Revista del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo Universidad Autónoma de Baja California
Época II - Vol. III - Núm. 1 enero - junio de 2015
ISSN 1870-1191
Mexicali, Baja California, México www.iic-museo.uabc.edu.mx
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA Dr. Juan Manuel Ocegueda Hernández Rector Dr. Alfonso Vega López Secretario general Dra. Blanca Rosa García Rivera Vicerrectora Campus Ensenada Dr. Ángel Norzagaray Norzagaray Vicerrector Campus Mexicali Dra. María Eugenia Pérez Morales Vicerrectora Campus Tijuana Dra. Patricia Moctezuma Hernández Coordinadora de Posgrado e Investigación Dr. Christian Alonso Fernández Huerta Director del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo Mtro. César E. Jiménez Yañez Coordinador editorial del iic-Museo
Revista del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo Universidad Autónoma de Baja California
Director Mario Alberto Magaña Mancillas Comité editorial iic-Museo Raúl Balbuena Bello, Norma Cruz González, Christian Fernández Huerta, Maricela González Felix, Norma Iglesias-Prieto, María del Rosario Maríñez, Alejandra Navarro Smith, Luis Ongay Flores, Servando Ortoll, Kenia Ramírez Meda y Laura Velasco Ortiz. Consejo editorial Robert Álvarez, University of California, San Diego Jesús Becerra Villegas, Universidad Autónoma de Zacatecas José Ángel Bergua, Universidad de Zaragoza Charles Briggs, University of California, San Diego Mike Davis, University of California, San Diego Nicole Diesbach, Universidad Autónoma de Baja California Exequiel Ezcurra, San Diego Natural History Museum Enrique Florescano, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Jesús Galindo Cáceres, Universidad Veracruzana Jorge A. González, Universidad Nacional Autónoma de México Lawrence A. Herzog, San Diego State University María Fernanda Paz Salinas, Universidad Nacional Autónoma de México Rosana Reguillo, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente Jean-Claude Riquelme, San Diego’s Regional Planning Agency Rosa Elba Rodríguez, Universidad Autónoma de Baja California Sur José Manuel Valenzuela Arce, El Colegio de la Frontera Norte Stefano Varese, University of California, Davis Ana Isabel, Zermeño, Universidad de Colima Hugo Salcedo, Universidad Autónoma de Baja California Editor: Luis Enrique Medina Gómez Culturales es integrante de los siguientes índices: Scientific Electronic Library Online/Scielo México (www.scielo.org); Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc) (www.redalyc.org); Bibliografía Latinoamericana (Biblat);Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica Conacyt (www.conacyt.mx); y sistemas de información y agregadores: Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex) (www.latindex.org); Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (Clase); Biblioteca Digital de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (www.oei.es); Directory of Open Access Journals (doaj) (www.doaj.org); Fundación Dialnet (http://dialnet. unirioja.es); Sistema de Información Cultural/Conaculta; Ulrich’s International Periodicals Directory (www.ulrichsweb. com); Catálogo de Publicaciones Periódicas del Sistema Bibliotecario de la unam/Seriunam (www.dgbiblio.unam.mx/ index.php/catalogos); Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura (Rircyc), Academic Journals Database (http://journaldatabase.org); ebsco Information (www.ebsco.com); Cengage Learning (www.cengage.com.mx); Red de Revistas Mexicanas de Ciencias Sociales, y Base Bibliográfica Nacional Publindex A1 por homologación.
Diseño de portada: Rosalba Díaz Galindo. Culturales es una revista de publicación semestral editada por el Instituto de Investigaciones CulturalesMuseo de la Universidad Autónoma de Baja California, que difunde la problemática de la cultura desde las múltiples disciplinas y perspectivas de las ciencias sociales y las humanidades a través de trabajos originales de investigación, de reflexión teórica y metodológica, así como de análisis temático. En su carácter de revista arbitrada e indizada, cuenta con un grupo de evaluadores tanto internos como externos —nacionales e internacionales—, especialistas en los tópicos que aborda esta publicación. Todos los trabajos recibidos son dictaminados de forma anónima por lo menos por dos evaluadores, cuya valoración favorable es requisito indispensable para la publicación de los artículos. DERECHOS DE AUTOR Y DERECHOS CONEXOS. Culturales, época ii, vol, iii, núm. 1, enero-junio de 2015, es una publicación semestral editada por la Universidad Autónoma de Baja California a través del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, ubicado en Av. Reforma y calle L sin número, colonia Nueva, Mexicali, Baja California, C.P. 21100, teléfonos (52) (686) 554-1977 y 552-5715, http://www.iic-museo. uabc.edu.mx, correo electrónico: revista.culturales@uabc.edu.mx. Editor responsable: Mario Alberto Gerardo Magaña Mancillas. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2013-041511520200-102, ISSN 1870-1191, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con fecha 15 de abril de 2013 y 19 de junio de 2013, respectivamente. Licitud de Título y Contenido en trámite. Impreso por Impresora San Andrés, S.A. de C.V., Río Mocorito y Vasco de Quiroga 801, col. Pro Hogar, Mexicali, Baja California. Este número se terminó de imprimir en febrero de 2015, con un tiraje de 500 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura institucional de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la presente publicación, siempre y cuando se cuente con la autorización del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo y se cite la fuente de forma detallada.
La publicación de esta revista se financió con recursos del profocie 2014
Sumario Artículos Hegemonía: Simurg, intelectuales, cultura y educación .........................................9 Luis Rodolfo Ibarra Rivas Los motivos del sinarquista. La organización y la ideología de la Unión Nacional Sinarquista .........................................................................49 José Gustavo González Flores El movimiento antichilango en Baja California, México. La mirada literaria, académica y periodística, 1971-1991 ....................................77 Víctor Manuel Gruel Sández Las narraciones del desastre: anticipaciones de la retórica de la posmodernidad en la poesía de Rosario Castellanos ..................................107 Lilia Leticia García Peña Los marisoles de Cuajinicuilapa, México: análisis de un proceso de terciarización genérica ................................................137 Joan Vendrell Ferré Brecha digital y perfiles de uso de las tic en México: un estudio exploratorio con microdatos ............................................................ 167 Djamel Eddine Toudert ¿Disciplina en crisis? El cambio en el paradigma de la investigación en comunicación de masas .................................................................................201 Annie Lang Justicia ambiental. Entre la utopía y la realidad social ........................................225 Sonia J. Ramírez Guevara; María G. Galindo Mendoza y Carlos Contreras Servín
Reseñas Investigación en comunicación humana. Problemas, intervenciones y nuevas tecnologías, de Gabriela López Aymes; Santiago Roger Acuña y Ma. Antonieta Reyes Arellano ............................................................................251 Christian Fernández Huerta Estudios sobre lengua y cultura nahua de la Huasteca, de Anuschka Van’t Hooft y José Antonio Flores .................................................255 Mónica Lizbeth Chávez González La vida en los intersticios. Estrategias identitarias de los rarámuri en la ciudad de Chihuahua, de Arturo Mario Herrera Bautista ............................261 Max Isaí Montaño Rodríguez
Hegemonía: Simurg, intelectuales, cultura y educación Hegemony: Simurg, intellectuals, culture, and education Luis Rodolfo Ibarra Rivas Universidad de Querétaro (libar@uaq.mx) Resumen: Este ensayo periodiza la cultura en México según las tendencias: afrancesamiento, nacionalismo, modernización-norteamericanización, caída del sistema y porvenirSimurg. Ilustra las circunstancias históricas que permiten comprender la ausencia de un proyecto cultural hegemónico, la falta de dirección intelectual y moral. Codifica intelectuales ya fallecidos; al agruparlos por etapas y contrastarlos con los actuales, evidencia la ausencia de un proyecto nacional distinto del proyecto Televisa. Explica los conceptos que estructuran este texto —cultura, intelectual, educación, hegemonía y crisis—, y muestra los periodos antes enunciados, así como artistas y pensadores que los conformaron (verbi gratia: Cantinflas, Octavio Paz, David Alfaro Siqueiros, José Pablo Moncayo) y actuales (Alfonso Cuarón, Aleks Sintek, El Perro Bermúdez). Invita a reconsiderar la importancia de valorar lo existente: la tendencia, no del todo visible, de movimientos sociales que actúan en provecho del porvenir deseado: otra cultura creada con el esfuerzo de muchos. Deseado por quienes critican la crisis actual. Palabras clave: cultura, intelectual, educación, hegemonía y crisis. Abstract: This essay periodizes Mexican culture in several tendencies: Frenchification, nationalism, modernization-Americanization, system fall and future-Simurg. It illustrates the historical circumstances that allow the understanding of the current lack of a dominating cultural project and the lack of a moral and intellectual direction. It codifies already deceased intellectuals; while grouping them in phases and contrasting them with current intellectuals; it evidences the lack of a national cultural project different from the Televisa project. It explains the concepts that structure this paper —culture, intellectual, education, hegemony/dominance, and crisis—, and shows periods previously mentioned, as well as artists and thinkers who conformed them, like: Cantinflas, Octavio Paz, David Alfaro Siqueiros, Pablo Moncayo, and, current ones like Alfonso Cuarón, Aleks Sintek, or “Perro” Bermúdez. It invites to reconsider the importance of what currently exists: The tendency, not completely visible, of social movements that act in behalf of a desirable future: other culture created by the efforts of many. Desired by those who criticize the current crisis. Keywords: Culture, intellectual, education, hegemony, and crisis. Fecha de recepción: 10 de junio de 2014 Fecha de aceptación: 25 de septiembre de 2014
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Luis Rodolfo Ibarra Rivas Mexicano. Doctor en educación por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y maestro en ciencias de la educación por la Universidad Autónoma de Querétaro. Actualmetne se desempeña como profesor investigador en la Universidad Autónoma de Querétaro. Su área de investigación es sobre prácticas socioeducativas con enfoques sociológico, pedagógico, didáctico, estético y del currículo. Entre sus publicaciones destacan los libros La realidad universitaria y el buen maestro (Gernika, 2000), y Metodología curricular (Fontamara, 2013). Además, ha publicado 60 documentos, entre capítulos de libros, artículos en revistas nacionales e internacionales, memorias de congresos nacionales e internacionales, y conferencias. En la actualidad investiga representaciones sociales sobre cultura, ciencia, científico y producción de ciencia.
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Ya mis amigos se fueron casi todos y los otros partirán después que yo… Qué será, qué será, qué será Qué será de mi vida, qué será… Diego Torres Introducción Nací en 1949. Soy un adulto en plenitud, eufemismo con que se pretende disimular la edad senil. Fui educado gracias al influjo de magníficos seres humanos; vivos quedan pocos, cada día menos; el resto, mis fieles difuntos. Ellos contribuyeron con sus obras a la cultura nacional. Algunas de las ocurridas no hace mucho, las lamentabilísimas muertes de Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, José María Pérez Gay y, más recientemente, José Emilio Pacheco. Duelen porque dejan vacías tribunas que nadie vuelve a ocupar; duelen porque provocan un terrible sentimiento de soledad. En este trabajo se despliega la tesis: existe una relación orgánica entre intelectuales, cultura, educación y la conducción de un proyecto nacional. Sin ellos —sin la guía intelectual moral, estética, política, social o, en general, educativo-cultural— hay crisis de la nación. Las finalidades de ilustrar esa apuesta teórica son invitar a valorar lo que México creó y ya no está (intelectuales), e ilustrar la ausencia de intelectuales que enciendan con proyectos susceptibles de permitir sortear la crisis que padecemos. Y es que ya no hay quien eduque como lo hicieron mis fieles difuntos; hay otros que materializan el actual proyecto Televisa. Y la última finalidad es bosquejar el surgimiento de movimientos sociales que quizá contribuyan a recrear una cultura distinta a la posmoderna: el vuelo del mítico pájaro Simurg. Con ello, educadores de cualquier institución —deseo— se beneficiarán con teorías que permitan comprender la educación de manera más amplia a la formal o escolar; asimismo, tal vez mitiguen las severas críticas que les propinan increpándolos como si ellos fueran los únicos responsables de la crisis educativa. Quizás al percatarse de la urgencia de contribuir a recrear la cultura, adviertan la responsabilidad social e individual de —ellos mismos— ser intelectuales que se afanen en esa tarea: conjuntar esfuerzos para unir lo desagregado y dar forma bella, buena y verdadera al presente caótico. Se recuperan teorías que explican y vinculan los conceptos cultura, educación, intelectual, hegemonía y crisis. También se hace el beneficio de inventario de in-
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telectuales que guiaron la vida nacional durante el afrancesamiento (1890-1910), el proyecto nacionalista (1930-1950), la modernización-norteamericanización (1950-1970) y la caída del sistema simultánea al surgimiento y consolidación del neoliberalismo (1970-2012).1 El énfasis del artículo está en la cultura. Muestra hitos de la cultura mexicana con ejemplos, más que con teorías. Estas fases muestran un movimiento contradictorio, la tan apreciada evolución, progreso o desarrollo nacional y, al mismo tiempo, la caída en la posmodernidad o crisis. Seguramente algunos lectores considerarán excesiva la abigarrada nominación de productos culturales, artistas y deportistas; acaso la estimen de mal gusto. Tendrán mucho de cierto; no osbtante, es necesario hacer el beneficio de inventario de aquello que contribuyó a conformarnos, ya que es necesario apreciar lo pasado para valorar lo presente y para proyectar lo deseable. Como toda recopilación, lo aquí presentado omite bienes y agentes culturales, no es omnicomprensiva. En este sentido, cabe mencionar que Gramsci advirtió los riesgos de realizar un estudio mastodóntico sobre la cultura (1981, p. 97). A pesar de ello, el presente trabajo no es de esa naturaleza (Agustín, 2007; Cosío, 1977, por ejemplo). Tampoco es un erudito estudio sobre la manera en que se organizó la estructura ideológica o las formas de hegemonía, ni desarrolla el referente teórico-metodológico para comprender la conformación de una cierta identidad nacional, de un cierto conformismo (Mandoki, 2006, 2007). Y es que en menos de cincuenta páginas es imposible exponer con rigor la diversa oferta pictórica o editorial en las décadas que abarca este estudio. Entre los tramos del saber, el comprender y el sentir, este estudio se inclina más por el sentir. No desea incurrir en el error del intelectual que cree que se puede saber sin comprender ni sentir ni apasionarse. ¡Claro que se puede saber sin comprender ni sentir! Claro, siendo un pedante distanciado del pueblo-nación (Gramsci, 1981, p. 87). Tampoco es deseable valerse de un chato sentido común para enlistar cronológicamente a pro hombres que contribuyeron a formar, en su momento, ciertos gustos. Al estar más del lado del sentir, es necesario advertir la urgencia de ensalzar y criticar lo que por lo general se admite sin mayor reparo. Bajo esta consideración, se relaciona la oferta cultural de los intelectuales aquí nombrados y un cierto conformismo o sentido común que contribuyeron a generar: educaron a varias generaciones de mexicanos. La relación será con el soporte 1 Cada modernización coexistió con la que le sucedió y le precedió. Ninguna operó de forma pura. En la transición entre modernizaciones no hubo ni hay rupturas definitivas. Aunque hago cortes arbitrarios, en la realidad mexicana no existió tan nítida diferencia, pero sí hubo una tendencia mayor que permite nominar a cada periodo.
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de una postura política: criticar y ensalzar (Gramsci, 1981, p. 77); criticar para aventurar la apertura a una nueva cultura, y ensalzar para no perder lo que tenga de positivo la oferta cultural de los fieles difuntos que formó mexicanos, llevándolos a amar lo nacional y universal. Difícil tarea, moverse entre sentir, saber y comprender, y, además, estudiarlo con doble mirada: crítica-empática. Walter Benjamin legó la enseñanza: la necesidad de traer al presente lo que el pasado tuvo de valioso y proyectarlo al futuro. La llamó el salto del tigre al pasado: 1) regresar al pasado para encontrar lo que las viejas generaciones no tuvieron la suerte de conseguir; no, a pesar de que incluso empeñaron su vida por lograrlo; 2) traerlo al presente para que no sea olvidado, y 3) lanzarlo al futuro para que nuevas generaciones lo valoren y procuren saldar la deuda con sus antecesores (Benjamin, 1994, pp. 181-188). El pasado vivo, los fieles difuntos, tal vez resulte un objeto muerto para generaciones nacidas después de la década de 1980. Benjamin añadió que el pasado puede entenderse con empatía con el vencedor, de forma historicista, sin advertir que el vencedor de la lucha de clases se lleva consigo un botín: bienes culturales, que deben su existencia no sólo al esfuerzo de grandes genios que los crearon, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos y a un origen que no podrá considerarse sin cierto horror2 (Benjamin, 1994). Cultura La cultura no es un saber enciclopédico con el que se llena un recipiente llamado hombre, atiborrándolo de datos, de hechos sin hilvanar, amasados en la memoria y que se desembucha para crear una barrera entre el “culto” y los demás. “Cultos” no; son una caterva de pedantes, presuntuosos y delirantes (Gramsci,1981, pp. 101-102). La cultura es la conquista del propio yo; es la disciplina y organización del yo interior; es la creación de una conciencia superior, gracias a la cual se llega a comprender el propio valor histórico, la propia función en la vida, los propios derechos y deberes: el hombre es, sobre todo, espíritu, es decir, creación histórica y no sólo naturaleza (Gramsci, 1981). El hombre crea cultura; la cultura engendra, a su vez, al hombre. Cultura y ser humano nunca acaban de formarse: están en la continua búsqueda y recreación de sí.
2 Saber, comprender, sentir, apasionarse, horrorizarse, hacer empatía, criticar, ensalzar y recrear demandan un pensamiento complejo (Morin, 1998) y un compromiso de clase (Sánchez, 1980); aquí sólo enuncio tales posturas.
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Gramsci consideró a la cultura como una concepción de la vida y del hombre, una religión laica, nacionalmente propagada, con cierta coherencia y unidad (Gramsci, 1967, p. 106); es una prisión de mil ventanas que simboliza una hegemonía, cuya fortaleza estriba menos en la coerción que en el hecho de que sus barrotes son eficaces, pues son casi invisibles (Macciocchi, 1980, pp. 153-154). No es homogénea, uniforme ni general; más bien es rica en contradicciones: sigue una cierta tendencia moral, aun con distintas manifestaciones estéticas; se inclina a una forma de voluntad colectiva y permite al hombre entenderse con sus semejantes (Béjar, 1983, pp. 103-104; Gramsci 1975, p. 62). Y es que la cultura va más allá de las manifestaciones específicas de artistas u otros intelectuales como científicos, filósofos o políticos. Es más que la suma de las obras culturales de los intelectuales de una época, dado que la cultura ofrece patrones explícitos e implícitos, como formas de vida, que son aprendidos y transmitidos mediante símbolos. A su vez, algunos símbolos constituyen logros distintivos de grupos y clases, algunos de ellos atribuibles a intelectuales o artistas, otros no (Béjar, 1983, p. 104). La cultura —las formas de vida, las concepciones de la vida y del hombre— se materializa al practicar algo: distinguirse del otro o identificarse dentro de un grupo o clase social. No existe una única cultura mexicana nacional o general. Coexisten diversas culturas y subculturas específicas; sin embargo, la mayoría de mexicanos sí compartimos —con distintos matices y formas— una tendencia al relacionarnos y al vincularnos con el medio ambiente. Quizás al mostrar los procesos de modernización se adviertan algunas tendencias; éstas no superan las contradicciones y divergencias entre distintas subculturas y culturas (Béjar, 1983, pp. 128-129). Al igual que Samuel Ramos (1968), admito que la cultura es una función del espíritu destinada a humanizar la realidad. Esa función es llevada a cabo por la educación, que se vale del acervo cultural ya acumulado para desarrollarla en cada individuo. La cultura no es un saber puro, dado que toda cultura debe entenderse como un proceso de imitación, asimilación y, finalmente, creación. Se imitan y asimilan culturas. La cultura mexicana no es una cultura totalmente original ni distinta de las demás; sí es la cultura universal hecha nuestra, la vivimos los mexicanos, es capaz de expresarnos en la medida en que la hicimos nuestra forma de ser. Parte de la cultura universal es nuestra manera de humanizar la realidad; es nuestra concepción de la vida y del hombre (Ramos, 1968, pp. 94-95). Ya sea nacional, de clase, de grupos sociales o del individuo, la cultura es una forma que agrupa y distingue; es histórica y producida por seres humanos bajo ciertas condiciones. La cultura materializa la hegemonía de clase, el dominio intelectual,
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estético y moral de un grupo social sobre otros. La cultura es promovida mediante procesos de educación y socialización por intelectuales, por grupos, clases sociales e individuos. Es materia vinculante que ofrece sentido a la vida humana. Al mostrar un sentido, obtura otros: se llega a comprender el propio valor histórico, la propia función en la vida, enmarcados dentro de la hegemonía que dirige, en la prisión de mil eficientes ventanas: formas de vida, patrones implícitos y explícitos. Ante la ausencia de intelectuales, mis fieles difuntos, se podría suponer la ilusa idea de que es posible crear, deliberadamente, un nuevo arte y nuevos artistas. Es absurdo pensar que éstos se crean artificialmente; más bien se debiese comprender que es necesario perseverar por erigir una nueva cultura y ésta llevará consigo la posibilidad de nuevos intelectuales: se requiere afanarse por engendrar una vida moral nueva, orgánicamente ligada a una nueva percepción de lo verdadero, hasta que tal intuición sea un modo original de sentir y ver la realidad, íntimamente connatural con las probabilidades de la creación artística (Gramsci, 1967, p. 110). En otras palabras, no se trata de apetecer una obra artística con mayor predilección sobre otra, sino una realidad moral y estética en relación con otra (Gramsci, 1967). En este sentido, la obra de arte está vinculada necesariamente a una forma, a una cultura. La educación y los intelectuales promueven esa materia vinculante: la cultura y sus manifestaciones comunes y contradictorias. Crisis, cultura, educación e intelectuales guardan nexos inextricables, orgánicos. Educación Durkheim (1993) argumentó que la educación, dicho escuetamente, es la acción ejercida por generaciones adultas sobre aquellas que no están del todo maduras para la vida social. Su finalidad es transmitir ideas, sentimientos y prácticas. La educación acontece dentro y fuera de las escuelas; propicia que la generación adulta legue a la joven la conciencia colectiva-nacional-universal (uniformiza) y los modos del grupo social al que está destinado cada individuo (diversifica) (Durkheim, 1993, p. 72-73). Educar es ofrecer una forma de vida: la cultura de la sociedad en la que se vive y la del grupo en que se encuentra cada individuo. La cultura es la materia prima para educar. Humanizar al recién nacido es obra de educadores, pero también de otros humanos que contribuyen al socializar los usos y costumbres del momento (Ibarra, 2010). Sin educación no hay modo de humanizar al ser humano. Se necesita educar al ser egoísta y asocial (Dukheim, 1993, p. 74) o al ser humano bueno que sale de las manos de la naturaleza y que la civilización deprava y hace miserable
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(Rousseau, 1993, p. vii). Educar y socializar, siendo similares, tienen diferencias: socializar es una acción humana con fines más inmediatos: mostrar cómo transitar por el lugar en que se vive, ya sea la selva lacandona o un eje vial muy transitado; educar, por su parte, tiene una tendencia de largo alcance: las ideas, sentimientos y prácticas trascienden de una generación a otra; por ejemplo, los sentimientos morales o las prácticas políticas. Entre educar y socializar no hay barreras infranqueables. Aunque se realicen en un mismo espacio, un salón de clases o el hogar, son diferenciables por sus finalidades. El Estado debe responsabilizarse de la educación: homogeneizar, conservar e impulsar una conciencia colectiva común a sus miembros: un sistema de ideas, sentimientos y hábitos que las personas se apropian y expresan: unifica; asimismo, diferencia a los individuos según sea la función social y el grupo al que estén destinados (Dukheim, 1993, p. 73). Desde otra perspectiva, el Estado debe inculcar una ideología, falsa conciencia o proyecto político de una clase para dirigir al resto de clases sociales: hegemonía. Ya sea conciencia colectiva, ideología o hegemonía, se inculca mediante procesos de socialización y educación similares para los miembros de un Estado, clase y grupo social. Educar y socializar nutren una tendencia cultural. A su vez, el Estado es responsable de la dirección intelectual y moral, pues sin su intervención hay caos. Sin educación difícilmente habrá identidad nacional ni identidades de los grupos y clases sociales que conforman un Estado. Sin la guía del Estado la unidad nacional peligra. En la actualidad, es usual el término balcanización: una entidad dividida en unidades políticamente separadas y hostiles entre sí (Bobbio et al., 1991, p. 137). El Estado, sociedad política y sociedad civil se exponen a la balcanización si la educación no logra un cierto conformismo: la dirección intelectual, moral y estética de una clase sobre el resto de las clases sociales, el consenso espontáneo y vigoroso al proyecto hegemónico. El Estado es el responsable de humanizar a los seres humanos con procesos de socialización y educación: con procesos culturales. Siguiendo a Gramsci, el Estado es la suma de consenso (por ejemplo, propiciado por la escuela y la iglesia) y coerción (ejercida por los jueces, la policia y el ejército). Intelectuales Los intelectuales dirigen la sociedad, la educan (Gramsci 1975, 1981, 1998); propician que ideas, sentimientos y prácticas del proyecto que enarbolan, se los apropien la sociedad, sus clases y grupos sociales. Las producciones de intelectuales
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orientan formas de ser y de valorar humanas (habitus, Bourdieu, 1991, pp. 97 y 99). Con el riesgo de Perogrullo, el intelectual no es ajeno a la cultura: es producto y productor de ella. El trabajo intelectual contribuye a crear la hegemonía. La hegemonía es una forma de poder —no jurídico ni ejercido con el recurso de las armas ni la fuerza física— que se objetiva en la influencia o en la dirección intelectual, política, moral y estética (Bobbio, 1991, pp. 746-747). La hegemonía está del lado del consenso, de los dispositivos de la sociedad civil: iglesia, escuela y, cada día más dominante, medios de comunicación masiva. El dominio opera por la coacción, gracias a los aparatos coercitivos de la sociedad política: policía, ejército y cárceles. Conviene reiterar: en una época: un Estado juega con consenso y coerción: iglesia y ejército; en la actualidad: medios masivos y ejército. Gramsci afirmó que todos los hombres son intelectuales, mas no todos los hombres desarrollan la función intelectual. Los intelectuales están insertos en la vida práctica como constructores, organizadores, persuasores permanentes (Gramsci, 1975, pp. 14-15; 1995, pp. 53-54). No son seres humanos aislados, como el sentido común pretende hacerlos ver: confinados en una torre de cristal inaccesible. Tampoco son como algunos intelectuales se consideran a sí mismos: autónomos e independientes de grupos o clases sociales. Mantienen relaciones orgánicas con clases, sectores de clase y grupos sociales; tienen autonomía relativa. Su vínculo con las clases dirigentes y con las dirigidas no es mecánico ni cínico, no obedecen a sus exigencias. Al mostrar las modernizaciones en México, es necesario que ilustre una forma de comprender y valorar la historicidad de los intelectuales: […] cada grupo social esencial al surgir a la historia desde la estructura económica precedente y como expresión del desarrollo de esa estructura ha encontrado, por lo menos en la historia hasta ahora desenvuelta, categorías de intelectuales preexistentes y que además aparecían como representando una continuidad histórica ininterrumpida. (Gramsci, 1975, p. 12; 1981, p. 52).
Los intelectuales no proceden del vacío. Tienen raíces históricas y nexos con proyectos de clase para la nación entera. Al prorrumpir encaran a intelectuales que en ese momento dirigían; asimismo, lo hacen defendiendo e impulsando una concepción del mundo distinta de la anterior. El enfrentamiento entre formas culturales es, también, entre proyectos de nación y mundo. No es únicamente lucha de ideas; es una lucha política por la hegemonía. Lo bueno, bello y verdadero no lo son de una vez y para siempre, son históricos: son producto, causa y proceso.
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Los intereses políticos permiten comprender una faceta de la lucha entre clases y grupos sociales e intelectuales. El intelectual vive luchas histórico-políticas. El nuevo intelectual disputa con el intelectual previo y con el que habrá de sucederlo. Su disputa es —ni más ni menos— por la representación hegemónica del mundo. En el ámbito intelectual, como en otros, existe la división del trabajo. La acción intelectual ocurre en distintos terrenos. Los más visibles son en el campo de las letras; es una asociación casi mecánica, o dominante: intelectual-culto-filósofocientífico contribuyen a dirigir intelectualmente. Una muestra: Newton publicó en 1648 el libro Principios matemáticos de filosofia natural. En él expresó leyes que, siglos después, siguen vigentes: causa-efecto es un principio de la mecánica que sigue tan vivo como cuando se formuló hace siglos; se convirtió en sentido común; es una fórmula anciana pero rozagante. En cambio, los principios de la física relativa o los de la cuántica de incertidumbre aún no enraízan en el sentido común. Pero la división del trabajo intelectual no sólo existe en el terreno filosóficocientífico, también se manifiesta en la política y en la industria; en ambos casos es relativamente fácil admitir que el intelectual es dirigente, está insertado activamente en la vida práctica como constructor, organizador, persuasor permanente; actividades superiores al espíritu matemático abstracto con que el sentido común ve la labor intelectual; un arquetipo de este tipo de intelectual son los dirigentes industriales o los de un partido político (Gramsci, 1975, p. 15). Distintos intelectuales guiaron a México en la política, industria, filosofía, ciencia, religión y arte. Y precisamente en el arte también existe división del trabajo: bellas artes, alta cultura, cultura popular o de masas y folclor. Además, se divide por el tipo de arte: literatura, teatro, pintura, escultura, música, danza, arquitectura, cine y fotografía. En todos los casos, los intelectuales —entre ellos los artistas— cumplen la función social de dirigir, ya sea a las élites (la llamada alta cultura), a las masas (masificación del gusto) o al pueblo (folclor) (Bourdieu, 1991). Los intelectuales que se muestran se distinguieron del resto de sus contemporáneos, precisamente, por sus obras. Por su acción pública, por ser agentes de hegemonía, fraguaron el apoyo de las masas y de las élites: los modelaron en el terreno cultural y moral acorde a una tendencia: el proyecto nacional hegemónico. Sin que —posiblemente— los intelectuales lo admitan, son funcionarios estatales: hacen funcionar sindicatos, instituciones, empresas y los sectores de la actividad cultural. Son como un jugo gástrico: tienen la tarea de hacer asimilable todo tipo de alimento-realidad; el intelectual rumia, tritura y hace digerible y homogénea a toda ideología, por indigesta que sea (Macciocchi, 1980, pp. 197-199). Intelectuales, cultura y educación es una tríada que genera hegemonía, o propicia crisis.
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Crisis La crisis estructural generalizada (De Alba, 2007, pp. 99-103) se debe al debilitamiento de las estructuras económicas, políticas, sociales, culturales y, en suma, de aquello que sostiene y mueve las relaciones entre individuos, grupos y sociedades. Las estructuras poseen y organizan sus componentes —verbi gratia, bienes culturales y formas de relacionarse con ellos— con una relativa permanencia, y predisponen a actuar y valorar siguiendo regularidades: configuran al ser humano para mantener ciertas formas de relación con su grupo o clase y con otros grupos o clases sociales; persiguen y salvaguardan el proyecto hegemónico. En la crisis actual, la crisis estructural generalizada, las estructuras están debilitadas sin que se estén creando las nuevas que las suplan. Están debilitadas porque no configuran ni predisponen a los seres humanos para que sus acciones sigan una cierta orientación o sentido. La crisis de estructuras explica la desordenación del sistema y, a su vez, dificulta la comprensión de nuestras sociedades (De Alba, 2007, p. 104). Tal incomprensión lleva a la desesperanza, al pesimismo, e incluso al catastrofismo. Se propaga la desesperanza y el pesimismo porque no hay un sentido social e individualmente construido que oriente a un porvenir deseable; por caso, en las últimas tres décadas, el suicidio en México aumentó 400%. En periodo de crisis se abre la posibilidad de constituir nuevas estructuras: es necesario encarar la crisis de manera creativa y comprometida (De Alba, 2007). Berger y Luckmann (1997) explicaron la crisis por la pérdida de sentido compartido por los individuos y porque exiguos valores son patrimonio común: el individuo crece en un mundo en donde escasean valores y sentidos compartidos que determinen la acción en las distintas esferas de la vida. Esta pérdida o ausencia de sentido y valores compartidos conduce a la expansión de crisis subjetivas e intersubjetivas de sentido. Se vive la dialéctica entre pérdida y creación de sentido, entre erosión y reconstitución de sentido. Esta situación genera un alto grado de inseguridad en la orientación de las acciones individuales y la vida entera (Berger & Luckmann, 1997). La crisis se relaciona con el sinsentido. Cunde el sinsentido porque no hay un horizonte de aceptación generalizado; porque no hay una orientación que conduzca, dentro de la diversidad, a un derrotero deseado; porque se vive una desestructuración que genera desilusión; porque la crisis genera escepticismo y miedo; porque hay incomprensión de lo que acontece y de lo que devendrá. En momentos de crisis predomina la coacción y se pierde la hegemonía: una cierta uniformidad cultural, un cierto conformismo acorde a patrones establecidos, la interiorización
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de una creencia o un valor, siempre que la aceptación de la creencia o valor sea pasiva y acrítica (Bobbio, 1991, p. 307). Crisis es la inexistencia de hegemonía, de conformismo activo y vigoroso. En la crisis estructural generalizada que ahora padecemos, es notorio lo que algunos llaman la caída de los grandes relatos, es decir, la pérdida de credibilidad en teorías o metarrelatos que den sentido a la vida. La crisis es la muerte de lo viejo sin que lo nuevo pueda nacer y convertirse en formas hegemónicas de relación social. La clase dominante perdió el consenso, las grandes masas se separaron de la hegemonía antes vinculante; no creen en lo que antes creían, no valoran lo que antes les gustaba (Gramsci, 1981, p. 161). Los intelectuales no dirigen más; la generación adulta ya no educa; renunció a esa función o fue incapaz de hacerlo. En muchos casos, los jóvenes reciben procesos de socialización que los humanizan sin proveerles ideas, sentimientos ni prácticas con un sentido suficientemente compartido que dirija su vida en aras de un proyecto de nación: los adultos no los educan. Hay crisis cuando no existe un proyecto económico, moral, político y, en general, cultural, que hegemonice, que dirija a la sociedad. Los intelectuales son quienes, con su trajinar, crean y difunden el proyecto que dirige a clases y grupos sociales. Sin intelectuales poderosos no hay un proyecto político, económico, cultural ni moral que hegemonice. En México y en el mundo occidental existe una severa y longeva crisis; no hay dirección cultural, moral ni estética. Existe crisis cuando hay confusión, al no existir identificación con una cultura compartida, la materia vinculante. Hay crisis al predominar sentimientos que aíslan a los individuos en lugar de cohesionarlos. Se manifiesta la crisis cuando no hay anhelos comunes ni modos legítimos de allegarse o procurar tales deseos o intereses. En México —antes de la crisis actual—, educación e intelectuales generaron una cierta solidez cultural, hegemónica, porque entre ellos y el resto de mexicanos existió la unidad orgánica entre teoría y práctica: los intelectuales se vincularon orgánicamente a la masa de mexicanos porque elaboraron los principios y problemas que éstos planteaban con su actividad práctica, constituyendo así un todo cultural y social (Gramsci, 1967, p. 70). En los periodos abajo descritos existió cierta coherencia que dotó al país de una forma de personalidad, de una manera de ser que representó un momento de su desarrollo. En cada periodo ilustro su tendencia dominante; al hacerlo, no se pretende sugerir que toda manifestación cultural obedeció a tal personalidad o forma cultural; tampoco se desea insinuar carencia de conflictos o contradicciones en los periodos.
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Afrancesamiento Durante el porfiriato, a fines del siglo xix y primeros años del xx, la incipiente educación escolarizada existente en México se vio influida por el llamado positivismo, impulsado en México por Gabino Barreda (Zea, 1975, pp. 113-115). Después de él, un grupo de intelectuales hizo suyos los pronunciamientos del positivismo: por ejemplo, los ministros de Instrucción Pública, Justo Sierra, y de Hacienda, José Ives Limantour. De hecho, al gabinete de Porfirio Díaz lo llamaron Los científicos. Otros intelectuales —éstos en el terreno de las letras— fueron Ignacio Manuel Altamirano, quien conjuntó a un grupo de escritores como Manuel Payno e Ignacio Ramírez. Otro literato distinguido de esta época fue el poeta modernista Amado Nervo; y en la pintura, el paisajista José María Velasco. Acaso algo compartido por ellos fue la pretensión de un nacionalismo que congregaría al país, luego del cruento periodo de las fraticidas luchas de conservadores y liberales, y de la intervención francesa. Los intelectuales del porfiriato, los científicos, propalaron la propuesta del francés Augusto Comte: amor, orden y progreso; paradójicamente, otros se inclinaron por el nacionalismo en las letras y la pintura. En efecto, se logró orden y progreso, pero su costo fue muy alto. Las haciendas, minas y obrajes explotaron a campesinos y trabajadores. Al motor de la modernización afrancesada lo movió, como es usual, el pueblo (en este etapa, el pueblo fue mayoritariamente el campesino), y sus mayores beneficiarios fueron otros, tanto nacionales como extranjeros. Resulta irónico que Porfirio Díaz, al inicio de su vida pública, combatiera contra los franceses que impusieron el efímero imperio de Maximiliano de Habsburgo. De hecho, la oferta cultural impulsada por el gobierno del porfiriato se afrancesó. Algunas obras arquitectónicas que aún existen lo muestran: Bellas Artes, Paseo de la Reforma y el Ángel de la Independencia, en la ciudad de México; en la capital de Guanajuato: el Teatro Juárez; y en la ciudad de Querétaro: la Estación del Tren, inaugurada en 1903. Todas son muestras de lo que fue considerado buen gusto en México y el mundo. ¡Claro! La inmensa mayoría de mexicanos siguieron comiendo gorditas de migas, tamales o tlacoyos, por afrancesada que fuese la pretensión y las obras gubernamentales del porfiriato. Viejas tradiciones culinarias y muchas muestras culturales mexicanas más siguieron existiendo. En un campo intelectual distinto, destacó la música de Juventino Rosas, creador del vals Sobre las olas. En el grabado, José Guadalupe Posada, artista identificado con dificultades del pueblo, satirizó al gobierno del porfiriato, por su moralidad y su exacerbado gusto por la modernidad. Para comprender mejor a los intelectuales coetáneos al porfiriato, antes una digresión.
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El convulso proceso independentista generó una nación, quizá, ni siquiera soñada. Décadas después de la eclosión del Estado nación llamado México, siguió la cruenta lucha entre los primeros mexicanos: defensores de las leyes de reforma versus quienes deseaban conservar las canonjías de la iglesia católica y las formas de relación social y política. Esta disputa por la nación la ganaron, en apariencia, los liberales. Porfirio Díaz fue uno de ellos. El poderío del clero fue, en cierta medida, contenido. Con el advenimiento del porfiriato se gestó un Estado con una relativa separación de la iglesia católica mexicana. El triunfo fue aparente y únicamente en cierta medida porque el clero siguió —y continúa— guiando a muchos mexicanos. México padeció —de 1926 a 1929— en algunas entidades federativas un enfrentamiento bélico: la guerra cristera. Más recientemente, en votaciones para presidente de la república (2000 y 2006), existió información de exhortaciones hechas por sacerdotes y religiosas católicas a su grey, para alejarla de quien consideraban “un peligro para México”. Antes fue: “¡Viva Cristo Rey!”. Después: “¡Este hogar es católico! ¡No acepta propaganda comunista ni protestante!”. Actualmente, no pocos mexicanos siguen admoniciones de sacerdotes o monjas en el terreno electoral, sólo que sin necesidad de gritos que los apuren a actuar. Los intelectuales del porfiriato tuvieron necesidad de inventar una patria con sus héroes y traidores (Bartra, 1987, p. 216). Los intelectuales que lograron la independencia de México también inventaron una patria, así como aquellos otros que lucharon denodadamente durante la época de la reforma. La gestación del Estado mexicano no estuvo exenta de dolores al ser parido. En cada etapa estuvo en juego la creación de México: hubo disputa por el proyecto de nación. México fue caótico a tal grado, antes del porfiriato, que perdió la mitad de su territorio. Pero ya durante el porfiriato se contuvo, temporalmente, el caos. Hubo consenso activo, y en su ocaso, más coerción que consenso. Porfirio Díaz, y aquellos que pacificaron las luchas internas, fueron vistos como héroes al inicio de lo que para muchos fue una dictadura. El ejército (coerción) y los intelectuales (consenso) pacificaron al país. Los científicos impulsaron consenso con la tríada positivista: amor, orden y progreso. La literatura también propició consenso, al inicio del porfiriato, con la corriente llamada romántica, y, después, con el modernismo. En ninguno de los dos casos siguieron dictados del régimen del porfiriato, sino que tuvieron autonomía; no obstante, su propuesta no implicó una exhortación a una forma de relación radicalmente distinta. A fines de este periodo, lo que pudiera ser lo nacional fue una paradójica relación: afrancesado y moderno. El proyecto modernizador del porfiriato se materializó en
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obras de infraestructura: sistemas de riego, vías de comunicación (especialmente ferrocarril y telégrafo), suntuosos edificios, escuelas y otras obras modernizadoras. En la literatura propiciaron la dirección intelectual y moral los modernistas Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo y Salvador Díaz Mirón. Mostraron una estética distinta a la previa, la romántica de José Joaquín Fernández de Lizardi —El periquillo sarniento—, Manuel Acuña y Guillermo Prieto. Los modernistas con una tendencia cosmopolita, mientras que los románticos se inclinaron más por lo nacional. La hegemonía durante el porfiriato tuvo tres vertientes. La primera: el positivismo, es decir, la postura científico-político-administradora proveniente del francés Augusto Comte: ver para prever, prever para proveer. En este contexto, el proyecto porfirista siguió la tendencia de racionalizar la política y la vida en su conjunto. La célebre frase de Porfirio Díaz ilustra con nitidez la pretensión moderna: cero política y 100% administración. Otra de las vertientes fue el romanticismo, nacida en Alemania y Francia, pero que en México también tuvo tintes nacionalistas: costumbres y voces populares, además de personajes nacionales. Luego el modernismo, que aventuró una crítica a la condición social, cultural y estética vigente del romanticismo, y criticó la forma burguesa, en México y el mundo, que iniciaba a predominar en estratos sociales llamados de clase media, preocupada, mayormente, por sus lugares y personajes cercanos. El intelectual moderno se interesó por la cultura ya no sólo local, sino mundial, con especial énfasis en poetas y literatos franceses e hispanoamericanos (Martínez, 1977, pp. 327-330). Un hito importante de los intelectuales llamados modernos fue la edición de la Revista Azul (1894-1896). En ella publicaron el nicaragüense Rubén Darío, José Martí, de nacionalidad cubana, el peruano José Santos Chocano, así como otros hispanoamericanos, entre ellos, nuestro compatriota Manuel Gutiérrez Nájera, y, además, poetas franceses como Baudelaire y Verlaine, y otros como el estadounidense Edgar Allan Poe o el irlandés Oscar Wilde, o Henrik Ibsen, noruego de nacionalidad. Se reconoce que simplificar el mundo intelectual en el porfiriato únicamente al afrancesamiento es un abuso. Otras formas coexistieron con las francesas. Aunque hegemonizaron, en ese entonces, las francesas e hispanoamericanas, hubieron otras como las de Ibsen o Wilde. Aun así, con la toma de posesión del mundo, de su tiempo y de su propia realidad americana (Martínez, 1977, p. 330), sí es factible señalar una mayor tendencia al afrancesamiento, entendiendo por tal, la modernización del gusto y de la política. En otras palabras: el rompimiento con el romanticismo, con los centros en el individuo y sus emociones, con las costumbres y formas de ser locales; rompimiento que se abre a la civilización occidental.
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Otra singular modernización laica fue el valioso legado del porfiriato: la Universidad de México, instituida por el científico Justo Sierra. Durante los 30 años de duración de este periodo, la mayoría de los intelectuales fueron orgánicos a los intereses en juego para empujar al naciente capitalismo de América Latina y de México. Los científicos generaron consenso activo en México. Los literatos también contribuyeron con sus obras a generar consenso; otros, como José Guadalupe Posada o Ricardo Flores Magón, generaron disenso. En la tendencia literaria romántica y, luego, la moderna, el arte y los intelectuales aludieron a una vida moral, es decir, sentimental, de ideas y prácticas sociales y políticas, ante condiciones determinadas; cuando surgió una realidad moral en vez de la precedente, el arte se transformó y contribuyó a transformar la realidad que lo transformó a él. Gramsci aseguró que el arte no produce arte, la poesía no engendra poesía, no se produce por partenogénesis, hace falta que intervengan elementos terrenales, pasionales, morales y prácticos El pedagogo y filósofo italiano concluyó: la literatura no engendra literatura ni la ideología crea ideologías (Gramsci, 1998, pp. 288-289). El tránsito de romanticismo a modernismo no fue debido a que la poesía generara poesía. La poesía moderna provino de personas educadas dentro de otra cultura, otra moral y otro proyecto político. Generó otros intelectuales y otra forma de educar. Un cierto sentido común menosprecia al régimen del porfiriato y a sus intelectuales. Incluso lo acusan de crear un México indeseable: formas de subordinación o conformismo que llevaron a excesos tan execrables como soportar, sin casi chistar, matanzas de indios yaquis o mayas, o la represión de huelgas en Cananea, Sonora o en Río Blanco, Veracruz, crímenes que tuvieron como trasfondo intereses de compañías estadounidenses. Esta forma de valorar incurre en una simpleza, ya que el México moderno se enraizó entonces; además, obras urbanísticas, literarias, musicales o pictóricas de esa época siguen reconociéndose excelsas. Sin menospreciar la cultura del porfiriato, es necesario mencionar que contribuyó a injusticias, o, al acontecer hechos reprobables, no los criticó ni buscó otras formas de moral. La servidumbre anónima de sus contemporáneos y un origen que no podrá considerarse sin cierto horror es el trasfondo de las obras de intelectuales porfiristas. Otros, como el anarquista Ricardo Flores Magón, no fueron ni anónimos ni mantuvieron servidumbre alguna. No debe descartarse que cuando la hegemonía conforma un amplio estrato de intelectuales y un interés predominante —los afrancesados—, a la par se desarrollan genios que no corresponden a los tiempos que viven concretamente, sino que corresponden a tiempos que viven de manera ideal o deseada: nueva moral y cultura propias de otro proyecto de nación (Gramsci, 1975, p. 62).
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La cultura del porfiriato no fue toda en un único sentido. Al ejercer poder hay contrapoderes. Hubo un periódico, El Ahuizote, fundado por Porfirio Díaz, para criticar a Sebastián Lerdo de Tejeda en sus intentos de ser presidente; al triunfar Díaz lo terminó, aproximadamente en 1870. Luego se publicó El Hijo del Ahuizote, periódico opositor al régimen porfirista y sus excesos, con críticos como Ricardo Flores Magón y José Guadalupe Posada. No se habla de intelectuales buenos e intelectuales malos. Se resaltó que hubo intelectuales orgánicos a dos formas de relación: las del porfiriato y aquellas otras que lo caricaturizaban sugiriendo otro México. Unos y otros contribuyeron a lo que ahora vivimos. Otra expresión de intelectuales estuvo dada por quienes publicaron en los diarios El Monitor Ilustrado y El Universal. Actualmente, el periódico Milenio es un espacio para intelectuales proclives al régimen vigente, mientras que otro como La Jornada, critica excesos del neoliberalismo y su adopción en México. Ni uno ni otro tienen pureza en sus declaraciones, ambos siguen tendencias. Estas tendencias estaban en intelectuales del porfiriato: conservar y transformar. Siendo hegemónica una, se resquebrajó por el trabajo de otros intelectuales: propiciaron la crisis de ese proyecto, abrieron otra forma de apropiarse de sí mismo, de sentido de la vida, en fin, de cultura. Nacionalismo México transitó durante su revolución de un conformismo a otro; hubo desorden cultural y político, no existió hegemonía. Los corridos revolucionarios narran épicas luchas (La toma de Zacatecas) y condiciones injustas (La cárcel de Cananea). Imposible sugerir que no haya cultura durante algún periodo: en la revolución también existió; mostró crispados acontecimientos. La cultura popular entonó en la lucha contra el imperio de Maximilano: “Adiós, mamá Carlota, adiós, adiós…”. En la revoución se escuchó: “Valentina, Valentina, yo te quisiera decir…”. Esa cultura popular, aquí paupérrimamente insinuda, sirvió de base a la que la sucedió. De 1930 a 1950, luego del convulso periodo de la revolución, en México hubo un nacionalismo3 magnífico. Se expresó en la música con Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo, Blas Galindo y Carlos Chávez. Compositores para otro gusto 3 El nacionalismo con frecuencia es la expresión de una reacción frente a un desafío extranjero, sea éste cultural, económico o político, que se considera una amenaza para la integridad o la identidad nativas. Comúnmente su contenido implica la búsqueda de una autodefinición, una búsqueda que tiende a ahondar en el pasado nacional en pos de enseñanzas e inspiración que sean una guía para el presente (Brading, 2004, p. 11).
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musical fueron: Manuel Esperón, Ernesto Cortázar, Lorenzo Barcelata, Guti Cárdenas, Tata Nacho, José Alfredo Jiménez, Francisco Gabilondo Soler “Cri Cri”, Chava Flores y Agustín Lara. Algunos cantantes del folclor nacional fueron: María Luisa Landín, Toña la Negra, Lucha Reyes, los Hermanos Martínez Gil, entre muchos más. Otra manifestación del nacionalismo se reveló en el cine: Tito Guízar, Emilio Tuero, María Félix, Dolores del Río, Emilio “el Indio” Fernández, Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Armendáriz y los hermanos Fernando, Andrés, Julián y Domingo Soler. En el ámbito de la comicidad brillaron Joaquín Pardavé, Mario Moreno “Cantinflas”, Manuel Medel, Armando Soto La Marina “El Chicote”, Polo Ortín, Roberto Soto (conocido como “El Panzón Soto”) y Jesús Martínez “Palillo”. Ni qué decir de la importancia de “la abuelita del cine mexicano”, Sara García, y de Carlos López Moctezuma, encarnando al desalmado villano. Todos fueron actores de la llamada Época de Oro del cine nacional. Independientemente de cómo nominarla, es indudable que su trascendencia fue en varias esferas. Una de ellas fue contribuir al conformismo que Sara García enseñó con tanta vehemencia: a este mundo venimos a sufrir,4 lo cual lo exhibe en películas en que acompañó a Joaquín Pardavé en su papel del Harbano Jalil. Otra soberbia exportación del cine nacional fueron las producciones de Luis Buñel —cineasta español trasterrado y nacionalizado mexicano—, especialmente su película Los olvidados (1950). Este filme fue una lacerante crítica a las condiciones sociocuturales vigentes en la ciudad de México. En la pintura también se vivió el nacionalismo. Algunos representantes conspicuos fueron: Diego Rivera, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, así como Juan O’Gorman, José Chávez Morado, Rufino Tamayo, Juan Soriano, Carlos Mérida y Pedro Coronel. En las letras destacaron: Alfonso Reyes, Samuel Ramos, Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez, José Gorostiza, Octavio Paz, Efraín Huerta, Xavier Villaurritia, Carlos Pellicer, José Revueltas, Bonifaz Nuño, Alí Chumacero, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Salvador Novo, Carlos Fuentes y muchos otros. Con la llegada de emigrantes españoles, debido a la guerra civil que las huestes de Francisco Franco ganaron, el gobierno mexicano fundó El Colegio de México, dirigido por Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas. Ahí educaron migrantes españoles y formaron insignes científicos sociales como Pablo y Enrique González Montaigne, en el siglo xvi, escribió: “la primera lección que los mexicanos suministran a sus hijos [ ] Hijo, viniste al mundo para pasar trabajos: resiste, sufre y calla” (Montaigne, 2010, p. 69). 4
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Casanova y Luis González y González. Asimismo, destacaron españoles de origen y nacionalizados mexicanos como Adolfo Sánchez Vázquez o Wenceslao Roces, entre otros. Las grandes plumas tuvieron contemporáneos dizque menores en los cómics: de Salvador Lavalle, Rolando el Rabioso, y Los supersabios del caricaturista Germán Butse; de Gabriel Vargas, La familia Burrón, y Chanoc, del escritor Martín Lucena y del dibujante Ángel Mora (graciosamente, en sus páginas coexistieron El Sabio Monsiváis y futbolistas como Puck, Suck y otros de las Chivas Cuadradas). Otras historietas vendidas con profusión fueron Lágrimas, risas y amor, con una historia singular: María Isabel, de Yolanda Vargas Dulché, precursora de las telenovelas, y otra: Memín Pinguín. Si la alta cultura tuvo pródiga oferta, también en este campo de la cultura de masas los mexicanos gozamos con la producción de artistas nacionalistas. En la actualidad carecemos de una oferta cultural similar: visítese un puesto de periódicos para ver la basta oferta de pornografía y la casi ausencia de revistas similares a las mencionadas. En los periódicos se contó con Excélsior, El Universal, El Nacional, La Prensa o Novedades. Su circulación era en el Distrito Federal, y pocos números en ciudades de nuestro país. Los periodistas que escribieron en ellos acaso no fueron tan proclives al Estado, como muchos ahora lo son; un ejemplo, de cierta autonomía fueron Fernando Benítez y Ermilo Abreu Gómez; ambos siendo periodistas, también destacaron al ser notables historiadores. Hay que reconocer que la cadena de periódicos García Valseca acusó de malversación de fondos a Lázaro Cárdenas siendo presidente, seguido por algunos periodistas de El Universal y Excélsior. La mayoría de la prensa nacional —al tener cierta autonomía y periodistas avezados— se inclinó —y hasta la fecha— por velar por los intereses de los propietarios de los grandes negocios. Resaltan también dos revistas: una de tipo político: Siempre!, y su suplemento cultural, en el que escribieron Fernando Benitez y, años después, Carlos Monsiváis; y Confidencias, que abrió la posibilidad de encuentros amorosos o amistosos entre sus lectores, un curioso antecedente de las actuales redes sociales. En periódicos y revistas, magníficos caricatauristas mostraron su crítica al régimen establecido; por ejemplo, Abel Quezada dibujó políticos y nuevos ricos con joyas hasta en las narices, quienes amasaron fortunas a costillas del erario y la corrupción. Otros fueron Ernesto “El Chango” Cabral, Ángel Zamarripa Landy, Fa-cha y Eduardo del Río “Rius”. Muchos caricaturistas mexicanos fueron fieles al legado de José Guadalupe Posada: criticaron al poder estatal en aras de abrir otras formas de relación cultural-moral; con unos cuantos trazos fueron más radicales e incisivos que analistas de acciones y políticas estatales.
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Otra forma de difundir la cultura fue a través de la radio. Dos emisoras fueron las más importantes: la xeq y, luego, la xew. Dentro de sus programas destacó El risámetro; en él, distintos cómicos competían por la carcajada del auditorio; algunos de ellos fueron: Kuka La Telefonixta, La Marquesa Solares, El Panzón Panseco y Tilín El Fotógrafo de la voz. La radio ofreció otros programas como: La hora de Cri Cri, La hora del aficionado, La tremenda corte (de origen cubano), La hora de Carlos Lacroa, Apague la luz y escuche, Kalimán y las consabidas radionovelas, por ejemplo, Chucho el Roto o El derecho de nacer. La radio divertía y generaba formas de ser. No estuvo dentro de ellas las de naturaleza crítica transformadora, pero sí las de propalar el sufrimiento (melodrama) o la risa (comedia): una moral que conservaba las inclinaciones vigentes. “Cantinflas” fue singular. Con sus burlas criticó la injusticia social, sólo que —como Roger Bartra (1987) apuntó— fue una crítica conformista que propuso la huida y no la lucha, el escurrimiento y no la pelea. Bartra señaló, para ilustrar sus juicios, cuando a “Cantinflas” le preguntaron si el trabajo es cosa buena, contestó: “Si fuera bueno, ya lo hubieran acaparado los ricos”. Siguiendo a Bartra, con la muestra de “Cantinflas”, el mexicano es un maestro de las fintas y los albures, evasivo e indirecto, dominado por el afán de rodeos y circunloquios (Bartra, 1987, p. 147). Su comicidad —y la cultura del nacionalismo— no llevó a rompimientos definitivos con la moral vigente, aun cuando sí fue motivo de escarnio. Tenuemente insinuó otra cultura, al mofarse de la hegemónica: la nacionalista. El capitalismo nacional tuvo agentes que sobresalieron en su formación moderna: Manuel Espinoza Iglesias, originalmente dedicado a la industria cinematográfica y, más tarde, a la actividad bancaria; y Emilio Azcárraga Vidaurreta, fundador de la actual Televisa, por ejemplo. También existieron capitalistas destacados en las entidades federativas mexicanas; entre otros, Eugenio Garza Sada, creador del Grupo Monterrey, y Roberto Ruiz Obregón, en Querétaro. Con ellos, el capitalismo nacional tuvo otra etapa: acumulación de capital a gran escala. Estos capitalistas también fueron nacionalistas: no invirtieron sus ganancias en otros países, lo reinvirtieron en México, como el Grupo Monterrey —cervecería, después fábricas de vidrio, cartón, hojalta y productos químicos—. Lo que queda del grupo, hoy día, es transnacional. En la esfera política hubo connotados exponentes de la modernización nacionalista: Lázaro Cárdenas del Río, Vicente Lombardo Toledano y su sucesor, Fidel Velázquez, el casi perpetuo dirigente de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (ctm), perteneciente al Partido Revolucionario Institucional (pri), o Manuel Gómez Morín, uno de los fundadores del Partido Acción Nacional (pan).
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Otros agentes de la cultura nacional que modernizaron al país se vieron en la lucha libre: El Santo y El Cavernario Galindo. En el box brillaron tres peleadores que se enfrentaron entre sí: El Chango Casanova, Joe Conde, Juan Zurita y, poco después, Kid Azteca. Seguramente resulta extraño que se nombre a luchadores y boxeadores a la par que intelectuales, ya sea políticos, empresarios o artistas. No se sugiere que luchadores o peleadores tuviesen obra estética o política que los proyectase. Se sostiene que su vida, dentro y fuera del ring, resultó de tal forma que no pocos mexicanos se identificaron con ellos y, sobre todo, dirigeron voluntades. En el caso de El Santo, resulta difícil asegurar que sus películas (realizadas durante las décadas de 1950 y 1960) fuesen una manifestación estética virtuosa. Aquí no es un espacio para criticar o ponderar la virtuosidad estética. Sí lo es, conviene reiterar, para hacer el beneficio de inventario de quienes, con su vida y sus acciones, contribuyeron a crear la hegemonía de un proyecto de nación: una dividida en clases sociales, un proyecto ajeno a modificar las relaciones de dominio económico-político. Durante el nacionalismo brilló una pléyade que contribuyó a generar un cierto conformismo, una educación que generó ideas, sentimientos y prácticas. La hegemonía que construyeron los distintos intelectuales permitió que las diferencias de clase que se vivían fueran admitidas como normales; no hubo en sus planteamientos el llamado a la lucha ni aun en los más revolucionarios, como David Alfaro Siqueiros o Luis Buñuel. El proyecto nacionalista lo incitaron, en distintas áreas, seres humanos identificables con relativa facilidad. Los impulsores del nacionalismo están muertos. De ellos queda la memoria y sus obras: quienes fuimos educados con sus obras, los extrañamos. En la actualidad no hay personajes como ellos, los intelectuales nacionalistas, con los cuales identificarse. La hegemonía, dijo Antonio Gramsci, es necesario insistir, es un proyecto cultural y moral. Es un proyecto de una clase social que recupera propuestas de las clases subordinadas para incorporarlas. Los mexicanos arriba anotados, junto a otros más, fueron intelectuales que dieron sentido al proyecto modernizador posrevolucionario de México: el nacionalista. Los intelectuales propiciaron que las jóvenes generaciones se identificaran con las formas de ser y de valorar que ellos ofrecieron ya sea en la economía (Emilio Azcárraga Vidaurreta, por caso), en la política (Fidel Velázquez o Manuel Gómez Morín, como muestras notables), en el ámbito intelectual (Samuel Ramos, como un sobresaliente representante) y en la cultura (Chava Flores o José Pablo Moncayo, arquetipos en la música). Cada intelectual mostró una forma que propició
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sentimientos que contuvieron (vergüenza, temor) o impulsaron (orgullo, deseo). Asimismo, difundieron ideas y prácticas sociales que movilizaron conciencias y formas de ser y de valorar en los mexicanos: educaron y dirigieron. Bajo el influjo de intelectuales posrevolucionarios, en las décadas de 1930 a 1950, los nacionalistas, México, sus clases y grupos sociales, dejaron los enfrentamientos que desgarraron al país (aproximadamente un millón de muertos en la revolución). No se sugiere que el proyecto modernizador fuera el mejor posible o que no tuviera contradicciones notables. Sólo se esgrime que los intelectuales de ese entonces lograron un cierto consenso, una cierta dirección intelectual, política, económica, cultural y moral. Tampoco se pretende ocultar que hubo serias y graves represiones: sindicato de ferrocarrileros o campesinos masacrados, como pruebas. Con todo, sí hubo un cierto orden, es decir, la dirección y dominio legítimo de un grupo y clase sobre el resto de la sociedad; este orden expresó un consenso activo vigoroso. Un botón de muestra lo ofrecen las películas que tuvieron como trasfondo las clases sociales y sus enfrentamientos: Nosotros los pobres y Ustedes los ricos (de Ismael Rodríguez, en 1947 y 1948, respectivamente). En ellas se muestran, fehacientemente, diferencias de clase y formas de cultura que lucharon por la representación legítima del mundo (Bourdieu, 1991, pp. 464-468). Otra muestra es una canción de José Alfredo Jiménez: “yo no sé eso de las clases sociales…”. En estos indicios es notable la distancia con la crítica transformadora; es palpable el impulso a un conformismo que soterró la lucha de clases —cercana al proyecto cardenista (Tenti, 1988, pp. 265-271)— en aras de la unidad nacional del proyecto del régimen del presidente Ávila Camacho (Tenti, 1988, pp. 278-281). Durante el porfiriato, la cultura mexicana fue guiada por las corrientes romántica y modernista; después, en el periodo de 1930 a 1950, intelectuales mexicanos impulsaron el nacionalismo. Los héroes que ofreció la industria cinematográfica nacional fueron, al inicio, los charros cantores, machos que se destacaron por ser borrachos, parranderos y jugadores. Por supuesto, no todos los prototipos de hombres ofrecidos por las películas de esta época los mostraron así. No obstante, sí fue la tendencia: el macho mexicano, para la cultura popular. Aun cuando Pedro Armendáriz no era borracho parrandero ni jugador en sus papeles cinematográficos, sí se mostró como macho. Para otros que abrevaron del nacionalismo se veía al hombre mexicano en murales o pinturas edificando un nuevo México (autorretrato de Juan O’Gorman) o participando en la lucha de clases (mural de Diego Rivera en el Palacio de Bellas Artes). No hubo una sola forma de exaltar la masculinidad, sino muchas. Acaso la dominante sí fue la de Jorge Negrete y Pedro Infante, y no
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tanto la de actores como David Silva (Esquina bajan, 1948), “un mexicano pobre pero honrado”. En el nacionalismo, el hombre fue enaltecido —para otros, envilecido— como macho, y la mujer osciló entre varias caracterizaciones. Una arista de María Félix, en películas de la revolución, siendo femenina y bella, también era enérgica y dominante. Otra fue la que estelarizó Dolores del Río, hermosa mujer con mayor tendencia al trato bondadoso. Otro prototipo de mujer fue la “cabecita blanca”, Sara García, quien sufría enormidades por sus hijos o nietos: era una mujer abnegada. La actriz Katy Jurado presentó otro modelo de mujer: se destacó por su belleza y por cierta malicia. Fuera hombre o mujer el exaltado en el cine, lo común era que el escenario del campo o ciudades mostrara contrastes entre las clases sociales. Al revelarlos, fue usual que exaltaran al sufrido y criticaran al villano. En la mayoría de los casos, el vejado era humilde trabajador, y quien lo menospreciaba, un adinerado, hacendado o capitalino. La hegemonía no llevó a la lucha de clases, sí a soportarla, a refunfuñar en contra de las injusticas, no a luchar por una nueva cultura y moral. Difícil es hablar de la música nacionalista de la alta cultura (Chávez, Revueltas y Moncayo) para quien carece de las herramientas simbólicas para hacerlo. Empero, se puede decir que los sonidos y las imágenes que evocan sus partituras se identificaron desde su aparición con lo nacional. Quizá la muestra más ilustrativa sea El Huapango, de Moncayo, equiparable al Son de la Negra, de Blas Galindo, usualmente interpretada por mariachis. Es difícil asegurar si la música retomó o creó lo nacional. Cualquiera que sea el caso, en estas décadas los intelectuales dirigieron el gusto popular y la alta cultura a lo nacional. Así fue en la pintura; por ejemplo, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, de Diego Rivera. En este mural, Rivera mostró personajes mexicanos o relacionados con México; ilustró con sorna la lucha de clases, por ejemplo, en los vestidos de mujeres (afrancesados, las hijas y esposa de Porfirio Díaz) y de vivos colores de otras mujeres con facciones indígenas; también ilustró la historia con personajes importantes de ella, como Juárez o Maximiliano. Todos los personajes de este mural de Rivera tienen estrecha relación con la historia de México, incluido el cubano José Martí. La recreación o creación de un nuevo México, producto de la revolución, es decir, distinto al México del porfiriato o del periodo revolucionario, fue impulsado por una nueva propuesta estética y, simultáneamente, moral. Los sentimientos se recrearon en el cine, radio, literatura, pintura, periodismo, comicidad y otras fuentes culturales. Al recrearse, los intelectuales nacionalistas contribuyeron a crear una nueva moral y forma de relación cultural.
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Es necesario recordar que en el periodo del nacionalismo también se gestaron nuevos actores sociales, como sindicatos —de los maestros, por ejemplo—, y a consolidar corporaciones, como la Confederación de Cámaras Industriales y la de Comercio. El Estado los consolidó por dos vías: apoyándose en ellos, en sus acciones políticas —especialmente en el sexenio de Cárdenas—, y debido a que se reagruparon para contrarrestar y oponerse a las políticas que lesionaban sus intereses. De hecho, el corporativismo se generó en esta época. Otro actor social relevante fue el pan, fundado por Manuel Gómez Morín, Efraín Luna y Adolfo Christlieb Ibarrola. Fue una respuesta de la derecha en México ante las acciones del sexenio de Cárdenas. Después de él, en México casi se olvidaron las deudas con quienes murieron durante la revolución: aproximadamente un millón de personas. En ese entonces se modificó la visión de campesino: se admiró como ser de culto, pero no tanto como ser vivo con necesidades específicas (Bonfil, 1989, pp. 39-43). El conformismo propiciado por el nacionalismo no fue revolucionario, aunque en películas, libros y pinturas sí rindieron homenaje a la revolución (obras de Martín Luis Guzmán ilustran este aseveración). El nuevo conformismo nacionalista osciló entre la ciudad y el campo. No tuvo pretensiones de terminar con el presidencialismo que instauró el Jefe Máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles. Tampoco alertó en contra del corporativismo que estaba gestándose. Tanto el pri como el pan tienen sus orígenes en la irrupción de nuevos intelectuales: para contener las fuerzas conservadoras (Partido Nacional Revolucionario [pnr], antecedente del pri, fundado por Calles) y para dirimir por la preservación de privilegios vigentes (pan). Pintores, actores, músicos, cómicos, periodistas y demás intelectuales, fuentes de consenso, no fueron ajenos a esa lucha entre dos formas de ser mexicanas. Por supuesto, los intelectuales no son de dos tonos, tienen muchos matices. Inculpar, por ejemplo, que los cómicos de la radio fueran, deliberadamente, copartícipes de los intereses en juego, es excesivo, como burdo es simplificar al arte entre conservadores y revolucionarios. Es imposible atribuir, por caso, a Juan O’Gorman una tendencia política en sus pinturas. No obstante, sí favoreció determinada temática y forma de abordarla. Es importante resaltar la cantidad y calidad de intelectuales de esta época. Su oferta fue muy generosa y dirigida a las distintas clases sociales. Edificaron, en buena medida, un consenso vigoroso y muy activo. Propiciaron sentimientos, prácticas e ideas que se objetivaron en formas morales y culturales. El Estado mexicano, en las décadas de 1930 y 1940, recurrió más al consenso y menos a la
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coerción. La iglesia católica ya no guio como en la lucha cristera. Los intelectuales aquí enunciados sí dirigieron. Sus brillantes obras aún perduran. ¿Encuentran parangón intelectuales y sus obras con la oferta cultural que ahora existe? ¿Existen directores, guionistas, actores de cine, del alcance de los de la Época de Oro del cine nacional? ¿La literatura nacional tiene la valiosa oferta de la novela o poesía nacionalista en cuanto a la calidad literaria o en cuanto a su poder de representación social? En la literatura, pintura o política, Alfonso Reyes, Samuel Ramos, Manuel Gómez Morin, José Vasconcelos, Diego Rivera, Carlos Mérida, Blas Galindo, Silvestre Revueltas, por citar sólo unos cuantos intelectuales nacionalistas, ¿tienen relevo en el año 2014? La longeva crisis que padecemos no es gratuita ni ajena a la carencia de guías espirituales. Los intelectuales nacionalistas ganaron el apoyo de las masas, las modelaron acorde a la visión de clase en el poder, fueron agentes que impulsaron una hegemonía. No obstante su poderío, México, América Latina y el mundo, experimentaron nuevas relaciones internacionales: lo nacionalista se vio trastocado por la civilización capitalista comandada por Estados Unidos, luego de la segunda guerra mundial. México, como América Latina, se vio precisado a modificar su proyecto nacionalista: otra modernidad le fue impuesta por las élites nacionales y extranjeras. Norteamericanización Después de la segunda guerra mundial el mundo se polarizó: un área de influencia norteamericana y otra soviética. El orbe, un set de películas estadounidenses: héroes versus villanos. Una humanidad así entendida se empobrece, ya que excluye otros contextos: el mundo musulmán y el llamado Lejano Oriente. A México y América Latina llegó de arriba —élites nacionales latinoamericanas— y de afuera —élites estadounidenses— un nuevo modelo económico-político-social y cultural. Su manifestación más nítida está en el modelo económico llamado sustitución de importaciones: a los países latinoamericanos los orillaron a industrializarse y, simultáneamente, urbanizarse. Junto con los cambios económicos vinieron otros en la sociedad y cultura mexicanas: pasó de población rural a, mayoritariamente, urbana; existió absorción tecnológica y de los símbolos de la modernidad: patrones de consumo y formas de vida exportados por los Estados Unidos (Vuskovíc, 1990, p. 25). El 6 y 9 de agosto de 1945 explotaron sendas bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, ambas en Japón. Con tal atrocidad se puso el punto final a la segunda guerra mundial. Con el triunfo, Estados Unidos modificó las relaciones internacionales y se convirtió en claro dirigente de occidente.
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La influencia que devino de los Estados Unidos provocó cambios en el proyecto nacionalista mexicano. Lo que Antonio Gramsci advirtió en la década de 1930, la norteamericanización de la vida (Gramsci, 1981, pp. 209-210), en México se materializó durante las décadas de 1950 y 1960 con la urbanización-industrialización acorde a patrones estadounidenses. Desde hace más de 60 años, la norteamericanización de los mexicanos y del mundo se ha tornado cada vez más visible. Una muestra es Ciudad Satélite, ubicada en el Estado de México, conurbada en la zona metropolitana de la ciudad de México: la urbe con sus suburbios como en Estados Unidos. La llegada de sus habitantes inició en 1956. Llamaron modernas a sus casas; no tenían similitud con las de la colonia Condesa del Distrito Federal; éstas siguieron patrones del art déco o, en general, europeos, principalmente franceses. Junto con el fraccionamiento Ciudad Satélite, impulsado por el gobierno de Miguel Alemán Valdez, inició la construcción de vías de comunicación antes inusuales en el Distrito Federal: las que privilegian al automóvil y su velocidad de desplazamiento: las vías rápidas en las que también circularon camiones urbanos para transportar a quienes no tenían para adquirir un vehículo. Las industrias que surgieron en esas décadas, inicialmente en el Distrito Federal, luego se esparcieron al Estado de México y entidades cercanas a ese gran mercado que es la capital del país. Querétaro, durante esas décadas, mostró una inicial modernización con la instalación de fábricas dedicadas a diversas actividades. Junto con las industrias iniciaron las colonias populares y de las clases medias; por ejemplo, colonias del sur del Distrito Federal aledañas a la calzada de Tlalpan: Banjidal, Sinatel o Justo Sierra. En México, como en las demás ciudades industriales, paulatinamente desaparecieron establos, zonas de siembra y pastoreo, y en su lugar aparecieron nuevas colonias y fraccionamientos. La actividad agropecuaria fue dejando su lugar a la industria y los servicios. Si antes hubo afrancesamiento, en la década de 1950 se fortaleció la norteamericanización de México: el nacionalismo se modificó por el proceso de convertir al hombre en algo insensible, maquinal y burocrático (Gramsci, 1981, p. 209). La película de Charles Chaplin, Tiempos modernos, habiendo sido filmada en 1936, representó este nuevo modelo de hombre; gracias a la comedia, Chaplin hizo ostensible la mecanización debida a la industria o al trabajo en cadena y cómo ello conduce a la humanización maquinal y burocrática. Bernardo Quintana Arrioja fue un notable fraccionador y modernizador, creador del grupo Ingenieros Civiles Asociados (ica). En Querétaro construyó el fraccionamiento Álamos y la zona industrial Benito Juárez. Las edificaciones no fueron
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ya afrancesadas. En esas dos décadas también iniciaron los llamados rascacielos: la Torre Latinoamericana, en el centro histórico del Distrito Federal (inaugurada en 1956), localizada en contraesquina del Palacio de Bellas Artes y el Banco de México (ambas obras del periodo del afrancesamiento). En las décadas de 1950 y 1960 la norteamericanización la expresó graciosamente un célebre cómico: Germán Valdez “Tin Tan” (“El Pachuco”). Él mostró la amalgama del peladito descrito por Octavio Paz y del mexicano-estadounidense que salió del país durante la segunda guerra mundial para laborar en la agricultura de Estados Unidos. “Tin Tan” actuó con Marcelo Chávez, su Carnal; Fanie Kauffmann “Vitola”, y “El enano Tun Tun”. Una muestra es su película Un rebelde sin casa (1957). También en el cine destacó Eulalio González “Piporro”. En algunas de sus películas —como El terror de la frontera (1963) o El bracero del año (1964), que él mismo produjo y dirigió— mostró la tensión mexicano-estadounidense que la sociedad y cultura mexicanas experimentaban. Por otra parte, Luis Buñuel dirigió la película La ilusión viaja en tranvía (1954), con la ayuda de guionistas de la talla de José Revueltas y Juan de la Cabada. Como es usual, en estas décadas hubo ofertas de cine para la cultura de masas y para la alta cultura. La producción de la industria cinematográfica mexicana logró otra forma de trascender: la venta de películas a Centro y Sudamérica. La televisión comercial en México arrancó al transmitir el cambio presidencial de 1952. Los concesionarios iniciales fueron: en el canal 4, la familia O’Farril; del canal 2, Emilio Azcárraga, propietario de la xew; y del canal 5, la concesión fue propiedad del ingeniero Guillermo González Camarena. Años más tarde, las tres concesionarias las agrupó el capital de la familia Azcárraga, bajo un nuevo nombre: Televisión Satelital (Televisa). La programación de la naciente televisión mexicana tuvo en las telenovelas un campo que, hasta la fecha, destaca. Algunas de ellas fueron Gutierritos y El derecho de nacer; esta última pasó de radio a televisión. El melodrama y la comedia siguieron las enseñanzas de la radio comercial para vender sus productos: la trama de las novelas movía a la conmiseración o al coraje en contra de villanos o a favor de heroínas sufridas o héroes esforzados. Fueron insensibles a las injusticas derivadas de una sociedad dividida en clases; hasta nuestros días, siguen la misma tendencia. Este nuevo proceso modernizador, la norteamericanización, iniciado en la segunda mitad del siglo xx, ya no fue del todo nacionalista. Tuvo otros intelectuales que dirigieron formas de ser y de valorar. Algunos de ellos fueron protagonistas de
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la naciente televisión mexicana; por caso, el programa El club del hogar, iniciado en 1952, de Daniel Pérez Alcaraz (encarnó formas de ser citadinas, vestía un pulcro traje y corbata de moño) y Francisco Fuentes “Madaleno” (lució una forma de ser de un campesino avecindado en la ciudad, con pantalón y camisa de manta y una especie de gabán hecho de jerga). También en la televisión de la década de 1950 y 1960 destacaron Viruta y Capulina, célebre programa del humor conocido como de pastelazo, un tanto al estilo de El Gordo y el Flaco de los Estados Unidos. Otro célebre actor, con todo y su grupo, fue Enrique Alonso “Cachirulo”, quien protagonizaba un exitoso programa de televisión dominical dirigido a niños; fue aquel que en algún momento decía: “Tomen su chocolatote […]”. Otro programa representativo de la época fue El estudio Raleigh de Pedro Vargas; en él actuaron, además del propio “Samurai de la canción”, Francisco Rubiales, mejor conocido como Paco Malgesto, y Daniel “El Chino” Herrera. En este programa televisivo era habitual que los invitados fueran actores y cantantes de la importancia de Lola Beltrán, Amalia Mendoza “La Tariácuri”, José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, Antonio Aguilar y otros más. Casi de forma simultánea a la emisión de esos programas televisivos existieron otros que emprendieron la norteamericanización en México. Algunos botones de muestra: Rin Tin Tin, Lassie, Patrulla de caminos, Los intocables, Combate, Daniel Boone; los seis programas con diferentes escenarios y tramas, pero los seis propios de la vida y gusto estadounidense. En el cine y la música, Elvis Presley fue el prototipo por antonomasia de la norteamericanización. Aunque otros estadounidenses difundieron la cultura de su país en México, a través de la industria cinematográfica: John Wayne, James Dean, Marlon Brando, Marilyn Monroe y Elizabeth Taylor. Los niños de hogares con recursos para adquirir televisores también entraron al proceso de norteamericanización: caricaturas o los llamados programas infantiles (La pandilla, por ejemplo). El impacto del rock and roll estadounidense, y luego inglés, fue de tal magnitud que grupos como Los Rebeldes del Rock, Los Holligans, Los Teen Tops, o Los Locos del Ritmo orientaron a mexicanos a una emulación del gusto de masas al estilo estadounidense. En México, la masificación del gusto por cierta música no se orientó a lo internacional en abstracto, pero sí fue dirigido por quienes tenían el poderío económico-político para difundir mundialmente su cultura: Estados Unidos. Existió una rítmica excepción: la música cubana.
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El rock fue precedido por el aprecio a las grandes bandas (dos ejemplos: la de Glen Miller o Ray Coniff). En México tuvimos seguidores de ese estilo de hacer música: la Orquesta de Pablo Beltrán Ruiz y la de Luis Alcaraz. En esas décadas, un cantante cobró importancia: Javier Solís, llamado “El rey del bolero ranchero”. Fue aclamado por compatriotas que coreaban gustosos al escuchar “[…] Sombras nada más entre tu vida y mi vida […]”. El dominio de una forma de ser sobre otra no fue uniforme. La norteamericanización coexistió con una forma de nacionalismo. Asimismo, coexistió con otra oferta musical: la de Dámaso Pérez Prado: el danzón, y con la Orquesta Aragón de Cuba: el cha cha cha; los dos tipos de música y músicos venidos de Cuba. Curiosa evolución musical: canción ranchera, después bolero ranchero, luego ritmos cubanos que disputaban el gusto a la norteamericanización del gusto de las masas. Cabe mencionar que la llamada música culta no dio igual número de compositores como en la época del nacionalismo. Un excelente representante de este tipo de música fue Eduardo Mata. En este periodo también es factible hablar de cultura collage o pastiche: mezcla de varias ofertas culturales. El ritmo cubano, los boleros rancheros, el estruendo de las baterías y las guitarras eléctricas del rock and roll —expresiones de la cultura que cada vez más despolitizó a buena parte de la población mexicana— acallaron el asesinato de Rubén Jaramillo y su familia a manos de soldados del ejército mexicano, acaecido el 23 de mayo de 1962, justo en el llamado milagro mexicano, en el periodo presidencial de Adolfo López Mateos (1958-1964). Esa cultura y forma política de las décadas de 1950 y 1960 tampoco valoraron la cruel respuesta a ferrocarrileros, cuando el gobierno encarceló, en 1959, a sus líderes más importantes, entre ellos, Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Ni qué decir de otros movimientos que anunciaron al de estudiantes de 1968: maestros (1958) y médicos (1964-1965). En ambos casos, con despidos y cárcel para sus líderes, en especial destacó el maestro Othón Salazar. La bulla del choque de ofertas culturales tan disímbolas —la del chachachá, el bolero ranchero y la pro estadounidense encarnada por mexicanos— también contribuyó a provocar oídos sordos a los reclamos del México que Guillermo Bonfil Batalla (1989) mostró en su libro México profundo: una civilización negada. La inmensa mayoría de mexicanos no valoraron la cultura ni las acuciantes necesidades de los pueblos originarios de México; menos aun a sus representantes ni a luchadores que dieron la vida por mejorar sus condiciones (Rubén Jaramillo); la cultura existente en el periodo de norteamericanización les echó tierra encima.
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La prensa nacional (Excélsior, El Universal, La Prensa, Ovaciones, Esto, la cadena del general García Valseca de periódicos Sol de los estados) y la televisión (el consorcio Televisa) contribuyeron a desvanecer la información que ofrecieron revistas con cierta autonomía ante el control estatal: Política y Siempre!. No existió clamor nacional en contra de la represión del gobierno ni de la desesperante situación de los campesinos durante dos décadas. No, a pesar de que se publicó otro excelente estudio de esa milenaria cultura mesoamericana: Juan Pérez Jolote, de Ricardo Pozas Horcasitas. Para la conformación de la nacionalidad, como bien dijo Ernest Renan (2010), se necesita olvidar. Los mexicanos olvidaron a ese sector de la población, a aquellos que conforman parte de sus raíces. Bonita nacionalidad la mexicana: se erigió sobre la base de olvidar, de omitir, a una de sus columnas: la indígena. La otra, la hispana, no sufrió suerte distinta; en la memoria colectiva mexicana difícilmente se asocia la cultura española con africanos, griegos, romanos o árabes. No se relaciona con el dominio que ellos tuvieron por siglos en España: también se olvida. Al parecer, la Madre Patria es casta y pura para una considerable parte de los mexicanos. Siendo profundas las raíces culturales de México, sólo se valoran cosas superficiales de ellas. El olvido es enorme. No advertimos la ancestral hibridación cultural (García, 2010). En 1965, el mundo intelectual latinoamericano advirtió cómo se ejerció la violencia de Estado en contra de la libertad de expresión e imprenta; supo cómo se reprimió al director, Arnoldo Orfila Reynal, de origen argentino, de la editorial mexicana más importante de esos años: el Fondo de Cultura Económica (fce). Él se vio obligado a renunciar por el revuelo causado por el libro Los hijos de Sánchez (primera edición del fce en 1964), escrito por el antropólogo estadounidense Oscar Lewis. Este libro documenta formas de relación social y afectiva de mexicanos trabajadores de la clase más humilde; describe, por ejemplo, múltiples relaciones amorosas del protagonista principal. Para las “buenas conciencias”, seguramente como las de Gustavo Díaz Ordaz, fue una afrenta a la nación. En esos años, en el mundo de las letras de México y América Latina aconteció el llamado boom: emergieron Carlos Fuentes, de México; Gabriel García Márquez, de Colombia; Julio Cortázar, de Argentina, y Mario Vargas Llosa, de Perú. Dos de ellos, premio Nobel de Literatura. Carlos Fuentes, candidato durante muchos años a obtenerlo, lamentablemente no recibió tal distinción. Todos novelistas que trascendieron los límites tradicionales de América Latina. Su obra fue traducida, editada y vendida en Europa y Estados Unidos. Todos, de distinta forma, ilustraron condiciones políticas, sociales y culturales de sus lugares de origen. A pesar de ser locales, fueron universales por plantear dilemas humanos; no fueron nacionalistas, aunque paradójicamente sus referentes fueron sus orígenes nacionales.
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En la literatura nacional existió la llamada literatura de la onda. Surgió en la segunda mitad de la década de 1970, pero no trascendió fronteras como la del boom. La integraron jóvenes desenfadados que rompieron con cánones tradicionales, al emplear neologismos y un lenguaje coloquial de la época. Para algunos críticos de arte, su lenguaje era soez y con poco trabajo literario. Algunos de sus integrantes fueron José Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña. Todos ellos expresaron en sus novelas formas de ser existentes entre jóvenes de clases medias urbanas. En todo caso, criticaban el estado de cosas vigente. Veladamente criticaban al sistema político en su conjunto por su autoritarismo. Sus temas fueron sólo citadinos. Los campesinos y el campo fueron ajenos a los jóvenes onderos. Les interesó narrar consumo de drogas, especialmente lo que llamaron viajes de marihuana o de hongos alucinógenos. Sin seguir las formas literarias de la onda ni del boom, brillaron las plumas de Carlos Monsiváis y Fernando del Paso. Escritores previos como Luis Spota, Jorge Ibargüengoitia y Juan García Ponce, fueron magníficos representantes de autores nacionales. Llama la atención en este periodo la menor cantidad de intelectuales letrados y productores de letras y la cada vez mayor importancia de periodistas y locutores; en general, iletrados y sin producción literaria. Un ejemplo claro fue el programa de Televisa, 24 horas, del cual fue titular durante 30 años Jacobo Zabludovski. Es una magnífica representación de un tipo de intelectual porque, siendo letrado, fue un soldado del pri, como su jefe, Emilio Azcárraga Vidaurreta, y después el hijo de éste, Emilio Azcárraga Milmo. Televisa, como otros medios, fueron eficientes: contribuyeron a difundir un conformismo favorable a acciones gubernamentales, incluso las más reprobables. Lejanos quedaron los días del Nieto del Ahuizote. Los medios masivos de información cada vez más fueron voceros gubernamentales. Aun así, “Rius” siguió dibujando Los agachados y después La garrapata. El azote de los bueyes. Ni “Rius” ni otros caricaturistas tuvieron el poderío de Televisa. Un único argumento de “soldados intelectuales” que contribuyeron a generar conformismo favorable al pri-gobierno: la matanza perpetrada el 2 de octubre de 1968 no mereció ninguna crítica de la inmensa mayoría de los medios masivos de comunicación. Voces críticas que sí se manifestaron fueron las de Heberto Castillo, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y Octavio Paz, entre otras. La norteamericanización iniciada en la década de 1960 no favoreció posturas críticas al sistema político ni económico. Cada vez hubo menos intelectuales, como los del periodo del nacionalismo. Cada vez más los locutores de Televisa dirigieron la opinión pública.
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México, durante la sustitución de importaciones, transitó de intelectuales letrados o con cierta autonomía, a otros que se autonombraron soldados del pri. Los intelectuales orgánicos al proyecto que más tarde se conoció como proyecto Televisa, compartieron generalizar la norteamericanización y propalar su hegemonía (Bonfil, 1991, pp. 166-167). Ellos cada vez más dirigieron la cultura dizque nacional. Lo hicieron a pesar de coexistir con intelectuales como Fuentes o Monsiváis. Su triunfo fue la derrota del nacionalismo de décadas previas. México inició otra modernización, con estilo estadounidense: la llamada aldea global. Caída del sistema El tránsito a la aldea global, al neoliberalismo, fue precedido por un proceso que cimbró a México: la caída del sistema. Esa frase la acuñó el entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, al contar los votos para presidente de la república en 1988. Según él, el sistema de cómputo se cayó; mejor dicho, el sistema calló resultados que, seguramente, favorecían a Cuauhtémoc Cárdenas. Imaginariamente se restableció y Salinas de Gortari fue ungido como presidente. Lo que se cayó para no restablecerse fue la dirección intelectual y moral: los intelectuales orgánicos al proyecto neoliberal no logran consenso; corrobora esta honda fractura, los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu y el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), en 1994: casi ya no funcionaron los cañonazos de cincuenta mil pesos para acallar. El fin del milagro mexicano, la caída del sistema iniciada en 1988, aconteció después del movimiento estudiantil de 1968; éste fue simultáneo a otros movimientos estudiantiles en Europa y Estados Unidos. Fue una caída del sistema mundo occidental. En la década de 1970 la expansión del capitalismo en sus diversas manifestaciones (cultural, política, económica, intelectual y moral) experimentó una primera sacudida-contención. Esta crisis capitalista requirió modificar al sistema mundo en su conjunto: el neoliberalismo fue la respuesta. Lo iniciaron en los primeros años de la década de 1980, en el terreno político-económico, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, principalmente. Algunos autores denominan posmodernidad a la forma cultural que acompaña al reacomodo económico-político. Aquí sólo se destaca que en ella todo vale, aun cuando valga más el consumismo-hedonismoindividualismo-egoísmo (Yépez, 2005, pp. 72-73). El neoliberalismo es un proyecto para que el sistema mundo se norteamericanizara en sus formas de producción, circulación, distribución y consumo de bienes y servicios. El Estado mexicano —desde el régimen de Miguel de la Madrid y hasta
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la fecha— se redujo: vendió sus empresas, disminuyó salarios, incrementó el costo a pagar por sus servicios, favoreció el libre ingreso de mercancías al mercado nacional, dejó a la economía al juego de la oferta y demanda, no la dirigió. Tampoco creó ni condujo un proyecto cultural; no educó de manera plausible. Este proyecto mundial capitalista, encabezado por capitales estadounidenses, pomposamente lo denominan La aldea global. Como en la mayoría de las aldeas, existen centro y periferia. Unos salen más beneficiados. Otros padecen el reacomodo de la tal aldea. Una manifestación del proyecto económico-político neoliberal es la cultura posmoderna. Ésta es de tal suerte que un joven mexicano vive —parafraseando a Lyotard (1991, pp. 17-18)— el intenso gusto por los animes,5 las hamburguesas de la franquicia estadounidense McDonald’s, y en días patrios bebe tequila Herradura Light, de la empresa Seagram’s (la trasnacional estadounidense Brown-Forman Corp., también fabricante del güisqui Jack Daniel’s), disfruta de gorditas de queso con migas, acompañadas con su Coca-Cola y papas Sabritas u otras botanas de la industria estadounidense Pepsico. Lyotard llamó a esta forma de consumo indiscriminado grado cero de cultura. El neoliberalismo y su otra cara, la posmodernidad, destruyen y reconstruyen los proyectos nacionales para convertirlos en pastiches, collages o mezcolanzas que cercenan y desenraízan los productos y gustos locales (Yépez, 2005, pp. 73-74). Con ellos, con las mercancías de la cultura trasnacional, se debilitó o casi aniquiló el gusto por los intelectuales nacionalistas. Ahora, a cuatro décadas del inicio de la crisis estructural generalizada, de la caída del sistema, es importante destacar la ausencia de un proyecto nacional distinto del que deviene de la aldea global. Proyecto nacional que hegemonice en México, que dirija con energía en la búsqueda de la concreción de tal proyecto. En épocas previas sí hubo una dirección-proyecto que condujo a nuestra nación y a sus diversos grupos y clases sociales: afrancesamiento del porfiriato, nacionalismo y norteamericanización. La cultura posmoderna no admite centros fuertes ni nacionales ni extranjeros, aun cuando sí predomina la masificación del gusto al estilo estadounidense. Adicional al consumo de mercancías como Coca-Cola o la hamburguesa McDonald’s, es decir, de la masificación del gusto estadounidense, están las películas, Claro ejemplos son: Titanic, producida con capital de Estados Unidos y que recaudó 1 842 879 955 dólares; y Harry Potter, financiada con capital también estadounidense (Warner Brothers) y británico (Heyday Film), que logró un acumulado de 7 689 344 635 dólares por la franquicia completa. En la industria nacional 5
Dibujos animados de procedencia japonesa.
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no existe parangón que se le equipare, ni en ganancias ni en masificación mundial del gusto mexicano. Así, vemos que lo global no es tan global. Aunque México sí exportó en la década de 1980 al Chavo del ocho a Latinoamérica, y a Verónica Castro y sus telenovelas incluso a Rusia. En México hubo un charro cantor, que con frecuencia vestía de negro: Jorge Negrete. En esta era posmoderna existió un cantante que también acostumbró vestir de negro, al menos en uno de sus números musicales más exitoso: Michael Jackson. De adolescente, su tez era de una coloración, después la cosmética moderna la modificó; la cirugía plástica también cambió sus facciones: hizo de su faz otra muy distinta. La masificación del gusto lleva, incluso, a que el cuerpo humano se convierta en mercancía motivo de cirugía, de manipulación, para acercarlo a patrones dominantes. La cultura del grado cero, vacía, de pésima calidad, que propicia el consumo ecléctico, al mismo tiempo espolea a ser de cierta forma: no pocos mexicanos, calificados-descalificados como clasemedieros, son propensos a poner su cuerpo y cara en manos de quienes les brindan la ilusión de belleza. Así, gracias a la cirugía, al dinero y a una cultura que se centra en el individuo, se jactan de ser modernos y seguir las formas deseables, apetecibles para ese sector social. Otra ilustración de la expansión del gusto masificado estadounidense y formas deseables del cuerpo humano son los tatuajes y las perforaciones corporales (piercing). En México padecemos la ausencia de un proyecto nacional que dirija las formas de ser y de valorar. No tenemos intelectuales con la capacidad de cohesionar ni con la brillantez de “Cri Cri”, “Cantinflas”, María Félix, Octavio Paz, Fidel Velázquez, José Pablo Moncayo, Bernardo Quintana, Emilio Azcárraga Vidaurreta, Samuel Ramos, ni de aquellos otros que impulsaron un proyecto modernizador nacional. En México vive Carlos Slim, sólo que no es un capitalista nacionalista. Slim tiene empresas en muchos países de América; su riqueza genera empleos y explotación en otras naciones. Alguien similar a Slim, con el poderío para crear y difundir un proyecto, no existe en el mundo de la música, de la pintura, de la televisión, el cine o la política. Los únicos escritores con una excelsitud semejante fueron Carlos Fuentes, Octavio Paz y alguno que otro intelectual. No hay quien posea el talento de quienes murieron, por ejemplo, Juan Rulfo. Ya no hay mexicanos como los de la constelación que conformó al México moderno. Sí existe un compositor, Aleks Sintek, quien a petición y pago del régimen de Felipe Calderón, compuso un jingle para conmemorar el 200 aniversario de la independencia y el 100 de la revolución; sólo destaco un estribillo de ese jingle: “Sha la la, sha la la”. Fue tan exitoso, que apenas duró una semana en las radiodifusoras.
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Si no hay intelectuales como los que aquí se enuncian, es necesario reconocer que hay otros. Por caso, el cantante Luis Miguel ha tenido una proyección internacional incomparablemente mayor que cualquier cantante mexicano anterior a él. La actriz Salma Hayek tiene más presencia internacional que la que llegó a soñar María Félix. En el deporte, marco tres: el pentapichichi Hugo Sánchez, Julio César Chávez, y ahora Javier “el Chicharito” Hernández. En las letras, Paco Ignacio Taibo II vende más libros en todo el mundo que la mayoría de los autores que antes mencioné. Los moneros Jis y Trino venden mucho más que cualquier caricaturista anterior (su clientela es mucho mayor). En el cine hay tres directores mexicanos muy cotizados en el mercado internacional: Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro. Lo que debe valorarse, al mismo tiempo, es que los proyecta la industria del entretenimiento internacional; seguramente, salvo a Taibo II y quizá Jis y Trino. Esto es, Luis Miguel, Salma Hayek, González Iñárritu, Del Toro y Cuarón no proyectan preocupaciones de la mayoría de los mexicanos, algunos viven fuera de nuestro país, no lo viven de cerca: no se apropian de sus problemas prácticos ni los proyectan; no son intelectuales orgánicos a intereses nacionales. Otro botón de muestra de notables ausencias. Recientemente fallecieron dos extraordinarios universitarios: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echevarría. Sus cátedras no fueron suplidas por las de maestros que tuvieran su formación ni su producción; sus obras tampoco encuentran parangón en la de jóvenes universitarios. Muere lo viejo sin que el nuevo ingenio acabe de surgir. La universidad pública es un caso no suficientemente mostrado en la caída del sistema: se jubilan o fallecen sus profesores de tiempo completo, y las plazas que ocupaban “se congelan”. No hay recursos para contratar otros profesores. Sí hay nuevos criterios de contratación: honorarios o plazas Promep, que son otorgadas a los llamados baby doc: jóvenes doctores recién egresados de Programas Nacionales de Posgrado de Calidad (pnpc), que tienen en común el título de doctor y una incipiente experiencia en investigar y en la docencia (Díaz, 2010). Existe neoliberalismo. Asimismo, hay la cultura posmoderna que lo sostiene. Ésta se acrecienta porque no hay ni el poderío económico-material ni intelectual para crear un proyecto de nación alterno. Duro trabajo legaron los viejos ya difuntos: educar a los intelectuales que construyan un proyecto nacional y tengan el talento y los arrestos para difundirlo. Si así debiera ser, entonces, los educadores necesitan ser ellos mismos intelectuales. No se invita a regresar a tiempos idos —situación imposible— ni decir “todo tiempo pasado fue mejor”. Necesario es advertir la orfandad que padecemos: no hay intelectuales que alumbren el camino. Los necesitamos para que ellos eduquen a otros poderosos intelectuales. El reto
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estriba en que sin intelectuales no hay proyecto de nación y corremos el riesgo de más neoliberalismo y priismo-panismo por quién sabe cuántas décadas más. La ausencia de dominio tiene algo de afirmativo: de ella puede emerger lo inédito. Pesimismo en la inteligencia y optimismo en la voluntad son exigencias ante lo que padecemos. Los intelectuales son producto y productores de cultura. Nuevos intelectuales requieren abrevar de una nueva cultura. Se necesita una cultura distinta a la del proyecto Televisa: la renuncia paulatina a las capacidades creativas de la sociedad mexicana, el imperio del consumo de mercancías culturales en lugar del ejercicio de la cultura, la pérdida de la capacidad de hacer e, incluso, y lo que es más grave aún, la pérdida de la voluntad de hacer (Bonfil, 1991, pp. 166-167). Comentarios finales No se trata de espantar con el petate del muerto. Juzgo indispensable avivar la sensibilidad para valorar lo que dejó de existir sin que, hasta la fecha, sea suplido: mis fieles difuntos. Todavía tenemos la suerte de contemplar obras recién hechas por Francisco Toledo o Vicente Rojo. También nos dejan perplejos los libros que publican Paco Ignacio Taibo II o Elena Poniatowska. Por desgracia, son cada vez menos los intelectuales de esa calidad. El Estado mexicano siguió con apego los dictados del consenso de Washington: se adelgazó lo más que pudo, tan reducido quedó que ya no tuvo la capacidad de ser un Estado educador: careció de —y aún no tiene— un proyecto nacional; además, los recursos que ha destinado a la educación y la cultura son exiguos. Ahora se mueve más por la coerción que por el consenso. No sólo no destinó recursos suficientes a educar o para contribuir a crear-recrear la cultura, incluso contribuyó a apuntalar a quien lo hizo por él: el proyecto Televisa que se inclina por el espectáculo y la diversión frívola. Es una calamidad que locutores —como los apodados “Perro Bermúdez”, “El Tícher” López Dóriga o Adela Micha— azucen cada vez con mayor fuerza la cultura nacional. Locutores de Televisa y tv Azteca crisparon al sentimentalismo nacional de no pocos compatriotas con el triunfo del Tri en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. A muchos mexicanos los hicieron, literalmente, llorar de contentos con ese “histórico triunfo nacional”. Ahora la alegría no viene de “Cri Cri” ni de La familia Burrón ni de la socarronería de Monsiváis. Nos la pretende encajar la televisión de paga (casi toda de Estados Unidos), Televisa, tv Azteca y otros dispositivos como
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la prensa, la radio o el cine. Ellos muestran lo deseable y creado con sus artes: “el Chicharito” Hernández, “el Canelo” Álvarez o Justin Bibier, por ejemplo. El proyecto Televisa educa en distintas vertientes, desde telenovelas con la protagonista “La Gaviota”, hasta otras series en que los espectadores gozan viendo a la “señorita Laura” insultar o regañar a sus supuestos invitados. Este proyecto publicita mercancías para alentar individualismo, consumismo y hedonismo; además, presenta programas de baja estofa. Existen grandes capitales que sostienen a tal proyecto: Bimbo, Soriana, Comercial Mexicana, General Motors, General Foods, Banamex, por sólo decir algunos. Televisa está a la vista de manera notoria. Sus anunciantes no tanto. Tan responsables uno como los demás de ese infame proyecto. Televisa es la punta del iceberg —sostenido por grandes capitalistas nacionales y transnacionales— que maquina la cultura del grado cero. ¿Qué nos depara el futuro? No se vislumbran mejores momentos ni intelectuales que los ofrezcan. Existe un panorama incierto. La lucha por una nueva cultura demanda reconocer las previas, no tanto para lo que el sentido común vocifera: ¡La historia sirve para no cometer los mismos errores! Como señaló Benjamin, la historia también es provechosa para traer al presente lo que las viejas generaciones no consiguieron, a pesar de su esfuerzo; por ejemplo, por lo que luchó José Guadalupe Posada. El presente también importa. Una ilustración: el pájaro Simurg, según Borges (1984), anida en las ramas del Árbol de la Ciencia. Rosa Falcón, jugando con lo que escribió Borges, mostró el mito del pequeño pájaro: voló en búsqueda del gran pájaro Simurg. Durante su vuelo se le sumaron otros pájaros hasta formar la figura de un pájaro enorme, visible por la sombra que proyectaban al sobrevolar: el gran pájaro Simurg que buscaban eran ellos mismos. Ya no tenían que vagar tras una idea, eran ellos quienes generaban y portaban su utopía (Falcón, 2010, p. 13). Quienes buscan —o sienten nostalgia por— intelectuales debieran reconocer que la cultura la conforman con su diario trajinar todos los seres humanos. Los mexicanos tenemos la posibilidad de descubrirnos a nosotros mismos. El Simurg ya sobrevuela: diversos movimientos sociales de género, ecologistas-ambientalistas, maestros, madres y padres de hijos desaparecidos, Caracoles-ezln, autodefensa comunitaria, en suma, el Simurg se está constituyendo al volar. Quizá en este momento no nos asumamos como el Simurg en vuelo y conformación. La cultura se inclina ante la sentencia: “sin embargo se mueve…”. Existen genios que no corresponden a los tiempos que viven concretamente; viven una nueva cultura y otro proyecto de nación. La cultura es similar, hay grupos sociales, intelectuales y movimientos culturales que viven, prácticamente, otro proyecto
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de nación. El proyecto Televisa echa el bofe para que no valoremos ni nos asumamos como el Simurg. Muchos desprecian los movimientos opuestos al proyecto Televisa. Otros volamos como el Simurg sin saberlo: cada vez más, menos nos identificamos como nación, como México. La balcanización llegó. El Simurg vuela. Muchos valoran con simpatía al vencedor de la lucha por las conciencias (el proyecto Televisa), sin advertir que el vencedor en la lucha de clases lleva consigo un botín: bienes culturales posmodernos. Éstos deben su existencia no sólo al esfuerzo de quienes los crearon, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos y a un origen que no podrá considerarse sin cierto horror. Volar como el Simurg o consumir al proyecto Televisa apoltronado en un sillón, son dos alternativas. Deben existir más para salir de la crisis: ¿Una tríada que genere hegemonía: cultura, intelectuales y educación? Referencias Agustín, J. (2007). Tragicomedia mexicana (3 t.). México: Planeta. Bartra, R. (1987). La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano. México: Grijalbo. Béjar, R. (1983). El mexicano, aspectos culturales y psicosociales. México: unam. Benjamin, W. (1994). Tesis de filosofía de la historia. En J. Aguirre (ed.), Discursos interrumpidos (pp. 175-192, Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo, vol. 79). Planeta-De Agostini. Berger, P. & Luckmann T. (1997). Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. Buenos Aires: Paidós. Bobbio, N. et al. (1991). Diccionario de política. México: Siglo XXI. Bonfil Batalla, G. (1989). México profundo: una civilización negada. México: Grijalbo. Bonfil Batalla, G. (1991). Pensar nuestra cultura. México: Alianza Editorial [Estudios]. Borges, J. (1984). Manual de zoología fantástica. México: fce. Bourdieu, P. (1991). La distinción. Madrid: Taurus. Brading, D. (2004). Los orígenes del nacionalismo mexicano. México: Era. Cosío Villegas, D. (coord.). (1977). Historia general de México (vols. 1-4). México: El Colegio de México. De Alba, A. (2007). Currículum-sociedad. El peso de la incertidumbre, la fuerza de la imaginación. México: unam-iisue. Díaz, M. (2010). Académicos: tensiones en campos comunicativos-educativos (tesis doctoral). México: uaq.
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Los motivos del sinarquista. La organización y la ideología de la Unión Nacional Sinarquista The reasons for the sinarquista. The organization and ideology of the National Union Synarchists José Gustavo González Flores Seminario Diocesano de Morelia/El Colegio de Michoacán (minerito3@hotmail.com) Resumen: La Unión Nacional Sinarquista (uns) nació con un doble fin: 1) seguir los lineamientos de la Rerum Novarum¸ de León XIII, sobre la participación de los católicos en la política, y 2) hacer frente a los embates secularizantes del gobierno posrevolucionario mexicano. Esta agrupación reunió, principalmente, a los campesinos católicos comprometidos y aquellos que no se beneficiaron con el reparto agrario. La ideología del sinarquista promovió los valores católicos y atacó a los principales detractores de la iglesia romana a nivel mundial y nacional tales como el comunismo, el liberalismo protestante, la revolución y sus secuelas. A través de la doctrina sinarquista impresa y algunos testimonios orales de sinarquistas michoacanos se concluye que la iglesia aprovechó sus base social para cuestionar al Estado mexicano sin participar directamente. Palabras clave: Sinarquismo, Unión Nacional Sinarquista, iglesia, movimientos católicos, Michoacán. Abstract: The National Synarchist Union (uns) was born with a dual purpose: 1) follow the guidelines of the Rerum Novarum of Leo XIII, on the participation of Catholics in political, and 2) to face the onslaught secularizing the Mexican post-revolutionary government. This group brought together Catholic peasants and those who did not benefited from land distribution. Sinarquista ideology promoted Catholic values and attacked the main opponents of the Roman Church at global and national level such as communism, Protestant liberalism, revolution and its aftermath. Through the printed sinarquista doctrine and some oral testimonies of Michoacan sinarquistas, we conclude that the Church took its social basis for challenging the Mexican state without participating directly. Keywords: Synarchism, Sinarquista National Union, Church, Catholic movements, Michoacán. Fecha de recepción: 23 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 12 de noviembre de 2014
Época II - Vol. III - Núm. 1 / enero-junio de 2015 ISSN 1870-1191
José Gustavo González Flores Mexicano. Doctor en historia por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, A.C., maestro en historia por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, A.C. y licenciado en historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Actualmente se desempeña como profesor de historia y ciencias sociales en el Seminario Diocesano de Morelia y como auxiliar de investigación en El Colegio de Michoacán, A.C. Su área de investigación está enfocado en historia social y demográfica de Michoacán y México, siglos xvi al xix. Entre sus publicaciones más recientes destacan: “Breve acercamiento a la municipalización de los espacios indígenas del oriente de Michoacán”, en C. Paredes y J. Amós Martínez (coords.), … alzaban banderas de papel. Los pueblos originarios del oriente y la tierra caliente de Michoacán, México, cdi, 2012; “Consecuencias demográficas y rutas de propagación de las epidemias en Taximaroa”, en M. Magaña (coord.), Epidemias y rutas de contagio en la Nueva España borbónica (pp. 147-177), México, Universidad Autónoma de Baja California, 2013; y “Mestizos españolizados o españoles amestizados en Taximaroa 1745-1770”, en D. Carbajal (coord.), Familias pluriétnicas y mestizaje, México, Universidad de Guadalajara (en prensa).
Introducción1 Para doña Adelina Boyzo González, mujer sinarquista de las décadas de 1950 y 1960, el sinarquismo había sido un movimiento muy grande de gente católica que luchaba para que no se propagara el “comunismo” en México. Esta respuesta era por demás sencilla, pero a la vez muy iluminadora, ya que en ella se revelaban varias características del sinarquismo: movimiento masivo de inspiración católica y de ideología anticomunista. Para los sinarquistas como doña Adelina, este movimiento había sido una etapa importante de su vida donde el catolicismo social reaccionaba ante los embates secularizantes del gobierno. Por estas razones se estudia, más que la Unión Nacional Sinarquista (uns), a los sinarquistas, su organización e ideología, tratando de entender el movimiento tal como lo percibió el sinarquista común y corriente de los estratos bajos. El objetivo de este estudio es analizar las principales ideas que inspiraron el movimiento social católico denominado Unión Nacional Sinarquista (uns) y la propagación de ellas entre sus miembros. Se advierte que este trabajo no tiene la intención de dar seguimiento a cada una de las etapas del sinarquismo, ni siquiera hace mención de los dirigentes —a excepción de Salvador Abascal—. Tampoco se trata de la historia política o social del sinarquismo; sólo se pretende hacer un acercamiento a los valores que inspiraron a miles de seguidores a integrarse al movimiento sinarquista en las décadas de 1940 y 1950, cuando el movimiento alcanzó mayor auge. Para observar la recepción de la doctrina sinarquista entre sus miembros, se utilizan algunos testimonios de sinarquistas y sus descendientes oriundos de Michoacán, específicamente del subcomité rural de la Mina, municipio de Ciudad Hidalgo (véase figura 1). El trabajo se divide en tres partes. En la primera se hace un breve análisis sobre los antecedentes del sinarquismo y el contexto en el que surgió. La finalidad de este apartado es entender a la uns como un grupo de acción católica que emana como respuesta a dos situaciones: la primera era responder a los añejos mandatos de la Rerum Novarum; la segunda, hacer frente al contexto mexicano revolucionario que restringía los intereses de la iglesia.
1 Hago un agradecimiento especial a la Dra. Verónica Oikión Solano, quien alentó la investigación de este tema.
Figura 1. Ubicación del municipio de Hidalgo, Michoacán, México
Fuente: Elaboración propia.
En el segundo apartado se aborda la organización de la uns, y en él se incluyen algunos datos sobre el número de integrantes, organización espacial, gobierno y actividades cotidianas de los sinarquistas. En este apartado se quiere resaltar la importancia de la organicidad del movimiento para entender su efectividad y su mentalidad casi militar que emula los métodos fascistas de organización. Finalmente, en el tercer capítulo se resumen los principales puntos de la ideología sinarquista, que incluye dos aspectos antagónicos: primero, los valores propagados, tales como la conducta estoica, el nacionalismo, la propiedad privada de la tierra y la educación religiosa; y segundo, los factores que combatía, tales como el comunismo, la revolución y el liberalismo protestante “yanqui”. En cuanto a las fuentes de esta investigación, se pueden clasificar en dos categorías: las primarias, que son entrevistas a ex sinarquistas, manuales y discursos oficiales de la uns. Las secundarias son publicaciones que estudian la historia del sinarquismo. A estas obras podemos clasificarlas de acuerdo con el año que publicaron. La obra más antigua a la que se accedió fue la obra de Gill (1962), llamada Sinarquismo. Su origen, su esencia, su misión. En 1979 sale a la luz El
sinarquismo: ¿un facismo mexicano? 1937-1947, de Meyer. De la década de 1980 accedimos a dos obras y una tesis de licenciatura; la primera obra es del polémico Salvador Abascal (1980), y la segunda de los historiadores Zermeño y Aguilar (1988). La tesis es de Escamilla (1985), y habla sobre el sinarquismo en Michoacán. En la década de 1990, la obra de Serrano (1992), titulada La batalla del espíritu. El movimiento sinarquista en el bajío, fue la más sobresaliente. Después del año 2000 recurrimos a tres obras: la de Meyer (2003), El Sinarquismo, el cardenismo y la Iglesia; la de Hernández (2004), Historia política del sinarquismo 1934-1944, y la tesis doctoral de Rodríguez (2011), titulada Mujeres sinarquistas en México. Historia de una militancia católica femenina (1937-1948). Contexto del movimiento de la unión nacional sinarquista Antecedentes del sinarquismo Hay dos características que se deben tomar en cuenta para comprender al sinarquismo: primero, fue un movimiento social católico; y segundo, se trató de una fuerza social antirrevolucionaria. Sobre lo primero destacamos que el sinarquismo es una asociación emanada del espíritu de la Rerum Novarum en la que León XIII incitó la creación de asociaciones sociales de laicos. En cuanto a lo segundo, el sinarquismo surge en el contexto mexicano como una fuerza contraria al orden que buscaba establecer la facción ganadora de la revolución mexicana que destacaba la subordinación de la iglesia al Estado. En síntesis, para entender el contexto de la uns, hay que tener en cuenta estos dos aspectos. La uns, vista como un movimiento social católico, se inscribe dentro de los grupos de laicos católicos que buscaban, desde la movilización social, lograr la restauración del orden dentro de la cual la iglesia y la religión volvieran a tener presencia en la organización sociopolítica del país. El primer impulso para la organización de estos grupos católicos la había dado el papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum, en el año de 1891. En los apartado 34 al 39 de su encíclica, el pontífice hablaba de la formación de asociaciones para apoyo mutuo entre los trabajadores, cuya organización debía tener como características principales el amor y la obediencia a Dios y a la iglesia mediante el respeto a los días festivos y la asistencia a los sacramentos. De modo que cada uno conozca sus obligaciones para con Dios; que sepa lo que ha de creer, lo que ha esperar y lo que ha de hacer para su salvación eterna; y se ha de cuidar celosamente de fortalecerlos contra los errores de ciertas opiniones y
contra las diversas corruptelas del vicio. Ínstese, incítese a los obreros al culto de Dios y a la afición a la piedad; sobre todo a velar por el cumplimiento de la obligación de los días festivos. Que aprendan a amar y reverenciar a la iglesia, madre común de todos, e igualmente a cumplir sus preceptos y frecuentar los sacramentos, que son los instrumentos divinos de purificación y santificación. (http://www. vatican.va/holy_father/leo_xiii/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_ rerum-novarum_sp.html).
La Rerum Novarum surgía en el contexto en el que la doctrina liberal decimonónica implantaba paulatinamente la secularización del orden social, que provocaba la separación iglesia-Estado, lo religioso de lo civil. A través de la encíclica, el pontífice buscaba impulsar un movimiento demócratacristiano que adoptara métodos de propagación política y social mediante la organización de la población católica en sindicatos obreros, patronales y movimientos de juventudes católicas. Por medio de estos grupos, se lograría tener influencia en la opinión pública sobre la vida espiritual, social y económica (Pirenne, 1972). En cuanto a lo doctrinal, la encíclica hacía a un lado los aspectos metafísicos para definir al catolicismo como una religión de salvación, una religión más encarnada en la realidad. El catolicismo asignaba al hombre un papel en la “Creación” y establecía un vínculo entre las actividades de toda índole (no sólo espiritual), ofreciendo un completo sistema del universo, de la moral y del pensamiento al hombre del siglo xx. En lo intelectual, desde las apreciaciones León XIII, la iglesia dio nueva vida a la filosofía tomista, y en el terreno social buscó dar al catolicismo un programa doctrinal. En lo político, intentó la organización de los partidos católicos para que el catolicismo volviera a ser guía de las naciones (Pirenne, 1972) utilizando los medios institucionales. En resumen, el resurgimiento de la iglesia intentaba abandonar el bagaje medieval en búsqueda de adaptarse a los nuevos tiempos. El método utilizado fue renovar los objetivos sin perder su esencia y doctrina. Para ello presenta nuevos argumentos y nuevas propuestas. A inicios del siglo xx, con todo lo mencionado, la iglesia intentó recuperar gran parte de su influencia perdida con la laicización de los Estados en los siglos xviii y xix. La uns, como antirrevolucionaria, era un movimiento de resistencia contra la organización sociopolítica que pretendía instaurar el bloque triunfante de la revolución mexicana. Entre lo que más se fustigaba en la uns era la subordinación de la iglesia al Estado y la preeminencia o predilección del orden civil sobre el religioso
católico en cada una de las esferas de la sociedad. Dichas medidas pro secularizantes, y, por tanto, antirreligiosas, tenían sus antecedentes inmediatos en las leyes de la Constitución de 1917, y se habían prolongado hasta el cardenismo. Después del triunfo de los carrancistas, fue promulgada la Constitución de 1917 en la que la iglesia debió hacer frente a unos constituyentes en extremo jacobinos. La Constitución postuló medidas que buscaban la sujeción de la iglesia al Estado. De entre las más sobresalientes se encontraban: el artículo 3º, que prohibía las escuelas particulares católicas; el artículo 130, que prohibía a los ministros intervenir en política, y el artículo 27, que declaraba a los edificios religiosos propiedad de la federación, intervenía las propiedades de la Iglesia, etcétera (Moctezuma, 1960). Plutarco Elías Calles, por su parte, mostró su aversión a la iglesia romana (Meyer, 1991), manifestada en el intento de crear una iglesia cismática mexicana y nacionalista, prescindiendo de Roma y de la jerarquía. Esta iglesia sería presidida por el padre Joaquín Pérez, que se hacía llamar el “Patriarca”. Toda esta idea de la iglesia mexicana planeada en 1925 por Luis N. Morones y avalada por Plutarco Elías Calles fracasó (Medina, 1960). Posteriormente, el Estado callista y la iglesia volvieron a chocar, ahora en el terreno de la legislación. La ley Calles (1926) consideraba como delitos de derecho común las infracciones en materia de culto, y obligaba a los sacerdotes a registrarse ante el ministerio de Gobernación para poder ejercer. Estas medidas desencadenaron el descontento en el clero, ya que éste no estaba dispuesto a ceder ante las intenciones de Calles de subordinar el clero al Estado (Meyer, 1989). En resumen, Meyer define a los gobernantes posrevolucionarios: “había (en ellos) una violencia y un sectarismo muy moderno acrecentado por la inexperiencia política y la personalidad […] hombres del norte, blancos, marcados por la frontera norteamericana, desconocedores del viejo México mestizo indígena y cristiano” (Meyer, 1989). Tanto el anticlericalismo de los hombres de Estado como la intransigencia de los hombres de la iglesia provocarán una lucha armada llamada guerra cristera. El movimiento cristero, sin embargo, debe entenderse como una movilización que por momentos o casi siempre fue ajena a la jerarquía de la iglesia, ya que los obispos ponderaban las vías pacíficas por encima del camino de las armas. Meyer menciona que la guerra fue una sorpresa para el Estado, para la iglesia y, en buena parte, para ciertos jóvenes militantes católicos que, desde entonces, soñaron con tomar el poder por la fuerza (Meyer, 1989). A pesar de lo anterior, Servando Ortoll (1990) y Rosalba Ríos Galindo (2003) señalan que aunque de derecho la iglesia no apoyó el movimiento cristero, de he-
cho sí lo apoyó como elemento de presión al momento de las negociaciones con el gobierno. La cristiada, como la llama Meyer, culminó cuando los obispos y el gobierno decidieron firmar unos “arreglos” en 1929. En dichos acuerdos, la ley no se modificaba, pero si se suspendía su aplicación (Blancarte, 1992) se garantizaba amnistía a los combatientes, así como la restitución de iglesias y presbiterios. Reanudado el culto se hicieron repicar las campanas en todo el país y los cristeros volvieron a sus casas. Con estos arreglos se entendía que los posteriores alzamientos (1929-1936) de los cristeros no tendrían nada que ver con la iglesia (Meyer, 1991). La gran derrota de estos arreglos no la sufrió el Estado ni la jerarquía eclesiástica, sino los cristeros combatientes que nunca se les tomó en cuenta en los acuerdos. Esta derrota mantuvo latente, en la década de 1930, nuevas movilizaciones de grupos católicos, como la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, que operaba en la clandestinidad. Con el gobierno de Lázaro Cárdenas, las fricciones entre la catolicidad y el Estado continuaron estando al día. Dos son los elementos de choque: el primero fue la implementación de la educación socialista en 1934, la cual representaba para la iglesia una supuesta “sovietización” del país para acabar con la influencia de la iglesia católica en México (Meyer, 2003).2 La respuesta de la iglesia fue de rechazo absoluto hacia tal modelo de educación. El segundo elemento de choque fue en el terreno de lo social. En dicho escenario, la iglesia justificaba su presencia como regulador moral y buscaba detener el obrerismo y el agrarismo de Cárdenas rechazando la visión antagónica de las clases, que era de supuesta extracción marxista y que al parecer era avalada por Cárdenas (Blancarte, 1992), además de la colectivización de la tierra (reparto en ejidos). Para ese entonces, los católicos, decepcionados de los movimientos armados y arengados por las encíclicas papales de Quadragesimo Anno y Divini Redemtoris, fueron planeando la estrategia para actuar ante los embates del Estado mexicano secularizante. La conciliación con el gobierno y la presencia social activa, por medio de asociaciones católicas, serán dos partes fundamentales de la nueva estrategia. La combinación de dichos elementos dio como resultado que la iglesia 2 Héctor Hernández menciona en su obra que con la educación socialista Lázaro Cárdenas buscaba erradicar la evangelización que había sido el método de supervivencia de la iglesia, sin embargo, esto no es del todo cierto, ya que la educación socialista tuvo muchas consecuencias y variados objetivos, sobre todo, la idea era redimir a las clases más desprotegidas del embate del clero político y de los oligarcas (Hernández, 2004).
jugara un papel de “acción indirecta”, es decir, la institución eclesiástica reconocía su poder indirecto por las cosas temporales, en cuanto que éstas están al servicio de lo espiritual y la salvación del hombre. En conclusión, los antecedentes de la uns pueden ser vistos desde dos perspectivas. Primero, como la estrategia global de la iglesia vaticana, que con la Rerum Novarum de 1891 y las dos encíclicas de las década de los treinta del siglo xx arriba señaladas, intentaba reorganizar sus fuerzas, en especial las del laicado ante el mundo cambiante. Dicha tarea fue encomendada por Pío XI a los jesuitas, y el instrumento de lucha fue la acción católica. Segundo, como estrategia local de la iglesia en México, que respondía a los embates anticlericales de la revolución mexicana y que no aceptaba la derrota de la iglesia en los planos político y legal (Zermeño y Aguilar, 1988). El nacimiento del sinarquismo El antecedente inmediato del nacimiento de la uns lo encontramos algunos años después de los “arreglos del 29”, cuando la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, principal organismo que había apoyado la guerra cristera, volvió a constituirse. A pesar de que la liga desapareció en 1933 debido a la falta de apoyo moral de la jerarquía, Romo de Alba fundó “las Legiones”, las cuales emanan de la acción católica y tienen como finalidad el apostolado social más que la lucha partidista. Las legiones, conocidas también como la Base, se organizaron por secciones, así, por ejemplo, la sección uno era la sección patronal; la dos era la obrera; la tres era la campesina, y la once era la sinarquista (Zermeño y Aguilar, 1988). En este contexto, la uns se funda formalmente en el año de 1937 como la decimoprimera sección de la Base o legiones, a petición del líder de la división de Guanajuato, José Antonio Urquiza, quien decía que ya había operado públicamente en León como una asociación cívica conocida como el Grupo León. El nombre de la nueva agrupación fue idea del líder de la división de San Luis Potosí, Ceferino Sánchez, que lo extrajo de los vocablos syn=con y arje=autoridad, orden, es decir, “con orden”. La palabra sinarquismo era el antónimo de “anarquismo” que los católicos miraban en las políticas del liberalismo decadente y del “comunismo ateo” de Cárdenas. Finalmente, Salvador Abascal llamó al movimiento Unión Nacional Sinarquista (Hernández, 2004). Aunque más adelante profundizaremos en la ideología sinarquista, nos parece importante señalar que el principio adoptado por el sinarquismo, desde su nacimiento, era el cristianismo en su auténtica concepción católica, es decir, la demo-
cracia cristiana bajo Dios, primero, y luego bajo un Estado que fuera temeroso de Dios (Hernández, 2004). En general se pretendía, como lo menciona Meyer, restaurar la sociedad cristiana, yendo más allá de la libertad religiosa para lograr la modificación de la sociedad moderna (Meyer, 2003) en aras de lograr una sociedad y un Estado que se rigiera de acuerdo con los principios cristianos. Organización de la uns Los integrantes Como señalan Meyer (2003), Hernández (2004) y Serrano (1992), el movimiento sinarquista se expandió rápidamente, sobre todo entre la población campesina. Los integrantes de la uns llegaron a ser en 1940, de acuerdo con cifras ofrecidas por Meyer (2003), un total de 310 365 miembros, que representaban 0.2% de la población total de México. Hernández (2004) menciona que los sinarquistas en su mayor auge alcanzaron la cifra de 600 000. Por lo general, los sinarquistas eran campesinos jornaleros, medieros y algunos pequeños propietarios, aunque se tiene noticia de que en las filas de la uns hubo ejidatarios, comerciantes, artesanos y obreros (Meyer, 2003). En el caso del municipio de Ciudad Hidalgo, por ejemplo, casi tres cuartas partes (72%) de la población económicamente activa se dedicaban a la agricultura y a la ganadería,3 por tanto, la mayoría de los sinarquistas tenían estos oficios. Los datos aquí referidos nos dan noticia de la cantidad y cualidad de los alistados en el movimiento, el cual aglutinó una gran cantidad de masas populares que más de una vez pudo haber causado admiración entre los observantes de fuera.4 De esa cantidad de militantes, los estados del centro-occidente de México — entre los que se encuentran Jalisco, Guanajuato, Querétaro y Michoacán (región Bajío) (Serrano, 1992)— aglutinaron la mayor cantidad de efectivos. En el caso de Michoacán, por ejemplo, Meyer tiene registro de que había alrededor de 85 000 sinarquistas entre 1940 y 1943, lo que representaría alrededor de 7% del total de la población estatal de 1940. Sin embargo, la cifra de Meyer contrasta drásticamente con la de Roxana Rodríguez, que basándose en el censo de la uns realizado en 3 La población económicamente activa del municipio de Ciudad Hidalgo alcanzaba la cifra de 9 799 individuos; de éstos, 7 031 eran agricultores o ganaderos. (http://www.inegi.org.mx/prod_serv/ contenidos/espanol/bvinegi/productos/censos/poblacion/1940/yuc/EUM6CPMICH40I.pdf). 4 Meyer señalaba que Cárdenas quedó sorprendido ante una manifestación de sinarquistas en Celaya, y declara al sinarquismo como una doctrina social y humana. (Meyer, 1979, p. 36).
1940 por la dirección de estadística de la organización, encontró que Michoacán concentraba sólo 17 675 sinarquistas, siendo el estado con más militantes sinarquistas de todos los lugares donde este movimiento existió (Rodríguez, 2011a, p. 168); esto representaría 1% del total de la población michoacana de acuerdo con el censo de 1940.5 Organización espacial y gobierno En cuanto a la organización espacial, la uns, expandida a lo largo de la república mexicana, se repartía en seis divisiones: norte, sur, sureste, noreste, centro y valle de México. Cada una de las divisiones se subdividía en comités regionales que generalmente coincidían con cada uno de los estados de la federación. Las divisiones se organizaban en distritos que incluían varios municipios, y éstos estaban fraccionados en municipios que concordaban con los municipios de la división política. En las zonas rurales, los sinarquistas se dividían en subcomités, y de la misma manera ocurría en las zonas urbanas. Las células menores de los sinarquistas eran las conformadas por barrios y colonias (Unión Nacional Sinarquista, 1958). En 1941, en el caso de Michoacán, había un comité regional y 23 comités municipales; la mayoría de ellos se encontraban en la franja norte del estado. Cada uno de estos comités albergaba un gran número de subcomités rurales y urbanos; por ejemplo, al de Ciudad Hidalgo se sujetaban 35 subcomités, y al de Pátzcuaro, 40. En total, el número de subcomités de Michoacán eran 325 (Serrano, 1992). En cuanto al gobierno, a escala nacional había un comité que lo conformaba el jefe nacional y un puñado de hombres escogidos entre los jefes regionales. En el siguiente escalafón se encontraba el comité regional, que era responsable de una zona, la cual, por lo general, coincidía con cada uno de los estados de la república mexicana. A nivel municipal había un comité que estaba conformado por comisiones, como el que se presentan en el cuadro 1. Finalmente, en el ámbito local, los sinarquistas se organizaban en subcomités que operaban en cada una de las rancherías, o en colonias y barrios, si se trataba de una zona urbana. Estos subcomités eran regidos por un jefe, un secretario y un tesorero. Dichos cargos operaban de manera similar que los de los comités municipales.
5 Las cifras del censo del estado de Michoacán de 1940 señalaban que dicha entidad contaba con 1 182 003 habitantes. (http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/ censos/poblacion/1940/yuc/EUM6CPMICH40I.pdf).
Cuadro 1. Cargos y funciones de los comités municipales sinarquistas Cargo
Función
Jefe municipal
Hace aplicar las consignas del comité regional. Dirige y coordina las actividades de las demás secciones. Dirige las asambleas y promueve la creación de comités rurales. En casos urgentes, es el encargado de conectarse con el comité nacional.
Secretario
Es responsable de la correspondencia, de los archivos y de todos los documentos del comité. Lleva las actas de las sesiones del comité reducido.
Tesorero
Recoge la cotización semanal que cada militante se ha fijado voluntariamente de acuerdo con sus posibilidades. Dichos fondos se destinan para comprar banderas, ayudar a una viuda, financiar la colonización de Baja California. De las cotizaciones, 60% es para el comité local, 35% para el comité regional, y 5% para el nacional.
Responsables de propaganda
Se encarga de expandir de forma oral o escrita los dos textos fundamentales de los sinarquistas: “Los 16 puntos” y el “Pentálogo sinarquista”. La propaganda se halla estrictamente controlada por la jerarquía. Además de la propaganda oral y escrita, se agrega la asamblea pública, la manifestación, etcétera. Cada semana se envían a la capital las consignas del momento.
Secretario de organización y de estadística
Divide al poblado en barrios y sectores con un responsable, con la finalidad de movilizar rápidamente a todos los militantes en caso de asamblea o manifestación. Responsable del conteo de los militantes y de repartir las comisiones. Organiza las marchas mandadas hacer por el jefe del comité municipal, y ése, a su vez, por el nacional.
Secretario de acción juvenil
Responsable de las juventudes sinarquistas y de los niños.
Secretaria de la acción femenina
Con las mismas funciones que el jefe municipal y con el mismo número de secretarias.
Fuente: Elaboración propia a partir de Meyer (1979).
Para el sostenimiento del dicho movimiento, tanto Meyer como Hernández afirman que era obligación de los propios integrantes sostener la agrupación. A pesar de que corría el rumor de que la uns recibía presupuesto de las falanges españolas, los autores mencionados desmienten tales afirmaciones señalando que, en general, el movimiento sinarquista contó con limitados medios obtenidos de los raquíticos bolsillos de los sinarquistas, del periódico El Sinarquista y de la revista Orden. Actividades y modus vivendi del sinarquista La vida de un sinarquista estaba marcada por la acción. Su actuación se puede resumir en dos actividades: primero, asistir a las reuniones o “sinarquiadas”, desde
el nivel local hasta el nacional; y segundo, participar en las movilizaciones, protestas, procesiones y mítines. Tanto las reuniones como las movilizaciones de la uns estaban debidamente planeadas y se efectuaban en completo orden. Las reuniones, que por lo general eran semanales, eran preparadas por los secretarios de organización y propaganda, quienes establecían un horario, elegían a los oradores y los temas a tratar. Una vez iniciada la asamblea, se escuchaba con atención a los dirigentes y luego a los oradores. Por ningún motivo se discutían las ideas ni mucho menos se sometía a votación las decisiones y consignas (Meyer, 1979). Para tomar acuerdos se basaban en los principios del movimiento; no se debía caer en politizaciones, pues la verdad era una e inmutable, es decir, no había lugar para la transigencia y el diálogo, ya que la doctrina sinarquista, como la religión, era para acatarse, no para rebatirse. J. Jesús Pérez Acosta, jefe del comité municipal de Ciudad Hidalgo, ilustra claramente las aseveraciones anteriores cuando describe algunos pormenores de la asamblea llevada a cabo en el subcomité del Caracol el 9 de junio de 1940. En dicha reunión, Pérez Acosta relata que al comienzo de la asamblea: […] se dio hasta donde nos fue posible la doctrina de este movimiento y las consignas de nuestro jefe superior […] En seguida pidió la palabra un fogoso joven, que animado de ver tanta bandera y la “limpieza de esta Unión”, 6 habló directamente a los jóvenes diciendo que allí estaba el camino que debían seguir y que él estaba dispuesto a trabajar aunque le costara la vida […] Dimos fin a la asamblea con el saludo sinarquista y cantando el himno nacional, y para terminar el programa, di mis órdenes para un desfile desde el Caracol hasta San Antonio […]. (Meyer, 1979).
Ese mismo día, pero en la tenencia vecina de San Antonio, Pérez Acosta relató la manera como se llevó a cabo la asamblea en dicha comunidad. La reunión inició con el tema de la “revolución y la política”; luego habló un señor “alabando la limpieza del movimiento de la uns y de que si esa organización no triunfaba ninguna lo haría”. Agrega, además, que estaba dispuesto a dar la vida por el movimiento. Pérez culmina el relato de esta asamblea diciendo que el número de sinarquistas asistentes no eran menos de dos mil. En los testimonios de Pérez Acosta encontramos tres elementos integrantes de las asambleas sinarquistas: primero, se instruía a los asistentes con la doctrina y Cuando se habla de la “limpieza de esa Unión”, el autor sinarquista quiere resaltar que los valores que caracterizaban a los integrantes de la uns eran la integridad y honradez sin fines de lucro. 6
principios sinarquistas; segundo, se daba la palabra a un orador para que animara a los presentes por medio de retórica, y tercero, se hacía el acto protocolario del saludo sinarquista7 y el himno nacional, acompañado de algunos señalamientos y órdenes del jefe. En pocas palabras, la finalidad de las asambleas era instruir y motivar a los sinarquistas. Si profundizamos la reflexión en torno a estos testimonios —no perdiendo de vista el destino que tenían estas descripciones (ser publicadas en fuentes impresas de divulgación)—, encontramos un doble objetivo: en primer lugar, el de informar a la uns y sus simpatizantes de lo realizado en las distintas regiones y comités sinarquistas. El segundo objetivo era alentar a los lectores a unirse a la uns siguiendo el ejemplo de los oradores, que daban incluso la vida por el ideal sinarquista. Además de las asambleas, otra actividad de los sinarquistas era organizar movilizaciones. Éstas, por más pequeñas que fueran, debían hacerse con el debido permiso del jefe del comité regional. En la organización de las manifestaciones estaba planeado desde el transporte que llevarían a los contingentes al lugar del evento (cabe resaltar que cada quien pagaba su pasaje), hasta la hora en la que debían congregarse y luego disgregarse. Antes de la gran congregación en masa, se les citaba en lugares cerrados y, organizados en escuadrones, se iban incorporando a las filas de la movilización. Una vez conformados los contingentes de la manifestación, sólo hablaba el jefe y estaba totalmente prohibido gritar “Muera”, únicamente era permisible “Viva México”, cuando el jefe invitaba a hacerlo. Obviamente estaba censurada la portación de armas de cualquier tipo. La disciplina era tal, que cuando la bandera de México o la sinarquista iban desplegadas, estaba prohibido usar el sombrero o comer (Meyer, 1979). Uno de los principales motivos de la movilización de los sinarquistas, aunque no el único, era la celebración de fiestas, tanto religiosas como civiles, de la historia conservadora. Esta historiografía es la que Jaime del Arenal (2003) denomina historiografía de la derecha católica mexicana, heredera de historiadores conservadores como Lucas Alamán, Niceto Zamacois, Luis Gonzaga Cuevas y Francisco
7 El saludo sinarquista es un símbolo que se creó desde la fundación. El acto protocolario del saludo se efectuaba de la siguiente manera: El que presidía la reunión, junta, asamblea o mitin, se ponía de pie, en posición arrogante y gallarda. Ordenaba que todos los asistentes se pusieran de pie. Una vez en esta posición, extendía el brazo derecho hacia adelante para cruzarlo inmediatamente a la altura del mentón, con la mano dirigida hacia arriba. Otro tanto hacían los demás. En esta actitud, el jefe, con voz firme y clara, exclamará: ¡Sinarquistas, viva México! y a este grito respondía la asamblea con un ¡Viva! unánime. Era obligatorio que este saludo se hiciera al principio y al terminar cada reunión. Podía hacerse también en solemnidad especial, como, por ejemplo, en un homenaje a algún caído (http://sinarquismo.tripod.com/historia.htm).
de Paula Arrangoiz. El principal ideario de esta historiografía es defender a la iglesia de los masones y de otros enemigos, utilizando a la historia como un arma de defensa de los principios cristianos. Se reivindica el hispanismo y se ataca la revolución y la cultura anglosajona estadounidense como causa de todos los males entre otros aspectos. De esta forma, se celebraba el día de la bandera o el 12 de octubre, como ocurrió en Ciudad Hidalgo en el año de 1940. En esa fecha, relata el periódico El Sinarquista, se llevó a cabo un magnífico desfile que presenció Salvador Abascal. Acudieron a la celebración 3 500 hombres. En la misma fecha se celebró el Día de la Raza en Ario de Rosales, en donde se reunieron 8 000 sinarquistas, conjuntamente con los de Pátzcuaro (Escamilla, 1985). Esta costumbre de celebrar las fiestas cívicas alternas al discurso revolucionario muestra la naturaleza conservadora y antirrevolucionaria de la uns. Se celebraba la hispanidad con el 12 de octubre; y a Iturbide, a Lucas Alamán, a Miramón, el 27 de septiembre y no el 16, como aniversario de la independencia de Méjico (con J española y no X), etcétera. La uns, o lo que queda de ella, sigue celebrando en pleno siglo xxi a estos “sus héroes”, aunque ya no con las ingentes cantidades de simpatizantes. Un ejemplo de esta pervivencia de la historia alternativa sinarquista conservadora la encontramos en el desplegado que se hizo en la página oficial del sinarquismo, en la que invitaban a todo el público a celebrar el 27 de septiembre de 2009 el 188 aniversario de la consumación de la independencia, con un acto cívico en honor a Iturbide y una misa por el descanso de su alma (http://www.sinarquismo.org.mx/index.php?file_ name=home.php). En general, el sinarquista era una especie de soldado cristiano dispuesto a defender su fe mediante la movilización. Estaba dispuesto a luchar contra el gobierno “ateo” y secularizado que ponía en riesgo su fe, que era todo lo que él era y tenía. Despojado de los bienes materiales, buscaba no llegar a ellos negando su fe, por la cual sus ancestros habían peleado durante casi un siglo. En razón de esto, el sinarquista, azuzado o no por sus líderes, tenía una sola convicción en su mente: defender a la iglesia y no permitir espacio ninguno al ateísmo y todas sus implicaciones. Ideología del sinarquista En unas cuantas palabras podríamos resumir el objetivo general de la uns (y con ello entender el ideario sinarquista): instaurar el orden social cristiano, en donde la iglesia y los valores religiosos fueran los principales agentes en el modelo político
del gobierno mexicano. Este modelo de Estado agustiniano era inflexible y debía ser establecido a la brevedad posible. Para lograr este objetivo, al sinarquista le correspondía entender con nitidez cuáles eran los medios y cuáles los adversarios para lograr sus aspiraciones. Para alcanzar este fin, los secretarios de propaganda de los distintos comités, según Serrano, dividieron sus actividades en propaganda de orientación, combate, conquista y dirección (Serrano, 1992). Para fines de este apartado, nos interesa hablar de las dos primeras actividades. Al estudiar la propaganda de orientación y la de combate, se pretende analizar tanto los medios como los obstáculos a que se veían sometidos los objetivos de la uns. Propaganda de orientación: ideario y postulados Para entender el ideario y los postulados del sinarquismo, no se debe olvidar que su principal artífice fue Salvador Abascal. Serrano menciona que Abascal hizo la estructura y la identidad del sinarquismo, ya que formuló su organigrama jerárquico vertical, formuló las reglas internas, las formas de movilizarse, el proyecto de orden social cristiano sinárquico, el culto a los jefes, a la bandera, la celebración del Día de la Raza, el martirologio, la simbología, la disciplina de acción y la definición de los adversarios doctrinales (González, 2002; Serrano, 1992). La inspiración de estos postulados, señala Serrano, eran producto de la admiración que Abascal sentía por la ideología y la organización jerárquica militar de los alemanes hitlerianos, los fascistas italianos y los falangistas españoles, aunque no estaba de acuerdo con la violencia y el exterminio de los no cristianos (Serrano, 1992). La fisonomía orgánica de la uns emulaba en muchos aspectos a la organicidad nazi y al fascismo tales como: el nacionalismo, la obediencia plena e incuestionable a los líderes, el gobierno autoritario, disciplina y fe ciega en unos principios básicos e ideología inflexible. Sin embargo, la enorme diferencia que hace que los nazis y los sinarquistas no tuvieran parangón, es la manera de acceder a sus fines: mientras que el nazismo apelaba a las armas, al racismo y al exterminio, los sinarquistas buscaban obtener sus fines por la vía pacífica. Básicamente lo que buscaba el gran ideólogo del sinarquismo era “arrojar al pueblo en brazos de la iglesia”, ya que el “ser” de México era el catolicismo. Una vez que el catolicismo volviera a internarse en el interior del pueblo se podría reinaugurar “el reinado de Cristo y de María” en los palacios de gobierno, en las leyes y en las escuelas oficiales. Más adelante señala que lo movía su amor, primero por la iglesia, y después por la patria (Abascal, 1980).
Conducta del sinarquista Entrar a la uns era como entrar en un grupo religioso: el sinarquista debía adoptar un nuevo estilo de vida. En las “normas de conducta para los sinarquistas” se pedían diversas clases de valores, tales como estoicismo, serenidad, desinterés por los bienes materiales, autocontrol, rectitud moral, cooperación, obediencia a los jefes, esperanza, confianza y fe en Dios. Este cúmulo de valores era constantemente custodiado y promovido en las asambleas y movilizaciones. El sinarquista estaba llamado a ser ejemplo de vida ante la sociedad para cooperar con la transformación de la patria. En la cuarta norma de conducta, por ejemplo, se pedía: “Cúrate de todas tus pasiones si de veras quieres que México se salve” (uns, 1953, s/p). Las medidas tomadas por las autoridades de los comités para hacer cumplir las normas rayaban en el puritanismo. Así, por ejemplo, comenta don Trinidad González Sánchez, hijo de Guadalupe González Muñoz, un sinarquista de la década de 1950 que pertenecía al subcomité de Huajúmbaro, Michoacán, que cuando se organizaban fiestas en las “sinarquiadas”, los militantes podían bailar solamente “hombre con hombre y mujer con mujer para evitar el contacto físico y despertar los bajos instintos” (González, 2010). Las mujeres sinarquistas también tenían su propio código legal por medio del cual se normaba su conducta. Entre lo más sobresaliente de sus valores estaba el ser nacionalistas a tal grado que se ponía a la patria por encima del marido y de los hijos. La mujer sinarquista debía adoptar un papel pasivo desde el que debía arengar al marido al combate y a la defensa de la fe. Sus principales funciones estaban en las actividades del hogar, pues no se les permitía ejercer tareas varoniles, tales como la injerencia en el espacio público; además, tenía la delicada encomienda de inculcar en sus hijos desde niños el amor por la patria, la religión y el sinarquismo (uns, 1953). En las “normas de conducta para la mujer sinarquista” se le pedía total abnegación en las tareas que se le encomendaran y aceptarlas con alegría. Doña Adelina Boyzo comentaba que sus tareas durante las asambleas rurales empezaban desde un día antes con la preparación del “nixtamal”. Al día siguiente, debía levantarse a las cuatro de la mañana para “moler a mano el nixtamal y poder hacer las tortillas con las que alimentaría a todos los miembros reunidos en su casa. En sus actividades la auxiliaba otra mujer sinarquista, Epifanía González (Flores, 2010). Laura Pérez Rosales, en su artículo sobre mujeres sinarquistas, señala que aunque en los estatutos la mujer tenía una función secundaria, en la práctica aparecían como nuevas “adelitas” que hicieron oír su voz y estuvieron al frente de cursos de
alfabetización, dirigieron manifestaciones en contra del gobierno, enseñaron el trabajo del campo y, sobre todo, fueron la base de la educación familiar (Pérez, 1992). Al respecto, Roxana Rodríguez señala también que el hecho de pertenecer a este movimiento les sirvió a muchas mujeres para salir del espacio privado e incursionar en el ámbito público de sus comunidades (Rodríguez, 2013). Doña Adelina Boyzo, por ejemplo, como mujer sinarquista, no sólo incursionó en las labores propias del hogar, sino que también fue maestra de educación básica católica y preparaba festivales entre sus alumnos, que incluían sainetes con mensajes cristianos o de protesta contra la corrupción del gobierno, y que mostraban el estado deplorable en el que vivían los campesinos (Boyzo 2008). Roxana Rodríguez señala que, pese a las imposiciones por parte de los hombres sinarquistas, las mujeres poco a poco fueron adoptando un papel protagónico en la organización. Las sinarquistas vieron en la uns un camino para salir del espacio privado y emprender diversas luchas como el derecho al sufragio universal y la participación política de las mujeres. El sinarquismo fue el marco perfecto para que las militantes mujeres tuvieran participación en la vida social y política del país dentro de un marco legitimado (Rodríguez, 2011b). Nacionalismo El nacionalismo de los sinarquistas era parecido al que abogaba Lucas Alamán en el siglo xix y que fue transmitido por la historiografía conservadora. Era un nacionalismo que vinculaba lengua, raza, geografía, historia, creencias espirituales y religiosas, entendidas como punto de identidad comunes (Arenal, 2003). Para los sinarquistas, que adoptaron ideológicamente esta tradición historiográfica, la unidad nacional estaba en la religión católica. Ser mexicano era ser católico, y el ser católico era la esencia de la mexicanidad. El nacionalismo era parte esencial del sinarquismo, pues dentro de sus ideales estaban: patria, justicia y libertad. El nacionalismo era un elemento esencial de la uns, ya que en cada uno de los actos y reuniones de los mismos se daba especial relevancia a la patria, a la bandera, al ejército y a la religión. Los sinarquistas exaltaban el sacrificio, la no violencia, la pobreza y el ascetismo, y proponían “salvar” a México. Algunas de sus consignas iluminan lo comentado: “Ni banderas sin historia, ni himnos ajenos, ni signos extraños. México tiene sus propios símbolos y quien los cambia es un traidor a la nacionalidad”; o: “la patria no es un mito creado por una clase, es una realidad física, sentimental y humana. El sinarquismo combatirá a quienes nieguen su existencia” (Meyer, 2003).
Las características del nacionalismo sinarquista guardaban, además, especial relación con el hispanismo o panhispanismo, y defendía la guarda de los valores de “la madre patria”, valores que eran parte integrante de la cultura mexicana. El hispanismo sinarquista era radical, pues ponderaba el regreso al antiguo régimen eclesiástico-feudal y, quizás, a la antigua hegemonía española, de ahí que se haya utilizado esto para promover la causa de Franco como cruzada en contra del izquierdismo (Hernández, 2004). Cuestión agraria y propiedad de la tierra Una de las principales luchas del movimiento sinarquista era contra la política agraria cardenista del reparto de la tierra y la formación de ejidos colectivos. En el segundo punto del Pentálogo sinarquista, la uns se declaraba defensora de la propiedad privada y se oponía a lo que ellos llamaban “un México colectivizado en el que los campesinos no eran dueños de sus tierras” (uns, 1953). La propiedad privada, o como el sinarquismo la llamaba, “completo derecho a la propiedad”, era el requisito para que el hombre “pudiera ser libre y disfrutar con tranquilidad y seguridad de los bienes necesarios para su subsistencia. Mientras la consigna comunista decía “que todos sean proletarios”, el sinarquismo señalaba “que todos sean propietarios” (uns, 1953). El reparto agrario cardenista, de acuerdo con Serrano, tuvo una serie de problemas tales como la lentitud en la entrega de la tierra, la falta de tierras abiertas al cultivo, la falta de créditos financieros para el cultivo, la desigualdad en el reparto, entre otros. Estos dilemas del reparto agrario provocaron muchos descontentos entre los grupos campesinos afectados o poco beneficiados con el reparto. Esta molestia fue aprovechada por la uns para hacer proselitismo entre el campesinado, y así ganaron gran cantidad de adeptos. Educación religiosa En cuanto al tema de la educación, la uns siempre se mostró contraria a la política educativa del Estado. Desde la promulgación de la Constitución de 1917 se había promovido en el artículo 3º que “el criterio que orientará a dicha educación se mantendrá por completo ajeno a cualquier doctrina religiosa y, basado en los resultado del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios” (s/a, 1968). La educación promovida por el Estado debía ser laica y obligatoria. Esta ley, y más tarde la educación socialista
promovida durante el periodo de Lázaro Cárdenas, detonará el descontento de los grupos conservadores católicos, como el sinarquismo, pues desde su punto de vista, atentaba contra su objetivo principal de la instauración del orden cristiano. La educación, como uno de los instrumentos esenciales para la formación de las conciencias, fue una preocupación permanente en la agenda sinarquista. Con el afán de contrarrestar el influjo que la educación laica y socialista podía tener en la descristianización de la sociedad, la uns promovió la educación religiosa. Entre los postulados sobre la educación se decía que era inaplazable la reforma del artículo 3º para redactarlo en los términos que dictaba el derecho natural. Dicho derecho supuestamente apelaba a que la educación estuviera a cargo de los padres de familia, la iglesia y, en última instancia, al modelo de Estado propuesto por los sinarquistas. Los fundamentos sinarquistas exigían que la educación fuera religiosa y no laica, que se impartiera en el ámbito privado a partir de una escuela libre que fuera subsidiada por el gobierno, y que el Estado interviniera sólo en lo mínimo en esta área (uns, 1953). Para evitar que la educación socialista del gobierno cardenista se propagara en la sociedad, los sinarquistas intentaron boicotear las escuelas públicas con al menos dos métodos: 1) impedir que los hijos de los sinarquistas y los hijos de sus conocidos asistieran a las clases de las escuelas de gobierno, y 2) crear rumores y mitos en contra de la educación socialista, demonizándola. En el caso del subcomité rural de la Mina, sufragáneo del comité municipal de Ciudad Hidalgo, nos cuenta Elia Flores, hija de sinarquistas, que no les permitían estudiar en las escuelas de gobierno porque dichos recintos eran “comunistas” y les inculcarían cosas que iban contra la religión. Para suplir la educación del gobierno se contrataban personas que tuvieran los rudimentos básicos para enseñar a leer, escribir y hacer cuentas. Este fue el caso de Adelina Boyzo, quien había estudiado en el internado de monjas capuchinas en Morelia debido a su orfandad, y había recibido la educación primaria católica antes de casarse. Adelina impartía clases en el rancho de la Mina de forma alterna a la escuela del gobierno, recibiendo el pago por sus servicios docentes de parte del jefe del subcomité sinarquista del lugar, con base en los donativos de los miembros sinarquistas. En las escuelas católicas rurales se enseñaban los rudimentos de español, matemáticas y algo de historia de México (Boyzo, 2008). En el caso del rancho de la Mina, la escuela sinarquista sólo duró unos cinco años (en la década de 1950), donde más de la mitad de los niños del lugar acudieron a dicha escuela, ya que hubo también varias familias del lugar que no compartían los ideales radicales de los sinarquistas y llevaban a sus hijos a la escuela pública.
Con el paso del tiempo, los propios sinarquistas se dieron cuenta de que la educación pública no representaba amenazas directas a sus convicciones y optaron por enviar a sus hijos a la escuela pública, ya que ofrecía las ventajas de ser gratuita (González, comunicación personal, 21 de octubre de 2014). Por lo tanto, la reforma educativa de Lázaro Cárdenas terminó por prosperar en zonas rurales como la mencionada. Pero mientras duró la escuela sinarquista se propagó una serie de rumores y mitos para impedir que los hijos de los sinarquistas y otras personas fueran a las escuelas de gobierno. De los supuestos peligros que asediaban a los que acudieran a la escuela primaria del gobierno destaca el que decía que “los alumnos de la escuela pública eran reclutados por Fidel Castro y enviados a Cuba a vivir en el comunismo que los esclavizaba” (Flores, 2010). También entre los propios sinarquistas no quedaba claro el término de educación laica, y constantemente se le confundía con el de educación comunista. (González, 2014). Propaganda de combate: adversarios y obstáculos Como señalamos atrás, la ideología sinarquista fue construida en gran parte por Abascal. De la misma manera que fue erigiendo el ideario, también fue creando las “fobias” del sinarquismo. Un personaje como Abascal era tan entregado a sus convicciones que tal parece que no había medias tintas en su sentir y pensar. En su obra Recuerdos… deja claro testimonio de su recalcitrante personalidad, al decir que “después de mi amor a la iglesia y a la patria (lo) que más cultivo es mi odio a la leyes yankófilas, masónicas, anticatólicas y antimexicanas del pobre de Benito Juárez” (Abascal, 1980). La intransigencia de Abascal parece sacada del evangelio de Lucas (cap. 15) en el que Jesús declara; “el que no está conmigo está contra mí”, o de la más pura filosofía maniqueísta de tiempos de San Agustín, donde todo es bueno o es malo, no hay término medio. Así, para Abascal, lo que no va a la par con su visión de catolicismo es adversario para él y, por tanto, para el sinarquismo. De acuerdo con esta lógica intransigente, el comunismo, la revolución mexicana y liberalismo capitalista protestante de Estados Unidos fueron vistos como los principales adversarios de la uns. Anticomunismo El comunismo era visto como uno de los máximos antagonistas del sinarquismo. Como fenómeno que concebía a la sociedad a partir de la economía y que con-
sideraba a la religión como el “opio del pueblo”, el comunismo fue arduamente atacado por la uns una y otra vez en los artículos de su periódico El Sinarquista. Ejemplo de ello lo tenemos en el artículo escrito por Juan Ignacio Padilla, en el que tildaba a la educación socialista y a las medidas hechas por el gobierno cardenista como antinacionalistas con las siguientes palabras: “[…] se han desatado en México las más violentas persecuciones religiosas, se ha impuesto en las escuelas mexicanas con tiranía intolerable primero el laicismo intolerable y luego el socialismo antinacional”. (Hernández, 2004, p. 332). Las posturas anticomunistas llevaron al movimiento sinarquista a criticar de manera airada en el terreno internacional a la Unión Soviética, que era considerada como un peligro, tal y como se menciona en un artículo hecho en la prensa sinarquista en 1944, el cual decía: “[…] después de los últimos acontecimientos no puede menos que considerarse que Rusia constituye un peligro y una amenaza por lo menos iguales a los representados por Alemania” (Hernández, 2004, p. 325). En el discurso pronunciado por el jefe nacional de la uns, Luis Martínez Narezo señalaba que el comunismo, junto con el capitalismo, eran enemigos irreconciliables del movimiento. Martínez Narezo culpa a las políticas comunistas de la caída de muchos miembros sinarquistas y de haber dejado en la ruina material a muchos de sus mejores hombres. El comunismo tenía postrada a Europa y se hacía necesario salvar a América de ese peligro (www.sinarquismo.org.mx/index. php?file_name=home.php). El comunismo, más que una amenaza real, era una construcción hecha por la doctrina sinarquista de Abascal, heredada de los temores de Pío XIX y de León XIII. Entre los sinarquistas había una sensación de omnipresencia del comunismo. El comunismo estaba en el mismo Benito Juárez, en la secularización de la sociedad, en las políticas agrarias cardenistas de colectivización de la tierra, en el ateísmo de los políticos y científicos de la época, etcétera. El mayor temor al comunismo era que, supuestamente, pretendía instaurar un nuevo orden social sin dios y sin religión, basado únicamente en el materialismo, la economía y la lucha de clases. Antirrevolución El cariz antirrevolucionario de la uns emana desde la fundación de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. La revolución había creado un clima adverso a la iglesia y sus valores, ya que se había limitado su acción, más aún cuando el Estado se inmiscuyó en los asuntos de la iglesia y vetó al clero político
que conspiraba contra la revolución. Estos dilemas generaron una serie conflictos armados como la guerra cristera. Los “arreglos de 1929” en los que se suspendía pero no se derogaban las leyes contrarias a la iglesia, no se cumplieron del todo, ya que en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas se buscó crear un Estado autoritario con políticas laicas y de cariz socializante. El método de acción de la uns para atacar a la revolución era desacreditar sus logros haciendo evidente el fracaso que tuvo en diversas cuestiones, sobre todo agrarias. El sinarquista, por lo general, se encontraba imbuido en el odio, ira e indignación ante lo que oliera a revolucionario, por le hacía constantes cuestionamientos, tales como: ¿Qué había logrado la revolución? ¿Ha establecido la democracia? ¿Ha implementado reformas sociales que favorezcan la distribución de la riqueza entre los mexicanos? ¿Ha mantenido la paz y el desarrollo propicio para el progreso económico? (Hernández, 2004). Casi tres lustros después de la fundación de la uns, mientras se celebraba su xiv aniversario, el jefe nacional, Luis Martínez Narezo, remarcaba la deplorable situación agraria mexicana, producto de los gobiernos revolucionarios que no habían hecho nada por aliviar la situación lamentable de los campesinos. Al respecto, se cuestionaban las razones por las que aún no se habían hecho realidad los ideales de Zapatañ de dar la tierra a quien la trabaja. Martínez Narezo concluía diciendo que mientras México siguiera siendo el botín de unos cuantos seudorrevolucionarios, el sinarquismo permanecería en el campo cívico y político mexicano (www.sinarquismo.org.mx/index.php?file_name=home.php). Al fin de cuentas, y de acuerdo con la visión de los sinarquistas, la revolución no había erradicado los principales problemas de México como la injusticia, el analfabetismo y la miseria. Peor aún, la revolución había destruido los vestigios del orden colonial pero sin construir otro mejor. En pocas palabras, la revolución no había causado mejora en la vida del mexicano, y sí graves conflictos de todo tipo. Antiyanquismo El nacionalismo sinarquista iba aunado a una profunda fobia hacia los Estados Unidos. Los líderes sinarquistas recordaban a sus partidarios las afrentas de Estados Unidos a México desde la invasión y la pérdida del territorio en el siglo xix, hasta las políticas racistas que se tenían contra los negros y contra los mexicanos emigrantes (uns, 1958). Sobre esto último, se denunciaba en los programas “braceros” el trato vil y los sueldos de miseria que percibían los mexicanos en Estados Unidos.
Sin embargo, la mayor razón del “antiyankismo” estaba en el terreno de lo ideológico, ya que lo que más se temía de los Estados Unidos era su liberalismo —que confinaba a la iglesia y la religión al rincón de lo privado— y la entrada de los grupos protestantes —que pretendían destruir la unidad católica mexicana y sus valores—. Y es que en el liberalismo y el protestantismo, los sinarquistas miraban una actitud “agresiva de la política estadounidense” tendiente a minar la unidad nacional. En realidad, el protestantismo era una amenaza ficticia en algunos casos, como el del municipio de Ciudad Hidalgo, Michoacán. En 1940, los grupos protestantes conformaban una minoría de alrededor 600 individuos, lo que representaba apenas 3% de la población total.8 Los sinarquistas, sobre todo en el periodo de Salvador Abascal, se proclamaban antipanamericanistas y miraban la injerencia de los estadounidenses como intentos de imperialismo y dominación. De esto nos dan noticia las palabras de un artículo del periódico El Sinarquista: “Somos radical y resueltamente mexicanos […] repudiamos por indigna esa mentalidad colonial que no concibe a México sino como un país satélite, destinado a girar enteramente en una órbita subalterna, obscura y miserable” (Meyer, 2003, p. 173). Esta actitud “antiyanki” declinará poco después de la salida de Abascal de la dirigencia del sinarquismo y la llegada de Manuel Torres Bueno, pero también tendrá mucho que ver con la entrada de Estados Unidos a la segunda guerra mundial. Conclusiones Para entender el origen de la uns debemos verlo en doble perspectiva. La primera de ella es la del contexto de la iglesia católica romana, de donde los grupos de acción católica y su ideología surgen animados por las palabras de tres encíclicas: Rerum Novarum (1891), Quadragesimo Anno (1931) y Divini Redemtoris (1937). La segunda perspectiva para entender el nacimiento del sinarquismo está en el contexto mexicano donde los católicos, y detrás de ellos (aunque de forma velada) la jerarquía, impulsaron grupos de resistencia contra las transformaciones de la posrevolución que buscaba la laicización de la sociedad y la subordinación plena de la iglesia y la religión al Estado y lo civil. La organización de la uns emuló en gran parte a los grupos nazistas y fascistas en cuanto a su espíritu de disciplina y orden, y porque fue concebida como una institución piramidal y segmentada. 8 De los 33 600 habitantes del municipio de Ciudad Hidalgo, 32 820 eran católicos y 640 eran protestantes; además, había ocho israelitas y 132 ateos (http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/ espanol/bvinegi/productos/censos/poblacion/1940/yuc/EUM6CPMICH40I.pdf).
Gran parte del éxito de esta organización —al menos en sus primeros años— se debió a la obediencia incondicional a los jefes y a la certeza milenarista de que el movimiento de la uns representaba una alternativa que inauguraría el reinado de Dios en la tierra por medio de la iglesia. Con base en estas convicciones, los sinarquistas trataban de predicar con su conducta la instauración de los valores cristianos en la sociedad. Dos eran las posturas que debía tomar el sinarquista: la primera, un amor profundo, sincero y radical (hasta la muerte) por la religión católica y su propagación en el mundo; la segunda, un odio igual de sincero profundo y radical por aquello que atentara contra el catolicismo (el comunismo, el liberalismo, la revolución mexicana, el protestantismo yanqui, etcétera). Estas dos posturas extremas llevaban al sinarquista a ver a la patria y a la historia de forma maniqueísta al estilo de San Agustín; no había ni un ápice de transigencia. El diálogo teóricamente era imposible y la tolerancia no era un valor que figurara en la ideología del sinarquista. Finalmente, la organización e ideología del sinarquista nos ha mostrado al menos tres aspectos dignos de reflexión: 1) los contrastes y la polarización de la sociedad mexicana de ese entonces; 2) la iglesia presente en los movimientos sociales de católicos con los objetivos de siempre pero con nuevos métodos, y 3) el sinarquismo como último gran movimiento masivo de católicos con fines políticos. En cuanto al primer aspecto, el sinarquismo de los primeros años demostró la heterogeneidad social del México posrevolucionario. Si bien Lázaro Cárdenas mostró una sensibilidad especial por los grupos marginados, su agenda y proyectos chocaron con los ideales de los grupos conservadores católicos que en la uns habían encontrado su base social. El sinarquismo, como movimiento social masivo, dejó claras huellas de que la construcción de nación, pretendida desde principios de la independencia de México, aún no se concluía, pues las imposiciones del Estado y la intransigencia de la iglesia seguían provocando la polarización social y la lucha entre facciones. El antagonismo entre los ideales de la revolución y los del sinarquismo continuaron siendo el reflejo de las luchas decimonónicas entre liberales y conservadores o entre el Estado y la iglesia. Con la uns, estas pugnas entre el Estado y la iglesia continuaron, pero adquirieron nuevos matices. La iglesia fiel a su doctrina y a sus intereses, y se mostró inamovible en su objetivo: permanecer como una fuerza político-social autónoma y con el monopolio de las conciencias de los mexicanos. Para lograrlo aprendió que el uso de las armas era muy poco redituable (guerra religionera, cristiada, etcétera), por tanto, adoptó la movilización política de sus miembros al estilo de León XIII. El sinarquismo es un ejemplo de estas nuevas estrategias.
La institución eclesiástica también aprendió a arengar a sus bases sociales sin comprometerse directamente para no salir lastimada, y porque prefería que sus grupos y organizaciones le hicieran el trabajo entre las bases. El caso específico está en la guerra cristera, donde la jerarquía eclesiástica, al ver las funestas consecuencias, se deslindó de los grupos cristeros y los dejó a su suerte con los “arreglos del 29”. En el caso del sinarquismo también vemos a una jerarquía que apoya tras bambalinas, pero sin mostrarse directamente contraria al Estado. Como tercer y último aspecto queda por señalar que el sinarquismo es, si no el primero, sí el último gran movimiento político católico. Por las cifras mencionadas, se ve cómo la uns tuvo magnitudes incomparables con movimientos católicos posteriores. Con el sinarquismo, la iglesia aprovechó el descontento popular contra el gobierno y la fe católica de los estratos bajos para aglutinar a grandes masas, pero al igual que en la guerra cristera, nuevamente sin comprometerse directamente. Referencias Abascal, S. (1980). Mis recuerdos. Sinarquismo y colonia María Auxiliadora. México: Editorial Tradición. Blancarte, R. (1992). Historia de la iglesia en México. México: Fondo de Cultura Económica. Boyzo, A. (2008, 24 de febrero). Comunicación personal. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: En vigor desde el 1 de mayo de 1917, con reformas y adiciones al 1 de enero de 1968, México: Olimpo. Del Arenal, J. (2003). La otra historia. La historiografía conservadora. En C. Hernández (coord.), Tendencias y corrientes de la historiografía mexicana del siglo xx (pp. 63-90). Zamora: El Colegio de Michoacán. Escamilla, R. J. (1985). El sinarquismo en Michoacán (tesis de licenciatura). Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Flores B., E. (2010, 10 de febrero). Comunicación personal. Gill, M. (1962). Sinarquismo. Su origen, su esencia, su misión. México: Logos. González Ruiz, E. (2002). Los Abascal. Conservadores a ultranza. México: Grijalbo. González Sánchez, T. (2010, 4 de febrero). Comunicación personal. González Sánchez, T. (2014, 28 de octubre). Comunicación personal. Hernández García de León, H. (2004). Historia política del sinarquismo 19341944. México: Porrúa-Universidad Iberoamericana.
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El movimiento antichilango en Baja California, México. La mirada literaria, académica y periodística, 1971-1991 The anti-chilango movement in Baja California, Mexico. The literary, academic, and journalistic look, 1971-1991 Víctor Manuel Gruel Sández El Colegio de México (vgruel@colmex.mx) Resumen: El objetivo de este artículo consiste en describir las implicaciones políticas e históricas de la escritura emprendida por periodistas, literatos e investigadores alrededor de los estereotipos producidos por el movimiento antichilango. Para ello, observaré los contenidos políticos e históricos de los discursos articulados desde de la literatura, el periodismo y la academia de ciencias sociales. En su nivel de generalidad, el artículo reconstruirá el significado que surgió sobre el movimiento antichilango, cuya definición fue la expresión de rechazo y animadversión a la migración capitalina. Con el propósito de historiar los discursos de escritores, periodistas y científicos sociales que tuvieron lógicas textuales distintas, documentaré a cada uno por separado. El artículo concluye con el momento decisivo del movimiento antichilango: la injerencia del periodismo en los asuntos electorales y gubernamentales. Palabras clave: movimiento antichilango, regionalismo, nativismo, estereotipos, partidos políticos. Abstract: The purpose of this paper is to describe the political and historical implications of writing initiated by journalists, writers and researchers around stereotypes produced by the anti-chilango movement. For this instance, I’ll revise the political and historical discourses articulated from literature, journalism and the social sciences. At a general level, this article will reconstruct the meaning that arose with the anti-chilango movement, which definition was an expression of rejection and animadversion to migration from capital cities. For being able to historicize the discourses of writers, journalists and social scientists that had different textual logics, I’ll refer to each separately. This article concludes with the decisive moment of the anti-chilango movement: the interference of journalism in the government and electoral issues. Keywords: anti-chilango movement, regionalism, nativism, stereotypes, political parties. Fecha de recepción: 27 de enero de 2014
Fecha de aceptación: 13 de agosto de 2014
Época II - Vol. III - Núm. 1 / enero-junio de 2015 ISSN 1870-1191
Víctor Manuel Gruel Sández Mexicano. Maestro en estudios socioculturales por la Universidad Autónoma de Baja California. Actualmente realiza estudios de doctorado en historia en El Colegio de México. Su línea de investigación se enfoca a temas de historia regional y política de Baja California, Siglos xix y xx. Recientemente ha publicado: “La muerte de Pablo González. Violencia agraria en Maneadero, 1937-1939”, Meyibó, núm.6, julio-diciembre 2012; y “Prensa y nacionalismo en Baja California durante la segunda guerra mundial”, Estudios Fronterizos, núm. 27, enero-junio 2013.
Introducción A finales del siglo xx, periodistas, escritores y científicos sociales de Baja California discutieron la existencia del antichilanguismo. En el límite de las demandas legítimas y la incorreción política, el movimiento fue una respuesta conservadora ante un momento de transición cultural. En Tijuana, Ensenada y Mexicali, algunas publicaciones en papel describieron una serie de comportamientos de la población. Esta investigación consistió en la búsqueda de los textos relativos al “antichilanguismo” en las publicaciones de la época. La predominancia, al interior de los discursos aquí expuestos, de motivaciones políticas y electorales, creó un antecedente para quienes se pronunciaron en contra de los políticos “chilangos”. A principios de 1990 comenzó a agotarse la representación del Partido Revolucionario Institucional (pri) entre los electores de Baja California. Literatura, periodismo y ciencias sociales coincidieron en explicarlo, participando ellos mismos en la definición del problema cultural de una violencia simbólica de la violencia contra los chilangos, que se volvió explícita (Campbell, 1987b). El movimiento antichilango se fundó en hechos aislados y en la caricaturización de algunos aspectos de la realidad político-cultural. En Baja California, este fenómeno fue puramente “anecdótico” (Valenzuela, 1987, p. 19). El análisis específico de la migración capitalina mostró las bases imaginarias sobre las que se montó. Según el cálculo de la tendencia migratoria de las personas nacidas en el Distrito Federal que residieron en “provincia”, los demógrafos explicaron “el no siempre amigable recibimiento del que han sido objeto [los chilangos]” como parte de sus condiciones laborales y educativas (Browning y Corona, 1995, p. 17). El cuadro 1 muestra cómo en Baja California la población nacida en el Distrito Federal aumentó considerablemente, pero su peso demográfico jamás fue un volumen significativo. El movimiento imaginó algo menor a lo real. Cuadro 1. Población total de Baja California según lugar de nacimiento, 1970-1990 Año
Baja California
Distrito Federal
Otra entidad*
Población total
Frecuencia
%
Frecuencia
%
Frecuencia
%
1970
511 608
58.77
13 314
1.52
331 813
38.12
870 421
1980
632 525
53.70
25 275
2.14
489 715
41.57
1 177 886
1990
842 893
52.65
57 648
3.60
690 082
43.10
1 600 855
Fuente: ix, x y xx Censos de población y vivienda, disponibles en www.inegi.org.mx. *El cuadro no incluye datos de extranjeros ni registros no especificados.
Como se observa en el cuadro 1, el mayor flujo migratorio a Baja California perteneció al resto de entidades antes que a la capital. En consecuencia, la proporción de migrantes del Distrito Federal fue menor a la de nativos e incluso de otros lugares. Según estimaciones, para 1992 habían migrado 660 956 personas nacidas en el Distrito Federal, pero no a ciudades como Tijuana o Mexicali. Los investigadores infirieron que “aunque los capitalinos se han ido a todo el territorio nacional, sus lugares de destino se concentran en la parte central” (Browning y Corona, 1995, pp. 16-17); o lo que es lo mismo: migrar a la región fronteriza no fue primera opción. El testimonio histórico de la literatura, el periodismo y la investigación de ciencias sociales producidas en Baja California definieron el rumbo de las percepciones sobre el movimiento. La interpretación del contenido textual de lo “chilango” permitió analizar los discursos bajo el hecho de que “no existe un mensaje o enunciado que posea significado por sí mismo” (Vizcarra, 2012, p. 86). La aparición de la palabra en la prensa, literatura e investigación especializada determinó el contexto de interpretación, y la naturaleza anecdótica lo construyó a partir de experiencias individuales. Tijuana, Ensenada y Mexicali fueron escenario, al crearse un tipo de “opinión pública” y ello sólo significó que “a través de los medios [es] como se hace la política contemporánea” (Vizcarra, 2012, p. 17). El contexto fue consustancial al nacimiento de centros de enseñanza superior e investigación, así como de un mercado editorial. A lo largo del artículo destacarán periodistas como José León Toscano, Jesús Blancornelas e Ignacio Aguirre. Desde el Distrito Federal, el semanario Proceso dedicó algunos reportajes al movimiento. Revistas culturales como Nexos, Cultura Norte y Esquina/Baja son buenas fuentes acerca del asunto. Incluso las publicaciones científicas como Frontera Norte y Estudios Fronterizos divulgaron hallazgos. Por las páginas de todas estas impresiones periódicas aparecieron textos firmados por científicos sociales de la entidad, pero también de cronistas y escritores: desde Tijuana, el promotor cultural Leobardo Sarabia (1991 y 1995), y de Mexicali, Gabriel Trujillo (2000). Aunque la Universidad Autónoma de Baja California (uabc) abrió sus puertas hasta 1957, la creación, en 1982, del centro que después derivó en El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), promocionó a la primera generación de sociólogos e investigadores nativos especialistas en la política y cultura fronteriza (véanse Valenzuela, 1987, 1998; Espinoza, 1995). El antichilanguismo fue un fenómeno de papel, ya que era movimiento de opinión pública. Los diarios y semanarios, al igual que las publicaciones literarias, científicas y de divulgación, formaron una red impresa que reflejó, desde su heterogeneidad, una cierta “identidad regional”.
El antichilanguismo también fue un movimiento que ocurrió más allá de Baja California. Expresiones del mismo se intensificaron en Hermosillo, Sonora (Ruiz, 1989) y Ciudad Juárez, Chihuahua (Vila, 2000). El malestar provocado por el arribo de políticos y burócratas del Distrito Federal fomentó sentimientos regionalistas, expresión última de la identidad definida de manera local. Desde la observación teóricamente guiada, el regionalismo implicó representaciones mentales y manipulaciones simbólicas del territorio, cuyo propósito es legitimar divisiones y grupos en el poder (Rivière, 2003, pp. 167-168). Estas representaciones construyeron estereotipos que reflejaron situaciones concretas. Las críticas asociadas a los abusos de poder presidencial y del control político e institucional denominado “centralismo” construyeron las fases tempranas del movimiento. Aunque resulten fenómenos culturales más o menos semejantes, para fines de este trabajo distinguiré nativismo de regionalismo y de centralismo, como conceptuaciones previas que reforzaron el estereotipo de “chilango”. El primero se define como “una corriente ideológica que rechaza las corrientes migratorias, en pos de defender a los pobladores nativos” (Gruel, 2013, p. 154). Regionalismo, en cambio, es “una identificación gregaria, síntesis sumaria ante lo lejano o sentimiento de pertenencia” (Félix, 1987, p. 20). La política antichilanga operó como síntesis de rechazo al orden impuesto por el centro del país. El antichilanguismo abrevó de diferentes tradiciones para codificar su agresivo anonimato, por tal motivo, accederé a cada una de ellas por separado, para demostrar su no-espontaneidad. Sin la expresión anticentralista, sin la ideología nativista y una cultura regional, no habría existido la crítica antichilanga. Los tiempos coincidieron con el fortalecimiento del Partido Acción Nacional (pan) en la entidad. Dicho partido “venía contribuyendo a politizar a la población a partir de la crítica a la mala administración y […] a la corrupción”, pero especialmente recurriendo a la idea “regionalista” (Hernández, 2001, p. 91). La múltiple expresión de nativismo, regionalismo y antichilanguismo consistió, de manera conjunta, en representar a los migrantes del Distrito Federal como miembros de “arribismo político”. La percepción fue que el gobierno de Baja California era “botín de aves de paso” (Sández, 1979, p. 134). Los chistes y críticas que acompañaron a la palabra “chilango”, antes que una etimología o un gentilicio, eran insultantes (Ruiz, 1989; Vila, 2000). Como lo presentaré en la última sección del artículo, el contexto en el que se utilizó fue en la prensa y en el gobierno, en especial, en las pugnas entre partidos.
El régimen priista y las críticas periodísticas La proliferación de discursos regionalistas se nutrió de un estilo particular de periodismo. Las expresiones más visibles de la ideología regionalista fueron un género informativo en el que cupieron bromas y chistes de crítica al pri. Un ejemplo de este género humorístico fue un periódico de baja circulación: La Comadre de la Cotorra, cuyo director fue fundador del pan en Ensenada, José León Toscano, conocido también como “El Cotorro”. Dirigió varios proyectos editoriales clausurados y censurados por los gobiernos priistas. Como señaló una historiadora e hija de él, a través de la vida y obra de su padre se accede a eventos nacionales y regionales “poco estudiados”. Nacido en Colima, se estableció en Baja California en 1942, formándose al poco tiempo “esta identidad de bajacaliforniano que [...] fue adquiriendo conforme se fue arraigando” (León Velazco, 2003, pp. 113-114; énfasis añadido). En diciembre de 1970 se reunió el Consejo Nacional del pri para nombrar al nuevo “presidente interino del partido, el profesor Manuel Sánchez Vite” (Lomelí, 2000, pp. 407-408). Entre los resultados que repercutieron en el país, además del reclutamiento de cuadros políticos regionales, estuvo el limpiar la imagen del partido entre la juventud mexicana. El reclutamiento de nuevos actores provocó el regreso a Baja California de la vieja demanda del gobernador nacido en la entidad. En vísperas de las elecciones de 1971, el chiapaneco Milton Castellanos pensó que el presidente Luis Echeverría Álvarez promovería a un “candidato nativo” para gobernador de Baja California (Castellanos, 1994, p. 272). La usanza de la época era que el presidente postulaba al militante priista, funcionario o secretario de Estado predilecto. En correspondencia a esta decisión, el apoyo partidista a la candidatura sería incondicional, quedando al albedrío del “destapado” la integración del gabinete en caso de triunfar. Así, Echeverría escogió a Milton como candidato del pri al gobierno de Baja California. La lealtad partidaria fue un valor importante, y������������������������������ más aún���������������������� cuando hubo una amistad de por medio: ambos se conocieron con Rodolfo Sánchez Taboada, dirigente nacional del pri y ex gobernador del Territorio Norte de Baja California (Castellanos, 1994, p. 108; Blancornelas, 1997, p. 51). Desde las filas de la oposición panista, León Toscano criticó este y otros “destapes”: El Lic. Manuel Sánchez Vite abrió nuevamente las puertas para que cualquier jijo [sic] de vecino, de otra parte del país, venga a ser el próximo gober de Baja California, y aunque hay algo así como unos quinientos robolucionarios [sic] nativos de Baja California, dispuestos a sacrificarse por su pueblo y aceptar la carga […]
Sánchez Vite dijo en una entrevista de prensa que el bueno tendrá que reunir estos atributos: arraigo y militancia […] Definió el arraigo como conocimiento pleno de los problemas y los “problemas se pueden conocer en poco tiempo y no necesariamente estando aquí”. En cuanto a la militancia no tiene que ser necesariamente de Baja California. (León Toscano, 1971, p. 8).
La Comadre de la Cotorra fue un periódico inconstante de elaboración rústica —en un domicilio particular— con una distribución dispersa. Desde Ensenada circulaban los ejemplares hasta Mexicali y Tijuana o San Luis Río Colorado, Sonora, siendo su principal mérito transmitir el sentir y el pensar de los bajacalifornianos. “De manera humorística”, apunta su hija, “la principal atracción de su periódico fue llevar a un lenguaje llano sucesos políticos” (León Velazco, 2003, p. 119). No cabe duda de que el lugar de nacimiento de los servidores públicos resultaba importante, debido a que los partidos políticos comenzaron a servir de plataforma para los militantes deseosos de hacer carrera. Este hecho fue estudiado en retrospectiva por una analista electoral: “La actitud de los delegados nacionales del pri”, escribió a propósito de los años previos a 1989, “que se imponían desechando la experiencia de los grupos locales, motivaron que aflorara el antichilanguismo” (Campuzano, 1995, p. 43; énfasis original). El arribo de migrantes pertenecientes a la clase política y burocrática acarreó serias dudas sobre su capacidad para enfrentar los problemas locales como, por ejemplo, los servicios públicos (agua, vivienda, “cartolandias”, vialidades). El presidencialismo mexicano, expresión última del centralismo nacional, ofreció a los militantes priistas el control de puestos públicos siempre y cuando mantuvieran ordenada la entidad adscrita, es decir, cada gobernante debió “resolver los problemas antes de que llegaran a la federación” (Hernández, 2008, p. 50). De este modo, la problemática que enfrentaron los “robolucionarios nativos” —según León Toscano (1971)— fue que las autoridades promovieron a otros actores. Sin embargo, el discurso que enfatizó la representación previa al antichilanguismo fue la acusación, casi un reclamo anticipado, de la postulación de “cualquier jijo de vecino”. Las críticas de La Comadre de la Cotorra fueron testimonio de la (nula o inexistente) legitimidad de algunos de los actores reclutados por el priismo. Cuando Echeverría y Castellanos concluyeron sus respectivos mandatos, de manera continua, durante gran parte de la década de 1980, se confirmó la debacle del pri en Baja California (Campuzano, 1995; Valderrábano, 1990). Por ello es importante observar cómo una vez electo gobernador, Castellanos anticipó el problema de crear a su propio gabinete. Consciente de las inquietudes nativas, compartió con autoridades centrales la “preocupación [por] hacer justicia a los jóvenes
nativos de bc”. A pesar del consentimiento presidencial para incorporar a quien quisiera, el chiapaneco enfrentó otros asuntos: Pero no sólo era el que fueran nativos la única característica que me había fijado, sino que además, pretendía que mis principales colaboradores […] contaran ya con casa propia en Baja California, para acreditar su arraigo. Naturalmente, no podía ser totalmente rígido ni en el nativismo ni en lo referente a tener casa propia, pues mi autolimitación no debía privarme de utilizar, excepcionalmente, a elementos valiosos que carecieran de estas características, pues quien sufriría por la rigidez podría ser el propio estado. (Castellanos, 1994, p. 297).
El acercamiento histórico a un fragmento como el anterior necesita una distancia crítica, y aunque la construcción del ethos político demanda autocontrol —un gobierno de sí mismo—, traduzco estas palabras como reiteración de estatus autoritario. El gobernador electo razonó en los términos del Estado, antes que en los gubernamentales, encontrando “afortunadamente al grupo de nativos y de bajacalifornianos […] Su arraigo, tal y como yo lo concebía, estaba probado” (Castellanos, 1994, p. 297). Milton Castellanos, aunque “siempre rehuía este tema y opinaba que esto todavía era prematuro”, resultó uno de los políticos más respetuosos de los ideales del nativismo, integrando a su administración “80% de elementos nativos del estado, capaces y que le dieron prestigio” (Sández, 1979, p. 139). La administraci�������������������������������������������������������������� ón de �������������������������������������������������������� Castellanos lidió contra los abusos de autoridades federales que entregaron la superficie urbana de Tijuana a empresarios del Distrito Federal (Piñera, 2011, pp. 184-185). La irregularidad catastral del Club Campestre de Tijuana, así como del fundo legal de áreas ����������������������������������������� completas de la ciudad, ����������� fue aprovechada como una ventana de oportunidades “para obtener pingües ganancias” en beneficio de un “grupo de influyentes” —para más señas, “chilangos”— cercanos al ex presidente Miguel Alemán (Piñera, 2011, p. 179). El problema ocurrió cuando un juez capitalino decretó “la insólita orden de que se le hiciera entrega a Inmuebles Californianos, S.A. de [toda] la superficie en que está asentada Tijuana” (Piñera, 2011, p. 180). Una de las decisiones centralistas que������������������������������������������� más��������������������������������������� desencantó a los electores de Baja California ocurrió el último año del gobierno de Echeverría. El motivo fue “el destape” del candidato a la gubernatura, sucesor de Castellanos, Hermenegildo Cuenca. En noviembre de 1976, la sociedad bajacaliforniana no sólo sufrió la devaluación del peso, sino que la decisión provocó “un cortocircuito […] Sin pedirle la opinión ni al gobernador […] ni al presidente entrante, José López Portillo, Echeverría designa al general Cuenca” (Trujillo, 2000, p. 360).
En el terreno electoral, en 1959, Cuenca persiguió al candidato del pan a la gubernatura, Salvador Rosas Magallón, y violentó al resto de electores panistas (Valderrábano, 1990, pp. 22-23). Al expediente del militar deben añadírsele las “acciones en contra de los residentes del río Tijuana”, por lo que contó con la oposición de “un número significativo de integrantes del pri” (Mungaray y Samaniego, 2006, p. 220). Hermenegildo Cuenca, nacido en el Distrito Federal, dio comienzo a su campaña en poblados del municipio de Ensenada. La postulación del entonces secretario de la Defensa Nacional coincidió con la inauguración del medio que más difundió el antichilanguismo: el diario abc Tijuana (Hernández, 1984:8; Trujillo, 2000, p. 361). No fue la primera ocasión en que el director, Jesús Blancornelas, oriundo de San Luis Potosí, trabajó en el periodismo local. De 1964 a 1970 cubrió notas de Mexicali para La Voz de la Frontera, hasta que Milton Castellanos y otros inversionistas compraron el periódico. Temeroso de la represión política, Blancornelas se trasladó hasta Hermosillo, Sonora, siguiendo la administración de Carlos Armando Biebrich en El Imparcial. En 1976 regresó a Baja California a los últimos meses del gobierno de Castellanos. La historia sobre la prensa bajacaliforniana destacó el protagonismo que cobraron Blancornelas y su colaborador más cercano, Héctor “el Gato” Félix Miranda. Ambos confrontaron la candidatura de Cuenca, muerto en ésta de un “ataque al corazón” (Trujillo, 2000, p. 363). La muerte del destapado provocó que “políticos priistas y panistas” manifestaran ciertas simpatías y celebraran el triunfo y candidatura del senador y empresario Roberto de Lamadrid. Al respecto, Blancornelas, al frente del periódico “abc Tijuana cree que, ahora sí, la libertad de expresión está ganada” (Trujillo, 2000, pp. 363-364). Por su parte, Félix Miranda, inspirado por La Comadre de la Cotorra, comenzó a escribir la columna “Un poco de algo” —misma que sobrevivió hasta el semanario Zeta en 1980—, “línea crítica del pri” (Mungaray & Samaniego, 2006, p. 222). Durante los gobiernos de Lamadrid y Xicoténcatl Leyva Mortera despegó la popularidad de “el Gato”. El escritor tijuanense Federico Campbell lo recordó “sardónico, satírico […] se burlaba, se reía, se pitorreaba, sin el menor recato, libérrimo, del gobernador” (citado en Trujillo, 2000, p. 398; véase también en Salinas, 2012, p. 80). Siguiendo la tradición de León Toscano, Félix Miranda se burló del presidente. Cuatro años antes de morir asesinado (véase la reconstrucción de hechos en Blancornelas, 1997, pp. 104-131; Salinas, 2012, pp. 89-103), Félix Miranda concedió una entrevista. La insustancial importancia del entrevistado radicaba en que
instó al antichilanguismo (Campuzano: 1995, p. 42; Félix, 1987, p. 22; Mejía, 1991, p. 75; Salinas, 2012, p. 74; Sarabia, 1991, p. 51; Trujillo, 2000, p. 400). Fue claro al respecto: “Nunca he tenido la osadía de llamarle periodismo a lo que escribo”, dijo Félix Miranda; en realidad lo que publicaba era “una forma de expresión personal que vino a romper ciertos moldes” (Hernández, 1984, p. 9). Además de la ruptura con el canon, otra de las declaraciones del entrevistado —natural de Choix, Sinaloa— consistió en disociar su nombre y apellido del sobrenombre para deslindarse de opiniones concretas. Abusando del recurso paratextual del seudónimo, uno de los apologistas visibles del movimiento relativizó la construcción de su discurso. “A veces escribe el Gato, otras Héctor Félix Miranda”, confesó a otro periodista (Hernández, 1984, p. 13). Aunque fuera ambiguo para un medio informativo como el semanario Zeta —que se preciaba por su imparcialidad—, “el Gato” fue c���������������������� é��������������������� lebre en Tijuana. Roberto de Lamadrid, “me mandaba recados de que yo siguiera chingando al general [Cuenca]; que siguiera haciéndole bromas al viejito”; incluso el propio Milton Castellanos “se carcajeaba cuando hablaba de Cuenca, pero cuando le tocaba a él se ponía muy serio” (Hernández, 1984, pp. 26 y 28). El entrevistador cuestionó a Félix Miranda sobre su práctica informativa las siguientes frases: “lo hago para provocar la reacción de la gente […] para satisfacer el morbo […] la curiosidad por ver qué mala palabra va a poner el Gato. Yo soy el instrumento nada más” (Hernández, 1984:24). La columna “Un poco de algo” fue un espacio sujeto a diversos registros. Las variaciones discursivas se debieron a la agenda y estado anímico del autor. “No hace mucho”, anotó un periodista del Distrito Federal que radicó en Mexicali desde 1940, “se desató una andanada de ataques en contra de los habitantes del df, a quienes les han endilgado el mote de chilangos” (Aguirre, 1986, p. 11; énfasis añadido). Claramente, aunque el periodista identificó cierto rechazo hacia los migrantes en Tijuana o Mexicali, evadió el tema ubicando otro contexto más crucial: la insistencia del gobierno de Estados Unidos de comprar la península de Baja California. Lo anterior desprendió una serie de suposiciones acerca de las ventajas que recibirían los fronterizos: “la carta de ciudadanía”, “un billón de dólares”, etcétera. Desde luego, todo fue desmentido. El periodista condicionó la defensa a “las campañas de nacionalismo” que el priismo dispuso “en contra de un posible despojo” de la península (Aguirre, 1986, p. 11). El temor estuvo anclado en que Estados Unidos cobraría la deuda externa con Baja California.
Desde finales de la segunda guerra mundial, los periodistas cerraron filas contra la compra de territorio nacional (Gruel, 2013, pp. 158-162). Aunque no fue la primera ni la última ocasión en que la prensa de México y Estados Unidos reprodujo dichas intenciones, el gremio periodístico agrupó esfuerzos para contrarrestar las cortinas de humo. Más allá de sospechas, Aguirre desmitificó los fundamentos del antichilanguismo y señaló el control político “de la presencia de estos paisanos míos, [que] no es sino una medida muy necesaria para detener las ambiciones de ciertos grupos” (1986, p. 11). Aunque también residir en Baja California por más de cuarenta años modificó su perspectiva, el periodista parece compartir los estereotipos del antichilanguismo. Este distanciamiento con “sus paisanos” se ilustra en la opinión que hizo sobre el terremoto de septiembre de 1985: “El sismo, dejó a su paso, dolor y muerte”, expresó sobre la conmoción nacional: “El latigazo dejó de golpear la espalda morena de los metropolitanos […] Esa rara población de millones no son después de todo, tan deshumanizados” (Aguirre, 1985, p. 11). Esta representación no sólo involucró un aspecto fenotípico de los “metropolitanos” —claro eufemismo de “chilangos”—, sino la irrupción de una conciencia ciudadana derivada del terremoto de 1985. El antichilanguismo fue una construcción múltiple de periodistas, literatos e investigadores. El patr��������������������������������������������������������� ón que mantuvo������������������������������������������� la existencia en papel del movimiento captó varias percepciones. Al igual que Aguirre, los representantes del periodismo foráneo percibieron y documentaron irónicamente el movimiento. “Después de unos días en la zona fronteriza, la presión te obliga a hablar mal de la ciudad de México”, pensó un reportero, “todo para que los norteños no tengan pretexto para sentir que los insultas con tu sola presencia” (Mejía, 1991, p. 75). En 1991, una de las revistas más importantes de la capital dedicó un número a la frontera norte. El texto central fue un reportaje de Fabrizio Mejía con entrevistas a periodistas renombrados e investigadores del El Colef y la uabc. La corresponsalía de Nexos se limitó a divulgar relatos de la prensa y académicos, de un modo subjetivo y controversial: Los norteños son regionalistas y los otros, centralistas […] los norteños han construido con esfuerzo su región, los guachos son prepotentes porque exigen del Norte las comodidades que tienen en el df […] Del df vienen los juicios, los criterios, los imperativos, del Norte sólo beneficios […] Esta pesadilla llevó al Gato Félix a una conclusión lógica: Haz patria, mata a un chilango. (Mejía, 1991, p. 76; sin énfasis).
La referencia a “el Gato” reveló que cuando se trataba del antichilanguismo, los caminos condujeron a las instalaciones del Zeta. Con burdas observaciones, Nexos reprodujo una visión exótica de Tijuana, Reynosa y Ciudad Juárez. La mezcla de observaciones subjetivas, divulgación académica y paisajes literarios destacaron los aspectos más negativos del horizonte fronterizo, reflejando que los marcos periodísticos comenzaron a cambiar. Lo cierto es que los medios tendrían que seguir investigando más en profundidad todos los secretos que las ciudades fronterizas ocultaban. No en vano los columnistas de Tijuana o Ensenada firmaban con seudónimos de animales, casi como una caricatura de sí mismos. El campo literario Durante la década de 1980 prosperaron publicaciones culturales en las que colaboraron escritores, pero también científicos o editorialistas. La creación del Instituto de Cultura de Baja California (icbc) entre 1989 y 1990, por parte del gobernador suplente, Óscar Baylón Chacón, benefició a la industria editorial (Piñera, 2011, p. 210). Tinta fue una revista que presentó una discusión centrada en la dinámica política y cultural. El primer y único número incluyó algo de Gerardo Cornejo, cuentista y poeta, rector de El Colegio de Sonora (Campbell, 1987a, p. 15). Buscando sensatez ante un diálogo cruzado, el autor criticó a los “intelectuales” que no discutieron “el estado crítico de la economía mexicana [que] está teniendo sobre el desarrollo cultural, científico y educativo del país” (Cornejo, 1989, p. 6). La crítica de Tinta denunció la política de masas. Antes que abanderar a la cultura popular, disintió de quienes “bombardean sin tregua la mentalidad de una población cada vez más escasa […] de anticuerpos culturales” (Cornejo, 1989, p. 6). Cornejo reconoció el retorno “de recursos humanos formados, cultural y científicamente, en el centro”, e involucrando un “nosotros, los fronterizos”, argumentó que “no estamos solos en medio de un desierto cultural” (1989, p. 7). Asimismo, este autor describió un contexto en que migrantes y nativos compitieron por los recursos institucionales para la creación literaria, tema que, estudiado por un economista, resultó significativo para Baja California, pues los recursos para la cultura y las artes fueron escasos (García, 1993, p. 50). Cornejo evaluó y estimó los efectos de dicha circunstancia: Este fenómeno no es de ninguna manera fortuito y obedece principalmente a dos razones fundamentales: el deterioro galopante de la gran [sic] Centro-Capital y la apertura de nuevos espacios en los estados del norte […] Todos reconocemos
la capacidad expulsora [del] df […] éstas, y algunas otras, son las razones que explican el hecho de que los recursos intelectuales de alto nivel estén regresando a sus estados nativos. Hay que agregar, además, aquellos que siendo originarios del df deciden incorporarse a un centro de provincia. (Cornejo, 1989, p. 8).
Así, arribó al asunto central: el enfrentamiento de capitalinos y fronterizos. Tras enumerar bibliotecas y centros de investigación en Sonora, anotó que la enemistad también ocurriría entre los migrantes y élites nativas, caracterizadas por una “ideología trinitaria: regionalista ciega, antisuriana visceral, gringófila pueril” (Cornejo, 1989, p. 9). Los prejuicios encontraron un punto de emergencia en las características ideológicas de quienes se autodenominaron “nativos”. Lo anterior ejemplificó cómo algunas personas de Tijuana o Mexicali resintieron las secuelas del terremoto de 1985. El movimiento telúrico “provocó una [...] diáspora; llegaron cientos, miles”, y destacando efectos positivos, señaló, “esa migración activó perceptiblemente el comercio” (Sarabia, 1995, p. 490). Sarabia fue editor de Esquina/Baja, publicación que además de ser una importante plataforma para intelectuales y académicos que reflexionaron sobre diferentes fenómenos fronterizos, impugnó “la insolencia paródica y despegada: Gente que recién llega y quiere descubrirnos y decirnos quiénes somos” (citado en García, 1992, p. 204). Este manifiesto coincidió con el nativismo al reivindicar el ámbito local; ello supone que incluso entre individuos reflexivos, críticos del movimiento, persistió la “identidad bajacaliforniana que rechaza imposiciones foráneas” (Piñera, 2011, p. 190). Pese a reconocer la derrama económica que produjeron los “chilangos”, Esquina/ Baja tuvo una misión explícita: “contrarrestar el tamiz del df” (García, 1992, p. 205). Sobre el antichilanguismo, el editor de Esquina/Baja escribió: En Tijuana prosperó el rechazo a forasteros que tuvo momentos casi de violencia. Fue una campaña injusta y artificial, que mucho se apoyaba en la columna de Héctor Gato Félix Miranda […] El Gato movilizó el rencor siempre disponible de la clase media […] El antichilanguismo fue una presencia concreta en la ciudad: muchos especularon: es una respuesta defensiva de los locales que se sienten oscuramente amenazados, otro más inteligentes (o con tiempo disponible) diseñaron teorías que explicaban un detalle las causas del fenómeno. (Sarabia, 1995, pp. 489-490).
La clara distinción que estableció entre el oficio periodístico y el literario dotan al fragmento de un carácter particular. Situándose en medio, Sarabia se limitó a consignar lo ocurrido, pero cabría preguntarle a quiénes atribuyó inteligencia y
disponibilidad de tiempo, además de la caracterización teorética. Los interpelados no fueron otros más que los colaboradores de Esquina/Baja, e incluso en algunos casos, miembros de la mesa de redacción y del comité editorial. Aunque por las páginas de la revista aparecieron Carlos Monsiváis o Roger Bartra, fueron los propios tijuanenses quienes avivaron la discusión. La mirada de Esquina/Baja sobre el movimiento recurrió a un elemento emocional. La teorización mostró las subjetividades detrás del “fuerte sentimiento regionalista” (Félix, 1987, p. 20), y el propio Sarabia agregó que el “fenómeno social” constituía un “sentimiento chouvinista [sic] expresado en las ciudades del noroeste” (1991, p. 51). Ambos coincidieron en señalar a Félix Miranda como fuente de tales “sentimientos”. Desde la crónica y ensayismo, Trujillo (2000, p. 400) y Félix Berumen (1987, p. 22) desmontaron el procedimiento: los “chilangos” era “chivos expiatorios” de los grupos de poder. Las licencias literarias de quienes escribieron sobre el tema se fueron reduciendo. La perspectiva cultural procurada por los literatos —como siempre— no profundizó en las fuentes utilizadas. Cercanos al ensayismo y otros géneros de opinión, la reflexión de que la literatura era financiada por la uabc y el gobierno —a través del icbc—, reparó en la forma más que en la información. Aunque las libertades para describir el movimiento se limitaron a experiencias individuales, el juicio elaborado desde el ensayismo fue intrascendente. La construcción académica En noviembre de 1988, Manuel Camacho Solís, a la sazón secretario general del Comité Ejecutivo Nacional del pri, financió una encuesta sobre tendencias electorales en Baja California. Mucho antes del “destape” de los candidatos del pan y pri, la investigación, denominada “Confirmación de una realidad sociopolítica de Baja California […] fue encargada a cuatro institutos de la uabc” (Campuzano, 1995, p. 35). Los resultados de la encuesta revelaron que un político de oposición ganaría la gubernatura. Este hecho no sólo expone la participación de científicos sociales en la política fronteriza, sino que también corrobora el énfasis gubernamental que dieron a sus problemas de investigación. La consumación de las ciencias sociales en Baja California a principios de 1980 confirmó un acercamiento a la población nativa y migrante que escritores y periodistas no realizaron. La publicación de un libro sobre la “identidad regional” en Tijuana documentó —tal vez sin proponérselo— las actitudes antichilangas apenas
sugeridas por Nexos, Proceso o Esquina/Baja. Los testimonios del libro fueron resultado de la colaboración entre El Colef y el Centro de Estudios Tepiteños, del Distrito Federal. El sociólogo Alberto Hernández (junto a Mayo Murrieta) entrevistó a viejos residentes de Baja California. Así, Puente México. La vecindad de Tijuana con California (1991) dio con el anclaje simbólico y discursivo del movimiento antichilango, pues su enfoque micro enfatizó la construcción de identidades a partir de la interacción entre diversos actores. La investigación de Murrieta y Hernández analizó a la gente de Tijuana en calidad de anfitriones de turistas de México y Estados Unidos. Al narrar el arribo de migrantes y turistas entre 1928 y 1944, los entrevistados reflejaron la confección local de estereotipos. Así, en la frontera se construyó uno destinado a los visitantes de la capital: “Los que venían del df se creían muy superiores”, confesó Raymundo Carrión, refiriéndose en términos comerciales y “desenvolvimiento social”, pues tenían mejor “oficio”. Enfatizándoles un complejo de superioridad, el sonorense comentó: “Se creían muy superiores, y de ahí empezaron a crearles aversión” (Murrieta y Hernández, 1991, p. 54). La atribución del complejo de superioridad remitió entonces a un psicologismo en desuso. A pesar de que la evidencia sea esencialmente anecdótica, la argumentación microhistórica otorgó un tono confiable a los datos recabados por Murrieta y Hernández (1991, p. 190). En la entrevista, Raymundo Carrión ubicó la década de 1940 como el momento en que “se notaba la invasión de personas del df”. Persistiendo un afán de distinguirse, “decían: venimos de la capital, una población muy grande […] aquí es un chiquero” (Murrieta y Hernández, 1991, p. 55; énfasis añadido). En efecto, al concluir la segunda guerra mundial, en 1945, los editoriales periodísticos contribuyeron al “anclaje simbólico” de la “rivalidad imaginaria con [...] políticos capitalinos” (Gruel, 2013, p. 169). Cuarenta años de objetivaciones periodísticas, aunados al incremento migratorio y la creciente urbanización de las ciudades fronterizas, fomentaron la creación de actitudes antichilangas. “Hasta la fecha”, reflexionó otro entrevistado, “Tijuana sigue aguantando la avalancha migratoria del centro del país” (Murrieta y Hernández, 1991, p. 58). Al igual que el resto de entrevistados para Puente México, Raymundo Carrión recordó nostálgico los días de la migración internacional a Tijuana cuando arribaban “árabes, coreanos, más gringos […] pero también llega del sur. La gente que vino de fuera ya absorbió a la nativa” (Murrieta y Hernández, 1991, p. 59). Escéptico sobre el nativismo, el entrevistado compartió la extrañeza que la urbe le provocó a setenta años de su arribo. La estructura urbana de Baja California reflejó diversos flujos migratorios. A partir de varios ejemplos, aseveró: “A los ha-
bitantes del df […] en Tijuana les prodigamos una atención completa”, pero éstos fueron irrespetuosos con los anfitriones (Murrieta y Hernández, 1991, pp. 92-93). Los testimonios de Puente México mostraron un periodo en que la construcción de estereotipos estuvo determinada por el entrecruzamiento de miradas centroperiféricas. “El chilango no tenía injerencia en la vida de bc. Eran pocos”, confesó Abelardo Plascencia, quien explicó su presencia a partir de la descentralización económica y política que produjo que numerosas empresas llegaran a Tijuana, Mexicali o Ensenada. “La agresión motivada la siento desde 1980, generalizada ya, pero este fenómeno [antichilango] se percibe desde una década atrás” (Murrieta y Hernández, 1991, p. 93). La reflexividad del testimonio de Abelardo Plascencia cuestionó el núcleo estereotípico del movimiento: A ellos también les afectan esas actitudes de vana autosuficiencia. Ese es nuestro choque de bajacalifornianos […] “No te rechazo porque eres de la ciudad de México, te rechazo por tu comportamiento chilango, que no es bueno para Tijuana o San Diego” […] Nos hemos topado con esa incomprensión […] nos lo echan como un buscapiés. (Murrieta y Hernández, 1991, p. 94; énfasis añadido).
En efecto, una manera de pensar los estereotipos es como “explosivos”, de ahí su intrínseca violencia simbólica. En entrevista para Cultura Norte, órgano editorial del Programa Cultural de las Fronteras, el investigador chihuahuense Jorge Bustamante confrontó ideas como las de Abelardo Plascencia o Raymundo Carrión. Las palabras del entrevistado fueron relevantes, ya que creó en 1982, desde El Colegio de México, al Centro de Estudios Fronterizos sobre el Norte de México (Cefnomex), institución que cambió a El Colef y mantiene diversas sedes (Piñera, 2011, pp. 200-201). Especialista en migración internacional, Bustamante analizó las tensiones entre centralismo y regionalismo. Para los fronterizos, la percepción más problemática de la migración fue la de los migrantes “que proceden de la capital del país”. El entrevistado agregó: En relación con el rechazo o reserva hacia los capitalinos […] ello no es gratuito, sino que se debe en parte a actitudes de prepotencia o porque los citadinos actúan como si supieran más que los propios fronterizos sobre problemas y soluciones en sus comunidades. Quisieron ir a imponer sus esquemas de vida, incluso con arrogancia, lo que propició que en torno de ellos, los chilangos, se creara una visión estereotipada […] esa antipatía hacia la gente de la Ciudad de México se puede achacar al centralismo gubernamental. (Aguilar, 1987, p. 22; énfasis añadido).
La presencia de las ciencias sociales en la frontera permitió que emergiera otra visión legítima. La vocación comprensiva de los científicos sociales aceleró el surgimiento de distintas voces entre las cuales ya no sólo estuvieron periodistas, empresarios, políticos o literatos. Los académicos acusaron de “arrogantes” a los “chilangos”, cobrando así un papel en la sociedad. Sin embargo, la profesionalización de los científicos sociales fue lenta. Entre 1976 y 1980, Víctor Alejandro Espinoza cursó sus primeros estudios universitarios en Mexicali, en la uabc. Los profesores de las licenciaturas en sociología, administración pública y ciencia política “usaban el pelo largo. La mayoría había estudiado fuera del estado, lo que les confería mayor prestigio” (Espinoza, 1995:40). Esta distinción provocó que los profesores “locales” se enfrentaran a los “fuereños”, en un ambiente definido “por la actitud provinciana”. Aunque algunos de estos profesionistas de Baja California estudiaron en el Distrito Federal, parece tratarse de otra clase de estudiantes, distintos, por ejemplo, a los de la Asociación de Estudiantes Bajacalifornianos en Monterrey. Nacido en Tecate, el autor reflexionó sobre estas diferencias: En lo académico, todo lo proveniente de la capital del país era recibido con una mezcla de odio y fascinación […] La mayoría de estudiantes partíamos del juicio inequívoco de que en virtud de la concentración cultural y política característica de nuestra historia, lo mejor del pensamiento social provenía del df. Y no es que todo lo local fuera rechazado y lo chilango aceptado acríticamente. Aprendimos a discriminar a los profesores buenos y malos, independientemente de su procedencia. (Espinoza, 1995, p. 40).
Luego de cursar un posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y otro en Europa, Víctor Alejandro Espinoza regresó a Tijuana para integrarse a la planta de académicos de El Colef. Al narrar su época estudiantil, señaló que el desarrollo estabilizador ofreció a las familias varias opciones de centros universitarios, en un ambiente marcado por “la contrastación con el centro. El df seguía siendo el punto de comparación para nuestros romanticismos académicos” (Espinoza, 1995, p. 45). El movimiento antichilango coincidió con un momento del devenir cultural de Baja California. Apenas existió una amplia oferta educativa, mayor fue la construcción de estereotipos (para cifras de población estudiantil y profesional entre 1971 y 1991, véase García, 1993, p. 51; para un amplio recuento de instituciones, Piñera, 2011, pp. 199-203). La realidad fronteriza, en especial la educación superior, fue investigada por el Cefnomex y la unam. La metodología cuantitativa fue empleada por la historiadora
María Luisa Rodríguez Sala y su equipo de investigadores, quienes dirigieron la aplicación de una encuesta a 550 alumnos, 109 profesores y 162 profesionistas de Tijuana (Rodríguez, 1985, p. 71). El “enfoque semiológico” sirvió, en 1981, para diseñar un instrumento que atendió varios “núcleos de identidad”, relacionados con “héroes y personajes patrióticos” y con los dos polos de la construcción identitaria, es decir, “los otros” y la noción de “nosotros” (Rodríguez, 1985, p. 73). Las primeras conclusiones destacaron la presencia de los medios de comunicación, infiriendo los siguientes efectos del flujo migratorio: “A mayor número de años de residencia en la zona, mayor predominio de los niveles de identidad”, logrando un proceso de doble vía en la que extranjeros y nacionales, “en un auténtico sentido fronterizo que no rechaza […] lo ajeno, sino que evaluándolo, lo incorpora” (Rodríguez, 1985, p. 77). El artículo funcionó como un verdadero informe de investigación en el cual sólo resultaba pertinente delinear los planteamientos metodológicos, descuidándose la dimensión teórica detrás de la “identidad cultural” de los universitarios de Baja California. El énfasis en el diseño instrumental omitió ingredientes concretos, por ejemplo, cuáles fueron los “héroes patrióticos” abordados en los reactivos. Pese a tales deficiencias, la propuesta analítica de María Luisa Rodríguez descubrió una dimensión pragmática de los fronterizos: é��������������������������� ���������������������������� stos retoman elementos culturales de México y Estados Unidos para construirse a sí mismos. La idea anterior fue falseada y aceptada por Néstor García Canclini, filósofo argentino, junto a un equipo de fotógrafos y antropólogos del Distrito Federal (García, 1992, p. 191). Entre 1985 y 1987, el autor de Culturas híbridas recurrió a la misma muestra de Rodríguez —estudiantes, profesores y profesionistas— para evaluar, de manera cualitativa, el Programa Cultural de las Fronteras, proyecto de la Secretaría de Educación Pública (sep). Apostillando su discurso recurrente sobre la hibridación, reflexionó sobre los efectos imprevistos de la autonomía cultural al consolidarse identidades “cuya violenta autoafirmación promovió el antichilanguismo” en Tijuana (García, 1992, p. 206; énfasis añadido). La expresión más extrema de antichilanguismo no ocurrió en Baja California, pero fue analizada por un investigador bajacaliforniano que opinó sobre lo ocurrido en Sonora. La mirada sociológica más vasta fue la de José Manuel Valenzuela, quien escribió a propósito de la primera víctima: “La muerte del niño Juan Israel Bucio […] producida (directa o indirectamente) por su ubicación como guacho o chilango, debe ser analizada a partir de un marco que rebase […] la nota roja” (1987, p. 19; énfasis añadido).1 1 La muerte fue producto de la golpiza que alumnos de una primaria de Hermosillo dieron al niño de nueve años. Federico Campbell (1987a) registró las versiones sobre la muerte del niño quien, proveniente de Michoacán, migró enfermo de cáncer. El escepticismo ante el caso fue de quienes
La distancia con la postura periodística es indicio de un método, es decir, procuró un conocimiento de segundo orden. Más de una década después, Valenzuela modificó el texto aparecido en Cultura Norte y lo reutilizó para Nuestros piensos (1998, pp. 90-96). Al prepararlo para su republicación, no dijo que apareció en la entrevista que concedió a Campbell (1987, p. 14) y que Monsiváis influenció su lectura del fenómeno. La propuesta de Valenzuela fue estudiar “el impacto de la propagación de estereotipos”, al que los periódicos contribuyeron banalizando aquellas actitudes contrarias al “pretendido carácter que corresponde a los habitantes del df” (1987, p. 19). Al comparar la función estereotípica del antichilanguismo, Valenzuela destacó el origen del regionalismo norteño cuyo significado, cercano a las críticas al centralismo, avivó por igual la aversión contra los capitalinos. El análisis propuesto distinguió categorías de “raza” y “clase social” en la construcción de lo “chilango”, mismo que representó “la versión norteña del naco”, es decir, una “racista diferenciación” utilizada por las élites: Debemos diferenciar entre el antichilanguismo tal como lo estamos señalando y lo que ha sido una actitud defensiva frente a la arrogancia centralista asumida por ricos, políticos y clase medieros del df, que en no pocas ocasiones refuerzan el estereotipo […] El estereotipo del chilango se ha basado en el prejuicio […] El perfil multirregional del bajacaliforniano, no ha desarrollado redes de identificación tan poderosas como […] las sonorenses. En Baja California la campaña no va dirigida contra el trabajador o el campesino migrante, ni tiene una clara connotación racista. (Valenzuela, 1987, pp. 19-20; véase también en Campbell, 1987b, p. 14).
Al igual que la explicación de Bustamante, la interpretación de Valenzuela presentó indicios de subjetividad: el hecho de que hubiera capitalinos que “reforzaran el estereotipo” confirma que los científicos sociales se involucraron activamente en la construcción del fenómeno. Finalmente, la connotación “racista” del movimiento sonorense, en comparación con la de Baja California, se explica a partir de la expropiación de tierras en la década de 1970.2 Por ello, el estereotipo sonorense fue argumentaron que falleció debido a que se golpeó tras convulsionarse. La otra postura, encabezada por familiares de la víctima, culpaba a los compañeros y profesores. 2 El escándalo —bien documentado por Jesús Blancornelas— que acompañó la destitución del gobernador de Sonora, Carlos Armando Biebrich, en el último año del sexenio de Luis Echeverría, lo implicaba en el asesinato de 27 campesinos. La última maniobra del sexenio de Echeverría consistió en promover una invasión de tierras con gente del Bajío mexicano que se hizo pasar por “campesinos […] la mayor parte de ellos […] golfos de billar, o burócratas cesantes”, quienes cayeron en su conjunto “como una maldición, sobre el Valle [del Yaqui]” (Blanco, 1980, p. 278).
“guacho”, prejuicio fenotípico rural (Mejía, 1991; Ruiz, 1989; Campbell, 1987b; Valenzuela, 1987, 1998). A diferencia de Baja California, la cobertura geográfica y estereotípica sonorense cobró una amplísima generalización. Aunque las circunstancias entre un estado y otro fueron distintas, formaron parte del estereotipo común. Incapaces de definir lo que estaba ocurriendo, los habitantes de Sonora y Baja California recurrieron a chistes y bromas para expresarse. Tal y como lo comentó Bustamante en la entrevista citada, a partir del centralismo y del presidencialismo, los fronterizos achacaron y generalizaron sus males a un “otro”, en este caso, un migrante “chilango” o “guacho”. A pesar de conservar intacto su argumento, Valenzuela sólo agregó que el antichilanguismo fue una articulación de un tercer elemento, además del centralismo y el regionalismo. El sociólogo tecatense opinó que “durante los últimos años hemos observado la eclosión de expresiones nativistas que también construyen divisiones ficticias” (Valenzuela, 1998, p. 92; énfasis añadido). Tal y como se perfiló desde la malograda candidatura del militar capitalino Hermenegildo Cuenca, los eventos de dicha eclosión ocurrieron en las urnas. La política antichilanga “La decisión que tomó el pueblo bajacaliforniano en las últimas elecciones”, comentó un entrevistado a los investigadores de Puente México, vino a determinar “un cambio político nacional con el triunfo de Ernesto Ruffo Appel […] tiene que ver con estas actitudes que abominamos […] del centralismo” (Murrieta y Hernández, 1991, p. 94; énfasis añadido). Para 1989, el cambio político se gestó en varios momentos. El estudio más sistemático sobre la historia y estructura del panismo en Baja California pertenece a Tania Hernández Vicencio (2001). El modo en que planteó la emergencia del partido enfatizó ideales nativistas que no estando emparentados —al menos de modo explícito— con lo antichilango, sí presentaron una “cultura anticentralista” en los diferentes militantes de Baja California, pues “común era la oposición al gobernador designado por el centro” (Hernández, 2001, pp. 28 y 35). El gobernador que provocó tanta oposición fue Xicoténcatl Leyva Mortera, quien habiendo ocupado la alcaldía de Tijuana de 1977 a 1980, conocía muy poco los problemas de la región, pues pasaba más tiempo en el Distrito Federal (Blancornelas, 1986a, p. 18). Abogado, notario público, militante priista, veracruzano de nacimiento, estudiante en la capital del país, Xicoténcatl fue hijo de otro alcalde
priista de Tijuana, Xicoténcatl Leyva Alemán, primo hermano de Miguel Alemán (Valderrábano, 1990, p. 74). Las circunstancias en las que padre e hijo arribaron al ayuntamiento de Tijuana fueron dudosas: “De nuevo la línea presidencial fue importante”, escribieron sobre la designación del hijo, “con el lema de un lote para cada familia humilde, [Leyva Mortera] le dio un marcado populismo a su campaña” (Mungaray y Samaniego, 2006, p. 223). Las decisiones de su gobierno provocaron un ambiente de corrupción e inseguridad, el cual fue documentado por el semanario Zeta. Al respecto, Blancornelas, quien escribió sobre narcotráfico y el cártel de los hermanos Arellano Félix, anotó: “El de Leyva Mortera fue un poder arrabalero, de pandilla”; repartió puestos entre priistas viejos e “invitó a sus juniors […] Los trajo del df, sin saber nada de Baja California” (1997, p. 60; véanse cargos, nombres y apellidos en Blancornelas, 1986a). La crítica al centralismo no sólo fue la colocación estratégica de altos y medios mandos del pri, sino al tráfico de influencias. Un político priista aseguró que la práctica de los “sobres lacrados” consistió en recomendaciones presidenciales para que alguien ocupara “algún puesto administrativo como si esta tierra fuera una oficina coordinadora” (Sández, 1979, p. 138). El malestar que provocó en la sociedad bajacaliforniana “el tráfico de influencias y las ineficiencias administrativas de los gobiernos priistas” (Campuzano, 1995, p. 21) se ilustra con el siguiente reportaje: “Nos abruma la marea chilanga”, anunció una nota sobre el arribo a Baja California de sindicalizados de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (Anónimo, 1986; énfasis añadido). Éstos, en calidad de servidores públicos, fueron “enviados por los titulares de la dependencia, [y] están desplazando a técnicos capaces y eficaces por otros que ignoran totalmente el medio agropecuario bajacaliforniano” (Anónimo, 1986, p. 39). El contexto inmediato es importante para comprender la nota. Antes de asumir la alcaldía de Mexicali, Guillermo Aldrete Haas (nieto de Alberto V. Aldrete, empresario y gobernador en 1946) fue el representante de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos que resolvió el “problema de atender a cuatrocientos llegados del sur para ocupar plazas” (Anónimo, 1986, p. 39). En 1989, Esquina/Baja solicitó a dos investigadores de El Colef elaborar el dossier “Baja California después de la batalla electoral”. Le tocó a Benedicto Ruiz, junto a José Negrete Mata, explicar el fracaso del pri frente a Ernesto Ruffo Appel, recurriendo no sólo a explicaciones del tipo regionalista, sino a la teoría sociológica de las élites. Los investigadores aseveraron la existencia antagónica del “Grupo Mexicali” y del “Grupo Tijuana” (Ruiz, 1989, p. 25). Representante del tijuanense,
Leyva Mortera fue el responsable de “las divisiones entre los núcleos de poder” en Baja California (Ruiz, 1989, p. 27). Aunque sea incierto que Leyva Mortera estuviera detrás de la intriga en Recursos Hidraúlicos, las rencillas en el pri local se reflejaron en confrontaciones directas entre el gobierno estatal y los presidentes municipales. Al concluir la década de 1980, el planteamiento del antichilanguismo cuajó entre los lectores de diferentes medios impresos. La simpatía entre Blancornelas —junto a quienes colaboraron en el semanario Zeta— y el pan cobró buenos resultados: influir en la esfera gubernamental a través de la promoción y vigilancia de los medios electorales. Como lo demostraré a continuación, “el Gato” fue el operador visible de algunos cambios de la opinión pública. Las críticas al pri reconstruyeron una realidad sobre la que literatos e investigadores no pudieron intervenir; sólo los periodistas lo hicieron. En 1986, el triunfo de Ernesto Ruffo Appel a la alcaldía de Ensenada inició la alternancia panista en Baja California (Hernández, 2001, p. 66; Mungaray y Samaniego, 2006, p. 224; Ruiz, 1989, p. 28;). La relación entre Ruffo Appel y Ley va Mortera fue problemática, pues el gobernador boicoteó al alcalde a través del sindicato del ayuntamiento ensenadense. Al obstaculizar los servicios públicos, Leyva Mortera agravó a la comunidad de electores. “La fotografía de Ruffo Appel recogiendo los botes de basura, debido a que el gobierno del estado no entregaba lo recursos”, recordaron Mungaray y Samaniego, “se volvió referente […] creció aceleradamente” (2006, p. 224; confróntese con Ruiz, 1989, p. 28). Tres años después, el 5 de julio de 1989, una vez publicado el triunfo a la gubernatura de Ruffo Appel, los miembros del “Grupo Mexicali” priistas exhibieron antichilanguismo. El movimiento perdió toda su referencialidad literaria o científica al entrar a filas del partido oficial. La Voz de la Frontera destacó al empresario mexicalense que más resintió el triunfo del pan: En una conferencia de prensa y en medio de gritos de “muera [Luis Donaldo] Colosio” y “fuera chilangos”, Eduardo Martínez Palomera, dirigente estatal del pri, afirmó “ni la dirigencia del pri en Baja California ni sus militantes reconocemos […] el supuesto triunfo de Acción Nacional” […] “Estamos cansados de que venga gente de México a dirigir el partido, estas son las consecuencias”, fueron las palabras del dirigente. (Citado en Campuzano, 1995, p. 55; énfasis añadido).
El fragmento anterior no sólo resulta interesante porque los vituperios contra el dirigente nacional del partido, Luis Donaldo Colosio, se hicieron realidad después, tras el asesinato de éste durante un mitin en Tijuana (Mungaray y Samaniego,
2006, p. 227). Existe evidencia para confirmar un aspecto de la postura del también industrial, Martínez Palomera. Según datos de Valderrábano, 1989 fue la “primera vez en la historia política de bc, [en que] un presidente de la república citaba en palacio nacional a los empresarios” para “decirles quién sería postulado a la gubernatura” (1990, p. 63). Salinas de Gortari comunicó a los miembros más destacados de los grupos empresariales la designación de Margarita Ortega Villa como candidata del pri. Entre quienes apoyaron el designio presidencial se encontraban los ex gobernadores Castellanos y De Lamadrid (véanse pormenores en Valderrábano, 1990, pp. 64-70). Aunque empresario, el presidente no convocó a Martínez Palomera. Meses después le nombraron dirigente estatal del pri. La candidatura de Ortega, quien ganó las elecciones como senadora en 1988, fue un intento de “mostrar la disposición del presidente al reclamo de los bajacalifornianos de que el candidato fuera de esa región”, y, por otro lado, designar a alguien que “tuviera el suficiente arraigo local para que la designación no fuera interpretada como una nueva imposición del centro” (Campuzano, 1995, p. 34). Sin embargo, fue sólo una simulación, pues en los hechos, la decisión fue tomada desde el centro y en los términos presidenciales. En ese sentido, las apreciaciones de Martínez Palomera no acertaron: nadie llegó del Distrito Federal a dirigir el futuro de Baja California, al contrario, los bajacalifornianos recibieron órdenes en la capital, revelándose así el poder fáctico del país. Las crónicas de Campuzano (1995) y Valderrábano (1990) dieron con nombre y apellido de las ����������������� é���������������� lites que criticaron al poder fáctico. Durante su campaña, Ortega Villa utilizó la incógnita sobre los autores materiales e intelectuales del asesinato de “el Gato”. En respuesta, Zeta apeló a la exclusividad del referente felino. “En la primera oportunidad que hubo le pedimos que por favor no tratara el caso”, recordó el director a propósito de la muerte de Ortega; “que no lo capitalizara para lograr votos […] Aceptó de buena gana” (Blancornelas, 1997, p. 130). En cambio, el candidato panista sí apareció en todas las protestas y actos públicos con los que la sociedad civil denunció a Leyva Mortera el asesinato de Félix Miranda. La Comadre de la Cotorra se siguió publicando, y al comentar la gubernatura del partido que abanderaba, celebró un tanto hiperbólico: “La gente cree en el semanario Zeta como en la Ley de Dios” (León Toscano, 1990, p. 98). La frase no sólo es evidencia del órgano extraoficial del antichilanguismo bajacaliforniano. El apoyo de Choix Editores, S. de R.L. de C.V., de Blancornelas y de “el Gato”, resultaba significativo en un contexto marcado por la afiliación priista de los principales diarios de la región (consúltense cifras de distribución en Trujillo, 2000, pp. 411-413).
La muerte de “el Gato” en abril de 1988 (Campuzano, 1995, p. 42; Salinas, 2012, p. 90; Trujillo, 2000, p. 395; Valderrábano, 1990, p. 78) no sólo tuvo efecto sobre el movimiento, sino también sobre la trayectoria política de Ruffo Appel. En el capítulo sobre el periodismo bajacaliforniano, un literato anotó: “Ernesto está presente en la manifestación […] enfrente de la funeraria donde se vela el cuerpo de Héctor Félix Miranda. La gente lo ve como uno de los suyos”, y juzgando las habilidades retóricas del ex alcalde, anotó subjetivo: “Es la viva imagen de un empresario que no sabe hilvanar con coherencia un discurso pero que llega al corazón” (Trujillo, 2000, p. 409). Al año siguiente, después de solicitar licencia como alcalde para iniciar su candidatura, Ruffo Appel apareció en otro acto del semanario Zeta. “Al cumplirse el primer aniversario de la muerte del periodista”, escribió la reportera que documentó el triunfo del pan, “montó guardia ante el monumento a Francisco Zarco y guardó un minuto de silencio en memoria del Gato” (Valderrábano, 1990, p. 110; véase también en Trujillo, 2000, p. 410). Este gesto fue un acto simbólico innecesario para homenajear a alguien que continuamente violentó la libre expresión. En 1986, Leyva Mortera movilizó a organizaciones nativistas para contrarrestar la popularidad de Ruffo Appel. Al recurrir a la Asociación Política de Baja California (apbc), el gobernador permitió que los militantes priistas simpatizantes del nativismo continuaran con su campaña de que los “candidatos a gobernador, presidentes municipales, diputados locales y regidores sean nativos y con arraigo” (Blancornelas, 1986b, p. 4). El pronunciamiento de la apbc, formada en 1973 con el objetivo de que “los bajacalifornianos ocuparan posiciones políticas” (Sández, 1979, p. 139), consistió en: “No queremos que nos gobiernen mexicanos, que a destiempo, que a última hora, se precipitan a renunciar a una ciudadanía extranjera para conquistar inmerecidamente en la Baja California un cargo de elección popular”. Ruffo Appel en Ensenada y Guillermo Aldrete en Mexicali [continuó Blancornelas], estuvieron en esa condición. Uno y otro nacidos [sic] en Estados Unidos, pero hijos de padres mexicanos y residentes en Baja California, desde su infancia, apresuradamente lograron su certificado de nacionalidad mexicana […] Curiosamente la apbc se pronunció también por el nativismo cuando el general Cuenca Díaz anunció su intención de gobernar bc. (Blancornelas, 1986b, p. 4).
Al respecto, Sández admitió que el propósito del nativismo consistiría en una “verdadera campaña de concientización […] No se trataba de caer en el regionalismo” (Sández, 1979, p. 138). Por la evidencia presentada en esta investigación, es obvio que dicho objetivo jamás se logró. Zeta interpeló a Ruffo Appel sobre las
inquietudes de los nativos, opinando que “más bien [son] el sentimiento de que la gente de aquí elija como candidatos a los de aquí y no haya dedazo” (citado en Blancornelas, 1986b, p. 5). Junto con el destape, el dedazo fue una práctica común del priismo que sirvió para controlar ámbitos concretos de influencia. El hecho de que Salinas de Gortari reconociera el triunfo del pan correspondió al inicio de la modernización política. Los problemas del priismo local fueron los descuidos de Leyva Mortera. No sólo perjudicó a Aldrete, correligionario de partido; el más grave error fue en las elecciones nacionales de 1988 cuando apoyó al contrincante de Salinas de Gortari, Cuauhtémoc Cárdenas (Mungaray y Samaniego, 2006, pp. 224-225; Piñera, 2011, p. 189). Al jugar en el límite de paradojas y contradicciones internas, el movimiento antichilango juzgó de “chilango” a quienes probablemente no lo fueron, emparentándose así al nativismo y al regionalismo por la desconfianza mostrada ante los foráneos. Las críticas periodísticas resultaron centrales durante el anclaje de la política antichilanga. El momento ameritaba una pluma que compartiera el sentir de todo tipo de lectores, y éste fue Félix Miranda. Sobre la transición política de Baja California, “el Gato” opinó que era “probable que todo sea una variante del movimiento antichilango”. Sobre la vinculación del movimiento con otras tradiciones, señaló que más bien “les entró el miedo [a los priistas] de la Ruffitis, peligrosa enfermedad que desde Ensenada amenaza a todo el Estado” (Félix, 1986b, p. 32). Como migrante de Sinaloa, Félix Miranda desconoció que el nativismo fue una demanda existente desde 1921 (Gruel, 2013, pp. 154-155; Sández, 1979, p. 134) con la designación del primer y único gobernador nativo —a la fecha—, Epigmenio Ibarra Jr. La conciencia histórica de “el Gato” se limitó a escribir con nostalgia sobre la década de 1960. Al promocionar las fondas y restaurantes que lo alimentaron entonces, apenas recordó la oferta culinaria de Tijuana. En sus ínfimos comentarios políticos mencionó que periodistas y sociedad, en pleno informe de gobierno “interrumpimos el discurso de Xico Leyva I [Alemán] para pedirle agua desde entonces a [Adolfo] López Mateos”. Y en plena nostalgia de aquella época, recordó: “Ah, la Tijuana, snif otra vez sin chilangos. ¡Ah!, ónde estará?” (Félix, 1986a, p. 33). La onomatopeya enfatizó el recuerdo de una ciudad “de 300 mil habitantes […] ¡Ah! la Tijuana sin chilangos […] donde el máximo pecado era tomarse uno un six de [cerveza] Tecate” (Félix, 1986a, p. 32). A diferencia de “El Cotorro”, “el Gato” migró a Baja California cuando las referencias al nativismo fueron pocas. Mientras tanto, la sociedad bajacaliforniana tuvo diversos puntos de vista que considerar.
Conclusiones La política entre los periodos presidenciales de Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari sufrió varias transformaciones. La sociedad mexicana experimentó una integración forzada a partir de la consolidación de un partido de Estado que centralizó decisiones, actores y recursos políticos. Las crisis sociales y económicas modificaron la legitimidad del sistema político, generando contracorrientes ideológicas como el nativismo, regionalismo y antichilanguismo, como una misma expresión de rechazo politizado al centralismo gubernamental. En Baja California, la identidad regional se manifestó a través de medios formales como el electoral y la oposición panista. Los medios informales del antichilanguismo fueron los estereotipos y la comicidad popular contra los migrantes del Distrito Federal. La presencia de “chilangos” en oficinas de gobierno, universidades y partidos políticos provocó que varias personas se mostraran hostiles ante los recién llegados. La sociología cultural aprovechó esta efervescencia y divulgó resultados en revistas literarias y periodísticas. Mientras tanto, el ámbito electoral comenzó a ser estudiado por politólogos profesionales. Las administraciones de Ernesto Ruffo Appel y Héctor Terán fueron importantes temas de investigación. El recuerdo de Héctor “el Gato” Félix Miranda y el espíritu de colaboración con el primer gobierno panista de la entidad, permitieron que Jesús ���������������� Blancornelas gozara de popularidad nacional e internacional. El semanario Zeta es una importante fuente documental sobre diversos grupos locales y nacionales. El antichilanguismo en Baja California no fue muy diferente que la expresión del movimiento en Sonora. En ambos lugares fueron utilizados los medios impresos para impactar a la opinión pública. Sin embargo, para la política antichilanga fue más relevante el juego electoral que la muerte de un niño. Los contenidos de identidad regional pronto se decantaron a una discusión en torno a la democracia. Al concluir el siglo xx, la sociedad bajacaliforniana fue representada de distintas maneras, y muchos resaltaron sus opiniones sobre el estereotipo de “chilango”. Referencias Anónimo. (1986). Desplazan a técnicos capaces. Aquí, 3, 39. Aguilar, E. (1987). Falsedades y distorsiones [entrevista con Jorge Bustamante]. Cultura Norte, 1(1), 21-24. Aguirre, I. (1985). Después de la tormenta. Palpitaciones, 25(111), 11. Aguirre, I. (1986). Nacionalismo. Tiempo de Baja California y Sonora, 417, 11.
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Las narraciones del desastre: anticipaciones de la retórica de la posmodernidad en la poesía de Rosario Castellanos The stories of the disaster: Anticipations of the rhetoric of Postmodernism in the poetry of Rosario Castellanos Lilia Leticia García Peña Universidad de Colima (llgarcia@ucol.mx) Resumen: La poesía de Rosario Castellanos muestra las contradicciones e insuficiencias del proyecto de la modernidad occidental y las consecuencias culturales de la crisis que ella ya no podrá constatar, a diferencia de otros intelectuales de su generación, pero que advierte con una finísima percepción. En estas páginas veremos cómo, en su poesía, Rosario Castellanos comparte, anticipa, contradice y amplía el discurso crítico de la modernidad que han construido los grandes pensadores. Para ello analizaré las redes metafóricas que se despliegan en su obra poética en torno a la crisis de la modernidad y al surgimiento de una sensibilidad cultural distinta, considerándolas en contrapunto con las metáforas centrales de la que llamo “la retórica de la posmodernidad”, que se elabora en la obra de los intelectuales de occidente, desde Arthur Schopenhauer hasta Anthony Giddens. Palabras clave: Rosario Castellanos, poesía, retórica de la posmodernidad. Abstract: The poetry of Rosario Castellanos shows the contradictions and deficiencies of the Western modernity project and the cultural consequences that she could no longer prove, unlike other intellectuals of his generation, but notes with a fine perception. In these pages we will see that in her poetry, Rosario Castellanos shares, anticipates, contradicts and expands the critical discourse of modernity that the great thinkers have built. To do this I will analyze the metaphorical networks shown in her poetry about the modernity crisis and the emergence of a different cultural sensitivity, considering counterpoint to the central metaphors of what I call “the rhetoric of postmodernism”, that elaborated in the work of Western intellectuals from Arthur Schopenhauer to Anthony Giddens. Keywords: Rosario Castellanos, poetry, rhetoric of posmodernity. Fecha de recepción: 23 de septiembre de 2014
Fecha de aceptación: 27 de noviembre de 2014
Época II - Vol. III - Núm. 1 / enero-junio de 2015 ISSN 1870-1191
Lilia Leticia García Peña Mexicana. Doctora en literatura hispánica por El Colegio de México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (sni) Nivel I. Actualmente está adscrita a la Universidad de Colima. Su área de investigación gira en torno al imaginario simbólico-mítico en la literatura mexicana (de 1955 al presente). Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “La experimentación narrativa como búsqueda de la identidad”, en P. Laurent Kullick, El camino de Santiago (Agathos, 2014); “An international review of the humanities and social sciences”, Rumania, 5(1); “De Hermes a Babel: Mitos del siglo xxi en El mundo de ocho espacios de Jaime Romero Robledo”, en Decires. Revista del Centro de Enseñanza para Extranjeros (2012), issn 1405-9134, unam, 14(17), primer semestre, 91-104; y “Nociones esenciales para el análisis de símbolos en los textos literarios” (2012), 452 ºF. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Autónoma de Barcelona, 6, disponible en web: http://www.452f.com/pdf/numero06/garcia/06_452f_ garcia_indiv.pdf
Introducción El propósito de estas páginas es mostrar cómo Rosario Castellanos comparte, anticipa, contradice y amplía el discurso crítico de la modernidad que han construido los grandes pensadores. Para ello, analizaré las redes metafóricas que se despliegan en su obra poética en torno a la crisis de la modernidad y al surgimiento de una sensibilidad cultural distinta, considerándolas en contrapunto con las metáforas centrales de la que llamo “la retórica de la posmodernidad”, que se elabora en la obra de los intelectuales de occidente desde Arthur Schopenhauer hasta Anthony Giddens, y cuyos textos —como diría Todorov (1997)— “se encuentran entre los más influyentes de nuestra historia [y que] es tal su fuerza que nos han impuesto su estilo, y lo que antes podía ser una jerga oculta, con el tiempo se ha vuelto vocabulario común” (p. 10). Rosario Castellanos nació en 1925 y murió, tempranamente, en 1974, a los 49 años. De no haber sido por aquel accidente que interrumpió sus días, tal vez hubiera vivido para ver acercarse el fin del siglo xx, e incluso los primeros años del xxi, como lo hicieron contemporáneos suyos como Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Pero lo que ella no pudo presenciar, lo previó con finísima intuición. Rosario Castellanos es intérprete indiscutible del siglo xx. A los pocos días de haber nacido en la ciudad de México, un 25 de mayo, sus padres la llevaron a vivir a Comitán, Chiapas. Rosario volvería a la capital del país “cuando en 1939 la familia Castellanos, ya sin tierras —expropiadas por la reforma agraria— se traslada a México” (Poniatowska, 1986, p. 60), donde se aprovecharía la oportunidad para que ella estudiara la preparatoria e ingresara a la Universidad, en la que cursó unos meses las carreras de derecho y letras, para optar finalmente por la licenciatura en filosofía, de la que se titularía en 1948. Rosario se va convirtiendo entonces en Una de las escritoras más polifacéticas que hayan existido en México […] escribió narrativa, poesía, teatro, crítica y ensayos. Además, “semana a semana publicaba en los suplementos y revistas literarios más connotados de su tiempo, y después ejerció el periodismo informal, en donde hacía comentarios políticos, sociales, culturales, o contaba episodios de su vida privada”. (Mejía, 1998, p. 5).
Su lugar privilegiado en la literatura mexicana del siglo xx se funda en la sólida consistencia de su proceso creador:
Entre el año de 1948, en que se publicó su libro de poesía Apuntes para una declaración de fe, y 1974, año de su muerte, salieron once libros de poesía, tres de cuento, dos novelas, cuatro de ensayo y crítica literaria, una obra de teatro, El eterno femenino, y un volumen que reúne sus artículos periodísticos: en total veintitrés libros a lo largo de veintiséis años. (Poniatowska, 1986, p. 47).
Y desde entonces no hemos dejado de leerla y de citarla, aun hoy e incluso entre las generaciones más jóvenes: Dentro de nuestra literatura, Paz suscita la admiración, Fuentes la envidia, la irritación, Revueltas el respeto, Rulfo el asombro; ninguno como Rosario Castellanos provocó la simpatía, el amor. Por eso su muerte fue sentida como una pérdida personal (según Aurora Ocampo más de quince tesis se elaboran al año en la unam sobre Rosario); por eso también sus libros se venden desde entonces a razón de tres mil ejemplares al mes […]. (Poniatowska, 1986, p. 58).
Eric Hobsbawm definió al siglo xx como “El siglo corto”, y estableció el estallido de la primera guerra mundial en 1914 y el hundimiento de la urss en 1991 como sus límites. En ese contexto, el año de nacimiento de Rosario Castellanos, 1925, se ubica entre las dos grandes guerras que significaron en total 31 años de conflicto mundial transcurridos desde la declaración austriaca de guerra contra Serbia el 28 de julio de 1914, hasta la rendición de Japón el 14 de agosto de 1945. En términos de panorama mundial, los primeros veinte años de vida de Rosario tienen, así, el trasfondo de la guerra y de la violencia que Habermas (2000) ha subrayado: Los fenómenos de la violencia y la barbarie son los signos distintivos de nuestra época. Los diagnósticos de la modernidad, desde Horkheimer y Adorno hasta Baudrillard, o desde Heidegger hasta Foucault y Derrida, han reconocido en los rasgos totalitarios de nuestra época una característica estructural de la modernidad. (p. 66).
Rosario Castellanos es testigo de la crisis de la modernidad occidental, contundente en la década de 1980, pero patente a través de variados signos, por lo menos diez años antes, ya que “desde 1972, aproximadamente, se ha operado una metamorfosis en las prácticas culturales y económico-políticas” (Harvey, 2008, p. 11). De los muchos aspectos que uno puede indagar y admirar en la obra poética de Rosario Castellanos destaca la transparencia para mostrar los rasgos más sutiles de su tiempo, porque ella es una de esas personas que en el mundo del arte se convierten en anticipadores de los sucesos sociales y culturales. Tuvo la sensibili-
dad para escuchar los rumores de la historia que se gestaba apenas, y percibir los aspectos críticos de la conciencia moderna y el germen del cambio cultural más importante del siglo xx en occidente, que, en términos generales y siempre polémicos, se ha denominado posmodernidad, expresándolo en su obra poética a través de una poderosa red metafórica. Así, su poesía destila la percepción de las insuficiencias del proyecto de la modernidad occidental y presiente las consecuencias culturales que ella ya no podrá constatar, a diferencia de otros intelectuales de su generación, como Zygmunt Bauman o Gilles Deleuze, nacidos también en 1925, o poco antes, como Jean-Francois Lyotard, en 1924, o poco después, como Michel Foucault, en 1926, y Jean Baudrillard o Jürgen Habermas, nacidos en 1929. Puesto que lo que destaco no es sólo el debate de ideas en torno a la posmodernidad, sino su muy específica representación metafórica, es importante señalar que en cuanto a la noción de metáfora que fundamenta estas reflexiones, considero que, como señala Paul de Man (1999), “la retórica no puede ser separada de su función epistemológica […] Toda filosofía está condenada, en la medida en que depende de la figuración, a ser literaria y, como depositaria de este problema, toda literatura es hasta cierto punto filosófica” (p. 75). Ésta es la condición que vemos desplegarse en la trama metafórica de lo que llamo “la retórica de la posmodernidad”: el pensamiento filosófico aludirá a un recurso, que si no por esencia, sí por excelencia, es poético, y la poesía de Rosario cruzará constantemente las fronteras del discurso literario para acercarse al filosófico. Rosario fue consciente desde muy joven y para siempre de lo sutil que es la frontera entre el discurso filosófico y las imágenes poéticas; ubicó con toda claridad que su vocación por la creación poética corr����������������������������������� ía a la par������������������������ de su inquietud filosófica y se orientaba a descubrir el sentido de la vida, las respuestas a “las grandes preguntas”: “Que son, a saber: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo? Y me refiero, naturalmente, a todo. El ángel de la guarda en turno me hizo ver que, contiguas a las clases de literatura, se impartían las de filosofía” (Castellanos, 1998, p. 1001). Y no sólo eso, sino que reconoce muy pronto también que su óptica filosófica es de naturaleza metafórica: “Cuando me di cuenta de que el lenguaje filosófico me resultaba inaccesible y que las únicas nociones a mi alcance eran las que se disfrazaban de metáforas era demasiado tarde” (Castellanos, 1998, p.1003). Gabriela Cano, en su prólogo a Sobre cultura femenina, señala también esta peculiaridad en el trabajo de Rosario Castellanos:
Sobre cultura femenina no puede reducirse al argumento filosófico. Es necesario reconocer que la tesis se desenvuelve en dos niveles discursivos: el de la argumentación teórica y el de las imágenes literarias que dan cuerpo al razonamiento expuesto. Aunque uno y otro discurso casi siempre son complementarios, por momentos la argumentación y las imágenes parecen ir por caminos distintos y hasta contradictorios. Esa tensión entre los conceptos y las metáforas imprime un sello particular a la obra y otorga interés a Sobre cultura femenina, a pesar de que algunos de sus planteamientos filosóficos hayan perdido actualidad. (Cano, en Castellanos, 2009, p. 31).
Antes de dejar las consideraciones introductorias, quiero decir que el título de este trabajo es un doble homenaje. Por una parte, a la poesía misma de Rosario Castellanos, porque he tomado prestadas las palabras de uno de sus versos: “la frase de aquel criado de Job, el mensajero/ narrador del desastre” (Última crónica, 1969, p. 223),1 que, a su vez, evoca aquellos cuatro mensajeros que le hacen saber al bíblico Job, una a una, la pérdida de todos sus bienes y su caída inminente en la ruina y el dolor; y homenaje también a Paul de Man (2007), que con su trabajo sobre La retórica del romanticismo ha inspirado el sentido de mis encuentros al analizar la poesía de Rosario, y me ha conducido por el camino de “la lectura histórica de la retórica y/o lectura retórica de la historia” (p. 61). La pregunta para adentrarnos de lleno en el tema es: ¿Cómo se enfrenta Rosario a su entorno cuando escribe su obra poética entre 1948 y el año de su muerte en 1974? Su vida transcurre durante los tres primeros cuartos del siglo xx, definida, por una parte, por su vocación poética, y por sus preocupaciones sociales, por otra. Con un pie en conflictos individuales intensos de los que sabemos a través de su propia obra (la complicada relación con los padres, la muerte del hermano menor, el matrimonio fallido) y con el otro, en el efervescente panorama histórico, social y cultural de su época: siempre al tanto, siempre consciente, siempre reflexiva y siempre actuante en un entorno nacional y, hasta mundial, que la demanda y al que ella responde. Como trasfondo se desenvuelve la revisión de las ideas en la historia cultural de occidente que parte de la crisis del pensamiento moderno y transita, pausada y contradictoriamente, a una nueva fase que, más allá del nombre que se le dé —“modernidad radicalizada”, “modernidad líquida”, “segunda modernidad”, “posmodernidad” o algún otro—, va tomando forma a lo largo de más de un siglo, y sobre la que ha corrido tanta tinta. 1 A lo largo del trabajo citaré los versos de la edición Rosario Castellanos (2012), indicando el título del poema, el año de primera publicación y la página de la edición consultada, con el fin de facilitar el seguimiento de las metáforas a lo largo de su obra.
“Las palabras poéticas constituyen el único modo de alcanzar lo permanente en este mundo”, le dice Rosario a Emmanuel Carballo (1986, p. 520), y de acuerdo con esa convicción, no hace un análisis explícito de este proceso de cambio cultural, no hay un libro, un estudio, un ensayo que lo aborde como tal, pero, indudablemente lo percibe, participa en él y deja que se filtre en su poesía. ¿Cómo llegan a ella las lecturas y las ideas que ��������������������������������������� constituyen el debate? En la juventud universitaria de Rosario las voces de dos de los primeros críticos de la modernidad, Schopenhauer y Nietzsche, resuenan ya con claridad y fuerza en la atmósfera cultural. Las ideas están en el aire en todo occidente; también, por supuesto, en M�� éxico����������������������������������������������������������������������������� : José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña “inician una era de independencia intelectual y de renovación en las ideas. A través de Schopenhauer, de Nietzsche, de Bergson, la juventud intelectual mexicana, proclama ideas más amplias y más generosas” (Miró, 1974, p. 216). La transmisión pudo haber sido también a través de la lección de Miguel Unamuno, que fue difundido por los ateneístas, o por medio de la lectura —muy temprana, como ella misma refiere— de “Muerte sin fin”, de José Gorostiza, indudable lector de Schopenhauer. De cualquier modo, a su formación contribuye el ambiente que la rodea y que no sólo es literario, sino intensamente filosófico, por la carrera universitaria que estudia y por la pasión con la que se entrega a ella. Es significativa también su relación con Hyperión, que fue un grupo de filósofos que se desenvolvió en la Universidad Nacional Autónoma de México entre 1948 y 1952. El pensamiento de estos jóvenes (Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro, Ricardo Guerra, Joaquín Sánchez Mc Gregor, Salvador Reyes Nevares, Fausto Vega y Leopoldo Zea) con quienes Rosario tuvo contacto en la década de 1950, constituye un antecedente importante para la revisión de la visión eurocéntrica de la modernidad, del imperialismo y del neocolonialismo en México y en América en general. Formados por José Gaos en corrientes como la fenomenología, el existencialismo y el historicismo de José Ortega y Gasset, y conocidos como “los existencialistas mexicanos”, propusieron una síntesis entre la filosofía mexicana —representada por las obras de José Vasconcelos y Samuel Ramos— y la filosofía contemporánea europea, para acercarse al ser mexicano. Pero más allá de estas lecturas e influencias que dejan su huella en Rosario, debe subrayarse que la crisis de la conciencia moderna occidental de la que hablamos no se desenvuelve, por supuesto, de modo sistemático, no se trata de una obra o un autor en particular, ni dentro ni fuera de México; son atisbos, apuntes al margen,
saltos de página, “líneas al borde”, como diría Derrida. Hablamos de la década de 1940, cuando Rosario tenía apenas 23 años de edad y que es cuando termina sus estudios de licenciatura en filosofía. En ese mismo año (1948) publica sus poemas largos Trayectoria del polvo y Apuntes para una declaración de fe. Esta es, por una parte, una época en la que el proyecto de la modernidad se encuentra en plena vigencia; aunque, por otra, sus fracturas han sido ya advertidas por pensadores y artistas. Es, por lo tanto un momento sumamente difícil para sentir y captar los signos del desmoronamiento del modelo moderno occidental, pero Rosario Castellanos los capta, los comprende y los proyecta en su poesía. Rosario Castellanos escribe en Juicios Sumarios un comentario explícito sobre la problemática de la modernidad en torno a la obra de Simone de Beauvoir: En muchos aspectos Simone Weil es un personaje medieval. En cambio Simone de Beauvoir representa la época moderna, con todas sus contradicciones y dudas, con su tránsito de una ideología de clase a otra que abarque a la humanidad entera; con su racionalismo de tan buena ley que no castra ninguno de los ímpetus vitales ni coloca en un sitio abstracto (el cielo, el futuro) la posibilidad de ser feliz, de realizar plenamente todas nuestras facultades. Donde el análisis es un instrumento eficaz para hacer que se desvanezcan los fantasmas, que se derrumben las ilusiones y que hagan su aparición y se manifiesten los objetos en su realidad concreta y en su situación verdadera. (Castellanos, 1998, p. 626).
No nos queda, entonces, ninguna duda: Rosario ubica los alcances del proyecto de la modernidad: “su racionalismo de tan buena ley”, la potencia de ser feliz con la plena realización de las facultades, el “instrumento eficaz” de la capacidad analítica, pero no deja de advertir las “contradicciones y dudas”. Si bien no examino el fenómeno en sí, sino su representación a través de las metáforas poéticas de Rosario Castellanos, conviene trazar un panorama sobre el problema de la transición de la modernidad a la posmodernidad, “cuyo fantasma —según Touraine (2006)— ronda por todas partes” (p. 12). La modernidad se caracteriza por una perspectiva historicista de progreso frente a una “mentalidad antigua, dominada por una visión naturalista y cíclica del curso del mundo” (Vattimo, 1990, p. 11). Por su parte, Bauman (1996) afirma que la modernidad alcanzó su madurez: “1) como proyecto cultural —con el despliegue de la ilustración; 2) como forma de vida socialmente instituida —con el desarrollo de la sociedad industrial (capitalista y, posteriormente, también comunista)” (p. 77). En tanto que para Habermas (1988),
El proyecto de la modernidad formulado en el siglo xviii por los filósofos de la ilustración consistió en sus esfuerzos para desarrollar una ciencia objetiva, una moralidad y leyes universales y un arte autónomo acorde con su lógica interna. Al mismo tiempo, este proyecto pretendía liberar los potenciales cognoscitivos de cada uno de estos dominios de sus formas esotéricas. Los filósofos de la ilustración querían utilizar esta acumulación de cultura especializada para el enriquecimiento de la vida cotidiana, es decir, para la organización racional de la vida cotidiana. (p. 28).
El proyecto de vida moderna occidental pronto mostró inconsistencias. Hacia 1897, ��������������������������������������������������������������������������� Émile���������������������������������������������������������������������� Durkheim advierte un fenómeno inquietante: un altísimo índice de suicidios en Europa que intenta explicar desde la anomia como una teoría de la desviación social, según la cual la debilidad del soporte en la estructura social provoca que la opción de individuos a los éxitos sea imposible. Este que considera Durkheim, es uno de los muchos signos de la crisis de la modernidad que se ha valorado y nombrado de distintos modos: Habermas (1989) piensa que el proyecto de la modernidad no está liquidado, sino que es un “proyecto inacabado” (p. 9); Giddens (2000) defiende la noción de “modernidad tardía” (p. 11); Beck (2002) reserva el término “primera modernidad” para describir aquella basada en las sociedades de Estados-nación, y llama “segunda modernidad” o “modernidad reflexiva” (Beck, 1996, p. 202) a la caracterizada por cinco procesos interrelacionados: globalización, individualización, revolución de los géneros, subempleo y los riesgos globales, como la crisis ecológica y el colapso de los mercados financieros globales; mientras que para Touraine (2006), la modernidad sólo está enferma “y lo que mantiene abierto el camino de la libertad es el diálogo entre la razón y el sujeto, diálogo que no puede interrumpirse ni acabarse” (p. 366). Si los grandes teóricos de la modernidad plantean las preguntas: ¿Cuándo empieza la modernidad? ¿Qué es ser moderno? Y si hemos dejado de serlo: ¿cuándo sucedió y qué somos hoy?, Rosario las contesta cabalmente desde la poesía. Del “¿y tú me lo preguntas? Poesía eres tú”, de Gustavo Adolfo Bécquer, al categórico “Poesía no eres tú”, del poema escrito hacia el final de la vida de Rosario, un mundo queda cancelado. No sólo revisa los postulados del ser, del yo, ontológicamente, metafísicamente: “Porque si tú existieras / tendría que existir yo también. Y eso es mentira” (Poesía no eres tú, 1969, p. 311), sino que enuncia un planteamiento de la otredad, e incluso una teoría poética: “El otro. Con el otro / la humanidad, el diálogo, la poesía comienzan” (Poesía no eres tú, 1969, p. 311). Ya en 1948 sugiere la muerte de una sensibilidad y reconoce cómo se alza, autoritaria y trágica, una nueva relación del individuo con el mundo, economizada y asfixiada por el intelectualismo occidental:
Ya no somos románticos. Es la generación moderna y problemática que toma Coca-Cola y que habla por teléfono y que escribe poemas en el dorso de un cheque. Somos la raza estrangulada por la inteligencia (Apuntes para una declaración de fe, 1948, p. 12).
Rosario Castellanos asumió la lectura del mundo desde una experiencia no solamente personal, sino cultural e histórica. Presintió en su propia piel una crisis cultural que en occidente nos incumbe a todos. Pagó con su desazón la percepción de un proceso que aunque presentía, tampoco alcanzaba a explicarse del todo, y para lo que, desde luego, no habría bastado ninguna dosis de válium, como opción “químicamente pura” (Válium 10, 1969, p. 307), para ordenar un mundo que simplemente se quebraba desde su interior. Como sucede con todos los visionarios de la historia, Rosario percibe la realidad, pero es imposible que la entienda del todo. La experiencia es muy poderosa, ardua, se hace presente en su vida cotidiana, personal; se muestra en los hechos históricos, sociales y culturales de los que es testigo. Se deja ser río de experiencias, de sensaciones, de preguntas que a veces, sin que ella misma pueda notarlo, rebasan su temperamento o su historia personal porque la respuesta es, al mismo tiempo que subjetiva, una de orden cultural. No podrá ser entonces de otro modo, es cierto lo que dice José Emilio Pacheco: la de Rosario Castellanos “es la poesía más trágica de la literatura mexicana” (Mejía, 1998, p. 8). Para revisar la red metafórica en la poesía de Rosario Castellanos a través de la cual anticipa, comparte o contradice la retórica de la posmodernidad forjada por los grandes pensadores de occidente, consideraré la totalidad de su obra poética en diálogo con el discurso de los filósofos. No seguiré un orden cronológico ni por sus fechas de nacimiento ni por las de la aparición de sus obras, sino que abordaré las propuestas en función de cuatro ejes de sentido: • Crepúsculos y reflejos como metáforas de la disolución de la modernidad. • Metáforas de la interrupción y las ruinas de la modernidad. • El mundo como libro, de Schopenhauer, y El Narciso herido, de Octavio Paz. • Metáforas de la prisión del yo posmoderno.
Crepúsculos y reflejos como metáforas de la disolución de la modernidad Tres metáforas encarnan la disolución del proyecto de la modernidad: “Todo lo sólido se desvanece”, de Karl Marx, “El crepúsculo de los dioses”, de Friedrich Nietzsche, y “La modernidad líquida”, de Zigmunt Bauman. Aunque es innegable la vigencia de los grandes relatos de la modernidad que escribieron los ilustrados del siglo xviii hasta bien entrado el siglo xx, el proceso de su disolución es temprano. Karl Marx aparece desde mediados del siglo xix, como señala Touraine (2006), junto con Nietzsche y Freud, como uno de los tres pensadores que dominan la crisis de la modernidad (p. 111). En el Manifiesto del partido comunista redactado junto con Engels en 1848, Marx expresa esta crisis con una metáfora que destaca entre su inmensa obra y que Marshall Berman difunde, adaptándola como título de su ensayo “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, muchos años después, en 1982. En el texto de Marx y Engels (1978) se lee: Una revolución continúa en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas, las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar seriamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas. (las cursivas son mías, p. 34).2
Rosario percibe la misma condición histórica del mundo moderno, evanescente, que se disipa, y en 1948 refiere, en Apuntes para una declaración de fe, que el mundo pierde su solidez, y caminar sobre él es pisar hielo o nubes, es deslizarnos sobre una capa frágil: “¡Qué gracia de patines sobre el hielo!” (p. 12). En 1960 insiste en la misma metáfora: “Deshilachado harapo, vellón sucio, / sin entraña, sin fuerza, nada, nube” (Tres poemas, p. 179). Algunos años más tarde que Marx, en 1889, Nietzsche confronta la disolución de la modernidad desde otro ángulo, desde el colapso del discurso moderno que, para él, 2 Es importante señalar que la famosa expresión “derretir los sólidos” se refería -señala Bauman (2004)- al audaz espíritu moderno que no pretendía liberar al mundo de los sólidos definitivamente sino hacer espacio a nuevos y mejores sólidos (p. 9), pero tal representación de un orden imperante que se esfuma se ha convertido en una metáfora definitiva del discurso de la disolución de la modernidad que desemboca, como veremos, en línea directa en la metáfora de “Modernidad Líquida” de Bauman.
Sócrates encarna paradigmáticamente. Todas las verdades y los presupuestos deificados como absolutos por Sócrates son, según Nietzsche, quebrantados y superados por la verdad auténtica que se impone sobre ellos y que devela el crepúsculo de todos aquellos “dioses” impostores, dogmas y razonamientos de la modernidad: Este pequeño escrito es una gran declaración de guerra; y en lo que se refiere a la auscultación de los ídolos, esta vez no son ídolos de nuestro tiempo, sino ídolos eternos los que aquí son tocados por el martillo como con un diapasón, no hay en absoluto ídolos más viejos, más convencidos, más llenos de aire que estos […] tampoco más huecos […]. (Nietzsche, 1975, p. 28).
En tanto, Rosario Castellanos escribe: ¿Cómo fue Dios quedándose sordo y mudo y ausente, irremediablemente atrás como la aurora? (Trayectoria del polvo, 1948, p. 26). Una mujer camina por un camino estéril rumbo al más desolado y tremendo crepúsculo (Destino, 1950, p. 47).
La metáfora del crepúsculo como la muerte de Dios, o de los Dioses, se repite en la poesía de Rosario evocando la imagen nietzscheana para quien “todo el proceso del nihilismo puede resumirse en la muerte de Dios o también en ‘la desvalorización de los valores supremos’ ” (Vattimo, 1990, p. 24). En 1952, Rosario lo confirma en El rescate del mundo: “mil dioses antiguos derribados” (Silencio cerca de una piedra antigua, p. 65), y en 1960, en Lívida luz: “¿Qué hay más débil que un Dios?” (Tres poemas, p. 178). Si Rosario coincide en su poesía, un siglo después, con las metáforas acuñadas por Marx y Nietzsche, que enuncian la disolución y anuncio del ocaso de los principios del mundo occidental, adelanta, por muchos años, la metáfora de liquidez que Zigmunt Bauman diseña para representar la transición a lo que él llama una nueva fase de la modernidad. Resulta sorprendente el hecho de que Rosario dibuje metafóricamente el entorno social tal y como lo visualiza el sociólogo polaco muchos años después: como un líquido fluir.3 Así, en 1959, Rosario muestra en su 3 “Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo […] Los fluidos se desplazan con facilidad. ‘Fluyen’, ‘se derraman’, ‘se desbordan’, ‘salpican’, ‘se vierten’, ‘se filtran’, ‘gotean’, ‘inundan’, ‘rocían’, ‘chorrean’, ‘manan’, ‘exudan’; a diferencia de los sólidos, no es posible detenerlos
poesía su percepción del mundo en su naturaleza proteica, vacilante, líquida: Aquí vine a saberlo. Después de andar golpeándome como agua entre las piedras y de alzar roncos gritos de agua que cae despedazada y rota (Dos poemas, p. 57).
Las imágenes del agua, los cristales y los reflejos irrumpen constantemente en la poesía de Castellanos: “Pero mi frente entonces se combaba —escribe Rosario en 1948— huérfana de miradas y reflejos” (Trayectoria del polvo, p. 20). Y así, desde sus primeros poemas y a lo largo de toda su obra, se desliza la metáfora de la liquidez, de una realidad cambiante fluida: “Trémula como un sauce contemplo tu corriente / formada de cristales transparentes y fríos”(Elegías del amado fantasma”, 1948, p. 40). El mundo está hecho de reflejos, de formas fluidas, de cristales, donde la imágenes apenas tienen más consistencia que aquella destilada por un tiempo que precipita una realidad “resbalando por meses y meses en la sombra” (Trayectoria del polvo, 1948, p. 19). El cosmos todo, es, en fin, “transfigurado y líquido” (Trayectoria del polvo, 1948, p. 29), y el sujeto se busca a sí mismo “duplicando el instante fugitivo en cristales” (Trayectoria del polvo, 1948, p. 22). Las metáforas de la interrupción y las ruinas de la modernidad En 1959, Rosario Castellanos presiente un mundo que se derrumba: “Nuestra historia la escribe reptando entre cenizas la serpiente” (Crónica final, p. 110). Escombros, desgajarse, quedar suspensa, romperse, cortarse, roído de gusanos, ascender por escaleras incompletas, derramarse en islas, en heridas, estancarse, son imágenes en la poesía de Rosario que expresan las metáforas de la interrupción, las ruinas, y también insinúan la posible recomposición de los fragmentos. Walter Benjamin es considerado el pensador de lo fragmentario, de lo particular. Su vida misma estuvo marcada por una serie de desencuentros e interrupciones,
fácilmente —sortean algunos obstáculos, disuelven otros o se filtran a través de ellos, empapándolos—. Emergen incólumes de sus encuentros con los sólidos, en tanto que estos últimos —si es que siguen siendo sólidos tras el encuentro— sufren un cambio: se humedecen o empapan [….] Estas razones justifican que consideremos que la ‘fluidez’ o la ‘liquidez’ son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual —en muchos sentidos nueva— de la historia de la modernidad” (Bauman, 2004, p. 8).
hasta aquella última y definitiva que significó su suicidio.4 Benjamin (2005) escribe sus Tesis sobre la historia a partir de la noción de interrupción: Focillon sobre la obra de arte: “En el instante en que nace, ella es un fenómeno de ruptura. Una expresión corriente nos lo hace sentir vivamente: ‘hacer época’ no es intervenir pasivamente en la cronología, es interrumpir el momento”. Ibid., p. 94 (p. 33). La sociedad sin clases no es la meta final del progreso en la historia, sino su interrupción, tantas veces fallida y por fin llevada a efecto (p. 37).
De modo paralelo, Rosario recurre a la metáfora de la interrupción bajo distintas formas cuyos versos más relevantes vale la pena recorrer puntualmente, notando, además, que la isotopía de la interrupción se extiende a todo lo largo de su obra, desde los primeros años hasta 1971: Herir:
Hablo no por la boca de mis heridas (Dos poemas, 1950, p. 57).
Quebrarse: Pero a veces el cuerpo se nos quiebra (Destino, 1950, p. 47).
Yo dormiré en la mano que quiebra los relojes (Muro de las lamentaciones, 1950, p. 49).
Rasgarse:
Rasgué mis vestiduras (Muro de las lamentaciones, 1950, p. 48).
Rasgué mi corazón (Lamentación de Dido, 1957, p. 104).
Cortarse:
la que puso su corazón bajo el hachazo de / un dios tremendo (Lamentación de Dido, 1957, p. 101).
El cuchillo bajo el que se quebró mi cerviz era un hombre llamado Eneas (Lamentación de Dido, 1957, p. 103).
4 Como integrante de la primera generación de la escuela de Frankfort, Benjamin realiza “una crítica total de la sociedad moderna y sobre todo de su cultura” (Touraine, 2006, p. 152), y considera a la época que le toca vivir —la misma en la que Rosario comienza a concebir su quehacer poético— como la caída de la visión racionalista del mundo occidental.
Este nudo que fui [...] lo cortarán los años (Presencia, 1960, p. 191).
Un día dices: La uña. ¿Qué es la uña? Una excrecencia córnea que es preciso cortar. Y te la cortas (De mutilaciones, 1971, p. 323).
Desgajarse: Dijimos soledad entonces. Lo que dice la rama cuando cae desgajada (Crónica final, 1959, p. 108). Romperse: No hay más. Un acto es una estatua rota (El despojo, 1960, p. 180).
desperdigadas, rotas las palabras que un día se congregaron (Última crónica, 1969, p. 221).
Desgarrarse: Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada (El otro, 1959, p. 116).
[...] desgarrados; sangrando yo con la herida tuya (Nocturno, 1969, p. 200).
en cada andén de los desgarramientos (Retorno, 1969, p. 216).
Detenerse: El que se mata, mata al que lo amaba. Detiene el tiempo (Privilegio del suicida, 1969, p. 219). Amputarse: cercenarán mis voces cuchillos afilados (Muro de las lamentaciones, 1950, p. 50).
y la esperanza que amputó sus pies (Privilegio del suicida, 1969, 220).
trepanación del cráneo para extirpar ese tumor que crece cuando piensas (De mutilaciones, 1971, 323).
Y “morir” que será metáfora de esa última interrupción:
¿Pero qué suponías que es la muerte sino este llegar tarde a todas partes y este dejar a medias cualquier cosa (Tan-Tan, ¿Quién es?, 1971, p. 328).
La metáfora de la interrupción condensa en Rosario, al igual que en Benjamin, una experiencia individual. Pero, al mismo tiempo, como explica Bolívar Echevarría (Introducción a Benjamin, 2005), lo que leemos es un trasunto colectivo, histórico: “el verdadero naufragio que está también ahí, del cual el suyo propio no es más que un alegoría, es para Benjamin un fracaso colectivo: el de un mundo completo, dentro de él, de un época y, dentro de ésta, de un proyecto” (p. 7), y de esta interrupción lo que queda son ruinas. Jacques Derrida es quien mejor nos conduce de la tragedia del sujeto destruido y contingente a la recomposici�������������������������������������������������� ón de sus posibilidades��������������������������� , con su metáfora de la deconstrucción. El teórico francés la incluye en 1967 en su Gramatología para, como él mismo nos explica, […] traducir y adaptar a mi propósito los términos heideggerianos de Destruktion y de Abbau. Ambos significaban, en ese contexto, una operación relativa a la estructura o arquitectura tradicional de los conceptos fundadores de la ontología o de la metafísica occidental. Pero, en francés, el término «destrucción» implicaba de forma demasiado visible un aniquilamiento, una reducción negativa más próxima de la «demolición» nietzscheana, quizá, que de la interpretación heideggeriana o del tipo de lectura que yo proponía. Por consiguiente, lo descarté. (Derrida, 1997).
La metáfora posmoderna de la deconstrucción forjada por Derrida hacia 1967 sugiere la recomposición de los fragmentos. La poesía de Rosario Castellanos, por su parte, captura la misma representación de una realidad que se desmonta pero que entrega la posibilidad de un nuevo sentido en su misma desconstrucción. La metáfora de la deconstrucción que implica la reconfiguración de los fragmentos dispersos y diferentes en una nueva unidad de sentido tiene la capacidad de aprehender las multiplicidades y reorganizarlas en nuevos diseños sin centro, de modo que cualquier elemento puede incidir en otro. Por ello, el collage es la óptica posmoderna por excelencia: “Derrida considera que el collage/montaje define la forma primaria del discurso posmoderno” (Harvey, 2008, p. 68). La metáfora de la deconstrucción refiere al acto de desmontar las realidades y volverlas a montar de otro modo, desde otra perspectiva, cuestionando así los prin-
cipios lógicos occidentales. Rosario Castellanos expresa esta misma aspiración en versos como el siguiente: Los fragmentos de mil dioses antiguos derribados se buscan por mi sangre, se aprisionan, queriendo recomponer su estatua. (Silencio cerca de una piedra antigua, 1952, p. 65).
El mundo como libro, de Schopenhauer, y El Narciso herido, de Octavio Paz La noción del individuo se construye en la cultura occidental, en gran medida, a partir de la resonancia de las ideas de Arthur Schopenhauer, quien mucho más leído por artistas y escritores que por filósofos, ha moldeado el concepto de individuo y su relación con el mundo que ha privado en la poesía y el arte occidental. Y en el caso de Rosario, a pesar de la obvia y consciente distancia que ella marca con respecto a sus planteamientos acerca de lo femenino, no escapa al poderoso influjo del filósofo, y más allá de su conciencia poética y tal vez hasta de su voluntad, coincide con imágenes y metáforas centrales de su pensamiento. Schopenhauer publica El mundo como voluntad y como representación en 1818, y con ello se convierte en uno de los más importantes teóricos de la modernidad y, al mismo tiempo, uno de sus más tempranos críticos. Se opone a la filosofía romántica, pero también al racionalismo que detenta la ilustración, apoyándose, para ello, en Kant, en Platón y en el budismo hindú, y partiendo del idealismo subjetivo del “ser es ser percibido”, de Berkeley, hereda a occidente la idea de que el mundo es una representación subjetiva. Cuando Rosario escribe “Cierro los ojos y se borra el mundo” (Eclipse total, 1957, p. 86) asume la misma postura desde la cual el mundo es la representación que de él se hace el sujeto: “El que contempla, ése soy yo”, dice en un poema al que muy significativamente dio el título de “Imagen” (1959, p. 110). La percepción del sujeto, su representación, es la que da existencia al mundo y a los otros; es la afirmación de Schopenhauer que Rosario concentra poéticamente, si bien debe incluir también una base berkeliana: “porque nadie / me ha dado ser, mirándome” (Monólogo en la celda, 1960, p. 183) o bien se lee en: “Y yo erigiéndome / en el centro del mundo” (Mala fe, 1969, p. 304). Rosario Castellanos no sólo traza en su poesía la idea de Schopenhauer del mundo como representación del sujeto, sino que coincide con otro de sus postulados primor-
diales que el alemán enuncia a través de la metáfora del mundo como libro: es decir, para que el mundo sea revelado, el individuo lo lee como se lee un libro: La vida y los ensueños son hojas de un mismo libro. Su lectura de conjunto se llama vida real. Pero cuando las horas de lectura habitual (el día) terminan y las de descanso han llegado, nos dedicamos a hojear sin orden ni concierto aquí y allá: a menudo tropezamos con una página ya leída, otras veces, con una desconocida, pero siempre del mismo libro. Claro que una hoja leída aisladamente no puede ofrecer una lectura congruente, sin embargo, esto no ha de sorprender, si se tiene en cuenta que también nuestra vida es una hoja suelta en el libro del universo. (Schopenhauer, 1992, p. 29).
Rosario la proyecta poéticamente:
Durante la noche no la copa del festín, no la alegría de la serenata, no el sueño deleitoso. Sino los ojos acechando en la oscuridad, la inteligencia batiendo la selva intrincada de los textos (Lamentación de Dido, 1957, p. 101).
Schopenhauer revitaliza la antigua metáfora con implicaciones que la poesía de Rosario hereda a través de los eslabones del pensamiento y la cultura moderna occidental: si el mundo es la representación del sujeto, esta representación es, además, de orden racional, es una relación que no pasa por las emociones, sino por la inteligencia, es una relación intelectualizada: “He aquí la obra, el libro” (Al pie de la letra, 1959, p. 107). El mundo se lee como libro porque “los cielos narran lo que saben” (Diálogo del sabio y su discípulo, 1959, p. 113), y “La humedad germinal se escribe, sin embargo / en la celeste página de las constelaciones” (Al pie de la letra, 1959, p. 107). La metáfora tiene una tradición muy antigua para cuando la retoma Schopenhauer, pero a través de él se vuelve característica de la relación rota que tiene el individuo con el mundo: una relación rota como el espejo del mundo en la poesía de Rosario: “quebrando en mil pedazos el espejo del mundo” (Eclipse total, 1957, p. 85), la lectura que como de un libro se puede hacer del mundo, por lo tanto, no es sencilla ni amable, por eso de pronto, cualquier día, se te quiebra la vara con que mides, se te extravía la brújula y ya no entiendes nada.
[...] Y tienes la penosa sensación de que en el crucigrama se deslizó una errata que lo hace irresoluble (Válium 10, p. 305).
El mundo es un libro, pero uno roto, confuso, que ha perdido su orden, un “rompecabezas sinsentido” (El despojo, 1960, p .180): turbada la vigilia del hombre que contempla las estrellas, interrumpido el sueño del que sueña el porvenir; desperdigadas, rotas las palabras que un día se congregaron alrededor de un orden hermoso y verdadero (Última crónica, 1969, p. 221).
El individuo, en la poesía de Rosario, es un ser herido fatalmente por la soledad: “En mi genealogía no hay más que una palabra: soledad” (Muro de las lamentaciones, 1950, p. 49). Lipovetsky (2007) ha estudiado este fenómeno que a lo largo del siglo xx y en los primeros años del xxi conduce a un nuevo estadio del individualismo: el narcisismo que “designa el surgimiento de un perfil inédito del individuo en sus relaciones con él mismo y con su cuerpo, con los demás, el mundo y el tiempo, en el momento en que el ‘capitalismo’ autoritario cede el paso a un capitalismo hedonista y permisivo” (p. 50). En 1992 Octavio Paz expresa tal proceso cultural en una representación metafórica: “La época que comienza no tiene nombre todavía. Ninguna lo ha tenido antes de convertirse en pasado […] Aunque sin nombre, el nuevo tiempo empieza a tener cara […] Narciso ha reaparecido, se mira en el espejo […] y no se ama” (Paz, 1993, p. 160). La metáfora de un Narciso herido, oscuro, que se invierte aparece reiteradamente en la poesía de Castellanos, como un ser que siendo centro del mundo, está solo y desgarrado, y que sugiere una nueva fase en la historia del individualismo occidental: Los espejos se inundan y rebasan de espanto mirando estupefactos nuestros rostros (Apuntes para una declaración de fe, 1948, p. 10).
Yo, sedienta de mí, me detenía en estatuas duplicando el instante fugitivo en cristales y luego reiniciaba mi marcha de Narciso (Trayectoria del polvo, 1948, p. 22).
Schopenhauer aborda la condición contradictoria del yo en el siglo xix, Octavio Paz la distingue en 1992, Gilles Lipovetsky la teoriza en 2007, pero la poesía de Rosario Castellanos la presiente desde sus primeros poemas hacia 1948. No dibuja, entonces, aquel mítico Narciso que contempla su imagen hermosa reflejada en aguas cristalinas y se mira con amor; este es un Narciso herido que se descubre con horror, un Narciso oscuro, sin aire, sin luz, que se ahoga en la tierra que lo aprisiona: “Yo soy sólo la asfixia quieta de las raíces / hundidas en la tierra tenebrosa y compacta” (Elegías del amado fantasma, 1950, p. 40). Narciso atrapado en los límites de su propio ego, herido de muerte entre el deseo y el dolor. Las metáforas de la prisión del yo posmoderno Tres metáforas occidentales han intentado capturar la condición de prisionero del individuo heredero de la crisis de la modernidad: “La jaula de hierro”, de Max Weber, “El panóptico”, de Michel Foucault, y “El secuestro de la experiencia”, de Anthony Giddens. Weber se centra en la celda al que el imperativo de producción tecnológica somete al ser humano; Foucault, en la cárcel a la que los mecanismos de poder social y normalización confinan al individuo y lo controlan, y, finalmente, podemos decir que Giddens se concentra en la prisión que el yo construye para sí mismo en un intento de autoprotección, que, en realidad, resulta letal. En la poesía de Rosario Castellanos encontramos la herencia cultural, en el caso de Weber; y la anticipación, en el de Foucault y Giddens. Max Weber es —como señala Harvey (2008)— “un protagonista clave en el debate sobre la modernidad y sus sentidos” (p. 30). Aunque aquí nos centraremos sólo en una de ellas, en la obra de Weber distinguimos, en realidad, dos metáforas cardinales en la transición de la modernidad: “El desencantamiento del mundo” y “La jaula de hierro”. “El desencantamiento del mundo”, expuesta en sus Ensayos sobre sociología de la religión, se refiere a la capacidad racionalizante de occidente que mediante la ciencia y un capitalismo, racionalista también, superó “el poder hechizante y aterrorizante de lo sagrado —que tradicionalmente se ha manifestado a través de objetivaciones hierofánicas” (p. 132) y logró dominar nuevos modos de producción y de relaciones sociales basados en la idea de progreso y bienestar. Aunque en este sentido Weber aparece claramente como un teórico e impulsor
de la modernidad, la segunda metáfora, “La jaula de hierro”, encierra una crítica temprana y transcribe una de las más asfixiantes condiciones de las personas en el trayecto de la crisis de la modernidad a la posmodernidad, ya que concibe la racionalidad ilustrada como una de orden instrumental con arreglo a fines que “no conduce a la realización concreta de la libertad universal, sino a la creación de una ‘jaula de hierro’ de racionalidad burocrática de la cual no es posible escapar” (Bernstein, en Harvey, 2008, p. 31). La metáfora de “La jaula de hierro” aparece en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1903) bajo otras denominaciones. Fue Talcott Parsons quien la tradujo como “Iron cage”.5 “La jaula de hierro” captura el sentido de la economía moderna y sus implicaciones en los modelos del mundo y del ser humano que se construyen sobre ella. Se trata, como señala Hobsbawm (1977), de los efectos del masivo avance de la economía mundial del capitalismo industrial: “el hierro, extendiéndose en millones de toneladas por todo el mundo, serpenteaba como raíles de ferrocarril a través de los continentes” (p. 9). La máquina es uno de los símbolos más importantes del racionalismo moderno porque en su potencia se suman las ideas de racionalidad, ciencia, técnica y progreso; el ser mismo parece forjarse a modo de máquina. Entre 1948 y la década de 1960, principio y fin de su obra poética, Rosario recurre a la metáfora de la máquina y el hierro: ¡Qué maquinaria exacta y aceitada! (Apuntes para una declaración de fe, 1948, p. 12). Hay ceguera y el hambre los alumbra y la necesidad, más dura que los metales (Agonía fuera del muro, 1960, p. 179).
5 “El puritano quería ser un hombre profesional; nosotros tenemos que serlo. Pues al trasladarse la ascesis desde las celdas monacales a la vida profesional y comenzar su dominio sobre la moral intramundana, contribuyó a la construcción de este poderoso cosmos del orden económico moderno que, amarrado a las condiciones técnicas y económicas de la producción mecánico-maquinista, determina hoy con fuerza irresistible el estilo de vida de todos cuantos nacen dentro de sus engranajes (no sólo de los que participan directamente en la actividad económica), y lo seguirá determinando quizás mientras quede por consumir la última tonelada de combustible fósil. El cuidado por los bienes exteriores, decía Baxter, no debía ser más que <<un liviano manto que se puede arrojar en todo instante>> sobre los hombros de sus santos. El destino ha convertido este manto ligero en férrea envoltura” (Weber, 1987, p. 199; las cursivas son mías).
“La jaula de hierro” en la que vivimos atrapados posee concomitantes esenciales generadores de un estilo cognitivo al nivel de la conciencia que “viene dado fundamentalmente por la relación de este tipo de trabajo con un proceso mecánico y por la lógica de este último” (Berger et al., 1979, p. 30). Este estilo cognitivo se caracteriza por la creencia en la separabilidad de los medios y los fines, en relaciones sociales anónimas en las que “el yo se experimenta ahora de un modo parcial y fraccionado. En realidad se convierte en un yo componencial” (Berger et al., 1979, p. 36), imponiéndose estructuras y principios altamente racionales. En la poesía de Castellanos, la metáfora de la máquina permite el despliegue de un cuestionamiento radical a la configuración de la identidad desde esta perspectiva:6 Hasta que comprendí. Y me hice un tornillo bien aceitado con el cual la máquina trabaja ya satisfactoriamente. Un tornillo. No tengo ningún nombre específico ni ningún atributo según el cual poder calificarme como mejor o peor o más o menos útil que los otros tornillos. (Lecciones de cosas, 1969, p. 309).
La poesía de Rosario Castellanos se desplaza de la representación de la prisión tecnológica a la prisión de los poderes de la normalización social. En 1960, Rosario pregunta: ¿Quién me ha encerrado aquí? ¿Dónde se fueron todos? ¿Por qué no viene alguno a rescatarme? (Monólogo en la celda, p. 183).
6 Ya Macionis y Plummer habían identificado que la modernización se caracteriza por la creciente división del trabajo, es decir, por la actividad económica especializada: “Mientras que todos los habitantes de las sociedades tradicionales participan en una amplia gama de actividades, las personas que viven en sociedades modernas llevan a cabo roles muy especializados […] Es la diferencia, más que la similitud, lo que integra estas sociedades; todos nosotros dependemos de otras personas para satisfacer nuestras necesidades” (Macionis y Plummer, 2000, p. 645). En ese mismo sentido, como explican Berger y colaboradores, “La jaula de hierro” y las implicaciones de la premisa fundamental “a modo de máquina” de la modernidad, no implica la participación directa de los sujetos en las actividades productivas tecnológicas; se trata de elementos esenciales en el universo simbólico característico de la modernidad que orientan a los individuos a “pensar de un modo tecnológico” (Berger et al., 1979, p. 42), limitando y empobreciendo así sus relaciones consigo mismos, con los otros y con el mundo.
Foucault contesta 15 años después creando en Vigilar y castigar una metáfora decisiva para expresar la prisión del sujeto como una crítica a la modernidad. Si “La jaula de hierro” se refiere a las relaciones de producción a las que está sujeto el individuo, el filósofo francés se enfoca en las relaciones de poder de orden social, centrándose en la conformación del sujeto a través de la historia. A partir del estudio del reformatorio privado de Mettray abierto en 1840 para hombres entre 6 y 21 años de edad, Foucault (1998) extrae el modo de intervención que se transfiere a la sociedad entera como “ingenieros de la conducta, ortopedistas de la individualidad” (p. 301), y muestra cómo en las sociedades modernas occidentales el sujeto está creado por el poder y sus mecanismos de disciplina, vigilancia y castigo. En su análisis descubre que no hay un centro del poder, sino que éste se desplaza y cambia de nombre y carácter según quien lo detente, de modo que todos nos convertimos en cómplices, todos formamos parte de la trama del poder, todos contribuimos al control social. “Lo que le importa a Foucault es demostrar que el sujeto está creado por el poder, es decir, por el conjunto de mecanismos de la microfísica del poder y por consiguiente por los mecanismos objetivantes de la normalización” (Touraine, 2006, p. 166). Foucault intenta, finalmente, comprender aquellas prácticas y discursos que, en nuestras sociedades, nos impiden ser nosotros libremente en nuestras diferencias. De su análisis acerca del tratamiento histórico-social de la lepra y la peste concluye los dos grandes mecanismos de control del sujeto de la modernidad: “El gran encierro de una parte; el buen encauzamiento de la conducta de otra. La lepra y su división; la peste y su reticulado” (Foucault, 1998, p. 202). La metáfora del panóptico encierra la doble idea de vigilar y castigar, controlando y excluyendo a los sujetos en el proceso de normalización. Rosario Castellanos muere un año antes de la aparición de Vigilar y castigar de Foucault en 1975. Aunque el teórico social publicó trabajos previos desde la década de 1960, no hay posibilidad de que Rosario haya leído este estudio en particular, sin embargo, crea una red sobre las imágenes del yo prisionero y la exclusión que son, finalmente, un panóptico también, un panóptico que pasa por otra intuición: la poética, y llega a la misma percepción: los títulos de los poemas son elocuentes ya de suyo: “El encerrado”, “Monólogo en la celda”: En esa Torre estaba la niña, en esa Torre [....] Estoy sola: rodeada de paredes y puertas clausuradas (Dos poemas, 1950, p. 59).
Y mentimos. No era soledad. Era miedo y, locos ya, girábamos dentro de la prisión (Crónica final, 1959, p. 108). Círculo de exclusión, rómpelo, sáltalo (Diálogo del sabio y su discípulo, 1959, p. 113). Esos túneles largos que se atraviesan con jadeo y asfixia (Lo cotidiano, 1960, p. 187).
Encerrados, separados, pero siempre visibles para las instancias del poder, ciegos por la intensidad de la luz siempre encendida, siempre lacerantemente brillante que enfoca, que persigue cada acto como lo expresa la poesía de Castellanos. La última metáfora de la retórica de la posmodernidad que trataremos es la que diseña Giddens en 1991: “La experiencia secuestrada”. El sujeto sobre el que reflexiona Foucault en 1975 cambia y matiza sus relaciones hacia finales del siglo xx. De los mecanismos del panóptico pasamos, como explica Bauman (2004), a otros mecanismos de sujeción del individuo: “no se preocupa por el siniestro Gran Hermano que castigaría a todos los que no siguieran las normas […] todo recae ahora sobre el individuo” (p. 67). El sujeto heredero de la modernidad con un individualismo orientado a un narcisismo patético, viviendo una globalización que no da sentido a ninguna vida humana, patológicamente centrado en sí mismo y controlado por mecanismos productivos y sociales, es, al mismo tiempo, su propio verdugo. Giddens señala que todos estamos autosecuestrados: nos autosecuestramos del amor, de la autenticidad, del contacto con el otro, y Rosario Castellanos le da voz poética a este hecho veinte años antes: somos solitarios y vivimos así, vivimos de esa “Hipótesis del solitario”, como tituló Rosario a su poema. Hipótesis formulada para protegernos del otro: y para huir de nosotros mismos, eliminamos el rastro de los otros: Una cotorra, un timbre postal, un gato, un perro, algún espantapájaros cualquiera, alguien que, si recibe una dosis de amor, no segregue anticuerpos, no cree resistencias sino que simplemente asimile. Asimile sin intoxicaciones peligrosas y sin alteración de su naturaleza.
Y luego, limpiamente, elimine los rastros de la sustancia extraña que el otro le inocula (Hipótesis del solitario, 1971, p. 327).
En el occidente de la posmodernidad nada se quiere saber del contacto con la muerte y la enfermedad, nada se quiere saber tampoco del otro: Las nuevas condiciones del sujeto a fines del xx, Rosario no las vive, pero sí las presiente, las anticipa en su poesía, en la que los seres representados no sólo están presos, sino que están presos de sí mismos, encerrados en sus propios límites: Todo está aquí guardado, todo está oculto y preso. Llámala, quiebra el muro con tu voz... (Fábula y laberinto, 1950, p. 53). Cara contra los vidrios, fija, estúpida, mirando sin oír (El encerrado, 1960, p. 182). El individuo es una “celda hermética”, escribe Rosario: Yo no tendré vergüenza de estas manos vacías ni de esta celda hermética que se llama Rosario (Dos poemas, 1950, p. 59).
Según Giddens (2000, p. 236), el “El secuestro de la experiencia” genera un control aparente de las circunstancias de la vida y se asocia, probablemente, a formas permanentes de tensión psicológica. Rosario expresa la misma sensación de autoencierro en la oscuridad de un abismo de dolor y soledad que puede llevar hasta la locura. Dice en 1960: Pero solo... Golpeo una pared, me estrello ante una puerta que no cede, me escondo en el rincón donde teje sus redes la locura (Monólogo en la celda, p. 183).
¿Por qué, con todo el dolor que representa —tal y como lo vuelve poesía en la primera parte del siglo xx Rosario, y tal y como lo explica Giddens en la década
de 1990—, el sujeto occidental moderno se autosecuestra? Porque con todo lo paradójico que parezca en nuestras altamente agresivas, violentas y apremiantes sociedades, “El secuestro de la experiencia” permite, según ha valorado Giddens (2000) —aunque con costos incalculables—, evadir muchas formas de angustia: Ese secuestro es la condición del establecimiento de amplias áreas de relativa seguridad en la vida cotidiana en condiciones de modernidad. Su efecto, que según hemos visto se ha de considerar en gran parte una consecuencia no pretendida del desarrollo de las instituciones modernas, es el de reprimir un conjunto de componentes morales y existenciales básicos de la vida humana que quedan, por así decirlo, relegados contra los bordes. (p. 212).
Separar a los de dentro de los de fuera, escondernos de la sociedad o escondernos de nosotros mismos, evitar el contacto directo con sucesos y situaciones que anudan nuestro entorno con las situaciones de la moralidad y de la finitud, tal es la esencia del “Secuestro de la experiencia”, que Rosario lo enuncia en estos categóricos términos poéticos: “Puede hervir a su lado la multitud. Mi amigo / está solo” (Distancia del amigo, 1950, p. 44). Conclusiones: Del yo narcisista occidental a la esperanza del yo con los otros Pero Rosario no se cierra en un solipsismo egoísta. Desde los primeros años de su creación poética, desde su temprana juventud, transita lentamente de un yo trágico hacia un yo esperanzado: “Lo que ocurre es que yo tuve un tránsito muy lento de la más cerrada de las subjetividades al turbador descubrimiento de la existencia del otro” (1998, p. 1001). Por una parte, advertimos que a lo largo de su obra, en ciertos momentos poéticos, abandona la voz de la primera persona del singular, yo, para hablar llanamente desde un nosotros o hacia un tú, que es una forma de nosotros. Es cautivador advertir cómo desde los poemas escritos en 1948 hasta aquellos de los últimos años de su vida, fue hilvanando versos que se orientaban al otro, a los otros, con un tono que dejaba, por momentos la desazón, el dolor, la soledad, para encontrarse, para cobijarse esperanzada junto a los otros: A veces cuando uno la lee mucho, hostiga la soledad, el desamor de Rosario Castellanos. Uno acaba cerrando la página descorazonado. Pero en seguida viene la contraparte, la de la estudiosa, la de la maestra, la de la crítica y autocrítica, la de la mujer que supo reírse […]. (Poniatowska, 1986, p. 106).
Y es que Rosario prefiguró una metáfora más, una que da alivio, respiro. Rosario no murió sin haber encontrado una salida de la celda, la encontr���������������� ó, ������������� en una alternativa que Todorov llamara muchos años después de su muerte, un “humanismo bien temperado”. Rosario comprendió, como lo hizo Rousseau y lo recuerda Todorov (1997), que “El error de Hobbes y de los filósofos es que confunden al hombre natural con los hombres que tienen por delante” (p. 20). Supo olvidarse de las experiencias particulares y reconocer en el contacto con el otro la posibilidad de aliviar las carencias propias porque “así, de nuestra imperfección misma nace nuestra frágil felicidad” (p. 101). Todas las metáforas que hemos considerado tanto en el discurso poético de Rosario Castellanos como aquellas derivadas del discurso filosófico, histórico o sociológico, podrían llevarnos a pensar en una descalificación del individualismo gestado por la modernidad del que somos herederos, pero como nos advierte Todorov (2003), es un problema de matices; no es el individualismo en sí el conflicto, sino sus giros, sus deformaciones, sus extremos. Los valores que surgen del individualismo, esto es, del humanismo, y nuestra inclinación a ellos, no pueden ser puestos en tela de juicio, pero éste debe “atemperarse”, dice Todorov (2003): Un humanismo bien temperado podría ser para nosotros una garantía contra los yerros del ayer y del hoy. Rompamos las asociaciones fáciles: reivindicar la igualdad de derecho de todos los seres humanos no implica, en forma alguna, renunciar a la jerarquía de los valores; amar la autonomía y la libertad de los individuos no nos obliga a repudiar toda solidaridad; el reconocimiento de una moral pública no significa, inevitablemente, la regresión a la época de la intolerancia religiosa y de la inquisición; ni la búsqueda de un contacto con la naturaleza, equivale a volver a la época de las cavernas […] Aprender a vivir con los otros forma parte de esa sabiduría. (p. 447).
Rosario encontró el gran valor de la intersubjetividad no sólo como alternativa personal, sino social y poética, y el valor de un humanismo que supera una tradición occidental sellada por el pesimismo de Platón a Freud: “El egoísmo y el solipsismo son el reverso oscuro del ideal de autarquía individual” (Todorov, en Grott, 2008, 39º párrafo). Depender de los otros, en el sentido positivo, es nuestra desventura, pero es, al mismo tiempo, la única fuente de felicidad posible, de “frágil felicidad” posible. Esto, de algún modo, lo dijeron Bajtín, Levinas, Habermas y Todorov. Rosario atemperó el humanismo simultáneamente o muchos años antes de que se desplegaran las teorías de la alternancia y la otredad. El espíritu que emana de
la poesía de Rosario, trágica, dolida, herida por la conciencia de tanto saber, sí es, al final, para bien de ella, y para bien de todos, un humanismo bien temperado: El otro. Con el otro, la humanidad, el diálogo, la poesía comienzan. (Poesía no eres tú, 1969, p. 311).
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Los marisoles de Cuajinicuilapa, México: análisis de un proceso de terciarización genérica Cuajinicuilapa’s marisoles, Mexico: analisys of a generic process tertiarization Joan Vendrell Ferré Universidad Autónoma del Estado de Morelos (vendrell@uaem.mx) Resumen: El presente trabajo constituye un análisis antropológico del orden de género tal como se presenta en la comunidad de Cuajinicuilapa, Guerrero, México. El análisis se ha desarrollado a partir de la figura de los autodenominados marisoles —conocidos en la comunidad como putos—, a los cuales se contempla como un posible género supernumerario. Partiendo de la necesidad de comprender el género desde las categorías propias de la comunidad, se analizan el campo masculino y el femenino tal como se dan en Cuajinicuilapa, las figuras del hombre y la mujer “correctos” y las de sus respectivas desviaciones: el puto y la puta. Siendo el objetivo principal la comprensión del marisol y de su posición estructural en el sistema de género de Cuajinicuilapa, su ubicación entre lo masculino y lo femenino se contempla desde los campos económico, festivo-ritual, social, sexual, y también desde la construcción del cuerpo. Palabras clave: género, transgeneridad, transversalidad de género, terciarización genérica, afrodescendientes. Abstract: This article is an anthropological analysis of the gender structures as presented in the community of Cuajinicuilapa, Mexico. The analysis was developed focuses on the self-identified figure of the marisoles —known in the community as putos—, which as seen as a possible alternative gender. Starting from the need to understand the gender from the community’s own categories, the analysis includes male and female fields as given in Cuajinicuilapa, figures of “correct” man and woman and their respective deviations: puto and puta. As the main objective is to understand marisoles and its structural position in the gender system of Cuajinicuilapa, its location between masculine and feminine is considered in terms of economic, festive-ritual, social, and sexual fields, and also in terms of body construction. Keywords: gender, transgender, gender mainstreaming, generic tertiarization, African descent. Fecha de recepción: 23 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 18 de noviembre de 2014
Época II - Vol. III - Núm. 1 / enero-junio de 2015 ISSN 1870-1191
Joan Vendrell Ferré Mexicano. Doctor en antropología social y cultural (1995) por la Universitat Rovira i Virgili (Tarragona, España). Profesor-investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos desde 1997. Miembro fundador de la Facultad de Humanidades y del Departamento de Antropología de dicha universidad, donde desarrolla una línea de investigación sobre temas de cuerpo, género y sexualidad desde la perspectiva socioantropológica. Autor de los libros: Pasiones ocultas. De cómo nos convertimos en sujetos sexuales (Barcelona, Ariel, 1999); y La violencia del género. Una aproximación desde la antropología (México, uaem/ Juan Pablos, 2013). Compilador de la antología universitaria Teoría social e historia. La perspectiva de la antropología social (México, D.F., Instituto Mora, 2005).
Introducción: ¿Géneros supernumerarios? En el prefacio a la edición revisada en inglés de su Género e historia, la historiadora feminista Joan Wallach Scott (1999) se explaya sobre la polémica levantada en torno al término “género” en la Cuarta Conferencia Mundial sobre las Mujeres, celebrada en Beijing en 1995. Al parecer, un sector de los asistentes a la conferencia creía que “debían existir como mínimo cinco géneros (hombres, mujeres, homosexuales, bisexuales y transexuales)”. Esto provocó el desasosiego de diversas delegaciones y sólo se resolvió con una “Declaración sobre el sentido comúnmente aceptado de género”, donde se concluía que “el término género [...] debía interpretarse y comprenderse en su uso común y generalmente aceptado” (Scott, 1999). La autora procede seguidamente a criticar dicha declaración y sus conclusiones, por su carácter a la vez ambiguo y por la posibilidad abierta por las mismas para una reconceptualización del género en términos esencialistas y,�������������������������� más en concreto���������� , biologicistas. Esta última, en efecto, fue la opción tomada inmediatamente por el Vaticano, interpretando “el sentido común del término [género] como ‘basado en la identidad biológica sexual, ya sea masculina o femenina’” (Scott, 1999, pp. 11-12). Como antropólogos, podemos tomar esta polémica como punto de partida pero, a la vez, intentar ir un poco más allá. Cabe intentar precisar, en primer lugar, qué es lo que está en juego aquí. Por un lado, se encuentran los sectores tradicionalistas, y tradicionales, que ven la masculinidad y la feminidad, y todo lo que de ellas se deriva, como algo natural. Estos grupos parten de un sentido común naturalizado, el único a partir del cual cabe entender la expresión “uso común y generalmente aceptado”. Este uso común del término género se refiere a una dualidad natural supuestamente arraigada en lo biológico y, de manera������������������������������ más concreta����������������� , en eso que llamamos el “sexo” (nótese que incluso el Vaticano acepta la base “biológica sexual” de las identidades de género). A partir de esta dualidad “natural” se pueden considerar igualmente naturales cosas como la maternidad y la paternidad, la heterosexualidad, el matrimonio y la familia, mismas que, como ha mostrado Salvatore Cucchiari (2000), precisan a su vez de la existencia de eso que llamamos “género”. Si el género es natural, entonces todo lo demás también lo es, o al menos contamos con una base para afirmar tal cosa, mientras que si el género no es natural ni, sobre todo, dual, entonces lo demás también puede ser puesto en cuestión. Frente a esta posición se encontrarían, en la Conferencia de Beijing, las “feministas del género”, quienes afirmarían que todo lo anterior, lejos de ser natural, “son, en realidad, conceptos creados culturalmente, generados por los hombres para opri-
mir a las mujeres. Estas feministas reconocen que tales roles se han construido socialmente y que, por lo tanto, están sujetos al cambio” (Scott, 2008, p. 11). Lo que tenemos en primer lugar, pues, es el debate clásico entre las posiciones esencialistas y las constructivistas, cuya lectura política se puede hacer en términos de inmovilismo versus cambio. Es decir, queda claro que desde la posición esencialista cualquier mejora en la condición de las mujeres se efectuará sin tocar ni una supuesta “condición femenina” natural ni los “roles” asociados a ella, así como tampoco las instituciones cuya existencia depende de esos roles. Desde la posición constructivista, en cambio, se abre la posibilidad de introducir cambios en todo ello, empezando por el cuestionamiento de la feminidad misma y, por ende, del concepto de género. Uno de los cambios fundamentales, a tenor de los temores expresados por el sector más conservador de la conferencia, es la posibilidad de ampliar el número de géneros existentes, es decir, introducir lo que, parafraseando a Martin y Voorhies (1978), podríamos llamar “géneros supernumerarios”. Se pasaría así de una concepción dual del género a otra de carácter plural, abierta en un principio a tres posiciones de género más, pero susceptible de ser ampliada posteriormente hasta un número indefinido de géneros. Esto nos introduce de lleno en un debate que, más allá —o más acá— de lo político, es posible plantear en términos teóricos: ¿Son los sistemas de género siempre de carácter básicamente dual, a pesar de presentar posiciones “supernumerarias”, o bien es necesario admitir la existencia de sistemas con tres, o más, posiciones de género? La primera postura ha sido defendida por Cucchiari (2000) en su trabajo sobre los orígenes de la jerarquía de género, mientras que la segunda se encuentra implícita en el capítulo sobre los “sexos supernumerarios” de Martin y Voorhies (1978). Los datos de unos y de otros son los mismos: los casos de lo que, más recientemente, Bolin (2003) ha llamado “transversalidad de género”,1 en la cual ella distingue hasta cinco tipos. Ahora bien, tanto si tomamos la tipología de Bolin (2003) como los casos analizados por Martin y Voorhies (1978), veremos que la lista de posibles géneros supernumerarios no coincide en absoluto con la reseñada por Scott (1999). Lo que ocurre es que estos autores, que se han ocupado del tema de los “géneros cruzados” desde la antropología, trabajan con datos de carácter etnográfico correspondientes
1 “Transversalidad de género” se emplea aquí en el sentido de transgeneridad o de variación de género, no en el de la transversalización de la perspectiva de la equidad de género aplicada a las instituciones y políticas públicas. Sobre esta última, véase Pérez y Reyes (2008).
a un amplio abanico de culturas no occidentales del tipo que los antropólogos denominan a veces “tradicional”, “preliterario”, “vernáculo” o incluso “primitivo”, mientras que las “feministas del género” asistentes a la Conferencia de Beijing parecen ignorar por completo este corpus y se centran, en cambio, en las “identidades” surgidas en el occidente urbano, en un periodo histórico reciente. Es decir, que lo que se estaba poniendo encima de la mesa en Beijing no era ni siquiera el eventual respeto a una posible diversidad cultural del género, sino la inclusión de una diversidad localizada y extremadamente reducida, muy parecida —y, sin duda, conectada— a lo que hoy llamamos “diversidad sexual”. Todo ello complicado, además, con la confusión entre “sexo” y “género”, que viene siendo de rigor en nuestras sociedades desde la aparición del concepto de sexo biológico a mediados del siglo xix (Laqueur, 1994). Pero ¿de dónde proviene la idea de que los “homosexuales”, los “bisexuales” y los “transexuales” puedan ser considerados “géneros” en un plano de igualdad con los “hombres” y las “mujeres”? Sin duda, tal concepción sólo resulta posible al interior del dispositivo de sexualidad (Foucault, 1989) instaurado en occidente en los dos últimos siglos, y resulta de la acción de diversos movimientos y colectivos, tal como ha venido desarrollándose en ciertos países occidentales a lo largo del siglo xx (Spargo, 2007; Zanotti, 2010). En este sentido, recoge nociones procedentes de la era pre-sida del movimiento gay, como la de considerar a los homosexuales un grupo de carácter étnico, algo así como una “nación” aparte. En los quince años transcurridos desde Beijing, sin embargo, las cosas parecen haber cambiado sustancialmente, y es dudoso que los tres grupos supernumerarios de género que allí se propusieron, hoy se sigan considerando así. En la actualidad, los “homosexuales”, incluyendo a gays y a lesbianas, luchan por su asimilación con la sociedad “mayoritaria”, y lo hacen por medio de la entrada en instituciones como el matrimonio y la familia.2 Dichas instituciones, como ha mostrado convincentemente Cucchiari (2000), dependen del género para su existencia, y, a la vez, lo refrendan. Al reivindicar el matrimonio y la familia, gays y lesbianas reivindican el género, pero no una identidad de género propia, sino la dualidad de género en su sentido más clásico, de uso común y generalmente aceptado. El matrimonio sigue siendo cosa de dos, aunque sean del mismo “género” (en realidad se ven a sí mismos como del mismo sexo).
2 Esta es al menos la política de los sectores, si no mayoritarios, sí los más visibilizados, del actual movimiento lgbttti. Desde luego, existen diversas formas de resistencia y disidencias ante la política asimilacionista. Al respecto, véanse: López (2008), Mogrovejo et al. (2006) y Spargo (2007).
Los “bisexuales”, por su parte, permanecen en el limbo en el que siempre han estado, condenados a encontrarse bajo sospecha si el punto de partida son las identidades de carácter exclusivista, hetero u homo. La identidad “bisexual” produce desasosiego en ambos lados, y traducirla en términos de género plantearía, sin duda, todo tipo de problemas.3 Con los transexuales, por último, el dilema está entre verlos como personas en tránsito desde una identidad de género a la opuesta (identidades que ellos leen en términos de sexo), o considerarlos, como a veces parecen querer reivindicarse ellos mismos, como constituyendo una identidad aparte, en tanto “personas trans”. En este sentido, ¿pueden constituir las personas trans un tercer género? Es posible, pero para ello tendrían que resolver antes el dilema identitario y afrontar el hecho de que su “identidad” diferencial se construya con base en una condición patologizada a partir del sistema médico-legal.4 Cabe mencionar que este trabajo no se ocupa de ninguna de estas categorías supernumerarias de género propuestas en Beijing, ya sean reales, posibles o supuestas, sino de uno de los casos procedentes del registro etnográfico. Si nos hemos detenido en una consideración de las anteriores, es por la razón de que el registro etnográfico, en este caso el mexicano, de posibles géneros supernumerarios, se encuentra actualmente contaminado por las identificaciones procedentes del medio urbano y de la cultura lgbttti.5 Lo que vamos a hacer a continuación, entonces, es presentar un caso de terciarización genérica: el de los marisoles de Cuajinicuilapa, Guerrero, intentando restituirlo, tanto en términos etnográficos como teóricos, al ámbito de estudio propiamente antropológico de la transgeneridad. El objetivo es mostrar cómo una identidad de género tradicional, construida en el seno y a partir de los términos establecidos en un sistema de género vernáculo concreto, se encuentra en estos momentos en fase de cambio, transformación, y puede que incluso desaparición, por la acción aculturadora de las categorías procedentes del mundo lgbttti. Las preguntas fundamentales a responder son dos: 1) ¿Hasta qué punto se pueden considerar los marisoles de Cuajinicuilapa un género supernumerario, un tercer género, o bien se trataría de una posición intermedia de género en un sistema básicamente dual (en su versión vernácula)?, y 2) ¿Cómo se está transformando la identidad 3 Herdt y Boxer (2003, p. 215) se refieren a “ese perpetuo atolladero de la teoría sexual, la ‘bisexualidad’ ”. Por desgracia, su trabajo no nos parece que contribuya mayormente a clarificar dicho atolladero. 4 Para un desarrollo más amplio de esta cuestión, véase Vendrell (2012). 5 Población lésbico, gay, bisexual, transexual, travesti, transgénero e intersexual (lgbttti).
—y la subjetividad— de los marisoles a raíz de la introducción de las categorías identitarias procedentes del movimiento lgbttti en Cuajinicuilapa? Esta última pregunta nos introduce de un modo más general en la cuestión, planteada por Illich (1990), de la sustitución de los sistemas de género vernáculos por el “sexo económico”, proceso sobre cuyo estado en Cuajinicuilapa debería ser posible hacernos una idea a partir del estudio de los marisoles.6 Los marisoles de Guajinicuilapa, Guerrero ¿Son los ���������������������������������������������������������������������� marisoles —denominación que se aplican a sí mismos— de Cuajinicuilapa un género supernumerario? ¿Un tercer género? ¿O se trata de una figura de mediación entre los dos polos, masculino y femenino, que, como en cualquier otro sistema de género conocido, conforman el de la Costa Chica de Guerrero y, más en concreto, el de la localidad citada? El debate sobre los géneros supernumerarios se visibilizó hacia la década de 1980 (Cardín, 1989; Cucchiari, 2000; Martin y Voorhies, 1978) y se ha complicado en los últimos años, al cruzarse con el debate sobre las identidades sexuales. ¿Son los marisoles “homosexuales”? ¿Son gays? Según parece, si no son esto último —o si no ejercen de ello, al menos en Cuajinicuilapa—, sí pueden asumir dicha etiqueta en determinados contextos. Por otro lado, si consideramos a la homosexualidad como las relaciones sexuales entre personas del mismo “sexo” —en este caso, entre varones—, desde luego los marisoles no son los únicos varones en tener esas relaciones en Cuajinicuilapa. Y ¿es el “homosexual” únicamente el pasivo? Según las concepciones identitarias de la homosexualidad, esto no tendría sentido. Pero la “homosexualidad” como identidad puede que tampoco tenga ningún sentido en Cuajinicuilapa, como no parece tenerlo la identidad “gay”.
La información etnográfica que aquí se presenta fue recopilada para la tesis de licenciatura “Dinos Marisol”. La construcción cultural de una figura genérica en Cuajinicuilapa, Guerrero, realizada por Tania Alejandra Ramírez Rocha, bajo la dirección de la Dra. Haydeé Quiroz Malca. Los datos fueron construidos a partir de tres estancias en campo: la primera en noviembre de 2007; la segunda, en febrero de 2008, y la tercera, en abril del mismo año. La primera ida corresponde a un acercamiento exploratorio, mientras que las efectuadas en el año 2008 permitieron adentrarse en los relatos de cuatro marisoles de distintas edades. Debido a que la técnica de contacto fue la llamada “bola de nieve”, los marisoles entrevistados pertenecen a una red social ligada por lazos de amistad. Por ello, la información pertenece a un recorte de tiempo particular, breve, y parte de los relatos de un número reducido de actores. En ningún momento se buscó dar cuenta de una totalidad o una “representatividad” estadística. Los datos analizados en este trabajo lo han sido con el permiso expreso de Tania Alejandra Ramírez Rocha. 6
Para la población no marisol, éste es simplemente un “maricón”, un “puto”, de hecho, fundamentalmente un afeminado.7 Por ello, nos parecería peligroso considerar al marisol como una acomodación social de un supuesto porcentaje mínimo de “homosexuales” existente en cualquier sociedad humana.8 Creemos que el marisol, al igual que otras figuras parecidas mexicanas o de diversas culturas americanas indígenas o con fuerte componente indígena, no se deja explicar mediante su reducción a una identidad homosexual concebida como esencia.9 No existe ninguna esencia de la “homosexualidad” que pueda dar cuenta de los casos conocidos de relaciones sexuales entre varones a lo largo y ancho del espectro etnográfico, o del histórico, conocidos. Dichas relaciones, por lo demás, no nos parecen comprensibles fuera del sistema de género y de la forma concreta que éste asuma en cada una de las culturas donde se dan los casos. Por todo ello, 7 Lo cual esperamos mostrar en las páginas que siguen: lo cierto es que la figura del marisol, a pesar de ocupar una posición intermedia entre lo masculino y lo femenino, tiende claramente hacia este segundo polo, es decir, se trata fundamentalmente de un “varón” de nacimiento —clasificado así en razón de su anatomía— que pasa por un proceso de feminización. Su entrada en actividades reservadas tradicionalmente a las mujeres es posible en razón de que puede ser visto como una mujer y que se piensa que él mismo se ve así. 8 En palabras de Whitehead (1996, p. 80, traducción propia): “¿El comportamiento homosexual es el resultado de una disposición erótica duradera, en que un determinado porcentaje de la población caerá presa? […] ¿La homosexualidad es el resultado de ciertas irregularidades dentro del proceso de socialización temprana? […] ¿La homosexualidad es una práctica a la que recurren las personas cuando ya no están disponibles parejas heterosexuales?”. No pretendemos dar aquí respuesta a estas preguntas; s������������������������������������������������������������������������������������� ó������������������������������������������������������������������������������������ lo aportar elementos para una eventual respuesta válida en el contexto de las sociedades tradicionales americanas con figuras de género intermedias, sociedades del tipo que Gómez (2009) ha llamado recientemente “analógicas”, por oposición a las “digitales”. 9 Esto no quiere decir que el componente indígena sea importante o decisivo en Cuajinicuilapa. En realidad, de creer al estudio clásico de Gonzalo Aguirre Beltrán (1974) sobre la localidad, publicado por vez primera en 1956, los antiguos pobladores indígenas prácticamente habrían desaparecido desde los tiempos coloniales, sustituidos por contingentes de esclavos traídos del África subsahariana, y por un pequeño porcentaje de población “blanca” como grupo dominante. Por ello, no cabe ver en el marisol a una figura equiparable al muxe’ de Juchitán. Sus raíces son inciertas, y el hecho de que las únicas denominaciones de que la población disponga para ellos sean las de “puto” o “maricón” (junto con sus diminutivos), resulta significativo. Dichas denominaciones no son específicas de la región, sino que corresponden a la llamada “cultura nacional”, o incluso internacional (“maricón” se usa en otros países de habla hispana, como España). Puede especularse entonces con una procedencia “urbana” de las mismas, por contactos con otras regiones o ciudades. Parece claro que Cuajinicuilapa ya no es la Cuijla descrita por Aguirre Beltrán, habiendo perdido el “aislamiento” que en la década de 1940 todavía permitía contemplar en funcionamiento a su cultura “afromestiza” (para Aguirre [1974], “africana”, sin más). El hecho de que actualmente Cuajinicuilapa cuente con un Museo de las Culturas Afromestizas resulta indicativo de lo ocurrido en los últimos setenta años de la historia de la región: una progresiva “nacionalización” (acelerada, sin duda, a partir de los flujos migratorios de los últimos 20-30 años, pudiéndose hablar incluso de globalización) de la cultura local junto con una museización progresiva del componente “africano” original. Cabe señalar que Aguirre (1974) no hace mención alguna de nada parecido a los actuales marisoles, aunque dicho silencio podría deberse, o bien a las restricciones de la época en que fue realizado/publicado su “esbozo etnográfico”, o bien a las lagunas —reconocidas por el propio autor— del mismo.
nuestra aproximación a la figura del marisol se efectuará preferentemente desde el género, y no tanto desde la “sexualidad” o desde las identidades sexuales definidas a partir del dispositivo de sexualización contemporáneo (Foucault, 1989). Nuestro análisis del marisol como figura intermedia o mediadora en el sistema de género de Cuajinicuilapa girará en torno a dos ejes fundamentales: el de las actividades laborales y económicas, y el que podemos llamar ritual-festivo.10 A partir de las actividades económico-laborales así como de las festivas, veremos cuestiones como la corporalidad —construcción y gestión del cuerpo—, la sexualidad, los desplazamientos dentro del sistema de género, las relaciones afectivas y la socialización. Hombres, mujeres y marisoles en la actividad laboral y económica Como ha señalado Whitehead (1981), en la norteamérica indígena el género se constituye y circula de preferencia por los tipos de actividad, a diferencia de otras áreas culturales del mundo, donde la fijación del sistema se produce mediante, por ejemplo, las sustancias corporales.11 La sociedad de Cuijinicuilapa no puede calificarse propiamente de “indígena”, pero parece ceñirse en gran medida al esquema señalado por Whitehead (1981). Como veremos, el género se encuentra fuertemente dividido por sectores de actividad, al modo del “género vernáculo” analizado por Illich (1990). Y, como cabría esperar, los marisoles circulan entre dichos sectores de actividad, económica, pero también ritual y festiva, de modos que están prohibidos tanto a los hombres, por un lado, como a las mujeres, por el suyo. “Ser hombre” en Cuajinicuilapa implica poseer cabezas de ganado, siendo la ganadería, entonces, la principal actividad definitoria de la hombría. El número de cabezas poseídas mide la riqueza del grupo doméstico o, por lo mismo, la del cabeza de familia. Ser hombre significa trabajar y socializar en el encierro12 y llevar ciertas prótesis culturales extracorpóreas13 definitorias tanto del hombre como de su actividad ganadera: camisas a cuadros, pantalones vaqueros y huaraches de 10 Quiroz (1998) apuntalaba ya la importancia de estas dos arenas en la reproducción social, no sólo de la sociedad cuijleña, sino extensivamente para la población afrodescendiente de la región de la Costa Chica, como lo demuestra en su estudio sobre la organización social en torno a la producción de sal. 11 Sería el caso de Melanesia. Véanse Godelier (2004) y Knauft (1992). 12 Terreno perteneciente a la unidad doméstica, donde se siembra y/o se guarda al ganado. 13 Sobre el concepto de prótesis cultural extracorpórea, en este caso la ropa y el calzado, para marcar identidades como la de género, véase Gil (1991).
cuero. En este sentido, resulta significativo que cuando algunas mujeres atienden ganado, sea el de menor tamaño (cerdos, chivos o becerros, no así reses) y en ausencia de una figura masculina. Esto implica que las mujeres no puedan entrar en la arena masculina.14 Otra actividad económica importante es la pesca, y aquí también encontramos la división por géneros. Los hombres pescan en el mar, donde el riesgo es mayor, mientras que las mujeres lo hacen en el río, lugar considerado menos peligroso. El mar queda, entonces, como espacio masculino, y de igual modo el acceso a los recursos marítimos. El mar ofrece una mayor variedad de pescado, que puede venderse también a diferentes precios. La pesca en el río, en cambio, sólo funge como actividad de autosubsistencia. También son los hombres los encargados de realizar los útiles necesarios para la pesca, como las redes de pesca o tarrayas. Los hombres ordeñan al ganado y pescan en el mar, mientras que las mujeres se encargan de la preparación y la venta de los productos derivados de las actividades masculinas, como los quesos. Sin embargo, el comercio a mediana escala, tanto de pescado como de ganado, queda en manos de los hombres. Por último, dentro de lo que podrían considerarse las actividades económicas de prestigio, los hombres migran. No se trata aquí de hacer un análisis de las causas y consecuencias sociales y económicas del proceso migratorio —tan importante para la supervivencia de una comunidad como Cuajinicuilapa, como en tantas otras de México—, sino sólo de señalar su impacto en la modificación de la división tradicional de tareas por géneros. Este impacto, sin embargo, afecta de manera primordial a las mujeres y a los marisoles, dejando prácticamente intocada la esfera de actividad masculina.15 El universo femenino se centra en las labores vinculadas a la unidad de residencia: el quehacer, lavar trastes, la crianza y el cuidado de los niños e ir al mercado, así como cocinar y “echar tortilla”. También se ocupan de los padres, es decir, de los mayores. En todo lo demás, la actividad femenina se nos muestra como un reflejo, en menor escala, de la masculina. Por ejemplo, como ya dijimos, algunas mujeres se ocupan de parte del ganado, lo cual puede ser puesto en relación con la ausencia de la figura masculina que debería realizar dicha labor; esto último puede ser debido a la migración. Cuando pescan, lo hacen en el río y a efectos de autosubsistencia, y de igual modo, cuando comercian, se trata de comercio en baja
14 El “trabajo con el arado” en el campo, la labor agrícola, aun siendo menos prestigiosa que la ganadera, también sería un dominio fundamentalmente masculino. 15 Otra actividad propiamente masculina es la de músico.
escala, dejando el comercio en mayor escala del pescado —el procedente de la pesca marina— y del ganado en manos de los hombres. Ellas se ocupan, como también apuntamos, de la preparación y venta de los productos derivados de las actividades masculinas, como los quesos procedentes de la ganadería o el pescado procedente del mar. Todo ello, en la esfera económica, constituye el “ser mujer” en Cuajinicuilapa. Como era de esperarse, los marisoles realizan labores en ambas esferas, transitando entre los espacios definitorios de las mismas: por el encierro (masculino) y por la unidad de residencia (femenina).16 Se observa un escoramiento hacia el mundo femenino, expresado en la diferencia entre las actividades que se hacen “por obligación” y las que se hacen “por gusto”. Las primeras, para el marisol, son las masculinas, en especial las labores del encierro; las segundas, las femeninas, como ir al mercado o cocinar. Esto nos habla de la feminización del marisol, alguien clasificado como “varón” al nacer, que en cierto sentido va a conservar esta condición, al menos en parte, pero que en realidad, a pesar de ocupar una posición intermedia entre las arenas masculina y femenina, se encuentra desplazado hacia el polo femenino. Tendremos ocasión de verlo más claro al analizar cómo se ubican los marisoles en la esfera ritual-festiva, o religiosa y lúdica, pero ahora nos ocuparemos de su incorporación a lo que podríamos llamar el “sector terciario” o “sector servicios”, en aquellas actividades correspondientes a dicho sector en la comunidad de Cuajinicuilapa. Los marisoles se incorporan al sector servicios por medio de su dedicación a la peluquería y la “estética”, las actividades de docencia o la organización de bailes de quince años. Dichas actividades presentan una relación común con lo estético, entendido en un sentido amplio. Así, la actividad docente se centra en torno a la 16 Nótese que no existe simetría entre dichos espacios: el encierro, espacio de la actividad más prestigiosa y definitoria, así como de la socialización, masculinas, es un espacio fundamentalmente masculino, mientras que la unidad de residencia es compartida por ambos géneros, aunque el trabajo en ella lo desempeñen básicamente las mujeres —y los marisoles, como veremos—. En este sentido, la unidad residencial puede ser apreciada como un espacio no tanto “femenino”, o no únicamente como feminizante; resultaría, por ello, peligroso o contaminante para los hombres, que tenderán a menospreciarlo o a rehuirlo, o a considerarlo únicamente en términos de lugar de reposo, cuando se quedan en sus casas “descansando” del trabajo del encierro. Resulta significativa en este sentido la recuperación de dicho espacio por parte de los hombres mayores, es decir, ya fuera de la edad productiva, se quedan sentados afuera de sus casas, viendo pasar a la gente, o bien se sientan dentro, en el patio. Por el contrario, las mujeres, aunque puedan visitar el encierro en momentos de ocio o en ocasiones lúdicas o festivas, no por ello se masculinizan; en su caso no hay peligro porque la masculinización de las mujeres es algo prácticamente impensable. Con su rechazo, completo o parcial, a las labores propias del encierro y su preferencia por las labores caseras, el marisol expresa, asimismo, su feminización. El proceso inverso —que supondría una masculinización— parece estar vedado por completo a las mujeres.
“educación artística” —en escuelas primarias y secundarias del sector público—, lo cual puede relacionarse con la actividad de los marisoles como decoradores y animadores de las procesiones festivas, como luego veremos. Lo mismo aplica para la organización de fiestas de quince años. Como se analizará en el siguiente apartado, los marisoles también se desempeñan como rezanderos, actividad situable dentro de lo artístico o, al menos, de lo expresivo. Como es sobradamente conocido, la esfera de lo “expresivo”, por no decir de lo emocional, ha sido considerada tradicionalmente un patrimonio de las mujeres, o al menos asociada a lo femenino. La construcción social del género femenino comporta la posibilidad —y la obligación— de expresar emociones, mientras que “los hombres no lloran”.17 Dejando aparte las artes mayores, reservadas por lo general a los varones, todo lo referente a la expresión estética menor, desde la decoración del hogar hasta la “belleza” aplicada a la apariencia corporal, así como la costura, etcétera, suele dejarse en manos de las mujeres. En el mundo del género vernáculo, no es lo mismo un barbero que una peluquera, y las peluquerías “unisex” no existen. Para este tipo de establecimientos hay que esperar a la aparición del “sexo económico” o “sociedad unisex” (Illich, 1990), donde ambos géneros, antes estrictamente separados, entran en competencia. Los marisoles, al igual que otros casos de terciarización genérica estudiados en México, como los muxe´ (Miano, 2002), parecen ocupar una posición mediadora, y a la vez encarnar la transición entre el mundo del género vernáculo y el del sexo económico, entre la separación estricta de las esferas masculina y femenina, y el advenimiento de lo unisex. En este sentido, nos parece que sería un error contemplarlos desde una perspectiva estática. No hay nada estático en los marisoles, ni en el plano de la identidad ni en el de la posición que ocupan en la sociedad de Cuajinicuilapa, como tampoco lo hay en las identidades y posiciones masculina y femenina en un sentido estricto. Sin duda, serían necesarias investigaciones históricas o etnohistóricas más amplias y detalladas para poner en relación al marisol —o su equivalente— de hace décadas, previo a los procesos de modernización y, sobre todo, a las migraciones contemporáneas, con el marisol actual, sometido, además, a la influencia del modelo gay procedente del mundo urbano, con el que entra en contacto en zonas turísticas como Puerto Escondido y Acapulco. Uno de los registros previos con Hablando del duelo en la Cuijla de 1940, comenta Aguirre (1974, p. 172): “Los hombres, a riesgo de ser tenidos por cobardes, tienen prohibida cualquier expresión ostentosa de sus sentimientos”. 17
que contamos es muy próximo, la década de 1990, donde Quiroz (1998, p. 167) observa la presencia de “homosexuales” que tienen permitido vender pescado en el mercado, no así los “hombres”. No cabe duda de que todo ello influye decisivamente en la adscripción de los marisoles a determinadas esferas de actividad, mismas que, por otro lado, se encuentran de igual forma en transformación. Quizás uno de los procesos más importantes aquí haya sido el de la migración masiva, con su repunte en la década del������������������������������������������������������������������������������ año�������������������������������������������������������������������������� 2000, lo cual los coloca en el centro de muchas actividades del grupo doméstico antes bien repartidas entre la esfera masculina y la femenina: cuidar a los padres, por ejemplo (actividad tradicionalmente femenina), y a veces también de los sobrinos. Da aquí la impresión de que nos encontramos ante un doble desplazamiento: 1) la ausencia de hombres provoca la entrada de las mujeres —algunas, no todas— en la esfera masculina de la ganadería, aunque, como hemos visto, de una forma limitada, circunscrita, sin afectar al reducto de masculinidad que supone el encierro, y 2) los marisoles se ocupan cada vez más de tareas de “cuidado” típicamente femeninas, como el hacerse cargo de los mayores y de los niños.18 Se podría ver aquí un proceso de creciente feminización de la figura del marisol, el cual, recordémoslo, por su condición natal de “varón”, nunca se ha visto excluido de las tareas del encierro. En cuanto a la mujer, en cambio, hablar de masculinización resultaría aventurado; en su caso se trata más bien del tipo de proceso descrito por Illich (1990), es decir, de la entrada en la esfera económica masculina en régimen de competencia, pero una competencia que, como podemos ver, sigue encontrándose reducida y perfectamente circunscrita.19 Quizá más que de competencia, entonces, tendríamos que hablar de un desplazamiento a base de sustituciones por el eje del género: a la mujer se le va a permitir, o incluso a conminar, a realizar ciertas tareas “masculinas” como sustituta del varón ausente, lo cual permitirá, a la vez, “liberar” el espacio para una mayor feminización del marisol. Todo ello nos 18 La migración tiende a ser por parejas, quedando en la comunidad las generaciones mayor y menor (abuelos, nietos). 19 Como ocurre con los espacios, tampoco hay simetría aquí. La mujer entra o puede entrar, de forma limitada, en la esfera de las actividades “productivas”, pero el varón difícilmente lo hace o lo hará en la esfera de las “reproductivas”. Sólo los marisoles, “varones” por nacimiento, efectúan este último paso, pero al precio de su feminización, es decir, de la puesta en cuestión y pérdida en todo o en parte de la condición masculina. Sobre la diferencia en los cambios en la división del trabajo, según se trate de la esfera reproductiva o de la productiva, en el mundo rural, véase Burgman y Ooijens (1989). Los cambios en las tareas reproductivas resultan más amenazantes para el orden de género establecido, por lo que cabe esperar que será en ellas donde encontraremos la mayor pervivencia del “género vernáculo” (Illich,1990), mientras que la evolución hacia el sexo económico o sociedad unisex se dará de una forma más rápida y clara en las tareas productivas, más influidas “por cambios en la situación económica y en las relaciones de producción” (Burgman y Ooijens, 1989, p. 11).
habla de una cierta movilidad, o incluso flexibilidad, de las posiciones de género en Cuajinicuilapa, pero siempre dentro de unos límites bien marcados. Sólo los marisoles conservarían la potestad de traspasar esos límites en uno y otro sentido, hacia lo masculino o lo femenino, transitando entre actividades y espacios con una amplitud negada tanto a hombres como a mujeres; sin embargo, como ya dijimos, se aprecia la tendencia del marisol a ocuparse de actividades femeninas, tanto en la esfera doméstica como fuera de ella. Lo veremos más claro en el siguiente apartado, al ocuparnos del ámbito ritual-festivo. Mujeres, marisoles y prostitutas en el ámbito ritual-festivo Los sistemas de género fuertemente polarizados entre lo masculino y lo femenino, como parece ser el caso del vigente en Cuajinicuilapa, ya sea que reconozcan o no desplazamientos entre sus polos por parte de determinadas personas o clases de personas, no siempre definen claramente una posición para las mismas. En este sentido, el marisol parece bastante alejado del muxe’ del istmo de Tehuantepec. Debemos tener en cuenta que la denominación misma, “marisol”, como ya dijimos, es la que dichas personas se dan a sí mismas, mientras que para el resto de la comunidad son “putos” o “maricones”. Los putos y los maricones aparecen como tales a lo largo y ancho de la sociedad mexicana, ya sea la urbana o la rural, con la connotación básica de “afeminado”. Cabe recordar aquí, una vez más, que la línea fronteriza que separa al varón “masculino” del “puto” no es la práctica sexual “entre varones” en sentido estricto, sino el hecho de que el varón masculino, aunque tenga dicha práctica, no deja de ocupar en ella la posición “activa” o de “penetrador”, mientras que el puto ocuparía la pasiva, dejándose penetrar. Por lo tanto, cabe pensar que ésta es la percepción que la comunidad de Cuijinicuilapa tiene de los marisoles: varones afeminados, que tienen prácticas sexuales “pasivas” con otros varones. Desde luego, esto los convierte en seres “distintos”, pero no queda claro que dicha distinción, o diferencia, haya sido elaborada por la comunidad hasta dar una posición de género específica, aun siendo intermedia, entre lo masculino y lo femenino. Los marisoles, entonces, tenderán a quedar en una zona liminar entre dos “normalidades” —o entre dos normas—, y las sociedades humanas tienden a “sacralizar” de una u otra forma a los individuos que no se inscriben en los espacios sociales claramente definidos. No nos ha de extrañar, por ello, que los marisoles aparezcan ocupando un lugar destacado en el ámbito ritual, tanto en lo referente al espacio de la iglesia como a las hermandades y los rezos, contando incluso con
una mayordomía propia. De hecho, todo ello lo comparten con las mujeres, lo cual refuerza la idea ya apuntada para el ámbito laboral de la deriva de los marisoles hacia lo femenino: la iglesia, las hermandades, los rezos: espacios y actividades primordialmente femeninos, de socialización femenina, con escasa o nula participación de los “hombres”. Sin embargo, en el ámbito ritual, así como también en el lúdico, se articulan otras diferencias y se establecen nuevos márgenes. Podemos preguntarnos, de hecho, si la categoría “mujeres” encubre a un grupo homogéneo o si en su interior se pueden hallar igualmente categorías, o incluso jerarquías. Podemos hasta ir un poco más lejos y preguntarnos qué es exactamente una “mujer” en Cuijinicuilapa. Nos encontraremos, entonces, con el grupo de las que se dedican al comercio sexual, las prostitutas, y a las que modernamente se ha querido llamar “sexoservidoras”, con fines de corrección político-laboral. Estas mujeres “de la vida galante”, como al parecer son conocidas en la comunidad, ¿son “verdaderas” mujeres? ¿O deberíamos pensar para ellas en otra categoría? La reflexión viene al caso porque se da la circunstancia de que existe una mayordomía: la de la “Virgen María Magdalena”, exclusiva de los marisoles y de las sexoservidoras. Estas preguntas han sido inspiradas por el excelente estudio de Detienne (1996) sobre las adonias —o fiestas de Adonis— en la Grecia clásica, opuestas a las tesmoforias, consagradas a la diosa Demeter. Adonis habría sido el patrón de las hetairas y las prostitutas, es decir, categorías de “mujeres” indecentes o transgresoras con respecto al modelo de la decencia femenina representado por la matrona, la mujer esposa y madre. Si evitamos partir de nuestra concepción moderna de “mujer”, basada en la noción de un sexo biológico específico (Laqueur, 1994), cabe preguntarse si las “mujeres” que participan en las tesmoforias, y las que lo hacen en las adonias, son para los griegos la misma categoría de persona. Esto también se podría quizá aplicar a nuestro estudio sobre Cuajinicuilapa y sus categorías de género: ¿son las “mujeres” decentes y las de “la vida galante” el mismo tipo de persona? De ser así, ¿por qué las de la segunda categoría se agrupan ritualmente con los marisoles —varones feminizados o categoría intermedia entre lo masculino y lo femenino— en vez de hacerlo con las otras mujeres? Una posible respuesta la encontramos al releer el texto de Almaguer (1995) sobre la identidad y el comportamiento sexual de los “hombres chicanos”, y en el que analiza la base semántica común de puto, en el sentido de “homosexual pasivo” (aunque no, o no necesariamente, un prostituto), y del término puta, para referirse a la “prostituta femenina”.
En palabras de Almaguer, “es significativo que la ecuación cultural entre el hombre homosexual femenino, analmente receptivo, y la mujer culturalmente más estigmatizada (la prostituta) tengan una base semántica común” (1995, p. 55). En nuestro caso, a esta ecuación cultural cabría añadir el hecho de que compartan una mayordomía específica. Si recordamos que la comunidad nombra a los marisoles como “putos”, podríamos llegar a la conclusión de que existe una división estructural básica entre hombre/mujer :: puto/puta, es decir, la parte “correcta” del sistema de género frente a la “anómala”, pervertida o caída. Podríamos verlo también así: hombre/puto :: mujer/puta, siendo el puto y la puta el resto inasimilable o la excrecencia a partir de donde se construyen, comprenden y circunscriben el hombre y la mujer “como Dios manda”. Se trataría, entonces, de encuadrar ritual y simbólicamente a dos colectivos situados en los márgenes, desviados con respecto a la norma de género imperante. Marisoles y prostitutas compartirían una posición “caída” con respecto a los géneros respectivos de procedencia, masculino y femenino, y de ahí su adscripción a una mayordomía presidida por una santa a su vez “caída”, en el doble sentido del término, por haber sido prostituta en sus orígenes y por haber sido “degradada” por la iglesia católica desde la condición apostólica a la de simple encargada de redimir a las mujeres caídas.20 El ámbito de lo religioso parece ser, pues, un ámbito primordialmente “femenino”, incluyendo en dicha denominación a los marisoles y al menos a dos categorías de “mujeres”. La participación de los hombres en los rezos de las mayordomías, que tienen lugar en las casas, es casi nula, no sobrepasando 10% de los asistentes. Incluso, su presencia se puede justificar por ser ellos quienes se ocupan de cargar las imágenes en la procesión que se le da al santo antes de entregarlo en la siguiente casa.21 Los rezos corren a cargo de los marisoles y de las mujeres, quienes se 20 En cierto momento, la iglesia “reconoció” que María Magdalena no había sido originalmente una prostituta, pero dista de haber reconocido su condición apostólica. En el imaginario contemporáneo, la Magdalena sigue siendo primordialmente una prostituta redimida, incluso a pesar del éxito del best seller, llevado también al cine, El código Da Vinci, donde se recuerda su condición apostólica e incluso se especula con un parentesco más cercano a Cristo (todo lo cual ya había sido puesto de manifiesto en la polémica película La última tentación de Cristo, basada en una novela de Nikos Kazantzakis). Recordemos, por último, que a María Magdalena le es revelada la resurrección de Cristo, y cómo éste le impide tocarle: noli me tangere, lo cual da fe tanto de la condición sagrada de Él, como de la contaminante (en realidad, otra forma de lo sagrado) de ella. Sobre esto último, véase Quignard (2009), y sobre el significado y el estatus de la Magdalena en el imaginario cristiano occidental, Sanyal (2012). 21 Esta vinculación de los hombres con tareas que requieren fuerza o destreza la volvemos a encontrar a la hora de repartir los trabajos relacionados con la comida: ellos se encargan de seleccionar, matar y hacer los cortes al ganado, así como de colocar lonas y sillas y estar “al pendiente” de manejar, para ir por lo que haga falta. La preparación de la comida —tarea al parecer muy demandante— corresponde a las mujeres.
sientan en las “bancas de los rezanderos”, al centro y al frente, tanto en las casas como en la iglesia. En los funerales, la división aparece incluso más marcada, sentándose los hombres de un lado y las mujeres del otro. Se puede dar la circunstancia, sin embargo, de mujeres que se sientan del lado de los hombres, aunque en una posición un tanto separada. Las hermandades, una por cada santo de la iglesia de San Nicolás Tolentino, están acaparadas por mujeres y por marisoles, contando éstos con la de los “Hermanos del Sagrado Corazón de Jesús”. Asimismo, y siguiendo con lo ya comentado al respecto de las actividades artísticas y expresivas, los marisoles se encargan de la decoración y la organización de fiestas y procesiones, en las cuales ocupan un lugar protagónico: en la representación de la muerte de Jesucristo, por ejemplo, se encargan de los rezos, dirigen la representación y elaboran las decoraciones. El papel protagónico de los marisoles en las fiestas, no únicamente en las solemnidades religiosas, sino en todo el ámbito de lo que podríamos llamar “lúdico-festivo”, puede derivar hacia lo bufonesco, lo cual aumenta su valoración social. Se esperan de parte de los marisoles —y se les permiten— bromas, albures y piropos alusivos al género y a la sexualidad, convirtiéndolos así, en ese tipo de personaje, tan estudiado para las culturas indígenas americanas, cuya función parece ser la de reforzar el orden por medio de puntuales y controladas incursiones en el desorden (Balandier, 1989). Una vez más, esto nos habla de su condición mediadora entre las rigideces de los mundos masculino y femenino, así como de una situación liminar en los márgenes del orden de género, propicia a una cierta sacralización. El cuerpo y sus prótesis A través del cuerpo, los ideales con respecto al mismo, la gestualidad, la forma de adornarlo, vestirlo, etcétera, vemos la puesta en escena del orden de género, sus posiciones y los límites de las mismas. Dado que se trata de un sistema dual, existirán dos modelos básicos: uno para lo masculino y otro para lo femenino, y cabe esperar que las posiciones de género intermedias, liminares o marginales, se ajusten en mayor o menor medida a dichos modelos. Ya hemos hablado, empleando el concepto de “prótesis corporal extracorpórea” tomado de Gil (1991), de la vestimenta básica del ganadero, es decir, del hombre: camisas a cuadros, pantalones vaqueros y huaraches de cuero. Más allá de este “uniforme” masculino, el hombre de Cuajinicuilapa se caracteriza por un cuerpo sin adornos ni decoraciones, es decir, sin marcas o inscripciones deliberadas, ni en el cuerpo ni protésicas. Las mujeres, en cambio, emplean profusamente adornos
o joyas, preferentemente de oro: arracadas, pulseras (muchas), uno o dos collares del tipo “esclava”. Visten blusas de manta con bordados (procedentes de la cultura amuzga22), pero para la realización de las labores cotidianas, dicha indumentaria se ha visto sustituida por los shorts y las playeras no ajustadas, así como las chanclas de plástico.23 El cuerpo masculino es el depositario de la fuerza, mientras que el femenino lo es de cualidades como el pudor y la limpieza. Ya hemos tenido ocasión de ver reflejos de esto en los ámbitos laboral y festivo. El cuerpo fuerte de los hombres se enfrenta al ganado (en el encierro) y al peligro (pesca en el mar), actividades prohibidas o restringidas a las mujeres, cuyas tareas, a veces pesadas, no tienen tanto que ver con la “fuerza” como con la “resistencia” o el “aguante”. Sin embargo, de las mujeres a veces se dice que también tienen la fuerza necesaria para realizar ciertas actividades “masculinas”. Como ya vimos, esto puede venir impuesto por la ausencia de una figura masculina que se ocupe de dichas actividades. Entonces a las mujeres se les reconoce una fuerza, una capacidad, que habitualmente les es negada, y desaparece la sanción social que aparecería en el caso de que ellas quisieran desempeñarse de una determinada manera en circunstancias “normales”. Una vez más, cabe decir que lo contrario no ocurre: el hombre no pierde su fuerza, porque, de hecho, tampoco entra en la esfera femenina: para eso está el marisol. Al marisol, por su condición varonil de nacimiento, se le reconoce la fuerza para realizar las actividades que realizan los hombres; ya vimos que puede hacerlas, aunque en la mayoría de los casos lo haga por obligación y no por gusto. Pero dada su deriva hacia el polo femenino, el marisol, tanto en lo referente a su cuerpo como a las prótesis extracorpóreas, aparece también del lado del adorno y de la limpieza, así como del pudor. Se da el caso, por ejemplo, de que tenga que cubrir su pecho o emplear un brasier, aunque no haya dado ningún paso para proveerse de unos senos prominentes. La condición feminizada del marisol convierte su pecho desnudo en impúdico, tenga o no senos. El que la exhibición del pecho desnudo, por parte de un marisol, pueda ser percibida por la comunidad como una falta al pudor, nos habla de hasta qué punto la percepción del cuerpo se encuentra mediatizada por el orden de género, siendo el pecho prominente uno de los signos clave del mismo.24 En este sentido, se confirma la condición “femenina” del marisol. 22 Grupo cultural indígena, cuyos poblados ubicados en zona montañosa, se encuentran próximos a la zona costera. 23 Esto ocurre también con los hombres, lo cual nos confirma que, al menos en un determinado plano de la cotidianidad, nos encontramos de lleno en el mundo “unisex” postulado por Illich (1990). 24 Sobre la importancia de determinadas partes del cuerpo y prótesis extracorpóreas en la construcción de la heterosexualidad (y del orden heterosexista de género), véase Vendrell (2009a).
Lo mismo ocurre con el uso de determinadas prendas, como la minifalda. Como es sabido, a los hombres, ni en Cuajinicuilapa ni en ningún otro ámbito de la sociedad mexicana, exceptuando contextos lúdico-carnavalescos o rituales muy específicos, les está permitido vestir faldas, ni largas ni cortas.25 Una vez más, nos encontramos con una situación asimétrica: que se permita a las mujeres vestir pantalones mientras que los hombres no tengan la prerrogativa de vestir faldas o usar vestidos quiere decir, simple y llanamente, que seguimos encontrándonos en un sistema de dominación masculina, donde el número 2, la mujer, puede imitar al número 1, el hombre, mientras que lo contrario no ocurre (Gagnon, 1980; Jáuregui, 1982; Vendrell, 2002). Ponerse falda o vestido, entonces, significa para un “varón” caer automáticamente de la condición masculina, perder el puesto, “feminizarse”, mientras que para la mujer usar pantalón no tiene ninguna de esas connotaciones. La mujer con pantalones sigue siendo mujer, mientras que el hombre con faldas se convierte, en Cuajinicuilapa, en marisol. Aparte de la imposibilidad de desnudar el pecho —y el requerimiento social del uso de brasier o de su equivalente en contextos como la playa— y de la permisividad en cuanto al uso de faldas o de ropas “femeninas”, el marisol puede teñirse el cabello o usar maquillaje, todas ellas cosas que ningún hombre que se precie de serlo soñaría ni siquiera con hacer. Esta feminización del marisol se complementa con gestos asociados también al ideal femenino, como hacer muchos ademanes con las manos. De igual forma, la voz se “feminiza” y se llevan adornos como los de las mujeres. Sin embargo, el marisol no es una mujer, o no del todo, a veces por defecto y, otras, quizá por exceso. El marisol, a menos que haya iniciado un proceso de transformación de su cuerpo como el de los transexuales —con los que en un principio no debiera ser confundido26—, no tiene senos, aunque la comunidad se los asigne o “implante” simbólicamente. Por otro lado, las mujeres de Cuajini25 Prescindiremos aquí de la interpretación que a veces se hace de la “sotana” de los sacerdotes católicos en términos de vestimenta femenina porque, desde nuestro punto de vista, resulta arriesgada y excesiva. Para una versión completa de esto, así como de los templos en cuanto “úteros” y de ciertos rituales como el “dar a luz”, véase Sanyal (2012). Pensamos que la autora no tiene suficientemente en cuenta el origen de las vestimentas eclesiásticas, procedentes de una cultura, la romana antigua, donde nadie vestía pantalones. 26 Ciertos marisoles pueden optar por un proceso de transexualización, pero el marisol propiamente dicho, como figura de terciarización genérica, no es ni un travestí ni un transexual. Podríamos hablar, en su caso, de “transversalidad de género” en el sentido en que emplea esta expresión Bolin (2003), o en el que la ha empleado Vendrell (2009b, 2010, 2012) a la hora de intentar mostrar a la transexualidad como una forma específica de variancia de género, dependiente de unas tecnologías y una situación jurídico-médica (avalada por el Estado) determinada, y con un origen claramente urbano. Al parecer, los transexuales de Cuajinicuilapa emigran de preferencia a los Estados Unidos para someterse al proceso conocido como de “reasignación de sexo”, o más popularmente, “operarse”.
cuilapa tampoco se tiñen el cabello como los marisoles, para darle un color rojo o rubio.27 Por último, al marisol se le permiten combinaciones que resultarían restringidas tanto a los hombres como a las mujeres “normales”, por ejemplo, vestir masculinamente y usar maquillaje a la vez. Los marisoles y la comunidad: percepción, socialización, sexualidad Es el momento de pasar a la percepción social de los marisoles, referida al sistema u orden de género. ¿Cómo son vistos? ¿Cómo se ven a sí mismos? Nos daremos cuenta de que el lenguaje empleado sigue siendo el de un sistema de género dual, con sus dos posiciones básicas: masculina y femenina. El marisol carece de posición propia, y si en algún momento se pudiera hablar de ella, habría que hacerlo en términos de los elementos masculinos y femeninos que configuran dicha posición. No existe en realidad un tercer término, una definición positiva, desde sí misma, de una tercera posición de género. Los marisoles son básicamente percibidos como varones, pero no del todo. La esfera masculina de la sociedad espera que sólo se ubiquen en actividades y espacios “masculinos”, o al menos eso es lo que se dice, pero la relación con la esfera masculina resulta distante o conflictiva. Con respecto a las mujeres, los marisoles parecen situarse a sí mismos en una posición superior, o al menos “privilegiada”. Aunque la relación con la esfera femenina es estrecha —todo lo contrario, al parecer, que con la parte masculina—, el marisol, como ya dijimos en el apartado anterior, no es una mujer. A partir de aquí, pueden reivindicar una superior habilidad a la hora de efectuar las tareas femeninas, tales como guisar, cosa que no ocurre por el lado masculino. El marisol, entonces, se sitúa como menos que el “hombre” pero como más que la “mujer”. Cuando las mujeres buscan desvincularse de alguna actividad de las propias de la unidad de residencia, apelan a las “aptitudes” de los marisoles en tanto sustitutos autorizados del “rol” femenino, pero sin que ello implique una pérdida de la posición de privilegio de éstos frente a las mujeres “de verdad”. De hecho, los marisoles son vistos como personas inteligentes y creativas, en la confluencia de cualidades de los géneros masculino y femenino propiamente dichos. Así, como ya vimos, son limpios y ordenados, pero también “fuertes”.
Hablamos aquí de las mujeres que cumplen el ideal del “ser mujer” en Cuajinicuilapa, el cual no incluye, como ya hemos apuntado, a las sexoservidoras o mujeres “de la vida galante”. 27
La tendencia observada a la feminización puede reflejarse en el cambio del nombre, adoptando, en muchos casos, nombres femeninos, e incluso ocultando celosamente el nombre masculino recibido al nacer, que queda como un secreto compartido entre padres, hermanos o compañeros de la primaria o la secundaria. Pero en la mayoría de los casos poseen dos nombres, uno “masculino” y otro “femenino” (o el mismo en las dos versiones: Noé-Noelia, Chalo-Chalala), siendo el femenino el que llega a pesar más socialmente. Los apodos también son generalmente femeninos. En la división dual del orden de género imperante, el hombre detenta la autoridad disciplinaria, mientras que a la mujer le corresponde más bien ejercer un papel suavizador de dicha autoridad. Ello queda puesto de manifiesto especialmente en el proceso de socialización. Los marisoles, como cualquier otro miembro clasificado al nacer como “varón” por su comunidad, han estado sometidos al proceso de construcción violenta de la masculinidad. Diversas expresiones empleadas por ellos al recordarlo resultan significativas al respecto, y a la vez nos hablan de la importancia de dicha violencia a la hora de construirse como algo distinto, por oposición, a la figura del varón modélico de la comunidad. Expresiones como “leñazos de maldad”, “peléate, porque si no yo te voy a dar”, o “tú vas a ser hombre, tienes que aguantar”, muestran claramente que la construcción del varón es la construcción del ser violento, de alguien de quien se espera el uso de la violencia como prerrogativa y como obligación en la vida “masculina” adulta.28 El marisol, o el “puto” —como es conocido y nombrado por la comunidad—, es el varón que rehúye dicho destino violento. Al hacerlo, pierde en gran parte su condición varonil. Sigue siendo un hombre, pero fallido en gran medida. De ahí la feminización que hemos ido analizando para diversos ámbitos. Podríamos decir del marisol que se trata de un varón “caído”.29 Por lo mismo, se le permiten cosas que le están prohibidas al varón típico, como el ocupar una posición “bufonesca” o de clown en espacios lúdicos y festivos. El marisol puede bromear sobre las restricciones y paradojas del orden de género y sexual imperante mediante albures que, en boca de un “hombre”, resultarían inapropiados y peligrosos para el manAguirre enfatiza reiteradamente el carácter violento de la cultura masculina en la Cuijla de mediados del siglo xx: “Desde la temprana edad de tres años el niño cuileño es habituado a soportar golpes e insultos y a contestarlos; resistir el dolor y a tener en muy poca estima la vida propia y la ajena” (1974, p. 144). Sobre la construcción de la masculinidad como, a la vez, la del dominador y la del ser violento, véase Vendrell (2003). 29 Sobre la pérdida de la condición masculina como “caída” en la feminidad (frente al imposible ascenso desde la condición femenina a la masculina), véase Vendrell (2011). 28
tenimiento de su condición masculina. Con ello se refuerza también la posición liminar, intersticial, del marisol, la cual, a su vez, refuerza la “normalidad” de las posiciones de género en que se basa la dualidad fundamental del sistema.30 En el plano sexual, el varón de Cuajinicuilapa muestra su hombría teniendo relaciones con mujeres y con marisoles, si ese es su deseo. En cualquier caso, se trata de su prerrogativa. Siendo la heterosexualidad un elemento indispensable del “ser masculino”, ésta no tiene las connotaciones exclusivistas que ha ido adquiriendo en el dispositivo de sexualidad contemporáneo. No funciona como una “identidad sexual”. Podríamos decir que la identidad dominante es la de género, es decir, el ser o no ser “hombre”. El hombre puede tener relaciones con “mujeres” y con “putos” (desde su perspectiva se conciben así), sin que ello implique merma alguna de su masculinidad, más bien al contrario. Este modelo no es diferente del que encontramos a lo largo y ancho de México, en culturas de muy diferente raigambre, desde las “indígenas”, como en el Juchitán estudiado por Miano (2002), hasta la “nacional”, pasado por la afrodescendiente de la Costa Chica o la chicana, y ello tanto en ambientes rurales como urbanos. Nos falta un atlas de la masculinidad mexicana, y de sus prácticas “bisexuales”, no contaminado por los modelos de identidad sexual exclusivista importados del mundo anglosajón y popularizados por el movimiento lgbttti y por ciertos sectores académicos. En México, y probablemente en muchos otros países de Latinoamérica, la masculinidad no pasa por la heterosexualidad exclusiva, sino que se extiende y se ve reforzada por determinadas prácticas sexuales “entre varones”.31 Culturalmente, suele concebirse al varón masculino como limitándose a la práctica sexual “activa”, como penetrador: el “macho calado”. El “puto” sería el varón pasivo, el que se deja penetrar, y, a la vez, el que renuncia a la práctica sexual con mujeres. Aunque ello pueda no ser siempre así, esta creencia lo convierte en algo así como un “seguro” en culturas donde la virginidad femenina se encuentra enormemente valorada, como entre los zapotecos de Juchitán (Miano, 2002). La existencia de varones “desvirilizados”, penetrables, permite preservar el juego del intercambio de mujeres “intactas”, algo así como mercancía sin usar, entre los hombres. Además, los varones desvirilizados, al haber renunciado a la violencia, no resultan peligrosos para los demás, quedando también fuera de la
30 Balandier (1989, 1994) analiza este tipo de personajes intersticiales a los que se permiten transgresiones reforzadoras del sistema. 31 No podemos detenernos aquí a considerar las hipótesis sobre el origen de dicha situación, supuestamente heredada de modelos “mediterráneos”. Al respecto, véase Almaguer (1995).
competencia por las mujeres, que pueden ser tratadas así como un bien escaso.32 El marisol sería, entonces, el varón que, habiendo renunciado a la prerrogativa heterosexual, renuncia a la hombría para adquirir a cambio una posición intermedia, mediadora entre una masculinidad sexualmente depredadora y una feminidad de la que se espera al respecto una actitud pasiva. Sexualmente hablando, si el varón es el predador y la mujer es la presa, el marisol es un varón anatómico que ha renunciado a la depredación para convertirse, a su vez, en presa, lo cual le permite eludir los aspectos más violentos de la sexualidad masculina y de la hombría en sí. A nuestro juicio, por último, debe abandonarse cualquier pretensión de explicar tanto al varón como al marisol de Cuajinicuilapa a partir de categorías identitarias como “homosexual”, “heterosexual” o “bisexual”. Ni el varón ni el marisol son “homosexuales”; desde luego, el primero con dificultad se reconocería así, y probablemente una categoría como la de “bisexual” para él ni siquiera tendría sentido. En cuanto al marisol, si bien su actividad sexual parece circunscribirse a su mismo “sexo”, difícilmente podría entenderse su papel al interior de la comunidad sólo desde la “orientación” o la “preferencia sexual”. En este sentido, el marisol debe comprenderse fundamentalmente desde el género, y si lo hacemos así, nos daremos cuenta de que una expresión como “sexo entre varones” tampoco da cuenta de lo que ocurre, dado que, como nuestro análisis viene poniendo de manifiesto, el marisol en realidad no es un varón, o al menos no lo es del todo. Y no se trata aquí tanto de apelar al recurso de multiplicar las “masculinidades”.33 como de darse cuenta que lo que ocurre con el marisol es, precisamente, una pérdida de masculinidad, una feminización, aunque tampoco sin llegar a convertirse en una “mujer”. Así, una relación sexual entre un varón típico y un marisol no es, en modo alguno, “sexo entre varones” (eso lo sería entre dos varones típicos, y seguramente comportaría otro tipo de problemas que no vamos a tratar aquí), sino sexo entre un “hombre” y un “puto” o, desde la perspectiva del segundo, entre un marisol y un hombre, dos clases diferentes de seres dentro 32 Sería interesante investigar la existencia de infanticidio femenino en las culturas tradicionales de que proceden al actual Juchitán y la actual Cuajinicuilapa, así como tantas otras comunidades en donde se han encontrado o se encuentran fenómenos de este tipo. El infanticidio femenino puede ser visto como un método para crear “escasez” de mujeres y, a partir de ahí, relaciones de alianza entre grupos de varones para el intercambio de mujeres (Harris, 2006; Lévi-Strauss, 1991; Meillassoux, 1977). Cuando el diferencial entre el número de varones y el de mujeres es demasiado alto, pueden aparecer situaciones de poliandria (Clastres, 2010). Otra solución consistiría en apartar a un determinado contingente de varones de la competencia por las mujeres; ello podría estar en la base de numerosas instituciones amerindias tradicionales del tipo “dos espíritus” (Bolin, 2003). 33 Para una crítica de las “masculinidades” como respuesta epistemológica a la llamada “crisis de la masculinidad”, véase Vendrell (2011).
de un sistema de género que, sin embargo, y de forma paradójica, preserva así su dualidad fundamental. A modo de conclusión: lo anómalo y la persistencia de la dualidad La tendencia de los seres humanos, en tanto seres sociales, a guiarse por dualidades extremas y la dificultad, quizá imposibilidad, de evitar la positivización de un elemento de la dualidad a costa de negativizar al otro (Castilla del Pino, 2003), son procesos todavía poco estudiados y, por ello, mal comprendidos. De hecho, el propio género se comprende mal, y como consecuencia, tiende a naturalizarse. A nuestro juicio, uno de los factores que ha contribuido a ello ha sido el abandono de la investigación de los orígenes del sistema dual de género, algo denunciado ya por Rubin (2000) en la década de 1970. Sin una correcta comprensión de los factores que dieron lugar a la aparición del género tal como lo conocemos, en tanto sistema dual con dominancia de uno de sus polos, el “masculino”, sistema del cual cabe presumir que no ha existido siempre (Cucchiari, 2000), resulta muy difícil proceder a su re-historización, y a partir de dicha dificultad la visión naturalista sale reforzada. El otro elemento de refuerzo de una visión naturalizada del género ha sido la aparición, a mediados del siglo xix, de la noción de sexo biológico como sustento para el mismo (Laqueur, 1994). Desde entonces, cabe hablar de biologización, siendo el biologicismo la forma moderna por excelencia del naturalismo. Esto ha dado lugar a un juego de superposiciones y confusiones incesantes entre lo biológico y lo sociocultural, entre el “sexo” y el “género”, de cuyos avatares no podemos dar cumplida cuenta aquí. Los “cinco géneros” propuestos en Beijing, y de los que dábamos cuenta en el primer apartado, son una perfecta muestra de ello. Poner al lado y al mismo nivel, en tanto “géneros”, al hombre, la mujer, el homosexual, el bisexual y el transexual, supone confundir las identidades de género y las sexuales, y hacerlo, además, a partir de formas de identidad que sólo tienen sentido en el dispositivo de sexualidad contemporáneo (Foucault, 1989), no siendo extrapolables a otras realidades históricas o culturales no occidentales. Dicho esquema resulta inútil a la hora de intentar comprender realidades genéricas todavía poco o nada contaminadas por las categorizaciones de la sexología médica o de los movimientos lgbttti. En Cuajinicuilapa se aprecia la existencia de un sistema dual de género con dominancia masculina, con la posibilidad de que determinados representantes del polo masculino se coloquen en una situación intermedia. No es algo nuevo ni insó-
lito, sino bien documentado en el registro etnográfico (Bolin, 2003; Cardín, 1989; Whitehead, 1996). Sin embargo, Cuajinicuilapa no es una comunidad aislada del mundo, o al menos ya no lo es al nivel en que lo pudo haber sido en la época del Cuijla de Aguirre (1974). Encontraremos, entonces, un proceso que podríamos llamar de “modernización” de las intermediaciones genéricas, dando lugar a la aparición de personajes anteriormente impensables: el gay y el transexual. Ambos son importaciones de la cultura urbana, incluso de una cultura urbana foránea, ajena en principio a México y a sus sistemas genéricos tradicionales (Almaguer, 1995; Hernández, 2002). Algunos marisoles —para la comunidad, sencillamente “putos”— adoptarán identidades gay o trans, como viene ocurriendo en procesos de gaycización de otras intermediaciones de género tradicionales en México (Miano, 2002), mientras que otros optarán por seguir siendo únicamente marisoles, al menos por el momento. Estos últimos son los que nos han interesado y de quienes nos hemos ocupado de manera fundamental en este estudio. Las costuras del sistema dual de género, sus pliegues, sus desgarrones, producen todo tipo de anomalías, es decir, producen lo que, en términos lacanianos, podríamos llamar “lo real” del género. Lo real nunca se corresponde de manera exacta ni con lo imaginario —las identidades socialmente atribuidas— ni con lo simbólico —el sistema mismo en cuanto estructura—. Pero la sociedad busca “capturar” a lo real fijándolo en anomalías comprensibles, insertadas en el sistema y convertidas en nuevas identificaciones. Vemos surgir así, en Cuajinicuilapa, un sistema dual donde las posiciones masculina y femenina se encuentran, a su vez, dualizadas, partidas por una línea que separa lo correcto, lo “normal”, de lo anómalo. Tenemos, de esta forma, al hombre y a la mujer como positividades dentro, respectivamente, de lo masculino y lo femenino. Pero tenemos también al puto y a la puta como “anomalías”, como los polos negativos respectivos, la contracara del hombre cabal por un lado, y de la mujer honesta por el otro. Dicho sistema debe ser superpuesto a la dualidad fundamental masculino (+)/femenino (-), lo cual nos permitirá entender por qué el marisol —el “puto”— puede seguir considerándose, en muchos aspectos, superior a la mujer, mientras que la “puta”, la mujer caída, fallida, fracasada, permanece en el fondo del sistema, como lo más bajo del mismo. El que ambos compartan la mayordomía de la mujer caída por excelencia, Santa María Magdalena, da cuenta, sin embargo, de su común condición anómala con respecto a las situaciones “normales”: el hombre y la mujer, aunque el uno domine y la otra se someta. Más que de terciarización genérica, quizá cabría hablar en la Cuajinicuilapa contemporánea, entonces, de una dualización de las posiciones de la dualidad
fundamental, lo que da lugar a cuatro posiciones, pero teniendo en cuenta que dos de ellas, las “anómalas”, no son otra cosa que el reverso negativo de las dos posiciones dominantes, masculina y femenina. Sin embargo, dada la jerarquización del sistema, la anomalía masculina y la femenina no funcionan de la misma forma: el hombre cae porque se feminiza, pero la mujer caída no se masculiniza, sino que cae, digámoslo así, por el otro lado, por el femenino. La mujer caída, la puta, muestra entonces la verdad oculta de la feminidad, y lo hace por exceso. La condición subordinada, siempre con tendencia a objetualizarse, de la mujer, se acrecienta hasta resultar evidente en la puta. La puta es lo que es o puede llegar a ser cualquier mujer, a menos que se comporte como es debido, es decir, que se someta al hombre, al padre, al marido, al hermano, o incluso a los hijos varones, mismos encargados de protegerla. Su “promiscuidad”, o su posición externa a las instituciones que aseguran la persistencia del patriarcado —como el matrimonio— no masculinizan a la puta. Con el marisol, en cambio, la feminización sí ocurre, y ello no por imitación —dado que el número 1 no puede imitar nunca al número 2 (Jáuregui, 1982)—, sino por caída. En el sistema jerárquico de género, la feminización supone la pérdida de la condición masculina, y viceversa (la pérdida de la condición masculina supone la feminización), pero lo contrario no es cierto: la condición femenina nunca se pierde —aunque, por ello mismo, pueda imitarse— y, por lo tanto, la masculinización resulta imposible. Ello produce el efecto de terciarización, lo que a veces se ha llamado “tercer género”. De la dualización del polo femenino del sistema rara vez se han ocupado los investigadores desde este punto de vista, y mucho menos la antropología clásica. Sencillamente, se trata de mujeres, y las mujeres, como apunta Lagarde (1997), en realidad putas lo son todas. Putas o sumisas, en el fondo es lo mismo, y por ello la disyunción se convierte frecuentemente en conjunción copulativa: “y”. Para la parte masculina, el envite es muy otro, y por ello, el hombre anómalo puede llegar a adquirir, en muchos casos, una entidad propia. Pero dicha entidad, cuando pasa a ser considerada un “tercer género”, en realidad es ilusoria. Incluso en los casos donde dicha terciarización parecería más clara, como el nadle navajo (Martin & Voorhies, 1978), el “tercer género” carece de elemento positivo alguno por sí mismo; es decir, todo lo que es, lo que lo constituye, lo ha tomado prestado de las posiciones masculina y femenina de la dualidad fundamental (Cucchiari, 2000). Ello incluye, claro está, a las prácticas sexuales, las cuales nunca definen identidades por sí mismas, es decir, desconectadas del sistema de género.
Podemos concluir, por ello, que el “puto” —para la comunidad— o “marisol” —para sí mismo— de Cuajinicuilapa encarna una anomalía domesticada: el hombre que no quiso ser hombre, o no tan hombre como los hombres de verdad. No es una mujer, porque nació hombre, pero tampoco es nada con un sentido propio fuera de los que toma prestados del sistema de género dominante. Podríamos incluso añadir que su existencia permite reforzar dicho sistema en su dualidad. El marisol muestra por contraste lo que es un verdadero hombre, al igual que la puta refuerza por lo mismo la imagen de la mujer honesta. Cabría inferir de todo ello, por último, que el hombre de Cuajinicuilapa se construye antes por oposición al marisol que por oposición a la mujer, devolviéndole el primero una imagen en cuya cercanía puede reconocer los peligros de su caída. La mujer, un ser demasiado lejano, por sí sola no serviría para establecer los límites de la hombría. La existencia del marisol hace que se aleje todavía más, reforzando la inconmensurabilidad de los géneros. Referencias Aguirre, G. (1974). Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo negro. México, D.F.: fce. Almaguer, T. (1995). Hombres chicanos: una cartografía de la identidad y del comportamiento homosexual. Debate Feminista, 6(11), 46-77. Balandier, G. (1989). El desorden. La teoría del caos y las ciencias sociales. Barcelona: Gedisa. Balandier, G. (1994). El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación. Barcelona: Paidós. Bolin, A. (2003). La transversalidad de género. Contexto cultural y prácticas de género. En J.A. Nieto (ed.), Antropología de la sexualidad y diversidad cultural. Madrid: Talasa. Burgman, H. y Ooijens, J. (1989). La participación de la mujer en el desarrollo rural. México, D.F.: Juan Pablos Editor. Cardín, A. (1989). Guerreros, chamanes y travestís. Indicios de homosexualidad entre los exóticos. Barcelona: Tusquets. Castilla del Pino, C. (2003). Teoría de los sentimientos. Barcelona: Tusquets. Clastres, P. (2010). La sociedad contra el Estado. Barcelona: Virus Editorial. Cucchiari, S. (2000). La revolución de género y la transición de la horda bisexual a la banda patrilocal: los orígenes de la jerarquía de género. En M. Lamas (comp.), El género. La construcción cultural de la diferencia sexual. México, D.F.: pueg-unam/Miguel Ángel Porrúa.
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Brecha digital y perfiles de uso de las tic en México: un estudio exploratorio con microdatos Digital divide and profiles of ict uses in Mexico: An exploratory study with microdata Djamel Eddine Toudert El Colegio de la Frontera Norte (toudert@colef.mx) Resumen: La inequidad de la apropiación socioterritorial de las tic fue abordada, principalmente, desde la perspectiva de la accesibilidad a estos artefactos y servicios. Sin embargo, con una disponibilidad mayor de estas herramientas, la accesibilidad resultó insuficiente para mitigar los efectos de la brecha digital, haciéndose presente la necesidad de un enfoque complementario fundado en la calidad y eficiencia del uso de las tic. El advenimiento de microdatos abrió la posibilidad de un acercamiento integral generando, al mismo tiempo, nuevos desafíos conceptuales y operativos para la investigación. Con la finalidad de ingresar a las nuevas lecturas de la brecha digital que pueden mejorar tanto la reflexión como la acción, el presente trabajo propone a una exploración por medio de perfiles-tipo de uso de las tic. Palabras clave: Brecha digital, México, microdatos, perfiles-tipo. Abstract: Inequity in the socioterritorial ict’s appropriation was mainly approached from an accessibility perspective to these devices and services. However, with increased avail ability of these tools, accessibility appears to be insufficient to mitigate the digital divide impacts, which generated the need for a complementary approach based on the quality and efficiency of use. The advent of microdata opened the possibility to a comprehensive approach and, in the same way, a new conceptual and operational challenge for research. In order to access the new readings of the digital divide concept, this essay proposes an exploration through profiles ict’s uses. Keywords: Digital divide, Mexico, profiles, microdata. Fecha de recepción: 10 de febrero de 2014
Fecha de aceptación: 11 de junio de 2014
Época II - Vol. III - Núm. 1 / enero-junio de 2015 ISSN 1870-1191
Djamel Eddine Toudert / Brecha digital y perfiles de uso de las tic en México / págs. 167-200
Djamel Eddine Toudert Mexicano. Doctor en geografía, urbanismo y ordenación del territorio por el Instituto de Altos Estudios de América Latina, de la Universidad de Paris. Es profesor-investigador del Departamento de Estudios Urbanos y Medio Ambiente de El Colegio de la Frontera Norte-Tijuana. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (sni). Coordinador adjunto del observatorio turístico de Baja California. Realiza investigaciones enfocadas a la apropiación socioterritorial de las tic. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “La brecha digital en los contextos de marginación socioterritorial de las localidades mexicanas de más de 2 500 habitantes: Exploración y discusión”, en Comunicación y Sociedad, núm. 19, 2013; “El ciberespacio: entre ambigüedad de la metáfora geográfica y la gloria del lirismo gibsoniano”, en Martha Chávez Torres y Martín Checa Artasu (eds.), El espacio en las ciencias sociales, El Colegio de Michoacán, vol. ii, 2013; y “Evolución de la polarización territorial de la producción web: ¿Para cuándo la descentralización?” en Economía, Sociedad y Territorio, vol. xiv, núm. 45, mayo-agosto de 2014.
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Introducción Según datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (endutih) durante el 2010, el universo de usuarios de la computadora e Internet en la franja de la población de más de seis años de edad alcanzó tasas de 40.1% y 33.8%, respectivamente (inegi, 2011).1 Aunque estas tasas de penetración social de las tecnologías de información y comunicaciones (tic) evidencian todavía un significativo rezago, el incremento del acceso de éstas en México entre 2001 y 2010 muestra un crecimiento promedio anual del orden de 10.3% para el uso de la computadora, y 17.5% para Internet (inegi, 2005). En este sentido, tomando en cuenta que pocos indicadores de reconocido impacto socioeconómico ostentan un crecimiento tan alto, resulta quizá sorprendente que la brecha digital siga alentando a una extensa producción discursiva de los actores del desarrollo. La brecha digital como expresión dinámica de un contexto generalmente estigmatizado ha venido adquiriendo otras lecturas que se desprenden más que nada de la creciente disponibilidad del conocimiento sobre la apropiación socioterritorial de las tic. Al ubicar sus inicios desde una perspectiva de disponibilidad de artefactos y servicios, la brecha digital se deslizó hacia un enfoque de accesibilidad, para de sembocar en la actualidad en las determinantes que favorecen o no la regularidad y la eficacia del involucramiento de la sociedad en el entorno digital. En un contexto tradicionalmente analizado desde el enfoque de la disponibilidad, la frecuencia y calidad de uso de las tic, éstas���������������������������� adquieren una vertiente novedosa encaminada a mejorar el entendimiento de la brecha digital. En efecto, si de por sí los usuarios de Internet en México son considerados todavía por varios observadores como insuficientes, los que llegan a utilizarlo todos los días suman apenas 35% del mismo universo (inegi, 2011). Más allá de lo que puede significar la accesibilidad a los artefactos y servicios digitales, los desiguales niveles de aprovechamiento de las tic logran destacar, en el sentido de DiMaggio y Hargitai (2001), a diferentes tipos de usuarios. Bajo esta perspectiva, se llegó a afirmar que ciertas habilidades y destrezas en la interacción con la información disponible puede traducirse en ventajas económicas y políticas
1 El concepto de tecnologías de información y comunicaciones en la endutih 2010 se enfoca exclusivamente al uso de la computadora, el teléfono móvil y el acceso a Internet. De igual manera, cuando referimos en el texto a este tipo de tecnologías, será a los mismos artefactos y servicios.
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para los usuarios de las tic (véase Norris, 2001; Rogers, 2004; Segev & Ahituv, 2010). Desde luego, aunque este supuesto de empoderamiento no alcanza todavía imponerse en contextos marcados por las tradicionales causas de la brecha digital, el planteamiento en su conjunto logra proporcionar, como lo veremos más adelante, una nueva lectura de las inequidades de género, edad, educación, ingresos, etc�������������������������������������������������������������������������������� étera��������������������������������������������������������������������������� . De esta manera, la brecha digital equivale a un proceso complejo de apropiación de las tic orquestado a partir de los patrones de desigualdades socioeconómicas existentes (Ono & Zavodny, 2007). En el marco de estas contribuciones vertidas, la brecha digital es vista, por un lado, como un contexto cruzado por las características sociales y personales de los usuarios, y por el otro, por el aprovechamiento que se genera con el uso de las tic (Galperin, 2010; Heeks, 2009). Desde esta perspectiva, la inaccesibilidad a las tic en los países desarrollados reposiciona a la brecha digital alrededor de los contextos socioterritoriales de los usuarios, mientras que en los países en desarrollo es la disponibilidad de los artefactos y servicios la que parece limitar la creciente apropiación de las tic (Segev & Ahituv, 2010; Toudert, 2013a). Sin embargo, la dualidad del abordaje analítico entre estos dos grupos de países no parece sugerir a una bifurcación epistemológica de la brecha digital, ni tampoco se intenta recurrir a una tesis alternativa para explicar la apropiación de las tic. De hecho, la aportación empírica sustentada en el análisis de microdatos deja entrever hallazgos con una vinculación relativa en lo que respecta al dualismo de países desarrollados versus subdesarrollados (véase Ono & Zavodny, 2007; Segev & Ahituv, 2010). Desde la perspectiva empírica, el uso de microdatos permitió resaltar la articulación que prevalece entre la estructuración social, territorial e individual de la brecha digital, más allá de una vinculación tradicional y excesivamente centrada en la accesibilidad a las tic (Agostini & Willington, 2010; Lera-López, Gil & Billón-Curás, 2009; Montagnier & Wirthmann, 2011; Ono & Zavodny, 2007; Pilat, 2004). Generalmente, estos acercamientos enfocan a la brecha digital desde dos tipos de abordajes. El primero busca identificar a la brecha digital a partir de la diversidad de uso de las tic que sustentan las habilidades individuales y las características personales y sociales del usuario (Agustini & Willington, 2010; Lehr, 2012; Lera-López, Gil & Billón-Curás, 2009; Montagnier & Wirthmann, 2011; Ono & Zavodny, 2007; Pilat, 2004). El segundo abordaje —que, por cierto es poco frecuente— consta en explorar los impactos del uso desigual de las tic (Epstein, Nisbet & Gillespie, 2011; Hilbert, 2011; Norris, 2001; Rogers, 2004; Segev & Ahituv, 2010). En ocasiones, una brecha digital flexible, la extensa versatilidad de las tic y una abundancia de posibles impactos facilitan la articulación de ambos
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enfoques (Hilbert, 2011). En estos casos, la vinculación entre los dos enfoques permite conectar con el discurso centrado en las políticas públicas que pretenden profundizar la apropiación socioterritorial de las tic. En este contexto, el presente estudio busca llevar a cabo una exploración del ámbito����������������������������������������������������������������������������� socioterritorial de la brecha digital por medio de la construcción de perfiles de uso de las tic con base en los microdatos de la endutih 2010. Lo anterior constituye, por la singularidad del abordaje en los estudios de brecha digital de gran corte poblacional, un acercamiento que permite tener una idea sobre la segmentación en cuanto a los usos de las tic en los diferentes estados de México. Adicionalmente, este enfoque vas más allá de la tradicional lectura binaria de “los que tienen acceso a las tic y los que no le tienen”, abriendo la posibilidad de visualizar el abanico de los diferentes usos en un entorno combinado con las características sociales, territoriales e individuales de la población objetivo. Si bien este último aspecto puede resultar de un importante pragmatismo al momento de pensar en la aplicación de políticas públicas territorialmente enfocadas a promover y/o consolidar la apropiación de las tic en los diferentes segmentos identificados, el presente ensayo no se fija como objetivo discutir el posible impacto —de este estudio y otros similares— sobre el reacomodo de los enfoques de las políticas públicas de apropiación de las tic, pues ello requiere de un espacio más amplio que la contribución reflexiva realizada en este trabajo.2 Esta investigación comprende tres secciones: la primera busca evidenciar el surgimiento de una nueva lectura de la brecha digital y algunas de sus posibles consecuencias en relación con la apropiación socioterritorial de las tic; la segunda sección está dedicada a aclarar el entorno informacional y metodológico que prevaleció en la elaboración de los perfiles-tipo con base en nuestro acercamiento empírico; y la última parte se enfoca de manera preponderante a desplegar y discutir los resultados logrados en el marco del abordaje por medio de los perfiles-tipo de uso y no uso de las tic. Apropiación socioterritorial de las tic: hacia una nueva lectura de la brecha digital La apropiación socioterritorial de las tic como una construcción conceptual dinámica encuentra sus origines pragmáticos en la estructuración discursiva alrededor de la En lo que toca a nuestra contribución a estos tópicos de discusión, los interesados pueden referirse a Toudert (2003b y 2013b) y Toudert y Buzai (2004). 2
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teoría de la modernización que contribuyó a sellar su relación con la acción pública (Epstein, Nisbet & Gillespie, 2011; Hilbert, 2011; Toudert, 2013b). Y es que cuando se trata de relacionar el uso de las tic con el progreso social e individual, la encrucijada entre “modernos” y “tradicionales” que expresa también el proceso de difusión y adopción de las tecnologías, parece reunir la corriente modernista-neoliberal y la perspectiva del posdesarrollo (Graham, 2008; Toudert, 2013b). Estas dinámicas intelectuales, que fueron prosperando por lo menos desde la invención del telégrafo, más adelante se encontrarían en el postulado del acceso universal que marcaría el proceso de adopción de la telefonía y la telemática en un trasfondo de mezcla de lógicas de intereses con otras de valores (Castells, 2002; Kellerman, 1993; Wolton, 1999). El concepto de universalidad del acceso a los artefactos y servicios que componen la complejidad de las tic, evolucionó rápidamente de una contracultura californiana y del Silicon Valley, a un reclamo central en los encuentros internacionales —como las cumbres mundiales de la sociedad de la información—, y se encuentra, quizás, a pasos de convertirse en un derecho humano3 (Castells, 2002; Toudert, 2013b; Toudert & Buzai, 2004). La convergencia de diferentes perspectivas sobre la importancia social y territorial de la universalidad del acceso a las tic encuentra sentido también en el bautizo genérico y consensual de los términos de brecha digital y la identificación de las diferentes barreras que limitan dicha accesibilidad. La brecha digital, siendo un referente complejo y multifactorial, se encuentra generalmente suscrita en un entorno digital relacionado con la ausencia y/o dificultad de interacción con los artefactos y servicios de Internet (Norris, 2001; Rogers, 2004; Segev & Ahituv, 2010). De esta manera, la accesibilidad y el uso de Internet se convierten en un aspecto central en la construcción del discurso sobre las dificultades de masificación de la apropiación socioterritorial de las tic (Castells, 2002; Graham, 2008; Toudert, 2013b). Así, en estos contextos caracterizados por la complejidad de los diferentes enfoques y finalidades, la brecha digital aparece como un concepto ajeno a la uniformidad, la estacionalidad y aplicabilidad a un tipo específico de usuario de las tic.
3 A partir de 2011, la accesibilidad a Internet es reconocida por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y por la Organización de Naciones Unidas como un derecho humano fundamental para la libertad de expresión (Toudert, 2013b).
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Evolución conceptual de la brecha digital: la aportación de los microdatos La brecha digital como una construcción discursiva multifacética sujeta a una evolución constante que es propiciada por sus componentes intrínsecos, no deja de ser un reto para la reflexión y la acción en el campo de la apropiación socioterritorial de las tic. Esta variación y evolución conceptual procede de los cambios en las diferentes tic empleadas, los enfoques y características que lleguen a ser considerados, y la trayectoria y eficiencia de la apropiación de los artefactos y servicios por parte de los usuarios (Epstein, Nisbet & Gillespie, 2011; Hilbert, 2011; Selwyn, 2004; Toudert, 2013b; Warf, 2012). Bajo esta perspectiva compleja y multidimensional se dan las condiciones que favorecen la proliferación de definiciones en un debate que no parece llegar a su fin. Por otra parte, Epstein, Nisbet y Gillespie (2011) mencionan que las contribuciones conceptuales y empíricas en relación con la brecha digital comprenden dos vertientes: una sustentada en las inequidades en cuanto al acceso a las tic, y otra basada en las diferencias de habilidades y destrezas para interactuar con estas herramientas. La primera vertiente encuentra sentido en la carencia de los artefactos y servicios que limita el acceso de la población a las tic, y que es característica de los primeros planteamientos de la brecha digital que brilló por su enfoque binario de “los que tienen versus los que no tienen” (Norris, 2001; Selwyn, 2004; Toudert, 2013b). En tanto que la segunda vertiente se dedicó a analizar los padrones de inequidad en el uso de las tic, en el marco de una perspectiva que llegó, con algunos autores, a interesarse también en el tema de la accesibilidad a estas herramientas (Agostini & Willington, 2010; DiMaggio & Hargittai, 2001; Lera-López, Gil & Billón-Curás, 2009; Ono & Zavodny, 2007; Segev & Ahituv, 2010; Toudert, 2013b; Zhao et al., 2010). De estas aportaciones, cabe mencionar que la propuesta de DiMaggio y Hargittai (2001), consistente en caracterizar la brecha digital desde una perspectiva integral de cinco dimensiones, constituye un marco precoz que definirá las pautas de evolución para las futuras aproximaciones conceptuales y empíricas del tema en cuestión.4 El reducción de la brecha digital de un enfoque de accesibilidad a las herramientas hacia visiones cada vez más propensas a la incorporación de las características
4 Estos autores proponen definir la brecha digital basada en la inequidad desde las siguientes dimensiones: inequidad en cuanto a la disponibilidad de los artefactos técnicos y servicios de las tic; la inequidad producto de la autonomía de uso (control sobre el uso de Internet); la inequidad que se genera en la disponibilidad de habilidades de interacción con las tic; la inequidad resultado de la disponibilidad del apoyo social y asistencia técnica, y la inequidad generada en el marco de las diferencias en los propósitos de uso de las tic.
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del propio uso es producto principalmente de la irrupción de los microdatos en el estudio de la apropiación socioterritorial de las tic (Agustini & Willington, 2010; Lehr, 2012; Lera-López, Gil & Billón-Curás, 2009; Montagnier & Wirthmann, 2011; Ono & Zavodny, 2007; Pilat, 2004). La disponibilidad de microdatos interviene, además, en el marco de una representatividad territorial a veces escalonada y, sobre todo, una tendencia a la homologación de los cuestionarios que permitieron llevar a cabo algunos comparativos internacionales (Ono & Zavodny, 2007; Vicente & López, 2006). El análisis de las dimensiones descriptivas y explicativas de la brecha digital por medio de los microdatos permitió avanzar en el conocimiento del contexto sociodemográfico del usuario y la eficiencia de su interacción con las tic conforme a las destrezas y habilidades desplegadas (Agustini & Willington, 2010; Montagnier & Wirthmann, 2011; Ono & Zavodny, 2007; Selwyn, 2004). En el marco de este vuelco de abordaje de la brecha digital, se logra subrayar una pertinente profundización en el conocimiento de las inequidades de género, edad, escolaridad, ingreso y otras variables del entorno sociodemográfico y territorial que no era posible apreciar a través de las segmentaciones “rústicas” operadas entre las poblaciones usuarias y no usuarias de las tic (Agustini & Willington, 2010; Pilat, 2004; Toudert, 2013a). Además, el acceso a datos individuales abrió también la posibilidad de un acercamiento a aspectos cualitativos como el impacto del lugar de conexión a Internet en el uso eficiente de las tic; de ahí la importancia de relacionar las variables del contexto sociodemográfico y territorial con indicadores de aprovechamiento de las tic (Lera-López, Gil & Billón-Curás, 2009; Ono & Zavodny, 2007; Zhao et al., 2010). Algunas de estas nuevas evidencias —que fueron posibilitadas gracias al uso de microdatos— se retomarán puntualmente —y a veces de manera comparativa— en el apartado consagrado a la discusión de los resultados del presente trabajo. No obstante, más allá de los necesarios esfuerzos de sistematización y análisis de estos hallazgos, quizás resulta de interés preguntarse sobre el posible impacto de la nueva lectura de la brecha digital. Recentrar la brecha digital: posibles impactos y consecuencias El uso de microdatos para lograr un acercamiento exhaustivo a la accesibilidad e interacción con las tic constituye, como le hemos subrayado anteriormente, una tendencia de aproximación encaminada a mejorar nuestro conocimiento referente a la problemática de la brecha digital. Esto parece más bien válido en el caso de la eficiencia de uso de las tic, dado que la accesibilidad fue generosamente explorada
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a partir de la década de 1990. Además, es también inevitable tomar en cuenta que la disponibilidad y la calidad de los artefactos y servicios involucrados dependen en una proporción pertinente de factores exógenos a los propios usuarios. En este sentido, más allá de la generación de un conocimiento preciso sobre la eficiencia del uso de las tic, conocer los factores que pueden llegar a regir su apropiación socioterritorial tendrá, quizás, un impacto inmediato en la reflexión y aplicación de soluciones para mitigar la problemática de la brecha digital. Recentrar la brecha digital en un marco epistemológico flexible para evitar la tentación de las definiciones comunes y acciones unificadas entre actores institucionales representa, según Hilbert (2011), una adecuada rectificación para una visión de brecha digital monolítica pensada al margen de sus impactos esperados. De hecho, entre una brecha digital vista como una cuestión de preferencias personales por los neoclásicos y otra percibida como la extensión a las desigualdades socioterritoriales existentes, se encuentra aquella que busca ampliar los beneficios del uso eficiente de las tic (Heeks, 2009; Warf, 2012). Ello, a su vez, pretende redefinir el papel de los diferentes involucrados para hacerle frente y de ahí establecer las políticas públicas pertinentes (Epstein, Nisbet & Gillespie, 2011; Hilbert, 2011). La relación entre brecha digital y su reducción a través de políticas públicas se remonta —por lo menos— a los inicios de la expansión del mercado de Internet, cuando el Estado buscó eliminar las inequidades en lo que respecta a la apropiación socioterritorial de las tic (Castells, 2002; Toudert & Buzai, 2004). A partir de esta época —que fue caracterizada principalmente por la provisión de la infraestructura física y de banda ancha— se apoyaron acciones destinadas a incrementar la accesibilidad a las tic, lo cual fue bien ya que estas acciones eran en aras de la equidad en la era del conocimiento (Graham, 2008; Toudert & Buzai, 2004). Entre un tratamiento generalista de la brecha digital en el marco de un voluntarismo público y otro propenso a la pulverización como consecuencia de una importante diferenciación entre trayectorias, el presente estudio propone un acercamiento exploratorio por medio de los perfiles-tipo de uso. Bajo esta lógica, la elaboración de perfiles-tipo de uso de las tic se convierte en una interface de interacción entre la observación-análisis de la brecha digital y la concepción-aplicación de políticas públicas aplicadas. Lo anterior se refuerza considerando también el territorio como un factor y reflejo de la segmentación del uso eficiente de las tic, lo cual será aprovechado conceptual y operativamente con las ventajas que representan los microdatos.
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Datos y mecánica de elaboración de los perfiles-tipo El establecimiento de la brecha digital como un fenómeno socioterritorial e individual no lleva necesariamente a destrabar las lógicas que caractericen tanto el uso como el no uso de las tic en el marco de las segmentaciones que generan los datos analizados (Hilbert, 2011; Toudert, 2013b). De esta manera, la apropiación diferencial de las tic puede traducirse en varias expresiones empíricas que concurren a un mejor entendimiento de la brecha digital y, por lo tanto, proporcionar un conocimiento convergente. Desde este enfoque, las diferentes escalas de análisis y plataformas de observaciones ofrecen un acercamiento pragmático en lo que respecta a la apropiación multidimensional de las tic. De manera general, la brecha digital se ha visto, desde una perspectiva empírica, operada a partir de la lógica de los grandes agregados sociales y territoriales que se confunden con las altas esferas de la toma de decisiones, principalmente en el ámbito público (Hilbert, 2011). Lo anterior define, en gran medida, las escalas de análisis, datos disponibles y conceptos clave para describir una anatomía de la brecha digital fundada en la búsqueda de soluciones en el ámbito del voluntarismo público (Agustini & Willington, 2010; Epstein, Nisbet & Gillespie, 2011; Hilbert, 2011; Toudert, 2003b). En estos contextos epistemológicos, la caracterización de la brecha digital se ha visto relativamente cómoda con el enfoque binario de la accesibilidad y desconcertada al momento de enfrentar a una apropiación de las tic fragmentada y multidimensional. La aparición de los microdatos en el análisis de la apropiación socioterritorial de las tic constituye una aportación capital para la construcción de un conocimiento estructurado a partir de los individuos que hacen uso de estos artefactos y servicios. Generalmente, los acercamientos de la brecha digital por medio de los microdatos son aproximaciones empíricas con modelos econométricos, de agregación y/o desagregación para comprobar relaciones entre factores o cuantificar hechos o prácticas específicas (Agustini & Willington, 2010; Lehr, 2012; Lera-López, Gil & Billón-Curás, 2009; Montagnier & Wirthmann, 2011; Ono & Zavodny, 2007; Pilat, 2004). A pesar de que se habla de perfiles de uso y/o de existencia de habilidades y destrezas diferenciadas en el uso de las tic, recurrir a los perfiles de usuarios como abordaje de la estructuración de la brecha digital en el marco de las unidades socioterritoriales de análisis constituye una práctica poco común, por no decir inexistente. En este sentido, puede ser oportuno llevar a cabo una exploración de la información por medio de los perfiles de usuarios aprovechando la disponibilidad
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de microdatos de un levantamiento excepcional del módulo de la endutih del mes de mayo de 2010 (inegi, 2011). La endutih estuvo enfocada en una población objetivo de 6 años y más de edad para inferir sus resultados en un universo de 88.7% de la población nacional, compuesta por cerca de cien millones de habitantes (inegi, 2010). Esta encuesta fue levantada en las entidades federativas en 32 ciudades de importancia, y en un conjunto no detallado de comunidades rurales y complejos urbanos5 designados por la propia endutih. Los microdatos obtenidos de la endutih fueron preparados en el marco de los procedimientos de generación de perfiles-tipo que serán explicados a continuación. Los perfiles-tipo del presente estudio fueron creados con base en las respuestas a las preguntas del cuestionario básico (véase cuadro 1). En este sentido, para la elaboración de los perfiles-tipo fueron seleccionados los microdatos de 29 preguntas del cuestionario básico, que se integraron bajo la lógica de variables nominales activas a través de 215 modalidades de respuesta (véase cuadro 1). Una vez que se generaron los perfiles-tipo, estos últimos se clasificaron dentro de un conjunto de seis variables nominales ilustrativas involucradas por medio de 34 modalidades de respuesta (véase cuadro 1). En relación con el uso de variables nominales ilustrativas, precisamente, es importante recalcar, por una parte, que los microdatos del estudio fueron también clasificados por su ubicación geográfica en entidad federativa, ciudad (o comunidad rurales y complejo urbano), y por otro, que, en conjunto, estas variables cumplen un papel estrictamente descriptivo de los perfiles-tipo. Cuadro 1. Variables involucradas en el estudio Variables*
Significado de las variables
Número de modalidades
Variables nominales activas para la confección de los perfiles-tipo P10
Uso de la computadora en los últimos 12 meses
3
P11
Frecuencia de uso de la computadora
7
P12A1
Principales lugares de uso de la computadora
9
P12A2
Primer principal uso de la computadora
7
P12A3
Segundo principal uso de la computadora
8
Tanto el cuestionario como los microdatos utilizados están disponibles en la página web del (www.inegi.org.mx; fecha de consulta: 5 de septiembre de 2012), a la cual sugerimos acceder a los lectores interesados en realizar una revisión exhaustiva de las condiciones metodológicas y contextuales de la encuesta. 5
inegi
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Djamel Eddine Toudert / Brecha digital y perfiles de uso de las tic en México / págs. 167-200 Cuadro 1. (continuación). Significado de las variables
Número de modalidades
P12A4
Primera aplicación de la computadora
10
P12A5
Segunda aplicación de la computadora
11
P13
Motivos para no usar la computadora
6
P14
Usó internet en los últimos 12 meses
3
P15
Frecuencia de uso de Internet
7
P16
Equipo utilizado para conectarse a Internet
7
P17A1
Dos principales lugares donde ha usado Internet
9
P17A2
Dos principales usos de Internet
9
P17A3
Dos segundos usos de Internet
10
P18
Problema al usar Internet
9
P19
Compras por Internet
4
P20
Frecuencia de compras por Internet
7
P21_1
Primer producto de tres comprado por Internet
10
P21_2
Segundo producto de tres comprado por Internet
11
P21_3
Tercer producto de tres comprado por Internet
11
P22
Origen del sitio de la compra
5
P23
Pagos por Internet
4
P24
Frecuencia de pagos por Internet
7
P25_1
Primer tipo de pago realizado por Internet
8
P25_2
Segundo tipo de pago realizado por Internet
9
P26
Problema para realizar compras o pagos por Internet
8
P27
Por qué no se usó Internet
7
P28
Usó un teléfono móvil o celular
3
P29
Frecuencia de uso del teléfono móvil o celular
6
Variables*
Variables nominales ilustrativas para caracterizar a los perfiles-tipo SEX
Género del entrevistado
2
CS_P13_1
Nivel escolar
11
CS_P13_2
Años de escolaridad aprobados
9
CS_P17
Asistencia escolar
3
CLASE1
Ocupación económica
2
EDA
Clases de edad**
7
*Titulo de las variables en el cuestionario básico de la endutih, 2010. **Clases de edad: 6-12=1, 12-18=2, 18-25=3, 25-35=4, 35-45=5, 45-55=6, 55 y más=7. Fuente: Elaboración propia.
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Cabe mencionar que el procedimiento estadístico seguido para la generación de los perfiles-tipo se asemeja a las contribuciones anteriores difundidas en Ranfla, Toudert, Álvarez y Ortega (2000) y Toudert (2003a, 2013a), que retomaron técnicas e instrumentos desarrollados en el campo de la estadística exploratoria multidimensional por Lebart, Morineau y Piron (1995). En este marco metodológico, la elaboración de los perfiles-tipo se realizó a partir de un análisis de correspondencias múltiples que permitió una clasificación de los factores resultantes para, con ello, generar una jerarquía de particiones que fue segmentada en un número eficiente de perfiles que, a su vez, fueron clasificados por medio de las técnicas de minería de datos. De manera más detallada, el análisis de correspondencias múltiples se aplicó a las variables nominales activas del cuadro 1, que fueron estructuradas en un archivo-tabla con el cual los entrevistados conformaron las líneas y las modalidades de respuestas (o no respuesta) que definen la información de las columnas. Bajo esta perspectiva, el análisis de correspondencia fue aplicado con la conservación de los factores obtenidos con una tasa de variación de 2% para las modalidades de muy baja representación. Posteriormente, las coordinadas factoriales obtenidas de dicho análisis fueron clasificadas en diversos ejes factoriales por medio de un procedimiento mixto que combina los algoritmos de agregación alrededor de los centros móviles y la agregación jerárquica que permitió establecer una jerarquía de particiones (Lebart, Morineau & Piron, 1995). Posteriormente, para lograr una mayor homogeneidad en las clases, se procedió a una segmentación del árbol de agregación con el apoyo de un proceso de iteraciones sucesivas a centros móviles, con la finalidad de minimizar la varianza intraclase y maximizar la varianza interclase. En el marco de esta dinámica, el proceso de consolidación de las clases se da por finalizado cuando la inercia interclase se vuelve muy baja dejando entrever, en nuestro caso, la consolidación de siete clases o perfiles-tipo. Estos últimos se clasificaron después con base en las modalidades de variables nominales activas e ilustrativas para otorgarles la necesaria perspectiva semántica que permite su interpretación en el marco de la problemática que analizó el presente estudio. En este sentido, las técnicas de minería de datos fueron aplicadas para relacionar las modalidades de las variables ilustrativas a sabiendas de que la representación de una modalidad j en un perfil-tipo k es significativamente superior a su presencia esperada en la población. Lo anterior traduce las condiciones en que la modalidad j se vuelve exclusiva de un cuadro probabilístico decreciente que favorece su posible permutación por el valor-test de Laplace-Gauss, transformando así la probabilidad en número de desviaciones estándar de una distribución normal, centrada y redu-
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cida (Lebart, Morineau & Piron, 1995; Morineau, 1984). Bajo esta consideración, y tomando en cuenta su grado de determinación fijado en el presente estudio en un nivel de confianza de 95%, el valor-test se vuelve un indicador robusto que permite relacionar los perfiles-tipo con las modalidades de las variables ilustrativas. Por medio del procedimiento estadístico descrito anteriormente, se determinaron siete perfiles-tipo que fueron clasificados dentro de las variables nominales activas e ilustrativas con el fin dea darles una lectura semántica en el marco del uso de las tic (véase cuadro 2). Como se detallará más adelante en la sección de discusión de resultados, además de las líneas de segmentación �������������������� estadística que permitieron distribuir los entrevistados por perfil-tipo, se evidenciaron también líneas de demarcación semántica que involucran tanto a perfiles-tipo específicos como a conjunto de perfiles. En este sentido, la demarcación más evidente muestra la franca separación entre usuarios y no usuarios de Internet, en donde estos últimos llegan a congregarse en los tres primeros perfiles-tipo, que representan 63% de la población entrevistada. Cuadro 2. Descripción de los perfiles-tipo Caracterización
% de la población
Perfil-tipo 1: Marginados de las tic: ni tienen acceso a ellas, ni saben usarlas. Ligeramente dominado por una población femenina (53.7%) de 45 años de edad y más (60.6%), con un nivel escolar de primaria (73%) y una proporción de población económicamente activa de 35.8% que no asiste a la escuela (67.5%). La población del perfil se caracteriza por la carencia de uso de las tic: sólo 1% usó el teléfono móvil, 12.5% la computadora, y ninguno Internet, durante los últimos 12 meses. En general, se justifica la falta de interacción con las tic por la inaccesibilidad a estos artefactos, aunado a la carencia de conocimiento para usarlos.
25.7%
Perfil-tipo 2: Marginados de las tic: con uso moderado de la telefonía móvil. Domina ligeramente el género femenino (52.5%) de 45 años de edad y más (46.4%), con un nivel escolar de primaria y secundaria en su mayoría (70.6%), y una población económicamente activa de 66.2% que no asiste a la escuela (91%). Por la falta de accesibilidad y conocimientos de uso, durante los últimos 12 meses, solamente 18.2% de la población us������������������������������������������� ó������������������������������������������ la computadora, pero no Internet. En cambio, la totalidad de la población del perfil hizo uso modero del teléfono móvil, con una frecuencia de una vez al mes o a la semana.
17.2%
Perfil-tipo 3: Incomunicados por las tic: no tienen necesidad y desconocen utilidad. Perfil levemente dominado por una población femenina (53.8%) de 45 años de edad y más (56.4%), en su mayoría con un nivel escolar de primaria y secundaria (67.8%), no asisten a la escuela (89.4%) y son económicamente activos en su mayoría (53.2%). Por no tener una necesidad de uso o desconocen la utilidad, durante los 12 últimos meses, la población del perfil no usó la computadora ni Internet. Sin embargo, 42% de la población del perfil se comunicaron por medio del teléfono móvil.
180
20%
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Cuadro 2. (continuación). Caracterización
% de la población
Perfil-tipo 4: Comunicados por las tic: uso de carácter profesional y educativo. Ligera dominación de la población masculina (54.3%) de 18 a 45 años de edad (67%), con un nivel escolar de profesional (52%), no asisten a la escuela (64.4%) y son económicamente activos en su mayoría (75.6%). Durante los 12 últimos meses, la totalidad de la población del perfil hizo uso de la computadora con una frecuencia moderada de una vez a la semana o el mes para llevar a cabo actividades laborales o apoyo escolar, y luego para comunicarse y divertirse. En general, el uso de la computadora se realizó principalmente utilizando manejadores de bases de datos y lenguaje de programación, y luego, programas de comunicación, manejadores de texto y hojas de cálculo. Durante el periodo mencionado, la población del perfil usó Internet con una frecuencia moderada de una vez al mes o a la semana en el hogar, el trabajo o la escuela. Los principales usos de Internet fueron para obtener información, comunicarse y apoyar la educación y capacitación. La casi totalidad de la población del perfil son usuarios del teléfono móvil, sin embargo, sólo 10.7 % realizó compras y pagos por Internet.
7.7%
Perfil-tipo 5: Comunicados por las tic: Uso de carácter recreacional. Dominado por el género masculino (59.9%) y el grupo de edades de 18 a 45 años (67%), en su mayoría con una escolaridad de nivel secundaria, preparatoria o bachillerato (49.9%), en la actualidad no asisten a la escuela (63.5%) y son económicamente activos en su mayoría (52%). La población del perfil usaron en su casi totalidad la computadora durante los 12 últimos meses de manera un poco más frecuente en el hogar o en sitios públicos con costo para comunicarse y entretenerse usando programas de juego. Durante el mismo periodo, la totalidad de la población del perfil usó Internet en el hogar y sitios públicos con costo para realizar principalmente una actividad de entretenimiento. En general, 71.3% usaron diariamente el teléfono móvil, pero menos de 2% de la población del perfil realizó compras y pagos por Internet.
2%
Perfil-tipo 6: Más frecuentes con la computadora que con Internet: finalidad mixta. Resalta levemente el género femenino (51.3%), el grupo de edades de 18 a 45 años (64.5%), en su mayoría con secundaria, preparatoria o bachillerato y carrera profesional (78.8.9%), en la actualidad no asisten a la escuela (74.5%) y son económicamente activos en su mayoría (89%). Durante los 12 últimos meses, la totalidad de la población del perfil hizo uso de la computadora de manera frecuente en el hogar, el trabajo o en sitios públicos con costo para comunicarse, apoyo en el trabajo, entretenimiento y apoyo escolar. Lo anterior se realizó por medio de aplicaciones dedicadas a comunicación, programas de juego, bases de datos, procesadores de texto y hojas de cálculo. Durante el mismo periodo, la población del perfil utilizó Internet con poca frecuencia comparado con el uso de la computadora en el hogar, en el trabajo o en sitios públicos con costo para entretenimiento y obtención de información. La proporción de la población del perfil que usó diariamente el teléfono móvil fue de 88%; sin embargo, sólo 4% realizó compras y pagos por Internet.
14.7%
181
Djamel Eddine Toudert / Brecha digital y perfiles de uso de las tic en México / págs. 167-200 Cuadro 2. (continuación). Caracterización
% de la población
Perfil-tipo 7: Menos frecuentes con las tic: apoyo escolar y entretenimiento Supera generalmente el género femenino (51%), el grupo de edades de 12 a 25 años (72.3%), en su mayoría con secundaria, preparatoria o bachillerato y carrera profesional (58.3%), en la actualidad asisten a la escuela (89.1%) y no son económicamente activos en su mayoría (60.4%). Durante los 12 últimos meses, la población del perfil hizo un uso frecuente de la computadora en sitios públicos con costo o en escuela para el apoyo escolar principalmente, y luego, para comunicarse. Estos usos se hicieron, en general, para apoyar actividades de enseñanza y aprendizaje centradas en el procesamiento de texto, manejo de hojas de cálculo y el entretenimiento con aplicaciones principales dedicadas a programas de juego. Durante el periodo antes mencionado, la misma población usó también Internet con la misma frecuencia en sitios públicos con costo o en la escuela para apoyar la educación y capacitación, obtener información y comunicarse. Menos de 1% de la población del perfil realizó compras o pagos por Internet, y 55.5% utilizaron el teléfono móvil de manera poco frecuente.
12.5%
Fuente: Elaboración propia.
Resultados y discusión: cuatro tipos de abordajes para una mejor lectura La discusión y exposición de los hallazgos de este trabajo serán con base en los diferentes tipos de uso y no uso de las tic, y a partir de los siete perfiles-tipo referidos previamente. En este sentido, se ofrecerá una exposición temática progresiva de las diferentes facetas para efectuar un análisis de la brecha digital basada no nada más en la accesibilidad a las tic, sino también en el tipo y eficiencia del uso de estos artefactos y servicios. En tal sentido, este apartado tratará los cuatro abordajes que permitan dilucidar, en el marco de la información disponible, la estructura de las inequidades existentes en la apropiación socioterritorial de las tic. El primer abordaje estará enfocado en identificar los diferentes tipos de uso y no uso de las tic; el segundo se centrará en las características intrínsecas al propio uso de las tic; el tercero abordará el uso de Internet desde la perspectiva del consumo de bienes y servicios en línea; y el último resaltará las diferencias en la estructuración territorial de los distintos perfiles-tipo de uso y no uso de las tic. En conjunto, estos cuatro ángulos serán los componentes de una lectura integral y renovada de la brecha digital. Características de los sujetos de la apropiación de las tic En el marco de la caracterización de la población objetivo de 6 años de edad y más que fue encuestada por la endutih 2010, resulta importante subrayar que su cla-
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sificación, en el presente estudio, en siete perfiles-tipo, introdujo algunos aspectos de importancia. En primer lugar, esta clasificación permitió identificar dos grandes grupos de perfiles-tipo. El primero consta de los tres pimeros perfiles-tipo que representan cerca de 63% de la población objetivo encuestada, y que comprende aquellos que no usaron Internet en los últimos 12 meses que antecedieron al levantamiento de la endutih 2010, y los pocos que usaron la computadora y/o el teléfono móvil durante el mismo periodo de referencia (véase cuadro 2). El segundo grupo se compone de los últimos cuatro perfiles-tipo que representan alrededor de 37% de la población objetivo encuestada, de la cual todos usaron Internet en los últimos 12 meses que antecedieron al levantamiento de la endutih 2010, y en su mayoría accedieron a las computadoras y teléfonos móviles durante el mismo periodo de referencia (véase cuadro 2). Sujetos con un nulo o marginal uso de las tic De una segmentación de siete perfiles-tipo, la población objetivo de 6 años de edad y más con un nulo o marginal uso de las tic, se distribuye principalmente en los tres primeros perfiles-tipo, que logran congregar cerca de 63% del grupo de estudio. Este alto porcentaje deja ver la dominación de los usos esporádicos y recreacionales de las tic, que se consideran, de una manera u otra, tipificados por algunas constantes sociodemográficas (Lera-López, Gil & Billón-Curás, 2009; Ono & Zavodny, 2007; Toudert, 2013a). En este grupo, el género femenino se encuentra representado en los tres primeros perfiles-tipo con una amplitud oscilante entre 1.2 y 2.38 puntos porcentuales de más de la distribución censal hombre-mujer durante el año 2010 (inegi, 2010). Estas diferencias —que pueden ser valoradas como reducidas— encuentran sentido en la recuperación a favor del género femenino, entre 2001 y 2010, de 7.8 puntos porcentuales en el uso de Internet y 5.8 en el uso de la computadora (inegi, 2005, 2011). Sin embargo, en lo que toca estrictamente al uso de las tic, la continua nivelación por género queda comprometida al momento de considerar tanto la intensidad como la pertinencia del uso. En este sentido, si se sugiere que las fuertes desigualdades de género son propias a los contextos tradicionalmente propensos a estas diferencias de accesibilidad a las tic, para los países desarrollados implicaría una segunda brecha digital de género definida por el involucramiento femenino en la intensidad de uso de estos artefactos y servicios (Castaño, Martín & Martínez, 2011; Ono & Zavodny, 2007). Lo anterior expone una “brecha digital femenina”
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que si bien se cierra en unos contextos socioterritoriales, demográficos y de uso de las tic, en otros se abre. Otro aspecto que destaca en este grupo conformado por los tres primeros perfiles-tipo es la sobrerrepresentación de la población de 45 años de edad y más que llegó a abarcar la quinta parte de la población objetivo censada en el año 2010, cuando su peso en este grupo de perfiles fluctúa entre 46.4% y 60.6% de los encuestados. De igual manera, la población con educación primaria y secundaria oscila en los tres primeros perfiles-tipo, comprendiendo entre 67.8% y 73%, cuando en el censo de 2010 representó sólo la mitad de la población objetivo. La misma lógica parece manifestarse en este grupo de perfiles en lo que respecta a la asistencia a la escuela, con una tasa variable entre 67% y 91%. En tanto que la ocupación económica fluctúa entre 35.8% y 66.2% de la población objetivo. De manera resumida, el grupo de los tres primeros perfiles-tipo que se caracterizan por un nulo o marginal uso de las tic se compone, en su mayoría, por una población tenuemente dominada por el género femenino, de edad avanzada que se mantiene todavía en actividad, cuenta con primaria y, en el mejor de los casos, con secundaria. Durante los últimos 12 meses, usaron la computadora cerca de 7% de la población en cada uno de los dos primeros perfiles, y ninguno en el perfil-tipo 3; sin embargo, en los tres perfiles-tipo, prácticamente nadie hizo uso de Internet durante el periodo evaluado. La telefonía celular cuenta, relativamente, con una mayor interacción; durante los 12 últimos meses, sus usuarios alcanzaron 31% de la población objetivo en el perfil-tipo 2, 15% en el perfil-tipo 3, y solamente 0.47% en el perfil-tipo 1. Por otra parte, los integrantes de los perfiles-tipo 1 y 2 señalaron que su nula interacción con las tic se debe a una carencia de acceso y conocimiento, mientras que la población del perfil-tipo 3 mencionó como motivo la falta de necesidad y el desconocimiento de la utilidad de las tic. A partir de lo expresado y tomando en cuenta la falta de información complementaria, se puede deducir que la población de los dos primeros perfiles-tipo se encuentran en el supuesto de una brecha digital originada, según lo definido por DiMaggio y Hargittai (2001), por las desigualdades técnicas y habilidades de uso; mientras que en el perfil-tipo 3 parece sumarse también una connotación no proclive al uso de las tic, como describen Agostini y Willington (2010) para el caso de la adopción de la banda ancha en Chile. Bajo esta perspectiva, si los hechos constatados y las poblaciones parecen presentar varias características similares, ¿qué situación aguardan los perfiles-tipo que se caracterizan por un uso consecuente de las tic?
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Sujetos que interactuaron por medio de las tic El grupo de perfiles-tipo que define a la población objetivo que usó casi en su totalidad las tic durante el periodo de referencia se compone de los cuatro últimos perfiles (4 al 7 del cuadro 2) que aglutinan alrededor de 37% de la población encuestada. Esta cuádruple segmentación de la población parece indicar, al igual que lo observado anteriormente con los no usuarios, que tanto el entorno sociodemográfico como las pautas de uso concurren a fraccionar un universo de usuarios que suele verse compacto e indistinto por el enfoque de la sola accesibilidad a las tic (Agostini & Willington, 2010; DiMaggio & Hargittai, 2001; Toudert, 2013a). Contrario a lo observado en la población con un nulo o marginal uso de las tic, que se encuentra levemente dominado por la presencia femenina, en los perfilestipo 4 y 5 domina la presencia masculina, y en los dos perfiles restantes (6 y 7) hay casi una paridad entre ambos géneros. En el marco de esta distribución, de manera específica, la presencia masculina en el perfil-tipo 4 presenta 5 puntos porcentuales más que la repartición censal hombre-mujer durante el año 2010 (inegi, 2010), y un poco más de 11 puntos en el caso del perfil-tipo 5. En términos relativos inherentes a cada perfil-tipo, estas diferencias parecen indicar, tal como se verá más adelante, que el uso idóneo de las tic se da en un contexto de inequidad de género que beneficia al usuario masculino. En los tres primeros perfiles-tipo del grupo domina el rango de edad de 18 a 45 años, con un promedio de 23 puntos porcentuales más que la tasa de población censada con la misma edad en el 2010, y en el último perfil-tipo, el componente poblacional de predominio es aún������������������������������������������������ más joven (12 a 25 años)����������������������� , con 46 puntos porcentuales por arriba de la misma población en el total de habitantes censados (inegi, 2010). Estos hallazgos, una vez contrarrestados con sus pesos poblacionales absolutos, revelan una concentración del uso de las tic en la franja de edad que más se identifica con la actividad económica, dejando en los márgenes a los más jóvenes y de edad avanzada. En este sentido, la tasa de ocupación económica en el perfil-tipo 4 es de 23 puntos porcentuales superior a su equivalente censal en 2010; en tanto que en el perfil-tipo 6 es de 12 puntos, y el perfil-tipo 5 presenta una situación similar, mientras que para el caso del perfil 7 la tasa es inferior a 34 puntos. Este último grupo destaca por su amplia población de menores, con una tasa de asistencia a la escuela de 58 puntos porcentuales superior a su equivalente censal en la población de 12 años de edad y más. Salvo el perfil-tipo 4, que se caracterizó por un nivel escolar profesional con una tasa del 41 puntos porcentuales superior a su equivalente censal durante 2010, en
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el perfil-tipo 5 dominan los niveles de secundaria, preparatoria o bachillerato, con más de 27 puntos porcentuales que su equivalente censal, y en los perfiles 6 y 7, todos los niveles a partir de la secundaria presentan más de 30 puntos porcentuales en promedio que su equivalente censal. A primera vista, los usos de las tic parecen ubicarse de manera preferencial en contextos identificados por niveles de educación medianos y altos, y estos últimos, como veremos más adelante, participarán también en la definición de la calidad y pertinencia de los usos de tic. Desde la perspectiva del uso de las tic, casi la totalidad de los integrantes de los cuatro perfiles-tipo usaron durante los últimos 12 meses la computadora y accedieron a Internet en un promedio de 59 puntos porcentuales superior a la tasa de accesibilidad que reporto la endutih 2010. Sin embargo, el uso del teléfono móvil se caracterizó durante el mismo periodo de referencia con 44 puntos porcentuales más alto que el promedio reportado por la endutih 2010 en el perfil-tipo 4, 11 puntos superior en el perfil-tipo 5, un total de 38 puntos en el perfil-tipo 6, y solamente 5 puntos porcentuales en el perfil-tipo 7. En este último perfil-tipo, el bajo nivel de uso del teléfono móvil parece encontrar una explicación en la edad muy joven de su componente poblacional, que le da también una finalidad escolar y recreacional a los usos de las tic. Particularidades del propio uso de las tic: frecuencia y eficiencia Este apartado dedicado al análisis de los hallazgos referentes al uso de las tic estará enfocado principalmente al examen de la interacción con la computadora e Internet. Para seguir con la misma perspectiva de exposición, en el presente trabajo es quizás necesario recordar que la población del perfil-tipo 3 no usó la computadora, y los perfiles-tipo 1, 2 y 3 no contaron con usuarios de Internet durante los 12 últimos meses que antecedieron a la endutih 2010. Bajo esta caracterización, resulta interesante recalcar que el grupo que se distinguió por un nulo o marginal uso de las tic le dio sustancia a la segmentación de los perfiles-tipo que le conforman. Características de la interacción en el grupo de uso nulo o marginal de las tic En este grupo, en promedio, 64% de los usuarios de la computadora interactuaron por lo menos una vez por semana con este artefacto desde la institución de estudio
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para el perfil-tipo 1 (53% de usuarios) y desde el hogar para el perfil-tipo 2 (39%). En el caso del perfil-tipo 1, la motivación principal de uso fue el apoyo escolar (79%), y luego el entretenimiento; mientras que para el perfil-tipo 2 fue el apoyo y la realización de trabajos (47%), y, enseguida, el entretenimiento. En una proporción de 40%, los integrantes del perfil-tipo 1 hicieron uso principal de programas para el apoyo a la enseñanza y aprendizaje, en 32% de un procesador de texto, y de manera segundaria, utilizaron programas de juego. Los usuarios del perfil-tipo 2 se caracterizaron por el uso del procesador de texto (29%), programas de manejo de bases de datos y lenguaje de programación (20%), y de manera secundaria, hojas de cálculo y programas de juegos. Apoyándonos en la información anteriormente expuesta, todo parece indicar que los usuarios de la computadora en el seno del perfil-tipo 1 conforman un grupo marginal de alumnos que encuentren acceso no diario a la computadora en escuelas no conectadas o que no permiten a sus estudiantes acceder a Internet. La interacción con la computadora desarrollada por estos usuarios es básica y fundamentalmente pragmática comparado con los usuarios del perfil-tipo 2, dotados de una accesibilidad desde el hogar, que parece facilitar mayor pertinencia del uso aun sin conexión a Internet. Este hallazgo se corrobora también con el trabajo realizado en el entorno de estudiantes chinos por Zhao y colaboradores (2010), en el que se observó que el lugar más adecuado para interactuar de manera eficiente con las tic es el hogar, sin menospreciar tampoco el impacto que puede desempeñar una accesibilidad en ubicaciones alternas (escuela, trabajo, café Internet) para la reducción de las desigualdades (Rhee & Kim, 2004). Características de la interacción en el grupo de usuarios de las tic Contrariamente, el grupo de uso nulo o marginal de las tic que fue caracterizado con anterioridad, en este grupo, la población objetivo tuvo durante los 12 últimos meses que antecedieron a la endutih 2010, acceso tanto a la computadora como a Internet. No obstante, como se va a pormenorizar más adelante, esta accesibilidad a las tic no fue uniforme y tampoco constante para todos los integrantes de los cuatro perfiles-tipo que conforman el grupo. Los usuarios de los perfiles-tipo 4 y 6 tuvieron una accesibilidad más frecuente con un uso diario de la computadora en una proporción de 77% y 45%, respectivamente, mientras que los integrantes de los perfiles-tipo 5 y 7 tuvieron acceso al mismo artefacto por lo menos una sola vez por semana en una proporción de 52% y 63%, respectivamente. Estas frecuencias de uso de la computadora son plasma-
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das de igual manera en cada uno de los perfiles-tipo del grupo en el caso del uso de Internet, que comparte, además de la interacción por medio de la computadora, el hogar como lugar de acceso principal para la mayoría de los usuarios de los perfiles-tipo 4, 5 y 6. En el caso del perfil-tipo 7, el lugar de acceso principal para usar la computadora es el hogar, con 37% de los usuarios, seguido de un lugar público con costo, con 34%, mientras que para muchos más usuarios (56%), el lugar de acceso público con costo constituye la ubicación principal para usar Internet. Para los demás usuarios, el acceso público con costo involucra a 36% de la población objetivo del perfil-tipo 5, y el uso principal en el trabajo interviene en 34% para el perfil 4 y 21% para el perfil 6. Con estos resultados se logra poner de relieve que los usos más frecuentes tanto de la computadora como de Internet se realizan cuando se logra acceder desde el hogar y después desde el lugar de trabajo. Estos mismos usos se ven aun más robustecidos cuando el uso se hace en ambas ubicaciones, como en el caso del perfil-tipo 4 (véase semejantes hallazgos en Hilbert, 2011; Rhee & Kim, 2004; Zhao et al., 2010). La pertinencia del uso de la computadora parece también fortalecida en el marco de la interacción diaria y simultánea desde el hogar y el trabajo (o institución de estudio). En efecto, el uso principal de la computadora en el caso los perfiles-tipo 4 y 6 está enfocado en la realización y apoyo de actividades laborales para 62% y 37% de su población, respectivamente, mientras que en ambos perfiles-tipo, el uso secundario del artefacto es para comunicarse. Para el perfil-tipo 5 la finalidad del uso principal de la computadora es el entretenimiento (72%), y para el perfil-tipo 7, el uso es orientado casi totalmente hacia apoyo escolar (91%); y luego, el uso secundario para el perfil-tipo 5 es la comunicación, y para el perfil-tipo 7, el entretenimiento. Estos comportamientos de uso de la computadora son reproducidos de igual manera en el caso de la interacción con Internet, en donde se registra como uso principal la obtención de la información para los perfiles-tipo 4 y 6, con 70% y 56% de sus poblaciones, el entretenimiento para el perfil-tipo 5 (96%), y tanto la obtención de la información como el apoyo educativo, con 44% y 45%, respectivamente. Sin embargo, en el caso del uso secundario mayoritario de Internet, es posible ver una coincidencia alrededor de la comunicación para los perfiles-tipo 4, 5 y 6, y el entretenimiento para el perfil-tipo 7. Desde la perspectiva de una cierta sofisticación de la interacción con la computadora y el Internet, resalta el hecho de que los usos enfocados a la comunicación intervienen como opción secundaria, reservando los intereses principales a fina-
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lidades más pragmáticas como la obtención de la información, actividad laboral, apoyo escolar y el entretenimiento personal. En este sentido, los usos más frecuentes desde el hogar y el trabajo parecen sustentar, primordialmente, una interacción sofisticada estructurada alrededor de tareas de consulta de bases de datos y lenguaje de programación (perfil-tipo 4). Esta misma orientación del uso fue relacionada en estudios previos con niveles altos de escolaridad (DiMaggio & Hargittai, 2001; DiMaggio et al., 2004; Robinson, DiMaggio & Hargittai, 2003). No obstante, cuando el uso de Internet es menos frecuente, la actividad principal se centra mayoritariamente en el uso de procesadores de texto (perfil-tipo 6) y programas de juegos (perfil-tipo 5). El uso poco frecuente de la computadora e Internet en un lugar público con costo sustenta más bien finalidades estructuradas alrededor del aprendizaje y apoyo escolar, y, de manera secundaria, a actividades dedicadas al entretenimiento por medio de programas de juego. Estos hallazgos parecen coincidir parcialmente con las observaciones de Zhao y colaboradores (2010), que encontraron, en el caso de los alumnos chinos, los usos de Internet en los lugares con costo, orientados principalmente al entretenimiento. En efecto, en el caso del presente estudio, el uso de Internet primordialmente para actividades recreacionales involucra a integrantes del perfil-tipo 5, que se caracterizan por mayor edad, se conectan desde el hogar y representan sólo una tercera parte de su población que asiste a la escuela. Bajo esta perspectiva, el uso de la computadora e Internet en un lugar público con costo, a pesar de no conformar la ubicación más idónea para interactuar con las tic, parece ser una mejor alternativa para la reducción de las inequidades digitales comparado con el caso chino (Zhao et al., 2010). Uso de Internet para el consumo de bienes y servicios en línea En general, el uso de Internet como un medio de adquisición de bienes y servicios se ha visto desde la apertura de esta red al público, como un motivo trascendente para suscitar la universalidad del acceso y su corolario inmediato: el abatimiento de la brecha digital (Castells, 2002; Selwyn, 2004). De esta manera, Internet se convierte en un medio facilitador que permite a sus usuarios, en función de la eficiencia de su interacción, acceder a diferentes nuevas formas de empoderamiento socioeconómico y político de cara a los que no pueden contar con la disponibilidad de las tic (Castells, 2004; Noris, 2001; Segev & Ahituv, 2010). Bajo esta perspectiva, la adquisición de bienes y servicios en línea puede ser un elemento revelador de la eficiencia del uso, que parece distinguir la brecha digital originada en la falta de
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acceso a Internet y su equivalente, que toma lugar en el marco de las externalidades que pueden desprenderse de los diferentes tipos de usos. Con una penetración social de Internet que se percibe todavía como baja durante el año 2010, se estima que solamente 1.7% de la población de seis años de edad y más realizó transacciones comerciales online, lo que representa apenas 5% de la población que tuvo acceso a Internet (inegi, 2011). Estas tasas, que confirman la persistente debilidad del consumo de bienes y servicios por Internet, muestran también una desigualdad en el acceso a los beneficios de la dimensión económica de la red que se encuentra significativamente polarizada en segmentos específicos de la población (Noris, 2001; Toudert, 2013a). Prácticamente casi la totalidad de los internautas que hicieron compras por la red son integrantes de los perfiles-tipo 4, en una proporción de 55%, y del perfiltipo 6, en 37% de la población objetivo que hizo compras por Internet durante el año 2010. No obstante, resulta importante subrayar que el involucramiento en este tipo de transacciones apenas se acerca al 11% de los integrantes del perfil-tipo 4, y casi 4% de los del perfil-tipo 6, lo que en términos de nicho representa a una reducida proporción de la población objetivo que se caracteriza por el uso más eficiente de la computadora e Internet. Esta misma observación es válida también en lo que toca al pago de los servicios por Internet, independientemente del incremento del involucramiento en este tipo de transacciones en el perfil-tipo 4, con 59%, y el retroceso, en el caso del perfil-tipo 6, de 34% de la población objetivo total implicada. En estas condiciones, es quizás pertinente comentar que aunque la falta de accesibilidad podría significar, razonablemente, para los perfiles-tipo 1, 2 y 3, un factor limitante de las compras en línea, en el caso principalmente del perfil-tipo 4 las condiciones socioeconómicas, de acceso y uso del Internet son potencialmente favorables para terminar reflejando una tasa de compra en línea relativamente conservadora. Las compras principales y mayoritarias por Internet involucraron a 57% de la población objetivo que realizó compras en los rubros de reservaciones y boletos (24%), bienes y servicios para la persona (19%), y computadoras y software (14%), mientras que el pago de servicios involucró a 79% de la población objetivo que pagaron algún servicio por Internet en los rubros bancarios y financieros (50%), bienes y servicios para la persona (17%), y de servicios y trámites de gobierno (12%). El predominio de las transacciones principales por la asistencia a actividades recreativas, compras personales y pagos en línea por los servicios bancarios y financieros refleja la reducida diversidad de estas operaciones realizadas una vez,
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comparada con el potencial de operaciones en línea que puede llevar a cabo un integrante promedio del perfil-tipo 4. Sin embargo, resulta también interesante subrayar que esta polarización de las transacciones traduce, en cierta medida, la capacidad de oferta que favorece ampliamente estos sectores de actividad en línea comparado, a título de ejemplo, con el bajo nivel de la oferta en el sector de los servicios gubernamentales. Estructuración territorial de los perfiles-tipo de uso de las tic: otra dimensión de inequidad La distribución porcentual de la población por perfiles-tipo en estados de la república y ciudades que integran el marco muestral de la endutih 2010, permite observar variaciones entre los promedios interestatales e interurbanos que oscilan entre el nivel más alto de 7.12% en el perfil-tipo 1, y el más bajo, de 0.53%, en el perfil-tipo 5, con una amplitud promedio de 2.62% en los siete perfiles (véase figura 1). Estas diferencias relativamente bajas entre el contexto estatal y urbano parecen sustentarse, en el caso de los perfiles-tipo caracterizados por un uso nulo o marginal de las tic, por una población mayoritariamente no urbana, y en el caso de los perfiles-tipo que usan las tic, por una población principalmente urbana. En este sentido, la amplitud de la variación entre los promedios interestatales e interurbanos que muestra la figura 1 puede definir una valoración aproximativa de la apropiación socioterritorial de las tic, que parece favorable a los espacios urbanos.6 Al igual que la continua nivelación de género que ha venido caracterizando el uso de las tic y que fue comentada anteriormente, la dualidad urbano-rural no parece, a primera vista, estructurar un significativo eje de demarcación en el universo nacional de usuarios. Desde luego, habrá de dársele un puntual seguimiento a este comentario en el marco de una metodología muestral compatible con el objetivo de deslindar el impacto de la ubicación tanto en el medio urbano como rural.
La misma conclusión parece también desprenderse del nivel de la disparidad en la distribución porcentual de la población por perfil-tipo,7 que refleja 6 Es quizás necesario considerar una ligera acentuación de dicha amplitud a favor del área urbana. En efecto, la muestra a nivel estado incluyó a las 32 ciudades representadas que fueron integradas en el presente estudio como entidades urbanas,de cara a lo que se definió en la encuesta como rural y complemento urbano, que consideramos como no urbano, por no poder desglosar de manera segura la porción específicamente urbana de este último componente. 7 Disparidad interestatal e interurbana medida por medio del cociente de variación (cv) calculado para los 32 estados de la república y las 32 ciudades incluidas en la encuesta del inegi (2011). El cv es una medición simple del grado de dispersión por medio de la relación de la desviación estándar entre
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Djamel Eddine Toudert / Brecha digital y perfiles de uso de las tic en México / págs. 167-200 Figura 1. Indicadores de distribución de la población por estados y ciudades
Fuente: Véase sección “Datos y mecánica de elaboración de los perfiles-tipo”.
un comportamiento simétrico y de baja amplitud diferencial entre el entorno interestatal e interurbano (véase cuadro 1). Sin embargo, a excepción del caso del perfil-tipo 6, las diferencias entre estos dos entornos son globalmente pequeñas y encaminadas a mostrar una menor disparidad entre estados en la repartición porcentual de la población por perfil-tipo. En este sentido, contrario a un discurso estructurado alrededor de una apropiación de las tic ampliamente favorable a los espacios urbanos (Castells, 2002; Graham & Marvin, 2001; Toudert & Buzai, 2004), los hallazgos de este trabajo sugieren la necesidad de reducir la disparidad entre estas dos áreas (en el caso mexicano). Desde luego, como muestra la figura 1, las diferencias son inevitables tanto para el grupo de los perfiles-tipo 1, 2 y 3, que se caracterizan por un uso marginal o nulo de las tic, como para los demás perfiles, que parecen polarizar el uso de los mismos artefactos y servicios. De esta manera, es posible ver que el no uso de las tic no parece ser un fenómeno no urbano, y que el uso de las tic no se suscribe, específicamente, en las ciudades. A pesar de ello, el comportamiento observado entre los estados de la república y entre las 32 ciudades incluidas en la encuesta del inegi (2011), no se reproduce en el seno de cada una de estas el promedio ( σ / x ). Un cv con un valor cercano a cero traduce a una repartición más equitativa entre los individuos medidos, mientras un cv cercano al valor uno refleja a una fuerte dispersión.
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unidades territoriales. De hecho, tomando como referencia el perfil-tipo 7, que registra la más baja disparidad interestatal en la distribución porcentual de su componente poblacional, esta misma disparidad se eleva tres veces más en el perfil-tipo 5, desciende después a cerca de 2 en los perfiles-tipo 1, 2, 3 y 4, y termina solamente 1.5 veces más alta en el perfil-tipo 6. La disparidad interurbana exhibe también un comportamiento similar con lo reportado a nivel estatal, aunque con algunas leves diferencias de amplitud.
Estos resultados parecen indicar que tanto la apropiación socioterritorial de las tic como la brecha digital no son construcciones territoriales singulares y de significado único como suelen considerarse en un discurso ubicado en el estrato nacional (Rallet & Rochelandet, 2004; Selwyn, 2004; Warf, 2001). De hecho, la diversidad de la estructuración socioterritorial de estos dos conceptos y el peso de sus diferentes componentes poblacionales nos exigen adoptar diversos puestos de observación y, desde luego, plantear también la necesidad de recurrir a diferentes estrategias de integración digital cuando se piensa en mecanismos de intervención. En el marco de esta diversidad de uso de las tic que pueden llegar a reflejar los perfiles-tipo del presente estudio, se observa que la más alta disparidad interestatal e interurbana se genera en el perfil-tipo 5 de una población objetivo de 2% a nivel nacional, con un uso principalmente centrado en la comunicación y el entretenimiento. La intensidad de la disparidad siguiente afecta al perfil-tipo 3, que representa 20% de la población objetivo, que se caracteriza por no haber usado la computadora y tampoco Internet durante los 12 últimos meses, dando paso después al perfil-tipo 1 (25.7%), con una baja proporción de usuarios de la computadora y una nula interacción con Internet. Con el perfil-tipo 2, que representa 17.2% de la población objetivo, la disparidad sigue bajando en un entorno de pocos usuarios de la computadora y nula interacción con Internet, pero en donde la totalidad de los integrantes del perfil-tipo hicieron uso del teléfono móvil durante el periodo de referencia. Casi el mismo nivel de disparidad se ubica el perfil-tipo 4 (7.7%), que concentra a los usuarios con la interacción más avanzada con las tic. Y más abajo, en términos de disparidad, se ubican los perfiles-tipo 6 y 7 (14.7% y 12.5%, respectivamente), que se identifican con usuarios con finalidades principalmente centradas en el apoyo profesional, escolar y el desarrollo de intereses recreacionales. De todo lo anterior, resulta importante recalcar que las disparidades en la composición porcentual de la población que compone los perfiles-tipo a nivel estatal y urbano constituyen un hecho tangible que nos permite corroborar la existencia de inequidades en la distribución territorial de los tipos de apropiación de las tic. Esta
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Djamel Eddine Toudert / Brecha digital y perfiles de uso de las tic en México / págs. 167-200 Figura 2. Distribución de los perfiles-tipo por estado
Fuente: Véase sección “Datos y mecánica de elaboración de los perfiles-tipo”.
disparidad, que no parece importante entre el espacio urbano y no urbano, encuentra su expresión consecuente entre los estados de la república, por una parte, y por otra, entre las 32 ciudades involucradas en la endutih 2010. En este sentido, los perfiles-tipo de uso marginal o nulo exhiben una disparidad ligeramente más alta, característica que llegan a compartir con perfiles-tipo de usuarios de las tic para una finalidad principalmente recreacional. Dicho de otro modo, en las unidades territoriales que este estudio considera, la inequidad como estigma de la apropiación socioterritorial de las tic encuentra, antes que todo, su expresión más acabada en los contingentes de no usuarios y usuarios con finalidades poco pragmáticas. De esta manera, todo parece indicar que la creciente sofisticación de los usos de las tic se acompaña de mayor equidad interestatal e interurbana cuando se considera la parte proporcional de la población objetivo implicada en estos usos. Conclusiones En el marco de las dinámicas que han venido cambiando la reflexión y la acción en relación con la brecha digital, el uso de microdatos parece representar, desde la
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diversidad de los enfoques temáticos y epistemológicos, un enorme abanico de abordajes de esta problemática. En estos contextos que tienen que mutar de manera rápida de un entorno de escasez de datos a otro relativamente bien informado, con el fin de facilitar lecturas más completas del fenómeno estudiado, no debe excluirse la posibilidad de una dispersión conceptual y dilución de las acciones emprendidas en el ámbito operativo. Entre tantas posibles soluciones a este dilema, el presente trabajo propone llevar a cabo un acercamiento exploratorio por medio de perfiles-tipo de uso y no uso de las tic con la finalidad de aprovechar la individualidad de los microdatos generados por la endutih 2010, sin tener que caer en el fantasma de la dispersión. La perfilización de los encuestados de la endutih 2010 permite observar dos grandes grupos de perfiles-tipo que marcan la división de la población objetivo por el tipo de uso y no uso de las tic. El grupo que caracteriza a la población objetivo con un nulo o marginal uso de las tic representa a seis de cada diez encuestados que se encuentren agrupados en tres perfiles-tipo, separados de los demás perfiles por el no uso de Internet, y entre ellos, por una accesibilidad marginal a la computadora y un uso variable del teléfono móvil. Este grupo de la población objetivo, a pesar de la franca reducción que registra el no uso de las tic por parte de mujeres, sigue siendo tipificado por las variables tradicionales de la brecha digital. En general, el no uso en el grupo proviene de la combinación de las carencias de acceso y un relativo desinterés para usar las tic, como se comentó en casos similares del trabajo de Agostini y Willington, (2010). El acceso marginal a la computadora en este grupo se da en dos casos: el primero es de alumnos que usan esporádicamente en sus escuelas computadoras no conectadas a Internet, y el otro, a través de un uso más eficiente de artefactos no conectados a la red, al igual que lo observado por Zhao y colaboradores (2010). El grupo que define a la población objetivo que usa las tic representa a casi cuatro de cada diez encuestados, repartidos en cuatro perfiles-tipo, segmentados por la condición sociodemográfica y las prácticas de uso de las tic de sus integrantes. En este grupo, los usos más eficientes de las tic se relacionan con las variables tradicionales, como una dominante masculinidad, altos niveles de educación y rangos de edad implicados en una importante tasa de ocupación económica. De manera general, los integrantes de los cuatro perfiles-tipo usaron en su totalidad la computadora, Internet y, de manera variable, el teléfono móvil. En este grupo, tanto la frecuencia como la eficiencia del uso establecen una demarcación entre los diferentes perfiles-tipo de usuarios de las tic. En este sentido, como fue reportado también por Rhee y Kim (2004), Zhao y colaboradores (2010) y Hilbert (2011), la
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frecuencia de uso de la computadora e Internet depende del punto de accesibilidad, marcando una notable preferencia cuando se hace desde el hogar, seguido del trabajo, aunque accediendo desde ambas ubicaciones, parece reflejarse un incremento notable de la frecuencia del uso. Esta última parece también condicionar la calidad de la interacción con las tic, pues el uso de aplicaciones de alta productividad es proclive a ocurrir en condiciones de mayor frecuencia de uso que alternen el hogar y el trabajo como puntos de acceso (DiMaggio et al., 2004; Robinson, DiMaggio & Hargittai, 2003). Desde otra perspectiva, cuando la frecuencia de uso es relativamente baja, se encontró una interacción con aplicaciones elementales de procesamiento y programas de entretenimiento. No obstante, contrario a lo reportado por Zhao y colaboradores (2010) en el caso de los estudiantes chinos, la interacción poco frecuente con las tic que caracteriza la accesibilidad desde lugares públicos con costo, se encuentra orientada en México, principalmente, a apoyar actividades de enseñanza y aprendizaje, y luego, a una finalidad de entretenimiento. Bajo esta perspectiva, la conectividad desde un lugar público con costo puede llegar a estructurar a una alternativa viable pero no preferible, a los puntos de acceso más idóneos para la mitigación de la brecha digital. En términos de aprovechamiento socioeconómico de la accesibilidad a las tic, únicamente 5% de la población que tuvo acceso a Internet en el año 2010 realizó transacciones comerciales o pagos en línea. Estas transacciones son altamente polarizadas sólo en dos perfiles-tipo e involucran a una población marginal en el seno mismo de estos perfiles. Además, la polarización de los transaccioncitas se refleja también en la concentración de la mayoría de las operaciones en los rubros recreacionales, personales y pago de servicios bancarios y financieros. Aquí resulta importante subrayar que más allá de las condiciones de accesibilidad que pueden llegar a condicionar el involucramiento comercial online, los altos niveles de uso y la capacidad socioeconómica que gozan, a título de ejemplo, usuarios del perfil-tipo 4, no fueron suficientes para incrementar el involucramiento en estas transacciones. Dicho de otro modo, el cumplimiento de las condiciones, a nivel del internauta, que se mencionan generalmente como suficientes por sí solas para ampliar la base de usuarios del comercio electrónico y la banca en línea, lograron incrementar un consumo marginal en el caso mexicano. Desde la perspectiva territorial, son pocas las diferencias en la estructura porcentual de la población por perfiles-tipo cuando se comparan los niveles estatal y urbano que constituyen las ciudades involucradas en la endutih 2010. Lo anterior deja entrever la posibilidad de una interpretación en el sentido de una cierta nivela-
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ción de las tradicionales diferencias en materia de accesibilidad que existían entre el área urbano y rural. En este sentido, contrario a la tesis que plantea una apropiación socioterritorial de las tic favorable a las áreas urbanas (Castells, 2002; Graham & Marvin, 2001; Toudert & Buzai, 2004), este estudio evidencia una carencia en el uso de las tic como una manifestación que no parece ser especialmente no urbana, y que los usuarios de estas herramientas no se asienten particularmente en las ciudades. Sin embargo, a pesar de las pocas diferencias observadas entre espacios urbanos y rurales, las disparidades en la estructura porcentual de los perfiles-tipo son importantes entre estados de la república y también entre ciudades involucradas en la endutih 2010. Estas diferencias son ligeramente más altas para los no usuarios de las tic y los que parecen usar estas herramientas para finalidades de entretenimiento. Dicho de otro modo, las inequidades interestatales e interurbanas en materia de apropiación de las tic afectan principalmente a la población que se caracteriza por usos marginales y poco eficientes de las tic. En términos relativos, el incremento en la eficiencia del uso de las tic parece reducir las condiciones de mayor inequidad interestatal e interurbana. Referencias Agostini, C. A., y Willington, M. (2010). Radiografía de la brecha digital en Chile: ¿Se justifica la intervención del Estado? Estudios Públicos, 199, 5-32. Castaño Collado, C., Martín Fernández, J. y Martínez Cantos, J. L. (2011). La brecha digital de género en España y Europa: medición con indicadores compuestos. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 136, 127-140. Castells, M. (2002). The Internet Galaxy. Reflections on the Internet, business, and society. Oxford: Oxford University Press. Castells, M. (2004). Informationalism, networks, and the network society: A theoretical blueprinting. En M. Castells (ed.), The network society: A crosscultural perspective (pp. 3-45). Northampton: Edward Elgar. DiMaggio, P. & Hargittai, E. (2001). From the “Digital Divide” to “Digital Inequality”: Studying Internet use as penetration increase. Working Paper, 15. Nueva Jersey: Center for Arts and Cultural Policy Studies/Woodrow Wilson School/ Princeton University. DiMaggio, P., Hargittai, E., Celeste., C. & Shafer, S. (2004). From unequal access to differentiated use: A literature review and agenda for research on digital in-
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¿Disciplina en crisis? El cambio en el paradigma de la investigación en comunicación de masas Discipline in crisis? The shifting paradigm of mass communication research Annie Lang Universidad de Indiana (anlang@indiana.edu) Resumen: Este artículo analiza el estado paradigmático (en sentido de Kuhn) del campo de la comunicación masiva. Se sugiere que el primer paradigma de dicho campo, el de los efectos de los medios, más que estar en estado preparadigmático o de ciencia normal, se halla en estado de crisis. Se propone una descripción del actual paradigma en crisis, se sugieren maneras por las cuales las concepciones de la naturaleza fundamental de lo que se estudia en comunicación masiva podrían estar cambiando, y se presentan los elementos de un nuevo paradigma que estaría emergiendo en el campo. Palabras clave: teorías de la comunicación, investigación en comunicación masiva, teoría de efectos. Abstract: This article analyzes the Kuhnian paradigmatic status in the field of mass communication. It is suggested that the field’s first paradigm, Media Effects, is in a state of crisis rather than in a preparadigmatic state or a state of normal science. Finally, this article proposes a description of the current paradigm-in-crisis, suggests ways in which conceptions of the fundamental nature of what we are studying may be shifting, and proposes the elements of a new paradigm which may be emerging in the field. Key words: communication theory, mass communication research, effects theory. Fecha de recepción: 3 de abril de 2014
Fecha de aceptación: 15 de agosto de 2014
Época II - Vol. III - Núm. 1 / enero-junio de 2015 ISSN 1870-1191
Annie Lang Estadounidense. Es Ph. D. en Journalism and Mass Communication por la Universidad de Wisconsin-Madison, y magíster en comunicación masiva por la Universidad de Florida. Adscrita al Departamento de Telecomunicaciones y al Programa en Ciencia Cognitiva en el Instituto para la Investigación de la Comunicación de la Universidad de Indiana. Su área de investigación abarca temas de cognición motivada y medios para entender la relación entre los elementos del sistema dinámico, conformado por la mente corporeizada y el mensaje mediado. Entre sus publicaciones destacan: Lang, A. & Yegiyan, N. (2014). Mediated substance cues: Motivational reactivity and use influence responses to pictures of alcohol. Journal of Health Communication, doi: 10.1080/1081030.2013.872728; Rubenking, B. & Lang, A. (2014). Sneers and double-takes: Emotional and cognitive responses to core and socio-moral disgust-eliciting entertainment messages. Journal of Communication (published on-line), y Lang, A. (2014). Dynamic Human-Centered Communication Systems Theory. The Information Society, 30(1), 60-70.
Traducción al español por: Luz María Ortega Villa (lucyo@uabc.edu.mx) Mexicana. Doctora en ciencias de la comunicación social por la Universidad de La Habana, maestra en ciencias de la educación por la Universidad Iberoamericana Noroeste, y licenciada en ciencias de la comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Actualmente se desempeña como profesora-investigadora de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California.
Introducción1 De acuerdo con Kuhn (1996), sin un paradigma uno puede hacer ciencia, pero no puede crear ciencia. Esto es debido a que, sin un paradigma, uno solamente está “mirando en torno suyo” (Kuhn, 1996, pp. 96; p. 156 de la edición en español) para ver lo que puede ser visto. Por otro lado, el observador que está dentro de un paradigma lo que hace es ver —con dificultad— algo que espera ver; generalmente, algo que no ha sido todavía observado o demostrado. De modo similar, Carlos Darwin escribió: “¡Qué raro es que alguien no viera que cualquier observación se debe hacer a favor o en contra de alguna otra perspectiva si acaso es que se espera que sea de algún servicio!” (Shermer, 2002). El concepto de paradigma de Kuhn y su propósito, tal como fueron expresados en La estructura de las revoluciones científicas,2 ha tenido un enorme impacto en la manera en que pensamos acerca de las disciplinas, la ciencia y el incremento del conocimiento. Este artículo intenta seguir muy de cerca la definición de paradigma de Kuhn —con todos sus atributos— y aplicarla a una lectura muy cercana de la historia reciente del campo de la comunicación de masas, en un intento por responder a la pregunta: ¿Cuál es el paradigma dominante de la investigación en comunicación de masas y está en crisis ese paradigma? Muchos otros escritores han preguntado lo mismo: si el campo de la comunicación o el campo aún más restringido de la comunicación de masas tiene un paradigma. Al respecto, se han ofrecido diferentes respuestas, las más notables, en dos ediciones muy conocidas de la revista Journal of Communication (1983, 1993), las cuales abordaron las dificultades y tribulaciones filosóficas del campo. Un artículo muy citado de Potter (1993) sugería que el campo de la comunicación no sólo no tenía un paradigma, sino que era precientífico. Sin embargo, yo creo que la mayoría de esos artículos, en sus análisis, no incluyeron las tres cosas básicas que Kuhn dice que un paradigma le provee a un científico: a) un entendimiento de la naturaleza fundamental del objeto que se está estudiando; b) con base en esa naturaleza fundamental los científicos elaboran maneras nuevas, particulares o específicas de observar el mundo, y c) como un resultado de las dos primeras, quienes comparten 1 Este artículo fue publicado originalmente con el título “Discipline in crisis? The shifting paradigm of mass communication research”, en Communication Theory, vol. 23, núm. 1, febrero de 2013, pp. 10-24. © 2013 International Communication Association. Se publica con permiso de John Wiley & Sons, Inc. 2 La edición en español ha sido publicada por el Fondo de Cultura Económica; se usó la primera edición, 1971, para la traducción. (Nota de la traductora, en adelante: N. de la T).
el paradigma también comparten un acuerdo acerca de las preguntas primarias que deben ser hechas respecto del fenómeno estudiado. En retrospectiva, en los últimos más o menos 50 años de la investigación en comunicación de masas, es interesante preguntarnos si tenemos un acuerdo sobre esas tres cosas. Las respuestas a esas preguntas, me parece, proveerán una respuesta a la cuestión de si tenemos o hemos tenido (o no) un paradigma. Si la respuesta a esa pregunta fuese afirmativa, sería posible explicar cuál es el paradigma. Sí lográramos exitosamente explicar ese paradigma, podríamos, entonces, hacernos la pregunta acerca de si hemos sido exitosos en responder las preguntas sobre las que tenemos acuerdo; y si no, preguntarnos si es que nuestra falta de éxito es resultado de discrepancias en los datos o de lo que Kuhn llama anomalías. De acuerdo con Kuhn, las discrepancias son provistas por datos que, al no embonar de manera exacta con las expectativas teóricas, o al no confirmar las predicciones teóricas, no tienen la suficiente novedad o no son lo suficientemente sorprendentes para provocar que cuestionemos nuestro entendimiento acerca de la naturaleza fundamental de lo que estamos estudiando. Por otra parte, las anomalías cuestionan los supuestos fundamentales del paradigma. Lo hacen ya sea porque —dados nuestros supuestos paradigmáticos— sólo es imposible que lo que estamos viendo haya ocurrido, o debido a que no obstante la mejor ciencia que podamos producir, el trabajo al interior de la teoría de ese paradigma falla en resolver los acertijos que nos son propuestos por nuestro paradigma. Cuando esto ocurre, quizás haya mucho desacuerdo en el campo acerca de si estamos haciendo algún progreso en el camino de responder las preguntas fundamentales y también acerca de si nuestras preguntas fundamentales son del todo fundamentales. Señales de este tipo pueden indicar eso que Kuhn denomina un campo en crisis, lo cual significa que, si bien todavía hay un paradigma, la empresa científica no está haciendo avances, ya sea porque ha fallado en empatar las observaciones del mundo y/o está fallando en incrementar nuestro entendimiento acerca de ese mundo. Kuhn da excelentes ejemplos de ambos tipos de crisis. El primero lo ejemplifica con el descubrimiento de los rayos X —los cuales, aunque no precisamente fuesen excluidos, no se concebían dentro del paradigma—. El trabajo posterior orientado a entender y controlar los rayos X llevó a un cambio fundamental en nuestro entendimiento de la luz. El segundo tipo de crisis se puede ilustrar mejor con la comparación entre la astronomía ptolemaica y la astronomía copernicana. En la época de Copérnico, la noción ptolemaica de la astronomía había alcanzado una increíble complejidad; de hecho, el nivel de complejidad se había incrementado mucho más rápido que su nivel de explicación, el
cual podría, quizás, haber estado disminuyendo. De este modo, el incremento en el conocimiento no iba a la par del incremento en la complejidad y precisión de la ciencia. Cantidades crecientes de datos y de precisión no llevaron a aumentar la coherencia entre el paradigma y el mundo, sino más bien llevaron a una enorme cantidad de ajustes que tuvieron que hacerse para lograr que los datos encajaran dentro de las concepciones que habían guiado su recopilación, lo cual resultó en un paradigma en crisis. En tal sentido, este artículo sugiere que el actual estado de la investigación en comunicación de masas tiene una muy fuerte similitud con lo que Kuhn describió como un estado de crisis, más que con lo que se denomina estado preparadigmático o estado de ciencia normal; propone una descripción del actual paradigma en crisis; sugiere maneras por las cuales las concepciones de la naturaleza fundamental de lo que estudiamos podrían estar cambiando; y presenta los elementos de un nuevo paradigma que podría estar emergiendo en el campo. En busca de nuestro paradigma Muchas personas han tratado de encontrar un paradigma en la investigación de comunicación y han llegado a muchas y diferentes conclusiones acerca de si existe o no. Reconozco de antemano la audacia de tratar de hacer lo que académicos mucho mejores que yo no lograron hacer en el pasado. Sin embargo, quizá la ventaja de una visión más dilatada del campo provea mejores datos y, por lo tanto, haga más fácil esta tarea. ¿Cómo hacemos para buscar un paradigma? Permítaseme aquí basarme en Kuhn para guiarnos en este camino. Primero, de Kuhn, aprendemos que un���� paradigma puede ser un logro científico de tal excelencia que atrae a seguidores que luego adoptan sus supuestos fundamentales, sus métodos y sus preguntas. En segundo lugar, Kuhn sugiere que encontraremos el paradigma en nuestros libros de texto. Él dice que los libros de texto no reflejan de manera precisa la historia de nuestro campo, sino que más bien reflejan la historia tal como fue reescrita desde la perspectiva del nuevo paradigma. En esta historia reescrita encontramos, al mismo tiempo, los logros que llevaron a la fundación del paradigma, los supuestos del paradigma —que incluyen primordialmente la naturaleza fundamental de lo que estamos estudiando—, las preguntas básicas que requieren respuesta y los métodos que deberíamos usar para responder estas preguntas sobre las cuales hay acuerdo. Todos conocemos la historia heredada de nuestro campo y que muchos artículos excelentes han sido escritos diciéndonos que aquella es incorrecta (Delia, 1987;
Wartella & Reeves, 1985). El simple hecho de que la historia heredada no sea congruente con la historia de nuestro campo, sugiere que esta historia fue escrita por los triunfadores. Aquí, me gustaría tomar un momento para sugerir que la comunicación de masas y la comunicación interpersonal —al menos durante los últimos 50 años—, en realidad representan diferentes disciplinas. Una gran cantidad de datos apoya este argumento, incluyendo el hecho de que, por lo general, están localizadas en departamentos separados, con los académicos dedicados a la comunicación interpersonal ubicados frecuentemente en departamentos de retórica o de discurso, algunas veces departamentos de inglés, y en otras ocasiones, en departamentos denominados comunicación humana. Por otro lado, los departamentos de comunicación masiva con frecuencia se encuentran en escuelas de periodismo, se asocian comúnmente con esas profesiones y tienen una variedad de nombres profesionales, además de llamarse comunicación masiva. En este ensayo abordo el paradigma de la comunicación masiva y discuto si ese paradigma está cambiando. Para proveer un poco de antecedentes, yo pienso que en el nuevo paradigma la diferencia entre comunicación interpersonal y comunicación masiva tenderá a desaparecer; si las fronteras disciplinarias irán después a desaparecer, no es muy seguro. Entonces, ¿cuáles son los libros de texto de la comunicación masiva? Hay muchos, pero yo sugeriría que, en su mayor parte, la actual generación de académicos de trayectoria y de mediana trayectoria fueron parcialmente adoctrinados por la obra Milestones of mass communication research (Piedras angulares de la investigación en comunicación masiva),3 de Lowery y DeFleur (1983, 1988, 1995). En el prólogo de la tercera edición de este libro de texto, Everett Rogers sugiere que estas piedras angulares —en particular las más antiguas— proveyeron el marco de referencia básica para nuestro campo, y que ese marco de referencia incluía tres cosas: primero, una concepción de las comunicaciones mediadas como agentes de cambio en la sociedad (es decir, la naturaleza fundamental de la comunicación masiva); segundo, un enfoque en los efectos (o sea, un acuerdo general en las preguntas que había que preguntarse), y tercero, ciencia social —básicamente encuesta— y metodología (esto es, métodos aceptables). Permítaseme elaborar un poco sobre estos puntos. En primer lugar, Rogers argumenta que nuestro campo tiene una creencia básica en el determinismo tecnológico, una conceptualización de la tecnología como un agente de cambio en la sociedad, y que esto se ha vuelto un supuesto fundamental 3
No existe edición en español (N. de la T.).
de la investigación en comunicación masiva. En segundo lugar, a partir de aquellos primeros estudios obtuvimos un enfoque en los efectos de la comunicación masiva. Si nuestro enfoque se centra en los efectos, esto implica —en acuerdo con una creencia en el cambio— una visión de los humanos y de las sociedades como internamente estables y hasta resistentes al cambio. Yo argumentaría que esto signfica que un supuesto fundamental en el actual paradigma de la investigación de comunicación masiva es que la sociedad y la gente son por naturaleza estables. En otras palabras: la gente y las sociedades tienen un equilibrio en el cual funcionan de la manera más eficiente; los agentes de cambio externos sirven para desequilibrar al ser humano —o a la sociedad— y lo llevan a un nuevo estado de equilibrio, y, en ese sentido, la comunicación masiva es el agente. Y en tercer lugar, Rogers sugiere que —en particular— los revolucionarios estudios de Lazarsfeld (quizá este es nuestro logro paradigmático) le dieron al campo la metodología de las ciencias sociales y, en particular, la metodología de la investigación por encuesta. Si revisamos el índice de la obra Milestones, vemos que los títulos de muchos de los capítulos reflejan esta preocupación acerca del cambio y de los efectos, aunque, en muchos casos, los estudios mismos no lo hagan. Los trabajos de El Fondo Payne (The Payne Fund), un grupo de investigaciones que se llevaron a cabo a fines de la década de 1920 para describir e investigar el que entonces era el nuevo medio cinematográfico, proveen un excelente ejemplo de cómo la historia ha sido reescrita para embonar con el paradigma dominante. En sí mismos, los estudios fueron muy variados tanto en sus perspectivas metodológicas como teóricas, pero en el libro de texto se describen simplemente como investigación sobre “los efectos de las películas en los niños”. El capítulo 3 de Milestones, que se enfoca en la respuesta a La guerra de los mundos,4 se titula “La radio hace que América entre en pánico”, lo que implica, al mismo tiempo, una respuesta de cambio universal y una causa tecnológica. Otros efectos de los medios incluidos en esta obra incluyen la capacidad de los medios para cambiar la manera de votar, para modificar cómo la gente satisface sus necesidades fundamentales o cómo obtiene información, para cambiar las actitudes de la gente o lo que pensamos acerca de algo, y para hacernos violentos. Otros libros de texto reflejan claramente esta orientación. Glenn Sparks, en su libro de texto Media effects research (Investigación de los efectos de los medios, 4 Una adaptación radiofónica de La guerra de los mundos, de Orson Welles, se transmitió en 1938 en los Estados Unidos. La transmisión reporta una invasión de Marte. Muchos radioescuchas pensaron que la invasión era real y huyeron de sus casas presas del pánico.
2002), ofrece una historia muy similar de la comunicación masiva. Primero, al igual que DeFleur, aborda las “piedras angulares”, diciendo que son ellas nuestros logros paradigmáticos que nos dieron nuestras creencias fundamentales, nuestras preguntas y nuestros métodos. Pasa luego a darnos la versión estándar de la historia heredada del campo: que a partir de estos estudios llegó el modelo de la aguja hipodérmica, que se basó en la noción de que los mensajes de la comunicación masiva o mensajes mediados —que son fundamentalmente externos a la sociedad y a los humanos— tienen efectos unitarios y poderosos en los pensamientos, emociones y conducta humanos. Al respecto, el autor sugiere que esta teoría inicial de los efectos masivos de la comunicación masiva (dentro de un paradigma de los medios como agentes del cambio, y de los humanos y las sociedades como estables) rápidamente demostró, a través de la investigación, ser falso. Los trabajos de Lazarsfeld, Berelson y otros más comprobaron que los efectos de los medios no eran masivos y no eran indiferenciados, lo cual nos llevó al segundo gran abordaje de los efectos de la comunicación masiva: el modelo de los efectos limitados. En ese segundo modelo, la idea era que algunas personas eran afectadas algunas veces, por algunos medios, en algunas situaciones. Esto llevó al desarrollo de teorías de mediano alcance, diseñadas para preguntar —respecto de medios y mensajes específicos— cuál conducta cambiaba y en qué situaciones. La falta de capacidad para encontrar más que mínimos cambios conductuales como resultado de la exposición a los medios masivos, llevó al campo a ampliar o expandir sus variables dependientes, desde la conducta, hasta incluir cambios afectivos y cognitivos como parte de los efectos de la comunicación masiva. Junto con esta expansión de las posibles variables dependientes vino una explosión de nuevos medios que nos permitió tomar esta perspectiva y aplicarla a un nuevo medio y luego al otro, en una nueva situación social y luego en otra, con un nuevo grupo de gente y luego con otro. La resultante profusión de investigación “nueva” pudo haber escondido —en cierta medida— el verdadero progreso que se hizo en el campo, pues continuábamos conceptualizando los medios y los mensajes mediados como esencialmente externos a la gente y a su ambiente social, y como si funcionaran para cambiar a esas personas o a esos ambientes. Virtualmente, todos los actuales libros de texto de comunicación masiva proveen esta misma historia de investigación en comunicación masiva, y los títulos de sus capítulos manifiestan el enfoque en qué tipo de contenido y qué tipo de medio afecta a qué tipo de gente y en qué situaciones. Esto, argumentaré más adelante, es el paradigma dominante de la investigación en comunicación masiva.
Nuestra concepción fundamental de la comunicación masiva es la de un agente de cambio externo a las personas y a su medio ambiente social inmediato. Los medios masivos funcionan básicamente para alterar y cambiar tanto al ambiente como a la gente. Así, nuestros primeros objetivos sobre los cuales se tuvo acuerdo y las preguntas que se establecieron estaban diseñados para demostrar los efectos de la comunicación masiva y, en la medida de lo posible, para explicar cómo es que se daban esos efectos. En general, el campo incluye un sentido normativo respecto de que los efectos de la comunicación masiva son malos y que mantener la estabilidad del sistema social y la estabilidad del ser humano son los beneficios anticipados de una exitosa investigación en comunicación masiva. Es decir, que si logramos explicar exitosamente cómo la comunicación masiva cambia a la gente y a la sociedad, seremos capaces de alfabetizar a la gente acerca de los medios, a fin de que puedan resistir este cambio. Entonces, ¿cómo lo estamos haciendo? Yo diría que, a diferencia de otros campos que vemos funcionar bajo paradigmas “equivocados”, hemos tenido muy poco progreso en el sentido de responder nuestras preguntas acerca de cómo la comunicación masiva afecta a la gente y a las sociedades. Hemos identificado un número de pequeños efectos que hemos glorificado con nombres de teorías, y hemos demostrado que ocurren una y otra, y otra vez, en varias situaciones y con varios grupos. Hemos avanzado muy poco en explicar cómo estos cambios ocurren y en desarrollar intervenciones que prevengan su ocurrencia (lo que sugiere que nuestro entendimiento es, cuando mucho, inadecuado y más bien incorrecto). De manera similar, estas teorías de mediano alcance continuamente aumentan en complejidad sin aumentar su poder explicativo o sin agregar mucho al conocimiento generalizable. Por ejemplo, tomemos a la teoría del establecimiento de agenda —y no uso esta teoría como un ejemplo porque sea diferente de cualquiera de nuestras teorías, sino simple y sencillamente porque provee un excelente ejemplo de complejidad creciente con poco incremento en el conocimiento—. Cada académico estudioso de la comunicación masiva que alguna vez tomó una clase de teoría, aprendió acerca de la teoría del establecimiento de agenda. Todos hemos leído el artículo original (Mccombs & Shaw, 1972) y hemos tenido la discusión acerca de si era una teoría o una hipótesis. Generalmente, como brillantes estudiantes de posgrado, cínicos y escépticos, hemos decidido que no era una teoría, que������������������� sólo�������������� era una hipótesis. Y, en efecto, la prueba inicial era una simple y elegante prueba de hipótesis. Una modesta encuesta se hizo junto con un modesto análisis de contenido. Luego se demostró una gran y predecible correlación entre los temas que eran importantes para los encuestados y el peso que se le daba a esos temas en la cobertura del
periódico. A partir de esto, se llegó a la conclusión de que los medios no nos dicen qué pensar, sino que solamente nos dicen acerca de qué pensar. En otras palabras, mientras que los medios en realidad no tienen la capacidad de cambiar nuestra manera de pensar, son capaces de cambiar los temas acerca de los cuales pensamos. Aquí lo que argumento es que la mera existencia de esta teoría es el inicio de una crisis paradigmática en nuestro campo. Con esa afirmación —de que los medios no pueden afectar nuestro pensamiento— renunciamos a la noción de que los medios realmente influían en el pensamiento. Quizá descartamos el más importante efecto que podrían tener los medios, y en su lugar aceptamos un efecto mucho más pequeño: el de que los medios podían decirnos lo que era popular y, por lo tanto, acerca de qué hablaríamos, y lo aceptamos como un “efecto” fundamental de la comunicación masiva. Aquel era un estudio modesto; llegó a una conclusión modesta, que yo creo que fue el principio del fin del paradigma dominante. Si usted toma un ejemplar reciente de casi cualquier revista especializada, encontrará en ella un artículo sobre la teoría del establecimiento de agenda, y ese artículo tendrá una fantástica similitud —en términos de sus conclusiones— con aquel modesto artículo original. Pero la metodología, el análisis y las estadísticas no tendrán ninguna similitud con aquella correlación jerárquica. En su lugar veremos todo tipo de modelos, todo tipo de maneras de codificar las agendas, todo tipo de agendas —agendas políticas, agendas sociales, etcétera—, pero, al final, nos quedaremos con la misma correlación entre el peso de la cobertura de los medios y aquellos temas que la gente piensa que son interesantes. Nos quedaremos con no más entendimiento de acerca de cómo es que esto ocurre, que el que teníamos hace 40 años. Lo mismo es cierto para casi cualquier área de los efectos de la comunicación masiva. Creo —y estoy segura de que muchos de mis lectores no estarán de acuerdo— que casi lo único que hemos aprendido después de 60 años de investigación de efectos de la comunicación masiva, es que el peso de la exposición a casi cualquier medio específico o contenido tiene, en general, una muy ligera influencia en alguna conducta. Nuestro campo abunda en metaanálisis, muchos de los cuales concluyen que hay muy pequeños y débiles efectos de la comunicación masiva (digamos 3% de la varianza en la conducta estudiada). Claro que este resultado es muy confortable para la sociedad porque significa que podemos ignorar la comunicación masiva como un agente serio del cambio social y conductual. Sin embargo, es muy incómodo para los académicos el campo, ya que sugiere que deberían cambiar su línea de trabajo. La otra posibilidad —y es la que yo prefiero— es que simple y sencillamente se nos está yendo el barco. Creo que el fuerte movimiento que alejó a la comu-
nicación masiva de la metodología de las ciencias sociales y la alejó también de los estudios de los efectos y que empezó a fines de la década de 1970 y continúa actualmente —es decir, el movimiento hacia los abordajes críticos y culturales de la comunicación—, es una respuesta directa a la falla del paradigma dominante; es el mayor signo de crisis en nuestro campo y el más desarrollado. Aquellos que abordan de ese modo a los medios, parten de un entendimiento fundamental sobre lo que es la comunicación completamente diferente, así como de una serie de preguntas totalmente distintas. Tal como no se atreverían a caminar por enfrente de un tren que va pasando, estos académicos no se preguntarán si la comunicación masiva tiene efectos. Ellos saben que los tiene. ¿Por qué? Porque miran al mundo cambiando como resultado de la comunicación masiva. Sin embargo, no piensan que la comunicación masiva sea externa al mundo; no piensan que las culturas sean fundamentalmente estables; no piensan que los humanos sean fundamentalmente estables; más bien, ellos consideran que la comunicación es algo fundamental y natural que hacen los humanos. La comunicación entre los pequeños grupos y en pequeñas situaciones sociales refleja los pensamientos y las ideas de la gente que forma parte de esos grupos, y sirve para ayudar a que el grupo funcione. La comunicación interpersonal es algo natural que hacen los humanos; lo hacen para lograr metas individuales y sociales, y las comunicaciones surgen dentro de un grupo de personas. Por otra parte, la comunicación masiva es diferente. En ese tipo de abordaje se considera que la comunicación masiva surge no sólo de los individuos, sino también de las instituciones de poder en la sociedad. En otras palabras, la comunicación masiva (por lo menos hasta la última década) estaba controlada por grandes compañías que a su vez son controladas por miembros de la sociedad ricos e influyentes; y por lo tanto, las grandes compañías controlaban la expresión, el pensamiento y las opiniones que se difundían a través de los medios masivos. Por tal motivo, los mensajes mass-mediados podrían leerse como expresiones del poder en la sociedad y como intentos para cambiar la sociedad o moldearla hacia algo que ayudaría a que los ricos se volvieran más ricos y que los pobres fuesen más pobres. Excelentes discusiones de estas críticas de la investigación de efectos pueden leerse en Livingstone (1996) y Miller (2009). Nótese que lo descrito es fundamentalmente diferente, en todo sentido, del paradigma dominante. Primero, no asume que los medios masivos son externos a la sociedad (aunque son externos a los individuos), sólo asume que los medios masivos son una herramienta de un pequeño pero poderoso grupo en la sociedad. No asume que la comunicación masiva no pueda cambiar el cómo la gente piensa, o acerca
de qué piensa o su conducta; más bien asume que puede hacerlo y que lo hace. De hecho, no es necesario probar que lo hace; más bien, este acercamiento encuentra los efectos de los medios masivos como evidentes. Rechaza el acercamiento de la ciencia social, quizá, sobre todo, debido a que ha fallado completamente en ver el enorme poder de la comunicación masiva al enfocarse en pequeños efectos conductuales medibles de corto plazo y por su rechazo total a la noción de que la comunicación masiva puede influenciar el cómo pensamos. El método dominante en este tipo de abordaje es el de observar los textos de la comunicación masiva en un intento de demostrar los objetivos de aquellos que están en el poder y los métodos que utilizan para mantener al resto de nosotros en línea. Su tono es crítico y sus métodos son humanísticos, no científicos. De hecho, ellos son humanistas, porque la comunicación es vista como fundamentalmente humana y como algo que hacen los humanos de manera natural a fin de moldear su entorno. El resultado de este movimiento que se aleja del paradigma dominante ha sido el crecimiento de una nueva disciplina, que podríamos llamar comunicación y cultura. Como disciplina, no tiene similitud con aquella disciplina de la comunicación masiva orientada más de manera profesional y científica. Quizá sea justo decir que no sólo es una disciplina diferente, sino que es un paradigma diferente y que éste es fundamentalmente, en este momento, no científico. Así que volvamos a nuestra perspectiva científica social de la comunicación masiva. Es la década de 1980, el paradigma dominante es el de los efectos, y las señales de la crisis ya se dejan ver. No pensamos que los medios tengan muchos efectos en la manera como pensamos. Hemos perdido un buen número de académicos que se han ido a una nueva disciplina. Contamos con un gran cuerpo de investigación que nos dice que la comunicación de masas tiene muy pocos o nulos efectos, a pesar de la creciente evidencia que hay ante nuestros ojos de que la comunicación de masas tiene enormes efectos en cada aspecto de la conducta social y humana. El siguiente signo de crisis —argumento— fue un ataque directo a la noción de que la comunicación de masas no nos dice qué pensar. Aquí tenemos los inicios de lo que yo llamo acercamientos cognitivos o psicológicos al proceso de cómo la gente procesa los mensajes mediados. Este grupo de personas, más que abandonar el abordaje de las ciencias sociales, abandonó la noción de que la comunicación de masas no afecta el pensamiento. En su lugar, sugirieron que la comunicación de masas no debería ser definida en términos de determinismo tecnológico. Ellos argumentaron que las distinciones profesionales y de contenido que eran guiadas por el paradigma dominante, no tenían sentido desde la perspectiva psicológica: más bien, uno debería considerar a las comunicaciones mediadas como mensajes psicológicamente relevantes.
Esa perspectiva, que fue encabezada por Byron Reeves y Esther Thorson, sugirió que la gente tiene cerebros que, desde la perspectiva evolutiva, son muy viejos, los cuales consideran a los mensajes mass-mediados de la misma manera que consideran a los mensajes “reales”, y que las respuestas automáticas y reflexivas de carácter emocional, cognitivo y motivacional que se tienen ante los mensajes de los medios, no difieren inicialmente de aquellas que tienen hacia los mensajes “reales”. En efecto, en principio este acercamiento se consideró como una amistosa enmienda al paradigma dominante, tal como fue demostrado por su aparición en la primera edición del libro Perspectives on media effects (Perspectivas de los efectos de los medios; Bryant & Zillmann, 1986). Entre los capítulos basados en la tecnología, en el contenido y en los efectos, encontramos el capítulo 13 (quizá una desafortunada coincidencia) llamado “Attention to television: Psychological theories and chronometric measures” (Atención a la televisión: Teorías psicológicas y medidas cronométricas). En este capítulo, los autores (Reeves, Thorson & Schleuder, 1986) argumentan que hay una “ausencia de desarrollo programático en la investigación” (p. 251), y que esto se debe a que, a fin de responder a nuestras preguntas de investigación, necesitamos empezar a estudiar “los procesos que están ocultos, y que estas preguntas requieren un examen muy detallado de estudios psicológicos relevantes” (p. 251). Asimismo, estos autores establecen específicamente la necesidad de entender cómo los mensajes de los medios se procesan de manera diferente a los mensajes de la comunicación interpersonal, si es que así fuere. Y argumentan, además, que el tiempo durante el cual se procesa el mensaje —a lo que llaman procesamiento intramensaje— es tan importante, o quizá más, que el simple número de veces que estamos expuestos a los mensajes. Este capítulo cuestionó fundamentalmente los valores de la investigación de comunicación de masas dominante, y esa amenaza fundamental al paradigma dominante hizo que este apartado estuviera ausente de las subsecuentes ediciones del libro, hasta que finalmente reapareció en el año 2010. Sin embargo, durante ese tiempo, la investigación de la perspectiva psicológica se incrementó en frecuencia, amplitud y poder explicativo. Otras señales de su crecimiento incluyen el inicio de una revista —Media Psychology (Psicología de los medios)—; la aparición de libros de texto cuyos títulos enfatizan la importancia de la psicología, tales como el de Richard Jackson Harris, titulado A cognitive psychology of mass communication (Una psicología cognitiva de la comunicación de masas; Harris, 1994, 1999, 2004, 2009), y la existencia de un creciente grupo de académicos, sobre todo jóvenes, que tienen entrenamiento interdisciplinario y que abordan los temas de la comunicación de masas en una manera fundamentalmente diferente de como lo hacen quienes todavía trabajan en el paradigma dominante.
¿Qué diferencias fundamentales en la naturaleza de la comunicación de masas, los métodos y las preguntas en las que hay consenso, se observan en este grupo de académicos? Primero, consideremos la naturaleza fundamental de la comunicación. Recuérdese que he argumentado que el paradigma dominante de los efectos conceptualiza a la comunicación como una fuerza externa de cambio en lo que de otra manera serían sociedades y humanos��������������������������� estables. También he argumentado que el grupo disidente de la comunicación y la cultura, ahora quizás una disciplina por mérito propio, ve a las comunicaciones de masas como expresiones de poder que operan en y dentro de sistemas sociales y humanos relativamente maleables. Tal como se ha desarrollado, pienso que es seguro argumentar que este nuevo y creciente grupo psicológico percibe la comunicación como un desarrollo natural evolutivo que sirve para promover la continuación de la existencia de las especies y de los individuos, ya que intenta adaptarse mediante el cambio a un ambiente impredecible e inestable. Tal afirmación se opone de manera esencial a todo lo que se dice en el paradigma dominante. Primero, el medio ambiente y, por tanto, las sociedades, son vistas como continuamente cambiantes a través del tiempo. En segundo lugar, los humanos son considerados como adaptándose a esos cambios; en otras palabras, los humanos nacen para adaptarse al mundo en el que se encuentran, que equivale a decir que los humanos nacen para cambiar. Por ello es que el mismo bebé colocado en cualquier ambiente tomará la cultura y las normas de ese ambiente en el que se le coloque: el bebé nació para adaptarse. Nosotros no perdemos esa habilidad de adaptarnos a medida que envejecemos y crecemos. La pérdida de adaptabilidad nos destinaría a una muerte temprana al momento de enfrentar el cambio. Y la muerte temprana eventualmente condenaría a las especies a la extinción. Desde esta perspectiva, todos los animales son vistos como continuamente adaptándose al cambiante medio ambiente. Algunos tienen menores maneras de adaptarse que otros, y son los que se ven más afectados por los repentinos cambios en el ambiente; otros animales, los que tienen un ciclo de vida corto, se adaptan genéticamente. Un ejemplo de ello son las polillas en Inglaterra, que en un principio eran blancas para no destacar de los blancos riscos de Dover. Sin embargo, cuando llegó la revolución industrial y los riscos se volvieron grises, dentro de un corto periodo las polillas también adquirieron ese color. Cuando el movimiento ambientalista limpió los riscos, las polillas se volvieron blancas nuevamente. Pero los humanos tenemos un ciclo de vida largo. Si bien nos adaptamos genéticamente, los cambios genéticos significativos en la especie no han ocurrido sino a través de cientos de miles de años. En lugar de ello nos adaptamos a través de la di-
versidad genética de individuos y utilizando nuestro gran lóbulo frontal, que nos permite ejercer un enorme control sobre nuestro entorno y unos sobre otros. Una de las maneras como lo hacemos es comunicándonos. No desarrollamos la comunicación porque sea no adaptativa. No usamos la comunicación para persuadir, para informar, para hacer el amor o para decir bromas, debido a que esas actividades sean no adaptativas o porque la comunicación no sea capaz de influenciar esas actividades. De esta manera, tal como nuestros colegas en el ámbito de la comunicación y la cultura, este grupo disidente cree que la comunicación es fundamentalmente poderosa y adaptativa. Sin embargo, a diferencia de nuestros colegas en el campo de la comunicación y la cultura, creemos que la ciencia puede ser utilizada para entender cómo los mensajes de la comunicación se procesan, cómo ese procesamiento influencia lo que una persona recuerda o lo que elimina de un mensaje, y cómo responde emocionalmente al mensaje. Y creemos que el entendimiento profundo de esta interacción nos permitirá encontrar los mecanismos y los parámetros con los cuales describir las maneras en que la comunicación contribuye a la organización de la conducta. Así, este nuevo entendimiento de la naturaleza fundamental de la comunicación masiva incluye la noción de que tanto la comunicación interpersonal como la masiva son propiedades adaptativas de los sistemas humanos. Los humanos son sistemas cognitivos motivados que están dentro de sistemas sociales, y ambos están cambiando continuamente en el tiempo. Por lo tanto, el abordaje es el de sistemas dinámicos cuyas propiedades pueden ser entendidas, modeladas y utilizadas para predecir futuras conductas. Desde esta perspectiva, toda la noción de los efectos es ridícula (ver por ejemplo, Lang & Ewoldsen, 2010). Un efecto debe de tener un punto inicial, que es estable, y un punto final, que es el cambio. El abordaje de sistemas dinámicos simplemente no puede acomodar esta noción. Más bien es el cambio. Aunque el sistema puede tener estados que son más estables y estados que son menos estables, está hecho para cambiar; y, en efecto, cambia. Los cambios son el resultado de una combinación de presiones ambientales y de estímulos, así como de fuerzas internas, tales como el desarrollo, la educación y los imperativos biológicos. Independientemente de las circunstancias y de la fuente de los estímulos, el sistema siempre está cambiando. De ahí que nuestra meta es entender el modelo y entender el cambio. Nuestra meta es definir la comunicación, no en términos de profesiones (periodismo, publicidad, relaciones públicas); no en términos de contenidos (violentos, sexuales, políticos, persuasivos); y no en términos del medio de transmisión (interpersonal, radio, películas, televisión, la red mundial). En
lugar de eso, debemos redefinir la comunicación en términos de sus características psicológicas relevantes. Pero ¿cuáles son las características psicológicas relevantes? En el marco de este abordaje, varias de ellas han sido sugeridas y han sido investigadas a través de plataformas mediáticas que incluyen movimiento, tamaño, luz, color, cambios discontinuos, velocidad y relevancia motivacional. No es una lista completa, pero se pueden ver las diferencias entre esos tipos de características variables que existen para todos los mensajes y para todos los medios de transmisión —incluyendo la comunicación interpersonal— y otras definiciones de comunicación más prominentes, que sirven para separar las comunicaciones y los medios en especies cualitativamente diferentes y, entonces, explicar cómo estas diferentes especies funcionan para influenciar el cambio. Esta perspectiva —a diferencia de la perspectiva de los efectos que estuvo secuestrada por la teorización de alcance medio— busca desarrollar y, de hecho, espera desarrollar una teoría general de la comunicación —una que finalmente será capaz de predecir la interacción humano-mensaje y será capaz de predecir lo que el receptor del mensaje tomará de esa interacción como función de las características psicológicas relevantes del mensaje; y tal vez será capaz de hacer algunas predicciones acerca de la manera en que, como resultado de esas comunicaciones, se tomarán posteriores decisiones conductuales—. Es interesante hacer notar que una variable psicológica relevante que existe para todos los contenidos y medios es el peso de la exposición. La frecuencia y duración por la cual un mensaje es enfrentado, es —en términos psicológicos— un aspecto extremadamente relevante de cualquier mensaje. Si como animales en un ambiente peligroso fallamos en distinguir la frecuencia con la cual un depredador aparece en esta área, en contraste a cómo lo hace en otra área; o si fallamos en notar la frecuencia con la cual la comida crece en esta colina comparada con aqu�� élla, no sobreviviríamos mucho tiempo. De hecho, las actuales teorías cognitivas sugieren que el conteo de frecuencias es una respuesta automática de un detonador neurológico. Tenemos un conocimiento o un sentido de qué tan seguido nos hemos encontrado con una cosa en un lugar a lo largo de nuestra vida, y ese conocimiento lo hemos logrado sin esfuerzo. Como decía antes, la frecuencia de exposición tal vez es la variable predictiva más exitosa en cualquier teoría de los efectos de la comunicación masiva. Quizás esto se deba a que es casi la única variable psicológicamente relevante que ha sido consistentemente estudiada en nuestro campo. Cualquier otra variable psicológicamente relevante ha perdido su cualidad de variable en el paradigma actual.
Pero ¿a qué me refiero con que perdió su cualidad de variable? Lo que quiero decir es que, más que sostener y estudiar lo que ocurre a lo largo de un amplio rango de variables psicológicamente relevantes, las dividimos en categorías y niveles, y luego usamos esas categorías para definir un medio específico, un mensaje o una persona a quien se pueda aplicar esta teoría de mediano alcance. Así, las variables psicológicamente relevantes han sido separadas de su continuo, y en lugar de ser manipuladas en la amplitud de su rango para entender la comunicación interactiva, se utilizan para crear especies de medios y de mensajes que puedan ser estudiados (cursivas en el original). Por ejemplo, tomemos la relevancia motivacional, una variable psicológica adaptativa extremadamente poderosa que está casi ausente de manera total en nuestro campo. ¿Por qué? Primero, ¿qué quiero decir con relevancia motivacional? Desde la perspectiva evolutiva, que es fundamental para este nuevo abordaje de la comunicación, la relevancia motivacional es el alcance por el cual un estímulo dado es una amenaza o una oportunidad. Amenazas motivacionales básicas incluyen el ataque, los depredadores y otros tipos de peligro físico. Oportunidades básicas incluyen la comida y el sexo. La habilidad para evitar la amenaza y aprovechar las oportunidades aumenta el éxito del individuo y la sobrevivencia de las especies. Por esta razón, en nuestro chasis físico se encuentran fuertemente integrados sistemas motivacionales diseñados por la evolución para animar las conductas defensivas y de acercamiento, sistemas que de manera oculta y automática guían nuestras interacciones con nuestro ambiente, incluyendo el medio ambiente mediático. Pero en el paradigma típico, que estaba guiado por los estudios de efectos, la relevancia motivacional no es una variable, es un tipo de contenido. Aquellos que estudian la violencia están estudiando el tipo de contenido que contiene básicamente información motivacional acerca de amenazas. Este es un tipo de contenido que de forma automática activa un sistema motivacional defensivo, que tiene efectos predecibles —aunque no del todo entendidos— sobre el proceso de almacenamiento y procesamiento de información y sobre sobre la manera de utilizar esa información para posteriores tomas de decisión. Sin embargo, al estudiar este tipo de contenido en sí mismo, separado de otros tipos de contenido motivacionalmente relevante y de contenido que no lo es, fallamos en reconocer la naturaleza y el alcance de estas influencias en la conducta humana. También, desde este nuevo acercamiento, ganamos una concepción de la comunicación en tanto interacción entre un mensaje y un humano que forman parte de un medio ambiente a lo largo del tiempo. Entonces, la comunicación no es el mensaje y no es lo que el humano recibió, sino la interacción del humano, el mensaje y el ambiente en el tiempo. Como científicos, nuestra meta es lograr entender
a profundidad esa interacción a lo largo del tiempo: entender las cosas que ocurren de manera automática y por reflejo; entender cómo las diferencias individuales influyen en el resultado de los procesos automáticos y de reflejo; entender cómo la información se selecciona del ambiente (incluyendo el mensaje) y cómo esa información se almacena en tanto función de variables psicológicamente relevantes; y entender cómo diferentes tipos de ambientes alteran la interacción. Cabe hacer notar aquí que las investigaciones recientes en el campo, en particular la investigación acerca de los nuevos medios, se ha enfocado en la interactividad como una variable clave. Sin embargo, se equivocan al sugerir que la interactividad es una variable importante: más bien la interactividad es un aspecto importante de la naturaleza fundamental de la comunicación. Los humanos interactúan continuamente con su medio ambiente; de hecho, cuando se les evita interactuar (por ejemplo, a través de la privación sensorial) se vuelven locos. Entonces, una vez que entendemos esto, podemos observar cómo diferentes tipos y formas de interacción —y no la ausencia de interacción— juegan un papel primordial en la dinámica del sistema. En resumen, lo que resulta de este nuevo acercamiento al estudio de la comunicación de masas es fundamentalmente una nueva concepción de la comunicación; una nueva serie de métodos que son más que nada cognitivos, matemáticos y experimentales; y un nuevo acuerdo acerca de las preguntas fundamentales de investigación en comunicación. Lo que antes se usaba para definir la comunicación (el medio, la meta del emisor o el contenido) son variables en una nueva teoría general de la comunicación. Nuestra pregunta primaria no es si la comunicación tiene algún efecto. De hecho, mientras que todavía podamos hablar de efectos, en este nuevo acercamiento tales efectos son continuos, y la comunicación masiva —como cualquier otro estímulo del medio ambiente— tiene el poder de provocarlos. En lugar de eso, nuestras preguntas demandan: a) que identifiquemos y entendamos las características psicológicas relevantes que existen en todos los medios actuales y los que se vayan desarrollando; b) que definamos todos los diversos contenidos de los mensajes mediados y no mediados en términos de su relevancia psicológica, no en términos de su contenido u objetivo; c) que, a medida que identificamos estas variables, aprendamos cómo ellas tienen influencia en las respuestas motivacionales, afectivas y cognitivas dentro del sistema motivado de procesamiento cognitivo de información que es el ser humano, y d) que exploremos cómo esa interacción es influida por el ambiente.
Debemos entender cómo las variaciones en la relevancia motivacional o en las características estructurales que provocan la atención, o en el ritmo en el que se presenta el mensaje, o en el ambiente en el que se percibe, influyen sobre qué aspectos del mensaje serán seleccionados para un procesamiento posterior, o qué tan bien se almacenan esos aspectos del mensaje y cómo se constituyen su accesibilidad, relevancia e influencia posteriores en el tiempo, cuando una persona está tomando una decisión acerca de cómo actuar. Llegar al nuevo paradigma no significa que debemos descartar aspectos sociales relevantes acerca de cómo ciertos tipos específicos de contenidos pueden influir en los pensamientos y en la conducta. Más bien nos permite empezar a entender los mecanismos por los cuales el contenido en el mensaje mediado es transferido a la memoria de una persona y después está disponible para esa persona cuando se involucra en una acción. En este paradigma ya no estamos limitados a la simple observación empírica. Nuestros resultados no tienen que ser generalizaciones empíricas. En lugar de ello, con base en los aspectos psicológicamente relevantes de los medios en conjunto con las diferencias individuales psicológicamente relevantes, deberíamos —con el tiempo— ser capaces de predecir mucho más que 3% de la varianza en tiempo real de procesamiento; y al examinar las variables psicológicamente relevantes como la frecuencia, la intensidad y el patrón de exposición, tendríamos que poder predecir su impacto en las conductas futuras. Tampoco debemos descartar nuestro interés o nuestro enfoque en la conducta. Más bien, a medida que entendamos la interacción con el mensaje y empecemos a entender cómo la interacción en tiempo real entre el humano y el mensaje se relaciona con la posterior disponibilidad de información de ese mensaje, podremos empezar a predecir qué tipos de productos harán que la información sea más accesible y tenga más posibilidad de ser consultada por más gente en el momento de actuar. También, podemos empezar a preguntarnos eso mismo para diferentes grupos de personas. Sin embargo, aquí nuevamente, el cambio en la naturaleza fundamental de la definición conceptual de comunicación demandará el consecuente cambio en nuestra selección de las diferencias individuales. Las variables de diferencia individual que son importantes no serán las mismas que eran relevantes en el viejo paradigma. La gran mayoría de la investigación en comunicación masiva realizada bajo el paradigma de los efectos se ha enfocado en diferencias individuales relativamente estables y socialmente relevantes, tales como el ingreso, la educación, el género o la raza, muchas de las cuales son variables que contribuyen a nuestra es-
tabilidad como individuos y a tener nuestro lugar en la estable sociedad. Dentro de este nuevo paradigma, las diferencias individuales de importancia serán aquellas que influyen en la respuesta psicológica, emocional y motivacional. Hemos visto ya algunas de esas variables emerger en el campo, tales como la necesidad de cognición, la inteligencia emocional y la reactividad motivacional. Estas variables influirán en el sistema tanto mientras una persona interactúa con el mensaje, como después, cuando una persona se prepara para una acción relacionada. Estas son variables que influyen en los patrones de estabilidad e inestabilidad en la interacción mensaje/humano/ambiente. Por esa razón, estas diferencias individuales habrían de vincular firmemente el mensaje que está involucrado en tiempo real en la interacción, con las acciones que de ella se proyecten. He dado poco espacio al cambio en la metodología que considero vendría con el nuevo paradigma, quizá porque pienso que los cambios metodológicos se ven mucho más fácilmente que los cambios en los supuestos fundamentales; sin embargo, de forma breve diré que, así como en el viejo paradigma, el acercamiento metodológico continuará siendo científico social, aunque quizá con menos énfasis en lo social, y más en lo científico. Los datos que querremos recolectar serán obtenidos tal vez con más dificultad que en el viejo paradigma. Si nuestra meta es estudiar el procesamiento oculto, reflejo y automático, no podemos preguntar a nuestros sujetos qué o cómo piensan. El método de encuesta, aunque puede ayudar para sugerir áreas en las que podríamos buscar mecanismos de procesamiento y cambio, no nos puede dar acceso a los mecanismos de procesamiento, respuesta emocional, motivación, accesibilidad de la memoria, etcétera. Más bien necesitaremos métodos que puedan rastrear procesos ocultos, automáticos y reflejos. De hecho, desde la década de 1980 hemos empezado a incorporar seriamente en nuestro campo metodologías experimentales que fueron tomadas prestadas de la psicología, de la ciencia cognitiva y de psicofisiología. El uso de estos métodos está creciendo y su capacidad para decirnos cosas sorprendentes acerca de cómo se procesan los mensajes ha sido casi aceptada; no obstante, futuras innovaciones metodológicas puede que sean más difíciles que las del pasado. Redefinir la comunicación como un aspecto fundamental y natural de sistemas dinámicos anidados dentro de un ambiente al cual se adaptan requerirá que dejemos de mencionar nada más “de dientes para afuera” el concepto de tiempo, y que aceptemos de modo absoluto que necesitamos medir todo a lo largo del tiempo. El medir diacrónicamente, sin embargo, producirá enormes cantidades de datos que no pueden ser sujetos a estáticos análisis estadísticos estándar.
El futuro nos demandará un entendimiento de la teoría de sistemas dinámicos acoplada con destrezas para construir complejos modelos cognitivos, emocionales y motivacionales respecto de la interacción de un mensaje y el humano que lo encuentra (nuestros colegas de la comunicación interpersonal pueden tener una tarea mucho más difícil, ya que necesitarán modelar la interacción de dos humanos que simultáneamente producen, emiten y procesan mensajes). La necesidad de acercamientos interdisciplinarios y equipos colaborativos apenas está empezando. Aquellos días en que no necesitábamos aprender programación o construir modelos, o en que no necesitábamos un laboratorio con soporte técnico y con compleja maquinaria que midiera varios tipos de respuestas ocultas, puede estar llegando a su fin. Es más, este puede ser el mayor obstáculo en el progreso de este nuevo enfoque. Aún hoy, mientras que los jóvenes académicos en el nuevo paradigma desarrollan y tratan de publicar sofisticados modelos de interacción mensaje-humano, o de conducta posterior de toma de decisiones, los revisores y los editores batallan con la complejidad y la dificultad de los artículos y expresan su preocupación de que los públicos de las revistas especializadas en comunicación no puedan entender o no se interesen en este tipo de investigación. Así que, ¿de aquí a dónde vamos? Sólo el tiempo lo dirá. Sin embargo, no creo que la disciplina pueda sobrevivir mucho tiempo más como ciencia si continuamos teniendo únicamente una variable independiente exitosa (el peso de la cobertura) o un resultado generalizable (esto es, que los medios tienen pocos, débiles, pero persistentes efectos en la conducta de la gente). Encuentro este estado de cosas no sólo desalentador, sino absolutamente inexplicable cuando miro el mundo que me rodea. Veo a los medios influyendo en la conducta de la gente en todo lugar al que volteo. Veo a la sociedad cambiando de forma fantástica en función de los medios y de su contenido. Como aquellos que se unieron a las filas de la disciplina de la cultura y la comunicación, ya no puedo soportar las conclusiones de mi propio paradigma, ni puedo verle sentido o valor a mucha de la investigación que se hace bajo su (destartalada) sombrilla. Sin embargo, a diferencia de aquéllos, creo que la ciencia nos puede ayudar a entender el poder de todos los mensajes, en todos los medios, en toda la gente, en todos los contextos. Debemos tener teorías que fácilmente incorporen a los nuevos medios, más que tratar de hacer una nueva teoría cada vez que surge un nuevo medio. Creo que si la comunicación de masas va a crecer como ciencia, deberemos acoger las dificultades que se nos enfrenten. Debemos aprender a entender a la comunicación como un aspecto fundamental, dinámico y natural de la adaptación humana al ambiente. Debemos entender a la comunicación masiva simplemente
como una extensión de lo que hacen los humanos, aunque una muy importante. Debemos redefinir los medios en términos de variables humano-céntricas. Debemos entender cómo las variaciones en la producción de un mensaje influyen en cada aspecto de la conducta humana. El futuro es temible, pero creo que también es brillante. Referencias Bryant, J. & Zillmann, D. (1986). Perspectives on media effects, Hillsdale, Nueva Jersey: Erlbaum. Delia, J.G. (1987). Communication research: A history (pp. 20-98). Newbury Park, California: Sage. Harris, R.J. (1994). A cognitive psychology of mass communication (2a. ed.). Hillsdale, Nueva Jersey: Erlbaum. Harris, R.J. (1999). A cognitive psychology of mass communication (3a. ed.). Mahwah, Nueva Jersey: Erlbaum. Harris, R.J. (2004). A cognitive psychology of mass communication (4a. ed.). Mahwah, Nueva Jersey: Erlbaum. Harris, R.J. (2009). A cognitive psychology of mass communication (5a. ed.). Nueva York, Nueva York: Routledge. Kuhn, T.S. (1996). The structure of scientific revolutions (3a ed.). Chicago: University of Chicago Press. Lang, A. & Ewoldsen, D. (2010). Beyond effects: Conceptualizing communication as dynamic, complex, nonlinear, and fundamental. En S. Allan (ed.), Rethink ing communication: Keywords in communication research (pp. 111-122). Cresskill, Nueva Jersey: Hampton Press. Livingstone, S. (1996). On the continuing problems of media effects research. En J. Curran & M. Gurevitch (eds.), Mass media and society (2a ed., pp. 305-324). Londres: Edward Arnold. Lowery, S. & DeFleur, M.L. (1983). Milestones in mass communication research: Media effects. Nueva York, Nueva York: Longman. Lowery, S. & DeFleur, M.L. (1988). Milestones in mass communication research: Media effects (2a ed.). Nueva York, Nueva York: Longman. Lowery, S. & DeFleur, M.L. (1995). Milestones in mass communication research: Media effects (3a ed.). White Plains, Nueva York: Longman. Mccombs, M.E & Shaw, D.L. (1972). Agenda-setting function of mass media. Public Opinion Quarterly, 36(2), 176-185.
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Justicia ambiental. Entre la utopía y la realidad social Enviromental justice. Between utopia and social reality Sonia J. Ramírez Guevara (sojuragu@hotmail.com) María G. Galindo Mendoza (ggm@uaslp.mx) Carlos Contreras Servín (coser@uaslp.mx) Universidad Autónoma de San Luis Potosí Resumen: El movimiento de la justicia ambiental surge para hacer valer la aplicación del derecho a la salud y a un medio ambiente sano para los ciudadanos, como una concepción de reivindicación social, un nuevo paradigma que da certeza y equilibrio sobre la distribución de las implicaciones ambientales positivas o negativas en un territorio determinado. Sin embargo, con el paso del tiempo, la justicia ambiental aparentemente ha sido desarraigada del imaginario político, jurídico, administrativo y social, pues no obstante que ha sido insertada en documentos legislativos, programas gubernamentales y en el ámbito de las estructuras orgánicas de entidades públicas, en la realidad no se reflejan los postulados que dieron vida al movimiento, y como ejemplo se plantea el caso de estudio en el que se evidencia que a treinta años del nacimiento de la justicia ambiental, aún hay mucho por hacer para que ésta verdaderamente sea aplicada en nuestra vida cotidiana. Palabras clave: justicia, justicia ambiental, responsabilidad, ambiente, residuos. Abstract: The environmental justice movement arises to enforce the implementation of the right to health and a healthy environment for the citizens, as a conception of social claim, a new paradigm that provides certainty and balance on the distribution of the positive environmental implications or negative in a given territory. However, with the passage of time, environmental justice apparently has been uprooted from the political, legal, administrative and social imaginary, and although it has been inserted in legislative documents, government programs, and in the field of organizational structures of public entities, in reality does not reflect the principles that gave birth to the movement and, as an example, a study case is shown where is proven that thirty years after environmental justice’s birth, there is still so much to do to really apply it. Keyswords: justice, environmental justice, responsibility, environment, waste. Fecha de recepción: 10 de febrero de 2014 Fecha de aceptación: 20 de agosto de 2014
Época II - Vol. III - Núm. 1 / enero-junio de 2015 ISSN 1870-1191
Sonia Ramírez, María Galindo y Carlos Contreras / Justicia ambiental / págs. 225-250
Sonia J. Ramírez Guevara Mexicana. Maestra en ciencias ambientales por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente es estudiante de doctorado de los programas multidisciplinarios de posgrado en ciencias ambientales en la misma universidad. Realiza investigaciones referentes a temas de: justicia ambiental, manejo de residuos, normativa y regulación ambiental, así como derecho ambiental internacional. María G. Galindo Mendoza Mexicana. Doctora en geografía por la Universidad Autónoma de México. Actualmente se desempeña como profesora-investigadora en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Trabaja temas referentes a: análisis espacial y bioecogeografía, impacto ambiental y desastres naturales (fitosanitarios), apoyados en geotecnología pr (percepción remota) y sig (Sistema de información geográfica), así como ecopolítica Internacional. Carlos Contreras Servín Mexicano. Doctor en geografía por la Universidad Autónoma de México. Actualmente se desempeña como profesor-investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Trabaja temas referentes a geografía histórica y urbana, historia del clima y cambio climático, así como ordenamiento territorial y ambiental.
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Introducción El ambiente es proveedor de materia prima, insumos, así como de fuentes de energía (Rosell, 2007) para todas las actividades productivas del hombre. Sin embargo, al ejercer presión sobre él, se causa un daño que probablemente pueda ser irreparable, y las consecuencias ser�������������������������������������������������� án sufridas por el mismo hombre.������������������ Desde 1968 se remarcaba el problema del crecimiento indefinido y sin control, al plantearse Hardin que la solución sería la aplicación de una política de coerción mutua, basada en el control y la gestión de los comunes, entendidos como los bienes para los cuales no existe derecho de propiedad y se consideran de propiedad conjunta. El problema no sólo se circunscribe a temas de carácter productivo o industrial, ni tampoco a cuestiones de tipo poblacional. Se podría pensar que paradigmas tales como la contaminación son generados directamente por estas actividades. Pero no es así. Como señalan Vásquez y Salgado (2009), los modelos de ciudad también inciden en la problemática; por ejemplo, en las ciudades latinoamericanas, el modelo predominante es el de ciudad fragmentada, la cual conlleva la constitución de paisajes urbanos complejos y heterogéneos, en los que las distancias entre espacios ocupados se ha ido reduciendo y existe una mezcla entre los distintos grupos socioeconómicos, con el consecuente cambio de segregación socioespacial. Otra cuestión a revisar es la manera en cómo ha sido abordada la problemática, pues se ha planteado desde posturas centralizadas. Como menciona Brañes (en Robles, Carabias y Arellano, 2008), ésta debe abordarse desde una perspectiva regional; partir de la gestión ambiental y plantear políticas específicas delineadas por el contexto regional, aunadas al uso de herramientas tecnológicas diversas usadas por los planificadores urbanos en la toma de decisiones (Esnard, Gelobter & Morales, 2004), debido a que una adecuada planificación ha de propiciar políticas aplicables al sitio específico, e integrará temas relativos a la participación social; sobre todo, abordará las necesidades de la sociedad en términos de lo que se conoce como justicia ambiental. Lo anterior debe darse no solamente desde una perspectiva teórica. El objetivo sería llegar a alcanzar su aplicación mediante la implementación de esquemas de acceso a la justicia ambiental, para lo cual es necesario considerar que este paradigma ha de ir de la mano de los metajurídicos —como política, cultura, economía y urbanismo—, que pueden desmembrarse en otros tópicos de interés como el sistema de clases, crecimiento urbano, racismo y vivienda, entre otros, que habrán de mostrarnos un panorama más amplio de lo que realmente implica la justicia ambiental.
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Origen de la justicia ambiental El movimiento por la justicia ambiental surge en Estados Unidos en la década de 1980, como resultado de un movimiento popular en contra de la instalación de un vertedero de policlorobifenilos en la provincia de Warren, Carolina del Norte, la cual era habitada en su mayoría por gente de color, quienes al verse rebasados por la decisión gubernamental, optaron por las protestas de resistencia pacífica para que se respetase su derecho a la salud y a un medio ambiente sano, comenzando a acuñarse el término de justicia ambiental. Cabe mencionar que las protestas se caracterizaban porque sus integrantes eran de color y estaban apoyados por entidades religiosas, lo que motivó, asimismo, el inicio del uso del término racismo ambiental, porque se consideraba denigrante la ubicación de ese vertedero (y de muchos otros) en zonas habitadas por afroamericanos de bajos ingresos (Bennet, 2004; Bowen, 2002; Faber & McCarthy, 2001; Honberg & Pauli, 2007; Huang, 2012; Maureen & Collen, 2011; Ortega, 2002; Pearce, Richardson, Mitchell & Shortt, 2010; Pedersen, 2011; Wende, 2013). Bajo la premisa del racismo ambiental, estos movimientos incitaron a otras comunidades a alzar la voz, reportándose protestas en Los Ángeles, Nueva York y desde Houston hasta Chicago, en las cuales ya no solamente participaban personas de color, sino también agrupaciones hispanas (Bennet, 2004; Ortega, 2002) Fue a partir de ese momento que se comenzó a integrar el concepto de justicia ambiental, entendida como la reivindicación de derechos por actividades contaminantes, en virtud de que se había evidenciado que en las comunidades de bajos ingresos existía un desproporcionado riesgo ambiental y en salud (Eckerd & Keeler 2012; Esnard, Gelobter & Morales, 2004; Grineski & Collins, 2008; Mohai & Saha, 2006; Wu & Heberling, 2013; Zaferatos, 2006). Pero el movimiento fue más allá e involucró aspectos vinculados a la salud, trabajo, uso de la tierra, transporte, vivienda y distribución de recursos, entre otros, de tal manera que la ideología se transfiguró de ser netamente racial a un movimiento pluricultural, conservando entre sus fundamentos el hecho de que los grupos con menores ingresos eran, por lo general, los más afectados (Honberg & Pauli, 2007; Johnson & Niemeyer, 2008; Ortega, 2002), por lo que la justicia ambiental se convierte en manifestación de reivindicación legal, de derechos humanos y prerrogativas de carácter social, económico, laboral y de desarrollo humano. Tras su eclosión, la justicia ambiental comenzó a transgredir las fronteras del dominio popular para ser invocada en el discurso político-administrativo como parte toral de conferencias, como la liderada por los investigadores y activistas
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Bunyan Bryant y Paul Mohai en la década de 1990. Además, se incorporó al lenguaje operativo al constituirse áreas específicas en organizaciones gubernamentales y no gubernamentales con los vocablos justicia ambiental en su nombre, como la creada por la Agencia de Protección Ambiental (epa, por sus siglas en inglés) (Bennet, 2004; Ortega, 2002). En 1994, la aceptaci��������������������������������������������������������� ón del término se había hecho ��������������������������� tan evidente que logró permear en los círculos gubernamentales más altos, cuando el presidente Bill Clinton firmó la Ley 12898, denominada “Acciones federales para lograr la justicia ambiental en las poblaciones minoritarias y de baja renta” (Faber & McCarty, 2001; Fisher, Kelly & Romm, 2006; Ortega, 2002; Zaferatos, 2006), en la que se pretendía abatir la disparidad entre comunidades, adoptando para ello los postulados de la justicia ambiental plasmados en los 17 principios de la justicia ambiental1 emitidos en la Cumbre de Liderazgo Ambiental de la Gente de Color en 1991 (Pedersen, 2011; Riechmann, 2003). Dichos principios pueden visualizarse en la figura 1, en la que esencialmente detectamos dos ejes: la elaboración de las políticas públicas y la sustentabilidad, que habrán de servir de interfaz para lograr el reconocimiento de la autodeterminación de los pueblos, así como la interdependencia de las especies, lo que nos lleva a la consecución de la participación en los procesos de toma de decisiones. Para ello es preciso contar con políticas urbano-rurales que nos permitan conocer y delinear las diferencias para adecuar las propuestas a cada zona particular (Velásquez, 2005), crear ambientes laborales sanos, tener un apropiado sistema para la protección de los derechos de las víctimas de las injusticias ambientales y eliminar los focos de contaminación, como producción de toxinas y emisión de gases, entre otros, rechazando, por tanto, la operación de complejos multinacionales, al igual que la ocupación militar, vista como herramienta de explotación y degradación ambiental, en virtud de que todo individuo ha de gozar de aire limpio, agua y suelo, así como los alimentos, para lo cual el ser humano ha de ser sensible en cuanto a la producción de residuos y el consumo. Por lo tanto, la epa, para armonizarse con estas disposiciones, desarrolló la estrategia de justicia ambiental, en la que se promovía la igualdad de tutelas normativas para evitar la discriminación basada en raza, etnia o estatus socioeconómico, y para que las comunidades afectadas tuvieran la posibilidad de participar, externar sus inquietudes y fuesen reflejadas en el proceso de toma de decisiones (Zaferatos, 2006). Los principios de justicia ambiental pueden ser consultados en la página web http://www.ejnet. org/ej/principles.html 1
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Sonia Ramírez, María Galindo y Carlos Contreras / Justicia ambiental / págs. 225-250 Figura 1. Principios de justicia ambiental
Fuente: Elaboración propia, basada en http://www.ejnet.org/ej/principles.html, consultado el 7 de agosto de 2013.
Posteriormente, la justicia ambiental fue adoptada de manera favorable en otros países, por ejemplo: Sudáfrica, donde se planteó el concepto en su ley ambiental base, promovido por los grupos vinculados a la lucha contra el apartheid desde la visión ambiental; Brasil, donde se configuró la Red Brasileña de Justicia Ambiental y se incorporaron, además, disposiciones legales en ese sentido; en Alemania se estableció el Programa de Acción para el Ambiente y Salud de Rhine-Westphalia, y se consideraron diversas cuestiones inherentes a la justicia ambiental, sobre todo en relación con las diferencias espaciales en calidad ambiental y exposición al riesgo (Honberg & Pauli, 2007; Pedersen, 2011); en el Reino Unido, en el año de 1999, se elaboró por parte de Los Amigos de la Tierra, una investigación en la que se planteaban aspectos de justicia ambiental y se exponía la correlación existente entre los bajos ingresos y la proximidad de complejos contaminantes, lo cual evidenció que la pobreza se vinculaba a una mala calidad del aire, en perjuicio de los habitantes de la zona (Pedersen, 2011). En México, desde finales de la década de 1960, los debates giraron en torno a cuestiones socioambientales dirigidas al campesinado. Sobresalen los trabajos de Leff (en Durand, Figueroa y Guzmán, 2011) exponiendo la irracionalidad de la apropiación de la naturaleza debido al capitalismo, y la necesidad de usar sistemas productivos más benignos, como el manejo tradicional. En la década de 1980, las
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discusiones se encauzan a los modelos de desarrollo, enlazando la crisis social y ambiental del sector rural con el abandono de la agricultura y el fracaso del modelo tecnológico. En tanto que en la década de 1990 los trabajos de antropólogos y sociólogos vienen a dar nueva luz a la perspectiva ambiental al analizar los problemas de organización y participación social vinculados al uso y conservación de los recursos naturales, a los que identifican como problemas de acción colectiva. A su vez, diversos autores realizaron estudios enfocados en cuestiones de tiraderos de basura, invasiones de áreas de conservación, la dinámica del flujo de información forestal y bioprospección. ¿Qué es la justicia ambiental? En principio, debemos tener claro que el ambiente es un bien difuso, el cual no es posible cuantificar o tasar económicamente, aunado a las limitaciones de su conceptualización por cuestiones epistemológicas, semánticas o filosóficas (Martínez y Rosenfeld, 2004) razón por la que, al establecer un concepto de justicia ambiental, es preciso hacerlo desde la perspectiva de la complejidad, considerando las variables que convergen en su ámbito espacial de validez. La justicia ambiental incluye elementos sociales y medioambientales en su esfera de aplicación, y como señalan Arriaga y Pardo (2011), este concepto reconoce la desigualdad en la distribución espacial y social, y por lo general son los grupos identificados con perfiles socioeconómicos bajos los que sufren de una mayor carga de impactos ambientales. Y coincido con estas autoras cuando señalan que definir la justicia ambiental resulta por demás complejo, debido principalmente a la inclusión de factores sociales, culturales, políticos y económicos. Aunque existen diversas definiciones, una que nos permite vislumbrar sus alcances es la de Bryant (en Arriaga y Pardo, 2011), quien señala que “se refiere a las normas y los valores culturales, reglas, reglamentos, conductas, políticas y decisiones de apoyo a comunidades sostenibles, donde la gente puede interactuar con la confianza de que su entorno es seguro, cuidado y bien protegido”. Como podemos notar, este concepto nos ofrece varios elementos: los normativos o regulatorios en torno a la acepción que reglamenta la conducta de los hombres, pero a su vez inserta en este estatuto las posturas políticas imperantes y la participación de la comunidad, dejando, por último, clara la relación del hombre con la naturaleza, lo que en términos generales conocemos como el derecho a un medio ambiente sano; sin embargo, la conceptualización es mucho más profunda y con tendencias holísticas.
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Para Sarokin y Schulkin (1994) el concepto gira en torno a que ciertas poblaciones: 1) tienen mayor riesgo de contaminación ambiental; 2) sufren más perjuicios ambientales, y 3) se les excluye del proceso de elaboración y toma de decisiones. Por otro lado, autores como Towers y Wenz (en Moreno, 2010) mencionan que la justicia ambiental se aplica a la escala humana y vinculan su conceptualización con la justicia distributiva, en el sentido de que los impactos deberían de estar repartidos equitativamente, apelando a la participación social en torno a esta repartición y los procesos de toma de decisiones. Por su parte, la epa señala que la justicia ambiental es “el trato justo y la participación significativa de todas las personas sin distinción de raza, color, origen o ingresos en relación con el desarrollo, la implementación y el cumplimiento de leyes, reglamentos y políticas” (Wende, 2013). Valdivieso (2005) dice que la justicia ambiental se vincula a la distribución desigual de males ambientales y el acceso a los recursos, exclusión (por ingresos), calidad y responsabilidades, pero, a la vez, pone en el escenario un nuevo paradigma de la justicia ambiental, al hablar de la distribución desigual de la resiliencia social, identificando los daños ambientales con desastres construidos socialmente. Para Dobson (en Riechmann, 2003), un aspecto crucial al hablar de la justicia es la sustentabilidad, en la que habrán de distinguirse tres concepciones: 1) el capital natural crítico, entendido como el mínimo capital natural necesario para la producción y la vida humana; 2) la irreversibilidad de bienes naturales cuya pérdida es definitiva, y 3) el valor natural, la naturaleza en su conjunto. Una postura distinta es la planteada por Riechmann (2003), quien identifica a la justicia ambiental con la ecológica, al mencionar que ésta no tiene que ver solamente con la distribución de bienes y males ambientales vinculados al ser humano, sino entre éste y la totalidad de seres vivos, e invoca lo preceptuado en los principios 1 y 3 de los principios de justicia ambiental que exponen la unidad ecológica e interdependencia de todas la especies, así como el derecho al uso ético, equilibrado y responsable de la tierra y los recursos en pro de un planeta sostenible. Es claro que entre las concepciones planteadas existen similitudes y diferencias, por lo que, como señala Bowen (2002), es necesaria la inversión en adquisición de datos y elaboración de análisis, porque definir los límites y alcances de la justicia ambiental no es un asunto menor debido a las implicaciones y variables que maneja. Al respecto, Hiskes (2006) plantea que ésta ha de reflejarse en la solución de problemas vinculados a limpieza del aire, agua y suelo, entre otros aspectos, pues trata de equilibrar las cargas de la contaminación, el desarrollo nocivo, y evitar el agotamiento de los recursos. Su alcance no debe limitarse a planteamientos técni-
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cos y operativos, sino que, además, habrá de fortalecer la estructura para vincularla a aspectos torales como la responsabilidad (Ponce, 2012), reforzando las sanciones y sensibilizando a los ciudadanos del respeto a la naturaleza, y al hacerlo se protegerán los intereses de la colectividad (Adshead, 2013). Por esto, conviene analizar un poco los conceptos planteados a efecto de establecer coincidencias entre ellos y poder dilucidar qué entendemos por justicia ambiental (véase figura 2). Podemos notar que entre las particularidades y coincidencias se encuentra, en primer término, la exclusión por cuestión de ingresos en los procesos de toma de decisiones, lo que se vincula a la equidad y la igualdad, que si bien son conceptos distintos, se encuentran inmersos en los planteamientos de todos los autores. Asimismo, estas cuestiones tienen incidencia en las de vulnerabilidad, susceptibiFigura 2. Elementos conceptuales de la justicia ambiental
Fuente: Elaboración propia.
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lidad y riesgo, en el sentido de que al exponer un determinado grupo poblacional a un escenario de injusticia, se vuelve objeto de esa situación en particular y otras muchas más. A efecto de eliminar tal disparidad entre la distribución de los daños o males ambientales, se habla del fortalecimiento de la participación. Pero para lograrlo debe involucrarse a los interesados en la formulación y elaboración de la políticas públicas que habrán de aplicarse en forma de lineamientos, leyes o reglamentos, de manera que estos ordenamientos sean sensibilizados y se inserten en ellos todos los aspectos que los ciudadanos consideran pueden vulnerar su salud y entorno. Otro aspecto relevante es el de la sustentabilidad, en el sentido de que la explotación de los recursos ha de llevarse a cabo de manera racional y pensando en la afectación que pueda causarse al ambiente y a los individuos como colectividad (Millner, 2011). Y por último, en el daño o mal ambiental, debe ser tomado en consideración el nivel de exposición, afectación y las implicaciones en salud y en el ambiente, para que éste se distribuya adecuadamente. En México, la justicia ambiental se ha abordado de manera muy general desde la perspectiva jurídica, partiendo de lo dispuesto en el artículo 4º constitucional, en el cual se establece el derecho a un medio ambiente sano para el adecuado bienestar y desarrollo (cpeum, 2014), con lo que se atiende a los compromisos contraídos en instrumentos internacionales como las Convenciones de Estocolmo (1972), Río (1992) y Johannesburgo (2002), así como el Informe Brundtland (1985), en los que se generaron diversos instrumentos internacionales para consignar medidas para la protección y conservación del ambiente. Asimismo, en nuestro país, la Ley General del Equilibro Ecológico y la Protección al Ambiente (lgeepa, 2014) establece los lineamientos básicos sobre el cuidado y protección del ambiente, determinando, a su vez, las competencias entre los diferentes niveles de gobierno, y en conjunto con la legislación general en materia de vida silvestre, forestal, manejo integral de residuos y responsabilidad ambiental, así como sus respectivos reglamentos, han sentado las bases fundamentales del derecho ambiental en México y, por supuesto, de lo que conocemos como justicia ambiental, ya que se han establecido los procedimientos para la verificación del cumplimiento de la normativa por medio de figuras jurídicas específicas para evitar que se cause o se siga causando un daño al ambiente, insertando sanciones y medidas cautelares. En ese mismo orden de ideas, el artículo 1º de la ley invocada específica de forma expresa cuál norma debe propiciar el desarrollo sustentable al establecer,
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entre otras cosas, las bases para el aprovechamiento sustentable, preservación y, en su caso, restauración del suelo, el agua y demás recursos naturales, previniendo la contaminación, por lo que para reforzar tales disposiciones, en el artículo 3º se enuncian las bases conceptuales que fundamentan lo contenido en la ley. En tal sentido, se entiende como aprovechamiento sustentable “la utilización de los recursos naturales en forma que se respete la integridad funcional y las capacidades de carga de los ecosistemas de los que forman parte dichos recursos, por periodos indefinidos”, lo cual encaja perfectamente con lo que se ha mencionado en cuanto a los postulados de la justicia ambiental, reforzándose con la definición de desarrollo sustentable, al identificarlo con un proceso a través del cual se evalúa mediante criterios e indicadores ambientales, sociales y económicos para el mejoramiento de la calidad de vida y productividad partiendo de medidas que beneficien el equilibrio ecológico, la protección al ambiente y los recursos naturales, evitando comprometer la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras (lgeepa, 2014). Principios de justicia ambiental De acuerdo con lo planteado previamente, el paradigma de la justicia ambiental debe perseguir la distribución equitativa considerando los efectos ambientales negativos, así como las implicaciones positivas y la distribución equitativa de los impactos (Warner, 2002). Lo anterior permite inferir que la justicia ambiental también estará influida por aspectos culturales, nivel de vida, empoderamiento y algunos otros. Pero otro aspecto por demás trascendente es el del género, pues en razón de éste también se delinean las desigualdades, ya sea en cuestiones de ingreso, político, de estatus y, por supuesto, de consumo, por lo que esta temática ha sido abordada en diversos instrumentos internacionales de corte ambiental, como la declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, el Programa 21, la Declaración del Milenio, la Declaración de Dublín sobre el Agua y el Desarrollo Sostenible, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, entre otros, en los que se contienen postulados de perspectiva de género con el objetivo de potenciar la participación de la mujer, así como la igualdad de género (Martínez y Rosenfeld, 2004). Ahora bien, para subsanar estas persistentes desigualdades, es necesario considerar que la justicia ambiental per se no puede concebirse sin la aplicación de los principios vigentes en el derecho ambiental (Mundin, 2011), así como los propios principios de la justicia ambiental, insertos en diversos instrumentos internacionales. Como señalan Gupta y Sánchez (2012) y Puraité (2012), se requiere que la
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transición hacia la tutela efectiva de los derechos ambientales esté fundamentada en la normatividad internacional. En primer término, el Principio de la obligación de prevenir, reducir y controlar el daño ambiental consiste en el compromiso por parte de los implicados de evitar que sus predios sean utilizados para causar un daño a terceros. Dicho precepto es reconocido en el principio 21 de la Declaración de Estocolmo: De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y con los principios del derecho internacional, los Estados tienen el derecho soberano de explotar sus propios recursos en aplicación de su política ambiental y la obligación de asegurarse de que las actividades que se lleven a cabo dentro de su jurisdicción o bajo su control no perjudiquen al medio ambiente de otros Estados o de zonas situadas fuera de toda jurisdicción nacional. (Estocolmo, 1972).
En el Principio 2 de la Declaración de Río se establece lo siguiente: De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y los principios del derecho internacional, los Estados tienen el derecho soberano de aprovechar sus propios recursos según sus propias políticas ambientales y de desarrollo, y la responsabilidad de velar por que las actividades realizadas dentro de su jurisdicción o bajo su control no causen daños al medio ambiente de otros Estados o de zonas que estén fuera de los límites de la jurisdicción nacional. (Río, 1992).
Estas cláusulas normativas dejan claro que no solamente los Estados deben velar por la seguridad y protección de sus recursos naturales y, por ende, del ambiente en lo tocante a su jurisdicción, sino que también deben prevenirse todo tipo de situaciones que pudieran llegar a afectar a terceros. Asimismo, el principio “el que contamina paga”, fue aprobado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico en 1972, y fue posteriormente ratificado en la Declaración de Río en su principio 16, el cual establece lo siguiente: Las autoridades nacionales deberían procurar fomentar la internalización de los costos ambientales y el uso de instrumentos económicos, teniendo en cuenta el criterio de que el que contamina debe, en principio, cargar con los costos de la contaminación, teniendo debidamente en cuenta el interés público y sin distorsionar el comercio ni las inversiones internacionales. (Río, 1992).
De esto sólo podemos decir que priva la obligatoriedad para que el causante de un daño al medio ambiente cubra los costos que se generen por la afectación
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causada, con lo que se infiere la atención a los problemas ambientales, así como la integridad del componente ambiental (Gould, Weinberg & Schnaiberg, 1993). Por otro lado, el Principio de responsabilidad común pero diferenciada consiste en la obligatoriedad de no dañar el medio ambiente y de solucionar a la brevedad cualquier afectación que se presente para evitar la degradación del ecosistema. Sin embargo, esta responsabilidad no implica que hayan de obligarse por partes iguales, sino proporcionalmente a la responsabilidad de cada uno de los Estados involucrados. Estos son sólo algunos de los principios, pero existen muchos otros que tienen vigencia en el ámbito del derecho ambiental local e internacional, por lo que autores como Riechmann (2003) señalan que los principios básicos de la justicia ambiental son los de sustentabilidad, el de partes iguales y el de mitad y mitad. El principio de sustentabilidad se enfoca en la limitación de la sobrecarga de las funciones ambientales y el deterioro de la calidad ambiental, para lo cual se establecen dos requisitos: 1) “Respetar los límites”, en el entendido que la explotación de los recursos debe encontrarse dentro de los límites de absorción y regeneración de los ecosistemas, y 2) “Pensar en el mañana”, enfocado en la concientización sobre que lo que se deja para la siguiente generación sea como lo que la generación anterior ha dejado para la presente o mejor. El principio de partes iguales surge de la premisa de igualdad de espacio ambiental para todos los seres humanos, haciendo hincapié en el consumo total de energía, ya que actualmente la diferencia entre el consumo de países ricos y países pobres van en un numero de 100 a 1. En cuanto al principio de mitad y mitad, éste considera que la distribución del espacio debe ser del 50/50 a seres humanos y seres no humanos, de manera que esto se traduce en un una autolimitación al respeto de la mitad que corresponde a los seres no humanos, aunque se plantea la posibilidad de la existencia de sistemas humanos “ecologizados”, en los que pueden convivir todos los organismos armónicamente. Todos estos principios son de suma importancia al momento de juzgar la realidad territorial, pues al invocarlos se han de considerar aspectos torales como el desarrollo, competitividad, cohesión, equilibrio, calidad de vida y bienestar, igualdad y equidad territorial, justicia ambiental, eficiencia espacial, económica y ambiental, sostenibilidad, diversidad, etcétera, situación que nos lleva a conclusiones más apegadas a nuestro momento histórico y al entorno. Sin embargo, no podemos decir que el resultado será siempre satisfactorio, pues muchas de las veces pudieran ser contradictorios, pero el considerar estos principios, nos brindará una mayor certidumbre de acceso a la justicia ambiental.
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Por último, la aplicación de los principios enunciados puede reconstruir el entramado cultural y de valores que otorga certeza y encauza los fines y objetivos de las políticas y planificación del Estado al propiciar la vinculación de éste con la academia, creando redes de colaboración para la elaboración de estudios de diagnóstico, evaluación y políticas territoriales, con el objetivo de evitar daños al medio ambiente y los individuos. La justicia ambiental en el municipio de San Luis Potosí, San Luis Potosí, México, estudio de caso Hablar de justicia ambiental desde una perspectiva teórica es relativamente sencillo;���������������������������������������������������������������������� sin embargo, al momento de trasladarlo al plano fáctico nos encontramos con disparidades sustanciales, puesto que el entramado social es tan diverso y complejo que no se reflejan los postulados teóricos planteados previamente. Tal es el caso de lo que ocurre respecto al manejo de residuos sólidos urbanos en el municipio de San Luis Potosí, San Luis Potosí, México. A nivel normativo, los instrumentos jurídicos que tutelan la aplicación de la justicia en materia de manejo de residuos sólidos urbanos se fundamentan en lo dispuesto por el artículo 115 constitucional (cpeum, 2014), que otorga a los municipios la prestación de los servicios públicos, con referencia explícita en materia de residuos. Por su parte, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente plantea competencias y funciones en materia de residuos. Y la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos aborda en lo general el manejo de los residuos peligrosos, residuos de manejo especial y residuos sólidos urbanos (Cámara de Diputados, 2011). No obstante, es preciso reconocer que esta última ley tiene diversas debilidades, tales como la carencia de dispositivos jurídicos adecuados para acceder al sistema de justicia, para la reparación por daños ambientales y la desvinculación de las disposiciones con temas transversales como la salud, el transporte, la vivienda y la disposición final. De acuerdo con su página oficial (H. Ayuntamiento de San Luis Potosí, 2013), el crecimiento del municipio de San Luis Potosí se ha caracterizado por ir de radial a polinuclear, focalizándose en tierras agrícolas; además, es considerado el mayor centro de producción industrial del estado, y se identifica como ciudad media. En la actualidad, en el municipio de San Luis Potosí se concentra aproximadamente un tercio de la población del estado y ocupa el décimo lugar en la lista de las principales áreas metropolitanas de la república mexicana, al conurbarse con el municipio de Soledad de Graciano Sánchez.
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Una característica interesante en cuestión demográfica es la tendencia de la población a concentrarse en localidades de mayor tamaño. En relación con el tema de salud, en el municipio se cuenta con dos hospitales generales, 15 centros de salud, un equipo de salud itinerante, dos hospitales regionales del Instituto Mexicano del Seguro Social (imss), seis unidades imssOportunidades, tres unidades médicas familiares, un hospital general de zona del Instituto de Seguridad y tres unidades médicas familiares de Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (issste), un hospital de Petróleos Mexicanos (Pemex) y otro de la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena). La principal actividad económica en el municipio es la manufactura, en segundo sitio los servicios, y por último, el comercio. Destaca la producción de hierro y acero, alimentos y bebidas, conductores, productos químicos y electrodomésticos, entre otros. En México existen 14 corredores carreteros troncales, y por la ciudad de San Luis Potosí atraviesan dos de ellos: el México-Nuevo Laredo con ramal a Piedras Negras, carretera federal 57 (conocido como corredor nafta), y el Manzanillo-Tampico. En términos generales, el municipio de San Luis Potosí se proyecta como una entidad atractiva para el comercio e inversión, y se infiere que, precisamente por esta cuestión, deben generarse dividendos atractivos que le permitan configurarse como un lugar que brinde calidad de vida aceptable a sus habitantes, y así es. Sin embargo, existen casos de excepción: la aplicación de los postulados de la justicia ambiental y de cuestiones básicas atinentes a la protección al medio ambiente, justicia social y distributiva, debido a que en el municipio únicamente se cuenta con un sitio de disposición final, denominado “Peñasco”, mismo que no es catalogado como relleno sanitario, pues el depósito en el sitio comenzó en el año de 1995 sin ninguna consideración ecológica o sanitaria, convirtiéndose, por tanto, en un tiradero a cielo abierto. Posteriormente, en 2007, se llevó a cabo la remediación del sitio debido a la contaminación generada, anunciándose desde esa fecha el cierre del tiradero, pero hasta el momento no se ha concretado, lo que por obvias razones impacta en las condiciones de vida imperantes en la zona en la cual se ubica: el norte de la ciudad, en la localidad denominada Milpillas. Cabe mencionar que posteriormente a la remediación se construyeron celdas que cumplen con los requerimientos técnicojurídicos para su operación. Con el objetivo de analizar la situación imperante en la zona de estudio en torno a la vigencia y aplicación de la justicia ambiental alrededor del manejo de residuos sólidos urbanos, se efectuó la aplicación de un taller para el diagnóstico participa-
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tivo sobre el uso de residuos con los dueños de las ladrilleras potosinas, teniendo como objetivo identificar y revelar la problemáticas sociales, económicas y ambientales en las zonas cercanas al tiradero de Peñasco. Para alcanzar los objetivos mencionados se llevaron a cabo diversas actividades, tales como: • Investigación de gabinete acerca del tema y su problemática social. • Revisión de las tesis relacionadas con el tema de las ladrilleras disponibles. • Localización de grupos de trabajo por medio de un análisis de actores. • Reunión con el grupo de ladrilleros. • Recorrido previo de la zona. Una vez efectuadas dichas actividades, se realizó una reunión con el grupo de ladrilleros, grupo identificado como el de mayor relación con los actores, aunado a la incidencia de su labor cotidiana en cuanto al manejo de residuos. En lo que respecta al espacio macro, se aplicaron encuestas de trabajo (caracterización económica de los residuos), entrevistas semiestructuradas y, por último, el análisis de la variación en lo que se refiera al uso de los residuos en la zona. Se efectuó el mapeo de actores para obtener un panorama general de las relaciones existentes, así como del rol de la basura como implemento de trabajo, material de construcción o combustible, aunado a la aplicación de la metodología Delphi como una herramienta para la obtención de información, que permite reunir el conocimiento colectivo y transformarlo en datos a través del apoyo de expertos mediante entrevistas, mismos que, en este caso, se eligieron de entre el grupo de actores (pepenadores, camioneteros, ladrilleros, carretoneros, recicladores), cuidando, en todo momento, que los participantes pertenecieran a diferentes grupos, con el fin de obtener una cosmovisión de la problemática en la zona y no solamente la perspectiva de grupo. Derivado de lo anterior se detectó que en el municipio existen básicamente tres maneras de dar atención al problema: mediante una empresa concesionaria que presta los servicios de recolección, traslado, tratamiento y disposición final; una empresa concesionaria que presta el servicio de recolección y traslado mediante papeleras ubicadas en zonas estratégicas, y por último, por los trabajadores informales, divididos en tres grupos: pepenadores, carretoneros y camioneteros. Las empresas prestan sus servicios a través de contratos laborales, generándose con ello relaciones patrón-empleado, con las consecuentes responsabilidades entre ambos; por supuesto, los empleados cuentan con las prestaciones legales que les corresponden (vacaciones, prima vacacional, aguinaldo y, de ser el caso, vales de despensa y bonos o compensaciones).
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Al hablar de trabajo informal, ninguno de los tres grupos cuenta con servicio médico y tampoco con prestaciones, pues la autoridad los considera trabajadores voluntarios, lo que implica que no se genera responsabilidad alguna entre ambos. Ahora bien, el tiradero Peñasco se ubica en el norte de la ciudad, dentro de una zona considerada como de alta y muy alta marginación, como puede observarse en la figura 3. Como podemos apreciar en la figura 3, el único sitio de disposición final (identificado con un círculo) se encuentra en la zona con mayor pobreza de la ciudad, que es el norte del municipio, lo cual implica, entonces, evocar los principios de justicia ambiental, para dirimir por qué esta zona fue objeto de la instalación de este sitio de disposición final.
Figura 3. Zona metropolitana de San Luis Potosí-Soledad de Graciano Sánchez: Grado de marginación por área geoestadística básica ageb urbana, 2005
Fuente: Modificado del Consejo Nacional de Población. Disponible en: http://www.conapo.gob.mx/ work/models/CONAPO/indices_margina/marginacion_urbana/AnexoA/Mapas/11_Zona_Metropolitana_ de_San_Luis_Potosi.pdf
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En el tiradero de Peñasco se deposita la basura de la zona metropolitana San Luis Potosí, la cual proviene de empresas particulares y del municipio de Santa María del Río; además, están registrados 138 pequeños negocios para acceder a Peñasco, y hay un total de 170 camionetas y 70 carretas. En este lugar se reciben diario aproximadamente 645 toneladas de basura por concepto de recolección domiciliaria, y en total ingresan cerca de 1 035 toneladas al día. Se tienen registradas 563 personas entre camioneteros y carretoneros, y 750 pepenadores. Cabe mencionar que el municipio cuenta con 772 604 habitantes (inegi, 2010), que considerando 1 035 toneladas de basura diariamente, corresponde la generación de 1.33 kg de basura por habitante al día. Es importante señalar que el municipio de Soledad de Graciano Sánchez se conurba con el de San Luis Potosí, y en gran parte de esa zona se encuentran algunos tiraderos clandestinos, por lo que ambos municipios comparten diversas problemáticas vinculadas con el manejo de residuos. Sin embargo, el manejo que se da en cada uno de éstos es independiente y no existen convenios de coordinación para tal efecto. Asimismo, en los alrededores del tiradero de Peñasco es común apreciar el comercio informal de mercancías obtenidas de la basura, artículos usados que son materia perfecta para obtener ingresos, así como compraventa de materiales reciclables, la cual no siempre es a trav��������������������������������������������� és de comercios formales, pues��������������� los carretoneros llevan a cabo transacciones con intermediarios y con compradores informales. Pero esto es sólo parte de la dinámica diaria dentro de esta economía, en la que se vinculan una multitud de actores. La basura es el bien más preciado en la zona. La pobreza es el pan de cada día. La marginación es lo más natural, y las casas habitación son simplemente una falacia fáctica, pues muchas de ellas son meros refugios construidos con los mismos residuos, configurándose éstos como la materia prima de prácticamente todos las actividades, pues sirven como material de construcción, juguetes, material para venta, vestido y medio de trabajo. Y en este sentido debemos cuestionarnos dónde quedan las posturas teóricas. No se plasman en esta realidad. Si los habitantes de la zona viven de la suciedad, sobreviven a partir de la basura. Si no existe interés por parte de las autoridades municipales en brindarles apoyo para mejorar su calidad de vida y se sigue permitiendo que coexistan con animales rastreros que surgen por la acumulación de basura común en los hogares, que se continúe con la dispersión de residuos por viento en la zona, creando un paisaje aberrante y carente de armonía con la naturaleza, en el que niños y adultos laboran sin protección alguna, sin elementos de
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seguridad, ni prestación de servicios, viviendo en la informalidad, sólo podemos decir: ¿Qué pasó con la justicia ambiental? ¿Será acaso que en la zona de estudio se ha llegado a un momento de comodidad en el que ya la normalidad es vivir entre la basura y el polvo, sin acceso a servicios públicos, sin seguridad social y en la pobreza que día a día se recrudece más y más? Podemos concluir que los principios enunciados en el presente trabajo aparentemente carecen de legitimación, en el sentido de que se vulneran la salud, el ambiente y a los habitantes, sin mediar en ningún momento acción alguna que reivindique las garantías que tutelan la sustentabilidad, el derecho a un ambiente sano y a la salud, así como los derechos humanos. Los pepenadores señalan que el ayuntamiento no les brinda apoyo alguno para el desempeño de su trabajo, y tampoco son considerados en el otorgamiento de incentivos como becas, despensas y programas diversos, lo que los perjudica, no obstante que de acuerdo con el Programa Operativo Anual del H. Ayuntamiento de San Luis Potosí (2013), existen estímulos para vivienda (material de construcción), agua potable, intervención psicosocial, becas, eventos, centros de desarrollo comunitario, atención a nichos vulnerables, entre muchos otros. Ahora bien, casi todos ellos cuentan con apoyos gubernamentales federales a través de programas ofrecidos por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), como el denominado Oportunidades, así como el Seguro Popular. Sin embargo, en la zona norte de la ciudad no se cuenta con clínicas públicas a las cuales puedan asistir los pepenadores o trabajadores informales, y únicamente existe un centro de salud que no atiende emergencias, por lo que cuando requieren atención médica, deben acudir al Hospital Central, ubicado en el poniente de la ciudad, el cual les queda a aproximadamente media hora de camino en automóvil, y aproximadamente una hora en transporte urbano. La segunda opción es la Clínica No. 1 del imss, ubicada en el centro de la ciudad, al que les toma aproximadamente entre 30 y 40 minutos para llegar. La anterior es una situación que no puede seguir prevaleciendo en la sociedad actual. Los trabajadores informales habitan en la capital del estado y no pueden acceder a la atención médica pronta y oportuna debido a que en la zona no existen clínicas que les brinden atención, no solamente a ellos, sino a todos los ciudadanos que habitan en la misma. Los principios enunciados aparentemente se conforman como estatutos carentes de legitimación, es decir, sin la vinculación existente entre los habitantes y un supuesto normativo que los proteja, pues no se consideran en las políticas públicas y, mucho menos, en los programas vigentes, aunado a la inexistencia de un plan de manejo de residuos.
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Toda la política gira en torno al reglamento municipal, mismo que carece de tutela sobre los principios básicos de la justicia ambiental y se basa en premisas subjetivas y surreales al suponer que el tema ambiental se encuentra en perfecto orden, y sólo por haber dado remediación al tiradero no existen situaciones de injusticia ambiental, lo que amplía las desigualdades entre los ciudadanos, y ensanchando la brecha entre zonas pobres y zonas con mayores ingresos. Así, es urgente dar vigencia a la justicia ambiental a través de una restructuración administrativa que contemple un área especializada dedicada al estudio y tutela de la aplicación de la justicia ambiental, ya que, hasta el momento, no se habla del tema en ninguno de los ordenamientos vigentes, ni en la organización interna del ayuntamiento. De igual forma, vale la pena mencionar que muchas veces el concepto de justicia ambiental en un primer momento parece sinónimo de justicia social; sin embargo, no es así; es preciso establecer distinciones, ya que la justicia ambiental tutela las relaciones naturaleza-sociedad, así como las implicaciones de éstas, por tanto, su trascendencia no tiene límites en cuestiones sociales. En cuanto al acceso a la justicia ambiental, existen figuras como la Denuncia Popular, establecida en el capítulo vii de la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (lgeepa, 2014), así como en el capítulo iv de la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (lgpgir, 2014), en la que se establecen los lineamientos para hacer valer la reivindicación o el reconocimiento de derechos ante actos u omisiones que produzcan o puedan producir desequilibrio ecológico, daños al ambiente, o contravengan las disposiciones legales vigentes. Esto va aunado a las acciones colectivas tuteladas en el Libro v del Código Federal de Procedimientos Civiles (cfpc, 2012), que se identifican como el derecho que tiene un grupo social (consumidores, usuarios de servicios, afectados en cuestiones económicas o ambientales) para solicitar a una autoridad se resuelva una controversia que afecta sus derechos. Conclusiones Derivado de lo anterior, podemos llegar a las siguientes conclusiones: La justicia ambiental debe entenderse como un paradigma complejo, que tutela el uso sustentable de los recursos naturales, vinculándolos a las políticas públicas, para que en éstas se inserten aspectos de protección a los derechos fundamentales relacionados, así como participación de los actores para incidir en el proceso de toma de decisiones y que trascienda en la resolución de problemas ambientales, tal como se muestra en la figura 4.
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Figura 4. Justicia ambiental en la zona de estudio
Fuente: Elaboración propia.
La justicia ambiental es importante debido a la trascendencia que tiene en la vida no únicamente de los seres humanos, sino también de los no humanos, puesto que no sólo las personas sufren afectación, sino también el ambiente, razón por la que dejar de lado la justicia ambiental puede llevarnos a la destrucción de los ecosistemas, pero, además, a la pérdida de calidad de vida. De acuerdo con el estudio de caso, podemos decir que en la actualidad, en el municipio de San Luis Potosí no se tiene noción de lo que es la justicia ambiental y que los principios básicos de ésta son inaplicados en virtud que no han sido incluidos en los programas o normas municipales vigentes. Se evidencia, asimismo, que las zonas identificadas con un mayor grado de marginación son las más cercanas al sitio de disposición de residuos, y si consideramos que para calcularlo se toman en cuenta el nivel de escolaridad, servicios, infraestructura y, por supuesto, ingresos, entonces podemos decir que la zona se relaciona con menores ingresos, con lo cual nos encontramos precisamente con un ejemplo actual de lo que dio origen a lo que hoy conocemos como justicia ambiental. Por otro lado, para la presentación de cualquiera de las figuras jurídicas establecidas por la legislación federal vigente, en primer término, deben incluirse los datos de identificación, tales como nombre o razón social de quien ejercita la
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acción, así como su domicilio, número telefónico —si se cuenta con él—, además de los datos del representante legal, de ser el caso. Y en segundo lugar, deben incluirse los hechos o actos denunciados, que, en este caso, son: la instalación de un sitio de disposición final que no cuenta con los requerimientos técnicos estipulados por las normas aplicables al tema, la carencia de regulación en cuanto al manejo de residuos en el municipio, la inexistencia de programas de manejo de residuos sólidos urbanos, la inequitativa distribución de impactos ambientales, al existir en la zona no solamente un tiradero de carácter oficial, sino la probabilidad de existencia de una multitud de ellos de tipo clandestino, por efecto, de la dispersión y el inadecuado manejo de los mismos por parte de los trabajadores informales y de los concesionarios. Por último, vale la pena mencionar que en en cuanto a la vigencia de la justicia ambiental, es imperativo determinar un área particular enfocada en el estudio y verificación del cumplimiento de las disposiciones normativas en materia ambiental, y velar por la equitativa distribución de impactos ambientales, así como conocer y dirimir las diferencias o conflictos surgidos con motivo de la implementación de medidas que afecten a un grupo social determinado en términos tanto ambientales como de salud, pero también económicos y sociales. Actualmente, figuras como las mencionadas en este trabajo son dispositivos normativos que se activan ante autoridades de carácter federal, pero a nivel estatal y municipal deben crearse vías idóneas que garanticen el acceso a la justicia ambiental, permitan la resolución de conflictos de forma expedita y cercana, así como la implementación de medios alternativos tales como la mediación, la conciliación, la negociación o el arbitraje, y pueda otorgarse a los afectados mayor certeza jurídica, además de verificar la aplicación de los postulados de la justicia ambiental. Lo anterior, y la inclusión de la sociedad en el proceso de toma de decisiones, habrá de garantizar que los esquemas jurídico, político y administrativo sean más sensibles y cercanos a la realidad social imperante en la zona de que se trate.
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Reseñas Investigación en comunicación humana. Problemas, intervenciones y nuevas tecnologías Gabriela López Aymes, Santiago Roger Acuña, Ma. Antonieta Reyes Arellano (coords.)
Universidad Autónoma del Estado de Morelos/ Juan Pablos Editor, México, 2011
Christian Fernández Huerta Universidad Autónoma de Baja California
Me atrevo a asegurar que en las ciencias sociales existe un recelo de nuestros campos disciplinarios. Cada quien resguarda y cuida su pequeña parcela de conocimiento; demarca y delimita su área, su objeto de estudio, su metodología. Quienes hacen investigación social y escriben sobre ello, tienen una imperante necesidad por validar la disciplina a la que se adscriben, y la mejor forma de hacerlo es marcando nuestras diferencias con las otras disciplinas. Esto se explica a través de la premisa de que una de las mejores maneras de decirle al mundo lo que somos es, precisamente, mostrando lo que no somos, lo que nos hace distintos. Esto es más evidente en las llamadas “ciencias humanas”, término con el cual no estoy del todo de acuerdo, ya que toda ciencia, desde mi punto de vista, es humana. Si entende-
mos que el proceso de generación, verificación y propagación del conocimiento surge del pensamiento científico, que es racional y exclusivo del ser humano y que, además, debe tener un carácter humanista por sobre todas las cosas, entonces toda ciencia es inminentemente humana. Dentro de las ciencias humanas, específicamente en las disciplinas como la psicología, la educación y la comunicación, pareciera que el nombre del juego es “encuentra las diferencias”. Afortunadamente, desde hace tiempo, esta visión cerrada y segmentada de la disciplinas ha ido cambiando. Ahora, la búsqueda se ha centrado en estos puntos de confluencia entre las disciplinas, en cómo trascender estos campos disciplinarios, en valernos de otros conceptos, teorías y metodologías para expandir los alcances de nuestras disciplinas y nuestros conocimientos. La lectura que hago del libro, y de la cual esta reseña se ocupa, es desde el campo de la comunicación. De hecho, mi formación en el campo de las ciencias de la comunicación y mi interés por el tema de los procesos comunicacionales y procesos simbólicos, me llevan a ver y analizar el texto desde esta disciplina; sin embargo, no hago apología de la comunicación. No considero a la comunicación como la panacea, ni como el principio y fin de todo proceso social. Sin caer en un comunicacionismo, reconozco la importancia de la comunicación en los sistemas sociales, y creo que así también lo demuestran los autores de la obra. Este libro, si bien lo podemos inscribir en la campo de la psicología educativa, abreva de la comunicación, como disciplina y como objeto de estudio. El gran acierto de los 19 trabajos que encontrarán aquí, no es poner la comunicación humana al centro de todo, sino cuándo y qué tanto ponerla. En qué momento es un elemento central, y en qué momento es algo tangencial pero trascendente. Gabriela López, Santiago Roger y María Antonieta Reyes, coordinadores del libro, tuvieron la nada sencilla labor de compilar y ordenar estos trabajos. Ellos pudieron observar estos puntos de confluencia para lograr articular un libro que pudiera dar cuenta de la complejidad de un objeto de estudio como lo es la comunicación humana sin perder coherencia y facilitando al lector navegar por estos temas. De esta forma, los coordinadores logran llevarnos de la mano, de lo general a lo específico, a través de múltiples líneas de investigación y espacios de intervención; de procesos neurológicos dentro de nuestro cerebro a los procesos educativos dentro y fuera del aula; y de la evaluación e intervención en el campo de la comunicación humana en la escuela, a la comunicación mediada por tecnologías de la información, pero nuevamente vinculada a los contextos educativos, propuestas de atención a la diversidad y a las dificultades de aprendizaje en niños y jóvenes, entre otros temas. Así, por ejemplo, en el primer trabajo del primer apartado po-
demos observar cómo las matemáticas, la psicología y la neurofisiología se enlazan para explicar la importancia de las redes neuronales en procesos de comunicación humana. En el texto de la doctora Gabriela López, en el cuarto apartado, tenemos una propuesta de intervención para atender niños de secundaria con altas capacidades, que acertadamente considera la diversidad de factores en el desarrollo del adolescente, entendiendo éste no sólo como un proceso biosociológico, sino social. En otras palabras, en todos estos trabajos encontraremos ejemplos de cómo lograr abordar la comunicación humana desde diferentes disciplinas, perspectivas teóricas y metodologías. Además de la comunicación como eje y motor de los trabajos de investigadores de instituciones como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (uaem), que edita el libro, así como la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), la Universidad Autónoma Metropolitana (uam), la Universidad Pedagógica Nacional (upn) y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (uaslp), encontramos otro eje: los conceptos de infancia y juventud. En los diversos textos que componen la obra, en algunos casos de manera evidente en otros no tan explícito, se refiere a jóvenes, adolescentes y niños. Para aquellos que desde la psicología, la educación, la comunicación o cualquier otra disciplina han trabajado estos conceptos y estas categorías, y, por supuesto, han realizado investigación aplicada a niños y jóvenes, este libro será un gran aporte. Para los profesionales de la educación, de la salud y atención a menores, encontrarán también, a pesar de ser un texto académico, herramientas prácticas para aplicar en situaciones comunicativas y de aprendizaje. La obra, dividida en seis capítulos, incluyendo la introducción, permite ser leída de manera no lineal. Más allá del capítulo introductorio, no es necesario llevar ningún orden en la lectura; el lector puede revisar el índice y decidir leer cualquiera de los trabajos incluidos. Cada capítulo y cada artículo es autocontenido y no hace referencia a los otros trabajos, sin embargo, las conexiones entre ellos están ahí presentes para aquel que decida buscarlas. En el fondo, este libro plantea, desde distintas perspectivas, a la comunicación humana como un fin para construir la realidad, lo que implica que éstos son temas que a todos nos competen, independientemente del campo disciplinario en el que estemos parados.
Reseñas Estudios sobre lengua y cultura nahua de la Huasteca
Anuschka van’t Hooft y José Antonio Flores (eds.)
Linguapax, ccsyh-uaslp, ciga-unam, 2012
Mónica Lizbeth Chávez González Universidad Nacional Autónoma de México
El libro Estudios sobre lengua y cultura nahua de la Huasteca, coordinado por Anuschka van’t Hooft y José Antonio Flores, es una compilación de artículos que conjunta los trabajos tanto de jóvenes investigadores (muchos en proceso de formación) como de investigadores consolidados que abordan una problemática desde múltiples miradas disciplinarias, aunque destaca la antropología sobre cualquier otra. Los artículos aquí presentes muestran diferentes niveles de análisis: unos son más descriptivos, otros más analíticos, pero todos tienen un punto en común: discuten varias dimensiones de la subjetividad de los nahuas que habitan la Huasteca, una región que ha sido identificada como tal por los investigadores por sus componentes geográficos, culturales y —como bien señalan los autores— lingüísticos. Cibernautas, nahuahablantes y público no especializado —además del académico— son tres de los lectores a los que este texto está dirigido, lo cual muestra el interés de los autores por dialogar más allá de las esferas tradicionales de producción científica. Es poco común que se realicen libros bidimensionales, que sean impresos y tengan una contraparte digital descargable y gratuita, cuya dirección viene al final de este libro impreso. Cada artículo cuenta con un resumen en náhuatl y posee un estilo de escritura muy sencillo que evidencia el afán de acercar a un público no especializado en los temas.
De forma general, podemos señalar que el libro está compuesto de dos partes. En la primera hay 13 artículos; unos tienen un corte más lingüístico, otros se centran más en elementos socioculturales. Además, hay otra sección que los autores han denominado de “miscelánea”, en la que hay una crónica histórica sobre un movimiento político, la revisión de la obra de dos arqueólogos pioneros en la región, así como reflexiones sobre fuentes novohispanas. Son testimonios o referencias a partir de los cuales se podrían tejer o construir interesantes y profundos estudios sobre la región; son una especie de punto de partida clásicos que todo interesado en la Huasteca debe consultar. El texto —desde sus primeras páginas— problematiza las diferentes acepciones que tiene el término lengua y, además, establece cuál es la relación que guarda con la cultura. La lengua ha sido analizada como un conjunto abstracto de léxico y reglas gramaticales, como un tipo de conocimiento que posee un individuo para hablar, como un conjunto de actos de habla necesarios para la comunicación, o como un bien colectivo de un grupo cultural que confiere identidad. Esta última acepción es la que los autores retoman y está presente en el contenido del libro dentro de artículos que nos muestran que la lengua forma parte de una forma de entender, de vivir, de interactuar, de ser y estar en el mundo. La lengua moldea y a la vez es moldeada por los referentes culturales. Desde la introducción, los autores nos anuncian que a lo largo de los artículos se encontrarán diferentes definiciones del término cultura que contribuyen a contextualizar a los nahuas huastecos. La concepción más aceptada y presentada por las autores sobre la cultura está relacionada con la dimensión simbólica de este término. A través del estudio del maíz y sus usos, los rituales agrícolas, la música, la vestimenta, los cerros, la curación de enfermedades, entre otros, los autores van tejiendo alrededor de un concepto —que muchas veces es un objeto o una práctica— la forma en cómo los nahuas representan el mundo, pero, además, lo hacen desde una perspectiva multidimensional, ya que, por ejemplo, en el artículo de Argüelles sobre el maíz, vemos cómo se construye toda una narrativa alrededor de este elemento que ordena moralmente a los nahuas, permite la conjunción entre la vida humana, la natural y la sagrada, provee de alimento, medicina y trabajo, y, asimismo, ayuda a ordenar el territorio que se habita, además de significarlo. A través de las significaciones del maíz, vemos cómo los elementos culturales están imbricados, es decir, guardan una vinculación entre sí, sin tener límites precisos de dónde empiezan y terminan, sino que lo sagrado se mezcla con el trabajo, el alimento, la salud, las manifestaciones artísticas, entre otras. El maíz es un símbolo vinculante y articulador que rige la vida cotidiana de las poblaciones nahuas.
Esta misma concepción está presente en el artículo de Rafael Nava sobre “el costumbre”, el cual aborda las prácticas ritualizadas en torno al maíz que demuestran una vez más cómo la cultura remite a una forma de organización social, ya que para los nahuas el quehacer comunitario resulta fundamental. En este caso, la organización de las comunidades para reproducir las prácticas sagradas alrededor de la siembra del maíz nos muestra la fuerza cohesionadora que tiene la cultura. Esto mismo queda patente en el artículo de Van’t Hooft y Gómez sobre la petición de lluvia en la sierra veracruzana, en donde los actos repetitivos y secuenciales que marcan este ritual forman parte de la cosmovisión nahua. Gracias a las prácticas ritualizadas podemos entender el cúmulo de mediaciones, de códigos comunicativos, así como los sentimientos y sensaciones que abarca la cultura. Gracias a estos artículos se pueden comprender los ambientes de conexión intersubjetiva que se recrean por medio de etnografías detalladas en las que se presenta el sentimiento y la percepción de la gente más allá del discurso frente a un acto tan importante como es el de invocar la lluvia. El texto de Tiedje y Camacho sobre la música de arpa también contiene toda esa fuerza narrativa centrada en las formas de comunicación con las deidades y la construcción de un sentimiento de identidad. Todos estos artículos, junto con el de Piotrowska sobre el culto a la montaña en una comunidad nahua de Hidalgo, muestran la orientación de la mayoría de los autores de entender la cultura a través del sistema religioso. Hay dos elementos que resaltan en estos artículos: las referencias al cuerpo y al paisaje (al entorno natural), lo cual, de alguna manera, nos lleva a pensar cómo los aspectos físicos son los primeros datos a partir de los cuales se construyen las clasificaciones sociales y las creencias cosmogónicas. El cuerpo y el territorio se convierten también en referentes culturales que se integran al universo simbólico de los nahuas, de ahí que los autores presenten complejas formas de usos y curaciones corporales, así como el papel que juegan la lluvia, la tierra y los cerros que les hablan, los escuchan, los curan, les enseñan y los eligen como músicos, como es el caso de don Jerónimo, un nahua de Zontecomatlán, cuya historia de vida es relatada por Durán Ortega. Hay que destacar que estos trabajos analizan los aspectos culturales desde una dimensión temporal, ya que intentan definir los cambios y continuidades que éstos sufren a través del tiempo. Y son precisamente las permanencias las que más interesan a los autores, ya que con ello demuestran que la cultura contiene sedimentos fuertes que son difíciles de romper de la noche a la mañana; de igual forma, las transformaciones culturales presentan ritmos lentos que a veces escapan del ojo del investigador.
La dimensión organizacional de la cultura también queda remarcada en el artículo de Jessica Contreras sobre la costumbre jurídica de los nahuas de Veracruz, en el que se analizan los elementos normativos, en este caso, vinculados a lo religioso, para señalar que la cultura también está presente en las reglas de convivencia que dan cohesión y orden a un grupo humano. A través de las leyes se describe muy bien cómo dos modelos socioculturales diversos entran en conflictos y tensiones por las posiciones jerárquicas que juegan entre sí. De esta forma, vemos cómo los elementos culturales están mediados por relaciones de poder en donde la desigualdad y la dominación son fundamentales para la significación. Existen, pues, procesos de desvalorización, deslegitimación y descalificación de la cultura ajena que muestra el etnocentrismo operante en las relaciones sociales. Por su parte, el texto de Rocha sobre el uso del quechquemitl o el thayem (prenda triangular que usan las mujeres nahuas y tenek) nos recuerda que las fronteras culturales son porosas y se redefinen constantemente a través del intercambio entre diferentes pueblos. Este trabajo analiza, a partir del simbolismo presente en las figuras bordadas, la manera de confección y los usos de la prenda cómo se han construido históricamente las relaciones entre nahuas y tenek, quienes no sólo comparten el territorio huasteco. En este sentido, hay que destacar que si bien el libro es sobre los nahuas de la Huasteca, a lo largo de algunos textos éstos aparecen descritos a partir de su referente más cercano: los tenek o huastecos (llamados así para refrendar su papel de habitantes originarios de estos territorios que fueron desplazados por los nahuas). Por otro lado, el artículo de Rivera sobre los solares entre los nahuas potosinos nos recuerda que el manejo de los recursos naturales es intrínsecamente un fenómeno cultural, ya que a partir de la concepción que los sujetos otorgan a este tipo de recursos es que rigen sus usos. La relación entre naturaleza y cultura está presente, por ejemplo, en el ordenamiento del tiempo y la organización del trabajo que implica la distancia geográfica entre la parcela y el solar que se habita. O como ocurre en el caso de estos magníficos entornos artificiales como son los huertos de traspatio, que están compuestos por diversos tipos de plantas que cumplen con las necesidades medicinales y, en ocasiones, alimenticias de los nahuas huastecos. Un segundo tipo de trabajos lo conforman los artículos de Ariel de Vidas y de Durin, que abandonan un poco a la perspectiva simbólica y religiosa de la cultura para insertarse en los cambios culturales derivados de procesos sociales como la migración interna del campo a la ciudad. Desde un enfoque procesual, ambas autoras analizan dos sectores laborales donde destacan los nahuas de la Huasteca: los obreros maquiladores de Reynosa y las empleadas domésticas de Monterrey.
Ariel de Vidas y Durin analizan, en sus respectivos artículos, los cambios en el entorno que afectan los modos de organización, la manera de concebir el mundo, la definición de referentes, etcétera. Demuestran que —contrario a lo que las teorías de la aculturación hace unas décadas sostenían— la migración reactiva pertenencias, por ello, algunas prácticas culturales se reavivan, refuerzan o resignifican. Con el cambio de residencia hay elementos culturales que antes eran irrelevantes y que ahora se contrastan y se convierten en símbolos de la diferencia, se vuelven emblemas de la identidad, en este caso, étnica. Así pues, vemos cómo la cultura es un elemento cohesionador al interior de los grupos desterritorializados. Los aspectos culturales cohesionadores pueden cambiar con el tiempo, sustituirse unos con otros, pero lo que se mantiene son las fronteras, el hecho de asumirse y ser señalado por los otros como diferentes, la mayoría de las veces, también inferiores. A veces es la lengua, en otras ocasiones, la comida, la vestimenta o los rituales religiosos los que articulan y cohesionan, pero los que también se convierten en marcadores de discriminación por la sociedad mayoritaria. Estas investigaciones nos recuerdan que las culturas son sumamente dinámicas, viven en constante resignificación, están inmersas en relaciones de poder y se construyen a partir de la interacción dentro y fuera de grupos sociales. Los artículos muestran cierto grado de articulación en el análisis de aspectos formales y materiales con descripciones detalladas sobre aspectos subjetivos o simbólicos. Incluso, algunos textos cuestionan conceptos clásicos en las ciencias sociales como el de frontera, símbolo, ritual, cambio, comunidad, territorio, etcétera. La propuesta teórica y temática de este texto nos recuerda que una de las tareas más importantes del antropólogo es, justamente, la de contextualizar culturalmente los datos o fenómenos de “otras” realidades y hacer inteligibles los fenómenos sociales desde el universo conceptual de los que participan en ellas, desterrando así las miradas etnocéntricas para comprender las lógicas de pensamiento y los significados de los “otros”. Esta compilación de artículos parte de esta multiplicidad interpretativa y nos recuerda la necesidad de renovar el análisis crítico y reflexivo sobre uno de los pueblos más abordados por las ciencias sociales en el país: los nahuas.
Reseñas La vida en los intersticios. Estrategias identitarias de los rarámuri en la ciudad de Chihuahua Arturo Mario Herrera Bautista
Universidad Autónoma de Baja California/ Instituto de Nacional de Antropología e Historia México, 2013, 286 pp. ISBN: 978-607-484-462-7 y 978-607-607-176-2
Max Isaí Montaño Rodríguez Universidad Autónoma de Baja California
Con profundo interés me apliqué a revisar el libro de Arturo Herrera, el cual tuve el gusto de encontrar en las instalaciones del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo (iic-Museo), de la Universidad Autónoma de Baja California (uabc). El autor presenta su trabajo sobre la dinámica de los rarámuris, grupo indígena que es identificado con la sierra Tarahumara, ubicada en el estado de Chihuahua. El objetivo de su trabajo es describir las estrategias identitarias de los rarámuris que migran hacia la zona urbana de la ciudad de Chihuahua. En el primero de cinco capítulos, se plantean los argumentos que servirán como base teórica para examinar y pensar la dinámica de la migración de grupos con una misma identidad cultural de asentamientos rurales hacia la ciudad. Para Herrera, las dinámicas socioculturales definen la construcción de la identidad mediante el habitus y la interacción social de las representaciones sociales con las formas simbólicas. Sin embargo, menciona la propuesta de Fredrik Barth, en la que la etnicidad depende de los límites, a pesar de que los contenidos culturales de dicha etnia sean modificados. De igual forma, toma en cuenta el desapego a la identidad étnica debido a la movilidad entre zonas rurales y urbanas, las brechas generacionales y las “estrategias identitarias” de los individuos.
Adicionalmente, el autor considera la importancia de las redes sociales en la inserción de los rarámuris que migran a la ciudad. Éstos dan uso de los parientes y conocidos que ya viven en la zona urbana y los apoyan con residencia temporal y vínculos para conseguir empleo. Es interesante que el autor explique de manera resumida, pero práctica, el concepto de “capital social” y la propuesta de Mark S. Granovetter, en la que otorga gran importancia a los “lazos débiles” de una red social donde “los lazos débiles pueden dar más fuerza a una organización naciente al brindarle nuevas vías de comunicación e interconectividad entre grupos locales pequeños” (Herrera, 2013, p. 49). El segundo capítulo aborda la situación sociodemográfica, así como una descripción de la situación ecológico-ambiental y económica de la zona serrana donde se encuentran asentados los rarámuris. También se abordan otros temas de vital importancia para entender la situación indígena actual en la sierra Tarahumara. Por ejemplo, se revisa el trabajo de tesis doctoral de Juan Luis Sariego (2002), en el que hace un recuento de los distintos modelos de desarrollo y formas de organización socioterritoriales impuestos desde la llegada de los misioneros jesuitas hasta la actualidad (pp. 62-69). Asimismo, trata otros factores importantes, como: el resurgimiento de la minería; la privatización, que no ha logrado beneficiar a los pueblos indígenas de la zona; el ecoturismo, que desarrolla grandes proyectos de infraestructura, donde los rarámuris no son tomados en cuenta, e inclusive el narcotráfico, que ha aumentado la derrama económica informal al mismo tiempo que genera violencia por ser una empresa ilegal.Al final del capítulo describe datos porcentuales que explican diversos aspectos de la migración rarámuri. Entre éstos se encuentran: la disminución de la precipitación pluvial en los últimos veinte años, las tazas poblacionales en las comunidades rarámuris, �������������������������������������� porcentaje de hablantes rarámuris por municipio y ocupación laboral por sector en el estado de Chihuahua, entre otros. Para el cap��������������������������������������������������������������������� í�������������������������������������������������������������������� tulo tres, titulado “Las identidades rarámuris desde el discurso antropológico”, Herrera ahonda en el tema de la “identidad étnica”. Para ello, revisa corrientes teóricas sobre la identidad como las primordialistas y las circunstancialistas, basándose en el trabajo de William Merril. Los primordialistas consideran a las identidades como producidas por atributos obtenidos al nacer y, por tanto, inmodificables. En cambio, los circunstancialistas proponen que las identidades cambian de acuerdo con las condiciones en las que se ve inserta dicha identidad. Al parecer. el autor en quien se basa Herrera sintetiza dos corrientes de teóricos de la identidad, ya que esta última parece contener las corrientes constructuvistas e instrumentalistas.
Debido a la historia del grupo en cuestión, Herrera señala que es un error considerar el dialecto rarámuri como elemento definitorio de la identidad de los mismos. Los rarámuris habitan en diferentes zonas de la sierra, donde en cada una se hablan diversas subdivisiones o dialectos del rarámuri. También menciona el trabajo de Jerome Levi con los rarámuris para definir que las identidades étnicas se construyen en contraposición con la cultura de los españoles. El trabajo de Margot Heras le permite señalar la existencia de un “ser ideal” sobre el comportamiento de los rarámuris. El ser ideal es la presión social ejercida sobre los individuos a mantener las costumbres intactas. Situación que se vuelve compleja para los rarámuris que viven en la ciudad y se les seguirá considerando rarámuri, salvo algunos casos extremos. Con estos ejemplos, Herrera explica la resistencia y plasticidad de la identidad. Cada caso muestra una cara de la misma moneda y pone de manifiesto la maleabilidad de la identidad étnica. Al final del capítulo, el autor se dedica a revisar algunos trabajos que versan sobre la construcción identitaria entre rarámuris que migran a la zona urbana. Da uso de los conceptos liminalidad, intersticio y antiestructura para describir la situación de los rarámuris que migran a la ciudad. A éstos, la situación de migrantes los posiciona en una ciudad que no los acaba de integrar del todo y “los obliga a permanecer en el umbral de la sociedad, a vivir entre lo uno y lo otro, […] en una situación en la que ya no son de la sierra, pero tampoco son de la ciudad”. Para Herrera, esa situación es un estado liminal y es necesario “adoptar un enfoque procesual y diacrónico como base para posibles interpretaciones”. Finalmente, Herrera precisa que la identidad tiene un comportamiento procesual, el cual es indeterminado, ya que los individuos no necesariamente dejar������������������� á������������������ n atrás sus representaciones tradicionales ni tampoco que las mantengan al pie de la letra. Para él, “todo dependerá de las circunstancias.” En el siguiente capítulo se explica con más detalle la distribución demográfica de los rarámuris en la zona urbana de Chihuahua. Se realiza una etnografía de los núcleos residenciales de éstos. Gracias a este ejercicio es posible describir las relaciones políticas dentro de estos núcleos, así como la cohesión que se da en la comunidad, los diversos rituales, y las relaciones familiares que incluyen factores generacionales, de género y laborales. En estos asentamientos, los rarámuris intentan recrear la comunidad de origen con poco éxito. Según los testimonios recuperados por Herrera, los rarámuris no sienten vivir en comunidad dentro de los asentamientos; tampoco que los esfuerzos de los administradores por lograr dicho fin cumplan su cometido. En cambio, lo que sí se ha logrado es que se construya una propia idea de comunidad donde la bebida batari es consumida ritualmente y se honra a Onorúame bebiéndola para pedir o agradecerle algo.
El capítulo cinco analiza las dinámicas que experimentan los rarámuris en la ciudad. Se detallan características de su dinámica social en relación con las diversas “zonas” que el “dispositivo racista” les permite transitar y otras que no. Por ejemplo, no se les permite entrar a centros comerciales, ya que se piensa que importunarán a los clientes; o si se les ve recorriendo algunos fraccionamientos de clase media alta, se considera es porque trabajan como auxiliares domésticos o en la venta de hierbas. En contraste a lo anterior, se espera que los rarámuris residan y circulen en asentamientos construidos por las instituciones y benefactores mestizos o, en otro caso, son “remitidos” a las colonias populares periféricas, muchas de ellas de “autoconstrucción incipiente, sin servicios, sin transporte público, con calles sin asfalto, mal trazadas, donde conseguir agua, alimento y los satisfactores mínimos es una proeza cotidiana” (Herrera, 2013, p. 196). Para sortear estos problemas, los rarámuris dan uso de sus redes sociales con la esperanza de obtener algún beneficio marginal de ellas. Experimentan una serie de vínculos de diferente densidad. Asimismo, la relación con los clientes o benefactores no es fuerte, a diferencia de la que se da entre rarámuris de la misma edad. Posteriormente, Herrera se dedica a hacer un recuento y análisis de la situación y construcción del racismo en México. Para el autor, este país ve con malos ojos la idea de aceptar la existencia del racismo, sin embargo, su población reproduce varios estereotipos racistas y exclusionistas. Lo anterior se da a través de los medios de comunicación. Herrera analiza casos en la prensa local dando uso del análisis del discurso propuesto por Van Dijk. En este ejercicio encuentra señales de una propuesta semiótica discriminatoria que repercute en la población. Mide esta repercusión a través de una encuesta en la que indaga acerca de la visión que tiene la población mestiza sobre los indígenas rarámuris y los ubican como el grupo más discriminado por sobre los homosexuales y los indígenas del “sur”. En respuesta a esto, los rarámuris desarrollan varias estrategias identitarias para recorrer estos intersticios sociales y enfrentar las representaciones sociales chabochi y al dispositivo racista. Entre estas estrategias señala a la identidad negativa, que describe como una dinámica donde el individuo interioriza el valor negativo que se le asigna a su identidad desvalorizada y se vuelve sumiso: la identidad negativa desplazada o asimilación, que es cuando el migrante rarámuri rechaza la estigmatización y trata de asimilarse culturalmente a la cultura local. Por último, reconoce la estrategia visibilizadora, en la que el individuo se apega a la tradición, el establecimiento de fronteras étnicas claras y la idea de preservación o continuidad de la identidad hacia el futuro.
Los resultados de la investigación de Herrera son interesantes. Para él, la adaptación de los rarámuris a la ciudad depende de características de cada individuo, entre las cuales se encuentran la edad, el género, la población serrana de origen, etcétera; estos factores determinarán las diversas formas de reaccionar de los rarámuris.Y es que los migrantes elegirán una estrategia diferente dependiendo de su género, lugar de nacimiento, edad, intensidad de las relaciones con los mestizos, así como la colonia adonde se establezcan, por mencionar algunos factores. En este sentido, y muy al modo de Bauman, la identidad de los rarámuris migrantes se define mediante dichos factores y da resultados líquidos en los que las variables se modifican al mismo tiempo que los resultados, dependiendo de la situación. Bajo esta consideración, las estrategias de los migrantes son clasificadas en cuatro tipos: una aceptación de la condición de subalternidad, la recuperación de la identidad “tradicionalista”, la adopción de significaciones culturales de la cultura dominante y una estrategia visibilizadora. En resumen, los rarámuris se desplazan estratégicamente por los intersticios que el dispositivo racista les permite en búsqueda de posiciones donde puedan beneficiarse y evadir la discriminación. En resumen, el trabajo de Herrera lo encuentro completo, honesto y preocupado por la realidad rarámuri actual. Es un gran esfuerzo comprender la complejidad de las interacciones de los indígenas en la ciudad, ya que la cantidad de factores que intervienen en dichas interacciones se densifican con los indígenas. Definitivamente es un libro a revisar para actualizarse sobre las dinámicas sociales de los indígenas que migran a la ciudad.
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Culturales es una revista de publicación semestral editada por el Instituto de Investigaciones Culturales-Museo de la Universidad Autónoma de Baja California, que difunde la problemática de la cultura desde las múltiples disciplinas y perspectivas de las ciencias sociales y las humanidades a través de trabajos originales de investigación, de reflexión teórica y metodológica, así como de análisis temático. En su carácter de revista arbitrada e indizada, cuenta con un grupo de evaluadores tanto internos como externos —nacionales e internacionales—, especialistas en los tópicos que aborda esta publicación. Todos los trabajos recibidos son dictaminados de forma anónima por lo menos por dos evaluadores, cuya valoración favorable es requisito indispensable para la publicación de los artículos. Requisitos para la recepción de originales Los autores interesados en publicar en Culturales deben atender los siguientes requisitos: a) Culturales recibe y publica artículos, ensayos y reseñas en español, inglés o portugués. b) Las colaboraciones remitidas a esta revista para su posible publicación deben ser originales e inéditas. En este caso, los autores se comprometen a no someter a evaluación simultánea el trabajo en cuestión en otras publicaciones impresas o electrónicas. c) El documento debe tener una extensión mayor a 25 páginas y menor de 40. La extensión debe incluir tablas (cuadros), figuras (gráficas, fotografías, imágenes, etcétera), pie de páginas y referencias bibliográficas (en orden alfabético).
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d) El documento debe tener la estructura y seguir los lineamientos editoriales que más abajo se indican. e) Las propuestas deben enviarse vía correo electrónico a: revista.culturales@uabc.edu.mx Para los autores 1. El autor responsable del envío del documento debe incluir en un archivo anexo la ficha personal de cada autor, con una extensión no mayor de 300 palabras (para cada uno), que incluya nombre completo, nacionalidad, grados académicos (mencionando a la institución donde los obtuvo), institución de adscripción laboral, dirección laboral, número de teléfono, correo electrónico, página web de contacto si la tuviese, Facebook o Twitter. También debe especificar sus áreas de investigación y el título de sus dos últimas publicaciones. 2. El número máximo de autores por artículo no debe ser superior a tres. En el caso de que el artículo cuente con más de tres autores, se deberá adjuntar la documentación pertinente que acredite que el trabajo corresponde a un producto de integración de redes temáticas de colaboración entre cuerpos académicos de investigación. Esta situación será resuelta por la Dirección de Culturales, que revisará la documentación y decidirá la continuidad del artículo en el proceso de evaluación. II. Arbitraje de artículos a) Toda propuesta de artículo recibida se le asignará un folio y se le notificará al responsable de ésta vía correo electrónico para que pueda dar seguimiento al proceso. b) Una vez recibida la propuesta, la Dirección hará una revisión preliminar del documento para determinar si cumple con los requisitos establecidos por Culturales. De no cumplir con las normas editoriales, se notificará al responsable si su artículo es rechazado o se le deben hacer modificaciones. En este último caso, el responsable resolverá si realiza las modificaciones señaladas. . c) De cumplir con los requisitos, el manuscrito iniciará el proceso de evaluación por pares académicos (sistema de doble ciego), en el que especialistas naciona-
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les o internacionales evaluarán el trabajo de acuerdo con la pertinencia (que pertenezca al ámbito de los estudios socioculturales), originalidad (artículo inédito que no haya sido publicado ni esté siendo evaluado por otra revista) y relevancia científica y académica establecida por Culturales (avalado por los comentarios y observaciones de los evaluadores), donde cada evaluador emitirá una resolución indicando si el artículo propuesto es publicable o no. Nota: Esta etapa tiene una duración aproximada de 60 días. d) Al terminar el proceso de evaluación, se le notificará y enviará al responsable el resultado de los dictámenes emitidos. En el caso de ser aprobatorio sin correcciones, el artículo seguirá el proceso editorial; si es aprobado con recomendaciones y/o correcciones, el responsable tendrá 30 días (a partir de la notificación) para reenviar la versión final corregida. e) Una vez que el artículo sea aprobado para su publicación, Culturales enviará el formato de cesión de derechos en el que los autores otorgan permiso a la Universidad Autónoma de Baja California, a través del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, para la publicación, traducción, distribución, difusión y comunicación del material en medios impresos y digitales. Cada autor deberá llenar, firmar, digitalizar y enviar vía electrónica este documento al correo: revista.culturales@uabc.edu.mx Nota: La no firma y envió digital de este documento será motivo de retraso en la publicación del artículo o de la exclusión del mismo. f) Finalizado el proceso de evaluación y corrección, se iniciará la etapa de edición y maquetación del artículo (a cargo del editor). En este momento se notificará al responsable el volumen y número de la revista en la cual se publicará su artículo. Nota: Durante el proceso de edición, cualquier modificación y corrección de estilo será notificada al responsable por el editor de Culturales. III. Normas editoriales Los trabajos remitidos a la revista deber ajustarse a las siguientes normas editoriales: a) Todo el texto del documento debe estar justificado y escrito en letra Times New Roman, tamaño 12, con interlineado doble.
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b) La hoja debe tener tamaño carta (21.59 por 27.94 cm u 8 ½ pulgadas por 11 pulgadas) y mantener los márgenes normales predefinidos por el procesador de texto (Word). Todas las páginas deben ser numeradas (abajo y al centro con números arábigos) y no deben tener anotaciones ni diseños en ninguna parte de la hoja (encabezados, membretes, etcétera). c) Todo documento debe contener un título principal (máximo 16 palabras y en negritas), seguido de la traducción del mismo, ya sea al español, inglés o portugués (según sea el caso). En la misma página debe contener el nombre del autor o autores, seguido de su adscripción institucional y del correo electrónico de cada uno. Todos estos datos deben estar centrados. Ejemplo: Entre la indiferencia y la satanización. Representaciones sociales del narcotráfico Between indifference and demonization. Social representations of drug trafficking Nombre y apellido del autor Nombre de la institución de adscripción anotar@correoelectronico.com
d) El documento debe incluir un resumen no mayor a 150 palabras, acompañado de su respectiva traducción (español, inglés [abstract] o portugués [resumo], según corresponda). Nota: En el caso de que el resumen supere las 150 palabras, será motivo de devolución del documento para su ajuste. e) A la par del resumen, se deben incluir entre tres y cinco palabras clave (como máximo) que describan los campos de estudio en los que incide el trabajo (se deben anotar en español, inglés [keywords] o portugués [palabras-chave], según corresponda). Nota: No se aceptarán documentos que en su página inicial incluyan notas al pie con información relacionada o adicional al título, autor (autores) o resumen. f) Todos los datos adicionales relacionados con el título del trabajo, los autores, el resumen, los agradecimientos o referencias a un proyecto de investigación, deben anexarse al final del documento, especificando claramente a qué corresponde.
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g) Todas las contribuciones deberán presentarse siguiendo las normas establecidas por el Manual de Publicaciones de la American Psychological Association (apa), tercera edición en español, editado por editorial Manual Moderno (http:// www.apa.org/pubs/books/4200073.aspx) o sexta en inglés: apa Style Guide to Electronic References, Sixth Edition (http://www.apa.org/pubs/books/4210512. aspx). Nota: No se aceptarán trabajos que no estén editados bajo el formato apa. Esto será motivo de devolución del documento para su ajuste. h) Presentación de tablas y figuras (cuadros e imágenes): En cuanto a la presentación de materiales gráficos, se requiere prestar atención a la organización y al contenido. Los cuadros, tablas, gráficas e ilustraciones deben estar integrados en el texto. En el caso de los cuadros y las gráficas, deben estar numerados usando el sistema arábigo: cuadro 1, 2, 3, etcétera, y gráfica 1, 2, 3, etcétera. Las ilustraciones deben presentarse en escala de grises, con una resolución mínima de 300 dpi, en formato jpg. Los apoyos gráficos deben ser originales o, en su caso, se debe citar la fuente original e indicar un título o encabezado de los mismos. Si se reproduce o adapta una tabla, una figura o un cuestionario de una fuente protegida por derechos de autor, el autor o autores del artículo deberán poseer el permiso por escrito del titular de los derechos para reimprimirlos y reutilizarlos. Ejemplos para citas: 1. Al hacer una cita textual, siempre indicar en el texto: apellido paterno del autor o autores, año de publicación y número de página donde se encuentra la cita. […] “la construcción de la asociación se inició en el año 1957” (Cañez y Hernández, 2010, p. 149). Para Cañez y Hernández (2010, p. 149), “la construcción de la asociación se inició en el año 1957”. En el año 2010, Cañez y Hernández, “la construcción de la asociación se inició en el año 1957” (p. 149).
2. Cuando la cita textual tiene menos de 40 palabras (tres líneas en un párrafo aprox.) se escribe como parte del texto, utilizando comillas dobles al inicio y cierre de la misma. No se escribe en cursivas.
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Al momento de hablar del manejo de aguas transfronterizas se debe recordar que “un momento clave en la historia reciente de las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos fue el acuerdo logrado para el establecimiento de un marco binacional de manejo del agua” (Cortez, 2010, p. 10).
3. En el caso de las citas textuales mayores a 40 palabras (más de tres líneas aprox.) deberán separarse del párrafo en un bloque independiente del texto respectivo, agregar sangría a la izquierda (no a la derecha), sin comillas y sin cursivas. Toda la cita debe escribirse en tamaño de letra 11. En el caso de haber un corte dentro de la cita textual estos deberán ser identificados por puntos suspensivos entre paréntesis de corchetes. Giménez (2009) concluye su clasificación, afirmando que […] las identidades colectivas constituyen una franja específica de la identidad de los individuos a través de su red de pertenencias […] no constituyen una especie de esencia o atributo específico del sujeto sino un sistema móvil de relaciones múltiples centradas en el sujeto en una determinada situación social (p. 11).
4. Al incluir una cita parafraseada es necesario incluir el apellido del autor y el año de la publicación. No se utilizan comillas dobles ni se anota el número de página.
De acuerdo con Meza (2010), en las relaciones de pareja el conflicto no siempre es negativo o positivo.
5. Cuando la cita corresponde a más de tres autores, la primera vez que se mencionan se anotan los apellidos de todos; en las subsiguientes se cita solo el apellido del primero seguido de et al. “[…] en varios experimentos se evidencian esas circunstancias” (Reimers; Mckemmish; Mckenzie y Mark, 2009, p. 250). […] sin embargo no se plantean otros caminos posibles (Reimers et al., 2009).
6. Cuando los autores son seis o más, se puede utilizar et al. desde la primera citación. Díaz et al. (2006) afirman que “[…] en varios experimentos se evidencian esas circunstancias” (p. 8).
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7. Cuando el autor es anónimo, en el lugar del apellido y nombre del autor, se debe colocar la palabra Anónimo considerando todas las reglas anteriores. Ejemplos para referencias bibliográficas Libros con un autor Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título. Ciudad, País: Editorial. Goleman, D. (2000). La inteligencia emocional: Por qué es más importante que el cociente intelectual. Ciudad de México, México: Ediciones B.
Libros con editor Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres (Ed.). (Año). Título. Ciudad, País: Editorial. Wilber, K. (Ed.). (1997). El paradigma holográfico. Barcelona, España: Editorial Kairós.
Libros en versión electrónica Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título. Recuperado o Disponible en http://www.paginaweb.com. De Jesús Domínguez, J. (1987). La autonomía administrativa en Puerto Rico. Recuperado de http://memory.loc.gov/.
Libros en versión electrónica con doi (Digital Object Identifier) Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título. doi: xx.xxxxxxxx Montero, M. (Ed.). (2009). Psychology of Liberation. doi: 10.1007/978-0-387-85784-8
Capítulos de libros Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título del capítulo o la entrada. En A. A. Apellido. (Ed.), Título del libro (pp. xx-xx). Ciudad, País: Editorial. Guba, E. y Lincoln, Y. (2000). Paradigmas en competencia en la investigación cualitativa. En C. A., Denman y Haro, J. A. (Compiladores), Por los rincones. Antología de méto-
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dos cualitativos en la investigación social (pp. 113-145). Hermosillo, México: El Colegio de Sonora.
Artículos impresos Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título del artículo. Nombre de la revista, volumen (número), pp.-pp. Chavolla, J. (2014). Reconciliando el patrimonio cultural religioso en Jiquilpan. Culturales, 2 (20), 81-107.
Artículos electrónicos Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título del artículo. Nombre de la revista, volumen (número), pp.-pp. Recuperado o Disponible en http://www.nombredelarevista.com. Mota de Cabrera, C. (2006). El rol de la escritura dentro del currículo de la enseñanza. Acción Pedagógica, 15(1), 56-63. Recuperado de http://www.saber.ula.ve/accionpe/.
Tesis y trabajo de grado Apellido paterno, inicial o iniciales de los nombres. (Año). Título de tesis (Tesis de maestría o doctorado). Nombre de la institución, Lugar. Hipólito, A. (2010). El Centro antiguo de Mexicali. Memoria colectiva de sus habitantes a inicios del siglo xxi (Tesis de maestría). Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, México.
Referencia a páginas de sitios web Nombre del autor (apellido y nombre) o Nombre de la institución. (Fecha). Título del trabajo o manuscrito [anotar una descripción del mensaje]. Recuperado o Disponible en http://www.nombredelurl.com. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal). (9 de marzo de 2015). cepal y Ciudad de México piden garantizar derechos, autonomía y dignidad de personas mayores [noticias]. Recuperado de http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/ mexico/noticias/noticias.xsl.
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Notas generales 1. Las notas a pie se deben utilizar sólo para contextualizar o hacer algún comentario que amplíe o aclare algún dato presentado por el autor. Deben ir numeradas, y su anotación debe aparecer después de un signo de puntuación, salvo los casos que ameriten estar junto a una palabra. Los textos a pie de página deben estar escritos en tipografía Times New Roman, tamaño 10, a espacio simple. 2. Las referencias bibliográficas se incluirán al final del documento y corresponderán sólo a las obras citadas en el cuerpo del mismo. Deberán ir ordenadas alfabéticamente por el apellido de los autores (con sangría francesa). 3. En las referencias o notas a pie de página no usar idem, ibidem, op. cit. 4. En caso de citar varias obras de un autor del mismo año, diferenciarlas con letras, iniciando por la “a”. Ejemplo: 2014a, 2014b, 2014c. IV. Presentación de reseñas Las reseñas bibliográficas tendrán una extensión de 4 a 8 páginas y examinarán obras relacionadas con el estudio y la investigación de los fenómenos socioculturales. Las reseñas deberán incluir una ficha bibliográfica del libro examinado y los datos del reseñista: nombre completo y adscripción institucional. También deberá ser enviada en archivo aparte la imagen de la portada del libro en formato jpg, en escala de grises y de resolución mínima de 300 dpi. Todas las reseñas remitidas a la revista deben incluir el isbn de los libros reseñados. Culturales está en proceso de afiliación al Comité de Ética para Publicaciones (cope, por sus siglas en inglés), por lo que se compromete con su comunidad a garantizar, de acuerdo con el Código de Conducta y Buenas Prácticas del cope (http://publicationethics.org/files/Code_of_conduct_for_journal_editors.pdf), la ética y calidad de los artículos publicados. Revista Culturales Instituto de Investigaciones Culturales–Museo, uabc. Reforma y Calle L, s/n. Colonia Nueva. C.P. 21100. Mexicali, Baja California, México.
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Teléfonos: +52 (686) 554-1977 y +52 (686) 552-5715, ext. 106. Correo electrónico: revista.culturales@uabc.edu.mx
Culturales es integrante de los siguientes índices y sistemas de información: Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica (Conacyt); Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex); Scientific Electronic Library Online SciELO México; Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal (Redalyc); Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (clase); Fundación Dialnet; Red de Revistas Mexicanas de Ciencias Sociales; ebsco Host; Directory of Open Access Journals (doaj); Biblioteca Digital de la Organización de Estados Iberoamericanos oei-credi; Global Serials Directory Ulrichs Web; Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta); Sistema Bibliotecario y de Información (Seriunam); Cengage Learning; Red de Revistas Mexicanas de Ciencias Sociales (red); Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura (Rircyc); Base Bibliográfica Nacional Publindex A1 por ��������������������� homologación;���� Bibliografía Latinoamericana (Biblat); Academy Journals Database.
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Culturales is a biannual published magazine edited by the Cultural Investigation Institute-Museum of Universidad Aut贸noma de Baja California that spreads the cultural problems of multiple disciplines and perspectives of social sciences and humanities through original research, theoretical and methodological reflection works, as well as thematic analysis. In its capacity as refereed and indexed magazine, it has a group of evaluators, both internal and external -national and international- specialists in the topics addressed in this publication. All entries received are audited anonymously by at least two assessors, whose favorable assessment is an indispensable requirement for publication of the articles. I. Requirements for receiving originals The authors interested in publishing in Culturales must meet the following requirements: a) Culturales receives and publishes articles, essays and reviews in Spanish, English or Portuguese. b) Collaborations submitted to this magazine for publication must be original and unpublished. In this case, the authors undertake not to submit a simultaneous eval颅 uation work involved in other printed or electronic publications. c) The document must have a length greater than 25 pages but less than 40. The extension must include tables (charts), figures (graphics, pictures, images etc.), footnotes and references (in alphabetical order). d) The document must have the structure and follow the editorial guidelines listed below.
Normas para colaboradores
e) Proposals should be submitted via email to: revista.culturales@uabc.edu.mx
For authors 1. The author responsible for sending the document must include an attachment with the personal file of each author, with no longer than 300 words (for each) including full name, nationality, academic degree (mentioning the institution where were obtained), institution of labor affiliation, business address, phone number, email, website contact if where the case, Facebook or Twitter. Must also specify their areas of research and the title of his last two publications. 2. The maximum number of authors per article should not exceed three. In the event that the article has more than three authors, it must attach the relevant documentation demonstrating that the work corresponds to a product of integration of thematic networks of collaboration between academic research bodies. This situation will be resolved by the Directorate of Culturales, which will review the documentation and decide the continuation of the article in the assessment process. II. Article arbitration a) Every article proposal received will be assigned a sheet and a notification will be sent to the person responsible for this via email so he can monitor the process. b) After receiving the proposal, the Directorate will make a preliminary review of the document to determine whether it meets the requirements of Culturales. Failure to comply with editorial standards the responsible will be notified if the article is rejected or if it needs some changes. In the latter case, the responsible decides whether modifications pointed are done. c) Meeting the requirements, the manuscript will begin the process of academic peer evaluation (double blind system), where national and international experts will evaluate the work according to relevance (that belongs to the field of cultural studies), originality (article unpublished that has
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not been released or that is being evaluated by another magazine) and scientific and academic relevance established by Culturales (supported by the comments and observations of the evaluators) each evaluator issue a resolution stating whether the proposed article is publishable or not. Note: This stage lasts approximately 60 days. d) Upon completion of the evaluation process, the responsible will be notified and sent the results of the opinions issued. In the case of approving without corrections, the article will continue the editorial process; in the event it is approved with recommendations and / or corrections, the responsible will have 30 days (after notification) to forward the final version corrected. e) Once the article is approved for publication, Culturales will send the format of transfer of rights where the authors give permission to Universidad Autónoma de Baja California through the Institute/Museum of Cultural Research for publication, translation, distribution, dissemination and communication of the material in print and digital media. Each author must fill out, sign, scan and send electronically this document via e-mail to revista.culturales@uabc.edu.mx Note: Non-digital signature and mailing of this document will be reason of delay in the publication of the article or rejecting it. f) Following the evaluation and correction process, editing and layout stage of the article will begin (done by the editor). In that moment, the responsible will be notified of the volume and issue of the magazine in which the article will be published. During the editing process, the editor of Culturales will notify any changes and proofreading to the responsible. III. Editorial standards The papers submitted to the magazine must meet the following editorial guidelines: a) All text of the document should be full justified and written in Times New Roman size 12 with double spacing. b) The paper should be letter size (21.59 by 27.94 cm or 8 ½” by 11”) and should maintain normal margins predefined by the word processor (Word). All pages
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should be numbered (bottom center with Arabic numerals) and should not have any notes or designs of the sheet (headers, letterhead, etc.). c) All documents must contain a main title (maximum 16 words and in bold) followed by its translation to either English, Spanish or Portuguese (as applicable). On the same page must contain the name of the author followed by the institutional affiliation and email of each. All these data should be centered. Example: Entre la indiferencia y la satanizaci贸n. Representaciones sociales del narcotr谩fico Between indifference and demonization. Social representations of drug trafficking Name of the author or authors Name of the institution of affiliation E@mail.com
d) The document must include an abstract no more than 150 words accompanied by translations (English, Spanish [resumen] or Portuguese [resumo], as appropriate). Note: In the event that the abstract exceeds 150 words, this will be reason for returning the document for modification. e) Along the abstract should include three to five keywords (maximum) describing the fields of study the work approaches (must be noted in English, Spanish [palabras clave] and Portuguese [palabras-chave] as applicable). Note: No documents that on its front page include footnotes or additional information related to the title, author or abstract will be accepted. f) All additional data related to the title, authors, abstract, acknowledgments, or references to a research project must be added at the end of the document, clearly specifying to which corresponds. g) All contributions must be submitted following the standards set by the Manual de Publicaciones of the American Psychological Association (APA), third edition in Spanish published by Editorial Manual Moderno (http://www.apa.org/ pubs/books/4200073.aspx) or sixth in English APA Style Guide to Electronic
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References, Sixth Edition (http://www.apa.org/pubs/books/4210512.aspx) Note: Any work not published under the APA format will not be accepted. This will be reason of return of the document for modifications. h) Presentation of tables and figures (charts and images): As for the presentation of graphic materials requires attention to organization and content. Charts, tables, graphs and illustrations should be integrated into the text. In the case of charts and figures, they should be numbered using the Arabic system: chart 1, 2, 3, etc. and figure 1, 2, 3, etc. The illustrations should be presented in grayscale, with a minimum resolution of 300 dpi, in jpg format. The graphics support must be originals or, where appropriate, should quote the original source and indicate a title of them. If a copy or adaptation of a table, figure, questionnaire protected by copyright source is used, the author of the article must have the written permission of the owner of the rights to reprint and reuse. Examples of quotations:
1. When making a quote, always indicate in the text: paternal surname of the author, year of publication and page number where the quote is located. [...] “Building the partnership began in 1957” (Cañez and Hernandez, 2010, p. 149). To Cañez and Hernandez (2010, p. 149), “building the partnership began in 1957”. In 2010, Cañez and Hernandez, “building the partnership began in 1957” (p.149).
2. When the quote is less than 40 words (three lines in a paragraph approx.) Is written as part of the text, using double marks at beginning and ending of the same. It is not written in italics. When speaking of trans boundary water management should remember that “a key moment in the recent history of bilateral relations between Mexico and the United States was the agreement reached for the establishment of a binational water management framework” (Cortez, 2010, p.10).
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3. In the case of quotations bigger than 40 words, (more than three lines approx.) It must be segregated in a separate paragraph of the respective text block, adding left indentation (not right), without quotation marks or italics. All quotes must be written in font size 11. In case of a space within the quote, they must be identified by an ellipsis between bracket parentheses. Gimenez (2009) concludes its ranking, stating that, [...] Collective identities constitute a strip specifies the identity of individuals through its network of belongings [...] they are not a kind of essence or attribute specific subject but a mobile system of multiple relationships focusing on the subject in a certain social status (p. 11).
4. When including a paraphrased quote is mandatory to include the author’s name and the year of publication. No quotation marks are used or the page number noted. According to Meza (2010) on the relationships, conflict is not always negative or positive.
5. When the quote is for more than three authors, the first time the names of all are written down; on subsequent quotes only the first name followed by et al. “[...] In some experiments such circumstances are evident” (Reimers; McKemmish; and Mark Mckenzie, 2009, p. 250). [...]
But
no
other
possible
paths
are
suggested
(Reimers
et
al.,
2009).
6. When authors are six or more, you can use et al. From the first quote. Diaz et al. (2006) state that “[...] in various experiments such circumstances are evident” (p.8).
7. When the author is anonymous, instead of the author’s name, place the word Anonymous considering all previous rules.
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Examples of bibliographic references
Books with one author Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. City, Country: Publisher. Goleman, D. (000). Emotional Intelligence: Why is it more important than IQ? Mexico City, Mexico: Ediciones B.
Books with editor Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. City, Country: Publisher. Wilber, K. (Ed.). (1997), The holographic paradigm. Barcelona, Spain: Editorial Kairòs.
Books in electronic version Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. Available or recovered at http://www.webpage.com Jesus Dominguez, J. (1987). The administrative autonomy in Puerto Rico. Recovered from http://memory.loc.gov/
Books in electronic version with DOI (Digital Object Identifier) Paternal surname, name or names initials. (Year). Title. doi: xx.xxxxxxxx Montero, M. (Ed.). (2009). Psychology of Liberation. doi: 10.1007/978-0-387-85784-8
Book chapters Paternal surname, name or names initials. (Year). Title of chapter or entry. In A. A last name. (Ed.), Title of the book (pp. xx-xx).City, Country: Publisher. Guba, E. Lincoln, Y. ((2000). Competing paradigms in qualitative research. In CA, Denman and Haro, J. A. (Compiladores), In the corners. Anthology of qualitative methods in social research (pp.113-145). Hermosillo, Mexico: El Colegio de Sonora.
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Printed articles Paternal surname, name or names initials. (Year). Article title. Name of the magazine, volume (number), pp-pp. Chavolla, J. (2014). Reconciling the religious heritage in Jiquilpan. Culturales, 2 (20), 81-107.
Electronic articles Paternal surname, name or names innitials. (Year). Article title. Name of the magazine, volume (number), pp.-pp. Available or recovered at http://www. magazine.com Mota de Cabrera, C. (2006). The role of writing within the curriculum of teaching. Pedagogical Action, 15 (1), 56-63.Recovered from http://www.saber.ula.ve/accionpe/
Thesis and undergraduate works: Paternal surname, name or names initials. (Year). Title of thesis (master’s or doctoral thesis).Institution Name, Location. Hippolytus, A. (2010). The old center of Mexicali. Collective memory of its inhabitants at the beginning of the xxi century (Master`s Thesis).Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, Mexico.
Websites references Author’s name (surname and name) or name of the institution. (Date). Job title or manuscript [describe the message].Available or recovered url. Comisiòn Ecónomica para Amèrica Latina y el Caribe (cepal). (March 9, 2015). Mexico City and eclac ask guaranteeing rights, autonomy and dignity of older people [news]. Recovered from http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/mexico/noticias/ noticias.xsl
General notes
1. The use of footnotes should be used only to contextualize or make a comment that expands or clarifies any of the information presented by the author. They must be numbered and their entry should appear after a 284
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punctuation mark, except in cases that deserve being next to a word. The text footnotes must be written in Times New Roman, size 10 and singlespaced. 2. References are included at the end of the document and correspond only to the works quoted in the body of the same. They must be in alphabetical order by last name of the authors (with indentation). 3. In the references or footnotes page do not use idem, ibid, op. cit. 4. When quoting several works of an author the same year, differentiate them with letters starting with the “a”. Example: 2014a, 2014b, 2014c. IV. Presentation of reviews Bibliographical reviews will have a length of 4-8 pages and will examine works related to the study and research of the sociocultural phenomena. The reviews should include an index card of the book reviewed and data of the reviewer: full name and institutional affiliation. It should also be sent in a separate file, the image of the book cover in jpg, in grayscale and minimum resolution of 300 dpi. All reviews submitted to the magazine should include the isbn of the books reviewed. Culturales is in the process of affiliation to the Committee on Publication Ethics (cope), which is committed to their community to ensure, in accordance with the Code of Conduct and Best Practice of cope http://publicationethics.org/files/ Code_of_conduct_for_journal_editors.pdf ethics and quality of published articles.
Culturales Magazine Cultural Research Institute-Museum, UABC. Reforma y Calle L, s/n. Colonia Nueva, 21100. Mexicali, Baja California, Mexico. Phone: +52 (686) 554-1977 and +52 (686) 552-5715, ext. 106. Email: revista.culturales@uabc.edu.mx
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Normas para colaboradores
Culturales is member of the following indexes and information systems: Index of Mexican Journals of Scientific and Technological Research (Conacyt); Regional Information System for Online Scientific Journals of Latin America, the Caribbean, Spain and Portugal (Latindex); Scientific Electronic Library Online ScIELO Mexico ; Scientific Network of Latin America and the Caribbean, Spain and Portugal (Redalyc); Latin American Quotes in Social Sciences and Humanities (clase); Dialnet Foundation; Mexican Journals of Social Sciences Network; ebsco Host; Directory of Open Access Journals (doaj); Digital Library Organization of American States oei-credi; Global Serials Directory Ulrichs Web; National Council for Culture and the Arts (Conaculta); Library and Information system (Seriunam); Cengage Learning; Mexican Journals of Social Sciences Network (red); Latin American Network of Communication and Culture Magazines (Rircyc); National Bibliographic Database Publindex A1 for approval;. Latinoamerican Bibliography (Biblat); Academy Journals Database.
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Regulamentos para os colaboradores
Culturales é uma revista de publicação semestral publicada pelo Instituto de Pesquisa Cultural e Museu da Universidade Autônoma de Baja Califórnia, que divulga a problemática cultural desde várias disciplinas e perspectivas das ciências sociais e humanas por meio de diversos trabalhos originais, de reflexão teórica, metodológica e de análise temática. Na sua qualidade de ser uma revista arbitrada e indexada, tem um grupo de avaliadores, tanto especialistas internos quanto externos, nacionais e internacionais nos temas abordados nesta publicação. Todas as inscrições recebidas são auditadas de forma anónima por pelo menos dois avaliadores cuja avaliação favorável é indispensável para a publicação de artigos. I. Requisitos para a recepção de originais Os autores interessados em publicar em Culturales deverão atender aos seguintes requisitos: a) Culturales recebe e publica artigos, ensaios e resenhas em Espanhol, Inglês ou Português. b) Colaborações submetidas à revista para publicação deverão ser originais e inéditas. Neste caso, os autores se comprometem a não apresentar um trabalho para uma avaliação simultânea em outras publicações impressas ou eletrônicas. c) O documento deverá ter uma extensão maior que 25 páginas e menor que 40. A extensão deverá incluir tabelas (quadros), figuras (gráficos, imagens, etc.), notas ao pé de página e referências bibliográficas (em ordem alfabética). d) O documento deverá ser semelhante e seguir as diretrizes editoriais listadas abaixo.
Normas para colaboradores
e) As propostas deverão ser enviadas via e-mail para: revista.culturales@uabc.edu.mx Para os autores 1. O autor responsável pelo envio do documento deverá incluir num arquivo anexo, as informações pessoais de cada autor, com não mais de 300 palavras (para cada um), incluindo nome completo, nacionalidade, grau académico (mencionando a instituição onde o obteve), instituição de afiliação de trabalho, endereço comercial, número de telefone, e-mail, website de contato se tiver, Facebook ou Twitter. Também se deverá especificar as áreas de pesquisa e o título das duas últimas publicações. 2. O número máximo de autores por artigo não deverá exceder três. No caso em que o artigo tiver mais de três autores, dever-se-á anexar a documentação pertinente, demonstrando que o trabalho corresponde a um produto de integração de redes temáticas de colaboração entre entidades de pesquisa acadêmica. Esta situação será resolvida pela Direção de Culturales, que analisará a documentação e decidirá a continuação do artigo no processo de avaliação. II. Arbitragem de artigos a) Qualquer proposta de artigo recebida será atribuída com um número e se notificará a pessoa responsável por via e-mail para que possa monitorar o processo. b) Depois de receber a proposta, a Direção fará uma avaliação preliminar do documento para determinar se ele atende aos requisitos de Culturales. Caso não cumprir com os padrões editoriais, o responsável será notificado se o artigo for rejeitado ou deverá de fazer alterações. Neste último caso, o responsável decidirá se as modificações serão feitas. c) Caso atenda aos requisitos, o manuscrito iniciará o processo de avaliação pelos pares acadêmicos (sistema duplo-cego), onde especialistas nacionais e internacionais irão avaliar o trabalho de acordo com a pertença (pertencente ao campo dos estudos culturais), originalidade (artigo inédito que não foi publicado
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ou tenha sido avaliado por outra revista) e a relevância científica e acadêmica estabelecido por Culturales (apoiado pelos comentários e observações dos avaliadores), cada avaliador emite uma resolução indicando se o artigo proposto é publicável ou não. Nota: Esta etapa tem uma duração de 60 dias aproximadamente. d) Após a conclusão do processo de avaliação, o responsável será notificado do resultado das opiniões. No caso de aprovação, sem correções, o artigo seguirá o processo editorial; no caso de ser aprovada com recomendações e/ou correções, o responsável terá 30 dias (após a notificação) para encaminhar a versão final corrigida. e) Uma vez que o artigo seja aprovado para publicação, Culturales enviará o formato de transferência de direitos, onde os autores dão permissão para a Universidade Autônoma de Baja Califórnia, através do Instituto de Pesquisa Cultural e Museu para a publicação, tradução, distribuição, difusão e comunicação do material na mídia impressa e digital. Cada autor deve preencher, assinar, digitalizar e enviar este documento eletronicamente para o e-mail revista.culturales@ uabc.edu.mx. Nota: Não assinar e enviar digitalmente este documento será motivo para o atraso na publicação do artigo ou a rejeição dele. f) Após a conclusão da avaliação e correção, a fase de edição e montagem final do artigo será iniciada pelo editor. Neste momento o responsável será notificado do volume e número de revista em que o artigo será publicado. Nota: Durante o processo de edição, todas as alterações serão notificadas ao responsável pelo editor de Culturales. III. Padrões editoriais Os trabalhos submetidos à revista deverão atender as seguintes diretrizes editoriais: a) Todo o texto do documento deverá ter alinhamento justificado e com fonte Times New Roman tamanho 12, com espaçamento duplo. b) O formato deverá ser tamanho carta (21,59 por 27,94 cm ou 8½” por 11”) e deve manter as margens normais predefinidas pelo processador de texto (Word).
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Todas as páginas deverão ser numeradas (parte inferior central com algarismos arábicos) e não deverá ter notas ou desenhos na folha (cabeçalhos, timbres, etc.). c) Todos os documentos deverão conter um título principal (máximo de 16 palavras e em negritas) seguido da sua tradução em Inglês, Espanhol ou Português (conforme aplicável). Na mesma página deverá conter o nome do autor ou autores, seguido da afiliação institucional e o e-mail de cada um. Todos estes dados deverão ser centralizados. Exemplo: Entre a indiferença e a demonização. Representações sociais do tráfico de drogas Between indifference and demonization. Social representations of drug trafficking Nome e sobrenome do autor Nome da instituição de afiliação colocar@email.com
d) O documento deverá incluir um resumo de não mais de 150 palavras acompanhadas de uma tradução (Espanhol [resumen], Inglês [abstract] ou Português, conforme o caso). Nota: No caso de que o resumo for superior às 150 palavras, este, poderá ser motivo para devolver o documento para se ajustar. e) Além do resumo dever-se-á incluir 3-5 palavras-chave (máximo) que descrevem os campos de estudo que afeta o trabalho (deverá ser colocado em Espanhol [palabras clave], Inglês [keywords] e Português como aplicável). Nota: Não vão se aceitar documentos que incluam notas de rodapés ou informações adicionais para o título, autor (es) ou resumo na capa. f) Todos os dados adicionais relacionados com o título, autores, resumo, agradecimentos, ou referências a um projeto de pesquisa dever-se-ão adicionar no final do documento, especificando claramente a aquilo que corresponde. g) Todas as contribuições deverão ser enviadas seguindo as normas estabelecidas pelo Manual de Publicação da American Psychological Association (APA), terceira edição em espanhol publicada pela editorial Manual Moderno (http://www.apa.
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org/pubs/books/4200073.aspx) ou sexta em inglês APA Style Guide to Electronic References, Sixth Edition (http://www.apa.org/pubs/books/4210512.aspx) Nota: Nenhum trabalho não publicado sob o formato APA será aceito. Isto será a motivo de devolução do documento para se ajustar. h) A apresentação de tabelas e figuras (quadros de dados e imagens): como a apresentação do material gráfico, precisa atenção à organização e ao conteúdo. Os quadros, tabelas, gráficos e ilustrações deverão ser integrados no texto. No caso dos quadros e gráficos deverão ser numerados utilizando o sistema árabe: Quadro 1, 2, 3, etc. e Gráfico 1, 2, 3, etc. As ilustrações deverão ser apresentadas em tons de cinza, com resolução mínima de 300 DPI, em formato JPG. O suporte gráfico deverá ser original ou, se for o caso, deverá citar a fonte original e colocar o título deles. Se se reproduzir ou se adaptar uma tabela, figura, um questionário protegido por direitos de autor, o autor do artigo deverá ter a permissão por escrito do proprietário dos direitos para reimprimir e reutilizar. Exemplos de citações:
1. Ao fazer uma citação, indicar-se-á sempre no texto: o sobrenome paterno do autor, ano de publicação e número da página onde poder-se-á procurar a citação. [...] “A construção a parceria começou em 1957” (Canez e Hernandez, 2010, p.149). Para Canez e Hernandez (2010, p. 149), “a construção da parceria começou em 1957”. Em 2010, Canez e Hernandez, “ a construção a parceria começou em 1957” (p.149).
2. Quando a citação for menor de 40 palavras (três linhas em um parágrafo aprox.) esta, será escrita como parte do texto, utilizando aspas duplas de abertura e fechamento nas citações. Não se colocam em itálico. Quando se fala de gestão de águas transfronterizas deve se lembrar que “um momentochave na história recente das relações bilaterais entre o México e os Estados Unidos foi o acordo alcançado para o estabelecimento de um quadro de gestão de água binacional” (Cortez, 2010 , p.10).
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3. No caso de citações com mais de 40 palavras (mais de três linhas aprox.) deverá ser segregado em um parágrafo separado do respectivo bloco de texto, adicione o recuo à esquerda (não à direita), sem aspas nem itálico. Todas as citações deverão ser escritas em fonte tamanho 11. No caso de um espaço na citação deverá ser identificada por reticências entre colchetes. Gimenez (2009) conclui sua classificação, afirmando que, [...] Identidades coletivas constituem uma faixa especifica a identidade de indivíduos através de sua rede de pertences [...] eles não são uma espécie de essência ou atributo específico assunto fic, mas um sistema móvel de múltiplas relações concentrando-se sobre o assunto em um certo status social (p. 11).
4. Ao incluir uma citação parafraseada será necessário incluir o nome do autor e o ano de publicação. Sem aspas nem número da página. De acordo com Meza (2010) sobre o conflito de relações nem sempre é positiva ou negativa.
5. Quando a citação for para mais de três autores, a primeira vez que se mencionam os nomes de todos serão escritos; na subsequente cita apenas o primeiro nome seguido por et al. “[...]
Em
vários
experimentos
tais
circunstâncias
são
eviden-
tes” (Reimers; McKemmish; e Mark McKenzie, 2009, p.250). [...] Mas há outros caminhos possíveis (Reimers et al., 2009) sugerem.
6. Quando os autores forem seis ou mais, você pode usar et al. A partir da primeira citação. Diaz et al. (2006) afirmam que “[...] em várias experiências tais circunstâncias são evidentes” (p.8).
7. Quando o autor for anônimo, no lugar do nome do autor, coloque a palavra Anônimo considerando todas as regras anteriores.
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Exemplos de referências bibliográficas
Livros com um autor Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nome. (Ano). Título. Cidade, País: Editorial. Goleman, D. (2000). Inteligência Emocional: Por que é mais importante do que o QI. Cidade do México, México: Ediciones B.
Livros com editor Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ed.). (Ano). Título. Cidade, País: Editorial. Wilber, K. (Ed.). (1997). O paradigma holográfico. Barcelona, Espanha: Kairos Editorial.
Livros em formato electrónico Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ano). Título. Disponível ou recuperado em http://www.paginaweb.com Jesus Dominguez, J. (19 87). A autonomia administrativa em Porto Rico. Recuperado de http://memory.loc.gov/
Livros em versão eletrônica com doi (Digital Object Identifier) Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nomes(Ano). Título. doi: xx.xxxxxxxx Montero, M. (Ed.). (2009). Psicologia da Libertação. doi: 10,1007 / 978-0-387-85784-8
Capítulos de livros Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nomes (Ano). Título do capítulo ou a entrada. Em A. A. Sobrenome (Ed.), Título do livro (pp. xx-xx). Cidade, País: Editorial. Guba, E. Lincoln, Y. (2000). Competir paradigmas na pesquisa qualitativa. Em C.A., Denman e Haro, J.A. (Compiladores), Pelos cantos. Antologia de métodos qualitativos em pesquisa social (pp.113-145). Hermosillo, México: El Colegio de Sonora.
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Artigos impressos Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ano). Título do artigo. Nome da revista, volume (número), pp-pp. Chavolla, J. (2014). Conciliar o património religioso em Jiquilpan. Culturales, 2 (20), 81-107.
Artigos eletrônicos Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Ano). Título do artigo. Nome da revista, volume (número), pp-pp. Disponível ou recuperado http:// www.revista.com Mota de Cabrera, C. (2006). O papel da escrita no currículo do ensino. Ação Pedagógica, 15 (1), 56-63.Recuperado de http://www.saber.ula.ve/accionpe/
Teses e trabalho de graduação Sobrenome paterno, inicial ou iniciais do nomes(Ano). Título da tese (Tese de mestrado ou doutorado). Nome da Instituição, Lugar. Hipólito, A. (2010). O antigo centro de Mexicali. Memória coletiva de seus habitantes no início do século xxi (Tese de mestrado). Universidade Autônoma de Baja Califórnia, Mexicali, México.
Referência a páginas em websites Sobrenome paterno, inicial ou iniciais dos nomes (Data). Título do trabalho ou manuscrito [anotar a mensagem]. Disponível ou recuperado em url. Comissão Econômica para a América Latina e o Caribe (cepal). (09 de março de 2015). Cidade do México cepal e pedir garantia de direitos, autonomia e dignidade das pessoas idosas [Notícias]. Recuperado de http:// w w w. c e p a l . o r g / c g i - b i n / g e t P r o d . a s p ? x m l = / m e x i c o / n o t i c i a s / n o t i c i a s . x s l
Notas gerais
1. As notas de rodapé deverão ser usadas apenas para contextualizar ou fazer um comentário que expanda ou esclareça qualquer uma das informações apresentadas pelo autor. Deverão ser numeradas e sua entrada 294
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deverá aparecer depois de um sinal de pontuação, excetuando casos que merecem estar ao lado de uma palavra. As notas de rodapé deverão ser escritas em Times New Roman, tamanho 10 e espaçamento simples. 2. As referências deverão ser incluídas no final do documento e corresponder apenas às obras citadas no corpo da mesma. Deverão ir em ordem alfabética pelo sobrenome dos autores (com recuo deslocado). 3. Na página de referências ou notas de rodapé não se deverão usar idem, ibid, op. cit. 4. Ao citar várias obras de um autor no mesmo ano, diferenciam-se com as letras começando com a “a”. Exemplo: 2014a, 2014b, 2014c. IV. Apresentação de resenhas As resenhas bibliográficas deverão ter um comprimento de 4-8 páginas e examinarão trabalhos relacionados ao estudo e investigação dos fenômenos culturais. Deverão incluir um cartão de índice do livro resenhado e dados do revisor: o nome completo e instituição à que pertence. Também deverá ser enviada a imagem da capa do livro em formato jpg, em tons de cinza e resolução mínima de 300 dpi num arquivo separado. Todos os comentários submetidos à revista deverão incluir o isbn dos livros resenhados. Culturales está em processo de filiação ao Comitê de Ética das Publicações (cope, por sua sigla em Inglês), que está comprometida com sua comunidade para assegurar, em conformidade com o Código de Conduta e Boas Práticas do cope http:// publicationethics.org/arquivos/Code_of_conduct_for_journal_editors.pdf a ética e qualidade dos artigos publicados. Revista Culturales Instituto de Investigações Culturais–Museu, UABC. Reforma y Calle L, s/n. Colonia Nueva, 21100. Mexicali, Baja California, México. Telefone: +52 (686) 554-1977 e 52 (686) 552-5715, ext. 106. Email: revista.culturales@uabc.edu.mx
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Culturales é integrante dos seguintes índices e sistemas de informação: Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica (Conacyt); Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex); Scientific Electronic Library Online SciELO México; Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal (Redalyc); Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (clase); Fundación Dialnet; Red de Revistas Mexicanas de Ciencias Sociales; ebsco Host; Directory of Open Access Journals (doaj); Biblioteca Digital de la Organización de Estados Iberoamericanos oei-credi; Global Serials Directory Ulrichs Web; Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta); Sistema Bibliotecario y de Información (Seriunam); Cengage Learning; Red de Revistas Mexicanas de Ciencias Sociales (red); Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura (Rircyc); Base Bibliográfica Nacional Publindex A1 por homologación; Bibliografía Latinoamericana (Biblat); Academy Journals Database.
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ISSN 0187-6961
Nueva época, vol. 16, núm. 31, enero-junio de 2015
CONTENIDO Los complejos urbanos transfronterizos en América Latina Haroldo Dilla Alfonso
El lado colombiano de la frontera colombo-brasilera. Una aproximación desde la categoría de área sin ley Luis Fernando Trejos Rosero
Repasando la frontera hispano-portuguesa: conflicto, interacción y cooperación transfronteriza Francisco J. Calderón Vázquez
La incompleta re-construcción peronista de la frontera. Un análisis desde la región del Nahuel Huapi, Argentina (1946-1955) Paula Gabriela Núñez
Estado y frontera en el norte de Chile Viviana García Pinzón
Comercio informal transfronterizo México-Guatemala desde una perspectiva de frontera permisiva Carlos Ernesto Ruiz Juárez y Germán Martínez Velasco
Los méxico-americanos en San Antonio, Texas: Un análisis de su inserción en autoempleo formal José Luis Manzanares
Arrinconados por la realidad: Los menores de circuito
an iv er sa rio
de
30 a
Simón Pedro Izcara Palacios y Karla Lorena Andrade Rubio
nú m er o
Causas e impacto de la deportación de migrantes centroamericanos desde Estados Unidos hasta México
ño s
José A. Moreno Mena y Rosa María Avendaño Millán
letras
istóricas
Universidad de Guadalajara Número
11
Otoño 2014-invierno 2015 Entramados Personas sagradas y trayectorias trasatlánticas: Vidas de tres clérigos de principios del siglo XIX en Nueva España David Carbajal López Cuidar y proteger. Instituciones encargadas de salvaguardar a la niñez en la ciudad de México, 1920-1940 Zoila Santiago Antonio Doctos dicterios. Controversias escriturales entre un capuchino y un benedictino en torno a las prácticas médicas hispanas del siglo XVIII Anel Hernández Sotelo Cuatro malas palabras para insultar hombres en la Nueva España. Una aproximación lingüística a cierto léxico insultológico novohispano Nancy Rubio Estrada
Los Baños Grandes de Ojocaliente durante la primera mitad del siglo XIX. Historia, agua y arquitectura Alejandro Acosta Collazo y Jorge Refugio García Díaz La explotación y determinación de nuevos minerales en la Primera Serie de El Minero Mexicano, 1873-1880 Rodrigo Vega y Ortega y Alejandro García Luna Elementos definitorios de un proyecto nacional de José Cecilio del Valle en su “Prospecto de la historia de Guatemala” Raphaël Roché José María Ochoa Correa en la música sacra cubana Yanara Grau Reyes Testimonios Historia de las delegaciones regionales de Cruz Roja en el estado de Jalisco Lilia V. Oliver Sánchez
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades División de Estudios Históricos y Humanos http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx / Correo electrónico: letrashistoricas@csh.udg.mx
Este número de Culturales se terminó de imprimir y encuadernar en febrero de 2015 en los talleres de Impresora San Andrés, S.A. de C.V., Río Mocorito y Vasco de Quiroga 801, colonia Pro Hogar, Mexicali, Baja California, México. La edición estuvo al cuidado de la Coordinación Editorial del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, uabc. El tiraje consta de 500 ejemplares.