#19 Septiembre / octubre Iraila / Urria 2016 Gratis Doan
Ilustración Felipe Almendros / Culturas Afrofuturismo Libros Escritoras con habitación propia / Videojuegos El monstruo que acecha Libros La España vacía / Cine-Música Sonita / Cine La Europa desahuciada
Cactus en casa Si quieres números antiguos, te es imposible conseguir la revista en papel en alguno de nuestros puntos de distribución, vives fuera de Bilbao o sencillamente pref ieres recibirla en casa como un señor o una señora porque sabe Dios qué puede pasar ahí fuera, puedes hacerte con una desde nuestra web y nosotros te la mandamos a casa. visita
www.re vistacactus.com/encasa
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Kaixo!
manera u otra en sus películas las terribles consecuencias de la crisis, con trabajos precarios y desahucios por doquier.
¿Veis eso que os deslumbra con su belleza en nuestra portada? Es nuestra nueva cabecera, obra de la artista barcelonesa Cristina Daura, a quien ya tuvimos el placer de conocer en el número 16. Esperamos que, como con las anteriores, os guste, porque nos acompañará durante un año, mientras el Sr. Cactus encuentra su sitio.
Sonita no es europea, sino afgana, pero las cosas no le iban mucho mejor. Esta joven rapera de 18 años saltó a la fama hace dos, cuando gracias a su videoclip Brides for Sale pudo librarse de un matrimonio forzoso. Ahora vive en Estados Unidos, ha iniciado una carrera musical y un documental recoge su historia. Podría decirse que ha conseguido así su habitación propia, un concepto ideal que Virginia Woolf reclamaba para las mujeres. El ensayo Solterona, de Kate Bolick, reivindica ese estado civil como requisito para esta necesaria emancipación femenina, así que aprovechamos para repasar algunos nombres propios de escritoras que, al final, han conseguido su propio espacio.
Ya han acabado las vacaciones y volvemos a nuestros lugares de residencia, tras dejar atrás la playa o el campo. Puede ser buen momento para leer el libro del periodista Sergio del Molino, La España Vacía, un apasionante ensayo que repasa el choque entre lo urbano y lo rural en la geografía nacional. El dibujante Felipe Almendros podría ser un buen ilustrador de esa España profunda y desconocida, pues en su último cómic, VIP, lleva hasta el extremo su estilo kitsch y feísta, lleno de color. Pero este país no es el único que las están pasando putas. Por eso cineastas de toda Europa están retratando de una
Funk psicodélico, dioses egipcios, free jazz, astronaves y hermanos del espacio exterior se dan la mano en el afrofuturismo, una versión africana y totalmente desprejuiciada de algo tan históricamente blanco como la ciencia ficción. Si te suena todo a vaina loca, no te preocupes, te hemos preparado una guía de iniciación en la que repasamos algunos de sus autores principales y obras esenciales. También nos fijamos en una nueva tendencia en el mundo de los videojuegos, con varios títulos de terror donde debemos huir y escondernos de una única y letal criatura.
Un proyecto de Sandro Gomato, Koldo Gutiérrez, Elizabeth Casillas NÚMERO 19 SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2016 www.revistacactus.com @revistacactus
La cabecera de la revista es obra de Cristina Daura Han colaborado en este número José Blázquez, Borja Crespo, Yahvé M. de la Cavada, Laura Lazcano, Arrate Hidalgo, Roberta Vázquez, Mireia Pérez, Cristina Daura. Contacto info@revistacactus.com Publicidad publicidad@revistacactus.com
Edita
Gomagula S. Coop. Pequeña
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L A E S T R AT O S F E R A
Burkas, burkinis, demagogia e ignorancia Por José Blázquez
Machito y hembrita occidentales , ahora que ya os
habéis hartado de críticas no solamente hacia el ‘burka’ sino también hacia cualquier forma de velo musulmán, y después de que este verano os hayáis llenado la boca de ‘feminismo’ cuando habéis argumentado todo lo que habéis argumentado en contra del ‘burkini’, y a favor de eso que llamáis ‘libertad’, ha llegado el momento de que hablemos un poquito más en serio, más allá de eslóganes facilones, del ‘burka’ occidental, el nuestro. ¿Que nosotros no tenemos? Sí, sí, ya lo creo. Es el conjunto de productos químicos que las mujeres se embadurnan en el rostro: cremas base (que unifican el tono de la piel y tapan las ‘imperfecciones’); cremas correctoras (que atenúan las ojeras y tapan los granos); polvos (que fijan y hacen más duradero el maquillaje); sombras de ojos varios colores; máscara de pestañas; y color y perfilación de los labios, también de varios colores; etcétera. Entre otras muchas cosas, este es el ‘burka’ de las mujeres occidentales. De momento voy a pasar por alto la acusación de demagogia que ya habrás arrojado sobre el texto pero me detengo en tu apreciación de que no es lo mismo, de que no pueden ser la misma cosa su ‘burka’ y el nuestro. Quizás. Veamos. A diferencia del ‘burka’ o de los velos más comunes de algunos países musulmanes, donde un férreo sistema político, ideológico y religioso llamado Islam impone a las mujeres la obligatoriedad de ocultarse detrás de tales prendas, el ‘burka’ occidental, el nuestro, es impuesto por un férreo sistema político, ideológico e igualmente religioso, llamado Sistema Industrial Capitalista, donde unas cuantas Multinacionales del Cosmético (que podríamos llamar sin errar en el tiro ‘Iglesias de la Belleza’, las que nos hicieron en su momento ser devotos de los corsés y ahora de los tacones altos, las minifaldas y los ‘wonderbrás’, entre otros objetos fetiches) construyen un patrón estético que incita a una necesidad de las mujeres (reales) a aproximarse a ese patrón de belleza (ideal) que termina por la acción de ocultar igualmente sus rostros. Ocultar es el verbo común denominador de ambos ‘burkas’; en nuestro caso no hay más que fijarse en el discurso de la propaganda de la mayoría de productos cosméticos, donde el verbo más recurrente es tapar.
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@balazkez
Que sigo instalado en la demagogia, perfecto, mejor en la demagogia que en la ignorancia, así lo creo, pero déjame terminar el planteamiento. En este ejercicio de contraste (que no de comparación, puesto que prácticas y costumbres culturales son incomparables las unas de las otras), uno de los puntos donde se evidencian ciertas diferencias es en el número de ‘sometimientos’, porque los velos musulmanes (incluido el ‘burka’, expresión extrema de la ‘ocultación’ de la mujer’), aunque dependa del país de origen, son casi al cien por cien ‘obligatorios’, mientras que en el caso de los velos occidentales su implantación puede llegar a porcentajes de entre el cuarenta y el sesenta por cien del total de la población femenina. Y otro de los aspectos diferenciadores radica en lo que supone la violación de la norma en ambas sociedades machistas; en la suya, una mujer musulmana puede recibir penas muy graves para su integridad física, incluida la muerte por lapidación, mientras que en la nuestra, una mujer occidental ‘solamente’ es repudiada y criticada al estilo occidental (no hay más que entrar en Google y buscar ‘famosas antes y después del maquillaje’, y comprobarás en los reportajes gráficos hasta qué punto es ‘sancionada’ social y mediáticamente la violación de la norma, sanción que, aunque sea de forma ‘simbólica’ recuerda a una lapidación). En resumen, dos burkas, uno ‘vergonzante’ (el suyo) y otro ‘bello’ (el nuestro); y dos castigos diferentes ante la violación; dos formas de lapidar distintas de estas dos sociedades lapidarias. Pero tranquilos, laicos y laicas occidentales, ‘machomanes’ y feministas de nuevo cuño y demás fauna postmoderna, porque nuestras piedras, al ser occidentales, son mucho más blandas. Y el daño producido en nuestras mujeres desobedientes es más psíquico que físico. Nuestra sanción no deja marca visible. Y no mata, aunque igualmente destruya. Es la diferencia entre ‘nuestra’ civilización y ‘su’ barbarie. Y recuerda una cosa. Que quizás en esta reflexión yo haya sido el demagogo, lo admito. A ver cuando admites tú que eres el ignorante.
F L A N C O N N A PA L M
La ley del buffet Por Borja Crespo
La vida es un buffet libre, al menos en Occidente, pero hay que pagar por el menú completo y no todo el mundo puede permitirse el lujo, aunque estemos en el siglo XXI. Internet nos permite tener una oferta incontable de contenidos culturales al servicio del consumidor, sin necesidad de pasar por caja, aunque lo barato no es gratis. La tarifa plana es la nueva religión. La fibra óptica extiende los preceptos de la civilización del ADSL, pero cualquiera no puede permitirse tener wifi en casa, si es que cuenta, para empezar, con un techo bajo el que cobijarse sin problemas, un sitio decente donde caerse muerto. Empezamos fuerte el texto para salirnos por peteneras, porque aquí no vamos a malgastar energía diseccionado el problema universal de las descargas ilegales. Obviamente, que cada ser humano haga lo que le plazca, combatiendo el cine comercial viéndolo por la cara sin tener en cuenta que todos los meses llega una factura de una gran empresa de telefonía que te corta el grifo sin no acoquinas. Al fin y al cabo, colgamos en las redes mensajes de protesta contra las injusticias mientras alimentamos las diferencias sociales con un consumismo exacerbado que nos permite olvidar fugazmente que somos mortales. Nos cagamos en el sistema mientras damos de comer a las multinacionales, pero esto ya lo hemos dicho mil veces. Gruñir por gruñir. ¡Abajo la muerte! Centrémonos en el concepto buffet que tanto llama la atención al turista de domingo y corona el título del presente exabrupto escrito. Esa idea de llegar salivando a un restaurante de dudosa calidad que cuenta con el atractivo de ofrecer cantidades ingentes de papeo para el deleite de paladares zafios. Da igual la calidad de las viandas, lo importante es que hay mucho donde elegir, hay cantidades de sobra y podemos hincar el diente a lo que queramos (de entre lo que hay). Esos desayunos voraces en hoteles de medio pelo. Esos cruceros donde luce el eslogan “all you can eat” para combatir el aburrimiento. La felicidad absoluta. Piscinas de salchichas y alitas de pollo, duchas de bebidas carbonatadas y verbenas de sopicaldos con tropezones de vainilla. Ensaladas de vaya usted
@ElTioCreespy
a saber qué regadas con champán. Tamaño gozo es posible gracias a la pulserita de resort todo incluído con la cual nos marcan como al ganado, aunque no es tan cruel el matadero (quizás cuente con karaoke). Un festival de gastronomía vital que expande el alma y eleva el espíritu. Nos vemos desayunando una hamburguesa con melón y pavo, azotando las papilas gustativas para empezar el día iluminados. En un mismo plato conviven unos churros con queso de untar y paté de foie gras. No sé qué eres, colesterol. El orgasmo estomacal quizás derive en empacho, pero que nos quiten lo bailao, que hemos aprovechado al máximo la mágica oportunidad de zampar a lo loco sin que nos miren raro, ¡y por un precio ridículo! Da igual la comida que tiramos, no pensamos en los negritos que pasan hambre y frío ni en ese pobre agricultor que sale en el telediario reivindicando el pago justo de ese tomate que ha acabado espachurrado junto a los restos de fritura apocalíptica y un trozo de filete rancio. Teorizando por teorizar, porque nada vamos a cambiar, pero risas nos echamos, saquemos una metáfora existencial de este comportamiento humano irracional que pasa de gastarse la pasta en el gym para guardar la línea a ahorrar en comestibles aparcando la salud a un lado. Podemos decir que la ley del buffet acabará con nosotros, porque no gobierna únicamente de vacaciones o en las comilonas de empresa y despedidas de soltero. Vivimos bajo su yugo todo el rato. Hay tanto menú donde escoger que combinamos unas patatas fritas con mucho aceite, frías como el hielo, con un gofre con caramelo espeso y aceitunas arrugadas. Y dejamos la mitad a un lado para dar paso al cordero con lentejas. Pura dispersión gástrica. Absoluta incoherencia mental. ¿Se valora aquello que podemos devorar sin esfuerzo? Probamos de todo y de nada hasta reventar. Es prácticamente imposible comer decentemente en un buffet, tan duro como concentrase en todas las facetas de la vida real. Barra libre de estupidez. ¿Alguien me recomienda un restaurante 2 x 1 al que pueda ir en bañador?
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HARM(ONICS)
Por amor al arte Por Yahvé M. de la Cavada
Ah, el país de la picaresca. Del cuatrero simpático,
del cuñadismo ilustrado y del amiguete multidisciplinar. Todos conocemos a alguien que conoce a alguien. En todas partes ha habido una gran presencia de esa figura mítica que es el culebra, el piernas, el listo; alguien que sabe, el cómo, el dónde y el cuándo. El jeta de toda la vida, más o menos simpático, con más o menos estómago para quedar mal con quien haga falta por un precio, casi nunca muy alto, porque es en la constancia y en la regularidad donde se encuentra el verdadero motor de esa picaresca universal que aquí, en demasiadas ocasiones, se convierte en identidad nacional. El mundo de la cultura, pública o privada, no es diferente. No voy a dar nombres porque no proceden, porque no son personajes conocidos y porque el quid de la cuestión no está en algunos de los ejemplos que yo pueda desgranar –que son, desgraciadamente, muchos–, sino en que como estos hay otros, a mansalva, y en todas partes. No tiene que ver con pensar en un amigo o alguien que conoces para un proyecto al frente del cual te han puesto. Tal vez sea una oportunidad para alguien válido que de otra forma no la tendría. ¿Por qué no? El problema es cuando el amigo está ahí para hacerlo por poco, o bajo mano, o para usar solo la mitad del presupuesto a costa suya. Ejemplo público: un ayuntamiento pequeño se deja convencer por un contribuyente y sustituye un festival musical por otro, nuevo y flamante, dirigido por él. Meses antes del festival, anuncian un cabeza de cartel con cierto renombre. No demasiado, pero lo suficiente para justificar gran parte del presupuesto y dedicar el resto a grupos locales. Hasta ahí, todo genial. Dos semanas antes del evento, el cabeza de cartel se cae misteriosamente y el programa queda en manos del resto de grupos, en dos de los cuales toca el organizador, que cobra personalmente las facturas y paga a los demás músicos en mano. Ejemplo privado: una revista se publica al amparo de una asociación cultural sin ánimo de lucro desde hace un par de décadas, nada menos. El dinero que genera acaba en los bolsillos del editor, que vive de ella. Los colaboradores no cobran, porque aman aquello sobre lo que escriben; cuando se
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@YahveMC
cansan y lo dejan, son sustituidos por otros amantes del arte, y así la revista se mantiene año a año. Este es el ejemplo que más he vivido personalmente, en varias publicaciones diferentes: el editor chupóptero que se vanagloria de dar una plataforma a algunos aficionados al tema que sea para generar beneficios personales a partir de su trabajo. Ya sabes que la revista es deficitaria, dicen. Ya sabes que aquí no hay dinero, dicen. Necesito la entrevista a nosequién para ya, dicen. Editores, managers, gestores culturales, organizadores de eventos, productores… En cualquier forma creativa hay muchos ejemplos en los que estos perfiles están cubiertos por personajes de esa picaresca aprovechada que tira del dinero en mano, del somos colegas, del ya verás la promoción que te da esto o del cuando haya pasta contaré contigo. Último ejemplo: asisto a un evento cultural en una pequeña población organizado por unos pizpiretos jóvenes artistas. Entre los invitados a participar oficialmente en el evento hay un buen puñado de amigos suyos, desde una exposición de fotografía a una actuación musical, pasando por otras cuantas actividades oficiales del cartel, todas ellas cubiertas total o parcialmente por amigos y conocidos. Este se encarga de la iluminación, este de la barra, este pincha… Todo es una enorme familia. ¿Hotel o pensión para los invitados? Nah, nos repartimos en casas de amigos. ¿Dietas? Nah, ya cocinamos algo en casa. ¿Gastos cubiertos? Sí, no te preocupes, nos encargamos después. A la hora de cobrar, sin facturas, en mano, sin engorros de papeleos con el ayuntamiento. De eso se encargan los organizadores. Los amigos de los amigos. Esto lo hacemos por pasión, joder, la pasta es lo de menos. Claro que sí. ¿Los gastos? Ah, es que se nos ha pasado ya el plazo, no te los puedo pagar. ¿Factura? Qué dices, pensaba que éramos colegas. La historia de siempre. Aunque sea en la actividad más creativa, artística o desinteresada, siempre hay alguien que se lleva la pasta, y unos cuantos que lo hacen por amor al arte, o casi. Nos llevamos las manos a la cabeza porque los políticos roban y los banqueros estafan, pero sacando la lupa y mirando bien de cerca, la cosa no va de puestos de poder ni de grandes cantidades. Va de qué estás dispuesto a hacer, y por cuánto.
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Por Roberta Vรกzquez
C I U D A D A N A E M PÁT I C A
Queridos culos de mal asiento Por Mireia Pérez
Mi vida laboral comenzó hace casi quince años. Desde entonces el salario mínimo profesional apenas ha aumentado en 230 euros. Compaginé Bellas Artes con trabajos de diseño y en librerías mientras el panorama se ponía cada vez más feo y mis colegas empezaban a emigrar. En su día me preguntaron por qué no elegir una carrera con “más futuro”. Yo respondía que no me daba la gana, siempre he sido un culo de mal asiento. Hoy decir que estás a gusto en tu trabajo suena a ciencia ficción y no importa lo que hayas estudiado. Entre los que nos hemos quedado, los más afortunados hemos encontrado nuestro lugar en un sector cultural que a duras penas se sostiene, aceptando condiciones precarias, compañías detestables y situaciones extremas. Mientras, el futuro sigue siendo ese páramo oscuro en el que es mejor no pensar. Hemos visto derrumbarse grandes estudios y agencias, se ha despilfarrado en nombre de la cultura mientras el valor de nuestro trabajo se devaluaba, se han aprovechado de nuestro esfuerzo, han subido el IVA cultural, cotizar como autónomo -mientras no seas uno falso- sigue siendo un privilegio y el sueño de ser actriz, dibujante o guionista se ha quedado en eso. Hemos perdido en salarios, en derechos y en salud mental. Pero dejadme que os recuerde que antes esto no era un vergel para las artes y que todos estos atentados han dejado a la luz la fragilidad de nuestras bases. Nos ha costado un poco reaccionar. Al principio se trataba de quejarse mucho en blogs y decir verdades como puños en foros o en redes sociales. Después llegó el 15M y se resucitaron los movimientos asamblearios. Hoy el ruido virtual es inmensamente mayor y la información se diluye rápidamente. Por eso, apartados de él pero aprovechando sus estructuras, se han reactivado y creado asociaciones que empiezan a alcanzar logros. Estamos viviendo el nacimiento de una nueva red de activismo en el sector cultural. Los engranajes se mantienen en marcha gracias a los veteranos que deciden no mirar hacia otro lado y a los nuevos culos de mal asiento que no temen plantar cara. Desde los sindicatos de guionistas a las asociaciones de ilustradores, periodistas, libreros, músicos y
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@MIIS3RIIA
actores no pensamos resignarnos. Nos gusta nuestro trabajo y hemos aprendido que, como dice David García Aristegui, no es necesario vestir un mono azul para luchar por nuestros derechos. Todavía hay un puñado de leyes que nos protegen y tenemos que fortalecerlas. Así que, desde el freelancismo más precario hasta la agencia de publicidad más grande, para todos aquellos que os vais a unir pronto a la fiesta, aquí van unos cuantos consejos. 1.
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No dejes que el miedo te paralice. Ante las adversidades es fácil encontrar jefes y compañeros que utilizan el acoso, el maltrato o la amenaza. Planta cara, conoce tus derechos y aprende a moverte entre la asertividad y la discreción. Busca ayuda. En esta guerra vas a necesitar consejeros y aliados. Hay estructuras habilitadas. Si no hay clima de diálogo o no ves posible unas elecciones sindicales, acude a asociaciones, sindicatos o abogados e infórmate. Mira en internet, las leyes, convenios y estatutos están ahí. Habrá derrotas. No solamente vendrán desde arriba. Ojo con el derrotismo y la paranoia, a veces nosotros somos nuestro peor enemigo. Comprende tus circunstancias y las de los demás, aprende y sigue hacia delante. Busca la unión, olvida el ego, sé transparente y recuerda de qué lado estás. Descansa mucho, pero nunca te rindas. Acepta condiciones siempre a cambio de algo y asegúrate de dejar siempre las puertas abiertas a renegociaciones. Di burradas. La utopía traza el camino y las provocaciones nos hacen pensar. Ponernos metas ayuda a establecer prioridades. Diviértete. ¿Puede la lucha ser divertida? Sí. ¿De verdad no tengo que estar enfadado todo el rato? De verdad. No te acomodes. Incorporar a tu vida las negociaciones con compañeros, jefes y clientes la hará mucho más interesante. Asegúrate de que todo queda por escrito. Evita el teléfono y el pasillismo. Hazte una camiseta que rece “Burofax is sexy”. Ten paciencia. No vas a solucionar todos los problemas en un solo día, necesitarás una vida entera para explicarle a los demás que tienes derechos y que todavía quieres más.
GOMAGULA ESTUDIO // DISEÑO EDITORIAL
D I S E Ñ O E D I TO R I A L / / D I R E C C I Ó N D E A R T E / / C O M U N I CAC I Ó N P U B L I CAC I O N E S DOSSIERES TRÍPTICOS POSTERS
C U A D R Í C U L A S D E M E N T E A B I E R TA
W W W. G O M A G U L A . C O M
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Por
Samdro Gomato
Por
Elizabeth Casillas Un libro:
Un disco:
IMPERIAL
ÍNDIGO
ELISABETH PÉREZ Y BEGOÑA VIÑUELA (BONITO EDITORIAL, 2016)
DENZEL CURRY (2016)
Con su primer disco asomó la patita, con el segundo dio un puñetazo encima de la mesa del hip hop norteamericano y con Imperial está directamente bailando encima de ella. Denzel Curry tiene sólo 21 años y viene de Carol City, uno de esos suburbios de Miami de mayoría afroamericana en los que, como denuncia el propio rapero en sus temas, ser negro supone automáticamente ser un potencial traficante a ojos de una policía blanca que tiene pocos reparos en disparar sus armas. De momento, las balas de Curry son unas letras de temática social, unas bases que lo acercan al trap y la violencia y la rabia que supuran sus canciones. Adidas ya se ha fijado en él y ha incluído su tema más popular en uno de sus spots. Si él quiere, Denzel Curry tiene el ADN ideal para ser toda una p*** estrella del rap.
Una mujer que ha vivido ochenta vidas, y que recuerda cada una de ellas, es la protagonista de Índigo, el poema que forma el nuevo libro de Elisabeth Pérez y que, acompañada por la brillante caligrafía de Begoña Viñuela, consigue estremecer. Las fotografías intervenidas que encontró en un mercado de Florencia, llenas de vidas anónimas, le sirvieron de inspiración y le valieron para lanzarse a una edición bilingüe (en castellano e italiano) que demuestra una vez más la pasión de la autora por el papel. De nuevo, ha logrado una edición increíblemente cuidada velada por el color dorado, una pequeña joya de coleccionista que hará palpitar a los amantes del papel.
Un festival de cine:
ZINEMAKUMEAK GARA! Otro disco:
I, GEMINI
LET’S EAT GRANDMA (2016)
Rosa y Jenny tienen 17 años, son británicas y se han cascado uno de los álbumes más sorprendentes y reivindicables de 2016. Este I, Gemini es un delicioso artefacto en clave de pop experimental en el que las dulces voces de dos adolescentes contrastan con unas letras que aportan un tono onírico y retorcido a la propuesta. «Mi gato está muerto, mi padre me pega, he huído, estoy realmente hambrienta». Así empieza Rapunzel, su particular versión oscura del cuento clásico. Let’s Eat Grandma inventan un mundo fantasioso del que parecen querer huír. Son Alicias del siglo XXI, y su primer disco, un cuento infantil tan fascinante como perturbador.
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DEL 17 AL 23 DE OCTUBRE (SALA BBK, BILBAO)
Un año más, y con este ya son veintiuno, la muestra de cine dirigido por mujeres llega a la Sala BBK con un espíritu renovado dispuesto a movilizar a las mentes más jóvenes. Siete días en los que se podrán ver por primera vez en la ciudad éxitos como Obvious Child, la película dirigida por Gillian Robespierre y que bebe del mismo espíritu que creadoras como Tina Fey o Lena Dunham; Chevalier, película dirigida por la ya consagrada directora griega Athina Rachel Tsangari; el proyecto transmedia Las Sinsombrero o la sorprendente Las amigas de Àgata, aclamada cinta colectiva que supuso el trabajo de fin de curso de las jóvenes realizadoras Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen.
Una sección hecha por los editores de la revista y un invitado distinto cada número, totalmente subjetiva y que no atiende a razones temporales ni de género. Recomendaciones a gogó. Sólo buena mierda.
Por
Koldo Gutiérrez Una exposición:
CUESTIÓN DE TIEMPO
Por
Cristina Daura
JOSÉ IBARROLA (SALA REKALDE, HASTA EL 16 DE OCTUBRE) Un documental:
El artista bilbaíno José Ibarrola ha desempeñado la mayor parte de su obra en el terreno de la pintura y la ilustración, así que desde su formación clásica ha querido rendir su particular homenaje a los maestros del Quattrocento reinterpretando cuadros míticos del Renacimiento: de Botticelli a Da Vinci pasando por Van der Weyden. Ibarrola también ha estado muy unido desde siempre a la escultura y en esta exposición podemos ver varios de sus trabajos en este campo, donde sigue valiéndose de objetos encontrados y reciclados para crearlos, especialmente materiales de madera. De esta forma, se establece un diálogo entre sus cuadros y esculturas.
Un libro:
CT O LA CULTURA DE LA TRANSICIÓN
GUILLEM MARTÍNEZ Y VVAA (DEBOLSILLO, 2012)
Un año después del 15M, varios autores publicaron este profundo ensayo que analiza la llamada Cultura de la Transición, que nos ha sido impuesta durante más de 30 años por políticos, instituciones y medios de comunicación. Periodistas, intelectuales y escritores como Jordi Costa, Raúl Minchinela, Víctor Lenore, Belén Gopegui, Guillermo Zapata o Miqui Otero, entre otros, se centran en diferentes parcelas de la sociedad, como el cine, la música, el humor, la prensa, internet o, glups, la igualdad. Una brillante disección de nuestra época que, pese a los cuatro años transcurridos, sigue prácticamente igual de vigente. Y lo que nos queda.
FINDING VIVIAN MAIER (JOHN MALOOF Y CHARLIE SISKEL, 2013)
Después de ir a la exposición del trabajo de Vivian Maier en la Fundación Foto Colectania de Barcelona y quedarme, como imagino que tantos que fueron a verla, con la incógnita de quién era esta mujer desconocida cuyo trabajo fue descubierto postmortem, llegué a este precioso documental sobre la búsqueda de este misterio. Vivian Maier, una “simple” niñera que con una cámara en mano fotografiaba todo lo que se le ponía delante haciendo una colección obsesiva de todos los sucesos que ocurrían a su alrededor y en especial con los niños que cuidaba. Este documental habla de su vida y la de la gente que la conoció, o creyó conocerla.
Un lugar:
FATBOTTOM BOOKS (CARRER DE LA LLUNA 10, BARCELONA)
No recuerdo muy bien en qué año se abrió Fatbottom Books. Lo he intentado encontrar pero no he llegado a ello. Sé que fue en invierno y creo que o bien en 2010 o en 2011, pero bueno, que ya son unos cuantos años. Y en todo este tiempo, Fatbottom ha sido para muchos/as dibujantes de cómics (e ilustradores y a quien le dé la gana) el lugar de encuentro preferido. Anteriormente en el barrio del Poble Sec y hace unos dos años en el barrio del Raval junto a la tienda de discos Moon Records. Recomiendo con todo mi corazón esta tienda de cómics que con tanto esfuerzo promueve y vende todo tipo de lectura gráfica independiente. Si para cualquiera que le guste leer comics entrar en una tienda especializada significa felicidad y bienestar, Fatbottom es sin duda mi lugar de paz (y de gasto).
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y s e n jó v e
s a m e f s a bl 1.¿QUIÉNES SOIS? Somos Gala y Ricardo, amiguis, historiadoras del arte, sin saber demasiado bien qué significa eso. Con Mariona, dj, y Eric, producer, también somos LAS VVITCH :)
2.¿QUÉ HACÉIS? vimos el antes habíamos hecho música pero Hacemos trap, lo intentamos. Nunca no soy tu Yo ista, muy necesaria propuesta femin panorama y nos lanzamos con una ar mucho mejor amos esper y ado mejor Hemos mierda. bitch, en diciembre de 2015. Una nal, perso lo en en lo musical y, sobre todo, más. Estamos siempre aprendiendo ayudan en todo con un montón de amigxs que nos r conta de e suert la os real. Tenem nos harán y hecho ellxs <3. Algunxs nos han lo que pueden. Shout-out a todxs os SHOVVS! hacem én tambi ¡Y . embre en septi unos videoclips chulísimos que salen en Ladyfest e fuert en Valencia, bailamos super Nos estrenamos en el primer R00HM os hicim a Graci de as Fiest las en Madrid y Barcelona, lo petamos en Matadero . simos loquí doblete. Han sido ocho meses
ECTO? 3. ¿CÓMO DEFINIRÍAIS VUESTRO PROY Eso ya es más complicado. Nos gusta entenderlo de maneras varias: a veces lo definiríamos como música, otras como activismo... De momento lo llamaremos TRRRAP CUKI <3
4. ¿QUÉ OS HA INSPIRADO O IMPULSAD O A HACERLO? Yung Beef, Víctor, Pimp Flaco, Eric, Ikram, Borja, Jan, Dellafuente, Biel, Simon, Chocolate Remix, Ivy Queen, Muntsa, Cecilio G, Miranda, O. T. Genasis, Marta, Alba, Somadamantina, Andrea, Young Thug, Joel, Aina, David, Ramon, Brigitte Vasallo, mamá, Yumi Yumi Hip Hop, Itziar Ziga, Barbijaputa, Gucci Mane, Pikara Magazine, Lil Guiu.
Fotos: Cecilia Díaz Betz
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PROYECTO? 5. ¿QUÉ FUTURO LE IMAGINÁIS A ESTE no nar ningún futuro, hace seis meses La verdad es que preferimos no imagi ideal sería que el proyecto Lo así. ta revis una en cer hubiéramos imaginado apare Gnaw 2017. ario. Y bueno, por pedir: Camp Flog caducara porque ya no fuera neces
N Y BLASFEMA? 6. ¿POR QUÉ HAY QUE SER SIEMPRE JOVE Para poder hacer twerk sin que nos rodeen babosos.
7. ¿ALGUNA JOVEN Y BLASFEMA A LA QUE DEBAMOS CONOCER? amor como hie, joven, blasfema, sensible y Cristina Pastrana aka CRISPAS: vvitc es? quier más ¿qué les, monta festivales, nadie. Hace fanzines, diseña carte :^* o colab ente una ¿Quieres más? También tenemos pendi
8. ALGO QUE QUERÁIS GRITAR:
skrrt skrrt ¡Si tocan a una nos tocan a todas! PROPONEDNOS LIBROS/COMICS/FANZINES
Judith Butler feat. Paul B. Preciado LOL Bulbasaur Nenazas/Brujas Bravas
UNA PLAYLIST
Phone de Erykah Badu: La mixtape But You Caint Use My Caint Use My Phone (Suite) Hi Cel U Lar Device Phone Down U Use to Call Me Mr. Telephone Man U Don’t Have to Call Telephone (Ghost of Screw Mix) Medley: What’s Yo Phone Number / Dial’Afreaq I’ll Call U Back Hello Ft. André 3000
ALGO AUDIOVISUAL
Las amigas de Àgata La plataforma Higo Mental Los videoclips de riri
www.soundcloud.com/lasvvitch www.facebook.com/lasvvitch < 13
Wangechi Mutu: The Bride who married a Camelâ&#x20AC;&#x2122;s head (2009)
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Mínima introducción al afrofuturismo Texto Arrate Hidalgo
Frente a la insoportable blancura de los cánones de belleza y de los grandes medios, la violenta represión policial de movimientos antirracistas como Black Lives Matter, el saludable estado del colonialismo en la explotación minera del África subsahariana y un largo etcétera que pone en evidencia la longevidad de la supremacía blanca, estos últimos años han visto el renacimiento de una ola cultural y artística internacional, plurilingüe, multifacética y rematadamente visionaria: el afrofuturismo.
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unk psicodélico, dioses egipcios, free jazz, astronaves y hermanos del espacio exterior: el afrofuturismo se ha ganado algunos tópicos por el camino, pero si algo caracteriza al movimiento es su constante evolución, siempre orbitando alrededor de la experiencia negra como punto de encuentro entre pasado y futuro, y que incorpora elementos ajenos a géneros como la ciencia ficción dura —cosmologías africanas, realismo mágico— en un rechazo consciente de dicotomías coloniales que asocian a la ciencia con occidente y con la ”cultura blanca”. En palabras de la autora y cineasta Ytasha L. Womack, el movimiento explora «la intersección entre cultura negra, tecnología, liberación e imaginación, con una pizca de misticismo también. […] Es una forma de unir el futuro con el pasado y, en esencia, de ayudar a reinventar la experiencia de las personas de color». No por nada, como le oí decir hace unos años a Sheree Renée Thomas, editora de la celebrada antología de ficción especulativa negra Dark Matter (2000), las vidas de los
afrodescendientes en Estados Unidos son en sí ciencia ficción: el producto de los sueños y la lucha de generaciones pasadas que se imaginaron libres de esclavitud. Del mismo modo, aunque el término “afrofuturismo” no apareció hasta 1993 de mano del crítico de la tecnocultura Mark Dery, los tropos de la ciencia ficción han formado parte de la producción artística y literaria afro-estadounidense desde sus inicios, y pueden trazarse, a través de los lienzos de Jean-Michel Basquiat, el rock psicodélico de Jimi Hendrix, la prosa de Ralph Ellison y el jazz vanguardista de Miles Davis, hasta George S. Schuyler y su novela satírica Black No More (1931), en la que un médico instala con gran pompa, en el centro de Harlem, una clínica para transformar a las personas negras en blancas con un novedoso tratamiento. Fue la entrada en escena de la prosa compleja, experimental, queer a más no poder de Samuel R. Delany —que se llevó el premio Nebula por la trepidante Babel-17 en 1966, y de nuevo en 1967 por The Einstein Intersection, que él habría querido
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titular â&#x20AC;&#x153;Una oscuridad fabulosa, informeâ&#x20AC;?â&#x20AC;&#x201D; lo que le cambiĂł la cara a la ciencia ficciĂłn de un plumazo. Algo mĂĄs tarde, en 1979, Octavia Butler â&#x20AC;&#x201D;criada en la casa donde su madre era empleada domĂŠsticaâ&#x20AC;&#x201D; publicĂł su clĂĄsico Kindred, en la que utiliza el arco narrativo del viaje en el tiempo para explorar temas como el poder, la lealtad y la moralidad ambigua de la supervivencia a travĂŠs de Dana, una escritora negra que se ve expulsada de su lĂnea temporal y arrojada a una plantaciĂłn sureĂąa del siglo XIX cada vez que su antepasado, heredero de la hacienda, estĂĄ en peligro de muerte. Los ochenta vieron la publicaciĂłn de su influyente trilogĂa Xenogenesis, en la que una especie alienĂgena proveniente de un planeta ya perdido ha rescatado a los pocos humanos supervivientes de una catĂĄstrofe mundial y proyecta prepararlos, por medio de la humana Lilith, para reproducirse con ellos y crear una nueva especie que trascienda a ambas. La serie se ha leĂdo en clave de una de las metĂĄforas mĂĄs visibles del afrofuturismo: el suplicio del Middle Passage, la captura y transporte de personas de la costa oeste de Ă frica hasta las colonias del â&#x20AC;&#x153;Nuevo Mundoâ&#x20AC;?, imaginado como abducciĂłn alienĂgena. No todo el mundo estĂĄ de acuerdo con tal lectura: hace unos aĂąos, el colectivo The Mundane Afrofuturists (â&#x20AC;&#x153;Los afrofuturistas corrientesâ&#x20AC;?) publicĂł un manifiesto en el que afirmaba que la relaciĂłn entre el Middle Passage y los viajes interestelares es mĂĄs bien tenue y que ÂŤla Tierra es todo lo que tenemos. ÂżQuĂŠ vamos a hacer con ella?Âť. RECODIFICANDO EL CUERPO
Para algunos, no obstante, la Tierra no era suficiente. La fotĂłgrafa espaĂąola Cristina de Middel creĂł en 2012 el proyecto Afronauts, una serie fotogrĂĄfica semi-documental inspirada en la historia real del efĂmero programa espacial zambiano. En 1964, Edward Makuka, profesor de ciencias, decidiĂł celebrar la reciente independencia del paĂs uniĂŠndose a la competiciĂłn de espectĂĄculos nacionalistas mĂĄs de moda en aquel entonces: la carrera por poner a un hombre en la luna. El programa espacial de Makuka jamĂĄs recibiĂł financiaciĂłn de las Naciones Unidas, pero las fotografĂas de Cristina de Middel recuperan su historia recreando con sus modelos lo que pudo haber sido en clave fantĂĄstica. Las obras de artistas como la keniata Wangechi Mutu y el pintor congoleĂąo Eddy Kamuanga Ilunga son dos vibrantes ejemplos de artistas africanos que estĂĄn dedicĂĄndose a diversas formas de revisitar la historia.
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Las vidas de los afrodescendientes en EEUU son en sĂ ciencia ficciĂłn: el producto de los sueĂąos y la lucha de generaciones pasadas que se imaginaron libres de esclavitud
El afrofuturismo como brĂşjula independiente de perspectivas blancas ha reunido, virtualmente, a un creciente nĂşmero de artistas en el tiempo y el espacio
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Los collages de Wangechi Mutu (Nairobi, 1972), casi siempre cuerpos femeninos extraídos de revistas pornográficas, reorganizados, híbridos a menudo con miembros animales recortados de revistas de naturaleza o de viajes exóticos, o con ruedas y otros implantes industriales, forman una mitología propia y muy reconocible, una estética contrapuesta a la fijada por occidente como deseable y que Mutu describe como “del rechazo, de la pobreza, de la desgracia como herramienta para hablar sobre cosas que son trascendentes o esperanzadoras”. Sus sirenas y monstruos, que habitan también otros medios como la animación (The End of Eating Everything, 2013), sugieren, como apunta el escritor Brendan Byrne, una preocupación por los desastres ecológicos, un tema presente en otra de las obras africanas de ciencia ficción audiovisual más citadas de los últimos tiempos: Pumzi, el precioso cortometraje de 2009 de la también keniata Wanuri Kahiu. También con el cuerpo africano en el centro de su obra, Eddy Kamuanga Ilunga (Kinshasa, 1991) revive en sus pinturas, a medias entre el hiperrealismo y el arte pop, la tradición hoy prácticamente perdida del pueblo Mangbetu de envolverse el cráneo para darle una apariencia alargada. Kamuanga pinta a sus figuras cubiertas con las famosas telas de coloridos estampados —introducidas al continente por la actividad colonial holandesa—; su piel contrasta, de un negro profundo y plano, decorada por intrincados diseños de circuitos. La República Democrática del Congo es uno de los mayores exportadores de coltán del mundo, un mineral que no solo alimenta la demanda de la industria de los productos electrónicos, sino que también destruye los cuerpos y las vidas de quienes lo minan. Kamuanga explora de este modo, como apunta la guía a su más reciente exposición en Londres, la influencia de la globalización en las identidades africanas sin perder de vista la celebración de la compleja cultura urbana de su megaciudad de origen, en la que una actitud que por estos lares denominaríamos DIY nos trae bandas como Mbongwana Star y sus temas definitivamente futuristas además de bailables.
Las obras del pintor congoleño Eddy Kamuanga Ilunga revisitan la historia. En la página anterior, una fotografía de la serie Afronauts, de Cristina de Middel.
JAZZ INTERPLANETARIO Y R&B ANDROIDE
Aunque no todos los artistas africanos y afrodescendientes que exploran estas temáticas utilicen el término “afrofuturismo”, la creciente popularidad de su uso se debe en parte a su utilidad como marco de referencia para la crítica, además de para el estudio académico de un post-humanismo
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SAN FRANCISCO, 9 [BILBAO] < 17
“desenredado de los efectos residuales de la subjetividad blanca liberal”, en palabras de Alexander Weheliye. El afrofuturismo como brújula independiente de perspectivas blancas ha servido para reunir, virtualmente, a un creciente número de artistas con diversas conexiones entre sí en el tiempo y el espacio. Tal vez el ejemplo más vertiginoso de ello sea la música. No sorprende que el hip-hop, con su inmensa influencia en el arte estadounidense y global a todos los niveles, haya sido campo de experimentos afrofuturistas durante décadas, especialmente desde su llamada edad de oro en los noventa con las contribuciones de artistas como OutKast (Aquemini, 1998), Wu-Tang Clan (Enter the Wu-Tang [36 Chambers], 1993) o Kool Keith (Lost in Space, 1998). Anterior a todos ellos es el legendario músico y compositor estadounidense de jazz vanguardista Sun Ra, quien no solo hacía aterrizar una nave espacial en sus actuaciones con su Arkestra, sino que también tomó su nombre del dios del sol en la mitología del antiguo Egipto, una de las cosmologías con más presencia en el imaginario afrofuturista. Imposible no mencionar su álbum y película Space Is the Place (1974), en la que combinó ciencia ficción, jazz, el FBI y consignas del nacionalismo negro. La larga sombra cósmica de Sun Ra ha llegado hasta nuestros días, como puede verse en los guiños visuales a su filme en el videoclip de Tightrope (2010), de Janelle Monáe, reina indiscutible del afrofuturismo musical actual y fundadora de Wondaland, discográfica con un mensaje inequívocamente celebrante y defensor del futuro y la identidad negra. Los discos conceptuales de Monáe, The ArchAndroid (2010) y The Electric Lady (2012), sintetizan una miríada de inspiraciones musicales y narran, a modo de épica futurista, la historia de su alter ego Cindi Mayweather, una androide que toma conciencia de la marginación que sufre su comunidad y decide viajar al pasado para luchar por su liberación. La metáfora de Cindi Mayweather resuena con la inmediatez de su mensaje en la actualidad, un mensaje de resistencia que Monáe siempre ha transmitido abiertamente en sus comunicados, en su estética personal y en su trayectoria profesional y artística. También están quienes enarbolan explícitamente el afrofuturismo como modo de vida: tal es el caso de The AfroFuturist Affair, un colectivo artístico y activista de Filadelfia que, como plataforma literaria y de expresión cultural, dice practicar y venerar «La Sabiduría Antigua, la Mitología, la Liberación, la
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Historia, el Futuro, la Metafísica, la Sagrada Matemática, la Profecía, la Ciencia, lo Psicodélico, la Música, los Dioses, el Arte, Cualquier Cosa que pueda usarse como herramienta para sobrevivir ayer, hoy, y mañana». Con este lema por bandera, el colectivo organiza eventos, conciertos y recitales con artistas negros con el objeto de recaudar fondos destinados a diversas causas centradas en aliviar la presión de la desigualdad y la pobreza en la ciudad, profundamente arraigadas en la segregación racial que hasta hoy sigue viva y coleando en el país. Como otros grandes motores urbanos de la economía estadounidense del siglo XX —siendo Detroit, tal vez, el ejemplo más romantizado—, gran parte de Filadelfia fue abandonada a su suerte tras la migración masiva de su población blanca a suburbios homogéneos de clase media durante la década de los 50 y los 60. Filadelfia es hoy por hoy la ciudad grande más pobre de EE.UU., y Rasheedah Phillips, madre adolescente (como lo fueron su madre y su abuela), una de las principales responsables del enérgico movimiento afrofuturista de la ciudad. Abogada social, activista y escritora, Phillips creció consumiendo ciencia ficción, pero fue leyendo a Octavia Butler como, al igual que muchas de las nuevas voces negras de la ciencia ficción actual, redescubrió el género como tierra fértil para contar su historia. Hoy, la gentrificación, descendiente directa de esa “huída blanca” (white flight) del siglo pasado, invierte a toda velocidad el proceso iniciado por su antecesora, pero es bien sabido que no por ello la resarce, y The AfroFuturist Affair han respondido abriendo el Community Futures Lab, un espacio social y comunitario en el norte de Filadelfia desde el cual invitan a los miembros de las comunidades en peligro de desplazamiento a explorar su pasado y su futuro, y a crear, con el poder del arte y pensamiento especulativo, realidades alternativas.Esa puede considerarse la intención última del afrofuturismo; la adopción del pensamiento visionario en un proceso que el académico J. Griffith Rollefson ha llamado “la recuperación táctica del alma negra”, imaginando mundos posibles y recuperando los pasados, operando en la firme convicción de que el ayer y el mañana se alimentan mutuamente. El afrofuturismo posee en consecuencia un potencial infinito de cambio que es hoy más que necesario. Al fin y al cabo, una pancarta en la manifestación del movimiento Black Lives Matter en Londres nos recordaba hace poco: «No me puedo creer que en 2016 esté protestando por esta mierda». @
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Sun Ra realizó en 1974 la película Space Is the Place, donde combinó ciencia ficción, jazz, el FBI y consignas del nacionalismo negro. A la izquierda, la portada del The Electric Lady de Janelle Monáe, reina del afrofuturismo musical actual. Debajo, la banda Mbongwana Star.
16 cañeros de Craft Beer < 19Bilbao Gregorio de la Revilla, 8.
«Creo conocer la única cura, que es hacer de uno mismo el centro de su propia vida» Edith Wharton Ilustraciones Crown
Propietarias de habitaciones Texto Elizabeth Casillas
Virginia Woolf reclamaba para las mujeres una habitación propia, un cuarto que les proporcionase independencia económica y personal para poder escribir buenas novelas. Ahora, muchas lo han conseguido. Este es un paseo subjetivo y totalmente arbitrario por algunos nombres propios a partir de la reciente publicación de Solterona, el ensayo en el que Kate Bolick reivindica este estado civil como requisito para la emancipación.
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«Ella era la única de todos ellos que no se había ido o casado. Nunca había querido verse así, no lo necesitó» Maeve Brennan
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n 1915, Katherine Mansfield apuntaba en su diario sus propósitos para el año nuevo: escribir y ganar dinero. «Con dinero podríamos viajar lo que quisiéramos, tener una habitación en Londres, ser todo lo libres que quisiéramos y ser independientes y orgullosos con los don nadie. Lo que nos limita tanto es la pobreza», añadía la escritora neozelandesa. Poco tiempo después, la única literata que dejó por escrito sentir envidia de su prosa, Virginia Woolf, impartía una conferencia sobre la literatura y la mujer que dio como resultado uno de sus libros más referenciados por el movimiento feminista: Una habitación propia (1929). En aquel ensayo, Woolf manifestaba que una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción, hecho que no sólo es aplicable a la literatura, sino a toda clase de creación. Tras la salida de Solterona (Malpaso, 2016) el pasado mes de marzo, su autora Kate Bolick reconocía en varias entrevistas cómo la mejora de la economía de la mujer había alejado a ésta del matrimonio, un estado civil que antaño había supuesto una lastra para aquellas que deseaban una vida dedicada a la escritura. LAS CINCO DE BOLICK (Y UNA MÁS)
En Solterona, Bolick aúna un ensayo sobre la soltería (y cómo el número de casadas se ha reducido considerablemente en cada década) con la construcción de una vida propia. Para ello, la periodista norteamericana se apoya en sus cinco
En Solterona, Kate Bolick aúna un ensayo sobre la soltería con la construcción de una vida propia “despertadoras”: Edna St. Vincent Millay, Maeve Brennan, Edith Wharton, Neith Boyce y Charlotte Perkins Gilman, cinco escritoras cuyas obras le ayudaron a apasionarse y a no buscar en los demás sino en ella misma sin depender de los juicios ajenos. De todas ellas, la articulista Maeve Brennan es la que cobra un mayor protagonismo en la creación de la identidad de Bolick. Nacida en Dublín en 1917, Brennan se mudó a Estados Unidos siendo adolescente y, aunque estuvo casada una vez, pasó la mayor parte de su vida viviendo sola y moviéndose sin descanso por Nueva York. Columnista para The New Yorker, donde escribía bajo el pseudónimo de señora Prolija, gran parte de su trabajo se recopiló en el libro Crónicas de Nueva York (Ediciones Alfabia, 2011). Al leer la obra de Brennan, a Bolick le invadió el entusiasmo: «ahí estaban, manifiestos, los deseos de solterona. Ésa era la persona que yo quería ser», concluía. En 1972, Maeve Brennan publicó el relato que cambió su vida: Las fuentes del afecto, una crónica de tres generaciones de dos familias de Irlanda protagonizado por una señora de ochenta y siete años que nunca se ha casado y a la cual se muestra como una mujer rencorosa y fracasada. «El relato en sí es una ficción,
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«El deber predominante es encontrar el trabajo de uno y hacerlo» Charlotte Perkins Gilman
pero el paisaje y los personajes, las casas y habitaciones, están tomados directamente de la vida real, lo que significa que los familiares de Maeve sufrieron la brutal conmoción de verse a sí mismos a través de los ojos implacables de otra persona», explica Bolick. Después de la publicación del relato, la tía de Brennan escribió en la parte posterior de una fotografía de Maeve: «Un cambio brutal a peor, 1972». Desde entonces, dicen, nunca se le volvió a ver a la brillante articulista sin dolor. Otro de esos referentes que le valieron a Bolick para crear su propia identidad fue Edith Wharton, novelista norteamericana que no dudó en llenar sus novelas de solteras e, incluso, dedicarle todo el protagonismo en una de ellas: La solterona (Impedimenta, 2013). Wharton nació en el seno de una familia neoyorquina de clase alta en 1862. Se casó con veintitrés años y su divorcio, que casi le cuesta la vida, llegó en 1913. Wharton, que publicó en un variado número de estilos narrativos -de cuadernos de viaje a cuentos de
Según cuenta Bolick, en sus numerosos escritos y conferencias, Perkins Gilman abogó por sacar a las mujeres de la cocina de la casa: «no más cocineras en la cocina» 22 >
terror- estuvo siempre marcada por su estatus social y las limitadas opciones que las mujeres tenían en aquella época y que tan bien dejó reflejadas en algunas de sus obras maestras como La casa de la alegría o La edad de la inocencia. A la misma generación que Wharton pertenecía la socióloga Charlotte Perkins Gilman, quien dedicó también parte de su vida a la escritura de cuentos y novelas. En 1890, Perkins Gilman cambió para siempre el futuro de muchas mujeres con El papel pintado amarillo (Contraseña, 2012) al criticar duramente el tratamiento prescrito por un reputado neurólogo de la época para su depresión postparto. Este relato, de gran éxito ya en su época, convirtió a Charlotte en una figura pública y, tras divorciarse y dejar la custodia de su hija en manos de su exmarido, se dedicó a viajar por todo el país difundiendo sus ideas feministas. Según cuenta Bolick, en sus numerosos escritos y conferencias, Perkins Gilman abogó por sacar a las mujeres de la cocina de la casa: «no más cocineras en la cocina», consignaba. Gran parte de sus ideas quedaron recogidas en la novela de ficción De ellas. Un mundo femenino, pero sobre todo en su ensayo Mujeres y economía, publicado por primera vez en 1898, en el que defendía que el papel secundario de la mujer y su dependencia económica del hombre son una imposición cultural y no el resultado de su inferioridad biológica. Fuera del club de Bolick se quedó Edna Ferber, aunque por sus características podría haber sido una más. Murió soltera,
sin hijos y con una carrera literaria y cinematográfica loable. En 1925, cuatro años después que Edith Wharton se hiciese con uno por La edad de la inocencia, Ferber ganó el premio Pulitzer por su libro ¡Así de grande! (Nórdica, 2015). En aquella novela, llena de valores como la independencia y la determinación femenina, Ferber relataba la vida de Selina DeJong, una viuda de manos nudosas, secas y costrosas de hundirlas en la tierra que cultiva que rompe todas las barreras de su época para sacar adelante una granja y costear los estudios de su único hijo. Ferber y todas las escritoras que hemos nombrado hasta ahora se convertirían en las grandes referentes de sus sucesoras: las novelistas de la segunda ola del feminismo. LO QUE ARRASTRÓ LA SEGUNDA OLA
El próximo mes de octubre llegarán a las librerías las memorias de Gloria Steinem, Mi vida en la carretera, editadas por Alpha Decay. Considerada una de las principales activistas por los derechos de la mujer en Estados Unidos, Steinem es alabada por ejercer un periodismo con perspectiva de género y su profesión le ha llevado a una vida de viajes que le han proporcionado una mirada atenta y abierta. En este ensayo, un potente agitador de mentes, la periodista recoge buena parte de su vida, desde su primera experiencia de activismo feminista en India a la creación de la revista Ms. en 1971 junto a Pat Carbine. Casualidad o no, Steinem también fue reacia al matrimonio, al considerarlo una institución opresora y el modelo legal de esclavismo en la sociedad moderna. No fue hasta el año 2000 -cumplidos ya los 66 años- cuando decidió casarse con el activista sudafricano David Bale, al estimar que el matrimonio ahora podía contraerse en igualdad de condiciones sin necesidad de perder su apellido, su residencia legal o su calificación de crédito. No era precisamente santa de la devoción de muchas feministas, pero Edna O’Brien también forma parte de esas escritoras que llegaron aupadas por la segunda ola del feminismo. «Piensan
Hadley Freeman pertenece a ese grupo de escritoras del nuevo feminismo que no tienen ningún reparo en reivindicar la figura de la mujer en la esfera pública
que estoy demasiado preocupada con esas antiguallas del amor y la nostalgia. Aunque una mujer en la revista Ms. señaló que envío boletines informativos desde frentes de batalla a donde otras mujeres no van. Creo que lo hago. Si me ofende que me den lecciones es porque ya me pesa muchísimo la psique con su propia parafernalia. Ningún hombre o mujer ajeno puede decirme qué tengo que hacer. Tengo suficiente con mantener a raya mi locura», confesaba O’Brien en una entrevista a the Paris Review. De hecho, la trilogía que comenzó en los sesenta con Las chicas de campo (Errata Naturae, 2013) y continuó La chica de ojos verdes (Errata Naturae, 2014) y Chicas felizmente casadas (Errata Naturae, 2015) no deja de ser una reivindicación de la independencia de la mujer en ambientes hostiles desde su infancia hasta la edad adulta. Otra de las escritoras que ha destacado por su carácter contestatario y anticorporativo es Renata Adler, quien llegó por primera vez en castellano en 2015 de la mano de Sexto Piso. Conocida sobre todo por su labor de ensayista, su novela Lancha Rápida es todo un ejemplo del buen hacer de la narrativa modernista; una especie de collage telegáfico en el que su protagonista, una periodista, describe el día a día con un ritmo nervioso y convulsivo. Su segunda novela, Oscuridad total (Sexto Piso, 2016), es una historia sobre el vacío que deja el amor tras el desamor y la ruptura, pero sin los manidos clichés que suelen rodear a esas situaciones. Junto a Adler, merece la pena reseñar a otras dos creadoras que lo han sido todo en el ensayo norteamericano: Joan Didion, icono del nuevo periodismo en los años 70, y, en contrapunto, la mordaz Janet Malcolm. LAS ESCRITORAS DEL NUEVO FEMINISMO
Junto a las memorias de Steinem, este otoño estará Life Moves Pretty Fast de Hadley Freeman, un ensayo en el que la periodista y columnista de The Guardian repasa el cine de los años 80 y lo utiliza de punto de partida para demostrar la transformación sociocultural que ha sufrido la industria desde entonces. Freeman, que es conocida sobre todo por su exitosa columna «Ask Hadley» en el tabloide británico, pertenece a ese grupo de escritoras del nuevo feminismo que no tienen ningún reparo en reivindicar la figura de la mujer en la esfera pública y denunciar el machismo asimilado por la sociedad. Y todo ello sin perder un ápice de humor y capacidad analítica, como lo demuestra también la periodista británica Caitlin
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Moran, quien ha logrado convertir sus memorias Cómo ser mujer (Anagrama, 2013) en todo un hito del feminismo moderno alejándose del academicismo y llevándolo al pueblo llano. Su siguiente novela, Cómo se hace una chica (Anagrama, 2015), se centra en una adolescente de clase obrera con unos kilos demás que decide cambiarse el nombre y empezar una nueva vida en la que espera convertirse en adulta a base de fumar, beber y dejar de masturbarse para pasar a descubrir el not good enough sexo con hombres. Este grupo, en el que también podríamos incluir a Kate Bolick, cuenta con grandes novelistas como Zadie Smith que con tan sólo veintidós años dejó ojiplática a la crítica con su ópera prima Dientes blancos (Salamandra, 2001). Tras el relato corrosivo que realizó de los barrios londinenses en su primera novela, Smith se ha consolidado como una de las grandes voces narrativas de su generación no sólo dominando la novela, sino también el ensayo, tal y como quedó reflejado en Cambiar de idea (Salamandra, 2011).
Este otoño llega a las librerías Mi vida en la Carretera, las memorias de la una de las principales activistas por los derechos de la mujer: Gloria Steinem
Pero si hay un libro que se ha convertido en imprescindible dentro de esta corriente literaria es Todos deberíamos ser feministas (Random House, 2015) de Chimamanda Ngozi Adichie. En este breve ensayo, la escritora nigeriana plasma sobre el papel una conferencia que dió en 2013 en la que enumeraba las razones por las cuales todos deberíamos unirnos al movimiento feminista. Sin embargo, es en Americanah (Random House, 2014) donde Adichie demuestra todo su talento como novelista en este relato sobre las dificultades de joven nigeriana que emigra a Estados Unidos para estudiar en la universidad. Allí descubre el racismo y, a pesar de adquirir un notable éxito profesional, le es imposible encontrar su sitio en la sociedad norteamericana. La escritora y traductora madrileña Mercedes Cebrián también ha escrito con éxito sobre la extraña condición de vivir fuera de tu patria en su novela El genuino sabor (Random House, 2014) y el recopilatorio de relatos La nueva taxidermia (Random House, 2011). Este año, la editorial Alpha Decay publicaba su última obra, Verano Azul. Unas vacaciones en el corazón de la transición, un ensayo en el que parte de la mitificada serie de TVE para narrar un periodo convulso de la historia española. Cebrián se encargó de traducir a otra de las máximas representantes de esta nueva ola: la directora de cine, música, artista y, por supuesto, escritora Miranda July, una persona polifacética que ha demostrado su capacidad creativa en cada una de sus disciplinas. «Conocer a Miranda te genera esa sensación de tener miles de post its puestos sobre ti, post its de conocimiento, de cosas que quieres aprender», comentaba Lena Dunham en la introducción a una entrevista que le hizo a July tras la publicación de su novela El primer hombre malo (Random House, 2015). La creadora de Girls es una muestra de esa siguiente generación que ha nacido con una habitación propia y gran parte de las dificultades a las que se enfrentaron todas las escritoras de principios del siglo XX superadas. Ahora, solo queda la duda de ver qué pueden crear con todo ese espacio. @
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NUEVO TERROR INTERACTIVO:
El monstruo que acecha Texto Koldo Gutiérrez
De un tiempo a esta parte, los juegos de terror parecían empeñados en aumentar el número de enemigos como si más zombies significara más tensión, pero nada más lejos de la realidad. Después de que sagas míticas como Resident Evil derivaran excesivamente a la acción, varios títulos recientes como Outlast, Alien Isolation, Soma o Rides With Strangers han dado un inteligente paso a un lado para centrarse en un único monstruo. Una criatura letal que nos acecha incesantemente y que nos obliga a huir y escondernos al sentirnos totalmente indefensos. Rastreamos los orígenes de este concepto, que no es del todo nuevo.
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racias a la tecnología actual, muchos videojuegos de terror fueron aumentando el número de enemigos hasta el punto de convertirlo casi en un argumento de venta que incluir en la contraportada. Dead Rising inauguró esta tendencia por las grandes acumulaciones de zombies al ser el primero en estrenarse en alta definición y aprovechando la potencia de Xbox 360, copiando indisimuladamente las películas clásicas de George A. Romero al meter exactamente 53.394 muertos vivientes en un apocalíptico centro comercial, que era la población del pueblo donde se ambientaba. Posteriormente, muchos le siguieron, como la saga Left 4 Dead, que incluso concedía un logro si matabas justo a un enemigo más de los que asolaban el centro comercial Willamette Parkview. También uno de los padrinos del género survival horror, Resident Evil, con su exponencial aumento de infectados, acabó derivando totalmente hacia la acción y dejando de lado el terror de las primeras entregas. En el pasado E3, durante la conferencia de Sony presentaron un nuevo juego, Days Gone que intenta imitar sin rubor el tono sutil e intimista de The Last of Us… pero con un puto millón de zombies que corren a por el protagonista como si fuera World War Z. Afortunadamente, en los videojuegos hay espacio suficiente para que convivan todo tipo de estilos, y últimamente han surgido propuestas diferentes que se acercan más al terror
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clásico tal y como lo entendíamos antes. Títulos en los que nos enfrentamos a un único enemigo poderoso y casi invencible que nos persigue de manera constante e implacable a lo largo de toda nuestra aventura. Obras recientes como Outlast, Alien Isolation o Soma son una muestra de ello, pero en realidad, esta práctica comenzó de manera residual hace varias décadas. En sus inicios (y también hoy día, en gran parte), los videojuegos se basaban directa o indirectamente en su hermano mayor, el cine. Durante los 70 y 80, se estrenaron varias películas de terror, muchas de ellas de serie B, que planteaban la fórmula del slasher, el subgénero en el que un asesino se dedica a matar inocentes por diversión. Cintas como La Matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974), Halloween (John Carpenter, 1978), Viernes 13 (Miller y Cunningham, 1980) o Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984) allanaron el camino de este nuevo estilo. Paralelamente, hubo otras tres más importantes y exitosas que, sin ser exactamente lo mismo, sí que partían de unos elementos similares: Tiburón (Steven Spielberg, 1975), Alien (Ridley Scott, 1979) y Terminator (James Cameron, 1984). EN EL ESPACIO NADIE PUEDE OÍR TUS GRITOS
La obra maestra de Ridley Scott se vendió en su momento como “Tiburón en el espacio”, por tratarse de unos personajes enfrentándose a una perfecta máquina de matar y que es prácticamente indestructible. Fue precisamente Alien la que
sirvió de base para que en 1984 un estudio llamado Concept Software lanzara en Commodore 64, Spectrum y Amstrad un juego del mismo nombre y que de manera muy rudimentaria recogía los acontecimientos de la película. Debíamos controlar a los diferentes tripulantes de la Nostromo para intentar que la nave regresara a la tierra, pero nos topábamos con un octavo pasajero inesperado que se mueve por los conductos e irá acabando con los miembros. Pese a su antigüedad, tenía varias ideas interesantes, especialmente a nivel sonoro: se puede escuchar los latidos del corazón del personaje que manejamos para saber su tensión, a la criatura moviéndose entre zonas e incluso el rastreador de movimiento. Treinta años después, y ya con una ambientación totalmente fiel a la película original, Creative Assembly retomó varios de esos elementos para su Alien Isolation. El aislamiento al que alude el título se produce en el jugador desde el primer momento, al tener que sobrevivir al xenomorfo en su forma más aterradora. La mayoría de juegos basados en esta saga cinematográfica estaban hasta entonces más inspirados por la acción trepidante de la segunda película que por el terror y la tensión de la primera.
En este tipo de juegos nos sentimos indefensos ante enemigos implacables que nos persiguen incesantemente para cazarnos En Alien Isolation apenas tenemos armas, así que si vemos el monstruo debemos huir, intentando hacer el menor ruido posible. Hay que moverse de manera sigilosa y tratando de evitar los conductos de ventilación por donde la criatura se mueve como tiburón en el agua. En ciertas situaciones incluso tendremos que escondernos bajo una mesa o dentro de un armario (y pulsar dos botones para contener la respiración y evitar que nos oiga) para que el alien cruce por delante de nosotros mientras estamos agazapados y a punto de mearnos encima en los que son ya unos de los momentos de mayor terror de la historia de los videojuegos. Pocas sensaciones existen como ver al monstruo avanzar buscándonos lento pero seguro con su larga cola agitándose y tirando sillas al suelo que caen a dos centímetros de nosotros. Las armas no sirven contra la criatura, que si nos ve, nos mata directamente. Tan sólo podemos contenerle con el icónico lanzallamas, que conseguimos hacia el final del juego.
En Alien Isolation apenas tenemos armas, así que si vemos el monstruo debemos huir. Clock Tower es una rareza de SNES donde debemos escapar de un enemigo que nos persigue con enormes tijeras.
La idea de esconderse de tu enemigo al sentirte totalmente indefenso ante él aporta gran tensión y se está utilizando mucho últimamente, pero no es nueva. Clock Tower (Human Entertainment, 1995) es una auténtica rareza: una aventura gráfica japonesa de Super Nintendo inspirada en giallos de Dario Argento, hasta el punto de que la protagonista parece la Jennifer Connelly adolescente de Phenomena y comparte el mismo nombre. Sin embargo, lo que podría parecer un simple pastiche de referencias evidentes, se convirtió en juego de culto gracias a varias ideas propias realmente innovadoras para la época. Además de resolver los típicos puzles de este género,
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hay un enemigo que nos acecha constantemente: Scissorman. Se trata de Bobby Barrows, un niño de 9 años que nos persigue con unas enormes tijeras, como el villano de la película The Burning (Tony Maylam, 1981), que es una copia descarada de Viernes 13 estrenada al año siguiente. Cuando aparece el asesino debemos escapar y escondernos en diferentes lugares de la mansión donde transcurre la acción, como bajo la cama o en un agujero de la pared. Si nos caza el pequeño Bobby, entramos en un modo pánico y debemos pulsar repetidamente el botón para evitar que nos corte demasiado las puntas y ver la pantalla de Dead End, como denominan aquí el habitual Game Over. El primer Resident Evil (Capcom, 1996) bebía directamente del cine de zombies y de otros dos juegos anteriores: Sweet Home (Capcom, 1989) y el seminal Alone in the Dark (Infogrames, 1992), así que nos topamos con multitud de muertos vivientes. Sin embargo, en su segunda y superior entrega, lanzada dos años más tarde, sí que percibimos ciertos rasgos de este estilo. Hacia el final de la historia, el protagonista es perseguido por Mr. X, una enorme criatura de aspecto humanoide creada en un laboratorio. El mutante no ceja en su empeño de darnos caza. Se mueve lentamente, seguro de su fortaleza, hacia nosotros, que podemos intentar esquivarle o derribarle gastando gran parte de nuestro arsenal. Pero Mr. X no se detiene ante nada y poco después vuelve a levantarse e incluso derrumba paredes para encontrarnos. Durante este tramo final del juego ya no hay zombies, sólo una criatura terrorífica que se mueve al paso de Robocop o Terminator, y nosotros temblamos ante él al vaciar nuestro último cargador. Respiramos aliviados cada vez que cae, hasta que en la siguiente habitación vuelve a aparecer al doblar la esquina. Su secuela directa y continuista, Resident Evil 3: Nemesis, salió al año siguiente. Aunque se trata de una entrega menor y olvidable dentro de la saga, que apenas aporta novedades, sus autores decidieron retomar el concepto de un enemigo poderoso que te acecha constantemente, e incorporarlo desde el principio. De esta forma, Nemesis, otro mutante que podría haber sido creado por el mismísimo Doctor Frankenstein, persigue a la protagonista durante todo el juego, aunque también abundan los zombies. Al igual que su predecesor, podemos abatirle disparándole todo lo que tenemos, momento en el que suelta su mítico grito de “¡STARS!” (nombre del comando al que pertenecemos), para poco después volver a aparecer. Desgraciadamente, la sensación de terror se disipa en gran parte al saber que esos encuentros están prefijados en ciertas zonas y que Nemesis lleva un lanzacohetes como si fuera un simple matón a sueldo.
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En Outlast nos adentramos en un terrorífico psiquiátrico armados únicamente con una cámara de vídeo. Rides With Strangers nos propone un demencial viaje en autostop con un conductor psicópata.
MONSTRUOS EN EL ARMARIO
Dentro del terror moderno, dos títulos del mismo año como Deadly Premonition (Access Games, 2010) y Amnesia: The Dark Descent (Frictional Games, 2010), aunque repletos de muchas criaturas horripilantes, incorporaron a su manera el concepto de tener que escondernos en varios momentos de un monstruo específico al que no podíamos hacer frente. En el delirante Deadly Premonition debíamos escapar del temido asesino del chubasquero (otro guiño al slasher clásico) para que nos clave su enorme hacha corriendo y ocultándonos en mesas y armarios donde contener la respiración como cuatro años después haríamos en Alien Isolation. En Amnesia, por su parte, podíamos escondernos en las sombras, a costa de perder cordura, o en los socorridos armarios. El estudio Red Barrels mantuvo esas ideas en su notable debut de 2013, Outlast. Interpretamos a un intrépido periodista que decide entrar a investigar un misterioso hospital psiquíatrico con su cámara de vídeo como único arma. Allí se encuentra con varios pacientes con tendencias homicidas. A algunos basta con no molestarles, pero otros nos empiezan a perseguir en ciertas zonas. Especial terror sentimos cuando un interno en particular, el maniaco Chris Walker, nos busca por los pasillos del manicomio. Al ocultarnos en una taquilla o bajo una cama nos estremecemos al escucharle moverse con sus dos metros de altura y unas cadenas atadas en sus brazos, lo que al mismo tiempo nos sirve de pista para saber por dónde anda y así poder decidir hacia qué habitación iremos. El nuevo juego de los autores de Amnesia continúa explorando el camino marcado por aquél, pero cambiando la ambientación clásica por una de ciencia-ficción. En Soma tampoco tenemos armas, así que debemos recurrir al sigilo y al ingenio para descubrir qué es lo que está pasando. Hay varias criaturas extrañas, cada una en una zona diferente de las instalaciones donde transcurre la historia. Al acceder a un nuevo área, nos topamos con un monstruo distinto al anterior, cada vez más feo y peligroso. Así que lo mejor que podemos hacer en primer lugar es observar al enemigo desde lejos, para fijarnos en su comportamiento y descubrir su forma de actuar, pues son absolutamente letales. Esta idea recuerda ligeramente a Alien Isolation, donde lo recomendable es conocer el patrón de comportamiento del bicho y tratar de tenerlo localizado en todo momento para que no nos sorprenda, por muy aterradora que nos resulte su visión. Así, en Soma descubrimos que el Construct
es lento y hace mucho ruido, por lo que resulta fácil de esquivar. El Proxy, en cambio, es ciego, pero con un oído muy agudo. Eso significa que podemos usar la linterna sin problemas, pero al encenderla o apagarla puede escuchar el sonido. El Flesher, por su parte, es ciego y sordo, pero reacciona si nos encontramos cerca de él y, al mirarle directamente, tenemos problemas de visión. Y hay varias temible criaturas más en las profundidades del juego. Estos acercamientos tan sofisticados, con criaturas que se comportan de manera totalmente orgánica y con una gran inteligencia artificial, parecen el camino a seguir por parte de títulos con ciertas aspiraciones. Sin embargo, en su mayoría se trata de monstruos y criaturas aberrantes que provienen de mentes retorcidas como las de H.R. Giger o H.P. Lovecraft. ¿Es que no existen humanos que puedan infundir terror? A esa pregunta pretende dar respuesta el Reflect Studios. Gracias a Kickstarter consiguieron financiar su proyecto Rides With Strangers, donde interpretamos a una joven recién licenciada que ha sufrido una avería en su viejo coche cuando se dirigía a una entrevista de trabajo. Se encuentra en medio de la nada junto a la carretera poco transitada en una noche oscura, así que decide hacer autostop. Nuestro objetivo es conseguir que algún coche se detenga a recogernos y una vez dentro, hablar con nuestro salvador. El problema es que el amable conductor es en realidad un psicópata que aprovechará cualquier descuido para agredirnos o incluso matarnos. La única manera de evitar este aciago destino es mantener una conversación con el potencial asesino, responder a sus preguntas, intentar manipularle, bajar la ventanilla para coger aire, cambiar la emisora de la radio e intentar distraer al inesperado chófer mientras mantenemos disimuladamente toda la atención que podemos sobre él sin levantar sospechas. En la breve demo que el estudio distribuyó para darse a conocer, el conductor es un cura de inquietante voz. En apenas cinco minutos notamos cómo la tensión va en aumento y nos sentimos como la indefensa protagonista, casi sin aire, pidiéndole por favor que acelere para poder bajarnos cuanto antes. La versión final de Rides With Strangers incluirá varios extraños diferentes, así que cada viaje será distinto y tendremos que saber cómo actuar con cada uno para lograr sobrevivir. Además del sádico sacerdote, también tendremos un nerd con sobrepeso, una ninfómana agresiva y un atractivo ejecutivo que podría ser el mismísimo Patrick Bateman, entre otros. Nada de zombies, manicomios ni monstruos; el peor terror es el cotidiano. @
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Cuidado: está usted entrando en la España vacía Texto Sandro Gomato
Una España es moderna y europea, dicen que civilizada; la otra rural, seca y, desde aquí, a veces, la percibimos regida por la violencia. Una está llena, la otra sufre el lastre de la leyenda negra, del atraso y de la despoblación. El escritor Sergio del Molino ha abordado el histórico enfrentamiento entre campo y ciudad en el fascinante La España vacía, un esfuerzo periodístico por entender a estas dos realidades irreconciliables.
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ecía Unamuno que es el trabajo de la tierra lo que ha de enseñarnos a amarla. Así que por eso, para amar más la suya, el portavoz del PP Pablo Casado se fue el pasado 14 de agosto a un pueblo de Palencia, se fotografió haciendo que ayudaba en las labores propias de la labranza y lo colgó todo en Twitter. Fue uno de esos acercamientos torpes de la política a esos estratos primarios de la sociedad tan alejados del glamour del día a día en el Congreso. Ahí estaba Casado, sosteniendo un apeo de labranza o subido sobre un montón de fardos de paja encima de una mula, todo ello vestido con el mismo look impoluto de ir a misa los domingos antes de pasarse por el club de campo. Twitter se lo pasó genial con aquellas imágenes que, naturalmente, se prestaban al meme de una forma exquisita y que ilustraban a la perfección la colisión entre dos mundos tan cercanos como separados por un abismo cultural y mitológico: lo urbano y lo rural. Un choque potenciado por una escenografía que pretendía fortalecer la idea de la acción de campaña a base de forzar el contraste y la asincronía, aunque para ello hubiese que echar mano de métodos de trabajo y herramientas en desuso, más propias de tiempos pasados. Porque tal vez un Casado subido sobre un tractor o empleando la maquinaria agrícola que se usa hoy en día no habría tenido el mismo efecto. Demasiado moderno, o sea, demasiado poco rural. Porque, sobre todo, para el urbanita el campesino ha de ser un paleto. En el capítulo 14 de su brillante Reflexiones de Repronto, Raúl Minchinela se acercaba a esta lucha entre campo y ciudad en España sintetizando toda su complejidad en un elemento: los trajes propios del folklore regional de provincias y su (nula) representación en la cultura popular española. A la pregunta de por qué, al contrario que sucede en Estados Unidos con el cine del Oeste (una vestimenta tradicional, al fin y al cabo) o en Braveheart, ningún protagonista en el papel de héroe viste de baturro en ninguna película, la respuesta es clara: «el traje regional es, en el subconsciente popular, la imagen del mal; el arquetipo de hombre que hemos dejado atrás».
La “España vacía” está formada por Extremadura, las dos castillas, Aragón y La Rioja y contrasta con la otra España, la exterior
Así que, ¿es posible que desde las capitales se vea lo rural casi como algo salvaje, violento y aún sin civilizar? ¿Es, a su vez, el urbanita para los habitantes de los pueblos alguien que ha perdido la pureza de la vida en el campo? El escritor y periodista Sergio del Molino ha profundizado en ello en La España Vacía (Turner, 2016), un ejercicio de indagación en esa herida abierta entre dos construcciones sociales: la gran ciudad, moderna y masificada, y la desolación paisajística y demográfica de los pueblos. En concreto, de los pueblos situados en una zona definida del interior penínsular, que es la que del Molino ha llamado “la España vacía”, que está formada por Extremadura, las dos castillas, Aragón y La Rioja y que contrasta con la otra España, la exterior. Se trata de un área de una bajísima densidad de población, que representa el 53% de la superficie total del país y en donde vive solo el 15,75% de los españoles; y menos del 10% si suprimimos las capitales de provincia. Es decir, que sólo poco más de cuatro millones y medio de personas viven en “la España vacía”. Esta concentración de la población en unos pocos lugares no se da al mismo nivel en ningún otro país europeo. Tan sólo Irlanda tiene una densidad menor.
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El éxodo rural fue la puntilla para las poblaciones del interior peninsular en contraste con las grandes urbes, no tanto porque disminuyese su población sino por cómo ayudó a concentrarla en las ciudades. Ahora, como explica Sergio del Molino, esos municipios vaciados de vida y de oportunidades laborales añoran «un pasado mítico que algunos sueñan revivir gracias a los inmigrantes procedentes del este de Europa y de Latinoamérica, prácticamente los únicos jóvenes que se han atrevido a montar allí su hogar». La España Vacía esconde un tono triste y describe un país asolado por una historia de constantes fracturas sociales, dividido por la guerra y víctima del atraso propiciado por casi medio siglo de dictadura. Un atraso en el que la peor parte se la llevaron, precisamente, los pueblos y la economía agrícola, conducidos al estancamiento por la falta de inversión y la imposibilidad de modernizarse. Como única forma de acercarse a comprender la realidad de “la España vacía”, el autor ha tenido que recorrer sus entrañas hasta llegar a configurar un lienzo paisajístico dominado por el marrón y cuya organización poblacional no tiene nada que ver con el resto de Europa: pocos municipios y separados entre sí por muchos kilómetros, lo que da lugar a territorios muy amplios sin el menor rastro de vida o de urbanización. «Pueblos sin nada, que reciben la visita del médico una vez a la semana, que emplean la escuela abandonada como almacén. (...) Pueblos que desaparecerán como tantos otros en cuanto sus últimos veinte o treinta vecinos mueran o estén tan enfermos que sus hijos los trasladen a la ciudad». Del Molino relata esta tensión continua entre estas dos españas desde una cierta prudencia rigurosa y con un notable esfuerzo comprensivo aunque, también, desde una inevitable perspectiva urbanita. El resultado es un retrato de un país acostumbrado a vivir en la particularidad y la extrañeza, que apenas se reconoce a sí mismo, repleto de zonas geográficas que comparten muy pocos elementos en común, algunas ni siquiera el idioma. Pero tampoco su historia ni sus características climáticas, lo que propicia que arquitectónicamente los pueblos del norte no tengan nada que ver con los del sur. Una guerra con un bando que mira a Europa, a la modernidad y a las reformas enfrentado a otro de valores tradicionales y reaccionarios que reclama solamente no ser olvidado. La UCD lo sabía bien y supo aprovecharse elaborando una ley electoral con un sistema de circunscripciones que privilegia los votos históricamente conservadores de los habitantes de las provincias frente a los de las grandes capitales y que beneficia a los partidos políticos tradicionales (PP y PSOE) ante las
“amenazas” externas. Así, a la política le basta con acordarse de la “España vacía” solamente cada vez que hay elecciones. MATAR POR ABURRIMIENTO
Buena parte de lo que significa esta “España vacía” había sido capaz de condensarlo en una sola palabra Cela, el gran relator de lo carpetovetónico, esa especie de conciencia colectiva que alude a una España rural dominada por la violencia como estado mental, el analfabetismo, la endogamia y la miseria. Un concepto más espiritual que sociológico, que en el escritor gallego era un subgénero literario más y que tal vez tuvo su máxima expresión en La familia de Pascual Duarte, un retrato de la incultura y la marginación como detonantes naturales de la barbarie ambientado en la Extremadura profunda de la posguerra. La diminuta localidad oscense de Fago se convirtió en 2007 en un reflejo nítido de esa “España vacía” donde la violencia es un síntoma, en el epicentro de una realidad que vive al margen de los problemas y cotidianidades del mundo urbano. Hasta allí viajó en aquel entonces Sergio del Molino como parte de su trabajo como reportero para acabar topándose de morros con un microcosmos regido por la desconfianza, la vergüenza y la extrañeza que se traducía en puertas cerradas y miradas turbadas o amenazantes por parte de los vecinos hacia esa multitud de periodistas y cámaras llegados desde la ciudad como un elefante entrando en una cacharrería. Era muy difícil comprender qué había pasado para que, en una pedanía de 31 habitantes, un vecino matase al alcalde a sangre fría. ¿No es acaso un rincón así, tan tranquilo y ajeno al mundanal ruido, un lugar idílico para vivir? Las conclusiones de algunos expertos en crónica negra que recoge del Molino en su libro son tan impactantes como tristes. Se habla de elementos como el aburrimiento extremo, la privación sensorial, el aislamiento y la depresión característicos de estos pequeños pueblos como posibles detonantes de casos como el de Fago. Disputas, rencillas, envidias surgidas entre los pocos vecinos casi como reacción natural al hastío de una pedanía donde nunca pasa nada novedoso. Por esta misma senda transitaba hace poco un reportaje de El Español sobre una pequeña zona rural formada por tres municipios sevillanos que posee el índice de suicidios más elevado del Estado. El autor del artículo había viajado a los pueblos para intentar comprender qué hay detrás de una estadística tan particular y, al margen de evidenciar una vez más el abismo entre el mundo rural y el urbanita que es capaz de preguntar por el wifi en un viejo bar de carretera, descubrió que la violencia (que no deja de ser una condición humana) casi formaba parte del ADN de los habitantes de aquella zona rural perdida en mitad de la nada más absoluta en medio de un interminable mar de olivos. Precisamente a través de la violencia ha sido muchas veces la forma que ha encontrado la ficción para acercarse a lo rural. Todos nuestros temores a esa realidad que nos es ajena y que duerme entre sonidos de animales en calles mal iluminadas están condensados en la cultura popular como lo hacen las películas de zombis y de vampiros con nuestros miedos a lo extranjero y a las enfermedades. Fargo y Twin
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Peaks nos hablan de ese aburrimiento ante el que el crimen y la violencia (lo inhumano) se abren paso. Perros de paja y The wicker man están protagonizadas por forasteros que llegan a uno de esos pueblos aislados y endogámicos y sufren la maldad y el salvajismo en sus propias carnes. Este país tiene su propio relato de violencia y brutalidad, lo conocemos como “la España negra” y uno de sus capítulos más destacados está en Puerto Hurraco, el pueblo de Badajoz en el que una tarde de 1990 dos hermanos, los Izquierdo, salieron a la calle armados con dos escopetas y dispararon contra todo lo que se les cruzó por delante. Murieron nueve vecinos y doce personas resultaron heridas. Todo había comenzado con una disputa entre dos familias. La masacre de Puerto Hurraco es relevante porque devolvió 100 años atrás a esa España que se pensaba moderna y democrática. Todo lo que testimoniaba La familia de Pascual Duarte estaba todavía aquí, en los albores del siglo XXI, en un país que estaba a punto de organizar dos acontecimientos tan unidos a la idea de progreso como unos Juegos Olímpicos y una Exposición Universal. ¿Tan poco había cambiado este país (o al menos una parte de él) en todo ese tiempo? Del Molino remata el episodio de una forma contundente: «Cuando los hermanos Izquierdo cargaron las escopetas y salieron a la calle, el ruido de sus disparos sacó a todo un país de una siesta autocomplaciente. (...) Para muchos, las caras de los hermanos Izquierdo fueron un recordatorio doloroso y vergonzante de que el pecado original ibérico no se borraba con un poco de diseño y otro poco de arte contemporáneo».
El resultado es un retrato de un país acostumbrado a vivir en la particularidad y la extrañeza, que apenas se reconoce a sí mismo La diminuta localidad oscense de Fago se convirtió en 2007 en un reflejo nítido de esa “España vacía” donde la violencia es un síntoma
Pero hay mucho más que crónica negra en el libro, en el retrato de ese «país que nunca fue». Hay una “España vacía” que parece querer permanecer inalterable casi como única forma de supervivencia económica. Un territorio que no sólo se siente cómodo con la imagen que proyecta, sino que además ha sido capaz de autoconvencerse de que es esa imagen la que debe potenciar de cara al exterior. Aferrarse a la tradición, hacer del Romanticismo su bandera, vender el encanto mágico de los pueblos y no tener miedo a presumir de leyenda, de brujas, de magia, de supersticiones atávicas. Es el turismo rural: un pack sumamente atractivo para el urbanita que desea encontrar en todo ello una especie de exotismo fascinante a pocos kilómetros de su apartamento en el centro de la capital. La «distancia espiritual» que indicó Unamuno y que les separa parece un vacío en el que la comunicación se pierde. La España llena y la vacía no saben entenderse entre sí. Al menos, el libro de Sergio del Molino ha intentado interpretarlas. @
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«Soy vista como un cordero que sólo crece para ser devorada» 34 >
Sonita (no) es una buena chica Texto Elizabeth Casillas
Ser una buena chica en Afganistán es quedarse callada, no hablar sobre tu futuro y escuchar a tu familia. Aunque eso implique que seas vendida a un hombre que se convertirá en tu marido al llegar a la adolescencia (a veces, incluso, antes). Sonita Alizadeh no es una buena chica.
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onita Alizadeh es joven, enérgica, combativa y, como a otro buen puñado de jóvenes hoy en día, YouTube le cambió la vida. Aunque a diferencia de esos youtubers que hinchan su ego al mismo ritmo que sus cuentas corrientes, no fue a base de hacer tutoriales de belleza, chistes que desprenden “heterucidad” a distancias astronómicas o de mostrar sus habilidades jugando a League of Legends. No, a esta joven afgana de 18 años, la viralidad de su videoclip Brides for Sale le liberó de un matrimonio forzoso a los 16 años y le sirvió de pasaporte para emigrar a Estados Unidos. A esta lucha, la de liberarse de un entorno represivo y vivir la vida que deseaba, no llegó sola. «Mis amigas me apoyaron, me hicieron fuerte. Si no me hubieran ayudado, no estaría aquí, no podría hablar ni pensar sobre mi futuro. Las chicas son muy fuertes, pero necesitan apoyo», declaraba Sonita en Women in the World. Aunque nació en Afganistán, Sonita se crió en Teherán, donde su familia se refugió durante la guerra y donde, al ser una emigrante sin papeles, solo pudo acceder a la educación que impartía una ONG de la zona para niños y niñas en su misma situación. Allí empezó a demostrar su verdadero interés por la música y a escribir las primeras canciones, al principio de corte pop, después más cercanas al rap; cuyas letras hablaban de la guerra, la violencia y los derechos de la mujer. Soñaba con que sus padres fueran Michael Jackson y Rihanna. Pero, como apuntaba la periodista y escritora Zarghuna Kargar en el encuentro con Sonita en Women in the World, cantar es un tabú en la comunidad afgana, sobre todo para mujeres y niñas. Su madre, además, tenía otros planes: necesitaba que Sonita regresara desde Teherán, donde vivía con una de sus hermanas, a Afganistán para casarla a cambio de 9.000 dólares, la misma cantidad que ella pagaría por una esposa para su hijo. Éste era el segundo intento de venderla, el primero se gestó cuando ella apenas había cumplido diez años.
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LA MUJER DE LOS 2.000 DÓLARES
En Irán, los estudios se negaban a grabar si no cantaba junto a un hombre, y mucho menos unas letras que allí se tachan de peligrosas. Entonces, ¿cómo iba a lograr una niña cumplir su sueño de convertirse en rapera? El destino quiso que uno de los trabajadores de la ONG en la que estudiaba Sonita fuese primo de la directora iraní Rokhsareh Ghaem Maghami, y que éste acudiera a ella para hablarle de una refugiada excepcional y talentosa que necesitaba ayuda para impulsar su carrera musical. Es así como la cineasta comenzó la grabación de un documental que llevaría el nombre de la protagonista, en el que demostraría cómo viven todas estas niñas y que hoy se ha convertido en uno de los fenómenos del año. De hecho, tras el reconocimiento de crítica y público en festivales consagrados como Sundance
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«Mis amigas me hicieron fuerte. Si no me hubieran ayudado, no estaría aquí, no podría hablar ni pensar sobre mi futuro. Las chicas son muy fuertes, pero necesitan apoyo»
o DocumentaMadrid, Sonita es la cinta elegida para clausurar la XXI Muestra de Cine Dirigido por Mujeres que se celebrará del 17 al 23 de octubre en Bilbao. Rokhsareh Ghaem Maghami ha terminado siendo crucial para el futuro de Sonita, no sólo por el documental en sí, sino por implicarse más de lo que en la tradicional narrativa del documental está aceptando y asumir los riesgos que supone romper la barrera entre cineasta y protagonista. En un momento del documental, Sonita mantiene una conversación con su madre que queda recogida en la cinta: «¿No puedes ver lo ocupada que estoy? No he grabado aún mis canciones. ¡Y quieres venderme en Afganistán justo ahora!». Su madre le contesta que no está interesada en sus canciones y Sonita continúa: «Malgastarás mi potencial si me casas». A la directora iraní no le quedó más remedio que negociar el futuro de Sonita con la madre de ésta: 2.000 dólares a cambio de seis meses más de la libertad que les permitiese continuar trabajando en el documental.
Sus palabras, aún susurradas, contrastan con esa falta de libertad de la sociedad en la que le ha tocado vivir. «Soy vista como un cordero que sólo crece para ser devorada», continúa cantando. Las magulladuras, que van apareciendo en su rostros, denuncian la violencia machista a la que muchas de estas niñas son sometidas tras la consumación del matrimonio. «Ese video lo hice mientras estaba en Irán, estábamos hablando de cómo debería ser el vídeo y una de mis amigas estaba sentada junto a mí con la cara amoratada. Ella estaba callada y no decía nada, pero cuando la miré me imaginé el videoclip en mi cabeza y quería contar toda nuestra historia y la de miles de niñas de todo el mundo e introducir a esas niñas al mundo», explicaba Sonita en Women in the World.
Sonita soñaba con que sus padres fueran Michael Jackson y Rihanna
BRIDES FOR SALE
Es en ese lapso de tiempo cuando se grabó el videoclip de Brides for Sale, una canción brutalmente honesta inspirada en su particular huida de un matrimonio concertado. No tiene nada del glamour que habitualmente envuelve los videos de rap: no hay grandes coches, no hay oro ni fiestas con jacuzzi. Aquí sólo está Sonita en primer plano, ataviada a ratos de negro a ratos con vestida de novia, magullada, con un código de barras en su frente. «Permíteme que te susurre mis palabras, para que nadie me escuche hablar de las niñas en venta. Mi voz no debe ser escuchada porque va en contra de la sharia. Las mujeres deben permanecer en silencio. Es la tradición. Como otras niñas, estoy aprisionada», dice la primera estrofa. Un matrimonio infantil significa para todas estas niñas tener que dejar sus estudios, olvidar sus sueños y, al cumplir los quince años estar preparadas para ser madres, hacer la comida, limpiar sus casas y ponerse a cuidar de sus maridos.
Aunque no fueron grandes cifras las que alcanzó el videoclip Brides for Sale para lo que estamos acostumbrados hoy en día, poco más de medio millón de visionados en un año, sí que lo vieron las personas adecuadas. Llegó a su madre que, aún sin mostrar mucho entusiasmo, le dió su aprobación. Sonita no le guarda rencor: «ella me quiere, se preocupa por mí. Intenta venderme porque es la tradición, no conoce otro camino. A veces, la sociedad y la tradición no te permite tomar una decisión diferente. Es un punto que quiero que quede claro, ellos quieren a sus hijas», le explicaba a Tabitha Jackson, directora del programa de películas documentales del Instituto de Sundance. También llegó a quién dió la voz de alarma en Strongheart Group, una organización sin ánimo de lucro cuyo proyecto principal es ayudar a jóvenes excepcionales en entornos desfavorecidos y empoderarles para conseguir cumplir sus metas. A Sonita le valió una beca para estudiar en Estados Unidos, aunque el periplo para llegar hasta Utah no fuese tampoco fácil -Sonita no tenía papeles, por lo que era una labor casi imposible conseguirle un pasaporte sin el consentimiento de sus padres. Ahora, entre conferencia y concierto, dos escenarios distintos con un mismo fin, le gustaría licenciarse en derecho antes de volver a Afganistán y seguir con la lucha que acaba de empezar: intentar acabar con los matrimonios infantiles partiendo de la educación de los padres. @
Zinemakumeak Gara!
xxi muestra de cine dirigido por mujeres del 17 al 23 de octubre sala bbk
babeslea / patrocina
La Europa desahuciada Texto Laura Lazcano
¿Se te llena la boca con la palabra ‘emprendedor’? ¿O quizás eres de los que se le salta la lagrimita con el flashmob que los felicísimos empleados dedican al empresario de origen humilde que los medios ensalzan y se dedica a explotar a niños en el tercer mundo? Quizás no te vendría mal echarle un vistazo a alguna de las siguientes películas.
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ecía Román Gubern en su Historia del Cine que el cine es un finísimo barómetro de las preocupaciones colectivas. Precisamente porque lleva demostrando durante más de cien años que puede funcionar como un reflejo de la sociedad, es lógico que a estas alturas la desesperación y los problemas sociales que genera la crisis económica se hayan hecho un hueco en la producción cinematográfica. También hay numerosas creaciones que incorporan la crisis como telón de fondo, sin que esta resulte un tema primordial en sus tramas. Como ocurre en Sweet Home, slasher español de Rafa Martínez que incide en la situación precaria de la joven pareja protagonista mostrando la crisis mediante el acoso inmobiliario sufrido por el anciano del edificio donde se desarrolla la acción. O en Looper, donde su director Rian Johnson se sirve de escenarios desolados y pobreza en las calles para mostrar un futuro en el que la depresión económica ha campado a sus anchas.
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Se han tomado muchos caminos a la hora de retratar la crisis en la pantalla y no todos son positivos ni ayudan a entender el problema. En España, sin ir más lejos, existen varios filmes que reducen la recesión económica a un planteamiento moralista que se centra en el comportamiento de sus personajes. Se condensa el fenómeno de la crisis en decisiones con sus consecuencias, como si lo que hiciese un individuo fuese suficiente para explicar las variaciones de la maraña económica mundial. En uno de los momentos álgidos de La chispa de la vida (2011, Álex de la Iglesia) la esposa del publicista que se ha caído a un anfiteatro debe decidir si vende el accidente de su marido a una cadena de televisión. De manera similar se diluyen las verdaderas causas del desastre trasladando la crisis a un plano personal en Ayer no termina nunca (2013, Isabel Coixet) cuando se da a entender que el hecho de que el hijo de la pareja protagonista muriese debido a los recortes en sanidad provoca que ese matrimonio se termine.
En la búlgara Urok, la protagonista es una maestra de escuela, cabeza de familia en un hogar con un marido alcohólico y endeudado A la izquierda, la rusa Leviathan.
Salvando algunas excepciones, la norma general en Hollywood es representar la crisis como algo demasiado complicado de explicar y ocasionado por la figura de un inversor maquiavélico o irresponsable, mientras que en el cine europeo sobre la precariedad prima el punto de vista de quien la sufre, esto es, los ciudadanos. Los géneros más recurrentes para abordar esta precariedad en pantalla son la comedia – mediante la que se evidencia una necesidad de hacer de ella algo más digerible y amable para el espectador – o el drama cuando se opta por el extremo opuesto. Con frecuencia nos encontramos con comedias ligeras que tienden a recurrir más a estereotipos y personajes planos. Por eso no es de extrañar que en la comedia italiana Il Capitale Umano (2014, Paolo Virzi) esté presente el ya habitual personaje que invierte todo su dinero de manera irresponsable, lógicamente lo pierde, y el resto del filme asistimos a sus peripecias por ocultar este hecho mientras trata de recuperar sus ahorros.
crudeza un caso de pobreza extrema ejemplificado en un joven contratenor desempleado que prácticamente no pronuncia palabra en casi todo el metraje, tensando la imagen de un país que ha enmudecido debido a las injusticias sociales impuestas. La idea del individuo que se encuentra solo frente al desastre cobra fuerza Dheepan (2015, Jacques Audiard). Experto en enfrentar violencia y ternura en sus historias, el último filme del director francés muestra la precariedad desde la óptica del refugiado de guerra que va a parar a una banlieu de París, mostrando cómo el sueño europeo también se resquebraja en el mismo corazón de occidente. Porque en ese barrio marginal al que va a parar, el protagonista tiene que lidiar con la pobreza, el racismo y los narcotraficantes que controlan el vecindario. Audiard subraya el carácter violento de la precariedad mostrando cómo el protagonista opta por resolver sus problemas aplicando violencia (en su caso, unas habilidades militares adquiridas en la guerra) y convirtiendo la banlieu en un campo de batalla real.
Se han tomado muchos caminos a la hora de retratar la crisis en la pantalla y no todos son positivos ni ayudan a entender el problema
Por otra parte, el drama actúa de contrapunto incidiendo en un retrato más profundo de las consecuencias de la crisis. Perteneciente a la vertiente menos críptica de la Nueva Ola Griega, más del lado del drama social, se encuentra Boy eating the bird’s food (2012, Ektoras Lygizos). Lygizos narra con
También la rusa Leviathan (2014, Andrei Zvyagintsev) presenta el problema del protagonista desde una perspectiva fatalista. Una vez más se muestra la lucha del individuo contra todo tipo de instituciones corruptas, empezando
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En la española Techo y comida, es una joven madre soltera la que debe hacer malabarismos para subsistir con su hijo
por el ayuntamiento (el alcalde quiere expropiar un terreno al protagonista); pasando por el juzgado, que obra de acuerdo con los intereses del alcalde y la iglesia en último lugar, a la que se apunta de manera simbólica. CUANDO LA PRECARIEDAD TIENE NOMBRE DE MUJER
El espectador quizá esté demasiado habituado a personajes crepusculares masculinos a los que un amplio espectro del cine invariablemente concede espacio. Sin embargo, y probablemente solo porque se trata de un problema real, la feminización de la pobreza encuentra un sitio en esta categoría de drama social. Por ello, en este tipo de filmes la desesperación se representa a través de personajes femeninos, lo que añade ciertos matices a la carga que experimentan. Como si no fuera lo suficientemente agotadora la odisea de buscar trabajo o reunir dinero, a eso se le suman las tareas de casa y miembros de la familia de los que ocuparse. Así ocurre en la película búlgara Urok, en la que su protagonista, una maestra de escuela, es la cabeza de familia
cocina alcahueta
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en un hogar con un marido alcohólico y endeudado. No solo tiene que sacar adelante a su marido e hija sino que debe ingeniárselas para evitar que les desahucien. Si bien al principio todo indica que la película va a plantear una parábola moral para hablar sobre la crisis, termina desmarcándose del análisis que interpreta a ésta en unas coordenadas morales y legitima las acciones de su protagonista para sobrevivir en un contexto social corrupto. Al igual que en Leviathan, los tentáculos del neoliberalismo se aprecian en la corrupción institucionalizada, en este caso de la policía. Aunque con un montaje algo confuso, también la griega A Blast (2014, Syllas Tzoumerkas) dispone de protagonista femenina contra viento y marea. Con un marido ausente y tres hijos de los que ocuparse, el filme despliega un subtexto común a la gran mayoría de estas producciones: el hecho de que no se conciba cualquier posible salida a la crisis que no implique recurrir a la violencia. Estos filmes dejan bastante claro que la violencia estructural que conlleva la crisis a menudo fuerza una respuesta violenta por parte de los protagonistas (ya sean hombres o mujeres).
196 76 946 756 // 944 304 0 / / ) o o) ba a, 7 (Bil HOPOS, 31 (getx g a h c e r A DE LOS C AVENIDA
Es el caso de la profesora de Urok, que se ve obligada a cometer un delito para no perder su casa y el de A Blast, cuya protagonista se pasa todo el filme preparándose para cometer un delito y poder así salir de sus problemas financieros. Incluso el inmigrante de Dheepan se toma la justicia por su mano para poder sobrevivir. En el caso de la española Techo y comida (2015, Juan Miguel del Castillo) es una joven madre soltera la que debe hacer malabarismos para subsistir con su hijo. Este filme, que bien podría ser el equivalente español de la griega Boy eating the bird’s food, aunque con protagonista femenina, conforma un retrato de pura supervivencia mostrando situaciones tan extremas que lo convierten en una experiencia realmente dura. A todo lo anterior hay que añadir que las protagonistas de estas películas están sujetas solo por su condición a otro tipo de violencia: la sexual. La certeza de saberse indefensa y a merced de cualquiera que quiera sobrepasarse –ya sea en forma de sugerencias, amenazas, tocamientos, o el pack completo que además incluye violación– lo sufre en sus carnes la protagonista de Urok cuando dos prestamistas amenazan con violarla y al ir a denunciar descubre que el policía que le va a tomar declaración es uno de ellos. Porque no es ningún secreto que el capitalismo trafica con cuerpos y en concreto hace un negocio muy rentable del femenino, a la joven madre de la española Hermosa Juventud (2014, Jaime Rosales) no le queda más remedio que probar suerte en la prostitución para sobrevivir. Rosales logra establecer una comparación entre el empresario explotador y la industria del cine porno amateur que ofrecen la explotación del cuerpo a cambio de migajas.
mismas penurias que el protagonista al que sigue, permitiendo a su vez una mayor identificación con los personajes de estos filmes. Así ocurre en algunas de las películas mencionadas previamente como A Blast y Urok que contienen varias escenas en las que el espectador no se despega de la espalda de sus heroínas. También en la española El triste olor de la carne (2013, Cristóbal Arteaga), un plano secuencia de hora y media en la que asistimos a la dura experiencia de un hombre que necesita vender todas sus pertenencias para hacer frente a una deuda. Asimismo, en la belga Dos días, una noche de los hermanos Dardenne, es Marion Cotillard a quien persigue la cámara en su periplo por convencer a sus compañeros de trabajo de que renuncien a una prima de dinero para que ella pueda conservar su puesto. El individuo solo frente a la crisis en una lucha amañada desde el principio. Los Dardenne muestran la retorcida estrategia de la empresa capitalista: debilitar los lazos de solidaridad entre los trabajadores. Es más conveniente enfrentarlos entre sí amén de evitar una posible revuelta contra los jefes. La angustia psicológica que deriva de esta situación (un posible despido) es la que percibe el espectador tras la nuca de su protagonista.
En el cine europeo sobre la precariedad prima el punto de vista de quien la sufre, esto es, los ciudadanos
Llegados a este punto, hay que reconocer que no es complicado distinguir los patrones narrativos en este cine de la precariedad, y que además la representación fílmica de esta angustia pasa por ciertos movimientos de cámara recurrentes. Con frecuencia se emplea el travelling de seguimiento y la cámara se dedica a seguir a los personajes por detrás. Con este recurso se busca transmitir la sensación de que lo que están viviendo los protagonistas de este cine es agotador y frustrante. De esta manera, el espectador no se pierde un detalle y padece las
Por último, no hay que desdeñar el protagonismo que toma la precariedad juvenil en el cine europeo de la crisis. La desidia y la frustración de los hijos de una clase media en proceso de aniquilación están presentes en muchos filmes como Pikadero (2015, Ben Sharrock), Terrados (2011, Demian Sabini), Hermosa juventud o Boy eating the bird’s food. Concretamente hay un filme francés que destaca porque se encarga de arrojar luz sobre esos obstáculos que gran parte de la sociedad no asocia como causantes del desempleo y el desencanto que acarrea. La protagonista de De amor y agua fresca (2010, Isabelle Czajka) es una joven recién licenciada cansada de encadenar trabajos precarios que no le llevan a ninguna parte ni le resuelven su situación. Entretanto es atormentada por su hermano, firme defensor de la mentira neoliberal del “si te esfuerzas, conseguirás lo que te propongas”, su madre, que le culpa de su situación inestable y su jefa, que pretende que haga horas extra no remuneradas. La directora muestra cómo el hecho de que ella no acepte pasar por el aro de la precariedad laboral le convierte para su entorno en culpable directa de su situación. @
la magia de nuestras flores n Particular de Indautxu, 2. Bilbao.
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Eskerrik asko. Zuen laguntza funtsezkoa izan da mezua ahalik eta argien geratzeko:
#PrestGaude Bizkaia prest dago gerraren izutik ihes egiten duten pertsona guztiak hartzeko, eta haiei babesa emateko. Erakunde eta pertsona askok esan digute ekintza zehatzez, programez eta inbertsio ekonomikoez gain beste lan bat ere egin behar dela: bizkaitarrak kontzientziatzeko eta sentsibilizatzeko lana egin behar da. Hori guztia kontuan hartuta sortu zen, duela hilabete batzuk, “#PrestGaude” ekimena. Eta are garrantzitsuagoa dena: entitate (CEAR, Gurutze Gorria, Caritas eta Ellacuría Fundazioa) eta pertsona jakin batzuen boluntariolaguntzarekin egin da dena. Haiei guztiei “mila esker”. Getxo eta Portugalete artean dagoen Bizkaia Zubian kaleko ekimen bat egin zen; oso hunkigarria izan zen, nahi izan zutenek bihotza eta arima ere jarri zituztelako (grabatu ziren bideoetan ikus daiteke hori, zalantzarik gabe).
Muchas gracias. Vuestra colaboración ha sido fundamental para que el mensaje quedara lo más claro posible:
#PrestGaude Porque Bizkaia está preparada para acoger, para dar refugio y protección a todas aquellas personas que huyen del horror de la guerra. Son muchas las organizaciones y las personas que nos trasladan que, además de las acciones concretas, los programas y la inversión económica, era necesario realizar una labor de concienciación y sensibilización entre la sociedad vizcaína. Desde este planteamiento nació hace unos meses la iniciativa #PrestGaude. Y, lo más importante, se ha realizado con la colaboración voluntaria de algunas entidades (CEAR, Cruz Roja, Caritas y Fundación Ellacuría) y personas a quienes quiero dar especialmente las gracias. La acción de calle que realizamos en el Puente Colgante, entre Getxo y Portugalete, fue realmente emocionante porque quienes quisieron sumarse pusieron
Enplegua, Gizarte Inklusioa eta Berdintasuna Sustatzeko Sail honen konpromisoa oso argia da. Eta sentsibilizatzeko kanpainarekin batera beste aukera batzuk ere badaude. Batetik, Goihabe programa; horren bidez harrera duina eman ahal izango zaie Bizkaira heltzen diren iheslariei. Bestetik, Garapenerako Lankidetzara bideratutako partidak daude; hauen zati bat Siriarako eta alboko herrialdeetarako da, baita iheslarien esparruetarako edo igarotzeko esparruetarako ere. #PrestGaude ekimenak aurrera jarraituko du. Horrela behar delako. Eta Goihabe programa eta Garapenerako Lankidetzako inbertsioak ere aktibo mantendu behar dira. Beste modu batera izatea gustatuko litzaiguke… baina indar osoz eta harrera egiteko politiken bidez jarraitu behar dugu pertsona horientzako babesaren eta arretaren alde. Legez bete behar dugu, baina betebehar politikoa eta morala ere bada. Ez dezala inork zalantzarik izan. Prest jarraitzen dugu. #PrestGaude
el corazón y el alma (los vídeos que se han realizado lo demuestran sin ninguna duda). El compromiso del Departamento de Empleo, Inclusión Social e Igualdad que dirijo es inequívoco. A esta campaña de sensibilización le sumamos el programa Goihabe, un programa nuevo para garantizar la acogida digna de cuantas personas refugiadas recalen en Bizkaia; o las partidas de Cooperación al Desarrollo, que en parte han ido a parar a Siria y países aledaños, así como a campos de refugiados o zonas de tránsito. #PrestGaude va a continuar. Porque es necesario que así sea, como es necesario que se mantenga activo el programa Goihabe o las inversiones en Cooperación al Desarrollo. Ojalá fuera de otra manera… pero tenemos que seguir apostando con todas nuestras fuerzas y nuestras políticas por la acogida, por el refugio, por la atención a estas personas. Es una obligación legal, pero también política y moral. Que no quede ninguna duda. Seguimos preparadas/os. #PrestGaude
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Felipe Almendros
Hazlo difícil, hazlo mal Texto Elizabeth Casillas
Felipe Almendros acaba de publicar VIP, un cómic con apariencia de revista de tendencias con el que pone fin a la trilogía autobiográfica que comenzó con SOS (2008) y continuó el demoledor relato de RIP (2011). Con un estilo ecléctico y una narrativa arriesgada, el texto va desapareciendo, hasta ser casi inexistente, a merced de la poderosa imagen.
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elipe Almendros (Badalona, 1976) tiene un estilo arriesgado, tanto en lo visual como en lo narrativo, y un poder inmenso a la hora de transmitir emociones con un dibujo que algunos, sin dudarlo, tacharían de feo, simple o bruto. Sin embargo, sus cómics están llenos de pequeños detalles de un gran valor visual que, con la publicación de VIP (Reservoir Books, 2016), han quedado revelados. Una regeneración del lector, cada vez más experimentado, ha permitido también una mejor acogida de sus obras y son cada vez menos las voces que tachan a este tipo de obras de perversiones del medio. Aunque el
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dibujante reconoce estar bastante ajeno al momento actual que vive la historieta, es consciente de la evolución vivida por el público. «Hay una nueva generación que es más arriesgada, y no sólo en cuanto a la narrativa sino también en el grafismo, que ha hecho que la gente se acostumbre a otro tipo de lecturas que no sean el típico cómic», argumenta. De formación clásica (realizó los estudios de artes aplicadas e ilustración), Almendros ha conseguido llevar a cabo esa máxima que pone en boca de uno de los personajes de su última novela gráfica según la cual, una vez conseguido
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copiar a la perfección, toca romper las reglas. «Igual de importante es aprender que rebelarse contra ello. En mi caso tiendo a hacer un tipo de ilustración que recuerda a lo mal hecho, pero siempre con ese pasado académico presente que me ayuda a componer y a crear un grafismo interesante que no sea solo feo porque sí, sino que aporte algo», aclara. Y, de hecho, enlaza a la perfección con otra de las pocas frases que se pueden leer en VIP: «para hacerlo peor necesitas esforzarte más». Almendros continúa explicándonos que una vez aprendes a dibujar bien ya no te queda nada más. «Lo fácil es seguir haciéndolo bien y lo difícil es, precisamente, romper con todo lo que has aprendido y a partir de ahí crear algo nuevo», sentencia.
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«El pasado académico me ayuda a componer y a crear un grafismo interesante, que no sea solo feo porque sí, sino que aporte algo»
«Lo fácil es seguir haciéndolo bien y lo difícil es, precisamente, romper con todo lo que has aprendido y a partir de ahí crear algo nuevo»
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Almendros ha cambiado las palabras y la desnudez de sus anteriores obras por fondos llenos de color y un estilo kitsch
CÓMIC DE TENDENCIAS
En VIP, Felipe narra su inclusión al mercado laboral como cartero en Barcelona, las rutas de reparto que le llevan a conocer a la musa desencadenante de ese personaje que es Philip Almonds; la relación con su familia, de nuevo volvemos a ver a su hermana, esta vez convertida en madre, y a su sobrino; y su vida como inquilino en un club nocturno azotado por la crisis. Quizás, ese resurgir del color tenga que ver también con ese nuevo ritmo seguro, allegro ma non troppo, que va alcanzando a su vez el autor. Almendros ha cambiado las palabras y la desnudez de sus anteriores obras por fondos llenos de color y un estilo kitsch que ha hecho que junto al cómic se incluyan unas gafas 3D para visualizar algunas de las escenas y el primer álbum en CD de Philip Almonds, el alter ego que
inventa el dibujante en la obra. Toda una gran broma que, tras más de cuatrocientas páginas, cobra sentido. «Como en la historia aparece una revista de tendencias, quise jugar con esa metarrealidad de que la revista de la historia se convirtiera en el propio formato del cómic. A partir de ahí, se me ocurrió llevarlo hasta el extremo e incluir los típicos regalos como unas gafas o un CD de música del grupo del momento», confiesa. De ahí que dentro del propio cómic aparezca una importante colección de anuncios, todos protagonizados por Philip Almonds, intercalados entre los capítulos y que sirven, a su vez, para demostrar la buena mano que tiene con la pintura y la ilustración. Pero, a diferencia de lo que es habitual en este tipo de revistas, aquí hay una ausencia total de frivolidad. @
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CONSUMIR PREFERENTEMENTE ANTES DE
CACTUS Nº 20
Ulises 31 ¡¡CANTOS DE SIRENA CON SABOR A QUESO!!
En esta sección hemos recogido snacks asociados a fenómenos y series infantiles como Tortugas Ninja, Star Wars, Chiquito de la Calzada o Spider-Man, pero el que hoy traemos puede considerarse el antecesor de todos ellos, quizá el primero basado en una serie de dibujos para captar a los niños: Ulises 31. La prueba de Carbono 14 lo ubica a comienzos de los 80, pues este anime franco-japonés se empezó a emitir en 1981 y llegó a nuestro país al año siguiente, con gran éxito entre los chavales de la época. Tal fue el boom con las aventuras espaciales de Ulises y su pequeño robot que Matutano decidió dedicar toda su línea de productos a la serie. Había desde snacks clásicos, como patatas fritas, al jamón, onduladas e incluso paja, Fritos, Cortezas de cerdo y Cheetos Rizos, hasta otros más experimentales –recordemos que hablamos de 1983– como Pecaditos (que básicamente eran Torciditos), BocaBits (en lo que probablemente era su nacimiento) o BUM (con el subtítulo de “Bolitas con Queso tipo Manchego”, lo cual me hace soñar, ingenuamente, con otras de Cheddar, Idiazabal o, por qué no, Cabrales) Tal despliegue de medios no podía quedarse ahí, así que además cada paquete incluía uno de los 30 adhesivos fluorescentes de Ulises 31. Matutano lo denominó “luz galáctica” y era simplemente el material que brilla en la oscuridad, táctica que repetiría años después con las pegatinas de Dragon Ball.
Imágenes tardesdephoskitos.blogspot.com .es
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No me tire, deposíteme sobre una mesa para que otros puedan disfrutarme. Gracias.
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Agenda
septiembre / octubre 2016 - Bilbao
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DOM 11 SEP 17:00-19:00 TALLER CREATIVO: LETRAS DE CARTÓN 10€
JUE 13 OCT 19:00-20:30 CLUB DE LECTURA DE NOVELA GRÁFICA CRUZANDO EL BOSQUE (DE EMILY CARROLL) GRATIS
DOM 18 SEP 17:00-19:00 TALLER CREATIVO: AMIGURIMI FORMAS BÁSICAS 10€
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