Durante décadas, en la mayor parte del mundo, involucrarse en política ha sido sinónimo de apoyo, unión o promoción de un partido político. Los partidos políticos aún son parte vital de la columna vertebral de la democracia y deben seguir desempeñando un papel clave en la gobernanza democrática al representar a la ciudadanía y agregar sus preocupaciones en las políticas, y al examinar, seleccionar e influir en los liderazgos políticos. Sin embargo, la corrupción, la captura del Estado y las organizaciones partidarias opacas socavan la confianza pública en los partidos de todo el mundo, lo que alimenta la inestabilidad política. Las personas perciben cada vez más a los partidos como entidades impulsadas por élites y no representativas de la ciudadanía en general; reacios a incluir y empoderar a las mujeres y a otras comunidades históricamente subrepresentadas; no comprometidos con la transparencia y la rendición de cuentas; y en general poco confiables.