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Un nuevo mundo de influencers virtuales Las madres en los videojuegos + Iván de la Nuez + Haçienda y Fyre + La plaga de los cómics + Cristina Galán
CONCURSO DE BANDAS Y ARTISTAS MUSICALES SALA BBK MUSIKA-TALDE ETA ARTISTEN LEHIAKETA
IZENA EMATEKO EPEA MARTXOAREN 28KO 12:00ETAN AMAITUKO DA. PLAZO DE INSCRIPCIÓN: HASTA EL 28 DE MARZO A LAS 12H.
ROCK POP SOUL R&B HIP HOP TRAP ELECTRÓNICA SURF GARAJE FOLK METAL ...
Las influencers virtuales son ya una realidad, y poco tienen de inocentes, a pesar de los colores pastel de la portada creada por Oh Caroool. Se han colado silenciosamente para revolucionar el mundo de la moda, una industria que ya no está en manos de los diseñadores, sino del consumidor. La fotógrafa Cristina Galán ha retratado un mundo similar en su obra Paul, una distopía de color rosa inspirada en el superficial mundo de las redes sociales. El festival Fyre también se valió de Instagram, pero sin ironía, para atraer a pijos a su desastroso evento, como vemos en dos recientes documentales. Justo lo opuesto a lo que proponía, The Haçienda, el legendario club de Manchester fundado por Tony Wilson en los 80, un templo altruista dedicado a la música sobre el que el bajista de New Order habla en un libro. En la novela Crudo, Olivia Laing plantea un juego de espejos rotos entre la autoficción y el homenaje apócrifo a la mítica escritora Kathy Acker. Sus poemas eran tan pasionales como los de Laura Sam, una artista murciana con mucho flow que publica ahora Incendiaria, un poemario donde recopila sus mejores versos y para cuya presentación oral contará con el apoyo de música electrónica. El joven Mark Luva también fusiona rap y electrónica, como demuestra en Deabru, su contundente EP que le llevará a actuar en el próximo Primavera Sound. También hablamos sobre Teoría de la retaguardia, un lúcido ensayo de Iván de la Nuez sobre el complejo mundo del arte contemporáneo. Y en la vanguardia, últimamente estamos acostumbrados a videojuegos con historias paternofiliales, pero rara vez protagonizadas por madres. Rescatamos algunas progenitoras en Overwatch, Silent Hill, Bloodborne y Assassin’s Creed Odyssey, aunque necesitamos muchas más. Precisamente sobre una mujer desaparecida trata Sabrina, una premisa muy sobada pero que ha dado lugar a una obra fascinante y que se convirtió en la primera novela gráfica nominada a los premios Man Booker. También fueron pioneros los tebeos sobre los que escribe David Hajdu en La plaga de los cómics, un ensayo sobre un capítulo prácticamente olvidado en la historia de las guerras culturales: cuando el pánico a los cómics cambió la cultura norteamericana.
Cactus #34 Marzo/abril 2019
Diseño Querida Duska,
Contacto info@revistacactus.com
Un proyecto de Sandro Gomato, Koldo Gutiérrez, Elizabeth Casillas
Imprime Another Press
Publicidad publicidad@revistacactus.com
Han colaborado en este número José Blázquez, Roberta Vázquez, Janire Goikoetxea, Ana Llurba Alba Cid, Yahvé M. de la Cavada, Mikel Gil, María Pérez Recio, Oh Caroool, Laura Sam.
Depósito legal BI-669-2013
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@revistacactus Cactus no se hace necesariamente responsable de las opiniones de sus colaboradores, aunque les arropará con una mantita si algún día la necesitan. Ningún contenido de esta publicación puede ser reproducida por ningún medio sin el permiso previo del editor. © de textos e imágenes: sus autores
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JOSÉ BLÁZQUEZ
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No future RECUERDO LA CASA donde viví de niño, alquilada por mis padres según la modalidad de renta antigua, que ahora se consideraría una infravivienda, con las viejas ventanas de madera en las que varios cristales ya se habían roto y por cuyos huecos, a pesar de los cartones improvisados pegados con cinta aislante, se colaba el agua cada verano cuando venían las tormentas de viento sur. Recuerdo sobre todo a mi madre, de rodillas, recogiendo el agua del suelo bajo una banda sonora de truenos y unos efectos especiales de relámpagos. Era la casa que habitábamos un matrimonio de dos migrantes y sus dos hijos, mi hermana y yo, recién instalados en una gran ciudad procedentes de la Castilla rural, que se buscaron la vida, aquellos primeros años, a machetazos, unas veces movidos por el entusiasmo de salir adelante y otras paralizadas por la angustia que proyectaba la amenaza del paro de mi padre, que más de una vez mordió los largos días en esa casa donde se metía el agua cuando la tormenta venía de viento sur, la casa donde viví de pequeño.
Todo ha cambiado para que todo siga igual: las élites políticas y las chusmas sociales continúan caminando por senderos que jamás podrán encontrarse, porque las primeras siempre han operado altivamente desde sus ‘intelectualidades’, regodeándose en la vacuidad de sus palabras, y las segundas bastante hacen con sobrevivir en sus ‘analfabetismos’ a ras de suelo, superándose en las vivencias impuestas de sus acciones. No saben, esas élites políticas, que las chusmas sociales no necesitan que nadie les salve de esa vida que tiene lugar incluso en los contextos más duros. Unas y otras no comparten el mismo lenguaje: la pobreza de la que hablan unas no tiene nada que ver con la vivencia de las otras, entre otras cosas, porque las chusmas sociales no intelectualizan su pobreza, en tanto que en tiempo presente la están viviendo en sus propias carnes y, muchas veces, ni siquiera la denominan pobreza. Para ellas, como lo fue para mis padres, no se trataba de vivir mejor, sino de sobrevivir, cada día. Las cosas así, entre otras muchas trampas, el principal engaño electoral al que todas las élites políticas, sin excepción, someten a las chusmas sociales, es recitarles el mantra de que hay un futuro para ellas y no solamente eso, sino que ellas, las élites políticas, proclaman tener el don de construirlo, de cambiarlo, de mejorarlo, mediante la simple transacción de un voto electoral. Esta artimaña es uno de los cimientos en los que se sustenta eso que se llama status-quo democrático.
De aquellos años recuerdo también cuando veíamos la vieja televisión en blanco negro mientras cenábamos, en periodo electoral. Igual que ahora, los partidos políticos de entonces ponían sobre sus discursos la promesa del bienestar social de todos los ciudadanos. Ni mi padre, cansado como un burro después de haber trabajado doce horas en una fundición, con un salario irrisorio, ni mi madre, cansada como una mula después de haber limpiado toda la mierda, también de sol a sol, en la casa de una familia ricachona de la ciudad, sin contrato y con una contraprestación todavía más ridícula, prestaban demasiada atención a las imágenes, más bien estaban con la vista puesta en la jornada venidera, con el único propósito de sacar adelante a una familia. Si acaso, en mi casa solamente existía mañana, pero no como sinónimo del futuro; se pensaba solamente en su aceptación cronológica inmediata del día de después de hoy.
Ante esto, estaría bien no solamente negarles el futuro que quieren dar a terceros, no aceptando su juego de equiparar mercantilmente nuestro voto con la superación de la pobreza sino que habríamos de negarles ese mismo futuro a ellas. Aunque no ocurre así, claro. Mis padres, en aquellas Elecciones Generales terminaron votando, los dos, a UCD, ni por ideología ni por que creyeran que esta opción política les fuera a sacar de ningún agujero, sino porque su líder, Adolfo Suárez, era abulense como ellos. En fin. La democracia. De amos y esclavos.
Hoy en día, la pobreza sigue siendo un arma arrojadiza, o mejor dicho, la pobreza de los ‘otros’ o de las chusmas sociales, intelectualizada como objeto por las élites políticas, continúa siendo una de los cebos estrella de las campañas electorales, en la disputa partidista de los distintos grupos, que buscan, unos mantener el poder y, otros, conquistarlo, convertida la pobreza en un relato que promete el happy end.
En los próximos meses nos dirán un millón de veces que el futuro está en nuestra mano. Malditos bastardos. El futuro no existe. ¿Haca falta ser punk para decirlo o qué? Good save the queen. Play.
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BILBOKO ZINEMALDI FANTASTIKOA FESTIVAL DE CINE FANTÁSTICO DE BILBAO BILBAO FANTASY FILM FESTIVAL
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Las esquinas del mundo
1. «TE OFREZCO las cuatro esquinas del mundo, porque uno no puede saber dónde morirá»: con esas palabras pasaban —y quizá pasan aún— de padres a hijos las cruces tuareg. Apenas un aspa y un círculo, piezas nunca remachadas por golpes de martillo. Sorprende ver cómo esas joyas de plata y níquel condensan las claves de un modo de vida, el nómada, al remitir a los cuatro puntos cardinales, también a las huellas del chacal en las dunas o a la Cruz del Sur en el cielo. Como un mapa minúsculo, simbolizan la habilidad futura del portador para abrirse camino allí donde estos se desvanecen día a día, para trazarlos.
vista atrás regresa, una vez más, la sensación de que aunque mucho ha cambiado, ninguna mano ha alcanzado el duramen del tronco, que persiste sin muescas. No es un problema demográfico, sino de empleo. 5. Como si de un arma arrojadiza se tratase, las angulaciones de las cruces tuareg eran capaces de dispersar el mal hacia las cuatro esquinas de la tierra, una protección importante en el vasto y áspero Sáhara. Hoy algunas reposan sobre el pecho de las mujeres de Agadez, y son colgantes, por veces mutan en anillo o incluso en abrebotellas, diversificándose más y más en sus reproducciones para el comercio.
2. Viví una temporada en París, en el distrito XIII, que alberga las cuatro sobrias torres de la Bibliothèque nationale de France y el barrio asiático. Muy presente en el cine negro de hace décadas, es un lugar carismático, con insólitos y titilantes templos subterráneos dedicados a Buda, la explanada de Olympiades, y sus tiendas, hondas y rectilíneas, siempre abarrotadas. Raíz de loto seca, hojas de bambú, aroma de jazmín y esencias. Otras tantas etiquetas que no puedes leer, raíces que no reconoces. De tanto en tanto, y en otras latitudes, me sorprendo avanzando por un supermercado nuevo, dispuesta a sentir idénticos sobresaltos, el pulso de lo extraño, centelleos.
6. Lo dijo Mahmoudan Hawad, y tiene una vertiente ensayística: «para el nómada el pensamiento sólo existe caminando o cantando. Y todo lo que es nómada debe ser cantado o caminado para ser real». Él es uno de los escritores que testimonian lo acontecido: con la independencia de ciertas naciones africanas, antiguas colonias francesas, los tuaregs han iniciado luchas tan desesperadas como silenciosas por mantener su libertad de movimientos, su forma de vida. 7. No acumulo muchas certezas, pero he llamado a la columna “An Octopus”, por el poema de Marianne Moore, asombroso y ondulante, una transcripción del movimiento.
3. Echo en falta los altares pequeños y brillantes de las tiendas del XIIIème. Rojos y humeantes, casi íntimos. Situados al fondo de cualquier corredor, a la altura de los tobillos, disimulados junto a las cajas con reposiciones.
8. “Tuareg” enlaza con “camino” y con “corta-caminos”, tal vez en memoria de ciertas prácticas de pillaje derivadas de la escasez de alimentos y de la reducción del territorio. Siempre he intentado aferrarme a la observación, a la errancia, a la etimología: no saber más de lo que saben las palabras, procurar sopesarlas en su “lugar” de origen, en contexto. Que, si se derraman cuatro granos de arroz, o cuatro letras, sepamos leerlas, repasar el perfil de las analogías. Apreciar la mancha azul que el turbante deja. Divisar el terreno.
4. Quizás sean otras las esquinas del mundo y muy diversos nuestros motivos, pero también hoy vagamos. Nadie nos ha entregado una cruz tuareg y apenas sabemos leer mapas o símbolos (de hecho, casi siempre existe un algoritmo dispuesto a hacerlo), pero sí fuimos educadas en territorios y límites. En esta marejada, a veces me pregunto si Philip Larkin diría que «a good poem about failure is a success»; puede que sí. Lejos, aprendemos. Pero al echar la
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YAHVÉ M. DE LA CAVADA
¿Comparado con qué?
canciones. Esto, creo, es lo que uno tiene que pensar. Y seguir haciendo lo que uno ama, lo haga bien o no.
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LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS, de esto no hay duda, pero también, en ocasiones, son muy necesarias. Al fin y al cabo, la perspectiva surge de la exposición continua a diferentes fuentes y, obviamente, de la comparación, cada vez más fundamentada y llena de matices, que uno puede hacer a medida que experimenta más y más. Por esto considero que es cada vez más importante usar una herramienta que se está dejando de lado en esa masa de hipérbole e ignorancia que son las redes sociales y, por extensión, internet: entonar, aunque sea para uno mismo, ese gatillo para disparar la reflexión que es preguntar «¿comparado con qué?».
Sin embargo, esto no debería excluir el auto examen, el ponerse en perspectiva y saber que lo más probable es que, a excepción de tu familia, tus amigos o tus conocidos, nadie quiere escuchar tu puta banda de mierda. Si tienes toda tu confianza en que estás haciendo algo realmente bueno, peléalo, llama a puertas y adelante con todo. Mucha suerte, de verdad. Pero si no cuaja en ningún sitio, o no es su momento, o peor aún, si lo que tienes es un grupo de versiones para tocar en bares (que está muy bien, no digo que no, pero es otro rollo), cuando te digan (un familiar, un amigo o un conocido, con toda seguridad) que lo haces muy bien, que suena genial, que sois un grupo lleno de talento etc., no dejes de preguntarte «¿comparado con qué?». Y que no te duela reconocer la verdad.
Llevo muchos años tocando en grupos, más de dos décadas de forma ininterrumpida, teniendo toda clase de experiencias que se adquieren cuando uno se cuelga una guitarra y decide juntarse con gente para hacer música. He grabado discos, he tocado centenares de veces en directo, he girado en condiciones infrahumanas y en condiciones estupendas, he tocado en grupos a los que les robó el manager, a los que les tomó el pelo el productor, a los que extorsionó la discográfica, de todo. Me he divertido mucho y he hecho cosas de las que estoy relativamente orgulloso. Algunas veces toco algo y me digo «eh, esto no está mal»; a pesar de la enorme dosis de autoengaño que esto suele conllevar, es bonito sentirlo. Recomiendo a todo el mundo que viva la experiencia de montar o formar parte de una banda. Se aprende mucho, no sobre música, sino sobre dinámicas de grupo, roles, compañerismo y, en general, sobre la naturaleza humana. Hay pocas experiencias como subirse a un escenario y tocar para un público que te escucha, que está disfrutando con lo que haces ahí arriba, aunque sea porque no tiene el más mínimo criterio musical. Hay pocas sensaciones como la de sentir que estás haciendo algo único junto a otras personas, todos aportando algo para construir el resultado, o incluso escribir una canción y darte cuenta de que has creado algo que antes no existía, y ahora sí. Que lo has hecho tú. Eso ya es algo grande en sí mismo, decir «estas son mis canciones» o «este es nuestro grupo». ¿No te gusta? Móntate tú un grupo y escríbete las putas
Y, sobre todo, no dejes que sean condescendientes contigo con este rollo de «¡apoya tu escena local!», tan en boga ahora. Que la apoye ¿por qué? ¿Porque es local? Habrá que apoyar lo que merezca ser apoyado, que es casi nada. Y me incluyo en esto: prácticamente ninguno de los grupos en lo que he tocado a lo largo de los años merecía el apoyo de desconocidos, porque o no eran suficientemente buenos, o no eran serios, o directamente eran una puta mierda. Nos divertíamos, sí, pero eso es algo personal, y no implica que haya que apoyarlo por coincidencia geográfica. El 99% por cierto de grupos locales de los que se dice que están bien no sobreviven a la pregunta «¿comparado con qué». Comparados con otros grupos locales igual están bien, como está bien comerse un yogur caducado con la mano si la única alternativa es comerse 150 gramos de gravilla, pero en el espectro de la música global son absolutamente irrelevantes. Y muchos de ellos, malos, malísimos, lo que no evita que haya mucha gente invocando ese “apoyo” imperativo, ese defender “lo nuestro” (más bien lo que nos queda cerca) solo porque es nuestro. La antítesis del criterio cualitativo.
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Cactus en casa
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Si quieres números antiguos, te es imposible conseguir la revista en papel en alguno de nuestros puntos de distribución, vives fuera de Euskadi o sencillamente prefieres recibirla en casa como un señor o una señora porque sabe Dios qué puede pasar ahí fuera, puedes hacerte con una desde nuestra web y nosotros te la mandamos a casa. O suscribirte y tener así Cactus aseguradas durante un año.
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POR ROBERTA VÁZQUEZ
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GIZA ESKUBIDEEN ZINEMALDIA FESTIVAL DE CINE Y DERECHOS HUMANOS HUMAN RIGHTS FILM FESTIVAL DONOSTIA / SAN SEBASTIÁN / 2019 5 - 12 apirila / abril / April
www.zinemaetagizaeskubideak.eus www.cineyderechoshumanos.eus
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Una sección hecha por los editores de la revista y un invitado distinto cada número, totalmente subjetiva y que no atiende a razones temporales ni de género. Recomendaciones a gogó. Sólo buena mierda.
Por E L I Z A B E T H C A S I L L A S Una serie MIRA LO QUE HAS HECHO
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Berto Romero (2019) Berto Romero acaba de estrenar seis nuevos capítulos de Mira lo que has hecho y, para sorpresa de todos, no se trata una nueva dosis de más de lo mismo (que habría sido más que suficente), sino que da una vuelta de tuerca a lo que ya vimos en la temporada anterior y traspasa las barreras de la metaficción. Si al principio se trataba de una buena comedia en la que Berto contaba su experiencia como padre primerizo, en esta comienza una nueva línea temporal en la que el cómico vuelve a ser padre y, además, rueda una serie de su experiencia como padre primerizo junto a Belén Cuesta. Tan divertida como siempre, irreverente como nunca y con una Eva Ugarte descomunal.
Por K O L D O G U T I É R R E Z Un disco VESSELS
Un cómic E N U N R AYO DE SOL
Diego Navarro (Sweat Taste, 2018)
Tillie Walden (Ediciones La Cúpula, 2019)
Un disco que pasó totalmente desapercibido en el panorama nacional el pasado año y que merece la pena reivindicar. El joven productor valenciano, no confundir con el compositor homónimo de bandas sonoras para El Fotógrafo de Mauthausen o Atrapa la bandera, creó un álbum ambiental tranquilo y de sonoridades oscuras pero con un punto luminoso. Sus 16 pistas van penetrando en la mente con cada escucha y nos trasladan a un viaje de 175 millones de años hacia el pasado, tal y como mantiene su autor. El primer largo de Navarro viene del futuro sin olvidar el pasado, o viceversa, y podría formar parte de la banda sonora de alguna película de ciencia ficción.
De vez en cuando me pregunto «¿quedará alguien que no haya leído a Tillie Walden? ¿Que desconozca Piruetas, ese cómic que es, sin duda, uno de los mejor comingon-age que se han escrito nunca y además por una de las artistas más prometedoras?» Evidentemente, si eres de los que no, ya estás tardando. Y si eres de los que sí, estás de enhorabuena porque La Cúpula publica En un rayo de sol, el webcómic que la estadounidense dibujó entre 2016 y 2017 y que toma su título de una canción de Belle and Sebastian. Una historia sobre el amor y las segundas oportunidades ambientada en una nave que recorre el universo para reconstruir antiguas construcciones, ¡y a todo color! La primera parte se publicó a finales de febrero y la segunda parte saldrá en abril. 12
Un cómic DÍAS DE DESTRUCCIÓN, DÍAS DE R E V U E LTA Joe Sacco y Chris Hedges (Planeta Cómic, 2015) Joe Sacco es uno de los historietistas más prestigiosos, gracias a obras como Palestina o Gorazde, donde retrata las penurias de la guerra en clave documental. Y Chris Hedges es un periodista ganador del Pulitzer, así que sus caminos estaban llamados a juntarse. Así lo hicieron en 2010, cuando emprendieron un proyecto de exploración por varias zonas desafavorecidas de Estados Unidos, como comunidades indias, viejas minas y zonas agrícolas. El texto de Hedges y los dibujos de Sacco reflexionan sobre economía, política y las terribles consecuencias del capitalismo salvaje en la sociedad postindustrial, hasta llegar al Occupy Wall Street que lo cambió todo para que nada cambie.
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Por S A N D R O G O M A T O Un libro BARRACA Y TANGANA Enrique Ballester (Libros del K.O., 2018) «Dejar a tu pareja y no tardar en arrepentirte luego. [...] Con suerte tu pareja piensa lo mismo y estás a tiempo de volver y de comprobar una vez más que el principal motor de la fidelidad es la pereza. La pereza es el principal motor de una vida simple y feliz, pero nos cuentan lo contrario porque el sistema odia la pereza». No sé si es verdad eso de que lo verdaderamente hermoso no es el destino sino lo que pasa en el camino que te lleva hasta él, pero sé que si las columnas de Enrique Ballester son tan geniales es porque hablan del camino. Tras años de Barraca y tangana en el diario Levante, ahora tenemos la ocasión de leer una buena ristra de ellas bien empaquetadas. Un talento innato para sustraer la épica del relato futbolístico y mirar alrededor, donde está lo que importa, las pequeñas-grandes victorias y derrotas de lo cotidiano.
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Por L A U R A S A M (poeta) Un disco N U E VA S ÉPOCAS
Un cómic G I D E O N FA L L S
Soledad Vélez (Subterfuge Records, 2018)
Jeff Lemire y Andrea Sorrentino (Astiberri, 2019)
Este disco me devolvió a la belleza apareciendo en el lugar y el momento adecuados. Tan esperanzadores como decadentes, en el mejor sentido de la palabra, los sonidos de este álbum me reconciliaron con la realidad gracias a unas melodías que van creciendo a golpe de sintetizador y teclado, floreciendo en cada escucha. En una fase de transición y preguntas, Nuevas épocas es un título que invita a darle al play. Bases eléctricas bañadas por la voz calmada y desértica de la chilena Soledad Vélez en canciones que son poemas, poemas que son sensacionales viajes en el tiempo.
No hay mejor carta de presentación para Gideon Falls que sus portadas. Mapas urbanos o de terrenos rurales que conforman pareidolias, casi un aviso con tintes psicogeográficos de que el mundo que el prolífico Jeff Lemire (Descender, Black Hammer) ha creado aquí está vivo y no es precisamente benévolo con sus protagonistas. Una nueva serie de misterio con buena carga de horror rural y elementos sobrenaturales que nos acerca a lo más oscuro de la mente humana y que tan a gusto se encuentra con el poderoso dibujo de Sorrentino, capaz de crear atmósferas y sensaciones desasosegantes. El 4 de abril la tendremos en castellano de la mano de Astiberri.
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Un libro CASI LA CAÍDA Almudena Vega (Stendhal Books, 2017) Casi la caída es, más que un libro, un artefacto diseñado para salir de una misma y mudar la piel. Una lectura para tomar distancia de lo que se cree o se espera de un poemario, para adentrarse en una realidad, a veces fantástica e ilimitada, y otras directa y aplastante, orquestada desde la lucidez inconsciente de esta poeta. Algo jeroglífico y eterno se mueve entre estos versos, acercándote a ese lugar donde nunca has estado, pero al que siempre quisiste acceder. Un imaginario enormemente personal contado con un ritmo peculiar y pausado, con palabras que se esquivan a sí mismas, dejando en quien se acerca a ellas un signo de misterio.
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Alpha Decay, 2019
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¿Quieres ser Kathy Acker? Crudo de Olivia Laing realiza un juego de espejos rotos entre la autoficción y el homenaje apócrifo encarnando estrategias de la mítica escritora de culto para reflexionar sobre la identidad y la representación de la realidad en nuestro presente hipermediatizado. TEXTO: ANA LLURBA
COMO EN AQUELLA INOLVIDABLE comedia negra dirigida por Spike Jonze, ¿Quieres ser John Malkovich?, esta novela, el debut en la ficción de Olivia Laing (Buckinghamshire, 1977), nos somete a un ejercicio arriesgado pero oportuno. Si en aquella hilarante comedia Jonze realizaba, a través de un extravagante mise en abyme, una sátira del culto a la fama y la mitomanía, Laing emprendió una aventura parecida pero con un objetivo diferente: sumergirnos en la mente atribulada de su narradora, una Kathy Acker cuántica, arrancada de su tiempo y espacio, conviviendo en nuestro presente inmerso en la hiperrealidad, el narcisismo y el voyeurismo compulsivos. Un experimento que podría haber salido, también, de la propia mente de la escritora de culto en que se encarnó la narradora de esta novela. Por todo lo anterior, no nos parece azaroso que Laing, autora de tres libros de no ficción sobre vidas
de escritores, haya elegido a Acker para este fin. Dos décadas después de su muerte, en 1997, con solo cincuenta años, Kathy Acker sigue siendo un icono de la transgresión literaria. Y no solo por ese singular look andrógino que fuera eternizado por esos míticos retratos en blanco y negro que le hiciera el no menos mítico Robert Mapplethorpe. Nacida como Karen Lehman en 1947, creció rodeada de una acomodada familia judía del Upper East Side neoyorkino. Sin embargo, Kathy renegó desde muy joven de cierta autocomplacencia burguesa, escapándose de la escuela privada para asistir a la iconoclasta escena artística del East Village. Aunque el canon de la literatura posmoderna parece haberse cristalizado en los grandes nombres de novelistas, la obra de Acker, dado el carácter experimental de sus artilugios literarios, más cercanos al arte conceptual que a la ficción, 14
no se dejan domesticar por la etiqueta “novela”. Sin embargo, la irreverencia posmoderna está omnipresente tanto en su crítica a la autoría a través del plagio y la apropiación, con la práctica del ensamblaje y el collage, así como el recurso constante a la parodia y el pastiche, y su actitud explícita con la transexualidad, el BDSM y la pornografía en los ochenta. Cabe recordar que la controversia por el DOS DÉCADAS DESPUÉS DE SU lanzamiento de Erótica de MUERTE, EN 1997 CON SOLO Madonna casi acaba con su C I N C U E N TA A Ñ O S , K AT H Y A C K E R carrera en 1992 (!). De estas SIGUE SIENDO UN ICONO DE LA múltiples maneras, Acker TRANSGRESIÓN LITERARIA cuestionaba la noción de identidad estable, bastante antes que las políticas identitarias llegaran las agendas académicas y mediáticas. Por eso la suma de estos elementos hacen que su prolífica y caleidoscópica obra exija por sí misma un lugar distinguido en la fiesta, en el carnaval posmoderno. En los últimos años hemos visto salir a la luz diferentes obras de y sobre Kathy Acker, como After Kathy Acker (2017), su primera biografía autorizada, firmada por Chris Kraus (en cuya novela se basó la serie I Love Dick), la reedición de su correspondencia con el teórico McKenzie Wark (2015), así como primera traducción al castellano de Grandes En Crudo (2019) la agenda del presente (los esperanzas (2019) por la editorial Los libros de la inquietantes disparates de Trump, el alarmante mujer rota. Además de su coétanea Chris Kraus, calentamiento global y la imparable contaminación diferentes autoras nacidas en los 80 y los 90, como global, el preocupante ascenso de la derecha europea la poeta Gabby Bess (Postcoño) o la novelista Maggie y latinoamericana) tienen la apariencia superficial del Nelson (Los argonautas). Teniendo en cuenta todo ruido de fondo que ritma nuestro presente: esto, ¿se decidirá Anagrama al fin a reeditar sus dos novelas traducidas al castellano, Aborto en la escuela «Había, en la actualidad, pensó Kathy, un problema y Don Quijote fue un sueño? Esperemos que sí. en lo que respectaba a encontrarle sentido a las cosas. Siempre había sido un problema, pero antes el ¿Quién quiere ser Kathy Acker hoy? Kathy Acker, ángulo ciego era más grande. Hacía diez años, quizás la protagonista de esta novela, es una encarnación incluso solo cinco, era posible no prestar atención a de aquella mítica autora pero con cuarenta años y a las atrocidades, creer que ese tipo de cosas sucedían punto de casarse con un hombre bastante mayor que siempre en otra parte, en un orden de realidad distinto ella, en 2017. Un dato que casualmente coincide con la del tuyo. Ahora, quizás como consecuencia de internet, biografía reciente de Laing. Si bien la autora británica era como si el ángulo ciego se hubiera vuelto muy ya contaba con tres libros de no ficción donde pequeño y se moviera de forma imprevisible como indagaba en la vida y obra de autores como Virginia una canica. No podías confiar en él. Podías irte de Woolf, John Cheever o Andy Warhol a través de vacaciones, pero sabías que a esa playa terminarían versátiles ensayos sobre la soledad y la adicción a las llegando cadáveres, si no hoy, entonces coincidiendo drogas, Crudo es su debut en la ficción. Un género que con tus vacaciones o después» le permitió ampliar el terreno de sus experimentos a través de la confusión voluntaria entre las difusas Sin embargo, esa aparente superficialidad se fronteras entre vida y obra, personaje, narrador y parece más a una frágil capa de hielo que la separa autor. Sin embargo, ésta no es su única intención. del abismo de la, nunca mejor dicho, más “cruda” La protagonista, a veces aguda, a veces insufrible y realidad. Y así es como esta novela funciona a la vez siempre frívola, vive una cuenta regresiva hasta su como hipérbole neurótica y diagnóstico pertinente tercer matrimonio. Una cuenta atrás que la sumirá en de un presente donde esa experiencia llamada una especie de crisis de la mediana edad sublimada “identidad” deambula, ansiosa, desorientada, por en una espiral de ansiedad y compulsión voyeurística un laberinto de espejos rotos entre la posverdad y la en las redes sociales. hiperrealidad contemporáneas. @ 15
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Cactus Sabrina
Nick Drnaso
Salamandra Graphic, 2019
Los que se quedan Pasará a la historia por ser la primera novela gráfica nominada a los premios Man Booker, pero Sabrina de Nick Drnaso es mucho más que eso. Tras una primera novela gráfica abrumadora, el dibujante estadounidense vuelve con un relato aterrador sobre una sociedad hiperconectada en la que estamos más solos que nunca.
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TEXTO: ELIZABETH CASILLAS
EN MITAD DE UN ABRASADOR mes de julio saltaba la noticia: una novela gráfica se colaba por primera vez entre los finalistas al premio Man Booker, uno de los reconocimientos literarios más importante en lengua inglesa. La sorpresa fue mayúscula, y causó aún más estupefacción conocer a su autor: Nick Drnaso, un joven dibujante nacido en Palos Hills, Illinois, en 1989 y residente en Chicago que hasta la fecha sólo había publicado una novela gráfica, Beverly (Fulgencio Pimentel, 2016), y colaborado en varias antologías. Sin embargo, a pesar de su corta carrera, había sido nominado por partida triple en los Ignatz —los premios de cómic independiente más importantes en Estados Unidos— y su debut galardonado con el LA Times Book Prize a la Mejor novela gráfica. No obstante, la obra de Drnaso se antojaba como una de esas piezas que adoraba la crítica, pero que terminaría pasando desapercibida para el gran público. Finalmente no ganó, pero generó la curiosidad que necesitaba y la tirada de su edición original se agotó. La escritora Zadie Smith declaraba que era el mejor libro que había leído sobre el momento actual: «Es una obra maestra, hermosamente escrita y dibujada, que posee el poder de la polémica política a la vez que la delicadeza
del verdadero gran arte. Me ha aterrorizado. Me ha encantado». Seis meses después, la ansiada publicación de Sabrina en español es una realidad, gracias a la labor de Salamandra Graphic, y por fin comenzamos a entender el porqué del revuelo alrededor de la obra de Drnaso. El dibujante estadounidense apenas necesita una conversación cotidiana entre Sabrina y su hermana Sandra en la cocina de la casa de sus padres para sentar las bases de todo lo que vendrá después. Cada detalle en esa escena cuenta, desde el crucigrama que intentan resolver hasta un comentario banal sobre la fruta falsa que se encuentra sobre la mesa. Después de aquello, Sabrina Gallo, una mujer de 27 años con una vida aparentemente normal, desaparecerá al regresar del trabajo. Y, como si fuese un guión de Hitchcock o la próxima película de David Robert Mitchell, nunca más volveremos a verla. A partir de aquí, Sabrina es una obra sobre los que se quedan: Sandra, su hermana; Teddy, el novio; y Calvin, un viejo amigo de éste último que se ocupa de cuidarle mientras cae en una profunda depresión ante la magnitud de la tragedia. Cuando la filtración de un video sobre Sabrina se hace viral, el suceso se convierte en una gran conversación a nivel nacional que dará pie a los temas sobre los que se sustenta 16
la obra: desde las teorías de la conspiración hasta el ascenso de la Alt Right aprovechándose del dolor y la pérdida pasando por la ética periodística, la ansiedad colectiva o el uso y comportamiento de la sociedad en las redes sociales. Las vidas de Sandra, Teddy y Calvin se van suplantando unas a otras a lo largo de las páginas formando unas secuencias largas, pero sobre todo vacías y devastadoras. Especialmente en el caso de Teddy y Calvin que, a pesar de compartir apartamento, apenas comparten espacios, aunque sí una desafortunada coincidencia: ambos han perdido a sus familias. Mientras que Teddy se descompone tras la desaparición de Sabrina, Calvin busca la manera de reunir de nuevo a su familia: una mujer y una hija, la pequeña Cici, que se han ido a vivir a Florida y abandonado una vida de soledad en Colorado. Pero lo que hace tan excepcional a Sabrina no es sólo un guión acertado o que suponga un oportuno análisis sobre la propagación de mensajes reaccionarios, la manipulación de la opinión pública, la ineptitud emocional o la ansiedad de perder a alguien en un evento violento –no podemos olvidar aquí que Nick Drnaso se hace adulto en una sociedad norteamericana post 11S—, sino que muestra un talento excepcional para transmitir todas esas emociones a través de su dibujo. Sus personajes están compuestos por trazos simples, bastan dos puntos negros para dibujar los ojos, pero este despojo de realismo hace que el más mínimo detalle tenga una carga expresiva vital. Es asombroso cómo la ansiedad colectiva se puede plasmar en las emociones mínimas que expresan sus personajes en lo formal y que encaje tan bien con ese “clicar por sentir algo” que mueve a las masas en internet y del que habla precisamente el libro. «Agregar más detalles para hacer que alguien parezca más humano no es necesariamente efectivo», explicaba Drnaso en un artículo de la revista New Yorker. Sabrina aún tiene mucho de Beverly en cuanto a forma, pero hay pequeños detalles que van cambiando. Uno de ellos, por ejemplo, es el uso de color. De una paleta de colores pastel, y hasta cierto punto estival, pasa a unas tonalidades más oscuras y apagadas. No hay cielos azules, y el único brillo que se atisba en la novela gráfica es el que proporcionan las imágenes que se ven a través de las pantallas –de la televisión, del ordenador– y en un libro infantil que Cici olvidó antes de su mudanza a Florida. Unas tonalidades que encajan a la perfección con otro hecho insólito de la obra: no hay personajes de atrezzo. Los escenarios, por norma, siempre están vacíos: no hay nadie cuando Calvin va al supermercado, cuando conduce al trabajo o se sienta en el parque. Las calles están vacías cuando Teddy busca al gato que se ha escapado de casa y mientras Sandra espera en la parada del autobús. La lección está clara: los que se quedan están sólos. @
D R N A S O P O S E E U N TA L E N T O E XC E P C I O N A L PA R A T R A N S M I T I R E M O C I O N E S A T R AV É S D E S U DIBUJO
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Con una dilatada carrera en el mundo del Poetry Slam y el Spoken Word, Laura Sam publica un poemario donde recopila varias de sus obras, más pensadas para recitar que para leer. En la presentación del libro le acompañará Nazareno, que pondrá música electrónica a su contundencia lírica.
al ESTRUENDO
TEXTO: KOLDO GUTIÉRREZ
«La ausencia de sentido de lo que se vive en el momento en el que se vive es lo que multiplica las posibilidades de la escritura». ANNIE ERNAUX, Memoria de chica. Federico García Lorca de Granada, Venecia o Río de Janeiro. El libro recopila dieciséis poemas, algunos de ellos inéditos, que la autora ha ido desarrollando a lo largo de su carrera a través de la poesía escénica y oral en Poetry Slams y que ha madurado año a año en diversos escenarios. «Todos los poemas están pensados para la voz y el silencio; para detener al lector en la palabra emitida en voz alta, la que se habla, la que se
CON ESTA CITA de la escritora francesa se abre Incendiaria, el poemario de Laura Soto que publica Arrebato Libros; toda una declaración de intenciones. La joven murciana lleva seis años organizando recitales de Spoken Word en Bilbao, donde reside, y participando en todo tipo de eventos y festivales de poesía a nivel nacional e internacional, como el Teatro Arriaga y Gutun Zuria en Azkuna Zentroa, el CCCB de Barcelona, Caixa Forum de Madrid, el Centro 18
escucha», señala Laura Sam, como es conocida en el mundo lírico. Quienes hemos tenido la oportunidad de escucharle recitar en persona en más de una ocasión podemos leer los versos con su voz, imaginar su ritmo y cadencia, hacer sus pausas y declamar con la intensidad que le caracteriza. Laura Sam se sale del canon habitual de la poesía, deja de lado los temas manidos y cursis habituales y trata otros más cercanos, mundanos y reales, como en Esquizofrenia, donde habla sobre visitas al psiquiatra y ansiolíticos. Otros versan sobre (no) llegar a fin de mes y activismo de sofá, e incluso en uno se atreve a hacer metapoesía y apelar directamente al lector preguntando ¿Que si me ha gustado tu poema?, con un subtítulo tan esclarecedor como actual: Dame likes y dime tonta. Es ahí donde escupe una de sus rimas más contundentes:
del Verso, Rapsusklei o la Mala Rodríguez. En el instituto le inocularon el virus de la poesía y empezó por un autor de su tierra, Eloy Sánchez Rosillo. Ahora escucha a raperas actuales como Kate Tempest, Gata Cattana, Princess Nokia o Pusha T. Esto ha provocado que en su poemario prescinda totalmente de comas y emplee espacios para marcar sus características pausas. «Ahora he tenido que darle importancia a la estructura para que el lector sepa cuándo el poema respira o es más rápido», explica. Para preparar sus sesiones con Nazareno ha tenido que salir totalmente de su zona de confort. «Estaba acostumbrada a estar sola en el escenario, únicamente arropada por mi voz, así que añadir música y representarlo escénicamente ha resultado muy complejo», rememora la artista. Tampoco tenían claro si definirlo como rap o electrónica, porque Quique tiene la manía de hacer cosas que no existan y difíciles de catalogar. En el pasado ella puso voz sobre su música y ahora es él quien aporta melodía a sus poemas. En cada sesión recitará siete de sus textos, sin descanso ni silencio, ya que la música seguirá incluso en las pausa, con una duración aproximada de media hora. Aún tienen que confirmar las fechas, pero en Azkuna Zentroa podremos verles (y escucharles) en mayo.
busca el like tu fake fast food de take away to throw away
La poesía de Laura Sam tiene una gran sonoridad, así que la presentación de libro que tendrá lugar en ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao o Murcia se hará con música de fondo. La poeta irá acompañada por su amigo Quique Sánchez ‘Nazareno’, a quien conoció en la escena murciana. El músico alicantino hace una electrónica de estilo industrial, ambient y experimental, y ya ha colaborado con Laura en el pasado en un proyecto relacionado con la muerte titulado Velatoria. «Lo más complicado para mí ha sido darle a cada poema una identidad diferente, «T O D O S L O S P O E M A S E S TÁ N para que no sonasen todos igual, P E N S A D O S PA R A L A VO Z Y E L intentando convertir esos textos en S I L E N C I O ; PA R A D E T E N E R A L canciones», apunta el músico, «aporto L E C T O R E N L A PA L A B R A E M I T I DA intensidad mediante sonidos más E N V O Z A LTA » estridentes cuando lo merece o calma con sonidos envolventes cuando el poema lo pide». Ambos han tenido que adaptarse al estilo del otro, especialmente Laura. «Tengo los Los poemas seleccionados para Incendiaria poemas muy asimilados e interiorizados, por eso tienen una extensión más larga de la habitual, de todo está muy medido y he tenido que ser flexible unas tres páginas, lo cual puede resultar agotador para acoplar mi voz a una base y aumentar el tiempo por tanta información e intensidad, especialmente de mis pausas para sincronizarnos», reconoce. Para si se leen en voz alta, como su autora recomienda. compenetrarse bien se pasaron todo diciembre Entre medias incluye otros más breves a modo de ensayando en Murcia, cuatro días a la semana durante interludio, para que el lector pueda descansar, ya que unas siete horas. El resultado, según se ha podido están concebidos para ser leídos. «Hay diferencias ver en un breve vídeo grabado en un vertedero, entre ambos poemas, tanto en el tono como en su posee una atmósfera oscura y sucia que encaja a la contenido y en las rimas», indica Laura Sam. También perfección con la contundencia de los versos. incluye fragmentos de obras y autores que le han También le han dado vueltas a la denominación influido, como Anne Bogart o Walt Whitman entre de su proyecto común; querían evitar a toda costa otras. Laura Sam vuelve a realizar un ejercicio de los términos “recital” o “concierto” y lo han dejado intimidad y desnudez con su fogosidad habitual, en el más amplio y ambiguo “sesión”, que alude donde estrofas cargadas de dureza y sensibilidad también a la música electrónica. La musicalidad de de contenido social se dan la mano con reflexiones Laura Sam no es casual. Su flow viene del rap que sobre el individuo y cuestiones personales. El resto es escuchaba de adolescente, principalmente Violadores silencio. @ 19
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VIRTUALES, la GUERRA FRÍA de la MODA TEXTO: JANIRE GOIKOETXEA ILUSTRACIÓN: OH CAROOOL
Las influencers virtuales se han colado silenciosamente para revolucionar una industria que ya no está en manos de los diseñadores, sino del consumidor. Modistas y marcas se esfuerzan cada vez más por dar con nuevos conceptos digitales que lleguen a quienes utilizan las redes sociales como fuente casi exclusiva de referencia para la reafirmación de su gusto. Pero existe una nueva generación a la que solo se le puede convencer si se le mira directamente a los ojos.
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o es la primera vez que el mundo real y el virtual chocan en la pasarela. Ha pasado más de una década desde que Alexander McQueen volvió a presentar a Kate Moss en forma de holograma. Riccardo Tisci le dio a la estrella virtual Hatsune Miku un cambio de imagen a lo Givenchy y Nicolas Ghesquière utilizó un personaje de Final Fantasy XIII para una campaña de Louis Vuitton en 2016. Si bien estas incursiones digitales no son nuevas en la moda, todavía pueden considerarse lo suficientemente atrevidas como para causar dificultades a la hora de distinguir lo real de lo falso. A pesar de los muchos ejemplos de creativos intentando ir un paso más adelante de los nuevos tiempos utilizando la tecnología como complemento, fue una pequeña startup de Los Ángeles la que tuvo la brillante idea de crear desde cero una musa, modelo e influencer virtual que no necesitara de más que una plataforma para existir y que estuviera dispuesta a dejar su caché y agenda a manos de sus progenitores.
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n 2016 la compañía Brud creo a Lil Miquela como un proyecto de arte digital. La joven americana de raíces brasileñas y eternos 19 años nació con la intención de convertirse en una it girl. Fotos con celebrities y hasta viajes a Coachella documentados en Instagram llamaron la atención de las marcas y pronto se convirtió en imagen de nombres como Prada, Chanel o Pat McGrath. El seguimiento a su perfil fue masivo y las marcas que colaboraban con ella empezaban a ver resultados, así que sus creadores decidieron darle más dimensión para alimentar la fantasía. La carrera de Lil Miquela tomó un rumbo muy humano, lanzándose a la música sacando su single Not Mine junto a Anamanaguchi y una buena dosis de autotune. Pero según sus creadores, aún faltaba algo que la conectara con su público. Algo humano, creíble, una esfera en la que vivir. Así Brud trajo al mundo a Blawko, un joven rebelde con un canal de YouTube de éxito y Bermuda, una chica pro-Trump que nació para asumir el rol de villana y que acabaría haciéndole la vida imposible a Miquela. Todo esto fue una estrategia del equipo de comunicación que acabó confundiendo a parte de su audiencia y demostrando que el beef ya existente en las redes no necesitaba más leña.
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LIL MIQUELA Cuando sus followers comenzaron a dispararse, sus hashtags empezaron a incluir causas de justicia social, haciendo de ellas una herramienta comercial e intentando expandir el alcance de su audiencia de cara a los contratos con las marcas. A pesar de que comercialmente le funcionó a la perfección e incluso Time Magazine la coronó como una de las personas más influyentes de internet en 2018, Lil Miquela tuvo que asumir las implicaciones de ofrecerse como un maniquí político. Lo que parecía una unión revolucionara del arte con la moda y la tecnología se
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Lo que parecía una unión revolucionaria del ARTE con la MODA y la TECNOLOGÍA se vio ensuciado por una irresponsable dosis sin fin de FAKE NEWS
vio ensuciado por una irresponsable dosis sin fin de fake news para una generación que estaba dispuesta a olvidar que todo era mentira. Los límites entre la política, la mercantilización y las maniobras de influencia hicieron que Lil Miquela se convirtiera hasta día de hoy en un reflejo demasiado cercano a las influencers de carne y hueso. Tan real se volvió que empezó a atraer algo tan humano como los haters. Pero en una sociedad hambrienta de representación alternativa, nació un nuevo rostro que sacudió todo.
SHUDU GRAM E
Este fotógrafo inglés es el único responsable tras la creación de Shudu, un modelo 3D que creó mientras practicaba con un nuevo software. Después de cinco años en Londres fotografiando modelos internacionales, Wilson volvió a su Weymouth natal para probar suerte con el 3D. Combinando su amor por la moda y la fotografía editorial con sus mayores referentes de belleza, Grace Jones o Alek Wek, creo una representación de su belleza ideal en forma de mujer. Un pequeño cambio en la biografía de Shudu donde se autodenominaba “la primera supermodelo virtual” rompió con todas las especulaciones sobre su origen. Pero el título más merecido sería el de iniciadora de la era post-uncanny valley, en la que
n 2017 la imagen de una modelo negra empezó a circular por Instagram por su belleza sin precedentes. Su nombre era Shudu, y de esto solo podía deducirse que se trataba de una modelo recién llegada a la industria y de origen africano, cuya belleza atemporal ni siquiera permitía dilucidar su edad. Tras apenas unas pocas fotos publicadas, la cuenta de la línea cosmética de Rihanna reposteó una foto en la que Shudu lucía uno de sus pintalabios, catapultándole a la fama. Cuando incluso Naomi Campbell o Tyra Banks se pronunciaron para celebrar su belleza y decenas de marcas y agencias quisieron ponerse en contacto con ella, Cameron-James Wilson supo que era el momento de hablar.
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la tecnología ha sido llevada a tal extremo que una creación digital ha llegado a ser tratada como una persona real. Después de la revelación empezaron los problemas y la controversia. Lo que ayer había sido una celebración de la belleza alternativa y la diversidad en el mundo de la moda hoy se convertía en “la fantasía racista de un hombre blanco”. Muchos criticaron a Wilson por ser el responsable de estar robando trabajos a modelos negras con su nueva creación. Este rechazo es la reacción que durante toda la historia han suscitado las nuevas tecnologías, un miedo al que cada vez nos tendremos que enfrentar con más frecuencia. Tanto su creador como la propia industria afirman que las modelos pueden estar seguras, el interés por estas creaciones no reside en el color de su piel sino en la ausencia de ella. Otro de los debates éticos que plantean estas modelos virtuales es la estandarización de unos cánones de belleza irreales. Pero este tipo de representación de la belleza sería en todo caso más honesta que la que vemos expuesta en cualquier red social hoy en día. La idea de que una foto de una modelo humana siempre será más real que una de Shudu es totalmente falsa. Wilson relata cómo tras una vida utilizando Photoshop para borrar defectos de las modelos, Shudu le dio la oportunidad de revertir el proceso para conseguir realismo. Cuantas más imperfecciones tuviera, más humana parecería. Junto a Shudu ya han posado Nfon Obong, un colega virtual de profesión y Ajur Akoi, modelo africana de carne y hueso que ha visto su carrera potenciada por esta colaboración gracias al fotógrafo. Olivier Rousteing, director creativo de Balmain conocido por su estilo moderno y su decisión de llevar la moda francesa a la vanguardia de la era digital quiso ser el primero en contar con Shudu entre sus filas, y rodearla además de lo que llamó “un ejército virtual” al que todo el mundo podía unirse junto a sus nuevos iconos virtuales: Margot, Shudu y Zhi. La creación de Shudu podría ser una de las más brillantes expresiones del arte digital por el mensaje positivo que transmite a través de la sola belleza. Como los antiguos pintores y escultores creaban a sus mujeres soñadas idealizando sus cuerpos, mostrándolas como diosas de perfiles dignos de admirar, Wilson ha utilizado la tecnología para dar vida a una nueva divinidad con miles de seguidores.
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SOPHIA THE ROBOT U
na de las grandes pegas de estas modelos virtuales es que su autonomía se limita al marco de nuestros móviles. En cambio, Sophia, el robot con IA más avanzado de Hanson Robotics (Hong Kong), nació para ser la representante de estas musas en la tierra. Originalmente se componía de un torso con la mitad de sus circuitos al descubierto y recorrió el mundo dando entrevistas y dejando titulares en los que expresaba su deseo de formar una familia y haciendo historia cuando se convirtió en ciudadana legal de Arabia Saudí en 2017. La primera impresión que el público tuvo al ver que un robot podía mantener una conversación fluida, reaccionando con expresiones faciales y haciendo chistes, fue la de un miedo lógico. Sophia había sido diseñada sobre los cánones de la belleza clásica europea, y parecía una suerte de Audrey Hepburn sin pelo que a pesar de ello no dejaba de recordar a una muñeca sexual. Por esto, sus creadores decidieron vestirla como una mujer
Shudu podría ser una de las más BRILLANTES expresiones del arte digital por el mensaje POSITIVO que transmite a través de la sola BELLEZA 24
profesional con un look sobrio, como pudimos ver en en su primeras apariciones en televisión. Hoy en día no existe nada más atractivo que ser el primero en hacer algo, y la moda es pionera en este campo. Pronto las marcas comenzaron a querer vestirla y la plantaron en la semana de la moda de Shanghai, la hicieron portada en múltiples revistas y la colocaron en la front row del Alexander Wang Fall 2019 Show en Londres junto a Teyana Taylor y 21 Savage. La estrella del show acabó siendo Sophia, que mantenía la vista en los modelos mientras vestía prendas exclusivas cedidas por el diseñador.
El surgimiento de la figura del ‘influencer’ es tan reciente que la irrupción de entes virtuales no constituye una amenaza, sino una diversificación de una industria todavía en construcción que pone en peligro cosas mucho más importantes que el marketing. La capacidad de casi cualquier persona para crear este tipo de imágenes significa que Internet ya está lidiando con nuevos problemas, como la proliferación de videos porno falsos de celebrities conocidos como Deep Fakes y todo esto sucede en el contexto de las principales empresas tecnológicas del mundo que compiten desesperadamente por dar paso a una realidad virtual amigable para el consumidor. Pero el aspecto humano del marketing influyente es la clave de su éxito, y mientras la vulnerabilidad sea la mejor herramienta comercial, la industria preferirá agotar su propia batería hasta que tenga que echar mano de una externa. @
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¿Dónde ESTÁN LAS MADRES en los VIDEOJUEGOS? Los videojuegos protagonizados por padres actualmente gozan de muy buena salud, abundan en las estanterías y se llevan premios y buenas críticas. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las madres.
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TEXTO: MARÍA PÉREZ RECIO
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os años 2012 y 2013 vinieron plagado de padres. The Last of Us, Bioshock Infinite, The Walking Dead y Dishonored tenían tramas que de algún modo se relacionaban con la paternidad, ya fuera biológica o adoptiva. Estas historias se tomaron como un síntoma de madurez del medio, al fin y al cabo, estaban haciendo referencia a algo real, a una experiencia que desde siempre se ha plasmado en la literatura, la pintura o el cine. Una mayor variedad de historias siempre es bienvenida y resulta interesante una historia del héroe en la que la nueva generación le toma el relevo. Y eso fue lo que pasó en las secuelas de esos juegos, en The Walking Dead Season 2 y Dishonored 2 nos poníamos en la piel de sus hijas: Clementine y Emily, respectivamente. Y en el próximo The Last of Us 2 haremos lo propio con Ellie. El ciclo de la vida aplicado a las generaciones de consolas. Convenientemente, todos estos padres se hacían cargo de niñas preadolescentes o adolescentes, ninguno de ellos tuvo que cambiar pañales, ni dar papillas. Como estamos hablando de juegos de acción tiene sentido dentro de su planteamiento de la jugabilidad, no se pueden matar zombies ni saltar por los tejados tan fácilmente con un bebé en brazos. Así que, esta parte de la crianza se quedó fuera de cámara relegada a sus madres, que (casualmente) morían antes o justo al principio del videojuego.
hablar de profesionales del videojuego. Una de las consecuencias de la falta de mujeres en los estudios de videojuegos es el reducido número de protagonistas femeninas. Encontrar mujeres protagonistas en los videojuegos comerciales es difícil, pero encontrar a una que no sea muy joven lo es aún más. Si bien los protagonistas masculinos de mediana edad son más o menos abundantes (Geralt de Rivia, Kratos o Venom Snake) las mujeres apenas rozan la treintena y presentan siempre un rostro libre de arrugas (Alloy, Emily Kaldwin o Chloe Frazer). Si a las mujeres en los videojuegos no se les permite cumplir años tampoco se les permitirá seguir avanzando en las distintas etapas de la vida. Precisamente hablo de roles protagonistas porque podemos hallar madres como NPC o personaje secundario. En juegos de rol japoneses la madre suele estar en la casa y servir como guía básica para el jugador en juegos como Earthbound, Chrono Trigger o Pokémon, donde nuestra madre nos saludará nada más empezar la partida y a veces nos dirá que nos vistamos o desayunemos. Para llegar a una madre con la que podamos jugar nos tenemos que ir a Overwatch, en este shooter en primera persona tenemos a Ana Amari, que cumple una función de apoyo y es francotiradora y sanadora. Ana tiene 60 años, el pelo completamente blanco, la cara con arrugas y un parche en el ojo. Es la madre de otro personaje jugable, Fareeha Amari, y su historia está relacionada con el origen de la organización Overwatch.
Padres coraje. Unos años más tarde, ya en 2018, nos encontramos con otros dos juegos en los que se recurre a la paternidad: God of War y Yakuza 6. God of War sirvió como lavado de la cara a la saga, se cambió la dirección de arte a una de inspiración nórdica y se decidió dotar de más profundidad al personaje de Kratos, su protagonista. Para ello Kratos debía cuidar de su hijo Atreus tras la muerte de su madre. Durante el viaje hacía la montaña donde debe esparcir las cenizas de su esposa, el protagonista va afianzando la relación con Atreus, abriéndose poco a poco con él. Sin embargo, en God of War volvemos a ver repetido el esquema de los anteriores ejemplos: el hombre protagonista se hace cargo de un preadolescente tras la muerte de la madre (la cual no deja de ser otra mujer en la nevera más). En la saga Yakuza repetimos el mismo esquema, en su primera entrega Kiryu adopta a una niña pequeña llamada Haruka tras la muerte de su madre, de la que él estaba enamorado. En Yakuza 6, Kiryu tiene que cuidar del bebé de una Haruka ya adulta porque ésta se queda en coma. Sin embargo tras un par de escenas en las que el protagonista tiene que dar de comer y acunar al niño, cuando la trama ya se pone seria, quien se hace cargo del bebé es la encargada de un bar de la que se hace amigo Kiryu. Aunque el número de jugadores y jugadoras está casi a la par, esta diferencia se acentúa al
ANA AMARI ES FRANCOTIRADORA Y SANADORA EN OVERWATCH, ADEMÁS DE MADRE DE OTRO PERSONAJE JUGABLE, TIENE 60 AÑOS, PELO CANO Y ARRUGAS
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Cactus Maternidad y terror. A diferencia de la ciencia ficción o la fantasía, el terror es un género en el que abundan las protagonistas femeninas. Si en el cine tenemos Alien, Suspiria o la reciente Verónica, en los videojuegos encontramos títulos como Rule of Rose, Clock Tower o Project Zero. No es de extrañar que siguiendo la historia del cine (La semilla del Diablo o Babadook) en los videojuegos encontremos temáticas relacionadas con la maternidad contadas en clave de horror. En el primer Silent Hill el deber de Henry Mason era encontrar su hija desaparecida Cheryl. A lo largo de la historia descubrimos que esta niña es parte del alma de Alessa, una chica obligada a dar a luz al dios de una secta religiosa. Al final del juego Alessa y Cheryl se reencarnan en un bebé del que cuida Henry. Diecisiete años más tarde, en Silent Hill 3, este bebé se ha convertido una adolescente llamada Heather. La intención de la villana del juego es que Heather repita el destino de Alessa y obligarla a parir al dios, aun en contra de los deseos de la protagonista. Ahí podemos ver por un lado el miedo a crecer, algo que ya ha sido tratado en Carrie o El exorcista (la pubertad da miedo y más aún al venir la regla). El paso a la adultez de Heather viene representado por la muerte de su padre como símbolo de la infancia perdida y la presencia de Claudia Wolf, obsesionada con la maternidad de Heather. Justamente por Claudia, la historia de Heather también podría interpretarse como la de tantas mujeres a las que se intenta forzar desde ambientes familiares a una maternidad no deseada.
En Bloodborne recurrimos continuamente a viales de sangre para curarnos (muchas teorías dicen que es sangre de menstruación) y para alcanzar el final secreto tendremos que consumir varios cordones umbilicales. La maternidad es un tema central, aunque sea fallida como reza la descripción que acompaña a los cordones umbilicales: «Todos los Grandes pierden a su hijo». Al igual que trata Frankenstein, en Bloodborne el temor al alumbramiento de un ser horrible impregna cada detalle de su trama, el intento de crear a un dios artificial desemboca en un engendro hecho a partir de los habitantes de una ciudad, mientras que el asesinato de una diosa embarazada condena a una maldición a un pueblo pesquero, y es el jugador quien tiene que matar a su horrible retoño. Ser madre en una epopeya griega. El reciente Assassin’s Creed Odyssey promocionó como nuevo añadido la posibilidad de tener romances durante la aventura. Esto es algo que ya habían hecho otros títulos como Mass Effect o Dragon Age, pero la sagas de los asesinos siempre había tenido una historia más cerrada y lineal. Este acercamiento al rol incluía la posibilidad de elegir entre un personaje
EN SILENT HILL 3 CONTROLAMOS A UNA ADOLESCENTE CON EL TEMOR A LA MADUREZ Y LA OBLIGACIÓN A LA MATERNIDAD COMO TELÓN DE FONDO
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protagonista masculino o femenino y su sexualidad. De este modo, además de tomar decisiones durante las misiones podíamos tener relaciones románticas con distintos personajes independientemente de su género. Sin embargo, en su última expansión, El legado de la primera hoja, descubrimos que nuestro personaje ha tenido un hijo fruto de una relación heterosexual. Aunque la idea de transmitir el legado sea central en la saga Assassin’s Creed, esta trama se contradice con la libertad a la hora de elegir la sexualidad de nuestro protagonista anunciada por Ubisoft. Ya que es un juego ambientado en la Grecia clásica donde podemos encontrar criaturas mitológicas como la Gorgona o el Minotauro, este hijo podría haber tenido también un nacimiento fantástico como lo tuvo Atenea. Que los desarrolladores no hagan caso de los jugadores no es algo malo en sí. No obstante, forzar una relación heterosexual en alguien fuera de la heteronorma tiene unas connotaciones terribles. Las terapias de conversión son una realidad y la bisexualidad se sigue considerando una fase o algo de viciosos. Si a esto se le suma que el logro obtenido al tener descendencia se llama “Growing up” (crecer o madurar) les ha quedado una porción del juego con un mensaje moralista un poco rancio. A pesar de todo, tras las quejas de los usuarios y organizaciones LGTB, Ubisoft ha declarado que con un parche cambiará el contenido del DLC e incluirá una opción no romántica para los jugadores que no la deseen y cambiarán el nombre del logro. Llegados a este punto en el que la última representación de la maternidad en el videojuego comercial ni siquiera es tal porque se aplica igual independientemente del género del personajevuelvo a hacer la misma pregunta: ¿dónde están las madres en los videojuegos? A pesar de que se haya abusado tanto de las historias protagonizadas por padres que actualmente ya sean un cliché, en su contrapunto femenino no encontramos prácticamente nada. Por lo tanto la respuesta a esta pregunta sigue siendo, desgraciadamente, insatisfactoria. @
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EN BLOODBORNE LA MATERNIDAD ES UN TEMA CENTRAL, AUNQUE SEA FALLIDA COMO REZA UNA DESCRIPCIÓN: «TODOS LOS GRANDES PIERDEN A SU HIJO»
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¿Tiene final el arte contemporáneo? Ese es uno de los planteamientos del crítico y comisario Iván de la Nuez en su ensayo Teoría de la retaguardia, donde reflexiona sobre la función de los museos y el papel de los artistas en el siglo XXI.
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n Velvet Buzzsaw, la reciente película de Netflix protagonizada por un crítico de arte, hay una obra en una exposición titulada Hoboman. Se trata de un vagabundo robótico al que el protagonista critica negativamente, por lo que hacia el final ataca al estirado periodista. Más allá de la nada sutil metáfora de la obra dolida vengándose del periodista, quedémonos con la representación de la pobreza de manera literal en un museo. El ensayista, crítico de arte y comisario de exposiciones Iván de la Nuez acaba de publicar Teoría de la retaguardia (Consonni, 2018), un manifiesto irónico como respuesta al libro Teoría de la vanguardia, escrito en 1974 por Peter Bürger. La obra
se centraba en las dos tareas más importantes que demandaba entonces el arte: romper la representación y disolver la frontera que lo separaba de la vida. Fracasar en esta doble empresa habría certificado, según Bürger, la derrota de la vanguardia y quizá algo peor: su imposibilidad. Cuarenta y cinco años después, Teoría de la retaguardia surge de ese fiasco, aunque no pierde el tiempo ni lamentándolo ni maquillándolo, al considerar que nuestra época no está marcada por la distancia entre el arte y la vida, sino por una tensión entre el arte y la supervivencia, que es la continuación de la vida por cualquier medio. De ahí el clarificador subtítulo del ensayo: Cómo sobrevivir al arte contemporáneo (y a casi todo lo demás).
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centros culturales modernos ocupen su lugar en grandes ciudades. La política actual se está estetizando, no hay más que ver la puesta en escena de Donald Trump, los habituales shows de Gabriel Rufián o la “performance” de Dolors Montserrat el pasado octubre en el Congreso, como le espetó la vicepresidenta del Gobierno. El arte, por contra, se politiza, señala De la Nuez, que cita La McDonaldización de la sociedad, un libro escrito por el sociólogo estadounidense George Ritzer basado en un término que él mismo acuñó. La tendencia a la franquicia, a crear espacios comunes reconocibles, especialmente pensados para los turistas y que hagan un consumo superficial de la cultura, una especie de fast art, está dando lugar al boom museístico que tan bien conocemos en Bilbao, que aún vivimos las secuelas del Efecto Guggenheim. En 2017 se inauguró un Louvre en Abu Dabi y ahora el ayuntamiento de Barcelona estudia la posibilidad de abrir una sede del popular Hermitage ruso en la ciudad, concretamente en el puerto, para que todos esos ricachones jubilados que viajan en lujosos cruceros como el que brillantemente describía David Foster Wallace puedan visitarlo
> Hoboman es la peculiar obra artística que podemos ver en Velvet Buzzsaw
De la Nuez comienza su ensayo explicando que el famoso urinario de Marcel Duchamp o las aspiradoras que el permanentemente denostado Jeff Koons instaló en el MoMA sirvieron para resignificarlos y conceder entidad artística a objetos cotidianos que carecían completamente de ella. Hoy día hemos ido un paso más allá, al hacer lo propio con sujetos, como en la polémica exposición en un museo de Malmö donde se exhibieron en 2015 dos mendigos rumanos. El autor menciona ejemplos anteriores, como los zoológicos humanos de la época colonial, un museo de Berlín que mostró Judíos en la vitrina y bromea con pasar al siguiente nivel: convertir la cárcel de Guantánamo en un museo. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, las torturas de Abu Ghraib ya han servido de inspiración a muchas performances. Museos postindustriales. En ensayista cubano afincado en España ha sido jefe del Departamento de Actividades CCCB de Barcelona y director de Exposiciones en La Virreina Centre de la Imatge, así que conoce bien el sector. No pasa por alto esos espacios artísticos actuales creados sobre los cimientos de viejos edificios industriales o que utilizan nombres inspirados en ello, como Alhóndiga en Bilbao, Tabakalera en Donosti, Matadero en Madrid o La Térmica de Málaga. En una sociedad postindustrial como la nuestra, resulta significativo que muchos
> El crítico y comisario de Arte Iván de la Nuez
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cómodamente y comprar souvenirs sin tener que mezclarse apenas con la chusma local. Ya ni siquiera es imprescindible acudir a la Sagrada Familia, Park Güell y Camp Nou. El ensayista emplea una metáfora recurrente, utilizada por varios autores y popularizada por Don DeLillo en Cosmópolis, que posteriormente adaptó al cine David Cronenberg: el paseo de un millonario en limusina por una periferia empobrecida, contaminada y atestada de tráfico. Como escribe De la Nuez: De la Nuez, dibujado «Bien arrellanados en ese carromato de por Josune Urrutia lujo que nos permite captar la imagen del mundo, pero no su imaginario». Esa típica analogía sirve para explicar la situación de Occidente tras la caída del Muro de Berlín y el fin del Comunismo, cuando el discurso radical anticapitalista se trasladó a los museos y surgió el postcolonialismo que apostaba por el exotismo étnico sin tratar de entenderlo, exhibiéndolo de una manera más cercana al zoológico que al museo. Así pues, ¿qué pueden aportar esos viejos templos al discurso del arte en pleno siglo XXI? El autor del libro lo tiene claro, aunque suene paradójico: «Por una parte, los museos tienen la tarea de alojar ese discurso. Incluso los más interesantes consiguen generarlo. Pero por otra parte, esto implica que su crisis va en paralelo a la parálisis de esos discursos. En ese punto, básicamente su principal aporte actual al discurso del arte es el de su puesta en duda, el de su incertidumbre y, en definitiva, el de su misma crisis». Ese cuestionamiento debe servir para hacerla avanzar, que no se acomode, siempre y cuando los artistas, ese agente necesario pero no imprescindible, estén por la labor. A ello deben contribuir también otro tipo de espacios culturales y pequeñas galerías, que en esta época de enormes museos-franquicia tratan de mantenerse a flote a pie de calle, atentos a nuevas tendencias y, en ocasiones, alejadas del academicismo. El autor considera que hay sitio para este tipo de locales, siempre y cuando su menor tamaño no implique una reproducción en miniatura de esos grandes equipamientos. «Lo pequeño sería más bien un sinónimo de lo distinto, de eso que Deleuze llamó alguna vez una “minoría ética”. Algo con vocación de ser lo opuesto a esas franquicias», señala. Un factor diferencial que aporte un auténtico valor cualitativo. Moonwalk nostálgico. El pasado octubre todos pudimos contemplar la última performance de Banksy en directo: autodestruyó una obra que acababa de subastarse por 1,8 millones de euros en Londres. Lo que parecía una nueva muesca en el historial del misterioso artista, la broma definitiva hacia el mundo del arte, ha acabado, como 32
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siempre, absorbido por el sistema. El resultado se ha expuesto en febrero en un museo de Alemania; la obra, titulada originalmente Girl with Balloon, ha sido exhibida durante un mes con el título de Love is in the Bin y sigue de gira. ¿Qué nos enseña eso sobre el estado actual del arte y los museos? Para el ensayista eso es la enésima reproducción de un ready-made o arte encontrado. «La diferencia es que si Duchamp convertía un objeto en arte, Banksy acaba convirtiendo el arte en un objeto. Es un hecho que confunde la desmaterialización que perseguía la vanguardia con la simple destrucción», analiza, «el problema es que lo puede destruir todo salvo una sola cosa: el precio. Eso nos demuestra que ese camino está agotado y que seguir bailando esa coreografía, ese moonwalk en el que parece que avanzamos cuando en realidad estamos retrocediendo, es un callejón sin salida». Emplea ese término a lo largo del libro para referirse a una huida hacia el pasado desde un presente obsesionado con darle la espalda al porvenir, como hacía Michael Jackson con su mítico baile. En esta época de nostalgia e idealización de lo antiguo, el autor aporta una certera reflexión: no preferimos el pasado porque fuera mejor, sino porque era seguro, pero hace una distinción importante: «Si la gente se refugiara en el pasado para no salirse de su zona de confort habría un consuelo en ese conservadurismo. El problema es que nos estamos refugiando en el pasado para no salir de nuestra zona de supervivencia, lo cual es patético». Parece que hoy día, gracias a las nuevas tecnologías y a los cambios socioeconómicos y laborales, todo el mundo es artista. «El problema del arte no estriba hoy en su dificultad sino en su posibilidad, no en su rareza sino en su abundancia, no en su dosis sino en su sobredosis, no en su democratización sino en su masificación», concluye Iván de la Nuez, que tratará de dar respuesta a todas estas cuestiones en la exposición Nunca real / Siempre verdadero comisariada por él en Azkuna Zentroa a partir del 14 de marzo. El título remite a una frase del poeta Antonin Artaud que da nombre al cuarto capítulo del ensayo. La exposición puede verse como un epílogo o al revés: el libro como un capítulo de la exhibición. «Soy un ensayista que tiene la suerte de hacer exposiciones, que son formas colectivas o visuales de esos ensayos, pero mantienen su raíz en ellos. Así que no hay mucha diferencia entre ambas», sentencia. Durante los últimos años ha estado escribiendo sobre el modo en que la literatura trata el arte contemporáneo, pero aquí será al revés, sobre cómo el arte es capaz de generar narraciones o ficciones. «Para ello, cuento con trece artistas que tienen un pie en la escritura y otro en el arte. De una manera natural y radical, diluyen las fronteras entre esos dos mundos», promete el comisario, que ha reclutado a Joan Fontcuberta, Cristina de Middel, Mabi Revuelta y Kurt Caviezel, entre otros. Seguro que ahí no habrá un vagabundo robótico. @
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(La que fue y la que no) El año 2019 ha arrancado con sendos documentales de Netflix y Hulu sobre el festival Fyre, la mayor fiesta que jamás ocurrió. Por otro lado, se ha publicado en español The Haçienda: Cómo no dirigir un club (Contra) en el que el bajista de New Order, Peter Hook, relata los días en los que la sala de Manchester fue la mayor fiesta que sí ocurrió. Veinte años (1997-2017) separan el cierre de Haçienda del fraude de Fyre, dos fenómenos con múltiples diferencias y algún que otro parecido. TEXTO: MIKEL GIL
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açienda abrió en 1982, y de ahí en adelante perdió dinero en la mayoría de sus balances anuales. Estimaron que durante sus quince años de trayectoria, cada cliente que había pasado por la puerta había costado al club unas diez libras. La idea de adquirir un enorme local de varios pisos y un altísimo techo de cristal fue del mánager de New Order, Rob Gretton, un enamorado de Manchester y su oferta cultural que tenía cierta visión sobre el devenir de la música de club en los ochenta. Enroló a Tony Wilson, a ratos carismático presentador de televisión y director de Factory Records, el sello discográfico de New Order, y se pusieron a trabajar en una gran inversión en obra de arquitectura que cuadriplicó el presupuesto estilo Calatrava. La resaca post-punk dejaba años de espíritu DIY en los que las ganas y la cochambre bastaban para sacar algo adelante. En el caso del sumidero económico que suponía el Haçienda, también era necesaria una relación absolutamente parasitaria con Factory Records: en esencia, casi cada libra generada en materia de royalties o conciertos de New Order era transferida al club, que tuvo una afluencia de público discreta durante sus cinco primeros años de vida pese a estar abierto siete días a la semana. Gretton descubrió desde joven que era más fácil regalar algo que venderlo, y bajo esa ética benévola rigió sus gestiones. Con la idea de que Haçienda fuera una especie de cooperativa de músicos, pagaba a los grupos que iban a tocar una tarifa fija generosa, en lugar de escalonarla en función de la taquilla. Más tarde, durante los años de Madchester y el acid house, cuando el público dejó de interesarse por el consumo de alcohol en aras de otras cosas, se negó a vender botellines de agua por parecerle absurdo su comercio. Así que ofrecían agua de grifo para el que la pedía. Los socios de la Haçienda —a cuota anual de 5,25 £— también obtenían descuentos en distintos servicios, por lo que lo comido rara vez les salía por lo servido a Gretton y Wilson. Esa política de mimar al gorrón no fue ajena tampoco en el caso de Fyre, aunque se descubriera luego el pastel de que el mayor vividor de todos era el
mentiroso fundador Billy McFarland. El emprendedor estadounidense apareció en 2016 con un concepto de app que permitiría a sus usuarios contratar de manera sencilla los servicios de gente famosa. Engatusó a Ja Rule, un magnate rapero, como rostro conocido. Luego trincó varios millones de dólares provenientes de inversores ángeles. El siguiente paso fue el golpe maestro: una campaña de promoción en la que se anunciaba el Fyre Festival. No eran más que dos minutos de vídeo, diez de las modelos más reputadas del mundo, arena blanca de una isla «que perteneció a Pablo Escobar» y la promesa del gran acontecimiento de las vidas de los espectadores. Contrataron a influencers para que hicieran en sus redes publicidad sugestiva del festival, que habría de tener lugar en apenas un puñado de semanas, un plazo ridículo. Ficharon como responsables de comunicación a Jerry Media, una empresa surgida a raíz de una cuenta de instagram de memes sinsorgos, @fuckjerry, una suerte de Cabronazi a la americana. Cuando todo el mundo estuvo metido en el ajo, a ojos de nadie era viable un festival de música con resorts de lujo construidos de cero en una minúscula isla privada de Bahamas. McFarland había estado vendiendo una quimera tanto a propios como a extraños. Pero nadie hizo nada al respecto. Cuando el presupuesto y los plazos empezaron a constreñir como una boa, la consigna era que no se recortara una sola invitación a los influencers, que no pagaban un duro pero tenían la sartén publicitaria por el mango. ¿Por qué no se impidió que la gran bola parara de rodar? Los trabajadores de Fyre pueden alegar que tenían la zanahoria de su salario delante de sus ojos, un corporativismo yanqui que hizo que Andy King, el coordinador del evento, estuviera dispuesto a hacer una felación en la aduana bahameña para que dejaran pasar el cargamento de agua mineral. La misma disposición para poner la otra mejilla que habían tenido los New Order, que costearon el agujero de Haçienda durante años con dinero que correspondía al grupo. Pasó que la hacienda de verdad, la tributaria, sospechaba de unas inversiones de New
DURANTE SUS QUINCE AÑOS DE TRAYECTORIA, CADA CLIENTE QUE HABÍA PASADO POR LA PUERTA DE LA HAÇIENDA HABÍA COSTADO AL CLUB UNAS DIEZ LIBRAS
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Order en el club que se habían producido sin gravar los impuestos de Factory Records correspondientes. Un señor con bombín visitó las oficinas, y su sorpresa fue la cantidad absurda de dinero perteneciente al grupo que se derrochaba mientras los músicos tenían ganancias discretas sobre el papel. Se ejecutaron órdenes de registro de los domicilios sin encontrar ningún ansiado fajo de billetes, pero cascaron una multa récord de 800.000 £ a New Order y Joy Division por fraude fiscal. Por tanto, el grupo hubo de convertirse a partir de finales de los ochenta esencialmente en una máquina de hacer dinero para solventar sus deudas tributarias. Y New Order era realmente capaz de hacer toda la viruta que necesitaran. En un giro de suerte, hacia el año 1988, el del verano del amor, la Haçienda también empezó a cerrar balances con saldo positivo. Su apuesta por los DJs comenzaba a surgir efecto, y el catalizador de todo ello fue el acid house que sumió a toda la ciudad inglesa bajo el amarillo y sonriente sol. No duró más de un par de años aquel idilio, porque las pandillas criminales empezaron a hacerse con el control de la noche mancuniana, que giraba en torno a la Haçienda. La escalada de gangsterismo, que
implicaba gastos de seguridad inasumibles para el club, vino unida al fin de la moda del éxtasis, sustituido por la cocaína, que en palabras de Peter Hook «no da ganas de bailar a la gente, solo de estar sentados diciendo chorradas». Fue un proceso de degradación similar al de la ruta del bakalao valenciana, que sustituyó en los 90 la discoteca por el ‘parquineo’. Con la separación de New Order como último clavo del ataúd, la Haçienda pasó a mejor vida en 1997. Generación carcasa. El viaje de Haçienda fue el de un tren veloz a punto de descarrilar durante quince años, manejado por unos maquinistas alocados, Wilson y Gretton, que tenían un interés genuino por la música. Sus formas fueron erróneas muchas veces, pero siempre velaron por el contenido. Fyre es lo contrario: el tren no tenía locomotora, solo una máquina de humo. Eso sí, los vagones estaban repletos de pijillos americanos dispuestos a gastarse miles de dólares por ver a Blink 182 en las Bahamas y alquilar lujosas villas donde hospedarse. Estas resultaron ser al final tiendas de campaña que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias envía en situaciones de huracán. Muy ad hoc para la catástrofe que se avecinaba.
FYRE ES LA VIVA IMAGEN DE LO QUE PUEDE SER UNA VIDA CON EL POTENCIÓMETRO DEL INSTAGRAM SUBIDO AL ONCE
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Si Magritte decía que lo del cuadro no era una pipa, con Fyre sucedió lo contrario. En el documental de Netflix preguntan a uno de los artífices del famoso vídeo promocional cómo se habían atrevido a sacar algo al mercado que no era real. Él responde que todo era real, porque tenía apariencia de real: arena fina, cuerpos femeninos, luz y color. Parece una estupidez, pero alguien se lo creyó muy en serio cuando citaron a declarar respecto al fraude a varias de las modelos que protagonizaron el spot
EL VIAJE DE HAÇIENDA FUE EL DE UN TREN VELOZ A PUNTO DE DESCARRILAR DURANTE QUINCE AÑOS, MANEJADO POR UNOS MAQUINISTAS ALOCADOS publicitario, como Bella Hadid o Kendall Jenner. Ellas cobraron cientos de miles de dólares por hacer de altavoz, independientemente de que pudieran haber anunciado la llegada de un festival fantasma o del apocalipsis de San Juan. Las citaciones sirvieron a la postre para regular legalmente este tipo de contenido promocional por parte de influencers, que ahora deben indicar inequívocamente la naturaleza publicitaria de lo que publican. Eso no soluciona que lo que se anuncie sea el envoltorio de un bombón vacío. Las fechorías de McFarland como emprendedor fraudulento son una muestra excelente de cómo la sociedad de consumo está representada por una generación carcasa. Fyre fue el clavo con el que fallidamente intentó sacar el otro clavo de su anterior empresa, Magnises, que consistía en una tarjeta con la que los “socios” podían acceder a descuentos, exclusividades y actos privados de lujo. La tarjeta no hacía nada, pero era de metal y sonaba bien si uno la sacaba de la cartera y la chocaba contra la mesa. El estafador Billy McFarland vivía cegado por sus ilusiones de grandeza, como la gente que mencionan en el documental, capaz de pagar por una sesión de fotos en un jet privado que en realidad no ha despegado del suelo. Pero McFarland no se había montado solo a ese avión. Fyre es la viva imagen de lo que puede ser una vida con el potenciómetro del instagram subido al once. Es todo un empacho estético, un hueco que hace echar de menos gestiones nefastas como la del Haçienda, que no tenían grandes corporaciones detrás, solo un par de apasionados con ideas regulares. Seguramente en el futuro ocurra antes un próximo caso Fyre que un próximo Haçienda, y estaremos preparados para darle al like. @
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o c i n Pa a los
CÓMICS
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TEXTO: ELIZABETH CASILLAS
David Hajdu explora en La plaga de los cómics una de las épocas más sombrías de la cultura de masas norteamericana: aquellos meses en los que, en pos de la moral y las buenas costumbres, miles de cómics fueron quemados en hogueras públicas y el Congreso de Estados Unidos terminó por prohibirlos acabando con las carreras de cientos de dibujantes, guionistas y editores. 38
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La popularidad de las tiras de prensa a finales de los años treinta no dejaba de aumentar, los superhéroes acababan de llegar al mercado de los cómics y la necesidad de un formato que permitiese la independencia de las tiras diarias de los periódicos o las páginas para niños de los suplementos dominicales era cada vez mayor. La llegada del comic book, o grapa, era inminente. Su éxito, también. «A mediados de los años cuarenta, los comic books eran la forma de entretenimiento más popular en Estados Unidos. Vendían entre ochenta y cien millones de ejemplares semanales y lo habitual era que cada uno de esos ejemplares fuera pasando, en préstamo o intercambio, por las manos de entre seis y diez lectores», apunta Hajdu.
reo que, comparado con la industria del cómic, Hitler era un principiante», aseguraba el psiquiatra Fredric Wertham en Seduction of the Innocent (La seducción de los inocentes), un ensayo publicado en 1954. Quizás era demasiado pronto para hablar de la banalización del nazismo, pero lo que sí que constataba la declaración de Wertham era que las cosas estaban yendo demasiado lejos. «Ha llegado la hora de que prohibamos los comic books en los quioscos de prensa y en las tiendas de chucherías». Estas consignas animaron a una comisión de investigación del Congreso de los Estados Unidos contra la industria del cómic a la creación del Comics Code Authority –Autoridad del Código de Cómics, CCA por sus siglas en inglés o, popularmente conocido como, el Comics Code—. Pero, para entender cómo se llegó a esto, es mejor que retrocedamos un poco en el tiempo y comencemos esta historia por el principio. Las tiras de prensa llevaban conviviendo con la sociedad estadounidense desde finales del siglo XIX, cuando el editor Joseph Pulitzer intentó atraer a las clases bajas y aumentar así las ventas de su periódico, con un dominical a color en el que se incluían historias ilustradas que inmigrantes y trabajadores fácilmente podían entender gracias a un lenguaje sencillo. «Los cómics le ofrecían a su público una mirada paródica sobre sí mismo, plasmada mediante el lenguaje de la caricatura y el disparate. En aquellas historietas, la mofa resultaba familiar; era íntima, cercana, afectuosa y despiadada», explica David Hajdu en La plaga de los cómics (Es Pop Ediciones, 2018). Así, comenzaron a popularizarse series como The Yellow Kid (El Chico Amarillo), Little Nemo o Krazy Kat. Tres décadas más tarde, personajes de tiras diarias que hoy consideramos historia pasarían a formar una parte esencial de muchos periódicos. Sólo en 1929 aparecieron por primera vez en la prensa personajes tan icónicos como Dick Tracy, de Chester Gould o Tarzan, de Harold Foster, y poco después Flash Gordon, de Alex Raymond.
Primer round. Y la popularidad, si algo atrae, son las críticas. Es cierto que desde el nacimiento del cómic a finales del siglo XIX siempre había habido voces discrepantes con el medio, pero podemos considerar que la del periodista Sterling North fue una de las que se escuchó más alto. El 8 de mayo de 1940, el Daily News publicó una columna en la que North advertía de cómo, cada mes, «un millón de dólares era hurtado de los bolsillos de los niños de América» a cambio de «heroicidades como las de Superman, mujeres voluptuosas ligeras de ropa, ráfagas de metralletas, “justicieros” encapuchados y propaganda política barata». Algo que consideraba totalmente inadmisible. En menos de un año, Una desgracia nacional –que es el título que llevó aquella columna– había sido reproducida en cerca de cuarenta periódicos. Mientras periodistas y bibliotecarios se rebelaron contra los cómics, la comunidad psiquiátrica y psicológica enviaba mensajes conciliadores. Lauretta Bender, una psiquiatra infantil, fue de las primeras en pronunciarse: los tebeos tenían muchos beneficios y pocos riesgos. Pero lo que hizo que el debate sobre la idoneidad o no de los tebeos cesara no fue la ciencia, sino el estallido de la Segunda Guerra Mundial. «Del
«LOS COMIC BOOKS NO SÓLO INSPIRAN EL MAL, SINO QUE SUGIERE LA FORMA QUE DEBE TOMAR DICHO MAL» —FREDRIC WERTHAM, PSIQUIATRA—
< La portada de la edición especial de La plaga de los cómics (Es Pop Ediciones)
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mismo modo que la Primera Guerra había apagado las críticas incipientes contra las tiras de prensa, la Segunda acalló el debate sobre los comic books antes de que hubiera llegado a prender. De hecho, los superhéroes comenzaremos a ser vistos como un concepto profundamente patriótico: un símbolo propio, simple y democrático del poder y la firmeza de Estados Unidos», afirma Hadju. El primer asalto estaba superado.
EN 1948, DETROIT SE CONVIRTIÓ EN LA PRIMERA CIUDAD EN PERSEGUIR LOS TEBEOS, PROHIBIENDO LA VENTA DE TREINTA Y SEIS CABECERAS
La fiebre del oro de los tebeos. Las ciento cincuenta cabeceras de comic books que había en 1937, se habían convertido en casi setecientas en 1940, con el consecuente aumento de trabajadores. Se podía hablar ya, claramente, de la industria del cómic. Una industria que, sin unas directrices establecidas y una escasa obligación de rendir cuentas dentro del negocio, caminaba «enloquecida de especulación, experimentación, recompensas fáciles y cierta anarquía estética», según señala el escritor estadounidense. Al fin y al cabo, aquellos dibujantes y guionistas estaban inventando un medio, un lenguaje, que era consumido por millones de personas sobre la marcha. A la anarquía estética se añadían entonces otros factores sociales que permitían que los contenidos de algunos de aquellos tebeos se tornaran hacia historias de crímenes, vicios, lujuria y horror. Por un lado, «a diferencia del cine, la radio y la televisión, los cómics no estaban sometidos a ningún mecanismo efectivo de control y regulación», señala Hadju. Por otro, la sociedad estadounidense de los años cuarenta aún no había constituido la idea de una cultura juvenil tal como la conocemos ahora. Los tebeos, como algunos aún creen, estaban considerados como algo insustancial e inofensivo que cualquier niño podía comprar en un quiosco o tienda de chucherías. Claro, que hoy ya sabemos lo poco inocentes que son los caramelos. Segundo round. La Iglesia Católica fue, según apunta Hadju en el libro, una de las primeras instituciones culturales en reconocer la eficacia del cómic para atraer a las masas de jóvenes y comenzaron a repartir ejemplares de tebeos educativos como Historias de la Biblia en imágenes en sus escuelas dominicales. Sin embargo, el romance entre Iglesia y cómic no duró mucho y en 1942, la Organización Nacional para una Literatura Decente –un nuevo nombre para algo viejo: autoridades católicas censurando libros– incluyó Sensation Comics, la colección que publicaba Wonder Woman, entre sus títulos prohibidos. «La polémica sobre los cómics fue saltando, sección por sección, desde la última página de los periódicos hasta la primera plana; de las reseñas de libros y las columnas de religión a la sección “para mujeres”, y de ahí a la de noticias propiamente dichas», explica Hadju. A comienzos de 1948, el jefe de la policía de Detroit hizo un llamamiento para limpiar la ciudad 40
Cactus de comics books. En abril, se convirtió en la primera ciudad en perseguir los tebeos, prohibiendo la venta de treinta y seis cabeceras. Cuatro días más tarde, lo harían en Mt. Prospect, Illinois, y a finales de año serían más de cincuenta municipios. La guerra contra los cómics había empezado, aunque dibujantes, guionistas y editores estaban demasiado ocupados trabajando como para preocuparse por ella. Con semejante panorama, todo apuntaba a que era el momento idóneo para que el psiquiatra Frederic Wertham hiciera su aparición estelar. En medio de una psicosis generalizada por el miedo a la delincuencia juvenil agudizada por la posguerra y el nacimiento de un nuevo (y recatado) estilo de vida americano, Wertham declaraba en un artículo de la revista Time que «los comic books no sólo inspiran el mal, sino que sugieren la forma que debe tomar dicho mal». En ese mismo artículo, recoge Hajdu, se había expuesto que las historietas contenían un exceso de «imágenes de palizas, tiroteos, estrangulamientos,
registradas por la policía de la ciudad de Nueva York. El Código creado en 1954 incluía medidas como que los crímenes nunca serían representados de modo que creasen simpatía por el crimen; la prohibición de usar las palabras “horror” o “terror” en los títulos; no permitir escenas demasiado sangrientas, la depravación, la lujuria o el sadismo; los muertos vivientes o la desnudez en cualquier forma. A pesar de todo, para Fredric Wertham no fue más que una ineficiente medida a medias ¯\_(ツ)_/¯. @
charcos de sangre y muertes por tortura». La relación entre delincuencia juvenil y cómics había quedado ya establecida y esta vez por una fuente de ciencia, a diferencia de los discursos religioso en contra de los cómics o los vilipendios de bibliotecarios o periodistas. Tan solo hicieron falta algunas noticias de sucesos más para que la opinión popular se pusiera en contra de los cómics. Unos argumentos que tristemente tienen un paralelismo inevitable con los que, a comienzos del siglo XXI, se arrojaron en contra de la industria del videojuego. Fuera de combate. El centenar de leyes promulgadas para prohibir la venta de tebeos y la llegada del comics code acabó con la carrera de más de ochocientas personas, la mayoría dibujantes, guionistas y editores. E incluso, como apunta Hadju, las oficinas de EC, una de las editoriales más arriesgadas y provocadoras –hogar de clásicos como Tales from the Crypt o la revista MAD–, fueron
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EL CENTENAR DE LEYES PROMULGADAS PARA PROHIBIR LA VENTA DE TEBEOS Y LA LLEGADA DEL COMICS CODE ACABÓ CON LA CARRERA DE MÁS DE 800 PERSONAS
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www.zawp.org
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La fotógrafa madrileña Cristina Galán retrata una sociedad distópica alejada de la clásica imagen gris y deprimida que conocemos, inspirada por Un mundo feliz, los felices años 60, Instagram y Joan Cornellá.
Una DISTOPÍA ROSA PASTEL TEXTO: KOLDO GUTIÉRREZ FOTOGRAFÍAS: CRISTINA GALÁN
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imagen propia que transmite en las redes sociales», señala. Su trabajo bebe de esa estética falsa e impostada, con colores pastel pero sin filtro Valencia, para dar lugar a una obra naif que resulta inquietante. «Vivimos en una época de constante hiperfelicidad, donde los sentimientos negativos no tienen cabida», explica la fotógrafa, «creo que eso es algo muy insano para la sociedad y da lugar a algo muy grotesco y siniestro». Paul es una exagerada parodia de ese mundo idílico e irreal que pretenden mostrar influencers como Dulceida y Paula Echevarría a través de Instagram, por eso Cristina ha creado una cuenta falsa en la misma red social para su personaje, que se describe a sí mismo con frases dignas de Mr. Wonderful: «Sólo soy una persona feliz ☺ Tu sonrisa es tu mejor arma. Sonríe y sueña, porque eres el MEJOR».
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istóricamente hemos adoptado 1984, la inmortal novela de George Orwell, como modelo realista de distopía: una sociedad gris e hipervigilada, controlada con guante de hierro por un gobierno totalitario. No por casualidad, la novela fue la más vendida tras la victoria de Trump. Ese modelo ha perdurado en la cultura popular desde su publicación hace más de siete décadas. Sin embargo, en los últimos tiempos cada vez queda más claro que el sistema en el que vivimos actualmente se aproxima más al de otra novela distópica, publicada años antes, y con la que siempre se le suele comparar: Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Ese es el principal referente temático para Paul, un proyecto fotográfico de la artista Cristina Galán (Madrid, 1992). «La sociedad actual está infantilizada y busca su identidad a través de la
«LA SOCIEDAD ACTUAL ESTÁ INFANTILIZADA Y BUSCA SU IDENTIDAD A TRAVÉS DE LA IMAGEN PROPIA QUE TRANSMITE EN LAS REDES SOCIALES»
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La artista se inspira en la sociedad de consumo americana y en la estética de los años 60 que tantas veces hemos visto en el cine para transmitir ese ambiente superficial y frívolo que vimos en Nosedive de Black Mirror. Abundan los elementos pop, como globos, palomitas, batidos, bolos y burbujas, y recurre a los contrastes entre el color rosa (símbolo de feminidad, infancia y juventud) y el negro (su contrario psicológico, representado en los ojos delirantes y perturbadores de los fotografiados). Así consigue reforzar la homogeneidad y neutralidad de la sociedad, al tiempo que genera sensaciones perturbadoras en
los espectadores. Esa incomodidad conecta con uno de sus referentes visuales, el ilustrador catalán Joan Cornellá, famoso por sus historias mudas de humor macabro protagonizadas por personajes de ojos negros y rostros desencajados, similares a los que vemos en Paul con sus sonrisas falsas y caras inexpresivas. El fotógrafo David LaChapelle es otra inspiración para Cristina, conocido por su estilo que combina el glamour y lo hortera con colores chillones. También el artista chino Yue Minjun, que suele dibujarse a sí mismo con una exagerada y helada sonrisa, ojos cerrados y piel rosa es una influencia directa.
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Galán HUYE DE LAS HABITUALES IMÁGENES OSCURAS, PROPIAS DEL CINE DE TERROR, AL CONSIDERAR QUE ya estamos INSENSIBILIZADOS ANTE ellas
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«Da más miedo VER UN MONSTRUO A PLENA LUZ DEL DÍA QUE POR la noche, PORQUE YA NO PUEDES ESCAPAR DE ÉL»
«Da más miedo ver un monstruo a plena luz del día que por la noche, porque ya no puedes escapar de él», apunta la fotógrafa. Por eso huye de las habituales imágenes oscuras, propias del cine de terror, al considerar que ya estamos insensibilizados ante ellas. Licenciada en periodismo y comunicación audiovisual, Cristina ha trabajado de realizadora, motivo por el cual en Paul destaca la composición
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y puesta en escena, cuyas instantáneas parecen fotogramas extraídos de una película o un videoclip. Curiosamente el proyecto nació como una imagen promocional para su amigo David Suárez, el monologuista. «Al verla, pensé que eso podía funcionar para crear todo un universo, pero es irónico que un proyecto que va contra la publicidad naciera de un cartel publicitario», confiesa la autora. Próximamente podremos contemplar su obra en una exposición que tendrá lugar en la Sala Galatea de Córdoba del 15 de marzo a 19 de mayo. Abstenerse instagramers. @
Eskaera berritzea
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Renovación de demanda
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217252 zenbakira SMS bat bidaliza
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Enviando un SMS al número 217252
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Lanbideko edozein enplegu-bulegotan
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En oficinas de empleo de Lanbide
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1 Desde 7 días anteriores a la fecha de renovación. 2 Desde 7 días antes de la fecha de renovación tras recibir aviso por SMS.
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MARK LUVA
Cactus
Lleva doce años curtiéndose en la escena del hip-hop y la electrónica, pero para muchos sigue siendo un desconocido. Actuará en el Primavera Sound, con su agresividad sonora a base de contundente percusión y ruidismo extremo. Hablamos con el joven DJ vizcaíno sobre influencias, reggaeton, el underground, su colaboración con La Zowi y varios artistas de nombres impronunciables.
#34 03–04_2019
TEXTO: KOLDO GUTIÉRREZ
B
asta una escucha a los dos temas de su último EP para amarlo u odiarlo. Deabru es de esos discos que polarizan; imposible mostrarse indiferente ante Hasierarantz (Hacia el principio) y Amaieratik (Desde el Final), la mejor carta de presentación de Mark Luva, un joven DJ y productor vizcaíno que lleva doce años curtiéndose en el underground y que actuará en el próximo Primavera Sound. La contundencia ruidista y el estilo industrial de esos dos tracks, una especie de techno abstracto con toques de metal extremo, pueden espantar a los más incautos y a oídos sensibles. «Me he criado en el campo, pero desde hace años vivo en Zorrozaurre, una zona a las afueras de Bilbao que está permanentemente en obras, así que lo primero que oigo cada mañana son excavadoras y martillos neumáticos trabajando», apunta Markel, «y eso lo he acabado incorporando a mi música». Eso deja
patente su capacidad de adaptación y evolución. A sus 28 años, ha tocado casi todos los palos. Empezó en la escena local del rap y el hip-hop, incluso colaboró con uno de los más admirados, el portugalujo Elsso Rodríguez. «De esa generación es el mejor, tiene un aura especial», afirma rotundo. Y fue durante años DJ residente en la Fever. Mark Luva está atento a las nuevas tendencias musicales que emergen en cada esquina, pero no por pose, sino por un interés genuino; para aprender, mejorar y madurar. Ya que es autodidacta y no ha estudiado nada relacionado, lo que le queda es empaparse de diferentes estilos musicales. Eso hace que resulte difícil etiquetarle en estos tiempos de hashtags. «Algunos dicen que hago trap, pero sólo tengo un tema de ese género, es de 2012 y en realidad era más R&B», protesta. Es consciente de que ello le perjudica, por eso reconoce que «encajo 48
Cactus en muy pocas fiestas, porque en muchos sitios si oyen el término “hip-hop” ya no quieren saber nada». Habla con la misma contundencia que su música y cita nombres de multitud de músicos que le inspiran como Evian Christ o Rustie, a los cuales escuchaba antes de que lo petaran, aunque suene a meme hipster. Él, sin embargo, tira de modestia: «Tampoco estoy tan atento, tengo gente que me dice “escucha esto o lo otro” y además, al estar produciendo, no puedo estar muy atento a lo que pasa porque si no acabo copiando». Si hubiera que catalogar de alguna forma el estilo del DJ vizcaíno, ese sería “violento”. Tanto su música como su actitud a los platos destilan una agresividad que se alejan de su imagen tranquila y su discurso reposado. Él mismo es consciente de ello, al hablar sobre su reciente remix del DJ malagueño Musemesis: «Quería que fuera más violento, pero al final salió ambient, como un subidón eterno. Me interesa la percusión y trato de darle muchas vueltas a las baterías». Sin embargo, no sabe tocar ningún instrumento, su única herramienta de trabajo es el ratón del ordenador, «y estoy muy orgulloso», sentencia.
que es un margen muy estrecho», concluye. Por eso evita repetirse a toda costa, para salir de su zona de confort y probar cosas nuevas. Tras mamar la escena del hip-hop desde la base, reivindica la irrupción de mujeres en la música urbana nacional, como Nathy Peluso, a pesar de no ser su mayor fan; La Zowi, a la que considera única; Bad Gyal, a la que más escucha, y, por supuesto, Rosalía. «Su actuación en los Goya fue una locura y su disco es denso, se nota que está atenta a nuevas tendencias, por eso sigue a James Ferraro y colabora con Oneohtrix Point Never». Tampoco le hace ascos al denostado reggaeton. Y no sólo al “normie” de Calle 13, como él mismo define, sino al auténtico: Daddy Yankee, Anuel u Ozuna. «Lo tachan de machista por cantar “me gusta tu cuerpo”, pero Ed Sheeran dice “I love your body” y todos le aplauden», critica. «El underground está de puta madre para pasarlo bien, pero no es sostenible en el tiempo», asegura. Por eso sus colaboraciones recientes con artistas más asentados como La Zowi o Pedro Ladroga, para quienes ha pinchado, le están permitiendo hacerse cierto nombre a nivel nacional. Además, su amigo Yung Beef le ha elegido para que actúe en el Primavera Sound. Esto no oculta sus críticas al panorama musical en su Bilbao natal. «Es todo un agujero negro, no hay circuito de salas, sólo bares y macrofestivales. Tienes que buscar grandes discotecas en las afueras, porque en el centro no hay nada», denuncia, especialmente ahora que dos locales nuevos que apostaban por otra música acaban de chapar, como Klubba y Rocket. «Esto es un negocio y no podemos seguir aquí solo por la ilusión. El DabaDaba de Donosti es la única sala que puede ofrecer las condiciones adecuadas para los artistas», alaba. Mark Luva no pierde la ilusión y las ganas de pasarlo bien, aunque sea a través de la violencia musical. @
Saliendo del underground. Mark Luva tiene las ideas claras y el culo pelado, tras más de una década recorriendo todo tipo de clubs, pinchando, actuando y organizando saraos. «Me gusta pinchar muchas cosas distintas y ahora hago lo contrario a cuando era DJ residente; tengo mi show, con unos 50 temas que voy rotando», explica, «me tengo que adaptar a la gente del garito, pero defiendo mi propuesta musical, es una extensión de mi película y trato de integrarla de manera coherente con mi estilo». Otra declaración de intenciones: «Hago música para mí, primero me lo paso yo bien y luego la gente». Eso le lleva a combinar reggaeton con Arca y el opening de Metal Gear Solid 3. No obstante, ese insolente idealismo no impide que tenga los pies en el suelo, al ser plenamente consciente de las leyes del mercado en una industria tan compleja como la de la música. «Sé que si hago un tema ambient no se lo voy a colocar a nadie», matiza, «debo saber qué puede funcionar para poder comer». Con una personalidad tan marcada, sin perder un ápice de su esencia, poco a poco está logrando hacerse un hueco dentro de la electrónica experimental y la música rara, como su amiga Rrucculla, con quien actuó el pasado noviembre y de la que habla maravillas, además de compartir su admiración por Sophie. «Para “triunfar”, con todas las comillas del mundo, debes estar en el difícil equilibrio de ver lo que hace todo el mundo pero sin parecerte a nadie, tener un factor diferencial y a la vez encuadrarte dentro de lo que quiere el mercado, 49
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«El underground está de puta madre para pasártelo bien, pero no es sostenible en el tiempo»
Cactus
Agenda Cactus Mar—Abr 2019
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HASTA 30 MAR
Barrainkua, 1. Bilbao
ZAWP y hACERIA Ribera de Deusto, 47. Bilbao. DOM 3, 10, 17, 24 Y 31 MAR 11:00–15:00
El bazar de ZAWP
DOM 3, 10, 17, 24 Y 31 MAR 12:00–14:00
Artek: nueva vida a tu ropa
Puntadas sin hilo, de María Reguilón
DOM 3, 10, 17, 24 Y 31 MAR 17:00–19:00
Exposición. Cuando la luz atraviesa los orificios repetitivos realizados en cada pieza de papel se generan recorridos que evocan pequeños universos.
VIE 8 Y 15 MAR 20:00–23:00
Ambigú San Vicente, 5. Bilbao.
Viernes unplugged
SÁB 9 MAR 21:00
Concierto flamenco: Parque El Mechero 10€
DOM 10 Y 17 MAR 19:00
Teatro: La voz del terror 10€ Adaptación de He’s Alive, capítulo escrito por Rod Serling para la serie Twilight Zone.
MAR VIE 8 SÁB 9 VIE 15 SÁB 16 VIE 22 SÁB 23 VIE 29 SÁB 30
Ukedada 10€
Mamba Beat Club Poor H.F. Divine Ismene Naiz Loizo DJ AK Pintxadiscos Rober Jazz Yo soy la tormenta Revista Mania Fest
SÁB 16 MAR 21:00–00:00
Lindy-hop + Swing party con DJ 10€ DOM 17 MAR 11:30
Visita guiada al ecosistema cultural ZAWP
DOM 10 Y 17 MAR 19:00
Teatro: In The Lucky Islands (Morphine is Gone) 10€ Una poeta y un músico conectan en la frecuencia, como ha sucedido antes con tantos creadores. Esa conexión activa una corriente contenida de versos y canciones en la que cada uno vuelca su dolor y encuentra la manera de superarlo.
CADA MIÉRCOLES 21:00
Irish Folk Sessions
Joker Cómics Euskalduna, 7. Bilbao JUE 7 MAR 19:00
Presentación: El futuro es brillante, de Elisa Riera JUE 28 MAR 18:30
Presentación: Ether 2. Los gólems de cobre, de David Rubín
Vía de Fuga Gordoniz, 5. Bilbao. SÁB 16 MAR 22:00
Concierto Pikara a la fuga: Road Ramos SÁB 23 MAR 22:00
Aperitivo italiano SÁB 20 ABR 22:00
Concierto Pikara a la fuga: Eva Serra
La escuela de los tres tiempos del cine CURSO 2019-2020 Abierto el plazo de admisión
Elías Querejeta Zine Eskola es un centro internacional de pensamiento, innovación pedagógica, investigación y práctica experi-
mental. Una propuesta radical de transformación vital y profesional a través de los tres tiempos del cine: pasado, presente y futuro.
TRES PROGRAMAS DE POSTGRADO ARCHIVO -
ción y preservación del patrimonio cinemato-
COMISARIADO Conceptualización, desarrollo y gestión de proyectos curatoriales
CREACIÓN Práctica experimental, exploración de nuevos lenguajes y materialización de una voz propia
Con la participación de:
Más información en zine-eskola.eus | info@zine-eskola.eus / (+34) 943 545 005