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Mujeres de Kurdistán: entre las tradiciones y sus estudios // Lídice Ramos Ruiz
DESDE HACE TIEMPO soy una lectora asidua de narrativas de mujeres en pos de la liberación de género. De mujeres que han trasgredido el mandato de ser-para otros y con sus prácticas o acciones pretenden convertirse en un ser-en el mundo. Caminos nada fáciles en las culturas que nos envuelven y constituyen, que producen mitos que nos impiden mirar más allá del ver lo obvio o descalificar lo evidente. Hemos aprendido que son las sociedades y sus culturas, la historia construida que contiene, entre otras cosas, mitos y creencias de las condiciones del género femenino o masculino la que pone escollos a la liberación femenina.
En ese caminar, los reclamos sobre la exclusión nominal y normativa de las mujeres me hace decir con la doctora Marcela Lagarde que en estos días del segundo decenio del siglo XXI, estamos ante un nuevo paradigma cultural, que apuesta por una convivencia en la solidaridad y la sororidad real, vivida que se construye sobre la diversidad humana y la paridad de los y las diferentes y en muchos de los casos, argumenta con los elementos de la misma ciencia patriarcal y desenreda tejidos y mitos sociales existentes o bien se sirve de estos mismos elementos para dar sentido a sus argumentaciones.
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Así me encuentro con Las Mujeres de Kurdistán que desde 1987 desarrollan una praxis política cuya meta es la liberación social y grupal Kurda contra el colonialismo ético y sexista como sostiene Pikara Nursel Kilic. Existe en ellas una práctica de autodefensa y resistencia que integró en 1993 un ejército de mujeres como parte del movimiento más amplio.
Más tarde las formas de organización crearon en 1995, la Unión de Mujeres Libres del Kurdistán con una propuesta de desafió a las formas patriarcales en las mentes, estructuras, organización del gobierno y del capitalismo que les condujo en 1999 a experimentar la creación de un partido y la discusión de un nuevo contrato social que respete la naturaleza y que incluya en su proyecto como base una sociedad democrática sin sexismo y donde la liberación de las mujeres vaya delante de la de clase o nación.
Para el año 2005 integran un confederalismo femenino que tiene eco y apoyo global. Llaman a entender una sociedad construida sobre la liberación de las mujeres, la ecología y la democracia sustantiva. Están en pie de lucha contra el Estado Islámico, el Estado Turco, los acontecimientos en Irak, Irán y Siria.
Tienen muy claro que ganar terreno político no significa la toma del poder por las mujeres, piensan en la creación de estructuras sociales distintas y renovadas donde ganen las mujeres y ambos sexos. Abrevan en sus inicios de las propuestas del pensamiento de mujeres de izquierda como Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, las Hermanas Mirabal, y otras pero sobre todo de sus tradiciones y sus leyendas como la que Alejandro Azadi nos relata en su artículo de marzo de 2017 titulado, La Liberación de las hijas del sol y del fuego. (www.kurdistanamericalatina.org)
LA LEYENDA DE KAWA
La noche era obscura, las primeras estrellas entremezclaban con las montañas. Kawa había tomado la decisión e, impaciente, esperaba el amanecer.
Zohak ordenó al diablo que le suministrara dos jóvenes a quienes extraería los sesos para alimentarse. Desde hacía mil años, el monarca despojaba a las familias kurdas de su descendencia para nutrir dos protuberancias (similares a serpientes) que asomaban de sus hombros y con ello sobrevivir eternamente.
El sol comenzó a salir, el herrero tomo el mazo que yacía sobre el banco de madera y se dirigió a las puertas del imperio asirio. El rey Zohak había realizado los rituales sagrados antes de devorar a las últimas dos hijas de Kawa.
El rumor se expandió por las montañas. Ágilmente miles de jóvenes (sobrevivientes del martirio) acudieron a la torre donde Zohak reposaba. Kawa intercambió a sus hijas por los sesos de dos corderos. Al ingerirlos Zahak se deshizo en llamas y la rebelión estalló. Se dice que esto sucedió un 21 de marzo del año 612 antes de cristo, y desde entonces los kurdos renuevan esperanzas bajo el Newroz (Festividad del año nuevo y la resistencia en Mesopotamia), encendiendo el fuego de la vida en el día de la libertad.
Las mujeres por tanto son hijas del sol y el fuego y el 21 de marzo es un día simbólico y nodal para ellas y las transformaciones actuales de un pueblo sin estado-nación en el sentido que le conocemos.