Vol. 8, Núm. 16, 2012

Page 1


Sumario

Artículos Análisis de los valores que construyen la identidad del mexicano Katia Angélica Figueroa Rodríguez, Benjamín Figueroa Sandoval, Benjamín Figueroa Rodríguez y Francisco Hernández Rosas.....................7 Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I Oquitzin Aguilar Leyva..............................................................................33 El montaje de la transición argentina. Un análisis de los films La República perdida, La República perdida II y Evita, quien quiera oír que oiga Paola Judith Margulis.................................................................................85 Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa, 1931-1958 Víctor M. Gruel........................................................................................123 Criollismo y anarquismo: de la deconstrucción del gaucho al descubrimiento del arrabal Leandro Delgado......................................................................................159 Entrevista Max Weber: entre relativismo e individualismo metodológico. Entrevista con Michel Maffesoli Rafael Arriaga Martínez...........................................................................197 Reseñas “Pilquen” Ángel Manuel Ortiz Marín.......................................................................237 “Cultura y Género. Expresiones artísticas, mediaciones culturales y escenarios sociales en México”, de Elvira Hernández Carballido Carlos Mejía Reyes...................................................................................243

Culturales 16.indd 5

20/10/2012 10:30:48 a.m.


Análisis de los valores que construyen la identidad del mexicano Katia A. Figueroa Rodríguez Colegio de Postgraduados, Campus Córdoba Benjamín Figueroa Sandoval Colegio de Postgraduados, Campus San Luis Potosí Benjamín Figueroa Rodríguez Universidad Politécnica de Madrid Francisco Hernández Rosas Colegio de Postgraduados, Campus Córdoba Resumen. Se presentan los resultados de una investigación sobre la identidad del mexicano, los valores que lo definen y las diferencias sociodemográficas y territoriales entre la visión del “otro” y la “propia”, en una muestra de 629 habitantes de dos municipios potosinos. Para el análisis se utilizó la prueba de chi-cuadrada para encontrar diferencias entre grupos (p<0.05). Se demostró que los valores evaluados son específicos de lo sociodemográfico y territorial; entre ellos, ser honrado y ser trabajador fueron los más comunes. Hubo diferencias entre los habitantes urbanos y los rurales: aquéllos se percibieron como fiesteros y entrones, y éstos, como ahorradores, trabajadores y sinceros. La conclusión es que en función de los valores no existe una definición única en la identidad del mexicano, pues existen subculturas que se explican por los aspectos estudiados. Palabras clave: 1. autopercepción, 2. cultura, 3. género, 4. rural, 5. urbano. Abstract. The The findings of a research regarding the discussion about the Mexican’s identity are presented. The values that characterize them and the socio-demographic and territorial aspects explaining the differences between “the others’ vision” and “my own vi­sion” based on values were studied on a sample of 629 inhabitants of two municipalities of the state of San Luis Potosi, Mexico. A chi-square test was applied in order to observe differences between groups (p<0.05). Results show that the values were specific to the socio-demographic and territorial aspects, where being honest and hard-working were the most common for all groups. There were differences between urban and rural inhabitants, the first ones considered themselves as more cheerful and risk adverse whist the second ones defined themselves as more economiz­ers, hard-workers and sincere. The research concludes that in terms of values there is no unique definition regarding the Mexican’s identity, existing subcultures that can be explained by the variables considered. Keywords: 1. self-perception, 2. culture, 3. gender, 4. rural, 5. urban.

culturales

VOL. VIII, NÚM. 16, JULIO-DICIEMBRE DE 2012 ISSN 1870-1191

7


Culturales

Introducción Los valores forman parte de la identidad de los grupos sociales que permite a las comunidades definirse a sí mismas sin que la identidad del grupo necesariamente elimine la percepción propia; finalmente, el individuo reinterpreta lo que recibe del exterior de acuerdo con sus propias experiencias personales y locales, lo que liga los valores con el territorio (Macías, 2007). En este sentido, los valores han sido relacionados por diversos autores con los estudios sobre las culturas nacionales, ya que aunque los humanos comparten los mismos valores, cada cultura tiene diferentes grados de expresión de los mismos (Inglehart et al., 1998; Clarke y Micken, 2002). Sin embargo, una cultura nacional puede albergar diversas subculturas regionales (Schwartz, 1999). Pese a la relevancia que tiene en términos de las ciencias sociales la caracterización de los valores, para el caso de la cultura mexicana existe un número limitado de publicaciones que los abordan. Entre ellas destacan las encuestas nacionales de los valores de los mexicanos (Grupo Financiero BanamexAccival, 1981, 1987 y 1995), que encontraron que el mexicano es “trabajador”, “aguantador”, “religioso”, “patriota” y “alegre”. Según Vera et al. (2006), los sonorenses se autoperciben como “amables”, “amigables”, “románticos”, “accesibles”, “honestos”, “comprensivos”, “cumplidos” y “alegres”, y en sus actividades laborales se consideran “cumplidos”, “eficientes”, “ordenados” y “aplicados”. Mientras que Mata (1999), Matamoros (2005) y Garay et al. (2008) apuntan el hecho de que los valores son dinámicos y se reconfiguran de acuerdo con la edad y el género, así como con el nivel de educación. Por su parte, De las Heras (2009), en una encuesta publicada por el diario Milenio, evaluó una muestra de mexicanos utilizando los siguientes valores: honradez, sinceridad, precaución, amabilidad, ahorro, trabajo, solidaridad, cariño, inteligencia, romanticismo, valentía, ser fiestero, entrón y apasionado, y encontró que existen diferencias según el género, la edad y 8


Los valores que construyen la identidad del mexicano

la autopercepción con respecto al otro; es decir, “yo soy pero los otros no son”. Salvo la nota de De las Heras (2009), los estudios previos no exploran las diferencias entre la autopercepción de los valores propios y la definición de los valores de los mexicanos, como un tercero o “el otro”, mientras que la influencia de lo rural y lo urbano en los valores tampoco ha sido abordada. La relevancia y propósito de este tipo de estudios radica, no únicamente en hacer una caracterización del mexicano, sino que tiene repercusiones en la cultura laboral (Hofstede, 1980), así como en el comportamiento de los individuos en la sociedad (De las Heras, 2009), pues debido a su naturaleza dinámica surge la necesidad de observar estos cambios de manera constante. En este sentido, los valores son guías que orientan la conducta y vida de cada individuo y grupo social; son los fundamentos que permiten la cohesión de un grupo al establecer conductas que dan lugar a la estabilidad en el quehacer de la vida cotidiana. Son “sistemas” que se interrelacionan y son interdependientes, y se caracterizan por ser dinámicos y transformarse a lo largo de la historia. El proceso por el cual los seres humanos tienen valores implica una serie de condiciones intelectuales y afectivas que se reflejan en la toma de decisiones y en la forma de actuar. Por lo que se valora lo que se prefiere o elige, lo que permite formular metas y propósitos personales, los valores pueden expresarse mediante creencias, intereses, sentimientos, convicciones, actitudes, juicios de valor y acciones. Los juicios de valor, por ejemplo, se inspiran en los principios que sirven para opinar, creer, tener convicciones y finalmente elegir, y determinan lo que es verdadero o falso, deseable o indeseable, útil o inútil (Sandoval, 2007). Según Ros et al. (1999), basado en Schwartz (1999), existen 10 valores que son compartidos por los miembros de casi todas las culturas: poder, logros, hedonismo, retos, autodirección, universalismo, benevolencia, tradición, conformidad y seguridad. Estos valores básicos pueden también ser el reflejo de 9


Culturales

valores laborales; es decir, los valores individuales también se manifiestan en las actividades que realizan las personas. Ramírez et al. (2005) mencionan que se han desarrollado diferentes tipologías de valores, como es el modelo de Rokeach (1973), que divide los valores en terminales e instrumentales: los primeros son aquellos que el individuo desea lograr a lo largo de su vida y los segundos conducen al logro de los valores terminales. Por su parte, García y Dolan (1997) clasifican los valores en finales e instrumentales, diferenciándolos en que los primeros atienden objetivos existentes y los segundos son medios operativos para alcanzar los primeros. Mientras que Guedez (2002) los divide en nucleares o universales, inherentes a la esencia humana; influyentes, que se ligan a la cultura de las organizaciones; emergentes, que surgen como respuesta a los cambios, y recurrentes, que son los que pierden vigencia debido a cambios en el entorno. Estas clasificaciones coinciden en separar los valores de tipo “universal” de los “personales”. Por su parte, Rezsohazy (2006) clasifica los valores en a) centrales, que son los compartidos por el conjunto de una población independientemente del género, la edad o el grado de estudios (éstos son la base de los acuerdos sociales con los que es posible lograr una cohesión entre los miembros de una colectividad); b) específicos, que corresponden a categorías particulares de personas, como podrían ser los miembros de una clase social, una etnia o un grupo civil. Son acuerdos que los caracterizan e incluso los diferencian de otros grupos sociales. La investigación tuvo como objetivo contribuir a la discusión sobre la identidad del mexicano con la caracterización de los valores que podrían definir a las mexicanas y los mexicanos al observar si existen diferencias entre la “visión del otro” y la “propia”, utilizando las características sociodemográficas y territoriales de quien los evalúa como base para el análisis. Los valores considerados en el estudio fueron los publicados por De las Heras (2009) en el diario Milenio. 10


Los valores que construyen la identidad del mexicano

Metodología Se encuestaron un total de 629 habitantes de los municipios potosinos de San Luis Potosí y Soledad de Graciano Sánchez durante los meses de noviembre de 2009 a marzo de 2010. El estado de San Luis Potosí se localiza en la porción centro-oriental de la República Mexicana, representa 3.2 por ciento de la superficie del país y está conformado por 58 municipios. En el municipio de San Luis Potosí está la capital del estado; lo conforman la mancha urbana (15.24%), la Delegación de Bocas (25.04%), la Delegación de la Pila (6.12%), la Delegación de Pozos (10.24%) y la Zona no Delegacional (49.97%). Según el INEGI, tiene una población de 685 934 habitantes, distribuidos entre 225 localidades con un promedio de 200 habitantes por localidad y 93 con población mayor a 50 habitantes. La población máxima la registran las localidades de La Pila, Escalerilla y Laguna de Santa Rita, con 5 497, 4 422 y 2 656 habitantes, respectivamente; el resto de las localidades son de tipo rural, es decir, tienen menos de 2 500 habitantes. Por su parte, el municipio de Soledad de Graciano Sánchez se encuentra en el área conurbada a la ciudad de San Luis Potosí, tiene una población de 215 968 habitantes, distribuida en 130 localidades; la de mayor población es Rancho Nuevo, con 2 500 habitantes, y el resto posee en promedio 65 habitantes, con 22 localidades cuya población es mayor a 50 habitantes. Durante el trabajo de campo se visitaron comunidades con más de 50 habitantes, con lo que se obtuvo la participación de 482 habitantes del municipio de San Luis Potosí, pertenecientes a 79 localidades, es decir, 1.11 por ciento de la población, y a 147 habitantes del municipio de Soledad de Graciano Sánchez en 22 diferentes localidades, lo que significó una muestra de 1.47 por ciento de la población. El instrumento implicaba una sección de caracterización, en consideración a las siguientes categorías: género, si tiene o no celular, alfabeto o analfabeto, municipio donde habita, ocupación, grado de estudios, rango de edad, lejanía del servicio telefónico y nivel de ingresos. En una segunda sección se evaluaron un total 11


Culturales

de 14 variables que reflejaban valores: honradez, sinceridad, precaución, amabilidad, ahorro, trabajo, solidaridad, cariño, inteligencia, romanticismo, valentía, ser fiestero, entrón y apasionado. Las 14 variables se concentraban en dos preguntas de opción múltiple: “¿Cómo son los mexicanos?” y “¿Cómo soy yo?” Había como opción de respuesta únicamente una afirmación o un rechazo de las 14 variables que reflejaban los valores. Los valores que fueron evaluados se eligieron con base en una encuesta previa realizada por el diario Milenio (De las Heras, 2009). La muestra incluía 500 personas mayores de 15 años elegidos al azar y entrevistados telefónicamente en un listado de todo el país. Estos valores se tomaron como guía debido a que se considera que representan algunas representaciones culturales que definen a los individuos; así mismo, no existían otros estudios previos que sirvieran de referencia para la confrontación de los resultados obtenidos, lo que justificaba su selección. Para el análisis de los resultados se utilizó el programa SPSS versión 14. Se determinó la bondad de ajuste del total de 28 variables a fin de observar diferencias significativas en la frecuencia de encuestados entre los que están de acuerdo y los que están en desacuerdo con los valores evaluados (p<0.05). Salvo para el caso de “los mexicanos son amables” y “los mexicanos son precavidos”, el resto de las variables presentaron diferencias significativas que no son imputables al azar. Es por ello que las variables mencionadas fueron eliminadas para el resto de los análisis, y se conservaron un total de 26 variables que representaban valores. Para observar diferencias en los valores entre grupos o subgrupos se utilizó la prueba no paramétrica de chi-cuadrada, conservando una p<0.05. De igual manera, para agrupar las variables se realizó un análisis jerárquico de clústers. Debido a las limitaciones del método utilizado en la escala de no (0) y sí (1) aplicada, sería importante para futuras investigaciones aplicar una escala mayor para lograr más confiabilidad en los resultados. De igual manera, como lo expone Latapí (1998), “estudiar los valores a través de las opiniones tiene obvias limi12


Los valores que construyen la identidad del mexicano

taciones: los encuestados no siempre expresan lo que sienten, ni lo que piensan es necesariamente congruente con sus comportamientos; además es difícil superar los sesgos de la emotividad o las presiones sociales”; no obstante, muchos estudios de tipo social se basan en las percepciones para poder llegar a conclusiones que de otra manera no podrían medirse ni incluso observarse. Resultados y discusión Según Nivón y Rosas (1991:45) en su crítica al trabajo de Geertz, la conducta humana está determinada por las fuentes extrínsecas de información. Los sistemas de símbolos constituyen esas fuentes ya que son “patrones o modelos” que determinan los procesos sociales y sociológicos que modelan la conducta pública. Estos sistemas de símbolos son parte de una definición semiótica de la cultura como las estructuras de significación socialmente establecidas por medio de las cuales la gente encuentra sentido al otro. En esta línea de pensamiento, la cultura se alinea con los valores en el sentido de que éstos son sistemas simbólicos. No existen muchas investigaciones cuantitativas que permitan definir a los valores, lo que motivó la presente investigación. A continuación se presenta el análisis y discusión de los resultados obtenidos durante el trabajo de campo. Los datos obtenidos se dividieron en dos secciones: la primera respondía a la pregunta ¿Existe una diferencia entre la “visión del otro” y la “propia”?, y la segunda se enfocaba en entender qué valores eran centrales y cuáles específicos. Los valores de los mexicanos y los propios Uno de los ejes que interesaban a la investigación era entender si los valores que definen al individuo son también los que definen a los otros; en este caso, los otros fueron “los mexicanos”. En los 13


Culturales

12 valores que se evaluaron se observó que existían diferencias significativas entre la visión de cómo son los mexicanos y cómo soy yo. Como se evidencia en la gráfica 1, el promedio de cómo soy yo fue mayor para todos los valores, excepto “fiestero(a)”. De hecho, los valores con mayores calificaciones fueron “trabajador(a)”, “honrado(a)” y “sincero(a)”, tanto para Yo soy como para Los mexicanos son. Por el contrario, los de menor valor fueron “romántico(a)”, “apasionado(a)” y “cariñoso(a)”, así como “fiestero(a)”. Gráfica 1. Promedio de los valores según la autopercepción y la percepción de los mexicanos.

Apasionados Entrones

Honrados 1.0 0.8 0.6

Sinceros Ahorradores

0.4 0.2

Fiesteros

Trabajadores

0.0

Valientes

Solidarios

Románticos

Cariñosos Inteligentes

Promedio Yo soy

Promedio Los mexicanos son

Fuente: Elaboración propia

Los resultados permitieron observar que la autopercepción es superior a la visión de los “mexicanos” en general, salvo el caso de que los mexicanos son “trabajadores”, valor que sí reconocen en los otros. Lo anterior puede explicarse desde la perspectiva de Robins y Beer (2001) de que los juicios sobre los otros son 14


Los valores que construyen la identidad del mexicano

más precisos que los juicios sobre sí mismos, pues las personas tienden a sobreevaluar sus propios valores. Al agrupar variables se observaron tres grupos: Uno que integra las variables de Yo soy “honrado(a)”, “sincero(a)”, “precavido(a)”, “amable”, “solidario(a)”, “cariñoso(a)”, “inteligente” y “ahorrador(a)”; un segundo grupo integrado por Los mexicanos son “trabajadores” y Yo soy “trabajador(a)”, y finalmente, un grupo con el resto de los valores, por lo que es posible distinguir rasgos que posee el individuo y que lo diferencian del resto de los mexicanos. Macías (2007:1061) concluye que “la identidad de una persona se forma principalmente de la cultura que recibe de su entorno inmediato donde convive y cumple determinados roles”; de ahí que la manera en que se autoperciben los individuos también está correlacionada con su entorno. Vera et al. (2006), citando a Serrano y Vera (1998) y ValdezMedina y Reyes Lagunes (1992), mencionan que los sonorenses se autoperciben como “amables”, “amigables”, “románticos”, “accesibles”, “honestos”, “comprensivos”, “cumplidos” y “alegres”, mientras que en sus actividades laborales se consideran “cumplidos”, “eficientes”, “ordenados” y “aplicados”. Resultados que coinciden parcialmente con los hallazgos expuestos anteriormente; no obstante, el presente estudio no contextualizó al entrevistado en cómo era en su trabajo o en su vida privada. Alduncin (2005), por su parte, encontró que lo que caracteriza al pueblo de México y de acuerdo con su propia percepción es ser “trabajador”, “aguantador”, “religioso”, “patriota” y “alegre”. De estos valores este estudio sólo evaluó uno: ser “trabajador(a)”, y que resultó ser uno de los valores que mejor caracterizan a los mexicanos. Valores centrales y específicos Como se observa en el cuadro 1, no se encontraron valores centrales, es decir, “aquellos compartidos por el conjunto de 15


Culturales

una población”, ya que siempre hubo categorías que presentaron diferencias significativas para algún valor. Todos los valores presentaron por lo menos una diferencia, dependiendo de la categoría del encuestado; por ejemplo: Los mexicanos son “sinceros”, “ahorradores”, “cariñosos” y “románticos”, junto con Yo soy “apasionado(a)”, fueron los que menor frecuencia de diferencias tuvieron, ya que sólo una categoría los señaló, lo que implica que tendrían más tendencia a ser centrales. Por el contrario, aquellos como Los mexicanos son “inteligentes”, “solidarios”, “valientes” y “fiesteros”, junto con Yo soy “precavido(a)”, “sincero(a)”, Cuadro 1. Frecuencia de valores señalados por los participantes. Valores

Características con diferencias significativas

Total

Gé- Alfa- Edad Ocupa- Nivel Nivel Munici-. Servicio Posee nero beta ción educación ingresos pio telefónico celular Los Honrados * * 2 mexi- Sinceros * 1 canos Ahorradores * 1 son: Trabajadores * * 2 Solidarios * * * * 4 Cariñosos * 1 Inteligentes * * * * * 5 Románticos * 1 Valientes * * * * 4 Fiesteros * * * * 4 Entrones * * * 3 Apasionados * * * 3 Yo soy: Honrado(a) * * * * 4 Sincero(a) * * * * * 5 Precavido(a) * * * * * * 6 Amable * * * 3 Ahorrador(a) * * * 3 Trabajador(a) * * * * 4 Solidario(a) * * * * 4 Cariñoso(a) * * * 3 Inteligente * * 2 Romántico(a) * * * 3 Valiente * * 2 Fiestero(a) * * * 3 Entrón(a) * * * * 4 Apasionado(a) * 1 Total Importancia (Lugar)

6 6

9 3

7 5

2 8

19 1

8 4

(a) Diferencias significativas entre medias, utilizando chi-cuadrada (p<0.05). Fuente: Elaboración propia.

16

7 5

16 2

4 7


Los valores que construyen la identidad del mexicano

“honrado(a)”, “trabajador(a)”, “solidario(a)” y “entrón(a)”, presentaron mayor variación según las características de los encuestados, lo que denota que los valores evaluados son específicos de cada subgrupo. Una vez que se observó que los valores evaluados no eran centrales, se procedió a determinar qué características o categorías de los participantes eran las que más variación presentaban. Se observó que el nivel de educación (19 de 26 valores presentaron diferencias), la lejanía para tener acceso al servicio de teléfono (16 de 26 valores presentaron diferencias) y el ser alfabeta (9 de 26 valores presentaron diferencias) fueron las que más diferencias presentaron para los diversos valores. Por el contrario, la ocupación (2 de 26 valores presentaron diferencias) y poseer celular (4 de 26 valores presentaron diferencias) fueron más homogéneas. Adicionalmente, como se muestra en el cuadro 2, para el caso del género se observó que las mujeres consideraban que Los mexicanos son más “honrados”, contra el resto de los valores, puesto que los hombres estuvieron mayormente de acuerdo con las afirmaciones de que Los mexicanos son “entrones” y “apasionados”. De igual manera, los hombres se consideraron más “precavidos”, “trabajadores” y “entrones” que las mujeres. Esto coincide con un estudio de Vera y Tánori (2002) citado por Vera et al. (2006), con el que encontraron que las mujeres sonorenses se perciben más frecuentemente con afectividad positiva, mientras que los hombres expresaron manifestar más frecuentemente emociones negativas. Las disímiles percepciones ligadas al género pueden explicarse por las diferentes demandas sociales que tiene cada grupo, ya que son influidos por sus propias normas y principios; no obstante, los valores culturales tradicionales están en evolución, pues se registró un declive en el machismo (Garay et al., 2008), lo que coincide con el hallazgo de los hombres consideraran que Los mexicanos son “apasionados”, un valor más ligado a la afectividad positiva. 17


Culturales

Por otra parte, en los valores en los que hubo diferencias significativas se observó que los alfabetas tenían valores más altos que los analfabetas, es decir, estaban más de acuerdo en que los valores señalados definen tanto a los mexicanos como a ellos mismos. El nivel de educación presentó mucha variabilidad de acuerdo con las categorías de los encuestados, ya que los participantes con mayor nivel de educación tuvieron mejores percepciones sobre los mexicanos, en comparación con los que tenían menor nivel de educación. Según Mata (1999), en algunos estudios anteriores se encontraron resultados similares, ya que a menor grado de educación los participantes creían más en el Estado que en ellos mismos. En la edad no hubo una categoría que dominase; sin embargo, los valores que resaltan en Los mexicanos son “fiesteros” y en Yo soy “fiestero(a)” y “entrón(a)” corresponden a la categoría de entre 21 y 30 años. Según los resultados de Clarke y Micken (2002), la diversión y la emoción son valores que se relacionan con la edad, pues los jóvenes los califican como altos, y esta calificación se va atenuando a medida que se incrementa la edad de los participantes. Esto fue consistente para los valores encontrados en el presente estudio: las medias se reducían en función del incremento en el rango de edad, y únicamente los participantes menores a 20 años tuvieron valores semejantes a los del rango de entre 21 y 30 años. Por el contrario, en el caso de la ocupación no hubo valores que fuesen diferentes para Los mexicanos son, lo que se traduce en que los valores elegidos en este rubro no dependen de la ocupación del encuestado. Sin embargo, los valores para Yo soy “trabajador” y “entrón” sí variaron, y en ellos los empleados tuvieron los valores más altos y las amas de casa los más bajos. Se presentó mucha variabilidad con el nivel de ingresos; pero se observó que la media más alta para Yo soy “trabajador” la obtuvo la categoría con los ingresos más altos. El resultado está en consonancia con lo reportado por Alduncin (2005), quien encontró que, en función del nivel socioeconómico y del ingreso, los estratos 18


Los valores que construyen la identidad del mexicano

altos tenían más elevada autoestima personal, por comparación con los marginados, cuyo sentimiento de valía personal era bajo, y quienes se sentían más orgullosos de los logros del país. En términos de la ubicación y cercanía con los servicios de telefonía, se observa que los participantes en el municipio de San Luis Potosí presentan medias en sus valores más elevadas, comparativamente con el municipio de Soledad de Graciano Sánchez, en correspondencia a lo que establece Sandoval (2007:106) de que “todo el mundo guía su vida por los valores adquiridos”. Las personas al nacer en un mismo medio social tienden a actuar en conjunto y a compartir aventuras humanas basadas en valores similares. De igual manera, permiten establecer que no todos los habitantes del medio rural significan de igual forma las cosas, al observarse diferencias entre los dos municipios. Estos cambios en las percepciones son derivados de los procesos de individualización social en las áreas rurales, como son la identificación sociodemográfica según cierto estilo de vida; la individualización territorial, que responde a un proceso de identificación espacial, lo que parece ser el caso para las diferencias entre municipios; la individualización perceptual y tecnológica relacionada con las imágenes construidas por los estados y sus instituciones, y la individualización político-asistencial, que se asocia a un sentimiento de abandono o marginación (Paniagua, 2008). Los participantes que se encontraban entre 16 y 30 minutos de lejanía del servicio de teléfono tuvieron medias más elevadas. No obstante, se observa que los que se encontraban más cercanos al servicio de telefonía tuvieron las medias más altas para Los mexicanos son “fiesteros” y “entrones”. La cercanía a los servicios de comunicación permite ubicar a este grupo en los límites espacio-temporales de la transgresión urbano-rural, donde su sistema de valores no está limitado por lo rural sino que se relaciona con el sistema de flujo urbano-rural (Paniagua, 2008), lo que explica que sean los que mejor evaluaron los valores que el resto no consideró como definitorios de los mexicanos. Al contrario, casi no hubo diferencias en los valores 19


Culturales

señalados por los que poseen o no teléfono celular, puesto que los que no poseen teléfono mostraron tener medias más altas para soy “honrado”, “sincero”, “precavido” y “amable”, todas características positivas. Cuadro 2. Valores según las características de los participantes. Categorías

Valores significativos (p<0.05)

Masculino y femenino Los mexicanos son: honrados, entrones y apasionados Yo soy: precavido, trabajador y entrón Alfabeta y analfabeta Los mexicanos son: solidarios, inteligentes, valientes, fiesteros y apasionados Yo soy: precavido, solidario, romántico y fiestero Menores de 20, entre 21 Los mexicanos son: solidarios, inteligentes, valientes y 30, entre 31 y 40 y fiesteros y más de 61 años Yo soy: fiestero, entrón y apasionado Empleado, negocio propio, Soy: trabajador y entrón ama de casa y productor agropecuario Sin estudios, primaria, Los mexicanos son: solidarios, inteligentes, románticos, secundaria y preparatoria valientes, fiesteros, entrones y apasionados Yo soy: honrado, sincero, precavido, ahorrador, trabaja dor, solidario, cariñoso, inteligente, romántico, valiente, fiestero y entrón Ingresos: entre menos Los mexicanos son: honrados y trabajadores de 250 y más de mil pesos Yo soy: sincero, amable, ahorrador, trabajador, solidaa la semana rio y cariñoso Municipios de San Luis Potosí y Soledad Los mexicanos son: sinceros, solidarios e inteligentes de Graciano Sánchez Yo soy: honrado, sincero, precavido y amable Lejanía del teléfono: Los mexicanos son: ahorradores, trabajadores, cariñosos, rangos entre menos de 15 inteligentes, valientes, fiesteros y entrones y más de 30 minutos Yo soy: honrado, sincero, precavido, ahorrador, solidario, cariñoso, inteligente, romántico y valiente Posee celular y no posee celular Yo soy: honrado, sincero, precavido y amable Fuente: Elaboración propia.

Según los resultados obtenidos, parecen existir categorías o características que definen si los valores son específicos o centrales y no al revés. Por ello los valores evaluados no son 20


Los valores que construyen la identidad del mexicano

universalmente reconocidos; por el contrario, cada categoría los reinterpreta. De acuerdo con Kluckhohn (1951:395), un valor es una concepción explícita o implícita, distintiva de un individuo o grupo, sobre lo deseable que influye en la acción. El valor no es sólo una preferencia sino una preferencia justificada moralmente o razonada por juicios estéticos. Valores rurales y urbanos Según Matamoros (2005), los valores no son estáticos, dependen de la dinámica de la actividad de los hombres, de su ciclo de vida, y permiten observar cambios sociales en los pueblos. Es decir, los valores se relacionan con el quehacer del individuo y, cómo observamos en los resultados obtenidos, los valores evaluados varían en función de las características de los participantes. La pregunta que buscamos responder es si los valores evaluados son característicos de las personas rurales o urbanas. Originalmente se contaba con una encuesta telefónica publicada en Milenio que entrevistó a 500 personas al azar (De las Heras, 2009). En virtud de que se basaron en los listados telefónicos, se consideró que los entrevistados tendrían más oportunidad de pertenecer a áreas urbanas; sin embargo, al no tener la información concreta, los resultados se tomaron como referencia comparativa con lo que encontramos en el presente estudio. Como se observa en el cuadro 3, existen diferencias considerables entre los resultados presentados por De las Heras (2009) versus los encontrados en el presente estudio. En el caso de Los mexicanos son, en general, la media de los valores fue menor para los habitantes del municipio de San Luis Potosí, especialmente para los casos de “apasionados”, “entrones”, “fiesteros” y “cariñosos”, lo que hace pensar que estos valores permiten caracterizar de mejor manera a las personas de las áreas urbanas, mientras que la población rural considera que los mexicanos son más “ahorradores”, “honrados”, “trabajadores” y “sinceros”. 21


Culturales Cuadro 3. Comparativo de los valores evaluados versus los reportados por Milenio (por ciento). Valor

Participantes de acuerdo con Los mexicanos son…

Participantes Diferencia entre de acuerdo con Los mexicanos son... En Yo soy… y Yo soy... general

SLP Milenio Diferencia

Ahorradores Apasionados Cariñosos Entrones Fiesteros Honrados Inteligentes Románticos Sinceros Solidarios Trabajadores Valientes

26 16 20 22 34 43 29 16 37 34 78 25

12 66 46 57 77 22 40 35 23 54 49 44

14 -50 -26 -35 -43 21 -11 -19 14 -20 29 -19

SLP Milenio Diferencia SLP Milenio 46 23 40 25 25 71 40 24 66 54 88 30

53 66 76 51 47 92 65 59 80 87 88 62

-7 -43 -36 -26 -22 -21 -25 -35 -14 -33 0 -32

-20 -7 -20 -3 8 -28 -10 -8 -29 -20 -11 -5

-41 0 -30 6 30 -70 -25 -24 -57 -33 -39 -18

Soy más Soy más Soy menos Soy más Soy más Soy más Soy más Soy más Soy más Soy más

Fuente: De las Heras, 2009 y elaboración propia.

Como lo observa Macías (2007:1028-1029), “cada grupo tiene intereses y cosmovisiones que, en la mayor parte de los casos, son altamente contrastantes, disminuyendo las posibilidades de consolidar patrones culturales compartidos”. Los pobladores de las áreas rurales parecen tender a identificar a los mexicanos con valores positivos relacionados con el trabajo, mientras que los valores más de tipo sentimental son minimizados. Los entrevistados, al emitir su opinión sobre los mexicanos, lo hacen sujetos a su marco simbólico (Nivón y Rosas, 1991), en el que la identidad colectiva de un grupo de individuos y sus definiciones dependen de su contexto históricamente específico y socialmente estructurado (Giménez, 2000). El concepto mexicano no es, entonces, universal o creado conceptualmente por los mexicanos de manera universal; por el contrario, está definido por grupos locales. Para el caso de la autopercepción, las medias de casi todos los valores reportados por los habitantes del municipio de San Luis Potosí que participaron fueron menores a las que reporta 22


Los valores que construyen la identidad del mexicano

el diario Milenio. En este sentido, los casos más notables siguen siendo Yo soy “apasionado(a)”, “cariñoso(a)”, “romántico(a)” y “valiente”. El único caso donde no hubo diferencia es en la percepción de ser “trabajador(a)”. El resultado puede explicarse en cierta medida debido a que los habitantes de áreas rurales tienden a ser más modestos con su autopercepción. No obstante, los resultados deben tomarse con cautela debido al origen de los datos utilizados para el comparativo. Para verificar diferencias entre los valores de los habitantes del medio rural con los del medio urbano, se separaron los datos de los habitantes de ciudades con más de 2 500 habitantes del resto de las poblaciones y se procedió al análisis estadístico. Como se observa en el cuadro 4, al igual que lo observado anteriormente, Los mexicanos son más “honrados” según los habitantes del medio rural; sin embargo, los habitantes rurales se calificaron como Yo soy más “honrado(a)” que aquellos del medio urbano. Así mismo, los urbanos afirmaron más que Los mexicanos son “fiesteros”, así como Yo soy “fiestero(a)” en relación con los habitantes rurales, un resultado que coincide con los hallazgos previos. Al igual que como se había observado inicialmente, el habitante rural se consideró “precavido(a)”, “amable” y “sincero(a)”. Para el resto de los valores no hubo diferencias significativas entre los valores según los habitantes rurales y los urbanos. Cuadro 4. Diferencias en valores de los habitantes de los medios urbano y rural (por ciento). Valor(a)

Los mexicanos son…

Urbano Rural Diferencia Honrados 29 46 16 Fiesteros 44 32 12 Precavidos Amables Sinceros

Yo soy… Urbano 60 38 48 54 48

Rural Diferencia 73 13 23 15 60 12 72 18 68 21

(a) Diferencias significativas entre medias, utilizando chi-cuadrada (p<0.05), nRural=82 y nUrbano=547. Fuente: Elaboración propia.

23


Culturales

Según Giménez (1996), las identidades locales en las comunidades campesinas tradicionales han logrado mantenerse a pesar del contacto con la modernidad. En este sentido, es posible explicar que no existan grandes diferencias entre los habitantes rurales y urbanos de los dos municipios evaluados, ya que finalmente comparten un pasado histórico rural que aún los liga. Por el contrario, el contacto con la modernidad y el crecimiento urbano sólo transforma la cultura y las identidades tradicionales, enriqueciéndolas, redefiniéndolas y articulándose con ella. Los valores de los mexicanos Según Macías (2007), existen conciencias menos comprometidas con las grandes identidades universalmente construidas, como el Estado nacional, la clase o la familia, y más dependientes del individualismo, la diversidad y el escepticismo de la cultura occidental. Dichos cambios culturales han repercutido en la definición de lo que caracteriza a un mexicano e incluso de lo que puede caracterizarlo de manera individual y local. Las diversas percepciones de algo varían porque a medida que los grupos crecen las características culturales que le dan unidad disminuyen, por lo que los actores sociales deben recurrir a crear grupos locales en los que sí logren resignificar los elementos que comparten, lo que implica que existan diferentes definiciones de lo que es ser un mexicano en función de la región o unidad geográfica menor. Entre los análisis hechos sobre los “valores de los mexicanos” están los estudios generados por el Banco de México (Grupo Financiero Banamex-Accival, 1981, 1987 y 1995). A diferencia del presente estudio, el interés se enfocó en los valores ligados a la política, la Nación, el país con respecto a otros países, los padres y la sociedad. En lo que respecta a valores personales, el estudio exploró las características del pueblo mexicano, y encontró que los encuestados lo definen como “aguantador”, 24


Los valores que construyen la identidad del mexicano

“patriota”, “alegre” y “sacrificado”, principalmente, valores que no evaluamos en el presente estudio. De igual manera, el estudio abordó el tema de las características más valiosas en una persona, y encontró a la “honradez”, el “respeto” y la “humildad” como las más importantes, con el “ahorro”, la “resignación” y la “tolerancia” como antítesis. Esto coincide parcialmente con nuestros estudios, donde Yo soy “honrado(a)” fue evaluado como alto y Yo soy “ahorrador(a)” como bajo. Así mismo, en el estudio se exploraron los atributos valiosos en la mujer, encontrando entre ellos ser “inteligente”, “trabajadora”, “honesta” y “limpia”. Esto coincide con lo previamente establecido de Yo soy “trabajador(a)”, “honrado(a)” e “inteligente” que encontramos en nuestro análisis. En términos de los estudios de culturas nacionales, los autores han encontrado que varias culturas tienen los mismos valores; las diferencias entre ellas reside en el grado de expresión de la importancia de esos valores (Hofstede, 1980; Inglehart et al., 1998; Clarke y Micken, 2002). Sin embargo, los resultados muestran que al interior de una cultura “nacional” coexisten diversas subculturas que dependen de las características individuales, lo cual coincide con resultados de investigaciones previas (Schwartz, 1999). Por ejemplo, Alduncin (2005:27) menciona que los valores de los habitantes de la Ciudad de México varían con los que se observan en el resto del país; de esta manera, “el norte, el centro y el suroeste tienen más valores en común entre ellos que con la capital”. Implicaciones de los valores de los mexicanos Una de las implicaciones de los valores en la sociedad se encuentra en el entorno empresarial como parte de los valores que pueden fomentarse entre los empleados en la cultura de la empresa. En este sentido, se ha encontrado que el grado de apego a la organización se predice por los valores de los 25


Culturales

empleados, sus creencias sobre lo que es importante en sus lugares de trabajo (Judge y Bretz, 1992). Jahoda citado por Ros et al. (1999), por ejemplo, encontró que el trabajo cumple con las funciones sociales y psicológicas de estructurar el tiempo, proveer experiencias compartidas y contacto social, promover objetivos sociales, brindar estatus e identidad, así como proveer actividades regulares, por lo que alinear los valores individuales y contextualizarlos en el trabajo resulta importante. En un estudio de Pelled y Hill (1997) sobre las maquiladoras en el norte de México, encontraron que si bien es cierto que los empleados consideran importante la paga y mantenerse ocupados, no basan su apego a la organización en torno a esos factores y que los factores como el estatus que logran en la empresa o el esfuerzo para promoverse juegan un papel importante en el grado de apego organizacional. Esto último se relaciona directamente con los hallazgos referentes a tener como valores personales ser “trabajador(a)” y “honrado(a)”. La investigación de Ros et al. (1999), que compara los valores básicos con los valores en el trabajo basada en un comparativo de las percepciones de profesores y estudiantes de pedagogía en España, revela que existían diferencias en la importancia que cada grupo atribuía al trabajo como un valor. Los segundos veían al trabajo como un lugar donde podían desarrollar todos los tipos de valores básicos, incluidos aquellos de autorrealización, mientras que los primeros no veían al trabajo como una manera de promover sus intereses propios o de lograr independencia y retos. Esto implica que las percepciones del valor del trabajo dependen del grupo que los evalúa, en coincidencia con los hallazgos de la presente investigación, en la que se registraron diferencias en los valores básicos según la ocupación del encuestado. Por ejemplo, los empleados y los productores agropecuarios se consideraron más “trabajador(a)” que los que tienen un negocio propio o que las amas de casa; lo mismo pasó con Yo soy “entrón(a)”. En contraparte, no se registraron diferencias para el resto de los valores evaluados con respecto a la ocupación del encuestado; esto 26


Los valores que construyen la identidad del mexicano

podría explicarse como que el resto son valores de tipo central, es decir, son compartidos o rechazados por todos. Por otra parte, el tipo de organización donde se labora también es determinante en la autopercepción de los empleados. Por ejemplo, Vera et al. (2006) encontraron diferencias entre los empleados de una ONG y los de una institución pública en la percepción de la autoridad y otros factores, por lo que esta variable también debe considerarse en futuras investigaciones. Aunado a lo anterior, debe considerarse también el impacto que tiene la cultura de una empresa, organización o institución en los valores individuales, ya que no existen análisis psicológicos que documenten dichos cambios o la evolución de los valores. Conclusiones Como lo estableciera Geertz (1983:5), “el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido”, y por tanto, la cultura que ha creado debe basarse en la búsqueda de significaciones, en la interpretación de sus expresiones sociales. El presente estudio tuvo como objetivo contribuir a la discusión sobre la identidad del mexicano; esto, mediante la caracterización de los valores que podrían definir a las mexicanas y los mexicanos al observar si existen diferencias entre la “visión del otro” y la “propia”, utilizando las características sociodemográficas y territoriales de quien los evalúa como base para el análisis. El eje del análisis fue el concepto de valor como una definición de lo que rige lo aceptable o inaceptable en los individuos. En total, se evaluaron 14 valores. Los resultados permiten entender que los valores evaluados son específicos y no centrales; es decir, que están definidos por las características sociodemográficas de los participantes. Schwartz (1999) menciona que las fronteras culturales no necesariamente coinciden con los límites geográficos de las naciones y que cada nación involucraría diversas subculturas. Por 27


Culturales

ello se dice que cada nación tiene una cultura dominante, con atributos principales que son compartidos por las subculturas (Oreg et al., 2008). Nuestros resultados nos permiten concluir que existen valores que son compartidos, como el hecho de ser “honrado(a)” o “trabajador(a)”, como símbolos que definen al otro y son parte de las autopercepciones de los mexicanos, mientras que el resto de los valores evaluados fueron más específicos de cada subcultura, definida por sus características sociodemográficas. Las características con mayor peso fueron el grado de educación, el ser alfabeta y la lejanía de acceso a los servicios, lo que justifica las diferencias entre lo urbano y lo rural, ya que éstos son precisamente indicadores que históricamente los han diferenciado. Es decir, los pobladores rurales se autopercibieron como “ahorradores”, “trabajadores” y “sinceros”. En contraposición, los valores como ser “fiestero” o “entrón” fueron más frecuentes entre los pobladores urbanos. Las otras diferencias, como el género o la ocupación, también tuvieron valores particulares. El género femenino tuvo más consideración hacia que los mexicanos son “honrados”, lo que las hace propensas a confiar más en los demás que los del género masculino. Esta cosmovisión tiene repercusiones en la manera en que se hacen los negocios y en el éxito de las empresas rurales que inician o en los créditos que reciben. De igual manera, las amas de casa se consideraron “menos trabajadoras” que quienes desempeñan otras ocupaciones, lo que indica que las labores domésticas no son consideradas socialmente como una actividad económica. Ambos resultados deben tomarse en cuenta durante el desarrollo de políticas públicas destinadas a las mujeres. La cultura es la dimensión simbólico-expresiva de las prácticas sociales, de los signos, símbolos, representaciones, modelos, actitudes y valores (Giménez, 1996:13); en este sentido, se ha discutido si existe una definición única de “el mexicano”. Los resultados demuestran que en lo que respecta a los valores evaluados no existe una definición única. Por el contrario, lo que caracteriza al mexicano está sujeto a quién emite su juicio. 28


Los valores que construyen la identidad del mexicano

Bibliografía Alduncin Abitia, Enrique, “Los valores de los mexicanos en los últimos 25 años”, Este País, 170, pp. 26-33, 2005. Clarke, Irvine III, y Kathleen Shirley Micken, “An Exploratory Cross-cultural Analysis of the Values of Materialism”, Journal of International Consumer Marketing, vol. 14 (4), pp. 65-89, 2002. De las Heras, María, “La encuesta”, Milenio, Ciudad de México, Sección Política, p. 14, 2009. Garay de Hernández, Jimena, Rolando Díaz-Loving, María Teresa Frías Cárdenas, Briam Limón González, Ignacio Lozano Verduzco, Tania E. Rocha Sánchez y Marisol Zacarías Guerra, “Intereses y valores en jóvenes mexicanos”, Enseñanza e Investigación en Psicología, Universidad Veracruzana, vol. 13 (2), pp. 201-214, julio-diciembre de 2008. Geertz, Clifford, Conocimiento local. Ensayo sobre la interpretación de las culturas, Paidós, Barcelona, 1983. Giménez, Gilberto, “Territorio y cultura”, Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, Universidad de Colima, vol. II (4), pp. 9-30, diciembre de 1996. –––, “Identidades en globalización”, Espiral, vol. VII (19), pp. 2748, Universidad de Guadalajara, septiembre-diciembre de 2000. Grupo Financiero Banamex-Accival, Primera Encuesta Nacional de Valores de los Mexicanos, Estudios Económicos y Sociales, México, 1981. –––, Segunda Encuesta Nacional de Valores de los Mexicanos, Estudios Económicos y Sociales, México, 1987. –––, Tercera Encuesta Nacional de Valores de los Mexicanos, Estudios Económicos y Sociales, México, 1995. Hofstede, Geert, “Culture and Organizations”, International Studies of Management & Organization, vol. 10 (4), pp. 1541, 1980. Inglehart, Ronald, Miguel E. Basáñez y Alejandro Moreno, Human Values and Beliefs. A Cross-cultural Sourcebook: Political, Religious, Sexual and Economic Norms in 43 Societies: Findings 29


Culturales

from the 1990-1993 World Values Survey, The University of Michigan Press, Ann Arbor (Michigan), 1998. Judge, Timothy Alan, y Robert D. Bretz Jr., “Effects of Work Values on Job Choice Decisions”, Journal of Applied Psychology, vol. 77(3), pp. 261-271, 1992. Kluckhohn, Clyde, “Values and Value-orientations in the Theory of Action”, en Talcott Parsons y Edward Shils, Towards a General Theory of Action, Harvard University Press, Cambridge (Massachusetts), 1951. Latapí Sarre, Pablo, “Reseña de ‘México: Valores nacionales. Visión panorámica sobre las investigaciones de valores nacionales’ de Anna Hirsch Adler”, Perfiles Educativos, 81, julio-septiembre de 1998, Universidad Autónoma de México. Macías Macías, Alejandro, “La identidad colectiva en el sur de Jalisco”, Economía, Sociedad y Territorio, vol. VI (24), pp. 1025-1069, El Colegio Mexiquense A. C., mayo-agosto de 2007. Mata García, Verónica, “Reseña de ‘México: Valores nacionales. Visión panorámica sobre las investigaciones de valores nacionales’ de Anna Hirsch Adler”, Tiempo de Educar, vol. 1 (001), pp. 161-165, Universidad Autónoma del Estado de México/Instituto Tecnológico de Toluca/Instituto de Ciencias de la Educación del Estado de México, 1999. Matamoros Ponce, Fernando, “Reseña de ‘Retratos de los mexicanos. Un perfil cultural de las regiones y de las grandes ciudades de México’ de Pedro F. Hernández”, Bajo el Volcán, vol. 5 (9), pp. 211-218, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2005. Nivón, Eduardo, y Ana María Rosas, “Para interpretar a Clifford Geertz. Símbolos y metáforas en el análisis de la cultura”, Alteridades, vol. 1 (1), pp. 40-49, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 1991. Oreg, Shaul, Mahmut Bayazit, Maria Vakola, Luis Arciniega, Achilles Armenakis, Rasa Barkauskiene, Nikos Bozionelos, Yuka Fujimoto, Luis González, Jian Han, Martina Hrebícková, Nerina 30


Los valores que construyen la identidad del mexicano

Jimmieson, Jana Kordacová, Hitoshi Mitsuhashi, Boris Mlacic, Ivana Feric, Marina Kotrla Topic, Sandra Ohly, Per Oystein Saksvik, Hilde Hetland, Ingvild Saksvik y Karen Van Dam, “Dispositional Resistance to Change: Measurement Equivalence and the Link to Personal Values across 17 Nations”, Journal of Applied Psychology, vol. 93 (4), pp. 935-944, 2008. Paniagua Mazorra, Ángel, “La individualización del mundo rural. Dimensiones analíticas para un concepto generalizable?”, Economía, Sociedad y Territorio, vol. VIII (27), pp. 639-659, El Colegio Mexiquense A.C., 2008. Pelled, Lisa Hope, y Kenneth D. Hill, “Employee Work Values and Organizational Attachment in North Mexican Maquiladoras”, International Journal of Human Resource Management, vol. 8 (4), pp. 495-505, 1997. Ramírez, Fanny, Margarita Sánchez y Hugo Quintero, “El papel de los valores en el desarrollo de la identidad corporativa”, Negotium, vol. 1 (001), pp. 35-54, Fundación Miguel Unamuno y Jugo, Macaibo, Venezuela, 2005. Rezsohazy, Rudolf, Sociologie des Valeurs, Cursus, Paris, 2006. Robins, Richard W., y Jennifer S. Beer, “Positive Illusions about the Self: Short-term Benefits and Long-term Costs”, Journal of Personality and Social Psychology, vol. 80 (2), pp. 340352, 2001. Ros, Maria, Shalom H. Schwartz y Shoshanna Surkiss, “Basic Individual Values, Work Values, and the Meaning of Work”, Applied Psychology: An International Review, vol. 48 (1), pp. 49-71, 1999. Sandoval Manríquez, Mario, “Sociología de los valores y juventud”, Última Década, 027, pp. 95-118, Centro de Estudios Sociales CIDPA, Viña del Mar, Chile, diciembre de 2007. Schwartz, Shalom H., “A Theory of Cultural Values and some Implications for Work”, Applied Psychology: An International Review, vol. 48 (1), pp. 23–47, 1999. Vera Noriega, José Ángel, Erik Misael Parra Armenta y Patricia Gaviria, “Bienestar subjetivo, autoconcepto, enfrentamiento y 31


Culturales

orientación al éxito en dos empresas: México y Colombia”, en Rozzana Sánchez Aragón, Rolando Díaz Loving y Sofía Rivera Aragón, La psicología social en México, vol. XI, Congreso Mexicano de Psicología Social, Tabasco, 2006.

Fecha de recepción: 14 de diciembre de 2010 Fecha de aceptación: 31 de mayo de 2011

32


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I Oquitzin Aguilar Leyva Universidad de Guadalajara Resumen. La reflexión en torno a la metáfora ha acompañado el devenir del pensamiento occidental desde sus orígenes. Desde las tentativas iniciales de su elucidación, acuñadas en la Retórica y Poética aristotélicas, hasta las modernas teorías de la interacción emergidas ya bien entrado el siglo veinte, se ha acumulado un gran número de acercamientos cuyo censo y comentario constituyen materia prima de no pocas monografías, como las de Hawkes (1972) y Ricoeur (1980), por citar algunas destacadas. Lejos de buscar prolongar dichos esfuerzos, nuestra aportación se inspira en el creciente auge de iconos en la comunicación mediática contemporánea para desarrollar una reflexión, tanto sobre la plausible existencia de la metáfora visual y/o audiovisual, como de los términos teóricometodológicos con los que su análisis podría ser encarado. De corte teórico, la pesquisa que aquí avanzamos busca acercarnos a un encuadramiento para explorar la metáfora visual en tanto instrumento de comunicación, describriendo los procesos fundamentalmente cognitivos que su actualización en todo momento presupone… Palabras clave: 1. metáfora audiovisual, 2. cognición, 3. metáfora cognitiva, 4. dominios cognitivos, 5. espacios mentales. Abstract. Reflections on the metaphor have accompanied the development of Western Thought since its origins. Beginning with initial attempts at its elucidation, coined by Aristotelian Rhetoric and Poetics, and moving on to the modern theories of interaction that emerged well into the 20th century, we have accumulated an important range of intellectual approaches whose scope and commentary constitute the raw material of not a few monographs, including those of Hawks (1972) and Ricoeur (1980), to mention some of the most prominent. Far from pretending to prolong these efforts, our contribution focuses on the growing proliferation of icons in contemporary media communication, to develop an analysis as much on the plausible existence of the visual/audiovisual metaphor, as on the theoretic- methodological terminology in which its studies can be conducted. The theorical inquiry we present here, seeks to move towards a framework that explores the visual metaphor as a communication tool, describing mainly the fundamental cognitive processes that it’s accomplishment in all moments presupposes… Keywords: 1. audiovisual metaphor, 2. cognition, 3. cognitive metaphor, 4. cognitive domains, 5. mental spaces.

culturales

VOL. VIII, NÚM. 16, JULIO-DICIEMBRE DE 2012 ISSN 1870-1191

33


Culturales

I. Reminiscencias y derivas P roducto de tratamientos heterogéneos que desde hace algún tiempo proliferan tanto en la teoría cinematográfica como en la teoría estético-pictórica o en el análisis publicitario, el estudio de las metáforas audio/visuales se presenta al no iniciado como un complejo caleidoscopio de temáticas difíciles de sistematizar.1 Temprano en este espectro emergen los obstáculos, incluso desde la denominación y por ende delimitación del objeto de estudio: “metáfora visual” (Carroll, 1994), “metáfora pictórica” (Forceville, 1998), “metáfora fílmica” (Whittock, 1990), “cine-metáfora” (Eikhenbaum, 1927), “metáfora cinemática” (Giannetti, 1972), “metáfora multimedia” (Forceville, 1999) o “metáfora monomodal y multimodal” (Forceville, 2006a), son los ejemplos de una terminología acaso excesiva, que acusa una redundante difracción de miradas sobre el mismo fenómeno. El concepto metáfora pictórica suele emplearse para las imágenes estáticas, mientras que metáfora fílmica, cine-metáfora y metáfora cinemática refieren a aquellas que tienen lugar en 1 En teoría cinematográfica, Eisenstein (2001), Martin (1955), Mitry (1963), Metz (1975) son los autores de referencia; Gombrich (1952, 1959) lo es, por su parte, para la estético-pictórica, mientras que Barthes (1964), Eco (1968), Durand, (1970) abordan la metáfora en el análisis publicitario. A lo largo de este pasaje introductorio, que abarca hasta la página 45, nos basamos principalmente, aunque no de manera exclusiva, en el trabajo doctoral de Ortiz (2009), quien realiza un minucioso y útil resumen de pensadores que desde diversas barricadas han reflexionado sobre la metáfora visual. Basados en la obra referida, proponemos esta vez una sistematización de carácter conceptual, no autorial, que nos permitirá ojear más fácilmente las coincidencias o distanciamientos temáticos y conceptuales entre los diversos autores recopilados. Las referencias puntuales de cada autor citado en esta introducción podrán consultarse en Ortiz, 2009, “La metáfora visual incorporada: aplicación de la teoría integrada de la metáfora primaria a un corpus audiovisual”, tesis doctoral, Departamento de Comunicación y Psicología Social, Universidad de Alicante, España. Defensa: julio de 2008. Un resumen puede ser encontrado en http://www.um.es/tonosdigital/znum18/ secciones/estudio-20-metafora.htm.

34


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

el cine. El término de acepción más amplia y que adoptaremos para éste ejercicio es el de “metáfora visual”, pues sin reparar sobre el medio en el que han sido generadas incluye tanto a las imágenes estáticas como aquellas en movimiento. Ahora bien, dado que históricamente el estudio de la metáfora amanece en el terreno de las expresiones verbales, no es de extrañarnos que varias de sus temáticas y tesis explicativas hayan sido calcadas, mutatis mutandis, al estudio de la metáfora visual, delimitando con ello las coordenadas de su reflexión. En virtud de su recurrencia en la literatura especializada, dos de estas reminiscencias verbales nos parecen decisivas. La primera emana justamente del mundo clásico, donde el sustantivo µεταφορα procede del verbo µεταφερω, que significa llevar a otra parte, transportar, trasladar, transferir, cambiar, mudar, trocar, confundir, enredar. En griego, metáfora significa literalmente traslación o transferencia e indica, etimológicamente, la posición de una cosa en lugar de otra (Boquera, 2005:15). Para Aristóteles, la metáfora consiste así en trasladar a una cosa un nombre que designa otra (Poética, 1457b, 5-20), mientras que para Quintiliano o Cicerón la expresión metafórica presupone que la palabra que ha sido trasladada sustituya a la otra, la del uso habitual, en virtud de algún tipo de similitud. En la tradición grecolatina la metáfora es, pues, una “figura mediante la cual un signo es sustituido por otro que comparte con el primero al menos un rasgo semántico semejante” (Ortiz, 2009:19).2 2 Sustitución y semejanza son los rasgos cardinales que más tarde darían fundamento a dos de las principales tesis semánticas sobre la metáfora. La tesis sustitutiva y la tesis comparada. La primera, en la que se basa toda la retórica clásica, defiende que una palabra empleada en su sentido ‘propio’ se sustituye por otra palabra ‘extraña’, y así se convierte en una metáfora. Ello es posible porque entre ambas palabras (la sustituida y la sustituta) existe semejanza o analogía. La metáfora es simplemente otra manera de expresar lo que se podría haber expresado de forma más literal. Para Boquera, “esta es una visión que se basa sobre todo en aspectos léxicos, y que considera esta sustitución como algo decorativo. Para los defensores de la tesis sustitutiva, la metáfora es, sobre todo, un elemento retórico cuya función es la de embellecer el lenguaje y producir agrado en el receptor de la misma” (Boquera, 2005:33-34). La segunda tesis, la comparativa, considera

35


Culturales

Al paso del tiempo dichos dictámenes conocerían modificaciones, aunque sus epígonos continuarían en esa búsqueda de relación-de-semejanza-entre-dos-términos-o-palabras; su fallo retumba incluso hasta nuestros días, tanto en los ámbitos más consagrados (RAE: “tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita”)3 como en la doxai más ordinaria del ciberespacio: “La metáfora establece una relación de identidad total entre dos seres, reflexiones o conceptos, de tal manera que para referirse a uno de los elementos de la metáfora se organiza el nombre de otro”.4 Calcada al universo de lo visual, esta búsqueda de similitudes quizá explica la pléyade de autores atareados en caracterizar las correspondencias entre los dos elementos de la metáfora, el término literal5 y el figurativo,6 obviamente entendidos, ya no como palabras, sino como elementos icónico-visuales: figuras de algo. Una metáfora visual será, entonces, aquella imagen o secuencia en la que percibimos o intuimos alguna semejanza entre dos elementos (presentes o no en el plano, imágenes a y b, en presentia/ausentia) que pueden incluso sustituirse:7 que en la metáfora siempre hay una comparación implícita y condensada; siendo cualquier metáfora reducible a una comparación entre cosas o sucesos sin que haya en este proceso ninguna pérdida cognitiva. Para entender afirmaciones metafóricas, promulga esta tesis, hay que entender la comparación que se establece entre los términos. 3 Diccionario de la RAE, 22da edición, http://buscon.rae.es/draeI/SrvltObte ne rHtml?lema=metáfora&supind=0&carext=10000&nedic=No. Consultado en septiembre de 2011. 4 Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Metáfora. Consultado en septiembre de 2011. 5 El tenor o dato, en Richards, 1936, y Kennedy, 1982, o la image, en Clifton, 1983. 6 La gloss, en Clifton, 1983; el “vehículo” o “transmisión”, en Richards, 1936, y Kennedy, 1982, en Ortiz, 2009. 7 La razón por la que varios de estos críticos han considerado que de la unión de dos planos cinematográficos o de dos figuras icónicas se obtiene una metáfora es porque creen que el proceso es equivalente a unir dos palabras (Giannetti, 1972 y 1975). Se trataría así de un juego de sintagmas y paradigmas, ya no lexicales, sino visuales.

36


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Imagen a

Imagen b8

Travesías A partir de los postulados anteriores, el navío de la metáfora visual es a menudo orientado hacia dos muelles predilectos de reflexión. El primero lo constituyen las tentativas por establecer tipologías de presentia/ausentia de los dos términos icónicos que conforman la metáfora: Metz (1975), Wittock (1990), Groupe µ (1992) y Forceville (2007) ofrecen para ello diferentes principios clasificatorios, ya estructuralistas, lógicos o neoretóricos, que buscan definir en qué medida ambas figuras aparecen –o no– en una imagen y/o secuencia fílmica, y si pueden o no considerarse en tanto metáforas visuales. Este muelle no está libre de polémicas. Un ejemplo típico de ellas lo constituye el concepto de homoespacialidad, definido como la coexistencia, en un mismo espacio o plano, de los dos elementos que componen la metáfora. Para ciertos autores, como Carroll (1994 y 1996),9 para poder hablar de metáforas visuales 8 En la imagen a, el término literal lo constituyen las pinzas, cuya cuidadosa disposición permite al espectador observar también el término figurativo, el esqueleto de un pez. En la imagen b, por su parte, vemos elementos que provienen tanto del termino literal, la coladera de calle, como del término figurativo, los platos, cuya aparición y ordenamiento nos hacen pensar la coladera como un “secador de vajilla”. En estos ejemplos, ambas metáforas visuales contienen el elemento de similitud (icónica) entre los términos puestos en relación. 9 “Homospatiality, in this sense, is a necessary condition for visual metaphor. It serves to link disparate categories in visual metaphors physically in ways that are functionally equivalent to the way that disparate categories are linked grammatically in verbal metaphor” (Carroll, 1994:198, en Ortiz, 2009:124).

37


Culturales

dicha coexistencia es fundamental, prototípica e imperativa; aunque otros expertos opinen lo contrario (Forceville, 2007).10 Veredicto final no existe aún al respecto:

Imagen c

Imagen d11

El segundo muelle de reflexión lo articulan despliegues investigativos con ánimos más formalistas y generales (Kennedy, 1982; Cliffton, 1983; Eco, 1968, o Durand, 1970), que en diversas producciones icónicas pretenden identificar varias figuras de la retórica clásica: la metonimia, la sinécdoque, el quiasma, la hipérbole, el símil… y por supuesto la metáfora. Creemos que estos ánimos clasificatorios abonan –aunque a veces no lo reconozcan o no lo alcancen a ver– a una pretendida formalización lógica del pensamiento, sobre la pista de que todas las figuras discursivas reflejan –en alguna medida– los movimientos de la Razón. Ciertamente interesantes, es no obstante raro que tales iniciativas agoten dicha hebra, pues paradójicamente la impronta retórica que las motiva también las orilla hacia una concepción 10 Este autor reconoce la posibilidad de existencia de metáforas visuales que sólo muestran uno de los términos inmiscuidos, con lo cual no existe coexistencia (Ortiz, 2009). 11 La homoespacialidad se cumple en la figura d, pues observamos tanto la figura del continente africano como la cara de una joven de raza negra. En la imagen c sólo se cumple a medias, pues el violoncelo sólo es “implicado” mediante los elementos pintados en el dorso de la mujer y por supuesto el contorno de su cuerpo. El instrumento musical está sólo parcialmente presente.

38


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

restringida de la Retórica, que ve en tales figuras simples “ornamentos estilísticos del discurso”.12 Aunque en la mayor parte de los autores13 los ánimos clasificatorios de figuras hayan superado la reflexión sobre las correspondencias entre el pensamiento/Razón y la expresión (ya sea ésta verbal o visual), tendencias más recientes revisan la problemática buscando brindarle su justa relevancia (Phillips y McQuarrie, 2004 y 2008). 14 12 Ello con frecuencia sucede en propuestas épigonas de las tesis sustitutiva y comparada de la metáfora, donde el carácter ornamental de esta y otras figuras discursivas, su validez estética y su aplicación en la literatura son motivo de más reflexión y páginas que la relación que aquellas establecen con el pensamiento y el conocimiento. La limitación de la óptica sobre las figuras depende en gran medida de la manera en que los autores asumen el universo retórico. Los que siguen a Aristóteles destacan como fundamental la relación entre argumentación –y por tanto la Razón– y la forma de la expresión. Retórica y Poética son los dos brazos de la Retorica ampliada que propone el Estagirita. Sin embargo, el curso histórico que como disciplina seguiría la retórica fue limitando su concepción ampliada para reducirla a un mero repertorio de figuras estilísticas (Barthes). La esencia de la retórica que Aristóteles defendía, aquella relación entre la expresión y la razón, fue poco a poco sustituida por clasificaciones de figuras ”ornamentales” del discurso. Dumarsais es el más flagrante ejemplo de ello. 13 “La pensée visuelle” (1976), de Rudolph Arnheim, es desde luego una excepción. 14 Pensamos específicamente en los trabajos de Phillips y McQuarrie (2004 y 2008), quienes proponen una matriz de diferenciación de las figuras retóricas cruzando dos dimensiones: la estructura visual de tales figuras y las operaciones de sentido (McQuarrie y Phillips, 2008:3-23). De manera general, Go Figure, New Directions in Advertising Rhetoric (2008) compila propuestas contemporáneas sobre la aplicación de la perspectiva retórica al fenómeno publicitario. Se trata aquí de la búsqueda de un conocimiento causal del discurso que, basado en algunos postulados de la psicología (cognitiva o no), pretende descubrir las recetas generales y los principios organizativos con que podemos identificar las elecciones estilísticas discursivas más eficaces (cf. persuasivas) en un contexto determinado. Dado el cruce de coordenadas que propone (retórica y pensamiento), esta obra resulta innovadora y ciertamente interesante, aunque la distinción entre estilo y el contenido en la que se basa, así como la valorización del primero, presta sin duda flanco a impasses epistemológicos, pues parece nuevamente acudir a una cierta visión “ferroviaria” del proceso comunicativo, donde el “contenido” no únicamente está escindido de la “forma”, sino que además es algo que se puede “encerrar” en un contenedor para ser “transmitido”. Los procesos del pensamiento,

39


Culturales

En este mismo muelle, la obsesión clasificatoria ha también alimentado ánimos por inventariar los procedimientos audiovisuales, ya técnicos, ya diegéticos, con que se “generan” metáforas visuales. Algunos tratamientos en esta línea (Eisenstein; Dart, 1968; Giannetti, 1972 y 1975; Clifton, 1983; Forceville, 2006a; Carrol, 1994; Hausman, 1989; Aldrich, 1968) realizan rigurosos análisis de imágenes artísticas o de comunicación mediática. Es entonces cuando el montaje (cf. el ritmo y la fragmentación), las yuxtaposiciones de imágenes, los ángulos de toma, la amplitud de los encuadres y la ubicación de los elementos en el cuadro15 acaparan el devant de la scène de la reflexión sobre la metáfora visual, constituyendo, además, la base para tipologías sobre el número de medios con que se ejecuta su realización (cf. modal, multimodal en Forceville, 2004, 2005b, 2006a y 2007, por ejemplo). Al dirigir la mirada sobre los diferentes procedimientos técnicos de la imagen, algunos autores como Wolheim (1987) o Carroll (1994 y 1996) proponen que, más que “extraer” o “detectar” similitudes “objetivas” entre los términos, la manifestación metafórica visual las genera, habilitando –mediante sus artilugios formales– un vínculo “no motivado”. en Go Figure, se vuelven algo así como “decodificadores de significados”, más que productores de los mismos. Para nuestra perspectiva no existe separación entre estilo y contenido, entre forma y fondo, pues la significación –como veremos más adelante– “no se contiene” en un mensaje, sino que se produce a partir de todos los índices textuales y operaciones generales del pensamiento, tales como la integración conceptual. Para nosotros, la forma es siempre el fondo. Cabe, sin embargo, señalar que a pesar del palimpsesto de acercamientos difractados que propone, y que le impiden avanzar o alistarse en una perspectiva general y/o unitaria de los procesos mentales de construcción semántica (lo cual no es su objetivo), Go Figure rectifica sin duda la antaña y gratuita obsesión clasificatoria de figuras discursivas, buscando sistematizarlas conforme sus efectos sobre la psique del receptor (cf. las “respuestas del consumidor”). 15 Habría también que contar el parecido físico de los elementos a cuadro, los enfoques de cámara, la iluminación, el decorado, la actuación de personajes y puesta en escena, los movimientos de cámara (aceleración, ralentización, congelación), la música, la sonorización, las distorsiones (granos de película y filtros) y los efectos de posproducción, entre otros.

40


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Propuestas como la anterior modifican sensiblemente un concepto axial para los teóricos clásicos de la metáfora, el de “similitud” (que exige una semejanza –manipulable en términos sintagmáticos– entre los términos que la componen), pues para los estudiosos de la metáfora visual tal semejanza no necesariamente existe entre los elementos, sino que es producida gracias al tratamiento técnico que sobre éstos implementa el productor de la imagen.16

Imagen e17

La segunda reminiscencia que ha trascendido del terreno de lo verbal para orientar la reflexión sobre la metáfora visual gira en En el ámbito de lo verbal, la noción de similitud es un concepto central de la tesis comparada de la metáfora. Para los estudiosos inscritos a ella la metáfora supone que dos cosas que en principio parecen diferentes tienen algo en común y esto las convierte en comparables. Más tarde, la tesis interaccionista evolucionará tal concepto, al sostener que la metáfora no se limita tan sólo a formular una similitud, sino que la crea. Para Black (1966:47), por ejemplo, es mejor decir que la “metáfora crea la semejanza” en lugar de decir que “formula una semejanza que existiera con anterioridad”, es decir que la metáfora puede implicar la existencia de una comparación pero que no es simplemente una comparación; es más, porque en los términos de la metáfora no sólo se contemplan similitudes sino también diferencias (Boquera, 2005:34,33). 17 En la imagen e, la similitud entre ambas figuras in presentia no es motivada, pues “objetivamente” no existe una relación de semejanza necesaria entre el pelo de las personas y los equinos. No obstante, la forma en que las figuras han sido dispuestas por el productor de la imagen hace que estos elementos se vuelvan similares y la metáfora pueda funcionar. La imágenes a menudo generan dicha “semejanza” inmotivada, utilizando diversas herramientas como la iluminación, los encuadres, los colores, los ángulos de toma e incluso los sonidos. 16

41


Culturales

torno a la dicotomía “literal vs. metafórico”. Esta dicotomía resulta peculiar, pues con frecuencia ha orientado la atención hacia el problema de la recepción de la metáfora, donde además suele apelar al concepto de “incongruencia”: un espectador identifica una metáfora por su desviación o ilogicidad en torno al resto del discurso donde la expresión metafórica aparece, reconocimiento que desata una interpretación figurativa de la frase.18

Imagen f19 18 Ésta es una actitud típica en los seguidores de la tesis interaccionista de la metáfora. Para ellos la creación de similitudes es posible gracias a la interacción (también denominada oposición verbal), y no a una mera sustitución o comparación, entre dos conceptos semánticos: la expresión utilizada metafóricamente y el contexto literal que la rodea (Boquera, 2005:34 y 33). Aunque en la metáfora la atención se centra en una palabra, que es la que nos hace sospechar que nos podemos encontrar ante un uso metafórico del lenguaje, los interaccionistas postulan que también hay que tener en cuenta su interacción con las demás palabras que la conforman, que la rodean y la arropan, porque una metáfora sólo adquiere pleno sentido en el contexto inmanente. La tesis interaccionista defiende que la expresión metafórica, en conjunto, no es sustituible por otra, a menos que ésta pierda una parte de su significado. Es decir, las metáforas no se pueden parafrasear. Tampoco se sustituye en la metáfora un significado literal por otro, como postula la tesis sustitutiva, sino que se sustituye todo un sistema de connotaciones. El interaccionismo destaca que entre la metáfora y el contexto que la rodea existe cierta incompatibilidad o incongruencia semántica que sólo puede resolverse si se pone en marcha un proceso interpretativo de la expresión metafórica, buscando lo que tienen en común campos semánticos diferentes. 19 La incongruencia de la situación que presenta la imagen f, unas sillas vacías dispuestas en un vasto llano, despertaría en el espectador una interpretación metafórica, que en este caso podría ser la metáfora “de la soledad” o “el abandono”.

42


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Extendiéndose al universo de lo visual, la idea de que toda metáfora es un uso desviado o incongruente del lenguaje (Bonsiepe,1968) colocó ante los expertos –como Dart (1968) o Gianetti (1972 y1975)– el enigma de por qué un espectador alcanza a entender tal o cual imagen o secuencia fílmica como “metafórica” (y no como literal), siendo que para el entendimiento social, la imagen comporta –algunos como Arhheim (1927) o Martin (1955) dirán “de manera abusiva”– un halo de “objetivismo” (cf. como “representación de la realidad”). La metáfora visual –concluye Dart (1968), a nuestro gusto prematuramente– se sirve de sus procedimientos técnicos y formales para generar tal sensación de incongruencia, y con ella, su interpretación figurativa. Autores como Cliffton (1983), Johns (1984), Carroll (1994) o Forceville (2006a) soslayan de plano la dicotomía literal vs. metafórico y la problemática de las incongruencias discursivas, para mejor explorar la importancia que, tanto el contexto textual pero sobre todo el situacional20 –y con éste el reconocimiento que de la intencionalidad del enunciador hace el receptor–21 revisten para un funcionamiento comunicativo “exitoso” de la metáfora.22 Una vía a nuestro parecer mucho más prometedora. 20 En el ámbito de lo verbal, las tesis sustitutiva y comparada de la metáfora, a diferencia de la interaccionista, la pragmática y la lingüístico-cognitiva, no tienen en cuenta el contexto en el que las metáforas se utilizan, y consideran la metáfora sólo como un hecho del lenguaje; en cambio, las demás tesis la consideran como un instrumento del lenguaje y también del pensamiento en el que el contexto juega un papel preponderante. Se centran en su dimensión comunicativa (Boquera, 2005:27-28). 21 Al contrario de lo que opina Whittock (1990), para Forceville no es necesario que la metáfora se cree intencionalmente por el autor para que exista (Ortiz, 1999:146). 22 Con esta postura se exhibe un salto de lo semántico hacia lo pragmático. A diferencia de las tesis semánticas, la tesis pragmática de la metáfora no la relaciona con el sentido de la frase o de la palabra, sino con el de la enunciación (también llamada “proferencia”; en inglés utterance y en alemán Äußerung), es decir, con aquello que un emisor dice en una situación comunicativa concreta, y que puede transportar significados de forma implícita para que entren en funcionamiento estrategias inferenciales que nos ayuden a interpretar ese enunciado de manera relevante. Ello depende del contexto, de la situación, del hablante, del oyente, del

43


Culturales

Imagen g23

Avistando puerto: de las palabras al pensamiento Sirva el panorama descrito para destacar que varios analistas entienden a la metáfora visual mediante conceptos o temáticas que tradicionalmente rigen al estudio de las metáforas verbales y que, al volverse demasiado formalistas, encierran al análisis de la imagen en una curiosa camisa de fuerza: ésta tiene por tela lo lingüístico y por cierre un neoestructuralismo no siempre confesado. tema, del conocimiento del mundo. El contexto es una parte esencial en la comprensión de una situación comunicativa, y la metáfora crea nuevas interpretaciones de un contexto determinado, a la vez que el propio contexto ayuda a entenderla. Para los pragmatistas, el oyente adquiere mayor importancia y, sobre todo, el estudio de la forma en que el oyente intentará dotar a las palabras del hablante de sentido comunicativo, aunque éstas parezcan absurdas o carentes de sentido (Boquera, 2005:51-52). 23 Para entender la metáfora propuesta por la imagen g, el espectador deberá no únicamente reconocer en ella la célebre figura del psicólogo S. Freud, sino además conocer las líneas generales de la teoría que éste propone (cf. el pensamiento del ser humano está en gran parte e inconscientemente dirigido por su libido y deseo). El éxito comunicativo de tal metáfora visual también dependería del reconocimiento de la intención del enunciador o creador de la imagen, que aquí podría ser una burla simplista de los postulados teóricos del austriaco. Un espectador que no conozca el contexto, la situación y la intención citadas no construirá cabalmente el sentido metafórico de esta imagen.

44


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

La posición radical de esta actitud la representaría, por ejemplo, Eikhenbaum (1927): “Si la metáfora verbal no toma cuerpo en la conciencia del espectador hasta convertirse en una imagen visual clara (es decir, que el sentido literal es revestido por el sentido metafórico), la cine-metáfora no se plasma en la conciencia del espectador sino hasta convertirse en una proposición verbal completa” (Ortiz, 2009). Reminiscencias verbales como la anterior no siempre generan unanimidad, pues felizmente algunos autores conceden a la metáfora visual una vida más allá de las palabras. Una existencia propia. La noción que a menudo detona tal postura es el concepto de seein as,24 el cual esgrime que toda metáfora, ya verbal, ya visual, opera una analogía, no entre dos palabras o elementos icónicos, sino entre dos ideas. Toda metáfora nos permite ver una idea en términos de otra.

Imagen h25

Johns (1984), por ejemplo, subraya que la metáfora visual es una yuxtaposición de elementos familiares de una forma poco 24 Wollheim, Aldrich, Laurot, Clifton, Johns, Wollheim o Hausman consideran que la característica fundamental de la metáfora es el seeing as (Ortiz, 2009. Un artículo resumido de la obra se encuentra en http://www.unav.es/fcom/comunicacionysociedad/es/articulo.php?art_id=364#_ftn18. 25 El curioso anzuelo dispuesto al interior de la botella en la imagen h nos permite asociar la idea de “la muerte del pez” con “la muerte del alcohólico”. En efecto, podemos distinguir elementos visuales o figuras icónicas que construyen la metáfora, pero sobre todo la imagen nos permite asociar dos ideas. La similitud reside en la idea de que tanto el pez como el alcohólico mueren a causa de su boca.

45


Culturales

familiar, que conecta ideas que no lo estaban con anterioridad. Por su parte, Hausman (1989) defiende que la metáfora puede darse tanto en las artes verbales como en las no verbales, pues los componentes operativos funcionan para ambos registros (Ortiz, 2009). Más contundente, Forceville (2006a) considera que las metáforas no son un mero asunto del lenguaje, sino que también corresponden al pensamiento, y no es, por ende, necesario que el espectador traduzca verbalmente una metáfora visual o multimodal a palabras, ni que demuestre su existencia parafraseándola. En esta misma línea, Whittock (1990) asume que independientemente de la sustancia (verbal o visual) en que se manifieste, la metáfora es la presentación de una idea en términos de otra que pertenece a una categoría diferente, y que transforma nuestro concepto de la primera idea fundiéndola con la idea recién creada.26 Entendiendo que se trata de una relación de ideas y no sólo de palabras o iconos, Laurot (1970) postula, por su parte, que las metáforas expresan la visión de sus autores sobre algún tema o situación, y que las necesitan para expresar sus concepciones del mundo;27 mientras que Gombrich (1952, 1959, 1963 y 1972) –aun más radical y diametralmente opuesto a Eikhenbaum– considera que las obras visuales expresan con metáforas hondas experiencias de la vida humana que no podrían ser expresadas mediante palabras (Ortiz, 2009). El recurrente eco de posturas como las anteriores ha ido pau26 Para percibir o concebir una cosa en términos de otra es necesario –considera el autor– reestructurar y modificar el “tenor/dato” de la metáfora en cuanto vehicle/transmisión. El dato y la transmisión interactúan para producir un nuevo concepto (Ortiz, 2009). 27 “(...) specific metaphors are born from the passionate and compassionate vision of the man who made them — not as a film maker conjuring up cinematic images, but as a man inscribing his vision onto the world. He makes metaphore because he has to, out of an inner necessity: there is no other way to project his moral vision upon the reality his consciousness has shown him to exist. In other words, revolutionary metaphor is the result of the conscience acting on the knowledge the consciousness provides” (Laurot, 1976:581-582, en Ortiz, 2009).

46


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

latinamente orientando el navío de la metáfora, sea ésta verbal o visual, hacia el problema de la cognición y los procesos del pensamiento. Será precisamente en este puerto donde nuestro artículo anclará el navío, con el objetivo de explorar con minuciosidad los postulados que la semántica cognitiva contemporánea propone al respecto. Al rebasar el tantas veces apelado antagonismo verbal vs. visual, el paraje se vislumbra a nuestro parecer fructífero, pues inaugura perspectivas sobre el rol esencial que las operaciones metafóricas revisten para el pensamiento y la conceptualización humanos, además de ofrecer astuciosos útiles para la intelección de las metáforas visuales. II. Miradas semántico-cognitivas Más que contemplar a la metáfora como un simple fenómeno lingüístico, una desviación del sentido literal o una figura estilística del discurso, la semántica cognitiva de última generación la entiende como una operación cognitiva de construcción de significados que rige cotidianamente nuestra actividad mental y que se refleja en el uso del lenguaje. Los gérmenes pioneros de esta óptica podrían ser rastreados al menos desde Richards, quien en The Philosophy of Rhetoric (1936) la vislumbra como un mecanismo discursivo que permite mantener en actividad dos pensamientos de manera simultánea (Nubiola, 2000). Aquí, la metáfora ya no es concebida como un mero desplazamiento o traslación de palabras, sino como una interacción entre pensamientos, un intercambio entre dos ideas. Tres décadas más tarde, Max Black prolongaría dicha perspectiva al proponer en Models and Metaphors (1962) una suerte de gramática lógica del funcionamiento metafórico. Para este autor, aquella relación entre dos ideas que es la metáfora es posible en virtud de las creencias y valores vigentes entre la comunidad de hablantes que la utiliza. La metáfora evoca cier47


Culturales

tos lugares comunes disponibles para los participantes, suprime ciertos detalles, acentúa otros, y organiza así la visión sobre ambos términos inmiscuidos en las construcciones metafóricas. Por ello la metáfora es un mecanismo que proporciona lo que el autor denomina un insight: una determinada visión sobre algo. No será, sin embargo, hasta 1980 cuando la célebre publicación Metaphors We Live by, de George Lakoff y M. Johnson, consolide el estudio de la metáfora en tanto proceso mental, al erigirlo junto a la teoría de los prototipos y la gramática cognitiva como uno de los pilares y ejes principales de la investigación semántica sobre la cognición (Cuenca & Hilferty, 1999). La esencia de la metáfora –proponen Lakoff y Johnson (1980)– consiste en “entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otra”, dinámica que constituye una herramienta cognitiva fundamental para aprehender y organizar el conocimiento de nuestro mundo. Extendámonos sobre esta propuesta, pero comenzando desde sus raíces… Posicionamientos En su dimensión epistemológica, la propuesta de Lakoff y Johnson ejerce un radical alejamiento respecto de las perspectivas objetivistas de la cognición, ontológicamente cartesianas, que propugnan por una escisión entre Res y Cogito, entre Mundo y Pensamiento. Tal separación presupone, por un lado, la existencia de un “mundo real” independiente del ser que lo percibe o lo busca comprender, y por el otro, la de una razón trascendental independiente de nuestra existencia corpórea: La explicación tradicional mantiene que la capacidad de pensar y razonar de forma adecuada es abstracta y no está necesariamente corporeizada en ningún organismo. Por tanto, la racionalidad y los conceptos son trascendentales, en el sentido de que trascienden o van más allá de las limitaciones físicas de cualquier organismo. Puede ocurrir que los conceptos y la razón abstracta estén encarnados en

48


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I seres humanos o en máquinas o en otros organismos, pero existen de forma abstracta, independientemente de cualquier encarnación (Lakoff, 1987).28

En el drama de este cisma decretado, la cognición ha sido enfocada como un espejo que refleja directamente al mundo objetivo, exterior; y al pensamiento racional como una manipulación de símbolos abstractos: …estos símbolos obtienen su significado por medio de una correspondencia con el mundo construida objetivamente, es decir, independiente de la forma de comprender de los organismos. Un conjunto de símbolos situados en correspondencia con un mundo estructurado objetivamente se entiende como una representación de la realidad. En el enfoque objetivista, todo el pensamiento racional implica la manipulación de símbolos abstractos, a los que únicamente se da significado a través de correspondencias con las cosas (entidades y categorías supuestamente existentes) en el mundo externo (Iglesias, 2006).

Ubicados en las antípodas de estas posturas, Lakoff et al. consideran que, en vez de estar alejado del mundo, el pensamiento es producto de las interacciones físicas del ser humano con él, pues a través de la experiencia y la percepción motosensorial de lo físico y lo social la cognición identifica y abstrae patrones o esquemas mentales que en lo sucesivo la estructurarán y cuya proyección metafórica hacia niveles cognitivos más complejos originará la elaboración de conceptos. Este proceso estructura la cognición y hace posible la capacidad inferencial de los seres humanos (Ruiz de Mendoza, 2001). Conocida como “experiencialismo” o “realismo experiencial”, dicha apuesta defiende que lejos de ser directo u objetivo el acceso a la realidad (y las representaciones que de ella hacemos) se encuentra filtrado por nuestra naturaleza corpórea: la cognición 28 George Lakoff, “Women, Fire and Dangerous Things. What Categories Reveal about Mind”, University of Chicago Press, Chicago, 1987, pp. xi-xii. En “La ciencia cognitiva, introducción y claves para su debate filosófico”, Lino Iglesias (2006).

49


Culturales

depende del cuerpo, está in-corporada, encarnada en él (cf. “embodiement”, Johnson, 1987). Barcelona (2000) habla de una “corporeización del pensamiento”, mientras que para Muñoz (2006) …la mente no es simplemente un “espejo de la naturaleza” y los conceptos no son meramente “representaciones internas de la realidad externa”. Los conceptos reflejan la naturaleza corporal de la gente que los elabora, ya que dependen de la percepción gestáltica y de los movimientos motores y, en gran medida, son el resultado de un proceso de la imaginación humana que depende de nuestra capacidad de formar imágenes mentales, de organizar nuestro conocimiento en categorías de nivel básico y de comunicarnos (Muñoz, 2006:13).

Filosóficamente, se trata de una posición neoprotagórica (Turner, 1992): “el hombre es la medida de su mundo” (cf. “Panton metron anthropos”), pues las representaciones que de la “realidad” se construye dependen de su interacción con el entorno. Cogito y Res no sabrían estar por ende disociados, como tampoco jamás lo están Mente y Cuerpo. En este contexto, “metáfora” es el nombre que se asigna a la proyección de estructuras mentales abstraídas mediante los mecanismos motores y perceptivos como base para la construcción de inferencias abstractas; la metáfora es aquella herramienta de proyección cognitiva esencial para la percepción, la comprensión y la significación de nuestra realidad (Nubiola, 2000).29 Primado de universalidad La experiencia a la que el “experiencialismo” alude es eminentemente básica, interindividual y muchas veces universal,30 29 La experiencia corporal del mundo genera esquemas que, en virtud de la capacidad humana de proyección metafórica, son abstraídos para formar conceptos. Dichos esquemas generados permanecen en nuestra cognición, y en su momento son utilizados como filtros que a su vez influyen en nuestra experiencia corporal del mundo, y por tanto en su conceptualización y significación. 30 La universalidad a la que apuesta esta óptica no reside en el hecho de que la

50


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

pues se funda en las características generales del cuerpo humano, sus capacidades genéticas heredadas y nuestro funcionamiento físico en el medio: “Experiential basicnesss is a relative matter. Yet, because our bodies are very much alike with respect to their physiological make up, we would expect to find commonly shared (if not universal) gestalt structures for many of our physical interactions with our environment” (Johnson, 1987:62). Ahora bien, puesto que la forma de nuestra experiencia en tanto seres humanos es universal, los esquemas o gestalts que de ella extraemos no son privativos de una persona, y en no pocas ocasiones una comunidad dada termina por interpretarlos y codificarlos. Se convierten así en modelos culturales compartidos que nos ayudan a entender el mundo: son esquemas que le proyectamos a éste para interpretarlo y significarlo. Razón sea trascendente (es decir, parte de la estructura del universo), sino en que disponemos cuerpos que se sitúan, perciben, mueven y tratan de forma parecida al medio que habitan, y en consecuencia desarrollamos nuestras mentes encarnadas usando recursos comunes. Entre las habilidades comunes de que disponemos, Muñoz ofrece un listado no exhaustivo pero interesante: 1. Podemos experimentar un cierto rango de colores, tonos, gustos, olores y sensaciones táctiles. 2. Tenemos noción de la extensión espacial en las que se manifiestan las configuraciones espaciales. 3. Sentimos el paso del tiempo. 4. Experimentamos un conjunto de emociones. 5. Tenemos habilidades cognitivas aplicables a cualquier dominio de experiencia y que son esenciales para la emergencia de conceptos específicos en sucesivos niveles de complejidad organizativa: a) Podemos comparar dos experiencias y registrar su similitud o diferencia entre ellas. b) Podemos usar una estructura como base para categorizar otra. c) Tenemos la capacidad de abstracción (esquematización) y con ella de concebir situaciones que varían en grado de especificidad o detalle. d) Somos capaces de dirigir y enfocar nuestra atención, y estructurar escenas en términos de una organización de figura/fondo (que puede ser reversible). e) Tenemos la habilidad de establecer relaciones: concebir entidades en relación con otras. f) Somos capaces de agrupar un conjunto de entidades en función de su similitud, proximidad o alguna otra relación y manipular ese grupo como una entidad unitaria para propósitos de orden superior. Este proceso dual de agrupamiento y manipulación produce una reificación conceptual que puebla nuestro mundo mental con “cosas abstractas” expresadas mediante nombres. g) Tenemos la capacidad de rastrear caminos mentales a través de estructuras complejas. h) Podemos analizar secuencialmente una estructura estática o podemos ver situaciones cambiantes de forma holística. i) Proyectamos semejanzas y experiencias en procesos metafóricos y metonímicos (Muñoz, 2006a:15-16).

51


Culturales

Acercando lupas: los ingredientes Dos son los tipos de esquemas o gestalts experienciales que articulan el nivel preconceptual de la cognición:31 las estructuras de nivel básico y los esquemas de imagen. Extendámonos sobre ellos para en su momento comprender el papel fundamental que la proyección metafórica desempeña para el pensamiento. Categorías de nivel básico Basados en los estudios de Berlin, Rosca y Mervis, Lakoff y Johnson postulan la existencia de una clase de categorías que se ajusta óptimamente a nuestras experiencias corporales de las cosas (c.f. percepción gestáltica) y a ciertas diferencias extremadamente importantes de nuestro entorno natural. Dichas categorías se denominan categorías de nivel básico.32 Como resultado de sus características, el nivel básico tiene otras prioridades sobre los niveles superiores e inferiores: los niños lo nombran y entienden antes y es el primero en introducirse en el lenguaje. Se dice que este nivel es cognitivamente “básico” en el sentido de que tiene una prioridad cognitiva en la comprensión 31 Es decir, “un todo que los seres humanos encontramos más básico en sus partes” (Lakoff y Johnson, 1985:110). En otros términos, las experiencias de la interacción de nuestro cuerpo con el entorno modelan los esquemas preconceptuales, que a su vez y en gran medida organizan la estructura del nivel conceptual de la cognición. Por eso este último es “indirectamente significativo”: requiere la mediación de la experiencia humana. 32 Siguiendo a Iglesias (2006), podemos citar algunas de sus características: a) Es el nivel más alto en el que se puede representar toda la categoría mediante una sola imagen mental. Por ejemplo, se puede reconocer a un coche por su forma y clasificarlo como tal, pero no a un vehículo. b) Es el nivel más alto en el que los miembros de la categoría tienen formas generales que se perciben de la misma manera. c) Es el nivel en el que se organiza la mayoría de nuestro conocimiento. En general, a no ser que seamos expertos, sabemos mucho más, por ejemplo, de coches que de vehículos en general. d) Es el nivel que parece correlacionarse más directamente con acciones no lingüísticas en el desarrollo de la persona.

52


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

de nuestra experiencia, mientras que los otros niveles se crearían por procesos conceptuales imaginativos que en última instancia conectarían con el nivel básico. Esquemas de imágenes El segundo tipo de estructura preconceptual son los esquemas de imagen, extensamente analizados por Johnson (1987) en The Body in the Mind y generados por las interacciones de nuestro cuerpo con su entorno natural y social. Se trata de patrones o estructuras dinámicas recurrentes que se originan en nuestras sensaciones corporales cotidianas: los movimientos que realizamos en el espacio, las manipulaciones que hacemos de los objetos, las interacciones perceptivas (Johnson, 1987:29). Dichos esquemas son “directamente significativos”; operan como estructuras abstractas en las que las partes se relacionan con el todo, y pueden desarrollarse metafóricamente en formas más abstractas de cognición (Johnson, 1987; Cuenca y Hilferty, 1999; Ortiz, 2009). Tales patrones de orden pueden percibirse con independencia del material concreto en el que se manifiestan (cf. tesis de transponibilidad). En efecto, al funcionar como una estructura abstracta de una imagen mental, los esquemas pueden corresponder a un amplio rango de diferentes experiencias particulares que se manifiestan con la misma estructura. Un ejemplo sería el esquema de fuerza coactiva. Éste se originaría en la medida en que, a lo largo de la experiencia de vida, nuestro cuerpo se ve cotidianamente sometido a todo tipo de fuerzas externas (p.e., la gravedad, el viento, la luz) e internas, o incluso cuando nuestro cuerpo experimenta la sensación de ejercer una fuerza al desplazar objetos. Tanto si nosotros ejercemos una fuerza o bien si en nosotros actúa una, se genera paulatinamente un esquema repetitivo de tal experiencia física. Otro ejemplo de esquema podría ser el de RECIPIENTE o CONTENEDOR. Se origina en la medida en que, a lo largo de la 53


Culturales

experiencia de vida, nuestros cuerpos funcionan como recipientes en los que pueden entrar cosas (alimento, agua, aire) o de los que salen cosas (productos del metabolismo de alimentos y agua, aire, sangre, hijos). Incluso, nosotros mismos nos movemos en espacios delimitados (habitaciones, ropa, vehículos) y sacamos o metemos objetos dentro y fuera de contenedores. En todos estos casos existe un patrón recurrente, una estructura relevante similar que implica el esquema preconceptual del CONTENEDOR, y una orientación DENTRO-FUERA. Los autores vislumbran la posibilidad de que exista un inventario finito de esquemas de imagen,33 aunque a nuestro parecer y como lo explicaremos más adelante (“De arbitrarios e impasses”, infra, p. 60) los métodos empleados para identificarlos –mayoritariamente lingüísticos– no permiten tal delimitación, pues varias aplicaciones de esta teoría a fenómenos de significación se ven en la necesidad de postular la existencia de cada vez mayor cantidad de esquemas o bien de sus innumerables combinaciones. La proyección metafórica Ahora bien, el desarrollo del nivel conceptual de la cognición es posible gracias a la proyección de esquemas preconceptuales provenientes de un dominio mental concreto hacia otro más abstracto, y así sucesivamente; se trata de la proyección de unas gestalt –a menudo más básicas– sobre otras más complejas, fenómeno que nos permite por ejemplo comprender situaciones o fenómenos que nos parecen inéditos o nuevos. Y esto es justamente la esencia de la metáfora: una proyección de elementos y estructuras cognitivas desde un dominio mental Johnson (1987:126) cita los siguientes: RECEPTÁCULO, OBSTRUCCIÓN, CAPACITACIÓN, RECORRIDO, CICLO, PARTE-TODO, LLENO-VACÍO, REPETICIÓN, SUPERFICIE, EQUILIBRIO, CONTRAFUERZA, ATRACCIÓN, VÍNCULOS, CERCA-LEJOS, FUSIÓN, EMPAREJAMIENTO, CONTACTO, OBJETO, COACCIÓN, SUPRESIÓN DE RESTRICCIONES, MASA, CÁLCULO, CENTRO-PERIFERIA, ESCALA, ESCISIÓN, SUPERPOSICIÓN, PROCESO, COLECCIÓN. 33

54


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

hacia otro. Ella representa –asevera Lakoff– el procedimiento cognitivo principal en los seres humanos (¡!). En sí, el entendimiento de situaciones abstractas a partir de la proyección de estructuras preconceptuales ligadas a la experiencia física constituye en todo sujeto el primer proceso metafórico, denominado “primario”. Los niños, por ejemplo, no diferencian los dos ámbitos entre los que opera una proyección, sino que los mezclan. En ellos, las experiencias subjetivas o emocionales y aquellas corporales a menudo ocurren juntas: para un bebé, por ejemplo, la experiencia subjetiva de afecto se fusiona muchas veces con la experiencia sensorial de calor al ser sostenido en brazos. Con el tiempo, el niño aprenderá a separar ambos dominios; pero el cruce de asociaciones entre ellos permanecerá bajo la forma del esquema cognitivo calor=afecto,34 cuya proyección le permitirá más tarde comprender expresiones metafóricas como “una sonrisa cálida”, “una fría mirada”, “un tibio recibimiento”. Ahora bien, la extensión de la dinámica proyectiva a niveles más abstractos produce –postulan Lakoff et al.– un segundo tipo de metáfora, denominada “compleja”; construida a partir de las metáforas primarias y formas de conocimiento común, tales como los modelos culturales o los conocimientos y creencias ampliamente compartidos en una cultura. Los conceptos se construyen creando metáforas complejas a partir de metáforas primarias. Al operar en niveles distintos, ya primarios o complejos, la dinámica de proyección metafórica “nos permite comprender un tema o sujeto relativamente abstracto o inherentemente desestructurado, en términos de otro más concreto, o al menos de tema más altamente estructurado” (Lakoff, 1993: 245); es decir, 34 Directamente ligadas a la experiencia, estas metáforas primarias o atómicas emergen de manera automática e inconsciente durante el desarrollo del infante en contacto con su mundo. En términos neuronales, se trataría de la asociación de una experiencia, principalmente sensoriomotora –el calor del abrazo en el caso del ejemplo referido– con una experiencia subjetiva –el cariño–; a través de la interconexión de áreas del cerebro dedicadas cada cual a uno u otro de estos tipos de experiencia.

55


Culturales

nos hace entender y razonar el segundo dominio en términos de la estructura de las relaciones conceptuales del primero, es decir, de su “lógica”. Para Nubiola (2000), sería “nuestro afán por estructurar coherentemente nuestra experiencia, lo que nos lleva a proyectar un dominio conceptual sobre otro, y a entender una realidad en términos de otra”.35 Parente (2000) lo entiende, por su parte, en estos términos: Comprendemos conceptos abstractos o no completamente delimitados en nuestra experiencia –tales como emociones, las ideas y el tiempo– por medio de otros conceptos que entendemos con más claridad: orientaciones espaciales, objetos, etc. Ciertos tipos de experiencia cultural (el amor, el tiempo, las ideas, la felicidad, la salud, la moralidad) son captados sobre la base de conceptos no abstractos (Parente, 2000:3).

En esta tesitura, el análisis cognitivo de una proyección metafórica distingue siempre –y al menos– dos dominios mentales: uno de origen, de donde se tomará cierta estructura y conceptos, y uno de destino, hacia donde dichos elementos serán proyectados: “La metáfora se entiende, pues, como la proyección de unos conceptos desde un dominio conceptual (el dominio de origen) hacia otro dominio conceptual (el dominio de destino)” (Cuenca e Hilferty, 1999:101): Dominio conceptual de origen

Dominio conceptual de destino

Lo anterior coincide con lo que, desde una perspectiva filosófica, Ortega y Gasset proponía de la metáfora: “…la metáfora es un procedimiento intelectual por cuyo medio conseguimos aprehender lo que se halla más lejos de nuestra potencia conceptual. Con lo más próximo y lo que mejor dominamos, podemos alcanzar contacto mental con lo remoto y más arisco. Es la metáfora un suplemento a nuestro brazo intelectivo y representa, en lógica, la caña de pescar o el fusil. No se entienda por esto que merced a ella trasponemos los límites de lo pensable. Simplemente nos sirve para hacer asequible lo que se vislumbra en el confín de nuestra capacidad. Sin ella, habría en nuestro horizonte mental una zona brava que estaría en principio sometida a nuestra jurisdicción, pero de hecho quedaría desconocida e indómita” (1948:391). 35

56


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Es importante resaltar que no se trata de la proyección de un término lexical o cognitivo a otro, sino de todo el campo o dominio mental hacia su contraparte; es decir, de todos o al menos varios de los elementos y escenarios mentales que implican –por ejemplo– un modelo cognitivo idealizado (MCI).36 Para nuestra pesquisa sobre la metáfora visual, dichas aseveraciones se revelan de peso; pues al asumir que las proyecciones metafóricas son más bien procesos cognitivos antes que lingüísticos, la pregunta acerca de si existen o no las “metáforas visuales” se vuelve irrelevante. Siendo de carácter cognitivo, la proyección metafórica opera en todo proceso de construcción del sentido, independientemente de la naturaleza verbal, visual o auditiva del soporte o manifestación que la desate. Dejando atrás el arcano tema de las sustancias formales en los que una metáfora pueda manifestarse (imagen, texto, música, y sus combinaciones), los nuevos cuestionamientos apuntan sobre todo a conocer, tal y como veremos en el siguiente apartado, los principios generales que rigen tal actividad de proyección semántica. Las estructuras preconceptuales descritas y sus proyecciones, organizan y participan de estructuras conceptuales más complejas denominadas modelos cognitivos idealizados (cf. MCI). Se trata de sistemas de correspondencias socialmente convencionalizadas, es decir, de un “todo estructurado y complejo, una gestalt a través de la cual se organiza nuestro conocimiento” (Lakoff, 1987:68). Un MCI no es un modelo lingüístico sino conceptual. Son idealizados en tanto constituyen abstracciones surgidas de la experiencia humana, y dan cuenta del rendimiento general de la cognición. El proceso del conocimiento humano se valdría de ellos para entender nuevas situaciones o experiencias del mundo. Los efectos prototípicos del pensamiento surgen a partir de la congruencia de una situación dada con el MCI relevante en cada caso. Siempre se entenderá una situación según su grado de ajuste a un MCI. Por otro lado y en relación con los MCI, es común encontrar en la literatura especializada el término scenario (por ejemplo, en Lakoff, 1987:78, o sus derivados, frames de Fillmore, o scripts en Inteligencia Artificial), que son modelos cognitivos que implican secuencias estructuradas de acontecimientos o acciones, como por ejemplo “ir a un restaurante”, “a una junta de trabajo”, “a una manifestación”, “a un partido de futbol”, “una relación amorosa”. 36

57


Culturales

El método: asomos sobre el habla La lingüística impulsada por Lakoff pretende que el lenguaje verbal es, entre otras, una función más del sistema cognitivo, y que se encuentra por ello regido bajo los principios generales de este último: “…las estructuras lingüísticas hacen uso del aparato cognitivo general, como la estructura categorial. Las categorías lingüísticas son como categorías cognitivas” (Lakoff, 1987:57). Siguiendo tal premisa, la demostración que Lakoff et al. avanzan sobre el funcionamiento y estructura de la cognición se ha basado fundamentalmente en el análisis de expresiones del habla, consideradas como un reflejo en superficie de procesos que acontecen en la profundidad del pensamiento. Se apunta con ello a elucidar una teoría cognitiva del significado: ¿cuáles son los procesos cognitivos que permiten a un sujeto la comprensión del sentido de una expresión metafórica? y ¿cuáles los principios que rigen la dimensión semántica del pensamiento? se vuelven así cuestiones equivalentes. Para avanzar respuestas, Lakoff distingue las expresiones metafóricas de las metáforas cognitivas. Ubicadas en el nivel de superficie, las primeras son justamente aquellas frases que escuchamos y/o leemos en lo que popularmente se conoce como “lenguaje figurado”: son las expresiones de los poetas y las fórmulas retóricas, pero también las frases del discurso político, y otras, muy presentes, en las canciones y en nuestras conversaciones cotidianas. En este rubro se sitúan también las manifestaciones metafóricas visuales (fotos, obras plásticas, películas, affiches publicitarios), que han inspirado, como hemos visto, la investigación de varios autores. Por su parte y en el nivel de trasfondo, las metáforas cognitivas son esquemas abstractos que sirven para articular el significado de las expresiones o manifestaciones metafóricas. Enraizadas en los modelos cognitivos idealizados (MCI) (ámbito conceptual), y éstos a su vez en los esquemas de imagen y las categorías de nivel básico (ámbito preconceptual), las metáforas cognitivas 58


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

son esquemas proposicionales interiorizados y generativos, que aseguran el funcionamiento de la comprensión del significado de las expresiones o manifestaciones metafóricas, es decir, que presiden la construcción de su sentido. En los términos de esta división, el uso cotidiano del habla es considerado la superficie donde afloran las metáforas cognitivas, materializadas en expresiones metafóricas, ya verbales o visuales. Ilustremos lo anterior con un ejemplo. Sean las expresiones metafóricas verbales: 1. El gerente atacó mis ideas para el mejoramiento de la empresa. 2. El candidato defendió sus teorías sobre la crisis económica del país. 3. Algunos partidos pretenden detonar el concepto de fuero institucional. A pesar de ser expresiones metafóricas diferentes, todas ellas sugieren una misma idea metafórica, un esquema abstracto donde algunos términos procedentes del dominio mental de la GUERRA son utilizados, es decir proyectados, para conceptualizar y razonar sobre el dominio mental de la ARGUMENTACIÓN. Esta idea –LA ARGUMENTACIÓN ES UNA GUERRA– es una metáfora cognitiva, y se ilustra de la siguiente forma: Dominio

Dominio

GUERRA

ARGUMENTACIÓN

Cuenca e Hilferty (1999) aducen otro ejemplo interesante, donde el dominio de origen está conformado por ALIMENTOS y el de destino por las IDEAS. La proyección de estructuras de un dominio a otro hace posible la comprensión del sentido de expresiones metafóricas como: 59


Culturales

1. ¿ Y eso con qué se come? (para referirse a una idea). 2. No me trago lo que me estás diciendo. 3. Me cuesta trabajo digerir tanta información. 4. Algo se está cociendo en la Casa Blanca. Todas estas expresiones parten de una misma metáfora cognitiva: LAS IDEAS SON ALIMENTOS, mediante la cual se presentan y proyectan facetas del dominio de los ALIMENTOS, hacia el dominio mental de las IDEAS: Dominio

Dominio

ALIMENTOS

IDEAS

La comprensión que de una expresión metafórica hacen los participantes es posible gracias a la proyección de un esquema metafórico desde un dominio de origen hacia una situación, y por tanto, un dominio mental de destino nuevo y más abstracto. Cabe, sin embargo, señalar que en el acto de comprensión el uso proyectivo que hacemos de las metáforas cognitivas pasa a menudo desapercibido, pues el número de expresiones metafóricas correspondientes a una metáfora conceptual es infinito (c.f. tesis de la ubicuidad). Ensayos sobre el habla metafórica La potencialidad explicativa de esta teoría ha suscitado entre la comunidad científica múltiples aplicaciones para la comprensión de diversos fenómenos metafóricos del habla. Tales propuestas utilizan las evidencias lingüísticas (i.e. proverbios, dichos, poesías, formas figurativas del habla común) para detectar los esquemas metafóricos conceptuales que, en una comunidad dada, son la condición de existencia de dichas expresiones figuradas. 60


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

El método consiste en identificar las metáforas cognitivas que subyacen en varios conjuntos de expresiones metafóricas rescatadas del habla cotidiana y en proponer una explicación en función de las estructuras preconceptuales que subyacen en ellas. Se trata, constata Iglesias, de brindar ejemplos de cómo la razón está corporeizada, ligada a nuestro sistema neuronal y a nuestros sistemas psicológicos básicos, y de como todo esto se refleja en el lenguaje hablado: “es una teoría que trae los conceptos a nuestras experiencias sensoriomotoras, y que sitúa en éstas el fenómeno de la comprensión” (Iglesias, 2006:133). Aperturas sobre lo visual Tomando como ejemplo dichas aplicaciones, se perfilaría para el estudio de la metáfora visual una interesante vía de investigación, que consiste en identificar aquellas metáforas cognitivas subyacentes en las manifestaciones audiovisuales que nos interesan. Un análisis en estos términos es perfectamente plausible al interior del encuadramiento teórico avanzado, pues su primado de universalidad postula que los procesos cognitivos de proyección metafórica son generales y que, según el primado de transponibilidad, operan independientemente de la forma del soporte o sustancia en los que las expresiones o manifestaciones metafóricas se materializan (cf. verbal, sonoro, visual, audiovisual). Por ello, aunque el análisis de la construcción semántica de Lakoff se ha basado en el estudio del soporte verbal, el sendero queda aún abierto para demostrar dicha universalidad en corpus no verbales. Algunos investigadores ya han incursionado en ello. Un trabajo particularmente interesante nos parece el de Ortiz (2009), quien partiendo de una tipología de metáforas cognitivas y de esquemas de imágenes (establecida por Lakoff pero también por otros investigadores en relación con el análisis de expresiones de orden lingüístico) examina esta vez materiales 61


Culturales

audiovisuales, publicitarios, cinematográficos y affiches, con el objetivo de identificar las maneras en que las metáforas cognitivas (primarias o complejas) se manifiestan en el universo visual:

Imagen i

En esta imagen, por ejemplo, Ortiz (2009) percibe una metáfora monomodal visual, cuyo sentido metafórico es aprehensible gracias a la proyección de las metáforas cognitivas primarias SIMILITUD ES PROXIMIDAD, SIMILITUD ES ALIENACIÓN: “el niño está próximo a un árbol seco”, “en el mismo proceso”. Para la cabal comprensión de esta metáfora visual –podríamos también proponer– nos es también indispensable la metáfora cognitiva compleja LA MUERTE ES SEQUÍA. De arbitrarios e impasses Sin demeritar los innegables alcances de esta y otras propuestas afines, es necesario apuntar que su metodología peca del mismo arbitrario del que adolece la sistematización entre expresiones metafóricas verbales y metáforas cognitivas, avanzada por los mismos Lakoff et al. ¿Cuál es éste?… Recordemos: examinando expresiones metafóricas similares retomadas tanto de la literatura como del habla popular, los autores que siguen a Lakoff detectan una regularidad en el uso que los hablantes hacen de dichas expresiones, formulan con ella una proposición y la declaran “metáfora conceptual”, entendiéndola 62


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

como principio generativo y subyacente cuya existencia –previa, pues hipotéticamente encarnada– permite la comprensión de expresiones metafóricas. Enseguida se propone una sistematización según la cual un número infinito de expresiones metafóricas similares corresponde a una metáfora conceptual u otra, y así en lo sucesivo para todas las expresiones. Pero, como observa Parente (2000): ¿Qué me impide pensar, pongamos por caso, que la expresión metafórica inglesa “We are moving ahead” debe ser considerada como el producto de superficie de la metáfora conceptual subyacente “MAKING PROGRESS IS FORWARD MOVEMENT”, tal como sugiere Lakoff, y no bajo “HAVING FUN IS FORWARD MOVEMENT” o alguna otra que guarde coherencia? La selectividad de los ejemplos es aquí bastante visible y poco convincente, al igual que la dificultad para justificar la inserción de una expresión bajo una determinada metáfora subyacente”… “Esta pretendida “sistematicidad” podría ser en realidad el resultado de una cierta convención –de carácter consciente y automático–, y no el producto superficial de ciertas estructuras subyacentes. Se puede explicar perfectamente cómo nuestra cultura conceptualiza al tiempo en términos del espacio sin la necesidad de apelar a la idea de un componente mental subyacente, tal como una metáfora generativa (Parente, 2000:8).

Esta arbitrariedad en la sistematización de correspondencias sugiere que las regularidades detectadas –que no dudamos tengan algo en común con todas las expresiones metafóricas que se examinan– pueden ser no obstante y tan sólo un constructo conceptual teórico del analista, y no un fenómeno de la realidad que se investiga: Lo que se pone en duda es la existencia efectiva de metáforas generativas subyacentes tales como “EL AMOR ES UN VIAJE” o “LAS IDEAS SON OBJETOS… Resulta más adecuado, en todo caso, considerar que la metáfora conceptual LAS IDEAS SON OBJETOS es el resultado del trabajo del intérprete (del científico del lenguaje, en este caso) luego de analizar detalladamente las regularidades en la manera en que las personas se refieren a las ideas en términos de objetos. En este sentido, la metáfora conceptual subyacente evocada es un constructo conceptual teórico. Pero sin duda existe una gran distancia en afirmar

63


Culturales la anterior concepción, y decir que dicha metáfora se encuentra dentro de la mente humana (Parente, 2000:10).

Este “punto ciego” de la teoría castiga evidentemente a toda investigación que pretenda demostrar la existencia de metáforas conceptuales subyacentes en las expresiones metafóricas, ya sean éstas de orden lingüístico o visual. En el caso de la imagen metafórica (i) analizada por Ortiz líneas más arriba, ¿por qué debemos pensar que las metáforas primarias aludidas son necesariamente esquemas cognitivos interiorizados como tales en nuestra cognición, y no simplemente percepciones del analista?, o bien, ¿cómo podemos estar seguros de que la cognición proyectará precisamente la metáfora conceptual compleja LA MUERTE ES SEQUÍA y no otra que también viniera al caso? Dada esta arbitrariedad, los investigadores que abrazan esta bandera se ven a menudo orillados a proponer cada vez más metáforas conceptuales, o bien sus infinitas y acaso también arbitrarias combinaciones, con la finalidad de hacerlas –a fortiori– coincidir con las diversas manifestaciones metafóricas –ya visuales o verbales– que analizan. Ante tal anarquía, el método acaba en añicos. Lo anterior sugiere que la caracterización de las metáforas cognitivas, en tanto principios subyacentes y generativos de manifestaciones metafóricas, así como la delimitación de los esquemas de imágenes que hipotéticamente subyacen en ellas, no pueden ya provenir –como anteriormente se apostó– de la acumulación de evidencias lingüísticas o audiovisuales “convergentes”, sino de la triangulación con otras disciplinas cognitivas cuyos métodos puedan demostrar su efectivo enraizamiento en nuestro aparato conceptual. De la misma manera, se requiere también fijar los principios que rigen la postulación de las metáforas conceptuales y, por ende, su delimitación. Respecto a los esquemas de imágenes, Jäkel (1997:25) se pronuncia categórico: Para decir la última palabra sobre el número de los esquemas de imágenes y sobre su definición para determinar en cada caso si se trata de un esquema de imágenes o de una estructura más compleja, la lingüística

64


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I no puede aportar más. Para un análisis exhaustivo de los esquemas de imágenes serían deseables estudios de psicología cognitiva en la línea de Gibbs (1994) o aprovechar planteamientos de la teoría del conocimiento de causas, representada por Popper, Lorenz, Engels y otros, así como de la epistemología de Piaget.37

En torno al modelo de Lakoff y Johnson, existe además otra observación que no será desarrollada en este artículo, pero que nos parece importante al menos mencionar. Avanzada nuevamente por Parente (2000), ella refiere al uso social de las expresiones metafóricas, pues la teoría parece incapaz de explicar por qué un oyente determinado debería interpretar un enunciado o imagen en calidad de metáfora. Por ejemplo, respecto del enunciado “He tocado fondo”: ¿Cómo podemos saber que dicha oración debe ser comprendida en tanto metáfora? Según Lakoff, ella podría ser tomada no metafóricamente, pero –de manera tácita– presupone que es metafórica, afirmando que su interpretación “más correcta” se da a través de la metáfora conceptual “ABAJO ES PEOR”. Es decir, su modelo concluye dejando de costado la cuestión acerca de por qué deberíamos pensar en ella como si fuera metafórica. El asunto en el modelo de la metáfora cognitiva de Lakoff es sólo saber si la gente lo usa, no explicar si lo hace bien en función de un contexto dado. Lo anterior nos conduce naturalmente al terreno de la pragmática,38 donde la investigación de las expresiones meEn Jäkel (1997:25), T. imp. s/a, s/t 008134_2-1, Principios cognitivistas, pp. 23-254. No se tuvo acceso directo a la obra referida. Una referencia se encuentra en http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/45702842103447217565679/008134_2. pdf o bien http://www.docstoc.com/docs/55399301/I-PARTE-PRIMERA-Fundamentosteoricos. Consultados en septiembre de 2011. 38 En términos generales, para la tesis pragmática la metáfora es una suerte de acto de habla indirecto, pues supone una ruptura entre lo que el hablante quiere decir (significado del enunciado) y el significado literal de la frase que emite; es decir, que el significado del hablante y el de la oración no convergen (Searle, 1993). Para este autor (1993:102), la metáfora posee dos características principales que son: a) Es restringida, en el sentido de que no todo lo que nos recuerde a otra cosa puede proporcionar una base para la metáfora. b) Es sistemática, porque el oyente comprende el enunciado metafórico en virtud de un sistema de principios 37

65


Culturales

tafóricas se realiza en función del contexto en el que son enunciadas, así como de principios comunicacionales de su utilización y las condiciones de su éxito, tal como lo hacen Grice, Davidson y Searle. Por motivos de espacio, esto será una tarea pendiente.39 compartidos con el receptor (Boquera, 2005:52-53). Partiendo del hecho de que hablante y oyente comparten un conocimiento lingüístico y factual, el cual les capacita para comunicar enunciados literales, serán necesarios unos principios que también les permitan formar y entender enunciados del tipo ‘S es P’, en los que el hablante en realidad quiere decir ‘S es R’: en este caso, enunciados metafóricos. Estos principios son: 1. Hay medios por los que un oyente puede reconocer que el enunciado no es literal. El más común es reconocer que el enunciado es defectuoso si se toma literalmente. 2. Tiene que haber un conjunto de principios compartidos por los que se asocia el término P con unos valores posibles de R. 3. Tiene que haber unas estrategias compartidas que permiten a hablante y oyente restringir los valores posibles de R al valor real de R, partiendo de su conocimiento de S. El principio básico es que sólo aquellos valores posibles de R que determinan posibles propiedades de S pueden ser valores reales de R. Estas tres estrategias se denominan, respectivamente, de reconocimiento, de cálculo y de restricción. La primera no limita el terreno de la anomalía a lo semántico y da cabida a que se violen las máximas de cantidad y relación (esto es, ser informativo y relevante en la comunicación); la segunda toma en cuenta todas las propiedades que nuestro conocimiento del mundo relaciona con una determinada entidad, y la última acota e identifica el factor concreto que sirve como fundamento de la metáfora (Boquera, 2005). 39 Ella podría desarrollarse tomando en cuenta el trabajo de Grice (1975, 1978), donde las metáforas parecen transgredir la máxima de la calidad (que tu contribución sea verdadera), la de la cantidad (que tu contribución a la conversación sea lo más informativa posible), la del modo (evita la oscuridad y la ambigüedad) y la de la relación (sé relevante), porque alguien que utiliza metáforas podría parecer que miente, habla de forma oscura, habla de algo que no tiene que ver con el tema que se trata y sólo transmite una información vaga. Si todas las máximas se transgreden sin que se produzca extrañeza por parte del receptor, entonces nos encontramos ante una implicatura; es decir, el hablante quiere decir algo diferente a lo que realmente está diciendo, y esto es lo que parece suceder en el empleo de una metáfora. Lo que dice la metáfora es literalmente falso pero metafóricamente verdadero. Cuando un hablante la emplea es porque ve la realidad de esa forma y la expresa así, de la forma que mejor puede. El oyente, siguiendo el principio de cooperación, debe interpretar el sentido figurado del enunciado, utilizando el conocimiento del mundo que emisor y receptor comparten.

66


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

III. Cambiando de enfoque Volviendo al primer impasse, una pregunta se hace ineludible: ¿Es factible comprender el proceso de construcción del sentido desatado por una manifestación metafórica, verbal o audiovisual, sin de entrada recurrir a hipotéticos esquemas fijos, generativos y enraizados –como las metáforas cognitivas–, ni a su sistematización, ahora ya sospechada de arbitraria? Consideramos que sí, a condición de soslayar por el momento la cuestión de la corporeidad del pensamiento, para centrarnos en fenómenos que acontecen en un nivel cognitivo más abstracto. Al respecto, la solicitud de Iglesias nos parece interesante: La teoría de la mente corpórea privilegia el carácter corpóreo del pensamiento frente al carácter abstracto, al menos en su dimensión explicativa … es una teoría que trae los conceptos a nuestras experiencias sensoriomotoras y sitúa en éstas el fenómeno de la comprensión. Cabe preguntarse cuál es el factor que hace que construyamos conceptos abstractos sobre esta base corpórea, falta decir algo sobre cómo nuestros conceptos escapan, van más allá de nuestras experiencias, aunque acaben expresándose en términos de éstas (Iglesias, 2006:133-134).

Y analizar ese “factor” precisa ir –consideramos– “más allá” de lo estructural, operando para ello un cambio de enfoque. Dejaremos hasta aquí a Lakoff et al. para abordar los postulados de Faucconier y Turner, quienes desde el ámbito de la referencialidad del lenguaje –pero asumiendo todavía una postura conexionista– ofrecen una teoría de la construcción semántica sumo interesante para analizar fenómenos metafóricos. La distancia entre uno y otro enfoques es que mientras el primero analiza el ámbito de la estructura de la cognición, buscando los esquemas pre o conceptuales encarnados que la articulan y derivan de la experiencia corporal y social, el segundo prefiere atacar fron67


Culturales

tal e inicialmente la problemática de la referencia,40 indagando los factores o principios que rigen la interacción entre las expresiones del lenguaje (verbal y/o audiovisual) y el pensamiento. Ambos ángulos son, no obstante, complementarios: el segundo busca las dinámicas que son posibles en y gracias a la estructura que rastrea el primero. Por ello, a pesar del cambio de enfoque nos mantenemos al interior de un mismo paradigma: ambos examinan diferentes niveles del mismo fenómeno (cf. la construcción del sentido) y desde un horizonte teórico-epistemológico compartido. Sus fundamentos son pues afines, como también lo son las influencias que reciben de las neurociencias, la cibernética y la psicología cognitiva.41 La alternativa referida para abordar procesos de construcción del sentido se cifra en dos teorías principales: la de los Espacios Mentales y la de la Integración Conceptual, propuestas por Gilles Fauconnier, Mark Turner et al. Se emprende con ellas la articulación de una cierta gramática cognitiva cuyos principios apuntan a describir cómo los índices de las expresiones verbales, metafóricas u otras, orientan la proyección de estructuras semánticas entre entidades mentales, subdeterminando con ello la construcción de conceptos, significados y comprensiones del mundo.42 Avancemos, pues, a la parte final de nuestro documento, donde con modelizaciones y ejemplos gramaticales desplegaremos algunos útiles que podrán en un futuro ser implementados para el examen de las metáforas visuales. Al interior de la semántica cognitiva la organización referencial se indica por espacios mentales, mientras que la conceptual se indica por modelos cognitivos (Lakoff, 1987) que estructuran tales espacios mentales. 41 Lakoff y Jonhson (1999) describen la Teoría Integrada de la Metáfora Primaria, que integra la Teoría de la Metáfora Conceptual de Lakoff y Johnson, la Teoría de la Combinación de Christopher Johnson, la Teoría de las Metáforas Primarias de Grady, la teoría Neuronal de Narayanan y la Teoría de la Integración Conceptual de Faucconier y Turner (Ortiz, 2009:96). 42 Para decirlo con Muñoz, el modelo de Lakoff y Johnson intenta sobre todo explicar “los procesos de conceptualización y categorización y de demostrar cómo se realiza la creación del significado, pero efectivamente omite cómo desde estos modelos cognitivos podemos llegar a la realidad, y sobre todo cómo podemos confiar en ella” (Muñoz, Semántica cognitiva. Modelos cognitivos y espacios mentales, 2006:19). 40

68


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Herramienta De manera general, la óptica de Faucconier et al. considera que el lenguaje en acto, el discurso y por ende las expresiones metafóricas no tienen un significado en sí mismas.43 Los índices gramaticales que los constituyen (cf. artículos, sustantivos, modos y tiempos verbales, conjuntos adverbiales) son más bien interpretados como una secuencialidad de instrucciones cognitivas, parciales e indeterminadas que de varias maneras guían las operaciones del pensamiento en su construcción semántica. Aquí el sentido es visto como el resultado de la proyección de estructuras semánticas entre ciertas entidades cognitivas, conocidas como espacios mentales:44 paquetes conceptuales relativamente pequeños y modificables que paulatinamente se 43 Fauconnier et al. sostienen una concepción dinámica del sentido. Esto presupone que las expresiones y signos no tienen un significado en sí mismos: “A language expresion E does not have a meaning in itself, rather, it has a potencial meaning, and it is only within a complete discourse and in context that meaning will actually be produced” (Fauconnier, 1997:37). 44 De manera simplificada, los espacios mentales son pequeñas unidades semánticas que dependen de los modelos cognitivos idealizados (MCI). Según Coulson, estas unidades mínimas de la construcción cognitiva contienen “una representación parcial de elementos y de relaciones propias a un escenario preciso construido por el locutor. Los espacios están estructurados por elementos que representan a cada una de las entidades del discurso y de frames, bastante simples, que representan las relaciones existentes entre los elementos discursivos. Los frames definen parejas de valores relacionales estructurados jerárquicamente, que puede ya sea ser integrados a la información perceptiva, ya sea convocar conocimientos genéricos que conciernen a las personas o los objetos del discurso” (Coulson, 2000:1). Destaquemos que todo espacio mental depende de un dominio conceptual y constituye una construcción a corto plazo informada por estructuras del conocimiento más generales y más estables, asociadas a un dominio conceptual particular (Grady, Oakley y Coulson (1999:2). Por su parte, Fauconnier y Turner (1998) defienden que los dominios conceptuales de Lakoff y Johnson (dominio de origen y destino) son efectivos en un gran número de metáforas, pero que en realidad son parte de un modelo general de proyecciones conceptuales. A este modelo lo denominan “espacios múltiples” y explica fenómenos de la imaginación humana a los que difícilmente se les puede aplicar la estructura de las metáforas conceptuales.

69


Culturales

despliegan (cf. introducen)45 en el panorama mental de los participantes cuando éstos piensan y hablan, es decir, en la medida en que van ejecutando las instrucciones cognitivas que les son proporcionadas por el discurso. Ligados a los dominios cognitivos y a los modelos cognitivos idealizados que estructuran la cognición, los espacios mentales contienen elementos: personas, cosas, entidades que los “habitan”, y que están relacionados entre ellos mediante estructuras46 semánticas conocidas con el nombre de frames (similares a los propuestos por Fillmore).47 En lo sucesivo, ilustraremos tales entidades con el diagrama: El lector interesado en la naturaleza de los introductores espaciales de orden gramatical podrá remitirse a Faucconier (1984). En esta obra se describen con ejemplos los elementos de las frases (cf. artículos, sustantivos, modos, tiempos verbales) y las funciones cognitivas que como instrucción cada uno de éstos desempeña. 46 Estas estructuras relacionales son esencialmente diferentes a las estructuras postuladas años antes por la perspectiva estructuralista, que veía “relaciones oposicionales a nivel de los elementos textuales”. Por el contrario, los frames cognitivos no pertenecen a las relaciones entre los elementos de un texto, sino a las relaciones entre las entidades que los índices textuales introducen en el panorama cognitivo. Estos frames corresponden, por lo tanto, a los conocimientos de trasfondo y a los modelos cognitivos idealizados que los participantes han guardado en su mente en función de sus experiencias de vida. La diferencia entre las estructuras del estructuralismo y las estructuras cognitivas atestigua el desplazamiento de una óptica lingüístico-formal hacia una cognitiva. 47 Los frames atribuyen a los elementos relaciones jerárquicas funcionales, designan propiedades, identidades, valores y roles a cada elemento, y permiten identificar su posición en una red de diferenciaciones. Los frames dependen de dos factores: 1) de los dominios conceptuales y los modelos cognitivos idealizados (MCI), sobre los cuales se apoyan los espacios mentales, y que más largamente designan el cúmulo de conocimientos, la enciclopedia individual o los backgrounds cognitivos que cada sujeto tiene acerca de un espacio dado, y 2) del contexto local, relativo a la situación de enunciación (Fauconnier y Turner, 1998:22). De esta forma, por ejemplo, el espacio mental “futbol” contiene los elementos jugadores, árbitro, balón, cancha, fanáticos, porras, directores técnicos, así como también un frame que otorga forma a dicho espacio y que en este caso contiene los objetivos del juego, las reglas, los escenarios relativos a un partido de futbol en el estadio, la situación actual o pasada de las ligas de dicho deporte, y el cúmulo de conocimientos que un sujeto dado pueda tener respecto de todo esto. 45

70


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

f, d, m = Elementos = Estructura semántica o frame

d

f m

Traduzcamos a un ejemplo lingüístico lo anterior. Si en un discurso escuchamos la frase e instrucción cognitiva: (a) “En la copa mundial 2010…”, será introducido en nuestro panorama mental el espacio mental relativo a la competencia futbolística de tal año, a los equipos, jugadores, árbitros, asociaciones, pero también a otros frames semánticos relativos a las reglas del juego o a la comercialización de tal deporte, por ejemplo. En sí, la extensión de los frames dependerá de cada participante, de los conocimientos, emociones, sensaciones que tenga respecto de tal evento. Obviamente, si un participante no posee muchos conocimientos en torno a éste, la configuración cognitiva que en su panorama mental se estará construyendo será muy raquítica, y no permitirá la misma articulación del sentido que construyen los participantes no advenedizos. Regresemos a lo teórico. Las instrucciones gramaticales del discurso no sólo orientan la introducción de los espacios, sus elementos o sus frames, sino que también subdeterminan la conexión de tales entidades a otras similares introducidas previa o posteriormente por el discurso.48 En efecto, lejos de permanecer aislados, los espacios mentales se van ligando unos a otros mediante conectores en ocasiones 48 Para esta teoría de la construcción del sentido discursivo, el nivel lingüístico subdetermina el funcionamiento del nivel cognitivo, de ahí que uno de los objetivos principales sea identificar cómo cada uno de los índices discursivos (los elementos gramaticales de la frases) participan en la constitución de las redes o configuraciones de espacios mentales. Ahora bien, el nivel cognitivo al que tanto Lakoff como Fauconnier refieren no es una forma subyacente, ni una representación del lenguaje o del significado del lenguaje; tampoco está asociado (biyectivamente) con ningún conjunto particular de expresiones del lenguaje. Sin embargo, relaciona el lenguaje con el mundo real (referencialidad), pues, aunque no es veritativo-funcional, aporta diversas inferencias del mundo real y modelos de acción en él.

71


Culturales

habilitados por índices discursivos, o bien a través de conectores pragmáticos relativos a una situación de enunciación:49

M

G

Conexiones interespaciales M : Espacio fuente o detonador G : Espacio blanco u objetivo

Las conexiones pueden darse entre los elementos respectivos de cada espacio o bien entre sus frames. Cabe, además, señalar que tales conexiones entre espacios dibujan en el panorama mental de los participantes un entramado de configuraciones geométricas que pueden desarrollarse de lo simple a lo complejo y cuyo funcionamiento es modelizable –como iremos viendo– mediante diagramas. Ahora bien, las conexiones habilitadas en una configuración permiten hablar o describir un elemento a del espacio M, para hacer en realidad la referencia al elemento h del espacio G; ello es un primer fenómeno –acaso simple– del sentido inferencial. La figuratividad del lenguaje es producto de este proceso cognitivo, pues un elemento introducido por una frase (y que pertenece a un cierto espacio mental) nos permite, de hecho, entender y hablar acerca de otro elemento perteneciente al espacio contraparte (y que no siempre es introducido discursivamente). En un segundo momento, las conexiones operantes en la configuración autorizan también –y sobre todo– la proyección de los frames semánticos del espacio “detonador” (o la fuente, el espacio M en el diagrama) hacia los contrapartes con los que está conectado (cf. los “blancos” u “objetivos”, el espacio g), y viceversa: 49 Es común, por ejemplo, que entre los trabajadores de los restaurantes exista una conexión pragmática que vincula el plato solicitado al comensal que lo ordenó. Se trata de una conexión que opera localmente en función de la situación o contexto comunicativo.

72


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

M

G

Conexiones interespaciales M: Espacio fuente o detonador G: Espacio blanco u objetivo Proyección de frame de la “fuente” al “blanco”

Conocido con el nombre de mapping o correspondencia, este proceso mental permite la comprensión del espacio blanco u objetivo (cf. target), bajo los términos del frame que estructura al espacio detonador o fuente (cf. source, Fauconnier, 1997:149). Este proceso constituye, en principio, el funcionamiento cognitivo de las expresiones metáforicas: las instrucciones discursivas nos orientan a realizar la proyección desde el detonador hacia el blanco. De manera más general, la construcción de sentido que se produce mediante un mapping cognitivo (como el que opera en la metáfora, pero también en otras construcciones discursivas),50 depende de la capacidad de los participantes para: a) detectar la conexión interespacial operante, b) inducir las estructuras semánticas compartidas entre los dos espacios en cuestión, c) proyectarlas de un espacio a otro y d) utilizar dichas estructuras en la comprensión de una situación en términos de otra. Ejemplifiquemos. Sea la expresión metafórica: (b) El cielo lloró inconsolable la muerte del sol, un enunciado figurativo que refiere a una lluvia torrencial después del atardecer. En nuestro ejemplo y a primera vista, se trata de una simple proyección entre el espacio mental E, relativo a las “emociones 50 Dicha función se emplea en la construcción de sentido no únicamente de las expresiones metafóricas, sino también en la de otros fenómenos, como las situaciones hipotéticas (cf. counterfactuals), la analogía, la inferencia y los números complejos.

73


Culturales

humanas y sus manifestaciones físicas”, y el espacio C, relativo a “los astros y el clima”. La interpretación sería que la estructura de E se proyecta sobre C para la producción del sentido:

E

C

Conexiones interespaciales E: Espacio fuente o detonador : “emociones humanas y sus manifestaciones físicas” C: Espacio blanco u objetivo: “los astros y el clima” Proyección de frame de la “fuente” al “blanco”

Hasta aquí la propuesta resulta –mutatis mutandis– muy parecida a la teoría de G. Lakoff y M. Johnson,51 quienes se enfocan, –recordemos– en el ámbito estructural de la cognición. No obstante, el mapping que establece nuestro enunciado comporta importantes incongruencias entre el frame del dominio de origen, E, y el de destino, C. En la estructura semántica del espacio E, por ejemplo, el fallecimiento de un ser querido puede en efecto producir el llanto de los allegados, pero en la del espacio C el cielo y el sol no experimentan emociones, el sol no está en guerra, no hay relación causal entre el ocultamiento del sol y las precipitaciones pluviales (falla la estructura intencional), el cielo no puede ser propiamente consolado. Abreviando, las estructuras semánticas de ambos espacios (indicadas en el diagrama mediante los triángulos) no coinciden, sus relaciones son de naturaleza divergente. Ante tales divergencias de frames, la expresión metafórica en cuestión debería tener poco éxito comunicativo y sin embargo, coincidiremos, es enteramente plausible. La óptica de Lakoff resulta en consecuencia limitada para explicar el sentido metafórico de (b), pues ni la estructura experiencial, ni el trasfondo o las inferencias del espacio detonador (en nuestro ejemplo, E), son Véase Lakoff, 1993; Ortony (ed.), ; Lakoff y Johnson, 1999, y la obra inicial al respecto: Lakoff y Johnson, 1985. 51

74


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

suficientes para la comprensión del espacio blanco (en nuestro ejemplo, C), pues las incongruencias de estructuras semánticas prevalecen, y ello volvería “ilógica” a la frase. En este sentido, podemos ver que la metáfora no consiste únicamente en la proyección y sustitución de un frame por otro. Ante esta dificultad explicativa, la estrategia de Fauconnier et al. siguen otro camino, al contemplar al funcionamiento metafórico, no como la mera comprensión de un espacio mental a partir de la estructura semántica de su contraparte, sino sobre todo como un mecanismo que, mediante la integración conceptual, propicia la “emergencia” o creación de “estructuras semánticas nuevas”, y con ello la posibilidad de crear sentidos inéditos.52 Es en virtud de tal emergencia que la metáfora reviste una suerte de plusvalía semántica. Analicemos en qué consiste ésta. Para la teorización de Faucconnier et al., la operación cognitiva que genera estructuras semánticas nuevas y constituye, por ende, una de las principales del pensamiento imaginativo es la INTEGRACIÓN CONCEPTUAL, o blending, que en castellano significa combinar, mezclar. El funcionamiento y generación del sentido metafórico es posible gracias a ella (Fauconnier y Turner, 1996 y 1998). El blending reside en una serie de intercambios y transformaciones de estructuras semánticas al interior de una configuración conformada por cuatro espacios mentales: dos iniciales o de entrada (E1, E2) –a menudo introducidos por los índices discursivos–, un genérico (EG) y un integral o blend (EI). Cada una de estas entidades cognitivas desempeña una función específica en la configuración (Fauconnier, 1997; Fauconnier y Turner, 1998):53 “Indeed we find that bended spaces play a key role in metaphorical mappings. That is, in additions to the familiar Source and Target of metaphorical proyections, blends are constructed in which important cognitive work gets accomplished” (Fauconnier, 1997:168). 53 Dicha tipología asigna a los espacios una función y propiedades particulares ligadas a la estructura donde se integran. Los dos espacios de entrada o iniciales están ligados por una aplicación mapping o correspondencia, en virtud de la cual ciertos elementos seleccionados del espacio inicial 1 (detonador o fuente) 52

75


Culturales EG

E1

E2

EI EG= Espacio genérico E1= Espacio inicial 1 (detonador) E2= Espacio inicial 2 (blanco) EI= Espacio integral o blend Proyección parcial de estructuras iniciales hacia el blend f, g, f´, g´ = Elementos Retroproyección

corresponden o se conectan a ciertos elementos del espacio inicial 2 (blanco). Estos espacios iniciales son a menudo introducidos por los índices del discurso. Por su parte y jamás introducido por el discurso, el Espacio Genérico no posee ni elementos ni estructuras propias. Este espacio se articula con la estructura que es común a los dos espacios iniciales. De esta manera, su frame o esquema semántico permanece así bastante esquelético, abstracto, y su función es reflejar las “… estructuras comunes y a menudo abstractas de la organización que los iniciales comparten, definiendo por lo tanto las correspondencias que existen entre los inputs…” (Fauconnier, 1997:14). Finalmente, tenemos el Espacio Integral o Blend, que se articula con la proyección irregular y selectiva de algunos elementos de los entradas iniciales E1 y E2 y de sus frames, a menudo subdeterminadas por los índices gramaticales. El blend es también el lugar de producción de elementos y de frames conceptuales nuevos, gracias a procesos como la complementación y la elaboración. El espacio blend es visto por ello como una unidad cuyo frame puede ser y de hecho es constantemente manipulado, y que gracias a las conexiones establecidas y al fenómeno de la retroproyección proporciona un acceso constante a las estructuras iniciales, habilitando su capacidad para transformarlas. El espacio integral puede ser introducido por las frases del discurso. En la descripción de una situación metafórica (por ejemplo, los contrafactuales), el espacio introducido es de naturaleza integral. En este caso el principio de desempaquetaje permitirá a los participantes separar los elementos y los frames que ahí se encuentran integrados, pero que de hecho provienen de dos espacios iniciales que no han sido introducidos de manera explícita (Fauconnier, 1997; Fauconnier y Turner, 1998).

76


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Cuando una plataforma de integración conceptual ha sido habilitada, el frame de uno de los espacios “viaja” (cf. se proyecta, se hereda) hacia los demás, enriqueciéndose en su transcurso de estructuras que emergen gracias a procesos como la composición, la compleción o la elaboración.54 Dicha dinámica generativa sigue, no obstante, ciertos principios operatorios.55 54 La producción de dicha estructura emergente o inédita es posible gracias a tres operaciones principales: 1) La composición: es un proceso que implica la yuxtaposición de informaciones provenientes de diferentes espacios. Esta operación retoma la proyección de los inputs y desarrolla las relaciones nuevas que no existían en ellos. 2) La completación (o compleción) se produce cuando la activación de ciertos elementos de un dominio cognitivo o de un frame conlleva a la activación de otros elementos del mismo dominio, que sin embargo no fueron habilitados en un principio. Ello permite la reconstitución del frame y de todo el modelo cognitivo apelado. Este proceso se apoya en los modelos cognitivos culturales y en los conocimientos de los participantes. Este proceso permite que la estructura proyectada desde los inputs hacia el integral sea considerada como una parte de una estructura mucho más larga, la que es necesario completar. La estructura inicial será, así, alargada en función de los conocimientos de trasfondo cognitivo de los participantes. Esta nueva estructura es contemplada como algo natural, como una parte familiar de los frames culturalmente estabilizados. 3) Finalmente, encontramos la elaboración. Se trata de una forma de extensión de la compleción proveniente de una “simulación mental” (mental simulation) o de diversos tipos de interacciones físicas y sociales con el mundo, así como de la integración conceptual [que] las construye. En esta simulación, una nueva estructura es creada, en virtud del trabajo cognitivo de los participantes presidido por la “lógica del blend”. Utilizando esta base, los participantes “harán funcionar el blend”, lo “harán correr”. 55 Se trata de principios de optimalización. He aquí algunos los principales: Obligación de coherencia integrativa: la red de integración conceptual debe constituir una escena rigurosamente integrada que pueda ser manipulada como un todo coherente. Entrelazamientos: dicha coherencia debe preservar los entrelazamientos establecidos entre los espacios de entrada sin ningún esfuerzo de los participantes, y sin que ningún cálculo específico intervenga para tal fin. Obligación de desempaquetaje: el espacio integral debe permitir reconstituir los espacios de entrada, la aplicación o función conectora que los liga, el espacio genérico y la red de conexiones que liga a los espacios. Obligación de justificación conceptual: si un elemento aparece en la estructura emergente del espacio integral, éste deberá estar cargado de un capital conceptual que comprenda tanto la estructuración pertinente de los lazos que lo ligan con los otros espacios, como la estructura pertinente que adquiere en el desarrollo de la estructura emergente. Obligación de neutralización de incoherencias: esta obligación implica neutralizar las proyecciones y las

77


Culturales

Al filo de tales proyecciones, los frames emergentes terminan por transformar tanto los espacios mentales que juegan como blancos, como los mismos espacios detonadores de origen, en virtud del fenómeno de retroproyección. Para explicar bajo estos nuevos términos el sentido metafórico de nuestro ejemplo (b), tomaremos entonces en cuenta no sólo los dominios detonador y blanco, sino también la construcción del espacio integral, el blend: EG

E

C

EI

EG= Espacio genérico E= Espacio: “Emociones humanas y sus manifestaciones físicas” C= Espacio: “Los astros y el clima” EI= Espacio integral o blend Conexiones f,g,f´,g´ = Elementos

relaciones topológicas que ponen en entredicho la coherencia del espacio integral. Obligación de persistencia estructural: la manipulación de la red debe mantener intactas las estructuras más importantes de los entrelazamientos. Obligación de coherencia retroproyectiva: cuando el espacio integral desarrolla una estructura emergente, es preferible evitar las retroproyecciones hacia los iniciales si éstas perturban la coherencia de las entradas. Dichas obligaciones no son principios que el proceso de construcción de sentido no sepa derogar; al contrario, en varias situaciones estas obligaciones no son respetadas y ello puede o no afectar a la red. Cuando así sucede, decimos que el rendimiento cognitivo de la configuración es debilitado. Para información complementaria sobre estos principios, el lector podrá consultar Fauconnier, 1997, y Fauconnier y Turner, 1998.

78


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Las estructuras semánticas procedentes de E y C son proyectadas al blend y mezcladas para hacer emerger un nuevo frame integral. La proyección de las estructuras iniciales de E y C hacia el blend es selectiva: no todos los elementos ni estructuras de los iniciales serán retomados en el integral. El frame del blend que se construye con nuestra metáfora, retoma del espacio detonador E únicamente su estructura semántica relacional (relativa a las emociones humanas y sus manifestaciones fisiológicas, la relación entre la tristeza y el llanto, por ejemplo; en nuestro diagrama esto es representado con la estructura triangular), y del espacio blanco C, el blend retoma la estructura semántica relativa “clima y los astros”, seleccionando únicamente sus elementos (cf. sol, luna, cielo, estrella, en nuestro diagrama los elementos f, g y h) más no sus relaciones, por ejemplo, aquellas descritas por la astrofísica (en nuestro diagrama, la figura pentagonal). Al ser estos dos componentes integrados la estructura triangular del inicial E con los elementos f, g, h del inicial C, se genera en el espacio integral un nuevo frame: una estructura con vida propia, integrada, selectiva, sin esqueleto fijo ni unidades inamovibles. Por eso, más que producto de una simple proyección de un espacio inicial hacia el contraparte, la comprensión del sentido de una metáfora deriva de la integración selectiva de frames iniciales para la creación de un frame emergente. Puesto que posee una “lógica” propia, el frame emergente en el blend permite que las incongruencias existentes entre los frames de los iniciales se vuelvan irrelevantes, pues para la nueva “lógica”, ahora proyectada por toda la configuración, los astros no sólo pueden efectivamente experimentar emociones humanas (i.e., la tristeza), sino incluso estar relacionados entre ellos como “seres que se quieren”. Es en la nueva estructura del espacio integral (y no en el espacio inicial 1) donde “el cielo podría llorar la muerte del sol”, así como también, por ejemplo, “consolarse o alegrarse con la idea de su diario renacimiento”. 79


Culturales

Esta nueva inferencia: “el cielo se alegra” no es posible en ninguno de los espacios iniciales, sino que fue creada en el blend gracias a la estructura integrada, que emerge –recordemos– de la lógica de integración conceptual de los elementos provenientes de C (los astros) con el frame que define las relaciones de los elementos en E, sin retomar, no obstante, los elementos que entretienen tales relaciones entre sí (cf. los seres humanos). Diremos en este sentido que las relaciones (cf. el dolor ante un fallecimiento) son guiadas por el espacio E; pero pertenecen, de hecho, a la estructura emergente del espacio blend (una estructura poco realista, donde los astros experimentan sentimientos unos por otros), no contenida en los dos iniciales. Esta nueva estructura permite la transferencia de importantes rasgos semánticos al espacio C y la generación de nuevas inferencias. Un participante podría, por ejemplo, contestar la frase: (c) “ …pero el abrazo blanco de la luna menguó su dolor”. La formulación de esta nueva expresión metafórica es posible en la medida en que el interlocutor ha construido o localizado las correspondencias entre elementos o estructuras provenientes de los iniciales (cf. conexiones), ha dibujado “correctamente” la plataforma de integración conforme a las instrucciones gramaticales que recibe, y ahora la reutiliza para la construcción de nuevos sentidos que –no por casualidad– funcionan bajo la misma “lógica”. Perspectivas En el dominio de la semántica cognitiva, la metodología de Fauconnier et al. ha brindado frutos interesantes, con lo que ha contribuido a resolver problemas de sentido de las frases antes considerados de difícil solución. Sus análisis de expresiones verbales describen con bastante certeza las funciones cognitivas que desempeñan varios elementos gramaticales (cf. artículos, verbos, 80


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

modos, tiempos, sustantivos), entendidos como instrucciones que guían al pensamiento en sus procesos de construcción semántica. Con ello se ha contribuido a establecer algunas relaciones entre el lenguaje verbal y el pensamiento. Como hemos venido sugiriendo, el primado de universalidad de las operaciones y principios que este encuadramiento está aún demostrando autoriza postular desde ya que los principios cognitivos encontrados –mediante el análisis gramatical– son, no obstante, los mismos que operan cuando se trata de construcciones de sentido desatadas por manifestaciones metafóricas de orden audiovisual. El desafío que con lo anterior se proyecta consiste ahora en determinar las funciones cognitivas que cada uno de los elementos icónicos (figurativos o no) de una imagen o secuencia fílmica desempeña, y sobre esta base explicar el funcionamiento cognitivo de las metáforas visuales. La aplicación de esta herramienta al universo de la metáfora visual exigirá identificar cuáles son los espacios mentales que una imagen o secuencia dada introduce, cuáles los elementos y frames que caracterizan a cada uno de estos espacios, y cómo se da la proyección de estructuras semánticas al interior de una plataforma blend. De manera más general, será preciso determinar cómo se introducen en el panorama cognitivo los espacios mentales y los elementos mediante procedimientos audiovisuales; de qué manera se define el rol o el valor de tales elementos figurativos; cómo se instancian las conexiones interespaciales mediante los índices del soporte audiovisual, y saber si se controla o no la proyección de estructuras semánticas entre espacios mentales mediante procedimientos audiovisuales, entre otras cuestiones. Varias son, pues, las interrogantes pendientes, y la aplicación práctica a lo visual arrojará aún más. Los principios teóricometodológicos han sido, no obstante, expuestos. Impacientes, aguardan las aplicaciones prácticas que permitan evaluar sus 81


Culturales

ventajas o desventajas en el universo de lo visual. Ello, motivo sin duda será de otros desarrollos.56 Referencias principales Aristóteles, El arte poética, trad. de José Goya y Muniain, Espasa-Calpe, Madrid, 1964. Barcelona, A., Metonymy and Metaphor at the crossroads. A Cognitive Perspective, Berlín y Nueva York, Mouton de Gruyter, 2000. Boquera Matarredona, María, Las metáforas en textos de ingeniería civil: estudio contrastivo español-inglés, tesis doctoral, Servei de Publicacions, Universidad de Valencia, Departamento de Teoría de los Lenguajes, 2005. Coulson, S., “What’s So Funny? Conceptual Integration and Humorous Examples”, en V. Herman (ed.), The Poetics of Cognition: Studies of Cognitive Linguistics and the Verbal Arts, Cambridge University Press, Cambridge, 2000. Cuenca, María Josep, y Joseph Hilferty, Introducción a la lingüística cognitiva, Ariel, Barcelona, 1999. Fauconnier, G., Espaces Mentaux, Aspects de la construction du sens des langues naturelles, Minuit, París, 1984. –––, Mappings in Thought and Language, Cambridge University Press, Cambridge, 1997. –––, y M. Turner, “Blending as a Central Process of Grammar”, en Adele Goldberg (ed.), Conceptual Structure, Discourse and Language, Cambridge University Press, Stanford, 1996. El lector interesado podrá encontrar ejercicios de aplicaciones prácticas de esta metodología al universo visual en nuestros artículos: “El spot: radiografías cognitivas de la persuasión audiovisual” (Escritos, núm. 35, Centro de Estudios Lingüísticos, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2010) y “Cruzadas audiovisuales. Metodología heurística para un análisis semántico cognitivo del spot electoral” (Comunicación y Sociedad, núm. 12, UdeG, 2009). En torno al tema específico de la metáfora visual, el artículo intitulado “Audiovisual, metáfora y poder: ópticas cognitivas II” ha sido propuesto a la revista Culturales, de la UABC, en diciembre de 2011. 56

82


Enfocando la metáfora visual: ópticas cognitivas I

Fauconnier, G., y M. Turner, “Conceptual Integration Networks”, Cognitive Science, 22 (2), pp. 133-187, 1998. Grady, Joseph, Todd Oakley y Seana Coulson, “Blending and Metaphor”, en G. Steen y R. Gibbs, Metaphor in Cognitive Linguistics, Ámsterdam/Filadelfia, John Benjamins, 1999. Iglesias Martínez, Lino, “La ciencia cognitiva. Introducción y claves para su debate filosófico”, investigación dirigida por Jaime Nubiola, Universidad de Navarra, España, 2006, 179 pp. Disponible en http://www.scribd.com/doc/19250346/ La-Ciencia-Cognitiva-Introduccion-y-claves-para-su-debatefilosofico-Lino-Iglesias-Martinez. Johnson, Mark, The Body in the Mind: The Bodily Basis of Meaning, Imagination, and Reason, University of Chicago Press, Chicago, 1987, 233 pp. Lakoff, G., Women, Fire and Dangerous Things. What Categories Reveal about Mind, University of Chicago Press, Chicago, 1987. –––, “The Contemporary Theory of Metaphor”, en A. Ortony (ed.), Metaphor and Thought, Cambridge University Press, 1993. –––, y M. Johnson, Les métaphores dans la vie quotidienne, Minuit, París, 1985. Edición original en inglés: Metaphors We Live by, 1980. –––, Philosophy in the Flesh. The Embodied Mind and Its Challenge to Western Thought, Basic Books, Nueva York, 1999. McQuarrie, Edward, Barbara Phillips et al., Go Figure, New Directions in Advertising Rhetoric, M. E. Sharpe, Nueva York, 2008. Muñoz Gutiérrez, Carlos, “Semántica cognitiva: modelos cognitivos y espacios mentales”, A Parte Rei. Revista de Filosofía, núm. 43, pp. 1-28, enero de 2006. Disponible en http://serbal. pntic.mec.es/~cmunoz11/carlos43.pdf. –––, “Hacia una teoría cognitiva del significado”, 2006b, pp. 1-12. Disponible en http://www.ucm.es/info/pslogica/inconsistencia.pdf. Nubiola, Jaime, “El valor cognitivo de las metáforas”, en P. PérezIlzarbe y R. Lázaro (eds.), Verdad, bien y belleza. Cuando 83


Culturales

los filósofos hablan de los valores, Cuadernos del Anuario Filosófico, núm. 103, pp. 73-85, Universidad de Navarra, Pamplona, 2000. Disponible en http://www.unav.es/users/ ValorCognitivoMetaforas.html. Ortiz Díaz Guerra, María de Jesús, “La metáfora visual incorporada: aplicación de la teoría integrada de la metáfora primaria a un corpus audiovisual”, tesis doctoral, Departamento de Comunicación y Psicología Social, Universidad de Alicante, España, 2009, pp. 1-404. Parente, Diego, “Literalidad, metáfora y cognición. Observaciones críticas sobre la perspectiva experiencialista de G. Lakoff y M. Johnson”, A Parte Rei. Revista de Filosofía, núm. 11, pp. 1-9, Grupo RATIO/Universidad del Mar de Argentina, 2000. ���� Disponible en http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/dimeta2.pdf. Ruiz de Mendoza Ibáñez, Francisco José, “Lingüística cognitiva: semántica, pragmática y construcciones”, Clac, núm. 8, Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunidad, Universidad de la Rioja, 8 de noviembre de 2001. Disponible en http://www. ucm.es/info/circulo/no8/ruiz.htm. Turner, Mark, “Design for a Theory of Meaning”, en W. Overton y D. Palermo (eds.), The Nature and Ontogenesis of Meaning, pp. 91-107, Lawrence Erlbaum Associates, 1994, Hillsdale (New Jersey). Consultado en http://markturner.org/design. html. Fecha de recepción: 13 de septiembre de 2011 Fecha de aceptación: 21 de diciembre de 2011

84


El montaje de la transición argentina Un análisis de los films La República perdida, La República perdida II y Evita, quien quiera oír que oiga Paola Judith Margulis

Universidad de Buenos Aires

Resumen. El presente artículo se propone reconstruir una zona de la historia del documental argentino a partir del abordaje de tres films que tuvieron un alto impacto en Argentina hacia la transición democrática: La República perdida (Miguel Pérez, 1983), su secuela La República perdida II (Miguel Pérez, 1986) y Evita, quien quiera oír que oiga (Eduardo Mignogna, 1984). Dada la importancia de estos films –tanto en términos políticos como de impacto en el público–, intentaremos situarlos en contexto y analizar algunos aspectos inherentes a su lógica fílmica. Palabras clave: 1. documental, 2. dictadura, 3. transición democrática.

Abstract. This article is aimed at reconstructing part of the history of Argentine documentary filmmaking by addressing three films which had a high impact in Argentina towards the transition to democracy: La República perdida (Miguel Pérez, 1983), its sequel La República perdida II (Miguel Pérez, 1986), and Evita, quien quiera oír que oiga (Eduardo Mignogna, 1984). Given the importance of the mentioned films –not only as far as politics is concerned, but also in terms of impact in the audience–, we will try to put them in context and analyze some aspects of their narrative logic. Keywords: 1. documentary, 2. dictatorship, 3. transition to democracy.

culturales

VOL. VIII, NÚM. 16, JULIO-DICIEMBRE DE 2012 ISSN 1870-1191

85


Culturales

Introducción El documental institucional de la transición democrática El documental argentino ha guardado históricamente una estrecha relación con la dimensión político-social. Durante las últimas tres décadas, el cine de lo real se ha manifestado particularmente sensible a los traumas ocasionados por la última dictadura militar (1976-1983). Tal como explica Ana Amado: “El documental fue el formato utilizado de modo creciente durante la década del noventa para examinar acontecimientos del pasado histórico y del presente social, hasta transformarse en uno de los principales géneros cinematográficos en la producción fílmica argentina desde el inicio de este siglo” (2009:24). Si bien la historia de Argentina correspondiente al siglo veinte estuvo atravesada recurrentemente por gobiernos militares, el tramo que va de 1976 a 1983 coincide con la dictadura más violenta que jamás haya tenido lugar en el país. Bajo el gobierno de una Junta Militar integrada por las tres armas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) se instaló un régimen dictatorial que violó sistemáticamente los derechos humanos. Se trató de una operación integral de represión, cuidadosamente planeada por la conducción de las tres armas, la cual presuponía el secuestro, tortura, reclusión en centros clandestinos de detención, desaparición y muerte de alrededor de 30 mil personas. El terror, la censura y la violencia se volvieron moneda corriente, apoyados en la complicidad de los medios de comunicación y parte importante de la sociedad civil. Luego del fracaso en la aventura bélica de las Malvinas en 19821 –recurso nacionalista que habría sido La Guerra de las Malvinas fue un conflicto armado entre Argentina y el Reino Unido que tuvo lugar entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Concluyó con la derrota de Argentina y la reconquista de las islas por los ingleses. Desde el punto de vista político, la derrota en el conflicto precipitó en Argentina la caída de la Junta Militar. En el Reino Unido, la victoria en el enfrentamiento ayudó a que el gobierno conservador de Margaret Thatcher lograra la re-elección en las elecciones de 1983. Tal como apunta Marcos Novaro, como consecuencia de la guerra murieron alrededor de 700 argentinos y 300 británicos (Novaro, 2010a:188). 1

86


El montaje de la transición argentina

promovido por los militares para contrarrestar una larga serie de frustraciones con sucesivos proyectos de expansión económica, política y militar (Novaro, 2010a:186) y poner en segundo plano los reclamos por la desaparición forzada de personas sostenidos por las organizaciones de derechos humanos–, el régimen militar comenzó a evidenciar claros signos de desgaste. El debilitamiento de la censura permitió ese mismo año el inicio de la preproducción de algunos documentales que volverían a intervenir en la arena pública argentina, luego de la total suspensión de la actividad documental durante los tiempos de dictadura (Sel, 2005:31). El documental posdictadura presentó características distintivas, que lo diferenciaron del cine de intervención política propio de fines de las décadas del sesenta y setenta.2 Igualmente subordinado a la coyuntura política –pero lejos ya de la condición de urgencia y clandestinidad que signó las décadas anteriores–, el documental presentó una perspectiva crítica proponiendo la reflexión y la revisión del pasado reciente antes que la acción. Pese a tratarse de un espacio de producción marginal dentro del cuadro general de la producción cinematográfica –el cual sostuvo apenas una media de dos estrenos documentales anuales entre 1983 y 1995–,3 el documental argentino posdictadura funcionó 2 En el marco general de los movimientos estudiantiles y de liberalización, el cine adquirió una gran visibilidad política. En lo que concierne específicamente a la Argentina, hacia fines de la década del sesenta surgieron distintos grupos de producción cinematográfica colectiva vinculados a la política, los cuales alentaron la concientización, participación y lucha mediante la exhibición clandestina de films. La noción de ‘cine acto’ sintetizó las expectativas del Grupo Cine Liberación (Fernando “Pino” Solanas, Octavio Getino y Gerardo Vallejo). Con las proyecciones clandestinas de films como La hora de los hornos (Fernando Solanas y Octavio Getino, 1968, Argentina) el grupo intentaba incitar al espectador a convertirse en un agente activo en la lucha peronista antiimperialista. Desde otra perspectiva, el grupo Cine de la Base (Raymundo Gleyzer, Nerio Barberis, Álvaro Melián y Jorge Denti), brazo cinematográfico del Partido Revolucionario de los Trabajadores–Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), intentaba movilizar a las bases a partir de la proyección clandestina de films como Los traidores (Raymundo Gleyzer, 1973, Argentina). 3 El bajo grado de institucionalización del espacio de producción documental argentino hace que no existan cifras oficiales sobre el número de documentales

87


Culturales

como un importante generador de imágenes de la transición democrática. Estos films lograron un gran impacto social y se volvieron objeto de discusión y debate. Tal como explica el teórico Paulo Antonio Paranaguá, en Argentina el éxito del film de montaje coincide con la transición democrática (Paranaguá, 2003). En dicho contexto, películas organizadas mayormente con base en metraje de archivo –tanto de orientación radical como peronista– lograron, en algunas ocasiones, una monumental afluencia de público. En un breve arco de años se estrenaron variados documentales políticos, como La República perdida (Miguel Pérez, 1983), Evita, quien quiera oír que oiga (Eduardo Mignogna, 1984), La República perdida II (Miguel Pérez, 1986), El misterio Eva Perón (Tulio Demicheli, 1987), y más tarde, Permiso para pensar (Eduardo Meilij, 1986-1988) y DNI (caminar desde la memoria) (Luis Brunati, 1989). Se trata de un grupo heterogéneo de films tanto en lo que refiere a temáticas, perspectivas de abordaje, modalidad de producción, como a su orientación política. Pero más allá de las diferencias, en líneas generales, se trata de films en los que se vuelve manifiesta la voluntad de develar tramos o versiones de la historia que no se corresponden con la “verdad oficial” que había sido sostenida hasta ese momento. Formalmente, se destaca en estos films institucionales un modo de producción hegemónico que plantea una narración regulada, la cual intentará revisar en forma moderada los acontecimientos históricos. En estos casos, la innovación formal tenderá a ser resignada en pos de fomentar un ideal de consenso apoyado en un punto de vista tolerante de enunciador (Lusnich y Kriger, 1994). Según describen Ana Laura Lusnich y Clara Kriger refiriéndose a la producción cinematográfica del decenio 1983-1993, “Las películas hacen hincapié en la neceargentinos producidos durante el periodo analizado, razón por la cual nos basamos en un listado organizado por Josefina Sartora (publicado como anexo en el libro de Josefina Sartora y Silvina Rival –eds.–, Imágenes de lo real. La representación de lo político en el documental argentino, Buenos Aires, Libraria, pp. 189-207). Con base en dichos datos, podemos advertir que entre 1976 y 1982 se estrenaron ocho documentales que abordan temáticas relativas a ecología, música y cultura general.

88


El montaje de la transición argentina

sidad de reconocer las bondades y miserias de los movimientos populares de la historia” (1994:96). Postulado desde la perspectiva de la historia de la cultura, el presente trabajo se concentrará en el abordaje de las características generales de los films de compilación realizados durante la transición democrática, focalizando, puntualmente, en el análisis de aquellos que dan inicio a esta serie de estrenos documentales políticos: La República perdida I junto a su secuela La República perdida II, y Evita, quien quiera oír que oiga. Se trata de tres films –dos de ellos realizados aún en tiempos de dictadura– que impactaron en los debates políticos de la transición y que fueron alentados y/o financiados por integrantes de las dos principales fuerzas políticas hacia 1983: la Unión Cívica Radical (UCR)4 y el Partido Justicialista (PJ).5 Estas películas operaron como bisagra, en la medida en que resultaron un órgano de debate y reflexión en torno de un proceso en el que intervinieron activamente: la reconstrucción del espacio público argentino y la re-instauración de la vida partidaria. En función de lo recién expuesto, el abordaje propuesto para este trabajo intentará situar dichos films en contexto, buscando reponer algunas de sus características principales, y analizar –recurriendo a herramientas provenientes del análisis del discurso– su lógica fílmica. En la medida en que los documentales aludidos no han sido analizados en profundidad por otros estudios académicos, resultará necesario reconstruir algunos aspectos inherentes a sus condiciones de emergencia y circulación. Dicha reconstrucción presupondrá el trabajo sobre 4 La Unión Cívica Radical (UCR) es un partido político de Argentina fundado el 26 de junio de 1891 por Leandro N. Alem. Gobernó en nueve ocasiones la república en oportunidad de las presidencias de Hipólito Yrigoyen (en dos ocasiones), Marcelo T. de Alvear, Arturo Illia, Arturo Frondizi, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. 5 El Partido Justicialista (PJ) es un partido político argentino, continuador del Partido Peronista, fundado por el general Juan Domingo Perón en 1947. Tuvo como principal estandarte en sus orígenes la defensa de los trabajadores, quedando desde entonces asociado a la clase obrera y los sindicatos. Junto a la Unión Cívica Radical constituye uno de los dos partidos políticos más importantes que hubo en el país hasta finales del siglo veinte.

89


Culturales

diferentes fuentes –cruce de entrevistas, revisión hemerográfica, rastreo y análisis de distintos documentos (como comunicados de prensa, guiones, notas de rodaje, etcétera)–. Entendemos que el análisis de estos films abre una entrada privilegiada para abordar algunos aspectos de la reconfiguración del espacio público argentino en su momento de reorganización. Por otra parte, a partir de la transición democrática, ciertos rasgos propios de lo documental cobraron gran relevancia, potenciados por la coyuntura política. Tal como indica Ricardo Manetti, el documentalismo es una de las características de los films realizados durante el decenio 1983-1993 (1994:257). Según el entender de David William Foster, los films argentinos posteriores a 1983 resultan históricos en cualquier sentido del adjetivo, y “documentales, ya sea en sentido literal o en el sentido de la recreación documental de acontecimientos correspondientes a una época anterior, representando una importante modalidad de la cinematografía contemporánea” (Foster, 1992:12 –original en inglés, traducción propia–). En un contexto signado por el documentalismo, dos de las principales herramientas probatorias del documental –el trabajo sobre materiales de archivo y los testimonios– adquirieron un gran peso social que trasciende la producción estrictamente cinematográfica, y atraviesa discursividades de distinto orden, constituyéndose en marcas de una época. Siguiendo esa premisa, el presente trabajo intentará hacer foco en dichas dimensiones, prestando especial atención a la utilización del metraje de archivo y de los testimonios en esos documentales. Reorganización de la esfera pública El documental argentino posdictadura –o por lo menos aquella fracción que logró gran visibilidad– interviene en un espacio público en reconfiguración. La transición democrática –entendida como proceso–6 supuso la reorganización de la esfera pública 6

Entendemos aquí la transición democrática como un proceso complejo que

90


El montaje de la transición argentina

argentina (Habermas, 1994),7 luego de su total reducción durante los años de dictadura (1976-1983). Los sostenidos años de violencia y censura instalados por el terrorismo de Estado habían alterado los flujos de la vida cotidiana, instalando la cultura del miedo (O’Donnell, 1987). Durante la dictadura –señala Beatriz Sarlo–, intelectuales y sectores populares habrían permanecido casi completamente incomunicados, produciéndose una clausura en la circulación de los discursos y en la producción de contactos entre diferentes lugares de la sociedad (Sarlo, 1987:32). Hacia 1983, la carrera preelectoral desencadenó un “entusiasmo democrático” que invadió el espacio público y cambió los sentimientos respecto de la ley y el derecho (González Bombal, 1997, citado por Smulovitz, 2010). La vía pública sirvió de escenario para actos de campaña, marchas en defensa de los derechos humanos, protestas sindicales y vecinales que congregaron a centenares de miles de personas, y millones participaron en las campañas de afiliación y las internas de los partidos (Novaro, 2010a:197). En dicho contexto de revalorización que supuso el retorno democrático, la exhibición de documentales fue utilizada como disparador del debate. La necesidad de ver y discutir sobre distintos aspectos políticos y sociales influyó en la diversificación de espacios de exhibición no tradicionales, en los que muchas veces los realizadores eran convocados para exhibir y debatir sus películas. De esta forma, el cine-debate prosperó en espacios como cineclubes, cinematecas y centros culturales; se extiende en el tiempo más allá de traspasado el umbral de las elecciones democráticas. Según la teorización de Juan Carlos Portantiero, el proceso de transición democrática estaría compuesto por tres momentos: en primer lugar, la “crisis del autoritarismo”, seguida por un segundo momento de “instalación democrática”, para dar lugar por último a la “consolidación” de dicho régimen. El éxito de esta última etapa es alcanzable recién en el momento en que se logre una regulación estable de las formas de la democracia política y de la presencia de los intereses del Estado (Portantiero, 1987:262-264). 7 Entendemos el concepto de esfera pública tal como ha sido definido por Jürgen Habermas, esto es, como un espacio en el cual las personas pueden opinar activa y libremente sobre diferentes temas sin la necesidad de que dichas personas pertenezcan al ámbito político (Habermas, 1994).

91


Culturales

pero también en otro tipo de ámbitos alternativos, como centros barriales, obras sociales, sociedades de fomento, clubes, escuelas, universidades, bancos, institutos, etcétera.8 La televisión durante el gobierno radical también se encargó de potenciar la instancia del debate, reproduciéndola en variadas escenografías y formatos (Ulanovsky, Itkin y Sirven, 2006:462). El sorpresivo triunfo radical –que consagró presidente a Raúl Alfonsín el 30 de octubre de 1983, con el 52 por ciento de los votos (marcando la primera derrota del Partido Justicialista en comicios libres)– ubicó en agenda el problema de los derechos humanos durante la última dictadura militar. Alfonsín había accedido a la presidencia con una imagen de “distancia y enfrentamiento frente al régimen militar y a su oponente electoral, basándose en la revolucionaria y, a la vez, conservadora demanda del restablecimiento del estado de derecho y del imperio de la ley (Acuña y Smulovitz, 1995:50). Tal como explica Claudia Feld, esta imagen había repercutido fuertemente en una opinión pública sensibilizada por las reiteradas denuncias sobre los crímenes cometidos por los militares,9 en una coyuntura en la que las organizaciones de derechos humanos habían logrado unificar su pedido de justicia (Feld, 2002:12-13).10 8 En dichas ocasiones era frecuente que los realizadores aportaran sus propios proyectores 16 mm junto con las latas de películas. La información concerniente a estas exhibiciones se desprende del cruce de entrevistas realizadas a realizadores y técnicos como Carmen Guarini, Carlos Echeverría, Laura Búa, Silvia Chanvillard, Luis Brunati, Diego Boris, entre otros. 9 Sobre el gobierno de Raúl Alfonsín en materia de derechos humanos, ver Gargarella, 2010:23-40, y Novaro, 2010:41-65. 10 Algunas de las primeras medidas tomadas por Alfonsín al frente del gobierno se orientaron hacia la promesa de justicia: el 13 de diciembre de 1983 (apenas comenzado su mandato) Alfonsín firmó los decretos 157 y 158, ordenando el procesamiento de las tres primeras juntas militares y de las cúpulas del ERP y de los Montoneros. A su vez, por medio del decreto 187/83 el recién electo presidente creó la Comisión Nacional sobre Desaparición de las Personas (Conadep), destinada a recabar información sobre las personas desaparecidas durante la dictadura; designó una nueva Corte Suprema, integrada con juristas de reconocido prestigio, y en 1985 creó el Consejo para la Consolidación de la Democracia, orientado a planear y debatir reformas institucionales.

92


El montaje de la transición argentina

Contextualización de los films La República perdida Uno de los documentales argentinos que más visibilidad ha logrado es, sin dudas, La República perdida, film “monumento” que aporta la carga reflexiva del examen sobre reiterados errores históricos y las posibilidades que auguraba la apertura democrática hacia 1983 para revertir el curso de la historia. Realizado aún en tiempos de dictadura,11 siguiendo la iniciativa de Enrique Vanoli –figura ligada a la propaganda dentro del partido radical (Tiempo Argentino, 12 de octubre de 1985)–, con guión del escritor y periodista Luis Gregorich12 y dirección de Miguel Pérez,13 el film se estrenó el primero de septiembre, apenas pocas semanas antes de las elecciones del 30 de octubre de 1983, acompañando la campaña de Raúl Alfonsín (candidato de la Unión Cívica Radical). La República perdida aborda 50 años de historia argentina, partiendo del golpe que derrocó a Hipólito Yrigoyen14 en 1930 para detenerse en el inicio de la 11 Entrevistado por el diario La Voz, Enrique Vanoli explicita que la idea original del film surge inmediatamente después de la Guerra de las Malvinas con el objeto de llegar a la gente joven como parte de una reflexión sobre el pasado (La Voz, 29 de agosto de 1983). 12 Luis Gregorich se desempeñó como secretario de Cultura durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín y participó como editor del Nunca más. 13 Miguel Pérez es un compaginador argentino de gran trayectoria. Considerándose adepto al peronismo –al menos hasta mediados de la década del ochenta– (Página/12, 26 de julio de 2003), Pérez se mostró interesado en no convertir a La República perdida en un film antiperonista. Al respecto, explica: “Aclaré que si la realización sería lesiva contra el peronismo yo me retiraba del proyecto. Por suerte, con la incorporación de Luis Gregorich –en principio se había trabajado en base al material que poseíamos y se hizo una primera versión de 194 minutos de duración– no hubo problemas y pronto nos pusimos de acuerdo ya que él tenía las mismas prevenciones. Teníamos en claro que lo que no deberíamos hacer era algo antiperonista” (La Voz, 29 de agosto de 1983). 14 Figura por demás relevante dentro del partido radical, Hipólito Yrigoyen fue dos veces presidente de Argentina (1916-1922 y 1928-1930). A su vez, fue el primer presidente de la historia argentina en ser elegido por sufragio universal masculino y secreto.

93


Culturales

última dictadura militar, reconstruyendo los diversos golpes de Estado comprendidos en dicho trayecto. Impera en el film una impronta conciliadora que busca recuperar la potencia de los dos grandes movimientos que congregaron la voluntad popular –el yrigoyenismo (UCR) y el peronismo–, en oposición a los golpes de Estado y la oligarquía. Este factor influyó en que el film –de claro corte radical (UCR)– no haya sido recuperado por la prensa del momento como un producto panfletario,15 sino más bien como un valioso documento que se animaba a abordar temas impensables hasta muy poco tiempo atrás (Getino, 2005:79). El film tuvo un gran éxito: fue exhibido por más de 15 semanas consecutivas en cines (Crónica, 9 de diciembre de 1983), fue visto por más de dos millones de espectadores (Tiempo Argentino, 12 de octubre de 1985) y fue proyectado en diversos países y festivales. Pero más allá de la gran trascendencia que alcanzó en términos comerciales y de relevancia internacional, uno de sus mayores logros es haberse instalado como un documento de educación cívica. Uno de los objetivos del film apuntaba claramente a los jóvenes, buscando intervenir en la currícula escolar.16 Dicha idea encontró una gran repercusión en la prensa del periodo –extensiva a las cartas de lectores–, estimulando y aconsejando la proyección y discusión del film de Pérez en las aulas.17 Al respecto, ver “ ‘La República perdida’: una explicación particular” (Clarín, 2 de septiembre de 1983), “Un documental político que nos obliga a la reflexión” (La Voz, 2 de septiembre de 1983), “La cara oculta de la república” (Tiempo Argentino, 29 de agosto de 1983), “Medio siglo de ordalías” (Diario Popular, 3 de septiembre de 1983), “El pasado que vuelve” (La Razón, 25 de julio de 1983) y “Desde el derrocamiento de Yrigoyen hasta la actual realidad política, documenta un film que se estrena” (La Razón, 31 de agosto de 1983). 16 En palabras de Vanoli: “Hay una historia que no se enseña en los colegios; es la que va desde 1939 hasta el presente. Es preciso inculcarla en las nuevas generaciones, y refrescar la memoria de las mayores” (Tiempo Argentino, 12 de octubre de 1985). 17 Al respecto, ver “Medio siglo de ordalías” (Diario Popular, 3 de septiembre de 1983), “Un documental político que nos obliga a la reflexión” (La Voz, 2 de septiembre de 1983), “El drama de medio siglo argentino” (Clarín, 21 de agosto de 1983) y “Carta de lectores firmada por Zaira Laura Henri” (La Razón, 13 de marzo de 1986). 15

94


El montaje de la transición argentina

La República perdida II Desde una perspectiva moderada que busca cerrar las heridas abiertas por el pasado reciente, La República perdida optó por no abordar los años de terror vividos durante la última dictadura militar. Vanoli justifica dicha decisión explicando que “Cuando se estrenó la primera parte [de La República perdida] estábamos todavía en el autodenominado “proceso” y por esa razón no podíamos, o se hacía muy difícil, tocar ese tema” (Tiempo Argentino, 21 de diciembre de 1985). Dicho tramo pendiente fue abordado recién unos años más tarde por La República perdida II. La secuela del film también fue dirigida por Miguel Pérez, fue producida por Jorge Poleri y contó con textos de la reconocida compositora argentina María Elena Walsh. Esta segunda parte del film retoma la gran elipsis que había dejado la ópera prima de Pérez: luego de un breve prólogo en el que se recupera la muerte de Juan Domingo Perón,18 el documental arranca con el golpe militar de 1976 para detenerse en 1983, con el triunfo de Alfonsín en las elecciones presidenciales. De este modo, son abordados aspectos como el terrorismo del Estado, las desapariciones forzadas de personas y la Guerra de las Malvinas. Tal como considera Javier Campo, este segundo film de Pérez podría ser entendido como un agente de una “memoria fundadora oficial” –en el sentido postulado por Luis Alberto Romero (Romero, 2008)–, dado que reúne todas las peculiaridades de la construcción oficial 18 Juan Domingo Perón ha sido el único ciudadano elegido presidente de la Nación Argentina en tres ocasiones: la primera en 1946, la segunda en 1951(mandato que no logró completar debido al golpe militar que lo derrocó el 21 de septiembre de 1955) y la tercera en 1973, tras largos años de proscripción y exilio. Este último periodo tampoco pudo ser completado a causa de su fallecimiento. Perón se destacó por su labor en el Departamento Nacional de Trabajo (luego elevado a la categoría de secretaría de rango ministerial), al que accedió durante la presidencia de facto del general Pedro Pablo Ramírez, y en el cual tomó numerosas medidas que favorecieron a los sectores populares.

95


Culturales

prodemocrática apuntalada por el ideario del Nunca más (Campo, 2010:142).19 Evita, quien quiera oír que oiga Presentada por la prensa del periodo como la “contrapartida peronista de La República perdida” (La Nación, 27 de abril de 1984), el estreno de Evita, quien quiera oír que oiga fue previsto por los medios de comunicación para antes de las elecciones de 1983,20 pero finalmente su lanzamiento se produjo el 26 de abril de 1984, varios meses más tarde, a causa de “falta de presupuesto y vientos civiles” (Mignogna, 1984).21 La gestación del documental habría comenzado alrededor de dos años antes en Milán (lugar donde se encontraba exiliado Eduardo Mignogna).22 En un momento de particular sensibilidad para la política (y muy cerca aún del sorpresivo triunfo radical en las elecciones), la ópera prima de Mignogna23 aborda la vida de María Eva Duarte 19 Nunca más es el nombre del informe emitido por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) de la Argentina. 20 Al respecto, ver “Esta chica es la primera Evita del cine argentino” (s/d). 21 Según explica Eduardo Mignogna, la finalización del film se demoró porque les faltaba “…material para proceder a su ampliación: como hay fragmentos en blanco y negro, filmados en 16 mm y no había material para ampliar, el trabajo se fue demorando” (Tiempo Argentino, 26 de abril de 1984). 22 Eduardo Mignogna, reconocido hombre de letras, había incursionado en el cine en el campo de la publicidad. Mignogna es autor de la novela La cola del cocodrilo, por la que obtuvo en 1971 el premio organizado por la revista Marcha; también ganó el concurso de cuentos policiales que en 1975 organizaron, en forma conjunta, Air France y Siete Días –cuyo jurado lo integraban Borges, Denevi y Roa Bastos–, y en 1976 obtuvo el premio Casa de las Américas por Cuatro casas (s/d, 26 de abril de 1984). 23 Consultado por la prensa, Eduardo Mignogna dice no ser un militante peronista –mientras que su productor Mario Álvarez sí lo es–, pero afirma que, por sobre todo, no es antiperonista. Según explica Mignogna, la película estuvo financiada estrictamente por capitales privados, sin intervención del partido, pero tampoco del Instituto Nacional de Cinematografía (INC) (Tiempo Argentino, 26 de abril de 1984).

96


El montaje de la transición argentina

de Perón,24 desde una perspectiva documental-argumental que combina la reconstrucción ficcional con materiales de archivo y testimonios. A partir de la ficcionalización del viaje en tren que realiza la joven de 16 años en 1935 desde Junín hasta Retiro – persiguiendo el sueño de ser actriz–, se vislumbra el rol histórico que le tocaría asumir públicamente a Eva, el cual es evocado con fotos, noticiarios de época y testimonios de allegados y de especialistas. El film toma como parte de su título el nombre de la canción Quien quiera oír que oiga –cuya letra fue compuesta por Mignogna y musicalizada por Litto Nebbia especialmente para este film–, la cual versa en su estribillo: Si la historia la escriben los que ganan, Eso quiere decir que hay otra historia: La verdadera historia, Quien quiera oír, que oiga.

De este modo, el film promete develar la verdadera historia de Eva –a partir de datos biográficos–, y junto con ella, otros aspectos estrechamente vinculados a la historia política de Argentina: la conformación del movimiento peronista, la relación de esta controversial mujer con los sectores populares y la oligarquía. El título del film remite a todo aquello que no pudo ser dicho, incluyendo los años de proscripción del peronismo y tiempo más tarde la dictadura militar. Puestas contra el contexto de su época, Evita, quien quiera oír que oiga y La República perdida no solamente disputan distintas versiones de la historia, también presentan opuestas estrategias de identificación con las masas. Mientras que la segunda ensaya el rigor de la objetividad a través de un documental expositivo (Nichols, 1997), la primera focaliza en la emoción contenida en la pasión de Eva. 24 María Eva Duarte de Perón fue la esposa de Juan Domingo Perón. Como primera dama, promovió el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y de la mujer, entre ellos el sufragio femenino, y realizó una amplia obra social desde la Fundación Eva Perón.

97


Culturales

La productividad del documental hacia la transición democrática Discursos de sobriedad Más allá del evidente lugar que tuvo el cine ficcional argentino para tratar el pasado reciente, hacia la transición democrática el documental se mostró especialmente funcional para abordar ciertos procesos históricos. Este factor resulta explicable debido a ciertas características inherentes a los discursos no ficcionales. El estatuto de “discurso de sobriedad” (Nichols, 1997),25 propio de los films documentales –el cual tiende a imprimirles el valor de “prueba” a este tipo de discursos–, influyó en el modo en que el público se relacionó con estas imágenes, asignándoles el carácter revelador de una verdad que se habría mantenido oculta durante la dictadura. Desde ese lugar, el ir al encuentro de estos documentales fue vivido en dicho momento como una forma más de participación democrática. La gran afluencia de público que alcanzaron algunos de estos documentales, los cuales prometen discutir con las versiones de la historia oficial sostenida hasta dicho momento, pareciera acomodarse sin dificultad a cierta idea presente en el imaginario del periodo, la cual suponía una suerte de despertar luego de la dictadura, un descubrimiento de ciertos aspectos de la historia argentina que habrían permanecido ocultos y que los errores evidenciados en el pasado reciente obligarían a reconsiderar. El estatuto de “verdad” que le fue atribuido en muchos casos a estos films se debe a que prima en ellos lo que Carl Plantinga categoriza como “voz formal”. Siguiendo al autor, la “voz formal” poseería un ostensible saber que imparte al espectador intentando explicarle una porción del mundo que éste desconocería. De este modo, los documentales en los que predomina la voz formal no solamente sostienen que los acontecimientos que 25 Bill Nichols explica que los discursos de sobriedad tienen un efecto moderador porque consideran su relación con lo real directa, inmediata y transparente (1997:32). Sobre este tema, ver el capítulo “El dominio del documental” en Nichols, 1997:31-63.

98


El montaje de la transición argentina

presentan ocurrieron del modo en que son representados, sino que avanzan en un tipo de representación que –junto a otros elementos textuales– constituiría una explicación de algunos aspectos del mundo real, reservándose un alto grado de autoridad epistémica. Según la descripción de Plantinga, se trataría de documentales que en general adoptan características formales y estilísticas “clásicas”, al incorporar estructuras narrativas que suelen ser simétricas, unificadas y cerradas. Al igual que los films clásicos ficcionales, este tipo de documentales tendería a plantear una pregunta –o grupo de preguntas– y establecer una clara respuesta. La voz formal suele ser omnisciente, y se asume un completo conocimiento de los aspectos relevantes abordados. Por otra parte, es frecuente que este tipo de films de no ficción se subordinen a narraciones guiadas por una voz over (Plantinga, 2010:107-112). Esta descripción se acerca en lo fundamental a la modalidad que Bill Nichols caracteriza como “documental expositivo”. Este tipo de documentales estaría caracterizado a partir de un relato guiado por una voz over (voz de dios), subordinando las imágenes como ilustración o contrapunto. En estos casos, la retórica de la argumentación del comentarista desempeña la función de dominante textual, haciendo que el texto avance al servicio de su necesidad de persuasión. El modo expositivo hace hincapié en la impresión de objetividad y de juicio bien establecido (Nichols, 1997:68), de modo tal que el montaje se vuelve en ellos una herramienta “probatoria” que acomoda las imágenes en función de la lectura interpretativa sugerida por la voz over. La forma narrativa que asumieron varios de los documentales estrenados durante la transición –paradigmáticamente, La República perdida I y II, pero también El misterio Eva Perón y Permiso para pensar– coincide con dicha modalidad. Así también, se observa en este grupo de documentales estrenados durante la transición democrática el predominio de una modalidad enunciativa transparente –la cual tiende a borrar las marcas de enunciación, al presentar la argumentación como una verdad– (en oposición a una enunciación marcada). Tal como 99


Culturales

explica Gustavo Aprea –recuperando las nociones desarrolladas por Christian Metz (1991)–, es frecuente que la modalidad de enunciación transparente constituya argumentaciones explícitas con conclusiones evidentes; mientras que la modalidad marcada contribuiría a ablandar los formatos de la argumentación clásica debilitando las conclusiones cerradas, cambiándolas, incluso, por interrogantes (Aprea, en prensa). Este tipo de enunciados plantearía aseveraciones fuertes que se presentan como verdades evidentes, resultando plausible de ser pensados a partir de la analogía con enunciados lingüísticos del tipo “los hechos han sido así” (Aprea, en prensa).26 Por fuera de las diferencias que separan a estos documentales de la democracia, existen algunos rasgos que resultan comunes a varios de ellos; fundamentalmente, en lo que refiere a su estructura narrativa y argumentativa. Buena parte de ellos corresponde a lo que David Bordwell y Kristin Thompson caracterizaron como “films de montaje”, esto es, documentales que sirviéndose del montaje como herramienta destacada articulan materiales que vienen dados –materiales de archivo fílmico y televisivo, entrevistas, imágenes provenientes de la prensa gráfica, fotografía fija, publicidades, etcétera– (Bordwell y Thompson, 1995, citado por Allen y Gomery, 1995:272).27 Adoptaremos aquí el En contraposición, la enunciación marcada tendería a generar un efecto opuesto, y limitando la validez de su aseveración construiría un equivalente a “Así recuerdo los hechos” (Aprea, en prensa). Mientras que la modalidad transparente pareciera atravesar buena parte de los documentales políticos estrenados en salas con el retorno democrático, la modalidad marcada pareciera diversificar sus formas a partir de la segunda mitad de la década del noventa, con el auge del documental de memoria en Argentina. 27 Esta definición se desprende de la categorización que David Bordwell y Kristin Thompson realizan de los distintos films en función del grado de control que el realizador tiene sobre los materiales con los que trabaja. Siguiendo este criterio, el documental (y en particular el documental de montaje) se ubicarían en los últimos niveles, en tanto que el grado de control que el director está en condiciones de ejercer tiende a ser menor (dado que no trabaja con un guión, no siempre tiene control sobre la iluminación, ni sobre la forma en que se desencadenarán los sucesos frente a la cámara). De acuerdo con este planteo, 1) el primer nivel incluiría el control antes, durante y después de la filmación, 26

100


El montaje de la transición argentina

término “film de compilación” (Leyda, 1971; Sjöberg, 2001) para referirnos a estos documentales en la medida en que nos permite diferenciarlos del modelo soviético de los años veinte (Weinrichter, 2005:46). El archivo y el testimonio Más allá del vínculo constitutivo que el testimonio guarda con el documental; el contexto de la transición le imprimió ciertos matices a su utilización. Los estudios sobre memoria han dejado claro el “potencial expresivo, ético y político del testimonio audiovisual para promover los derechos humanos y las iniciativas de justicia transicional” (Sarkar y Walker, 2010:2, original en inglés, traducción propia)). En el contexto específico de la historia argentina reciente, constatamos que el testimonio ha cumplido un importante papel en la condena del terrorismo de Estado, aportando a la reconstrucción de partes de la historia argentina, que resultarían de otro modo inaccesibles. La trascendencia del testimonio en la esfera pública se evidencia a partir de la amplia base de denuncias que dio forma al informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep) (Crenzel, 2008:68); el estatuto de prueba jurídica que adquirió el testimonio en el juicio a las juntas militares (Feld, 2002:39), y también en la materialidad que aportó a la organización de archivos orales y audiovisuales. teniendo incidencia el director en el guión, en la posición de los sujetos filmados, en la iluminación, etcétera. Esto implica que después del rodaje el realizador da forma a lo filmado por medio del montaje (la mayoría de las películas de Hollywood entrarían en esta categoría. 2) En otros casos, el realizador puede ceder un cierto grado de control sobre la planificación de un suceso, pero mantiene su control sobre el modo de grabación de dicho evento y sobre el proceso de montaje (las películas documentales tienden a incluirse en este nivel). 3) En el último nivel se ubican aquellas instancias en las que el realizador tiene control sobre una película sólo después de que ésta haya sido rodada. Este tipo de películas que se basan únicamente en este recurso se denominan películas de montaje (Bordwell y Thompson, 1995, citado por Allen y Gomery, 1995:272).

101


Culturales

A los fines de esta investigación, entendemos el testimonio del modo en que ha sido definido por Paul Ricoeur, esto es, como “un relato autobiográficamente certificado de un acontecimiento pasado, se realice este relato en circunstancias formales o informales” (2004:210). Tal como explica Aprea, el testimonio se sostiene en una interacción escenificada ya que se constituye como tal únicamente si participa de alguna manera de la esfera pública. Conviene separar aquí las nociones de testimonio y entrevista. Según explica Aprea (2008), la diferencia pasa por el rol que se le atribuye al entrevistado y al testimoniante. A diferencia del entrevistado, que es interrogado en función de sus conocimientos sobre un tema (en calidad de experto o de testigo) sin que se enfatice su subjetividad, el testimoniante justifica su presencia en función de la transmisión de una experiencia en la que participó como protagonista u observador privilegiado. En la medida en que evoca aspectos personales, hay en él una voluntad que de ningún modo podría ser forzada. Si bien el metraje de archivo y el testimonio cumplen un rol primordial como elementos probatorios en el documental de compilación, la función atribuida a cada uno de ellos por lo común es divergente. Mientras que el metraje de archivo con frecuencia es asociado a un grado mayor de objetividad –cumpliendo la función de verificar los hechos referidos–, el testimonio –mediado por la mirada de testigos– valoriza las sensaciones y emociones que se producen en torno a los sucesos que se están mostrando (Aprea, en prensa). De esa forma, según abunden los primeros o los segundos, tenderá el documental a asociarse a una noción de objetividad (en el primer caso) o a una búsqueda subjetiva emocional (en el segundo). Pero más allá de la tensión entre la subjetividad del testimonio y la pretendida objetividad del material documental de archivo, el contexto de la transición ayudó a reforzar el potencial probatorio del testimonio en la medida en que éste da cuenta de ciertos aspectos de la historia reciente sobre los cuales no existen otros registros documentales. Tal como explica la teórica y documentalista Carmen Guarini: 102


El montaje de la transición argentina En Argentina, superados los años de la transición democrática postdictadura, los medios de comunicación en general y la producción audiovisual de realizadores independientes en particular, fueron propiciando un auge de los testimonios de los sobrevivientes y víctimas del terrorismo de estado (1975-1983) y fueron, ante la destrucción de archivos de la época, un elemento imprescindible para conocer y estructurar esa parte de nuestra historia (2009:78).

Es a la luz de esta serie de factores que también conviene analizar el éxito que han logrado algunos documentales de compilación correspondientes a la transición democrática. Luego del saqueo y destrucción de archivos durante la última dictadura militar, la reconstrucción de versiones de la historia nacional con materiales de archivo le imprimía un sentimiento liberador a este tipo de films. En ese sentido, estos documentales desandaron la tarea destructiva que realizó la dictadura, organizando un esfuerzo de relocalización de los materiales que sobrevivieron a la destrucción, y esto, en un país que nunca tuvo una fuerte política de resguardo de los archivos. Pero más allá del potencial revelador que contienen los materiales de archivo –por evidenciar la función de “registrar, mostrar, preservar” señalada por Michael Renov (1993)–, existe en ellos un cierto nivel de ambigüedad. Tal como expone Guarini: “El material de archivo en un film es parte de un conjunto de registros que ha tenido no sólo un origen diverso (…), sino que apuntan también a audiencias diversas (pueden ser realizados con fines industriales, políticos, educativos o familiares; noticieros cinematográficos; etc.)” (Guarini, 2009:87). Guarini coincide con François Niney al advertir que las imágenes de archivo por sí mismas no organizan ni la Historia ni la Memoria, son las preguntas que se les hace las que le conferirán finalmente sentido; es la pregunta lo que construye el objeto (Guarini, 2009; Niney, 2002). Tal como postula Niney, los archivos no son inocentes: su naturaleza está armada y orientada. La naturaleza original de esos materiales deviene secundaria con relación a la función que estos fragmentos comienzan a ocupar en el nuevo montaje, el 103


Culturales

cual pasará a asignarle un sentido nuevo, distinto de aquel por el que fueron originalmente filmados (Niney, 2002:255). De esa forma, el modo en que los materiales de archivo son interpelados conduce la mirada hacia la función ordenadora del montaje, hacia …la manera en que ese material sea “puesto en escena”, (re)organizado, resignificado en un nuevo relato (…) Allí comienza a establecer nuevas relaciones de sentido y por lo tanto su origen puede ya no interesar tanto. Lo que importa es su nueva función. Por esto es que muchos materiales no sólo pueden decir “otra cosa” sino “lo opuesto” (Guarini, 2009:88).

Análisis de los films La República de imágenes perdidas Analizando las imágenes documentales de la transición, podremos notar que La República perdida constituye un caso emblemático de utilización de archivos audiovisuales en la Argentina. El film está organizado casi exclusivamente con base en material de archivo –metraje fílmico correspondiente a noticieros de cine y televisión, publicidades, fotos, caricaturas e ilustraciones, etcétera–, sin la presencia de entrevistas ni de testimonios. El exhaustivo trabajo de reconstrucción, que abarca un arco temporal de 50 años, contribuyó a organizar un repertorio de imágenes de archivo históricas que tuvo una gran productividad y reutilización en otros medios. En ese sentido, el modo en que La República perdida fue consumida, evocada y citada, incita a pensarla como una suerte de filtro histórico: luego de 1983, los noticieros y programas televisivos conmemorativos de algún acontecimiento histórico recuperan las imágenes del film recurrentemente. Por mucho tiempo, el recorte propuesto por La República perdida respecto de un material de archivo más amplio ha sido reproducido en forma dominante, dejando por fuera otras series posibles de imágenes que hoy habrían 104


El montaje de la transición argentina

quedado prácticamente en el olvido.28 En ese sentido, no sería desatinado atribuirle a La República perdida un importante lugar de mediación en lo que hace a la construcción de la memoria histórica argentina. El documental comienza, incluso, con una reflexión respecto del estado en el que se encuentran los archivos en Argentina. En el epígrafe que da inicio al film puede leerse: La Argentina se está convirtiendo en un país sin memoria. La destrucción de documentos y archivos continúa consumándose, a veces por motivos políticos, a veces por simple desidia y abandono. Esta película quiere contribuir a la recuperación de nuestro pasado y de nuestra historia.

Ante el saqueo y destrucción de materiales, el trabajo de rastrillaje y búsqueda de metraje de archivo que llevó adelante el documental resulta fundamental. Para la realización del film el equipo de producción trabajó en Argentina y Estados Unidos y procesó miles de metros de material documental tomados del Archivo Gráfico de la Nación, noticieros de televisión, noticieros de Lowe y del Archivo Gráfico de Washington, además de fotografías suministradas por el Museo de la Ciudad, y caricaturas extraídas de Caras y Caretas o realizadas por Landrú, Hermenegildo Sabat y otros (Tiempo Argentino, 29 de agosto de 1983; “Convicción”, 25 de agosto de 1983). Por otra parte, los variados materiales con los que trabaja el film corresponden a formatos y tecnologías de captación diferentes, y responden a heterogéneos estados de conservación. La República perdida constituye, dentro del marco local, el paradigma del documental expositivo. Una voz over organiza la cerrada argumentación que guía los 146 minutos que dura Recién 20 años más tarde del surgimiento de La República perdida, pudieron ser recuperadas por medio de la restauración copias de películas que amplían y diversifican las imágenes ilustrativas de momentos clave de la historia argentina, como Mayo del 1969: los caminos de la liberación (Grupo de realizadores de Mayo, 1969) o La marcha sobre Ezeiza (Carlos Nine, 1973). 28

105


Culturales

el film, imponiendo un buscado efecto de objetividad. En lo fundamental, las imágenes de archivo cumplen en el film una eminente función ilustrativa al brindar forma visual al comentario oral. Pero más allá de lo conservador del formato, hay ciertos aspectos disruptivos en el film que se relacionan, precisamente, con la grandilocuente utilización de metraje de archivo en un momento muy particular, bisagra entre dictadura y democracia. La ubicación del film en función de esta coyuntura es explicada del siguiente modo por el documentalista Andrés Di Tella: Por algún motivo, los militares consideraban que todo archivo era peligroso, y ese material, de La República perdida, se había mantenido hasta ese momento oculto, censurado. La República perdida era también esa República de imágenes que habían sido censuradas… La película era muy convencional, por otra parte, y cualquiera que la vea hoy difícilmente va a entender la dimensión del impacto (Firbas y Monteiro, 2006:73).

Al igual que Evita, quien quiera oír que oiga, el film fue realizado todavía en tiempos de dictadura, con el riesgo que implicaba por aquel entonces trabajar con materiales de archivo, puesto que –como expone Eduardo Mignogna, director de Evita, quien quiera oír que oiga– en esa época “…no se le podía explicar a nadie que [la investigación] era para hacer una película” (s/d, 26 de abril de 1984). En dicho contexto, incluso la forma más convencional de documental implicaba cierto desafío al orden establecido. Una república sin imágenes La República perdida II asume el desafío que había dejado pendiente la ópera prima de Miguel Pérez: hablar del periodo 1976-1983, sin duda uno de los más dolorosos de la historia argentina. Pero esta vez la férrea objetividad y la cerrada certeza que caracterizaron al primer film darán lugar a un relato un tanto más abierto. La límpida locución que caracterizó a La 106


El montaje de la transición argentina

República perdida se desdobla en esta segunda versión en las voces femenina y masculina de Rita Cortese y Aldo Barbero, aportando matices y expresividad a una posición de enunciación que no por ello se convierte en polifónica. Los textos, a cargo de María Elena Walsh, buscaron humanizar la narración. Según explica Walsh, habría tratado de “…contar la historia en lenguaje sencillo y menos autorizado” (Tiempo Argentino, 21 de diciembre de 1985), contrarrestando en parte la buscada objetividad que había caracterizado al primer documental expositivo. El film aborda un periodo difícil de reconstruir, no sólo por el dolor y las contradicciones características de un trauma que recién comenzaba a ser procesado por la sociedad, sino también por enfrentarse a serios problemas de archivo. Finalmente, el material compilado se obtuvo de Argentina Televisora Color (ATC), Canal 9 y videotapes de particulares franceses (Tiempo Argentino, 21 de diciembre de 1985). A pesar de los eminentes problemas para dar con la documentación y registros adecuados, el metraje de archivo nutre la mayor parte de los 140 minutos que dura el film. Pero más allá del problema de destrucción de los archivos, se plantea el inconveniente de tener que apelar muchas veces a los medios de comunicación como fuentes, en un periodo en el que su apoyo a la dictadura los habría vuelto poco confiables. Tal como explicita Vanoli refiriéndose al rastrillaje que realizó el equipo de investigación, “…costó mucho porque lamentablemente hubo un gran saqueo de los archivos y en aquellos momentos no se reflejaba la realidad tal cual era” (Tiempo Argentino, 21 de diciembre de 1985). Sumado a esta situación, existe también el problema del accionar directo del terrorismo de Estado, sobre el cual no hay imágenes documentales: salvo escasas excepciones (como la imagen inédita que incorpora La República perdida II de una mujer que abre la puerta de su casa para dar paso a un allanamiento (La Nación, 2 de enero de 1986)), hasta el momento, no se han encontrado registros visuales de la violencia ejercida por los militares. Según explica Lior Zylberman, en ocasiones, ante la inexistencia de 107


Culturales

cierto tipo de registro histórico –como imágenes de los campos de concentración o de la tortura–, éste es suplantado en los documentales (generalmente expositivos) por otras imágenes que pasan a cumplir una función ilustrativa aun sin estar relacionadas con los hechos a los que se hace referencia. En los casos en que se alude a campos de concentración se recurre muchas veces a “imágenes de operativos, de detenciones, pero muchas de ellas no pertenecen al periodo genocida. De este modo, a pesar de que en numerosos documentales vemos ‘operativos’ y la voz en off asevera y remarca sus características, muchas de las imágenes sufren una operación de ‘designificación y resignificación’, dándole a través del montaje nuevos significados, colocándose como prueba en forma incorrecta” (Zylberman, 2011). Pero más allá de estos distintos elementos sustitutivos, en el caso de La República perdida II, uno de los principales recursos empleados para suplir la imposibilidad del registro son el testimonio y la entrevista. El documental organiza dos bloques compactos de testimonios de alrededor de seis minutos cada uno, ubicados el primero hacia la primera media hora y el segundo hacia el final del documental. En ellos se abordan las temáticas de la desaparición forzada de personas, los tormentos y torturas (en la voz de supervivientes) y la incertidumbre y desolación de aquellos a quienes les fueron quitados sus seres queridos. El film también incluye algunas entrevistas a agentes especializados, quienes en función de sus saberes explican aspectos relativos a la doctrina de seguridad nacional, el rol de la Escuela de las Américas, etcétera. A diferencia de los compactos bloques que componen los testimonios, las entrevistas aparecen diseminadas en distintos momentos del film (en algunos casos, entre los testimonios). Los testimonios en La República perdida II sostienen series narrativas corales homogéneas: su yuxtaposición tiende a la complementación de relatos, al organizar en su conjunto una historia común compuesta por múltiples perspectivas individuales. El hecho de que el film no presente a los testimoniantes por 108


El montaje de la transición argentina

sus nombres, habilita la universalización de los dichos con la generalización de estos relatos entre miles de personas que se identifican con la misma experiencia (Zylberman, 2011). Más allá del predominio del trabajo sobre materiales de archivo en el film, estos dos breves bloques de testimonios resultan contundentes pues marcan un quiebre en el desarrollo del documental. La puesta en marcha del dispositivo testimonial pareciera, de hecho, poner en suspenso la lógica predominante en el resto del film: las voces over omniscientes desaparecen y la dinámica de intervención sobre las imágenes se vuelve más moderada. A diferencia de las entrevistas a especialistas –en las que la voz over del entrevistado es ilustrada por mapas, fotografías, infografías, etcétera–, en los testimonios de los familiares de desaparecidos o de sobrevivientes de los campos de exterminio la banda de audio sincroniza siempre con sus rostros. No se aparta de sus miradas, ni del registro obtenido en sus propios hogares (evidenciando la diversidad de realidades y condiciones socioeconómicas que caracterizan a las familias de las víctimas). Las fotografías fijas de las personas desaparecidas a las que se alude son intercaladas solamente en las pausas de la oralidad de los testimoniantes, o como separadores entre un testimonio y otro. El film se muestra respetuoso y cauto, buscando intervenir lo menos posible en ellos (más allá de las necesarias elipsis temporales y de los notorios acercamientos de zoom). Esta limpieza en el abordaje del testimonio abre un espacio para que las víctimas puedan expresarse sin interferencias –contrarrestando el gesto de violencia y censura de un pasado no del todo despegado del presente del film–. Pero al mismo tiempo la no intervención en su discurso permite aflorar toda la subjetividad del testimonio; y esto, paradójicamente, refuerza su carácter objetivo. Lejos de resultar un elemento ilustrativo (como muchas de las imágenes que integran el film), el testimonio se convierte en documento de una experiencia subjetiva generalizable a gran parte de la sociedad, y es ahí donde radica su carácter documental. 109


Culturales

El testimonio sobre Eva A diferencia de otros films mencionados, Evita, quien quiera oír que oiga no constituye un film expositivo. El documental carece de una narración over organizadora, pues es la voz de los entrevistados la que lleva adelante la narración. A pesar de las muchas voces que lo componen, el relato resulta unificado, primando en él la búsqueda de emoción antes que la de objetividad. De esta forma, la película utiliza herramientas probatorias propias del documental –no para impartir conocimiento con rigurosidad epistémica, sino para conmover–. Esta perspectiva documental-argumental tiende a reforzar el mito de Eva Perón en un momento de crisis institucional dentro del peronismo (luego de la derrota electoral del Partido Justicialista). Aun a pesar del claro predominio de la entrevista por sobre el material de archivo; el metraje documental influyó en forma determinante en la organización y planificación inicial del film. Tal como explica Eduardo Mignogna, ante el ofrecimiento de Mario Álvarez de escribir un guión cinematográfico sobre la vida de Eva, él no se habría mostrado interesado inicialmente y como contrapropuesta le habría manifestado al productor su intención de realizar un film sobre Juan Domingo Perón (s/d, 26 de abril de 1984).29 La investigación histórica y el rastrillaje de materiales de archivo –para la cual Mario Álvarez había adquirido registros del Noticiero Panamericano de manos de su dueño, Adolfo Rossi (La Razón, 27 de abril de 1984)– habrían contribuido a reorientar el proyecto del film. Mignogna narra que Álvarez le habría dicho: “ ‘No conseguí Perón, pero sí conseguí el Noticiero Panamericano, donde hay mucha Evita. Después resultó que no había mucha Evita. En el film hay nueve minutos de material de archivo. Ésta fue una de las trabas grandes al comenzar a Eduardo Mignogna narra los hechos del siguiente modo: “Le dije a Mario que, sin embargo, me gustaría hacer un film que se llamase ‘Mi coronel’, una película que terminase en el 45 y que contase la cara oculta del coronel Perón, para terminar con él asomando al balcón y después de eso poner una necrofílica: ‘Gobernó a los argentinos entre tal y tal año, se exilió, volvió y murió’ ” (s/d, 26 de abril de 1984). 29

110


El montaje de la transición argentina

trabajar, porque yo estaba dispuesto a ver una buena cantidad de material sobre Eva Perón, que nunca encontré” (s/d, 26 de abril de 1984).30 A pesar de la baja proporción en que aparece el metraje de archivo en la totalidad del film, estos fragmentos resultan determinantes pues contribuyen a sostener un efecto de verdad que de otra forma sería muy difícil de lograr. La carencia de imágenes de archivo como insumo del film fue resuelta mediante otros recursos fundamentales: la ficcionalización –principalmente la juventud de Eva, momento sobre el cual casi no existen registros de ningún tipo–, entrevistas y en menor medida testimonios. Las entrevistas, en algunos casos, fueron difíciles de obtener. En tanto el film fue rodado en plena carrera preeleccionaria –cuando no se preveía aún el triunfo radical–, al menos 20 personas se habrían negado a opinar sobre una figura tan controversial (Tiempo Argentino, 26 de abril de 1984). Las entrevistas y testimonios (que suman en total casi 30) duran alrededor de cinco minutos –en algunos casos aparecen desdoblados– y corresponden a personas que conocieron a Eva en su infancia y juventud (maestras, compañeras de colegio), voces autorizadas de especialistas (historiadores, psicólogos, sociólogos, escritores, etcétera) y distintos actores sociales (gremialistas, testigos históricos, etcétera) cuya vida estuvo cruzada en algún momento con la de Eva Perón. Las entrevistas fueron filmadas en los hogares de los entrevistados (Tiempo Argentino, 26 de abril de 1984). Su utilización en el marco del film tuvo influencia en él de distintas maneras. La planificación del documental recurre indistintamente a imágenes recreadas ficcionalmente y a metraje de archivo para ilustrar las voces over de los entrevistados. De igual modo, la voz over correspondiente a discursos públicos de Eva es acompañada en algunos casos por material de archivo y en otros por recreaciones 30 Las palabras de César D’Angiolillo –compaginador del film– refuerzan esta versión, al especificar que durante la filmación esperaban la llegada de material de archivo proveniente de Estados Unidos, que finalmente nunca arribó (entrevista concedida el 24 de agosto de 2011).

111


Culturales

ficcionales. Esta intercambiabilidad de documentos históricos y material ficcional (que muchas veces simula las características formales del material de archivo, al estilo fake) con frecuencia licúa la finalidad probatoria tanto de las entrevistas (que entran en diálogo permanente con imágenes que no estaban previstas por las personas que se prestaron a hablar) como del metraje de archivo. A partir de este recurso, el film pareciera hacer explícita su falta de interés en diferenciar la figura mítica de la realidad documentada de Eva. Desde la perspectiva que ofrece, resulta tan verdadera una como la otra. La excepción a este recurso la constituyen los relatos adversos a la figura de Eva Perón o aquellos que vierten conceptos complejos. Las argumentaciones disidentes son presentadas siempre en plano –la voz y la imagen del entrevistado aparecen sincronizadas–, evitando anclar el razonamiento divergente en imágenes que puedan desvirtuar su argumentación. Sin embargo, el tono homogéneo que caracteriza al discurso de los entrevistados en general neutraliza la crítica presente en algunos de ellos. Tal como notan Ana Laura Lusnich y Clara Kriger, la selección y ordenamiento de las entrevistas y testimonios ayuda a descalificar las voces contrarias a la figura de Eva: a modo de ejemplo, las duras palabras que le dirige el doctor Arnaldo Rascovsky quedan totalmente invalidadas ya que están insertas …entre el testimonio de Ernesto Sábato, que legitima con su palabra reconocida la acción de justicia social instaurada por el movimiento peronista, y el de José María Castiñeira de Dios, quien trabajó con Eva Perón y relata una anécdota que pone de relieve su capacidad de afecto con la gente que iba a verla en busca de ayuda (Lusnich y Kriger, 1994:95).

Algunas reflexiones finales Luego de un recorrido por algunos de los principales documentales de compilación realizados hacia el inicio del proceso de 112


El montaje de la transición argentina

transición democrático argentino, interesa destacar el modo en que estas imágenes nos hablan del mundo histórico. Tal como nota Michael Chanan, formas discursivas como noticiarios, documentales sobre información pública y propaganda, no sólo nos brindan una impresión sobre determinados eventos, sino que también nos aportan una reveladora interpretación de dicho suceso, lo cual resulta un documento histórico en sí mismo. Todo film es documento de sí mismo y está inevitablemente inscrito en sus propias condiciones y circunstancias de producción. Es por ello que –argumenta Chanan– el metraje histórico a veces nos dice más sobre el pasado del cine y su respectiva forma de ver que sobre los eventos que representa (Chanan, 2007:256-257). En términos generales, el fenómeno de estrenos de documentales de compilación hacia la transición democrática posiblemente responda a la tipología que Antonio Weinrichter cataloga como “final de época” (2009:65-66) para hacer referencia a aquellos documentales de compilación que operan en el cierre de un proceso de guerra o de una dictadura, o, como en el caso argentino, de ambas. En la Argentina, el fin de la Guerra de las Malvinas, el resquebrajamiento del régimen dictatorial –principalmente el margen abierto para la revisión histórica y la denuncia–, junto con la agenda electoral, organizan el mapa de producción de estos largometrajes documentales. En dicho contexto, los films de compilación nos hablan de cómo se fue formando una agenda de temas históricos por discutir, precisamente en el momento en que la esfera pública atravesaba un proceso de reorganización. En el caso de los films analizados, la primacía de la operatoria del montaje no implica solamente una elección estética, sino que evidencia también un posicionamiento político, el cual se apoya predominantemente en la argumentación y la persuasión. La incertidumbre que marcó la coyuntura de la transición democrática volvió especialmente fértil el carácter probatorio del documental. En ese sentido, no resulta extraña la productividad del discurso argumentativo, tendiente a ensayar lecturas y reordenamientos de una historia que se presentaba, por aquel entonces confusa 113


Culturales

y accidentada (Casale, 2011). En dicho contexto, el efecto de racionalidad y certidumbre aportado por la modalidad expositiva demostró una alta eficacia. Fundamentalmente, la promesa de esclarecer y descubrir entramados históricos –común a todos los documentales relevados– se explica si observamos que varios documentales se estrenaron o iniciaron su proceso de producción antes, incluso, que tuviera lugar una de las instancias públicas de develación más significativas: el juicio a las juntas militares en el año 1985.31 Tal como explica Claudia Feld, este evento tuvo una función reveladora cuando evidenció lo que hasta entonces había sido secreto, ya que la mentira y el encubrimiento en el ámbito público habían completado la modalidad represiva de la desaparición forzada de personas (Feld, 2002:60; Feld, 2009:77-78). En dicho marco, los documentales de compilación se encargaron de imprimir en esta revisión del pasado una sensación de orden. En lo que refiere específicamente al uso de materiales de archivo, notamos que casi siempre los documentales se apoyaron en una plena confianza en las imágenes como fuentes indiscutibles de la historia. La utilización de estos materiales corresponde, en este caso, a una época en la que ni el documental argentino ni los estudios sobre documentales, y mucho menos el público, pusieron en discusión el estatuto de estas imágenes de archivo, así como tampoco el de los testimonios. Los documentales de compilación asumieron durante la transición democrática la utilización del metraje de archivo de la forma más “tradicional”, al conservar rasgos didácticos: el comentario expositivo, la literalidad del contenido de la imagen histórica, recursos que tenderán a ser dejados de lado por la “compilación moderna”, interesada en “dejar hablar al material por sí mismo” (��������� Weinrichter, 2009:79-80). 31 En un proceso judicial que convocó a alrededor de 830 testigos, requirió más de 500 horas de audiencias y acumuló casi tres toneladas de expedientes, se establecieron los detalles de un crimen descomunal: la desaparición forzada de personas. El juicio probó que el régimen militar las había secuestrado, torturado y recluido en prisiones clandestinas; luego las había asesinado y ocultado sus cuerpos (Feld, 2002:1).

114


El montaje de la transición argentina

La República perdida –paradigma del film expositivo en Argentina– logró un éxito de público poco habitual para un documental de dichas características, explicable, en gran medida, por la forma en que supo interpretar los dramas e interrogantes de su tiempo, organizando respuestas para preguntas que no habían sido aún debidamente formuladas por la sociedad. Inevitablemente, su buscada transparencia y objetividad contribuyeron a generar un canon que luego será discutido o reafirmado constantemente por films posteriores. Como contrapartida, Evita, quien quiera oír que oiga se mostró menos interesada en instalar una verdad que en re-aggionar el mito de Eva –y junto con el ella el del peronismo– en una nueva etapa. Lejos de proponer certezas, el film de Mignogna vuelve a reubicar en escena las contradicciones del peronismo en un escenario completamente cambiado. En él el recurso de las entrevistas y los testimonios componen una voz colectiva que logra humanizar la figura de Eva, a quien interroga desde una perspectiva histórica en la que el peronismo ha entrado en crisis. Apelando a estrategias diversas, estos films se relacionaron de divergente modo con las masas. Si en el caso de Evita, quien quiera oír que oiga es la voz de los muchos –con el recurso a la entrevista y el testimonio– la que logra evocar la figura de Eva, en las dos versiones de La República perdida es el peso de la imagen de archivo el que logra imponer una racionalidad al pasado y abrir una perspectiva al porvenir. De esta manera, las bases del saber epistémico presentes en estas perspectivas documentales son puestas a disposición de nuevos mitos: en un caso, con base en la polémica figura de Eva (y, sintetizada en ella, el pueblo); en el otro, a partir de la colectiva imagen de las masas (reproducida reiteradamente a lo largo del film bajo variadas épocas y signos políticos opuestos), cuya voluntad –tal como es presentada por el documental– ha sido reiteradamente objeto de traición y de engaño. Más allá de la eficacia de una u otra estrategia, queda claro que una mirada ordenadora del pasado se vuelve necesaria cuando se trata de construir un porvenir. 115


Culturales

Bibliografía Acuña, Carlos, y Catalina Smulovitz, “Militares en la transición argentina. Del gobierno a la subordinación constitucional”, en Carlos Acuña, Inés González Bombal, Elizabeth Jelin, Oscar Landi, Luis Alberto Quevedo, Catalina Smulovitz y Adriana Vacchieri, Juicios, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, Nueva Visión, Buenos Aires, 1995. Allen, Robert C., y Douglas Gomery, “Reintegración de la historia del cine”, en Teoría y práctica de la historia del cine, pp. 269302, Paidós, Barcelona, 1995. Amado, Ana, “Primera parte. Política y estética: las mutaciones de un vínculo”, en La imagen justa: cine argentino y política (1980-2007), pp. 21-53, Colihue, Buenos Aires, 2009. Aprea, Gustavo, “El lugar de los testimonios en los documentales argentinos contemporáneos”, en actas electrónicas del V Congreso Nacional sobre Problemáticas Sociales Contemporáneas, Santa Fe, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral, 2008. ––– (en prensa), “Los usos de los testimonios en los documentales audiovisuales argentinos que reconstruyen el pasado reciente”, en Gustavo Aprea (comp.), Filmar la memoria. Los documentales audiovisuales y la re-construcción del pasado, Departamento de Publicaciones de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Los Polvorines. Bordwell, David, y Kristin Thompson, El arte cinematográfico. Una introducción, Paidós, Buenos Aires, 1995 (citado por Robert Allen y Douglas Gomery, “Reintegración de la historia del cine”, en Teoría y práctica de la historia del cine, pp. 269-302, Paidós, Barcelona, 1995). Campo, Javier, “ ‘La historia fue así’. Disputas por la legitimidad histórica en el cine documental argentino de los años 80”, en Marina Moguillansky, Andrea Molfetta y Miguel Santagada (coords.), Teorías y prácticas audiovisuales. Actas del pri116


El montaje de la transición argentina

mer Congreso Internacional de la Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual, pp. 139-146, Teseo, Buenos Aires, 2010. Casale, Marta, “El cine en la postdictadura: los documentales histórico-políticos durante el primer gobierno democrático”, en Ana Laura Lusnich y Pablo Piedras (eds.), Una historia del cine político y social en Argentina (1969-2009), pp. 356-385, Nueva Librería, Buenos Aires, 2011. Chanan, Michael, The Politics of Documentary, British Film Institute, Londres, 2007. Clarín, “El drama de medio siglo argentino”, 21 de agosto de 1983. –––, “ ‘La República perdida’: una explicación particular”, 2 de septiembre de 1983. Convicción, “ ‘La República perdida’, un film político que intenta recuperarla”, 25 de agosto de 1983. Crenzel, Emilio, La historia política del Nunca Más. La memoria de las desapariciones en la Argentina, Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, 2008. Crónica, “ ‘La República perdida’ se exhibe en varios festivales”, 9 de diciembre de 1983. Diario Popular, “Medio siglo de ordalías”, 3 de septiembre de 1983. España, Claudio, “ ‘La República perdida II’ es un documento con mucha inmediatez”, La Nación, 2 de enero de 1986. Feld, Claudia, Del estrado a la pantalla. Las imágenes del juicio a los ex comandantes en Argentina, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 2002. –––, “ ‘Aquellos ojos que contemplaron el límite’: la puesta en escena televisiva de testimonios sobre la desaparición”, en Claudia Feld y Jessica Stites Mor (comps.), El pasado que miramos. Memoria e imagen ante la historia reciente, pp. 77109, Buenos Aires, Paidós, 2009. Firbas, Paul, y Pedro Meira Monteiro, “Conversación en Princeton”, en Paul Firbas y Pedro Meira Monteiro (comps.), Andrés Di Tella: Cine documental y archivo personal: Conversación 117


Culturales

en Princeton, pp. 17-104, Siglo XXI Editora Iberoamericana, Buenos Aires, 2006 (Universidad de Princeton, Princeton, 2006). Foster, David William, “Introduction”, en Contemporary Argentine Cinema, pp. 1-13, University of Missouri Press, Missouri/ Londres, 1992. G argarella, Roberto, “Democracia y derechos humanos en los años de Raúl Alfonsín”, en Roberto Gargarella, María Victoria Murillo y Mario Pecheny (comps.), Discutir Alfonsín, pp. 23-40, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2010. Getino, Octavio, “ ‘Cine en democracia’ (1983-1989)”, en Cine Argentino. Entre lo posible y lo deseable, pp. 81-108, Ciccus, Buenos Aires, 2005. González Bombal, María Inés, “1983: El entusiasmo democrático”, Ágora, núm. 7, 1997. Citado por Carolina Smulovitz, “Prefacio. La ilusión del momento fundante”, en Roberto Gargarella, María Victoria Murillo y Mario Pecheny (comps.), Discutir Alfonsín, pp. 9-11, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2010. Guarini, Carmen, “Memorias y archivos en el documental social argentino”, en Giróscopo. Revista Audiovisual y de Otros Lenguajes, año 1, núm. 1, pp. 77-92, Cátedra Libre María Luisa Bemberg, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina, 2009. Habermas, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública, Gustavo Gili, Barcelona, 1994. La Nación, “Un documental romántico sobre la vida y la imagen de Eva Perón”, 27 de abril de 1984. La Razón, “El pasado que vuelve”, 25 de julio de 1983. –––, “Desde el derrocamiento de Yrigoyen hasta la actual realidad política, documenta un film que se estrena”, 31 de agosto de 1983. –––, “Vale la pena ver, oír y reflexionar”, 27 de abril de 1984. 118


El montaje de la transición argentina

La Razón, “Carta de lectores firmada por Zaira Laura Henri”, 13 de marzo de 1986. La Voz, “En la búsqueda de un camino para la democracia”, 29 de agosto de 1983. –––, “Un documental político que nos obliga a la reflexión”, 2 de septiembre de 1983. Leyda, Jay, Films Beget Films. A Study of the Compilation Film, Hill and Wang, Nueva York, 1971. Lusnich, Ana Laura, y Clara Kriger, “El cine y la historia”, en Claudio España (comp.), Cine argentino en democracia, 19831993, pp. 83-103, Fondo de las Artes, Buenos Aires, 1994. Manetti, Ricardo, “Cine testimonial”, en Claudio España (comp.), Cine argentino en democracia, 1983-1993, pp. 257-271, Fondo de las Artes, Buenos Aires, 1994. Metz, Christian, L’ énonciation impersonnelle ou le site du film, Méridien Klincksieck, París, 1991. Mignogna, Eduardo, “Nota preliminar”, en Evita, quien quiera oír que oiga, Legasa, Buenos Aires, 1994. –––, “Conversación con Jorge Abel Martín”, en Tiempo Argentino, 26 de abril de 1984. Nichols, Bill, “Prefacio” y “El dominio del documental”, en La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental, pp. 13-21 y 31-63, Paidós, Buenos Aires, 1997. Niney, François, “Les archives”, en L’épreuve du réel à l’écran. Essai sur le principe de réalité documentaire, pp. 253-271, Bruselas, De Boeck, 2002. Novaro, Marcos, “Formación, desarrollo y declive del consenso alfonsinista sobre derechos humanos”, en Roberto Gargarella, María Victoria Murillo y Mario Pecheny (comps.), Discutir Alfonsín, pp. 41- 65, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2010. –––, “1979-1983: Némesis y transición” y “La conquista de la democracia y el agravamiento de la crisis”, en Historia de la Argentina 1955-2010, pp. 167-193 y 195-223, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2010a. 119


Culturales

O’Donnell, Guillermo, “Democracia en la Argentina: micro y macro”, en Oscar Oszlak (comp.), “Proceso”, crisis y transición democrática /1, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1987. Página/12, “Me interesa mostrar una visión argentina de Evita, no fanática”. Entrevista a Miguel Pérez por Mario Blejman, sección televisión, 26 de julio de 2003. Paranaguá, Paulo Antonio, “Orígenes, evolución y problemas”, en Paulo Antonio Paranaguá (ed.), Cine documental en América Latina, pp. 13-78, Cátedra, Madrid, 2003. Plantinga, Carl R., “Voice and Authority”, en Rhetoric and Representation in Nonfiction Film, pp. 101-119, Chapbook Press, Michigan, 2010. Portantiero, Juan Carlos, “La transición entre la confrontación y el acuerdo”, en José Nun y Juan Carlos Portantiero (comps.), Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, pp. 257-293, Puntosur, Buenos Aires, 1987. R enov , M ichael , “Toward a Poetics of Documentary”, en Theorizing Documentary, pp. 12-36, Routledge, Londres, 1993. Ricoeur, Paul, La memoria, la historia y el olvido, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004. Romero, Luis Alberto, “Memoria de El Proceso y problemas de la democracia”, Lucha Armada, núm. 10, Buenos Aires, 2008 (citado por Javier Campo, “ ‘La historia fue así’. Disputas por la legitimidad histórica en el cine documental argentino de los años 80’”, en Marina Moguillansky, Andrea Molfetta y Miguel Santagada (coord.), Teorías y prácticas audiovisuales. Actas del primer Congreso Internacional de la Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual, pp. 139-146, Teseo, Buenos Aires, 2010. Sarkar, Bhaskar, y Janet Walker, “Introduction. Moving Testimonies”, en Sarkar Bhaskar y Janet Walker (eds.), Documentary Testimonies. Global Archives of Suffering, Routledge, pp. 1-34, Nueva York, 2010. 120


El montaje de la transición argentina

Sarlo, Beatriz, “La función de la literatura en un proceso de construcción de sentidos”, en Ficción y política. La narrativa argentina durante el proceso militar, pp. 31-59, Alianza Editorial/Institute for the Study of Ideologies & LiteratureUniversity of Minnesota, Buenos Aires, 1987. Sartora, Josefina, “Listado de documentales de producción argentina (1932-2006)”, en Josefina Sartora y Silvina Rival (comp.), Imágenes de lo real. La representación de lo político en el documental argentino, pp. 189-204, Libraria, Buenos Aires, 2007. S/D, “Esta chica es la primera Evita del cine argentino”. S/D, “Eduardo Mignogna: no es peronista, y filmó la vida de Eva Duarte”, 26 de abril de 1984. Sel, Susana, “Repensando el documental social. Etnografía y praxis en la Argentina de los últimos 20 años”, en Susana Sel (comp.), Imágenes y medios en la investigación social. Una mirada latinoamericana, Facultad de Filosofía y LetrasUniversidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2005. Sjöberg, Patrik, The World in Pieces. A Study of Compilation Film, Aura Förlag, Estocolmo, 2001. Tiempo Argentino, “La cara oculta de la República”, 29 de agosto de 1983. –––, “La República perdida II”, 12 de octubre de 1985. –––, “La República perdida II. Cine catástrofe”, 21 de diciembre de 1985. Ulanovsky, Carlos, Silvia Itkin y Pablo Sirvén, Estamos en el aire. Historia de los medios de comunicación en la Argentina, Emecé, Buenos Aires, 2006. Weinrichter, Antonio, “Jugando en los archivos de lo real. Apropiación y remontaje en el cine de no ficción”, en Casimiro Torreiro y Josetxo Cerdán (eds.), Documental y vanguardia, pp. 43-64, Cátedra/Festival de Málaga, Madrid, 2005. –––, Metraje encontrado. La apropiación en el cine documental y experimental, Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, Pamplona, 2009. 121


Culturales

Zylberman, Lior, “Estrategias narrativas de un cine postdictatorial. El genocidio en la producción cinematográfica argentina (19842007)”, tesis de maestría en comunicación y cultura, Facultad de Ciencias Sociales-Universidad de Buenos Aires, 2011.

Fecha de recepción: 20 de diciembre de 2011 Fecha de aceptación: 28 de febrero de 2012

122


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa, 1931-1958 Víctor M. Gruel Universidad Autónoma de Baja California Resumen. Este artículo explora la desconocida historia del Hospital de La Rumorosa. El contexto que será reconstruido es el devenir político del Territorio Norte de la Baja California durante la primera mitad del siglo veinte. Después de mencionar los orígenes y temprano poblamiento del poblado de La Rumorosa, se intenta describir puntualmente el surgimiento del hospital. Con el propósito de situar las demandas que pacientes y grupos filantrópicos hicieron a las autoridades territoriales, este artículo presenta algunas notas de prensa. El centro de la discusión son las representaciones y significados que tuvieron los conceptos locura y ser humano para los filántropos que trabajaron en beneficio del Hospital de La Rumorosa. Por último, se hace énfasis en aquellas corruptelas que sumergieron a los pacientes en un cruel abandono. Palabras clave: 1. corrupción, 2. locura, 3. filantropía, 4. Hospital de La Rumorosa.

Abstract. This article explores the unknown history of the Hospital of La Rumorosa. The context will be rebuilt is the political future of the Northern Territory of Baja California during the first half of the twentieth century. After mentioning the origins and early settlement of the town of La Rumorosa, I will try to describe the emergence of the hospital. In order to place the demands that patients and philanthropic groups made to territorial authorities, this article presented some press releases. The center of the discussion will focus on representations and meanings that were the concepts of “madness” and “human being” for philanthropists who worked on behald of the Hospital of La Rumorosa. Finally, will emphasize those corruptions which plunged to patients in a cruel abandonment. Keywords: 1. corruption, 2. madness, 3. philanthropy, 4. Hospital of La Rumorosa.

culturales

VOL. VIII, NÚM. 16, JULIO-DICIEMBRE DE 2012 ISSN 1870-1191

123


Culturales

Introducción Dos fuerzas opuestas articularon la historia reciente del Hospital de La Rumorosa. La interacción del gobierno del Territorio Norte de la Baja California con las organizaciones civiles de la frontera norte construyó varios episodios de franca oposición. Durante los breves 27 años de existencia del hospital, cuyas funciones fueron las de una institución custodial, es decir, un espacio de vigilancia y reclusión de los individuos que padecieron alguna degeneración mental u orgánica (Scull, 1993:284-293), algunos filántropos denunciaron las carestías con las que la burocracia sanitaria sometió a los pacientes. De alguna manera, los malentendidos que generó esta situación tuvieron origen en la idea errónea de que el Hospital de La Rumorosa había sido manicomio. Antes bien, el gobierno territorial custodió a ciertos enfermos incurables, entre ellos algunos locos, quienes raras veces recibieron un tratamiento médico o psiquiátrico. A pesar de que los observadores contemporáneos reconocieron la nomenclatura oficial del hospital, que diferenciaba entre pabellones de pacientes demenciales y pabellones de tuberculosos (Dueñas, 1986), algo ocurrió que acentuó su supuesta condición manicomial. Para el presente artículo se descartaron algunas fuentes de la historia institucional, y en cambio se privilegiaron los artículos de periódicos y revistas de la época, aspecto olvidado por la escasa literatura (Gruel, 2010; Monay, 2007:37-39; Sosa, 2010:56-59). Las siguientes páginas muestran los pormenores de un proyecto que fracasó en su misión curativa, al convertirse en un espacio instrumentado para librar a Tijuana y Mexicali de sus enfermos incurables. El camino a la locura Lentamente, entre la primera y segunda década del siglo veinte, La Rumorosa comenzó a poblarse como cualquier asentamiento 124


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

rural de frontera. A finales del siglo diecinueve apenas existía a escasos kilómetros una ranchería de nombre Jacumé, propiedad del ingeniero británico William Denton (Gruel, 2010:104-105). Fuera de esta referencia cartográfica, no encuentro más datos sobre sitios cercanos a La Rumorosa, a no ser por las evidencias misionales, arqueológicas y prehistóricas de la Sierra de Juárez. Durante los primeros años de su gobierno, Esteban Cantú emprendió una serie de obras modernizadoras del Distrito Norte de la Baja California. Por ejemplo, construyó el Camino Nacional, carretera que comunicó a Mexicali con Tijuana y Ensenada (Werne, 1980:18; Samaniego, 1998:63 y 2006:148). El camino trazado a través de la accidentada Cuesta de Picachos posibilitó el asentamiento ulterior. En diciembre de 1918 la tesorería del Distrito Norte publicó un desplegado donde anunció que cobraría dos pesos por transitar “entre los puntos determinados Cañón de Llanos y La Rumorosa” (Rodríguez Rosales, 2006:116). Para el Censo General de Población de noviembre de 1921, La Rumorosa apareció bajo la categoría de “rancho” y apenas contaba con 16 habitantes (1926:39). Un testimonio de 1922 señaló que apenas existió un “Oficial del Resguardo en su modesta oficina rural y unas cuantas casitas en el lomerío” (Lugo de Santoyo, 1988:14). En 1923, con el arribo de Abelardo L. Rodríguez al gobierno y jefatura militar del Distrito Norte (Gómez Estrada, 2007:164), se proyectó en La Rumorosa un centro turístico y militar denominado Campo Alaska. Tuvo tal fuerza que para el Quinto Censo de Población, de mayo de 1930, La Rumorosa apareció bajo la toponimia impuesta por Rodríguez, atrayendo a tal número de personas que el conteo arrojó el dato de 194 pobladores (1933:49). El complejo arquitectónico que el gobernador construyó proyectaba no sólo un escenario diferente, en el sentido de atraer a turistas nacionales y estadunidenses, sino también un propósito logístico y administrativo (Rodríguez, 1993:241). Para evitar el calor de Mexicali, edificó una “finca veraniega” para trasladar allí las oficinas y la residencia distrital. Las tropas militares guarnecieron a unos cuantos metros, en un 125


Culturales

cuartel construido ex profeso (1993:242). Rodríguez también construyó una pequeña escuela. Pese a las modestas dimensiones y las rústicas paredes de mampostería, la casa de gobierno y el cuartel militar contaron con todas las comodidades (Dueñas, 1986:13). En 1924, después de describir todos los servicios e indulgencias que recibiría en el lugar, Abelardo L. Rodríguez invitó a Plutarco Elías Calles a descansar una vez concluida su campaña electoral.1 El testimonio de un soldado del cuartel describió dónde y cómo los revolucionarios sonorenses consumieron bebidas embriagantes (Wilhelmy, 1956:102). Finalmente, entre agosto de 1928 y 1929, desde el Campo Alaska se organizaron algunas tropas para la “sofocación del movimiento de rebeldía contra las instituciones, que encabezaron los ex generales Escobar y otros”, afirmó Abelardo L. Rodríguez.2 En 1931, el gobernador del Territorio Norte de la Baja California, Carlos Trejo Lerdo de Tejada, instrumentó la apertura del Hospital de La Rumorosa. Este polémico abogado forjó su carrera como intelectual de rango medio de los Científicos porfirianos. El político sobrevivió la fase armada de la Revolución en Cuba y una vez recuperado el control por Venustiano Carranza regresó a México. Trejo Lerdo de Tejada circuló por varias dependencias, en especial por los servicios diplomáticos, hasta que el presidente Pascual Ortiz Rubio lo designó gobernador de Baja California. Desde diciembre de 1930 sustituyó al gobernador saliente, el militar michoacano Arturo Bernal (Samaniego, 1991:45). Trejo Lerdo de Tejada, “fiel a su ideología positivista, afirmaba que la regeneración sólo podía lograrse por el camino de la evolución” (González Gómez, 2006:51), por lo que, como muchos políticos posrevolucionarios, creyó en la teoría de la degeneración mental y racial. He aquí el primer fundamento del Hospital de La Ru1

FAPEC, Presidentes, s. 8, exp. 3, inv. 798, leg. 1, carta del 12 de mayo de 1924, Abelardo L. Rodríguez a Plutarco Elías Calles, f. 36. Calles aceptó la invitación hasta 1933, cuando fue a la mansión de El Sauzal (Gómez Estrada, 2007:160). 2 AHEBC, Distrito Norte, c. 17, exp. 18, 31 de julio de 1929, Memoria de guerra, f. 6.

126


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

morosa. A los seis meses de su gobierno, escribió un informe destinado a Ortiz Rubio: En el centro de la ciudad [de Mexicali] estaba situado el Hospital Civil en completo abandono. En él se encontraban asilados dementes, enfermos de lepra, de tuberculosis y otras enfermedades infecciosas: muchos de estos enfermos dormían a la intemperie, pues no había camas bastantes. Para retirarse del centro de la ciudad este foco de infección se aprovechó la casa del Gobernador construida en La Rumorosa, estableciendo allí un lazareto y un manicomio al cual fueron trasladados los enfermos del Hospital Civil y en donde se encuentran en mucho mejores condiciones.3

El gobernador del Territorio Norte no solicitó permiso para instalar el Hospital de La Rumorosa en los edificios construidos por Abelardo L. Rodríguez.4 El hecho de que el Hospital de La Rumorosa fuera establecido como lazareto y manicomio, simultáneamente, contradice la teoría clásica. Michel Foucault (1999) mostró cómo la locura digna de confinarse al manicomio sólo apareció en el pensamiento occidental cuando los leprosos no constituyeron un problema. Para el siglo trece, los antiguos lazaretos de Francia e Inglaterra fueron transformados en los primeros manicomios. Esto no ocurrió así en el poblado de La Rumorosa, ya que ambas instituciones aparecieron conjuntamente, gracias al utilitarismo de Carlos Trejo Lerdo de Tejada. Entre 1930 y 1946, según las estimaciones del Registro Nacional de Hansenianos, existieron 20 casos de lepra en el Territorio Norte de la Baja California (Hernández, 1970:231). Las creencias sobre esta enfermedad ameritaron una lección de aislamiento en la Sierra de Juárez. A pesar de que la principal razón para crear el Hospital de La Rumorosa fue la urgencia de desalojar el Hospital Civil 3 AHME, Colección Adalberto Walther Meade, c. 10, exp. 44, 18 de agosto de 1931, f. 7. (En las transcripciones se modernizó la ortografía en beneficio del lector.) 4 Hasta julio de 1940, la Secretaría de Defensa Nacional cedió los derechos del predio al gobierno territorial. AGN, Dirección General de Gobierno, s. 2.000(30)27620, c. 58, exp. 19, t. I/12, documento consultado en IIH-UABC, ref. 9.81, f. 1.

127


Culturales

de Mexicali, previamente la legislación nacional planteó un escenario diferente para Trejo Lerdo de Tejada. Ese mismo año el Periódico Oficial del Territorio Norte reprodujo el “Código Penal para el Distrito Federal y Territorios Federales, en materia de fuero común”. La legislación obligó al gobernador a destinar un espacio para “locos, idiotas, imbéciles o los que sufran cualquier otra debilidad, enfermedad o anomalía mentales”. La acción prescrita por el código señaló que los enfermos “serán recluidos en manicomios o en departamentos especiales, por todo el tiempo necesario para su curación y sometidos con autorización del facultativo a un régimen de trabajo”.5 A juzgar por los hechos venideros, Trejo Lerdo de Tejada optó por crear un “departamento especial”. No se limitó a proyectar un manicomio, sino que dispuso de un espacio para contener a un amplio espectro de enfermedades. En este proyecto, nunca mencionó la asesoría de algún médico o psiquiatra. En los meses posteriores a su destitución y una vez en el Distrito Federal, Trejo Lerdo de Tejada publicó Norte contra sur, libro en donde respondió a cada uno de sus detractores. El ex gobernador cerró el texto con un resumen de las 37 acciones más importantes de su gobierno. En la acción 16: “Creación del hospital para enfermos infecciosos, tuberculosos y leprosos en La Rumorosa, pequeño pueblito [sic] situado en la serranía, a la mitad de la carretera Mexicali a Tijuana” (Trejo Lerdo de Tejada, 2007:255). El político justificó el aislamiento de ese “foco de infección” debido a que el Camino Nacional era escasamente transitado. En 1931, los terrinorteños viajaron del Valle de Mexicali a la costa del Pacífico a través de las carreteras estadunidenses del sur de California, según apuntó Trejo Lerdo de Tejada (2007:89).6 El testimonio de un experto explica los cuidados que tendrían que extremar quienes condujeran por el lado mexicano: 5 AHMM, Periódico Oficial, ref. 29, AHM/111.711931, t. XLIV, 20 de agosto de 1931, p. 11. 6 En 1925, el recorrido en automóvil del Valle de Mexicali a Tijuana, vía el Camino Nacional, duraba entre seis u ocho horas (Bórquez, 1997:128).

128


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa El [C]amino [Nacional] es una notable obra de ingeniería, tiene un desarrollo de 11 kilómetros, en el que vence un desnivel de 806 metros, está alojada en los flancos de las montañas que forma[n] dicho Cañón y tiene grandes curvas y fuertes pendientes que requieren toda la atención de los automovilistas para no precipitarse a los abismos que se extienden a un lado del camino.7

Pese al peligro intrínseco, entre 1940 y 1950 miles de personas transitaron por la carretera que conectó las cabeceras municipales de Tijuana y Mexicali. Uno de los puntos intermedios fue (y sigue siendo) La Rumorosa. Para el Sexto Censo de Población, de marzo de 1940, en calidad de “campamento” contaba con 111 habitantes (1943:56). En el Séptimo Censo General de Población, de junio de 1950, bajo la misma categoría, aumentó hasta 539 personas (1951:44). Quienes entraron hasta las ruinas de lo que fue el Campo Alaska observaron el cuadro de miseria humana que el hospital ofrecía a vecinos y viajeros. Pocos testimonios encontré donde los ciudadanos buscaron algo más que el exotismo radical de la locura. De nuevo, en este punto radica una diferencia teórica: en Francia, la tradición de manicomios inaugurada por Phillipe Pinel (1745-1826) tuvo por origen la filantropía (Foucault, 1999:206) y el humanitarismo (Sacristán, 2009:172). Esto no ocurrió en el Territorio Norte de la Baja California. Los filántropos y grupos humanitarios primero ayudaron y después articularon un discurso –sin ningún rasgo de científico– sobre la enfermedad mental. Pese a esto, cada acto filantrópico se acompañó de una posición política que confrontaba a los responsables del descuido hospitalario. Algunos filántropos asumieron actitudes silenciosas, limitadas a aportar recursos materiales. En cambio, otros difundieron sus donativos fuera de los despachos burocráticos. Sobre estas diferencias versan las siguientes páginas. 7 IIH-UABC, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, ref. 1.44, junio de 1937, Julio Riquelme, “Vías de comunicación de la Baja California”, f. 18.

129


Culturales

La locura al descubierto El Hospital de La Rumorosa experimentó entre 1931 y 1935, cuando Agustín Olachea dirigía el Territorio Norte de la Baja California, un impulso inusitado. Durante este tiempo, se evidenció que la institución tendría que alojar un mínimo de 40 pacientes. Como parte de su plan de egresos, Olachea solicitó a los diputados de la XXXIV Legislatura la autorización necesaria para concluir el acondicionamiento del hospital (Gruel, 2010:48). De inmediato, el militar sudcaliforniano recibió el visto bueno y, por fin, el proyecto obtuvo el reconocimiento oficial. El régimen de Olachea se caracterizó por un rechazo abierto a los repatriados “sin dinero e indigentes” (Alanís Enciso, 2007:122) que arribaron a la frontera. El gobernador justificó estas opiniones con un discurso eugenésico, pues según sus palabras el Hospital de La Rumorosa era una institución como había otras, entre las que destacaba la colonia penal de la Isla de Guadalupe (Gruel, 2011:55). En diciembre de 1935 apareció en la prensa de Mexicali una protesta en contra de las anomalías ocurridas en el Hospital de La Rumorosa. José Castanedo, editor y principal periodista de Revista Minerva, publicó un controvertido desplegado donde criticaba “las pésimas condiciones en que se encuentra el sanatorio”, para luego protestar por su “cruel y criminal abandono”.8 Minerva retrató dos imágenes de la carestía: los pacientes eran “infelices enfermos de enajenación y de tuberculosis que para su mayor desgracia han sido recluidos en la sierra”. Para la segunda, preguntándose por el significado de la institución, utilizó un juego de palabras: “no se puede decir que cosa será, y sí se puede asegurar que nada es”. Ni sanatorio, tampoco manicomio; el periodista no encontró las palabras para clasificarlo. A los ojos de un conservador como José Castanedo,9 la existencia del Revista Minerva, “Protesta y petición”, 15 de diciembre de 1935, año IX, núm. 12, p. 12. Datos de ubicación y publicación, al final del documento. 9 Aunque es palpable su conservadurismo, discrepo con las opiniones que aseguran que era nazi sólo porque publicó un editorial sobre el complot judío (Trujillo, 2004:129). 8

130


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

hospital representó un problema por sí mismo. Aunque los terrinorteños quedaron asombrados por la degradación descubierta, lo más indigno resultó que el gobierno territorial lo permitiera. El autor luce más preocupado por los agentes de la corrupción que por detener las corruptelas mismas. Protestamos por la falta de alimentos adecuados, abrigos, cobijas, colchones y demás ropa propia de un establecimiento de esta naturaleza; quedando expuestos […] los enfermos a aumentar sus males por el hambre y el frío riguroso que se siente en esta región elevada, o pereciendo antes de tiempo, así como también por falta de doctor y medicinas […] Protestamos contra los robos de ropa y provisiones de boca, consumados durante el régimen Olacheísta [sic], y descubiertos hasta ahora; […] ignorándose quién será el ladrón o ladrones que hayan dispuesto de esas remesas o el destino que se les haya dado, lo cual resultaría indebido, pues la caridad fue hecha exclusivamente para 10 el sanatorio de La Rumorosa.

Aunque la identidad del ladrón fue una incógnita, la nota periodística denunció asuntos insospechables en el Territorio Norte de la Baja California. En la segunda parte del desplegado, José Castanedo solicitó al gobernador Gildardo Magaña investigar quiénes fueron los culpables. También proporcionar “comida y ropa necesarias a los pacientes de dicha “institución”. Resulta interesante cómo el periodista entrecomilló la última palabra. En parte, esta acción denota de manera irónica el carácter informal del hospital. Detrás de la ironía existe una crítica política, y sí de algo se jactó el régimen posrevolucionario fue de crear “instituciones”. En un ejercicio oficialista, deseando coincidir con los postulados de Lázaro Cárdenas, la nota contribuyó a escrutar los asuntos turbios del régimen de Plutarco Elías Calles. Incluso, articuló otras peticiones dirigidas a “las autoridades sanitarias del Territorio […] para que se proceda al debido acondicionamiento de ese lugar de miseria y dolor humano”. También solicitó un Revista Minerva, “Protesta y petición”, 15 de diciembre de 1935, año núm. 12, p. 12. 10

131

IX,


Culturales

médico “de planta”, muebles, medicinas, pero sobre todo “que se establezca una vigilancia estrecha y se atienda a los enfermos como debe atendérseles para su curación”. Con cuatro años de fundado, el Hospital de La Rumorosa no curaba a los pacientes ni vigilaba la conducta de los empleados del mismo. Casi al final del desplegado, el periodista ofreció una estampa que nubló aún más el horizonte. Para diciembre de 1935, el clima en el Territorio Norte atravesaba un intenso frío. La nieve cubría la Sierra de Juárez y los termómetros bajaron “a menos de cero. Y así pasan las noches largas los enfermos, acostados sobre los tambores de las camas desrencijadas sin colchones”. Una referencia literaria le sirvió para darle mayor fuerza al argumento: “Todos [los enfermos] están convertidos en espectros vivientes de la Divina Comedia, y ni siquiera el auxilio que suele mandarles la conmiseración pública llega a sus manos”.11 El contraste entre la proximidad del evento navideño y la mención dantesca12 dotó a la denuncia de un referente cultural. A pesar de que La Rumorosa parecía un infierno en la montaña, las festividades navideñas motivaron los primeros actos filantrópicos: Ya en prensa esta edición llegó a nuestro conocimiento, que los apreciables señores Juan J. Robles, Miguel Padilla Aldrete y Roberto Encinas, miembros del Club Rotario de Tijuana, temerosos por los robos que han ocurrido, fueron personalmente a La Rumorosa a llevar cobijas, ropa y algunos alimentos a los enfermos; auxilios que dicho club reunió entre sus asociados para regalarles su navidad a los pacientes o raterías. Sabemos que de Mexicali se les mandará también un regalo de Noche Buena. Conviene que los donantes, como los de Tijuana, vayan personalmente a llevarlo, entre tanto no se aclare lo ocurrido en meses pasados.13 Revista Minerva, “Protesta y petición”, 15 de diciembre de 1935, año IX, núm. 12, p. 30. 12 Una década después, cuando el periodista Fernando Jordán visitó el hospital, también utilizó una cita literaria para ironizar la situación de La Rumorosa: “el Dávos mexicano”, refiriéndose al poblado suizo donde se ubicó el hospital tuberculoso de La montaña mágica, la novela de Thomas Mann (Jordán, 1976:130-131). 13 Revista Minerva, “Protesta y petición”, 15 de diciembre de 1935, año IX, núm. 12, p. 30. 11

132


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

El nombre del ladrón que José Castanedo desconocía fue Miguel Delgado. Tal y como lo sospechó el periodista, los robos y desvíos de recursos públicos apuntarían, tarde o temprano, hacia Agustín Olachea. El señor Delgado, delegado municipal en Mexicali del Partido Nacional Revolucionario, declaró al presidente Abelardo L. Rodríguez su apoyo incondicional a Olachea.14 Entre la nota periodística de Minerva y las acusaciones que hizo Raymundo Acevedo, enfermero y administrador del hospital, sucedieron varias cosas en el Territorio Norte. En menos de un año, el control político se modificó dos veces: Gildardo Magaña salió en febrero de 1936, tras sugerirle a Lázaro Cárdenas la reapertura del casino e hipódromo de Agua Caliente (Vanderwood, 2008:190-191). Sin persuadir al presidente, Magaña fue sustituido por Gabriel Gavira, quien permaneció en el puesto hasta agosto de 1936. Durante el escaso tiempo que gobernó Baja California, Gavira propuso la desquiciada idea de pagarle a migrantes, repatriados y terrinorteños 10 dólares con tal de que dejaran la península (Vanderwood, 2008:192). Esta medida, al igual que la de Magaña, molestó a Cárdenas, quien preparaba un importante proyecto agrario en la región. Rafael Navarro Cortina asumió el gobierno del Territorio Norte en agosto de 1936 (Aguirre Bernal, 1966:324). A los pocos días llegaron a su escritorio un par de oficios relacionados con el Hospital de La Rumorosa. El 4 de septiembre de 1936, Raymundo Acevedo relató al gobernador lo siguiente: El señor Delgado desde que se hizo cargo de la alimentación no ha cumplido con sus obligaciones como es debido, diariamente los enfermos exponen sus quejas […] refiriéndose a los alimentos escasos y malos, varias veces se le ha llamado la atención al mencionado contratista, concretándose a decir solamente que […] no le cubre la Tesorería General la cantidad que arrojan las papeletas […] Además los enfermos y empleados […] informan que este señor en época pasada estuvo al frente 14 AHSDN, Dirección del Archivo Histórico de Cancelados, XI/III/I-549, t. III, 12 de agosto de 1932, telegrama de Miguel Delgado a Abelardo L. Rodríguez, f. 697-698.

133


Culturales del hospital desempeñando los cargos de administrador, proveedor y subdelegado del gobierno y se vio en la necesidad de renunciar debido a que la Comisión Investigadora que mandó el gobierno del Sr. Gral. Magaña, le comprobó el mal manejo de fondos y los abusos de autoridad que cometió tanto con los vecinos de este lugar como con los mismos enfermos […] y [que] únicamente esperó el cambio de gobierno para solicitar nuevamente la proveeduría […] al Gral. Gavira.15

El denunciante se vio orillado a pedir a los vecinos los recursos necesarios para alimentar a los pacientes. Desesperado por la demora del proveedor, terminó informando a la máxima autoridad territorial. Las noticias que expuso lo comprometieron aún más, porque pacientes y empleados sospecharon que ambos, denunciado y denunciante, estuvieron en contubernio.16 Lo peor fue que desde el 4 de septiembre Miguel Delgado ascendió un par de veces la Cuesta de Picachos. La pequeña ración que proveyó fue de “frijoles y arroz, de leche solamente 15 litros para 52 individuos que hay en la actualidad recluidos”. Posiblemente, el hambre que sufrieron los enfermos agravó su enclenque estado de salud. Como respuesta ante tales problemáticas, los subordinados de Navarro Cortina se dieron a la tarea de encontrar a alguien para suministrar los alimentos. La elegida fue Luz Zamora, originaria del Valle de Mexicali, quien, a diferencia de Delgado, transparentó su plan de trabajo elaborando “un presupuesto aproximado de gastos que se requieren para proporcionar alimentación mixta a 50 enfermos”.17 En el presupuesto también anotó una suerte de régimen dietético: “En cuanto a los enfermos de dieta, se les atenderá de acuerdo con la prescripción del médico”. No hubo tal. Mientras que Rafael Navarro Cortina y su equipo de trabajo AHEBC, Gobierno del Estado, c. 218, exp. 1, Alimentación de enfermos La Rumorosa, 4 de septiembre de 1936, carta de Raymundo Acevedo al general Rafael Navarro Cortina. 16 AHEBC, Gobierno del Estado, c. 218, exp. 1, Alimentación de enfermos La Rumorosa, 25 de septiembre de 1936, carta de Raymundo Acevedo al secretario general de Gobierno del Territorio Norte. 17 AHEBC, Gobierno del Estado, c. 218, exp. 1, Alimentación de enfermos La Rumorosa, 10 de noviembre de 1936, presupuesto elaborado por Luz Zamora. 15

134


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

estudiaron el presupuesto que Luz Zamora les entregó, las cosas en La Rumorosa se salieron de control. El 24 de noviembre de 1936 Raymundo Acevedo se trasladó hasta Mexicali y se dirigió a la oficina de Miguel Guerra, jefe de Obras Públicas del Territorio Norte. El administrador del Hospital de La Rumorosa informó que Miguel Delgado tenía una semana sin asistir, esto es, una semana en la que los asilados no comieron a costas del erario público. Entonces, Guerra solicitó a Martín Mendoza, empleado de Obras Públicas, que asistiera al poblado y comprobara estos rumores. La indagación resultó en un extenso informe, citado en dos partes: Hoy en la mañana visité a todos y cada uno de los asilados, los cuales suman entre hombres y mujeres 40, quienes me manifestaron que su alimentación es escasa y pobre, componiéndose esta de frijoles y tortillas de harina sin manteca y muy rara vez una escasísima ración de carne […] El personal protesta por la mala alimentación que les ministra el Sr. Delgado, y afirman que con frecuencia se agotan las provisiones y tiene que recurrir a los vecinos pidiendo provisiones prestadas o a su crédito, y manifiestan […] que el contratista Sr. Delgado da algunas “vueltas” al mes pero sin las provisiones y cuando lleva, las entrega para 20 días, no siendo suficientes.18

Las cantidades exactas de alimentos que Miguel Delgado proporcionó en la última ocasión fueron señaladas con minucia. Si debemos creerle al informe, cabría destacar que entre un momento y otro la población de internos se redujo. También sucedió que: Se suscitó un ligero altercado entre los señores Miguel Delgado y Raymundo Acevedo, diciendo el primero al segundo que todas sus quejas eran motivadas por la envidia y que para terminar con ellas le proponía cambiar de empleos, siempre que Acevedo se comprometiera a darle tres pesos diarios al obtener el contrato de alimentación, cosa que Delgado se compromete con Acevedo a conseguir de la superioridad (el cambio de nombramientos). Acevedo protestó diciendo que no eran envidias, que 18 AHEBC, Gobierno del Estado, c. 218, exp. 1, Alimentación de enfermos La Rumorosa, 26 de noviembre de 1936, carta de Miguel Guerra al secretario general de Gobierno del Territorio Norte, f. 1-2.

135


Culturales está conforme con su empleo y sólo procura cumplir con su deber y que por eso ha ido a poner la queja de las anomalías a […] Obras Públicas. […] Pude enterarme de dos cosas: que la noche anterior había fallecido el soldado del 14º Batallón Melquiades Orozco, habiéndoseme informado por algunos enfermos que en su agonía pedía que comer y no hubo absolutamente nada que darle. Y segunda: de dos dementes encalabozados estando uno de ellos en un periodo de conciencia bastante despejada, por lo que ordené que lo sacaran a tomar sol. El administrador me informó que los tiene encerrados porque son locos furiosos y cuando están sosegados les da por irse, es por ello que siempre los tiene en el calabozo.19

Martín Mendoza llegó hasta el punto de desmontar el concepto de Raymundo Acevedo sobre locura furiosa. Sin la debida confrontación con el punto de vista psiquiátrico, en La Rumorosa un loco furioso fue aquel custodiado en una mazmorra. En marzo de 1937 Rodolfo Sánchez Taboada sustituyó a Rafael Navarro Cortina (Aguirre Bernal, 1966:332). Lázaro Cárdenas mantuvo a Rodolfo Sánchez Taboada en el Territorio Norte hasta el final de su periodo, y no fue hasta la Segunda Guerra Mundial que Manuel Ávila Camacho cambió de gobernador para Baja California. Siete años en el poder, Sánchez Taboada se caracterizó por implementar el programa cardenista (Taylor Hansen, 2010), y también, en agosto de 1937, tomó una medida importante para el hospital: gestionó el trasladó de 44 pacientes al Manicomio General de La Castañeda (Gruel, 2010:84), en el Distrito Federal. Si en La Rumorosa existía un manicomio, ¿por qué trasladar a los enfermos a La Castañeda? En el verano de 1942, nuevas protestas denunciaron las corruptelas del hospital. El 15 de junio, Amalia Jaime, afanadora de la institución, escribió una queja sobre sus condiciones de trabajo, pues carecía de los enseres indispensables para limpiar los pabellones. De hecho, ni siquiera contaba con “leña, tinas, pues estos implementos son proporcionados de su propio sueldo, acto que perjudica a sus raquíticas condiciones económicas, ya 19 ahebc, Gobierno del Estado, c. 218, exp. 1, Alimentación de enfermos La Rumorosa, 26 de noviembre de 1936, carta de Miguel Guerra al secretario general de Gobierno del Territorio Norte, f. 2-3.

136


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

que anteriormente se le proporcionaba todo”.20 La empleada también se quejó de la nula colaboración de los enfermeros, quienes no tomaban lista cuando preparaban la ropa por lavar; mucho menos la depositaban en un mismo sitio. Que en el departamento de dementes tiene un hijo y que el personal encargado de aplicar las medicinas, como inyecciones, siempre se ha rehusado a hacerlo, y si lo hace es a base de reproches e insultos a estos enfermos que ninguna culpa tienen que el destino los [haya] colocado en esta situación; ya que para los dolientes es muy triste y penoso recibir tratos indirectos de personas que deben tener un comportamiento más social y humano con la gente que de ellos pide un servicio.21

Amalia Jaime explicó en lenguaje llano las negligencias que agravaron los padecimientos de los pacientes del Hospital de La Rumorosa. Aparecen por primera vez un conjunto de valores y creencias que denunciaron las desgracias de este nosocomio. La importancia del texto de Amalia Jaime radica en que su crítica es una respuesta inmediata a los atropellos. En la simpleza discursiva que caracterizó a la afanadora, por fin emergieron los esquemas culturales de Occidente que asocian la experiencia trágica de la locura con la enfermedad mental (Foucault, 1999:70). Esta tragedia es la causa aparente de que algunos humanos sean considerados “locos” y, por lo mismo, concluyan sus vidas fuera de sí mismos. La enfermedad se convierte en el cuadro que explica la caída en un destino (Porter, 2002:14). Para una mentalidad ajena a planteamientos neurológicos y psiquiátricos, la etiología del desorden mental se encontró en los terrenos de lo inexplicable e incognoscible. Al esbozar su discurso, Amalia Jaime sustituyó los ideales providenciales que predestinaron a las personas a enfermar. Pasó del esquema que comprende la desgracia como efecto de la calidad moral de la persona a una concepción más 20 AHEBC, Gobierno del Estado, c. 326, exp. 1, Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia, 15 de junio de 1942, carta de Amalia Jaime al jefe de Servicios Sanitarios Coordinados. 21 AHEBC, idem.

137


Culturales

“científica”. A través de su punto de vista secular, concluyó que los pacientes “no tuvieron la culpa” de enloquecer. Gracias a las pautas empáticas que la maternidad proporcionaba, absolvió y humanizó a los locos de La Rumorosa. Por ello descalificaba a los empleados que insultaron y maltrataron a los internos. Para avivar el descontento en el Hospital de La Rumorosa, los mismos pacientes escribieron una carta a Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia. En la misiva revelaron de viva voz sus condiciones de vida. La queja fue frontal y directa: se lamentaron del trato que recibían por parte del personal.22 Utilizaron palabras elocuentes: “la [administradora] nada ha hecho por llevar a cabo la buena marcha del hospital”. Una diferencia con los documentos oficiales fue que para escribir su carta los quejosos no emplearon una máquina de escribir: Nosotros, como ya le hemos dicho a usted en otra ocasión, necesitamos una mejor alimentación porque la [que] nos está[n] suministrando es pésima pues la señora administradora está de acuerdo con la proveedora de la alimentación. Por lo cual se nos da de comer la comida más barata […] Desde que separaron el edificio quedaron sin componer los excusados, notándose por todo el hospital un olor inmundo […] Finalmente, [la administradora] está de pleito con algunos empleados, cosa que redunda en perjuicio nuestro.23

En verdad, las enemistades que cultivó la administradora del hospital redundaron en una serie de perjuicios que pauperizaron la calidad de vida de los asilados. Por ejemplo, al comienzo de cada día, después de dormitar en el sórdido cobijo del pabellón, vistieron las escasas prendas que la administradora les proporcionó. Durante el resto de la jornada fueron maltratados y mal alimentados por los enfermeros, hambrientos y esperanzados en recibir un tratamiento que curase sus enfermedades, y aguardaAHEBC, Gobierno del Estado, c. 326, exp. 1, Servicios Coordinados de Asistencia, 22 de agosto de 1942, manuscrito de Simón Hernández, Carlos Moreno, Antonio Félix, Loreto González, Pedro Cimental, Lucina Quiroz, María de los Ángeles de la Lora, Raquel Torres y Heliodora Sánchez. 23 AHEBC, idem. 22

138


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

ron en vano a un médico que raras veces los visitaba (Dueñas, 1986:12). El acto privado de defecar y la presencia olorosa de los excrementos (el “olor inmundo” descrito) en el hospital fueron parte central de su denuncia. Tal como apuntó un historiador francés, el Estado-nación obliga a ciertos sujetos a oler la inmundicia como parte de un aprendizaje político (Laporte, 1998:69). Los donativos de Carmen Cantúa Proveniente del Valle de Mexicali, Carmen Cantúa visitó varias veces el Hospital de La Rumorosa. En 1946 aparecieron en el semanario El Regional 11 notas relacionadas con las recolectas que emprendió en la capital del Territorio Norte de la Baja California. El 23 de febrero se publicó una “lista de la colecta hecha por la Sra. Carmen Cantúa, para ayuda de los reos de la cárcel de esta ciudad y los enfermos y dementes de La Rumorosa”.24 En dos columnas aparecieron los nombres de 192 ciudadanos y las cantidades de sus donaciones; también se agradeció a Alfonso Rivera, quien no cobró los viajes al poblado. Algunos donadores fueron anónimos; otros escribieron “un amigo especial”, y en la mayoría de los casos, la inicial del nombre de pila y el apellido paterno. Un promedio de entre 150 y 200 donadores aparecieron en los números correspondientes a los días 2, 9 y 23 de marzo, 13 y 20 de abril, y 11, 18 y 25 de mayo de 1946. El 31 de agosto José Castillo, director del semanario, publicó otra nota sobre el tema: La señora Carmen Cantú hace un llamado a la sociedad de Mexicali, para que todas aquellas personas que tengan prendas de vestir que ya no usen, se sirvan regalárselas, para ella a su vez mandárselas a los locos y tuberculosos asilados en La Rumorosa. Difícilmente hay una persona que no conozca a la señora Cantúa, que año tras año, y por mucho tiempo, ayudada por las generosas personas cuyos nombres ya se han publicado en estas columnas, socorre a los menesterosos, siendo ella la que con la colaboración mencionada, ha hecho 24

El Regional, “Al público”, 23 de febrero de 1946, año XXIV, núm. 216, p. 7.

139


Culturales los mejores regalos consistentes en ropa, cobijas y calzado a los presos en Navidad, y a los enfermos de La Rumorosa en distintas ocasiones.25

De inmediato, José Castillo convirtió su imprenta en centro de acopio. El periodista, “uno de los más combativos de la prensa bajacaliforniana”, pasó muchas temporadas en la cárcel “por faltas a la autoridad” (Trujillo, 2004:99). Por ello permitió que El Regional fuera el órgano vocero de la señora Cantúa; a fin de cuentas, con estas acciones siguió golpeando al gobierno territorial. Para septiembre, habiendo recibido más donativos, Castillo reiteró a sus lectores “que con sus desperdicios mitigan las penas de los que sufren”.26 También recordó que la ropa vieja “será muy útil, pues se acerca el crudo invierno [y] allá es muy frío, nieva”. Con lo anterior, más o menos se revela el modus operandi: durante el verano la señora buscó donativos y en el otoño los repartió entre los locos de La Rumorosa. Los abusos de autoridad ocurridos en el Hospital de La Rumorosa y la cárcel pública de Mexicali no fueron material exclusivo de Carmen Cantúa y José Castillo. En 1947 un par de editoriales del semanario El Tecolote abordaron el tema. En torno a La Rumorosa debió existir un núcleo coherente de experiencias, porque diferentes periodistas de las más diversas líneas editoriales e ideológicas reflexionaron más o menos en los mismos términos. El editorialista interpeló a la opinión pública, persuadiéndola de quedar “horrorizada de tanta ignominia de parte de nuestras autoridades (cualquier que éstas sean)”.27 Un lugar común fundó la homogeneidad de las opiniones: sólo el gobierno territorial era el responsable de que “el enfermo se ve como un desperdicio de la sociedad”. Los juegos de palabras volvieron entretenida la nota, que por su crudeza estuvo destinada a vender todo el tiraje: “el tuberculoso se vuelve loco y el loco se vuelve tuberculoso”. Con la frase, no sólo se exhibieron las múltiples redes de contagio dentro 25 El Regional, “Caridad”, 31 de agosto de 1946, año XXIV, núm. 243, primera plana. 26 El Regional, “Más donaciones”, 14 de septiembre de 1946, año XXIV, núm. 245, primera plana. 27 El Tecolote, “Sigue el Santo Tribunal de La Inquisición… en La Rumorosa”, 23 de noviembre de 1947, año XIII, núm. 22, primera plana.

140


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

del hospital, sino que continuó la indistinción entre un padecimiento y otro,28 signo de que el tratamiento especializado aún no llegaba a la Sierra de Juárez. Por otro lado, Fernando Jordán y José Castanedo no fueron los únicos en traducir lo observado a unos referentes literarios. El Tecolote citó a León Tolstoi, El reino de Dios está en vosotros (1894). En dicho ensayo el novelista ruso sintetizó su pensamiento cristiano, y dichas interpretaciones dieron pie a lo siguiente: “¡Ah… cómo necesitamos un hombre que siquiera traiga el disfraz de ese Jesús de Nazareth!... Para que vaya a La Rumorosa y a la Cárcel para consolar a esos seres tan humanos como nosotros”.29 Este humanitarismo, con sus marcadas raíces de cristiandad y desobediencia civil, encontró en Tolstoi un fundamento esencial. Para finales de 1949, un documento oficial registró la visita de Carmen Cantúa al hospital. Ese año, en dos ocasiones entregó ropas y edredones a los asilados. Roberto Serrano, subdelegado en La Rumorosa, dirigió un informe a Alfonso García González, gobernador entre 1947 y 1953 (Aguirre Bernal, 1966:355-371). El 9 de diciembre de 1949 Carmen Cantúa solicitó permiso al subdelegado para entregar ropas suficientes para 34 pacientes, de los cuales seis eran tuberculosos y el resto, locos. Al parecer, éstos eran los únicos pacientes del hospital, ya que sobró ropa: El número de beneficiados son 34 […] y quedando más ropa en casa de uno de los que hacen el servicio del manicomio, para repartírselas conforme a las necesidades de cada uno o como lo vayan necesitando. Quedando en existencia 10 pares de pantalones, zapatos 11 pares y 70 piezas más de diversas variedades.30

Serrano aprovechó esta carta para enfatizar que los pacientes no tenían “cobijas y el invierno es demasiado frío”. A lo que se refería 28 En el siglo veinte fue frecuente considerar que la locura y la tuberculosis eran enfermedades semejantes (Sontag, 2003:53). 29 El Tecolote, “Sigue el Santo Tribunal de La Inquisición… en La Rumorosa”, 23 de noviembre de 1947, año XIII, núm. 22, p. 4. El autor conoció el Campo Alaska ya que dijo que el pabellón de dementes era un “cuartelucho inquisitorial”. 30 AGMST, Territorio, s. Subdelegaciones, sin clasificación, 11 de diciembre de 1949, oficio núm. 64 de Roberto Serrano al gobernador del Territorio Norte.

141


Culturales

era a que el gobierno aún no enviaba los recursos necesarios, vía las arcas públicas, para mantener a los enfermos. Diez días después de su visita, Cantúa volvió a entregar un paquete con 12 cobijas a la subdelegación del poblado. Las mantas se destinaron a un sitio específico, “el pabellón de dementes de este lugar; a la vez le comunicó que inmediatamente se procedió a su repartición”.31 Filantropía chicana A principios de 1950, Roberto Serrano recibió nuevos visitantes. Esta vez fue una comisión integrada por cinco personas: dos “doctores” y tres “señores”, apuntó el subdelegado. La visita ocurrió el día 15 de enero y estas personas se identificaron como integrantes de la Alianza Hispanoamericana. Esta organización fue fundada a mediados del siglo diecinueve en Tucson, Arizona, por Mariano Guadalupe Samaniego y otros mexicoestadunidenses, agrupados con el propósito explícito de ayudar a sus semejantes (GómezQuiñones, 2004; Servín, 1996:108). A partir de la década de 1930, la alianza permitió afiliaciones de ciudadanos mexicanos, por lo que se formaron 56 logias en el sur de California (Pichardo, 1988:93-155). Con esta incorporación se incrementó de 11 176 afiliados en 1932 (Servín, 1996:115) a 18 000 en 1939 (Gómez-Quiñones, 2004:90). La consigna de “Protección, moralidad e instrucción” condujo a cinco de sus miembros a La Rumorosa. Escribió el subdelegado: Los doctores Francisco Olivas y [...] Servando Gutiérrez, y los señores Juan González Cobián, Luis Bastidas y Antonio Martínez, los cuales manifestaron que su visita a La Rumorosa era para darse cuenta del número de los asilados de este lugar, para traerles lo más necesario que necesiten, por lo que esta autoridad a mi cargo los acompañó para que visitaran el manicomio y a los tuberculosos.32 AGMST, Territorio, s. Subdelegaciones, sin clasificación, 19 de diciembre de 1949, oficio núm. 69 de Roberto Serrano al gobernador del Territorio Norte. 32 AGMST, Territorio, s. Subdelegaciones, sin clasificación, 16 de enero de 1950, oficio núm. 76 de Roberto Serrano al gobernador del Territorio Norte de la Baja California. 31

142


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

Aunque sea la única evidencia de la Alianza Hispanoamericana que encontré,33 sus inquietudes me parecen legítimas. ¿Cuántos pacientes hubo en La Rumorosa? Justo por estas fechas alguien respondió a esta pregunta. En mayo de 1950, el que fuera director del manicomio La Castañeda, Dr. Samuel Ramírez Moreno, preparaba “un trabajo” sobre la psiquiatría en México (Campo Farfán, 2007:102). En el marco del Congreso Internacional de Psiquiatría, celebrado ese año en París, escribió la monografía. En el informe final revisó la situación nacional de las instituciones de salud mental, enumeró todos y cada uno de los hospitales mentales existentes hasta el momento. Acerca del Territorio Norte de la Baja California escribió: “Hospital de La Rumorosa. Depende del gobierno local, con número total de 32 enfermos” (Ramírez Moreno, 1950:36). Entre el dato proporcionado por los donativos de Carmen Cantúa y la cifra que sustentó el psiquiatra existe cierta coherencia y continuidad. Supone que dos internos fallecieron entre diciembre de 1949 y mayo de 1950. El Club Rotario, en 1935, y la Alianza Hispanoamericana, en 1950, no fueron las únicas agrupaciones de orígenes estadunidenses e ideología mutualista (Gómez-Quiñones, 2004:90) que visitaron el Hospital de La Rumorosa. Tres años después apareció en la geografía del Territorio Norte otra agrupación cuyos miembros se localizaron en Estados Unidos. Se trató de la organización chicana Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán. Según el sociólogo Nelson Pichardo, la lógica que agrupó a estas asociaciones mutualistas fue el “voluntariado” con el designio explícito de mejorar las condiciones laborales y educativas de las comunidades chicanas (1988:93). A principios de la década de 1930, en el condado de San Diego, California, se constituyeron como grupo. El periódico hispano La Opinión, editado en Los Ángeles, fue su principal medio de difusión (Pichardo, 1988:135). Como mostraré a continuación, 23 años después de su 33 Un testimonio señaló que para 1936 en Mexicali fueron frecuentes los bailes patrocinados por la logia 62 de la alianza, esta última “famosa en ambos lados de la frontera”, pues contó con “miembros de todas las clases sociales” (Bórquez, 1997:121).

143


Culturales

fundación, la experiencia que brindó el Hospital de La Rumorosa transformó la misión de una de sus facciones. El 12 de junio de 1953, dos integrantes de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán dirigieron un oficio al delegado en Tecate.34 En la carta señalaron que seis días atrás, en sesión ordinaria, “esta asamblea acordó se formara un Patronato Pro-Abandonados en La Rumorosa, B. C., México”. Dos funcionarios del gobierno mexicano apoyaron la creación de este patronato: el delegado de gobierno en Tijuana, Salvador Sierra Vera,35 y el cónsul mexicano en San Diego, Santiago Campbell. Este último tuvo una larga trayectoria política y diplomática.36 Oriundo del norte de Sonora, mencionó en la hoja de su nombramiento que trabajó con Plutarco Elías Calles. Primero prestó al hombre fuerte de la Revolución sus “servicios como militar”; después fue empleado en un “establecimiento mercantil” propiedad del Jefe Máximo. Luego de ocho años como auxiliar de escribiente, a partir de 1928 ocupó el consulado en varias ciudades estadunidenses, cuyas poblaciones de chicanos y migrantes mexicanos fueron (y siguen siendo) numerosas: El Paso, Texas, y las ciudades californianas de Fresno, Los Ángeles y San Francisco. Ocupó el puesto diplomático en San Diego de 1944 a 1962, para después continuar sus labores en Alemania. En los 18 años que Santiago Campbell trabajó en la región fronteriza probablemente se enteró del Hospital de La Rumorosa. En esta primera incursión por escrito, el patronato ofreció un texto de gran fuerza testimonial: Conociendo con amplitud el lamentable como penoso estado en que se encuentran el grupo de enfermos confinados en La Rumorosa, que no por ser contagiosas sus enfermedades, los pongan fuera del derecho que como humanos tienen y como compatriotas también, y 34 AGMST, Territorio, s. Subdelegaciones, sin clasificación, 12 de junio de 1953, oficio s/n de Luciano Salazar y José Franco al delegado de gobierno en Tecate. 35 En 1925 se quejó ante Abelardo L. Rodríguez sobre chinos y estadunidenses que acapararon las fuentes de empleo que les correspondían a mexicanos (Samaniego, 2009:96). 36 ASRE, Genaro Estrada, s. Oficina del personal, exp. 1, se/131/38, leg. IV-1102, f. 363.

144


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa sabiendo que este mal no es de ahora solamente, ni usted directamente el responsable de esas penosas condiciones.37

Luego de leer el párrafo anterior, se evidencia que Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán mantuvieron un criterio relativo a aspectos jurídicos y sanitarios: no porque el contacto con estos “enfermos confinados” resultase contagioso, sus derechos debieron abolirse. Antes de hermanarse con ellos, en función de rasgos culturales más o menos comunes, el patronato apeló a una condición humana más esencial y fundamental. Esta condición estuvo más allá de cualquier adscripción a un Estado-nación. No obstante, con las alusiones a la responsabilidad y el tiempo que llevó funcionando el hospital, el patronato tenía otra intención además de mostrar la problemática que enfrentaría. Los firmantes de la carta de junio, Luciano Salazar (presidente) y José Franco (secretario), residentes de San Diego, invitaron a colaborar al delegado en Tecate, Antero González. Le dirigieron las siguientes palabras: Conociendo los méritos que a usted garantizan en su representación ciudadana por unanimidad se acordó nombrarlo como parte integrante del patronato […] Esperando que usted como todos se digne aceptar tan penoso pero necesario cargo, le agradeceremos su pronta contestación y el conocimiento de la fecha en que se reúnan ustedes y lo que acuerden para poder empezar a obrar en beneficio de los desheredados conforme ustedes nos lo indiquen.38

Desconozco toda la documentación de esta agrupación, pero intuyo algo sobre cómo fue formándose el patronato adjunto a Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán. De entrada, invitar a un funcionario público mexicano de nivel medio fue un acto por demás estratégico. En junio al parecer se formó el patronato y en los días sucesivos reunieron las firmas de otros ciudadanos, sobre todo bajacalifornianos. Esta estrategia supone su carácter exogámico: con 37 AGMST, Territorio, s. Subdelegaciones, sin clasificación, 12 de junio de 1953, oficio s/n de Luciano Salazar y José Franco al delegado de gobierno en Tecate. 38 AGMST, idem.

145


Culturales

tal de ayudar a los locos de La Rumorosa, fomentaron nuevas membresías. Luego entonces, Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán, al igual que la Alianza Hispanoamericana, fueron logias dispersas y ramificadas cuya agenda y marco de acción dependió del número de miembros de las coyunturas específicas. El 24 de junio de 1953, el ingeniero Antero González respondió a la misiva de Luciano Salazar. Sin pensarlo dos veces, se adhirió al movimiento: Desde luego alabo sobremanera los nobles sentimientos de esa agrupación y me encuentro en la mejor disposición para cooperar con ustedes en la forma que más convenga al alivio de las penalidades de los alienados y enfermos contagiosos que se encuentran recluidos en el manicomio y en el nosocomio de La Rumorosa de esta jurisdicción.39

Como se lee líneas arriba, Antero González aceptó entusiasmado la invitación. Tal fue su entusiasmo que calificó de “nobles sentimientos” las intenciones del patronato, aunque en su respuesta escrita descuidó algunos aspectos. Antero González utilizó “penalidades”, palabra que según la Real Academia de la Lengua no existía entonces. Quizás el delegado se refirió a las “penas” que ahí sufrían los internos, pero también a la acepción jurídica en tanto que sanción de ley. Y esto último es cierto: hubo internos que fueron reos que pagaron su condena en el hospital (Gruel, 2010:166-168). Para referirse a los enfermos, se valió de dos eufemismos: mencionó a los tuberculosos como “enfermos contagiosos”. En cambio, la alusión dada a los locos o enfermos mentales cayó en un desuso: “alienados” es el concepto correspondiente a los siglos dieciocho y diecinueve, por el cual la psiquiatría francesa (denominada en la época “alienismo”) proporcionó un “tratamiento moral” a quienes padecieron locura, pero que en pleno siglo veinte fue utilizado por los psiquiatras mexicanos (Sacristán, 2009:173). Esta expresión anacrónica sirve de ejemplo del inexistente conocimiento psiquiátrico en el Territorio Norte de la Baja California. Esta situación tal vez condujo a pensar como manicomio lo que fue una institución decadente. 39 AGMST, Territorio, s. Subdelegaciones, sin clasificación, 24 de junio de 1953, oficio núm. 10815 de Antero González a Luciano Salazar.

146


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

Para el otoño de 1953 el movimiento de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán reunió a más adherentes. Este aumento en el número de miembros se registró en la papelería oficial. Si para junio de 1953 los documentos tenían tan sólo el emblema de la agrupación, para septiembre el membrete oficial incluyó un extenso organigrama y un directorio de los participantes. Santiago Campbell siguió encabezando la organización en calidad de “presidente honorario”. Debajo del diplomático, 14 personas ocuparon diversas comisiones. El 20 de septiembre los 15 miembros informaron al presidente Adolfo Ruiz Cortines los abusos cometidos en La Rumorosa.40 Anna Asero fue la vocera. En esta fecha, la organización cambió su denominación de “Patronato Pro-Abandonados de La Rumorosa” a “Patronato Pro-Enfermos de La Rumorosa”. La distancia semántica que media entre abandono y enfermedad fortaleció aún más el objetivo. De cualquier manera, este ardid no implicó que fuesen términos mutuamente excluyentes. La lógica de cambiar “abandonados” por “enfermos” afianzó de mejor modo la denuncia: Dándonos cuenta de que en sitio abandonado, sino al contrario a la fácil vista de la inmensidad de [transeúntes] que hacen el recorrido de Tijuana, B.C., a Mexicali, o viceversa, se encuentra en el perímetro que controla la ciudad de Tecate de aquella entidad un punto que hasta sirve de sesteo a los viajeros, por sólo ahí haber modo de encontrar alimentos, que se llama La Rumorosa, sitio en el que está plantado el Sanatorio Antituberculoso con departamento para dementes, y créanoslo Sr. Presidente, esto sí está abandonado.41

En esta carta al presidente Adolfo Ruiz Cortines, el patronato distinguió dos niveles en cuanto a la condición de abandono. Por un lado, que el poblado no fuera un “sitio abandonado, sino al contrario”, significa que el acceso a La Rumorosa dependió del Camino Nacional. Es por ello que en las ruinas del Campo Alaska, entonces convertidas en hospital, resultaron visibles los AGN, Adolfo Ruiz Cortines, c. 425, exp. 425.1/52, 20 de septiembre de 1953, oficio de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán al presidente. 41 AGN, idem. 40

147


Culturales

signos del desamparo; pero no todos los visitantes hicieron algo al respecto. El patronato reservó al presidente la explicación más detallada de sus orígenes y labores filantrópicas: Decidimos formar este patronato, porque todo lo que pudiéramos decirle a usted resultaría pálido ante la penosa realidad: les llevamos ropa, alimentos y medicinas, hasta donde nos es posible comprárselas, pero ahora menos, y quisiéramos que usted se dignase comisionar a persona honrada de las tantas que ahora [a] usted rodean para que investigue a dónde llegan entonces los dineros de las nóminas, ya que no lo gastan en nada, y los pobres perecerían sin la insignificante ayuda que les prestamos, pues somos también pobres trabajadores y no tenemos lo que quisiéramos para poder salvar algunas vidas.42

El acto estratégico del patronato, que consistió en un primer momento en localizar nuevos miembros y procurar sus firmas, llegó hasta el límite cuando escribieron al presidente y denunciaron los abusos. Sin embargo, creo necesario recurrir al contexto para explicar el significado de que se dijera que era necesaria una “persona honrada de las que tantas que ahora [a]usted rodean”. Luego de 30 años como político y funcionario público, Adolfo Ruiz Cortines arribó a la presidencia inmerso en dos habladurías: la primera y más intrascendente fue sobre su vejez (tenía 62 años). La segunda fue acerca de su alto código de conducta. De hecho, en su primer discurso presidencial enarboló actitudes de decencia y honradez en los servicios públicos (Krauze, 1997:175). Luego de que la banda presidencial tocó su hombro, presumió un comportamiento más “revolucionario” en comparación a Miguel Alemán Valdés. Una de las primeras acciones del mandatario veracruzano fue publicar su declaración patrimonial, misma que después exigió a los 250 mil colaboradores de su sexenio (Krauze, 1997:176). Quizás por ello el patronato construyó esa frase: supieron que calaría hondo en la personalidad del presidente. Tras 23 años de funcionamiento anómalo del Hospital de La Rumorosa, por fin alguien dio con las AGN, Adolfo Ruiz Cortines, c. 425, exp. 425.1/52, 20 de septiembre de 1953, oficio de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán al presidente. 42

148


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

causas de la anomalía: se trató de un problema de corrupción. He aquí la razón de que la vida se devaluó tanto en este lugar. En algún punto entre la subdelegación y la administración del hospital ocurrieron múltiples desvíos de los recursos públicos que el gobierno territorial destinó para la manutención de los enfermos. Anna Asero informó de las actividades emprendidas en meses posteriores: Como no existe ni siquiera el servicio de agua instalado, nos dirigimos al C. Gobernador y al Dr. encargado de los Servicios [Coordinados de Salubridad y Asistencia]; nos contestó el C. gobernador que ya estudiaría el caso, y el Dr. no se ha dignado ni siquiera contestarnos.43

Los denunciantes supieron bien que si en una dependencia de gobierno se localizó la problemática del Hospital de La Rumorosa, fue dentro de Servicios Coordinados. A fin de cuentas, el patronato notificó las corruptelas alrededor de un sitio fundado entre las gubernaturas de Agustín Olachea y Carlos Trejo Lerdo de Tejada y cuya existencia toleraron los subsiguientes gobernadores del Territorio Norte. La propuesta para corregir el rumbo del hospital se debe entender como parte del esfuerzo político derivado de que entre 1951 y 1952, cuando Baja California adquirió la categoría de estado libre y soberano (Taylor Hansen, 2002), el patronato trabajó a la par de los preparativos de la primera Constitución bajacaliforniana. Ya en la prensa de Mexicali y Tijuana se comentaba la amistad que unía al primer gobernador constitucional, Braulio Maldonado, con Adolfo Ruiz Cortines (Taylor Hansen, 2002:49). Pero antes de narrar el destino que la denuncia sufrió una vez en el Distrito Federal, citaré el último fragmento de mayor contenido ideológico: La primera vez que lo conocimos [al Hospital de La Rumorosa], parecía un corral para seres no humanos, sin asepsia de ninguna especie y el total abandono de los médicos responsables, que asegún el decir de los enfermos y lo que a nosotros nos consta, nunca se paran en AGN, Adolfo Ruiz Cortines, c. 425, exp. 425.1/52, 20 de septiembre de 1953, oficio de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán al presidente. 43

149


Culturales aquel antro, donde se [observa] por doquier la amenaza de la muerte por falta de medicinas, de alimentos y de cuidados.44

Además de atestiguar el abandono institucional, encuentro que una misma preocupación atravesó el discurso de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán. En la primera carta, del 12 de junio de 1953, escribió el patronato: “que no por ser contagiosas sus enfermedades, los pongan fuera del derecho que como humanos tienen”. En la segunda siguieron preocupados por cuestiones semejantes: “[el hospital] parecía un corral para seres no humanos”. Me parece que si esta agrupación debatió algo sobre la “humanidad” de los locos de La Rumorosa, fue porque siguieron la larga tradición de filantropía y defensa de derechos civiles y humanos característica de los chicanos (Escala Rabadán, 2005:102). Si por su raíz griega “filantropía” significa amor o amistad (philos) por el ser humano (antropos), resultó obvio que el patronato reflexionaría sobre los humanos que ayudaron. Por esta razón, cuestionaron el significado de “vida” para el gobierno de Baja California. El término “no humano” que el patronato utilizó para referirse a los locos de La Rumorosa conlleva en sí mismo una definición de locura. El filósofo Slavoj Zizek escribió, a propósito del discurso kantiano de las facultades antropológicas, que “lo no-humano significa sencillamente que algo es externo a la humanidad, sea animal o algo divino” (2006:21, traducción libre). Este dualismo optativo entre ser un dios o una bestia constituye una de las primeras representaciones en torno a la locura. De hecho, este prejuicio que niega las bases antropomorfas de la enfermedad mental, atribuyéndole características paranormales, formó parte del pensamiento médico hasta bien entrado el siglo diecisiete (Porter, 2002:31). Se pensaba que los locos escapaban de lo humano y se les atribuía cualidades divinas o demoniacas. En un galardonado ensayo, Lynn Hunt narró cómo en la Declaración de Independencia de Estados Unidos apareció una de 44 AGN, Adolfo Ruiz Cortines, c. 425, exp. 425.1/52, 20 de septiembre de 1953, oficio de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán al presidente.

150


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

las primeras alusiones a los derechos humanos (2009:13). A partir de la discusión que el texto propició en Europa, una de las conclusiones a las que llegaron los intelectuales europeos fue que no todas las personas detentaban estos derechos. Del mismo modo que en la historia de la democracia moderna no todos los sujetos fueron considerados ciudadanos, en esa época no todas las personas fueron consideradas humanas. Para empezar, niños, mujeres y esclavos no lo fueron (en función de que sólo pudieron serlo los varones, caucásicos y adultos). A finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve, se creyó que “los locos carecían de la necesaria capacidad de razonar”; por ello también fueron excluidos de estas discusiones primarias (Hunt, 2009:27). Como se ha mostrado, esta representación del loco como sujeto carente de cordura constituye uno de los prejuicios que circunscribieron la locura a La Rumorosa. Nuevamente, esto contradice a Michel Foucault (1999), puesto que la ausencia de cordura es sólo la primera fase del prejuicio contra la locura. El elaborado oficio que el patronato escribió al presidente Adolfo Ruiz Cortines no fue leído por su secretario particular. Luis García Larrañaga, oficial mayor de la oficina presidencial, se encargó de descifrar a quién competía aquella queja de Baja California. La carta llegó a la capital hasta el primero de octubre de 1953. Cuatro días después, el oficial García transmitió el asunto a las autoridades que consideró competentes: la jefatura de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, a la que envió una copia completa de la denuncia.45 Ese mismo día, Luis García Larrañaga respondió que el escrito fue “trasladado al titular de la Secretaría de Salubridad, por tratarse de un asunto de la competencia de dicha dependencia”. Todo el esfuerzo realizado por el patronato durante meses de organización fue desestimado y reenviado a otra instancia burocrática. Durante el segundo semestre de 1953, la denuncia se hundió en un mar de quejas y solicitudes de toda la República. 45 AGN, Adolfo Ruiz Cortines, c. 425, exp. 425.1/52, 5 de octubre de 1953, oficio de Luis García Larrañaga al secretario de Salubridad y Asistencia.

151


Culturales

Lo cierto es que el asunto presentado por el patronato no llegó en el mejor momento. A un mes de su primer informe presidencial, el caso de La Rumorosa se perdió en otra clase de intereses que el propio Adolfo Ruiz Cortines tuvo para Baja California. Tras emprender una inspección minuciosa de las “zonas de corrupción”, acusó a un fideicomiso de unos “militantes influyentes” que vendían terrenos ilegales en Baja California (Krauze, 1997:185-186). Quizás las acciones de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán hicieron eco en otro lugar. Más tarde, en plena campaña electoral por la península, el candidato a la presidencia, Adolfo López Mateos, anunció la clausura definitiva del Hospital de La Rumorosa.46 Para diciembre de 1958, el Dr. Elihú Gutiérrez, secretario de Salubridad durante la gubernatura de Braulio Maldonado, se encargó de cerrar las puertas del Hospital de La Rumorosa (Gruel, 2010:224). Desde entonces con frecuencia los bajacalifornianos lo recuerden como manicomio y siguen pensando que todo el pasado estriba en el Campo Alaska. Conclusiones Desde su temprana e incierta fundación, el poblado de La Rumorosa fue visitado por diferentes viajeros de México y Estados Unidos. Muy pocos de ellos llegaron hasta el poblado con la intención explícita de ayudar a los pacientes del Hospital de La Rumorosa. Los referentes literarios de Dante Alighieri, Thomas Mann y León Tolstoi parecen banalizar la experiencia. Después de conmoverse tras visitar el lugar, unos pocos bajacalifornianos y mexicoestadunidenses escribieron algunas cartas a diferentes autoridades, siempre con el propósito explícito de denunciar la situación imperante. Los filántropos mostraron sus credenciales 46

El discurso que dijo: “El gobierno local resolvió la descoordinación de la […] asistencia pública […] Se cuenta en la actualidad con hospitales en Mexicali, Tijuana y Ensenada. El mal llamado Hospital de La Rumorosa para tuberculosos y enfermos mentales fue suprimido por su inutilidad” (Consejo de Planeación Económica del Estado, 1958:156).

152


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

al subdelegado del poblado y al administrador del hospital, y éstos se encargaron de informarle al gobernador sobre los viajeros y el motivo de sus visitas. Los testimonios derivados de estos encuentros posibilitaron la escritura de estas páginas. La característica común de las agrupaciones visitantes del Hospital de La Rumorosa fue que asumieron algunos postulados de la ideología estadunidense, como, por ejemplo, un voluntarismo secular proclive a las denuncias ciudadanas. Inspirados en ciertas nociones del liberalismo anglosajón y del mutualismo chicano de finales del siglo diecinueve, estos filántropos no descuidaron el juego de la burocracia mexicana. Aunque les motivó una enmienda redentora, retomaron la politiquería necesaria para resolver el problema que denunciaron. Las acciones de Los Caballeros de la Gran Tenochtitlán tal vez no repercutieron en la presidencia debido a un prejuicio existente en torno a las organizaciones chicanas. Los especialistas sobre el tema han descrito que el movimiento chicano fue descalificado en México y Washington. Las luchas políticas de quienes se autodenominaron “chicanos” terminaron siendo “un cómodo mito […] de que los verdaderos líderes mexicanos existían alrededor del Cónsul de México y estaban apoyados por él” (Moore, 1972:60). Para el caso del patronato, resultan obvios los liderazgos de Santiago Campbell y de las delegaciones políticas. El presente artículo no interpretó si el objetivo de estas agrupaciones fue masónico, proselitista, procapitalista o de derechas. En los discursos de los denunciantes, más bien, aparecieron nociones tales como locura y humanidad, cuya función ideológica fue codificar sus observaciones del Hospital de La Rumorosa. La mirada de estos filántropos fue tan profunda que detectaron las redes de corrupción que hundieron a los internos en una impune carestía. La desatención médica y burocrática permitió que a los ojos de los observadores contemporáneos el nosocomio fuese visto como el lugar más insano e inhumano. Ante el escenario de la degradación humana, bajacalifornianos y mexicoestadunidenses se preguntaron por qué existió un sitio semejante. En consecuencia, apareció una alusión latente e implícita a los derechos humanos. 153


Culturales

Hemerografía Instituto de Investigaciones Culturales, Revista Minerva, Mexicali, José Castanedo. Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali. Instituto de Investigaciones Históricas, El Regional, Mexicali, José Severo Castillo, Universidad Autónoma de Baja California, Tijuana. Hemeroteca Nacional, El Tecolote, Mexicali, Alfonso Tovar, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México. Archivos consultados Archivo General de la Nación agmst Archivo General de la Secretaría Municipal de Tecate ahebc Archivo Histórico del Estado de Baja California ahme Archivo Histórico del Municipio de Ensenada ahmm Archivo Histórico del Municipio de Mexicali ahsdn Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional asre Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores fapec Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles-F.T. iih-uabc Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Autónoma de Baja California agn

Referencias bibliográficas Aguirre Bernal, Celso, Compendio histórico-biográfico de Mexicali, 1539-1966, [s.p.i.], Mexicali, 1966. Alanís Enciso, Fernando, Que se queden allá. El gobierno de México y la repatriación de mexicanos en Estados Unidos (1934-1940), El Colegio de la Frontera Norte/El Colegio de San Luis Potosí, Tijuana, 2007. Bórquez, Francisco, Pellizcos al pasado, Soto Impresos Finos, Mexicali, 1997. 154


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

Campos Farfán, César, “Ponciano Tenorio Montes, 1912-1963: Pionero de la psiquiatría en Michoacán y fundador del hospital psiquiátrico de Morelia”, Tzintzun, núm. 46, pp. 89-128, 2007. Consejo de Planeación Económica del Estado, Tesis económica y social sobre el Estado de Baja California, [s.p.i.], Distrito Federal, 1958. Departamento de la Estadística Nacional, Censo general de población, Baja California, Distritos Norte y Sur, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1926. Dueñas Montes, Francisco, “Historia del Campo Alaska”, Ciguatán, núm. 5, pp. 12-13, 1986. Escala Rabadán, Luis, “Derechos humanos y asociaciones de migrantes mexicanos en California”, Migraciones Internacionales, vol. III, núm. 2, pp. 84-107, 2005. Foucault, Michel, Historia de la locura en la época clásica, tomo I, Fondo de Cultura Económica, México, 1999. Gómez Estrada, José Alfredo, Gobierno y casinos, El origen de la riqueza de Abelardo L. Rodríguez, Instituto Mora/Universidad Autónoma de Baja California, México, 2007. Gómez-Quiñones, Juan, Política chicana: realidad y promesa, 1940-1990, Siglo XXI, México, 2004. González Gómez, Claudia, “Carlos Trejo Lerdo de Tejada y su historia olvidada de la nación mexicana”, Calafia, nueva época, vol. II, núm. 1-2, pp. 45-54, 2006. Gruel, Víctor, “Rumor de locos. Hospital de La Rumorosa, 19311958”, tesis de maestría en estudios socioculturales, Centro de Investigaciones Culturales Museo-Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 2010. –––, “Reos y cabras en Isla de Guadalupe. El proyecto de Agustín Olachea, 1931-1935”, Meyibó, núm. 3, pp. 45-95, 2011. Hernández Galicia, Roberto, “Vigilancia epidemiológica de la lepra en México”, Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana, núm. LXIX, vol. 3, pp. 229-237, 1970. Hunt, Lynn, La invención de los derechos humanos, Tusquets, Barcelona, 2009. 155


Culturales

Jordán, Fernando, El otro México. Biografía de Baja California, Gobierno del Estado de Baja California Sur, México, 1976. Krauze, Enrique, La presidencia imperial. Ascenso y caída del sistema político mexicano, 1940-1996, Tusquets, México, 1997. Laporte, Dominique, Historia de la mierda, Pretextos, Valencia, 1998. Lugo de Santoyo, Alicia, Mexicali de mi juventud. Relatos intrascendentes, 1922-1932, Editores Asociados Mexicanos, México, 1988. Monay, David, La Rumorosa, donde las piedras nos miran, Instituto de Cultura de Baja California/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Mexicali, 2007. Moore, Joan, Los mexicanos de los Estados Unidos y el movimiento chicano, Fondo de Cultura Económica, México, 1972. Neri Vela, Rolando, “La salud en México durante los años 1941 a 1981”, en Perspectiva histórica de atención a la salud en México, 1902 a 2002, Organización Panamericana de la Salud/ Universidad Nacional Autónoma de México/Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, México, 2002. Pichardo, Nelson, “The Establishment and Development of Chicano Voluntary Associations in California, 1910-1930”, Aztlan. Journal of Chicano Studies, vol. XIX, núm. 2, pp. 93-155, 1988. Porter, Roy, Madness. A Brief History, Oxford University Press, Nueva York, 2002. Ramírez Moreno, Samuel, La asistencia psiquiátrica en México, Artes Gráficas del Estado, México, 1950. Rodríguez, Abelardo L., Memoria administrativa del gobierno del Distrito Norte de la Baja California, 1924-1927, Secretaría de Educación Pública/Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 1993. Rodríguez Rosales, Armando, Esteban Cantú. La historia de un caudillo, Instituto Municipal de Arte y Cultura de MexicaliAyuntamiento de Mexicali/Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Mexicali, 2006. Sacristán, Cristina, “La locura se topa con el manicomio. Una 156


Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa

historia por contar”, Cuicuilco, vol. XVI, núm. 45, pp. 163188, 2009. Samaniego López, Marco Antonio, “Organizaciones de trabajadores en la frontera. El sindicato de cantineros y empleados de cantinas en Tijuana, 1920-1930”, Meyibó, nueva época, núm. 1, pp. 85-124, 2009. –––, “La formación de una economía vinculada con Estados Unidos. Relaciones de poder entre los gobiernos federales y los locales, 1910-1945”, en Breve historia de Baja California, Miguel Ángel Porrúa/Universidad Autónoma de Baja California, México, 2006. –––, Los gobiernos civiles en Baja California. Un estudio sobre la relación entre los poderes local y federal, Universidad Autónoma de Baja California/Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, 1998. –––, “El impacto de la gran depresión, 1929-1933”, en Jorge Martínez Zepeda (coord.), Mexicali, una historia, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 1991. Scull, Andrew, The Most Solitary of Afflictions. Madness and Society in Britain, 1700-1900, Yale University Press, Londres, 1993. Secretaría de la Economía Nacional, Quinto Censo de Población, 15 de mayo de 1930, Baja California (Distrito Norte), Talleres gráficos de la nación, México, 1933. –––, Sexto Censo de Población, 6 de marzo de 1940, Baja California (Territorio Norte), Talleres Gráficos de la Nación, México, 1943. Secretaría de Economía, Séptimo Censo General de Población, 6 de junio de 1950, Baja California Territorio Norte, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1951. Servín, Manuel, “La comunidad chicana y el desarrollo inicial en Arizona”, en David R. Maciel (coord.), El México olvidado. I. La historia del pueblo chicano, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez/University of Texas at El Paso, Ciudad Juárez, 1996. Sontag, Susan, La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas, Punto de Lectura, Madrid, 2003. 157


Culturales

Sosa, Ernesto, Historia de La Rumorosa, La sierra misteriosa, Editorial Portafolio, Mexicali, 2010. Taylor Hansen, Lawrence, “La evolución de las instituciones políticas de Baja California”, en Tonatiuh Guillén (coord.), Baja California: escenarios para el nuevo milenio, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y HumanidadesUniversidad Nacional Autónoma de México, México, 2002. –––, “Tightening the Reins of Control over the Country’s Borders: The Role of Governor Rodolfo Sánchez Taboada in the implementation of the Plan Cardenista in Baja California”, Meyibó, nueva época, núm. 2, pp. 95-123, 2010. Trejo Lerdo de Tejada, Carlos, Norte contra sur. Obregón-CallesOrtiz Rubio. Ensayo de sociología política mexicana, Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 2007. Trujillo Muñoz, Gabriel, Mensajeros de Heliconia, Capítulos sueltos de las letras bajacalifornianas, 1832-2004, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 2004. Vanderwood, Paul, Juan Soldado, violador, asesino, mártir y santo, El Colegio de Michoacán/El Colegio de la Frontera Norte/El Colegio de San Luis, San Luis Potosí, 2008. Werne, Joseph, “Esteban Cantú y la soberanía mexicana en Baja California”, Historia Mexicana, vol. XXX, núm. 117, pp. 1-32, 1980. Wilhelmy, Adolfo, “Intrascendencias de mi vida militar”, en Pasajes de la Revolución Mexicana en el Distrito Norte de la Baja California, Instituto de Investigaciones Históricas del Estado de Baja California, [s.l.e.], 1956. Zizek, Slavoj, The Parallax View, The MIT Press, Massachussetts, 2006.

Fecha de recepción: 27 de octubre de 2011 Fecha de aceptación: 9 de mayo de 2012 158


Criollismo y anarquismo: de la deconstrucción del gaucho al descubrimiento del arrabal Leandro Delgado Universidad Católica del Uruguay

Resumen. El anarquismo del Río de la Plata de fines de siglo diecinueve y principios del veinte participó muy activamente en la elaboración de un repertorio de tipos humanos representativos del ser nacional rioplatense reclamando la participación de sectores sociales marginales en los proyectos de construcción de la nación. El nuevo escenario se trasladó del campo al arrabal en un desplazamiento que transformó la figura del gaucho en un grupo heterogéneo de personajes suburbanos inaugurando nuevos territorios simbólicos de identidad nacional. Estos desplazamientos y transformaciones fueron afirmados y celebrados por los escritores anarquistas mediante una apropiación original de la tradición cultural. Este artículo analiza el proceso de transformación política y cultural de una tradición histórica problematizando originalmente la figura del gaucho y el esquema sarmientino “civilización y barbarie” y señalando, hacia el final, al arrabal como el ámbito donde se verán las señales dolorosas del impulso autoritario de la modernización urbana. Palabras clave: 1. anarquismo, 2. criollismo, 3. literatura anarquista, 4. literatura gauchesca. Abstract. By the end of 19th Century and the beginning of 20th Century, anarchist writers from the Rio de la Plata region were committed to the discovery and literary creation of a whole group of human types that were novel representations of the “ser nacional” thus claiming for the participation of marginal social groups in the nation building plans. The cultural scenario moved from the countryside to the outskirts of the cities transforming the rural traditional gaucho figure into a heterogeneous group of suburban characters as being part of new aspects of national identity. These displacements and transformations were celebrated by anarchist writers through an original appropriation process of cultural tradition elements. This article analyzes the process of cultural and political transformation of the gaucho figure and Sarmientos´s scheme “civilization vs. barbarism” pointing out that the outskirts were the place where painful signals of authoritarian modern impulse could be seen. Keywords: 1. anarchism, 2. criollismo, 3. anarchist literature, 4. gauchesca literature.

culturales

VOL. VIII, NÚM. 16, JULIO-DICIEMBRE DE 2012 ISSN 1870-1191

159


Culturales

Los escritores anarquistas complejizaron y deconstruyeron la figura del gaucho, a quien atribuyeron características positivas y negativas que debían ser discriminadas de acuerdo con un proceso moral regenerativo típicamente anarquista. Al mismo tiempo, vieron la supervivencia del espíritu gauchesco en los nuevos actores que emergían del suburbio. Este grupo humano contrastaba y se oponía a la visión esencialista de la nacionalidad representada por la figura heroica del gaucho promovida por el nacionalismo conservador. La capacidad del anarquismo para distinguir y celebrar estos nuevos actores surgió de una experiencia amplia y cercana al mundo vivido con fundamento en el interés y la compasión por la naturaleza humana y no humana. El artículo comienza con una descripción de circuitos cultos y populares que promovieron, por motivaciones muy diferentes, la figura del gaucho como representativa del ser nacional. A partir de entonces, se describe un complejo proceso de apropiación de esta figura que incluyó, también, su muerte simbólica y el nacimiento de nuevos actores sociales que heredaron parte de su “espíritu”. El artículo se concentra en el debate nacionalista argentino y en algunos textos relevantes de escritores uruguayos que participaron en este proceso. En particular, analiza elementos de la narrativa de ficción, ensayos, teatro y crónicas de Félix Basterra, Alberto Ghiraldo y Florencio Sánchez. Finalmente, propone el análisis de las ficciones y crónicas naturalistas de personajes y territorios suburbanos que surgieron en el mismo periodo. Martín Fierro: folletín criollo anarquista La inmigración de europeos entre fines del siglo diecinueve y principios del veinte determinó el crecimiento acelerado de la ciudad de Buenos Aires y otros centros urbanos del Río de la Plata. Llegados principalmente de Italia y España, así como de Francia, Inglaterra y Alemania, estos inmigrantes fueron atraídos por una economía en crecimiento basada en la exportación de 160


Criollismo y anarquismo

cereales y de carne. Buenos Aires pasó de tener alrededor de 180 000 habitantes en 1869 a 1 575 814 en 1914 (Gallo en Bethell, 2008:84). Hacia ese mismo año, la proporción de extranjeros en Buenos Aires era sustancialmente mayor que la de nativos (Rock, 1987:166). La población urbana crecía de manera explosiva también por la migración interna de habitantes rurales a las ciudades. En su pormenorizado análisis sobre la formación de la cultura criollista en la Argentina del cambio de siglo, particularmente Buenos Aires, Adolfo Prieto señala cómo las nuevas redes comerciales y las nuevas formas de explotación de la tierra provocaron la desaparición progresiva de los asentamientos rurales del interior en beneficio del crecimiento de las ciudades. Este desplazamiento constante hacia la capital contribuyó, explica Prieto, a una rápida diseminación de los hábitos de vida campesina en el contexto ciudadano conformando un dinámico y singular carácter urbano (Prieto, 1988:17). Al tiempo que la ciudad exhibía las señales de la ferviente modernización integrando a una dispar y numerosa comunidad de inmigrantes, lograba conservar y cultivar una serie de modos y costumbres del campo que se manifestaron en nuevas formas de relacionamiento así como en la circulación y el consumo de novedosos productos culturales. Estos hábitos fueron difundidos a través de los centros criollos, tanto del circo criollo y, para este análisis, del folletín criollo. En los numerosos centros criollos que se formaron entonces, paisanos e inmigrantes convivieron en un ámbito que reproducía los rituales del mundo rural. Las nuevas pautas de sociabilidad fueron determinadas, por un lado, por la voluntad de los paisanos de afirmar y conservar los hábitos campesinos que percibían en peligro de extinción en un momento cuando las bases materiales de la mitología gauchesca desaparecían en el ámbito urbano modernizador. Al mismo tiempo, los inmigrantes extranjeros intentaban adquirir y exteriorizar estas mismas costumbres como vía para garantizar su integración a un sistema social que no siempre veía su llegada con buenos ojos (Prieto, 1988:19). 161


Culturales

En todos estos ámbitos, la cultura popular estuvo dominada por la figura de Juan Moreira, un personaje surgido de la crónica periodística del argentino Eduardo Gutiérrez, que pronto adquirió rasgos legendarios y se convirtió en un mito de las clases populares. El payador Santos Vega también fue de gran popularidad, también surgió de las crónicas de Gutiérrez y fue llevado luego a la poesía por Rafael Obligado. Con el modelo de Santos Vega, paisanos y extranjeros “leían, recitaban, componían textos; pero también cantaban, bailaban, se vestían, comían de acuerdo con las pautas de esa particular versión del tradicionalismo nativista” (Prieto, 1988:146). El circo criollo fue otro gran ámbito de difusión de los hábitos camperos. La pantomima gauchesca fue la primera representación teatral del drama criollo donde se incorporaron, gracias a la intervención de los empresarios teatrales, los elementos principales de la vida de Juan Moreira. La forma teatral definitiva de Juan Moreira fue escrita recién en 1886 por el empresario, actor y director teatral uruguayo José J. Podestá. Se trataba de una adaptación de las partes habladas del folletín y de una selección de las pantomimas habituales. Los hábitos aprendidos en centros y circos eran, a su vez, diseminados en la profusión de folletines criollos, que tuvo su auge en las últimas décadas del siglo diecinueve. Este auge determinó un vasto mercado que dominó el horizonte cultural de las clases populares. La propagación masiva de folletos ya había comenzado con El gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879) de José Hernández y luego continuó con Juan Moreira (1880) del mencionado Gutiérrez, quien, luego de escribir otro folletín de similar inspiración, Santos Vega (1880), vio aparecer la versificación de su obra en los poemas de Rafael Obligado (1877-1882). Este fenómeno editorial se vio amplificado por la aparición innumerable de imitaciones, plagios, versificaciones y teatralizaciones de estas obras, la mayoría de escasas ambiciones literarias, y la aparición de cientos de nuevos autores y personajes criollos que actuaban a la manera de Juan Moreira y Santos Vega. 162


Criollismo y anarquismo

Prieto señala cómo algunas características del protagonista de Martín Fierro de José Hernández se trasladaron al de Juan Moreira de Gutiérrez y, a su vez, al de Santos Vega conformando un ámbito de lectura masiva donde predominaba la figura del gaucho rebelde en conflicto permanente con la autoridad. En su enfrentamiento permanente con las autoridades policiales y la justicia, la figura de Juan Moreira en particular fue definiéndose como el modelo del ser argentino imaginado por las clases populares. Aunque tanto Gutiérrez y Obligado pertenecieron a las clases dominantes, Juan Moreira y Santos Vega no fueron bien recibidos por los letrados del siglo diecinueve, quienes vieron en estos personajes el resultado de una degradación moral y, en esas obras, una perversión lingüística que sus autores enfrentaron con mayor o menor conflicto. Aunque el Santos Vega de Obligado intentó redefinir positivamente al personaje creado por Gutiérrez, poco logró en su combate contra la figura rastrera definida en Juan Moreira. Tal conducta idiosincrática, denominada “moreirismo” por sus críticos, estuvo caracterizada por los hábitos pendencieros, la arrogancia y el espíritu sanguinario que subyacía a la resistencia contra toda forma de autoridad. El término “moreirismo” fue utilizado con frecuencia por las clases gobernantes (Prieto, 1988:173) para referirse a los hábitos incivilizados de la población argentina. A fines del siglo diecinueve estos personajes comenzaron a esbozar una cierta polarización o antagonismo entre dos formas de concebir el prototipo del ser nacional criollo, uno representado por el matrero Juan Moreira y el otro que intentó presentar un aspecto más creador, vinculado al arte y la poesía, en el payador Santos Vega (Prieto, 1988:120). Esta tensión no llegó a definir ningún resultado demasiado evidente pero concluyó con la reivindicación de Leopoldo Lugones en 1914 de la figura de Martín Fierro, personaje a quien atribuyó entonces una dimensión épica vinculada a la antigüedad clásica en El payador. Sin embargo, esta apropiación de la literatura gauchesca con el objetivo de revisar 163


Culturales

y emplear políticamente el mito del ser nacional había tenido un antecedente importante en la aparición de la revista cultural anarquista Martín Fierro en 1904. Dirigida por Alberto Ghiraldo,1 la revista fue un suplemento literario del diario anarquista La Protesta que reinterpretaba e intervenía, también con objetivos políticos y de manera muy opuesta a la de Lugones, a la literatura gauchesca. La estrategia de apropiación de Ghiraldo percibía con claridad la dimensión de la cultura popular criollista difundida por folletines y centros y en este sentido se puede ver como una novedad en el contexto anarquista de entonces, tradicionalmente crítico de toda forma popular de entretenimiento, en particular de los encuentros sociales en el baile, el carnaval y el fútbol.2 Sin embargo, frente al folletín criollo y en particular a la figura del gaucho, Ghiraldo encontraba, al frente de la publicación, un elemento demasiado atractivo como para ser rechazado. Por un lado, la apropiación anarquista de las figuras gauchescas se puede ver como forma de ampliar el público lector anarquista circunscrito a la prensa obrera anarquista. Por otro lado, esta apropiación se puede ver también como una de las tantas interpretaciones del mito gauchesco de parte de diferentes sectores El argentino Alberto Ghiraldo (1875-1946) tuvo una actuación decidida y fundamental en el movimiento sindical argentino. En su juventud fue un radical, seguidor de Leandro Alem, luego se hizo anarquista y finalmente abandonó el anarquismo. Dirigió las revistas El Sol e Ideas y Figuras, pero su mayor contribución al periodismo fue su pasaje por la dirección del diario anarquista La Protesta. Este diario fue uno de los más importantes de América Latina en gran medida gracias a la actividad de Ghiraldo, quien modernizó las líneas editoriales integrando, en un solo espacio, la información política y la crítica cultural de acuerdo con un criterio de “amenidad”. A su cargo estuvo también Martín Fierro, revista semanal de La Protesta, cuya originalidad provino de un despliegue visual inusual así como de la participación de escritores no vinculados al anarquismo. Ghiraldo fue enormemente prolífico y escribió decenas de trabajo en prácticamente todos los géneros: poesía, cuentos, crónica, ensayo, drama y novela. 2 Para los anarquistas, estas manifestaciones eran válvulas de escape, las cuales, lejos de crear una conciencia crítica entre las masas, sólo prolongaban y perpetuaban las condiciones de alienación del trabajador. Por el contrario, estas condiciones exigían formas de acción mucho más decididas para el esclarecimiento colectivo (Suriano, 2001:145-47). 1

164


Criollismo y anarquismo

sociales que pujaban por incluirse en los proyectos modernizadores y de construcción de la nación y que encontraban en el mito afinidades que les permitían afirmar tanto su anarquismo como su participación y trascendencia en la historia nacional. El gaucho representaba la libertad individual celebrada tanto por las corrientes individualistas como por las sindicalistas. El mayor atractivo del gaucho era su rebeldía, su rechazo permanente a la autoridad policial y judicial, que eran vistas habitualmente por el anarquismo como las herramientas represivas y autoritarias del Estado. El permanente deambular por el campo en total libertad y la independencia respecto de la autoridad de ningún patrón eran elementos políticamente valiosos y culturalmente muy expresivos. En el gaucho, el anarquismo encontró una figura que, si bien estaba en franca desaparición ya en la década del ochenta, era central en el imaginario de la época y poseía características que el anarquismo definía como virtudes morales. En su análisis sobre el criollismo anarquista argentino, Pablo Ansolabahere señala la facilidad del anarquismo para adentrarse, pese a su tendencia internacionalista, en la mitología criollista y por lo tanto en los relatos del origen nacional. Como doctrina internacionalista, explica, el anarquismo posee sus propia tradición y un determinado repertorio de acontecimientos no siempre vinculados al anarquismo, pero cuya apropiación le permitía reinterpretar el pasado a su manera: la Revolución Francesa, la Comuna de París o los asesinatos de Sacco y Vanzetti. Ansolabehere señala que la elección de estos acontecimientos históricos de una tradición determinada fue, precisamente, lo que determinó la apertura del anarquismo para seleccionar y definir su propia tradición de acuerdo con su carácter “abierto y expropiador” (Ansolabehere, mimeo:s/p). Es importante señalar también que el internacionalismo anarquista no entra en conflicto necesariamente con el espíritu nacional. En particular la Comuna de París, uno de los acontecimientos más emblemáticos que el anarquismo vio como suyo, es especialmente ilustrativa de esta convivencia entre corrientes internacionalistas y nacionalistas. En ese acontecimiento, la toma 165


Culturales

de la ciudad por parte del movimiento obrero, tuvo el doble objetivo de rebelarse contra la burguesía y al mismo tiempo resistir la invasión prusiana.3 El alcance de la apropiación anarquista de la figura de Martín Fierro se puede apreciar en la tapa del primer número de la revista donde un gaucho contempla un intenso amanecer. El texto a continuación identifica la rebeldía del personaje con el espíritu revolucionario del anarquismo. Martín Fierro es el símbolo de una época de nuestra vida, la encarnación de nuestras costumbres, instituciones, creencias, vicios y virtudes, es el grito de una clase luchando contra las capas superiores de la sociedad que la oprimen, es la protesta contra la injusticia, es el reto varonil e irónico contra los que pretenden legislar y gobernar sin conocer las necesidades de los que producen y sufren, es el cuadro vivo, palpitante, natural, estereotípico de la vida de un pueblo. Y José Hernández su creador.

El espíritu gauchesco de la publicación continúa en las secciones dedicadas a la literatura criollista propiamente dicha. En la sección denominada “Clásicos criollos” se incluyen poemas gauchescos que provienen de la tradición gauchesca tanto popular como culta: José Hernández, Hilario Ascásubi, Estanislao del Campo, Esteban Echeverría y Bartolomé Mitre. Asimismo se presenta la “Crónica gaucha”, una sección de crítica social que afirma las características del habla popular bajo las firmas de Juan Pueblo (seudónimo de Alberto Ghiraldo) y Camilucho Tresmarías. En este primer número se publican además dos vidalitas, un género poético y musical del mundo rural donde, particularmente en “Prisionera” de Luz Penas, el cantor se lamenta de la vida en prisión. La página es extremadamente significativa de la posición anarquista frente a la inmigración del extranjero y del criollo a la 3 El alzamiento y la toma de la ciudad tuvo un importante carácter de defensa contra el invasor extranjero. Los trabajadores parisinos combatieron la colaboración entre la burguesía francesa y los invasores con la creación de un gobierno de “defensa nacional” (Marianetti, 1971:80-81).

166


Criollismo y anarquismo

ciudad. Al mismo tiempo que presenta las dos vidalitas en la parte superior, la mitad inferior es una crónica periodística titulada “Los gringos”. Allí se denuncia el maltrato a los europeos al llegar a la nueva tierra junto con una foto de los inmigrantes acomodándose en la cubierta de un barco. Seguramente, esta convivencia de textos del mundo inmigrante y criollo era la visualización gráfica de una convivencia que existía en el mundo del relacionamiento social. En ambos casos, tanto la elección de las vidalitas como de las crónicas estaban orientadas a denunciar una situación social opresiva. A través de la tarea editorial en este caso, la apropiación del folletín criollo habilitaba una crítica social que ubicó en un mismo plano dos mundos que, considerados tradicionalmente en oposición, estaban unidos en su lucha contra la dominación de clase. De esta forma, el folletín criollo como vehículo de evasión y entretenimiento se transformaba, en la apropiación anarquista, en un instrumento político integrador y clasista. La gran innovación de Martín Fierro no fue sólo lograr la integración de la literatura gauchesca culta y popular o del mundo criollo y extranjero. También promovió el eclecticismo característico de la literatura del período pues, junto con los gauchescos, se incorporaron varios autores modernistas tales como Rufino Blanco Fombona, Salvador Díaz Mirón o Ricardo Jaimes Freyre. Esta voluntad ecléctica es típica del anarquismo individualista, en particular del anarcoindividualismo en lo que refiere al concepto de “individuación”,4 así como su devoción por una literatura entendida en su sentido más clásico y tradicional. Pero fundamentalmente la elección por el eclecticismo responde a una voluntad de Ghiraldo por “ampliar el horizonte intelectual La afirmación o la revelación de la heterogeniedad responde a una incorporación que el anarquismo define como “individuación”, es decir, un proceso donde el individuo como tal emerge de una serie de circunstancias “a partir de un fondo ilimitado que aflora con todo su poder en cada uno de ellos, sin postas o fases intermediarias” (Colson, 2003:133). Se puede considerar a la individuación anarquista como un proceso que logra conciliar aspectos disímiles de un contexto determinado, que los reproduce en el interior de una nueva entidad individual y finalmente los exhibe en la práctica literaria. 4

167


Culturales

del público al que se dirige, aún cuando sus instrumentos nos parezcan hoy toscos o inapropiados”, según afirma Hernán Díaz (1991:51). Como es previsible, la variada oferta literaria de la revista se completa con clásicos del anarquismo como Eliseo Reclús, Leon Tolstoi y Pedro Kropotkin, entre muchos otros. Sin embargo, la apropiación del folletín criollo exigía al anarquismo discriminar aspectos indeseables de aquellos otros que consideraba positivamente. La apropiación de la figura del gaucho implicaba tener que aceptar, también, aspectos combatidos denodadamente por los anarquistas como las tendencias criminales, el alcoholismo o el espíritu “bárbaro” y pendenciero que representaba, también como ninguno, la figura de Juan Moreira. Por eso, la apropiación de la figura del gaucho corrió paralela con una crítica que intentaba destacar las características positivas del gaucho y poner en evidencia las negativas, a las que dedicará abundantes páginas, en un pormenorizado esfuerzo de deconstrucción del mito gauchesco. La degradación moral y física del hombre, entendida entonces como “degeneración”, era un asunto que preocupaba al mundo intelectual y político tanto en el Río de la Plata como en Europa. Producto de un pensamiento evolucionista e higienista, la degeneración era la decadencia que se veía invadiendo las ciudades, un producto de los excesos de la civilización que provocaban la perversión de la conducta así como el empobrecimiento del rendimiento físico (Terán, 2000:114). Para el anarquismo, la degeneración estaba directamente asociada con las condiciones de explotación de los trabajadores. La apropiación y deconstrucción de la figura del gaucho así como la discriminación de sus aspectos positivos y negativos se pueden ver entonces como partes de un proceso anarquista de regeneración de acuerdo con una observación moral determinada. En esta apropiación, la degeneración del gaucho y su carácter “bárbaro” se presentaban como el resultado de las circunstancias sociales del hombre de campo, circunstancias que se describen en el texto de Marco Nereo (seudónimo de Alberto Ghiraldo) 168


Criollismo y anarquismo

titulado “El matrero”. La página no es un relato propiamente dicho sino la exposición pormenorizada de las características de este tipo de gaucho, cuya conducta delictiva responde a las condiciones sociales que padece. Por que (sic) el héroe legendario, que ha impresionado nuestras imaginaciones juveniles se convierte, forzosamente, perseguido á muerte por las autoridades del pago, en el salteador asesino obligado a robar á mendrugo que ha de alimentar su estómago. En el fondo de estos hechos hay una gran culpable: la justicia: y por eso vemos, al evocar la figura de estos aventureros del crimen, cruzar sus siluetas valientes, mezcladas en el entrevero de la pelea, y al pensar que ellos, los perseguidos por la civilización, son los mismos,—según se encargan de proclamarlo á cada rato los voceros de nuestras glorias deslumbrantes,—que en las luchas por la libertad cerraban el paso al conquistador de América, estalla en los labios la protesta viril (sin número de página, énfasis de M.N.).

En este caso, la apropiación anarquista exige determinar las causas de sus aspectos indeseables. La apropiación se sirve de una explicación histórica o sociológica que revela un sustrato moral por debajo de cualquier manifestación censurable. La noble y valerosa participación en las guerras de la independencia latinoamericana ha degenerado, por causa de la justicia, en la conducta característica de un criminal. El revolucionario de ayer es el ladrón o asesino actual y sólo la acción anarquista puede transformarlo en lo que fue alguna vez. Si la transformación resulta imposible por el momento, el mito gauchesco parece guardar el germen latente de la revolución, como se verá más adelante. El cuento criollista anarquista Varios de los cuentos de Ghiraldo publicados en la revista Martín Fierro aparecieron luego en el volumen Carne doliente (cuentos argentinos); son los que se analizan a continuación. En 169


Culturales

buena parte de ellos, el autor se preocupa por mostrar el carácter contradictorio del gaucho, capaz de mostrar su aspecto bárbaro y sanguinario junto con momentos de sensibilidad extrema en una tensión romántica característica de la literatura gauchesca. En “La pendencia”, el matrero llega a un almacén en el medio del campo luego de atravesar un extenso matorral. Cruzaba el matorral rumbo al poblado en busca de aguardiente y de pendencia. En la frente el ceño fiero, en los ojos la mirada torva y en lo interior, hinchando el nervio y el músculo, la levadura salvaje de la raza. El viento, que soplaba del Norte, empujábale con sus efluvios cálidos, de fuego; el sol cruel, terrible, le hería las anchas espaldas con sus mil dardos ígneos, y el ambiente todo, parecía azuzarlo, espolearlo, precipitarlo hacia la lucha violenta, hacia el choque rudo, hacia el encuentro brutal, hacia la expansión primitiva de las fuerzas combativas, latentes en nuestra naturaleza (Ghiraldo, 1917?:71-2).

Aunque hay una predeterminación del protagonista por la pendencia, el contacto con la naturaleza reaviva los instintos criminales. Como una prolongación o extensión del ambiente, el hombre pierde su condición humana. La particular influencia de la naturaleza sobre el hombre es característica del determinismo ambiental en la literatura del período. Sin embargo, la apelación a la naturaleza tiene, en el texto de Ghiraldo, una insistencia retórica que revela cierta voluntad por ver, en las condiciones ambientales, una metáfora de las condiciones sociales que han llevado al gaucho a convertirse en un criminal. El gaucho se ve “azuzado” y “espoleado” por el ambiente así como puede ser maltratado por el orden establecido, maltrato que lo prepara para la manifestación violenta que representa el “choque rudo”. De este modo, el instinto natural de rebelión para conservar su libertad se ha visto pervertido por las condiciones de explotación transformando sus ansias liberadoras en una furia inconducente sin otro fin que el asesinato. Sin embargo, el protagonista ha de encontrar todavía la esperanza de su recuperación cuando divisa el “más respetado almacén de la 170


Criollismo y anarquismo

colonia” llamado significativamente “La Esperanza”. Allí habrá de encontrarse con el avance civilizatorio representado en un grupo de agricultores judíos que está descansando tranquilamente y tomando cerveza durante un alto en sus “rudas tareas semanales” (Ghiraldo, 1917?:72). Pero el gaucho pierde su oportunidad. El instinto agresivo no se hace esperar y, luego de provocar un altercado con el grupo, acuchilla a uno de ellos y huye a su rancho. Una vez que recapacita, sabe que vendrán a buscarlo y decide huir despidiéndose de su mujer y de su hijo en una “escena tierna, que no debe asombrar a nadie por cuanto también los tigres saben acariciarse” (Ghiraldo, 1917?:76). No han terminado de despedirse cuando llegan los judíos a caballo. En defensa de su familia, el gaucho se transforma repentinamente en héroe cuando demuestra el amor por sus seres queridos y el coraje para defenderlos. Transformado en héroe, pues, el gaucho acababa de aparecer en la puerta del rancho. Cien cañones de muerte apuntaron a su pecho. La prenda salió arrastrándose, con el chico en brazos, empujada por la voluntad férrea del compañero hacia el costado izquierdo. En tanto él daba un brinco de acróbata en opuesto sentido, pretendiendo descargar su viejo trabuco lleno de recortados hasta la boca (Ghiraldo, 1917?:79).

La transformación en héroe ocurre con la transformación de la violencia. Si la acción criminal del matrero estaba originada por causas sociales determinadas, hay un instinto de violencia que subyace y que debe transformarse en acción moral, en este caso la defensa de los seres queridos. A partir de entonces, el instinto asesino se desplaza a los gringos, quienes son los que ahora demuestran una conducta salvaje acribillando a su víctima y persiguiendo a lo que quedó de la familia: “Y mientras la descarga formidable hacía estremecer el corazón de la Pampa, sofocaba el estruendo el lamento de una madre y el vagido de un niño huyendo, sombras dolientes, en fuga desesperada, del furor de los hombres” (Ghiraldo, 1917?:79). En ambos pasajes es evidente la ambigüedad con que Ghiraldo trata la figura del gaucho. La transformación permanente de héroe 171


Culturales

en bárbaro parece más la imposibilidad de definir una conducta contradictoria que la opción característica del anarquismo por hacer de la contradicción o la inconsistencia intelectual un valor en sí mismo.5 De esta forma, el tratamiento de la figura del gaucho se remite a una caracterización contradictoria con el sólo fin de establecer una literatura moralizante o ejemplar en la tradición de un género. Las contradicciones de los personajes gauchescos de Ghiraldo están más vinculados a generar ciertas tensiones propias de un romanticismo arraigado en el gusto popular que a presentar una densidad psicológica o existencial. Mientras en “La pendencia” el gaucho es descrito en su aspecto más salvaje, el autor presenta un caso muy distinto en “La traición”, donde el protagonista es traicionado por la autoridad. La descripción de la geografía de la Pampa también afirma, en este caso, el carácter del matrero Ibáñez, un “gaucho malo” (Ghiraldo, 1917?:92). Pero ahora el ambiente ennoblece los rasgos del gaucho, que surge definido con los rasgos heroicos de una figura sobrehumana. Esta dimensión no surge de la lucha sino cuando el gaucho reconoce su derrota y ve su captura inminente por la patrulla que lo sigue. El gesto adusto descrito lo reviste de una dignidad completamente opuesta a la pasión por la sangre del gaucho de “La pendencia”. En esta descripción, el autor también se apropia de los elementos descriptivos para transformarlos en emblemas del imaginario anarquista, en este caso la bandera negra. La melena flotando a los vientos, como una negra bandera llena de pliegues; la mirada intensa y fija, con reflejos de lanza nueva, clavada en el grupo armado; el ademán sereno, resuelto, del que ha jugado su vida y sólo teme al cautiverio, dábale al gaucho todo el aire de un héroe legendario digno de ser cantado por un homérida o esculpido en mármoles vivientes (Ghiraldo, 1917?:95). 5 En su análisis sobre cultura y anarquía, David Weir señala la contradicción, es decir la incoherencia intelectual o la contradicción teórica como definitoria del pensamiento anarquista. Se trata de una contradicción fundamental entre una retórica y una política a la que denomina “inconsistencia retórica” (Weir, 1997:12).

172


Criollismo y anarquismo

El regimiento alcanza al matrero. El comisario, que dirige la operación, sale a su encuentro. En su infancia, explica el narrador, este hombre había aprendido a montar a caballo gracias al gaucho Ibáñez. De esta forma el comisario usa esta relación afectiva como medio para acceder y persuadir a su antiguo maestro de deshacerse de sus armas y entregarse pacíficamente. Ibáñez acepta y ambos hombres logran reunirse. Entonces el comisario toma ventaja y le dispara en el pecho al gaucho viejo con una pistola que llevaba escondida. En este caso, mientras el gaucho se presenta como el hombre leal que cumple con su palabra, el comisario es ahora el mensajero de la barbarie: “El gaucho había muerto de pie, con los ojos fijos en los de su matador, sin poder ver en ellos ya los reflejos del niño de ayer, la fiera de hoy convertida en autoridad” (Ghiraldo, 1917?:98). También el hombre que proviene de la civilización ha visto corrompida su conducta bajo la injusticia determinada por las relaciones de autoridad. Así como el gaucho se ha visto corrompido por las condiciones sociales, también el representante de la civilización se ha convertido en una figura autoritaria y corrompida a partir de la inocencia original que disfrutó en su infancia. En la mayoría de los cuentos gauchescos de Ghiraldo, tanto oprimidos y opresores, hombres de campo y de ciudad aparecen intercambiando rasgos positivos y negativos en un conflicto irreconciliable determinado por una autoridad que los oprime a todos por igual. Se trata de una variación particular del esquema “civilización y barbarie” donde ambos extremos, sin dejar de oponerse uno al otro, están intercambiando sus lugares constantemente. Es imprescindible señalar la referencia permanente del anarquismo a los elementos tradicionales del esquema sarmientino y su preocupación por insertarse en la tradición del pensamiento nacional. Indudablemente la referencia a Ibáñez como “gaucho malo” emplea sin ninguna modificación la definición establecida por Sarmiento en Facundo para referirse al matrero. Asimismo, la psicología bárbara del gaucho es el producto de la influencia ambiental de acuerdo con una forma de comprender la conducta 173


Culturales

humana en total consonancia con Facundo. Como en el texto de Sarmiento, Ghiraldo tampoco oculta una mezcla de rechazo y de fascinación hacia el “bárbaro”. En la aplicación sistemática del esquema, el anarquismo vino a ubicarse en el lugar de la civilización y en esta apropiación se presentó como la rectificación del rumbo inaugurado por el pensamiento de la generación argentina del 37, que habría sido desvirtuado por las generaciones posteriores. El anarquismo en la tradición del 37 Es necesario volver a contextualizar el debate nacionalista del cambio de siglo, principalmente en los diez años previos a los festejos del Centenario argentino, cuyas líneas de discusión fueron muy diferentes a las planteadas a fines del siglo diecinueve. En particular voy a presentar las características principales del pensamiento nacionalista conservador, con el cual el anarquismo tuvo algunas semejanzas, sobre todo en el caso de Ghiraldo, así como diferencias considerables que se observan en la crónica y el teatro de Florencio Sánchez. La opción del anarquismo por identificarse con el pensamiento sarmientino está, en gran medida, vinculada con su distancia respecto del pensamiento conservador definido principalmente por los escritores y ensayistas Manuel Gálvez y Ricardo Rojas. En un período marcado por la inmigración masiva, estos nacionalistas argentinos advirtieron sobre el peligro de perder las incipientes tradiciones nacionales que no se habrían consolidado completamente (Delaney, 2002:625). A fines del siglo diecinueve, el gaucho constituía el mito del ser nacional imaginado por las clases populares integradas por inmigrantes y criollos. Sin embargo, durante el Centenario se consolidó también una corriente del pensamiento conservador de fuerte tendencia nacionalista que verá en el gaucho la esencia del ser nacional y en el campo el origen de la nación argentina. En particular, las conexiones entre el criollismo populista y el pensamiento de 174


Criollismo y anarquismo

Gálvez están señaladas en el mencionado trabajo de Prieto. En definitiva, demuestra Prieto, la infancia y juventud de muchos de estos intelectuales había sido también moldeada en el consumo de una cultura popular criollista que consistía en la lectura del folletín y en la asistencia a las representaciones gauchescas.6 Tanto Gálvez como Rojas definieron representaciones de un ser nacional argentino habitante del campo además de representaciones del campo como origen de la nacionalidad. Esta relación del hombre con la tierra provenía de una concepción bucólica de la nación la cual, en su vinculación entre pueblo y geografía, era tomada de la tradición romántica. En su análisis sobre la relación entre el pensamiento conservador argentino y el romanticismo alemán, Jean Delaney observa, en la obra de Gálvez y Rojas, el fundamento de una concepción esencialista de la identidad. Para la tradición romántica alemana, la nación se presentaba como una entidad orgánica y coherente que debía emerger de forma natural desde el fondo de la historia, de este modo adquiriendo su pueblo un carácter único y distintivo para el resto del mundo ((Delaney, 2002:629). La coherencia espiritual y la homogeneidad racial necesarias para la construcción viable de una nación estaban amenazadas por la llegada masiva de extranjeros. Para Rojas, los argentinos debían renunciar a la imitación de los hábitos culturales europeos ((Delaney, 2002:630). La esencia de un verdadero ser argentino provenía de una mezcla original entre las razas europeas e indígenas que, iniciada en un remoto pasado, había conformado su carácter distintivo y la unidad étnica y cultural. Para Gálvez, por su parte, la influencia extranjera había sido determinante en el pasado. Su versión de la argentinidad tenía un fundamento español 6 “¡Las veces que habré visto Juan Moreira, Santos Vega, Martín Fierro y Julián Giménez! —dirá Gálvez—. Tanto como los dramas mismos, me interesaban las canciones intercaladas en la representación. ¡Cómo penetraban hasta lo hondo de mi alma de adolescente los tristes, las vidalitas, el canto por cifra de Héctor Nava, formidable intérprete de esas tonadas de la tierra! No me cabe duda de que los espectáculos gauchescos y las dolientes canciones nativas me impregnaron el alma de sentimientos nacionales!” (Gálvez en Prieto, 1988:158).

175


Culturales

y católico y a su vez advertía sobre los peligros de importar la religión protestante y las doctrinas sociales “internacionalistas” entre las que se encontraba el anarquismo ((Delaney, 2002:632). El pensamiento de ambos “hombres de letras” contribuyó a crear la idea de un ser nacional esencial y a prolongar el atractivo por el mundo rural entre las clases dominantes. La tradición romántica permitía pensar en una esencia argentina que sólo podía divisarse en los confines de la pampa. Aquellos que vivían en el campo representaban, en sí mismos, una encarnación o incorporación del verdadero ser argentino mientras que los habitantes de la ciudad estaban alejados de este espíritu y, por lo tanto, no podían ser la manifestación de ninguna tradición ((Delaney, 2002:636). De este modo, el pensamiento nacionalista conservador elaboró la idea de un ser nacional que permanecía invisible en algún punto del horizonte inalcanzable del campo, visión de la que sólo gozaban aquellas almas sensibles y capacitadas. Esta visión romántica de la pampa y sus confines presentaba al origen nacional siempre más lejos del contacto del hombre, en otro espacio y tiempo, un pasado remoto anterior incluso a la idea de nación republicana.7 En la revisión del mito del gaucho, los anarquistas van a tomar diferentes posiciones, más o menos alejadas de las líneas principales del movimiento conservador. Como se pudo observar, la figura del gaucho propuesta por Ghiraldo tiene muchos elementos que comparte con los conservadores, principalmente la tendencia romántica a considerar al campo como un lejano horizonte promisorio y al gaucho como la encarnación individual de un espíritu nacional (una vez regenerados sus aspectos bárbaros). Sin embargo, esto parece más que nada una forma de insertarse en una Delaney señala una distancia considerable entre el nacionalismo cultural argentino y el iluminismo del siglo diecinueve, sobre todo en su defensa de valores como la igualdad y la participación ciudadana. En este sentido señala el nacimiento de una versión de la argentinidad alejada de todo fundamento constitucional y de toda idea de soberanía popular contradiciendo y oponiéndose abiertamente a la defensa republicana promovida por la generación del 37. Delaney agrega que Gálvez y Rojas consolidaron una línea de pensamiento nacionalista autoritario que iba a convertirse en la base ideológica del golpe de Estado de Uriburu en 1930. 7

176


Criollismo y anarquismo

tradición literaria de origen romántico y la descripción permanente de la naturaleza en la obra de Ghiraldo es una referencia directa a la generación del 37. A pesar de la tendencia a idealizar el lejano paisaje, Ghiraldo hace el mismo énfasis que Sarmiento para determinar la influencia ambiental en la conducta del gaucho. Hay una obsesión permanente por enfatizar las condiciones climáticas que operan sobre el individuo de acuerdo con un naturalismo ambiental que tuvo su auge en el siglo diecinueve. En Facundo, la crítica contra la tiranía de Rosas estaba planteada como el avance de la mentalidad bárbara del caudillo instalada en la ciudad. Los anarquistas van a emplear esta misma idea para determinar, con mayor o menor eficacia, la influencia de un ambiente social en la conformación de una psicología indeseable. Es decir que, a partir de una explicación de la conducta “bárbara” por la influencia nociva de un ambiente natural, el anarquismo va a explicar, análogamente, la conducta bárbara del criollo por la influencia nociva de un ambiente social. La crítica contra el carácter ruralista es el tema central del ensayo El crepúsculo de los gauchos de Félix Basterra,8 un intento de análisis sociológico y económico que denuncia los hábitos y vicios políticos criollos que dominan la ciudad y que defiende la acción civilizadora de los “gringos” inmigrantes. El afán continuador de esta defensa por el europeo ubica a los inmigrantes, y al anarquismo, como los portadores de la civilización y a los criollos como los culpables de impedir la puesta en práctica del proyecto civilizador de la generación del 37: “Han tenido los criollos dos argentinos inteligentes, como lo son pocos, en cuestiones nacionales, Sarmiento y Alberdi, y este último dejóles explicado lo que jamás concluyeron de aprender...” (Basterra, 1903:31). La voluntad de vincular al anarquismo con esta generación está asegurada en la particular profusión de epígrafes y dedicatorias. Mientras cada una de las partes del ensayo abre con un epígrafe de Alberdi, los capítulos están precedidos de 8 Periodista y propagandista anarquista argentino. A pesar de su encendida defensa de la inmigración y sus reivindicaciones sociales, pronto abandonó el anarquismo.

177


Culturales

una dedicatoria del autor a escritores y propagandistas anarquistas tales como “Eliseo Reclus, en Bruselas” (Basterra, 1903:49) o “Alberto Ghiraldo, en Buenos Aires” (Basterra, 1903:67). El informe de Basterra es uno de los pocos ensayos del anarquismo destinado a una crítica social desde el positivismo científico. De acuerdo con un típico mecanismo de la escritura anarquista, el ensayo reúne informes económicos extensos junto con textos de retórica encendida, grandes generalizaciones sociológicas y la anécdota puntual. En su defensa de la presencia extranjera, Basterra titula a su introducción “Al bajar” presentando así una observación como la de alguien que llega desde el exterior así como el inmigrante europeo desembarcaba en el puerto. En esta introducción, Basterra presenta al ingenuo extranjero en un extremo y a los males heredados del caudillismo en el otro, en una evocación deliberada a Facundo de Sarmiento. En efecto, cuando menos imaginóse el pobre extranjis (sic), quedó enterado de la sombría historia de la tiranía de Rozas (sic), un gobernador-presidente con allegados tales como Cuitiño, famoso degollador de los enemigos del Gran Turco criollo; Moreira, caudillo chocarrero, apuñaleador y cercenador de testas, quien tuvo un día la humorada feroz, en un carrito, de ir á vender, por duraznos, cabezas de hombres, fresquitas, no ha mucho desgarradas de los árboles... Y pasan las figuras de mueca horrible, criminales aclamados todavía: los Quiroga, Chacho, Quequén, Cuello, Mataco, Hormiga-Negra... tipos todos de análogo jaez antropológico (12, énfasis de F.B.).

La introducción abunda en detalles sobre las malas condiciones de alojamiento que esperan al recién llegado, la explotación de los patrones, los vicios de la corrupción gubernamental y el prejuicio hacia el extranjero tanto de parte de los habitantes criollos como del gobierno. El capítulo siguiente, “El estado económico”, presenta información sobre las condiciones de empleo, salarios, inmigración y pobreza cuestionando las cifras oficiales. La crítica también se concentra en las falsas promesas a los inmigrantes para trabajar 178


Criollismo y anarquismo

en las tareas del campo, donde es mínima el área destinada al cultivo. En este sentido, se puede observar, respecto de Facundo, una diferencia considerable en la descripción de las condiciones que han llevado al estado de “barbarie”. Mientras Sarmiento se tomaba su tiempo para describir las condiciones geográficas, ambientales e históricas que habrían determinado el surgimiento de la barbarie, en este caso la barbarie está determinada por las condiciones económicas injustas. Mientras Facundo está marcado por un determinismo ambiental, el trabajo de Basterra está influido por un determinismo económico y social. Sin embargo, a pesar del afán científico del informe, el hábito perezoso del criollo se justifica por sí mismo y la mera ubicación del criollo en el contexto del esquema “civilización y barbarie” lo exime de cualquier explicación. El criollo o el gaucho son “bárbaros” porque así fue entendido por la tradición civilizatoria. De acuerdo con el informe, el extranjero es naturalmente trabajador, deseoso por iniciar su trabajo en la tierra que ocupa, pero debe soportar la pereza del criollo (Basterra, 1903:42). Se aprecia también el esfuerzo por establecer conexiones y relaciones entre los hábitos cotidianos y la evidencia estadística. Su queja apunta, por un lado, a una economía que ni exporta ni produce lo necesario para el abastecimiento. Esta ausencia de políticas económicas se fundamenta en el carácter bárbaro del criollo cuya conducta abunda en “fraudes, pactos de usura, hábitos de saqueo y moralidad de bancarroteros punibles” (Basterra, 1903:45). La explicación de la barbarie como la causa de la corrupción política y económica es explícita, así como la determinación de su origen rural: Y es que en el político criollo, el ánima gaucha vive inconmovible, como esencia involucionable, alma primitiva, con una lejana y fría noción del bien y del mal extraños, preferiblemente con tendencias á gozar en el perjuicio ajeno, en el dolor ajeno. [. . .] Y es que la civilización no vino jamás de la pampa. Hay que ver al político cuando reentra en su medio, al bonaerense

179


Culturales que va á la campaña, á las provincias, á los territorios apartados, donde se halla a campo traviesa con sus instintos despiertos á la acción atávica, y no como en la cámara, obligado á contenerse por aquello de que... el mundo les contempla... (Basterra, 1903:61-62).

La ubicación del anarquismo en el lugar de una tradición republicana habilitó la crítica del presente de acuerdo con una lectura del pasado. La identificación del anarquismo con el pensamiento de la generación del 37 implicaba, en el caso de Basterra, una adaptación a las líneas generales de aquel pensamiento empleando la terminología económica, sociológica y positivista del cambio de siglo. Esta actualización logró llevar más lejos la estrategia apropiadora: justificar la necesidad de una revolución social presentándose como continuación de la revolución política planteada por las generaciones anteriores.9 En el contexto latinoamericano del momento, la identificación con la revolución política suponía además una identificación y compromiso mucho mayores. En definitiva, los principios de igualdad, libertad y justicia inaugurados en la Revolución Francesa y puestos en práctica en Argentina por la generación del 37 habían sido también el fundamento ideológico de las revoluciones libertadoras hispanoamericanas. Al presentarse como herederos ideológicos de aquella generación, el anarquismo presentaba a la revolución social como una continuación de la revolución libertadora de este modo desplazando la dominación colonial hacia la dominación de clase. Por otra parte, tanto el proyecto de la generación del 37 como el anarquismo tuvieron en la educación una justificación esencial. Mientras el proyecto civilizador de aquella generación estuvo orientado a la educación de todos los habitantes para la creación de ciudadanos, el anarquismo vio en la educación la tarea principal en la formación de seres libres y revolucionarios. Por último, La rectificación del rumbo abierto por el Iluminismo es central en la tradición del pensamiento anarquista, que se presenta como la continuación del pensamiento revolucionario entendido como una extensión del mensaje radical humanista del Iluminismo (Chomsky, s/n). De este modo, la idea de la revolución social sustituyó a la idea de la revolución instalada por la Revolución Francesa (Colson, 2003:230). 9

180


Criollismo y anarquismo

la identificación entre anarquismo y pensamiento republicano se establecía también en el lugar de origen de la doctrina, pues ambos se identificaban con la civilización europea. La referencia a la generación del 37 es central en la crónica de Florencio Sánchez10 “El caudillaje criminal en Sudamérica (Ensayo de psicología)”. Como en el caso de Basterra, el artículo también pretende una justificación científica y se presentó originalmente como un ensayo de psicología que fue publicado por primera vez en Buenos Aires en los Archivos de psiquiatría y criminología dirigidos por José Ingenieros. A la manera de Facundo, la crónica de Sánchez presenta una breve descripción de las características geográficas de la zona donde vivía el temible caudillo brasileño João Francisco, en este caso el sur de Rio Grande, explicando previamente: Quien estas líneas escribe ha vivido largo tiempo en aquellas regiones; ha frecuentado sus hombres y observado las costumbres, de modo que se considera habilitado para abordar el tema, verazmente aunque más no sea, desenvolviéndolo en la forma a su juicio menos monótono (sic): la forma episódica y anecdótica. Vamos, pues, a hacer crónica, que parecería novela a no mediar en la historia del caudillaje criminal americano un documento tan genial como el Facundo de Sarmiento. (Sánchez, 1968:187). 10 El uruguayo Florencio Sánchez (1875-1910) fue un escritor y propagandista anarquista. Después de participar en numerosas colaboraciones de diarios uruguayos, se unió a las filas nacionalistas en Uruguay bajo el liderazgo de Aparicio Saravia durante la Guerra Grande. Pero el contacto directo con los caudillos rurales desalentó a Sánchez, quien entonces se acercó al anarquismo en el recién fundado Centro Internacional de Estudios Sociales de Montevideo donde estrenó sus primeras obras dramáticas y dictó sus primeras conferencias. Aunque seguía colaborando con diarios no anarquistas de Argentina y Uruguay, organizaba sindicatos en Rosario y asistía a reuniones en las sociedades anarquistas de resistencia. En pocos años Sánchez se convirtió en el primer dramaturgo del Río de la Plata estrenando lo mejor de su producción teatral entre 1903 y 1905: M´hijo el dotor, Canillita, Las cédulas de San Juan, La gente pobre, La gringa, Barranca abajo, En familia y Los muertos, entre otros. Aunque el teatro de Florencio Sánchez no se puede considerar propaganda anarquista propiamente dicha, sin duda su planteo apela a un cambio revolucionario (Cappelletti, 1990:LXX).

181


Culturales

Sánchez también establece la continuidad con el discurso civilizatorio. En una primera instancia, el empleo de la crónica para construir el relato está justificado por la calidad de la obra de Sarmiento que, en palabras de Sánchez, le impediría redactar una “novela”. La continuidad está afirmada en una actualización o adaptación a nuevas formas de escritura y nuevas exigencias de lectura que incluyen la brevedad y la concisión de los textos. La capacidad de la crónica para persuadir al lector no está ofrecida sólo por su carácter anecdótico y episódico sino también por la presencia del cronista en el lugar de los hechos. La proximidad con los acontecimientos es una circunstancia exigida por el lector del cambio de siglo para ofrecer legitimidad testimonial. La crónica de Sánchez parte de su desencanto respecto del profundo espíritu partidista en Uruguay luego de su participación directa en los alzamientos rurales contra el gobierno de la ciudad de Montevideo. Antes de ser anarquista, Sánchez había combatido en las filas del partido blanco o nacional, de tendencia nacionalista y rural, partido hacia el que dirige sus más duras críticas. Las guerras civiles en Uruguay habían determinado una visualización muy poderosa del enfrentamiento entre el campo y la ciudad, pues Montevideo estaba separada del resto del país por las murallas de la plaza fuerte que habían sido construidas durante la colonia.11 Sánchez no disimula su fascinación contradictoria por el caudillo de su crítica, del mismo modo que Sarmiento por Facundo Quiroga. Es decir que el discurso anticaudillista de Sánchez se ciñe muy estrictamente al planteo original también en el tono y en la impronta del reclamo. La descripción de los atractivos del caudillo aparece a continuación de un pormenorizado detalle de La Guerra Grande en Uruguay, consecuencia directa del enfrentamiento entre unitarios y federales argentinos, había enfrentado a los partidos políticos uruguayos. Una muestra del rechazo anarquista hacia el partido blanco y hacia su caudillo Aparicio Saravia (así como de la conexión entre el anarquismo de Buenos Aires y Montevideo) surgió durante el último alzamiento de los blancos en 1904. En la tapa de la mencionada revista Martín Fierro, esta guerra ocupa un lugar destacado en la primera página con una ilustración de Saravia a caballo, que incluye una calavera con guadaña sentada a la grupa. 11

182


Criollismo y anarquismo

las atrocidades cometidas. La capacidad persuasiva de Sánchez aparece en la forma en que se adelanta al lector. Luego de presentar las características que cualquiera podría imaginar de un caudillo (“un indio alto, empacado, cerdudo, con la cara llena de tajos, viruelas y costurones”) Sánchez describe a João Francisco como un individuo provisto de la más inesperada sofisticación: Imaginaos al coronel Ricchieri, o a cualquier otro militar nuestro tan arrogante pero más esbelto, que use como él barba y perilla renegridas, aunque más discretamente proporcionadas; que vista uniformes modernos con mundano desempacho; ni muy alto ni muy bajo: de gesto apacible; graduado por la expresión sonriente, un tanto aduladora, de los labios; nariz perfectamente perfilada; ojos muy negros, curioseando a través de una pestañas que se dirían “crayonadas” por un Moussin cualquiera; afeminadlo un poco más, suponiéndole manos pequeñas, suaves, devotamente cuidadas, y, en la tez, pigmentaciones de mujeril sonrojo y, toque más o menos, tendréis al caudillo en pinta. Complementan estas exterioridades, la más correcta desenvoltura de modales, la fuerza y pulcritud de dicción, amoldada la voz a las blanduras del idioma portugués, tan melodioso (Sánchez, 1968:198).

La descripción revela a un hombre de rasgos delicados y femeninos. Esta ambigüedad de género que Sánchez insinúa le permite ubicar, en la descripción física y gestual, elementos contradictorios generalmente atribuidos al mundo de la ciudad. La sofisticación del gesto y los modales, la delicadeza de sus rasgos tienen que ver tanto con aspectos femeninos como con unas formas de relacionamiento típicamente urbanas. El aspecto refinado del protagonista junto con sus comportamientos criminales enriquecen el texto y problematizan la figura del caudillo en mucha mayor medida que la figura del criollo perezoso descrito por Basterra. La metamorfosis del gaucho Tanto los relatos de Ghiraldo como la crónica de Sánchez presentan al gaucho reuniendo una serie de atributos positivos y negativos 183


Culturales

complejizando la oposición sarmientina. Sin embargo, mientras la evocación nostálgica de Ghiraldo presenta al gaucho como un ejemplar cuya extinción coloca el ideal anarquista como perdido en el pasado, en un pensamiento teñido de romanticismo, el irónico retrato de Sánchez ubica al caudillo y, por extensión, a los habitantes del mundo rural, en un presente crítico que debe ser combatido con urgencia para alcanzar el fin civilizatorio. La misma óptica, sin menos vuelo literario, la presentaba Basterra en su diagnóstico pesimista. Florencio Sánchez va a llegar más lejos en la apropiación de la figura del gaucho. En una acción típicamente anárquica no sólo se apropia de su figura para atribuirle elementos del imaginario anarquista sino también para determinar su muerte definitiva, su destrucción como símbolo. Al final de Barranca abajo, considerado uno de sus mejores dramas y uno de los pocos de tema gauchesco, el protagonista Don Zoilo, un hombre de campo, se suicida colgando un lazo al final del último acto. El suicidio de Zoilo es consecuencia de la angustiosa situación en la que, como gaucho, ha visto caer sobre él. Lo han despojado de su tierra y de sus bienes y la justicia no reconoce su derecho a la posesión de sus dominios por el solo hecho de haberlas trabajado toda su vida. El trabajo de la tierra, que debería ofrecerle derecho a la posesión, sólo lo confina a una relación de subordinación a sus propietarios legales. En un planteo claramente anarquista, Don Zoilo se queja de la acción de la justicia para administrar los bienes de los habitantes del campo y de la autoridad policial para asegurar las relaciones de dominación. El encuentro entre el propietario Juan Luis, el comisario Gutiérrez y Don Zoilo, al final del primer acto, es ilustrativo de estas relaciones y de la sumisión del gaucho al nuevo poder ciudadano. Es principal en esta obra el final, marcado por la anunciación del suicidio. El impacto que tuvo este final fue mal recibido por la crítica y considerado una acción fuera de lugar, impropia del verdadero carácter gauchesco, que no incluía el suicidio, de acuerdo con la noble y sacrificada filosofía de vida tradicionalmente adjudicada. El crítico teatral Arturo Berenguer Carisomo señaló, en 184


Criollismo y anarquismo

aquel momento, que “la recóndita mansedumbre india de nuestro gaucho y su quietismo desértico [. . .] hacen de él muy rara, por no decir extravagante, esta actitud compleja y urbana del suicidio (en Lafforgue, 1968:44)”. La cita es ilustrativa desde varios puntos de vista y es posible asegurar que semejante desenlace no escapó al cálculo de Sánchez. El suicidio aparece como una opción extraña al comportamiento esperable del gaucho para Berenguer, quien –y esto es lo más relevante– ve en esta acción una actitud “urbana”. La acción de Sánchez implica múltiples aspectos a tener en cuenta en la complejización de la oposición “ciudad y campo”. Por un lado, se puede hablar de una observación de ciertos aspectos urbanos como participando del carácter rural. Por otro, hay una afirmación de la ciudad como lugar de observación de los hábitos rurales. Al mismo tiempo, la muerte del protagonista presenta al eje “civilización y barbarie” como una oposición de extremos irreconciliables que sólo puede resolverse con la destrucción de uno de ellos. Pero fundamentalmente, la muerte del protagonista estaba presentando, precisamente, la destrucción del gaucho como símbolo del ser nacional, de este modo oponiéndose frontalmente a toda concepción esencialista del nacionalismo criollo. El suicidio del personaje es una estrategia poderosa para determinar la muerte de un tipo social sobre el que todos ven aspectos identitarios. No se trata de la muerte honorable en un duelo a cuchillo ni de la muerte fabulosa en una payada con el demonio como sucedía en el Santos Vega del folletín criollo. El suicidio de Zoilo presenta una conducta que es el producto de una prolongada reflexión del protagonista, y se va haciendo evidente a lo largo de toda la obra, con breves escenas de un Zoilo silencioso acariciando un lazo. La destrucción simbólica del gaucho como figura canonizada es una acción anarquista poderosa precisamente porque está eliminando toda forma autoritaria y esencialista de concebir el pasado, así como de construir la memoria social perpetuando un sistema dominante de creencias. En el cambio de siglo, el gaucho era una 185


Culturales

idea legitimada por un relato histórico que vinculaba a la nación con un pasado cada vez más impreciso. Por el contrario, para el anarquismo más ortodoxo no es concebible un tiempo lineal o histórico sino un tiempo cíclico denominado “eterno retorno” donde todo tiempo pasado se revive y se reedita en el instante presente, que es la síntesis de todos los momentos (Colson, 2003:90). En la concepción del eterno retorno, central en el anarquismo del cambio de siglo, el pasado vuelve al tiempo presente de forma de ser vivido una y otra vez tantas veces como sea necesario, de forma de poder ser modificado y, por lo tanto, modificar un comportamiento anterior y autoritario que libere al individuo. El ser humano se vuelve entonces parte integrante de una realidad que siempre está presente y de la que puede ser responsable y parte activa (Colson, 2003:90). Lejos de ser una forma de perpetuar y mantener inmóvil una realidad, el eterno retorno es una vuelta permanente al presente que faculta al individuo a determinar su propio rumbo. En la concepción lineal del tiempo, por el contrario, la idea de un pasado sin retorno obliga al individuo a someterse a un engaño, porque toda referencia va perdiendo contacto con el presente y por lo tanto con la realidad misma. La muerte del gaucho que Sánchez determina tiene múltiples implicancias con respecto a la relación con el pasado y la historia. Antes que nada se trata de la destrucción del pasado histórico y de la completa separación del individuo con una tradición de la que no puede o no quiere hacerse responsable porque sólo ha provisto de justificación histórica a las relaciones de subordinación. Lo que mortifica a Zoilo es precisamente su incapacidad para comprender el mundo presente y su nostalgia de tiempos mejores. La complejidad del personaje está determinada tanto por la compasión que inspira su condición como por su incapacidad para liberarse y adaptarse a los tiempos que corren. En definitiva, Don Zoilo no puede mantener intacto el espíritu gauchesco en las nuevas circunstancias precisamente porque se aferra a mantenerse “gaucho”. Es decir que Sánchez pone en juego la validez del mito en el tiempo presente al liberarlo de toda concepción autoritaria para interpretarlo. 186


Criollismo y anarquismo

La muerte de Zoilo permite al espectador interpretar libremente el mito gauchesco en el nuevo contexto de la modernidad. Y esta muerte del gaucho está determinando, paradójicamente, la actualización del mito porque, al despojarlo de todo pasado histórico, el mito se pone a prueba presentándose en todo su alcance y en todas sus limitaciones. De esta forma, el espíritu gauchesco, si es que aún existe, no se hace presente en el hombre solitario de sombrero y bombacha determinado por la tradición sino que vuelve a nacer actualizado bajo nuevas formas de rebeldía que son señaladas oportunamente por la urgencia anarquista. Estas formas de concebir el mito del gaucho no forman parte de una evolución lineal que comienza en el romanticismo de Ghiraldo y culmina en el realismo pesimista de Sánchez, pues las diferentes representaciones se dan casi simultáneamente. Incluso Ghiraldo seguirá insistiendo en su inclinación romántica todavía en Triunfos nuevos de 1910. Se trata, por el contrario, de un espectro amplio y variado de la temática gauchesca que abarca desde la heroicización y la descripción sobrehumana hasta el temible salvaje vinculado con la naturaleza. Ambos extremos presentan al gaucho en ámbitos fuera de lo humano. En el centro de este espectro, el recurso del suicidio de Zoilo presentado por Sánchez determina, por primera vez, la dimensión humana del mito gauchesco, pero sin apartarse de la tradición romántica. Las representaciones románticas del ser nacional empiezan entonces a convivir entonces con las nuevas representaciones realistas, es decir con personajes mucho más concretos y contemporáneos surgidos en los suburbios de Buenos Aires donde sobrevive el espíritu del gaucho desaparecido: el compadrito, el malevo y el guapo, junto con toda una nueva gama de personajes con los que convive y sufre el mismo sometimiento de clase: el gringo recién llegado, la obrera tuberculosa, la prostituta enferma, la madre pobre y sacrificada, la costurerita engañada por soñar un futuro mejor, el niño hambriento o el niño vendedor de diarios. 187


Culturales

Este nuevo y variado repertorio de personajes, que transformó definitivamente el imaginario urbano del Río de la Plata, fue destacado permanentemente por el anarquismo a partir de una percepción dolorosa de la realidad donde la experiencia directa de sus autores definió una nueva experiencia literaria. Esta transformación, dispersión o disolución de personajes representativos del ser argentino a partir de una figura original y orgánica se presenta como una afirmación de la diversidad étnica y cultural determinada por la inmigración tanto de europeos como de los hombres del campo. El hombre del suburbio es el mismo gaucho desplazado del campo, tal como comenta Ángel Rama a partir de un pasaje de Domingo F. Casadevall sobre el circo criollo. Tanto el pasaje de Casadevall como el comentario crítico de Rama son claros para distinguir los procesos de desplazamiento y urbanización del hombre rural. Los pobladores de los suburbios porteños, hermanastros del gaucho y del paisano en las llanuras, cultores de la guapeza, de los juegos de destreza y de azar, del canto, del baile y de los entreveros por el amor, resentidos contra la clase rica y culta del centro de la ciudad, vieron en Juan Moreira un arquetipo real, un modelo de la familia de Santos Vega, el triunfador de payadas y amores... En Moreira vieron un vengador de los criollos amenazados por los ricos que se valían de la violencia, del enredo, del pleito, de la chicana y de otras añagazas de la ciudad para desplazarlos del suelo en que habían sido felices”. Cabe consignar que los pobladores de los suburbios no eran hermanastros del gaucho, sino los mismos gauchos, desplazados del campo, que comenzaban a afluir a las ciudades, golpeados resentidos, perdidos... (Casadevall y Rama, en Rama, 1968b:344).

La precisión que hace del gaucho como un personaje desplazado del campo permite ver la transformación entre campo y ciudad no como un proceso paulatino sino como un momento abrupto que sufre un solo individuo. No se trata solamente de ver en el hombre suburbano un derivado o un sucesor del gaucho sino que se trata del mismo hombre de campo que ha sufrido la 188


Criollismo y anarquismo

metamorfosis ciudadana. Este carácter cambiante y transformado de la personalidad del habitante del suburbio es significativo en su contraste con la presencia inmutable y estática del gaucho romantizado y heroicizado por los discursos conservadores.12 En el volumen de cuentos Carne doliente de Ghiraldo se puede apreciar, principalmente en la forma en que fueron ordenados por su autor, el proceso de transformación y metamorfosis que atravesaron los habitantes de la ciudad de Buenos Aires y los campos aledaños así como toda la región americana en su amplitud. En este sentido, el trabajo de edición de Ghiraldo vuelve a ser fundamental pues ordena cuidadosamente sus relatos de manera de ubicar geografías y personajes de acuerdo con un movimiento centrípeto que comienza en terreno abierto y termina en el interior de la ciudad, que comienza en el pasado y que culmina en el presente. Los cuentos son otra muestra de su escritura grandilocuente, retórica, didáctica y básicamente ejemplarizante de Ghiraldo. Sin embargo, una descripción muy somera de estos relatos es ilustrativa de estos círculos concéntricos que facilitan la comprensión de los desplazamientos y las transformaciones mencionados. En esta descripción voy a detenerme en “Cruz”, en la mitad del volumen, porque es el cuento transicional que determina la transformación del hombre de campo en un hombre del suburbio. El personaje principal de “Cruz”, cuenta el narrador, se había enrolado en su juventud en un cuartel regional y había combatido contra los caudillos “sin que él supiera nunca por qué (Ghiraldo, 1917?:101).” La descripción de la vida del hombre es reveladora 12 Clara Rey de Guido y Walter Guido también señalan y definen la conformación de los nuevos tipos derivados del gaucho surgidos en el suburbio. En primer lugar estaba el “compadre”, orgulloso, altanero y capaz de las mismas provocaciones que el antiguo gaucho, un “híbrido del campo y la ciudad (1989:XXXI).” Tanto el “compadre” como el “guapo” podían ser tanto caudillos como una “autoridad policial degradada (1989:XXXI).” Los compadritos, además de ser pendencieros, eran alegres, cantadores y buenos bailarines de tango, siempre preocupados de la vestimenta. Por su parte, el “malevo” era el derivado del “gaucho malo”, también perseguido por la justicia “con muchas entradas en la comisaría” (1989:XXXI).

189


Culturales

de una condición natural para habitar el campo y trabajar la tierra, condición alterada por la conscripción forzada y el traslado a la ciudad, motivo inicial de su degeneración física y moral. Niño, arrancado de las faenas campestres, no conoció otra vida que la infecunda y agitada del cuartel. Antes de manejar bien el lazo, aprender a arriar una tropa, ordeñar una vaca y esquilar una oveja, se le llevó junto al fogón militar, se le ató al cinto el sable homicida y se le prendió un ojal de la chaqueta de la divisa de un caudillo, el cacique político del pago, señor moderno, no de horca y cuchillo como los de feudo antiguo, pero sí de bota y espuela, facón al cinto, poncho a la rastra y cinta azul en el sombrero de ala ancha y requintado en la nuca. (Ghiraldo, 1917?:102)

La llegada a la ciudad es un doloroso proceso de desarraigo. En su lejanía del lugar original, en contacto con la tierra, el hombre inicia su proceso de alienación. Esta separación del hombre de su ámbito natural y la idea de la ciudad como foco de la corrupción permite observar nuevamente la semejanza romántica entre el anarquismo y el pensamiento conservador. En estos textos de Ghiraldo es difícil saber de qué lado está el anarquista. Por un lado ve en la ciudad el origen de la fuerza civilizatoria, por otro ve al campo como un lugar de bienestar original, anterior a la acción del Estado, y en la ciudad el foco de corrupción. En su anarquismo de base romántica, Ghiraldo elabora un nacionalismo alternativo que, viendo el origen de la nación en el confín americano, se distancia del nacionalismo conservador en su defensa de clase y en la denuncia a todo sometimiento a la autoridad. Hacia el descubrimiento del arrabal Como fue mencionado, las diferentes figuras del gaucho fueron elaboradas y reinterpretadas de manera simultánea por los escritores anarquistas en un variado repertorio de rasgos cuya descripción apuntaba a la deconstrucción con fines políticos. A su vez, fueron varios los críticos posteriores que mencionaron 190


Criollismo y anarquismo

la transformación del gaucho en los distintos personajes suburbanos. Sin embargo, no es necesario esperar a las décadas posteriores para encontrar esta sustitución entre una y otras figuras. El nuevo repertorio de tipos humanos fue advertida como una novedosa virtud, así como una necesidad, para ser incluida en las nuevas formas de representación. En sus propias palabras, Florencio Sánchez expresa la necesidad de acompañar este cambio y abandonar los elementos del drama gauchesco tradicional para enfocar los centros de interés en aquellos puntos críticos de la modernización urbana y de las formas del ascenso social que ganaban terreno conforme avanzaba la primera década del siglo. Así explicaba las causas del éxito de su obra M’hijo el dotor en una conferencia leída en el Ateneo de Montevideo en junio de 1908, publicada en Buenos Aires ocho años después, y que resulta ilustrativa para concluir este artículo. Se escribían costumbres desconocidas. Un rancho de paja y terrón por decorado, por lenguaje característico unos cuantos “canejos” y “ahijunas”, cuando no expresiones de la jerga lunfarda porteña, con pasiones y sentimientos de importancia teatral. Con esos elementos se fabricaba una obra nacional. El público, a falta de cosa mejor y más verídica, amparaba y protegía esos bodrios con estimulante complacencia. “M´hijo el dotor”, reflejando costumbres vividas produjo una revolución. Su éxito estrepitoso se debe a la verdad y la sinceridad con que fue escrita la obra. El público lo comprendió así y compensó mi labor con las ovaciones más grandes que haya recibido en mi carrera artística. [. . .] ¡Ah el teatro criollo, las escenas campesinas! El público no toleró más paisanos declamadores ni más costumbres falsificadas. Denme verdad como esa y las aplaudiré (Sánchez en Proteo, Buenos Aires, i, 13, 1916:1-5).

Si el anarquismo iba a concentrar su atención en el suburbio, no fue solamente para acompañar el desplazamiento del hombre del campo hacia la ciudad, intentando una mera actualización estratégica de la rebeldía gauchesca en el nuevo habitante. El 191


Culturales

suburbio será para el anarquismo el lugar donde la ciudad mostraba el verdadero conflicto de clase, donde era posible ver el sometimiento y la abyección en la que vivieron sus habitantes, donde se pudo ver la lucha por la supervivencia y donde la tarea anarquista verá necesaria la aplicación de la doctrina de autogestión y el establecimiento de relaciones de solidaridad. La acción de los centros obreros fue principal en los suburbios, así como su acción educadora en circuitos hasta el momento no contemplados por la educación oficial (Golluscio). En su establecimiento en los márgenes de la ciudad, el anarquismo pudo ver a la ciudad desde la periferia señalando todas sus posibilidades de encuentro y enriquecimiento, así como de sometimiento y alienación. Desde la periferia, el anarquismo reinterpretó la ciudad de acuerdo con sus propias premisas. El suburbio fue el lugar que los anarquistas vieron como lugar de observación y diagnóstico de una nación en crecimiento donde sus habitantes lucharon por incorporarse a un proyecto nacional que, desde el centro, los negaba permanentemente. La literatura del suburbio surgió, entonces, desde la percepción que los escritores, poetas y dramaturgos anarquistas adquirieron gracias a la insistencia permanente por la preeminencia, en la producción literaria, de un tiempo presente que reunía, a un tiempo, pasado y futuro. En el tiempo presente, la percepción del mundo surge de una experiencia que sólo se hace posible en una relación igualitaria, o abierta, con el mundo en todos sus términos. Son numerosos los relatos anarquistas dedicados a describir los padecimientos físicos y morales de los personajes suburbanos de acuerdo con las líneas de un naturalismo pesimista y, por momentos, de ribetes expresionistas que van a prefigurar los posteriores movimientos de vanguardia. El despliegue en detalle de estos nuevos tipos humanos en el nuevo territorio queda fuera del alcance de este artículo, pero vendrá a sustituir a la figura del gaucho canonizada durante toda la mitad del siglo diecinueve y principios del veinte como representante del “ser nacional”. 192


Criollismo y anarquismo

Bibliografía Achugar, Hugo, “Modernización, europeización, cuestionamiento: el lirismo social en Uruguay entre 1895 y 1911”, Revista Iberoamericana, vol. XLVII, num. 47, pp. 7-32, 1981. Agamben, Giorgio, Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life, Stanford University Press, Stanford, 1998. –––, The Open: Man and Animal, Stanford University Press, Stanford, 1998. Ansolabehere, Pablo, “Anarquismo, criollismo y tradición”, mimeo. Barrán, José Pedro, El Uruguay del 900, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1990. Barthes, Roland, El placer del texto y Lección inaugural, Siglo XXI, México, 1996. Basterra, Félix B., El crepúsculo de los gauchos. Estado actual de la República Argentina, Claudio García, Montevideo, 1903. Bethell, Leslie, Historia de América Latina. Tomo 8: Cultura y sociedad (1830-1930), Crítica, Barcelona, 2008. Cappelletti, Ángel J., y Carlos M. Rama, El anarquismo en América Latina, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1990. Carroll, John, Break-Out from the Crystal Palace. The AnarchoPsychological Critique: Stirner, Nietzsche, Dostoevsky, Routledge, Londres/Boston, 1974. Chomsky, Noam, “Notes on Anarchism”, Spunk Library. Disponible en www.spunk.org/library/intro/sp000281.html. [Accedido en octubre de 2004]. Colson, Daniel, Pequeño léxico filosófico del anarquismo: de Proudhon a Deleuze, Nueva Visión, Buenos Aires, 2003. Cúneo, Dardo, “Internación en el teatro de Florencio Sánchez”, en Florencio Sánchez, Teatro completo de Florencio Sánchez, Claridad, Buenos Aires, 1952. Delaney, Jean H., “Imagining El Ser Argentino: Cultural Nationalism and Romantic Concepts of Nationhood in Early Twentieth-Century Argentina”, Journal of Latin American Studies, vol. 34, núm. 3, pp. 626-658, 2002. 193


Culturales

Delgado, Leandro, “La participación del anarquismo en la literatura del Río de la Plata (1890-1930)”, tesis de doctorado, Rutgers University, New Brunswick, 2005. Díaz, Hernán, Alberto Ghiraldo: anarquía y cultura, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991. –––, “Intelectuales y obreros en el anarquismo (1900-1916)”, mimeo. García Moriyón, Félix, Del socialismo utópico al anarquismo, Cincel, Madrid, 1992. Ghiraldo, Alberto, Carne doliente (cuentos argentinos), Calleja, Madrid, ¿1917? –––, Humano ardor: Aventuras, luchas y amores de Salvador de la Fuente, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, Buenos Aires, 1930. –––, La tiranía del frac..., Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1972. Giaudrone, Carla, “Prefacio”, Julio Herrera y Reissig, El pudor. La cachondez, Arca, Montevideo, 1992. Golluscio de Montoya, Eva, “Circuitos anarquistas y circuitos contraculturales en la Argentina del 1900”, C.M.H.L.B. Caravelle, num.46, pp. 49-64, 1986. Guérin, Daniel, El anarquismo: de la doctrina a la acción, Proyección, Buenos Aires, 1967. Gutiérrez, Eduardo, y José J. Podestá, Juan Moreira, Arca, Montevideo, 1968. Hernández, José, Martín Fierro, Juventud, Buenos Aires, 2007. Herrera y Reissig, Julio, Tratado de la imbecilidad del país según el sistema de Herbert Spencer, Taurus, Montevideo, 2006. Lafforgue, Jorge, “Introducción a Florencio Sánchez”, en Florencio Sánchez, Obras completas, Schapire, Buenos Aires, 1968. Laqueur, Thomas W., “Bodies, Details, and the Humanitarian Narrative”, en Lynn Hunt (ed.), The New Cultural History, University of Califronia Press, Berkeley, 1989. 194


Criollismo y anarquismo

Marianetti, Benito, La Comuna de París : 18 de marzo - 28 de mayo de 1971. A los cien años de una gloriosa gesta, Ediciones Centro de Estudios, Buenos Aires, 1971. Mazzucchelli, Aldo, La mejor de las fieras humanas: vida de Julio Herrera y Reissig, Taurus, Montevideo, 2010. Morland, Dave, “Anarchism, Human Nature and History: Lessons For the Future”, en Jon Purkis y James Bowen (eds.), Twenty First Century Anarchism: Unorthodox Ideas For a New Millenium, Cassell, Londres, 1997. –––, “The Uniqueness of Anarchism in Argentina”, en Estudios Interdisciplnarios de América Latina y el Caribe, vol. 1, núm. 8, 1997. Disponible en http://www.tau.ac.il./eial/VIII_1/oved. htm. [Accedido en octubre de 2011.] Prieto, Adolfo, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Sudamericana, Buenos Aires, 1988. Rama, Ángel, “Introducción”, en Bartolomé Hidalgo, Manuel de Araucho et al., Poesía política: Hidalgo, Araúcho, Ascasubi, Lussich, Hernández, Arca (Enciclopedia Uruguaya, vol. 7), Montevideo, 1968a. –––, La ciudad letrada, Ediciones del Norte, Hanover, 1984. –––, “La creación de un teatro nacional”, en Eduardo Gutiérrez y José J. Podestá, Juan Moreira, Arca (Enciclopedia Uruguaya, vol. 24), Montevideo, 1968b. –––, “Prólogo”, en Roberto de las Carreras, Psalmo a Venus Cavalieri y otras prosas, Arca, Montevideo, 1967. –––, Ruben Darío y el modernismo: circunstancia socioeconómica de un arte americano, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1970. Ramos, Julio, Divergent Modernities: Culture and Politics in Nineteenth-Century Latin America, Duke University Press, Durham/Londres, 2001. Rey de Guido, Clara, y Walter Guido, Cancionero rioplatense (1880-1925), Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1989. Rock, David, Argentina, 1516-1987. From Spanish Colonization to Alfonsín, University of California Press, Berkeley, 1987. 195


Culturales

Sánchez, Florencio, Obras completas, Editorial Schapire, Buenos Aires, 1968. –––, Teatro completo, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1952. –––, “El Teatro Nacional”, Proteo, I, 13, pp. 1-5, Buenos Aires, 1916. Sarmiento, Domingo F., Facundo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1967. Sierra, Apolinario, Santos Vega: volcado de la prosa al verso, M. Alfredo Angulo, Buenos Aires, 1938. Suriano, Juan, Anarquistas: cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Manantial, Buenos Aires, 2001. Terán, Óscar, Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910): derivas de la “cultura científica”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000. Varela, Francisco J., Evan Thompson et al., The Embodied Mind: Cognitive Science and Human Experience, MIT Press, Cambridge, 1999. Vilariño, Idea, “Introducción”, en Julio Herrera y Reissig, Poesía completa, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1967. Weir, David, Anarchy & Culture: The Aesthetic Politics of Modernism, University of Massachusetts Press, Massachusetts, 1997. –––, “España, fin de siglo: bohemia, anarquismo, socialismo”, en Alejandro Sawa, Iluminaciones en la sombra, pp. 12-31, Alhambra, Madrid, 1977. Zubillaga, Carlos, “Luchas populares y cultura alternativa en Uruguay. El Centro Internacional de Estudios Sociales”, Siglo XIX, vol. 6, pp. 11-39, 1998. Zum Felde, Alberto, Proceso intelectual del Uruguay, Ediciones del Nuevo Mundo, Montevideo, 1967.

Fecha de recepción: 21 de febrero de 2011 Fecha de aceptación: 9 de mayo de 2012 196


Max Weber: entre relativismo e individualismo metodológico Entrevista con Michel Maffesoli Rafael Arriaga Martínez Universidad Autónoma de Baja California Resumen. ¿Max Weber, relativista? Sí, sostiene Michel Maffesoli (1985). Para Raymond Boudon, líder intelectual de la corriente de pensamiento sociológico inspirada en la teoría de la racionalidad de Weber, la lectura relativista de la obra de éste sería inaceptable. A pesar de las diferencias de posición teórica y desacuerdos entre ambos autores en torno a la obra de Weber podríamos bien retener como hipótesis de trabajo la idea de la irreductibilidad de Weber a una sola posición epistemológica, como lo propone Maffesoli. Es, pues, bajo este aspecto y en el marco de las diferencias de posición entre ambos autores que tratamos de considerar esta otra interpretación relativista que hace Maffesoli de la sociología comprensiva de Weber. Daremos cuenta de ello a través de una entrevista que el sociólogo francés nos ha amablemente acordado. Se trata, entonces, a) de discernir los aspectos de la teoría sociológica de Weber que más marcan la obra de Maffesoli y b) de acentuar al mismo tiempo las diferencias de posición existentes entre uno y otro, entre la lectura relativista que nos propone Maffesoli y la que predica Boudon en el marco del individualismo metodológico. Palabras clave: 1. relativismo, 2. holismo, 3. racionalismo, 4. individualismo metodológico, 5. sociología comprensiva. Abstract. ¿Max Weber relativistic? Yes, affirms Michel Maffesoli (1985). Raymond Boudon, intellectual leader of the current sociological thought inspired by Weber’s theory of rationality, argues that the relativistic reading work of Maffesoli would be unacceptable. Despite the theoretical position differences and disagreements between both authors about the work of Weber, we might as well maintain as a working hypothesis the idea of the irreducibility of Weber to a only one epistemological position, as proposed by Maffesoli. It is therefore and under this context of differences in position on Boudon that we try to consider this other relativistic interpretation of Maffesoli of the comprehensive sociology of Weber. Will realize it through an interview that the French sociologist has kindly agreed to give. It is about a) discerning the aspects of the sociological theory of Weber that marked the work of Maffesoli, and at the same time b) accentuate the differences in position between the two, including the relativistic reading that offers us Maffesoli and Boudon in the framework of methodological individualism. Keywords: 1. relativism,2. holism, 3. rationalism, 3. methodological individualism, 5. comprehensive sociology.

culturales

VOL. VIII, NÚM. 16, JULIO-DICIEMBRE DE 2012 ISSN 1870-1191

197


Culturales

Introducción ¿Max Weber relativista? Sí, sostiene Michel Maffesoli (1985). Pese a ello, reconoce que es imposible reducir el pensamiento de este autor clásico a una sola posición epistemológica. Maffesoli no es el único que alimenta la polémica al respecto, pero si es uno de los autores contemporáneos más prolíficos y conocidos por la originalidad de su enfoque metodológico y la energía con la que la defiende. Para Raymond Boudon, ardiente defensor de un individualismo metodológico anclado en la teoría de la racionalidad de Weber, la lectura relativista de Maffesoli es simplemente inaceptable. ¿La obra de Weber ofrece realmente lugar a una interpretación relativista de los valores como lo sostiene Maffesoli? ¿O no?, como lo afirma Boudon. Frente a estas dos posiciones cabría plantearse la pregunta acerca de la coherencia del pensamiento de Weber y en ese sentido considerar la posibilidad de que el autor alemán se haya desviado de sus principios metodológicos. En El político y el científico, por ejemplo, enuncia la ética de convicción a través de su metáfora célebre –la guerra de dioses– cuya consonancia relativista es de entrada sorprendente. En otra parte (Weber, 2002:91; 1995:57) y claramente en la Ética protestante (1967) –su obra que tiene un valor a prueba de aplicación metodológica– opera con el concepto de racionalidad axiológica pero dando algunas precauciones en cuanto a su utilización. Precisa, en particular, que al igual que los tipos de acción la acción determinada de manera racional en valores es un tipo raramente encontrado en el estado puro en la realidad, pero que se encuentra bastante a menudo en estado de “relación indisociable” con la racionalidad instrumental (Weber, 1996:366). A esta relación indisociable Boudon (2002:91) la define como “unión orgánica”. Con esta observación, Boudon le cierra el paso a toda lectura relativista de los valores. He aquí un punto en el cual Boudon insiste mucho, manera al fin de combatir la interpretación relativista del concepto de ética de convicción. Para Boudon la ética 198


Entrevista con Michel Maffesoli

de convicción tiene un fundamento racional y axiológico. Lo que vale para la racionalidad axiológica vale también para la ética de convicción. La coherencia del pensamiento de Weber sobre este punto es para Boudon irrecusable. A pesar de las diferencias de posición teórica y desacuerdos en cuanto a la lectura de Weber como fuente de inspiración epistemológica, nos preguntamos si acaso no sería posible explicar tales divergencias a partir de la idea de la irreductibilidad del sociólogo alemán a una sola posición epistemológica, como lo sugiere Maffesoli. El carácter inacabado o la impresión de una obra conceptual esquematizada que ofrecen muchos de sus escritos, como lo pudo observar Boudon con insistencia, vuelve aún más plausible esta hipótesis. Bajo esta perspectiva trataremos de aclarar este otro enfoque metodológico de la obra de Weber que es la lectura relativista que nos propone Maffesoli. Por consiguiente y de conformidad con el objetivo que acabamos de describir, daremos cuenta de ello mediante una entrevista que el sociólogo francés nos ha amablemente acordado. Se trata de una entrevista pautada de preguntas formuladas con el propósito de destacar dos cosas: 1) primero que todo, los aspectos de la teoría sociológica weberiana que más hayan marcado la obra de Maffesoli, y 2) y en segundo lugar, la oposición más notable con la lectura que hace Boudon de la misma. En lo que respecta a la estructura de la entrevista, el lector podrá observar que, lejos de apegarnos a la norma de una entrevista clásica, nos permitimos contextualizar las preguntas. Dicho de otra manera, concluimos en preguntas después de haber planteado otros elementos de teoría sociológica y haber brevemente recordado el pensamiento de Boudon con relación a los temas abordados. Concebimos este procedimiento con el propósito de facilitar la comprensión tanto de las preguntas como de la lectura que Maffesoli hace de la sociología comprensiva de Weber. Se trata de algo en lo que Maffesoli nos ha ayudado mucho gracias a ese don de la pedagogía que tiene y que el lector podrá descubrir a través de sus explicaciones y las palabras claves de su sociología, como 199


Culturales

“tribu”, “imaginario”, “posmodernidad”, “reencantamiento del mundo”, etcétera. Respecto a la entrevista, además de ofrecer la oportunidad al entrevistado de precisar, de recordar de una manera clara y precisa el sentido de su enfoque metodológico y sus intenciones, la herramienta permite igualmente discernir la originalidad de la posición epistemológica del autor de El tiempo de las tribus. Aunque no son todas las bondades de una herramienta de investigación como ésta: puesto que se trata de recordar el pensamiento de Boudon respecto a los temas abordados, la entrevista permite acentuar al mismo tiempo y de manera adicional las diferencias de posición existentes entre uno y otro, entre la lectura relativista que nos propone Maffesoli y la que predica Boudon en el marco del individualismo metodológico. Partimos del supuesto según el cual los préstamos conceptuales a menudo se enriquecen o esterilizan de modo que su significado dentro de una teoría sociológica resulta muy controvertido. Y esto es aún más verdad cuando se trata de conceptos y categorías elaborados por autores clásicos, como es el caso de Weber. Debemos puntualizar que al abordar esta controversia nos introdujimos a un debate de ideas cuyo interés para la investigación empírica relativa a la cultura es de la más alta importancia. Porque tratamos con dos concepciones distintas del entendimiento de los valores y su impacto en la formación de la cultura y la vida social de una manera general. Si para Boudon son los comportamientos individuales que de manera agregada estructuran la cultura, para Maffesoli son las formas de ser y de pensar que le dan toda su significación. Ya no es sólo el deber-ser racionalizado el que le da su significado a la cultura, como lo sostiene Boudon, sino también y de manera cada vez más notable el estar juntos, lo emocional, lo no racional. Porque para Maffesoli sería un error concebir la cultura como algo estructurado por lo racional solamente e ignorar que, además de la parte emergente, la que le corresponde a lo racional, la cultura se expresa también a través de lo onírico y lo fantástico, se enraíza en el imaginario colectivo, en el inconsciente colectivo. 200


Entrevista con Michel Maffesoli

En cuanto a la importancia del hombre y su obra en el mundo de la sociología contemporánea, el Centro de Estudios de lo Actual y lo Cotidiano ofrece una página web donde el lector encontrará un currículum vitae pautado de premios, nominaciones y reconocimientos. Maffesoli es autor de un número importante de libros y artículos publicados en revistas francesas y extranjeras. El lector interesado en su obra encontrará una lista completa de sus textos, entre ellos los traducidos al español. Cabe puntualizar que este trabajo es un producto parcial de una investigación posdoctoral realizada en el CEAQ, laboratorio o Unidad de Investigación Mixta del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia y la Universidad de París V. Está de más reconocer que sin el generoso apoyo de su director, el mismo Maffesoli, este trabajo no hubiese sido posible. A él, un vivo agradecimiento.

LA ENTREVISTA1 Rafael Arriaga (RA)—: Profesor Michel Maffesoli, gracias por aceptar esta entrevista. Le recuerdo que esta entrevista es materia para un artículo dirigido sobre todo a investigadores. En cuanto a la forma, verá que lejos de limitarme a formular las preguntas de manera breve y precisa, amplío el campo conceptual a otros elementos de conocimientos relacionados con su teoría sociológica. Y para comprender mejor la originalidad de su posición epistemológica, me permito también compararla con la de Raymond Boudon. El enfoque permite, sin duda, contextualizar las preguntas, pero también facilita la comprensión de la lectura que usted hace de Max Weber y de la manera como la integra a su teoría sociológica. De hecho –y ése es el propósito de la entrevista–, se trata de destacar las diferencias de posición existentes entre usted y Boudon con relación a ciertos aspectos de teoría y método planteados por Weber. 1

Entrevista realizada en francés y traducida al español por el autor.

201


Culturales Consciente del riesgo que tomo al interpretar su pensamiento y de los errores de apreciación en los que pudiera incurrir, le ruego que me disculpe y me los haga saber, si es el caso. No está exento de que esta entrevista sea del conocimiento de Boudon, por lo cual a él también le pediría su comprensión por la libertad con la que interpreto su pensamiento.

Sentido, comprensión y método comprensivo 1 RA. Usted trabaja con las nociones de sentido, propio de la sociología comprensiva de Weber y del inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung. La relación de una noción con la otra se explica por el hecho de que la vida social, como la vida individual, no puede comprenderse sin tener en cuenta ese sustrato social que usted describe como “criptas más o menos laberínticas” (Maffesoli, 2009b:8). La psicología analítica de Jung sostiene, en efecto, la existencia en el hombre de un inconsciente colectivo en el cual se inscribiría la experiencia de los pueblos y de la humanidad. Esta experiencia se expresaría de manera instintiva por medio de un mecanismo psicológico que Jung define como “proyección”. Para Jung, el inconsciente colectivo es la alcoba de los arquetipos. Y los símbolos serían los objetos en los que los hombres proyectarían esos arquetipos. Es por proyección, dice usted, que la cultura semítica verticaliza lo divino, lo manda a un “lugar lejano e inaccesible” (Maffesoli, 2010:51). Y ello ocurre desde el momento en que los semitas prohíben la representación de Dios (cf. Maffesoli, 2010:98). Con la prohibición de la representación de Dios se crean condiciones cognoscitivas favorables para que lo divino sea pensado en términos de significación y finalidad. La idea muy conocida de que “la vida tiene un sentido”2 encierra tal 2 Otra manera de expresar el mismo pensamiento sería: “Sin sentido, la vida no vale la pena vivirla”. “Le perdió el sentido a la vida”, solemos decir cuando alguien se arrebata la vida.

202


Entrevista con Michel Maffesoli

significación (cf. Maffesoli, 2010:99). El hecho es que a través de esta abstracción –la abstracción de lo divino– se despoja al mundo de representaciones simbólicas; se desacraliza el mundo, dice usted. Digamos que el hombre se conecta con la naturaleza a través de los símbolos, pero para ello es indispensable que ésta sea concebida de manera sagrada. La desacralización del mundo corta al hombre de la naturaleza y del instinto, gracias a los cuales se hace posible la proyección de los arquetipos sobre la naturaleza y al mismo tiempo su representación bajo la forma de símbolos. Se trata de un instinto casi animal que nada tiene que ver con el que la modernidad ha promovido, un instinto domesticado, puesto al servicio de la razón y de todo lo que es razonable y orientado hacia una finalidad. Esto explica por qué, de acuerdo con la lógica del deber-ser, que es la lógica de la modernidad, la vida se valora sólo cuando se expresa bajo la forma de proyecto y finalidad. Es entonces que, desde este estricto punto de vista, todo es bueno cuando se trata de cosas que van en el “sentido de la vida”. Sin embargo, usted apunta que, en virtud de una “inversión de polaridad”, esta manera de ver la vida comienza a perder fuerza, a ceder frente a otra que sería más libre y conforme a la naturaleza humana. Esta manera de concebir la vida sería mas instintiva y dispuesta a buscar, permítame citarlo, “no una substancia precisa como sería la de Dios, el Estado o la Institución, sino algo más bien indefinido, como lo pudiera ser la adhesión, un poco animal, a la vida en toda su ambivalencia, buenas horas y malas horas, todo mezclado” (Maffesoli, 2009c:31-32). Usted constata la existencia de esta manera de ver la vida en el interés creciente por las cosas de este mundo en tanto que fuente de emoción y de encuentro. Bajo este registro, ya no sería cuestión de agradarle a Dios, al padre, al Estado, o actuar conforme a lo que usted describe como la “ley del padre”, sino de hacer lo que le agrada a uno mismo y darse el placer de complacer a los demás (el amigo/a o aquel con el que nos comunicamos a través de internet en función de un interés en particular), a través de la vista, la contemplación, el gusto de compartir y las ganas 203


Culturales

de estar allí simplemente, en un mundo cuyo sentido captamos no sólo mediante la razón sino también a través del cuerpo. El sentido de la vida, dice usted, está en todos lados y no sólo en la cabeza, en lo racional. Se podría decir que los hombres le dan sentido a una cosa porque hay un símbolo en ello y que esos símbolos le deben toda su significación a los arquetipos que nadan en el inconsciente colectivo del hombre. Los arquetipos son, pues, símbolos que el hombre construye con elementos del presente. Se construyen con elementos del presente, pero en ellos se halla la memoria de sus orígenes (Maffesoli, 2011:89). Se trata de algo que el hombre busca de manera instintiva. Aquí lo instintivo usted lo concibe como fuertemente compenetrado de la libido, la libido en el sentido de Carl Gustav Jung y no de Sigmund Freud. ¿Podría usted explicarnos su concepción de la libido, cómo la relaciona con la noción de sentido y cómo ésta, a su vez, opera en la formación de las tribus? MM. Para empezar quisiera darle a la palabra “libido” un sentido más amplio; no me gustaría reducirla a su dimensión sexual, como lo hace Freud, y considerarla más bien en su sentido epistemológico, de algo que tiene que ver con la energía, la energía no sólo individual sino también colectiva. La noción ha sido pensada de esta manera por muchos autores, aunque pienso en particular en un sociólogo, que es Max Scheler, y quien justamente habla de Amor Mondi, o el hecho de que en el fondo el lazo social no es algo que tenga que ver sólo con lo contractual, que pone además en juego los afectos, los sentimientos. Es de esta forma que yo entiendo la noción de libido. En cuanto a la manera como actúa en la formación de las tribus, considero que, como lo digo en mi libro El tiempo de las tribus, la libido sería la responsable de la inclinación de las tribus posmodernas por el compartimiento de un gusto en particular. Este gusto puede ser sexual, musical, cultural, deportivo, intelectual, etcétera. Es pues, en efecto, como usted lo podrá ver, la palabra “gusto”, que quiere decir lo que quiere decir; es decir, en el fondo no sólo 204


Entrevista con Michel Maffesoli

algo que es racional, sino que también implica elementos que derivan del afecto. Eso es para mí la libido. 2 RA. Tenemos pues que si usted rechaza la concepción –a nivel del análisis sociológico– de un ser racional, es por la preeminencia de lo emocional y de todo lo que hay detrás de ello: un mundo primitivo si se piensa en la actividad del inconsciente colectivo y las formas bajo las que se expresa en términos de significación ante los hombres. Para usted lo emocional sería, permítame citarlo, “el fundamento inusitado del estar juntos” (2010b:17). Es este razonamiento que lo conduce a la obra de Weber. En éste encontrará elementos que le permitirán hacer una lectura holista del método comprensivo. Holista, porque para usted el sentido no surge solamente de la razón bajo pretexto de que ésta se ejerce conforme a un objetivo o finalidad, sino que aquél se encuentra en todas partes, difundido en el espacio. Es el espacio el que es portador de valores (1985:146) y no el individuo, como sostiene Raymond Boudon. ¿Podría usted hablarnos de esa relación que establece entre sentido y espacio y también de la fecundidad del enfoque holista que usted tiene del método comprensivo? MM. Cómo no. Para empezar, consideremos la palabra “comprensión”, ”comprensivo”. Como usted lo sabe, yo siempre hago referencia a la etimología, y al respecto habría que tomar en cuenta el sentido latino de la palabra, que es cum prendere, es decir, tomar en su conjunto todos los elementos que se tiende a dicotomizar, separar, etcétera. Podríamos decir que la sociología comprensiva, tal y como la propone Weber, es justamente una sociología a la que se le podría definir como de la interacción entre diferentes factores. En el fondo, la palabra “holista” es una palabra que evocaría la misma cosa. Le recuerdo que en griego holos significa justamente el todo, algo que integra; a diferencia 205


Culturales

de una perspectiva puramente explicativa, el holismo o la comprensión permite, de una cierta forma, considerar la existencia de una forma de interacción entre los diferentes elementos de la realidad social, de la realidad social en su conjunto. Usted observa y con justa razón que para mí no es primordial el individuo si no se le considera de manera relacional. Ya no se trata del principium individuationiste sino del principium relationiste, el principio de relación. Se trata de una relación que se establece con el grupo, con la tribu. Pero no sólo eso. También con el espacio, con el lugar. Ésa es una perspectiva que el sociólogo no puede analizar desde una concepción puramente racionalista. Reconozco que la lectura que hago de Weber no es la única; la prueba es que Boudon y otros autores hacen la propia. Pero lo que sí me queda claro, y eso lo podemos ver en la Sociología de la religión, donde Weber demuestra bien que existen factores no racionales. Debería insistir en el carácter no racional de esos factores porque no son irracionales. El hecho, por ejemplo, de vivir en un espacio dado –el barrio, la ciudad, el pueblo– cimienta una cierta manera de vivir juntos. La concepción que pone en juego el espacio nos obliga, diría yo, a ampliar la comprensión, a ver que dentro de ese espacio se da un proceso de interacción. 3 RA. Usted sostiene la idea según la cual puede haber sentido –o sinn como dice Weber en alemán– allí en donde no hay finalidad. Discutir de cosas pueriles en un blog de internet tiene sentido, aunque ese sentido, lo hemos visto, usted lo explica como el resultado de una actividad psicológica profunda que no es de la exclusividad del psicólogo de las profundidades, que el sociólogo también lo puede constatar a través de la geosociología o la arqueosociología (cf. Maffesoli, 2010a:34). Boudon cuestiona de una manera general todas las proposiciones que invocan mecanismos conectados con lo que él llama la “psicología de las profundidades”. Para Boudon, la noción de sentido o sinn se resume en la significación 206


Entrevista con Michel Maffesoli

que le dan los individuos a sus comportamientos y en que esta significación se puede comprender concibiendo la psicología como una actividad individual racional de sentido común, como la que moviliza al hombre ordinario, no científico, para comprender los acontecimientos que inciden en su vida. Hablaremos un poco más adelante sobre la noción de sentido común, ya que usted también la plantea como parte integrante de su enfoque metodológico. Boudon observa que las explicaciones que se apoyan en la psicología convencional ofrecen una ventaja decisiva con relación a las explicaciones que movilizan a seres llevados por “fuerzas” emanadas de la profundidad de su inconsciente colectivo: la de ser creíbles. Para Boudon, las explicaciones apoyadas en fuerzas coercitivas capaces de hacer actuar a los hombres sin su conocimiento son demasiado conjeturales. El abandono de los individuos a los caprichos de esas fuerzas, psicológicas, culturales o sociales, no solamente afecta a las explicaciones holistas en su credibilidad, sino que además cuestiona, entre otras cosas, que en la obra de Weber pueda haber lugar para una lectura holista del método comprensivo. La posición de Boudon se distingue notablemente de la suya, profesor Maffesoli, porque para usted no es posible reducir a Weber a una sola posición epistemológica. ¿Pero qué nos podría decir usted de la pretensión de Boudon en cuanto a la preeminencia del individualismo metodológico en los análisis de Max Weber? MM. Es cierto que entre Boudon y yo existe una diferencia manifiesta de interpretación. No quisiera dar la impresión de juzgar la obra de Boudon, que es una obra importante. Sin embargo, estoy en desacuerdo manifiesto con él en ese punto. No obstante ello, vuelvo a repetir, no acostumbro polemizar con nadie; considero simplemente que cada quien puede obtener de su lectura una interpretación de lo que yo llamo el “relativismo epistemológico”, posición a la que yo me adhiero. ¿Por qué, pues, considero que la perspectiva de Weber es a la vez comprensiva y holista? Lo dije hace un instante: para mí es la misma cosa. 207


Culturales

Es una forma de interpretación. Se le puede ver de múltiples maneras. Doy un ejemplo: existe en Weber una categoría interesante que él llama el “pluricausalismo”. Digamos que no hay causa que engendre un solo efecto, que hay varias causas. Dicha noción, me refiero al concepto de la pluricausalidad, es algo que expresa precisamente el método holístico. Esto es, para todos los fenómenos, cualesquiera que sean éstos, no voy a buscar una causa última. Más bien consideraré que existe una interacción, un vaivén, un juego complejo de causas diversas. He allí un ejemplo que me obliga a interpretar a Weber desde un punto de vista holista y comprensivo a la vez. Con relación al individualismo, el individualismo metodológico de Boudon, hasta donde he entendido las cosas, Boudon es más complejo y matizado que el simple individualismo. Lo que yo cuestiono es la noción misma del individualismo. Considero que el individualismo es una manera moderna, del siglo diecisiete, dieciocho, diecinueve, que son para mí los tres siglos modernos, junto con la mitad del siglo veinte. El individuo autónomo, el cogito cartesiano, el cogito ergo sum, etcétera, es sobre el que se elabora la idea del contrato social, anclado al individuo que piensa por sí mismo, que se domina a sí mismo, etcétera. Pienso que este individuo y el individualismo tuvieron su tiempo. Porque empíricamente –la posición es empírica, pragmática– se observa que hay algo más que el individualismo. Es por ello que trato de construir categorías para explicar lo tribal, el regreso de la comunidad, etcétera. Considero, pues, que las nociones de individuo y de individualismo ya no son pertinentes. Pienso que el trabajo de Weber puede ayudarnos justamente a pensar la comunidad, lo no racional. 4 RA. Dice que las nociones de individuo e individualismo tuvieron su tiempo y que ahora ya no son pertinentes. Le pediré que por favor mantenga el punto en mente y nos lo explique en 208


Entrevista con Michel Maffesoli

cuanto la charla ofrezca una oportunidad. Por ahora permítame ahondar un poco más en el individualismo metodológico en su versión boudiana. Raymond Boudon insiste en la necesidad de explicar, porque para él la misión de la sociología es justamente ésa, la de aclarar los fenómenos enigmáticos. Se trata de un propósito ajeno a la concepción que usted tiene de la sociología; porque para usted, si entiendo bien las cosas, el porqué deriva de lo racional, mientras que el “sin por qué”, como usted dice, implica lo no racional. Para usted la sociología no explica gran cosa, sólo describe; es un método y no una ciencia, como lo pretende Boudon. Para éste, en efecto, aclarar los fenómenos equivale a interrogar los comportamientos, porque, por agregación, éstos estructuran los fenómenos sociales que le interesan al sociólogo. Para él, todos los comportamientos tienen un sentido, porque hay algo de razonable en ellos, aun en muchos de aquellos que, por pereza, como él dice, son declarados irracionales. Mientras que para usted el sentido se encuentra aun allí en donde hay emoción. La prueba es que la agregación se da allí en donde las cosas se pueden ver, sentir, escuchar; el sentido pasa a través de todo el cuerpo y todos los sentidos. Y es precisamente gracias al sentido común que la agregación es posible. Boudon acepta la noción de sentido común como una facultad inherente del hombre ordinario, “del hombre sin calidad”, como usted diría (Maffesoli, 2010b:69). Si para Boudon el sentido común expresa la existencia de un cierto consenso en torno a una idea o un valor, para usted constituye el fundamento del estar juntos (Maffesoli, 2010b:115). Para Boudon el sentido común liga socialmente a los individuos porque éstos reconocen que hay algo de lógica en ello. Para usted, en cambio, el sentido común es vector de emoción, y es precisamente la emoción la que hace posible la relación social. Para usted el sentido común es un bien colectivo portado por la humanidad y no por el individuo, como sostiene Boudon. La concepción de Boudon es individualista, racionalista, y la suya, holista, relativista. ¿Podría usted explicarnos la significación holista y relativista del sentido? 209


Culturales

MM. Sí, cómo no. Veamos primero lo del relativismo. Mi interpretación coincide con la de Georg Simmel. De acuerdo con la perspectiva simmeliana, el relativismo es lo que pone en relación, lo que relativiza una verdad única. En ese sentido, podemos decir que el relativismo evoca estas dos concepciones: la de poner en relación verdades diferentes y la de relativizar la verdad. Las verdades son múltiples, etcétera. Se trata de una concepción que corresponde precisamente a la que se expresa a través de la sabiduría popular, lo que yo llamo “conocimiento ordinario”. Tenemos en francés esta expresión que dice: Il faut de tout pour faire le monde –“Se necesita de todo para hacer el mundo”–. La expresión demuestra bien que no hay verdad última y que de acuerdo con la situación, los momentos, las ocurrencias, existe un tipo de verdad por acá y otro tipo por allá. A mí me parece que esto es el fundamento del método comprensivo. Hay una página de Weber, en El político y el científico, usted la debe de conocer (yo la conozco hasta de memoria), pero mejor se la voy a leer. Es la página 93; es una página extraordinaria (usted mismo la podrá verificar), y dice así: “La verdad de que algo puede ser verdadero aunque no sea ni bello, ni sagrado, ni bueno, forma parte de la sabiduría de todos los días. Sin embargo, estos casos no son sino los más elementales de esa batalla sostenida entre los dioses de los diferentes sistemas y valores”. Eso es el politeísmo de valores. Tenemos, pues, esta página extraordinaria que es muy conocida y responde a la pregunta. Creo que esto expresa muy bien a Weber, su idea del politeísmo de valores y el relativismo al que yo me adhiero. Todo esto lo aprendí de Weber. 5 Empatía y tipo ideal RA. Nos queda claro que la lectura que usted hace de la noción de sentido y del método comprensivo difiere de la que hace Boudon al respecto. Y sucede lo mismo con el tipo ideal, que es 210


Entrevista con Michel Maffesoli

el instrumento por excelencia por el cual se logra precisamente la comprensión de este sentido. Recordemos que para Boudon el sentido se aplica a los comportamientos individuales y que es por eso que asimila la noción de sentido a las razones que motivan a los individuos a actuar de tal o tal manera. “Son las razones –dice Boudon– la causa de los comportamientos y los fenómenos que se estructuran con ellos.” Ahora bien, para comprender esos fenómenos, y en particular sus causas, tenemos que pensar la categoría social implicada en la realidad, que interrogamos como un actor ideal típico y su razonamiento como un hecho también ideal típico, entendido este razonamiento como algo que se elabora en la metaconciencia, algo que va más allá de la conciencia, que está entre lo consciente y lo no consciente. Boudon rechaza la idea de la pulsión y que ésta, bajo la forma que sea, pueda actuar en los comportamientos a partir del inconsciente, individual o colectivo. Boudon cuestiona a Freud y Jung a la vez. Que las ideas, las creencias, los valores puedan influir en la estructuración de la realidad social, lo acepta. Por el contrario, rechaza la idea de que el imaginario pueda tener el mismo efecto, así como la lectura que usted hace de la Ética de Weber en el sentido de que en esa obra el sociólogo alemán trata de explicar lo real a partir de lo irreal (Maffesoli, 2010b). Para Boudon las creencias y los valores cuentan con un fundamento objetivo. Y es precisamente a esta objetividad que el analista se debe remitir si quiere comprender la racionalidad de los individuos. Se entiende que la objetividad se incrusta en la racionalidad porque ésta opera con base en dos planos: el de la realidad y el de la sensibilidad. Es por eso que concibe la empatía como un enfoque que facilita la comprensión del actor ideal típico estructurador del fenómeno social que pretendemos explicar. En efecto, la empatía nos permite “entrar” en la existencia del actor ideal típico y desde adentro capturar la lógica y comprender los comportamientos y los fenómenos sociales que resultan. La comprensión depende, pues, de que el observador se coloque en el contexto vivido por el actor ideal típico y se disponga mentalmente a evaluar las razones 211


Culturales

y no los estados afectivos del observado. Es por eso que Boudon define la empatía como la comprensión sin evaluación de los estados afectivos (2000:24). Se trata, en fin, de una experiencia mental que deriva de la razón y no de la emoción. Digamos que esta controversia de método deriva de una diferencia de lectura en lo que respecta a la noción del tipo ideal. Se pensaría que para usted el tipo ideal, dada su función heurística parecida a la que usted le asigna al arquetipo, expresa una psicología que se enraíza en el inconsciente colectivo. Esto explica la relación de analogía que usted establece entre el tipo ideal y el arquetipo (Maffesoli, 2009a:3) Para Boudon, el tipo ideal recurre también a la psicología, pero, como usted sabe, ésta es de una naturaleza muy distinta a la que usted plantea. En efecto, la psicología que concibe Boudon se sitúa en la metaconciencia y no en las “profundidades”. La noción misma de racionalidad no sólo expresa dicha concepción. En ella entra la posibilidad de concebir el sentido que le dan los individuos a sus actos en razones y las razones en lógica. Vemos, pues, que para comprender el sentido –sinn– inherente a la vivencia, Boudon llega a considerar la empatía bajo el ángulo de la racionalidad. Tenemos así que su concepción del enfoque comprensivo y la interpretación significativa difiere de la de Boudon, como ya nos lo explicó. Ahora, ¿podría hablarnos de la concepción que usted tiene de la empatía y el tipo ideal y explicarnos lo que entiende por situacionismo? (cf. Maffesoli, 2000:16). MM. Veamos primero el problema de la empatía. Esta idea de empatía tiene que ver con la primera pregunta, es decir la libido. Empatía en alemán se dice einfuehlungs, y einfuehlungs quiere decir más que simpatía. La simpatía quiere decir pathos, encontrar afecto, sentir afecto juntos. Empatía es todavía más profundo: cuando se está en empatía con alguien, se supone que se siente afecto de una manera muy profunda. Weber demuestra muy bien, en su Sociología de la religión más particularmente, que es esta empatía la que permite comprender la construcción 212


Entrevista con Michel Maffesoli

social. En lo que a mí respecta, encuentro que es una pista muy importante. Weber lo ha mostrado en su Sociología de la religión. Por mi parte, yo también trato de demostrarlo en las situaciones posmodernas, que eso se aplica a las tribus posmodernas. Este es el primer punto. El tipo ideal. El tipo ideal es un problema metodológico. Se podría explicar de manera muy sencilla. Weber dice en alguna parte de su obra que el tipo ideal no existe, que jamás ha existido, que es una actitud metodológica, y por mi parte yo diría que eso equivale a la forma en Simmel. Simmel explica claramente que hay que elaborar una forma que permita comprender la realidad. Ahora bien, la forma, al igual que el tipo ideal, es una creación del investigador que le permitirá comprender lo que se vive en la vida cotidiana. Para decirlo de manera todavía más sencilla: el tipo ideal es como una caricatura. El caricaturista, ¿qué es lo que hace cuando dibuja una caricatura? La palabra en latín caricarte dice muy bien lo quiero decir: “subrayo los rasgos”. Por supuesto que cuando veo la caricatura que me han hecho me doy cuenta de que no es una fotografía; no obstante, la caricatura permite destacar cosas que de otra manera no podría ver. Y el tipo ideal es eso, fundamentalmente. Es un estilo que se obtiene al subrayar un rasgo. Esto se aproxima a la obra de Simmel cuando habla de estilo, y el estilo es exactamente la misma cosa que la caricatura. En cuanto al situacionismo. El situacionismo del que yo hablo hace referencia a lo que fue un movimiento de pensamiento francés, parisino, que tuvo una cierta influencia en el movimiento del 68 y en el mundo. Es algo complejo. Hay muchas cosas en el situacionismo. Pero retengamos esto: el situacionismo pone el acento en la situación, en lo que se vive con los otros, lo que vivo con otros aquí y ahora. Se trata de no proyectar en el futuro, de no hacer referencia al pasado, sino de vivir el presente de diferentes maneras. Utilizo, entonces, esta noción de situacionismo para comprender precisamente la importancia que reviste actualmente para las tribus posmodernas, para las generaciones jóvenes en 213


Culturales

particular, lo que yo llamo el “instante eterno”. Es decir, que ya no es la proyección política, la búsqueda de la sociedad perfecta de mañana, la acción política de diversas formas, sino al contrario, llegar a ajustarse con otros en un lugar dado, etcétera. Allí tiene, pues, por qué empleo la palabra “situacionista”. 6 RA. Tenemos esta otra nota relativa al tipo ideal en donde Weber afirma que el sentido mentado subjetivamente puede ser entendido como, cito, “un tipo puro construido conceptualmente por el agente o los agentes concebidos como tipos” (Weber, 1995, i:28). Se resistiría a ver en esta nota la figura de un actor típico ideal y menos aún una racionalidad ideal típica. Aunque tendría que admitir que para operar con un tipo ideal le es preciso contar con una categoría sociológica bien definida. Ahora bien, todo parece indicar que usted concibe una y que se refiere precisamente a la juventud, entendida ésta como, le cito, “figura emblemática, es decir como un tótem en torno al que, conscientemente o no, la sociedad se reúne, se reestructura también” (Maffesoli, 2010b:26). Y es precisamente este espíritu difuso el que le permite a usted “mantener la perspectiva holista” y evitar, por otra parte, despedazar conceptualmente la existencia social (cf. Maffesoli, 2000:11). Usted constata que las sociedades de hoy se horizontalizan en virtud de un efecto que define como “inversión de polaridades”, y que en este proceso se pasa de manera cada vez más evidente de la ley del padre y la figura emblemática del adulto a la ley de los hermanos y todo lo que va con ello: la vitalidad y las ganas de vivir aquí y ahora. Nos asegura que ya no es la figura emblemática del adulto la que entusiasma a la gente, la que contamina a la sociedad; que ahora son los tiempos de lo que usted define como “niño eterno”. ¿Podría usted explicarnos ese mecanismo de contaminación que, según usted, sería responsable de esta mutación societal? 214


Entrevista con Michel Maffesoli

MM. Ésa es una de mis hipótesis. La figura emblemática es una figura durkheimiana. Es Durkheim quien propone eso, diciendo que finalmente a cada época le corresponde una especie de tótem inconsciente. La figura emblemática funciona de una manera que sin saber por qué nos agregamos, nos constituimos y representamos el mundo en torno a esta figura. Permítame recordar una idea de Nietzsche (de paso, dicho sea esto entre paréntesis, Weber fue influenciado por Nietzsche y también por Simmel). Tenemos, pues, que Nietzsche, como usted sabe, establece una balanza entre los periodos apolíneos y los periodos dionisiacos. Por mi parte yo tomo esta idea para sociologizarla, podríamos decir. Digamos que es una idea filosófica que yo sociologizo. Apolo es la figura emblemática del adulto, serio, racional, productor y reproductor. Son estas cuatro características las que describen la figura emblemática que tuvo su apogeo en el siglo diecinueve, y vemos cómo la iconografía descansa fundamentalmente en esta figura. La figura funcionó muy bien gracias a un proceso que podríamos definir como de compensación o de saturación. Y esto lo podemos ver en las instituciones sociales, aunque yo me apresuro a decir que ahora es la usura la que les está ganando y que surge, de manera cada vez más notable, la otra figura, la de Dionisos. Para los historiadores de las religiones, Dionisos es el niño eterno, en latín es adulescent, el adolescente, es decir, el que no ha llegado todavía, que está en camino, si pudiera decirlo así. Yo pienso que podríamos ampararnos de esta figura, de distintas maneras, para demostrar cómo muchas prácticas actuales son prácticas juveniles, en todo caso de jóvenes. Es por eso que trato de demostrar que es un proceso de contaminación, que aunque no seamos jóvenes existe en Francia lo que se llama el “juvenismo”: podemos vestirnos como jóvenes, hablar como jóvenes, comportarnos como jóvenes, etcétera, y todo eso se expresa a través de esta figura emblemática que es la de Dionisos, el niño eterno, y el mito de puer aeternus es un mito conocido en otros momentos de la historia humana. La noción de compensación y contaminación responden, en parte, al punto ese que quería 215


Culturales

que le explicara: el porqué del agotamiento del racionalismo, el individuo y el individualismo. 7 Lo emocional y el racionalismo: ¿hacia otra concepción del desarrollo humano y económico? RA. Para usted el arquetipo es un misterio que surge y atrae como un imán. Si el arquetipo reúne a los iniciados es porque éste se experimenta como un misterio. El arquetipo es un valor antiguo/nuevo. Antiguo, porque es primitivo, arcaico; y nuevo, porque surge desde el fondo de los tiempos arropado en una nueva vestimenta, como algo repensado en función del presente, como ya se dijo antes. El inconsciente colectivo se impone con sus arquetipos por medio de la correspondencia, es decir, la relación que los hombres establecen con la naturaleza (alteridad natural) y entre ellos mismos (alteridad social), como también a través del conocimiento que se tiene de tales alteridades (gnoseología). Un ejemplo de alteridad natural sería la que se expresa vía la sensibilidad ecológica. La cibercultura sería una forma de alteridad, como lo es el conocimiento, sólo que aquella sería de carácter social mientras que ésta permite comunicar con el macrocosmos (Maffesoli, 1985:155). Digamos que la correspondencia se da ahí donde se establece la comunión entre la naturaleza humana y la naturaleza-naturaleza, o para expresarlo de otra forma, entre el microcosmos y el macrocosmos. Se trata de una relación que procura bienestar porque se experimenta mediante el onirismo, el placer y aun el éxtasis y la maravilla. La mística, nos asegura usted, envuelve tales experiencias y con tanta más certitud, que la correspondencia, de acuerdo con Simmel, que usted cita (2000a:70), se transforma con el tiempo en religión. La analogía de la correspondencia con la religión usted la establece con base en la experiencia, en la existencia del misterio, la comunión y el milagro. El misterio, ahí donde el arquetipo reúne, 216


Entrevista con Michel Maffesoli

junta a la gente y crea el lazo social sin que se sepa cómo; la comunión, ahí donde se da la comunicación, y, en fin, el milagro, el que produce la tecnología a través de las imágenes. Y habría que preguntarle si acaso no surge de la ley de los hermanos, ese entusiasmo infantil del que nos hablaba hace un instante y que usted define como el “niño eterno”, el puer aeternus en latín. En fin, lo que nos parece interesante es esta relación de analogía que usted establece con la religión. Nos preguntamos, y habría que pedirle que nos aclare el punto, si no hay algo de Weber en esto; pienso en la caracterización que hace de la religión fundada en la fe, como emocional y fuertemente influenciada en este aspecto por la conciencia de sentirse un niño de Dios. Para que usted tenga una idea más amplia de esta proposición, permítame leerle este fragmento de Economía y sociedad: El carácter emocional de la religión, fundamentada en la fe, puede ahondar la conciencia de que se es un hijo de Dios (en lugar de ser un instrumento, como en la representación ascética), gracias a que la unidad de conducta de la vida puede ser encontrada más aun en un estado de espíritu emocional y en la confianza en Dios (en lugar de ser la conciencia de la confirmación ética), debilitando así su carácter racional práctico (Weber, 1995, ii:341).

MM. En cuanto a la idea del niño eterno como figura emblemática, una vez más y de manera muy empírica vemos cómo muchas prácticas juveniles contemporáneas descansan en esta idea, dicho sea una vez más, la de querer ser jóvenes, comportarse como jóvenes, etcétera, y cómo igualmente muchas prácticas de la población no joven hacen lo mismo. Respecto a la nota esa que usted me lee de la Sociología de la religión de Max Weber, y en particular de esta categoría muy importante que tiene que ver con lo emocional, no podría más que estar totalmente de acuerdo con usted. Lo emocional para Weber, lo he dicho siempre, nada tiene que ver con lo emotivo. Es un ambiente con el que se está. Cuando miramos los ambientes deportivos, musicales, religiosos contemporáneos, y aun los de consumo, vemos bien que hay algo 217


Culturales

de emocional en el ambiente en el sentido de Weber. Y es en ese sentido, justamente, que podríamos hablar de la ley de hermanos, que es algo más horizontal y contrario a la verticalidad de la ley del padre. Permítame hacer un pequeño paréntesis para hablar de algo que usted todavía no menciona. Siempre he dicho que en el desarrollo tecnológico –en internet en particular– encontramos la mejor de las ilustraciones de lo que es la ley de los hermanos. Pienso especialmente en los sitios comunitarios y en los foros de discusión. Pues bien, allí ya no va a encontrar al profesor o al padre, que son figuras de donde emana y de manera vertical el saber. Todo lo contrario, aquí el saber se refracta, como lo hace Wikipedia, para no citar más que un solo ejemplo. Wikipedia sería un buen ejemplo de lo que es la ley del hermano, que es horizontal y no vertical. Dicho esto, la cita que usted hace de la Sociología de la religión de Weber me conviene enteramente. La completaría diciendo que no es, stricto sensu, la religión que Weber analiza, la religión protestante, la judía, el hinduismo, en una palabra, la religión instituida tal y como Weber la analiza en su Sociología de la religión. Yo prefiero hablar de la religión ambiente, la que se reconoce en el sincretismo que caracteriza a nuestro tiempo, la del “bricolaje”, para decirlo a la manera de Lévi-Strauss, lo cual nos permite aplicar el concepto bajo el que Weber define lo emocional o la emocionalidad, no solamente a la religión institucional, sino también a esta religión difusa, refractada. Hablamos, pues, de una categoría que me conviene perfectamente. 8 RA. Para volver al problema de la analogía entre la correspondencia y la mística, entre la correspondencia y la religión, ¿no cree que la búsqueda de la emoción en la vida se pueda experimentar en detrimento de lo racional y los intereses materiales? Lo vimos en la nota precedente que le leí. Weber subraya de manera enfática la influencia, bajo un signo negativo, de lo emocional sobre el carácter racional práctico. Pensando justamente en la 218


Entrevista con Michel Maffesoli

tesis de Weber, la que relaciona el racionalismo con el desarrollo económico, y también en este hecho que usted señala según el cual “es en las sociedades racionalizadas a ultranza (…) que el bárbaro regresa” (Maffesoli, 2000:XI): ¿Cree usted que una sociedad recentrada en el presente, desgajada en tribus, anómica, desviada del proyecto, pueda crear consecuencias lamentables en el plano económico, dígase en el desarrollo económico del país? MM. Permítame primero responderle a la pregunta, luego ya volveré sobre lo que usted plantea al principio. La pregunta me incomoda, porque no puedo, me parece, me parece imposible juzgar o decir que esto pueda frenar el desarrollo económico de un país. Yo diría más bien que será otro tipo de desarrollo, porque no creo que haya una sola manera de concebir la economía. Reconocer esto es actuar con apego a la neutralidad axiológica, y en este sentido, tendrá que reconocer que mi posición es bien weberiana. Que el desgajamiento de la sociedad vaya a frenar o favorecer la economía, eso no podría afirmarlo. Más bien diría que eso induciría a otra forma de economía. Le voy a dar un ejemplo: se sabe que al lado de la economía se están desarrollando una serie de actitudes que le dan sentido a la economía informal: nuevas formas de solidaridad, de mutualismo, de cooperación, etcétera. Pues todo eso no son más que formas de expresión tribal, formas que definen lo que yo llamo “tribu”. La tribu podrá desgajar a la sociedad, para emplear su expresión, pero ello no excluye que pueda por otra parte favorecer nuevas formas de vivir juntos. Como verá usted, no podré emitir juicios pero sí puedo decir que algo renace, que otras maneras de vivir juntos renacen, porque mi trabajo, siempre con apego a este principio metodológico que es el de la neutralidad axiológica, es el de tratar de identificar nuevas maneras de ser, de vivir juntos. Desde este punto de vista podríamos decir que ya no será la economía centralizada la que gobernará la vida social, que más bien nos tocará experimentar el regreso de otras maneras de vivir juntos, de lo que yo llamo nuevas formas de solidaridad, 219


Culturales

de generosidad, de caridad, etcétera. Para volver al desarrollo precedente, permítame recordarle la idea de la razón sensible. La figura de la razón sensible es justamente para mostrar que al lado del racionalismo a ultranza, que ha sido la marca de la modernidad –aquí todavía me mantengo en la línea de Weber–, asistimos a la expresión de algo que no es irracional sino que mas bien es un enriquecimiento de la razón, gracias al sentido, al bárbaro, a los afectos, a la libido, en una palabra, a la razón sensible. Finalmente tenemos algo que no fragiliza la razón, sino todo lo contrario: la enriquece, la completa, podríamos decir. 9 De la teoría del reencantamiento del mundo a la guerra de los dioses: ¿reversibilidad de la racionalidad? RA. El reencantamiento del mundo estaría sobreponiéndose al desencanto del mundo. El reencantamiento del mundo se puede observar en el mundo de la cibernética y en particular en el hecho de que se instrumentaliza de manera más emocional que intelectual. En este sentido, lo que importa es el gusto, la pasión, algo que permita vibrar, sentir que se existe a través de las emociones. Es la supremacía del momento sobre el futuro, el presenteísmo sobre el proyecto, lo no racional sobre lo racional, lo emocional sobre lo utilitario. Si el desencanto del mundo está, permítame citarlo, “ligado a la descalificación de este mundo en provecho de un mundo mejor en el más allá” (Maffesoli, 2010b:241), la vida centrada en el presente lo reencanta. Lo reencanta porque sacraliza las relaciones sociales. La fuerza con la que los hombres se apegan a las costumbres y la vía misteriosa por la que éstas crean el lazo social no son más que expresiones de esta sacralización. La vida cotidiana sacraliza las costumbres, así como la vida religiosa lo hace con los rituales (cf. Maffesoli, 2000:47). Tenemos, pues, que la lectura que usted hace del desencanto del mundo no coincide con la de Boudon. 220


Entrevista con Michel Maffesoli

Para Boudon, el hecho de creer o no en la magia tiene un registro racional cognoscitivo. Y lo demuestra apoyándose en un ejemplo muy conocido de Weber: el del primitivo que con su danza pretende provocar la lluvia. Boudon observa que si la lluvia que provoca el brujo con su ritual es mágica a los ojos de su público es porque éstos cree en la existencia de un mundo gobernado por fuerzas sobrenaturales y en la influencia que tiene el brujo sobre estas fuerzas. Para el hombre moderno, en cambio, la lluvia es un fenómeno atmosférico que la meteorología se ha encargado de explicar científicamente. Digamos que el desencantamiento del mundo es un proceso que avanza con el conocimiento del mundo y el desvanecimiento de las explicaciones metafísicas. Para Boudon, como ya lo hemos dicho, es un proceso irreversible debido a que el conocimiento, a través del cuestionamiento, despoja de carisma al mundo, adelgaza la concepción de un mundo gobernado por fuerzas sobrenaturales. De acuerdo con una nota de Weber, el encantamiento del mundo descansa en la creencia de la “interferencia en la vida de potencias misteriosas e imprevisibles”. Por el contrario, la no creencia en la existencia de esas fuerzas “equivale a desencantar el mundo” (Weber, 1959:15). Que la noción del desencantamiento del mundo se pueda fundamentar en una concepción evolucionista o relativista depende de la manera como se interprete la creencia en esas fuerzas misteriosas. Para Boudon el desencantamiento del mundo es un fenómeno cognoscitivo y, como consecuencia, un proceso irreversible. El desencantamiento del mundo se inscribe en un marco evolucionista. Para usted, por el contrario, es un proceso reversible y por lo tanto relativista. De allí la noción de reencantamiento del mundo, que es, en el fondo, toda una concepción. ¿Podría hablarnos un poco más al respecto? MM. Recordemos que entzauberung der welt se tradujo al francés, al español y a todos los idiomas por “desencanta221


Culturales

miento del mundo”. Habría que reflexionar un poco para ver si ese mismo concepto –entzauberung der welt– no hubiese sido mejor traducirlo por “desmagisación del mundo”, porque en alemán la expresión hace referencia a lo mágico. Pero, en fin, se tradujo como todos sabemos por “desencantamiento”. Ahora bien, veamos qué es el desencantamiento del mundo. En la Ética protestante Weber habla de la racionalización como algo que se generaliza y abraza toda la existencia. En este proceso de la vida se instrumentaliza preponderantemente la razón y se evacuan otros parámetros: el juego, el sueño, lo festivo, etcétera. Hablamos de parámetros que no van a ser totalmente descartados, sólo relativizados, puestos en un rincón, si pudiéramos decir así. En este sentido, podríamos decir que la racionalización desemboca en una forma de desencanto, para decirlo conforme a la expresión de Weber. Entre paréntesis, podemos ver cómo este proceso se intensifica a lo largo del siglo diecinueve gracias a le tecnología, la cual se verá también afectada por la racionalización, desencantando aún más al mundo. Éste es el diagnóstico weberiano. Por mi parte, agrego algo que tiene que ver con la posmodernidad, con nuestro tiempo, con un proceso que ya he mencionado antes y que llamo “de saturación” o “de compensación”. Pues bien, a través de este proceso vemos cómo muchas prácticas empíricas y en particular prácticas juveniles se reinvierten en la dimensión mágica del mundo. A eso yo le llamo reencantamiento. La técnica, por ejemplo, desencantaba. Ahora nos encontramos con que los teléfonos celulares, las computadoras, el equipo eléctrico o electro-cibernético reencantan. Las imágenes y la música que nos llega vía estos equipos técnicos nos ofrecen un claro testimonio de ello. Tenemos, entonces, que la técnica reencanta, es decir, le da una fuerza y un vigor indiscutible a estos nuevos medios mágicos, si se pudiera decir así. Vemos también cómo mediante foros de discusión, blogs y sitios comunitarios en internet la técnica nos permite ponernos en contacto con otros, discutir de filosofía, de religión, etcétera. 222


Entrevista con Michel Maffesoli

Vea usted cómo la racionalización aísla a los individuos, los separa. La técnica, por el contrario, los pone en relación. Es por eso que yo insisto en la idea de que el reencantamiento enlaza, enlaza con otros, enlaza con la naturaleza, enlaza con lo sagrado. Ahí tiene, pues, por qué hablo de la posmodernidad y del reencantamiento que lo caracteriza. 10 RA. Usted dice que Weber reconoce la existencia de la guerra de los dioses y que ese reconocimiento lo lleva a considerar la noción de verdad con escepticismo (1985:169). Boudon insiste en el hecho de que los actores tienes razones para creer en lo que creen, y que esas razones pueden ser falsas, frágiles o dudosas. Si el primitivo, observa Boudon recordando un ejemplo de Weber muy conocido de todos, cree en el poder del brujo de provocar la lluvia, es porque ignora las explicaciones que ofrece la ciencia al respecto. Es el conocimiento que el observador tiene del fenómeno el que le permite constatar la adhesión del observado –a la ocurrencia, el primitivo– a una creencia falsa. De hecho, es gracias al conocimiento de una verdad bastante bien establecida por la ciencia que el observador reconoce la creencia como falsa. Se trata de una verdad descriptiva, aunque para Boudon la verdad también puede ser establecida en el terreno de lo prescriptivo, asignándole de esta manera la posibilidad de la irreversibilidad, tal cual se constata en el campo de la ciencia (cf. Boudon, 1999:172). La idea de la irreversibilidad de los valores reconoce la existencia del conflicto de valores, pero sólo en el marco de la innovación-selección de los valores. Se trata de un proceso posible llevado a cabo por un individuo dotado de una facultad evaluativa gracias a la cual logra reconocer los valores que le son mas útiles desde el punto de vista de sus intereses materiales e ideales. Este proceso de selección de valores sería, de 223


Culturales

acuerdo con Boudon, definido por Weber como “racionalidad difusa” (Boudon, 2003b:136). Se podría decir, en una palabra, que Boudon cree en la universalidad de los valores. Con esta concepción, Boudon se coloca en las antípodas de la concepción que usted tiene de los valores, dado que para usted los valores universales son sólo valores que se difunden desde Europa a partir del siglo diecisiete, valores que se empiezan a apagar ( Maffesoli, 2010a:18). De hecho, usted sostiene la tesis de la existencia de una cierta polaridad de los valores o de una inversión de los valores que se produce de manera cíclica. ¿Podría explicarnos esta idea muy suya que es la de la reversibilidad de los valores? MM. Permítame matizar un poco esta idea; porque, en efecto, hablo a veces de ciclos, de maneras cíclicas, pero prefiero hablar de “la espiral”; es decir, la espiral es por supuesto un ciclo pero un poco más complejo. Mi respuesta obedece en el fondo a una definición que doy de la posmodernidad: sinergia del arcaísmo y el desarrollo económico. Para decirlo de manera muy sencilla, sinergia significa desmultiplicación de los efectos entre lo arcaico, es decir la tribu, e internet. Allí tiene, pues, lo que es para mí la espiral, que no es exactamente el balanceo Apolo-Dionisos: no es simplemente el ciclo en términos de a veces es Prometeo (o Apolo, que para mí es lo mismo) y otras veces Dionisos, no. Yo más bien concibo las cosas como una forma de enriquecimiento que describe la espiral y no el ciclo. Es una forma de enriquecimiento progresivo. No es cuestión sólo de progreso, de progresismo, sino de progresividad. La progresividad sería la espiral, que hace lo que yo llamo la “razón-sensible”. Es un enriquecimiento como el que se da con el enriquecimiento del uranio. Y bien puede ser que haya un enriquecimiento de prácticas a través de la sedimentación de la experiencia. Existe un concepto weberiano que traducido al francés –en español al parecer es lo mismo, si no, corríjame– es “experiencia”. En alemán tene224


Entrevista con Michel Maffesoli

mos erlebnis y erfahrung. Erlebnis se refiere a la experiencia individual y erfahrung a la experiencia colectiva. Pues bien, para mí el enriquecimiento se da mediante el erfahrung, y mi propósito es encontrar ese erfahrung, el enriquecimiento de la experiencia colectiva, lo que hace que haya sedimentación. La experiencia se sedimenta, y es por ello que prefiero guardar la imagen de la espiral, que es un movimiento pero no solamente cíclico, circular, sino mucho más complejo. Tengo en mente el punto ese que usted me había pedido que le explicara y que tiene que ver con la pérdida de fuerza del racionalismo y el individualismo: pues bien, aquí de nuevo nos encontramos con nociones –la del ciclo, la de la espiral y la del enriquecimiento de la razón– que lo explican. 11 RA. Entonces, la idea de la guerra de los dioses conduciría a Weber a considerar la cuestión de la verdad con escepticismo, lo que lo llevaría a posicionarse epistemológicamente a favor de la idea de la reversibilidad de los valores y las ideas. Se trata de una proposición que usted defiende y sin duda alguna fortalece su teoría de la posmodernidad o la idea según la cual asistimos al fin de una época marcada por el racionalismo y el principio de otra caracterizada por las ganas de no pensar la vida sino de vivirla con emoción, con afecto y con lo menos posible de razón. El conflicto de valores de la guerra de los dioses instauraría un paro en la racionalización general de la vida social. Esto ayudaría a considerar la vida bajo el ángulo del presente y la emoción, y no bajo el del proyecto. Ayudaría también a relativizar la idea de la verdad en el campo del conocimiento descriptivo y prescriptivo y no a hacerla evolucionar. Viendo las cosas por el lado de Boudon, encontramos que su lectura sustenta la tesis de la irreversibilidad de las ideas y los valores. Y lo hace con apoyo en una noción weberiana: la de la racionalización difusa. Boudon precisa que la racionalización 225


Culturales

difusa de la vida moral y política se efectúa casi siempre en medio del conflicto, porque, por una parte, amenaza intereses individuales y colectivos, tradiciones y costumbres, y porque, por otra, todos los valores son susceptibles de interpretaciones variables (Boudon, 2000:234). Aunque para Boudon el conflicto de valores inherente a la guerra de los dioses y el politeísmo de valores no significa lucha inexpiable sino más bien competencia (2003b:163). “El politeísmo de valores” y la “guerra de los dioses”, observa Boudon, son vectores de la “racionalización difusa” que garantizan la vida moral (2003b:319). Para expresarlo con sus palabras, con metáfora, la concepción que tiene Boudon de la guerra de los dioses es más bien dramática, dramática porque termina felizmente. Para usted en cambio, la antinomia de valores es un problema insoluble y portador de conflictos (1985:169). Su posición no sólo la distingue de la de Boudon sino también de todos aquellos autores que le atribuyen a la guerra de los dioses un sentido fatalista. Usted reconoce que hay algo de trágico en la metáfora de la guerra de los dioses en la medida en que el conflicto no concluye en un fin feliz. El conflicto se queda en el presente y ello es lo que permite que las sociedades se equilibren, perduren (1985:169). ¿Podría aclararnos el punto? MM. Veamos un punto, un elemento que ya he propuesto, lo que yo llamo “armonía conflictiva”. La armonía conflictiva reconoce la antinomia de valores. En la lógica, o por lo menos lo que tradicionalmente se ha desarrollado dentro de la lógica, encontramos la tesis, la antítesis y la síntesis. Se tiene que llegar a una síntesis. La cuestión es que existe otra lógica, la lógica del tertium non datur, el tercero no dado, lo que hace que no sea necesaria la síntesis. Aplicada esta lógica a la guerra de los dioses, podríamos decir que puede darse la armonía en la tensión. En la cúpula de la catedral de Notre Dame, por ejemplo, podemos ver cómo la tensión de las piedras, pegadas unas con otras, hace posible que ésta se mantenga en equili226


Entrevista con Michel Maffesoli

brio. La metáfora me sirve para aclarar que en la vida social no es necesaria la resolución, que el equilibrio se pueda dar con un ajuste. Pues bien, es a esto a lo que llamo “armonía conflictiva”. Y para mí eso es el politeísmo de valores y en el fondo la antinomia de valores. Esto significa que no hay y no puede haber solución ni resolución porque la vida es simplemente trágica. Bajo este aspecto, la vida individual y colectiva debe forzosamente encontrar su equilibrio. Es un equilibrio de fuerzas contrarias. Estoy persuadido de que hay en Weber elementos que sustentan la idea de la armonía conflictiva, sobre todo cuando habla de pluricausalismo. El politeísmo de valores es eso, y Weber lo expresa diciendo que cuando los dioses combaten entre ellos los hombres viven tranquilos. Vemos, pues, cómo eso muestra que puede haber una manera de estar juntos que no le concede la preferencia a un dios, sino que más bien los diferentes dioses se relativizan en su relación de unos con otros. Así interpreto yo el tránsito de una concepción dramática del mundo que encuentra siempre una solución a la concepción trágica en la que no hay solución pero que al mismo tiempo se vive. Yo creo que la posición weberiana, que es además un posición heredada de Nietzsche, ya lo dije, es una concepción trágica. Estoy persuadido de que el politeísmo de valores de Weber es en el fondo trágico, aunque hay textos de Weber que sugieren la búsqueda de una solución y Boudon pone precisamente el acento en ello. Yo por mi parte subrayo aquello que me parece ser la tendencia de fondo en Weber: la tendencia trágica. 12 La tesis de la irreductibilidad epistemológica de Max Weber RA. Usted maneja la noción de proyección, en tanto que mecanismo psicológico de defensa, para explicar la adhesión 227


Culturales

de los hombres a tal o cual concepción. El monocausalimo, por ejemplo, es una proyección de la concepción monoteísta de Dios. La figura emblemática del padre, y de lo cual ya nos habló, es también un efecto de esta concepción de Dios, como también causa de la verticalidad de las relaciones sociales. Se pudiera decir que su interés por la noción de proyección se debe a su relación con la imagen y por vía de extensión con el imaginario. “La imagen, dice usted, es un mundo resumido, reducido, una cristalización del cosmos” (Maffesoli, 2010a:181). ¿Se podría decir que nos representamos las ideas y los valores a través de las imágenes? No es la teoría la que desencadena la revolución bolchevique de Octubre, dice usted, sino el imaginario que la sociedad había construido en torno a la noción de dictadura del proletariado (Maffesoli, 1985). Las teorías se hacen con ideas, es cierto; pero para usted, si entiendo bien, las ideas se hacen, antes que todo, con imaginación, con visión e intuición (Maffesoli, 2000:15). La adhesión a un movimiento depende menos “de eso a lo que cada uno se adhiere (…) que de lo que es emocionalmente común a todos” (Maffesoli, 2000:40-41) Esto explica su oposición a la vulgarización de esta noción clave de la teoría de la posmodernidad que es el imaginario, la que se suele confundir con la imaginación y la fantasía. No hay nada en esta noción que se le pueda relacionar con la concepción marxista de superestructura (Maffesoli, 2010b:238). La noción de razónsensible (Maffesoli, 2010b:176) que usted emplea para recordar que es racional lo irracional (Maffesoli, 2010b:173), ¿no es acaso un eco de la idea que se formula Weber respecto a la manera como las ideas –y también las imágenes que construimos para representarnos las ideas– influyen en la realidad social? Tengo en mente una nota de Weber muy conocida y que usted debe conocer muy bien. Viene en la Ética protestante (1967:103) y en la Sociología de la religión (1996:349). La nota está tan bien matizada que hay lugar en ella para una interpretación racionalista como la que propone Boudon en su teoría de la racionalidad cognoscitiva o teoría de la unión orgánica entre la 228


Entrevista con Michel Maffesoli

racionalidad instrumental y la racionalidad axiológica: “Son los intereses (materiales e ideales) y no las ideas las que gobiernan directamente la acción de los hombres”, observa Weber. Sin embargo, las “imágenes del mundo’ que han sido creadas por medio de las ideas” han jugado con mucha frecuencia el rol de manecillas al determinar las vías en las que la dinámica de los intereses ha sido el motor de la acción. Es en función de la imagen del mundo, en efecto, que se determina “de qué y por qué se quiere uno liberar”. MM. Eso muestra bien la riqueza de la obra de Weber, lo que además es conforme con la imagen de su politeísmo. En la obra de Weber se encuentran cosas que pueden ser conformes con la posicion de Boudon y otras que sustentan la mía. Eso muestra que la sociedad es compleja, que la naturaleza es compleja y que una obra que trata de traducir tal complejidad –y Weber es un buen ejemplo– es igualmente compleja. Ademas, eso expresa la idea del politeísmo de valores. Por mi parte, considero que la lectura que yo hago de Weber pone el acento en esa idea sobre la importancia de las ideas, sobre la importancia de lo no racional, que no es simplemente económico ni material. Yo no digo que no haya lugar para otros análisis en Weber. Yo tomo lo que me parece que muestra la fuerza de esas ideas. El ejemplo más sencillo es el título de Etica protestante y el espíritu del capitalismo. En esta obra Weber establece una relación estrecha entre el desarrollo capitalista y un problema teológico. Permítame hablarle de este análisis que me parece extraordinario. La teoría de la predestinacion, dogma protestante, calvinista, incitaba a sus adeptos a razonar así: “Estoy o no predestinado a la elección, a ir al cielo o al infierno”. Ése es un problema teológico un poco curioso. En qué puedo reconocerme como elegido? ¡En el éxito que tenga en la tierra! Eso me demostrará que soy un elegido. Si no tengo éxito, significará que estoy condenado. Ahora bien, para tener éxito tendré que trabajar; de allí la importancia del Beruf. Beruf en alemán quiere decir 229


Culturales

eso, “vocación” en español. Y con la vocación se consigue la valorización del trabajo y también la del dinero. En su análisis, Weber dice: “Este problema teológico, que es planteado en torno a la idea de la predestinación, engendra la valorización del trabajo”. El análisis de Weber es realmente sencillo. Allí viene esta frase extraordinaria que dice: “En un momento dado se puede comprender lo real, la vida económica, a partir de lo irreal”, en este caso, la idea de la predestinación. Retengamos esta idea: comprender lo real desde lo irreal. Es una idea genial, porque me ayuda a comprender cantidad de prácticas actuales o de ver que no es solamente la economía la que prima sobre lo demás; que también cuenta y mucho lo que yo llamo la generosidad, el voluntariado y muchas prácticas que ponen énfasis en lo inmaterial, en lo simbólico y en cosas de ese género. Considero, pues, que no es simplemente la racionalidad instrumental lo que es más importante. Está el sueño, que es la base de todas esas religiones. Es por eso que yo digo que lo onírico puede ayudarnos a comprender lo que enseguida se hace irreal. He allí la lectura que yo hago de Weber. 13 RA. En su libro El conocimiento ordinario (Maffesoli, 1985) usted sostiene que El político y el científico de Weber es relativista de cabo a cabo. Me puse a leer esta obra, teniendo en mente ambos axiomáticos, el que propone Boudon con su individualismo metodológico y el relativista, que es el que usted propone. Y me encontré con partes que se pueden leer bajo el axiomático relativista... pero también hay partes en donde salta a la vista el otro axiomático bajo el que se estructura el individualismo metodológico. Por ejemplo, la relación de afinidad electiva que el autor alemán establece entre el carácter notablemente fogoso, voluptuoso, de Martín Lutero y Mahoma y la hostilidad de ambos hacia el monaquismo y la castidad como virtud religiosa en lo particular (Weber, 1995, II:398). Aquí la pasión y el deseo 230


Entrevista con Michel Maffesoli

aparecen en primer lugar como un elemento fundamental en la formación de sus respectivas concepciones religiosas de la sexualidad. A través de ejemplos como éstos, Weber cuestiona el carácter “verdadero” de los intereses económicos u otros, y demuestra la insuficiencia de éstos para explicar los fenómenos sociales en su integralidad (Weber, 1995 II: 373). Pero si vemos las cosas por el lado de la teoría cognoscitivista de Boudon, podríamos ver, en primer lugar, que Weber se rehúsa a considerar los problemas sociológicos bajo el ángulo exclusivo de la racionalidad utilitaria o instrumental. Se podría igualmente reconocer la relación de afinidad electiva que Weber establece entre el temperamento personal de los dos personajes y sus respectivas concepciones de la sexualidad, pero como el resultado de una elección racional apoyada en la evaluación de la realidad del momento y en las ideas existentes respecto a la vida monacal y la castidad. Boudon no niega el componente afectivo de la acción social; reconoce –lo cito– que la “afectividad y la razón pueden mezclarse orgánicamente” (2003a:97). No obstante, el sociólogo, dice, debe preocuparse, “antes que todo, del componente racional de la acción social “(2003b:53). Finalmente, ¿la razón es, como lo postula Hume, la sirvienta de la pasión, o no? MM. Me parece interesante la observación que usted hace, en el sentido de que con ello se demuestra lo que le explicaba hace un momento: que en Weber se puede ver esto y aquello y no esto o aquello. Tenemos así textos de Weber que destacan la interpretación de Boudon, es verdad; pero hay otros que ponen el acento en lo inmaterial, en lo no racional, como lo pudimos ver en el ejemplo que usted citaba. Con relación a la última frase, la pregunta según la cual ¿la razón es o no la sirvienta de la pasión?, mi respuesta sería: ni una ni la otra. Me apego a la idea de la razón sensible. Le hablé hace un momento de la sinergia. La sinergia, le decía, 231


Culturales

es la desmultiplicación de los hechos, lo que permite el enriquecimiento de la razón y la pasión. No creo que haya que jerarquizar las cosas; decir esto es primero y lo otro segundo, sirviente, etcétera. Me parece que el espíritu de Weber –ésa es mi interpretación muy personal– coincide más con lo que yo defino con la noción de sinergia, aun cuando Weber fue tributario de su tiempo y como tal estudia el componente racional de la acción social. En Weber encontramos frases como ésta, pero fundamentalmente la tonalidad, la grundstimmung, si se me permite decirlo en alemán, de la obra weberiana va más bien en busca del complemento entre la razón y la pasión. Ésta sería una buena interpretación. Conclusiones Maffesoli reconoce que la historia humana ha sido afectada por un proceso de racionalización y desencanto del mundo. Pero para Maffesoli este proceso está llegando a su término. Pero ¿en virtud de qué la racionalización y el desencanto del mundo empiezan a evacuar la escena social? En virtud del agotamiento del racionalismo y de la crisis espiritual que lo acompaña. Esto es, en virtud de un efecto de saturación o de compensación ayudado con este otro hecho: que la historia es una especie de balanza o espiral que se mueve en vaivén a lo largo de la vida humana. El efecto de saturación o de compensación no sólo describe la pérdida de vitalidad de las sociedades como consecuencia del dominio excesivo del racionalismo; también nos ofrece una idea del auge del racionalismo en otros tiempos, como el que enmarcó la existencia de los puritanos que protagonizan la Ética protestante de Weber. Pues bien, es ese mismo efecto el que explica el resurgimiento de otra manera de asumirse ante el mundo, la que Maffesoli define como el presenteísmo, las ganas de vivir aquí y ahora, y no en función de la ideología del proyecto, la idea de que la felicidad es para mañana. El vi232


Entrevista con Michel Maffesoli

vir juntos, el pegamento de la vida comunitaria de la sociedad tradicional, se manifiesta cada vez más en nuestros días como el pegamento de las tribus de la posmodernidad. Es el regreso de Dionisos, la figura emblemática de la pasión y la posmodernidad. Dionisos regresa y Prometeo, la figura emblemática de la razón y la modernidad, se retira, marcando con ello el paso de la modernidad a la posmodernidad. Michel Maffesoli no ignora el interés desmedido que Max Weber le concede a la racionalidad como tipo de conducta. Lo reconoce como el mejor enfoque para comprender la mentalidad existente en los tiempos del “capitalismo heroico”, como diría Weber. Nosotros, por nuestra parte, diríamos que al tomar nota de una época en la que el racionalismo participaba de manera preponderante en la estructuración del deber ser, Weber debería apegarse al principio de la interpretación causal (Weber, 1995:38). En cuanto a los otros tipos de la actividad social, tenemos dos: uno determinado por la tradición y el otro por lo afectivo (affectuel). Ambos participan en la formación de lo que Weber llama la “dimensión afectiva”. Sólo que al lado de Prometeo, del deber-ser organizado bajo su égida, Dionisos tuvo que mantenerse a la sombra y expresarse sólo en la medida en que el deber-ser prometeano se agota como consecuencia del efecto de saturación o compensación. El reencanto del mundo sintomatiza el regreso galopante de la emoción. Ahora bien, para Maffesoli la emoción en los tiempos de la posmodernidad es el pegamento del lazo social, lo que explica la agregación. Por eso propone que se reoriente la investigación, que ésta se preocupe más por el estar-juntos que por el deberser. Sin embargo, advierte: no es porque el deber ser es racional y no racional lo emocional que esto último no tenga sentido o lógica. Lo emocional no tiene sentido preciso (finalidad), pero sí tiene un sentido, tiene una significación (2010a:44). Es por esto que se rehúsa a separar lo sensible de lo inteligible, lo racional de lo no racional, porque lo no racional cuenta con su propia 233


Culturales

racionalidad. De ahí la noción de razón-sensible (2010a:73). Vemos de esta forma como Maffesoli descarta, por una parte, la racionalidad instrumental (orientada hacia un objetivo), pero por la otra fusiona lo affectuel con la racionalidad axiológica (apego a valores). Raymond Boudon, por su parte, minimiza el papel de lo emocional en la estructuración de las relaciones sociales y centra toda su preocupación en la racionalidad instrumental y en la racionalidad axiológica. A ambas racionalidades las concibe como unidas orgánicamente y confederadas con otro tipo de racionalidad: la racionalidad cognoscitiva. De ahí la teoría de la racionalidad cognoscitiva o teoría general de la racionalidad. Y de ahí también que podamos comprender por qué Maffesoli concibe la sociología comprensiva de Weber como un método centrado en la noción de experiencia empática y no en la racionalidad, como propone Boudon. La elección metodológica mencionada es, sin duda, conforme con la concepción que tiene de la sociología, pero ello no impide que Boudon conteste esta interpretación que hace Maffesoli de la noción de empatía. Podríamos decir, de paso, que su concepción relativista le permite fácilmente ser compatible con la hipótesis de la irreductibilidad de Weber a una sola posición epistemológica, lo que para Boudon resulta inaceptable. En efecto, éste postula la existencia de la universalidad de los valores. Esta universalidad de valores sería portada mediante un proceso de racionalización y desencanto del mundo que no tiene fin. Boudon retira de Weber, además de la noción de desencanto del mundo, el concepto de racionalización difusa para dar cuenta de la selección de valores. Bibliografía Boudon, Raymond, Etudes sur les sociologues classiques?, Presses Universitaires de France, París, 1998. –––, Le sens des valeurs, Presses Universitaires de France, Quadrige, París,1999. 234


Entrevista con Michel Maffesoli

Boudon, Raymond, Etudes sur les sociologues classiques II, Presses Universitaires de France, París, 2000. –––, Déclin de la morale? Déclin des valeurs?, Presses Universitaires de France, París, 2002. –––, Y a-t-il encore une sociologie?, Editions Odile Jacob, París, 2003a. –––, Raison, Bonnes raisons, Presses Universitaires de France, París, 2003b. –––, La sociologie comme science, La Découverte, París, 2010. Michel Maffesoli, La passion de l’ordinaire. Miettes sociologiques, CNRS Editions, París, 2011. –––, Le temps revient. Formes élémentaires de la postmodernité, Editions DDB, París, 2010a. –––, La République des bons sentiments et autres écrits de combat, Editions Embrasure, París, 2010b. –––, Essais sur la violence, banale et fondatrice, 3a ed., CNRS Editions, París, 2009a. –––, Cibercultura : una comunión posmoderna de los santos, Facultad de Ciencias Humanas-Universidad de Nacional de Colombia, París, 2009b. (Traducido de Ciberculture; communion des saints posmoderne.) –––, Le réenchantement du monde, Perrin, París, 2009c. –––, Apocalypse, CNRS Editions, París, 2008. –––, Le temps des tribus. Le déclin de l’individualisme dans les sociétés postmodernes, 3a ed., La table ronde, París, 2000. –––, La connaissance Ordinaire. Précis de sociologie compréhensive, Méridiens Klincksieck, París, 1985. Weber, Max, Le savant et le politique, Editions Plon, París,1959. –––, L’Ehtique protestante et l’esprit du capitalisme, 2a ed., Editions Plon, París, 1967. –––, El Político y el Científico, 2ª ed., Premiá Editora (Red de Jonás), México, 1981. –––, Economie et Société, I, Editions Plon, París,1995. 235


Culturales

Weber, Max, Economie et Société, II, Editions Plon, París,1995. –––, Introduction. Sociologie des religions, Editions Gallimard (Bibliothèque des sciences humaines), París, 1996.

Fecha de recepción: 24 de octubre de 2011 Fecha de aceptación: 9 de marzo de 2012

236


REVISTAS

Pilquen año XII, núm. 12, julio de 2010 Universidad Nacional del Comahue Centro Universitario Regional Zona Atlántica (CURZA) Argentina Ángel Manuel Ortiz Marín

La conmemoración del bicentenario del fin de la dominación española en América Latina el año pasado fue un buen pretexto para múltiples festejos oficiales en varios países, en los cuales se reprodujo, en gran medida, la pompa y el boato del primer centenario. Para las comunidades académicas latinoamericanas también fue motivo de celebración, y organizaron mesas de discusión, foros y conferencias, desarrollaron investigaciones sobre el tema y, por ende, publicaron múltiples obras en torno a tales sucesos, desde variadas ópticas refe-

ridas a las contextualidades sociohistórica, económica, política y cultural del Bicentenario de la Independencia. De ahí que la Revista Pilquen, en su año XII y núm. 12, publicó en su sección de ciencias sociales un dossier denominado “Bicentenario”, cuya versión impresa vio la luz apenas en abril de 2011, aunque su versión electrónica (www.pilquen.com.ar) tiene algunos meses de estar disponible para los ciberlectores. El volumen es una obra que expone, en sus 409 páginas, espléndidamente editadas por la Universidad Nacional

237


Culturales del Comahue de Argentina, un conjunto de 20 textos y dos reseñas. Su contenido cobija trabajos de diversos autores, tanto argentinos, brasileños y mexicanos como costarricenses, y refiere, dentro del marco del bicentenario, aspectos como la problemática territorial; la construcción de la nación argentina, tanto en el siglo diecinueve como en el veinte; los movimientos revolucionarios; la educación en ese periodo; la independencia de Brasil; la literatura y el periodismo en México, pero también en Argentina, Brasil, Chile y Costa Rica; el desarrollo de la psicología en Argentina; el bicentenario en Chile; las reformas sociales en el siglo diecinueve en Costa Rica, y un variado conjunto de temas, algunos insospechados, como el estudio del “negrismo” mediante la mirada literaria de autores latinoamericanos como Borges, Carpentier, Vasconcelos y Mariátegui, entre otros. Temporalmente, los trabajos van desde estudios —sobre todo de Argentina y sus distintas regiones— que

refieren acontecimientos de principios del siglo diecinueve a la elaboración del gran relato de la nación emergente, cuyas características se repiten en casi todos los países de América Latina (y que se aborda en “Argirópolis: territorio, república y utopía en la fundación de la nación”, de Susana Villavicencio, del Instituto de Investigaciones Gino Germani-Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires), y a la manera en que la historia oficial y oficializada por los distintos gobernantes coadyuvó para el sincretismo de las distintas tradiciones: indígena, española, inglesa, italiana, y otras más de igual importancia para la edificación de la identidad de las incipientes naciones latinoamericanas, que propone Enrique Mases, del grupo de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Nacional del Comahue, en el trabajo denominado “La construcción interesada de la memoria histórica: el mito de la nación blanca y los invisibilidad de los pueblos originarios”, junto con el

238


Culturales texto denominado “Repensar el Bicentenario de la margiNación: ciudadanía y pueblos indígenas”, escrito por Claudia A. Gotta, Julio L. Risso y María Victoria Taruselli, de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. Hay, desde luego, referencia a la configuración de los territorios y su esfuerzo por la reivindicación de sus demandas ante los poderes centrales, en la lucha por la autonomía y la constitución como estados o provincias con poderes autónomos, como sería el texto de Martha Ruffini, de la Universidad Nacional del Comahue, denominado “Ecos del Centenario: La apertura de un espacio de deliberación para los Territorios Nacionales: la Primera Conferencia de Gobernadores (1913)”. Por supuesto que el Dossier Bicentenario da cuenta de los movimientos sociales de carácter revolucionario, concretamente los de la independencia de Argentina y de Brasil en el 1810, pues de manera sucinta pero cer-

tera refiere los principales acontecimientos libertadores en ambas naciones. Esto se puede encontrar en el texto de Luis Alberto Romero, de la Universidad de Buenos Aires, con el nombre de “La Argentina entre sus centenarios”, o en el trabajo denominado “A independência do Brasil em perspectiva historiográfica”, de Sonia Regina de Medonça, de la Universidad Federal Fluminense de Brasil. En el plano social, el número 12 de la Revista Pilquen da cuenta de las iniciativas para impulsar el modelo agroexportador argentino y del actuar de los diversos grupos políticos y económicos, junto con las clases dirigentes de la época, tanto de Argentina como de Brasil, México y Costa Rica. Lo anterior se puede leer en “La memoria rural de la Argentina del Bicentenario”, de Noemí M. Girbal-Blacha, de la Universidad Nacional de Quilmes, o en las memorias públicas relacionadas con la economía de la época que relata Orietta Favaro, de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del

239


Culturales Comahue, en el texto “Voces convergentes. Resultados divergentes. Argentina 19102010”. Y por supuesto, la evolución de la noción de ciudadanía, que se fue forjando a partir de las tensiones entre las distintas fuerzas sociopolíticas hasta lograr el estatuto jurídico que actualmente tiene, lo cual podemos encontrar en el texto intitulado “Sobre o conceito de América Latina: uma proposta para repercutir nos festejos do Bicentenário”, de Gizlene Neder y Gisálio Cerquerira Filho, de la Universidad Federal Fluminense de Niterói, Brasil. No podría faltar la educación y por ende la literatura. Diversos trabajos del Dossier Bicentenario refieren el inicio de la educación, como el de Paulina Perla Aronson, del Instituto de Investigaciones Gino Germani-Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, titulado “De la educación popular a la educación biográfica”, o el de Dora Laino, de la Universidad Nacional de Córdoba, denominado “El Bicentenario, la

psicología en la educación y las categorías interpretativas de una realidad latinoamericana”. En el campo de la educación se abordan las tensiones entre la impronta religiosa y la lenta pero cada vez más fuerte presencia de las ideas liberales hasta llevar a las posturas positivistas de principios del siglo veinte y la titánica labor de los maestros de esa época, tanto los de las ciudades como los del campo, para erradicar el analfabetismo imperante de la época. En este rubro de la educación y su vínculo indisoluble con la literatura también se ubica el escrito de Carmen Perilli, de la Universidad Nacional de Tucumán, denominado “La patria entre naranjos y cañaverales. Tucumán y el Primer Centenario”. Por su parte, las condiciones de las poblaciones indígenas en los siglos diecinueve y veinte se encuentran en el trabajo de Aymará de Llano, del CELEHIS-Universidad Nacional del Mar de la Plata, cuyo título es “La construcción de las identidades latinoamericanas: una aproximación al negrismo”.

240


En una mirada más latinoamericana está el trabajo de María del Pilar Vila, de la Universidad Nacional del Comahue, llamado “El bicentenario chileno en la literatura: ensayo lastarriano como fundador de la Nación”, y en referencia al ejercicio del periodismo en la etapa porfirista en México, se encuentra el texto de Ángel Manuel Ortiz Marín y María del Rocío Duarte Ramírez, de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California, denominado “El periodismo a principios del siglo XX (19001910)”. Es indudable que a lo largo del texto surgen nombres de los próceres de ese tiempo –aunque ningún autor se lo propone deliberadamente, cada uno hace mención de ellos–, como Bolívar, San Martín, O’Higgins, Francisco I. Madero, y en el campo educativo se cita a Domingo F. Sarmiento, José Vasconcelos, José María Mariátegui, Justo Sierra... Para lo político no podían dejar de mencionarse Alberdi, Urquiza, Avellaneda, Joaquín V. González, Barto-

lomé Mitre, Marcelo T. de Alvear, Figueroa Alcorta, y por supuesto los nombres discutidos de Porfirio Díaz y Julio A. Roca. Asimismo, se registran los datos de los diversos grupos de intelectuales y científicos de esa época, los cuales ejercieron en la mayoría de los casos una verdadera crítica a las diversas formas de manifestación del poder, como serían las personas de Sarmiento, Posadas, Lugones, Pellegrini, Sáenz Peña, los hermanos Flores Magón, Hermitte, Moscóni, Práxedis G. Guerrero, José Victorino Lastarria, Francisco Moreno, Ignacio M. Altamirano, Andrés Bello, Salvador Díaz Mirón y Luis González Obregón. En suma, un ejemplar significativo de la Revista Pilquen que hace honor a su denominación temporaria, el Bicentenario, con visiones múltiples de un acontecimiento que dejó (y aún lo hace) profundas huellas en las naciones que significativamente en 1810 se liberaron del dominio español –Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay y

241


Venezuela–, y cuyos autores dan cuenta de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en las que ocu-

rrieron los más importantes movimientos históricos en América Latina en los siglos diecinueve y veinte.

Pilquen año XII, núm. 12, julio de 2010 Universidad Nacional del Comahue, Centro Universitario Regional Zona Atlántica (CURZA), Argentina

242


REVISTAS

Pilquen año XII, núm. 12, julio de 2010 Universidad Nacional del Comahue Centro Universitario Regional Zona Atlántica (CURZA) Argentina Ángel Manuel Ortiz Marín

La conmemoración del bicentenario del fin de la dominación española en América Latina el año pasado fue un buen pretexto para múltiples festejos oficiales en varios países, en los cuales se reprodujo, en gran medida, la pompa y el boato del primer centenario. Para las comunidades académicas latinoamericanas también fue motivo de celebración, y organizaron mesas de discusión, foros y conferencias, desarrollaron investigaciones sobre el tema y, por ende, publicaron múltiples obras en torno a tales sucesos, desde variadas ópticas refe-

ridas a las contextualidades sociohistórica, económica, política y cultural del Bicentenario de la Independencia. De ahí que la Revista Pilquen, en su año XII y núm. 12, publicó en su sección de ciencias sociales un dossier denominado “Bicentenario”, cuya versión impresa vio la luz apenas en abril de 2011, aunque su versión electrónica (www.pilquen.com.ar) tiene algunos meses de estar disponible para los ciberlectores. El volumen es una obra que expone, en sus 409 páginas, espléndidamente editadas por la Universidad Nacional

237


Culturales del Comahue de Argentina, un conjunto de 20 textos y dos reseñas. Su contenido cobija trabajos de diversos autores, tanto argentinos, brasileños y mexicanos como costarricenses, y refiere, dentro del marco del bicentenario, aspectos como la problemática territorial; la construcción de la nación argentina, tanto en el siglo diecinueve como en el veinte; los movimientos revolucionarios; la educación en ese periodo; la independencia de Brasil; la literatura y el periodismo en México, pero también en Argentina, Brasil, Chile y Costa Rica; el desarrollo de la psicología en Argentina; el bicentenario en Chile; las reformas sociales en el siglo diecinueve en Costa Rica, y un variado conjunto de temas, algunos insospechados, como el estudio del “negrismo” mediante la mirada literaria de autores latinoamericanos como Borges, Carpentier, Vasconcelos y Mariátegui, entre otros. Temporalmente, los trabajos van desde estudios —sobre todo de Argentina y sus distintas regiones— que

refieren acontecimientos de principios del siglo diecinueve a la elaboración del gran relato de la nación emergente, cuyas características se repiten en casi todos los países de América Latina (y que se aborda en “Argirópolis: territorio, república y utopía en la fundación de la nación”, de Susana Villavicencio, del Instituto de Investigaciones Gino Germani-Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires), y a la manera en que la historia oficial y oficializada por los distintos gobernantes coadyuvó para el sincretismo de las distintas tradiciones: indígena, española, inglesa, italiana, y otras más de igual importancia para la edificación de la identidad de las incipientes naciones latinoamericanas, que propone Enrique Mases, del grupo de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Nacional del Comahue, en el trabajo denominado “La construcción interesada de la memoria histórica: el mito de la nación blanca y los invisibilidad de los pueblos originarios”, junto con el

238


Culturales texto denominado “Repensar el Bicentenario de la margiNación: ciudadanía y pueblos indígenas”, escrito por Claudia A. Gotta, Julio L. Risso y María Victoria Taruselli, de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. Hay, desde luego, referencia a la configuración de los territorios y su esfuerzo por la reivindicación de sus demandas ante los poderes centrales, en la lucha por la autonomía y la constitución como estados o provincias con poderes autónomos, como sería el texto de Martha Ruffini, de la Universidad Nacional del Comahue, denominado “Ecos del Centenario: La apertura de un espacio de deliberación para los Territorios Nacionales: la Primera Conferencia de Gobernadores (1913)”. Por supuesto que el Dossier Bicentenario da cuenta de los movimientos sociales de carácter revolucionario, concretamente los de la independencia de Argentina y de Brasil en el 1810, pues de manera sucinta pero cer-

tera refiere los principales acontecimientos libertadores en ambas naciones. Esto se puede encontrar en el texto de Luis Alberto Romero, de la Universidad de Buenos Aires, con el nombre de “La Argentina entre sus centenarios”, o en el trabajo denominado “A independência do Brasil em perspectiva historiográfica”, de Sonia Regina de Medonça, de la Universidad Federal Fluminense de Brasil. En el plano social, el número 12 de la Revista Pilquen da cuenta de las iniciativas para impulsar el modelo agroexportador argentino y del actuar de los diversos grupos políticos y económicos, junto con las clases dirigentes de la época, tanto de Argentina como de Brasil, México y Costa Rica. Lo anterior se puede leer en “La memoria rural de la Argentina del Bicentenario”, de Noemí M. Girbal-Blacha, de la Universidad Nacional de Quilmes, o en las memorias públicas relacionadas con la economía de la época que relata Orietta Favaro, de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del

239


Culturales Comahue, en el texto “Voces convergentes. Resultados divergentes. Argentina 19102010”. Y por supuesto, la evolución de la noción de ciudadanía, que se fue forjando a partir de las tensiones entre las distintas fuerzas sociopolíticas hasta lograr el estatuto jurídico que actualmente tiene, lo cual podemos encontrar en el texto intitulado “Sobre o conceito de América Latina: uma proposta para repercutir nos festejos do Bicentenário”, de Gizlene Neder y Gisálio Cerquerira Filho, de la Universidad Federal Fluminense de Niterói, Brasil. No podría faltar la educación y por ende la literatura. Diversos trabajos del Dossier Bicentenario refieren el inicio de la educación, como el de Paulina Perla Aronson, del Instituto de Investigaciones Gino Germani-Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, titulado “De la educación popular a la educación biográfica”, o el de Dora Laino, de la Universidad Nacional de Córdoba, denominado “El Bicentenario, la

psicología en la educación y las categorías interpretativas de una realidad latinoamericana”. En el campo de la educación se abordan las tensiones entre la impronta religiosa y la lenta pero cada vez más fuerte presencia de las ideas liberales hasta llevar a las posturas positivistas de principios del siglo veinte y la titánica labor de los maestros de esa época, tanto los de las ciudades como los del campo, para erradicar el analfabetismo imperante de la época. En este rubro de la educación y su vínculo indisoluble con la literatura también se ubica el escrito de Carmen Perilli, de la Universidad Nacional de Tucumán, denominado “La patria entre naranjos y cañaverales. Tucumán y el Primer Centenario”. Por su parte, las condiciones de las poblaciones indígenas en los siglos diecinueve y veinte se encuentran en el trabajo de Aymará de Llano, del CELEHIS-Universidad Nacional del Mar de la Plata, cuyo título es “La construcción de las identidades latinoamericanas: una aproximación al negrismo”.

240


En una mirada más latinoamericana está el trabajo de María del Pilar Vila, de la Universidad Nacional del Comahue, llamado “El bicentenario chileno en la literatura: ensayo lastarriano como fundador de la Nación”, y en referencia al ejercicio del periodismo en la etapa porfirista en México, se encuentra el texto de Ángel Manuel Ortiz Marín y María del Rocío Duarte Ramírez, de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California, denominado “El periodismo a principios del siglo XX (19001910)”. Es indudable que a lo largo del texto surgen nombres de los próceres de ese tiempo –aunque ningún autor se lo propone deliberadamente, cada uno hace mención de ellos–, como Bolívar, San Martín, O’Higgins, Francisco I. Madero, y en el campo educativo se cita a Domingo F. Sarmiento, José Vasconcelos, José María Mariátegui, Justo Sierra... Para lo político no podían dejar de mencionarse Alberdi, Urquiza, Avellaneda, Joaquín V. González, Barto-

lomé Mitre, Marcelo T. de Alvear, Figueroa Alcorta, y por supuesto los nombres discutidos de Porfirio Díaz y Julio A. Roca. Asimismo, se registran los datos de los diversos grupos de intelectuales y científicos de esa época, los cuales ejercieron en la mayoría de los casos una verdadera crítica a las diversas formas de manifestación del poder, como serían las personas de Sarmiento, Posadas, Lugones, Pellegrini, Sáenz Peña, los hermanos Flores Magón, Hermitte, Moscóni, Práxedis G. Guerrero, José Victorino Lastarria, Francisco Moreno, Ignacio M. Altamirano, Andrés Bello, Salvador Díaz Mirón y Luis González Obregón. En suma, un ejemplar significativo de la Revista Pilquen que hace honor a su denominación temporaria, el Bicentenario, con visiones múltiples de un acontecimiento que dejó (y aún lo hace) profundas huellas en las naciones que significativamente en 1810 se liberaron del dominio español –Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay y

241


Venezuela–, y cuyos autores dan cuenta de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en las que ocu-

rrieron los más importantes movimientos históricos en América Latina en los siglos diecinueve y veinte.

Pilquen año XII, núm. 12, julio de 2010 Universidad Nacional del Comahue, Centro Universitario Regional Zona Atlántica (CURZA), Argentina

242


LIBROS

Cultura y género. Expresiones artísticas, mediaciones culturales y escenarios sociales en México Elvira Hernández Carballido (coord.) Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 2011

Carlos Mejía Reyes

Una diversidad de autores(as), estudiosas(os) y actores(as) sociales a lo largo del desarrollo de las sociedades, sean modernas o tradicionales, han notado y criticado indiscutiblemente la desigualdad social entre hombres y mujeres en cualquiera de los ámbitos de la vida colectiva. Tal desigualdad social se inclina históricamente de manera negativa hacia las mujeres. Este fenómeno social, identificado también como problema, ha implicado siempre la necesidad de explicarlo y, por supuesto, deconstruirlo.

¿A qué se debe esta situación? La cultura entendida como un orden simbólico construido colectivamente ordena lo percibido en el entorno a través de simbolizaciones con el objetivo de darle sentido así como organización. Este orden implica posicionar las cosas de forma jerárquica, mediante juicios y calificaciones duales con lógicas de complementariedad y oposición, para funcionar como referentes obligatorios para guiarse en el qué hacer y cómo hacerlo en la vida cotidiana (Serret, 2001:27-41).

243


Culturales Esta información se comprende como fuentes extrínsecas de información, como leyes naturales e inmutables, que hacen posible a los sujetos ser lo que pueden hacer y creer sólo en ese orden, apropiándolo e interiorizándolo para sustentar las prácticas basadas en esa construcción. Y es este proceso el que ha significado en categorías duales, complementarias y jerarquizadas la diferencia sexual asignándole lineamientos normativos siempre en detraimiento de un cuerpo sexuado sobre otro. Así, la diferencia sexual es construida socialmente “en productos de la actividad humana y en la cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas” (Rubín, 2003:37). La cultura simboliza a los hombres y a las mujeres en actos, expectativas, comportamientos, etcétera, dividiéndolos en masculinos y femeninos. Les asigna roles específicos para satisfacer las necesidades sociales y expectativas, dándoles jerarquía y valoración a los actos categorizados y pertenencia a cada uno de los sexos.

El género simbólico dicta una serie de organizaciones y divisiones de tareas que se deben cumplir como máximas naturales y justificadas por esa misma lógica, lo natural. Se codifica una distribución específica de ocupaciones y tareas con base en estereotipos de capacidades físicas e intelectuales “inherentes” a cada sexo. Los papeles designados para las mujeres en la sociedad son contemplados como de segunda categoría, lo que repercute incluso en los desarrollos científicos e históricos, al considerárseles como inoperantes o invisibles para el desenvolvimiento de la civilización. Así, el carácter secundario de las mujeres, producto del dictamen que el género simbólico enuncia, se traduce en prácticas concretas de segregación, exclusión, “otredad” o invisibilidad; en espacios microsociales, y también en ámbitos macro, como la ciencia, las humanidades y los procesos de desarrollo humano (en suma, la cultura). Por ello las mujeres han sido objeto de invisibilización y desmérito en sus aportes en los diversos campos de

244


Culturales las relaciones sociales y actividades de creación. Si bien se reconoce a algunas, son comprendidas como casos extraordinarios de los cuales es imposible generalizar. Ello genera que se les adscriba en un estatus secundario, como categoría límite del espacio ajeno a lo público, inexistente en ámbitos distintos al espacio privado e íntimo. Revertir esta construcción colectiva con el rescate de las mujeres es un ejercicio académico y político considerable que se emprende con el libro coordinado por Elvira Hernández Carballido: Cultura y género. Expresiones artísticas, mediaciones culturales y escenarios sociales en México. Por ello este ejercicio colectivo concretado en un documento bibliográfico resulta de suma relevancia para las ciencias sociales, las humanidades y las mujeres, ya que coadyuva a la recuperación de las actividades que la mitad de la humanidad lleva a cabo en los campos de expresión artística, política, académica, y por lo tanto, en la vida colectiva de este país a través del tiempo. Se trata

de recuperar el esfuerzo de trascender los muros construidos que han mantenido a las mujeres en categorías secundarias de la vida colectiva, lo cual es un gran logro, pero es aún más hacerlo saber a través de esfuerzos como este documento, en un mundo que no ha logrado derribar esas paredes del todo. Así, el libro es dividido en tres partes. La primera es destinada a desarrollar estudios referentes a las “I. Expresiones Artísticas en Femenino”; la segunda, a “II. Nuestras Mediaciones Culturales”, y la última, a “III. Género y Otras Expresiones Culturales”. Lo anterior, con la finalidad de trascender a través de las recuperaciones, síntesis y “desentierros” históricos de mujeres dedicadas a actividades artísticas, científicas y políticas, e incluso de mujeres que nadie sabe su nombre, origen o actividad concreta en coyunturas contingentes. En la primera parte, la apertura es en manos de Elvira Hernández Carballido y Josefina Hernández Téllez, quienes en el artículo “Simplemente Kahlo, Nahui Olin y Campobello”, en

245


Culturales un tono ensayístico, leen la vida de Frida Kahlo en siete personalidades, preferencias y características de la pintora y política, que también son características y aspiraciones, alcanzadas o no, del resto de las mujeres que la admiramos, que sufrimos como ella y que obtenemos reconocimientos por nuestra labor o no. Con respecto a Nahui Olin y/o Carmen Mondragón, ella vivió en una permanente consternación porque a pesar de ser adulta seguía siendo considerada como una menor y era tratada así por las convenciones sociales. Por tal motivo se refugió en las letras y en la pintura para manifestar su rebeldía ante los cánones en dos niveles: personal y artístico. Por su parte, Nellie Campobello (María Francisca Moya Luna), novelista, bailarina, coreógrafa y poetisa misteriosamente desaparecida durante la Década Perdida en México, dejó huellas de su espíritu anticanónico en sus obras. En el siguiente artículo, “Entre preocupaciones y pasiones. Un acercamiento a la narrativa femenina mexicana”, Francisca

Robles desarrolla los rasgos definitorios de la narrativa como una instancia expresiva que representa aspectos de la realidad vivida en contextos particulares, con un reconocimiento profundo de los universos de sentido compartidos entre las mujeres que se expresan y aquellas que reciben tanto el mensaje explícito como el implícito. Así, no sólo se evocan las palabras mismas y su contenido, sino también los estados de ánimo, las ideas, los sentimientos que de las escritoras emanan, dejando ver la forma en que representan el ser mujer y los rasgos definidos culturalmente. De esa forma se muestran compleja y subjetivamente. Con este marco conceptual se analizan los rasgos morales, estéticos, políticos, aspiracionales, angustias, etcétera, de prominentes mujeres de letras, como Rosario Castellanos, Nellie Campobello, Josefina Estrada, Cristina Pacheco, Elena Poniatowska, Amparo Dávila, Elena Garro, Josefina Vicens, Bárbara Jacobs, Ángeles Mastretta, Sara Levi Calderón, Rosa María Roffiel, Sara Sefchovich, María Luisa

246


Culturales Puga, Vilma Fuentes, Carmen Boullosa y Carmen Villoro. Con esto siembra la inquietud de revisar a profundidad la producción literaria de cada una de ellas. “Apuntes para una estética musical feminista: allegro ma non troppo” es el tercer artículo, escrito por María Guadalupe Huacuz Elías, quien bajo el protocolo concertista desarrolla las causas por las cuales se ha excluido a las mujeres en la música de concierto; asimismo, en el texto se recupera la memoria de algunas mujeres compositoras y/o instrumentistas mexicanas del siglo diecinueve hasta nuestra época que habían sido acalladas e invalidadas por la cultura androcéntrica. Tras recorrer en un amplio bagaje de estudios que explican desde diversos matices el motivo de la exclusión de las mujeres en la música, Huacuz nos ilustra con el nombre de una de las pioneras de la música de concierto: Dolores Munguía, alias “La Chata”, que figuró en el siglo diecisiete de México. De igual manera, recuerda a la cantante Inés García “y otra de apellido Ramírez”, así como a la instru-

mentalista Luisa Elhuyar, además de mujeres en orquestas como Luz Mosqueira, Guadalupe Espejo, Felícitas González y María de Jesús Zepeda y Cosío. Una de las mujeres más famosas fue Ángela Peralta, y hubo otras que no lo fueron tanto pero que forman parte imprescindible del proceso, como María Guadalupe Olmedo y Lama. Teresa de Bonavit y otras más pugnaron por romper los márgenes de invisibilización artísticos e hicieron los primeros esfuerzos por abrir el mundo de la música a las mujeres, y eso como creadoras y no únicamente como espectadoras, musas, tema y motivo. Por su parte, Reyna Gabriela Hernández propone una revisión de los retos que la literatura indígena, particularmente la femenina, ha enfrentado para ser reconocida y difundida ante un espectro de segregación racial y de género promovido por un pensamiento de época avalado por el Estado mexicano durante la conquista hasta nuestros días. En “Voces de mar, tierra y nube. La literatura indígena contemporánea en México”, Hernández expone las

247


Culturales luchas por el reconocimiento que los pueblos indígenas emprendieron hasta hacerse legítimos en su idioma así como en su peculiar ejercicio de sublimación literaria. Si bien este arduo proceso ha sido azaroso en general para las mujeres indígenas, que sufren triple discriminación (por ser mujer, indígena y pobre), se potencializa de tal manera que la autora califica a estas mujeres como excepcionales. Sin embargo, relucen nombres como Natalia Toledo, María Sabina, Irma Pineda, Celerina Patricia Sánchez y Gloria Martínez, en cuyos poemas reflejan malestares, sentimientos y cosmovisiones que orientan su actuar cotidiano, y que se conforman como la punta de lanza de un movimiento literario venidero. Desde los muros del último eslabón de la cadena del proceso penal, Lorena Méndez nos ofrece una particular interpretación de libertad que los ejercicios de la performance incentiva en mujeres y hombres internos de los Centros de Readaptación Social de la Ciudad de México. Con estilo anecdótico, Méndez nos acerca

a la experiencia de acceso a un estilo de vida artístico y a las transformaciones inherentes de la personalidad que provoca el uso del cuerpo como “herramienta de resistencia, de rebeldía y de lucha” ante las miradas patriarcales que comprenden al cuerpo femenino, particularmente, como objeto de deseo para otros, bajo las tecnologías del cuerpo que la institución penitenciaria promueve, creando con ello otro mundo dentro de la prisión. De igual manera, este ejercicio catártico de creación del cuerpo es útil a varones en estos espacios limitantes, y la lectura nos muestra la percepción subjetiva del proceso. La segunda parte del libro, denominado “Nuestras mediaciones culturales”, conforma un recopilatorio de estudios cuyo objetivo es identificar la representación y la participación de las mujeres en el cine, el arte y los medios masivos de comunicación. En el primer texto de este apartado, Elvira Hernández Carballido rescata a las mujeres que hicieron posible la apertura del periodismo, así

248


Culturales como los avances y ausencias, aun para una adecuada representación mediática impresa de las mujeres. La pionera en este rubro fue Jerónima Gutiérrez, como impresora en el siglo dieciséis. Hasta el siglo diecinueve aparecieron las primeras colaboradoras en el Diario de México y en la Gaceta de México, con poemas firmados con seudónimos o con iniciales, sin dejar más rastro de su identidad. En ese mismo siglo surgieron publicaciones destinadas al público femenino de contenidos poéticos, acerca de la moda, cocina, cuentos, etcétera, y hacia finales del siglo apareció “El Búcaro”, suplemento dominical de un diario dirigido por una mujer. Las hijas del Anáhuac, semanario de cultura y arte de corta circulación, también nació en esa coyuntura. Posteriormente surgieron El Álbum de la Mujer, El Correo de las Señoras y Las Violetas del Anáhuac. Durante el Porfiriato circuló La Mujer Mexicana y durante la Revolución se abrió la posibilidad de que las mujeres escribieran sobre política y temas públicos en diversos periódicos de apoyo a

caudillos o tendencias políticas en disputa. Posteriormente, en los diarios más importantes (como El Universal y Excélsior) se hicieron presentes escribiendo sobre temáticas diversas. Durante las siguientes décadas sobresalieron en el periodismo mujeres actualmente reconocidas, como Cristina Pacheco, Elena Poniatowska y Rosario Castellanos. Ya en los setenta, más mujeres prominentes aprovecharon los espacios construidos por su predecesoras en publicaciones como El Día, La Jornada, etcétera, e incluso generaron un suplemento destinado a analizar profundamente la situación de las mujeres en México, en cuyo cuerpo de colaboración se encuentra la coordinadora de este libro. Así, en este apartado se hace un recuento de las mujeres que aportaron y aún aportan diversos puntos de vista que cuestionan públicamente la condición femenina. Manuel Toledo Molano realiza un análisis de la fotografía que se ha hecho de las mujeres y de la fotografía hecha por mujeres. En el primer caso, estudia una imagen típica que ha defi-

249


Culturales nido a las mujeres de la época revolucionaria: la de una mujer asomada por las escalerillas de un vagón de tren, que supuestamente es la Adelita, la que se asoció imaginariamente con emblemas de justicia, entrega, servicio y otras peculiaridades “propias” de lo femenino, de la justicia social que la lucha armada buscó alcanzar. A su vez, en el análisis de esta imagen estereotipada de “la mujer” el autor del artículo busca encontrar el verdadero origen de la fotografiada, su nombre, el motivo de la escena, la particular situación histórica y contextual, para no dejarla solamente en una imagen “cliché” durante tal vez otros cien años. La segunda parte del artículo analiza los productos fotográficos realizados por mujeres con la finalidad de representarse en un mundo que las olvida y omite sus miradas. Lola Álvarez Bravo, Tina Modotti, Frida Hartz, Maya Goded, Graciela Iturbide y Patricia Aridjis son sólo algunas mujeres que dejaron a la historia su trabajo para darle continuidad. Así, con una genealogía bastante completa, la lectura nos lleva a desentra-

ñar los antecedentes de esta actividad tan noble pero ahora de matices plurales y humanos. Muy acorde a los tiempos que nos aquejan, también se analiza en el artículo de Elsa Lever el proceso de tránsito, y sus implicaciones, del periodismo, y particularmente del periodismo feminista. Al introducirnos en la historia de este periodismo en México, el objetivo principal de la autora es cuestionar la condición, opresión y control sobre el cuerpo de las mujeres con miras de evidenciarla y generar propuestas para su erradicación, además de “alfabetizar” con respecto a esta postura filosófico-política y testimoniar sus luchas como logros que no cesan con el uso de las nuevas tecnologías. Más bien, éstas potencian la capacidad de difusión global y combaten el monopolio informativo de las grandes empresas y hacen de la disciplina un ejercicio horizontal y necesario para abolir las trabas de género en la creación de contenido en todos los sentidos. Con este objetivo, Lever enumera una serie de portales web que se han afianzado como espacios

250


Culturales de discusión feminista: Revista Nosotras, Veracruz al Día, Mayas sin Fronteras, Mujeres Tamaulipas, Sociedad y Política, MujeresNet.info, Matices de Mujer, Las Caracolas, Cuadernos Feministas y CIMAC (Comunicación e información de la Mujer), que han visibilizado la lucha y generado muchos más espacios para ampliar e inyectar de equidad los medios electrónicos. “Mujeres sin habla, derechos y afectos. Análisis del film ‘El listón blanco’ de Michael Haneke” es el artículo de análisis que Vicente Castellanos Cerda realiza para demostrar que en las representaciones colectivas y los productos cinematográficos se refleja el ejercicio de sometimiento y control patriarcal hacia las mujeres mediante la dirección de las conciencias, el examen de sí mismo y la condena de los pecados, categorías de Michel Foucault. Estudiar las características de la interacción y de las representaciones sociales en un contexto específico a través del cine es posible ya que estas producciones conforman reflejos del mundo real como referente de sentido. Analizando varias escenas y

diálogos, el autor nos muestra las concepciones acerca de las mujeres como seres para otros, la negación de su sexualidad fuera del matrimonio, su infantilización, su dependencia, el ser constantemente vigiladas y sancionadas moralmente si se alejan de las convenciones de género establecidas y ratificadas colectivamente. El final de la historia revela las penosas consecuencias que acarrea evadir el mandato de género, es decir, la muerte, revisada analíticamente por los lentes conceptuales del estructuralismo francés. Sandra Flores Guevara, en “Cibercultura, cibermensajes, cibertextos, cibergénero: Una mirada a las páginas web de mujeres y para mujeres”, analiza los contenidos de espacios en la red con una “etnografía virtual” con el propósito de dilucidar la cibercultura en el contexto de las nuevas tecnologías de la comunicación. Tras exponer los pormenores conceptuales de las categorías analíticas con las que disecta las construcciones de la sociedad de la información, esta autora enfatiza que los nuevos

251


Culturales modelos comunicativos en la red tienen la finalidad, al igual que en la cultura, de generar referentes de sentido para guiarse en el qué hacer y cómo hacerlo en los espacios electrónicos. Sin embargo, esta cultura tiene un “plus”: la habilidad de comprender nuevos códigos y la capacidad de manipular el ordenador. Esta cultura web es también campo fértil para la creación de páginas hechas por mujeres y para mujeres, como NotieSe, destinada a difundir noticias sobre salud y sexualidad, y el portal de la organización SIEMPRE VIDA, quien promueve los derechos de la mujer y coyunturalmente apoya el aborto legal. Así también, está la página de la Sociedad Mexicana Pro Derechos de la Mujer, encaminada a apoyar organismos con la misma postura. En suma, los portales de internet reflejan una práctica cotidiana que en resumidas cuentas es cultural, y desde ahí se provocan los cambios, ya que esta cibercultura también es creada por y para las mujeres. Profundo, crítico y sugerente es el análisis de la asociación

imaginaria de erotismo con mujeres que las revistas difunden en sus tirajes. Citlaly Aguilar Campos revisa en “Revista Quo. Entre el erotismo y los estereotipos femeninos” el papel que aún juegan los estereotipos del sexo y el amor, representados en imágenes de mujeres o de partes de su cuerpo para referirlas como objetos decorativos, símbolos de éxito, aspiraciones y objetos sexuales. El contexto de la revisión parte de que los medios impresos contribuyen a crear determinadas visiones del mundo, y particularmente de que el uso de la fotografía encierra una serie de mensajes abiertos a la interpretación, aunque de direcciones predeterminadas, que resumen el texto adyacente cuando son leídos bajo los esquemas de interpretación desde los cuales son creadas esas imágenes y que contribuyen a hacer recursivas las nociones culturales predominantes con respecto a las mujeres. Así, esta revista prioriza imágenes de mujer-objeto para representar al sexo, el erotismo y los demás atributos con que se significa a las mujeres en las culturas oc-

252


Culturales cidentales y occidentalizadas, como mujer-objeto, madre, esposa, objeto decorativo o trofeo de los varones. La tercera parte del libro, denominada “Género y otros escenarios culturales”, concentra estudios acerca de algunos aportes de mujeres en distintos escenarios. En el texto “De la mitológica isla de Lesbos al lesbofeminismo latinoamericano”, María Isabel Barranco Lagunas hace un recorrido profundo de las concepciones de la lesbianidad en México, desde las iniciales referencias a través de informes realizados por los cronistas de la Nueva España, pasando por la Colonia, así como también por los reportes periodísticos que acusaban de inmorales y antihigiénicas a las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo, hasta llegar a la etapa prerrevolucionaria, con el “escándalo” del “baile de los cuarenta y uno o el baile de los cuarenta y un maricones” y la redada de lesbianas en Santa María la Ribera. Con referentes conceptuales explica los motivantes estructurales de tales acusaciones, así como la rees-

tructuración del movimiento lésbico para adentrarse en la lucha por el reconocimiento con el Frente de Liberación Homosexual (FLH) en 1971 y la primera Conferencia Internacional de la Mujer en 1975, hasta aliarse al movimiento feminista para dar lugar al primer grupo lesbo-feminista: Lesbos, en 1977. Con ello lograron posicionarse en las posteriores actividades de visibilización pública bajo el emblema feminista: “Lo personal es político”, con la finalidad de inventar los nuevos significados de ser y hacer de las mujeres, y de desenvolver su sexualidad y las relaciones sociales a niveles amplios. “Mujeres en la ciencia: un mundo por conocer”, de Rosa María Valles Ruiz y Rosa María González Victoria, esboza el papel de las mujeres en el desarrollo de las ciencias en México, cuyo principales indicadores son el Sistema Nacional de Investigadores (así, en masculino) y el acceso a las universidades. Históricamente, las mujeres han tenido escasa apertura a los espacios científicos; sin embargo, a partir del

253


Culturales complicado y lento acceso a la educación universitaria desde el siglo dieciocho, las cifras dejan ver los espacios ganados hasta que surgieron científicas reconocidas como Marie Curie, Gerty Theresa Radnitz, Maria Goeppert-Mayer, Christiane Nüsslein-Volhard, etcétera. Así las científicas dejan de ser excepciones, pero aún existen rezagos de participación en disciplinas concretas y de manera general conforman una minoría. En México el panorama posee matices paradójicos, ya que ahora casi la mitad de la matrícula en universidades está conformada por mujeres, mientras que del total de miembros del SNI sólo 32 por ciento son mujeres, y ello se agudiza a causa de que en la administración de dicho sistema se prescinde de ellas. Con esto dejan ver que se han ganado espacios hasta colocarse en la generación de conocimiento y tecnología, pero aún existen retos por afrontar. “Hacia una nueva cultura. La transmisión de las ideas feministas en Fem”, de Layla Sánchez Kuri, conforma el antepenúltimo artículo y en él

se desarrolla la historia de la revista feminista Fem, encargada de colocar a las mujeres como centro de atención con fines de denuncia de condiciones desfavorables a causa de la cultura que naturaliza la inequidad y opresión hacia ellas. La publicación ha pasado por tres etapas. La primera transcurrió en la década de los setenta, cuando la revista tuvo la influencia del programa “Foro de la mujer” de Radio UNAM, conducido entonces por Alaíde Foppa, quien con un grupo de mujeres fundó la revista y definió su línea política y sus objetivos editoriales. En el segundo momento Fem fue dirigida por Bertha Hiriart y Esperanza Brito. La tercera etapa corresponde a la debacle de mediados de la década anterior. A pesar de ello, la revista marcó un hito significativo como espacio de expresión de las luchas feministas por casi treinta años, conformándose también en un referente obligatorio para la revisión de debates que parecieran novedosos en la coyuntura actual, pero que han sido tratados desde hace ya tiempo por colectivos organizados y sentaron las

254


Culturales bases para la construcción de una nueva manera en que las mujeres habrían de relacionarse socialmente en una nueva práctica de la cultura feminista. Gloria Hernández Jimé nez, en el texto “Teoría(s) e historia(s) queer”, realiza un ejercicio analítico conceptual para explicar la propuesta crítica queer cuestionando lo considerado natural o normal como un constructo ficticio enarbolado por la lógica de control y unidimensionalidad que la sociedad moderna supuso como fin teleológico. Con este esquema, lo gay, lo lésbico, la bisexualidad, el travestismo, la transexualidad y demás identidades son reconocidas como válidas en un espectro de complejidad y apertura, así como de coexistencia en la vida cotidiana para constituir nuevos valores y éticas diferenciadas. Y en breves relatos, en “Y nació Mujer” Silvia Rodríguez Trejo realiza un tributo a la Malinche, Frida Kahlo, Sor Juana Inés de la Cruz y Carlota, la emperatriz de México en la etapa del Segundo Imperio, en forma de diálogos y dirigién-

dose directamente a cada una de ellas con la finalidad de hacerles un recuento de su obra y vida desde una perspectiva recuperada, como si les platicara personalmente el trayecto de su influencia, les dedicara un poema, para finalmente despedirlas con fanfarrias por romper con las “leyes del hombre”. En suma, tal y como Sherry Ortner reclamaba desde el punto de vista de la antropología feminista a inicios de la década de los setenta, las mujeres sí hacemos cultura. Y prueba de ello es este recuento de las expresiones artísticas y culturales y la construcción de escenarios que este libro muestra profusamente para mostrar este reclamo y hacerlo visible con la recuperación de las mujeres que también crearon cultura y aún lo siguen haciendo. Así, el libro invita a reflexionar acerca de los aportes que las mujeres han hecho a los diversos ámbitos de la vida colectiva para intentar mitigar las concepciones esencialista y naturalista que persisten para posicionar a las mujeres en espacios de confinamiento doméstico e intrascendentes.

255


Culturales Referencias Serret, Estela, El género y lo simbólico. La constitución imaginaria de la identidad femenina, UAM-A, México, 2011. Ortner, Sherry, “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?”, en Olivia Harris y Kate

Young (comps.), Antropología y feminismo, Anagrama, Barcelona, 1979. Rubín, Gayle, “El tráfico de mujeres: notas sobre la ‘economía política’ del sexo”, en Martha Lamas (comp.), El género. La construcción cultural de la diferencia sexual, Miguel Ángel Porrúa/ PUEG-UNAM, México, 2002.

Cultura y género. Expresiones artísticas, mediaciones culturales y escenarios sociales en México Elvira Hernández Carballido Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 2011

256


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.