y repliegues de la cultural atraviesan al cuerpo social mismo. En parte se trata de un recogimiento sobre el mismo bagaje de las tradiciones, sobre la misma memoria de los pueblos, sobre las leyendas de sus luchas; aunque también se trata de un recogimiento podríamos decir estructural, una especie de repliegue sobre las condiciones y las reglas de las propias

60


instituciones culturales. Un repliegue que permite proyectarlas a los horizontes políticos. Hablamos de países andinos por la relación que tienen estos países con las sociedades arcaicas y antiguas que domesticaron la cordillera Andina, al manejar sus transversalidades topográficas y la diversidad de los pisos y nichos ecológicos desde la perspectiva de la complementariedad de los suelos y los climas. Esto que se llama el archipiélago andino. Aunque en el caso boliviano, como en el caso peruano, ecuatoriano, colombiano y venezolano se tienen que incluir con propiedad las formaciones sociales arcaicas amazónicas. Aquello que Pierre Clastres llamó las sociedades contra el Estado16. Nos referimos a las conocidas como sociedades nómadas de la Amazonia y el Chaco, sociedades arcaicas que en verdad se pueden tomar como itinerantes. En todo caso, considerando ambos bagajes

culturales

y

herencias

societales

estamos

basándonos

fundamentalmente en la consistencia histórico-cultural de la densa presencia demográfica de las poblaciones nativas en el contexto de la geografía política de los países nombrados. Esto es lo común en estas formaciones sociales y en estos Estados-nación. Dicho esto podemos apreciar una primera hipótesis de trabajo: Así como el ojo avizor de la crisis es el método de comprensión de la totalización de las formaciones sociales abigarradas en René Zavaleta Mercado, como también un método de unificación nacional, por la vía de la emergencia, el método de la redundancia cultural es también un procedimiento

de

interpretación

de

sociedades

fragmentadas

y

diseminadas, articuladas al modo barroco, también se puede tomar como

16

Pierre Clastres: La Sociètè contre l’État. Les Èdition de Minuit 1974. París.

61


un procedimiento colectivo de unificación imaginaria y simbólica de naciones convergentes. El espectro trágico, la manifestación del fantasma ausente, el horizonte histórico-político, que vamos a discutir es de carácter histórico-cultural. Lo que decimos tiene sentido ya que no se puede resolver la problemática descrita, inherente a las demandas de los diferentes

movimientos

sociales, sin una hermenéutica cultural y sin una reapropiación cultural de las multitudes emergentes. La problemática planteada por los campesinos cocaleros, por los campesinos del altiplano, de los valles y de los llanos, por la demanda reiterada de los maestros, por las orientaciones reivindicativas de las organizaciones femeninas, no se puede resolver sin una atención a las significaciones y valores culturales. La cuestión democrática, que implica no solamente la ampliación de la participación democracia, sino la reapropiación de los espacios políticos por parte de la multitud, no puede resolverse sino a partir de una lectura cultural de la democracia. La cultura es entonces la mirada a partir de la cual vamos a tratar de ver lo que ha estado ocurriendo en las sucesivas coyunturas relativas a las movilizaciones sociales y por lo tanto en el periodo preelectoral. Los movimientos sociales no viven sus procesos constitutivos sólo de modo ascendente, hay altibajos, se viven reflujos, desaceleración de las velocidades diferenciales de las experiencias subjetivas de los actores vernáculos, retornos y retrocesos políticos con relación a las conquistas recientes. La inmanencia de los movimientos está desbordada de contradicciones íntimas. El poder constituyente de la multitud desborda constantemente al poder constituido, al aparato constitucional, a los instrumentos

institucionales,

incluso

a

los

mismos

dirigentes

u

organizaciones populares. Pero, también el poder constituido inhibe las

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potencialidades y virtualidades del poder constituyente, lo amolda a los alcances establecidos como tope por el mapa institucional, que a la luz de la fuerza de la irrupción social ya resulta conservados. En este sentido no debe resultar difícil explicar lo sucedido después de la asonada de septiembre. Abril y mayo del 2001 se caracterizan por marchas desplegadas con mucha voluntad, con demasiado tesón y esfuerzo por parte de los marchistas. Hay mucho derroche de energía, hay mucha carne en todo esto. Las organizaciones involucradas no han dejado de caracterizarse por ser netamente locales. Estos movimientos locales tampoco cuentan la simultaneidad de las rebeliones sociales, acaecidas con anterioridad, simultaneidad dada en los sucesos concurrentes en abril o en mayo del 2000. Sin esta simultaneidad de los eventos, los movimientos locales y las organizaciones que las impulsan quedan aisladas, fragmentadas; no cuentan con apoyo ni tampoco se apoyan mutuamente con su propia colateralidad. De este modo las marchas terminan siendo sometidas a todo tipo de presiones, se vuelven vulnerables, sufren la represión sistemática

de los aparatos de gobierno y van siendo debilitadas

paulatinamente en la medida que van llegando a La Paz. Se trata de dos marchas: La marcha de los productores de la hoja de coca, acompañada por los dirigentes de la COMUNAL, Boliviana

(COB).

Las

dos

y la marcha de la Central Obrera

marchas

que

quedan

prácticamente

incomunicadas, agudamente debilitadas; sin embargo, de sus propias debilidades sacan fuerza para llegar a La Paz. Esta es su vitalidad, vigor incrementado por la adversidad. El empuje de las marchas es llegar a La Paz; este logro adquiere significación política. Es una victoria contra el desfallecimiento. Los héroes de la marcha llegan mermados, solitarios, en un contexto que no deja de ser problemático, pues es cuando se estaba desarrollando el Congreso de la CSUTCB. Congreso de dudosa reputación,

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filtrado por el manipuleo, manoseo y dinero de los partidos políticos. La corrupción llega al Congreso Campesino; tampoco es la primera vez. Sólo que esta ves deja sin apoyo estratégico a los marchistas. El dinero sustituye a la solidaridad, esta distracción si es que no es posible nombrarla

como

comprometedora,

enajenación

se

vuelve

tremendamente

pues no emite ninguna resolución de apoyo a los

marchistas. De alguna manera se puede decir que lo que se muestra en abril y mayo del 2001 es lo que se había escondido en abril y septiembre del 2000. Las limitaciones no evidenciadas las jordanas de abril y septiembre tiene que ver paradójicamente con las fortalezas singulares, las intensidades locales no expansivas, no generalizables, no convertidas en común para todos, no vividas como propias por todos salvo al sector involucrado en la reivindicación local. Se trata de una fuerza local intensa, con alcances de politización, pero en los marcos geográficos de una región particular. Hablamos de una amalgama de levantamientos que a la vez son móviles y fijos, son finitos en términos de su irradiación, circunscritos sobre todo al área rural. Estos levantamientos y rebeliones son coordinados por organizaciones efectivas, empero locales. Sobre estas organizaciones hay otras de alcance mayor, como es el caso de la Coordinadora del Agua. En este caso si bien el alcance es mayor y mayor su capacidad de aglutinamiento, no deja esta estructuración organizativa los ribetes regionales. En cambio la CSUTCB tiene una proyección nacional, abarca la geografía política completa del Estado-nación, unifica a todas las federaciones departamentales, a todas las centrales y subcentrales, a todos los sindicatos de comunidades, además de los Comités de Bloqueo en los momentos de emergencia del movimiento social. Desde el punto de vista de la configuración táctica los Comités de Bloqueo son la materialización social más importante de septiembre. Si bien la CSUTCB 64


tiene un alcance nacional su representación en el campo social sólo abarca a los campesinos, las otras estratificaciones sociales no se encuentran comprendidas y expresadas en la confederación campesina. No unifica a la multitud sino a parte de ella. Por lo tanto no hay propiamente unificación sino fragmentación intensa, con cierta expansión inclusiva. Pero en la medida que no están todos los explotados, los subalternados, los afectados por el nuevo capitalismo salvaje de la flexibilización laboral, el nuevo proletariado des-uniformizado, que trabaja a destajo y en condiciones dispersas y precarias, el enfrentamiento con el Estado es también

parcial.

Hablamos

entonces

de

movilizaciones

sociales

circunscritas a una guerra parcial o en su caso regional, en el mejor de los casos de clase, mejor aún étnica, pero que no deriva en una guerra total contra el Estado, el aparato de dominación nacional. Entre los distintos movimientos sociales no se da todavía la unidad. Las estructuras organizativas de los movimientos no están propiamente articulados, sólo mantienen una solidaridad colateral. Su fuerza es acumulativa debido a la simultaneidad de las rebeliones, de las coincidencias dinámicas; se apoyan mutuamente a pesar de las diferencias. Las formas carismáticas de la expresión política unifican pero también inhiben las potencialidades de la multitud. El enfrentamiento y competencia entre los líderes sindicales, Felipe Quispe y Evo Morales, expresa elocuentemente estas dramáticas

contradicciones

inherentes

al

movimiento

social.

Contradicciones que dibujan limitaciones, ciertamente no fijas sino permeables. Esto depende de la capacidad constituyente de una multitud desbordante, que tiende a revisar sus formas de representación, actualizar sus formas de organización, desterritorializar sus formas de lucha, avanzando a una nueva forma política por constituir que incluya por primera vez a todos. En esta pugna de irradiación carismática, el dirigente de la Coordinadora del Agua, Oscar Olivera, hace de bisagra, sin embargo, su papel no es necesariamente bien comprendido y bien 65


aceptado por los otros líderes sociales. La clave de la Coordinadora del Agua no solamente radica en la capacidad de alianzas que ha generado en la lucha vital por el líquido elemento sino en que su epicentro fue una de las tres ciudades estratégicas de Bolivia, Cochabamba. La inclusión de las ciudades al mapa político de las luchas sociales es quizás la tarea más imperiosa para un movimiento con voluntad de poder.

Limitaciones y riquezas de las fuerzas sobre valoradas No se puede caer en la ilusión de la sobre valoración de las fuerzas propias y la devaluación de las fuerzas enemigas, esto trae consigo irremediables derrotas. A veces las tempranas victorias pueden traer a colación una flagrante derrota, al no apreciar el balance de las fuerzas en los contextos políticos de mayor amplitud y en los mapas de fuerzas de mayor expansión cartográfica. Ciertamente la sumatoria de las fuerzas acumulan poder, pero esta potencia pertenece a todos. La participación de todos en este poder constituyente hace del choque de fuerzas un acontecimiento democrático. Todos coinciden en el desemboque, en los logros y en las conquistas sociales. Nadie puede atribuirse el monopolio de la victoria. Esto ocurre cuando se logra arrinconar al gobierno, pero también bloquear a una sociedad fundada en la discriminación, cuando se somete a las ciudades a rumiar sus propias estrechases urbanas. Cuando esto ocurre la sumatoria de las fuerzas se convierte en un movimiento político de alcance estratégico. La invención del movimiento incluye a la nación en su propio proceso de metamorfosis. Sin embargo, la potencia y el horizonte de posibilidades de esta irradiación aditiva pueden ocultar que la acumulación está hecha de fragmentos dispersos, no suficientemente articulados. Lo que no se logra ver es que en realidad todas las

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organizaciones y movilizaciones tienen su propia identidad particular, no mutaron en identidades compartidas, en el dialogo profundo de las mezclas, que inventan nuevos mestizajes. Pues el contrapoder de la multitud se unifica mezclándose y se potencia amalgamando sus identidades en el devenir constitutivo de las subjetividades colectivas. En las jornadas de septiembre a pesar de la gran fuerza de la gran movilización y la gran victoria política, que incluso puede connotar una disuasión militar, pues el ejército no pudo hacer nada contra los bloqueos. Sólo atinaba a desbloquear esporádicamente incentivando a nuevos bloqueos reiterativos. Fue entonces una derrota de la estrategia militar del gobierno al enfrentar a la estrategia ambulante de los bloqueos. Empero a pesar de esta derrota gubernamental, a pesar del acuerdo y los convenios logrados, la materialización de la victoria política no se realiza. Las conquistas sociales se difuminan en el laberinto de los laboratorios discursivos de la aparatosa burocracia estatal. Otro aspecto digno de anotar tiene que ver con una fortaleza de las jornadas de septiembre. Si bien las diferencias y las distancias al interior del movimiento social se hicieron visibles después de septiembre, no es que estas diferencias no estuvieran presentes antes, sólo que estas diferencias estaban controladas por las bases. En abril y septiembre del 2000 de alguna manera había más control de las bases, particularmente en el Altiplano, aunque también en el Chapare; nada se podía hacer ni decidir si no se bajaba y consultaba a las bases, si la consulta no llegaba hasta en el Comité de Bloqueos, instancia de poder provisional, que era la verdadera autoridad en el terreno de los enfrentamientos y en el manejo de las delimitaciones cartográficas de la rebelión social. El control social de las bases radica en establecer su presencia múltiple en las asambleas, que en la región andina vienen a ser los ayllus.

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Cartografías del Ayllu El ayllu, la comunidad arcaica, la constituida por las relaciones primordiales, las pasiones y los deseos colectivos de los primeros clanes. Por lo tanto no en el sentido que entienden los antropólogos. Los antropólogos entienden por ayllu la comunidad parcelada del Rey Toledo, la reducción, lo que llamaban pueblos de indios a diferencia de las ciudades que eran fundaciones españolas. El ayllu de los antropólogos es la reducción toledana heredada hasta nuestros días. El ayllu en el sentido genealógico

es

el

retorno

reiterativo

a

las

procedencias,

con

independencia de los cronogramas sociales, sobre todo los coloniales y republicanos de la modernidad. La reducción no deja de ser una superestructura, una forma aparente, delimitada por la cartografía colonial, mapa institucional transmitido a la república. Los pueblos de indios corresponden a la redistribución demográfica que efectuaron los españoles con objeto de imperar en territorio conquistado, pero desconocido. Al reducir la colonia los ayllus arcaicos produjo una cantidad enorme de parcialidades. Fracturo el archipiélago andino y fijo sus territorialidades a un espacio estático, a una geografía política. El ayllu es la forma de organización social precolombina. Antes de la colonia los ayllus no son numerosos como los que se cuentan en las visitas y revisitas coloniales, que eran como los censos de entonces. Estas conformaciones comunitarias, como la de los Pacajaques y los Lupacas, atravesaban los territorios desde el pacífico hasta los yungas, articulaban la diversidad topográfica, climática y ecológica como parte de una estrategia agrícola rotativa y en constante flujo circulatorio. Todo esto se encontraba amarrado por una red de alianzas familiares y territoriales.

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El ayllu es una sociedad contra el Estado, por lo tanto se trata de una sociedad que evita la emergencia del Estado por todos los medios a su alcance. Particularmente esto se hace significativo cuando recurre a los mandos rotativos o a las confederaciones de jefaturas, es decir, jefes de clan.

El

espacio

liso

de

las

circulaciones,

reciprocidades

y

complementariedades del archipiélago andino hablan de la pertenencia del ayllu a las sociedades en perpetuo movimiento desterritorializador, aunque estos procesos se conjuguen con procesos de reterritorialización. Parece ser que el ayllu se contrapone a las ciudades estado como el Cuzco y antes Tiwanaku, se contrapone a las sociedades estatalistas como es el caso del incanato. Por lo tanto el ayllu puede ser comprendido en la clasificación

de

las

peculiares

organizaciones

sociales

arcaicas

configuradas de un modo no estatal. Preponderan en estas sociedades un entramado de alianzas y filiaciones, de redes de clanes, de ámbitos entremezclado de relaciones de parentesco, de amarres de territorios, unidos por el nomadismo o el pacto. Por ejemplo la conocida dualidad o, mas bien, cuatripartición, tetralógica, que parece configurar al ayllu se puede tomar como una forma de organizar el encuentro, el tinku, pero también una forma de lograr las alianzas y el movimiento territorial. Es sugerente la forma en que el ayllu logra dar lugar a una enorme movilización poblacional en momentos claves del ciclo agrario sin necesidad de recurrir a la coerción estatal. Todavía es muy poco lo que se conoce de la historia antigua del ayllu, los cronistas apenas tocan el transcurso de un siglo hacia atrás del momento de la conquista. No se puede reducir a la historia del incanato por lo menos un milenio de historia hacia atrás de estas increíbles sociedades agrarias basadas en las alianzas, rotaciones y complementariedades. La expansión del Cuzco quebranta la composición cíclica de los señoríos aymaras y trata de incorporar al ayllu en un proyecto de

ciudad – Estado.

69


La fuerza ética del ayllu radica en ser una sociedad contra el Estado, su fuerza imaginaria reside en ser una sociedad politeísta. Las características de este politeísmo no lo vamos a tratar aquí, nos remitimos a otros textos que tratan sobre el tema17. La fuerza colectiva del ayllu permanece en su forma democrática asambleísta, es decir, reside en la democracia comunal. En esto la democracia del ayllu se parece a la democracia griega, es asambleísta, reúne a la comunidad en torno a la concurrencia de la palabra. Esta democracia es vivida culturalmente y se hace posible por la disposición de los cuerpos y los agenciamientos participativos de la palabra. El sentido político de la democracia es reciente, corresponde a los inicios y consolidación de la modernidad; hablamos de los periodos del renacimiento y de la ilustración europeos (XVI, XVII, XVIII y XIX). En contrate

la democracia de la comunidad supone un sentido ético y

cultural. El contexto de estas prácticas de igualación se encuentra en los hábitos redistributivos. Se compromete a la familia, en los ritos, en el encuentro de los de arriba y los de abajo, en las fiestas, en las ferias; es decir, todo el ámbito cultural. En los sindicatos la práctica de la deliberación es un hábito, los sindicalizados pueden

pasarse discutiendo toda la noche en busca de

acuerdos, buscando la conformación de una unidad, no se impone la lógica de mayorías y minorías, salvo cuando es estrictamente necesario. Todos tienen que llegar a un acuerdo, esto es al consenso. La formación del consenso se compone recurriendo al arte de la argumentación, es decir a la capacidad de argumentación y contra argumentación, esto es a

17

Raúl Prada Alcoreza: En tiempos de Rebelión, La fuerza del Acontecimiento. Comuna 2001; La Paz. Territorialidad. Mitos; La Paz.

70


lo que antiguamente se llamó retórica. Este arte del convencimiento, que pasa por lograr entusiasmo y empatías colectivas, que construye la argumentación disponiendo de entimemas18, que son como enunciados afectivos, se encontraba suficientemente desarrollado en el ayllu. Esta herencia de elocuencia, oratoria y convencimiento pasó a los sindicatos campesinos. Este es uno de los aspectos menos estudiados en lo que respecta a los ayllus, sindicatos y movimientos sociales; no se ha estudiado la constitución de subjetividades, a partir de la producción de significaciones sociales, de imaginarios colectivos y de recorridos simbólicos compartidos. El ayllu también es una especie de máquina de guerra19. La comprensión cartográfica del ayllu como máquina de guerra, es decir, como dispositivo y agenciamientos guerreros, no solamente tiene que ver con la memoria mítica del guerrero, memoria que se encuentra en la cavidad y en las tramas de las culturas ancestrales, sino que se trata de una memoria ontológica pues reaparece con las emergencias del ser social. Ciertamente se nos viene el recuerdo del mayor levantamiento aymara contra la Corona española, al mando de Tupac Katari y Bartolina Sisa, sin embargo, la recurrencia a la guerra anticolonial reaparece nuevamente en la Guerra Federal, convertida en una guerra aymara contra las formas de dominación republicanas. El general aymara Zárate Willka dirige una verdadera guerra de guerrillas indígena. La forma de organización del ayllu en las comunidades tiene que ver con la capacidad de movilización de esta máquina social. Los agenciamientos maquínicos convierten esta red, red de alianzas familiares y territoriales, en una máquina de guerra.

18

Aristóteles: Retórica. Alianza editorial 1998. Madrid. Gilles Deleuze y Félix Guattari: Mil Mesetas. Pre-Textos 2000; Valencia. Sobre todo 1227 Tratado de Nomadología: La máquina de guerra. 19

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La victoria de los liberales, dirigidos por el General Pando, no hubiera sido posible sin la intervención del ejército irregular aymara. La victoria de los aymaras tiene que ver con las dúctiles y dinámicas tácticas de guerrilla indígena, con la montonera que embosca y azuza al enemigo, mermándolo constantemente. Ahora bien esta guerrilla es en una forma efectiva, constituyente, de ocupar el territorio; hablamos de la milicia de la multitud haciendo efectivo el poder constituyente que contiene. El ayllu ocupa el territorio de una manera distinta a cómo nosotros dibujamos los departamentos, las provincias, los cantones. Esta geografía política es parte de la herencia colonial, llegada a nosotros a través de la cartografía de los repartimientos. En esta cartografía, las plazas de armas juegan un papel de centralidad y de control, de ordenamiento del espacio y de manifestación del poder. La plaza de armas data de las formas de ocupación y dominación, entendidas como proceso civilizatorio, del imperio romano. La romanización era una forma de incorporación y al mismo tiempo de sometimiento. También el procedimiento de la tributación colonial tiene sus reminiscencias en Roma. Se trata de dispositivos de mando espaciales de la Corona española. En otras palabras, se trataba de conformar un territorio sometido. En cambio el ayllu

no

tiene

esa

concepción

cartográfica

de

delimitaciones

y

jurisdicciones, no hay, propiamente hablando, fronteras, sino recorridos territoriales que se mueven, que se desplazan con la propia población, desplegando materialmente la inmanencia cultural, conllevando en estos despliegues los imaginarios colectivos y los módulos simbólicos de las estructuras

complejas

de

la

hermenéutica

cultural,

así

mismo

transportando ritos ancestrales, que llegan metamorfoseados hasta nuestros días con las ferias. Como se puede ver hablamos de un territorio vivo; denominemos a esta existencia bioterritorialidad.

72


El problema fundamental es el territorio, entendido en el contexto de las problemáticas territoriales. La territorialidad como substrato ontológico del ser social es la base de la pre-comprensión del mundo, de nuestra ubicación en el mundo y de la ubicación del mundo en el universo20. Desde La Marcha por la Dignidad y el Territorio de los pueblos indígenas del oriente se plantea explícitamente la cuestión del territorio. Sin embargo, debemos interpretar esta cuestión desde su horizonte histórico y cultural. ¿Cuál es la cuestión del territorio? ¿Acaso demarcar un hito? ¿Atribuirle al ayllu una demarcación geográfica, como se ha hecho con los ayllus del Norte de Potosí? ¿Así como se ha hecho de alguna manera con delimitaciones territoriales de base de algunas comunidades indígenas del Oriente boliviano? ¿Es esta cartografía estatal el territorio? Ese territorio de base es el territorio visto por los geógrafos, por la mirada métrica de los políticos; d este modo se convierte el territorio en reserva estatal. De manera diferente, la comprensión implícita del territorio, reclamada por los indígenas es inconmensurable, no se mide ni se limita.

La

territorialidad en la Amazonia está vigorosamente vinculada a los ríos, se trata de territorios acuático o mejor dichos vinculados fluvialmente. Los Tacanas se movían por todo el río Beni, el río Madre de Dios, y sus afluentes.

Figurando

esta

territorialidad

encontramos

un

gran

archipiélago de intensidades, expansiones y densidades territoriales; hablamos de un conjunto de asentamientos culturales discontinuos. De la misma manera en la región andina se configura otra forma de archipiélago territorial, mas bien, conformado por las filiaciones de clanes y por alianzas familiares. Nos referimos a un amarre territorial atravesado por relaciones de parentesco y compromisos políticos.

20

Tiempos de Rebelión; sobre todo La fuerza del acontecimiento. Ob. cit.

73


Los ayllus vuelven constantemente a rearmarse a reorganizarse. Para comprender esta persistencia histórica habría que imaginar que se dan como múltiples territorialidades; una de ellas está restringida a la geografía política, esta es como el territorio oficial, el territorio de la nación boliviana. Los otros territorios no están dibujados, no están conmensurados, no están asimilados por el Estado. Estas alteridades territoriales se constituyen y reconstituyen a través de recorridos diversos de los cuerpos móviles y de

sus prácticas inherentes. La cantidad de

movimientos corporales y, por lo tanto, de agenciamientos múltiples, es fabulosa en lo que se refiere al mapa de recorridos diversos en el Altiplano como también en los valles, así mismo en el Chapare. Uno de esos mapas puede remitirse a las conexiones de las familias en el espacio y en el tiempo; familias en las ciudades, asentadas intermitentemente en barrios, que, a su vez, se encuentran conectadas con las ferias, los prestes y otras actividades socioculturales. Podemos comprender que el ayllu, en este caso, el territorio del ayllu, se textura en el entramado familiar. Esta es una de las maneras como el ayllu se hace vigente en el presente, se actualiza y emerge de sus profundas procedencias. El ayllu atraviesa la revolución de 1952, sobre todo después de promulgada la Ley de la Reforma Agraria, que es quizás uno de los desafíos modernos más peligrosos para la pervivencia del el ayllu. La Reforma Agraria fue concebida desde la ideología preponderante entonces en los dirigentes del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR); se entregan la tierra bajo la concepción de la propiedad individual. Se descarta la posibilidad de reconocer las formas comunitarias de posesión y propiedad, en vez de devolver la tierra a los ayllus se transfiere la propiedad estatal a los ciudadanos, ilusoriamente concebidos. Esto afecta evidentemente a la organización del ayllu. Después de la Revolución del 1952 y de la reforma Agraria algunos sociólogos suponen la desaparición

74


definitiva del ayllu. Ciertamente alrededor de 3000 comunidades reconocidas y enumeradas por el Censo de 1950 prácticamente desaparecen; aparentemente quedan solamente pocos ayllus, dispersos en la Cordillera de los Andes, en las cabeceras de Valle, enclavadas en las nervaduras de las serranías. También se considera que una significativa presencia de los Ayllus se encuentra en el Norte de Potosí. Sin embargo, hay que anotar que esta apreciación se basa en un criterio formalista y restringido del ayllu. El ayllu es un ámbito histórico-cultural de relaciones sociales, de costumbres, de agenciamientos y dispositivos políticoculturales basados en el sentido comunitario de los afectos y de las cosas. Ha

territorialidades

del

ayllu

no

afectadas

por

el

proceso

de

modernización. La revolución mestiza de 1952 no ha podido abolir la arcaica herencia comunitaria. Trabazones de la Coyuntura La coyuntura no es meramente el momento sociopolítico, el presente histórico, con su juntura particular de hechos y procesos. Es mucho más que eso, es la ligazón indisoluble entre el pasado y el futuro. Esta circunstancia nos obliga a modificar el análisis académico de las coyunturas; el problema emerge con fuerza y bajo un perfil de abigarramiento barroco: ¿Cuál es la combinación circunstancial del devenir del acontecimiento que se desplaza azarosamente, componiendo y recomponiendo la articulación de sus singularidades? La cultura es el eterno presente. Antiguas luchas emergen en el presente de forma renovada, viejos conflictos que no se han resuelto, luchas contra el colonialismo, luchas por las tierras, vuelve a reaparecer constante y sistemáticamente. Al parecer el tiempo es más bien cíclico, da vueltas sobre sí mismo como una serpiente.

75


El problema de la comprensión del tiempo, la idea que tengamos de su figura temporal, es cardinal. Pensar la coyuntura y en el momento es un desafío. ¿La frontera del presente-pasado de la coyuntura se encuentra en abril del 2000?

¿Cuál es la frontera del presente futuro? ¿Vamos a

pensar la coyuntura desligada de lo que ocurría antes? ¿O, mas bien, vamos la coyuntura teniendo en cuenta cómo el pasado se hace presente en el momento, en el ahora inmediato? Por otra parte, es indispensable no olvidar distinguir las experiencias de la coyuntura, evaluar las representaciones colectivas, considerar sus saberes concretos. Los analistas políticos tienden a obviar estos problemas y resumen la transtemporalidad21 del tiempo a la representación cronológica de la ciencia política o la sociología. Esto es no tomar en cuenta cómo razona un sindicato, como se piensa en una asamblea y cómo

se concibe el

tiempo en una asamblea. Muchas de las argumentaciones de los sindicatos están ligadas siempre a la memoria, al recuerdo de los problemas, aunque sea un pequeño problema, siempre se hace una historia del problema, es como si esa pequeña historia del problema se hiciera presente ahora. La forma como se hace presente lo anterior es algo sintomático y sugerente; permite un diagnóstico. Cuando hablamos de coyuntura

tenemos un que tomar en cuenta las concepciones del

tiempo. Por esto mismo, también tomar en cuenta la condición transtemporal del tiempo, sobre todo el desencajamiento, el anacronismo de los momentos. Pensemos entonces la coyuntura fuertemente ligada a toda la historia de las luchas de los pueblos nativos por su liberación. La disyunción del ahora desencajado no está desligada de la memoria de los pueblos, de la memoria de sus luchas, pero además de sus saberes

21

Martín Heidegger: Ser y Tiempo. Fondo de Cultura Económica. México. También de Carlos Másmela: Martín Heidegger: El Tiempo del Ser. Trotta 2000.Madrid.

76


concretos, que han sido permanentemente descalificados por la ciencia de los analistas, inclusive por los que hacen encuestas y entrevistas. Hablemos por lo menos de dos planos de la coyuntura, el plano emergente y el plano procedente, que es en realidad el substrato del momento. El plano emergente es visible, se remite a lo que ha ocurrido en el horizonte del momento, en cambio el plano procedente es no-visible, lo que no quiere decir invisible, sino que se muestra en parte y en parte se oculta. El plano emergente puede ser reconstruido a partir de todo lo que ha pasado desde abril del 2000; esto comprende la guerra del agua hasta la Marcha Indígena por la Asamblea Constituyente. Con este trazo, distinguimos la coyuntura de las movilizaciones sociales recientes de la coyuntura electoral. Todo esto comienza con las rebeliones por la lucha de los elementos vitales, fundamentalmente el agua y la tierra. En esta lucha la participación de los regantes es notoriamente sugerente. Los regantes forman parte de la organización de la Coordinadora del Agua. Los regantes son los que recogen el agua

y la reparten, son una

verdadera red de distribución del agua. Responden a la escasez proverbial del agua en Cochabamba, particularmente en la cuidad. Los regantes juegan un papel crucial al contar con un mapa de los pozos del agua; usan el agua de la manera territorial. Se puede advertir en esto una presencia cultural, por eso mismo indicar una vitalidad motora en la lucha por el agua en Cochabamba.

Relaciones de Poder en Torno al Agua La globalización ha avanzado tanto en lo que respecta a los horizontes externos, es decir, se ha planetarizado, ocupando efectivamente el globo terráqueo, sino también en lo que respecta a los horizontes interiores. No 77


puede satisfacer su hambre de expansión, no basta con trasnacionalizar las economías nacionales, comprendiendo en esto tanto a las llamadas empresas

públicas

como

a

las

llamadas

empresas

privadas,

es

indispensable abarcar también los espacios de la vida cotidiana, incorporando a la vorágine del capital global a los elementos vitales para la reproducción de la vida misma. Después de la trasnacionalización de los minerales y los hidrocarburos, así como del éter, en lo que respecta a las telecomunicaciones, se pasa a la trasnacionalización del agua. Todo esto implica la apropiación de excedentes anexos y alternativos a los acostumbrados, pero también conlleva el incremento de los precios del agua. No sólo el agua potable entra en el marco de esta estrategia del capitalismo desterritorializado, sino también el agua de los pozos y de los ríos. Esto significa el cobro de impuestos sobre el agua y los usos del agua. Prácticamente toda el agua regional pasa a ser propiedad de la trasnacionales, a excepción quizás del agua de lluvia. El agua de los pozos de los regantes terminó engullida en la órbita de la transnacional Aguas del Tunari. Con relación a estos sucesos vinculados a la globalización, concretamente a la privatización de los elementos vitales, no se encuentran precedentes en el pasado. Sólo podríamos conjeturar una hipótesis acerca de un posible hilo conductor interno, en la historia nacional. Después de la Guerra Federal los liberales se apropiaron de las tierras comunales, ampliando inusitadamente la frontera de las tierras de haciendas. El Altiplano entero quedó en manos de los gamonales, lo mismo ocurrió con las tierras comunales de los valles, a excepción de algunas comunidades aisladas que quedaron aisladas.

Obviamente no

hay parangón, el diagrama biopolítico del imperio, estructurado por la red del capitalismo desterritorializado, incorpora, supedita, la vida misma al proceso de formación del capital.

78


Tomando en cuenta este cuadro descriptivo, podemos observar la magnitud del conflicto que se inicia. La multitud sale a las calles no sólo a defender su precaria economía frente a una perentoria alza de precios del agua, sino que se encuentra ante la disyuntiva de defender la vida frente a la máquina capitalista que engulle todo, incluyendo a los bienes y elementos vitales para la vida, en el proceso compulsivo de la valorización. Antes de abril del 2000 las luchas sociales tienen otro cariz. Si sequemos la secuencia, estallan luchas esporádicas desde 1985, año que se decreta el famoso 21060 y cuando se inicia un proceso de privatización, desencadenando un alto costo social, como resultado de las políticas económicas neoliberales. Estas luchas de resistencia contra el neoliberalismo, desde la Marcha por la Vida de los mineros hasta

la

Marcha por la Dignidad y el Territorio de los pueblos nativos del Oriente boliviano, han sido luchas significativas, sin embargo no pudieron detener el proceso neoliberal. En cambio la Guerra del Agua ha logrado invertir el proceso de ajuste estructural y de globalización privatizadora. El gobierno fue vencido y expulsó a transnacional Aguas del Tunari. Ambos eventos tienen un alcance de consecuencias políticas y sociales. La multitud comienza entrar a la ofensiva. Tiene también un alcance sintomático en lo que respecta a la constitución de la subjetividad social. Se inauguran nuevas predisposiciones sociales de lucha. Toda una población urbana y rural se organizó, toda una amplia red de organizaciones logra articula en una forma de organización, que adquiere un carácter autogestionario, la Coordinadora del Agua. Pocas veces la lucha de un pueblo revierte el aparente irreversible despliegue de la economía globalizada. En el caso de la Guerra por el Agua se revierte evidentemente la situación creada por la ocupación de una trasnacional de los recursos hídricos de una región. Esta victoria de la multitud en abril da inicio al desarrollo de los movimientos sociales que 79


entran a la ofensiva social, que se irá convirtiendo poco a poco en proyecto político. El milenio boliviano arranca con una movilización que logra una victoria. A partir de ese momento

todas las organizaciones empiezan a tener

confianza en sí mismas. Confianza en que se pueden vencer, tiene sentido luchar, tiene proyección combatir, se puede entonces cambiar la historia. Se comienza a tener confianza en sí mismos. De abril a septiembre del 2000 se acumulan todo un conjunto de

procesos re-organizativos, de

fortalecimiento de las organizaciones de base. Los saberes de la gente circulan con nuevos bríos, salen de la sobra, se hacen audibles y los cuerpos que los enuncian se hacen visibles. Los usos del agua que hacen a la vida cotidiana, son parte de las prácticas, tácticas y desviaciones del consumo de la gente. Estos usos tienen que ver con un saber que podríamos llamarlo antiguo, pues está vinculado al manejo del agua según usos y costumbres. Aunque también estos usos tienen que ver con su actualización y emergencia en el presente, vale decir en un contexto sociopolítico contemporáneo. Lo mismo podemos decir de la ocupación territorial, cuya forma tiene que ver con una cartografía mas bien moderna, después de la Reforma Agraria de 1953; sin embargo, debido al hecho de estar atravesada por relaciones de parentesco, adquiere un carácter más o menos antiguo, correspondiente a la memoria territorial andina.

La

incorporación

al

movimiento

de

un

estrato

social

demográficamente significativo, como es el de los jóvenes insumisos, que son bastante marginados en las ciudades, le da un aspecto renovador al movimiento. Estos jóvenes que no tienen trabajo o que no les contratan a tiempo fijo, que son estigmatizados y vilipendiados, que son, en definitiva, mal vistos, le dan un impulso juvenil al movimiento. Estos jóvenes se convierten en la fuerza de choque en la Guerra del Agua; son los guerreros del agua. Los jóvenes juegan un papel importante en la 80


estrategia y táctica del movimiento en las jornadas de abril, no sólo enfrentan al ejército regular, sino que hacen retroceder a los militares, los terminan arrinconando hacia sus cuarteles. Es difícil imaginarse la victoria de abril sin la participación de los guerreros del agua. En la Guerra del Agua se logra articular distintos intereses de los estratos sociales involucrados en el movimiento. ¿Acaso se perfila

una forma

alternativa al Estado? Es posible que la Coordinadora sea eso, una criatura alternativa de las masas al gobierno y al Estado burgués. Se trata de una forma organizadora aglutinante, de carácter autogestionario. Mediante este acto constitutivo comienza a reaparecer la posibilidad

de que la

multitud pueda decidir sobre su propio destino sin necesidad de mediaciones, sin recurrir a la representación de la clase política y de los partidos políticos. Cuando se desatan los movimientos sociales, cuando son las mismas fuerzas vivas las que actúan, como que los partidos políticos desaparecen del escenario político. Son los dirigentes sindicales los que aparecen de forma más visibles. Es el propio poder local, el propio poder de las organizaciones, la que emerge desde adentro, desde la intimidad de las profundidades de las subjetividades sociales. Esta eclipsamiento de escena también se proyecta a los municipios. El gobierno local de los municipios, el supuesto poder local de los municipios, es anulado por la fuerza de la multitud, por el poder constituyente de la multitud. Se devela el papel cumplido por los municipios, que supuestamente son expresión idónea de participación popular, empero los Consejos Municipales son mas bien parlamentos locales de los partidos políticos. Los que terminan ocupando los cargos, salvo honrosas excepciones, son de los vecinos de las capitales de provincia. Las comunidades se encuentran relegadas. Lo

81


que muestra el estallido del movimiento social es que el verdadero poder está en las organizaciones populares, en las organizaciones de base. La vitalidad y la virtualidad de la sociedad desencadenan su potencia, se enfrenta a un Estado decadente, a un Estado inacabado, que en parte es el resultado de una larga historia de facturaciones y fragmentaciones, aunque también es el resultado de momentos heroicos de disponibilidad de fuerzas, de unificaciones emergentes por el lado de las multitudes. Se llega en estas condiciones a las jornadas de septiembre del 2000, con fuerzas acumuladas, envalentonadas por su victoria de abril, marchando con confianza a los bloqueos de caminos. Empero las organizaciones de base y las matrices sindicales, aunque colindan, se apoyan, no están ciertamente unidas del todo, aunque coinciden sus movilizaciones. Las organizaciones del movimiento se fortalecen unas a otras, la fuerza de unas aumenta la fuerza de las otras. La fuerza de los cocaleros se fortalece con la fuerza de los campesinos del Altiplano, la fuerza de los campesinos del Altiplano se fortalece con la fuerza de los campesinos de yungas; lo mismo ocurre con las otras fuerzas intervinientes, como con la relativa a los colonizadores. Todos participan, aunque no todos lleguen a un acuerdo común, un acuerdo de unidad, sin embargo, todos se fortalecen al mismo tiempo. Quizás en las jornadas de septiembre del 2000 se viva uno de los momentos más peligroso en lo que respecta a la interpelación del Estado boliviano. En septiembre se vislumbra la posibilidad de cambiar el curso de la historia; esto quiere decir que la multitud retome en sus manos la conducción de su propio destino. Este horizonte de posibilidad no solamente se observa en la expansión del movimiento, expansión que se configura en una amplia geografía de bloqueos y verdaderos cercos a las tres principales ciudades del eje troncal, sino también el campo de 82


posibilidades abiertos se nota en la fuerza subjetiva de las movilizaciones, en la acumulación de las voluntades, en la voluntad de poder avizorada en la colectividad movilizada, en la deconstrucción de las significaciones sociales hasta entonces hegemónicas y en resignificación de la totalidad de los hechos que hacen al mundo. Sin embargo, lo que falta en septiembre en la extensa geografía de las movilizaciones es el inherente desarrollo de la unificación del movimiento. Unificación que a través de alianzas se hizo presente localmente en

Cochabamba. Esta vez, en

septiembre, se movilizó el campo no así las ciudades. Es difícil esperar una victoria sobre el Estado sin la participación de las ciudades, en el contexto de los procesos urbanos desatados en formaciones sociales atravesadas por las relaciones capitalistas. En las ciudades habita un contingente urbano conformado por migrantes y residentes, clases proletarizadas y clases medias empobrecidas, como se ve potencialmente aliadas en la lucha contra la globalización privatizadora, las políticas neoliberales y el capitalismo salvaje. No tener en cuenta esto es sobrevalorar las fuerzas rurales y destinarlas o a la derrota o al agotamiento lento y diferido. A pesar de la fuerza de la multitud y la irrupción de la masa en el escenario de las luchas sociales trastrocadas en luchas políticas, el movimiento social no se logra romper con las reglas del juego impuestas por la clase dominante. Reglas del juego que favorecen la reproducción social de la dominación y de la estructura social, reglas que permiten el juego de manipulaciones en los intersticios y en los márgenes de las prácticas políticas aceptadas. Reglas del juego democrático que no descartan el recurso a

la represión.

En septiembre falto una alianza de fuerzas

sociales de mayor envergadura, alianza que articule a las clases subalternas de la ciudad con la estratificación social insurgente en el campo, coalición de fuerzas en lucha que podían repetir una victoria 83


política contra el gobierno y sus políticas privatizadoras. Septiembre fue intenso en lo que respecta al movimiento molecular de las clases y fue también extenso en lo que respecta a la geografía social de la rebelión, dejó de ser local, como aconteció en abril, pero no se tradujo esta irrupción en victoria política. Es magnifica la manifestación social de

la rebelión. Los deseos, las

pasiones, los sentimientos, los imaginarios de las masas se desbordan y empujan a la multitud a la acción. La masa que muta su condición pasiva a su condición activa, su situación dispersa al estado de concentración. Ocupa multitudinariamente el territorio, al hacerlo se da lugar a una desterritorialización, rompiendo los espacios estriados de la geografía política, dando lugar a los espacios lisos de los recorridos de la insumisión. Esta forma de expresión que muta la masa en masa de acoso y de guerra, también en masa de comunión22, es la manifestación política de humanidades. Esto implica entender la política es su forma más amplia, como conflicto y lucha por la igualdad, por tomar parte en el todo 23; esto es entender la democracia en su sentido pleno.

El Poder Constituyente y la Asamblea Constituyente Quiero decir que aquí el tema de la igualdad no se toma simplemente como sujeto crítico sino que pude serlo si la igualdad se desarrolla fuera de la ideología, fuera del enigma que la construye, como esencia antagónica entre las polaridades del trabajo y del derecho. Marx sitúa la 22 23

Elias Canetti: Masa Y Poder. Alianza Editorial 2000. Madrid. Jacques Rancière: La Política como Conflicto. Nueva Visión 1991. Buenos Aires.

84


solución del enigma rousseauniano en el terreno de la práctica revolucionaria, así como Sieyes lo había puesto en el terreno de la práctica constitucional24. La consigna de la Asamblea Constituyente, lanzada en el cabildo de Cochabamba durante las jornadas de abril, implica del lleno el substrato que lo hace posible, el poder constituyente, esto es la fuerza virtual de la multitud. Desde la perspectiva de las masas significa volver a empezar, reconstituir la nación sobre bases nuevas, que su vez pueden ser las más antiguas, empero ignoradas por la colonia y la república. Nos referimos a bases histórico-culturales, que retoman la herencia de las sociedades arcaicas y antiguas, de las sociedades precolombinas. Aunque también se trata de bases nuevas, que comprenden los requerimientos de las fuerzas del trabajo vivo, del trabajo productivo. Esto supone una arquitectura abierta

para

la

conformación

de

esta

Asamblea

Constituyente

Revolucionaria; esta arquitectura se diseña a partir de los cuerpos, dispositivos y agenciamientos de las fuerzas vivas de la sociedad. Con esto las prácticas que hacen al sentido de la política cambian completamente; la política ya no pertenece a los representantes sino a la multitud, ya no es delegada sino es acción directa, asamblea comunal. Hay algo que tenemos que discernir aquí, algo que tiene que ver con la relación entre movimiento social, poder constituyente y Asamblea Constituyente. La historia efectiva es un perpetuo movimiento, un constante devenir, fluye imparablemente. Este flujo tiene que ver con el inmanente deseo de la multitud; deseo como potencia y energía de las masas. Curso de la vida, recorrido libertario. Cuando este curso produce sedimentaciones, éstas se estancan, aquietan, forman parte del paisaje,

24

Antonio Negri: Poder Constituyente. Libertarias, Prodhufi 1994; Madrid. Pág. 276.

85


son lo constituido por la historia efectiva. El poder constituido se opone al flujo constante de la vida social. Empero, este poder constituido es resistido, en nuevamente desbordado, cuando sube la marea. Esta resistencia y desborde es el poder constituyente. En lo que respecta a la posición de Marx sobre el poder constituyente, Antonio Negri dice: Marx se pone de hecho inmediatamente en el punto de vista del poder constituyente, de una universalidad temporal que se convierte en poder; su concepto de poder constituyente está fijado en esa zona intermedia, entre sociedad y Estado, entre movimiento e institución, que no puede ser superada, puesto que si esta superación sucediese, ésta se daría en forma de ilusión y del enfrentamiento “general” del movimiento real25. Durante los bloqueos de caminos y los cercos a las tres ciudades del eje troncal, el ejército se encontraba arrinconado, acuartelado e inutilizado cuando salía y retornaba de sus tareas de desbloqueo. El gobierno se encontraba en la suspensión misma de la abstracción de la política liberal; en estas condiciones los partidos políticos se hallaban anulados, no atinaban a decir nada. El pavor llega a la clase dominante, asistimos a la evolución de especie de fobia racista, que se expresa en el temor al indio por parte de los estratos dominantes, un temor del que se contagian también las llamadas clases medias. ¿Acaso expansivo a los habitantes de las ciudades sitiadas? La separación moderna de la ciudad y el campo parece distanciar mundos, memorias, aunque no del todo costumbres. Pero el habitante de la ciudad se siente ciudadano acosado, en tanto que el sujeto bloqueador se siente fuerza constituyente, liberador de sus

25

Ibíd.: Pág. 277.

86


comunidades. Pero, ¿por qué no también liberador de las ciudades? Esta separación, que a pesar de todo, es franqueable, coadyuva a que el gobierno retenga un espacio de maniobra, las urbes. Estos espacios le permiten ganar tiempo, buscar treguas, plantear el dialogo, al que finalmente acceden los dirigentes campesinos. En el movimiento molecular de las clases el rol que juegan los dirigentes en el desarrollo del proceso es, de algún modo, determinante, pues son a la vez instrumentos de las masas y orientaciones carismáticas de sus deseos y pasiones. El poder constituyente es carismático. Debido a esta relación entre dirigentes y base se desprenden consecuencias políticas para el movimiento social. Por ejemplo en abril y septiembre del 2000 los dirigentes son capaces de cohesionar las voluntades singulares de la multitud. Se puede decir que un dirigente es capaz de interpretar a su gente, tiene una relación afectiva con ella, sabe lo que piensa, el dirigente mismo piensa lo que piensa la gente. Esto sucede en el proceso formativo de un pensamiento colectivo, proceso que se constituye a través de las asambleas, instancias deliberativas que conducen

las motivaciones

emocionales de la masa. En cambio después de septiembre, después de la cúspide del movimiento, comienza una especie de reflujo de la rebelión. En esta situación, que podemos caracterizar como de cierta expectativa, cierto

relajamiento

y relativo

debilitamiento

del movimiento, los

dirigentes quedan un poco solos. Se da lugar un paulatino distanciamiento con las bases. Los dirigentes terminan jugando un protagonismo más individual. De este modo las bases ya no controlan como antes a sus dirigentes. El movimiento social se encuentra dividido el 2001. Por un lado tenemos a una Comunal que hace acuerdos, que trata de establecer una unión, aunque un tanto forzada. Hay mucha voluntad en todo esto, sin embargo 87


no tiene la fuerza necesaria. En estas condiciones se inician las dos marchas, de la COB, por un lado, y la de las federaciones cocaleras y de la Comuna, por otro. Ambas marchas simultáneas se enfrentan a una represión sistemática, que intenta detener o por lo menos fraccionar constantemente las marchas a lo largo de sus recorridos, buscando mermarlas en todo momento. Ante semejante represión las marchas optan por separarse en variadas columnas, que se dirigen por caminos colaterales, sendas y hasta por terrenos escarpados. Las marchas avanzan y retroceden, muchos marchistas son capturados y retornados a Cochabamba,

pero

nuevamente

vuelven

a

aparecer

en

puntos

concertados de la carretera principal. La figura de las marchas entonces es sinuosa, avanzan, retroceden, vuelven a avanzar. Es una lucha de voluntades. Es indudable la fortaleza de los y las marchistas, quienes enfrentan además de la represión, el frío y la intemperie. Sobresalen en las marchas el diputado uninominal cocalero Evo Morales y el dirigente de la Coordinadora del Agua Oscar olivera, además de algunos dirigentes de la COB, quienes enfrentan denodadamente al gobierno con los rudimentos de un sindicalismo debilitado. Parece que el plan de las dos marchas, particularmente la marcha de la Comunal y los cocaleros, era que en el recorrido a La Paz, en la medida que la marcha vaya avanzando, se vayan plegando nuevos grupos de las comunidades. Se esperaba que los sectores campesinos y otros de las ciudades se vayan acoplando a las marchas en el recorrido. Amplificar social y políticamente lo que había ocurrido en septiembre. La idea era llegar con una gran marcha multitudinaria a la sede de gobierno y tomarla simbólicamente con la ocupación de estos guerreros nómadas. Solo llegaron cuantos,

afectados

por

el

cansancio

y

el

esfuerzo,

unos

heridos,

desmoralizados, haciéndose en ellos evidente el aislamiento. Se suma a este aislamiento de los marchistas la grave división en el seno de la 88


CSUTCB. En congreso campesino se hace explícita esta división. Para el colmo el congreso no emite ninguna resoluciones de apoyo a los marchistas, prácticamente los abandona, los deja solos. Esta falta de solidaridad va a tener repercusiones negativas en los posteriores intentos de retomar el decurso de la movilización. Cuando hablamos de repercusiones nos referimos principalmente a lo que paso en julio del 2001. Ya la principal organización campesina, que vivía sus primeros pasos después de su último Congreso, se halla escindida. La CSTCB se encuentra para entonces dividida por lo menos en tres sectores, el que responde al liderazgo de Felipe Quispe Huanca, el que se distancia con Alejo Véliz y el que se separa con Humberto Choque. En julio sólo un sector de la CSTCB, quizás el más representativo, el aglutinado en torno a Felipe Quispe Huanca, se encuentra comprometido con un bloqueo de caminos. El mismo que se circunscribe sólo a la carretera al lago Titicaca, carretera que une a la ciudad de La Paz y la población de Copacabana. En el bloqueo de caminos de julio no suceden los hechos como en septiembre del 2000, cuando las comunidades se organizan en asambleas y comprometen a toda la población en los múltiples sitios de la carretera principal y las circundantes. No sale a bloquear la comunidad, sino una parte delegada de los sindicatos. Entonces es la gente más consciente, mas formada y más organizada la que termina bloqueando y asediando en los caminos. No participa toda la comunidad. Esto no pasa del todo desapercibido a los medios de comunicación, quienes toman nota de estas circunstancias. Los medios de comunicación no solamente crean imágenes de políticos sino también construyen las imágenes mediáticas de los dirigentes. Es peligroso confundir la imagen mediática con la efectiva relación de los dirigentes y sus bases; un dirigente puede terminar creyendo en esta imagen del espejo mediática

y olvidar su

relación afectiva y militante con su base. Esto también es un poco lo que 89


ha ocurrido en julio con los dirigentes, terminados atrapados en el espejo mediático. Cuando las bases comenzaron a asumir una actitud, mas bien, crítica sobre los pleitos de dirigentes y empezaron a tomar cierta distancia, los dirigentes se arriesgan a actuar solos. Como hemos dicho en julio el bloqueo de caminos se circunscribe a la carretera que conduce al lago y quizás el epicentro de los bloqueos se sitúa en Q’alachaca, donde se asienta el cuartel general aymara. Como puede verse las jornadas de julio, aunque debilitadas y aisladas, circunscritas a un recorrido carretero, terminan mostrando la fuerza de un sector radicalizado, que tiene capacidad de conformar un cuartel en una pampa estratégica. Las bases y las comunidades se alejan, las otras provincias no circundantes a la carretera al lago prácticamente no participan, a no ser de manera muy esporádica, como el caso del bloqueo momentáneo y no repetido de Ayo Ayo. Se hacen evidentes los problemas al interior de las comunidades, se hacen notorias las divisiones, fisuras intercomunales que pudieron llegar hasta el enfrentamiento. En todo caso se puede apreciar que las bases entraron en una especie de reflexión intima. Se da lugar una evaluación silenciosa de los acontecimientos al interior de la propia subjetividad. ¿Es una tarea pendiente la construcción de la unidad de los movimientos sociales contemporáneos? Hablamos ciertamente no tanto de un acuerdo entre dirigentes sino primordialmente de la articulación de los acuerdos y las alianzas espontáneas entre las bases. Nos referimos a una unidad molecular de las organizaciones comunitarias y los sindicatos, de las agrupaciones territoriales y las corporaciones de oficios. Hablamos de una unidad dinámica, divergente y de profunda sinergia, construida por las vivencias y el entusiasmo de la multitud. Esta es quizás la tarea más importante de los movimientos emergentes. 90


Así como hablamos de movimientos sociales, remarcando el carácter plural del acontecimiento social, del mismo modo debemos hablar de conflictos sociales. Podemos decir que los movimientos sociales, por más contemporáneos que sean, se mueven en los decursos de las múltiples temporalidades simultáneas. Por más paradójico que parezca un momento está constituido por múltiples temporalidades inmediatas. Por otra parte podemos decir que los conflictos sociales de una coyuntura están repartidos en la diversidad distribuida de la proliferación de los distintos localismos. Por ejemplo, el conflicto social, económico y político en los Yungas nos muestra el carácter específico de un tipo de localismo, relativo a la región subtropical andina. Nos referimos a una territorialidad en constante declinación que encierra el estallido de altas intensidades del conflicto articulado por la problemática de la producción de la hoja de coca.

Hay

distintos

componentes

de

este

perfil

atiborrado

de

contradicciones. Uno de ellos tiene que ver con la valoración cultural del consumo de la hoja de coca, que no sólo tiene que ver con el acullicu, sino con un conjunto de ritos y costumbres en torno a los usos tradicionales de la hoja de coca. Otro componente tiene que ver con la memoria de los recorridos de la coca y de las luchas sociales diseñadas por estos recorridos, que involucran en sus múltiples historias, la historia de las comunidades, la historia de las haciendas, la historia de los circuitos de la coca, la historia de las economías constituidas en torno a la coca, la historia de los sindicatos en la región de los yungas. Historias por cierto ricas en narratividades colectivas. ¿Acaso se puede hablar de la historia efectiva de la coca? Uno de los recorridos de la coca tiene que ver con la historia colonial. Esta historia colonial en uno de sus periodos de mayor pujanza articula los recorridos de la coca al circuito de la plata del entorno potosino. Ahora no hay un entorno potosino, pero la producción de la coca sigue jugando un papel importante en los circuitos económicos del 91


mercado. Incluso articula determinantemente la economía campesina, permitiendo la producción diversificada de los productos26. El conflicto de la coca forma parte de la guerra de baja intensidad. El enfrentamiento de mayor significación con los norteamericanos

se

circunscribe en torno a la coca. Yungas y el Chapare zonas de guerra. Se ha buscado sustituir la coca mediante las políticas relativas al desarrollo alternativo; sin embargo, el fracaso de esta política y de la estrategia de sustitución de la coca por desarrollo alternativo ha sido un rotundo fracaso. Las federaciones campesinas de Yungas lograron expulsar por al Agroyungas, que era la institución administradora y operadora de las políticas de desarrollo alternativo para la región yungueña. Después las federaciones sindicales terminaron enfrentándose a la ocupación militar. Cuando ocurre esto es toda una sociedad provincial la que reacciona. Vale decir, los sindicatos, las comunidades, las federaciones, las asociaciones, todas las formas organizativas de la población. El gobierno tiene que retroceder. Sin embargo, estos retrocesos traen consecuencias contradictorias.

Al

retroceder

el

ejército

genera

como

una

desmovilización, una baja de tensión general en la población movilizada. Esto es significativo pues en los Yungas se daba lugar la articulación entre las movilizaciones desatadas en torno a la guerra de los cocaleros del Chapare con las movilizaciones desatadas en el Altiplano. Coca y Nación Aymara son articuladas por la rebelión yungueña. De esta manera en los Yungas se articulan otra vez las partes del movimiento social, como había en septiembre.

26

Revisar Fragmentos Territoriales de Raúl Prada Alcoreza. Mitos 1990. La Paz.

92


La Capitalización de la Miseria Los prestatarios protestaron, reclamaron y denunciaron durante cien días de movilización. El gobierno y la sociedad civil no los escucharon. Incluso a mucha gente le pareció cómico cuando se desnudaron ante los ojos de todos, incluso de las cámaras de televisión. Este gesto, el desnudarse, repite el gesto obligado de la vida cotidiana, que es, mas bien, un gesto de dolor, ligeramente contorsionado, respondiendo en el dramatismo corporal y en el vestuario de la pobreza a las exigencias del hambre. El caso de los prestatarios muestra con clara evidencia las consecuencias sociales de las políticas neoliberales. De este modo queda también claro el fracaso del micro crédito, que despertó expectativas falsas en los pobres. Sólo intelectuales como Hernando de Soto pueden postular en un escenario de tanto contraste social el otro sendero y el misterio del capital, basándose en las supuestas facultades bienhechoras del micro crédito. En realidad la ampliación del micro crédito a los pobres no hace otra cosa que ampliar la expansión del capital, tanto en lo que respecta a sus horizontes externos como a sus horizontes internos. Convierte en capitalizable la propia materialidad de la pobreza. Es tremendamente

sintomática la lucha la desesperada de los

prestatarios. Ellos, literalmente, ya no tienen nada que perder. Esta situación lleva a una disposición total, a la disposición a morir. Esta disposición se hizo patente con la toma de la Superintendencia por parte de los prestatarios. Llevaron dinamita y gasolina y estaban dispuestos a usarla para quemar el edificio si era necesario si la policía se atrevía a intervenir. Otra cosa que es digna de remarcar es su capacidad de organización.

También se pode en evidencia las manipulaciones de la

banca para valorizar su dinero recurriendo a cualquier medio, obligando a los pobres a pagar más de lo que se prestaron. 93


La banca no invierte ya en grandes proyectos; no invierte, por ejemplo, en producción, sin embargo,

encuentra la posibilidad de capitalizar la

pobreza, de hacer dinero con los recursos de la gente más pobre, con sus wacaychas. Ahora, la materialidad de la pobreza sirve de garantía. La fuerza de la movilización de los prestatarios fueron las mujeres, porque eran principalmente mujeres las que se prestaron y

las que habían

pagado como tres veces el capital y seguían pagando intereses sobre intereses. La compulsión del capital ha llegado al extremo de valorizar a partir de la propia materialidad de la pobreza. La banca hace negocios con los pobres, usa el cuerpo de los pobres, la pobreza de los pobres para hacer capital. Las mujeres que no podían salir del circuito de la deuda como nosotros no podemos salir de la deuda externa terminan desesperadas y enfrentándose militarmente. Las mujeres adoptaron una actitud militar, han tomado y han usado la dinamita como lenguaje. El único lenguaje que entienden los poderosos, la violencia de las masas, la violencia organizada de las masas, como respuesta a la violencia organizada del Estado.

El Ocaso Liberal Al transferir la voluntad popular al Congreso y al otorgarle al parlamento la atribución de elegir al presidente, la decisión social ha sido sometida a mediaciones legislativas que terminan desvirtuando el sentido del voto otorgado. Se obtiene por ejemplo un ganador de las elecciones, cuando no lo hubo, pues no puede haber ganadores cuando no se ha llegado a la meta, cuando se trata de elegir entre las dos minorías electorales más 94


votadas. El ganador es una construcción parlamentaria, el presidente es una invención congresal. Si los representantes son ya una representación de la muchedumbre electoral, el presidente resulta ser representación de los representantes, una representación al cuadrado. Si la representación como delegación de la voluntad popular es una trascendencia. Esto se podría en cierta forma entender como una abstracción. ¿Qué es entonces el presidente elegido por el Congreso? Una metafísica electoral. La decisión popular ha terminado diseminándose. Estas apropiaciones de lo constituido sobre lo constituyente deriva en un espectáculo trágico cómico cuando los honorables hacen enormes esfuerzos en hacernos creer que lo que hacen, elegir al presidente, en sustitución del pueblo, es un acto legítimo. La legalidad no es legitimidad. Lo establecido en la Constitución es legal, sin embargo la letra escrita nunca sustituye a la acción viva, a la voluntad conformada como afecto, pasión y deseos de la gente. Lo que se efectúa es una expropiación de las decisiones gestadas y distribuidas en el mapa electoral, una apropiación de las voluntades singulares, una sustitución de la correlación de fuerzas sociales por la componenda negociada. El gobierno que sea el resultado de esta composición partidaria es más una mezcla improvisada que la unidad estructurada de un programa. No puede haber conducción en estas condiciones. ¿A qué le llaman entonces gobernabilidad cuando no hay conducción? A la sumatoria de votos parlamentarios que terminan legalizando los actos del ejecutivo. Nada más elemental que eso. En un sentido todavía superficial la gobernabilidad connota conducción. En un sentido más profundo la gobernabilidad significa disciplinamiento de los cuerpos en los horizontes de la modernidad y la racionalidad capitalista. Ambos sentidos de la gobernabilidad no se cumplen en estas tramposas mediaciones congresales.

95


Si esto pasa en lo que respecta a la gobernabilidad, en peores condiciones queda la democracia. La democracia, que no sólo es participación, efectivización de la voluntad popular, sino flujo constante, circulación, del poder constituyente de la multitud, es conculcada, retirada de escena, con estos escamoteos legales. Si no hay democracia, ¿qué legitimidad le queda al gobierno? La legitimidad, es decir, la aceptación convencida, no sólo consensuada, de todos ha quedado anulada. No se ha hecho posible, tampoco se ha realizado. Se da el caso de un gobierno construido en los recintos congresales, que se asienta en una democracia inconclusa, no acabada de configurarse. Todos los actos de este gobierno tampoco son legítimos. En estas condiciones no cuesta mucho imaginar el desenlace de los enfrentamientos entre los sujetos sociales, portadores de voluntades, y un gobierno que resulta ser el artificio elaborado de la maniobra política. Hay una contradicción profunda en el desenlace electoral del 2002 en los dos tiempos de la trama coyuntural. En la primera parte, el pueblo votante acude a las urnas y su decisión de voto deja perplejas a las consabidas empresas de encuesta, también queda azorada la clase política, así como varios estratos acostumbrados al manejo de poder. La clase política, los medios de comunicación, las empresas encuestadoras, incluso el mismo electorado, quedan sorprendidos ante la nueva geografía electoral, y se hallan a sí mismos como estrenados ante el nuevo escenario desbordante. El Movimiento hacia el Socialismo (MAS) sobrepasa todas las expectativas preelectorales, sale segundo en la votación, dentro de un margen estrecho respecto del primero y del tercero. Gana indiscutiblemente en cuatro departamentos y estaba cerca de ganar el un quinto departamento. La Paz, Cochabamba, Oruro y Potosí son los departamentos tomados electoralmente por el MAS, en Chuquisaca es la segunda fuerza electoral. Todo el Occidente boliviano se ha radicalizado en lo que respecta a su 96


decisión electoral. Este hecho se hace más significativo cuando esta asombrosa expansión del MAS está profundamente vinculada a los sujetos sociales movilizados durante el periodo preelectoral, incluso hasta en los umbrales mismos de las elecciones. La fuerza de las movilizaciones vinculada a la fuerza electoral convierten al MAS y al Movimiento Indio Pachacuti (MIP) en un acontecimiento democrático desbordante. Las mayorías nacionales, vale decir, las clases sociales explotadas y subalternizadas, las identidades colectivas, las nacionalidades andinas y los pueblos indígenas del Oriente, inclinan su voto por las candidaturas de los carismáticos dirigente sindicales y las propuestas políticas emancipadoras. Esta vinculación entre las mayorías nacionales y los movimientos políticos, expresiones de la multitud, compaginada en el presente por las reivindicaciones indianistas, sindicales y populares, convierten al MAS, aunque haya salido segundo, en la fuerza política portadora de la mayor expresión democrática. El sentimiento de igualdad, la lucha por la igualdad y el conflicto anticolonial, es decir, la contienda contra las discriminaciones y por las libertades múltiples, son las motivaciones profundas de la actitud democrática de las masas. Esto no puede decirse de ninguna manera de la primera minoría más votada en las elecciones, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR),

pues en este caso, el resultado

estadístico de la votación nos muestra, mas bien, una declinación de los votos usuales durante las contiendas electorales del ciclo neoliberal. Estos resultados son una indicación del desmoronamiento de los partidos prebéndales. La crisis se expresa también en las cantidades mermadas de la votación liberal. Estas cantidades se convierten en lo que podríamos llamar los índices de la decadencia de los partidos neoliberales. Su derrota política. Aquí se encuentra la paradoja, por más que el MNR haya ganado estrechamente las elecciones, ha sido derrotado políticamente. Hablamos 97


de la derrota moral y política de las expresiones del neoliberalismo. El agotamiento del ciclo neoliberal se expresa ahora cuantitativamente. La relación entre mayoría cualitativa, relativa a la intensidad y densidad de las movilizaciones sociales, y segunda fuerza electoral más votada, convierten al MAS en la primera fuerza política, entendiendo por fuerza política la potencia, posibilidad y virtualidad de las masas. Las creencias sociales se inclinan por las transformaciones estructurales, radicales, del poder constituido. Esta es la razón por la que se apuesta a una Asamblea Constituyente Revolucionaria. En cambio la merma electoral de los partidos neoliberales habla más de la falta de crédito, del derrumbamiento de los prejuicios liberales. La votación por el MNR más parece ser un acto desesperado por mantener la continuidad imposible del modelo. Esta desesperación de la casta gobernante, de las clases dominantes y de los sectores medios altos, derivó en pánico atribulado en los diputados neoliberales, quienes perdieron el decoro de la honorabilidad por ungir en presidente al personaje más resistido de los últimos tiempos. Los políticos se aferran desesperadamente a la continuidad, es ya tarde, cuando la temporalidad de las masas ha irrumpido en el tejido social. Otro tiempo comienza, esto es el pachacuti, Las bases sociales, económicas y políticas, del anterior régimen se han desplomado. También se ha desplomado el consenso que lo mantenía como argamasa que retiene pegados los fragmentos. No hay sentimientos positivos ante el régimen que asiste a los últimos celajes de su crepúsculo. Antonio Negri dice a propósito de esta temporalidad de las masas y su estrecha vinculación con el poder constituyente de la multitud lo siguiente: El poder constituyente destaca su absolutidad de principio desarbolándose temporalmente,

expresando

una

fuerza

que

se

desgrana

en

la 98


temporalidad. Pero esta temporalidad es ya espacial: en el asalto al poder constituido está comprendida la revuelta en la producción, contra los límites espaciales de la esclavitud del trabajo. Las masas sólo pueden expresar esta unidad de proyecto27. Y en lo que respecta a la temporalidad de las masas y la experiencia plena de la democracia dice: Se trata de una implacable temporalidad que si no tiene nada de finalista, sin embargo avanza en una aprehensible concatenación de la resistencia y la ofensiva, de lo político y lo social, hacia el objetivo de una cada vez profunda democratización. Un tiempo y espacio que se manifiestan como el abismo de la democracia. Pero el abismo de la democracia es la definición misma del poder constituyente28. La

multitud

considera

la

democracia

como

una

existencia

condescendiente, tanto política como social, el poder constituyente como una actuación imperiosa histórico-política. El salto de aptitud, de lo político a social y de lo social a lo político, corresponde a una profundización de las masas, ineludiblemente, desplegándose en el tiempo, transportan al poder constituyente a través de una práctica radical.

Los efluvios del discurso otoñal

27 28

Antonio Negri: El Poder Constituyente. Libertarias, Prodhufi 1994; Madrid. Pág. 242. Ibíd. : Pág. 243.

99


El 6 de Agosto del 2002 alrededor de las tres de la tarde se produce la transmisión de mando en la sede de gobierno de la República de Bolivia. En el hemiciclo parlamentario se dan lugar tres discursos, el del presidente saliente, el del vicepresidente y el del presidente entrantes. Los tres pueden ser caracterizados como discursos otoñales en el borde del cierre del ciclo neoliberal. El primero puede ser caracterizado de optimista, en tanto que el último de apocalíptico. En cambio el del medio, consciente de la magnitud de la crisis, no en los términos que lo entienden tanto el presidente entrante como el presidente saliente, que resumen casi todo a las perspectivas económicas de la crisis, sino entendiendo la crisis un poco más profundamente, como ruptura. El vicepresidente entrante hace entrever en su discurso que estamos ante una crisis política, ante el anunciado cierre de un ciclo y la apertura de otro, que los síntomas de la emergencia de masas, la presencia de dirigentes indígenas y sindicales, ante la expresión emergente de las identidades colectivas politizadas, que marcan radicalmente su diferencia, no se puede cerrar los ojos. Sin embargo, busca una salida a estas contradicciones, que no son sólo de visiones de mundo opuestas, sino que van más allá; se trata de perspectivas encontradas socioculturales. La superación de estas contradicciones tiene un cierto tono hegeliano, pues se dice que hay que pensar las contradicciones políticas como tesis y antítesis para buscar la síntesis. Esta síntesis hegeliana no pude ser sino estatalista. Esta teleología estatal de Carlos Meza no es otra cosa que es el retorno al orden, a la unidad política. Esta superación de las contradicciones sociopolíticas, como se sabe, termina supeditando las luchas sociales al aparato burocrático, subsumiendo la expresión viva de las contradicciones a la razón de las formalidades y a la forma de las racionalidades paranoides del poder. En otras palabras termina en represión. La violencia imaginaria, simbólica y real del Estado.

100


Hay otra forma de trabajar las contradicciones inherentes al cuerpo social, esta es la genealógica. Para la genealogía las contradicciones no se resuelven

en

una

contradicciones

de

síntesis, modo

en

la

unificado

superación y

que

teleológico,

contiene sino

que

las las

contradicciones mantienen su marcada diferencia. En el espacio de tensiones que definen esas contradicciones

se teje3 la trama del

escenario donde se despliegan las pugnas sociales, políticas, económicas y culturales. El drama social se convierte en una tragedia, de acuerdo a la acepción nietzscheana; una unidad imposible que sólo en el mito cobra una expresión tensa. Lo que ocurre es que cada contradicción es afectada por las otras, de tal modo que es metamorfoseada y contextuada en la proliferación

de

singularidades

del

acontecimiento.

El

mapa

de

contradicciones del acontecimiento cuando lleva sus choques a un nivel de máximo tensionamiento termina desdibujándome, dando lugar a rupturas y discontinuidades. La apreciación de las discontinuidades nos lleva a comprender que cuando las contradicciones llegan a un máximo de tensionamiento insostenible, terminan desdibujando el mapa de poder y resistencias, de tal modo que la cartografía del poder vigente hasta entonces se desploma, dando lugar a conformación de un nuevo escenario político y social, sostenido en otra matriz de relaciones, erigiéndose en un nuevo substrato de fuerzas. Las contradicciones inherentes a la formación social boliviana, abigarrada y barroca, que en el presente se configuran a partir de algunos ejes primordiales del ejercicio de las contradicciones. Uno de ellos es el eje de la descolonización, tensionado por los movimientos indianistas, otro eje orientador del perfil del presente son las contradicciones al campos social, la lucha de clases, otro se encuentra dibujado por la contradicción entre soberanía nacional y trasnacionales, sobre todo en lo que respecta a la propiedad de los recursos naturales, y otro eje digno de mencionarse es 101


el eje anticapitalista, que quizás es el que atraviesa de modo revelador todas las anteriores contradicciones. No hay pues posibilidad de una superación estatal de las contradicciones, sino sólo su reducción a la estrecha heurística del poder. La ontología histórica del momento apunta a la emergencia desbordante del ser social, en pocas palabras a la absorción de lo político por lo social.

El significado efectivo de la democracia Recurriendo a Jacques Rancière podemos decir que el significado concreto de la democracia se define en el conflicto específico por la igualdad 29. La democracia se define en la lucha por la igualdad. De este modo la democracia

puede

ser

entendida

como

un

campo

de

fuerzas

constantemente redefinido por las fuerzas concurrentes en su lucha por la igualación de los seres humanos. Esta lucha política es interpretada por Rancière como lucha por tomar parte en el todo. Esta lucha se hace sugerente cuando sabemos que los que no tienen parte en el todo son el referente de la democracia, son denominados con esa generalidad aparentemente neutral: Pueblo. Resulta que el pueblo no toma parte en el todo y paradójicamente expresa la voluntad popular que delega su poder a los representantes. Es la excusa de la democracia representativa pero no forma parte del poder constituido a su nombre. Esta inexcusable contradicción inherente a la democracia representativa forma parte de la crisis permanente del sentido y del funcionamiento democrático. Y esta crisis no se resuelve formalmente, recurriendo a la formación enunciativa constitucional. Recurriendo a la letra constitucional como si fueran las tablas de Moisés.

29

Jacques Rancière: El Desacuerdo. Política y Filosofía. Nueva Visión 1996. Buenos Aires.

102


¿Cómo podía haber sido posible la democracia sin ese poder expansivo de la multitud que desbordó las formas no democráticas del poder constituidas en el modelo del Estado Patrimonial? El modelo monárquico y el modelo aristocrático fueron abatidas por la fuerza constituyente de la multitud en armas. Se da lugar al modelo democrático. Empero el modelo democrático que fue constituido por el poder de la multitud termina formalizado, osificado y detenido en el tiempo institucional, mientras las masas viven su propio tiempo en términos de una revolución permanente. Los anhelos y deseos de la multitud no se aquietan, requieren abatir lo que se detiene, lo que obstaculiza el camino de la liberación constante de los instintos profundos que anidan en el devenir de vida de la humanidad. El horizonte del humanismo renacentista es de una dinámica apertura, que reinventa nuevas visibilidades y descubre nuevas potencialidades del trabajo creativo, de la imaginación estética y de la ciencia crítica. El desborde

se

agenciamientos

hace y

insostenible fuerzas

por

parte

conservadoras.

de Ante

los

dispositivos,

este

avasallante

excedencia del humanismo renacentista, las fuerzas conservadoras reaccionan y conforman un estratégico proyecto contrarrevolucionario y de contrarreforma, proyecto que comprende variados campos de la expresión social. La reacción se hace sentir en el terreno filosófico, religioso, político y económico. El Estado Patrimonial se hace absoluto. Se instaura una soberanía trascendente. Esta trascendencia se hace sentir en toda la maquinaria institucional que escapa al control de la multitud. Esta trascendencia se hace sentir en una religión que monopoliza la mediación de la asamblea con Dios. El desarrollo de la filosofía racionalista, de Descartes a Hegel, pasando por Kant, se ocupa de separar razón de sensación, se inventa un sujeto a priori, de sintetizar la contradicción

inherente

a

la

modernidad

entre

inmanencia

y

trascendencia. Y cuando el poder constituyente de la multitud hace su 103


fiesta democrática de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad, la propia inteligencia revolucionaria se encarga de constituir un poder democrático trascendente, que escapa a la irradiación de la multitud. Se restituye la soberanía a nombre de los ciudadanos. Esto quiere decir se restituyen los mecanismos de dominación en el nuevo escenario creado por la propia revolución. Se busca detener la revolución permanente argumentando con el fin de la historia y la última guerra. La nobleza de la revolución es este distanciamiento entre Estado-nación y multitud. Las formas de soberanía del pueblo, la nación y el Estado ungen de legitimidad al nuevo diagrama de poder, la dominación disciplinaria del proyecto burgués. El desarrollo del capitalismo se despliega supeditando la fuerza viva del trabajo al capital al modo disciplinario: Domesticando los cuerpos para la producción de capital. La democracia liberal es la forma representativa, ideológica, de la dominación del capital sobre el trabajo. La valoración histórica de la democracia se vuelve más problemática y más

comprometida en el caso de las excolonias de las potencias

Occidentales. Lo que se impone en los continentes ultramarinos es el derecho de conquista. Este derecho de guerra establece una desigualdad infranqueable entre los conquistadores y los conquistados, entre los colonizadores y los colonizados, entre los blancos y los indios, con la violencia del comercio de esclavos, entre los blancos y los negros. Sobre esta desigualdad se instaura la historia de la dominación colonial y republicana en las excolonias españolas, portuguesas, francesas, inglesas y holandesas. Aparentemente llega la democracia con las guerras de independencia y las guerras de liberación nacional. Sin embargo, el quiebre de la desigualdad no se resuelve; al contrario, se mantiene, se fortifica adquiriendo matices locales, quizás en un contexto de mayor complejidad debido al desarrollo de las mezclas y los mestizajes. En Bolivia, la culminación de la Guerra Federal, que instaura gobiernos 104


liberales durante la primera mitad del siglo XX, construye una democracia señorial en beneficio de la oligarquía gamonal local. El discurso liberal legaliza la expropiación de tierras comunales, la expansión de las haciendas y la configuración más violenta de exclusión de los indios. La Revolución de 1952, cuyo nacimiento quizás se gesta en las trincheras de la conflagración del Chaco, trae consigo el desborde de las masas. Obreros, fabriles mineros irrumpen en el escenario político, resguardado por los militares para los señoritos. La victoria del pueblo armado restituye una desconocida victoria electoral por el cruento sexenio. En estas condiciones la democracia resulta ser un hecho consumado por la acción armada de las masas. La igualación de los hombres por medio de la reforma agraria se da como resultado revolucionario y decisión consumada de los sindicatos obreros y campesinos. Lo sugerente es que esta igualdad se da en el entramado enunciativo del discurso del nacionalismo revolucionario. La ecuación nacionalista es más o menos la siguiente: La recuperación de las minas al Estado en conjunción con la reforma agraria constituyen la ciudadanía de los bolivianos. En otras palabras, esto puede interpretarse como sigue: Somos ciudadanos, vale decir, seres humanos libres, en la medida que recuperamos nuestros recursos naturales y repartimos la tierra a los campesinos, a los hombres que trabajan la tierra. Es bajo la consideración de esta composición que debemos decodificar la significación histórica del voto universal. Las contradicciones inherentes a la Revolución de 1952 terminan primero debilitándola, luego fraccionando y dispersando sus bases, para derivar en un tiempo de las cosas pequeñas, cuando los movimientistas entregan sin decoro el manejo de la economía del país y el petróleo a los norteamericanos. Quienes hacen de un general un líder cívico para convertirlo después en presidente por medio de un golpe de Estado. En el contexto de la guerra fría y bajo la rígida férula de las dictaduras militares, 105


la democracia se convierte en una consigna de las masas, de las organizaciones populares que resisten a las dictaduras de turno. La democracia en la Bolivia reciente es una conquista social. La huelga heroica de las mujeres mineras, asociada a una movilización general de obreros, campesinos y universitarios, arranca a los cuarteles la iniciativa política. Ahora otra vez son las masas las que ocupan las calles. La apertura electoral es uno de los resultados de un largo recorrido de resistencias. Otro fenómeno de crucial importancia es la presencia multitudinaria y organizada de los campesinos aymaras y quechuas en la contienda política. El katarismo retorna después de su guerra anticolonial del siglo XVIII. El frente popular expresa los sentimientos democráticos de las masas, aunque también la Central Obrera Boliviana busca orientar el decurso de los eventos políticos a una radicalización de la democracia. La Unidad Democrática y Popular (UDP) sale consecutivamente victoriosa en dos elecciones. El fraude electoral en la primera no oculta la derrota de un fantoche urdido por la derecha. El parlamento dividido, controlado por los partidos de derecha no puede eludir esta victoria popular en las urnas. Hernán Siles Suazo es elegido presidente en una coyuntura política plagada

de

contradicciones.

Quizás

el

eje

primordial

de

las

contradicciones pueda resumirse del modo siguiente: La democracia era para el pueblo su conquista y por eso era tomada como el instrumento que debe garantizar sus libertades y la satisfacción de las demandas sociales, en tanto que para la derecha la democracia viene a ser lo constituido, las reglas del juego, el monopolio de la palabra y el manejo de las leyes. El boicot parlamentario sumado a la crisis económica desbocada por la hiperinflación delimitan anticipadamente los días de gobierno de la UDP. La predisposición política de la multitud por la democracia activa es llevada a un callejo sin salidas: Deriva en la impotencia, en la imposibilidad momentánea de actuar frente a las

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maquinaciones políticas y ante la crisis económica, que desmoraliza y desmoviliza. Durante el periodo llamado neoliberal (1985-2002) el sentido de la democracia se supedita nuevamente a una acepción conservadora, restringiendo e inhibiendo las potencialidades del contenido de toda democracia, que es el pueblo, el demos, que también significa división del todo en las partes. Quizás podamos extender este sentido a multiplicidad del todo del pueblo. La restricción de la acepción liberal es técnica, instrumental y normativa. La democracia viene a ser un orden constituido en el marco de políticas de ajuste que adecuan el país a una globalización privatizadora. La ecuación neoliberal se puede expresar del modo siguiente: Menor politización de la población sumada a una mayor ejecución del pragmatismo económico posibilitan la viabilización de las reglas del juego del mercado, que es el marco de que se supone es el nuevo ciudadano, el individuo empresario. Pero este sentido restringido de una democracia supeditada a las reglas del mercado no pudo sostenerse por mucho tiempo. Las movilizaciones sociales del 2000 al 2002 se encargaron de develar su sentido artificial, no exento de ninguna manera de gruesas contradicciones. ¿Cómo puede darse efectivamente la democracia si se ha privatizado el espacio público en el que se mueve el pueblo? ¿Cómo puede haber democracia si ha desaparecido del discurso y de las representaciones liberales la figura de pueblo, convirtiéndose en la medida aritmética que suma la participación económica de los llamados pequeños empresarios? Como dice Jacques Rancière, este orden responde no a la política sino el ejercicio policial de un plan regulador de las acciones sociales y las actividades individuales.

El nacimiento de la política 107


¿La política comienza con el uso de la palabra, como plantea Aristóteles en La Política30? Desde Platón a Aristóteles, su discípulo, podemos encontrar la relación profunda entre justicia y política. Sólo hay justicia cuando hay algo en común entre los ciudadanos; hay justicia cuando cada parte toma lo que le corresponde. Desde esta perspectiva la justicia política es el orden que determina la distribución de lo común31. Jacques Rancière dice a propósito de la interpretación de los clásicos que para que se pueda dar lo que llamamos filosofía política es preciso que el precepto de las idealidades políticas se ate a un arreglo de las partes de la ciudad32. Lo que los clásicos nos enseñan es en primer lugar esto: la política no es asunto de vínculos entre los individuos y de relaciones entre estos y la comunidad; compete a una cuenta entre las partes de la comunidad, la cual es siempre una falsa cuenta, una doble cuenta o una cuenta errónea33. Aristóteles clasifica tres partes componentes de la comunidad: los oligoi (la oligarquía), los aristoi (la aristocracia) y el demos (el pueblo). Los títulos de comunidad ligados a estas partes son la riqueza de la oligarquía, la virtud (areté) de los segundos y la libertad (eleutheria) del pueblo. Cada uno de estos rótulos define un régimen particular y se encuentra amenazado por los demás regímenes de los otros rótulos. Sin embargo, la exacta combinación de los intereses, los rótulos y las partes de la comunidad procura el bien común. En todo caso, un desequilibrio recóndito

trastorna esta armonía. De las tres partes y títulos de la

30

Aristóteles: La Política. Ibería 1966. Barcelona. Jacques Rancière: Ob. Cit.; Pág. 16. 32 Ibíd.: Pág. 18. 33 Ibíd.: Pág. 19. 31

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comunidad dos son claramente reconocibles, la oligarquía y el pueblo. En las nuevas condiciones creadas en la ciudad de Atenas en pos de la armonía entre las partes, la imposibilidad de que los oligoi no pueden someter ya a nadie a la esclavitud por deudas se transformó en apariencia de libertad, que se convierte en propiedad positiva del pueblo. Los filósofos clásicos encuentran el nacimiento de la política en un fenómeno de una profundidad distinta a la sabiduría del buen legislador o a la demagogia de ciertos nobles que buscan el apoyo del populacho. Se trata de la libertad, tomada como propiedad vacía; la libertad define un límite a los cálculos de la igualdad basada en el intercambio mercantil. Jacques Rancière dice: La libertad, en suma, viene a separar a la oligarquía de sí misma, a impedirle gobernar por el mero juego aritmético de las ganancias y las deudas34. ¿Qué es el pueblo en estas condiciones? Es la masa indiferenciada de quienes no tienen ningún título positivo, ni riqueza, ni virtud, pero que, no obstante, ven que se les reconoce la misma libertad que a quienes los poseen. Las gentes del pueblo son simplemente libres como los otros. Precisamente, por esta situación, por poseer una virtud común a todos, la libertad, los que según Aristóteles no tienen parte en nada35 terminan identificándose con el todo de la comunidad. Lo que no tienen parte – los pobres antiguos, el tercer estado o el proletariado moderno – no puede, en efecto, tener otra parte que la nada o el todo. Pero también es a través de la existencia de esta parte de los 34 35

Ibíd.: Pág. 21. Aristóteles: Constitución de Atenas.

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sin parte, de esta nada que es todo, que la comunidad existe como comunidad política, es decir dividida por un litigio fundamental, por un litigio que se refiere a la cuenta de sus partes antes incluso de referirse a sus “derechos”. El pueblo no es una clase entre otras. Es la clase de la distorsión que perjudica a la comunidad y la instituye como “comunidad” de lo justo y de lo injusto36. El demos, la mezcolanza de los que no tienen nada, ni riqueza, ni virtud, se convierte en el pueblo, la comunidad política de los atenienses libres, la que habla, se cuenta y decide en la Asamblea. Rancière concluye: Hay política cuando hay una parte de los que no tienen parte, una parte o un partido de los pobres. No hay política porque simplemente los pobres se opongan a los ricos. Antes bien, hay que decir que es la política – esto es, la interrupción de los meros efectos de la dominación de los ticos – la que hace existir a los pobres como entidad37. La política existe cuando el orden de la dominación es interrumpido por la constitución de los que no tienen parte como todo. Esta totalización de los que no tienen nada hace a la política. La política es litigio, se da por medio y a través del conflicto. El partido de los pobres encarna la política como institución de una parte de los que no tienen parte. De modo opuesto, el partido de los ricos no encarna otra cosa que la anti-política. Los ricos tratas de mantener el orden de la dominación que se les antoja como natural, lo hacen mediante procedimientos, regulaciones e intervenciones que no deben llamarse política sino policía. Los que se ocupan del orden hacen policía, en tanto los que se ocupan del cambio hacen política. 36 37

Jacques Rancière: Ob. Cit. Pág. 23. Ibíd.: Pág. 25.

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Visto de este modo la democracia efectiva es el poder constituyente y creativo de la multitud, en tanto que una democracia normativa termina atrapada en las prácticas policiales del orden de las dominaciones. Al respecto es sugerente recordar la discusión entre Hannah Arendt y Jürgen Habermas a propósito del dilema de las dos revoluciones, la americana y la francesa. Arendt toma fenomenológicamente la libertad como ser, como poder constituido, y por eso considera a la revolución americana como una revolución política, en tanto que la revolución francesa le parece social, donde lo social absorbe a lo político. En cambio para Habermas la tesis es de la inversión de las dos revoluciones. La francesa asume el derecho natural como un ideal que hay que realizar, la americana considera el derecho natural como algo dado, que la intervención política no hace más que deformar. La productividad constitutiva de lo político se expresa en la revolución francesa, que viene a ser la primera revolución moderna. La americana es una revolución conservadora, que se expresa en una ideología premoderno y corporativa. De este modo es antimoderna y anti-política. La revolución americana se opone al poder Colonial Inglés, la francesa se propone construir un nuevo orden. La ideología de la revolución americana es liberal en tanto que la ideología de la francesa es democrática. Si bien es elocuente la reflexión de Arendt en torno al valor ontológico de la libertad, olvida que las revoluciones modernas construyen lo social a partir de lo político. Arendt nos habla de una actividad política trascendental sin sujeto, en tanto que las revoluciones modernas nos develan la constitución de las subjetividades como campo inmanente de la libertad efectiva. Son los sujetos los que hacen a las revoluciones y le dan un contenido histórico a la libertad.

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