#20 noviembre / diciembre azaroa / abendua 2016 Gratis Doan
Libros MARGARET ATWOOD
Cómic ANTONIO HITOS
Música CÓMO DEJAMOS
DE PAGAR POR ELLA
Cine HEROÍNAS DE POSTÍN
Libros DIANA LÓPEZ VARELA
Videojuegos TEAM ICO
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Kaixo!
Por forma y fondo, el onubense Antonio Hitos es una de las mejores cosas que le ha pasado al cómic en los últimos años. A él está dedicada la portada y nuestro reportaje gráfico, ahora que acaba de publicarse su segunda obra, una historia que conjuga ciencia y metafísica para contar las extrañas consecuencias de una peculiar invasión extraterrestre. La escritora Margaret Atwood, en cambio, sigue rechazando la etiqueta de “ciencia-ficción” para definir sus obras, como la reciente Por último, el corazón, una fantasía de esas que parecen incómodamente reales. Hablando de distopías cercanas, podemos admitir sin temor a equivocarnos que el nuestro No es país para coños, como apunta en su imprescindible libro Diana López Varela. En él, la autora explica por qué todos, no sólo mujeres, deberíamos ser feministas. No sólo es la única forma de llegar a una igualdad real, sino que gracias a ello también follamos mejor.
Y es que el feminismo, de un tiempo a esta parte, está en boca de todos. El problema, como tantas otras veces, es que no siempre se trata como es debido. Últimamente mucha gente agita su bandera como simple herramienta de marketing, como ocurre cuando el cine lo entiende como otra moda más, para ponerse la medalla. Repasamos algunas de esas obras con feminismo light y edulcorado, concebidas para no molestar a nadie. A la música tampoco le ha ido muy bien en los últimos veinte años, pero por motivos muy distintos. El ensayo Cómo dejamos de pagar por la música de Stephen Witt explica de manera clara y trepidante los orígenes de la piratería y Napster que tantos quebraderos de cabeza dieron a las grandes discográficas. No dos décadas, sino once añazos es el tiempo que ha pasado desde el lanzamiento de Shadow of the Colossus hasta nuestros días. El segundo juego de Team Ico es una obra maestra muy influyente, y a principios de diciembre se estrena al fin su esperado sucesor: The Last Guardian.
Un proyecto de Sandro Gomato, Koldo Gutiérrez, Elizabeth Casillas NÚMERO 20 NOVIEMBRE / DICIEMBRE 2016 www.revistacactus.com @revistacactus
La cabecera de la revista es obra de Cristina Daura Han colaborado en este número José Blázquez, Borja Crespo, Yahvé M. de la Cavada, Laura Lazcano, Arrate Hidalgo, David Ortega, Roberta Vázquez, Mireia Pérez, Lucía Baskaran, Ada Diez. Contacto info@revistacactus.com Publicidad publicidad@revistacactus.com
Edita
Gomagula S. Coop. Pequeña
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L A E S T R AT O S F E R A
Think different Por José Blázquez
Una de nuestras ficciones preferidas consiste en despojar de cualquier vestigio de ideología todo cuanto nos rodea. El ejercicio incluye, sobre todo, tanto a la tecnología-en-sí como al uso que hacemos de ella a través de todos los aparatos donde dicha tecnología opera, para gusto, placer y perpetuación de nuestros hábitos consumistas, de los que disfrutamos gracias, precisamente, a la mediación tecnológica. Por ejemplo, si nos preguntan por cómo es nuestro teléfono móvil, esa ficción nos empuja a contestar casi en modo autómata, concentrando la explicación en unos cuantos detalles técnicos, como pueden ser la capacidad en GBs, la dimensión panorámica de la pantalla en pulgadas, la resolución en HD, etcétera. Ficción de la superficie, podríamos decir, que es la propia de las superficies planas, manejadas por seres igualmente superficiales, nosotros, aplastados bajo esa fascinación que no deja de subyugarnos. La ideología aquí sería esa tercera dimensión que ni vemos ni queremos ver. Para empezar a advertirla habríamos de romper la pantalla y comprobar el mundo subacuático que sustenta nuestra tecnología. Sería el documento de las profundidades, eso que nos encontraríamos en la inmersión donde sí asomaría la sanguinaria ideología; la obtendríamos como resultado de romper la ficción de la superficie, la pantalla plana, y esparcir todos los componentes ante nuestros ojos para comprobar que casi todos ellos provienen del coltán, nombre del mineral que se usa en la fabricación de la mayoría de nuestros dispositivos electrónicos. Buceemos más profundo todavía. Pido tranquilidad, que llevamos oxígeno. Si nos informamos ahora sobre el mineral en cuestión resulta que nos enteramos de que su extracción, sin entrar en las historias individuales de quienes lo extraen, ni en sus condiciones de esclavitud, etcétera, es motivo de conflictos geopolíticos en la República Democrática Congo, en los que también andan metidos algunos países fronterizos, varias guerrillas, contrabandistas y las multinacionales occidentales,
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@balazkez
sí, las nuestras, las que tampoco tienen ideología. En resumen y sin ahondar en más detalles, la exportación del mineral que provoca la magia de nuestros móviles financia una guerra que ha sobrepasado los cinco millones de muertos. Recordemos la palabra, “coltán”, pero no para sentirnos culpables sino para ser más sabios, para que la tengamos presente la próxima vez que neguemos la ideología desde la que florece la alta resolución de nuestras pantallas, ese mineral que se extrae en ese fondo donde la vida tiene lugar de la forma más cruenta que podamos imaginarnos. Sin luz, y, a diferencia de nuestro hábitat, sin oxígeno. En la profundidad abisal, en ese agujero negro, o en ese infierno que es infierno en tanto que son los cimientos de nuestro paraíso de dos dimensiones, esa ficción de la superficie. En ese lugar que negamos que existe es donde precisamente lo que tenemos está hecho de coltán, puesto que la misma ficción nos impide hacer el ejercicio de comprobar hasta qué punto nosotros somos, en esta historia, los monstruos, primero por no querer saber, y segundo, por negarnos la ideología a partir de cuyo mecanismo de reconocimiento sí podríamos transformar el mundo. Si supiéramos pensaríamos, por ejemplo, en que es muy probable que no hayamos estado nunca en África, pero sí muchos de los componentes electrónicos de nuestros dispositivos tecnológicos, fabricados con un mineral de nombre coltán, que sale de donde sale y financia lo que financia a través de nuestras multinacionales de la comunicación, que nos suministran el gusto, el placer y la perpetuación de nuestros hábitos consumistas, esos dispositivos tecnológicos, decíamos, bellos y asépticos, aparentemente limpios de ideología, de pantalla táctil y la hostia de resolución, mediante los cuales enlazamos en las redes sociales toda nuestra solidaridad con este desolado continente y con sus desgraciados habitantes. Si supiéramos pensaríamos en esto entonces, en que quizás no llevemos a África en el corazón pero sí en nuestros bolsillos y en nuestros bolsos, en todo momento al alcance de nuestras manos, instantáneamente a golpe de clic.
F L A N C O N N A PA L M
¿Quién critica a la crítica? Por Borja Crespo
Me van a perdonar, pero tengo que soltarlo. Toca
exorcizar mis monstruos, que son unos cuantos. No puedo con el estado actual de las cosas en el terreno pantanoso e irreal de la prensa cinematográfica. Justo en el momento espaciotemporal en el cual el noble arte de la crítica es más necesario que nunca, cuesta encontrar textos elaborados con criterio. Realizando un ejercicio de catarsis, escribo estas palabras para denunciar ingenuamente, con mirada rabiosamente subjetiva, el ascendente e imparable periodismo de alfombra roja. Hablar del cine como arte se lleva menos que nunca. Las nuevas corrientes informativas, basadas en ocasiones en firmar un artículo a base de recopilar tuits de gente dispar, venera el glamour, se centra en la tontería, e ignora todo lo demás. Asistimos al trabajo minucioso de individuos que se hacen llamar críticos y periodistas cuya labor es hacerse selfies en la puerta del cine cuando hay una premiere. Sufrimos la invasión de páginas online que se dedican a colgar trailers de grandes distribuidoras y compartir noticias que vemos mil veces a lo largo del día sin añadir nada que las diferencie. Es el síndrome del periodista patán que le hace el curro a las majors a cambio de unas migajas, léase entrar gratis a los pases de prensa. Abran paso al ejército de prescriptores clones. Los lanzamientos comerciales merecen su atención, por supuesto, hay dinero de por medio, mal repartido, pero también existen estrenos modestos, prácticamente ignorados, entre ellos propuestas interesantes que no van muchos más allá de su presencia en festivales, incluso con premio bajo el brazo. Iniciativas sugestivas se pasean por circuitos alternativos sin que los blogueros de hoy, salvo honrosas excepciones, les presten la más mínima atención, porque lo suyo es dar bola a los estrenos de las multinacionales, probablemente porque su objetivo único es ver cine gratis, además de ganar visitas en la red a base de subir fotos de astros en el candelero y sus chascarrillos, eso que gusta al gran público porque apenas hay otra cosa. Su mayor ilusión es que una dudosa frase de su cosecha, con su nombre en mayúsculas y el de su ¿medio? entre paréntesis, salga como reclamo publicitario en algún cartel. Asusta abandonar el patio de butacas tras tragarse un filme infumable y que haya gente que esté escribiendo, a petición de la distribuidora, bonitas palabras en un folio –te dan el boli-
@ElTioCreespy
sobre un producto fotocopiado, sin gracia, que no merece ni una mueca de asco. Cuesta creer que les haya podido gustar lo más mínimo y que salga sin esfuerzo un adjetivo pomposo de su puño y letra que luzca bien en el póster. ¡Magnífica! ¡Recomendable! ¡Muy buena! Para colmo, si no es suficiente la perplejidad que esta fauna escribiente puede contagiar, han llegado exultantes las oleadas de youtubers en celo a los preestrenos de películas de índole juvenil, seres a los que siempre les mola todo lo que ven, a tenor de lo que cuelgan a posteriori en sus canales repletos de suscriptores de gusto heterodirigido. Puede llegar a fascinar comprobar cómo algunos críticos de hoy visitan festivales por todo el globo sin escribir una sola línea, en un momento en el cual es cada vez más complicado que un evento te pague algo, una noche de hotel o un menú del día. Viendo cómo están las tarifas en la prensa, analógica o digital, no salen las cuentas. Para nada. ¿Dónde te vas de vacaciones? Al festival de Toronto, pero voy a trabajar. Seguro que con lo que te pagan por un par de crónicas te sale a cuenta. ¡Ni de coña! La tontería extrema, con las redes sociales como altavoz, está para quedarse, ha desplazado a la crítica pensante. Las acreditaciones en los festivales empiezan a costar pasta de verdad, y no hay que extrañarse. Las agencias de comunicación llenan los pases a costa de una legión de internautas que abarrotan las salas en horario de trabajo cuando toca una película mainstream y se quedan cuatro y un tambor cuando la sesión para prensa especializada se centra en algún título de nacionalidad impredecible, donde suele haber calidad verdadera. No puedo sino aceptar mi edad y echar de menos aquellos fanzines de los años 90 en los que entrevistábamos a cortometrajistas y dedicábamos demasiadas páginas al cine underground y la locura cinéfaga. No teníamos ni idea. Ahora hay que apuntarse al gimnasio para quedar bien en las fotos delante de los carteles gigantes en los festivales. Es la evolución. Es la nueva cinefilia. Mejor controlar los filtros de Instagram que contar con un criterio cinematográfico contundente. Evasión y punto, vaya bajona eso de la reflexión. Nos hemos hecho mayores. Ponerte la cámara delante y hablar como el Príncipe de Bel Air dirigiéndote a una audiencia parvularia nos queda grande. El píxel y el papel cuché han sabido mimetizarse. Larga vida a José Luis Guarner.
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HARM(ONICS)
Cántame, me dijiste, cántame Por Yahvé M. de la Cavada
@YahveMC
Oh, no, otro puto artículo sobre el puto premio Nobel al puto Bob Dylan. Sí y no. No dejes de leer aún, espera un poco, aunque solo sea para decir con conocimiento de causa lo imbécil que te parece el columnista al final de esta pieza.
como teloneros, y gran parte de la crítica y el público afirmaría que el maestro ha reinventado el hardcore punk, uniendo la influencia de GG Allin y el bakalao para crear algo nuevo, revolucionario y posmoderno. Y oye, lo mismo no estaba mal.
A Dylan le han dado el premio Nobel de literatura, y hay muchos motivos por los que celebrarlo, como hay muchos otros –tal vez más, y más legítimos– por los que decir que es una soberana gilipollez. Según escribo esto, el bueno de Bob aún no se ha pronunciado al respecto, lo que ha provocado las más descacharrantes interpretaciones a un lado y otro del Dylanismo que en las últimas semanas ha fracturado la realidad social, es decir, las tumultuosas y siempre infestadas de drama queens redes sociales. Por no hablar de la Academia Sueca, que lleva un rebote considerable porque la maniobra de autobombo no les ha salido tan bien: por un lado, se habla del Nobel de literatura hasta en las pescaderías por primera vez en mucho tiempo; por otro, todo el revuelo y la polémica están pasando a la Academia cierta factura, cargada de descrédito y pagafantismo intelectual.
Pero ninguna de estas consideraciones es digna de trascender más allá de una aburrida conversación de cuñados. Incluso esta página le queda grande a la discusión de si Dylan es merecedor del Nobel de literatura o no. Lo que sí me ha llamado la atención en los litros de tinta virtual que se han vertido a cuenta del tema es la autoindulgencia babosa exhibida en ciertos sectores del fandom rockero.
Personalmente, y sin entrar en valoraciones artísticas, me parece inapropiado dar este premio, que supone una gran promoción y atención mediática, a un tipo que obtiene la misma repercusión con cada movimiento profesional que hace. La verdadera gracia del puñetero Nobel es poner atención sobre escritores de gran calidad que no han sido descubiertos por el gran público. Tal vez no los mejores del mundo, pero sí suficientemente buenos como para provocar que los libros de Coetzee, Munro, Müller o Pamuk, por ejemplo, estén en las librerías. En las de nuestro país, al menos, pocos títulos de ellos encontraríamos si no hubieran ganado el Nobel. Esa es la verdadera incongruencia del Nobel a Dylan: que no sólo no lo necesita, sino que parece que se la suda. Y con razón. ¿La pasta? Dylan puede facturar en menos de media docena de conciertos el montante al que asciende la dotación del premio. ¿La distinción, entonces? Por favor. Nombremos artistas que aúnen la enorme consideración de la que goza el cantautor entre crítica y público. Dylan podría hacer una gira declamando poemas de Yeats sobre música de Chimo Bayo, lanzando heces al público y llevando a MC Randy & DJ Jonco
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Me explico: durante años, por cuestiones de trabajo, he visto muy de cerca el enorme complejo de inferioridad que arrastran muchos aficionados al cómic, siempre con la necesidad de “dignificarlo” o demostrar que es un medio tan válido como cualquier otro. Es cierto que aún hay un gran sector en la sociedad que asocia el cómic con la infancia o un lenguaje fácil, poco noble, pero el problema no es del medio, ni de sus autores o seguidores. Ni Eisner tiene la culpa de que la gente sea ignorante, ni necesita que nadie envuelva su obra en tapa dura y sesudas consideraciones para aportarle valor artístico. Pues bien, cuando salió la noticia de Dylan y su premio, empecé a leer sobresaltado toda clase de comentarios lloricas y acomplejados dando gracias a la vida porque por fin (¡por fin!) se reconocía la talla literaria de alguien que era más que un cantante, más que un artista, más que un poeta. Y venga a compartir letras de Dylan, como adolescentes forrando carpetas con fotos de sus ídolos, intentando demostrar al universo que ese premio no era solo un premio: era justicia. Reclamada silenciosamente y por fin concedida. Eso es lo que más me sorprendió, sí: que para mucha gente Dylan fue “dignificado”, sacado por fin de las trincheras de la incomprensión y el underground más vilipendiado, artística y socialmente, cuando un puñado de suecos impartió justicia en octubre de 2016. En serio, ¿en qué mundo viven algunos? Normal que el viejo Bob pase del premio. El tipo es suficientemente inteligente como para saber que, aunque el banquete sea en su honor, el plato principal es él mismo.
C I U D A D A N A E M PÁT I C A
Los otros Por Mireia Pérez
Sabemos que existen , que están ahí fuera y que son
muchos más. Les observamos con la altivez que proporciona la distorsión de una caricatura. Son el facha, el machista maltratador, la tendera que vota al PP, el troll, el cuñado, el corrupto, la pija, el niñato o los del vídeo de Ciudadanos. Les miramos (y juzgamos) cada vez con más extrañeza para, llegada la confrontación, mostrarnos desconcertados y preguntarnos, siempre entre nosotros, claro: ¿quién entiende a los otros?
Somos como esos viajeros del romanticismo que cerraban las cortinas de sus carruajes mientras atravesaban paisajes inmensos que preferían apreciar únicamente desde la seguridad de los cuadros que decoraban las paredes de su salón. Pero a todos aquellos inconformistas que tenemos algo que decir sobre la lucha obrera, los desahucios, el veganismo, el feminismo, la corrupción y las injusticias en general, internet (el carruaje) se nos está quedando pequeño y sus mecanismos nos están conduciendo de forma progresiva al aislamiento. Después de unas elecciones se potencia la idea de los dos bandos irreconciliables o de una brecha generacional basada en encuestas, cuando en realidad se trata una separación entre los que con un lenguaje literal o simbólico culto, situados a cada extremo pero siempre desde lo más “alto” del parque virtual con palabras raras y memes ingeniosos reforzamos e impermeabilizamos una barrera para los que están en ese afuera teórico. Aquellos que a su vez nos temen, desprecian o sencillamente se aburren de nosotros, porque cada vez que abren la boca se les señala de forma inquisitoria humillando su ignorancia y mermando sus ganas de aprendizaje. Estas
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@MIIS3RIIA
personas también tienen derecho a voto, hemos visto que muchos lo ejercen, pero la mayoría ya ni siquiera se molesta. Se refugian en sus propios memes o caricaturas más o menos blancas, vengan de la izquierda, de la derecha alternativa o del grupo de whatsapp del curro. Todo ese codeo incesante de denuncia al vacío acompañada de chascarrillo con el objetivo de tomar bando, de ponerse delante o detrás del chiste lo hacemos, los unos y los otros, para nuestra desgracia. Fijaos en la decepción de las últimas elecciones. A través de una ilusión de mítines multitudinarios, atención mediática o hiperrealidad virtual -supuestamente accesible para todos pero que nos devuelve únicamente nuestro reflejo-, nos estamos quedando solos como el Caminante sobre un mar de nubes de Caspar David Friedrich. Ataviados de manera elegante, con chaqueta y bastón, nos asomamos al abismo y observamos la inmensidad con altivez y el ceño fruncido. Pero lo único que percibimos es una bruma opaca mientras nos sentimos cada vez más solos. No nos gusta que nos den las cosas masticadas. Nos atrae lo raro y nos eleva lo indefinible. Está bien. El posmodernismo era esto. Pero necesitamos el diálogo y para ello tal vez tenemos que quitarnos el fular de la ironía y el sombrero de la incredulidad. Sigamos elogiando el ingenio pero salgamos de vez en cuando de la burbuja, rompamos las pantallas y hablemos con los otros, porque no son tal cosa. Somos lo mismo y, por mucho que nos cueste entendernos, hay que tratar de avivar su curiosidad porque es lo único que puede salvarnos.
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Por
Por
Koldo Gutiérrez Un podcast:
LA PINACOTECA DE RADIO ALEJANDRO ÁLVAREZ (WWW.PINACOTECADERADIO.NET)
Un programa de radio que se autodenomina “Plataforma digital para la difusión de la Cultura Contemporánea” ya merece un mínimo de interés. Si además lleva haciendo esta labor durante más de casi cinco años, a lo largo de unos 160 entregas, su labor resulta encomiable. Alejandro Álvarez no entrevista, sino que conversa y charla reposadamente con diferentes agentes culturales, muy apegados al mundo underground del cómic, la música, la literatura y el arte en general. Cantantes, ilustradoras, fotógrafos, bailarinas, diversos colectivos e incluso comisarios de museos y galerías pasan por la Pinacoteca a reflexionar y divagar sobre cultura en todas sus formas.
Elizabeth Casillas Un cómic:
TEEN WOLF
VV.AA. (FOSFATINA Y TIK TOK, 2016)
En 1985 se estrenaba en nuestro país De pelo en pecho, una película protagonizada por el otrora ídolo adolescente Michael J. Fox, y que sufrió la traducción temeraria del responsable de marketing de turno. Su título original: Teen Wolf. Más de treinta años después, la web Tik Tok se ha aliado con la editorial gallega Fosfatina y ha reunido a una buena pila de autoras para revisar el mito de hombre lobo y reivindica el espíritu de ese licántropo adolescente pero, eso sí, con una nueva perspectiva de género. Ahora, esta chica loba será la heroína de las más variadas historias, de dramas adolescentes a misiones secretas pasando por el sexo teenager. Y todo ello, derrochando un talento artístico de autoras muy jóvenes con un futuro prometedor por delante. Auuuuuuuuuu!
Un libro:
Un web de documentales:
THOUGHT MAYBE
#MADRES ARREPENTIDAS ORNA DONATH (RESERVOIR BOOKS, 2016)
THOUGHTMAYBE.COM
En ese confuso maremágnum que es internet, donde vemos Netflix como nuestra salvación y YouTube como el súmmum de la libertad, conviene filtrar y abstraerse del ruido y la basura que todo lo impregna. Thought Maybe fomenta el pensamiento crítico a través de multitud de documentales sobre diversos temas de importancia que la mayoría de medios tratan de manera superficial: globalización, economía, publicidad, racismo, tecnología, capitalismo, ecología, cambio climático, industria alimentaria… Hay vida más allá de Michael Moore. Eso sí, sólo en inglés y sin subtítulos.
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La socióloga israelí Orna Donath pone sobre la mesa uno de los grandes tabúes de nuestra época: decir que la maternidad no es tan maravillosa. En este ensayo, Donath recopila las conclusiones de un estudio que realizó durante seis años y en el que da cabida, por primera vez, a los relatos de aquellas mujeres que se arrepienten de haber sido madres independientemente de la clase social o la edad a la que se tuvieron sus hijos. Donath ahonda en los caminos que llevan a las mujeres a tomar la decisión de ser madres, las dictaduras sociales frente a las experiencias de las mujeres y cómo una puede llegar a ser madre por dejarse llevar por la corriente mientras que la libertad de elección se plantea como algo quimérico. Frente a frases comunes como «¡Te arrepentirás de no tener niños!» surgen nuevas voces que dicen «sé que no debería haber sido madre».
Una sección hecha por los editores de la revista y un invitado distinto cada número, totalmente subjetiva y que no atiende a razones temporales ni de género. Recomendaciones a gogó. Sólo buena mierda.
Por
Samdro Gomato Un disco:
OMEGA
ENRIQUE MORENTE & LAGARTIJA NICK (1996, 2016) Por
Han pasado 20 años ya desde que Enrique Morente, de la mano de Antonio Arias, pusiese en vilo a la escena flamenca con su Omega, uno de los discos más importantes de la música en español por muchas y variopintas razones. Aquella unión de unos tipos que venían del rock duro con uno de los cantaores más prestigiosos del mundo levantó ampollas entre las formas más conservadoras de entender el flamenco, pero, lejos de ser un desafío, se trataba de todo un grito de libertad y la sublimación de los intereses artísticos de un Morente que amaba la música (y la poesía) por encima de géneros y otras constricciones. La reedición de la obra remasterizada y la publicación de un documental sobre lo que rodeó al disco nos ofrece la oportunidad ideal de regresar a Omega y confirmar que suena tan bien, contundente y atemporal como siempre.
Un cómic:
LAMIA
RAYCO PULIDO (ASTIBERRI, 2016)
Rayco Pulido acaba de sorprendernos a todos con su nueva novela gráfica: Lamia, una de esas obras a las que es mejor acercarse sin conocer nada. 88 páginas en blanco y negro llenas de intriga que nos llevan a la Barcelona de 1943, donde Laia –la protagonista de la obra– tiene todo lo que siempre ha deseado: un esposo, un bebé en camino y un trabajo como guionista del exitoso programa radiofónico El consultorio de Elena Bosch. Y aunque Laia es feliz, puede que todo sea mentira. Por cierto, para aquellos que se animen con el tebeo, el club de lectura de la Librería Joker se traslada al Salón de Cómic de Getxo para una sesión especial el 18 de noviembre a las 20 horas en la que los asistentes podrán comentar la obra con su autor y conocer así mejor sus entresijos.
Antonio Hitos Un disco:
BODY WAR
SHOW ME THE BODY (CONCORD RECORDS, 2016)
El primer disco del trío neoyorquino es una pedrada de puro hardcore a la cabeza. El punk sigue desmintiendo el mantra absurdo de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y Body War puede mirar a la cara a los álbumes más recordados de Black Flag o Flipper tal y como ya hicieran antes Pissed Jeans, Trash Talk, y muchos otros. La excelencia es una ficción incapaz de poner de acuerdo a dos personas, pero la rabia de Show Me The Body no toma rehenes: nadie puede escapar del ruido. Violencia y agitación musical, tan necesarias en este mundo nuestro obsesionado con la corrección y la armonía.
Un cómic:
BIG KIDS
MICHAEL DEFORGE (DRAWN & QUARTERLY, 2016)
Michael DeForge aún no tiene ni 30 años, pero ya le ha dado tiempo de publicar alrededor de una veintena de títulos entre los que se encuentran un par de clásicos instantáneos. Big Kids es un tebeo muy pequeñito que aúna todas las obsesiones del autor en un historia a la vez extraña y familiar completamente arrebatadora. La pubertad, el aislamiento y el descubrimiento del propio cuerpo como fuente de placer y frustración se explican aquí con esa poética casi esquemática marca de la casa. DeForge es ya, por méritos propios, un autor ineludible.
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El futuro ya está aquí, lo que pasa es que no está distribuido equitativamente». Desde que William Gibson, rompehielos del ciberpunk, hiciera su hoy legendaria observación para The Economist en 2003, la evidencia de este desequilibrio no ha hecho más que acentuarse. Mientras escribo estas líneas, la cifra de víctimas que ha dejado el huracán Matthew a su paso por Haití se eleva a 900 y se espera que el cólera, asistido por la destrucción de infraestructuras básicas, se cobre pronto muchas más vidas. Dejando a un lado lo problemático de considerar el tiempo como una línea recta que avanza en una sola dirección (ya de por sí muy lejos de ser un concepto universal), este mundo post-Black Mirror en el que vivimos —el mío, el más inmediato y probable para el lector medio de esta revista— no sólo es más futurista y está más higienizado que otros como Haití, sino que su progreso depende directamente de que en esos otros mundos se mantenga la miseria. Poca gente lo ha dicho tan claro como Gil Scott-Heron en su poema Whitey On the Moon: You know, the man just upped my rent last night Cause Whitey’s on the moon No hot water, no toilets, no lights But Whitey’s on the moon
La lógica de excluir y explotar al Otro para vivir bien es el principio fundamental que dirige los misteriosos mecanismos de Consilience, el experimento socioeconómico en forma de suburbio de clase media al estilo años 50 al que se apuntan, sin apenas leer el contrato, los protagonistas de la última distopía de Margaret Atwood, Por último, el corazón (The Heart Goes Last, 2015), cuya traducción a cargo de Laura Fernández para Salamandra sale en castellano este mes. Stan y Charmaine son un joven matrimonio corriente del noroeste de Estados Unidos que se ve forzado a malvivir en su coche a consecuencia de la terrible recesión económica que ha sumido a toda la región en la depresión y la violencia. Frustrados y malolientes, la pareja comparte el reducido espacio del automóvil y los pocos ingresos que Charmaine saca de trabajar en un bar para programadores venido a menos donde aún funciona un televisor.
que esperan a los emprendedores y sinérgicos habitantes de Consilience. Stan se debate entre las sospechas que alberga hacia un proyecto que sabemos demasiado bueno para ser verdad y la humillante perspectiva de tener que trabajar para su hermano Conor, un hombre abusivo que se ha labrado un hueco en el siempre floreciente mundo de la delincuencia postcrisis. Stan termina por capitular, argumentando que morder el anzuelo es un precio razonable por mantener a Charmaine alejada de la influencia y las manos de Conor. El proyecto dual Positron/Consilience, empaquetado en un envoltorio de TED Talk por un benévolo líder llamado Ed (¿coincidencia?), consiste en dividir el tiempo de sus habitantes en dos: estos se dedican durante un mes a trabajar en oficios acordes con sus habilidades y habitar una casa ideal de clase media con jardín en la aparente utopía de Consilience; al llegar el fin de mes, deben guardar sus pertenencias de civil en una taquilla y acudir voluntariamente a la prisión de Positron, donde, segregados por géneros, realizarán labores no remuneradas para arrimar el hombro por el bien de la comunidad, mientras una segunda pareja, los “alternos”, toman su lugar en el sueño suburbano. Todos los habitantes de Consilience tienen terminantemente prohibida la comunicación con sus alternos, una situación que, en pocos meses de convivencia anodina y vida carcelaria, exacerbará las fantasías de Stan y Charmaine y los empujará de forma inevitable a obsesionarse con ellos. Y es que tanto en esta novela como en otros títulos de Atwood ubicados en futuros deprimentes (El cuento de la criada, El año del diluvio), el sexo, ya sea como moneda de cambio, método de control, tabú, producto o todo a la vez, es una pieza fundamental en los complejos engranajes psicosociales a los que nos tiene acostumbrados.
La lógica de excluir y explotar al Otro para vivir bien es el principio fundamental que dirige los misteriosos mecanismos de Consilience
Es ella quien ve el anuncio de Consilience, una urbanización privada en la que el proyecto Positron promete un trabajo y un hogar para siempre, protección de males como la violación o el robo de órganos, y la satisfacción de recuperar el sentido de la vida. La clave aquí está en el “para siempre”: una vez entren, quienes firman no podrán sali1r. Nada que suponga un problema para Charmaine, espoleada por un casto terror a los peligros que se ocultan al otro lado de la ventanilla de su coche y obsesionada con la cama doble y las toallas mullidas
UN MUNDO INFELIZ
No es algo casual que Consilience esté diseñada según la estética y los principios de los puritanos suburbios blancos estadounidenses de los años 50. El hip-hop y el rock están prohibidos, así como el porno y las películas violentas. A todo se adapta uno con el tiempo, parece decirnos Atwood, y la necesidad de dominar o ser dominado encontrarán terreno fértil hasta en un recopilatorio de Doris Day. Provistos de todo lo que añoraban en su miserable vida de extramuros, a los habitantes de Consilience/ Positron les aprieta lo doméstico en cuanto se acostumbran a las pequeñas amarguras del día a día, y tanto a Charmaine como a Stan sólo les hace falta un pequeño empujón para comenzar a desconchar su propia fachada. Con ellas cae la fachada del proyecto, el cual, como no podía ser de otra
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manera, oculta horrores extremadamente actuales. «En un mundo en el que todo está al alcance de la mano, nada tiene significado», decía la autora en su ensayo de 2007 sobre Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932), en el que casualmente también apunta que lo primero que construyeron los puritanos fundadores de Nueva Inglaterra de los que desciende, tan utopistas ellos, fue un patíbulo y una cárcel. La relación de la obra de Atwood con distopías clásicas como la ya mencionada Un mundo feliz, 1984 (George Orwell, 1949) o Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) es profunda y duradera, y se manifiesta de formas diversas, desde en
guiños concretos —Stan teme que la pantalla desde la que Ed retransmite las últimas noticias pueda espiarles— hasta en la intensa preocupación que muestra por los mecanismos más insidiosos del poder en la esfera sexual. «El sexo tiene a menudo un papel protagónico en las utopías y distopías, al ser la cuestión de quién puede hacer qué, con qué juego de órganos genitales y con quién una de las principales obsesiones de la humanidad», añade Atwood en el mismo ensayo. Su uso de la palabra “humanidad” resulta aquí algo generoso, pues podría argumentarse que es un demográfico concreto en un tipo de sociedad como la nuestra (patriarcal, monoteísta,
La relación de la obra de Atwood con distopías clásicas como Un mundo feliz o Farenheit 451 es profunda y duradera
capitalista) el que resulta más dado a la obsesión por los genitales propios y ajenos. Su clásico de 1985 El cuento de la criada, sin embargo —ambientado en un régimen totalitario en el que la protagonista, Offred, debido a lo raro de su fertilidad, fluctúa entre las identidades de vientre andante y posesión más valiosa del patriarca de la casa donde está retenida—, retrata ese desequilibrio con una claridad inigualable. Fue más adelante, en su trilogía pre- y postapocalíptica Maddaddam (que comenzó con Oryx y Crake en 2003 y concluyó diez años más tarde con el volumen también
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titulado Maddaddam), donde exploró más a fondo el papel instrumental de la tecnología en sistemas de violencia económica y sexual, especialmente en El año del diluvio (2009), su segundo volumen. Atwood toma prestados los ejércitos privados, las megacorps, las modificaciones corporales y los guetos tecnificados del ciberpunk más macho y los somete a la perspectiva de personajes femeninos como Toby, mujeres complejas y desposeídas navegando un mundo extremadamente hostil en el que la misma existencia diaria es apocalíptica. La misteriosa secta de los Jardineros de Dios ofrece a Toby la frágil protección de una vida en comunidad dedicada física y espiritualmente al cuidado de la naturaleza y de todos los seres vivos. Y pese a que Toby encuentra conexión y alegrías entre los miembros de la secta, Atwood dista mucho de caer en la trampa esencialista de identificar las bondades de lo natural como un principio femenino, exhibiendo en su lugar una visión pragmática —que no indiferente— de las consecuencias más tangibles del cambio climático. «Si te pasas tres días sin agua, te quedas sin derechos humanos. ¿Que por qué? Porque te has muerto. La física y la química son cosas con las que simplemente no se puede negociar».
CALAMARES PARLANTES DEL ESPACIO EXTERIOR
En medio de este debate público, Atwood le dedicó a Le Guin un libro entero, haciendo honor a su epíteto de icono de las letras canadienses y poniéndole el listón a una altura estratosférica: In Other Worlds: SF and the Human Imagination, una colección de ensayos en los que la escritora explora su relación personal con ese género de «calamares parlantes del espacio exterior», como lo ha llamado alguna vez. En la introducción, escribe: «[A] veces no me preguntan, sino que me lo cuentan: soy tonta o una esnob o una traidora al género por esquivar el término, porque estos libros son tan “ciencia ficción” como 1984, diga lo que diga yo. ¿Pero es 1984 tan “ciencia ficción” como Crónicas marcianas?, podría responder. Yo diría que no, y ahí está la diferencia».
Pese a las características de la obra, Atwood sigue rechazando el término “ciencia ficción” para definirla
Es curioso, cuanto menos, que dadas estas y otras muchas credenciales —como, por ejemplo, el premio Arthur C. Clarke que se llevó por El cuento de la criada— Atwood siga a día de hoy rechazando el término “ciencia ficción” para definir aquellas de sus obras, como Por último, el corazón, situadas en futuros cercanos imaginarios. Ni que decir tiene que el asunto ha provocado entre los frentes más susceptibles del fandom una indignación solo equiparable al entusiasmo con el que en 2007 recibieron el Nobel de Doris Lessing, tal vez la única laureada con ciencia ficción en su haber: su serie de cinco volúmenes Canopus in Argos: Archives (1979–1983). Atwood ha expresado a menudo su admiración por la obra de Lessing, con quien también compartía la reticencia a adoptar otra de las etiquetas tabú del mundo literario: el feminismo.
cocina alcahueta
En lo que respecta al asunto de la ciencia ficción, la mismísima Ursula K. Le Guin entró al trapo en su reseña para The Guardian sobre El año del diluvio, juzgando la actitud de Atwood como provocada por un temor a que los prejuiciosos literarios la metan para siempre en “el gueto literario”; es decir, la literatura de género (en el sentido de genre: crimen, fantasía, romance y demás). El año pasado, Le Guin volvió a arremeter contra el esnobismo con el que se trata al género en el escenario literario internacional, a cuenta de la vehemencia con la que el británico Kazuo Ishiguro —quien en 2005 ya había tonteado con la ciencia ficción en Nunca me abandones— se negó a calificar su nueva novela The Buried Giant, con dragón y todo, como fantasía.
san francisco, 1 (bilbao la vieja) // 944 360 190 17 abierto todos los días de 11:00 a 1:00
No hay poco de orwelliano en el juego de espejos con el que el proyecto Consilience/ Positron transforma las relaciones románticas entre personajes, los cuales, a menudo absortos en monólogos interiores de culpa y justificación, interpretan papeles inciertos de víctima y verdugo. Sean cuales sean las causas de su postura, y pese a las contorsiones a las que somete algunas de sus definiciones, de lo que no cabe la menor duda es que, con Por último, el corazón, Margaret Atwood ha vuelto a demostrar que posee la agudeza histórica y el conocimiento profundo del alma humana que caracteriza a todas las buenas historias de ciencia ficción, aquellas que a menudo nos cuentan cosas que no queremos oír. @
196 76 946 756 // 944 304 0 / / ) o o) ba 31 (getx a, 7 (Bil Arechag E LOS CHOPOS, D < 17 AVENIDA
Heroínas de postín rebelándose contra el heteropatriarcado Texto Laura Lazcano
Lo que pasa cuando el cine también entiende el feminismo como una moda más es que a veces nos venden un opio especialmente diseñado para una clase media blanca autodenominada progresista y consiguen engañarnos a base de lecciones de moralidad. Este es un paseo por algunos ejemplos.
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unque para la multitud todavía pasa totalmente desapercibido, hace unos pocos años que el feminismo vuelve a estar en el candelero. Pero no es feminismo todo lo que brilla y nadie dijo que fuese a ser fácil. A pesar de este resurgir del movimiento y las evidentes ventajas que traería un mundo con él las lecciones del feminismo ya aprendidas e implantadas por todos y todas, existe todavía mucha confusión. Un alto porcentaje sigue siendo incapaz de unir el monstruo por la línea de puntos y conectar las causas del machismo. Y luego está el marketing. Porque el feminismo de consumo también existe. Las marcas y los medios no son tontos y han vislumbrado ahí un posible nicho de mercado desde el que poder mercantilizar
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y apropiarse de la ideología feminista contribuyendo a que se siga entendiendo regular. Y quizás una de sus consecuencias es cierta corriente de feminismo blando, como perteneciente a la cultura pop, que no hace daño y es bonito. Así, al calor de este contexto surge una ola de películas – curiosamente varias de ellas dirigidas por mujeres – que también se apuntan a la moda del feminismo. Suele tratarse de filmes que exhiben denuncias calculadas dentro de un cine social amable para complacer a un Occidente que se escandaliza (pero poco) ante esos problemas retratados. Son miradas aparentemente ingenuas (o extremadamente cínicas, según se mire) que retratan problemas pero fallan en conectarlos con su raíz, pues no está
El verano de May (Cherien Dabis, 2013) ofrece unos relatos totalmente sesgados y unas realidades desprovistas de su contexto < 19
en su lista de prioridades agitar conciencias. La gran parte de estas películas hacen gala de los mismos patrones y pueden encajar en la siguiente fórmula: ponga a una protagonista atractiva en un contexto de opresión, a poder ser África, Oriente Medio o cualquier país del Tercer Mundo y diseñe un envoltorio convincente. Exhiba una crítica al sistema opresor, pero una crítica ligera, no algo que hiera sensibilidades. Que no hemos venido al cine a sufrir. Ahí tiene su cinta lista para triunfar en los mejores festivales de cine de Occidente. Una de estas cintas es El verano de May, una película estadounidense de Cherien Dabis sobre una mujer que vuelve a su Jordania natal para visitar a su familia. Hay una escena en la que May viaja con sus hermanas al Mar Muerto a pasar unos días tomando el sol. Mientras se bañan oyen caer bombas al otro lado (Palestina) pero ellas permanecen tranquilas porque saben que no va a afectarles nada de lo que ocurra en la otra orilla. Sin ser premeditado, se establece una analogía perfecta entre la posición ideológica o profundidad narrativa de estos filmes y la inquietud de las protagonistas en esta escena al escuchar los misiles sobrevolar sus cabezas hacia Palestina: inexistente.
Las marcas y los medios no son tontos y han vislumbrado en el feminismo un posible nicho de mercado El verano de May es solo un ejemplo de este conjunto de películas pseudo feministas que ofrecen unos relatos totalmente sesgados y unas realidades desprovistas de su contexto. A menudo se trata de filmes bastante maniqueos en los que se omite por completo la marea de grises que es la vida o no se entra en profundidad en las circunstancias que rodean a las protagonistas. Así, tras ver estas películas uno se queda con la impresión de que las mujeres están como están (de pena) como por arte de magia pues no se entra a aclarar el por qué ni si siempre ha sido así. Otro caso similar es el de La bicicleta verde, promocionada como la primera película dirigida por una mujer en Arabia Saudí (Haifaa Al-Mansour), en la que Wadjda, su protagonista de 10 años quiere una bicicleta pero se
Todo lo anterior propicia conflictos infantiles y simplones generando la medida exacta de indignación y carcajada en el espectador. Como ocurre en La fuente de las mujeres (Radu Mihaileanu, 2011) en la que las mujeres de una aldea de Oriente Medio hacen huelga de sexo para que los hombres vayan a por agua a una fuente. O en la libanesa ¿Y ahora adónde vamos? (Nadine Labaki, 2011) donde las mujeres de un pueblo libanés intentan sabotear una televisión, cocinar brownies de hachís y contratar una tropa de bailarinas ucranianas para que los hombres del pueblo estén entretenidos y no se unan al conflicto entre cristianos y musulmanes. Cierto es que a menudo los problemas que denuncian estos filmes pseudo-feministas simbolizan otros mayores, pero aún así, infantilizar estas opresiones que sufren estas mujeres es señal de los derroteros por los que discurren los verdaderos intereses de estas cintas. Otra estrategia a la que recurren estas películas es usar a los personajes más ingenuos como narradores, que normalmente son niños. Es el caso tanto de La bicicleta verde como de la turca Mustang (Deniz Gamze Argüven, 2015), en la que cinco hermanas adolescentes en un pueblo en Turquía ven peligrar el estilo de vida del que disfrutaban. En Mustang la hermana más pequeña es la voz narrativa de la película, adoptando así el filme un tono de falsa ingenuidad para evitar lo espinoso de unir lo que se denuncia con el germen de la tradición patriarcal que parecen detestar estas películas.
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En La bicicleta verde (Haifaa Al-Mansour, 2012), cualquier discurso político brilla por su ausencia.
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Mustang (Deniz Gamze Ergüven, 2015) es un reflejo de la peor sexualización posible, aquella que supuestamente se usa para denunciar al patriarcado.
encuentra con que ese deseo atenta contra la dignidad de una chica en su país. La narración muestra en un plano secundario cómo la sociedad saudí inflige una humillación constante a la mujer (poligamia, dificultad para acceder al trabajo, etc) mientras decide centrarse en la niña y su deseo de la bicicleta. Estas películas suelen escudarse bajo un tono cómico que les permite eludir una explicación de la situación política de esos países, que casi siempre va profundamente unida a la situación de las mujeres. Cualquier discurso político brilla por su ausencia. De hecho, en esta misma película se ve que hay elecciones en la ciudad y se omite por completo esa parte. Así, la película de Haifaa Al-Mansour exhibe un discurso tramposo que roza la propaganda al pasar de puntillas por problemas tan graves como la violencia sistémica hacia las mujeres en Arabia Saudí e identificar libertad con que a la protagonista – que además es de familia pudiente- le compren una bicicleta.
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Otro elemento que debería levantar sospechas sobre estos filmes es la fotogenia de sus protagonistas, pues hay que añadir que estas cintas hacen gala de una estética bastante determinada: atraen al espectador al estar ambientadas en países lejanos ofreciendo el punto exótico… aunque impostado. Estamos hablando de aldeas llenas de polvo en las que la prostituta tiene el pelo sedoso más propio de un anuncio de champús que de una historia realista (la india La estación de las mujeres). O los planos de las hermanas de Mustang en pijama y camisón bañadas por la luz de la ventana que se asemejan más a una campaña publicitaria de lencería que a la realidad de cinco niñas turcas castigadas en su habitación. Estamos lidiando por tanto con la peor sexualización posible, aquella que supuestamente se usa para denunciar al patriarcado. Normalmente, estas películas ofrecen dosis de rebeldía muy calculadas, la justa para no incomodar a nadie y suponemos, para conseguir financiación y que no moleste demasiado en sus países de origen. Por ello, son filmes muy reacios a recurrir a la violencia en la ficción para solucionar los conflictos que plantean. En la gran mayoría todo se soluciona como por arte de magia, ofreciendo una alternativa amable (e inverosímil) a los problemas planteados. Como ocurre en La fuente de las mujeres, cuando el imán parece cambiar de opinión de la noche a la mañana tras escuchar a las mujeres del pueblo, o en ¿Y ahora adónde vamos? con los habitantes del pueblo que deciden cambiar de religión.
LOS BUENOS Y LOS MALOS
En un plano más general, también hay una serie de estereotipos que desfilan en esta categoría de películas: dentro de la categoría de personajes marginales suelen estar el de la anciana (La fuente de las mujeres) o la prostituta (La estación de las mujeres’ como voces discordantes dentro de la masa de personajes femeninos que acata sin rechistar las reglas del heteropatriarcado. Suelen repartir consejos y perlas feministas al resto de mujeres oprimidas (que por otra parte son incomprensibles en el contexto en el que se desenvuelven). Asimismo, es habitual que en estos filmes se asocie la educación con esperanza representando el personaje del maestro de escuela como alguien comprensivo, sensible e inteligente que intenta ayudar a la heroína del filme. Sin duda, un guiño a las clases medias occidentales, espectadores potenciales del film, y a sus ideas de éxito ligadas al esfuerzo y la sabiduría. Relacionado con este tratamiento plano de personajes, está el de las mujeres. A menudo estos filmes muestran a las mujeres como esos seres pacíficos que velan por el bienestar y la seguridad de los hombres. Se aprecia sobre todo en La fuente de las mujeres y en ¿Y ahora adónde vamos? cuando a su manera (torpe, claro, recordemos que son mujeres) intentan desarmar el conflicto que enfrenta a buena parte del pueblo. Hay una condescendencia implícita en la manera en que se representa a estas mujeres que se alinea con la óptica occidental que adoptan estos filmes. Los directores/guionistas no parecen darse cuenta de lo perniciosa que resulta esa mirada de lástima que proyectan sobre los personajes femeninos de sus filmes y no hacen sino desvelar la compasión de quien se encuentra totalmente distanciado de esos personajes a los que pone voz.
Miradas aparentemente ingenuas que retratan problemas pero fallan en conectarlos con su raíz, pues no está en su lista de prioridades agitar conciencias
Esta renuncia a la verosimilitud y a la violencia como combustible de la historia, por citar a Marx, va unida a la inclusión de estereotipos y tramas maniqueas. Hay personajes buenos y luego están los malos. Un ejemplo tiene lugar en el cambio radical que experimentan la abuela y el tío de las protagonistas en Mustang. De la noche a la mañana se vuelven conservadores activando todo un protocolo de puritanismo que se desarrolla durante toda la película. Así, estos giros incomprensibles responden a una urgencia de denuncia que lastra una narrativa sólida.
Pero respecto a Mustang y la función de los estereotipos, hay que decir que puede ser muy dañina cuando se utiliza una película para simplificar y añadir todavía más confusión a la realidad de ciertos países musulmanes. Es un juego inocente en la playa de las hermanas protagonistas con unos compañeros de clase lo que alarma a una vecina, que avisa a la abuela de estas y da lugar a todo un cambio en la vida de las niñas. “¿Crees que esa ropa de color caca (el vestido musulmán conocido como ‘abaya’) te convierte en guardiana de la moral?”, Le suelta una niña de unos diez años a la vecina. Obviando el hecho de que el guión atribuye una conciencia feminista demasiado avanzada a una niña pequeña, la película se recrea durante hora y media en asociar el uso de vestidos
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musulmanes con falta de libertad. Por ejemplo cuando a las protagonistas ya no se les permite utilizar ropa ‘occidental’, les prohíben chicles, maquillajes e internet y se arreglan matrimonios para algunas de ellas. También se sincroniza todo esto con clases de cocina y costura mostrando la casa como una prisión en la que se fabrican esposas con velo.
Quizás esta distancia pueda explicarse en el hecho de que en varios de estos casos se trata de directores que, aunque son originarios del país en el que ambientan sus narraciones, se han marchado hace bastantes años y ruedan sus películas con la financiación y visto bueno que aporta Occidente. Sólo así se explicarían los chistes en El verano de May sobre mujeres con burka en Jordania o el tratamiento tendencioso del integrismo religioso en Mustang. También se da el caso en El verano de May de whitewashing con la conocida actriz estadounidense Alia Shawkat interpretando a la hermana jordana de la protagonista. Pues en definitiva, en la mayor parte de los casos se trata de películas de occidentales para occidentales parapetadas bajo la etiqueta de ‘cine de buenas intenciones’ que tanto gusta en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa de los Oscar que esconde un hervidero de prejuicios mal disimulados. @
Diana López Varela ENTREVISTA:
Texto Elizabeth Casillas
Cuando vives en un país en el que cada semana muere una mujer por violencia machista, donde hay una violación cada siete horas y en el que la brecha salarial es la sexta más alta de Europa, te queda claro que éste no es un país para coños. Entrevistamos a Diana López Varela, la autora del ensayo No es país para coños, que explica, entre otras cosas, por qué, si piensas feminista, follas mejor.
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iana López Varela (Pontevedra, 1986) saltó a la palestra cuando una entrada en su blog Suspenso en religión se hizo viral. Eran los buenos tiempos del otrora ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, cuando el diputado del Partido Popular se hacía fuerte con su ley del aborto. López Varela tuvo a bien decir lo que muchas mujeres pensaban, que nuestro coño era nuestro. Trabajando como guionista, bloguera y columnista, después llegaría su primera obra de teatro breve No es país para coños, que ahora ha convertido en ensayo de la mano de Ediciones Península. Precisamente de este ensayo sobre la necesidad de una sociedad feminista hablamos con la, ahora también, escritora gallega. Empezando por lo obvio, ¿por qué España no es un país para coños? Precisamente lo más obvio es que tenemos casi una mujer muerta por violencia machista cada semana, hay una violación cada siete horas, hay una brecha salarial que es la sexta más grande de Europa, con un 20% de diferencia entre hombres y mujeres; la conciliación está pensada únicamente para la mujer, la maternidad sigue siendo un asunto de mujeres… Además, se sigue educando en expectativas de género, se
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crean mujeres adictas al amor y dependientes emocionales. Tampoco hay educación sexual ni menstrual. En España, la prostitución es ocio absoluto. Son muchas cosas. A la escritora Elvira Lindo no le ha sentado muy bien la presencia de la palabra “coño” en el título de tu libro. ¿Crees que es necesario emplear el lenguaje como mecanismo para llamar la atención y ser escuchadas? No lo hice conscientemente. Surgió a raíz del artículo Mi coño, que publiqué sobre la ley del aborto en 2013, que funcionó muy bien y viralizó. Creó un discurso y llamó la atención de mucha gente joven y muchos hombres. Es verdad que las palabras generan expectativas y que, sin yo saberlo, aquello se convirtió en una especie de estrategia de marketing para hablar de feminismo. Lo único que puedo decir respecto a Lindo es que cada una tiene su público y seguramente no sea el mismo. La admiro desde que era pequeña pero creo que se equivoca porque hay más mujeres que utilizan ese tipo de lenguaje “punki” o soez y que ha conseguido que la gente joven se acerque al feminismo. Se trata de contar las cosas como las contarías con tus amigas. Para mí es muy importante que las cosas del coño dejen de ser un coñazo.
«Es muy importante que las cosas del coño dejen de ser un coñazo»
Foto David Freire
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Otra de las cosas que comentas en el libro es que las mujeres podemos criticarnos entre nosotras y seguir siendo feministas. Creo que sí, al fin y al cabo somos seres humanos independientes con cerebro. Precisamente la razón del feminismo es la libertad. Precisamente como quiero que las mujeres tengamos voz, cada una va a tener la suya. Amarna Miller apelaba a la sororidad para que otras feministas no se metiesen con ella por el vídeo promocional del Salón Erótico de Barcelona. Yo la critiqué porque me parece absurdo llevar la sororidad al extremo de no poder criticar a otra mujer ni a otra feminista. Nos estaríamos convirtiendo en gilipollas y haciéndole un flaco favor al feminismo, que lo que pretende es que todas tengamos voz de una vez por todas. Hay actrices y cantantes que no han tenido problema en definirse como feministas, incluso grandes marcas comerciales que lo emplean en sus campañas. ¿Está el feminismo de moda? Creo que sí, y me alegro por ello. También han estado de moda el movimiento gay o el black power. Y no me parece mal, al contrario, me parece fabuloso. Significa que la gente que no lo conoce se va a preguntar qué es el feminismo y por qué es necesario. Es estupendo que las famosas hablen de ello y lo saquen en sus shows, y así llegue a todo el mundo. ¿Cuánto ayuda a esa divulgación del feminismo el papel que desempeñan mujeres como Caitlin Moran o Lena Dunham? Moran, Dunham, Ellen DeGeneres, Jemima Kirke, Amy Schumer… Todas ellas están visibilizando el feminismo. Desde la cultura mainstream están convirtiendo algo reducido en algo popular, en un movimiento que sabe adaptarse a los tiempos, que puede llegar a gente joven y que es independiente de cómo vista cada una de las mujeres que se involucre. No es gratuito que le estén dando voz, ellas que están dentro de la industria saben que no se las trata igual por ser mujeres. Además, lo hacen alejándose de los marcos teóricos y llevándolo a lo cómico, rompiendo el mito de que la feminista es una mujer seria y sin sentido del humor. Es también lo que intentas tú hacer. Sí, prácticamente todo se puede tratar con humor. Quizá la violencia o los malos tratos sean temas más delicados, pero creo que hasta la muerte se puede tratar con humor y los anglosajones son mucho más valientes que nosotros ahí. Y
que una tía joven salga a hablar con humor de su sexualidad e incluso de sus problemas mentales es algo fabuloso. En base a mi experiencia, funciona. Podemos utilizar el sentido del humor y reírnos de nosotras mismas para protestar sin que eso signifique hacernos débiles y sumisas. ¿Crees que esta mayor aceptación en la sociedad nos ahorrará explicar de nuevo que las feministas no odiamos a los hombres? Desgraciadamente, esa explicación yo la sigo dando porque hay a quien le da alergia el término “feminismo”, seguramente por una cuestión etimológica de asociarlo al opuesto de “machismo”. Y hay mucha gente con miedo al concepto. Cualquier persona con un espíritu de libertad y democrático debería ser feminista. Es una cuestión de ignorancia. Lo intento explicar en mi libro: el feminismo no es odiar a los hombres, no es establecer una sociedad liderada por mujeres; lo que busca es una sociedad más justa para todos. No llegaremos a la igualdad hasta que los hombres se incorporen a la lucha feminista.
«Los micromachismos son el germen de la violencia contra la mujer» ¿Te da la sensación de que productos con un mensaje feminista como Girls o el libro de Rebecca Solnit sobre el mansplaining llegan sólo a un reducto de público muy concreto que, además, ya tiene interiorizado ese discurso? En el caso de Girls, su problema es el nombre, que la hace parecer destinada a un público femenino, y eso es culpa de nuestra educación y estructura patriarcal. Orange is the new black también es bastante feminista pero la ven más hombres porque tiene ya un discurso sobre la cárcel, hay sexo… Pero creo que sí se ha acercado mucha gente a Girls que no se consideraba feminista, pero estoy convencida de que el mensaje va calando. En tu libro dedicas espacio a la importancia del sexo desde una perspectiva feminista. ¿Es importante que todos entiendan que el sexo no es sólo cosa de una persona ni lo que se ha visto hasta ahora, por ejemplo, en el porno?
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Yo trato mucho el tema porque, en primer lugar, llama la atención una mujer hablando de sexo y ahora somos muchas las que lo hacemos. A todas y a todos nos gusta hablar y leer sobre sexo. La sexualidad que tenemos es heredada de una cultura donde se idealizaba la virginidad de una mujer, un bien necesario para el matrimonio, y donde la sexualidad femenina ni se ha respetado ni se ha considerado un problema en la relación, porque las relaciones falocéntricas servían para lograr el embarazo y para que el hombre disfrutase. En mi libro hago un llamamiento para salir del armario en este sentido y nos echo también la culpa a las mujeres, que llevamos fingiendo orgasmos mucho tiempo pese a que hay estudios que indican que sólo el 25% de mujeres se corre con la penetración (y es una cifra que me parece optimista). Me gusta hablar de ello porque los hombres deben aprender un poco sobre el sexo de las mujeres, y el porno mainstream es una malísima educación sexual.
«No llegaremos a la igualdad hasta que los hombres se incorporen a la lucha feminista»
La edición de No es país para coños (Ediciones Península, 2016) cuenta, además, con ilustraciones de Monserrat Piñeiro.
Además, si piensas feminista, follas mejor, ¿no? Claro, significa quitarte todos tus complejos. Ha habido mucha censura social, nuestras madres y abuelas no podían pedir ciertas cosas en la cama porque no estaba bien visto o ni siquiera se contemplaba. Pero también nosotras nos autocensuramos hoy. Debemos pensar sin complejos, pensar para disfrutar, porque hemos relacionado mucho el sexo con el amor influenciados por la cultura popular, y las chicas hemos hecho mucho el amor y hemos follado poco. Debemos follar también para conocernos a nosotras mismas y para escoger mejor a nuestras parejas, sexuales y sentimentales. Hablas en el libro de micromachismos. ¿Existen los micromachismos o todo es machismo? Es decir, ¿incluir el prefijo puede restarle importancia al tema? Sí. Micromachismos son esas actitudes como piropos, acoso callejero, paternalismo, acoso laboral o la cosificación que sufre la mujer que tenemos tan interiorizadas que nos preguntamos si hace falta protestar por ello. Pero, sin embargo, es muy importante, ya que esas actitudes son el caldo de cultivo de todo lo demás, son el germen de la violencia contra la mujer. Así que el “micro” es una etiqueta que no me convence.
También mencionas la maternidad. ¿Crees que está cambiando el tabú sobre las distintas formas de maternidad o incluso sobre el hecho de decidir no ser madre? Me parece maravilloso que las mujeres que son madres rompan mitos en torno a la maternidad. Ser madre no es un paseo por el parque y, aunque muchas veces es un proceso bonito, es duro. Hay sufrimiento psicológico y físico, y nunca se ha respetado sus emociones ni su cuerpo porque parir era una obligación y un don que tenemos por gracia divina, que está en nuestros genes. Es positivo que las madres se manifiesten y que aquellas mujeres que no quieren serlo digan que no necesitan tener un hijo para realizarse. Es curioso que los gobiernos alienten a las mujeres a ser madres al mismo tiempo que las maltratan por otros vías, como en el plano laboral. Conozco amigas a quienes les han preguntado en entrevistas de trabajo si tienen pensado ser madres. Hay una frase en el libro que me ha gustado mucho. Dices que «ni la depilación ni la altura de tus tacones definen el lugar que quieres tener en el mundo como mujer». Es que muchas veces se ha relacionado el feminismo con poca feminidad, entendiendo la feminidad clásica de mujer pintada o vestida sexy. Y, sin ir más lejos, Beyoncé se ha declarado feminista. La estética no tiene nada que ver con la forma de pensar. Cada una puede ir y pensar como le dé la gana sin que esté reñido con el feminismo. Antes, No es país para coños fue una obra de teatro. ¿Es muy machista el mundo de los escenarios y la cultura en general? Tenemos varios problemas. Por ejemplo, la juventud es un bien mucho más valorado en una mujer, que parece que tiene que ser eternamente joven si va a ser actriz o presentadora. También influye que el mundo está contado por hombres: la mayor parte de la literatura y el cine que hemos consumido en nuestra vida lo han hecho hombres (aunque hablen de mujeres), y creo que el principal escollo de la cultura en estos momentos, aunque está mejorando y somos muchas las que luchamos por que haya historias con voz femenina, es que sigue habiendo pocas guionistas, directoras de cine, músicas… Estoy convencida de que cuando el porcentaje de protagonistas mujeres en la cultura sea mayor, repercutirá en favor de la igualdad en el resto de la sociedad. Tampoco hay mujeres en los puestos directivos en la industria ni en los medios de comunicación.
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Sí, parece que no hay manera de romper ese techo de cristal, que no se ve reflejado el hecho de que haya mayoría de mujeres en las facultades. Aquí hay dos cuestiones. Una es que las mujeres pasamos por todos estos obstáculos de los que ya hemos hablado, como la maternidad. La otra cuestión es que, por culpa del patriarcado, nos sentimos a nosotras mismas inferiores, incapaces y vulnerables. Está demostrado que nos cuesta más hablar en público, que somos más inseguras. Pero claro, mientras que los hombres llevan toda la historia llevando la voz cantante y dando la cara, nosotras hemos salido a la esfera pública hace sólo cien años, y las cosas no se cambian de un día para otro. Es verdad que tenemos empleos más precarios, que nos pagan menos, que nos enfrentamos a la maternidad, pero, además de todo eso, no es menos cierto que nos da miedo asumir roles de poder. Nos da mucho más miedo mandar, porque somos autoexigentes, tenemos más miedo a cagarla y ser criticadas… Esto es así porque nos faltan referentes. Además, se es mucho más cruel y crítico con las mujeres al poder que con los hombres.
«Las chicas hemos hecho mucho el amor y hemos follado poco» ¿Piensas que internet y las redes sociales pueden hacer que partas de una mayor igualdad a la hora de expresarte? En tu caso, por ejemplo, fue tu blog lo que te sacó a la esfera pública. Es una herramienta estupenda, aunque tenga cosas horribles como el acoso en internet, que es incontrolable. Si no me equivoco, Lena Dunham también empezó a través de internet y hay muchas más personas interesantes. Es muy sencillo y prácticamente todos tenemos posibilidad de acceder a internet, y nos permite cosas importantes como contar nuestras propias historias, crear redes laborales, estudiantiles… ¿Tienes la esperanza de que alguna vez este sí sea un país para coños? Si no la tuviera, no habría podido escribir este libro, y mi lucha y la de muchas mujeres serían una estupidez. Obviamente sí que hay esperanza y, aunque me queje y haya cosas que han empeorado como el acoso en internet, hay mucho en lo que hemos avanzado y donde aún vamos a avanzar más. Como hemos hablado antes, el feminismo está de moda y, como tal, es algo reciente y estamos empezando. Sin embargo, costará tiempo porque venimos de una sociedad patriarcal y de arrastrar siglos y milenios al servicio del hombre y al cuidado de los hijos. La ONU calcula que la Europa occidental tardará 80 años en romper la brecha salarial. Lo que hay que hacer es no darse por vencidos un solo momento, porque los derechos igual que se consiguen, se pierden y hay que estar alerta siempre. Pasó con la ley del aborto, una lucha de nuestras abuelas y madres y que pensábamos que ya la teníamos ganada y no nos la iban a quitar. Pero sí, por supuesto que hay esperanza, si no no estaríamos hablando tú y yo ahora. @
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BABESLEAK / PATROCINADORES / SPONSORS
LAGUNTZAILEAK / COLABORADORES / COLABORATORS
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Si nada lo impide, a principios de diciembre saldrá al fin a la venta el tercer juego de Team Ico, The Last Guardian, tras once años de ausencia. Con sólo dos títulos, Ico y Shadow of the Colossus, su director se convirtió en uno de los autores más admirados del medio. Repasamos la carrera de Fumito Ueda, sus influencias, estilo y su famoso diseño por sustracción que ha inspirado a otros que han venido después, como los creadores de Journey, Fez y la saga Souls.
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Texto Koldo Gutiérrez
«La realidad emocional no iguala a la realidad fotorrealista. ¿Qué tipo de realidad puede generar una implicación emocional o empatía? Nuestro objetivo es la inmersión, una realidad que sientes en tus sueños. El 3D ya no es una tecnología innovadora, sino intentar crear un juego cuyas imágenes puedan ser “arte”. La presentación visual es la clave en el gamedesign».
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sa es, a grandes rasgos, la filosofía de Fumito Ueda (Nagano, 1970), fundador de Team Ico, el estudio interno de Sony responsable de dos únicos juegos: Ico y Shadow of the Colossus. Tras once años desde su última obra, el creador nipón va a estrenar al fin su esperadísimo The Last Guardian este diciembre, si no lo impide ningún nuevo retraso de última hora. Pero, ¿cómo puede un autor con sólo dos juegos en su haber y más de una década sin apenas dar señales de vida gozar de un prestigio como pocos en la industria del videojuego? Ico fue lanzado para PlayStation 2 en 2001 y sus ventas fueron escasas, pero poco a poco fue consiguiendo un estatus de culto gracias a multitud de premios, por lo que muchos usuarios empezaron a fijarse en él. La mayoría, para qué engañarnos, no entendía qué había de interesante en un juego casi sin acción ni barras de vida ni apenas diálogos; tan sólo puzles llevados a cabo entre dos extraños niños perdidos en un enorme castillo. Es cierto que, a simple vista, la ópera prima de Fumito Ueda puede parecer poco más que una revisión del mítico Prince of Persia con los acertijos propios de la saga Zelda, a base de engranajes, palancas y cajas, pero Ico es mucho más que eso. El juego comienza con un niño que es encerrado en el sarcófago de un castillo abandonado por unos
Tratado sobre la melancolía minimalista < 31
hombres para ser sacrificado por tener cuernos. Al marcharse, hay un temblor que rompe su prisión y consigue escapar. En una estancia cercana encuentra a Yorda, una misteriosa niña prisionera en una jaula y que habla un extraño idioma que no podemos entender. El niño la libera y justo después la protege de una rara criatura con aspecto de sombra que intenta capturarla de nuevo. Pese a que la joven no es capaz de defenderse por sí misma, es ella quien consigue abrir mediante magia la puerta de esa habitación, lo que les permite seguir avanzando por la enorme fortaleza en la que se encuentran. Lo primero que llama la atención del juego es su curioso aspecto visual, alejado del fotorrealismo que tanto persigue este medio. Es ese estilo onírico y místico, casi de sueño difuso, el que confiere una atmósfera muy diferente a Ico e impregna con su aura toda la aventura. Ueda, licenciado en Bellas Artes, ya había trabajado anteriormente en otro título, Enemy Zero, donde se encargó de parte de la animación. Y precisamente el mundo de la animación era uno de sus favoritos, acostumbrado como estaba a dibujar sus propias creaciones en movimiento. Un anime basado en una obra de Osamu Tezuka, One-Million Year Trip: Bander Book y las ilustraciones del videojuego Dragon Quest, diseñadas por Akira Toriyama, le atraparon poderosamente. Posteriormente, quedaría completamente cautivado por dos rompedores juegos franceses como Another World y Flashback, pero era consciente de que en su país no apreciarían obras tan transgresoras y oscuras como esas, así que cuando empezó a trabajar para Sony en 1997 les propuso algo muy diferente, impropio de un recién llegado a la empresa y casi sin experiencia en el sector.
Ueda se inspiró en clásicos como Another World, Flashback, PaRappa the Rapper y Kurushi
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«Tras una reunión con Sony, me pidieron empezar a trabajar con ellos inmediatamente, pero yo tenía ahorrado un buen montón de dinero y quería hacer algo que supusiera un auténtico desafío para mí: crear y dirigir mi propia escena de una película. Así que le dije a Sony: “Quiero hacer una cosa por mi cuenta. ¿Os importaría esperar tres meses?” Para mi sorpresa, me invitaron a empezar entonces y me permitieron hacer eso mientras trabajaba para ellos». El osado artista ya había creado algunas de las escenas del juego en el que había participado anteriormente, pero echaba en falta libertad creativa suficiente para que
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prevaleciera su visión personal, algo que Sony sí le concedió. El resultado fue un tosco prototipo que convenció a la compañía y rápidamente le dio luz verde para convertirlo en un videojuego. El empezó a desarrollarlo con una ambiciosa idea en mente: «Un nuevo tipo de juego, algo completamente diferente al resto». En aquella época, la primera PlayStation era un éxito mundial y estaban surgiendo nuevos formatos, entre ellos, dos títulos muy diferentes que fascinaron al reciente fichaje de Sony: PaRappa the Rapper y Kurushi. La creación de Ico comenzó en noviembre de 1997, con sólo dos programadores, cuatro artistas, un diseñador, el propio Ueda y su amigo y productor Kenji Kaido, mientras el equipo de al lado trabajaba en un RPG de culto llamado Legend of the Dragoon con casi cien personas. El director reconoce que al comienzo sus ideas estaban principalmente centradas en el aspecto visual del juego, y para ello se basó en dos pintores italianos: Giorgio de Chirico y Giovanni Battista Piranesi. Del primero cogió sus colores amarillentos y tonos verduzcos, junto con su estilo metafísico de sombras irreales, como se puede ver en la portada del propio juego, directamente inspirada en su cuadro La nostalgia de lo infinito porque, según él, «el mundo surrealista de de Chirico encaja con el mundo alegórico de Ico». Para la arquitectura e interiores se decantó por el estilo de Piranesi, cuyos grabados repletos de complejas estructuras en blanco y negro dotan al castillo de una profundidad intimidante y barroca. Sin embargo, su deseo de crear algo único chocó inicialmente con sus compañeros, que no acababan de entender lo que pretendía el joven diseñador. El proyecto fue dando ciertos tumbos: al principio era Yorda quien tenía cuernos y un tatuaje maldito, y había una barra de vida. Pero Ueda poco a poco se fue centrando en la inmersión, en vez de un realismo imposible de alcanzar en aquella época. Así nació lo que posteriormente, en una charla que él mismo impartió en la Game Developer’s Conference de 2002, bautizó como “diseño por sustracción”. Al ir pasando el tiempo y avanzando el proyecto, se dieron cuenta de que la tecnología de la vetusta PSX se les estaba quedando pequeña, tuvieron que pasar el desarrollo a la recién estrenada PlayStation 2. Eso supuso muchos quebraderos de cabeza para el pequeño equipo, que llegó a tener 20 personas, al tener que adaptarlo al nuevo sistema, pero como el propio director reconoce, fue la decisión correcta. Con el paso del tiempo, Ueda decidió despojar al juego de ciertos elementos que habían incluido pero que, bien
mirado, no aportaban gran cosa a la experiencia. Con todo el dolor del mundo, podó su obra para centrarse en lo realmente importante y así ofrecer algo más pulido, casi perfecto.
«Cuantos más elementos hay, más difícil resulta mantener la realidad. Un objeto innecesario o antinatural en pantalla puede destruir totalmente la atmósfera general creada cuidadosamente. Para ello, redujimos los elementos que sacan a los jugadores de la inmersión».
BUENAS VIBRACIONES
Entre esas características superficiales que no añadían nada estaban la citada barra de vida, un menú de inventario, otros personajes con los que interactuar y música de fondo. Esto permitió al estudio aumentar la calidad, concentrarse en los detalles y poner el foco sobre lo más interesante: generar la sensación de melancolía y vulnerabilidad a través de la pareja protagonista. El resultado es una obra emotiva que transmite plenamente la sensibilidad de su creador, pese a que no fue un trabajo fácil, al tratarse de un proyecto tan atípico y personal dentro de una gran empresa como Sony. Ueda tuvo que soportar comentarios que criticaban la ausencia de tutorial e indicadores en pantalla, algunos incluso le sugirieron incluir un icono sobre la cabeza de Yorda para mostrar cómo se sentía en cada instante, como si fuera un mero Tamagotchi. El artista, no obstante, se mantuvo firme en sus ideas y optó por el camino más sutil. Así fue como concibió un original sistema mediante el cual debíamos agarrar la mano de nuestra compañera para avanzar y protegerla en ciertos momentos. Para reforzar el vínculo entre ambos, ya que no podemos comunicarnos verbalmente, debemos mantener pulsado uno de los gatillos para coger su mano, momento en el cual el mando emite una ligera vibración. Esa brillante idea daría lugar, años después, a una de las principales mecánicas de su siguiente proyecto: Shadow of the Colossus. En vez de emplear ese recurso como algo emotivo, casi erótico, aquí lo utilizamos para trepar por gigantescas criaturas y mantenernos aferradas a ellas mientras las apuñalamos salvajemente hasta matarlas y acabar con el dedo dolorido de pulsarlo fuertemente para evitar caer desde las alturas. Este sucesor se dio conocer al mundo dos años antes de su salida, en una demo técnica con el título provisional
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de NICO (un juego de palabras con “ni”, que significa “dos” en japonés). En aquel entonces, reusando la tecnología y estética de Ico, parecía una simple secuela, pero con el paso del tiempo y la ambición de su creador, se transformó en algo completamente diferente, pese a mantener ciertos rasgos estéticos y la misma filosofía creativa. Manejamos a Wander, un joven que se adentra a caballo en una tierra prohibida. Con él lleva el cadáver de una mujer de la que apenas sabemos nada, pero que parece haber sido sacrificada. El guerrero deja a su amada en el altar de un templo y comienza la búsqueda de 16 colosos a los que debe dar muerte para lograr que ella resucite. Eso es todo. Con el mismo minimalismo que su predecesor, Shadow of the Colossus carece de las típicas mazmorras repletas de puzles y pueblos donde llevar a cabo repetitivas misiones secundarias. El segundo trabajo de Team Ico prescinde totalmente del relleno habitual en este tipo de juegos para ir directo al grano: luchar contra enormes jefes finales. Pese al vasto escenario en el que nos hallamos, no se trata un mundo abierto como a los que estamos acostumbrados hoy día, pues debemos derrotar a esos monstruos en un orden concreto. Sin embargo, los preciosos paisajes repletos de detalles, desde montañas hasta bosques, pasando por desiertos y ríos, invitan a perderse por ellos aunque no haya ninguna recompensa material en forma de tesoros escondidos, tan sólo unas pequeñas lagartijas y frutos que aumentan ligeramente nuestro nivel, pero de manera casi testimonial. Simplemente cabalgamos por ese bello y decadente terreno a lomos de nuestro corcel por el placer de recrearnos la vista y disfrutar de la tranquilidad y la quietud de la naturaleza, sólo ocupada por unos pocos animales. Y por unos colosos en peligro de extinción.
DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS
Cuenta Ueda que Shadow of the Colossus surgió como respuesta a su anterior obra y que el tema que le motivó a llevarlo a cabo fue la crueldad, la violencia. Y ese salvajismo no surge de los monstruos, que vagan tranquilos por el escenario hasta que nosotros empezamos a atacarles, sino de nosotros mismos. Somos nosotros, los jugadores, impelidos por el deseo casi irracional de salvar a nuestra amada, quienes osamos enfrentarnos a unas majestuosas criaturas que parecen
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Al empezar a trabajar en Sony, diseñó durante tres meses un prototipo de lo que acabaría siendo años después Ico formar parte del mundo desde hace eones. Es por eso que cada vez que ejecutamos a una de ellas una extraña energía se introduce en el cuerpo de Wander y sufre porque, aunque lo haga por un objetivo loable, es algo negativo, así que su cuerpo va deteriorándose y a nosotros nos duele también. Shadow of the Colossus es mucho más complejo y ambicioso que Ico. Mientras que aquel recordaba mecánicamente a otros juegos, este es incomparable, pues no existe ninguno como él, que se atreva a apostar por un mundo enorme y vacío en el que nuestro único objetivo sea matar a unos seres casi mitológicas. Cada enemigo es completamente diferente, tanto en su aspecto como en la manera de comportarse, totalmente
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orgánica y natural. Cada combate es un tour de force donde debemos descubrir el punto débil de monstruo y a través de los pocos elementos de que disponemos (espada, arco y caballos), utilizar el entorno a nuestro favor para acabar con ellos. Son luchas intensas y feroces que pueden llevarnos un buen rato, pues debemos escalar por ellos y agarrarnos fuertemente para evitar sus sacudidas. Cada coloso es, en esencia, una pantalla, con su propio diseño de nivel y ciertas mecánicas nuevas a las que debemos adaptarnos para salir victoriosos. Como prueba del alto nivel de exigencia del estudio, inicialmente pensaron crear 48 gigantes de piedra, que luego pasaron a ser 24, pero finalmente redujeron la cantidad para que todos fueran únicos. Otro de sus méritos es el manejo del caballo. De igual forma que en Ico, aquí se establece un vínculo emocional casi desde el principio con nuestro fiel Agro, a quien utilizamos no sólo para desplazarnos a toda velocidad, sino también para combatir sobre él o incluso para saltar hacia un coloso. Mucho se habló en su momento sobre el exigente control del corcel, acostumbrados como estábamos a otros juegos donde movíamos al animal como si fuera una simple extensión del jinete; en Shadow of the Colossus, en cambio, es a Wander a quien controlamos, intentando a su vez cabalgar sobre un ser vivo. Hay otro elemento que lo diferencia de su antecesor y que hace que adquiera una dimensión mayor: su banda sonora. Durante los momentos tranquilos, al igual que Ico, tan solo escuchamos sonido ambiental, pero en los enfrentamientos la poderosa música compuesta por Kō Ōtani suena a todo volumen. Su tono épico y estilo celta es el chute que necesitamos para trepar por el cuerpo de los colosos sin que su tamaño nos intimide. Shadow of the Colossus encumbró definitivamente a sus creadores en 2005, gozó de mayor éxito, más premios y motivó que ambos títulos fueran remasterizados para PlayStation 3. En esa misma consola debería haber salido hace años su siguiente obra, The Last Guardian, pero, al igual que ocurriera con Ico, la tecnología se quedó obsoleta ante el perfeccionismo y la obsesión de Ueda, por lo que el desarrollo, tras muchas complicaciones y amagos de cancelación, se pasó a PS4, donde está a punto de salir. Por los vídeos mostrados, parece situarse en un universo similar al de los anteriores y da la sensación de ser una mezcla entre ambos: un niño en una fortaleza que avanza gracias a la ayuda de una extraña criatura enorme cruce entre ave y mamífero. Veremos si ese exceso de ambición no le pasa factura y acaba sepultado por la alargada sombra de su predecesor. @
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Cuando la música voló por los aires
Texto David Ortega
Entre las tiendas de discos y Spotify hubo dos décadas que lo cambiaron todo. Años en los que la industria musical implosionó de la mano de la distribución digital ilegal, de Napster y los mp3, de las filtraciones online semanas antes de que los CD salieran a la venta. En su libro, narrado a ritmo de novela de intriga, Stephen Witt escudriña el fin de una era, un relato generacional para entender Cómo dejamos de pagar por la música.
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ell Glover no tenía pinta de informático. Lucía un tatuaje de la muerte con su guadaña paseando a un pitbull, era baptista, vivía en una caravana, no se había acercado en su vida a la universidad y, por si fuera poco, era negro en la racista Carolina del Norte, donde «la mayoría de habitantes prefería una escopeta de caza a un ordenador». Y a pesar de eso, o en realidad gracias a eso, Glover pasará a la historia como el mayor filtrador de discos del mundo. De los millones de canciones en mp3 que forman –o formaban– parte de las inabarcables colecciones de discos en este formato almacenadas en ordenadores, iPods y pilas de CDs piratas, una buena parte, por no decir casi toda, tuvieron como fuente primaria, como paciente cero, a un currela cualquiera al que sus superiores nunca prestaron la mínima atención. Junto a su amigo y compañero de trabajo James Anthony Dockery primero, y en solitario después, Glover, trabajador de la fábrica de discos compactos de Polygram en King’s Mountain (EEUU), combinó perspicacia y afán de protagonismo online para sacar de la planta semanas antes de su publicación todos los discos de los mejores artistas musicales de los últimos veinte años, empezando por los nuevos raperos del gangsta rap que escuchaba en el reproductor de su coche, pasarlos a mp3 y subirlos a la red de la mano auspiciado y acogido por el mayor grupo de piratas de la red, Rabid Neurosis (RNS). Un colectivo en el que nadie conocía a nadie liderado
Cuando en 1996 RNS inició su andadura online subiendo discos a la red sus miembros eran meros adolescentes
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por un joven indio apodado Kali, que vivía con su madre, y un criajo de trece años, de alias Capone, tan aburrido en su día a día en el colegio que sólo disfrutaba de su vida por la adrenalina de saberse un semidios en Internet filtrando antes que el resto de grupos los éxitos más esperados. Cuando en 1996 RNS inició su andadura online subiendo discos a la red sus miembros eran meros adolescentes. Diez años después, en 2006 y ya en los últimos coletazos de su epopeya, eran capaces de filtrar más de cuatro mil discos en apenas doce meses. Ya no se centraban sólo en los raperos verborreicos que atraían al usuario capaz de llegar a los canales más ocultos de IRC y FTP. Su target iba ahora desde Beyoncé a los Foo Fighters. Desde Pitbull a Tool. Desde Hot Chip hasta Tony Bennett. Cualquier disco con tal de ser los primeros en subirlo online, y por tanto en inundar la red con el nombre de RNS.
El libro narra ese momento de la historia reciente en el que la industria musical vio cómo la distribución digital, gratuita e ilegal de los discos les pasaba por delante La historia de Glover, de su método para pasar los CD camuflados en su cinturón para que la hebilla hiciera saltar el control de metales sin despertar las sospechas de los guardas, de su afán por conseguir en la Red el éxito del que carecía su vida real, y de cómo RNS utilizó el auge de raperos como Lil Wayne, Dr Dre, Eminem, Kanye West o Jay-Z para convertirse en la banda de distribución online de música ilegal más grande del planeta, ha servido al escritor norteamericano Stephen Witt para cincelar su celebrado ensayo Cómo dejamos de pagar por la música, que tras su éxito en Estados Unidos publica traducida la editorial Contra. Una obra imprescindible, narrada de forma cronológica, destinada a cualquiera que durante las últimas dos décadas haya descargado de Internet un disco en mp3. Pero el libro escrito por el hombre que descubrió al hombre que dinamitó la industria musical no recoge únicamente la vida y milagros de Dell Glover, que tras una mínima condena por un tribunal que absolvió a la mayoría de piratas de su clan pasa ahora sus días arreglando móviles, ordenadores y
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PlayStation en su ciudad natal. El texto entrelaza las delictivas tropelías cuasi inocentes de Glover con la fascinante vida y milagros de Doug Morris, el magnate musical de mayor calado en la industria norteamericana desde la década de los noventa -aún en activo a día de hoy pasando los 70 años-, cuyo ojo para descubrir antes que nadie a los grupos y solistas de mayor éxito en todos y cada uno de los estilos era inversamente proporcional a su desdén por cualquier forma de distribución digital, pues al fin y al cabo la gente siempre preferiría tener la música en sus cajas de CD en lugar de en el éter.
Cómo dejamos de pagar por la música tiene tanto de relato generacional como de inmenso artículo periodístico Ridiculizado en su momento por las revistas musicales y tecnológicas de mayor éxito en EEUU, Morris acabaría con los años siendo quien se partiera el ojete ante los que le habían acusado de ser demasiado viejo para entender cómo funcionaba la revolución de Internet. Porque puede que Morris no fuera capaz de anticipar la bajada sin frenos de las ventas del CD, pero cuando años más tarde visitó a su nieto adolescente comprobó que la nueva juventud no sólo había pasado ya del CD, sino también del mp3. Su nieto, como buen millenial, escuchaba la música en YouTube. Ahí, en los anuncios antes de los vídeos y en los laterales de la página, estaba el nuevo dinero de la música, y para sacar tajada de eso Morris acabaría convirtiéndose en el creador de Vevo, la plataforma dentro de YouTube que todas las majors de la industria utilizan hoy en día para colgar los vídeos, y ganar dinero, mucho dinero, con los anuncios insertados. La tercera pata de Cómo dejamos de pagar por la música, más técnica, menos loquer pero esencial para contextualizar el devenir de los acontecimientos del mundo musical digital, tiene como protagonista al alemán Karlheniz Brandenburg, padre putativo del mp3 y el cerebro privilegiado que en las aulas de una universidad alemana ideó, junto a un grupo de quince ingenieros, un sistema de compresión musical que en aquellos días, por la primavera de 1995, nadie quería implementar. Sus competidores, creadores de formatos con mayor apoyo (sic) como el mp2 o el mpeg, lograrían
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enterrar el mp3 a dos metros bajo tierra… hasta que los piratas decidieron desenterrarlo años después como el estándar absoluto de sus archivos de distribución ilegal. EL VAPORIZADOR MUSICAL
Narrado como la mejor novela de investigación policial, documentado y contextualizado de forma exquisita y exhaustiva, Cómo dejamos de pagar por la música tiene tanto de relato generacional como de inmenso artículo periodístico, congelando en sus páginas ese momento de la historia reciente en el que la industria musical vio cómo la distribución digital, gratuita e ilegal de los discos les pasaba por delante machacando su cráneo cual coche de Mad Max. Porque lo que hubo entre las tiendas de discos de tu barrio y Spotify tiene nombres y apellidos, tiene héroes y culpables, tiene emprendedores de los buenos, de los ilegales, y aprovechateguis que causaban millones de euros en pérdidas a las discográficas desde su habitación colgando en Internet discos en mp3 mientras otros, gente como Dell Glover, se jugaban el pellejo sacando los CD de las fábricas semana antes, a veces incluso meses, de su puesta a la venta.
En 2009, Dell Glover se declaraba culpable de violación de derechos de autor ante un FBI que sumaba años y años de infructuosa búsqueda del paciente cero Napster como explosión de la música compartida en Internet por su facilidad para las descargas, Steve Jobs –«si comparamos la piratería musical con la experimentación con drogas, Apple inventó el vaporizador», apunta el autor sobre el iPod– como magnate dispuesto a poner un cheque en blanco a Doug Morris para convertir iTunes en el epicentro de la música mundial, porque Morris no entendería de tecnología, pero entendía de música. Los grupos de poder demandando a las amas de casa por bajarse la banda sonora de la última película de Lindsay Lohan. Metallica y su Until It Sleeps como la primera canción de la historia en ser pirateada. Fall Out Boy como el último grupo cuyo disco fue subida de forma ilegal por RNS. Alan Ellis como, pese a no haber disfrutado en Europa del mismo éxito que en EEUU, responsable de crear desde su casa el elitista fórum musical Oink’s Pink Palace, donde sus integrantes se mataban entre sí por ser los primeros en distribuir dentro de esta comunidad online no sólo las últimas novedades, sino las rarezas musicales que encontraban en eBay y que eran imposibles de comprar en una tienda. Nombres, en definitiva, unos anónimos y otros mundialmente conocidos, que por acción u omisión contribuyeron a que, como reza el libro, toda una generación cometiera el mismo crimen sin tener constancia real, o tal vez teniéndola, de las consecuencias de sus clics.
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En 2009, catorce años después de empezar a plantearse sacar discos de la fábrica cuando, en mitad de una fiesta, se dio cuenta de que el DJ, compañero suyo en la planta, estaba pinchando canciones que aún no habían salido a la venta, Dell Glover se declaraba culpable de violación de derechos de autor ante un FBI que sumaba años y años de infructuosa búsqueda del paciente cero. Entró en prisión en marzo de 2010. Salió en junio. El resto de miembros de RNS a los que la Justicia intentó enchironar se libraron. En realidad no habían obtenido beneficio económico demostrable por distribuir en la red los discos no sólo que Glover sacaba de la fábrica de Carolina del Norte, sino de los cientos de Glover de las plantas de distribuidoras de discos de todo el mundo, a los que poco a poco habían ido captando. Algunos, de hecho, habían palmado pasta invirtiendo en ordenadores más potentes con los que tostar CD y convertirlos a mp3 más y más rápido. En 2012, Glover acabaría encontrando trabajo en una fábrica de camiones. Doug Morris, que en diferentes etapas había gobernado a los artistas musicales de las principales discográficas, como Time Warner y Universal, ganando más de doscientos millones de dólares, fichaba con 72 años por Sony Music Entertainment. Spotify, YouTube y la música en streaming lo había vuelto a cambiar todo, al menos hasta hoy. La primera ni siquiera utiliza el formato mp3, sino ogg, de código abierto. El rey ha muerto. Viva el rey. @
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Relato / Testua Lucía Baskaran
Ilustración / Irudia Ada Diez
Corazón de león “LA FAMILIA”,
ponía en la pizarra. Aquel fue un septiembre frío y lluvioso y Elena se fijó en que los demás niños iban mucho más abrigados que ella. Sólo había dos profesoras y se pasaron casi toda la mañana apaciguando a los niños. Les dieron leche con galletas y los acostaron. Elena era la única que no lloraba. Se durmió mirando el dibujo que acompañaba a La Familia: una mamá, un papá, un niño y una niña. Todos sonreían. Al día siguiente, las palabras seguían escritas en la pizarra, como una señal de advertencia. «Tenéis que dibujar a vuestra familia», dijo una de las profesoras. La mayoría de los niños hicieron un dibujo similar al de la pizarra.
«FAMILIA»
jartzen zuen arbelean. Orduko iraila hotza eta euritsua izan zen eta Elena konturatu zen gainerako umeek berak baino arropa gehiago zutela jantzita. Gelan bi irakasle baino ez ziren, bi andereño, eta ia goiz osoa eman zuten umeak baretzen. Esnea eta gailetak eman zizkieten eta ohean sartu. Elena zen negar egiten ez zuen bakarra, «Familia»ri laguntzen zion irudiari -ama, aita eta ume bi, mutil bat eta neska bat- begira zegoela hartu zuen lo. Denek zuten irribarretxo bat ahoan.
los huecos con historias, y llegó un momento en el que ya no distinguía las reales de las ficticias. A ella le hubiese gustado contar todas, pero las tuvo que dividir en las que eran para ella y las que eran para los demás. «Los demás niños tienen una mamá. Las familias sin una mamá son distintas», le decía su padre.
Elena dibujó un león con unas zarpas gigantes que ocupaba casi toda la página. A su lado, dos figuras diminutas. Empezó a dibujar un ángel en la parte superior de la página, pero lo dejó a medias. Un señor detrás de una mesa le preguntó sobre Las Cosquillas o El Amor, y Elena nunca más volvió a ver a su padre. Los demás no entendían que su padre era un león, no entendían nada, así que Elena decidió no volver a hablar de su familia.
Mientras se ponía el abrigo, Elena pensaba en el accidente que mató a su padre y en las historias que tuvo que contar. Ahora ella también era una adulta, pero tenía que seguir guardándose algunas historias, porque los adultos se empeñaban en nombrar las cosas de forma dolorosa, y ella sabía, desde lo más profundo de su ser, que su padre era un león.
Estos eran los únicos recuerdos nítidos que le quedaban. Había rellenado
Lehoibihotza Biharamunean, arbelean idatzitako hitzek hantxe jarraitzen zuten, ohartarazteko seinale baten antzera: «Zuen familia marraztu behar duzue» esan zien andereñoetako batek. Ume gehienek arbelean egindako marrazkiaren antzeko irudi bat egin zuten. Elenak lehoi bat marraztu zuen, ia orrialde osoa betetzen zuen atzapar erraldoietako lehoi bat. Eta ondoan bi irudi txiki-txiki. Orrialdearen goiko aldean aingeru bat hasi zen marrazten, baina ez zuen amaitu, erdizka utzi zuen. Mahai baten ostean zegoen gizon batek ‘Kili-kili’ edo ‘Maitasun’ari buruz galdetu zion, eta Elenak ez zuen berriro ikusi bere aita. Gainerakoek ez zuten ulertzen haren aita lehoi bat izatea, ez zuten ezer ulertzen, beraz Elenak erabaki zuen berriro ez hitz egitea bere familiaz.
Horiexek ziren garbi-garbi geratzen zitzaizkion oroitzapen bakarrak. Hutsuneak istorioz bete zituen eta halako batean ez zituen jada bereizi benetakoak eta asmatutakoak. Guztiguztiak kontatu nahiko zituen, baina berarentzat zirenak eta besteentzat zirenak banatu behar izan zituen. «Gainerako umeek badaukate ama bat. Amarik gabeko familiak bestelakoak dira, ezberdinak », zioen aitak. Berokia janzten zuen bitartean, Elenak buruan zuen bere aita hil zuen istripua, baita kontatu behar izan zituen istorioak ere. Orain bera ere heldua zen, baina istorioetako batzuk bere barrurako gordetzen jarraitu behar zuen, helduak gauzak modu mingarriak izendatzen tematzen zirelako, eta berak bazekien, barru-barrutik, bere aita lehoi bat zela.
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ANTONIO HITOS
Ciencia, ética y estética Texto Elizabeth Casillas
Un joven abducido en un parque que, como el gato de Schrödinger, está consciente e inconsciente a la vez. El padre de un ídolo de masas ligado a una extraña religión con un cincuenta por ciento más de ascensiones que la competencia y un artista callejero que tiene problemas con su lavadora. Todo esto abarca Materia, el nuevo cómic de Antonio Hitos publicado por Astiberri, una reflexión sobre los pilares del intelecto humano.
Antonio Hitos (Huelva, 1985) comenzó a dibujar cómics antes de saber escribir, cuando aún pedía a su madre que rellenara los bocadillos de las viñetas. A los doce años ya publicaba en fanzines y cuando se mudó a Sevilla para ir a la universidad pudo seguir dibujando, esta vez de forma profesional, en la extinta revista El Víbora. Sin embargo, no sería hasta ganar el Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic en 2013 cuando su nombre empezase a sonar fuerte. De aquel concurso llegó Inercia (Salamandra Graphic, 2014), la que fuese una de las sorpresas más agradables de aquel año, un grito de auxilio generacional en forma de novela gráfica que se convertiría en carta de presentación de su hoy ya característico estilo. Y ahora publica Materia (Astiberri, 2016), la historia de una invasión alienígena que transforma las vidas de aquellos con los que se cruzan y que arroja luz sobre las tres piezas del rompecabezas que forman el intelecto humano: ciencia, ética y estética.
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Las obras de Antonio Hitos se sitĂşan en un no lugar, un sitio que todo el mundo conoce y que es todos y ninguno a la vez.
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El proceso para llegar a ese carácter que hoy impregna toda su obra fue un cúmulo de circunstancias y condicionamientos. En los años 90, Hitos reconocía que no sabía que se podían dibujar cómics sin utilizar el estilo Marvel, que era lo que conocía, aunque de forma paralela también se veía influenciado por otros dibujantes que admiraba como Schulz. Sin embargo, no fue hasta que se cruzó con el dibujante Javier Rodríguez, quien le retó a unir ambos estilos y la obra gráfica de autores como Chris Ware, cuando germinó su estilo. «Descubrí que se podían utilizar otros códigos estéticos con incluso mayor eficiencia que lo que yo ya estaba haciendo de antes y así es como empezó a surgir mi estilo», nos explica Hitos. Nació la línea, la geometría y un uso del color que adquiere un tono narrativo y una personalidad equiparable al diálogo. Es precisamente por este uso del color tan narrativo por lo que el número de colores en la paleta es tan limitado, para que sea más sencillo de aplicar y seguir por el lector. EN BUSCA DEL NO LUGAR
Tras la publicación de Inercia, Hitos necesitaba salir del plano secuencia y comenzó a crear un universo más divertido, protagonizado por reptilianos, en el cual establecer una serie de historias cortas con aquellos temas que rondaban por su cabeza. Ideas como la religión o conceptos de física cuántica iban y venían, hasta que se juntó con los tres conceptos que sirven de columna vertebral para esta novela gráfica: la ciencia, la ética y la estética. Darse cuenta de que
Sus cómics están repletos de referencias a la cultura urbana, territorio en el que habita normalmente el autor
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«Cuando fabrico una ficción que quiero sentir cercana, no voy a buscarlo, simplemente no lo niego»
la suma de las tres partes tenía más fuerza de la que poseía cada una por separado sirvió para desechar ideas iniciales y crear Materia tal y como ahora podemos leerla, formada por tres capítulos individuales, dedicado cada uno a uno de los conceptos. Ciencia está protagonizado por un joven estudiante abducido en un parque que, como el gato de Schrödinger, está consciente e inconsciente a la vez. Ética recoge la historia del padre de un ídolo de masas ligado a una extraña religión, y un artista callejero que tiene problemas con su lavadora protagoniza el tercer episodio, dedicado a la estética. Materia e Inercia son dos cómics que tienen muchos puntos en común, y algunos de ellos son los nexos propios de dos obras correlativas en el tiempo. Ideas similares que, sin embargo, sorprenden por su evolución. Por ejemplo, ambas obras están situadas en un no lugar, una ciudad que todo el mundo conoce y que es todas y ninguna a la vez. Otro lazo lo encontramos en la abulia: Inercia narra esa desidia a la que está sometida su generación y Materia, a pesar de los ovnis y los reptilianos antropomórficos, vuelve a radiografiar una sociedad aún afectada por la apatía. Aunque, como el autor reconoce, no lo plantea como tema principal y es más bien una idea que surge en segundo plano. «Supongo que padezco
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de esa abulia y estoy perjudicado por las mismas cosas que el resto de mi generación, y lo tengo muy interiorizado. Cuando fabrico una ficción que quiero sentir cercana, no voy a buscarlo, simplemente no lo niego», manifiesta. Esa no negación de su identidad en las obras es lo que le lleva a usar el lenguaje urbano que tanto abunda en sus cómics. Lo vemos en la forma de hablar de los personajes, pero también en el uso de la ciudad, la forma de desplazarse por los entornos o el arte callejero que se plasma en las páginas y que, como bien nos explica Hitos, son los espacios que él habita normalmente, la realidad que conoce y que le permiten servir de contrapunto para tratar otros temas asociados a la alta cultura. «Los temas que trato en Materia son muy intensos, muy cerebrales, y es fácil caer en la pedantería. Por ello me parece interesante afrontarlo desde esa perspectiva urbana, que puede tener cualquier tema de telón de fondo porque la forma sigue siendo muy atractiva para el lector», argumenta Hitos. Con Materia, el dibujante onubense ha demostrado que aquel universo propio que nos mostró en Inercia no era un simple espejismo y que el virtuosismo de su dibujo es equiparable a su narrativa. Si la novela gráfica está mutando de la narrativa clásica a una lenguaje más atrevido y renovado es, sin duda, gracias a obras como esta. @
ATEAK ZA BALIK 201 PUERTAS 6 ABIERTAS 2016
SANTIAGO AINHOA A
FERNÁND
KUTAIN, C
EZ-MOST
EYRIN, M
ARIO ESP
LIEGO, ITZ
IAR CANT ERO Y NA ROA GALL CIO, SAHA EGO, NADES, P T S A J A UREGI, IZ ABLO CAP ARO IERE ITÁN, KHA GI, TANIA IRI JEMLI, IMAGEN 2 BLANCO, PAU FIGU 9**, ANTE R ES, TAMA ESPACIO, R S A A R G A MUNGU ARCÍA, M EDURNE G ARÍA LEÓ ÍA, GALA ONZÁLEZ KNÖRR, M N, , ÁLVARO ANU URA TALAVERA N G A , IRATI INO , IMANOL DAVID CA RIZA, ZUBIAUZ, NTARERO EGIAR AL , BELÉN C DIZKARIA EREZO, ZA , OLATZ O LOA IPIÑA CAMILA P TALORA, , URTZI IB AZ TÉLLE A Z, ABEL J R G Ü E N , TAMARA ARAMILL ARROYO, O, MATXA LEN OÑAT E, ATAKON TU, KARL A TOBAR
JULIÁN PA
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www.bilbaoarte.org
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CONSUMIR PREFERENTEMENTE ANTES DE
CACTUS Nº 21
¡Menos quesazo y más ketchupazo! ¡¡CANTOS DE SIRENA CON SABOR A QUESO!!
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oy en día no hay fabricante de snacks que se precie sin su consabida bolsa de patatas lights, de esas que consumimos para engañar a nuestro estómago y a nosotros mismos. Los 90, en cambio, era una época sin complejos; no nos preocupábamos por las calorías, no sabíamos qué coño era eso del gluten y los vegetarianos eran una anomalía genética. Matutano no era una excepción, especialmente dedicándose al sector de los productos para niños y adolescentes, donde cuanto más azucarado y/o grasiento sea el snack, mejor. Sin embargo, en 1995 se sacó de la manga una tibia aproximación al mundo de las patatas light, a las que denominó, no muy sutilmente, “Patatazos”. El nombre era una referencia a la fiebre del momento: los tazos que infestaban los colegios de toda España con Buggs Bunny, el Pato Lucas y compañía. Su forma circular y ligeramente ondulada también chocaba, por su sobriedad, con lo habitual en aquellos tiempos: snacks de aspecto llamativo inspirados en iconos pop. Su carácter experimental quedó patente en otro atrevimiento: ¡no sabía a queso! Al contrario que el 95% de los productos similares, los Patatazos pasaron del lácteo y abrazaron el ketchup. Un ligero toque, claro, porque en el fondo no dejaba de ser una patata proto-light.
No me tire, deposíteme sobre una mesa para que otros puedan disfrutarme. Gracias.
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Agenda
noviembre / diciembre 2016 Bilbao
Cursos / Talleres / Encuentros ESPACIOAERRE
ZAWP Y hACERIA
Avda. de las Universidades, 2. Bilbao / 94 442 27 35
Ribera de Deusto, 47. Bilbao
SÁB 12 NOV 10:00- 14:00
SÁB 5, 12, 19 Y 26 NOV 11:00- 12:00 TALLER INFANTIL: MINI ACT NOW 7€
LIBRETA DE CUERO CON VARIANTES DE COSIDO LONG STITCH 45€ (ESTUDIANTES > 40€) SÁB 26 NOV 10:00- 14:00 CONSTRUCCIÓN EN CAJAS 45€ (ESTUDIANTES > 40€) SÁB 10 DIC (OPCIONAL: 17 DIC) LIBRO DE FIRMAS CON TAPA RÍGIDA Y COSIDO JAPONÉS CON CINTA 45€ (ESTUDIANTES > 40€)
SALÓN DEL CÓMIC DE GETXO (18-20 NOV ) Plaza Estación de Las Arenas (Areeta) VIE 18 NOV 20:00 CLUB DE LECTURA DE NOVELA GRÁFICA LAMIA (DE RAYCO PULIDO) El club de lectura de la Librería Joker se traslada al Salón de Cómic de Getxo para una sesión especial. En esta ocasión, comentaremos entre todos los asistentes el tebeo Lamia con su autor, Rayco Pulido, y Elizabeth Casillas, coordinadora del club.
SÁB 5, 12, 19 Y 26 NOV 12:00- 14:00 TALLER INFANTIL: MODANCE 35 €/MES (segundo hermano: 30 €) SÁB 5, 12, 19 Y 26 NOV 11:00- 13:00 TALLER DE MONOCICLO (INICIACIÓN) 50 € CURSO COMPLETO DOM 6, 13, 20 Y 27 NOV 17:00 TALLER Y ENCUENTRO MUSICAL: UKEDADA 5€
Conciertos / Exposiciones / Proyecciones... AGENDA RESIDENCE CAFÉ
AGENDA AMBIGÚ
Barrainkua, 1. Bilbao
San Vicente, 5. Bilbao. / 944 24 23 43
CADA MIÉRCOLES 21:00
IRISH FOLK SESSIONS
AGENDA ZAWP Y hACERIA Ribera de Deusto, 47. Bilbao DOM 6 NOV 19:00 VIE 11 NOV 21:00
TEATRO: CANTO DE UN POLLUELO DESESPERADO 10€ CENAS FLAMENCAS
SÁB 22 NOV 21:00
CONCIERTO FLAMENCO: EL TOPO 10€
DOM 13 NOV 19:00
TEATRO: 3,2,1 10€
SÁB 26 NOV 20:00 + DOM 27 NOV 19:00
VIE 11 NOV SÁB 12 NOV
TEATRO ESTRENO: ANA KARENINA DE FRANCESCO CARRIL 12€
AGENDA ESPACIOAERRE Avda. de las Universidades, 2. Bilbao / 94 442 27 35 DEL 18 AL 30 NOV ICONOS DEL DISEÑO EN EL S. XX COLECCIÓN PRIVADA & MINIMAE Muestra de gráfica publicitaria, papelería y objetos de escritorio de uso cotidiano a mediados del siglo XX. Piezas originales de colecciones particulares. Presentación de MINIMAE, un novedoso proyecto de edición artística, con su colección de carteles sobre objetos que se han convertido en iconos del diseño y forman parte de nuestra experiencia vital.
VIE 18 NOV
GAUTXOS ÁLVARO SEGOVIA & FRIEND JAM SESSION FANZINE KLOF - VILLAPELLEJOS (LIVE) + DJ AK (GARAGE PUNK)
SÁB 19 NOV
FIESTA XV ANIVERSARIO SALÓN DEL CÓMIC DE GETXO: 2MARI DJS + ARTISTA SORPRESA
VIE 25 NOV
ZINEBI CLOSING PARTY: TWIST ETA SHOUT
GAU IREKIA San Francisco, Bilbao la Vieja y Zabala: www.sarean.info SÁB 17 DIC TODA LA NOCHE FESTIVAL GAU IREKIA Jornada de puertas abiertas en estos barrios, cargada de actividades sociales y culturales en diferentes espacios. Esta iniciativa de la Asociación Sarean, pone patas arriba las calles para mostrar y compartir la energía que late en ellas, donde existe una diversa comunidad de agentes sociales y culturales.
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Hay un Cactus virtual www.revistacactus.com
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