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Tres estridentes acordes para ensayar la tristeza de un poeta punk regiomontano // Guillermo Lozano Flores

(Acercamiento al poemario Anarquía en un table de San Berna, ópera prima de Fausto Nedhni)

1) Anarquía y bohemia (breve remembranza antes que todo duela)

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Necesitamos el caos para cuestionar el orden ¿Y se puede ser más anárquico –para la piel y los sentidos– que en un table dance? Hay otra forma de anarquía que se le hermana: La bohemia, pero, desde La Santa, novela icónica de Federico Gamboa, Hipólito no podría ser más bohemio y anárquico que enamorándose de una prostituta. A la música del deseo, le hace falta volver a la palabra; y eso hacía Fausto Nedhni desde que teníamos como 19 años, en las guitarreadas de mi casa: Corría el alcohol, la alegría, las bellas compañeras de la facu y sus amigas, los boleros y sus clichés románticos, pero, afortunadamente, el anarquista y bohemio mayor –por “necio”, por comunista y diferente, pero por libertario, sobre todo– era Silvio Rodríguez; y, entre las canciones de Silvio, Fausto tomaba el aire sin micrófono, casi siempre después de la canción de “El Necio” y unas cinco cheves encima, para narrar, poetizar y al mismo tiempo platicar lo que a puristas y culteranos del arte siempre les da caspa: la soledad del marginado, la impotencia del abandono y la podredumbre de una ciudad como Monterrey; o de un mundo como el que habitamos.

A partir de su dicción poética, la experiencia de Anarquía en un table de Sanberna, me hizo evocar aquel estilo de oralidad divertida por directa y desparpajada que, entre risas, sabíamos compartir en casa. Estábamos ya muy borrachos de alegría para saberlo, pero lográbamos lo que Hipólito y su Santa: multiplicarnos en 8 Hipólitos más como unas diez Santas, y unificar en canto y letras la anarquía de la imaginación y el deseo con la bohemia.

2) El festivo dolor de la denuncia y la pobreza: la apatía como síntoma de control.

Y la bohemia todo lo abarca; todo lo lleva –y, seguro, desde antes de Baudelaire– hacia la Estética Maldita, pero con más coraje que belleza; esto por ser la hija pródiga de dicha estética desde hace más de un siglo; ser anti-estética del collage, por eso, en Anarquía en un table…, confluyen ecos de religiosos con poder y reyes que desfilan junto a Andy Warhol y Paris Hilton. La pobreza festiva parece, y más lo muestran así las voyerísimas nuevas tecnologías, condición de mundo; y la festividad es al mismo tiempo nuestra defensa, nuestra arma más poderosa –algo así como “el animal puesto en libertad” que canta Silvio en su canción “Río”(Mujeres, 1978)– pero también la más cruenta forma de dominio; y es que, a manera de parafraseo, “La pobreza es una cuota de la que siempre estamos escapando” (:4), y de la que al mismo tiempo somos parte. Ellas sueñan con lo que desean oír; a ellos les pone erectos el control, inquiere la voz poética de Nedhni: “La mejor de todas la actuaciones es no participando esos son los evangelios y mandamientos de los robots que se están gestando” (:8) Y estamos más ocupados en cuidar nuestros pasos que en mirar al cielo; siendo parte del “Teorema” de la desgracia. En las letras de Nedhni, resuena Edgar Allan Poe, resuena Baudelaire (”Tenebra”). De la poética del hartazgo, el registro cambia a uno más evocativo y sombrío, donde las balas, la mortuoria canción diaria de las sirenas y la vorágine de fábricas, resultan ser el último acabado de tables, bares y restaurantes. Nednhi rescata la poética de denuncia doliente; ergo, la del alma punk, frente al preciosismo, cultismo, juegos lingüísticos del non sense y erótica mística que suelen premiarse la mayoría de las veces en los concursos literarios oficiales.

Portada del Libro Anarquía en un Table de San Berna del autor Fausto Nedhni.

3) Anti-estética maldita (sobre las maneras de estar triste en Monterrey, pero ser rescatado por un paladeo beat)

¿Cuántas veces la tristeza –y la nostalgia por la tristeza, la distancia en cualquiera de sus formas– nos ha hermanado con los marginados al mirarlos y mirarnos, por ejemplo, como menciona Fausto Nedhni en su poema “El extraño gusto del desastre”, desde y en un puente para transeúntes?

¿Cuántos padecemos alguna forma de exclusión y, en mayor medida se nos margina, pero los discursos oficialistas de la competencia y la felicidad inyectada, junto con el arte y los artistas proselitistas, nos hacen creer lo contrario? La ciudad tiene su muy particular manera de deshumanizarnos, de generar sensibilidades líricas que transitan el lado oscuro del sol (de Monterrey); el dolor de ser parte de esta vorágine citadina. Con Anarquía en un table…, estamos frente a una de esas únicas y raras sensibilidades. Digo “raras” con júbilo, porque en el poemario de Fausto, la ciudad está viva con todo su dolor, o con el hastío directo y cortante de una rola punk: Nunca creímos que el paraíso existiese y no hay melancolías castrantes o nostalgias de la auto-compadecencia tan propias del desamor, por ejemplo. Anarquía en un table… es sólo el estridente acorde del dolor, dolor que se alivia en el retornello que canta: “Cuando fumo piedra…”. Anarquía en un table… se sale del dolor por un placebo que no llega al tono festivo de los beatniks aunque los recuerde; quizá porque fueron los últimos anti-estetas malditos de la literatura.

Bibliografía

Nedhni, Fausto(2017) Anarquía en un table de San Berna. México: Fides

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