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La formación de maestros promotores de lectura una oportunidad para dar sentido y significado a la docencia
from Magisterio 91
La formación de maestros promotores de lectura:
una oportunidad para dar sentido y significado a la docencia
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Rosa Estela Ramírez Infante
Escuela Normal de Zumpango
Ésta es la historia de una persona, como muchas, que cuenta cómo desde niña quiso ser maestra y lo consiguió. Sin embargo, la experiencia no se limita a una meta alcanzada, sino en su significado. Es por ello que expongo una experiencia que tiene que ver con dos aspectos: 1) los maestros somos personas con una historia que configura su docencia; en mi caso, el ser niña lectora me llevó a tomar como herramienta de trabajo la literatura infantil y juvenil, y 2) construir proyectos de la escuela para la comunidad da sentido a la docencia, porque permiten aterrizar las ideas que tienes para contribuir a la cimentación de una sociedad más humana y creativa que sea capaz de construir comunidad.
Para desarrollar esta idea expondré desde un aspecto que conozco mejor: mi experiencia. Entendida como lo plantea Larrosa (2003), la experiencia es lo que nos pasa. No lo que pasa, sino lo que nos pasa. Lo que a mí me pasa es que constantemente me pregunto muchas cosas sobre diferentes temas y aspectos de mi vida, pero en especial sobre mi docencia. Las preguntas más recurrentes a lo largo de estos 32 años de ser maestra de educación básica y de educación normal son: ¿cómo le hago?, ¿para qué quieren que haga esto?, ¿qué es lo que verdaderamente les sirve a mis alumnos para su vida?, ¿cómo se puede construir una mejor sociedad? A partir de estas preguntas constantes yo he buscado métodos, temas, especialistas, cursos, diálogos, proyectos, materiales e infinidad de experiencias que me apoyen a desarrollar este camino, a pesar de los obstáculos que se presenten.
Planteo lo anterior porque quiero enfatizar que es importante tener claro qué hacer como maestro y qué herramientas se tienen para ello. No estoy hablando de si se tiene vocación o no, porque hay muchos casos de docentes sin vocación, pero sí mucho compromiso; estoy hablando de la necesidad de tener claridad sobre el sentido y significado que tiene para cada uno ser maestro, y éstos se construyen de acuerdo con la historia propia y contexto de vida. Es por ello que comparto la siguiente experiencia desde mi propio contexto.
La formación de maestros promotores de lectura en la Escuela Normal de Zumpango
Ésta es la historia de la construcción de dos espacios para la formación de personas a través de la literatura infantil y juvenil: una sala de literatura llamada “El cuaderno de Pancha”y la Red para la formación de personas creadoras a través de la literatura infantil y juvenil (Crealij), o al menos eso pensaba, porque como fueron transcurriendo las cosas, puedo dar cuenta de que la historia va más allá por las implicaciones que tiene
la experiencia que a continuación presento.
Trabajo en la Escuela Normal de Zumpango, en el Estado de México. Siempre me ha interesado la lectura de libros llamados para niños. Me formé como promotora de lectura en diversos espacios dedicados al tema. Cuando era maestra de primaria hice gestiones para que tuviéramos el acervo del proyecto Rincones de Lectura porque nuestra escuela no contaba con ese servicio; asimismo, impartí talleres con los maestros sobre juego, estrategias para la lectura, lectura en voz alta y otros aspectos que competen al área de promoción.
Desde hace muchos años, por la década de los noventa, he sido partícipe de diversos encuentros y congresos relacionados con el tema, en especial, del seminario para profesionales que se da en el marco de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (filij). En ese espacio percibí una realidad abrumadora y nueva: los promotores de lectura, editores, autores y especialistas sobre el tema odiaban a los maestros. En diversas ocasiones se mencionaba cómo la escuela era la culpable de que los niños no leyeran y de cómo los maestros obligábamos a los niños a leer y utilizábamos la lectura como castigo, entre otros inmensos e irremediables males que los grandes monstruos le hacíamos a la comunidad infantil.
No tengo palabras suficientes para expresar lo que yo sentí en esos momentos. No podía creerlo porque para poder asistir a ese evento tuve que hablar con tres autoridades educativas, con sus respectivos oficios, jurar que serviría para algo mi presencia en ese seminario, dejar a una maestra suplente con mi grupo —por supuesto pagada por mí— y ofrecer un taller para la zona escolar a la que pertenecía, más el traslado de dos horas de ida y dos horas de regreso con el costo económico que implicaba (así lo hice durante varios años).
Sin embargo, esa apertura de realidad fue clave para mi vida profesional y personal porque me obligó a cuestionarme sobre diversos aspectos de dos ámbitos entrañables: la literatura infantil y juvenil y la docencia. ¿En verdad éramos los maestros culpables de todo lo que decían los promotores? ¿Cómo podían hablar de esa manera si muchos de ellos daban cuenta de su trabajo de promoción en museos o ferias de lectura donde la gente que va ya pertenece a una comunidad de lectores o escritores? ¿Cómo eran las prácticas para la lectura y la escritura en la escuela? ¿Qué sí podemos cambiar y qué no los docentes que pertenecemos a un sistema educativo normado? ¿Cómo y qué hacer para no ser esos monstruos a quien culpar? Estas y otras interrogantes forman parte de los ejes que han guiado mi docencia a lo largo de este tiempo.
Comparto lo anterior para que sirva como antecedente del interés que la literatura infantil y juvenil ha tenido en mi vida tanto personal como profesional. Es por ello que, cuando llegué en 2010 a dar clases a la Escuela Normal, no dejé de lado esa parte de lo que soy. Así que comencé por leerles literatura infantil y juvenil a todas las generaciones que han pasado por mis manos, antes de abordar los temas del curso en cuestión. Lo hago por dos razones específicas: porque disfruto mucho de esos libros y porque me parece indispensable que un maestro conozca otras formas para aprender del mundo y con ello cuestionarse sobre el sentido de sus prácticas docentes.
El libro que siempre comienzo a leer en las aulas es El cuaderno de Pancha, de Monique Zepeda. ¿Por qué? Por la oportunidad que brinda a los futuros maestros de recordar su propia vida como alumno, porque de manera sutil y divertida nos cuenta cómo los silencios a veces nos hacen daño y cómo se puede apoyar a los niños que tienen tantas cosas en sus mentes y corazones, pero no las pueden expresar. Permite contemplar que los maestros también tenemos vida personal que, por supuesto, influye en nuestro quehacer en las aulas. Después continúo con otros libros tanto informativos como literarios.
Así, los futuros docentes han conocido diversos títulos que solicitan después para llevarlos a sus escuelas donde practican. Esa parte ha sido la más bonita, porque yo nunca los he obligado a que utilicen los libros en sus clases; ellos por iniciativa propia los solicitan. ¿Dónde? Primero van a mi oficina que era el lugar donde yo tenía los libros. ¿Qué libros? Los míos, del acervo que integré durante todos estos años de docencia. ¿Cómo? Llenan un
formato en donde colocan el nombre del libro, su nombre y la fecha.
De esta experiencia surgió la idea de hacer una sala de literatura infantil y juvenil en uno de los salones de la escuela para formar a los futuros maestros también con un enfoque literario y creativo; así que durante varios años gestioné, a través de oficios, proyectos y diálogos con las autoridades de la institución y personas vinculadas a la LIJ (literatura infantil y juvenil) de otras instituciones para obtener apoyo. En dos ocasiones se otorgó un recurso federal que se le asigna a las escuelas normales para apoyar los proyectos que consideran pertinentes; sin embargo, la primera vez, el recurso se redirigió para remodelar el auditorio y la segunda se adecuó un salón dentro de la biblioteca, pero más tarde se le dio al área de inglés. Mientras tanto yo seguía con el préstamo de libros para su uso en las prácticas docentes de los alumnos en las escuelas de educación básica y dando asesorías de manera paralela al plan de estudios.
Un día me desesperé y subí a Facebook una fotografía de las mesas llenas de libros que tenía, de los blocs de préstamo llenos y de los alumnos utilizando los libros. Comenté que no podía creer que ya teníamos el acervo, los usuarios y las ganas y que ni así era posible tener un espacio adecuado para ello. El resultado rebasó las expectativas.
Amigos y conocidos de diferentes lugares comentaron la publicación y manifestaron su apoyo que consistía desde ofrecer otros espacios para instalar la biblioteca hasta buscar recursos con la iniciativa privada para solventar el proyecto. Sin embargo, el apoyo más significativo fue su participación en una red que propuse para hacer que la sala fuera real. Las autoridades de la escuela se enteraron y asignaron definitivamente un salón para que ahí se adaptara la sala. El sábado 5 de mayo de 2018 nos reunimos en la Escuela Normal alumnos y egresados de la institución, maestros de otras zonas escolares, promotores de lectura y maestros de otras instituciones de educación superior para acordar comisiones e instalar la sala de literatura.
Ese día surgió la Crealij. Al mismo tiempo se abrió en Facebook un grupo de la red integrada por los que llegamos ese sábado y por todos los demás que se interesaron en el proyecto, se propusieron las comisiones para la apertura de la sala y se hicieron reuniones mensuales para aprender sobre literatura infantil y formación de personas.
En este punto es importante mencionar que, como muchas personas que promueven la lectura en instituciones educativas, no tengo un nombramiento para ello; esto significa que hay que buscar a qué actividad o espacio se le roba el tiempo mínimo para insertar la lectura. Esa situación me llevó a crear un proyecto transversal a diversas actividades, programas y funciones que tenía a mi cargo. En el siguiente esquema se muestra en qué consiste:
Cada acción, que es parte del proyecto, de alguna u otra manera ya la realizaba pero de forma desarticulada una de otra.Este
proyecto me permite dar sentido a todo el trabajo porque me percaté de que no sólo se trata de abordar la literatura infantil y juvenil para los futuros maestros, sino que ella es parte de la cultura escrita que todo docente debe adquirir y desarrollar de manera constante.
Los avances obtenidos hasta el momento son la apertura y funcionamiento de la sala de literatura; la conformación de la Crealij; la conclusión de un diplomado: La literatura infantil y juvenil en la escuela: formación crítica, creativa y emocional; dos cursos para la formación de docentes promotores de lectura, y la firma de un acuerdo de colaboración con la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), que será la encargada de certificar a nuestros alumnos, egresados de los talleres, como promotores de lectura. Dicho certificado les abre la posibilidad para trabajar no sólo en escuelas de educación básica, sino también en diversos espacios culturales.
La sala se inauguró el 16 de noviembre de 2018. Desde ese día hemos prestado libros a los estudiantes para su disfrute personal o como dispositivos para apoyar sus prácticas pedagógicas. He trabajado con los grupos de licenciatura en primaria y de Historia con talleres en los cuales se promueven libros acordes a los cursos que llevan en el semestre; también es el escenario para las sesiones de los talleres y diplomados. En cuanto a la parte técnica y administrativa, estamos en búsqueda de un software para el préstamo; aún nos falta capturar y clasificar muchos títulos porque reunimos en la sala el acervo infantil y juvenil que tenía la Escuela Normal, los que yo doné y los otros títulos
Figura 1. Organización para el desarrollo de la cultura escrita en la ENZ que también han sido donados por otras personas.
Los miembros de la Crealij han estado presentes de diferentes formas: donando libros o compartiendo sus experiencias de trabajo en algunas reuniones mensuales que hemos tenido y varios de ellos se han inscrito al diplomado y cursos antes mencionados. Además, tres de sus integrantes ya van a trabajar de la sala de literatura infantil de forma gratuita un día a la semana.
Infancia, docencia y amor
Los maestros que tenemos deseos de ver individuos organizados, creadores, responsables de su propio ser y de la forma en que forjan relaciones con los otros, podemos construir proyectos que agrupen a diferentes sectores, como el caso en el que se encuentran
Desarrollo docente
Actividades de innovación educativa
Actividades para la formación y el desarrollo docente
Actividades para el fomento de la cultura escrita Proyecto para la formación de personas creativas a través de la cultura escrita
Programa de Cultura Escrita
Sala de literatura infantil y juvenil Programa de Seguimiento a Egresados
Red para la formación de personas creativas a través de la literatura infantil y juvenil (integrada por egresados, docentes de educación básica, alumnos y promotores de lectura) Diplomado para egresados, docentes de educación básica, alumnos y docentes sobre la formación de personas creativas a través de la LIJ
Desarrollo de escritura académica en docentes formadores y en formación
Café literario para docentes y personal administrativo Préstamo de libros de la LIJ a los alumnos de la enz Participación de alumnos egresados y sus grupos en actividades de la sala
Visita de alumnos de las escuelas normales a la sala de LIJ
Actividades de investigación e innovación educativa
Fuente: elaboración propia.
Recuperación de experiencias de cultura escrita en diversas ponencias y trabajos de investigación Participación en eventos académicos nacionales e internacionales Generación de espacios e intercambios académicos sobre cultura escrita entre escuelas normales Visitas de los docentes de la normal a instituciones de educación superior
implicados los docentes y alumnos de la Escuela Normal, sus egresados, el Departamento de Cultura de Zumpango y diversos promotores y agentes culturales con los que he tenido contacto a partir de mi formación.
Hay tres ejes que articulan esta experiencia desde un significado especial: la infancia, la docencia y el amor.
Desde la infancia: ¿cuál infancia?, la mía. Al ser hija de una madre y una abuela trabajadoras, la lectura de historietas y, más adelante, libros, me rescató de largas horas de soledad y abandono. Por otro lado, la de los integrantes de la Crealij, quienes se atrevieron a crear todo lo que su mente visualizaba y les permitiera divertirse en grande. Y la de los alumnos de primaria y secundaria que creen en sus padres, en los maestros y en la escuela como espacios para tener amigos, para aprender y convivir.
Desde la docencia: porque un maestro no puede ser formado sólo con teorías, técnicas y métodos desde enfoques únicos. Los maestros requerimos desarrollar nuestras capacidades de creer y de crear, ser autores de posturas ante la vida y ante los propios métodos y técnicas que el resto de la formación normalista nos ofrece.
Los docentes podemos formarnos epistemológicamente y ser conscientes de nuestros esquemas de pensamiento para darnos la oportunidad de integrar y construir otras formas de pensar y de ser. La literatura infantil y juvenil es especialista en ello por la diversidad de temas, autores, épocas, géneros y vidas. Quién mejor que el maestro para construir esos espacios poéticos de los que habla. La hoy premiada Graciela Montes, a través de su libro La frontera indómita (1999), nos plantea cómo las subjetividades del que lee y del que escucha, en este caso las del maestro y las del alumno, se conectan a través de historias y les dan permiso a la fantasía, la creatividad y al juego de ser por unos instantes los que se hagan cargo de nosotros.
Desde el amor: porque no basta ser maestro, o ser lector o escritor. Se necesita una mezcla que articule todo lo que somos. Esa mezcla es el amor. El amor nos permitirá orientar teorías, técnicas, experiencias de vida, métodos y todo lo que nos ha constituido como personas hacia un camino donde haya a dónde llegar ante este panorama áspero que nuestra sociedad enfrenta. Desde el amor porque sin él no sería posible inaugurar una sala de literatura sin recursos económicos, ya que el acervo fue donado por diferentes personas, así como la instalación del equipo necesario para su funcionamiento. El amor se hizo presente con cada uno de todos los que contribuyeron a crear este espacio, los que todavía creen y crean acciones solidarias. También entre los integrantes de la Crealij, porque ellos fueron el apoyo que se necesitaba para consolidar la propuesta y han invertido tiempo, dinero y esfuerzo en este trabajo.
La sala y la red son espacios en donde los alumnos, exalumnos y las personas de la comunidad encuentran la oportunidad de contribuir con la sociedad de la que forman parte. Son pretexto para regresar a la escuela que los formó o que es parte de su vida.
Referencias
Larrosa, J. (2003), La experiencia de la lectura, México: fce. Montes, G. (1999), La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético, México: fce.