Año 3, N°8. Revista de difusión del grabado. Asociación de Grabadores del Bío Bío. Concepción, Chile.
DIRECTOR Diego Gálvez Reyes COMITÉ EDITOR Américo Caamaño Quijada Roberto Cartes Montoya FOTOGRAFÍA Javier Ferrand Peñailillo PERIODISTA Y CORRECCIÓN DE PRUEBA Paulo Inostroza Paredes DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Diego Gálvez Reyes COLABORADORES José Morales Malverde, Fabiola González “La Chinganera”, Taller 99. Edición dedicada a Guillermo Frommer. Octava Edición, 1000 ejemplares, septiembre de 2017. Todos los derechos reservados. Impreso en Chile en Trama Impresores S. A. www.revistabiografica.cl contacto@revistabiografica.cl facebook.com/revistabiografica ISSN: 0719-725X Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, Fondart Regional Región del Bío Bío, convocatoria 2016.
ÍNDICE EDITORIAL
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Diego Gálvez
ENTREVISTA: MARIO ZAPATA
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Américo Caamaño
IN SITU: BARRUYLLE, VANE VÉ, MENA, ICALMA
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Paulo Inostroza
TALLER 99
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Américo Caamaño
MOTIVACIONES Y PROPUESTAS DE LAS FUTURAS
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José Morales
BIO BIO - VALPARAISO
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Roberto Cartes
POGO EN COLORES
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Paulo Inostroza
BREVE REFLEXIÓN SOBRE EDUCACIÓN ARTÍSTICA
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Asociación de Grabadores del Bío Bío
LA MUJER CABALLO
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Fabiola González “la Chinganera”
ESTAMPAS
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Grabadores/as chilenos/as
generaciones de grabadores que egresarán de la Carrera de Artes Visuales de la Universidad de Concepción Dos experiencias de traslado e intercambio
El lado B de un cassette sin tocar
Décimas
Editorial Diego Gรกlvez Reyes
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n tiempos huracanados de infinitas corrientes que se cruzan, en un mundo de locos gobernantes que dibujan mapas mentirosos, en medio del atiborramiento del vacío, el arte hace más sentido que nunca. Nos invita a desprogramar el lenguaje de la hegemonía. Miramos al mundo como una lejana verdad y, sin duda, algo incomoda en este delgado territorio fragmentado. Será que somos bosque nativo y nos quieren monocultivo, bien peinaditos. Será que nos duele que frente a nuestros ojos cueste ser un niño/a o abuelo/a. Celebramos un mes llamado de la patria comiendo carne y bebiendo terremotos y, en ese caso, la invitación es a estudiar en profundidad nuestra historia. Que la estrella de la bandera es la misma que fue “pedida prestada” a los pueblos a que se superpone, que no todos son lo que aparentan ser y que los símbolos hay que saber leerlos. En este mes de septiembre, alguna vez arrebatado a la primavera, como artistas plásticos de la Asociación de Grabadores del Bío Bío hemos querido celebrar una vez más la expresión artística de nuestra gente, en lo que hemos denominado el “Mes del Grabado” desde hace tres años. Celebramos, además, el fin de una etapa en que Biográfica se instala como un bien cultural que, en su particularidad, no existía en Chile. Investigando la historia y actualidad del arte gráfico regional del Bío Bío, en adelante se abren las compuertas de nuestra revista para ampliar la difusión del arte y sus lugares, como dijera Antoni Tàpies, abriendo el espectro de difusión del arte visual, lo que en un futuro esperamos sea un aporte a una lectura del arte nacional, visibilizando su diversidad de creaciones y territorios. En ese sentido, nuestros viajes iniciales significaron aterrizajes forzosos en Valparaíso y Santiago, digo forzosos por ser céntricos e innegables, ya que sin duda desde allí provienen importantes influencias para el
desarrollo de la plástica nacional. Fuertes lazos hemos establecido con las y los artistas porteños, fortaleciendo un sentido de comunidad artística interregional, cosa de manifiesto interesante, además, por la voluntad de tantas/os artistas e instituciones que han facilitado las acciones, como la Facultad de Arte de la Universidad de Playa Ancha y la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, el centro de grabado Casaplan, y varios talleres independientes, a lo que se suma el Taller 99 de Santiago. De esta manera confirmamos la importancia de haber levantado nuestro gremio y la conformación de un equipo interdisciplinario (audiovisual, editorial, de gestión, creación, difusión, etc.) que ha dado sus frutos para bien no solo de sus integrantes, sino como algo necesario para nuestra sociedad contemporánea, que poca memoria tiene y escasos ojos conscientes respecto a su propio quehacer artístico. En ese sentido, esperamos que este trabajo signifique un aporte a la educación del país, a la vez de conectar muchos más territorios con la voluntad de descentralizar la mirada. En este número 8 de Biográfica, saludamos especialmente al maestro Guillermo Frommer, quien perpetúa su experiencia a través de la elocuencia de sus obras y en el recuerdo de infinitas colaboraciones, conversaciones que se hacen eco a través de sus colegas, quedando su huella grabada en nuestra historia.Nos encontraremos entonces en una próxima edición de Revista Biográfica y, si se animan, en los caminos del arte que tarde o temprano se cruzan.
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Entrevista
MARIO ZAPATA ENTRE EL GRABADO, LA MEMORIA DE RAFAEL AMPUERO Y LA GESTIÓN CULTURAL
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Por Américo Caamaño Artista visual
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a figura de Mario Zapata siempre se vincula al Círculo de Bellas Artes de Tomé o a la imagen o concepto que ha quedado de este. Independiente de los desacuerdos que puedan generar sus enfoques o estilos de trabajo, no se puede desconocer su pertinaz manera y su voluntad de hacer, lo que en definitiva se traduce en capacidad de gestión. Y como gestor cultural, funda-
mentalmente, se le conoce en las últimas décadas. No obstante, Mario Zapata ha sido también un grabador y sobre este aspecto he querido ahondar en algunas conversaciones con él, lo que concretamos en el vagón ferroviario que sirve de sede al Círculo de Bellas Artes. Mientras subo al carro hago memoria de cómo fue esto de comprar y traer un carro de tren a nuestra ciudad, iniciativa que fue liderada por Mario. Así también recuerdo exposiciones co-organizadas por él como la de Rafael
Mario Zapata, La carreta chancha, Xilografía, 1988.
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Ampuero en el Museo Nacional de Bellas Artes o la de Grabadores Tomecinos en el Taller 99 de Santiago. Del mismo modo, recuerdo el primer concurso de grabado “Rafael Ampuero”, a principios de los noventa, que tuviera como jurado a Julio Escámez, Enrique Ordóñez y Luisa Levi de Pantoja. En suma, siempre vi a Mario Zapata, de alguna manera, vinculado al grabado y, en ese sentido, nos interesaba que contara cómo fueron sus comienzos en dicho arte.
Es una situación muy particular —nos dice—. El tema es que viviendo en Santiago, me acerqué mucho a algunos espacios… En los tiempos libres que uno puede tener, fui a trabajar y estudiar. De repente, me encuentro con Rafael Ampuero en el centro y me dice “¿sabes qué? tengo una buena noticia para ti”, ¿por qué?, “porque vas a tener que aprender a grabar, porque se me ha contratado para adornar todas las habitaciones del Hotel Sheraton San
Cristóbal”. El hecho concreto es que Rafael me estaba invitando a que le ayudara a grabar 400 grabados y lo que era una suma más o menos importante. Ahí yo me inicié en el grabado, con el maestro Rafael, que era muy riguroso, inclusive me señaló “mira, no te preocupes cómo resulte tu trabajo en el taco, no te preocupes tampoco de la calidad, preocúpate de hacer un buen grabado, a tu medida”.
¿De qué años hablamos? Más o menos, como el ‘75, no puedo asegurarte con mucha firmeza, pero el tema es que acompañé a Rafael en su taller y en su trabajo y ahí entendí lo que era ser riguroso en la configuración del elemento que estás haciendo en el grabado. Rafael me hizo ver, lo mismo que te he dicho con respecto a tu grabado Américo, tú eres muy fino, tu trabajo con la gubia va con firmeza configurando lo que
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Al centro con camisa oscura Mario Zapata, a su lado completamente de blanco Rafael Ampuero, rodeados de artistas del Círculo de Bellas Artes de Tomé
tú quieres mostrar, “pero existe otro grabado”, me dijo. “Tú eres un pintor, pero cuando hagas un grabado hazlo como salga”. Entonces, me preocupé de no afinar mucho el movimiento de la gubia sobre la madera y así son todos mis grabados. Porque si tú lo observas, no tienen la calidad de la definición clara de lo que se quiere mostrar. “Tu grabado es impresionista”, me dijo. ¿Cómo es eso?, pregunté. “Lo relacioné con la pintura, la pincelada gruesa, no te preocupes, sigue haciendo tu grabado, eso eres tú pues, porque yo no soy impresionista, soy casi foto-
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génico, con la figura que se note con mucha definición”. Yo había hecho rápidamente algunos ensayos. “Noto que nunca vas a ser un grabador específico, sino que un impresionista del grabado”, me dijo. Pero tú a Rafael lo conocías de antes, había una relación anterior acá en Tomé. Lógico, yo conocía sus grabados, conocía su taller y estuve viviendo en la casa de Rafael un par de años después de casado con mi compañera, la Tita Montoya. Aprendí muchas co-
sas de su trabajo, pero no con el ánimo del aprendizaje de ese tiempo del encargo del hotel. Bueno, ya entonces tenías una relación con los artistas que estaban activando el Círculo de Bellas Artes. Por supuesto, te hablo desde el año 1964. Por lo tanto, ya te habías relacionado con Elías Zaror, Alejandro Reyes y con los poetas Alfonso Mora y Benjamín Silva. Sí, hay mucha gente que llegó a Tomé también fundamental-
mente porque Rafael los conocía. Desde Santiago al sur, llegaron a Tomé y los atendía con sus particulares posibilidades. Mario, pero hay algo específico que quiero preguntarte, tiempo atrás tú me contabas que había un grupo de jóvenes por aquel entonces, parece que estudiantes universitarios en su mayoría, que escribían poesía, que se llamó el grupo “Ariete”. Efectivamente. ¿Cómo surgió ese grupo? Yo era un estudiante de Educación Básica en la universidad y, de repente, se llamaban a unas reuniones al “Club Social” y yo era reticente de llegar allí, por una cuestión tonta, quien sabe, de formación ideológica. Al Club Social lo tenía por allá arriba, como gente que entraba con mucha corbata y con buena ropa, que sé yo, gente exclusiva… Para mí no era un lugar agradable, a mí me gustaba “la picá”, me gustaban otros restaurantes más populares, donde conocía mucha gente, que todavía me recuerdan como era yo en esos años. Entonces, eso significó que me aparté un poco de esa gente y empecé a incorporarme a este grupo de artistas y jóvenes, que tenían intereses muy relacionados con la vida de la sociedad, de los campesi-
Mario Zapata, Al camino, Xilografía, 1974.
nos, de los pescadores. Formamos un grupo que se iba a llamar “Círculo de Jóvenes” y, de repente, uno de los tantos dijo “no, eso del Círculo de Bellas Artes es un nombre muy usado y muy viejo”. Ya, entonces alguien dice “pero cuál va a ser nuestra labor”. Recuerdo que ese era Ernesto Alvear Garrido que en ese momento estaba ter-
minando su carrera de abogado y dijo “no, tiene que ser una cosa más simple y, entonces, qué es lo que queremos nosotros”, lo dijo, “queremos destruir las estructuras sociales que hoy día permanecen en el comercio y para eso existe el Club Social y nosotros no somos ese tipo de gente”. Por lo tanto, ahí nace el nombre de un grupo que fuera
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a destruir esas estructuras y sale el nombre de “Ariete”, con quienes elaboramos revistas, hacíamos exposiciones para la sociedad de Tomé, en el ánimo de destruir esas estructuras… Yo creo que no destruimos nada, pero lo pasamos harto bien sí. Entiendo que ustedes lograron en ese tiempo gestionar la venida de Pablo Neruda aquí a Tomé y en otro momento a Pablo de Rocka.
Mario Zapata, Güeñi, Xilografía, 1988.
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Por supuesto. El Billy Berens, que tenía muy buenas relaciones con algún grupo en Santiago, vivió un tiempo allá y cuando regresó, ya habíamos formado el grupo Ariete. Dijo “les traigo cualquier cantidad de actividades que hacer”. ¿Cuáles son esas?, preguntamos. “Bueno, hay que hacer una revista”, y todos decíamos ¿de dónde sale el dinero?, “no se preocupen, ligerito lo encontramos, existen comerciantes que tienen ganas de publicitar su negocio”. Porque hacer una publicación en un diario era de alto costo, entonces preferían que hiciéramos una hoja donde le pusiéramos un aviso o algo por el estilo. Ya pues, lo hicimos y empezamos con la idea de editar la revista “Ariete”. Creo que fueron algo de cinco o seis números, que tengo, que guardo como un tesoro histórico para Tomé, algún día almacenado en algún lugar, espero.
Pero, ¿cómo fue el contacto con estos poetas? Bueno, era una de las novedades que nos trajo Billy Berens. Él tomó contacto. Además, Neruda andaba entregando su poesía en ese modo, es decir, directamente con la gente, donde lo invitaban. Yo recuerdo, a propósito de la venida de Pablo de Rocka acá, que en la Biblioteca del Liceo Vicente Palacios había un libro de él con su signatura. Con dedicatoria, sí por supuesto.
A medida que nuestro entrevistado contesta, hago memoria que hace más de treinta años atrás me contó acerca de su participación en un programa cultural denominado “El Tren de la Cultura” desarrollado durante el gobierno del Presidente Salvador Allende. Tren de la Cultura que con artistas de variadas disciplinas, desde Santiago al sur —no recuerdo si hacia el norte también— fue parando en diversos viajes, en distintas ciudades o estaciones, presentando exposiciones, obras de teatro, lecturas poéticas, música. Al consultarle, me comenta que
hubo lugares donde fue más exitosa la pasada y estadía del tren con los artistas que en otras, tal vez por falta de publicidad o falta de compromiso de los alcaldes de la época, indica. En Tomé, presentaron una obra de teatro en los andenes de la estación ferroviaria, pero no llegó mucha gente. Después, él acompaña un tramo del recorrido hacia otras estaciones que no recuerda bien, pero por las características que describe de una de ellas pudo ser San Rosendo, donde participa con Serigrafías. Mientras recuerda algunas anécdotas, me percato del
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Mario Zapata, Gestación campesina, Xilografía, 1963.
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tiempo y decido ir redondeando nuestro diálogo: Mario, para ir cerrando esta conversación, quisiera volver al tema de tu obra, al recorrer el imaginario que tú trabajas, me llama la atención que preferentemente está la imagen del campesino, de la campesina, no está el mar, por ejemplo. Bueno, tú tienes que entender que para mi maestro, Rafael Ampuero, su temática central está en el campesino, en el trabajador, y a mí me tocó esa área en la petición que me hiciera para ese encargo del Hotel en Santiago. Cuando recordabas tu participación en el Programa del Tren de la Cultura, mencionas haber hecho Serigrafía, ¿entonces también incursionaste en esa técnica?
bastidor, una tela bien estirada y enseguida tú dibujabas el tema, después con pintura de cualquier color para bloquear los blancos y después se dejaba que secara para imprimir, Esa es la Serigrafía que yo hice. Me retiro del Vagón con temas pendientes, pensando en la década de los ochenta, cuando activábamos juntos en esta suerte de resistencia cultural frente a la dictadura que imperaba en el país y los artistas y los gestores culturales contribuimos enormemente a la restitución del tejido social, comunitario y político de nuestra ciudad, pero eso puede ser motivo o tema para futuros números de la revista.
Mario Zapata, El amor, Xilografía, 1970.
Sí, claro que sí. No hacía muchos años que había entrando la Serigrafía a Chile. Claro, eso lo hice con Rafael. Él me dijo “podrías hacer Serigrafía”. No me gusta, le repondí y agregué que es más difícil. “¿Cómo que más difícil?, mira hagamos lo siguiente, yo tengo una idea que hace tiempo la quiero hacer, así que obsérvame cómo lo hago”. Entonces, un
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IN SITU Álvaro Barruylle Puertas cerradas, obsesivo creando
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n el segundo piso de la casa está su búnker. Subiendo las escaleras, cuadros de gran tamaño con colores vivos, imágenes que amenazan con abalanzarse sobre ti. Uno de sus gatos, Leo, tiene permiso para entrar al taller de Álvaro Barruylle. En un rato más, cerrará esa puerta y tomará pincel o gubia para
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meterle llave y encerrarse en su mundo. No le molesta la soledad. Más bien, asegura no ser muy hábil sociabilizando y siente que así está bien. Así lo quiere. “Soy autodidacta y me metí en esto desde niño. A los 12 años estaba en el colegio San Pedro Nolasco y tuve mi primer taller
de pintura y escultura. Me enseñaron a tallar la madera, aunque de chico yo ya modelaba cerámica, greda, pintaba con témpera… En mi casa siempre hubo mucha madera. Había mucha música, literatura y libros de arte, pero arte como tal no había”, contó el artista, que vive con su mamá y su hermano menor en calle Orompello.
Álvaro Barruylle, Lobo de mar en Tomé, Xilografía, 42 x 27 cm., 2017.
Álvaro tiene una fuerte relación con la iglesia. Su amor por el arte también tiene que ver con estos lugares imponentes y su estilo de vida. “Desde los 13 años ya sabía que me dedicaría al arte. Eso estuvo siempre claro. Me gustaban mucho las iglesias, el gótico y miraba asombrado la parroquia de La Merced, que queda aquí cerca. Recuerdo que le pedía permiso a los curas y me subía a mirar las estatuas, los vitrales. Trataba de imitar esos colores tan fuertes y, al comienzo, no me salía muy bien. Hasta el día de hoy busco
mucho esos colores luminosos en mi obra”, apuntó. Ha sido porfiado porque cree en lo que hace. “En mi casa me dijeron: ya, dedícate al arte, pero tienes que aprender a venderlo. Bueno, ese ha sido siempre mi gran escollo, mi gran problema en la vida. Aquí se puede ganar mucha plata, pero si sabes vender. He visto gente que vende mierda, pero en las galerías de arte se vende muy poco”. Y de niño, los libros terminaron
por llevarlo de la mano hacia el grabado. Álvaro, de 43 años, narra que “en el pequeño Larousse todo era ilustrado con grabados. Hablaban de la Monalisa y lo representaba un grabado. Lo miraba con lupa y cachaba que eran puras rayitas. Con esas cosas te queda el bichito del grabado. Yo ya tallaba en madera y un día, viendo televisión en los ‘90, explicaron la xilografía y recién me di cuenta que era lo que siempre hice, pero no conocía bien”.
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Álvaro Barruylle, S/T, Xilografía, 17 x 16 cm., 2016.
Hora de abrirse Pese a su talento innato, no estudió en la UdeC, como gran parte de los grabadores locales. “Quise entrar a Artes Plásticas, pero no entré porque soy malo para las matemáticas y la literatura. Saqué bajo puntaje, pero mi papá fue compañero de curso de Edgardo Neira y logró que me metieran de alumno oyente. Jaime Fica fue mi profesor y aprendí la técnica del aguafuerte. De pasadita, aprendí que la xilografía se imprimía con prensa y no solo con una cucharita. Ahí me solté y empecé a imprimir en el taller Falucho, en Talcahuano. Siempre estaba desocupado, pero me daba lata tomar la micro y caminar para adentro. En Concepción, ahora es distinto”.
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Álvaro Barruylle, Gatito con mariposa, Xilografía, 25 x 18 cm., 2016.
Sobre su técnica preferida, señaló que “me acomoda la xilografía porque es más barata, pero me gusta más el aguafuerte. Quiero hacer unos experimentos ahí, pero necesito plata. En mis obras me considero naturalista y así como veo las cosas las represento. También me gustan harto los animales. En los ‘90 pinté mucho y ahora lo tengo medio botado. También aprendí a tallar mármol solo, por las mías. Me regalaron un pedazo de mármol, compré cinceles en Sodimac y saqué una escultura. Después fui investigando que
las herramientas formales son otras, pero aprendí por la mía. Hay una cosa que es talento y también harto de ganas”. Pero sabía que en solitario sus obras iban a dormir en la pieza sin que otros pudieran apreciar su arte y talento. “Con la Asociación me han salido algunas exposiciones en conjunto. Antes de unirme al grupo, no había expuesto nada. Yo necesito mucho agruparme porque no soy bueno para sociabilizar o para conversar esos temas con otras personas, conseguir galerías de arte. Con
suerte hice una exposición de pintura el ’99. Ahora tengo que ilustrar una revista Mocha, la Mocha poética y me gusta eso de juntarte con otras disciplinas y entregar una sola obra”. Desde luego, no pretende hacerse millonario. Álvaro expresó que “el grabado en nuestra zona no es tan popular porque la gente no lo entiende. Te preguntan si tus obras son fotocopias o dibujos a lápiz. Cuando le explicas el proceso y le dices que es un dibujo sobre un papel, que se traspasa a un trupán, se talla con un cuchillo,
se le echa tinta con un rodillo, se coloca un papel, pasa por una prensa y sale una estampa que puedes sacar hartas veces. Ahí la gente recién te dice: ‘ahhh… Es como un timbre’. Bueno, ahí algo cachan. No es como la pintura, que todos saben qué es o la reconocen”. Y no transa con su espacio. Es suyo y punto. “No me gusta el tema de los talleres porque soy malo con la gente. Solo me interesa hacer mis obras. Me gusta trabajar solo porque me concentro caleta, me meto en lo que hago de manera
obsesiva. Si alguien se mete, me da ataque. Me llaman por teléfono o golpean la puerta y me apesta. No me gusta que me desconcentren. Estoy toda la tarde y la noche encerrado, olvido el tiempo y cuando termino no me doy ni cuenta que son las seis de la mañana. Soy feliz grabando y me vuelo haciéndolo”.
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Vanessa Vega Arañazos que dan vida al metal
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oma un colectivo y sube por calle El Golf. Abre la puerta su hijo, esperando el almuerzo y su abrazo, como cada tarde. Vanessa Vega viene llegando de un conversatorio en la UdeC, la casa de estudios donde entró a estudiar Arte el ’96, pero egresó el 2005, por congelar tres años. Entrando a su departamento, el living. En una esquina, su pequeño taller. Un
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lugar que es su nido, espacio y el territorio donde es madre, artista y mujer. Todo lo que quiere decir se encuentra estéticamente desparramado en sus paredes, donde la naturaleza tiene un papel dominante. Vanessa cuenta que “estudié en la UdeC. Entré el 96, congelé unos años, volví el 2002 y, finalmente, egresé el 2005. Soy de una generación, pero terminé
conociendo personas de varias generaciones. El arte como carrera para mí era algo obvio y en mi casa también lo era, aunque sí fue tema eso de que que nunca iba a ganar plata y esas cosas. En una reunión familiar les dije un día: lo lamento, voy a estudiar arte”. Reflexiona y sonríe a partes iguales. Cuando habla de lo que hace le brillan los ojos. “Me gus-
tan los procesos, el cómo sucede la vida desde un punto hasta otro y cuántos hechos pasan de por medio. Eso mismo es el grabado. No puedes imprimir primero que tallar y existen una serie de pasos donde, si fallas uno, debes volver siempre al punto cero. Sobre todo, trabajando en metal, que es lo mío. Tuve un muy buen profesor, como Jaime Fica, que nos enseñó a imprimir con cuchara de palo y no con prensa. Centímetro por centímetro. Esa forma tiene una connotación bien romántica, de la caricia, el trato del papel y la sorpresa de tu primera estampa. Ves al profe que le sale perfecto, pero el tuyo fue después de hacerlo una y otra vez y fallar varias veces. Vas perfeccionando hasta que la concreción sea lo más parecida a lo que visualizaste en tu mente. Eso me enamora”, cuenta entusiasmada. Heridas que crean En una zona de xilógrafos, ella se aparta de lo común y toma el camino del metal. Vanessa explica que “hay todo un rollo con la resiliencia del material. Cuando trabajas con madera, lo que tú sacas es lo que desaparece de la plancha y se entinta lo que queda. Dañas el taco y lo no dañado genera la estampa final. Con el metal, arañas la plancha y el arañado es lo que hace la imagen. En el metal hay
Vanessa Vega, S/T, Punta Seca sobre aluminio, 30 x 20 cm., 2005.
una representación estética del dolor. He tenido una vida muy especial, de rascármelas sola, porque la vida del artista es así y yo no soy la excepción. No es falta de amor, pero a veces sí de comprensión. Eres herido una y otra vez y a partir de esas heri-
das es que tú te armas. Bueno, lo mismo pasa con la plancha de metal”. ¿Y qué le gusta decir en sus trabajos? “En mi obra abogo por una voz muda de algo. Ahora estoy trabajando con el queule, que es una especie endógena
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chilena en peligro de extinción. Hay pocos individuos, bosques de no más de treinta individuos. Cuando tienes una semilla de queule, en solo saber si va a germinar pasan un par de años y otros cien para que se convierta en un árbol adulto. No sé si mis nietos van a conocer un queule. Me gusta harto la naturaleza en mis obras, representar la costa, árboles. También me gusta reclamar a través de una imagen. No puedes mostrar una imagen que no diga nada”. Sobre su casa-taller, relata que “lo armé de a poco. Este departamento es de mi familia, así que he sido bien tímida para apropiarme de los espacios.
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Esta prensa me la autorregalé el 2009. Estuve varios años estancada porque no tenía dónde imprimir ni cómo. Tampoco tenía mucho tiempo y le dedicaba harto a mi niño chico, que estaba siempre conmigo. La solución era trabajar desde mi casa. Al principio, solo trabajaba de noche, cuando dormía mi hijo, así que hacía puros monos oscuros porque no veía muy bien a esa hora”. Recuerda sus primeros talleres, hace casi 15 años. En Coronel, por cincuenta lucas y con niños de entre 6 y 16 años. “Estoy armando una empresa de asesorías culturales. Cuando hago un taller no trabajo con los alumnos,
sino con la comunidad donde están. En la búsqueda de orientar a profesores que trabajan con niños, me gustaría ayudarlos a saber cómo reconocer sus procesos creativos. Porque esos procesos no son considerados es que los niños llegan a los 20 años y no saben dibujar, porque a los 10 el profe de arte decía que este trabajo está bonito y este no lo expongo. Los niños se rinden temprano y si no te expresas de alguna forma, ya sea cantando, dibujando o escribiendo, eres una persona incompleta. Te falta humanidad”. Por ahora es su taller. Solo suyo. Pero le gusta trabajar con más gente y por otra gente. Vanessa
advirtió que “el taller no tiene nombre, aunque todos dicen ‘ah, el taller de El Golf ’. Este barrio ha sido muy acogedor, desde los vecinos, a la gente del negocio. El barrio merece que le dé su nombre al taller. Tengo una intención de abrirlo al resto, pero ahora me caben como cuatro niños. He hecho clases aparte acá, pero nunca he publicado nada. Abriría un taller, pero no creo que aquí mismo en mi casa. No es fácil abrir tu casa, pero dejar un taller para ti solo también siento que es un poco egoísta”.
Vanessa Vega, Astilla, Punta Seca, 30 x 30 cm., 2016.
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Pablo Mena Vista al puerto, tierra de Victoria
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u nombre está asociado a Falucho, pero hace poco se independizó. O, al menos, en parte. Lo cierto es que Pablo Mena ya no viaja de la casa al taller y, de noche, ya no vuelve cuando oscurece. Ahora las palabras casa y taller son una misma cosa. Subiendo el cerro David Fuentes, en Talcahuano, está su espacio, aunque decir que es suyo no sería totalmente
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correcto. Es suyo y de su hija Victoria, su gran compañera y una inspiración que necesitaba tener cerca. Bueno, basta ver una sonrisa entre ambos para saber que los dos lo necesitaban. ¿Y qué pasó con el emblemático Falucho? Pablo cuenta que “ya no estaba funcionando tan bien en el lugar donde estuvo al principio y trasladamos cierta
parte a Concepción, otra quedó en el mismo lugar y yo me traje mis cosas a casa porque quería formar mi propio taller. Claudio Romo me prestó una prensa y me armé de a poco, pero siento que igual esto es una parte de Falucho, pero con un objetivo distinto. Uno es poder trabajar cercano a mi casa, al lado de mi hija. El otro es un proyecto que tiene que ver con residencias,
personas que puedan venir a trabajar con nosotros. Algo que hace rato quiero concretar”. Y así como retorna al origen llevando el taller a casa, no le pierde la vista al lugar que lo recibió siempre y lo vio crecer. “Falucho está tratando de reinstalarse en C3, este proyecto que tiene la municipalidad de Concepción de un centro de creación que apunta esencialmente a la primera parte de la obra, que es la creación, pero la exposición no se da ahí. Es un lugar donde, por ejemplo, se armarán escenografías, ensayos, propuestas escénicas... En grabado también es ahí donde se crea, pero no se expone. Por otra parte, lo que llamaríamos el Falucho original, sigue en Talcahuano trabajando la litografía”. Pero no es llegar y plantar un taller en tu hogar. Hay que buscar el espacio ideal, determinar dónde llega mejor la luz, botar paredes, instalar estructuras. Pablo explicó que “llevo ya un mes así como bien armado. Estuve trayendo materiales y readecuando la casa desde el último verano. Sacamos un tabique, hubo que desarmar un mueble y llevarlo a otro lugar, poner repisas. Son muchas cosas. Organizarlo fue complejo, además que uno trabaja en otro lado y los
Pablo Mena, No dudes, Xilografía, 56,5 x 38 cm.
tiempos no siempre son los que uno quiere. Este espacio era un dormitorio, mi dormitorio. Mi hija me dijo que si quería estar con ella me fuera a dormir abajo y lo encontré buena idea porque acá arriba hay una vista
espectacular hacia el mar, el puerto. Cuando uno está acá en la prensa, en la manivela, como que parece un timón de barco y es como si uno estuviera manejando un barco. Como Falucho”.
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Su obra también refleja mucho ese puerto que siempre asoma por su ventana. Ese que llama a no poner cortinas. “La primera impresión que hice acá tenía que ver con un proyecto anterior que se llamaba Fuga y estábamos viendo puntos para poder observar. Desde mi casa hice como cuatro miradas parceladas y las desorganicé dándoles una unidad con otros elementos plásticos. Quedó bueno. Para crear siempre es bueno mirar hacia afuera y no a una pared. Por eso esta pieza era la ideal para ser transformada”. Se siente cómodo en su nuevo espacio. Como no. Prepara una café mientras elige unas planchas y pone algo de rock en una radio que tiene varias mañas para ajustar la perilla de volumen. “Trabajar acá me da independencia y no es como antes, cuando tenía que ver qué horario me acomodaba en Falucho y viajar, lo que también tenía su encanto. Acá al lado está mi hija, que aun no se mete mucho en este mundo, pero sí ha desarrollado obras, ha hecho un par de grabados y experimentado un par de técnicas. Ha hecho xilografía y trabajó en cajas de tetrapack con material reciclado. Ella es muy buena escribiendo y me gustaría un día publicar sus poesías”.
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Pablo Mena, S/T, Xilografía, 11,5 x 10 cm.
Pablo pensó rápidamente en el bautizo y apuntó que “el nombre de este taller será Cerro Oradado, pero es parte de Falucho. Quiero implementar talleres, pero por ahora me gusta esa idea que te contaba de Residencias, donde la gente venga a dormir y trabaje acá, invitar gente de afuera y compartir cosas. Ahora vendrá un estadounidense, en octubre, desde la Universidad de Kentucky. Se quedará un par de días y también trabajará con la Universidad de Concepción. Esto de las residencias se hace,
pero muy poco o no se difunde tanto y la idea es que se sepa y les sirva a todos”. Sobre futuras actividades, apuntó que “septiembre es el mes del grabado y ahora estamos imprimiendo un proyecto para octubre que tiene que ver con la lira popular, con imágenes de grabadores y décimas de escritores. Se está dando harto eso se juntar disciplinas para entregar una obra más potente. Hoy, las obras de danza, por ejemplo, se asocian con la escenografía, el teatro. En el
grabado estamos empezando en eso de juntarse con artistas de otras áreas”. Además de su producción propia, Pablo contó que “hago talleres para dos programas, uno con la municipalidad de Concepción, en los establecimientos educacionales. El otro tiene que ver con el Consejo de la Cultura y lo ejecuta Artistas del Acero este año, también en colegios, pero distintos a los que vemos en la muni”.
Pablo Mena, Xilografía, 16 x 12 cm.
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Taller Icalma / Diego Gálvez La gubia que saca algo de cada viaje
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s sampedrino orgulloso, pero se siente un poco de cada lugar donde va. Sabe que ningún sitio o comunidad es para conocerla en vano y, así como otros se sacan fotos con un monumento atrás, Diego Gálvez hace algo mucho más valioso para que esos lugares perduren. Lle-
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va la cultura a su trozo de madera y sabe que cada copia que produce es un grito ancestral pidiendo rescate. Pero nadie nace grabando. Diego cuenta que “siempre tuve ciertas habilidades en el dibujo y ya en la universidad conocí la xilografía. Ambas cosas están muy relacionadas. Al principio,
hacía muchas caricaturas y viñetas. El dibujo era un método que yo usaba para jugar y nunca fui muy pintor, aunque sí hice pintura. Paralelamente a la universidad, estaba haciendo otras cosas que respondían más a mi búsqueda personal, como temáticas del espacio y del interior del ser humano. Experimenté
Diego Gálvez, Xilografía 2017. con distintos materiales mientras me iba enamorando de la xilografía, primero que todo por la lira popular. Esa idea me encantó. Hace poco trabajé con la Bárbara Calderón, aunque en en técnica de tinta china y resultó un libro. Es loco porque en la universidad elegí la especialidad de pintura”. Cuando habla de la madera lo hace como si fuera parte suya. Y como no, si entrar a su taller es empaparse de ese olor inconfundible. “Me gusta la madera
porque tiene una connotación de nobleza, es un material confiable. En nuestra zona también tiene un simbolismo especial por las forestales y cómo se devasta el bosque nativo y se ha transformado en pulpa, que termina siendo el trupán que estamos tallando. Por lo mismo, me he dedicado a buscar maderas nativas intentando que no haya extracción de ese bosque. Hay una crítica a ese tema a través de la misma madera”. Su taller es amplio y, al fondo,
se ven obras antiguas. De esas que parecen borradores, aunque en su caso siempre se advirtió talento. “Cuando estaba en el colegio hubo un momento en que me definí por el arte y en mi familia igual había una sensación rara de ‘quizás cómo será el futuro de este niño’, pero hubo un respaldo por desarrollar lo que uno siempre hizo. Acondicionamos un espacio en mi casa y ahí tuve mi primer lugar para trabajar. Pequeñísimo, pero necesario, porque veía
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compañeros pintando sobre la cama. Imagínate los que arrendaban una pieza. De esa época recuerdo mis primeros trabajos, experimentaciones y esa sensación bonita de quedar paralizado frente a lo que hiciste. El espacio se carga de esas sensaciones”. Su familia se ha movido por distintas moradas, pero siempre en San Pedro. Ahí, cerca del mítico negocio La Pirámide, se esconde ese lugar largo y luminoso donde adecuó su taller. Diego relata que “la máxima dificultad de un grabador es conseguir una prensa propia. Al principio, la única posibilidad que tenía para imprimir era el taller de la universidad. Ya estando en la Asociación de Grabadores conocí bien dónde y quién hacía prensas. El grabador Pablo Henríquez es uno de los pocos que las construyen en la zona. Hablamos, negociamos y tengo esta prensa desde 2015. Son carísimas, así que es un logro personal”. Libros y viajes Cuando le preguntan qué busca expresar en sus obras, respira. La respuesta no va a ser corta. En su cabeza, dan vueltas demasiadas ideas y trata de ordenarlas. “He participado en muchas convocatorias y los temas son muy variados. A veces te piden ciertas temáticas y uno trabaja a partir de eso, pero personalmente me he ido definien32
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Diego Gálvez, Xilografía 2017. do por rescatar el valor de una cultura propia y la búsqueda de una problemática de identidad que veo en el país. Somos un país multicultural, como una culebra, donde en cada una de sus partes encuentras algo distinto. Siempre se trata de homogeneizar el país y yo hago lo contrario. Intento rescatar la diversidad de cada sector, como el pueblo mapuche, la zona del Bío Bío, el pueblo yagán. Saco algo de cada viaje que voy realizando (Cabo de Hornos, Chaitén, Futrono) y trato que quede un registro no solo científico o antropológico de esos lugares y comunidades, que ya existe. Que también quede un registro desde lo artístico. Hay historias en tu propia región, que la gente no conoce. Yo las busco”. Y hay otro tema que comenzó como algo pequeño y derivó en algo mucho mayor. Diego apuntó que “trabajé en un libro con Bárbara Calderón, con mis trabajos sobre serpientes, algo que venía investigando y haciendo
hace tiempo porque descubrí que es una figura transversal a todas las culturas del mundo. Siempre estoy reflexionando sobre nuestros orígenes y trato de proyectarlo al mundo contemporáneo”. Para llegar a su taller hay que cruzar la casa. Técnicamente, salir al patio para luego entrar. Está detrás de todo. Sobre su método de trabajo, señala que “primero investigo, leo, indago y reviso harto material que alimente una idea. Luego busco una solución plástica siempre trabajando en soledad porque soy una persona muy dispersa y distraída. Me quedo solo con la música, a veces un brebaje. En la etapa del tallado soy como rápido, igual como siempre lo hice con el dibujo. No me importa tanto la minuciosidad para obtener algo demasiado perfeccionista”. Siempre ha peleado por la asociatividad en distintas aristas. Con colegas y también con artistas de otras áreas. “Trabajé, como te conté, con Bárbara Calderón, y también con Omar Lara. Hicimos reuniones, leí sus poemas y trabajé sus libros, algo que para mí ha sido súper importante. Me interesa la música (toca guitarra en Jardín de Opio), también la literatura y busco esa conexión con los escritores. Personalmente, siempre me ha gustado escribir. Es desafiante lograr cosas conjuntas porque unes visiones de un mismo tema. Por otra parte,
somos como quince grabadores produciendo constantemente y compartiendo instancias. Es un gran número para una disciplina tan específica como el grabado. Tomamos una herencia grande, de gente que quizás ni siquiera conocimos. En Valparaíso, por ejemplo, trabajan harto el metal y se extrañaban porque acá todos estábamos en la xilografía. Yo les dije que esto es como leer y escribir. Aprendimos a leer mirando a nuestros referentes, que eran xilógrafos, y es nuestra lengua madre. Nuestro pasado nos entusiasma y a partir de él queremos dejar nuestro propio rastro”.
Diego Gálvez, Ojo vital, Xilografía 2014.
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TALLER 99 EN LA HUELLA DE GRABADORES DEL BIO-BIO
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Por Américo Caamaño
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l Taller 99 recientemente celebró sus sesenta años con una exposición en la Sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes, denominada “Encuentros en Diálogo”, configurada en base a la carpeta “99 miradas en torno al Taller 99”, a la cual, quien escribe estas letras, también fue invitado. En el catálogo se señala que toda acción del Taller “lleva implícito un gesto de homenaje y agradecimiento a Nemesio Antúnez, su fundador”, el que había trabajado en Estados Unidos y en Francia con el maestro del grabado Stanley Williams Hayter
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en el famoso Atelier 17, pero que en esta oportunidad amplían su reconocimiento a Roser Bru, co-fundadora. Luego, desde esta sencilla tribuna, creo que debemos hacer extensivo también nuestro reconocimiento al maestro Guillermo Frommer, recientemente fallecido, colaborador en esta y otras exposiciones anteriores del Taller, gran grabador chileno. Algunos meses antes de la inauguración de la exposición mencionada, revista Biográfica había viajado a Santiago con la
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finalidad de saber algunos detalles sobre la Historia del Taller 99 y en particular de la incorporación a éste de algunos artistas provenientes de la región del Bío-Bío. Para esto, conversamos con el grabador Rafael Munita quien es Vicepresidente de esta Corporación Cultural y profesor del Taller. En general, en el medio artístico nacional, es conocida la Historia del Taller 99 y sus aportes al desarrollo del grabado, donde sin duda, gravita fuertemente la figura de su creador Nemesio
Antúnez quien, de acuerdo a lo que nos narra Rafael Munita, se va a Nueva York a estudiar un magister en Arquitectura, sigamos el relato: Y el encuentro con Hayter en Nueva York es lo que arma todo esto, porque ahí se encuentra una idea, una personalidad, un estilo de Nemesio con una operatividad de trabajo en arte, que es el grabado, y al entrar al taller allá en Nueva York, conoce este sistema de trabajo colaborativo, en que todos participan y más allá de la clase académica
está el traspaso de experiencias y conocimientos, el que sabe más al que sabe menos y el menos al más. Es todo recíproco y eso le gustó. Entre todos opinaban, participaban, colaboraban. Era algo especial que se desarrollaba en el Atelier 17 con Hayter. En Nueva York hace su magister y le presentan este taller, porque igual hacía arte en paralelo, pintaba, pero muy autodidacta. El grabado, al integrarse al Taller 17, él dice que le da como un sistema de trabajo, de estudio, lo centralizó un poco. Entonces, de ahí saca esta idea y, además, le toca compartir con los contemporáneos, con personajes. De hecho, Hayter lo pone de ayudante de Miró (Nemesio era joven), porque hablaba español y ahí conoció la sencillez y la humildad de Miró, que le pedía consejos a este joven latinoamericano, o sea, opinión de imagen y él decía “este maestro qué me está preguntando a mí de equilibrio, de composición”. Entonces, fue cogiendo esas cosas y las hizo suyas o coincidieron con cosas de él. Bueno, después se va a París y se vuelve a encontrar con Hayter, porque éste se había vuelto a Europa también. Ahí trabajó un poco y de ahí se viene a Chile, entre el ‘53 o ‘54. Entonces llega —todo esto lo cuenta Nemesio— y quiere entregar todo esto
en algún lugar donde se haga grabado, integrarse a participar con lo que trae y con los pensamientos, todas las conversas que ha tenido con los artistas. Y en Chile, la llegada de Nemesio es como la novedad, porque viene de afuera y dispuesto a trasmitir y entra a la Universidad de Chile, gana un concurso en grabado, hace un semestre de clases y ahí se vincula con la gente joven. Pero acá se hacía algo de grabado. Sí, según Nemesio estaba el taller de Carlos Hermosilla en Valparaíso, estaba empezando, pero ya Hermosilla era considerado, estaba la Escuela de Artes Aplicadas de la Chile. Ahí, Bontá fue el que jugó un papel importante
Claro, pero el cuento es que dentro de la Chile no prospera la cosa, al semestre siguiente se queda sin alumnos. Y en ese período parece que le llegó su prensa de París, y él en su casa, en la parte de atrás, que era su taller, hacía pintura y algunas clases de pintura también, de grupos de gente conocida. Y tuvo mucha atracción, porque mucha gente quiso ir para saber qué novedad traía, cómo lo abordaba, era como la modernidad para el lenguaje artístico acá, que era un poco acartonado. Y no sé si habría grabado en Concepción, eso lo sabrán ustedes, pero sí había taller en esos años ‘53, ‘54. En Concepción, talleres propiamente tal, no. Pero siempre había vínculos con Concepción.
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Lo que había, digamos, es que a partir del año ‘50 se funda la Sociedad de Bellas Artes que crea la Academia Libre de Arte. Básicamente, lo importante era el Dibujo y la Pintura y con Julio Escámez un intento de iniciar el Grabado, pero eran como experiencias prácticas, básicamente en Xilografía. No había prensa, no había taller. El grabado siempre ha sido complejo por la implementación. Fíjate que en los inicios, y se menciona poco, había un señor de apellido Sapiaín, que había estado aquí en Santiago estudiando grabado con Carlos Hermosilla y que expone acá. Entonces él, junto con Julio Escámez, colaboran allá e intentan hacer una prensa con unos rodillos de estas máquinas para amasar pan. Ahí también se involucra Pedro Millar, pero finalmente eso no habría dado resultados. Aparecen allí, junto a Millar, alumnos como Santos Chávez, Jaime Cruz y Eduardo Vilches y otros, sumamente claves para el desarrollo del grabado regional, como Jaime Fica y Eduardo Meisnner. Entonces en ese tiempo, cuando se habla de Grabado básicamente se refiere a la Xilografía. Bueno, está la raíz de las Liras Populares y todo eso, ahí había
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vínculos de la Gráfica con la Literatura, pero Nemesio decía que el Grabado aquí está metido en el ámbito académico, en la Universidad y alguien que lo quiera hacer, que el ciudadano común y corriente no puede hacer nada. El que sea muy entusiasta se irá a meter a una imprenta y conseguirá algo. Está bien, siempre hay de esos, siempre hubo personajes. El mismo Bontá fue a Italia y trajo esa información y otros viajaban y hacían sus cosas. Bueno, el cuento es que como no resulta eso y le llega su prensa, que la instala en el lado de atrás de su casa “Guardia Vieja99”, invita a la gente a hacer grabado, porque ya había gente que lo conoció en la escuela. Mira,
lo que pasó en la escuela es que llegó, hizo un curso y se llenó y quedaron todos contentos y todos los cabros querían aprender con él, esa es la verdad. Y para el semestre siguiente dijeron no, hay que llenar todos los cursos e hicieron una cosa: el curso que hacía no se daba en el próximo semestre. Le dijeron “te vamos a seguir pagando igual”. “No, pues”, dijo él, “yo no vine a calentar asientos, ni a ocupar cargos ni puestos, yo vine a compartir”. Así que se salió, pero ya lo conocieron los cabros y, bueno, se comentaba porque hizo exposiciones. Esto lo contaba también don Julio Palazuelos, todos como que querían acercarse a Nemesio a ver qué tenía que decir, qué hacía, cómo lo hacía, era la nove-
dad y él estaba dispuesto a compartirlo, que tampoco era muy típico en la época. Aquí hemos sido siempre muy canallas con el conocimiento. Cuando yo sé algo, lo uso yo o lo escondo, es tradicional acá. En esa época, llegaban catálogos y revistas de afuera, que eran difíciles de obtener, entonces veían que era lo moderno allá y lo empezaban a hacer, pero escondían la revista. En ese ambiente de carácter de chileno es de lo que estamos hablando. Claro, porque en el fondo del cuento se trataba de cambiar esa mentalidad, esa manera.
ral de él, era muy entusiasta. El modelo de Hayter coincidió con algo de él, un rasgo suyo muy esencial, que era muy amable, compartía mucho. Coincidió esa personalidad con la de
Hayter y lo trajo para acá y lo chilenizó. Dijo ‘acá Chile es así, yo lo trasmito así…’ muy apoyado en Hayter, pero como experiencia general. Y esta misma gente empieza a llegar a su ta-
Nemesio remó en otra dirección. Claro, pero por una cosa natu-
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ller. Por ejemplo Bernal Ponce que estaba en la Chile… y empieza a llegar una serie de gente, esta parte yo creo que tienes que armarla bien con Eduardo Vilches, él está clarito y es directo, lo que diga es más válido que lo mío, porque lo vivió, mientras que yo he armado algo entre lo que he leído y me han contado. Dinora Doudtchitzky fue gran puntal, porque le presentó sus cosas y, claro, Nemesio vio sus grabados y le dijo ‘tú eres grabadora, vente a trabajar, tú eres mi asistente’ y ella empezó a hilvanar todo. Porque Nemesio no era un profesor académico-sistemático que seguía un programa. No, su idea de trabajo era que investigas, haces tu trabajo y en ese ejercicio vas compartiendo con el de al lado, con el que sabe menos. Entonces ahí miras los trabajos de los otros y señalas “mira, ahí debieras darle más fuerza a esta cosa con una aguatinta”, pero de ahí a empezar a enseñar unidades, no. “Mira ahí tienes este polvo, quémalo y listo, y hazlo veinte mil veces hasta que encuentres tú aguatinta”. Roser Bru nos cuenta eso, entonces es un traspaso distinto al académico, pero ahí funciona la gente que necesita eso. Ahora se trata de hacer clases generales, democráticas, a todo el mundo, pero en todo el mundo a más de la mitad no le interesa lo que es-
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tás hablando y ese 40% pierde. El sistema funciona para el que está urgido, necesitado, buscando, que lo tiene que hacer, es como de maestro a discípulo, no es de alumnos a profesional. Entonces, el Taller tuvo ese tipo de entrega, cuando se habla de discípulos o alumnos del Taller es en esos términos. No es que Nemesio fuera el gran profe que se las sabía todas. No, él compartió todos los trucos. Retomando, ¿en qué minuto llegaron Vilches y los demás?, ¿llegaron todos juntos? Mira, Nemesio en una parte lo cuenta en ese “Conversaciones con Nemesio Antúnez” de Patricia Verdugo y en su Carta a Pablo también, que son como lo más testimonial de él. Vilches y Cruz, también, cada uno tiene su versión. Ahora estuve leyendo el de Cruz y dice que “ellos habían estudiado y llegaron en algún minuto los tres mosqueteros” como les decía la Roser a ellos tres, que eran Pedro Millar, Jaime Cruz y Santos Chávez. Lo que pasa es que Vilches había llegado antes. Y, bueno, para el terremoto surge la idea de ir en ayuda al sur y él fue a apoyar. Siempre era muy solidario, hizo unos talleres de verano en acuarela, pero era en apoyo a eso, entonces en esos viajes él invitaba para acá “anda a mi taller a Santiago”.
Creo que Vilches lo cuenta así, que lo invitó y que habían estado paseando por una playa y que Nemesio se había rayado por una piedra y Vilches le trajo una piedra de ese tipo, carbón, no sé que era, que la había traído en el tren, pesada, pero era su presencia y Nemesio quedó feliz. Entonces, parece que fue en ese primer viaje que Vilches no se quedó en Guardia Vieja. El cuento de Santos… Santos es una línea independiente, un personaje, porque él entra y sale, sale y entra, como que no se casa con nada ni con nadie, es un carácter especial, pero con Nemesio se encontraron muy bien. Nemesio lo admiraba. Para mí también es como el mejor xilógrafo contemporáneo, no sólo chileno sino también para afuera, tiene un peso, Santos es expresión pura, verdadera, es muy esencial. Igual Nemesio lo apoyó harto, en concursos, becas, lo invitaba al Taller a participar y Santos trabajaba y le hacía ediciones a Delia del Carril (La Hormiguita), probablemente a la Roser, bueno es que ahí todas le pedían y Jaime Cruz y Pedro Millar también. Esos tres eran como un grupete chacotero, claro, igual eran cabros, venían llegando, todavía no eran lo que son ahora… Extensa y entretenida fue la conversación con Rafael Muni-
ta, uno de los herederos de este patrimonio que hemos querido conocer un poco más. A lo largo del relato aparecieron los distintos períodos del Taller en sus sesenta años, la contribución del Taller en la formación de la Escuela de Arte de la Universidad Católica, su tangencial conocimiento sobre el grabador Rafael Ampuero, de las Bienales y su aporte al desarrollo del grabado nacional, como también del impulso de Nemesio al proyecto Al Centro del Grabado, que tuvo un interesante comienzo y un lamentable fin, pero que al menos habría servi-
do para impulsar el Centro de Grabado de Valparaíso y a establecer más vínculos.
como también el apoyo muy inicial al Taller Falucho de Talcahuano con Pablo Mena.
Señala que en algún momento Cristian Corral comienza un curso en el Departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Concepción, “era del Taller y de la Chile y se va para Concepción y mientras está allá armó unos cuentos que mandaba a alumnos en el verano para hacer un entrenamiento en Litografía”. Recuerda algunos nombres como Gonzalo Bustamante, Loreto Reyes, Pablo Henríquez, Roberto Cartes,
Le indico que Cristian Corral en ese proceso fue importante porque renovó la enseñanza del grabado que se encontraba un tanto detenida en la Universidad, a lo que agrega “Cristian llegó de nuevo con la base, igual era la base de la Chile de don José Palazuelos, del oficio… bueno, también Claudio Romo que tenía un fuerte vínculo con Cristian, que lo formó y el Claudio vino para acá. Entonces, han sido cosas que han dado frutos”.
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Motivaciones y propuestas de las futuras generaciones de grabadores que egresarán de la Carrera de Artes Visuales de la Universidad de Concepción Por José Morales Malverde Arquitecto y Licenciado en Artes Plásticas Docente Universidad de Concepción
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uillermo, Cristóbal, Natalia, Iván y Javiera son cinco estudiantes de Artes Visuales de la Universidad de Concepción que comparten un profundo interés en la gráfica, particularmente, en el grabado. Habiendo sido su docente, intuyo que serán parte de la nueva generación de grabadores que nuestro Departamento de Artes Plásticas aportará a la escena local de nuestra región1, razón por la cual me he interesado en compartir con ustedes una pequeña muestra de sus
trabajos. Junto con ello, aprovecharé también de plantear un tema que me cautiva de la enseñanza de las artes visuales y que guarda relación con los intereses que movilizan las propuestas artísticas: las motivaciones. Este peculiar asunto, incluso debatible en la docencia, resulta sin embargo muy importante en la valoración del trabajo de cualquier artista. De hecho es, quizás, la respuesta más honesta del porqué un artista hace y ama lo que hace. Porque, claro, estos estudiantes se han senti-
do profundamente atraídos por el lenguaje del grabado, pero esto no ha sido un acto gratuito en sus vidas, sino causalidad de una motivación personal que gatilla las ganas de aprender y producir arte desde una perspectiva específica; por ejemplo, la admiración a un referente, el gusto por una estética gráfica, la afinidad con ciertas metodologías de trabajo e inquietudes del tipo político y/o éticas, entre otros muchos factores complementarios a la utilización del lenguaje del grabado.
1. La Universidad de Concepción es y ha sido la única casa de estudios que dicta asignaturas de grabado, de nivel universitario, en la Región del Bío-Bío, bajo el alero de una Carrera dedicada a las Artes Visuales, otrora Artes Plásticas.
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La gráfica y, en particular el grabado, son lenguajes que este grupo de jóvenes empezaron a enfrentar, académicamente, en la Carrera de Artes Visuales por medio de electivos disciplinares que, con los conocimientos técnicos aportados por docentes que han formado históricamente a decenas de grabadores en la región (Roberto Cartes, Cristian Corral y Bárbara Bravo, entre otros), fueron calando hondo y generando una base estable de recursos artísticos de trabajo. Paralelo a ello, en ter-
cer año de la malla curricular, estos estudiantes cursan otro tipo de talleres más transversales en la Carrera, donde deben integrar los conocimientos técnicos aprendidos en los electivos disciplinares en ejercicios de problematización reflexiva y propositiva desde el punto de vista creativo, enfrentando diversas problemáticas en un proceso de enseñanza-aprendizaje, tales como la metodología, la exposición y el trabajo escritural que, entre otros ámbitos, buscan simular la
experiencia profesional venidera. En el contexto de este tipo de talleres, de orientación más visual que plástica, tuve la oportunidad de guiar pedagógicamente las primeras propuestas gráficas de estos estudiantes y el privilegio de conocer sus miradas respecto de lo que se proponían resolver por medio del lenguaje del grabado. Cabe precisar que las distintas instancias de diálogo tutor-estudiante en las que hablamos de estos asuntos, fueron dos talle-
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res (Producción Visual y Recursos Proyectuales), que tienen la particularidad de ser una primera instancia de formulación de propuestas artísticas en la Carrera y, muchas veces, en sus carreras profesionales. Fue esta particularidad, junto con mi enfoque docente que promueve un tipo de producción con arraigo en los intereses del estudiantado, la que permitió que, durante dicho transcurso de tiempo, pudiésemos reflexionar sobre sus motivaciones, pues estos estudiantes se
encontraban ante un complejo escenario en el que debían elegir y editar sus discursos personales, en búsqueda de intereses y antecedentes artísticos para poder argumentar sus ímpetus de trabajo con el lenguaje del grabado. Este viaje por las profundidades y superficialidades de las vivencias, inquietudes, emociones y gustos de los estudiantes de artes, es una estrategia que siempre trato de implementar como docente, como una forma de cautelar
que sus propuestas artísticas tengan asidero en lo realmente motivacional2, lo que, a mi juicio3, sería la clave para generar obras artístico-visuales que contribuyan a la escena contemporánea. Considerando tal contexto, es que, a continuación, presentaré a ustedes los antecedentes personales que dan origen a la propuesta de estos estudiantes, como una muestra de lo realmente germinal de las posibles futuras generaciones de grabadores.
2. El enlace de los intereses personales del estudiantado con los procesos de enseñanza-aprendizaje, es una cuestión vital para el éxito pedagógico según la Educación Constructivista, paradigma del cual me siento parte, y trato de utilizar estrategias en contextos institucionales que no necesariamente comparten o profesan, como es el caso de la mayoría de las universidades. 3. Juicio emitido tras leer y convencerme de propuestas como las de Fernando Hernández en la pedagogía, y las de teóricos del arte contemporáneo como Nicolas Bourriaud.
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1. Iván Maldonado Sepúlveda
Iván es un estudiante multifacético, dueño de una habilidad indiscutible en la construcción de formas tridimensionales y, a la vez, con un amplio manejo técnico en lo gráfico. Ambas vertientes artísticas representan importantes inquietudes para él, pues son lenguajes que, además de que le llaman la atención, le estimulan a crear, cosa que -debo señalar- hace con mucha facilidad. Iván es del tipo de artista que no se cuestiona más de una vez lo que va a hacer, pues sabe muy bien que puede lidiar con las sorpresas que aparecen en el camino y, aún así, terminar con un trabajo coherente y de buena factura. Se tiene confianza, actitud valorable y poco común, al menos, en los procesos académicos, sobre todo cuando repercuten en un trabajo con enorme potencial, como es su caso.
Iván decidió juntar ambos lenguajes, el tridimensional y el gráfico, basándose en el criterio de explorar una propuesta que no sólo fuese fruto del hibridaje o desplazamiento de los lenguajes, sino que, además, pudiese ser un arte accesible para cualquier persona, tanto en su apreciación, como en su universo económico pues, en particular, la cualidad de reproductibilidad del grabado permite el bajo costo. Es así como el alumno empieza a elaborar una serie de figuras tridimensionales hechas en papel y cubiertas en sus caras con estampas xilográficas, generando una propuesta que adscribe, en cierta medida, con el paper-toy. El primer proyec-
to que realizó fue un personaje que lo auto personificaba, y que decidió montar en Casa 916 por medio de un busto xilográfico y, como complemento, sus matrices colgadas alrededor, una especie de “Pinocchio y taller de Gepetto”. Con dicho ímpetu, con el cual lo conocí y compartimos taller, ha seguido trabajando, actualmente en el Taller de la profesora Natascha de Cortillas. En sus nuevas propuestas, Iván reincorpora lo mencionado en instalaciones que mezclan la xilografía y el concepto de juego, mediante estampas que provienen de contextos simples y cotidianos, logrando que el espectador tenga una experiencia más cercana con el arte.
Bull terrier, Xilografía, 12 x 7 x 6,5 cm.
AutorretraTOY 1, Xilografía 2 colores 9,5 x 7,5 x 9 cm
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2. Javiera Ruiz Álvarez
Javiera tiene un profundo interés por la ilustración. Su metodología de trabajo pasa por proponer relatos que le sirven como contexto para representar y crear figuras, personajes imaginarios y explorar conceptos para narrativas gráficas. Sus ilustraciones son cambiantes. Muestra propensión a trabajar con detalle y sutileza figuras naturales como aves y plantas, pero, a la vez, produce imágenes inquietantes de un mundo imaginario que mezcla el pasado con la ficción, utilizando elementos que parecieran provenir de la estética retro-futurista o sacadas del imaginario monstruoso del cine de bajo presupuesto. Sin embargo, lo común en su trabajo –y lo que explica su afinidad con la estética e imaginario retro-, es que las ilustraciones que genera están cruzadas de un profundo vínculo emocional heredado de su familia, de quienes ha valo-
rado el respeto por el trabajo, el dibujo y el diseño, pero, por sobre todo, el encantarse visualmente con el pasado. Resulta que por la relación con su padre, diseñador gráfico, Javiera ha pasado buena parte de su vida vinculada a la galería “Ex-Cine Lido”4, rodeada de locales de imprentas, tiendas de libros y revistas antiguas, contexto en el cual se ha nutrido de un imaginario que fantasea con imágenes sacadas de circulación de las editoriales y de nuestra cotidianeidad en general (objetual, arquitectónica, visual, etc.). Entonces, su trabajo en aguafuerte, serigrafía o xilografía –principales prácticas que ha utilizado–, permite
Au Loin, Xilografía, 38 x 54 cm.
entrever no sólo su pasión por la gráfica y la destreza de su técnica, sino que también una mirada nostálgica que se comunica con aquellos territorios de nuestra cultura visual, que han quedado atrapados en libros y revistas de antaño. Es decir que, al apreciar su trabajo, la imagen no remite exclusivamente a la forma que representa, sino que a aquellas estéticas que han desparecido de nuestra cotidianeidad y que, sin embargo, han sido parte de su vida. Ave, Aguafuerte, 15 x 10 cm.
4. Galería comercial que ha sufrido muy pocos cambios en las últimas décadas, tanto en su arquitectura, iluminación y servicios comerciales.
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3. Guillermo Medina Parra
Cuando Guillermo pasó por mi taller, estaba dubitativo respecto al lenguaje a emplear, pues quería trabajar en escultura tallando madera recolectada, pero terminó trabajando en xilografía, generando una magnifica serie de estampas de formas y texturas costeras propias de Lota. Se tomó un buen tiempo para decidir qué hacer y qué lenguaje emplear y, como es común cuando esto sucede, entró en crisis; asunto que, a mi parecer, le afectó positivamente, ya que ante la presión de responder a los plazos del taller, resolvió tomar lo que mejor sabía hacer y generó un trabajo maduro, claro y asombrosamente bien resuelto. De esta manera, reafirmó sus propias prácticas, aquellas con las cuales tenía más afinidad y conexión emotiva: el dibujo, croquis y el tratamiento de la madera, asuntos con los cuales señaló haber empezado a familiarizarse desde temprana edad con su profesora del colegio, de formación grabadora. Las des-
trezas con las cuales ocupó estas disciplinas, le sirvieron para comprender gráficamente la naturaleza de la imagen que se proponía representar. De esta forma, la serie, como se puede apreciar en la imagen, resuelve gráficamente las escalas de las texturas, las materialidades y la espacialidad del lugar, haciéndonos partícipes y casi presentes –en la estética del blanco y negro- en el borde costero; resultó, además, un hito importante en su carrera. Ahora bien,
volviendo a los intereses iniciales de Guillermo, hay un asunto que ha sido común en su trabajo xilográfico y su interés por la madera, y que tiene que ver con el profundo respeto que él tiene hacia el oficio y la construcción en general, ámbito que lo conecta emotivamente con su padre. Este dato no es menor para entender por qué Guillermo, si bien sigue trabajando en gráfica, ha empezando a interesarse por el diseño y la carpintería en los ramos venideros.
Chucao, Xilografía, 38 x 38 cm. S/T, serie Intermareal, Xilografía 26 x 20 cm
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4. Natalia Espinoza Martínez
Natalia tiene capacidades tanto en el lenguaje gráfico como en el tridimensional y, al igual que Iván Maldonado, posee un ímpetu por producir un tipo de arte democrático y asequible a personas que hoy se encuentran mayoritariamente alejadas de este circuito. Las estrategias que usa para ello se relacionan al diseño, al juego y a la honestidad en el lenguaje visual. En el proceso de argumentación de su discurso personal, Natalia ha vinculado esta actitud política y metodológica a gran parte a su formación familiar, por criarse en un hogar que siempre incentivó el libre pensamiento y la capacidad crítica. Asímismo, sus padres inculcaron en ella la motivación de no conformarse y atreverse a dar pasos mayores. En ese sentido, no sorprenderá que Natalia se haya convertido en la líder de algunos trabajos artísticos colectivos, como así también del Centro de Estudiantes de la Carrera de Artes Visuales. Posee claridad acerca 48
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de lo que quiere y la actitud necesaria para activar el logro de sus metas. Uno de los trabajos más complejos que le he conocido, fue una obra colectiva de instalación gráfica, que planteó y realizó junto a Huga Jara y Víctor Rojas, compañeros en uno de mis talleres. Dicho trabajo, llamado “Sobrepoblación”, consistió en la proyección de un objeto tridimensional tipo mesa, cuya superficie debía ser activada por el espectador mediante una manivela giratoria. En cada lado de la mesa se presentaba una ciudad en hacinamiento pero bajo diferentes características: por un lado, una ciudad deprimida y marginal, en contraposición a una acomodada y privilegiada. El giro de la plataforma permitía presentar siempre una ciudad sobre la otra. Los edificios fueron facturados mo-
dularmente en cartón plegado, tapizados en estampas xilográficas que representaban elementos arquitectónicos propios de ambas realidades. Dichos módulos, a la vez, presentaban algunas entrantes que develaban mediante dibujos, el interior de las habitaciones, también diferentes según las características de ambas ciudades.
Sobre población, Instalación gráfica 100 x 100 x 170 cm.
5. Cristóbal Sánchez Inostroza
Cristóbal, sin duda, será un gran grabador, no sólo porque ha sabido desde un principio resolver trabajos xilográficos formal y técnicamente impecables, sino también porque tiene la madurez suficiente para organizar su tiempo y argumentar su trabajo. Es apasionado por lo que hace, y comparte sus ideas y argumentos de manera solidaria y reflexiva durante el taller. Existen tres ámbitos de sus antecedentes motivacionales en su discurso que me llaman profundamente la atención: el interés por la identidad latinoamericana, la valoración ética del oficio del grabador y, por último, las ganas que tiene por estimular a Ema, su reciente hija, por medio del arte. Con respecto a lo primero, me permito precisar que, en los diez años que llevo trabajando en Educación Artística Universitaria, es uno de los pocos estudiantes que me ha tocado guiar como docente que manifiesta genuinamente un interés por
la gráfica latinoamericana y, al mismo tiempo, la comprende desde lo contemporáneo, como fruto de procesos transculturales. Lo segundo, tiene que ver con el valor y respeto que otorga a quienes por años se han dedicado al oficio del grabado; Cristóbal, en ese sentido, apunta a querer llegar a esos estadios del conocimiento, pues reconoce que, en dichos niveles, la creatividad fluye más libre producto de la estrecha vinculación entre lo que se quiere hacer y el dominio de lo que una técnica puede llegar a generar; vale decir, toma
conciencia de la importancia que autores como Richard Sennett o Juhani Pallasmaa declaran: la conexión entre mente y cuerpo en toda expresión creativa que se realiza éticamente. Por último, Cristóbal ha planteado que hay una serie de obras xilográficas donde se ha dedicado a representar animales, por la simple razón de que este tipo de imágenes permiten conectar al público no erudito con el arte, a la vez que puede educar sobre la flora y fauna. Asunto que, como señalábamos, aplica con su pequeña hija.
El Tila, Xilografìa, Diámetro 35 cm.
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BIO BIO – VALPARAISO DOS EXPERIENCIAS DE TRASLADO E INTERCAMBIO
Por Roberto Cartes Montoya
Artista Visual docente de la Universidad de Concepción
L
a movilidad del Arte proporciona experiencias enriquecedoras a los artistas, los pone en contacto con otras realidades y contextos, permite ver y valorar la propia producción y, quiérase o no, comparar y reconocer las propias potencialidades. En este
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sentido, el trabajo colaborativo desarrollado por los grabadores del Bío Bío se convierte en una importante característica, reconocida por los propios artistas y, a su vez, valorada y destacada por los grabadores porteños que hemos podido conocer en estos traslados.
Exposición Nuevas Cartas Portulanas, imaginarios del Bio Bio, Festival de las Artes de Valparaíso, Casaplan, enero de 2017.
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Enero 2017 En enero, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes nos plantea la idea de representar a la región del Bío Bío en el Festival de las Artes de Valparaíso. Nos propone llevar la exposición de nuestro proyecto “Nuevas Cartas Portulanas, Imaginarios del Bío Bío”, desarrollado durante el año 2015 con aportes del Fondart regional. Dicho proyecto buscaba indagar en el imaginario de la región desde las perspectivas de patrimonio y territorio y desde un punto de vista programático y metodológico la idea de fragmentación, destacando las propuestas y miradas particulares de los artistas participantes. De esta forma, comenzamos a trabajar en nuestra propuesta y acordamos realizar junto a la exposición un trabajo de intervención visual en los ventanales de Casaplan, el espacio que había sido gestionado por la organización del Festival de las artes de Valparaíso. Un amplio espacio dedicado al grabado que cuenta con taller de grabado, galería, cafetería y espacios destinados a residencias artísticas. Gracias a la valiosa colaboración de su directora, la artista Javiera Moreira, junto al trabajo coordinado de los artistas, logramos realizar un impecable montaje. Luego, en un grato ambiente generado durante la inauguración de la muestra, presentamos, además,
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Intervención en ventanales de Casaplan, Asociación de Grabadores del Bio Bio, Festival de las Artes de Valparaíso, enero de 2017.
Intervención callejera, Asociación de Grabadores del Bio Bio, Festival de las Artes de Valparaíso, enero de 2017.
el numero cinco de nuestra revista Biográfica, dialogamos con el público asistente y tomamos contacto con los grabadores porteños. Días después, la casualidad nos llevó hasta el taller del artista Thierry Defert, más conocido como Loro Coirón, el
grabador francés que ha retratado a Valparaíso y sus habitantes, quien en una tarde de interesante conversación nos habló de su obra, de su proceso creativo, de su vida y de cómo todo esta relacionado.
El Artista Loro Coirón muestra una de sus estampas en su casa taller, Valparaíso, enero de 2017.
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Agosto 2017 En agosto, fuimos invitados por la Dirección de Extensión de la Universidad de Concepción a exponer nuestro trabajo. Se trataba de la muestra “Estampa regional, el grabado en Concepción”, compuesta por obras de la colección de la Casa del Arte, con obras de destacados maestros de Concepción y, junto a ellos, nuestra serie “Bienraiz”, una exposición colectiva que daba continuidad al anterior proyecto. Esta vez, el motivo de la serie reflexiona en torno a la relación de dos lugares, el natural y el cultural, entendido el primero como esencial y nativo y el segundo como cultivo civil. Agradecemos la colaboración de los profesionales de la Universidad de Playa Ancha, quienes realizaron un excelente trabajo de montaje en la Sala Puntángeles de dicha casa de estudios. Ese mismo día, durante la mañana, nos recibió María Teresa Devia, directora del Fondo de las artes de la Universidad de PlayaAncha y, con la guía de Ismael Arias, grabador y encargado de la conservación, tuvimos acceso a verdaderas joyas del grabado chileno, como Santos Chávez, Carlos Hermosilla, y muchos más. Una gran colección que en el futuro próximo se convertirá en el “Museo Universitario del Grabado”.
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El siguiente destino fue el “Taller del Alquimista”, fundado por el destacado grabador Jorge Martínez, con quien tuvimos una interesante conversación sobre el grabado en la actualidad, nos habló de su experiencia en el circuito internacional del grabado, especialmente, del alto nivel técnico y desarrollo visual del grabado europeo contemporáneo, también pudimos apreciar la prolijidad y riqueza técnica y visual de su obra. Más tarde y ya en la sala Puntángeles, durante la inauguración de nuestra exposición tomamos contacto con los jóvenes grabadores porteños, compartimos experiencias, hablamos de la técnica, de la función social
y comunicativa del grabado, sobre las nuevas técnicas amigables con el medioambiente, entre otros interesantes temas. También quedó abierta la posibilidad de poder trabajar proyectos colectivos que permitan la integración regional de los grabadores, como ya lo está haciendo la institución. Es el caso del convenio de cooperación entre el Fondo de las Artes de la Universidad de Playa Ancha y la Dirección de Extensión de la Universidad de Concepción, lo que permitirá tener en Concepción la más completa muestra del destacado grabador chileno Santos Chávez entre los meses de septiembre y noviembre del presente año.
Centro de Conservación del Fondo de las Artes de la Universidad de Playa Ancha, visita de grabadores del Bio Bío, agosto de 2017. Registro Diego Gálvez.
Taller del Alquimista, del Artista Jorge Martines, visita de grabadores del Bio Bío, agosto de 2017.
Exposición Estampa Regional con obras de la colección de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción y “Bienraiz” con obras de artistas de la Asociación de Grabadores del Bio Bio, agosto de 2017.
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Pogo en colores: el lado B de un cassette sin tocar
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Serie Armas, collages de Mario Carneyro
Por Paulo Inostroza Paredes
S Periodista
e le conoce por la música de los emblemáticos Peores de Chile y su parada siempre crítica, dura. “Brutal”, como a él le gusta decir constantemente. Mario Carneyro, más conocido como “Pogo”, abrió las puertas de su casa en Vitacura y nos dejó sentarnos frente a su computador, repleto de material gráfico y obras que llevan mucho tiempo escondidas. Un mundo que le apasiona
incluso más que la música, según confiesa. Bueno, todo está relacionado. Su estilo, independiente de la plataforma, es uno solo. Quisimos descubrir su pasión por las Artes Plásticas y el arte, en general. Algo de lo que siempre quiere hablar y nunca lo dejan. “De pequeño, siempre dibujé. Dibujaba en los bordes de los diarios, copiando caricaturas, manipulando las fotos que salían publicadas ahí. En el colegio era un maestro en todo lo que era dibujo y un burro en
todo lo demás. Estudié diseño gráfico y después me fui a Europa, donde empecé a trabajar en publicidad. Estuve casi 12 años allá haciendo solamente gráfica, aprendí bien el arte del comic y la fotografía, algo que acá en Chile seguí desarrollando mucho. El 2000 me puse a pintar, vendí varios cuadros, pero al final me decepcioné de ese ambiente. Ahora ando todo el día metido en el computador y hago publicidad para tocatas, portadas de discos y chorradas de ese tipo”, comentó.
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Y aunque siempre se le asocia al punk, su cabeza tiene espacio para mucho más. En la repisa de su pieza, sin ir más lejos, se ven discos de Devo y ELO. El “Pogo” asume que “soy súper popero. Quedé pegado con esa volá que apareció a fines de los ’60. Me gusta ese arte desechable con hartas iconografías y fotos que puedes reutilizar. Hago mucho de eso. Mi música también tiene relación con todo esto porque es muy visual. Tú cierras los ojos y de inmediato te transportas a una situación. Tiene una estructura fílmica y fotográfica y la letra tiene bastante de comic. La música no es solo para escucharla, es para verla”. Su casa es sencilla. El baño tiene un interruptor mañoso y la tapa del water se sujeta a duras penas. Su pieza es un desorden lleno de obras, y le cuesta recordar dónde dejó cada cosa. Ha hecho de todo. “El arte es sacar emociones de la gente. No puedes hacer cosas tibias, bobas. En Chile hay poco sarcasmo, el chileno es poco maldito, poco agresivo. Es muy sutil. Eso me lleva a quedar como un gallo muy directo en lo que hago y no sé si es tan así. Hablo de cosas muy cotidianas y juego con técnicas para desnaturalizarlas. Me sirve desde un edificio hasta una crema Nivea. Algo que todo el mundo ve, pero nadie lo toma”.
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Afiche diseñado por Pogo
Pesca a Pinochet y Ghandi y los incrusta en un fondo pop. Hace arte con figuras de armas y les da color. Mucho color. En su computador hay mucha obra gritando por ver la luz. “Cuesta mostrar tus trabajos. La única vez que lo hice fue con unos comics en una revista santiaguina que se llamaba El Beso Negro, que trabajaba en un formato exquisito, formato tipo diario La Cuarta, mal impreso y a dos colores. Tenía espíritu underground y es lo único que he
podido publicar. Me gustaría hacer algo en papel couché y de buena calidad, pero para eso necesito plata y nadie la pone en un libro de cincuenta páginas. No soy nadie para que me pesquen. Hay mucha gente que me pide que exponga mis cosas, pero lo piden no más y no ponen nada. Hacer una exposición de cuadros me cuesta como 200 mil pesos para sacar las gigantografías y son lucas que no tengo. Y si las tengo, prefiero gastarlas en parar la olla”.
Comiendo arte Pogo reitera que “me acomoda mucho el collage. Me gusta la gráfica brutal, donde pinto y coloreo todo a mano”. Su señora prepara un café natural. Él pasa de ese tazón, más allá de que hace frío y no le gusta la calefacción. Tose mucho y se cubre cuello y boca. Tiene fama de agresivo, pero es de hablar amable y se nota que quiere escupir todo. Claro, no todo el mundo lo escucha cuando quiere hablar de arte. Vivió mucho tiempo en Europa y cuenta que “allá aprendes todo el día. Sales a la calle y aprendes, vas a comprar a un kiosco y aprendes. Todo es cultura, arte y la gente va creando en todo momento. Acá, para ver gente vestida como la que anda
Collage serie Valparaíso
en Europa tienes que entrar a un lugar súper caro y exclusivo. Allá andan por la calle, te metes a una tiendita de mierda y hay 25 cuadros de Andy Warhol o portadas de Rolling Stones. En un museo de puertas abiertas me encontré a un artista muy famoso dibujando con un mon-
Collage de Mario Carneyro
tón de gente alrededor, me dice ‘hey, quieres trabajar’, me pasa un lápiz y empecé a pintar paredes, igual que otros chavales que pasaban por ahí. ¡Imagínate! Eso pasa en Europa. Una semana caminando en París es como dos o tres años de estudio en Chile”. Le gusta ese concepto de aprender fuera del aula, a través de la experiencia. “Estudié dos años cine, pero te enseñan a hacer cine con cámaras de dos millones de pesos y equipos de quinientas personas. Nunca iba a hacer eso, así que lo dejé de una patada. Igual quería hacer cine, así que me puse a ver películas. He visto una cantidad enorme de películas, documentales y videoclips, anotando todo. Me puse a grabar mis cosas y me quedó bien. ¿Sabes por qué? Porque siento que llevo como
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Fotografía de Mario Carneyro
25 años estudiando cine. Uno aprende observando, no en la escuela”. Cine, música, collage, fotografía... ¿Algo más? El líder de Los Peores afirmó que “amo el arte, pero me es imposible concentrarme en una sola cosa. Hago de todo, pero soy un bueno para nada. Si me gusta algo, lo hago no más porque estoy loco. Ahora quiero meterme con la escultura, que no he hecho nunca en mi vida. Igual que con la música… Nunca había hecho música en mi puta vida, pero llevaba veinte años escuchándola. Agarré la guitarra y no me costó
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nada hacer buenas canciones porque toda mi vida escuché buenas canciones. Las malas no las pesco. No soy de los que pone un disco completo de Led Zeppelin, voy a las tres mejores y chao. Lo mismo con Sex Pistols, que me gustaban dos. Con la literatura es lo mismo. Tienes que leer, leer y leer y no andar en esos cursillos de pollas donde no aprendes nada”. Desde “Santiasco” Vive en un sector cuico. En una casa de dos pisos que es la oveja negra del lugar. Entrando, algunos afiches gigantes de tocatas
recientes y otras más pequeñas, incluyendo algunas en Concepción. Registros. Historia pegada en la pared. Y saliendo de ahí, edificios gigantes, el supermercado... El Santiago pudiente. Como sea, debe inspirarse día a día. “Tienes que estar atento porque todo puede inspirarte cosas. Si me inspiro en Santiago, que es la cosa más fea que existe, se puede con lo que sea. Si viviera en Madrid o Londres no pararía de tomar fotos porque me sorprende lo que ha hecho el hombre. Me sorprende la arquitectura o la moda, los colores,
Fotografía de Mario Carneyro
la estética. En otras ciudades te paras en cualquier parte a ver cuadros, acá se paran frente a Almacenes París a ver mierda. Si buscas encuentras, pero en Santiago hay poco. Me meto por pasajes y galerías y las imágenes que no pillo en la calle las busco en internet”, apuntó. Y cree que en Chile es más fácil destacar, superar el promedio. “Necesito mucho la música. Escucharla, tocarla. Pero también necesito leer. Escribí un libro porque alguien hizo un libro bueno y yo también quise intentarlo. Puede salirme bien o mal, igual que con los videoclips,
pero hay que intentarlo. En Europa yo soy uno más, pero acá no porque la gente hace puras cosas feas, mientras yo trato de aportar con belleza”, indicó. Por eso, a veces necesita escapar entrando y no saliendo. Pogo manifestó que “no me interesa vivir en Vitacura ni me interesa el barrio. Tengo mi país acá adentro en esta casa okupa. No veo televisión chilena. Veo puros canales argentinos, peruanos o europeos. Veo las noticias del mundo y de los chilenos me interesa poco porque todo es penca, todo es chulo. Llevaba una semana viendo pura tele-
visión de afuera y cuando puse el 24 Horas en TVN duré cinco minutos. No lo podía creer. Es como ver puro cine arte y cambiarte a una telenovela mexicana. Te pega en la cara. Acá nadie habla de arte, cultura o exposiciones. Solo hablan de esos cantantes picantes que salen de gira y dicen que alguien se tatuó un hombro. Basura. No me interesa”. Curiosamente, se le escucha agresivamente optimista. Aun descubriendo. “Estoy preparando un nuevo disco, pero no sé en qué onda va porque los discos no se hacen en ninguna
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onda. Salen como se me ocurre. Tomo la guitarra, empiezo a sacar unas notas y voy sumando hasta que sale un tema y la letra es lo que siento en el momento. El tercer disco fueron puras canciones de amor. Lo reconozco. En todo caso, no los voy a sorprender porque la música de Los Peores no es para sorprender, es para bailar. Es música para subirse a una cleta, ponerte los audífonos en la micro y sentirte buen. Música pajera, no. Fácil de entender, como los diseños. No quiero ese cuadro que te paras cinco minutos mirando y no sabes para dónde va. Necesito pegar un puñetazo”. Golpes de color Odia la obviedad. Tiene una serie de imágenes donde solo fotografió los zapatos de algunos músicos, en pleno escenario. Cree que ese detalle invisible dice mucho. “Si me piden algo de diseño para un evento punk, no lo hago con los clichés del punk. Hago un afiche de gráfica pop. Me gusta el color y en Chile la gente es muy opaca. No hay luz. Se usan tres colores: beige, gris y negro. Acá en Chile me siento solo con mis colores. La música para bailar es música en colores. Generalmente, escucho música volao y cuando estoy con un pito empiezo a ver la canción. El sintetizador se transforma en un tanque,
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un animal gigante. Los teclados son pájaros. Hice la música para un documental y ahí lo notas mejor. La música tienes que tocarla”. Toda una generación se preguntó qué diablos quería decir en sus canciones y es momento de explicarnos. Pogo advierte que “cuando las canciones te hacen pensar son incómodas. No me gusta que las canciones me hagan pensar. Por eso escucho pura música en inglés y no entiendo un pico. Igual me imagino cosas. No quiero saber lo que realmente dicen. Por eso hago letras desquiciadas, sin ningún asidero. Escuchas Síndrome Camboya o Cicciolina y no entiendes qué mierda estoy cantando, pero no importa.
Hay una frase que me enseñó un profesor y es lo único que aprendí en la academia de diseño. Me dijo que el poster es un grito pegado en la pared. Algo que llame al que va pasando. A mí me gusta crear gritos”. Le gusta capturar fotos, recopilarlas, tratarlas, alterarlas. Busca íconos. “Tenemos un bombardeo de la imagen. Antes veías una foto en la portada del diario y no la volvías a ver más. Ahora esa misma foto está en todos lados, te saturan. Hay una foto que me hizo llorar, una que sacó el Fortín Mapocho el día después que la Concertación ganó el plebiscito. Hay un tipo abrazando a un paco y el paco está llorando. Esa foto debió ser un ícono, pero había mucha
foto de ese momento y pasó. Pudo ser la foto que representaba ese gran paso democrático. Tengo libros de fotos históricas porque busco mucho el ícono. Es fuerte que una foto represente toda una época y siento que en los últimos 25 años se han logrado pocas”. ¿Y de quién son las fotos? “Hay mucho Facebook, pero poco arte. Yo uso muchas fotos icónicas y no siento que me apropio de algo que no es mío. Las imágenes son de todos. Las uso en portadas de discos, les doy un trato y las dejo alucinantes, aunque el dueño me cobre 500 lucas porque cree que son suyas. Eso me pasó. Con amenazas de juzgado y todo. Es extraño porque también han ocupado un montón de fotos mías, pero no ando detrás buscando unas lucas porque me importa un loly. Si alguien toma una canción mía y la arregla a su pinta lo encuentro buenísimo. Le daría las gracias porque algo mío le gustó. Es un orgullo. Yo quiero ocupar la Monalisa, Condorito… Manipularlos y hacer lo que me dé la gana”.
Collage de Mario Carneyro
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Breve reflexión sobre educación artística en Chile
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l presente escrito surge como resumen de un ejercicio reflexivo sobre el tema de Artes Visuales y Educación, realizado en el contexto de una reunión de la Asociación de Grabadores del Bío Bío. En dicho encuentro participaron un grupo de artistas grabadores/ as con vasta experiencia en diferentes contextos educativos, entre ellos artistas educadores/as con experiencia en talleres extra programáticos propiciados por el Ministerio de Educación o el programa Acciona del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, así como también en la asignatura de Artes Visuales en la Educación Básica y Media, y en carreras de educación superior. Interesados en realizar un diagnóstico preliminar que pudiera entregarnos un panorama del actual estado y condiciones en que se imparten las artes visuales, nos reunimos para compartir conocimientos y experiencias al respecto. A continuación, se exponen algunas ideas relevantes emanadas de dicho encuentro. Primero, recoger como pincelada histórica que la enseñanza de las artes visuales en Chile se remonta a mediados del siglo XIX, momento en que nacían las Escuelas Normales (inspiradas en el modelo educacional francés). Se crea además la Academia de Pintura, basada también en la academia francesa, y la Escuela de Artes y Oficios, que enseñaba carpintería, herrería, modelación de madera y otras especialidades, en general, desde una noción
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funcional. Se enseñaba el dibujo técnico con una marcada orientación hacia el diseño industrial y la ilustración. Esta tendencia continuó en lo que fue la Escuela de Artes Aplicadas, iniciada en la primera mitad del siglo XX. En ese contexto, históricamente, las ideologías políticas y sus respectivos gobiernos han permeado los modelos educativos, por ejemplo en la primera mitad del siglo XX el presidente Pedro Aguirre Cerda (cuyo lema de campaña fue “gobernar es educar”) desarrolló una fuerte política cultural al servicio del interés popular, paralelo a un incipiente desarrollo industrial. En esos años se construyeron cientos de escuelas y se promovió el Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, quien lo obtuvo luego en 1945. Ya en la segunda mitad del siglo XX, el gobierno del presidente Salvador Allende promueve un proyecto de transformación de la educación chilena, denominado Escuela Nacional Unificada, participando en su diseño múltiples actores como docentes, estudiantes y organizaciones sociales. Esta idea fue resistida por los partidos de oposición y la iglesia, quienes veían en esto una ideologización socialista estructural y, por consiguiente, una pérdida de influencia de sus propias instituciones, lo que a la larga no permitió su implementación. Ya en dictadura, evidentemente la catástrofe fue total para la educación humanista y las artes, imponiéndose por la fuerza un sistema de control sobre la sociedad chilena,
Taller de Gráfica Experimental, 7 y 8 ° básico, Escuela Bélgica, Chiguayante. Programa Acciona 2015. Artista educadora: Claudia Rivera Valdés
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condición que en su dimensión cultural se proyecta hasta nuestros días. Se desarrolla así una sociedad que mira desde sus orígenes –y desde las cúpulas- hacia Europa como referente y modelo cultural y, posteriormente, al modelo estadounidense, suprimiendo una real convivencia e influencia de las culturas originarias del territorio y, a la larga, inmersos en una educación que ha potenciado personas útiles al sistema económico imperante, perdiendo el foco sobre sí mismos como individuos de desarrollo integral, por lo que entonces el arte pierde trascendencia, relegando su noción a lo funcional, lo decorativo y, como expresión divergente, a lo marginal. Actualmente, los profesionales de la educación artística se encuentran con una generación de estudiantes que no valoran más y menos, según sus edades, el arte como una herramienta de desarrollo, sino como un pasatiempo que les permite subir sus notas, por ejemplo, si dibujan bien. En relación a lo anterior hay coincidencias al creer que la educación en una sociedad debe ser un elemento generador de autoconocimiento, lo que en particular es una característica fácil de hallar en la educación artística. En este sentido, se remarca que Chile posee una educación amoldada al sistema económico neoliberal, contexto que la ha llevado a una crisis que fomenta la segregación por niveles económicos. Un ejemplo de ello es la disminución de determinados contenidos del área humanista, como Historia, Filosofía y Artes Visuales y musicales, tremendamente necesarios y determinantes en el fomento del pensamiento, la capacidad crítica y el desarrollo cultual. Hoy se educa a consumidores y no a sujetos con la capacidad de generar cambios sociales, que una sociedad en crisis como la nuestra requiere.
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En general, los programas de educación artística reciben fondos que no incrementan su presupuesto cada año, al contrario, disminuyen las escuelas y liceos que participan de estos programas, a pesar de que en el 2011, el propio Consejo de la Cultura y las Artes daba cuenta de un aumento del 30% de la cantidad de estudiantes que creían en la posibilidad de continuar estudios después del liceo, posterior a participar solo un año de proyectos como Okupa o Acciona. También es sabido que hoy la educación en valores en la familia está en extinción, en parte desde una generación de padres que no fueron educados en un medio que validara la educación artística como ente cultural o humanizador. Ya en los años 90, se veían los resultados de la educación en sus últimos quince años. Frases como “sálvate a ti mismo” o “no estoy ni ahí” se hicieron parte del discurso de los jóvenes de la época, esto avalado por el concepto de competencia instaurada en las escuelas y la sociedad: “no compites contigo mismo para crecer y desarrollarte, sino que compites para ganarle al compañero o compañera”. La educación actual no valora el error como elemento educativo. La competencia permanente hace que el error no sea más que un retraso para sus propósitos, sin considerar que, en los procesos creativos artísticos, el error se presenta como un plus de carácter reflexivo y socializante. En particular, como artistas gráficos, coincidimos en que la gráfica sistematiza los procesos, genera un aprendizaje desde la planificación en contacto con la realidad, estimulando modificaciones necesarias. En el grabado no todo sale como lo planeas, la ansiedad reinante en nuestros estudiantes responde a la baja tolerancia a la frustración. En el grabado trabajas con este elemento, debes aprender a aceptar las posibilidades de la técnica, te ves
obligado a abrirte a la idea de que el error no es terrible, sino que abre un espacio de posibilidades, a veces mejores que lo que habías planeado. Como artistas visuales y educadores creemos -y lo hemos comprobado empíricamente- que la educación artística fomenta el trabajo colaborativo y asociativo, la apreciación y valoración del entorno y del patrimonio cultural y natural. El ejercicio de hacer arte implica centrarse en una idea, reflexionar sobre ella, trabajar, experimentar, investigar, recordar, asociar. Es un proceso complejo, personal y pensante que estimula la reafirmación personal. En la medida que el alumno/a empieza a percibir que “esto lo hice yo”, hay un sentido de construirse como ser humano, con identidad, auto reconocimiento y autovaloración.
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Ilustración de Rayén Pérez
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La Mujer Caballo FABIOLA GONZÁLEZ “LA CHINGANERA” de su disco Todas ibamos a ser Violeta
Agua clara, agua de río agua de noche de luna agua torrente fortuna que cristaliza los fríos Liberada de atavíos me sumerjo en tu caudal tu belleza natural fertiliza mi existencia Madre de toda la ciencia agua vida universal.
Montaña montaña mía refugio de mis tormentas de mi soledad contenta de mis sueños y utopías Me encuentro en tu lejanía sola con tu inmensidad blanca imponente verdad allá al ladito del cielo Con tus caricias yo vuelo soy pájaro en libertad.
Tierra fecunda matriz madre de la flor y el trigo trofeo del enemigo cobijo de la raíz Hogar cultura y maíz propiedad del vagabundo dulce perfume profundo bálsamo pa la heridas Desde ti nace la vida y la conclusión del mundo.
Caballo pasión salvaje cabalgo en tus pensamientos libre libre más que el viento a tu delicioso viaje de sensualidad coraje fogoso violento rayo entre tus pasos yo me hallo desnuda frente a tu espejo Eres luz de mi reflejo yo soy la mujer caballo.
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ESTAMPAS Guillermo Frommer Gloria Fierro Américo Caamaño Álvaro Barruylle Boris Montecino Pablo Mena Roberto Espinoza Claudia Rivera Christian Rodríguez Cristóbal Barrientos Alfonso Fernández Roberto Cartes Anton Gacitúa
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Homenaje a Guillermo Frommer Holota. 1953 — 2017.
GUILLERMO FROMMER, La Tentación de San Antonio, Aguafuerte, 45 x 38 cm. 2001.
GLORIA FIERRO, Espíritus del Bosque, Litografía piedra perdida, 77 x 55 cm. 2014.
AMERICO CAAMAÑO, Caleta Cocholgüe–Tomé, Xilografía, 40 x 30 cm. 2017,
ALVARO BARRUYLLE, Musculoso, Xilografía, 45 x 34 cm. 2017,
BORIS MONTECINO, Parásito estético, Agua fuerte-agua tinta , 24 x 30 cm. 2017,
PABLO MENA, Houdini nos dejó sus trucos (homenaje al maestro Guillermo Frommer), Litografía Waterless, 29,5 x 25 cms. 2017,
ROBERTO ESPINOZA, Lengua de güiro, Xilografía, 46 x 60 cm. 2017,
CLAUDIA RIVERA, Visiones de la infancia, XilografĂa, 35 x 54 cm. 2017.
CHRISTIAN RODRÍGUEZ, o/o, Xilografía, 50 x 33 cm. 2016.
CRISTÓBAL BARRIENTOS, Decapitados, Xilografía, 30 x 30 cm. 2016
ALFONSO FERNÁNDEZ, Desde el cerro I (Talcahuano), Xilografía, 45 x 70 cm. 2016.
ROBERTO CARTES, Muchas cosas en la cabeza, XilografÃa, 54 x 38 cm. 2017.
ANTON GACITÚA , Atardecer II, Xilografía, 55 x 35 cm. 2017.
COLABORAN
TALLERES DE GRABADO:
TALLER TUCAPEL BASE RIZOMA NAHUELBUTA