Revista Borrando Fronteras N°57

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Borrandofronteras_revista Borrando Fronteras

Publicación mensual de distribución gratuita Año 4 - Número 57 - Julio 2020

467° ANIVERSARIO DE LA “MADRE DE CIUDADES” Una pandemia que transformó el sistema educativo Por la Dra. Andrea Moisés

Jugando a la casita: cuando el adentro es afuera Por la Lic. Candela Chávez

Reflexión del vestir

Por el Dis. Ind. Ramiro Diosquez


Editorial

Prof. Claudia Marcela Loza

Lic. Carrizo Loza, Soledad

“Educación Salud y Sociedad” A través de un trabajo multidisciplinario, pretendemos impulsar nuestro proyecto, aportando nuestro potencial al servicio de la sociedad. Nuestro objetivo es contribuir a la formación de una conciencia social actualizada a los tiempos que corren, contando con la intervención de distintos profesionales e instituciones que brindan información idónea como actores-generadores de una relación pedagógica, orientada hacia el aprendizaje de una actitud de autocuidado y salud preventiva, basada en el desarrollo de la sociedad.

REVISTA DE SALUD, EDUCACIÒN Y SOCIEDAD Publicación mensual de distribución gratuita Año 4 - Número 57 - Julio 2020 Propiedad intelectual inscripta al INPI - N°3582555

Editorial CL Directora: Claudia Marcela Loza Coordinación editorial: Lic. Carrizo Loza, Soledad Diseño y Diagramación: José Pallares - Estudio Gráfico TRISEÑO Cabo San Pablo 58, P.B., D. 02. Barrio Belgrano. Santiago del Estero. Email: loza_claudia66@hotmail.com Celular: 0385 155922385

SUMARIO Una pandemia que trasformó el sistema educativo ................................................ 3 Jugando a la casita: cuando el adentro, es afuera ................................................................. 6 Reflexión del vestir................................................... 9 467° Aniversario de la “Madre de Ciudades”............................................... 10 Visita del Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García.............................................. 12 La primera dama participó junto al intendente Mirolo en la entrega de sillas de ruedas junto a la fundación Wheelchairsof Hope Argentina........................................................ 13 La discapacidad infectada en tiempos de pandemia........................................... 14 La sordoceguera es una discapacidad sensorial que combina la pérdida de dos sentidos: el oído y la vista........................................................ 17


Una pandemia que trasformó el sistema educativo

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ue un 16 de marzo de 2020 cuando los docentes de esta provincia y de toda la República, emprendimos el gran desafío hacia una nueva forma de enseñar y aprender. De pronto se suspendieron las clases y allí comenzó una nueva historia. Todo era incertidumbre, sumado al temor por el “enemigo invisible” que nos acechaba, el famoso Covid-19, un virus desconocido que nos vino a cambiar todas las estructuras de vida, las cuales nos funcionaban cómodamente hasta el momento, especialmente la forma de trabajar, de relacionarnos, de pensar, en definitiva, de existir. Para la escuela fue una “revolución” en el sentido literal. Los educadores no sabíamos hacia dónde “disparar”, pero como ninguna tempestad dura para siempre, todo fue tomando su curso

hasta encontrar un nuevo camino. Desde mi experiencia personal, como docente de una Institución educativa privada de nuestro medio local, en la que me desempeño como Profesora de Derecho del nivel secundario en los cursos más altos,

viví un gran proceso de aprendizaje y descubrimiento, en el que tuve momentos de cuestionamientos y dudas, pero luego decidí no resistirme a lo que nos tocaba transitar desde la escuela. Entendí que nadie había elegido pasar por esta situación tan


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extrema, pero allí estábamos y era la realidad que nos tocaba afrontar, por eso decidí seguir adelante y dar lo mejor de mí a mis alumnos, desde una mirada de superación y positivismo. Así fue como empecé a instruirme a través de diferentes tutoriales explicativos de cómo manejar las plataformas virtuales que utilizaríamos en la Institución educativa a la que pertenezco, aunque a algunas aplicaciones

ya las conocía y manejaba por diferentes cursos de capacitación que suelo tomar periódicamente en mi profesión de base que es Abogacía. Muchas cosas fueron una gran novedad, otras un verdadero desafío, pero sobre todas las cosas la tecnología vino a ampliar nuestro abanico de posibilidades en la forma de trabajar. En lo que respecta al diseño de los trabajos domiciliarios que

les enviaba semanalmente a mis alumnos durante el primer cuatrimestre, me aboqué a confeccionar tareas funcionales, en las cuales ellos puedan relacionar el Derecho (es decir las normas), con lo que en ese momento estaban viviendo, ya que justamente la sociedad había adquirido nuevas reglas de conducta con diferentes tipos de sanciones, aplicables en caso de incumplimiento. Les propuse además, consignas en las que ellos puedan dar sus opiniones personales, expresar lo que estaban sintiendo, identificar sus emociones y valorar lo positivo de la situación actual. Finalmente, sus respuestas fueron sorprendentes, de alto contenido reflexivo y con propuestas y pensamientos de progreso que superaron mis expectativas. Haciendo referencia a las clases virtuales, mi dogma fue sostener la relación alumno-profesor, un lazo de gran importancia en el proceso educativo, de manera tal que el educando sienta vivo el acompañamiento, la confianza y el apoyo profesional del educador,


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“como si fuese” que está en el aula. Lógicamente que las condiciones y el contexto en que se desarrollaban las clases eran diferentes, pero la presencia y el contacto visual permitían mantener aquel vínculo, motivando a ambas partes (tanto alumno como profesor), a sacar el mayor provecho posible de dicho encuentro. Allí se evacuaban dudas de diferentes temas, se planteaban ejemplos, se explicaban las consigas de trabajo o las fuentes de investigación a las cuales recurrir, se tomaba asistencia, y por sobre todas las cosas se les marcaba insistentemente la importancia de mantenerse activos tanto física como intelectualmente, destacándoles lo perjudicial de vivir en la quietud, en el encierro y la desconexión con los seres queridos, amigos y demás. Aposté mucho a la motivación, reflexión y valoración de mirar “lo que sí tenemos” y no “lo que nos falta”, es decir, las herramientas con que contamos, los recursos personales que podemos explotar, el poder de la creatividad y las buenas obras que, desde nuestra casa, podíamos realizar. Por supuesto que hubo casos de quejas, ansiedad, descontento, desánimo, problemas técnicos como falta de internet o dispositivos de trabajo, así como

también ausencia de los padres en el acompañamiento y la realización de las tareas de sus hijos, etc., etc., etc., todo entendible en alumnos de edad adolescente, que no podían salir de sus hogares, sin vida social ni deportiva, sin esparcimiento, todo producto de una grave pandemia de carácter mundial. Pero ello fue un desafío más para mí, en el sentido de captar la atención de esos chicos y mostrarles una mirada diferente al tema: el aprendizaje era para su propio crecimiento intelectual y bienestar individual (es decir, su rendimiento académico no era para cumplir “con los otros”, sino consigo mismos). Ello dio un gran giro a sus paradigmas personales. ¡Fue para ellos revelador!

El trabajo con los colegas docentes fue admirable, destacándose la solidaridad, la colaboración, la empatía, el respeto, la resolución de problemas, la tolerancia, la comprensión ante situaciones imprevistas, y por sobre todas las cosas el gran deseo de sostener la educación como uno de los pilares más importantes de la sociedad. Puntualmente al trabajo en equipo lo viví desde muy cerca, debido a que en los inicios de este año lectivo me designaron como Coordinadora

de los 4tos años, lo cual me generó la responsabilidad de acompañar con gran compromiso, al grupo de profesores que estaban a mi cargo. Así, llegando al final de esta impensada experiencia por la que el mundo entero atravesó y sigue luchando en la actualidad, quiero felicitar a cada docente de esta provincia por la maravillosa labor cumplida, que más allá de los errores y aciertos (inevitables en el desempeño), lo valorable fue el esfuerzo que cada uno de nosotros hizo para cumplir con la función educadora, dejando en evidencia la enorme importancia del rol del docente en nuestra comunidad, siendo ello fundamental para el desarrollo y crecimiento de nuestros niños, niñas, adolescentes y adultos que día a día siguen apostando a su progreso, para ser mejores personas desde el aprendizaje.

Dra. Andrea Moisés

(Abogada-Docente-MediadoraCoach Profesional)

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Jugando a la casita: cuando el adentro, es afuera

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n el siguiente escrito voy a compartir algunas reflexiones nacidas del entrecruzamiento de dos dimensiones diferentes. Por una parte, la circunstancia de vivir la pandemia en la provincia de Santiago del Estero, configuró de un modo particular mi practica como profesional de la psicología, cuyo desarrollo se estructuró en dos momentos, el primero con atención online y en un segundo tiempo con atención clínica presencial a niños, niñas y sus familias. En esta dimensión laboral se entrecruzan y retroalimentan mis inquietudes y deseos como madre de niños, cuyas edades oscilan entre los 8 y 10 años, en quienes la rutina estuvo en gran parte ocupada por el juego de manera cotidiana durante éstos casi tres meses de confinamiento. Estos “mundos” presentados como dimensiones, están íntimamente comunicados

y me constituyen, lo laboral y lo personal. La realidad en la que Santiago del Estero se encuentra es transitando la fase 5, lo que permitió un pasaje del “aislamiento social preventivo obligatorio” al “distanciamiento social obligatorio”; y “quedarse en casa” como acción de cuidado durante este tiempo requirió diferentes estrategias para hacerle frente sobre todo a los niños y niñas, puesto a que ante la ausencia de sus principales actividades como la escuela u otros espacios de socialización (la casa de amigos, la plaza, la canchita, el club, etc.) hay quienes apelaron al recurso lúdico con lo que disponían a su alcance. ¿Es posible pensar el juego como un acontecimiento? En este sentido, tiempo y espacio se relacionan. Se juega aquí y ahora, en determinadas condiciones en tanto se atiende al lugar, al

momento y a la situación en la que el juego ocurre. Las condiciones y las circunstancias en las que el juego surge podría atender a dos variantes, por un lado a las características particulares de cada niño o niña y por el otro las condiciones de vida de cada familia. Es decir, el juego pareciera surgir en tanto se atienden a los recursos psíquicos por un lado, y a las condiciones ambientales por el otro. Durante este tiempo, es recurrente que niños y niñas elijan juegos que permitan “salir de casa” sin salir. Entre esos, jugar a “la casita” construida con sillas, mantas, cartones, palos, sabanas, etc. fue el juego que muchos niños y niñas eligieron para llevar adelante el acto de “salir” de casa, dar un paseo por el hogar y simular un viaje o el trayecto al trabajo, o a la escuela. Es entonces jugando como el niño además de expresar


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su deseo de ser grande, tal como refirió Freud en 1920, tramita angustias y ofrece a su psiquis otro desarrollo y fin para algunas situaciones. Podría decirse que hablar del “afuera” para algunos niños y niñas no está relacionado exclusivamente con el mundo exterior, sino con el juego “como si” saliéramos de casa. El único modo de salir, jugando. Solo que esto es un movimiento psíquico del que no todos los niños y niñas disponen, ya que se trata de poder simular, sustituir, lo que en psicología se conoce “juego como si”, o la capacidad con la que niños y niñas cuentan para “simbolizar”. En este sentido, existen niños y niñas con más dificultades para simbolizar, lo que

imposibilita dicho movimiento. ¿El juego de la casita es la resistencia a un virus que destruye? y no es poco construir en época de una pandemia que arrasó en el mundo e invadió de miedos e incertidumbres a chicos y grandes. ¿Es la casita un refugio? Si así fuera, ¿De qué se refugian los niños y niñas? ¿Sienten acaso más seguridad? ¿Permite la casita los movimientos de “entrada” y salida”? Son algunos de los cuestionamientos que se me ocurren. Crear la casita en ocasiones es también prever ciertos conflictos y sus posibles soluciones. El techo debiera estar sostenido, sillas, sillones o palos que respeten el deseo del pequeño constructor. En el mejor de los casos alguna luz

portátil y un adulto que ayude a darle continuidad a la estructura y acompañe en ocasiones la “capacidad de jugar” con la que el niño o niña cuenta, más que el juego en sí -ésta es una de las ideas que plantea Winnicott en su libro “Realidad y juego”-. Si se me permite, sugeriría que alguna vez se les permita a los niños comer ahí, y ¿porque no dormir? en la realidad que ellos mismos armaron tal vez como un modo de preservarse. Es factible que estas construcciones surjan si existen adultos que habiliten el juego, y no solo eso, que ciertos materiales como telas, hilos, cartones, etc. Estén al alcance y a disposición de los niños y niñas. Todo lo que motive e invite al niño a crear y creer en su juego. Esto se conoce como materiales inestructurados, ya que pueden adquirir la forma y la función que el niño o niña desee. Quizá, sea posible pensar a la casita como refugio simbólico. Del afuera, y en ciertos escenarios domésticos marcados por la hostilidad y la violencia, un

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refugio del adentro también. La pandemia se vivió “casa x casa”, y podría decirse que hay familias cuyo equilibrio estaba sostenido por la no convivencia, y compartir 24x7 llevó a “partir el cristal por donde ya estaba delimitado”, como refiere Freud. No es casual observar de un tiempo a esta parte, cada vez más separaciones de padres cuya decisión se hizo efectiva durante la cuarentena. Sobre esto quisiera profundizar en otra ocasión. Desde la perspectiva del adulto, es posible pensar en la potencialidad creativa y la significatividad simbólica de este juego, ya que permite al niño elaborar, enlazar y dominar ciertas situaciones que se viven, por lo general, de forma pasiva. A partir del juego, estas situaciones pueden ser percibidas por el niño de modo activo, por lo que me pregunto, siguiendo a Freud: ¿Que ocurre cuando un niño o niña no juegan? Quisiera enunciar también que entre los juegos virtuales más elegidos por los niños y niñas durante la cuarentena, estuvieron los videojuegos

multijugadores Roblox y Minnecraft. Estas plataformas hoy están generando un tipo de interacción entre los chicos que permiten, además de interactuar, crear sus propios mundos virtuales a donde pueden construir casas y equiparlas, asimismo crear sus personajes que pueden entrar y salir de las mismas, y pueden relacionarse en un escenario social virtual. A modo de conclusión, lo que a simple vista se presenta como “jugar a la casita”, bien mirado, involucra múltiples funciones y diferentes procesos del intelecto que incluyen a la capacidad creadora y creativa, habilidades motoras. En esta situación, los niños y niñas ponen a andar sus realidades y sus fantasías. Planifican, definen el que y el cómo y a partir de eso construyen. Atienden a disposiciones espaciales y corporales, consideran el peso, la fuerza y el tamaño. Esto posibilita anticipar y demanda de la capacidad con la que el niño cuenta por un lado, para la resolución de conflictos y por el otro para tolerar la frustración cuando las cosas no salen como desea. Sin ánimo de cerrar la lista, esta son solo algunas de las tantas aptitudes posibles que se desarrollan jugando a la casita.

Lic. Candela Chávez MP: 675 Psicología clínica Niñas, niños y adolescentes


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Reflexión del Vestir Cuando nos vestimos, ¿somos conscientes que nuestros cuerpos se hacen legibles socialmente según la apariencia final? Hola, me llamo Rami Diosquez, soy Diseñador Industrial y actualmente soy el director del Instituto de Diseño “Roberto Piazza” en Santiago del Estero. En esta oportunidad me gustaría compartir algunas opiniones y reflexiones personales sobre algo cotidiano con lo que convivimos diariamente: Como nos vestimos. Para comenzar, el vestir, para la sociología, es un hecho social que opera en relación a un contexto que le otorga legitimidad, es decir que, la noción personal que tenemos sobre un contexto, determina el criterio en la elección de nuestras prendas para acudir al mismo. Primero, tenemos que preguntarnos qué es la moda. Generalmente, la palabra moda refiere a aquello que está en auge en un lugar específico en un tiempo determinado. Se trata de aquellas tendencias en el área de la cultura, arte, modos de vida y la práctica del vestir, generalmente, son introducidas recientemente y se reproducen de manera constante. Mi labor como formador profesional en el área del diseño hizo despertar extremo interés por el estudio de la sociología, de la psicología social y del comportamiento de las

masas en relación al diseño, y considero fehacientemente que es ahí, en la calle, en las concentraciones sociales, donde se encuentran los disparadores que actúan como herramientas de proyección de nuestra actividad laboral. En Argentina existe un fenómeno de imitación social donde el colectivo es una pluralidad de personas que se encuentran reunidas en un mismo espacio y tiempo. Las mismas están unidas porque comparten emociones y comportamientos semejantes y esto incentiva el acto de imitar al otro. En el proceso imitativo encontramos que primero surge una iniciativa individual que manifiesta la incorporación de una novedad. Aquellos de la iniciativa son los líderes y sus ideas, enseguida, serán imitadas. La novedad suele expandirse en el entorno cercano del actor social que las incorporó y se expanden rápidamente. Por lo general, cuando escuchamos la palabra moda pensamos en frivolidades. Es paradójico que la esencia de este concepto esté atado a lo que consideramos superfluo cuando tras esta apariencia mundana se encuentra el continuo fluir: el cambio. El cambio es el estimulante principal de la moda que se manifiesta en ciclos dinámicos de actualización constante, en cosas que pasan al olvido siendo sustituidas por otras más novedosas. Personalmente traigo a colación lo anterior, porque es a través de la moda,

que nuestro cuerpo se convierte en escenario de representación de un “yo exterior”. Ante la mirada del otro, configuramos nuestra exterioridad expresando lo que somos, y cómo queremos que nos vean. Por lo tanto, este tema no puede parecemos insignificante, más bien al contrario, es algo profundo relacionado a nuestras formas de dirigirnos, en pocas palabras, la manera que tenemos los seres sociales de decir mucho, sin decir nada. Al vestirnos además de protegernos de las inclemencias climáticas y de las hostilidades del ambiente que nos rodea, las prendas nos distinguen, nos asocia visualmente a ciertos grupos o subculturas sociales y nos individualizan frente a nuestros semejantes. Lo singular, particular y concreto opuesto a lo plural, general y común a todos. Comunicamos con lo que elegimos vestir. Algunos intentan mostrarse elegantes, otros intentan exhibir un rango o status, otros buscan identificarse con subculturas, con los consumidores de los mismos estilos y marcas, y también existe una comunicación que tiene que ver con el cuerpo afortunadamente cada vez más alejada de los estereotipos de belleza. En mi opinión personal, a mayor cantidad de grupos sociales, mayor diversificación y superiores los niveles de autenticidad alejados de la copia. Cuando nos vestimos elegimos una estética personal que expresa lo que pensamos de nosotros mismos, el tipo de relación que mantenemos o deseamos mantener con nuestro entorno social e incluso la ideología y las creencias que nos motivan. Cuando nos vestimos no solo cubrimos nuestro cuerpo, todas las mañana elegimos, como queremos que la gente nos lea. Ramiro Diosquez Diseñador Industrial

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467° ANIVERSARIO DE LA “MADRE DE CIUDADES” Se llevó a cabo una emotiva y sencilla ceremonia frente al monumento de Francisco de Aguirre, *ubicado en el parque Aguirre, donde participaron el gobernador de la provincia, Dr. Gerardo Zamora, el vicegobernador; el jefe de gabinete de ministros; la Sra. Intendente de la Capital, ing. Norma Fuentes; miembros del Superior Tribunal de Justicia; el presidente provisional del HCD provincial; el presidente del Consejo Deliberante Capitalino y los rectores de la UNSE y de la UCSE. Dicha ceremonia consistió en la colocación de ofrendas florales al pie del monumento del fundador de la ciudad, y se plantaron de manera simultánea un total de 467 árboles en distintos barrios capitalinos, que fue trasmitido por zoom en la pantallas colocadas.


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Visita del Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García Con la visita del Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, y demás autoridades, fue inaugurado el Centro de Salud “Mama Antula”, ubicado en la zona sur de la ciudad capital del Barrio Siglo XX. Todas las salas que lo componen tienen equipamientos de última generación, incluyendo 20 respiradores artificiales que fueron aportados por la nación, ya que mientras dure la pandemia este hospital estará destinado exclusivamente para el Covid-19; y está por tanto, preparado para esa finalidad.


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La Primera dama participó junto al intendente Mirolo en la entrega de sillas de ruedas junto a la Fundación Wheelchairsof Hope Argentina

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abiola Yáñez participó de una video teleconferencia junto al representante argentino de la fundación Wheelchairsof Hope Argentina, Pablo Chami, a la Coordinadora de la Región Noa del Foro de Mujeres de la Américas, Dra. Teresa Flores, y al intendente de la de Banda provincia de Santiago del Estero, Pablo Mirolo. En el encuentro se realizó la entrega, por parte de la institución, de trece sillas de ruedas a niños con discapacidad motriz. En el mes de enero, la primera Dama acompañó al Presidente de la Nación, Dr. Alberto Fernández, en su gira por Israel. En dicha oportunidad tuvo un encuentro con el presidente y creador de la fundación, Pablo Kaplan. Allí acordaron trabajar en conjunto, para el bienestar de los infantes que lo necesiten. Esta acción se inscribe como fruto del compromiso mutuo. Wheelchairsof Hope es una

organización que se encarga desarrollar, diseñar, fabricar y proporcionar sillas de ruedas a niños que necesitan movilidad en todo el mundo. Este producto está diseñado específicamente para infantes, e intenta a través de la movilidad potenciar la educación, dándoles autoconfianza, independencia y mayores habilidades

“Sinceramente a mí me parece una idea excepcional (…) y me siento muy feliz que el día de hoy, se puedan entregar”. Para estos niños una silla “significa un cambio muy importante en su calidad de vida y para sus familias también” agregó. Yañez destacó además que “es una preocupación menos (…) me siento muy honrada de que me hagan participe”. Durante el encuentro Pablo Chami, resaltó el compromiso social de la primera dama para impulsar este tipo de acciones solidarias. Y agradeció “ser un nexo, para poder ayudar a tantos niños y niñas que están atravesando situaciones adversas.” Una de las madres que recibió, junto a su hijo, el donativo manifestó “estoy muy agradecida con este hermoso gesto que tienen hacia los chicos y hacia nosotros también, que la venimos luchando con ellos (…) Y mi hijo está más que contento” La Primera Dama expresa en cada acción su compromiso social con los sectores más vulnerables, escuchando y conteniendo a quienes más lo necesitan. Visibilizando las problemáticas familiares que tiene sobre todo a los niños como protagonistas, tratando de encontrar soluciones posibles y adecuadas en cada caso.

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La discapacidad infectada en tiempos de pandemia –D– Todos estamos contagiados, contaminados, encerrados en una cuarentena que succiona y atrae todos los significados. Frente a ello se trata de crear un hacer, una praxis (que no es la producción de un producto determinado) que atraviese lo cristalizado, lo desborde tras recrearlo y, al hacerlo, pueda poner en juego la capacidad, la vibración del propio acontecimiento. Los niños juegan, no tienen en sí una finalidad o utilidad práctica. Lo hacen por el placer de una ficción imposible pero real. La plasticidad simbólica de jugar es un pensamiento en acto, a través de la imaginación encarnan la imagen corporal, la despliegan, el tiempo pasa y por él circulan las relaciones afectivas que enlazan una cosa con otra. El desafío es claro, en estas circunstancias, ¿podemos seguir

jugando con ellos? –E– Estoy sentado frente al celular, en la mesa, coloco los juguetes que traje del consultorio, títeres, autitos, muñequitos, animales de granja, osos, monos, cebras, leones en miniatura. Unos dinosaurios, unas máscaras, marcadores, hojas, plastilina, pequeños insectos (arañas, hormigas, moscas, cucarachas), pelotas, telas, aros, hilos, plasticolas y sogas. Como si fuera un prestidigitador o titiritero artesanal, antes de comenzar la función, tomo distancia y miro todos los objetos disponibles. El escenario hay que montarlo en relación con la escena que todavía desconozco cuál será. Es el desconocimiento el que causa el deseo de querer jugar, una escena sin saber a ciencia cierta cuál será y mucho menos cómo se irá a desarrollar.

Muchas veces no se qué juguete elegir o cuál será la situación a desplegar, procuro dejarme llevar por la intuición del instante, o sea, doy tiempo para que surja el no saber. Intuir sensiblemente el gesto, el detalle de aquello que le pasa al otro en base a la relación que tenemos, a la experiencia que construimos juntos, en un territorio que nunca está delimitado por cuatro paredes o por un espacio encerrado, aislado en sí mismo. ¿Es posible sostener un encuentro con los niños a través de una videollamada por celular? ¿Cuándo sabemos qué tenemos que hacer? ¿Cómo comienza la intuición? La intuición podemos esbozarla al ser sensibles a la experiencia relacional que surge cuando algo que todavía no es, tal vez pueda llegar a serlo. Es una sensación provisoria y real sostenida en el encuentro con el otro y abre las puertas de la imaginación en acto, pone en juego la realidad ficcional. Espero el horario de la videollamada… ¿Qué puede suceder hoy? –F– Pablo tiene tres años, hace menos de un año llego por primera vez con un diagnóstico de TEA (Trastorno del Espectro Autista). Resistimos dicha etiqueta diagnóstica, no me detendré en el inicio de todo ese período ni en el tratamiento realizado. Actualmente está empezando a hablar y a producir lentamente una experiencia lúdica con mucha más riqueza en una franca apertura hacia el mundo que lo rodea y lo aloja (con los padres sostuvimos varias entrevistas para generar el clima familiar que habilite el espacio lúdico). La pandemia y la correspondiente cuarentena interrumpieron nuestras sesiones presenciales y pasamos a sostener encuentros virtuales a través del teléfono celular. La primera imagen que veo en la pantalla -luego de saludar a la mamá- es a Pablo mordiendo un muñeco de peluche, un perrito blanco


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de ojos saltones. Él me mira de reojo, alcanzo a saludarlo y miro la escena. Intuitivamente grito: “Ayyy, ayyy, pobre gua guau. ¿Le duele?, lo estás mordiendo…”; se detiene, me mira y en suspenso, expectante, espera… recurro a un títere del hombre araña, lo acerco a la pantalla cantando una melodía que lo representa y afirma: “Vengo al rescate, no quiero más mordiscos, al perro le duele, lo voy a defender”. Cuando muevo los dedos en señal de ayuda tarareo la canción del superhéroe. Pablo no deja de mirar, suelta espontáneamente al perro, se acerca sonriendo y exclama: “Siii, siii”. A continuación agarra un dinosaurio de una caja, me lo muestra, lo acerca y lo aleja del celular. Aprovecho ese gesto actuante y tomo un dinosaurio que tiene la particularidad de hacer un sonido estridente cuando lo presionás. Lo realizo, al hacerlo, se detiene y espera. Nos miramos entre los “feroces” dinosaurios… ¿Qué está esperando? …el tiempo parece sustraerse. Suspendido entre un hacer y el otro, el “entretiempo” da espacio al “entredós” relacional, transferencial. Vuelvo a realizar el sonido que inunda la escena, muevo el Dino que cada vez más inquieto no se detiene, va de un lado al otro y en ese movimiento lo meto dentro de la remera. Grito: “Uyyyy, uyyy, se metió en la espalda… ¡Se sigue moviendo!, ahora está en la panza, va por los brazos” (cuando lo voy diciendo lo voy moviendo). El escenario unifica la imagen de la pequeña pantalla, expectantes esperamos lo que puede suceder. Me detengo a mirar la mano donde tenía al hombre araña (con la otra muevo el dinosaurio) e intuitivamente, mirándolo, exclamo: “Llamemos al hombre araña, así lo busca al dinosaurio, lo calma y para de gritar y moverse”. Frente al celular, manipulo al muñeco y al títere, tras una breve pelea, se tranquilizan, atenúo la tensión. Finalmente terminan amigos,

se saludan y se dan besos. Pablo se acerca y responde gestualmente a la escena. Inmediatamente busca un delfín, lo acerca y lo muestra. Respondo cantando: “Un delfín que toca un violín, voy a cantar una bella marinera que lo espera para jugar y cantar a la su manera…”. Sorprendido, se acerca a la pantalla, ante esta actitud le muestro una ballena-títere, una orca que lo saluda contenta con una morisqueta. Pablo sonríe y corre a un balde donde busca algo y saca una vaca, la acerca y dice “muuu,muuu”, “que linda vaca”, respondo, al mismo tiempo busco otra que tenía en la mesa y hago otro mugido para poder jugar. Cuando la ve y la escucha vuelve al balde y trae una gallina que hace un sonido similar a un “kikiriki, kikiriki”, busco un pollito e imito el sonido y digo “ahh, son amigos… el kikiriki y el pío pío juegan juntos”. El pequeño hace el gesto afirmativo y dice: “Siii, siii”. Sin mediación busca en una caja una araña gigante con forma de robot, encuentro entre mis juguetes una arañita chiquita. La coloco muy cerca de la pantalla y comienzo a subirla y bajarla (como si trepara por una tela). Sin proponérmelo, espontáneamente, mientras la muevo canto la canción alusiva a la acción que estoy haciendo… “michu, michu araña subió a la telaraña… michu… michu… araña”. La gestualidad extiende el espacio, se da a ver al otro, el tiempo parece superponerse entre gestos, musicalidad y un ritmo que tiene fuerza, una potencia que atraviesa la virtualidad como si fuera una tangente, una brecha locuaz en el tiempo del devenir. Es el modo que tienen los niños de construir la memoria subjetiva. Vuelve a mostrar el dinosaurio, casualmente traje un cuento que se llama “la aventura de los dinos”. La singularidad que tiene el libro remite

a que con un leve movimiento los grandes ojos saltones se mueven para todos lados, ellos se destacjan, sobresalen de los dibujos, todo lo cual le da un tinte vivaz, picaresco y divertido. Pablo, a un paso del celular, mira y escucha la historia entusiasmado con cada acción que presupone el alocado movimiento de los ojos. Los dibujos, con muy buen diseño, cambian a medida que paso la página y con cada uno de ellos realizo un sonido diferente: uno muy agudo, otro agresivo, violento, súper dulce o agradable. Algunas palabras, exclamaciones, onomatopeyas, acompañan el cuento que a su vez, de acuerdo a su reacción, va transformándose en otro que representa la gestualidad en el acto que implica leer una aventura con otro. Durante unos minutos permanecemos en esa posición, de algún modo el entredós nos cuenta el cuento que contamos. El entretiempo sostiene un hilo invisible que sustenta la escena en múltiples dimensiones aún desconocidas que al narrarlas nos alojan, habitamos un territorio en el cual se entreteje en red la hospitalidad esencial para conformar la comunidad del “nos-otros”. Al terminar encuentra un pequeño caballito y hace el sonido, “relincha”. Al verlo tomo un caballito de Play Móvil que tiene un jinete que puede subir a su lomo y montarlo. Pablo se ríe, y al caballito de él le monta un pato, sonríe y exclamo: “Que buena idea, tu caballo lleva un pato”… a continuación desmonto el jinete y pongo encima una rana. En este diálogo simbólicamente imaginario él saca el pato y monta una gallina, al ver el gesto bajo la ranita que se despide con el correspondiente sonido y pongo un perro (“guau, guau”), inmediatamente él coloca otro en el suyo y así jugamos durante un tiempo… sin tiempo…

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Cada uno en su casa, en un espacio diferente, compartimos la escena, en red; ella sería imposible sin el otro, sin duda, conformamos un territorio. A través de la virtualidad armamos una “casa” imaginaria que no es la de él ni la mía, generamos un terreno sin sustancia, íntimo, lo que podríamos denominar lo “Nuestro”. Pablo se mueve por la habitación, va a la cama, el armario, a una cocinita, sube a un triciclo y en un momento se para frente a una caja de marcadores. Sorprendido alcanzo a decir “que lindos marcadores”, él, sin dejar de mirarme viene hacia el celular. Rápidamente, intuitivamente, tomo mis marcadores, acerco mi mano a la pantalla, y con la otra, con un marcador de color negro, comienzo a dibujar en la palma un círculo. Él permanece muy atento, al mismo tiempo que realizo los trazos canto: “Le hago una cariii… ta, ahora un ojiii… to, y viene el otro ojiii… to, llega el turno de la naaa… ríz, que hace siempre achís, achís. Ahora viene la boooo… ca, que ríe y come mucho, los dientes son un serrucho… oooooo”. La musicalidad dramatiza la espontaneidad del encuentro. La mamá de Pablo festeja con él la escena. Ante un gesto que le hago, toma su mano y le dice: “Dale, te hacemos la carita como lo hizo Esteban”. Comienza a realizarlo y, a medida que lo va haciendo, desde mi celular, canto la melódica canción de la carita con todos los componentes y gestualidades posibles. Cuando termina festejamos y tocamos la pantalla carita con carita. El ritmo unifica el escenario. Pablo mira, y exclamo: “Uy, ¿y mamá?, ¿podemos hacerle una carita a ella?”, él gira, le da un marcador y abre la palma de su mano, ella lo ayuda a realizar los trazos de otro personajecarita, ella contenta con el dibujo, saluda y dice: “También a Papá”. Con el marcador hace el dibujo-

garabato en la mano que ofrece el Padre. Los cuatro estamos con los dibujos, nos saludamos y jugamos a tocar al otro. Finalmente en medio de las gestualidades, juego de palabras y sonidos nos despedimos hasta el próximo encuentro virtual. –G– La pandemia nos separa, no podemos tocarnos, la distancia corporal ubica un umbral diferente, visible e invisible a la vez. Todos nos cuidamos de contagiar y ser contagiados. Sin embargo, a través de la video llamada nos miramos, hablamos y armamos una experiencia juntos. La distancia, el vacío, deviene un encuentro relacional, entretiempo donde sucede otra dimensión ciertamente desconocida. Sin duda hay un toque secreto en juego, no tiene un espesor, sino más bien un pliegue. El niño, en este caso Pablo, pliega el afuera a través de lo virtual, sin materialidad, genera un hueco que aloja el espacio íntimo de una hospitalidad redescubierta cada vez en cada encuentro. La imagen virtual se transforma en el devenir de un gesto, los padres y el niño realizan la originalidad de abrirnos lo cotidiano: la propia casa. Nos invitan a recorrerla, compartimos la intimidad de un espacio privilegiado, cómplice, donde viven, sienten, piensan, descansan, aman y desean. Para los niños la casa representa la experiencia del mundo, por eso pasa desapercibida como hecho en sí diferenciado, no lo pueden discernir porque forma parte de ellos, está más allá de cualquier significado. Lo cotidiano del hogar no es un sujeto, se fuga a la aprehensión, ellos la viven como parte suya, los unifica en la propia imagen corporal que cobra existencia en el quehacer diario. Cuando el tiempo se infecta como efecto dramático del virus, se encierra de manera tal que la cotidianeidad se manifiesta en lo real tornándose presente.

En esta situación, lo agobiante, el tedio y el confinamiento cobran fuerza y se opone al deseo vital de jugar, de desear otra escena. Por lo tanto, la repetición en vez de generar la alteridad de otra experiencia reproduce la misma hasta el hartazgo y la pasividad a riesgo de afectar la plasticidad e invertirla al provocar la potencia estallada, fuerza destructora, fractal. La videollamada nos permite compartir lo cotidiano, abrirlo al otro produce una apertura posible. Los chicos nos muestran los juguetes, la habitación donde duermen, los muebles, las ventanas, los rincones de la casa. La apertura propone una nueva escena, conjuga la distancia y compone el entretiempo que sostiene la continuidad del “entredós” relacional, transferencial. Compartimos un instante, un momento en el cual entramos y salimos de la casa; al hacerlo, armamos un puente con el afuera, abrimos lo cotidiano, jugamos con él, damos tiempo, lo donamos para que al irnos al finalizar la pandemia pese menos y él pueda fugarse en la próxima jugada para evitar la fijeza amenazante y punzante del virus, del bloqueo de lo siempre igual y de este modo posibilitar el movimiento del devenir al articular lo actual con el pasado en una imagen cristal que anticipa el posible futuro aún desconocido. Ayer una niña en la videollamada mira y dice contenta: “Vamos, vamos a dibujar el corona virus. Juguemos… vos tenés que dibujar uno y yo otro… tenemos que adivinar como es… vamos, vamos a jugar”. Por Esteban Levin @Esteban.levin Por Esteban Levin @Esteban.levin


Publicación mensual de distribución gratuita // Julio 2020

La sordoceguera es una discapacidad sensorial que combina la pérdida de dos sentidos: el oído y la vista.

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egún el momento en el que se adquiere, podemos clasificarla en sordoceguera pre simbólica, que agrupa a todas aquellas personas con sordoceguera de nacimiento o siendo muy pequeños, y que no han podido adquirir el lenguaje oral, oír sonidos ni ver imágenes del mundo que las rodea. Son las personas menos frecuentes y las más excluidas, ya que se las subestima, pensando que nada va a ayudarlas a comunicarse. Además, son también las que mayor esfuerzo requieren por parte de los profesionales y del Estado. Lamentablemente, cuando se trata de invertir recursos, sean humanos o materiales, es muy difícil encontrar respuestas y la sordoceguera post simbólica y más frecuente, es aquella que se adquiere luego de aprender a hablar, leer, escribir. Se calcula que en el mundo hay cerca de 1.500.000 de personas con sordoceguera, pero me arriesgaría a decir que hay muchas más, ya que no se incluyen aquí a todos los adultos mayores que, por el deterioro propio de la edad, pierden sus sentidos. Tampoco existen estadísticas serias al respecto en la mayoría de los países. Incluso hay sordociegos que desconocen que lo son, dado que erróneamente se cree que sordociegos son sólo aquellas personas que han perdido la totalidad de ambos sentidos, pero no es así, hay personas sordociegas que tienen restos visuales y/o auditivos, pero que no les alcanza para manejarse de manera independiente. Y es en este punto donde encontramos un gran problema, ya que los sordociegos necesitan un guía intérprete que los ayude. Es oportuno aclarar que el mundo físico de un sordociego termina donde terminan las puntas de sus dedos, cuando extiende sus manos. Todo aquello que no puedan tocar para ellos no existe, y es esta la razón por la cual necesitan

de un apoyo externo, representado en la figura de un acompañante guía. En general decimos que somos parte de una sociedad inclusiva, y lo hacemos porque está socialmente bien visto, pero en la práctica no es así. Excluimos y mucho más de lo que queremos admitir, esto sin considerar el daño que podemos causar con nuestra discriminación. Las distintas políticas sanitarias y educativas de un país no contemplan a la persona con sordoceguera, e incluso existen profesionales que menosprecian a la persona con sordoceguera, comparándola con un vegetal. Los sordociegos pre simbólicos pueden parecer autistas, porque se encuentran atrapados dentro de su mundo interior. Si bien es cierto que hay sordociegos autistas, no todos lo son. También es común ver sordociegos con otras patologías que se le suman a la pérdida de estos sentidos. Es imperioso entender que debemos accionar con celeridad. Cada día que se pierde en la estimulación de una persona con sordoceguera, equivale a un gran retroceso para su vida. Si no ayudamos a un sordociego a desarrollar sus capacidades y a comunicarse, lograríamos que involucione y quedaría totalmente excluido, encerrado en su propio cuerpo. Cuesta entender que un sordociego puede conectarse con el mundo desde otro lugar distinto al que estamos acostumbrados a conectarnos, quizá porque quienes tenemos todos nuestros sentidos no tenemos la capacidad de ver más allá de nosotros mismos. Los países deberían proteger a las personas con sordoceguera y cuidarlas desde el principio, facilitando el acceso a tratamientos, preparando profesionales, tanto en el área de la medicina como así también de la educación.

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Publicación mensual de distribución gratuita // Julio 2020

Hoy un niño sordociego no tiene muchas posibilidades de acceder a un colegio que esté a la altura de sus necesidades. Y la gran mayoría de los docentes no están preparados para recibirlos. El Estado debe asegurar, ya sea en forma directa o a través de obras sociales, un intérprete guía, profesionales médicos y educadores preparados para que la persona no se convierta en “ese vegetal” que ellos creen que un sordociego es. No es lógico ni justo que sean las mamás quienes tengan que salir a luchar contra un sistema ineficiente, plagado de burocracia y obstáculos. La gran barrera que existe y que impide cualquier tipo de comunicación no está en la persona sordociega sino en un sistema preparado para los casos menos complejos y que mira para un costado ante un caso que necesita más dedicación y mayor gasto. Las personas con sordoceguera y discapacidad múltiple existen, ni la sociedad en su conjunto ni el Estado pueden seguir ignorándolas o cosificándolas. Son personas que viven, luchan, sufren o aman como cualquier otra persona. No sé por qué cuesta tanto entenderlo. Las causas de la sordoceguera son muchas y muy variadas. Entre ellas podemos mencionar enfermedades relacionadas como el síndrome de Down, Usher, trisomía 13. También hay causas pre natales como abuso materno de drogas, alcoholismo fetal, hidrocefalia, macrocefalia, disfunciones pre natales congénitas, como SIDA, rubeola, toxoplasmosis, herpes, sífilis; causas post natales co-mo asfixia, trauma craneales, derrames cerebrales, encefalitis, personas en edad avanzada, que van perdiendo sus sentidos. Resulta más complejo entrar en el mundo de una persona con sordoceguera pre simbólica que post simbólica, ya que las primeras exigen mayor esfuerzo y dedicación de todos aquellos que de una forma u otra intervienen en el desarrollo de sus capacidades y en la difícil misión de introducirlos en el mundo externo. Lamentablemente, cuesta conseguir profesionales dispuestos a encarar esta labor, no solo por falta de capacitación, sino también por falta de voluntad. Pero lo más difícil es conseguir que el Estado sea parte de la vida de estas personas, ya que su tratamiento y educación requieren de inversiones importantes y legislación de leyes, cosas que no están dispuestos a hacer. Pero a todo esto, que no es poco, debemos incluir a las mamás de estas personas, muchas veces abandonadas

por sus parejas, que no quieren o no tienen capacidad para enfrentar la compleja vida, al compartir su día a día con su hijo sordociego. Cuando un bebé sordociego llega al mundo, todo se desmorona, todo cambia, la alegría se convierte en dolor, y este en depresión, las expectativas pasan a ser incertidumbre, temores y todo, absoutamente todo, se convierte en un caos. Entonces la mamá, a quien Dios ha dado un corazón generoso, con un amor incondicional que desborda el alma y no acepta barreras ni fronteras, transforma el dolor en amor, la angustia en lucha, la incertidumbre en certezas, y se convierte en una feroz guerrera que arremete contra todo y contra todos, para sacar a su hijo adelante. Y en esta carrera contra reloj, muchos papás abandonan el camino, dejando a las mamás solas, con sus hijos, y en muchos casos sin siquiera darles el apoyo económico que humana, natural y legalmente les corresponde. Por ello me gustaría en estas líneas hacer un pequeño homenaje a las mamás, quienes de la noche a la mañana despiertan en un mundo jamás imaginado, plagado de temores pero que son capaces de levantarse y sostener a sus hijos mientras caminan entre la oscuridad y el silencio, siendo su luz, su voz y su guía. Gabriela De Lauretis E-mail de contacto: gabrieladelauretis@icloud.com




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