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El Corrido de la Fundición. Resistencia sindical y memoria obrera // Meynardo Vázquez Esquivel
ESTE ESCRITO es parte de una línea de investigación que me ocupa desde hace tiempo; en este quehacer he documentado algunos de los corridos llamados clásicos, cuya vigencia de más de un siglo de los sucesos que narran, aún los conserva la memoria popular. Del Corrido de la Fundición como otros, hemos localizado sólo su letra, desconociendo su acompañamiento musical. Este texto fue leído el 26 de agosto de este año, en el Primer Congreso Internacional del Corrido Norteño, organizado entre otros por el Museo de la ciudad de Linares, Nuevo León.
El corrido tiene una trayectoria que nadie contradice, forma parte del universo de la lírica narrativa donde tienen su lugar las epopeyas o cantares de gesta, el romance y los huehuetlatholli, entre otras expresiones.
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No está de más reiterar que el corrido aquí documentado, por su composición lo podemos definir como un clásico. Desde el punto de vista literario el corrido es un poema lírico-épico, escrito en cuartetas octosílabas y sujeto a varias pautas; estas se refieren a la estructura poética y no a la versificación o aire musical. Algunas son: 1) la llamada inicial del corridista al público; 2) lugar, fecha y nombre del personaje central; 3) el mensaje; 4) despedida del personaje; 5) despedida del corridista. [1]
El Corrido de la Fundición, nos describe una de las luchas obreras que se registraron en la planta industrial de la American Smelting and Refining Co. ASARCO, y que concluye con un triunfo para los trabajadores imprimiéndole a esta pieza un acto celebratorio. Los acontecimientos se verificaron el 8 de enero de 1931 y tuvieron como telón de fondo los efectos provocados por la crisis financiera que impactó al mundo capitalista en 1929 y que se extenderían hasta 1932. En Monterrey este fenómeno provocó el cierre de fábricas y en el menor de los casos la reducción de la jornada de trabajo, afectando estas medidas a la economía de los trabajadores y sus familias.
La Fundición Número 3, como se identificaba a esta empresa, tenía como principal socio al norteamericano Daniel Guggenheim. Sus operaciones iniciales se registran a partir de 1891. Para 1903 pasaría a denominarse ASARCO. Esta compañía junto a la Fundición de Fierro y Elaboración de Maquinaria de Monterrey, Peñoles y la Cía. Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, integraron el sector metalúrgico y siderúrgico que constituyó la columna vertebral de la industria regiomontana.[2]
De la organización laboral inicial en ASARCO, poco sabemos, intuimos que no debieron ser diferentes a las condiciones que los demás obreros tenían que soportar: jornadas de trabajo entre 12 y 14 horas, estar expuestos a los despidos por falta de materia prima o descomposturas en los equipos y máquinas de producción, y algo que se mantiene de entonces al día de hoy, sustituir a un trabajador por otro con menor sueldo sin pagarle la diferencia. Los accidentes de trabajo debieron ser frecuentes; de igual manera frecuentes serían las exigencias de los trabajadores para que los patrones asumieran su responsabilidad en dichos accidentes; así nos explicamos que el 19 de noviembre de 1906, el ejecutivo del Estado aprobara la Ley de Accidentes de Trabajo, siendo ésta la primera ley a favor de los trabajadores.[3]
Al preguntarnos cómo se regulaban las relaciones laborales si no existía una legislación en el tema, la respuesta sorprende por la forma práctica con que se atendían : En el “Estado de Nuevo León las relaciones laborales se regían por tres leyes: la Ley de 1879 que regulaba las relaciones entre sirvientes domésticos, jornaleros y empresarios de obras a destajo, referente a los convenios de trabajo; el Código Civil del Estado en lo relativo a los contratos de obras o prestación de servicios, y el Código Penal que marcaba como ‘Delitos contra la industria o comercio’ con penas de ocho días a tres meses de prisión u obras públicas, y multa de veinticinco a quinientos pesos a quienes mediante ‘motín’, quisieran subir o bajar salarios, impidiendo la buena marcha de la industria, con violencia física o moral”. [4]
La legislación laboral hasta entonces existente escalaría a nuevos derroteros impulsada por los cambios logrados a través de la Revolución Mexicana, al ser promulgado el Artículo 123 por la Constitución en 1917. Se reconocería la libertad de organizarse en sindicatos, el derecho de huelga, la jornada laboral de ocho horas, descanso dominical, salario mínimo, reparto de utilidades y pago de tiempo extra; pero lo más importante fue la creación de las juntas de conciliación y arbitraje teniendo a las autoridades estatales como árbitros en los conflictos presentados.
Del 1 al 12 de mayo de 1918 el gobernador de Coahuila, Gustavo Espinoza Mireles estaría convocando en la ciudad de Saltillo, al primer congreso de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM); los obreros regiomontanos estarían presentes entre otros por los trabajadores de ASARCO; como delegado obrero hizo acto de presencia el trabajador Teodoro López. Dentro de los propósitos de este congreso destacaron, entre otros, que fuera tomada en cuenta la opinión de los trabajadores en la reglamentación del Artículo 123, así como el que las resoluciones de las juntas de conciliación causen ejecutorias a los tres días de emitido el fallo.
Recién terminaba el primer congreso de la CROM, la Cía. Fundidora de Fiero y Acero de Monterrey entraba en conflicto con la Unión de Gremios de Fundidora Monterrey, al pretender contratar dos mil obreros para trabajar en los Altos Hornos, pero sin reconocer las garantías que otorgaba el Artículo 123, esto es, pago de horas extras y descanso dominical. Sin llegar a un acuerdo la huelga estalla el 12 de junio de 1918. Para el 5 de julio de ese mismo año la huelga se extiende a la ASARCO y a la Compañía de Minerales y Metales, y la Unión de Mecánicos Mexicanos están dispuestos a solidarizarse junto a otras 6 organizaciones más.
La prensa de la época calificaba este movimiento de insurgencia obrera como obra de germanófilos, pues con tal actitud a quien realmente ayudaban –decían– era a Alemania, evitando que la Fundidora produjera artefactos para la Primera Guerra Mundial, que serían utilizados contra ese país.[5]
Un mes después de iniciada la huelga, las empresas se comprometen a reconocer a los representantes de cada Unión de Trabajadores a cumplir con la ley de accidentes y observar las condiciones de higiene y salubridad, así como a pagar el tiempo extra. Lo destacado en este movimiento para los trabajadores fue conseguir la firma de los convenios laborales, el reconocimiento de sus organizaciones y la obligación de los patrones a reconocer la legislación laboral.
Sin embargo este compromiso fue de muy corta duración, pues el 20 de junio de 1920, al agruparse los trabajadores en la Federación de Sociedades Gremiales Ferrocarrileras, los patrones desconocieron dicha federación gremial, y de nueva cuenta ponían como condición la negociación y contratación individual de los trabajadores, suscitando esta medida el descontento obrero y provocando de nueva cuenta el estado de huelga.
Los obreros de Fundidora, ASARCO y la Compañía de Minerales y Metales, después de dos semanas de huelga, ceden a los reclamos del gobierno y de los empresarios y desisten a que la negociación sea integral, es decir a través de la Federación de Sociedades Gremiales. [6]
Como puede constatarse, los logros laborales conquistados retrocedían rápidamente, los patrones desconocían los convenios pasados, y se volvía un historia interminable. Los empresarios logran desarticular a los gremios que participaron en la huelga; como condición para negociar establecieron que cada empresa negociara por separado con sus obreros. Así, el 24 de julio de 1920, a un poco más de un mes de huelga los trabajadores de la ASARCO reanudaron sus actividades, logrando 40 % de aumento a los trabajadores de oficio.
En 1929, Los trabajadores de la ASARCO optaran por integrarse a la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), adherida a la Cámara de Trabajo de Nuevo León; no obstante los patrones a la menor oportunidad continuaban negociando individualmente con los trabajadores su contratación, pasando por alto la organización sindical. Otro aspecto desatendido permanentemente en la planta industrial de la ASARCO eran las medidas de seguridad e higiene; largas y extenuantes jornadas laborales en un ambiente cargado de productos químicos y su exposición ante las reacciones de éstos sin la protección adecuada, provocaban en los trabajadores continuos mareos y desmayos, afectando gravemente su organismo; cuando los obreros enfermaban casi de inmediato los desocupaban sustituyéndolos por trabajadores jóvenes.
Luis Palacios, obrero en la ASARCO deja su testimonio de despido calificándolo de injusto; su escrito se localiza entre uno de tantos expedientes que resguarda el archivo de la Junta de Conciliación y Arbitraje, –éstos dan constancia de los homicidios blancos cometidos en la industria por los patrones regios, y que estamos por iniciar su recuento–. Allí se pude leer:
(…) fui atacado por una enfermedad producida por el exceso de trabajo (…) nos daban tareas y por no perder la raya hacíamos tal sacrificio que llegábamos a sufrir desmayos. Esto originó que mi organismo se quebrantara y enfermara (…) como ya no podía seguir desempeñando las tareas pesadas me desocuparon (…) estoy enfermo, no me deben echar a la calle porque allí me enfermé y tienen obligación de atenderme (…) Convencido que ya no podré prestarles los servicios, que les presté casi medio matándome por cumplir lo que creía mi deber.
Pero hoy veo, fue una táctica que tienen para con los desamparados, que por medio de nuestra necesidad, ofrendamos el sacrificio de nuestra salud en los altares del trabajo. [7]
Los primeros días de enero de 1931, por enésima vez los obreros reclaman calzado de protección de hule y madera, necesario para el desempeño de su trabajo; ante la queja del sindicato, el inspector federal de trabajo, acude a la ASARCO; el obrero integrante del sindicato y titular de la comisión de seguridad acompaña al funcionario en un recorrido al interior de la empresa para que constate y tome nota de las nulas condiciones de higiene y seguridad.
Al día siguiente la empresa suspende por 7 días, al obrero titular de la comisión de seguridad y acompañante del inspector en su recorrido por la fábrica. Los motivos de la suspensión, dice la empresa, se debe al abandono de su puesto de trabajo.
Estos hechos son las pautas de El Corrido de la Fundición. Ese mismo día los obreros sindicalizados acuerdan un paro de brazos caídos al interior de la empresa por cuatro horas en el primer turno, en caso de persistir el castigo se extendería al segundo y tercer turno. El acuerdo rápido se propaga y la mayoría de los obreros ejecuta el paro como protesta por la medida contra el trabajador y se acuerda no salir de la fábrica hasta lograr su reinstalación. [8]
Los empresarios al verificar el paro solidario organizado por los sindicalistas, no tienen más elección que negociar la reinstalación del obrero suspendido. Estos acontecimientos como reguero de pólvora se conocen en toda la ciudad y se sintetizan en El Corrido de la Fundición; los obreros sindicalistas miembros de la CSUM dejaron claro que no permitirían que se continuaran lesionando los intereses de su organización. Eran entonces los primeros días estelares de los obreros.
Como dice don Andrés Henestrosa: “De dos ríos es cauce el corrido: del río de la ideas y del río de los sentimientos.” Aquí fluye uno que canta con alegría una victoria del sindicato de obreros de la ASARCO integrante en aquel entonces de la Cámara de Trabajo de Nuevo León.
CORRIDO DE LA FUNDICIÓN
(Enero de 1931)
Aquí les voy a contar/ pero se sientan un rato El que compuso estos versos/ es miembro del sindicato Pues el día 8 de enero/ este suceso pasó Que en la afinación del 3/ la gente se sublevó.
Andaba el viejito Cox/ agarrándose la frente Cuando detracito de él/ llegó el superintendente. Mister Earle le dijo a Romo/ con muchísimo coraje: “Pues usté es el responsable/ que la gente no trabaje”. Y Romo le contestó/ mirando pa’la escalera: “Echeme la culpa a mí/ como se la echó a Juan Guerra.
–Pues el jorobado Baker/ andaba muy enojado Diciendo que’ra pendejo/ todo el sindicalizado. Se le hacía como duda/ de la paralización Creían que no eran ni diez/ los de la organización.
Y el inspector del trabajo/ hacía por el capital Andaba buscando gente/ pa’meterla a trabajar Chaparreras y el Coyote/ ya querían hasta llorar Diciéndole a Green y a Kipp/ que ellos querían trabajar.
Compañeros me dispensan/ de lo que me iba faltando Que’l tal Rodríguez y Aurelio/ sí se quedaron doblando. –¡Ah que amigos tan bárbaros!/ Se los digo con razón Por eso no se mantienen/ fuera de la Fundición.
-Pues como a las 5 veinte/ el señor Llanas llegó: “¡ A trabajar camaradas/ que ya Robinson firmó !”
Ya con esta me despido/ con la flor de Jericó Ya nomas dos versos faltan/ en los cuales iré yo: El que compuso estos versos/ de un árbol cortó una rama Si quieren saber su nombre/ pregunten cómo se llama. [9]
NOTAS.
[1] Leal, Luis. “México y Aztlán: El Corrido”. UCSB. Manuscrito sin fecha, 17 pp.
[2] Ovalle Rodríguez, Edna. Monterrey 1918. La hora de los obreros. Entre montañas y sierras. Resistencia y organización laboral en Monterrey en el siglo XX. Coordinación Lylia Palacios Hernández. UANL 2017. pp.45-47.
[3] Rojas Sandoval, Javier. Antecedentes históricos del movimiento obrero en Monterrey: el mutualismo. Cuadernos de cultura obrera. OIDMO 3, Monterrey, 1980. Monterrey: poder político, obreros y empresarios en la coyuntura revolucionaria. UANL, 1992.
[4] Ávila Ávila, J. Jesús. A cada cual lo suyo. Junta de Conciliación, 1906-1924. Cuadernos del archivo Núm. 24. Monterrey, AGENL, 1988, pp. 9-11.
[5] Op cit. Ovalle Rodríguez, Edna.
[6] Taibo II, Paco Ignacio. La gran huelga del verano de 1920 en Monterrey. Cuadernos de cultura obrera. OIDMO 4, Monterrey, 1981.
[7] AGENL. Conciliación y Arbitraje, caja 2, expediente12, 1928.
[8] Vázquez Esquivel, Meynardo. Movimiento Obrero en Asarco. Crisis económica 1932. Cuadernos del Archivo Núm. 9 Monterrey, 1987. pp.20-22.
[9] El Machete, primera quincena de abril de 1931. p.4.
BIBLIOGRAFÍA PARA LEER MÁS
Avitia, Antonio. Cancionero Histórico Chilango. Dos vols. México D. F. 2009. Corrido Histórico Mexicano. Editorial Porrúa, cinco vols. México 1997.
Valenzuela Arce, José Manuel (coordinador). Entre la magia y la historia. Tradiciones mitos y leyendas de la frontera. México Norte. 2ª. edición. México, 2000.
Saldívar, Gabriel. Historia de la Música en México. SEP, México, 1934.
T. Mendoza, Vicente. Panorama de la Música Tradicional de México. UNAM. 1984.
Henestrosa, Andrés. Espuma y flor de corridos mexicanos. Porrúa. 1977.
MAS ALLA DEL CORRIDO. Ponencias del 1 Congreso Internacional del Corrido. Monterrey, noviembre de 1992. UANL. Consejo Cultural de Nuevo León. 1997.
García Torres, Guadalupe. Con el fusil y guitarra en mano. Historias y cantos populares mexicanos. Colegio de Bachilleres del estado de Michoacán. 2010. Ortiz, Armando Hugo. Vida y muerte en la frontera.
Cancionero del corrido norestense. UANL. 2010. Flores, Enrique. Rimas malandras: del narcocorrido al narco rap. UNAM. México 2013.