Cactus #22

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#22 marzo / abril martxoa / apirila 2017 Gratis Doan

Cómic / ilustración MARIANA, A MISERÁVEL Libros MARIANA ENRIQUEZ // Cine SEXO COMO ELEMENTO DE CONTROL Cine CRUDO // Música LOS GANGLIOS // Cómic DAVID SÁNCHEZ


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NÚMERO 22 MARZO / ABRIL 2017 Un proyecto de Sandro Gomato, Koldo Gutiérrez, Elizabeth Casillas La cabecera de la revista es obra de Cristina Daura Han colaborado en este número José Blázquez, Borja Crespo, Yahvé M. de la Cavada, Laura Lazcano, Arrate Hidalgo, David Ortega, Roberta Vázquez, Cristian Robles, David Sánchez. Contacto info@revistacactus.com Publicidad publicidad@revistacactus.com Imprime Another Press Depósito legal BI-669-2013

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Hola! La freelance que ocupa nuestra portada, fumando compulsivamente y alimentándose a base de pizza, como cualquier autónomo que se precie, es obra de Mariana, a miserável. La ilustradora portuguesa capta perfectamente en sus dibujos melancólicos la miseria a la que alude su nombre artístico. Su tocaya, la escritora argentina Mariana Enriquez, en cambio, es experta en mostrar lo inquietante y lo abyecto, como deja patente en su colección de relatos Las cosas que perdimos en el fuego. La texana Merritt Tierce también escribe, pero ella prefiere la autoficción, que le permite narrar su experiencia como madre adolescente y camarera que utiliza el sexo como herramienta de castigo y las drogas como vía de escape. Con una perspectiva similar, la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie ha recogido en un breve ensayo titulado Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo varias ideas para inculcar esos valores a una hija (o hijo) desde el respeto, la tolerancia y la empatía. Esos conceptos les vendrían muy bien a muchos directores de ciencia ficción que en su cine han disfrazado su trauma con la sexualidad femenina como si fuera el villano de la función, de los que también hablamos. Aplaudimos el regreso del dibujante David Sánchez, tras cinco años de espera, con Un millón de años, un cómic en el que lo divino y lo animal se entretejen para formar un relato perturbador. La protagonista de Crudo también tiene una parte animal. La ópera prima de la francesa Julia Ducournau cuenta la historia de una frágil jovencita vegetariana estudiante de veterinaria que se hace caníbal. Los Ganglios, más que de pulled pork, son de música-porc. El grupo de Badajoz, famoso por sus letras delirantes y vídeos absurdos, publicó su último disco el año pasado, donde tienen un himno que les define: ¡Soy extremeño. Tengo derechos! <3


L A E S T R AT O S F E R A

Smells like teen spirit Por José Blázquez

La cosa sería esperarla con el aburrimiento

que nos provocan las historias más previsibles, y sin embargo, de cuántas ficciones la vestimos, a ella, la irrepresentable, y con cuántos y diferentes dramas la escenificamos, a ella, la inenarrable. Es de suponer que desde el principio de los tiempos de la humanidad siempre nos ha rondado a los vivos de una manera más o menos igual, se la ha digerido con multitud de ficciones y de escenificaciones que habrán podido cambiar con el paso de los años pero que no han dejado de ser los mecanismos propios (y colectivos) de cada época para sobrellevar el tormento de semejante azoramiento (individual). Y sí que hay civilizaciones que la esperan con el hastío propio de las historias más predecibles, pero la nuestra está entre las que no está capacitada y nosotros como sus hijos, los occidentales, tampoco lo estamos. Todo lo contrario. Porque paradójicamente, a pesar de saber racionalmente cómo termina el cuento, no deja de intrigarnos, en un suspense existencial cuya sensación predominante muchas veces es la angustia. En nuestro mundo, miles, quizás millones de mensajes, nos remarcan en cada momento su ingratitud de presentarse cuando menos se la espera para llevarse a un ser querido, a un actor famoso, a uno de nuestros cantantes favoritos, etcétera. En relación a esto, uno de los grados máximos de desquiciamiento viene de construir frases que vienen a significar que ella ha venido para robarnos a uno de los nuestros, frases que se dicen y escuchan en los círculos próximos de familiares y amigos y en las redes sociales cuando se comenta en público el que llega a considerarse como su último hurto infame. El argumento suele ser muchas veces la injusticia, la sinrazón, incluso el absurdo, y en los grados de mayor infantilismo, alegremente se puede sentenciar que ella es mala porque no perdona, por no hablar de esa condición humana que va más allá del infantilismo y que hace emitir, a

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@balazkez

los que hablan desde esa especie de limbo intelectual, que ella irrumpe solamente para llevarse a los buenos. Es su representación en tiempos de indignación, en los que no se libra ni ella misma de ser un objeto más de los que cabrea a la clase media. Así es. La muerte también nos encoleriza, seguramente porque es el andamiaje perfecto para aplacar un dolor que muy pocas veces queda manifestado, o la prótesis artificial, de superficie, que impide incluso un tránsito por el silencio que propicie una pizca de meditación que revierta en la revelación de nuestra condición mortal. Diríase que hemos llegado a un punto en que la existencia que llevamos insertada en el sueño tecnológico que vivimos no pudiera llegar a su fin. No cabe conflicto alguno. ¡Como para tener cabida la crisis apabullante que sobreviene de asumir la extinción abrupta de todo! El post-individuo empieza a ser un minusválido psíquico (y religioso, en el sentido intestinal del término), incapacitado por completo para apropiarse de su relato con final incluido. Y en esa carencia de su condición mortal, no tiene por menos que negar la de los demás. Aquí nadie puede morir. Y desde esa sentencia se explica la fantasía de hacer que los muertos incluso continúen cumpliendo años, tanto los anónimos familiares como los famosos mundiales. Así, Kurt Cobain acaba de cumplir 50 años. Fue el 20 de febrero. El desquiciamiento a este respecto (miles de publicaciones y páginas web celebrando su cumpleaños), en tanto que negativo de la película que revierte la angustia, nos hace navegar por la negación misma: yo no moriré nunca ergo nadie puede morir ergo que los muertos sigan cumpliendo años. Lo dicho. El mundo huele como un espíritu adolescente. O peor aún. Según.


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F L A N C O N N A PA L M

El machito histérico Por Borja Crespo

El resentimiento del machito que no folla

encuentra su triste vía de escape en las redes sociales, donde brama buscando la complicidad de sus semejantes. Se desahoga de su frustración sexual demostrando su falta de pericia a la hora de relacionarse con el sexo contrario. Lejos de aprender y aceptar sus limitaciones, enciende la llama del despecho y se quema a sí mismo, mostrándose como un ser patético, incapaz de adaptarse a los tiempos. Habla por él su entrepierna, pues el cerebro no da para más y se ahoga en un mar de dudas existenciales. Incapaz de aceptar un no por respuesta, no entiende que alguien rechace su sagrada polla, su bendito pene enhiesto, su razón de ser, su milagro de existir, la decadencia espiritual de occidente y el derecho de pernada porque le da la gana. El mundo está lleno de zorras que solamente son capaces de distinguir este tipo de especímenes en franca decadencia. Las ven ellos y nadie más. Creen que todas son iguales. Se sienten incomprendidos por ello y, más allá de amedrentarse, aprovechan cualquier oportunidad para saltar sobre su presa. Por supuesto, jamás contemplan la derrota. Su angustia vital por meterla en caliente les impide reaccionar educadamente ante la adversidad, con lo cual el análisis de sus neuronas bañadas en lefa diagnostica un preocupante nivel de tolerancia cero. Se está echando a perder, pero no lo acepta, quizás no lo sabe, atrapado en su inconsciencia y en la obsesión por la cópula. Ha decidido no subirse al carro de la evolución. Su semblante malhumorado se queda atrás, escondido entre las sombras de su habitación mal aireada. A veces agita los brazos con aspavientos, mostrando signos de agresividad. Puede estallar, perder los nervios y escupir irracionalmente una alarmante violencia verbal. Se desatan los demonios sin venir a cuento en una realidad paralela donde la prosa encendida le sirve para desahogarse y distraer su mente frente al terrible

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@ElTioCreespy

advenimiento del fracaso afectivo. Quema el teclado con los dedos, escribe desatado en la red, retratándose a sí mismo con señales de no haber superado la fase anal. Puede llegar a despertar clemencia, pero es una argucia más, un simple espejismo. Este ser abyecto se cree simpático cuando es irritante. Puede llegar a alcanzar altas cotas de insistencia. Da órdenes aunque nadie se las pida. No abandona su innoble gesta aunque haya claros indicios de desavenencia. Es persistente porque algún desalmado le ha dicho que a base de pico y pala cualquiera se baja las bragas. Busca convencer antes que comprender. Querer no es poseer y los que se pegan son idiotas, frases indispensables en su tratamiento (que consten en el apartado de observaciones en su formulario de ingreso debidamente cumplimentado). Posee la inteligencia emocional de una bicicleta y el descaro de un borracho exhibicionista incapaz de mantenerse en pie. Le parece prácticamente imposible pedir perdón y admitir cualquier revés sentimental en profundidad. No interpreta como defecto su carácter impresentable. El respeto no lo llevan en la sangre estos sujetos sumidos en la mayor de las amarguras. Su autoestima no puede ser herida ante sus análogos, a los que llama a voz en grito para no sentirse solo. Tienden a aparearse entre ellos, de manera simbólica, aunque no lo aceptan en público. El efecto Pigmalión les empuja al bochorno. Persiguen a My fair Lady, se creen en su derecho, pero más de una Mary Poppins ha excretado sobre sus cabezas. Cualquier fémina con dos dedos de frente huye volando de su vera porque huele a rancio, a alcanfor, a nata agria, a cartón mojado y semen caducado. Apuntemos que están acabados como subespecie, porque nadie los necesita. En peligro de extinción. (Informe sobre teoría evolutiva nº 63/934xyz)


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HARM(ONICS)

Con nombre de canción Por Yahvé M. de la Cavada

Se llamaba Angie, como la canción de los Stones.

Ser bautizado así, con nombre de canción. No es habitual, y debe de ser muy especial. Algo que marca. Un recordatorio eterno. ¿Cuánto ha de amar alguien una canción o a un artista para hacer algo así? ¿Qué cosas, asociadas a la música en alguna de sus encarnaciones, pueden llegar a significar tanto para alguien? Sí, muchas veces, la música no es solo música: es vida. Recuerdos. Instantáneas de una época, de un día, de una persona, de un momento crucial, de un viaje, de un trauma. La primera vez que me enfrenté a la muerte de alguien cercano, siendo aún un niño, sonaba en la radio una pegadiza y horrenda canción que se grabó en mi memoria, y que se repitió en bucle dentro mi cabeza durante días. Me despertaba con la melodía martilleándome la cabeza, y ahí se quedaba el resto del día, entre brotes de lágrimas por la pérdida y un opresivo ambiente generalizado, propio de funerales y los días que los rodean. Para mí, desde entonces, ese es el sonido de la muerte. Hace tiempo, leí en alguna parte que la música era el segundo estímulo que más rápida y efectivamente activa la memoria, solo por detrás de los olores. No dispongo de la información científica que certifica que eso es así, pero tiene sentido. La música se adhiere a nuestra memoria de forma indeleble, y se convierte en un eterno pasaporte a recuerdos concretos, a veces imposibles de controlar. Todos, en mayor o menor medida, tenemos canciones que forman parte de nuestra vida, mucho más allá de un sencillo “me gusta” o incluso un “es mi grupo favorito”. La mayoría de las veces, ni siquiera las elegimos: simplemente, suenan en el momento y lugar adecuado. Y ahí se quedan, para siempre. La primera vez que escuché Angie fue en 1996, y no era la de siempre, sino otra. Los Rolling Stones acababan de editar el disco Stripped, una especie de guiño a la moda de los unplugged que asoló la década de los 90, en el que reinterpretaban algunas de sus canciones emblemáticas en un formato más o menos acústico, y entre ellas estaba una preciosa versión de Angie. En aquella época yo aún no había escuchado la original, ni el disco en el que apareció en 1973, Goats Head Soup. Para mí, Angie era la nueva versión, no la

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@YahveMC

antigua, tan enormemente popular que incluso consiguió que, alguien, en algún sitio, decidiese llamar así a alguien. Cuando por fin escuché la original, y otros tantos temas clásicos regrabados en Stripped, me pareció que las nuevas versiones eran mejores, sin duda. Aún hoy sigo creyéndolo de la mayoría de aquellos temas. Pero me engaño, posiblemente. Mi Angie no era mejor; solo era la mía. Nuestras canciones son especiales por todo lo que depositamos en ellas, no porque sean mejores o peores. Cuando hablamos de eso tan vulgarmente traducido como “placer culpable”, no es el objeto de apreciación lo que valoramos, sino todo lo que lo envuelve. Lo que lo hace nuestro de una forma intransferible. Es inútil intentar que otro comparta la emoción que nos provoca una canción clave en nuestra vida, porque esa canción puede ser un vehículo inerte y carente de sentido para los demás. Para la Angie que yo conocí, por ejemplo, la canción que le dio nombre no era particularmente interesante. Nadie le había preguntado cómo quería llamarse, después de todo. A ella le gustaba el death metal y el free jazz, las largas improvisaciones a piano solo y Richmond Fontaine. Y muchas otras cosas. No entendía de música, pero sabía lo que le gustaba. No hace falta nada más que eso. Richmond Fontaine también son muy importantes en mi vida, casi tanto como aquel disco de los Stones que salió a mediados de los 90 y por el que casi nadie da un duro. Tampoco nadie tuvo nunca demasiado interés por Richmond Fontaine, por eso se separaron a finales del año pasado después de más de 20 años de ser alabados por la poca crítica que les hacía caso, e ignorados por la gran mayoría del público. Una de las grandes bandas de rock americano y country alternativo de las últimas décadas, que se despidió de los escenarios silenciosamente, con un inevitable halo de cansancio y derrota, como alguno de los protagonistas de sus canciones. Para mí, como para Angie, son tan grandes como la vida. De nuestra vida. Y por eso no merece la pena intentar transmitir esa grandeza, porque es más nuestra que suya. Así que lo dejaré en un “escuchadlos, si podéis”. Y si os gustan, aunque ya no estén, acordaos de esta columna y decíos “eh, tenían razón: son buenos estos tíos”. Ese pensamiento será suficiente.


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Por

Por

Koldo Gutiérrez Una película:

FOGUEO

DAVID SAINZ (2017)

El director de la webserie Malviviendo vuelve a las andadas con su segundo largometraje, tras Obra 67. El dueño de un videoclub sueña con hacer una película, así que se junta con amigos y clientes para hacer realidad su fantasía de una forma tan amateur como atípica. Sainz vuelve a mostrar Sevilla con ese costumbrismo de barrio que tan bien suele captar: quinquis, petas, camaradería y birras se dan la mano en una historia gamberra y casposa. El director, como el protagonista, se vuelve a rodear de amigos para llevar su alocado proyecto a cabo con algún que otro guiño a su estupenda serie.

Elizabeth Casillas Un cómic:

COSMONAUTA PEP BROCAL (ASTIBERRI, 2017)

Héctor tiene una misión: navegar hacia los confines del universo y salir de él. La historia de este cosmonauta, que lleva eones vagando por el espacio en su minúscula cápsula con su sistema de abordo Nic como única compañía, es el eje principal del nuevo cómic de Pep Brocal en el que la soledad, la condición humana y, en cierto modo, la crítica social tienen cabida. Ciencia ficción, humor y un algo más que es mejor no conocer se entretejen entre las viñetas en azul, negro y rojo que conforman una obra digna de alabar.

Un ensayo:

¿QUÉ ESTÁS MIRANDO? WILL GOMPERTZ (TAURUS, 2013)

Una webserie:

MINA MURRAY’S JOURNAL JAMES MORAN (2016)

Drácula es una de las obras que más veces se han adaptado al cine. La hemos visto de muchas maneras, ¡incluso en una versión protagonizada por Chiquito de la Calzada! Pero esta es la más actual en varios sentidos: un videolog de YouTube en el que una joven it girl británica llamada Mina Murray nos cuenta en primera persona su día a día con su novio John y su pizpireta compañera de piso. Si la novela de Bram Stoker estaba narrada de forma epistolar a través de cartas, diarios y artículos de periódico, Mina Murray’s Journal adquiere el formato de vlog, con su estética, estructura y clichés, para acercar la inmortal historia al público millenial.

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Si estás algo perdido con lo que ha pasado en los últimos 150 años dentro del mundo del arte, el libro de Will Gompertz es tu salvación. El director de Arte de la BBC lleva más de veinte años escribiendo en prensa sobre lo que se cuece en museos y entrevistando a los principales artistas contemporáneos. Ahora, en este bestseller en que se ha convertido ¿Qué estás mirando? hace todo un tour de force para resumir, sin florituras ni academicismos lo que ha pasado desde que irrumpieron los preimpresionistas hasta nuestros días. ¡Arriba Duchamp!


Una sección hecha por los editores de la revista y un invitado distinto cada número, totalmente subjetiva y que no atiende a razones temporales ni de género. Recomendaciones a gogó. Sólo buena mierda.

Por

Sandro Gomato

Una serie documental:

ABSTRACT NETFLIX (2017)

El reconocimiento de Netflix de la importancia que el diseño tiene en nuestro ocio y en nuestra cotidianeidad se llama Abstract, una ambiciosa serie documental que nos introduce en la mente creativa de ocho prestigiosos diseñadores de todo el mundo en ocho especialidades diferentes: ilustración, calzado, arquitectura, escenografía, fotografía, decoración, automóviles y diseño gráfico. Un proyecto estimulante y de obligado visionado para quienes se dedican al mundo del diseño o quieren hacerlo que, como no podía ser de otra forma, cuenta con una producción impecable. Eso sí, absténganse quienes vayan a buscar en Abstract un producto didáctico, porque ni lo es ni tiene intención de serlo.

Un disco:

THREE WORLDS: MUSIC FROM WOOLF WORKS MAX RICHTER (DEUTSCHE GRAMMOPHON, 2017)

Max Richter publica nuevo álbum (¡bien!) y, para ello, se ha inspirado en los escritos y en el pensamiento de Virginia Woolf (¡doble bien!). Puede decirse que Richter ha usado la voz de la escritora feminista, y lo ha hecho tanto metafórica como literalmente, ya que el disco se abre con un corte de voz de Woolf que el músico alemán ha logrado recuperar para la ocasión. Richter ha vuelto a crear una obra emocionante, llena de recovecos por los que se cuelan, como es habitual, sonidos de la naturaleza y ritmos electrónicos. «El discurso político es deprimente y se escuchan ecos del siglo pasado que precedieron a la II Guerra Mundial», ha dicho uno de los mejores compositores de música clásica contemporánea por si había que justificar lo de Woolf. Si una nueva guerra está cerca, que nos pille, por favor, con una melodía de Max Richter en el cerebro.

Por

David Sánchez Un cómic:

LOS PRACTICANTES DEL ESPANTO

PIERRE LA POLICE (EDITADO POR ESTEBAN BERNATAS, 2010)

Este cómic es lo único publicado en España que he encontrado de este autor. Me fascinó el tono de la historia, dejando ver deliberadamente la improvisación o el cambio de rumbo porque sí. Me recuerda un poco a Liquid Television, el programa de animación de MTV en los 90, creo que podría haber encajado muy bien ahí.

Otro cómic:

GRISES

OLIVIER SCHRAUWEN (EN TERRY; FULGENCIO PIMENTEL, 2014)

Es una historia corta de 20 páginas donde el autor narra en primera persona “el informe de mi encuentro con los seres extraterrestres conocidos como ‘alienígenas grises’ o ‘grises’”. Una pasada, una de las lecturas que más me ha gustado en mi vida. El autor nos cuenta con detalle su abducción extraterrestre y aunque es inevitable pensar que está utilizando el recurso de “basado en hechos reales” para hacer ficción, deja bien claro que esto le pasó a él y que le importa un pimiento que lo creas o no.

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A

unque Chimamanda Ngozi Adichie había demostrado hace tiempo su valía como escritora, y ahí está ese nuevo tótem de la literatura que es Americanah (Mondadori, 2014) tan lleno de experiencias enriquecedoras en el que se ponen sobre la mesa temas imprescindibles como el racismo o el machismo, no fue hasta su, primero discurso y después ensayo, Todos deberíamos ser feministas (Random House, 2015) cuando su nombre empezó a sonar fuerte dentro de las voces del feminismo. Avalada por la fuerza de su mensaje y su continua lucha, una amiga de su infancia le preguntó cómo tenía que criar a su hija para que fuera feminista. Desde su experiencia como feminista y tras su reciente maternidad, Adichie ha recogido sus ideas en un pequeño ensayo titulado Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo (Random House, 2017). Si bien el libro habla sobre cómo educar a una niña, es fácil extrapolar sus consejos para educar a un niño poniendo como ejes principales el respeto, la tolerancia y la empatía. A continuación se detallan algunas de estas sugerencias.

SÉ UNA PERSONA PLENA

La escritora nigeriana sugiere que una mujer no debería definirse exclusivamente por su rol de madre ni tampoco por el de esposa. No pedir disculpas por trabajar, ser consciente de que las superwomen no existen.

10 sugerencias para educar en el feminismo de la mano de Chimamanda Ngozi Adichie HACEDLO JUNTOS

Cuidar de un bebé, en una relación heteronormativa, es cosa de dos. Los padres no «ayudan» a cuidar de sus hijos. Hacen lo que deben hacer y por ello es necesario rechazar hablar de ayuda. 12 >

LOS “ROLES DE GÉNERO” NO SON NINGUNA TONTERÍA

Antes de tener siquiera conciencia de qué es el género ya se anteponen los roles de género. Rosa para chicas, azul para chicos. Muñecas para niñas, helicópteros para niños. Enseñar que estas cosas son sandeces es esencial.

Texto Elizabeth Casillas


RECHAZA DE PLENO EL FEMINISMO LIGHT

El feminismo es como estar embarazada, o lo estás o no. Adichie recuerda que el feminismo no es una cuestión de permisos o beneplácitos de los hombres hacia las mujeres. «Cuando son unilaterales, jamás debieran formar parte del lenguaje de un matrimonio igualitario».

ENSÉÑALE A CUESTIONAR EL LENGUAJE «Las feministas tiramos demasiado de jerga y la jerga a veces resulta excesivamente abstracta. No te limites a etiquetar algo misógino, explícale a tu hija por qué lo es y cuéntale cómo dejaría de serlo». RECHAZA LA OBLIGACIÓN DE GUSTAR Tradicionalmente a las mujeres se les ha educado para agradar a la sociedad, a ser buenas con los hombres. «Dile que, si algo le incomoda, se queje, lo diga, grite». Calarse del mensaje de que «no es no» y que está en pleno derecho de utilizarlo, es motivo de orgullo.

HAZ NORMAL LA DIFERENCIA Tener una identidad propia, enseñarle sobre privilegios y desigualdades, respetar la dignidad de todo aquel que no le haga mal y, sobre todo, enseñarle a que valore la diferencia. «Porque la diferencia es la realidad de nuestro mundo», arguye Adichie.

CREA REFERENTES

Los niños copian y aprenden de los ejemplos. Rodearles de mujeres y hombres fuertes y feministas reforzarán su idea de feminismo. «Podrá rebatir las ideas sobre los “roles de género” estáticos si su familia la ha pertrechado de alternativas», sentencia.

FEMINISMO Y FEMINIDAD NO SE EXCLUYEN MUTUAMENTE

«No creas que criar a una feminista consiste en obligarla a rechazar la feminidad», recuerda. La imagen no se debe relacionar con la moral.

HABLA DE SEXO Y AMOR

Porque el sexo y el amor son dos cosas que tarde o temprano llegarán a su vida, es necesario hablar de ello. «Dile que su cuerpo le pertenece a ella y solo a ella», añade. El sexo no es vergüenza, la sexualidad femenina tampoco. El amor no es solo dar, sino también recibir. < 13


En la consulta del Doctor Portuondo

Texto Elizabeth Casillas

Carlo Padial ha plasmado en un libro esa red laberíntica de neurosis, inseguridades y obsesiones que compone su psique. Y lo hace relatando sus sesiones de terapia con el doctor Portuondo, un sabio loco capaz de convertir cada consulta en una experiencia impredecible. Bienvenidos a la mente de Padial, este psicoanálisis ya está pagado.

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o es ni psicología, no es ni filosofía, no es ni religión. Es algo sui géneris. Distinto. Diferente. Es tropezarte contigo. Irte formando. Intentando comprenderte a ti. Y a ti, y al prójimo. Y a tus relaciones contigo y con el prójimo. Pero es entenderte. Entenderte tus conflictos. Que tuviste desde pequeño, por supuesto. Desde la infancia, hasta lo que tienes ahora. Es vivir analizandote, lo dice la propia palabra, autoanalizandote. Eso es el psicoanálisis. Buscarte por dentro, descubrirte. El Carlo que está dentro de ti, el Juan que está dentro de mi, y sacarlo». El que habla es el Doctor Portuondo, psicoterapeuta y fundador del Centro Internacional de Psicología y el que recoge la grabación es


Carlo Padial (Barcelona, 1977), escritor, director de cine, guionista de cómic y vete tú a saber cuántas cosas más. Con esta cita, Padial nos intenta vender su nuevo libro Doctor Portuondo. Mis días de psicoanálisis con un sabio desquiciado (Blackie Books, 2017), una ficción (o no) en la que relata su experiencia con un psicoanalista cubano afincado en Barcelona que bebía whisky y fumaba en pipa, que podía mear a todo trapo mientras los demás debían mear «dentro de la taza». Si bien, lo cierto es que Carlo Padial lleva años haciendo terapia en público. Lo hace cada vez que se sube a un escenario en sus espectáculos de stand-up y confiesa que inspecciona esquinas y cajeros de Barcelona para que, llegado el momento de convertirse en mendigo –algo que, en su interior, sabe que pasará tal y como le sucedió a su abuelo– tenga la mejor esquina de todos. Lo hace con sus falsos “falsos documentales”, como Mi loco Erasmus, (2012) en el que a través de un artista (Didac Alcaraz) denuncia la presencia de estudiantes extranjeros en la Ciudad Condal; en Nuestro porno favorito (2013), donde las disculpas y los agradecimientos se suceden hasta volverse neuróticos o en Taller Capuchoc (2014), cuya premisa parte del boom de los talleres de escritura. Padial, ha asegurado, nunca se definirá como escritor. O sí. Quién sabe. “QUIERO SER UNA PANTERA NEGRA FREUDIANA”

Doctor Portuondo supone así un nuevo tour por ese parque de atracciones que es el interior de Carlo Padial. Uno pasa buenos momentos en esa montaña rusa que es la neurosis y termina mareado tras montarse demasiadas veces. La dicotomía entre realidad y ficción hace tiempo que ha quedado diluida porque, si algo hace bien Padial, es borrar fronteras y jugar con el lector: su narrativa se convierte en un laberinto de espejos en el que distinguir al personaje del autor resulta una tarea ardua y complicada. Sin embargo, en ocasiones parece dilucidar algo de verdad cuando reconoce que, en el fondo, todo es representación y se declara inhibicionista: «Me siento un farsante, un cerdo disfrazado de ser humano». Lleno de humor, o al menos de ese humor que procesa el creador de series tan bizarras como Go, Ibiza, Go! y Quiero ser

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«Me consideraba una persona interesantísima, el Stanley Kubrick de la neurosis, alguien que había perfeccionado sus conflictos hasta hacer de ellos un arte» negro, la lectura de Doctor Portuondo es, al menos, entretenida y, lejos de convertirse en libro de autoayuda, supone una suerte de terapia para aquellos que necesiten acceder a las miserias del ser humano. Quizás, su punto más débil sea la poca capacidad que tiene para sorprender a aquellos que conozcan previamente el trabajo de Padial, puesto que muchas de sus neurosis ya han sido antes representadas. Precisamente para ellos quedan los títulos de cada capítulo, una especie de running gag que se supera por momentos y que tiene genialidades como “Objetivo para hoy: evitar la combustión espontánea”, “Mi vida adulta consiste en recordarme permanentemente a mí mismo que ya no tengo catorce años” o “Simplemente aprende a quedarte callado, quieto y a solas: da rienda suelta a tu narcisismo”. Puro Padial. @

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Ríos de sangre, piscinas de huesos: el terror incendiado de Mariana Enriquez Texto Arrate Hidalgo

“Todos caminamos sobre huesos, es cuestión de hacer agujeros profundos.” Mariana Enriquez salta cómodamente entre lo inquietante y lo abyecto, las molestias cotidianas y los horrores del pasado argentino. Su colección de relatos Las cosas que perdimos en el fuego ganó el pasado febrero el premio Ciutat de Barcelona, poco después de volver a irrumpir a este lado del océano cona Los peligros de fumar en la cama.

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is abuelas siempre me han dicho que el miedo hay que tenérselo a los vivos. Sentencia universal y razonable, y más en estos tiempos en los que las redes sociales nos permiten participar del ejercicio de escatología colectiva en que se ha convertido leer las noticias en el móvil con un ojo abierto bajo el edredón. Quienes aún respiramos la liamos muchísimo día sí y día también; eso está claro. Pero algo de razón lleva Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) cuando dice que un fantasma es «una cosa completamente seria». De niña nunca vi la necesidad de elegir: podía sentir escalofríos al pasar junto a las casetas abandonadas más allá del cementerio del pueblo, donde según mi padre vivían los zombis, a la vez que aprendía a desconfiar de la gente y, muy especialmente, de los hombres. Fue algo más adelante cuando fui comprendiendo el peso concreto que podían tener “los vivos” en la lengua al mencionarlos, según sus coordenadas; el dónde y el cuándo que distingue a unos de otros en una escala del miedo dictada por la experiencia. La guerras, por ejemplo, que vivieron mis abuelas y algunos de mis amigos. Guerras en las que había que temer, por encima de todo, a quienes todavía se movían. Y, sin embargo, la historia nos enseña que la guerra deja una estela de fantasmas y de huesos, que esa estela permanece y toma un enjambre de formas, y que el miedo a los muertos pertenece, en última instancia, a los vencedores. Así es que el peso de la historia y la actualidad argentinas ancla, de un modo u otro, el horror tanto de lo muerto como de lo viviente en los doce cuentos recogidos en Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama, 2016), por el que Enriquez acaba de recibir el Premio Ciutat de Barcelona en la categoría de Literatura castellana, “por el modo en que combina en sus relatos naturalidad de estilo, sin patetismo melodramático y con dosis de humor negro y ácido, para minar la cotidianidad con subsuelos inquietantes”. Hoy por hoy, la colección está traducida a catorce idiomas en veinte países, y una segunda llegó en febrero a estas costas, también de mano de Anagrama: su colección anterior, Los peligros de fumar en la cama, publicada originalmente en 2009. Novelista precoz, Enriquez abarca ya dos décadas de trayectoria literaria, que incluye Alguien camina sobre tu tumba (2013), una colección de crónicas sobre sus paseos por cementerios de todo el mundo, y La hermana menor, un retrato de Silvina Ocampo (2014), una biografía de la poeta argentina y cuentista de lo fantástico cuyos restos descansan, como los de Eva Perón, en el que es sin duda una de las necrópolis más bellas que he visitado nunca: el Cementerio de la Recoleta. Discípula de Julio Cortázar y Ray Bradbury, pero muy especialmente de Stephen King, Enriquez debe su contundencia en el relato, de una simplicidad engañosa, a una

La escritora argentina es discípula de Julio Cortázar y Ray Bradbury, pero muy especialmente de Stephen King habilidad para deslizar el miedo en los bolsillos del día a día, de “traducir” el lenguaje del terror —apariciones, asesinos en serie, casas malditas, satanismo— a la psique urbana argentina. GEOGRAFÍA FÍSICA Y POLÍTICA

Así, por ejemplo, en Bajo el agua negra teje el horror cósmico al más puro estilo lovecraftiano con los horrores de la vida en la pobreza a los márgenes de la capital. Su mano narrativa, al pasar casi impasible por encima de mutaciones y palpitantes presencias acuáticas, termina revelando con más claridad aún el espanto verdadero de la adicción y la violencia policial entre las poblaciones desechadas de la sociedad porteña. De un modo similar, el cuento que con gran acierto abre el volumen, El chico sucio, aúna el recurso de los ritos satánicos con la conciencia histórica del auge burgués y posterior abandono de Constitución, el barrio en el que transcurre, a consecuencia de la construcción de la autopista en la década de los 70. La protagonista, una diseñadora gráfica heredera de una de las antiguas casonas hoy venidas a menos del barrio —quien elige vivir pero, como le recuerdan, no es de allí— se enfrasca en el ejercicio inútil de intentar distinguir entre los peligros reales y los sobrenaturales que acechan, tras altares de narcos al Gauchito Gil y San La Muerte, a un niño sin hogar en pleno verano porteño. La atmósfera es brutalmente reconocible para todo aquel que haya experimentado un febrero en Buenos Aires; el aire denso que el ventilador apenas cambia de lugar, las calles desiertas con toda la clase media huida a El Tigre, el suelo pegajoso, el estupor hasta bien entrada la noche. Y en esta humedad pampeana que ni la frondosidad de las veredas apacigua, dejando caer de cuento en cuento nombres de arterias de la ciudad como son Corrientes o Pueyrredón, como invitándonos a ir y comprobarlo, Enriquez planta cabezas decapitadas, pies mugrientos, partes de cuerpos aún unidas al tronco, quizás no por mucho tiempo. Y carne, mucha carne. “Veo muy difícil caminar por las calles con un costillar humano”, se dice la protagonista de Nada de carne sobre nosotras, quien decide dejar de comer para semejarse a Vera, el cuerpo ausente del cráneo que se ha encontrado abandonado

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en la calle. Tal vez uno humano, sí. Pero los huesos y las vísceras de animales , el choripán, la carne en sus varios estadios de putrefacción, no solo hacen acto de presencia en los relatos, sino que están para acortar distancias con nosotros. Algo tiene el asado que se presta a invitar lo espeluznante, ese manipular, abrasar, consumir trozos enormes de carne, que ya había visto tomar otras formas en relatos como ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos? de Michel Nieva (y en el que el asado es solo el principio de un festival de exceso gore), o El asado, del uruguayo Leandro Delgado, mucho más poético pero igualmente desconcertante, a su manera. Enriquez, por su parte, convierte los chorizos en instrumentos de venganza adolescente en La hostería; los hábitos carnívoros del marido en Tela de araña, en peldaños de tensión narrativa. Empapando estos relatos se halla subterránea la violencia de la historia argentina y latinoamericana, que Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino ya encarnaron en el matadero y en el rostro dolorido de la res, símbolos de la industria y el progreso del país en su monumental trilogía fílmica La hora de los hornos (1968). “UNA PIBA ES UNA BOMBA DE TIEMPO”

Enriquez se vale de lo fantasmagórico en La hostería para redescubrir, desde la perspectiva de una niña en pleno proceso de autodescubrimiento sexual, lo profundamente macabro del pasado reciente del país, las torturas, desapariciones y niños robados durante el Proceso. En otra ocasión, utiliza una versión casi inversa de la chica de la curva en Los años intoxicados, ambientando en el Nunca más alfonsinista los impulsos destructivos de un trío de amigas que, hartas de la incertidumbre económica que aliena a sus familias, pasan los años de secundaria drogándose con lo que encuentran y en busca de una chica que una noche exigió bajarse del ómnibus a mitad de trayecto y desapareció en el bosque. El cuento transmite una ira descomunal de las jóvenes hacia desorientación de sus padres: “No podía durar mucho, decían mis padres, no puede ser cierto que un peso argentino tenga el mismo valor que un dólar, pero estábamos tan hartas de lo que decían ellos, mis padres, los otros padres, siempre anunciando

A Enriquez se le percibe una especial fijación por el potencial narrativo de las mujeres jóvenes

Los dos libros de Mariana Enriquez editados en España por Anagrama

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ALAMEDA DE URKIJO, 37, BILBAO


el fin, la catástrofe, la vuelta de los cortes de luz, todos los males patéticos. Ahora ya no lloraban por la inflación: lloraban porque no tenían trabajo. Lloraban como si ellos no tuvieran la culpa de nada. Nosotras odiábamos a la gente inocente.” Es en estos relatos de encono, desenfreno y feroz amistad adolescente, como La casa de Adela (un relato aterrador de la casa como personaje), Verde rojo anaranjado (donde miramos de reojo a la deep web y las amistades online) y, en menor medida, Fin de curso (un siniestro cuento de autolesión bastante sassy), donde brilla la primera persona de Enriquez, a quien se le percibe una especial fijación por el potencial narrativo de las mujeres jóvenes. En su entrevista para los Inrockuptibles con el también escritor de terror Luciano Lamberti, le cuenta: «Hay algo a esa edad que es demencial. Las chicas están fuera de control. […] Una piba es una bomba de tiempo, que está abierta a todos los peligros, enamorada de esa mierda, y eso es una cosa bastante terrorífica. […] Es un momento muy literario. Primero, porque es muy poético en el sentido más maldito del término, y además porque a una chica de esa edad la podés poner en cualquier situación y funciona, porque son capaces de cualquier cosa».

En sus relatos, los hombres son, por lo general, irrelevantes, antipáticos o decididamente malignos sistema, ya sea el estado, el matrimonio o el patriarcado en su conjunto. En algunos de los relatos, la erosión de las relaciones emotivas se traduce en la entrada de la narración al ámbito de lo perturbador y lo extraño. En otros, los hombres son las víctimas con las que se ensaña lo monstruoso. Y, con todo, Enriquez evita con destreza dividir la población de sus cuentos en géneros a modo de bandos enfrentados. El horror no le hace ascos a nadie.

Sin duda el caso más extremo de esta visión es el relato que da título y pone fin a la colección, Las cosas que perdimos en el fuego, en el cual una red secreta de Mujeres Ardientes ha comenzado a construir piras sacrificiales a las que se arrojan por voluntad propia, buscando desfigurarse, como respuesta a una ola de feminicidios por fuego perpetrados por los hombres celosos: “Hacía apenas semanas, las primeras mujeres sobrevivientes habían empezado a mostrarse. A tomar colectivos. A comprar en el supermercado. A tomar taxis y subterráneos, a abrir cuentas de banco y disfrutar de un café en las veredas de los bares, con las horribles caras iluminadas por el sol de la tarde, con los dedos, a veces sin algunas falanges, sosteniendo la taza. ¿Les darían trabajo? ¿Cuándo llegaría el mundo ideal de hombres y monstruas?”

Se ha comentado, como contexto a la pericia de Enriquez, que el género no se cultiva en la región. Laura Ponce, autora de ciencia ficción, editora del sello de género Ayarmanot y figura indispensable del especulativo latinoamericano como editora, entre otras cosas, de la revista PROXIMA, no está de acuerdo (“se escribe, y bastante”). El terror argentino cuenta con otros nombres destacados, entre ellos, el ya mencionado Luciano Lamberti (El asesino de chanchos, La maestra rural), Nicolás Correa (Íncubo, Súcubo) y, especialmente, Celso Lunghi, (Me verás volver, Seis buitres), publicado recientemente por La otra gemela, editorial fundada el año pasado como resultado de otro proyecto editorial de trece antologías de terror argentino y autodefinida como referente dentro de lo que denominan un boom editorial del género en el país. Según Ponce, pese a que ninguno de ellos es de Capital, sino que ambientan sus horrores en escenarios suburbanos, —que en Lamberti rayan lo rural—, todos estos autores comparten con Enriquez una preocupación por la historia reciente y los problemas sociales, además, añade, de «la construcción de tramas asfixiantes a partir de elementos cotidianos».

La ironía de la pregunta no pasa desapercibida para quien haya llegado hasta aquí. Exceptuando el cuento-crónica sobre un niño asesino en serie, Pablito clavó un clavito: Una evocación del Petiso Orejudo, todos los relatos cuentan con voz narradora femenina y los hombres son, por lo general, irrelevantes, antipáticos o decididamente malignos. Son maridos impacientes o agresivos, policías corruptos, sociópatas. Representan la brutalidad del

Pese a todo, Mariana Enriquez ha llegado a este lado del Atlántico con una potencia que confirma lo que en Argentina venía sabiéndose desde hace tiempo: su incuestionable dominio de la escena del terror argentino actual. Los peligros de fumar en la cama aparece ahora, años después de su publicación, como una advertencia de los espantos de los que ya era capaz antes de que la conociéramos. Y, sin duda alguna, más vale tarde que nunca. @

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De Devil Girl From Mars a Under The Skin:

El sexo como elemento de control Texto Laura Lazcano

¿Y si tu vagina fuese un monstruo mutante, un alienígena o un robot? Al cine de ciencia ficción, el concepto de libido femenina le provoca escalofríos y prefiere disfrazar el trauma enfrentándose antes a los villanos típicos del género que a la sexualidad femenina.

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usan Sontag decía en La imaginación del desastre que una de las funciones de la ciencia ficción es normalizar lo que a uno psicológicamente le resulta insoportable y que la fantasía presente en la ciencia ficción permite reflejar ansiedades colectivas. Esto es particularmente acertado si pensamos en cómo se ha representado el sexo en el cine de ciencia ficción. A menudo la camaradería masculina enfundada en sus trajes espaciales con sus pistolas de rayos láser de diseño fálico ha dejado poco espacio a la sexualidad femenina. En las ocasiones en que se ha mostrado, pronto se ha evidenciado que lo que teníamos frente a nosotros no era más que el canguelo heteropatriarcal ante la perspectiva de una mujer “demasiado” libre. Quizás sea que el género sci-fi se ha aferrado durante décadas a los puritanismos enfermos del código Hays. O la rémora de un Hollywood más interesado en eludir la cuestión sexual y recurrir al aspecto romántico como una mera distracción de la narrativa principal que posteriormente permitirá cerrar la historia con el casto beso de rigor entre el valiente

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protagonista y el espécimen femenino que éste se lleva a cuestas de trofeo. No obstante, también la influencia de unas cuotas masculinas totalmente desproporcionadas tanto detrás como delante de las cámaras ha podido contribuir a gestar obras de un nivel bastante inmaduro en las que la sexualidad femenina brilla por su ausencia o sale mal parada. Vivian Sobchack en su artículo sobre sexo en la ciencia ficción The Virginity of Astronauts lo ilustra de la siguiente manera: “La sexualidad biológica y los personajes femeninos a menudo se encuentran ausentes de la mayoría de películas de ciencia ficción norteamericanas desde los años 50 hasta la actualidad. Y cuando aparecen, tienden a estar separadas la una de la otra, desprovistas de su significado de tal manera que la sexualidad biológica no se relacione con las mujeres humanas y no sea percibida como sexual”. No le falta razón; lo cierto es que el cine de ciencia ficción ha abordado de dos maneras la conducta femenina sexualmente activa. Por una parte, se ha invisibilizado despojando a la mujer de su sexualidad y representándola como un ser asexuado o una presencia fantasmal. Si pensamos en películas conocidas dentro del género como La Mosca o Doctor Cíclope, se puede concluir que el personaje femenino está básicamente de adorno, ya no digamos su sexualidad. Sobchack se refiere a esto como “presencias indiferentes”.

The stepford wives (1975)

La ciencia ficción demoniza la sexualidad femenina mostrándola como un peligro personificado en alienígenas, robots o monstruos mutantes

Por otra parte, la segunda táctica usada por la ciencia ficción para negar la sexualidad femenina ha sido demonizarla mostrándola como un peligro personificado en alienígenas, robots o monstruos mutantes. Probablemente donde esto se ve más claramente es en la saga de Alien de Ridley Scott en la que un alienígena capaz de poner huevos se dedica a perseguir y asesinar a los tripulantes de una nave. Sin embargo, aquí nos vamos a centrar en ejemplos menos trillados para demostrar que existe toda una filmografía que reprime y castiga la sexualidad femenina. Es el caso de Cat-Women of the Moon, Queen of Outer Space o Attack of the 50 Foot Woman entre otras en las que la conducta sexual de los personajes femeninos se percibe como amenazas que buscan perturbar la tranquilidad masculina. Cuando la sexualidad femenina está presente, lo está de manera simbólica. Sobchack afirma que esta conexión entre sexo y mujeres se percibe por los hombres como una amenaza. Porque no nos engañemos, durante casi toda su trayectoria el cine de ciencia ficción ha sido esa casa-árbol en la que los niños no dejan entrar a las niñas o esos clubs sólo para caballeros donde fuman puros, juegan a las cartas y se ríen en alto de sus ocurrencias. Es evidente que ese rechazo y miedo irracional a lo femenino tenía que reflejarse de una forma u otra en la manera absurda en que se ha plasmado a las mujeres en este género. DEVIL GIRLS VS. DÉBIL BOYS

Una película donde se aprecia lo anterior de manera obvia es la británica Devil Girl From Mars. La dirigió David MacDonald en 1954, a quien quizá hay que agradecerle la carrera literaria de Octavia Butler, pues cuando esta vio la película de pequeña, le pareció tan mala que se dijo a sí misma que ella podría escribir algo mejor. No andaba desencaminada: el filme tiene los ingredientes idóneos para extraer una comedia y falla al decantarse por el drama, cuyas interpretaciones y seriedad del diálogo no le hacen ningún favor al conjunto. El argumento de

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Devil Girl From Mars nos sitúa en el norte de Escocia, donde aterriza por error la nave de una alienígena que, acompañada de su robot, se propone secuestrar hombres para obligarles a aparearse con las alienígenas de Marte, su planeta. Por si la sinopsis no fuera lo suficientemente evidente, además de mostrar intelecto y prácticas intimidatorias, la caracterización de la alienígena pasa por un vestido negro de dominatrix, a medio camino entre Catwoman y Darth Vader. Como un síntoma de la revolución sexual que se estaba gestando en Gran Bretaña en los cincuenta, Devil Girl From Mars revela por una parte el terror masculino de que las mujeres se adueñen de su sexo y cambien las tornas. Es la sexy alienígena de aspecto humano embutida en su traje negro de látex la que encarna esta aprensión al intentar forzar a hombres a perpetuar la civilización marciana. Cambiamos de continente para hablar de uno de los títulos tempranos que comenzaron a encumbrar la carrera de Roger Corman en la serie B norteamericana: La mujer avispa (1959). Corman nos presenta a un científico que logra una sustancia para retrasar y revertir el proceso de envejecimiento extrayendo jalea y enzimas de las avispas. La protagonista, una mujer de mediana edad directiva de una empresa de cosméticos, insiste en que se pruebe el producto en ella sin ser consciente de que un efecto secundario de este elixir es que transforma a las mujeres en avispas asesinas chupasangre. No es casualidad que la frase promocional de la peli sea “una bella mujer de día, lujuriosa y letal Reina Avispa por la noche”. Como también es bastante revelador el póster del filme mostrando a una avispa con cara de mujer arrinconando a un hombre aterrorizado por su vida. El mensaje es claro: toda mujer que utilice su encanto es un peligro y además va a acabar mal. La ideología heteropatriarcal que convierte en una necesidad el mantenerse bella para lograr un estatus es la misma que castiga a la protagonista representándola como un monstruo repulsivo. Las pulsiones de muerte se saldan en una suerte de metáfora sexual en la que la protagonista mata a su víctima con un beso en el cuello como si le clavase el aguijón. Y hablando de aguijones, seguimos en EEUU para continuar disertando sobre insectos, esta vez los de Invasion of the Bee Girls (Denis Sanders, 1973). Con guión de Nicholas Meyer, quien posteriormente intentó eliminar su nombre del proyecto, el filme de Sanders nos

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Devil Girl From Mars es tan mala que la pequeña Octavia Butler pensó que podría escribir algo mejor y se acabó convirtiendo en un de las principales autoras scifi


traslada a un pueblo de California donde los hombres comienzan a morir tras mantener relaciones sexuales. Pronto se descubre que una atractiva científica entomóloga está llevando a cabo un proceso de mutación controlada convirtiendo a mujeres en abejas con instintos asesinos. Si algo tiene rescatable esta película es la vuelta de tuerca del estereotipo del mad doctor: ya que en este caso se trata de una científica. Acomodada en el más puro sexplotation, sería justo calificar este filme como un cruce entre el policíaco clásico y las comedias erótico festivas de Russ Meyer. El concepto de sexualidad femenina vuelve a ocultarse bajo un ejército de mujeres imponentes que se dedican a seducir a hombres para después asesinarlos. Una vez más se trata de otra fantasía erótica que sólo enmascara un miedo hacia lo femenino. Como curiosidad, Invasion of the Bee Girls tiene una escena imperdible equiparable a la manera de operar de las abejas en la que el ejército de mujeres-abeja de la científica preparan a una mujer para la transformación en abeja reina: la untan con miel y la encierran en una especie de capullo mientras la científica opera con máquinas y radioactividad para transformar su estructura celular. MUJERES DESESPERADAS

A continuación, basada en una novela de Ira Levin, llega The Stepford Wives (Bryan Forbes, 1975), una película que quizás haría las delicias de Costanza Miriano. Una fotógrafa madre de dos niños se muda con su marido a Stepford, una especie de parque temático de amas de casa que se entregan a las tareas domésticas como perturbadas sin cuestionar nunca a sus maridos. Pronto el filme de Sanders comienza a indicar los derroteros por los que va a discurrir al sugerir que los ideales de la protagonista se alinean con el movimiento de liberación de la mujer de los 70 en EEUU, lo cual choca frontalmente con los valores de los hombres en Stepford. Otra pista es el hecho de que ella desee ser recordada por sus fotografías cuando es precisamente lo que se teme de ella: su individualidad y personalidad. Ya hemos visto que en las películas anteriores se manipulaba el tabú de la sexualidad femenina “desatada” retratándolo como un blanco fácil de odiar, por ejemplo un monstruo repulsivo. Sin embargo, The Stepford Wives muestra el proceso por el cual los hombres ocultan el trauma y castigan

Para Susan Sontag una de las funciones de la ciencia ficción es normalizar lo que a uno psicológicamente le resulta insoportable

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la sexualidad femenina: los maridos de Stepford no soportan a sus esposas libre pensantes, las consideran un estorbo por lo que deciden asesinarlas y reemplazarlas por réplicas robóticas. Se explicita así una conspiración heteropatriarcal llevada al extremo: saliéndose ellos con la suya al conseguir máquinas dóciles y agradables que cumplan sus deseos. “Me gusta observar a las mujeres mientras realizan tareas domésticas” le dice un vecino de Stepford a la protagonista mientras ella se caga en sus muertos en silencio. Este es el tipo de hombres que despelleja la película mientras la tensión y la paranoia se sienten en el metraje. Magistral. Es maravillosa la escena en la que la protagonista junto a dos amigas todavía humanas intentan escarbar algo de conciencia feminista entre el ejército de amas de casa robotizadas y dos de estas últimas terminan monopolizando la sesión para hablar de anuncios de detergentes. Es un guiño que le hará El Show de Truman a esta escena veinte años más tarde cuando la esposa de Truman haga un product placement mirando a cámara mientras discute con él amenazándole con una navaja. Es otra también de las muchas lecturas de este filme: la influencia de la televisión en la generación anterior a los millenials. Ya lo dijo Foucault: “La mecanización del cuerpo supuso la represión de los deseos, las emociones y otras formas de comportamiento que habían de ser erradicadas”. Por último, qué mejor manera de concluir el texto que hablando de una de las obras maestras del siglo XXI en el cine de ciencia ficción: Under the Skin (Jonathan Glazer, 2013). Director osado e imprevisible donde los haya, esta vez adapta la novela de Michel Faber para presentarnos a una atractiva alienígena

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En Under the Skin, Scarlett Johansson es una atractiva alienígena que se dedica a cazar hombres dándoles a entender que habrá sexo encarnada por Scarlett Johansson que se dedica a cazar hombres dándoles a entender que habrá sexo. Afirmar que la base de la que parte Under the skin es similar a la de sería cierto pero implicaría negar el valor de la obra de Glazer y la complejidad que ostenta en tanto a forma y contenido. Volvemos a darnos de bruces con una fantasía erótica andante que supone una clara amenaza para el grueso masculino. Exceptuando The Stepford Wives, las películas anteriores se centraban en la reacción que despertaban estas “peligrosas” sexualidades femeninas en los demás. Sin embargo, en Under the Skin el foco está en ella. Observamos con curiosidad el arco de evolución de Scarlett desde practicar los sonidos básicos del idioma o entablar conversaciones superficiales sin despertar sospechas a convertirse en una máquina de matar. Para estrellarnos poco después con la simpleza de un horror proveniente de quien no está familiarizado con la empatía y la crueldad. Se nos hace testigos del despertar de una conciencia ajena a las emociones humanas. Así las cosas, ella termina familiarizándose con la sexualidad que se le asigna. Lo paradójico es que le resulta tan compleja y aterradora que huye. @



La perturbación de lo divino Texto Elizabeth Casillas

Tras cinco años de espera, David Sánchez regresa con Un millón de años, un cómic en el que lo divino y lo animal se entretejen para formar un relato perturbador. Una experiencia visual y sensorial abrumadora en la que se esconde la realidad más cruda: los miedos del autor.

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«Un dibujante no puede decir: “ya tengo un estilo, me voy a quedar con esto el resto de mi vida”, porque eso te hace morir un poco»

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u primera novela gráfica, Tú me has matado (Astiberri, 2010), una especie de road movie lynchiana cuyos agentes principales eran policías corruptos y misioneros evangélicos en una onda de alucinaciones turbias, le valió el premio Autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona. Después llegaría un prolífico 2012, en el que David Sánchez (Madrid, 1977) publicó: su segunda novela gráfica, No cambies nunca, un relato de ciencia ficción con visos de mad doctor y bebés monstruosos; Videojuegos, centrado en la leyenda urbana de Polybius, una máquina recreativa con efectos devastadores para la mente de sus jugadores, y La muerte en los ojos, una grapa de veinticuatro páginas para la editorial ¡Caramba! en la que de nuevo nos vemos inmersos en un viaje por carretera con visos de película de Buñuel. Después, la calma. La noticia de la publicación de su nuevo cómic, Un millón de años (Astiberri, 2017), puso fin al lustro de espera de sus seguidores y el del dibujante madrileño se ha convertido, sin duda, en uno de los regresos más esperados de la temporada dentro del panorama nacional de cómic. La respuesta a estos años de ausencia nos la da el propio autor: «Después de los cómics anteriores necesitaba un respiro, había pasado mucho tiempo haciendo uno tras otro y, aunque quede mal decirlo, también ganar un poco de dinero. Dibujar cómics es un trabajo de fondo, exige mucho tiempo y es un poco agotador. Y la verdad es que, después de hacer aquellos cómics, no me apetecía seguir. Es algo que hago por gusto, cuando me apetece, y también quería probar otras cosas», asegura.

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AL PRINCIPIO SÓLO HABÍA OSCURIDAD

Un millón de años se torna místico y, de nuevo, perturbador. Cinco relatos interconectados en los que animales simbólicos –la serpiente, el mono, el macho cabrío– pasan de una página a otra para hacer evidente lo divino. La relación paternofilial en El insecto, el sentido del pecado y la justicia en El mono o una revisión reptiliana del sacrificio de Isaac en La secta son algunas de las ideas que preocupan o a las que teme el autor. «Hace poco leí una frase que me encantó de un escritor que no recuerdo ahora mismo que decía algo así como que la gente piensa que primero se te ocurre una historia y luego la escribes, y es justo lo contrario. Es en el proceso de dibujar y escribir la historia cuando uno la encuentra. Es inevitable que vuelques ahí las cosas que te rondan la cabeza y que te interesan. Para mí es eso lo interesante de hacer cómics, plasmar sensaciones y cosas a través de una historia», responde al preguntarle sobre el cambio de temáticas respecto a sus anteriores cómics –más oníricos o psicodélicos– y meterse de lleno en el concepto de Dios.

«Es inevitable que vuelques ahí las cosas que te rondan la cabeza y que te interesan. Para mí es eso lo interesante de hacer cómics»

David Sánchez, autorretrato

c/ Euskalduna, 8 c/ Libertad, 2 (Casco Viejo) 28 >

www.elalmacensecreto.com


Un millón de años es lo nuevo de David Sánchez y está ya a la venta de la mano de Astiberri

Aunque David Sánchez cuenta con un estilo bien definido, en Un millón de años se nota una intención rupturista con su anterior obra y, en efecto, lo consigue. Mantiene su línea clara, su paleta de color habitual, una composición de página sencilla y unas ilustraciones llenas de fuerza. Sin embargo, a diferencia que en trabajos anteriores, esta vez toda la carga visual recae en cada página sobre los personajes que quedan situados en un fondo neutro y postapocalíptico que bien podría enlazar con la última secuela de Mad Max. «Mis otros tebeos suceden en ciudades o en sitios presumiblemente reales y me di cuenta de que me apetecía hacer ficción, hacer volar la imaginación y crear desde cero todo el universo en el que se desarrollan las historias», argumenta. Además, ese terreno árido y desértico era la atmósfera ideal para estas alucinaciones: el tiempo detenido ante el horror del vacío, la fina línea que separa la tierra del cielo, lo humano de lo divino.

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SANGRE, FUEGO Y NUBES DE HUMO

Más allá de los cambios estéticos, su narrativa también ha sufrido variaciones. Se mantiene lo críptico, lo inquietante y lo angustioso pero se aleja de la trampa. A pesar de ser una lectura en apariencia rápida, sus páginas están pensadas para que el lector vuelva atrás, relea y, sobre todo, medite una vez ha cerrado el libro sobre lo que acaba de leer. «Los anteriores cómics eran historias un poco tramposas y estaban hechas para dejar esa sensación al lector de que no había entendido algo o que algo se le ha escapado. En el caso de Tú me has matado creo que volviendo un poquito atrás es fácil ver dónde está el truco. Con No cambies nunca es un poco más difícil porque la trampa es más difícil, pretender contarle algo con un color es bastante complicado. Pero quería lograr esta sensación. Aquí no he querido hacer esas trampas narrativas. Se entienden perfectamente. Son historias autoconclusivas con un principio y un final», explica. Sin embargo, al pasar las páginas, el autor va dejando pequeñas bombas de información que se detonan, no en el final del relato, sino una vez guardado el libro en la balda. En estos años que no ha dedicado a la historieta, Sánchez ha seguido experimentado con la pintura y la elaboración de pequeñas esculturas de resina, pero, sobre todo, ha seguido investigando en el estilo. «Un dibujante no puede decir “ya lo he encontrado, tengo un estilo cojonudo y me voy a quedar con esto el resto de mi vida”, porque eso te hace morir un poco y que empieces a trabajar en vez de a disfrutar», nos explica. Este quinquenio también ha servido para afianzar una notable carrera como ilustrador. Responsable de buena parte de las cubiertas de la editorial independiente Errata Naturae, su perfección formal y el aspecto pulido de sus ilustraciones han hecho de estas portadas un sello inconfundible. Así, acompañando a los textos del escritor Héctor Sánchez, ha retratado a una buena parte de las estrellas del rock en Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock (Errata Naturae, 2014) y puesto rostro a unas cuantas leyendas urbanas en torno a Hollywood en Kubrick en la luna (Errata Natura, 2016). Junto a Héloïse Guerrier, ha publicado dos diccionarios de jerga española, Con dos huevos (Astiberri, 2014) y Cagando leches (Astiberri, 2015), en los que intentan definir con buen humor –la primera, mediante palabras y el segundo, mediante imagen– buena parte del refranero. Para Sánchez, la ilustración y el cómic son dos universos completamente diferentes o, al menos, lo que él conoce. Mientras que en la industria del cómic es el autor el que propone un proyecto a las editoriales, en la ilustración sucede lo contrario. El consumidor final, a su vez, también es diferente: «El público del cómic es un consumidor consciente, mientras que la ilustración es algo que te llega de una manera indirecta», concluye. @

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GOMAGULA ESTUDIO // DISEÑO EDITORIAL

DISEÑO EDITORIAL // DIRECCIÓN DE ARTE // COMUNICACIÓN PUBLICACIONES DOSSIERES TRÍPTICOS POSTERS

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Los Ganglios Desde Badajoz con amor Texto Koldo GutiĂŠrrez

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IlustraciĂłn Cristian Robles


Surrealismo, sentido del humor delirante, ritmos bailables y videoclips desconcertantes; esos son los principales ingredientes de Los Ganglios. La banda formada por los hermanos Xoxé Tétano y Rafael Filete junto a Leli Loro en 2009 se dio a conocer gracias a YouTube y el año pasado lanzó su cuarto disco Segunda Escucha. En febrero pasaron por el festival Tracking Bilbao en un concierto épico plagado de música-porc y aprovechamos para hablar con ellos.

«Buscamos la potencia y renegamos de la elegancia. El resultado es este, es lo que sabemos hacer»

A

ntes de que el trap pusiera definitivamente de moda el autotune y antes de que existiera YouTube, dos hermanos Badajoz y una sueca ya se dedicaban a hacer música muy particular con vídeos absurdos para consumo personal. Su nombre no le iba a la zaga: Los Ganglios. La indescriptible banda lleva más de una década triunfando en el mundo underground con su apabullante mezcla de surrealismo, un toque castizo y el lenguaje propio de internet. Todo explotó en 2012, cuando lanzaron su mayor hit, LOL; aunque su canal de YouTube tiene 6.000 suscriptores, ese videoclip lleva actualmente más de 740.000 reproducciones. Fueron unos auténticos visionarios: un tema que ironiza sobre la manera de expresarse en las redes sociales y denuncia la “escasez lingüística en la red” fue rápidamente convertido en fenómeno viral, en una deliciosa ironía del destino. Tanto fue así, que Euskaltel incluso acabó inspirándose claramente en la canción para una campaña publicitaria dos años más tarde. Edulcorándola un poco, claro está. A raíz de ese éxito se hicieron más conocidos y empezó a ir más gente a sus conciertos.

El grupo, en su estado actual, nació en verano de 2009, pero en realidad el germen apareció mucho antes y fue mutando hasta Leli Loro y su novio, que fue el antecesor más directo. «Lo raro es que llevemos tanto tiempo con el nombre “Los Ganglios”, a mí me gustaba mucho ponerme nombres extravagantes de cantautor que me cambiaba para cada maqueta. Joao Ninguem, Gabino de la Mar, Don Phalaxo... Hay más de diez maquetas en las que se fue cuajando mucho de lo que hacemos ahora», rememora Xoxé Tétano, uno de los miembros del grupo y novio de Leli, que se encargaba del teclado y el bajo hasta los últimos años. En esas viejas

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La traclis con sus liris maquetas ya aparecían algunas de sus canciones más famosas, que siguen tocando en conciertos, como La cumbia de Félix y Jacques, Jipi, punki o mod y Mimetic motherfuker. Desde entonces han publicado cuatro discos: Cataclismo electoral (2011, autoeditado), La guapa y los ninjas (2012, GOR Discos), Lubricante (2014, GOR Discos) y Segunda Escucha, publicado a través de crowdfunding, donde consiguieron 6.222 euros gracias a 299 mecenas. Rafael Filete (guitarrista y hermano de Xoxé) y Mariana Scaravilli (guitarra y teclados) también forman parte del conjunto, que definen como “músicaporc y video-porc”. «Es una etiqueta que nos inventamos para responder a la pregunta “¿qué tipo de música haces?”, y así no tener que teorizar mucho al respecto», aclara Rafael, «también nos gusta no tener que rendir cuentas a las premisas de ningún otro estilo. Si por ejemplo hubiésemos dicho que hacemos punk, nos dirían “esto no es punk puro”’ lo mismo con el pop, el rap o cualquier otro estilo». Dependiendo del día y del humor que tengan, suelen emplear otras etiquetas que se han sacado de la manga, como “technopunk cumbianchero” o “música calambre”. Lo llamen como lo llamen, sus canciones tienen letras delirantes (que explican brevemente antes de tocar cada una en concierto), mucho sentido del humor, ritmos bailables y videoclips desconcertantes, con un estilo deliberadamente feísta heredero del fanzine y del difunto fotolog. ¿Y de dónde surge exactamente este universo tan personal de estética tan marcada? Lo cierto es que ni ellos lo tienen del todo claro y lo achacan a una combinación de su vida en Montijo (el pueblo de Badajoz donde pasaron su adolescencia), el mundo de YouTube, conversaciones con amigos y gifs de todo tipo. «No es fácil saber por dónde va a venir la inspiración, ojalá pudiese preverse. Hay que estar atento a las cosas te te despiertan una emoción particular o una sorpresa conceptual y no dejarlas escapar», reconoce Rafael. RENEGAR DE LA ELEGANCIA

«Buscamos la potencia y renegamos de la elegancia. El resultado es este, es lo que sabemos hacer. Es verdad que a mucha gente le echa para atrás, una de las razones es que les parece basto, poco refinado. Pero no tenemos muchas alternativas, ser más finos no nos dejaría dormir por las noches». Sin embargo, su hermano no está de acuerdo con que lo que hagan sea grotesco: «Son nuestros desvaríos y los vemos como algo natural. Sí que intentamos que las ideas

VIVENCIAS PROPIAS Soy extremeño, tengo derecho a meter un buitre negro en una canción. Uno me ha dicho esto lo estás copiando de Extremoduro. ¡NO! ¡NO! Hemos estado en el Salto del Gitano mirando los buitres con ADENEX. ¡SON! vivencias propias. ¡NO! me estoy copiando. Siendo extremeños, no podían escaparse de la alargada sombra de Extremoduro, como dejan claro en este tema, donde se defienden de las acusaciones de copiarles. Para realizar su meta-denuncia, emplean un estilo muy similar al del grupo de Robe Iniesta, como ya hicieran en otro tema de orgullo patrio, Badajoz 2222, con una base musical que recuerda al Estado policial del tercer disco de sus compatriotas, y que es decididamente punk, otro de sus géneros predilectos.

S.A.N.Z. Tienda de discos Ultra Local. “Viviendo deprisa” de Alejandro Sanz. Nueve canciones son las antiguas: “Pisando fuerte” y la del accidente. Mira, Chamorro, me llevo este disco. Envuélvemelo, que no es para mí, que es para una amiga mía. Ah, los placeres culpables; todos tenemos algún secreto inconfesable. ¿A quién no le gusta algún grupo de mierda? En esta canción, basada en hechos reales, un tío finje comprar como regalo un álbum que es para él.

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queden claras, que la imagen sea directa y se entienda. Pero esas ideas pueden ser infinitamente surrealistas y disparatadas». Lo cierto es que en estos tiempos de estética genérica e imagen estilizada se agradecen los videoclips totalmente sin complejos ni vergüenza de Los Ganglios, que siempre han hecho lo que les ha dado la gana y como han querido. «Dependiendo de la canción, el tema puede aparecer con la letra, una línea de bajo, una imagen, un dibujo… Pero a la hora de desarrollar, nos gusta que las cosas vayan en paralelo: música, imagen y textos, así se alimentan unas a otras y nos resulta más fácil avanzar», explica el cantante, «nos resultaría complicado hacer una letra completa sin pensar en la música ni el videoclip, tanto como hacer un videoclip sin que estuviese hecha la canción». Pese a su nula formación musical y su estilo poco ortodoxo, Los Ganglios son unos auténticos maestros del estribillo, con versos tan pegadizos como “maño, mañico, golosina deprimente” (de El regalo), “Jacques Cousteau,

Félix Rodríguez de la Fuente” (La cumbia de Félix y Jacques), “y al final, no follamos al final” (Al final) o “no eran fachas ni eran rojos/ eran calvos, eran calvos” (Calvario). El cantante estudió brevemente Bellas Artes, pero la experiencia no le resultó muy provechosa, según cuenta: «En Bellas Artes en Barcelona son muy insistentes con teorizar y tal, y no somos muy amigos de eso. Tampoco les gusta mucho el humor que yo recuerde. No somos mucho de asistir a las clases, pasamos por allí más bien de puntillas». Pese a su desencanto,

Nacieron en 2009, pero antes pasaron por encarnaciones como Joao Ninguem, Gabino de la Mar, Don Phalaxo o Leli Loro y su novio

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CATACLISMO ELECTORAL

«Nos inventamos la etiqueta de “música-porc” para responder a la pregunta “¿qué tipo de música haces?”, y así no tener que teorizar mucho al respecto»

Estos cabrones han vuelto a escatimar con el gramaje de las papeletas electorales. Se armó el pifostio Toque de queda Las urnas se resquebrajan y España se parte en seis. Este año las papeletas son del papel de envolver los polvorones.

Xoxé siempre ha estado interesado en el arte, por eso cita entre sus referentes a pintores tan coloristas como Philip Guston, Mike Kelley, Matisse, Cy Twombly e incluso al maestro del claroscuro: Goya. El humor siempre ha estado presente en sus canciones y es fácil establecer un paralelismo en su estilo con los Chanantes por su apego a lo rural y la cultura cañí más casposa. Si Joaquín Reyes y sus chicos apostaban por el humor manchego, debido a su origen de Albacete, Xoxé y Rafael se decantan por hacer apología de lo extremeño, tan habitualmente denostado e ignorado, aunque el líder asegura que no era seguidor del programa por razones de lo más prosaicas: «No es que no nos guste, es desconocimiento, si no lo citamos es porque no lo hemos visto nunca, en la época que lo ponían nosotros no teníamos tele, le habíamos cortado el cable literalmente en un acto de autoliberación. Pero aunque la hubiésemos tenido, le tenía un rechazo injustificado a esos programas porque le gustaban mucho a un tipo con el que se lió mi exnovia». Sin embargo, ellos no son nativos de Extremadura, como apunta Xoxé: «Nacimos en Madrid y en la primera infancia vivimos en Torrejón de Ardoz y Zaragoza, después vivimos unos años en Vilafranca del Penedés, y con 8 y 11 años nos fuimos a Montijo donde nos quedamos hasta los 18 años que volvimos a Barcelona a estudiar». En cuanto a humoristas contemporáneos, Rafael lo tiene claro: «Nos gustan Miguel Noguera, Querido Antonio, Héctor Bometón (Mierdecitas) y cosas de ese estilo. Pero también nos hemos reído mucho con cosas que no están diseñadas para el humor, como por ejemplo la versión de Cien Gaviotas de Duncan Dhu cantada por Carlos Goñi, Amaia Montero, Dani Martín, David Summers, Álex Ubago y una larga lista de estrellas».

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Los Ganglios no son ajenos a los grandes problemas que asolan nuestro país. En esta tema denuncian son ritmo ska un secreto a voces que debería preocuparnos a todos.

BADAJOZ NO ES HIROSHIMA Cuando llueve ácido yo me escondo rápido. Al no haber buenas pensiones yo me meto en los buzones y me abrigo con las cartas. Por las noches hace frío y los pelos se me caen. Para no volverme loco abro la rendija un poco. Entra el aire radiactivo con su efecto vomitivo. Si se cuela un gamusino a bocaos lo despellejo. Con cerillas lo cocino, me imagino que es conejo. Badajoz no es Hiroshima pero da bastante grima. Aquí vemos su relación de amor-odio con su pueblo. No sé qué opinarán sus paisanos pacenses de esta dura crítica a la hostelería local.

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Entre sus grupos favoritos están Derribos Arias, Siniestro Total, Parálisis Permanente, Los Ilegales, Los Coyotes, Golpes Bajos, Los Toreros Muertos o Eskorbuto

Segunda escucha es el más reciente disco de Los Ganglios.

SOY EXTREMEÑO, TENGO DERECHOS

Hablando de música humorística, sus favoritas son bandas como Derribos Arias, Siniestro Total, Parálisis Permanente, Los Ilegales, Los Coyotes, Golpes Bajos o Los Toreros Muertos. Se les ha comparado alguna vez con La Polla Records, pero ellos siempre han dicho que eran más de Eskorbuto. Otros grupos nacionales han quedado tan cautivados por el estilo transgresor y contracorriente de Los Ganglios que les han encargado la realización de algún videoclip. Ese fue el caso del mítico Opinión de mierda, de Los Punsetes y El hombre de barro, de Hidrogenesse. La experiencia les resultó muy gratificante, aunque «en ambos casos hemos trabajado por amor al arte, no por dinero», admiten, «pero no creo que hagamos más porque suponen mucho trabajo y nos quita tiempo para lo nuestro». En un reportaje que les dedicaron en Mapa Sonoro en 2014, los tres miembros originales pasean por las calles de su

querida Barcelona y sueltan una frase que suena a crítica dirigida a cierto sector del indie español: «Viva la generosidad sentimental, muera el individualismo sentimentaloide». Sin embargo, Rafael se muestra ambiguo al respecto: «La frase está bien, no sé de dónde la hemos sacado pero parece una cita de Paulo Coelho. Si la dices al revés también queda bien: “Viva el Individualismo sentimentaloide, muera la generosidad sentimental”. En cuanto al indie, hace ya algún tiempo que hemos decidido no criticar ni enfrentarnos con músicos y músicas que se hacen con honestidad y pasión. Quizás merezca más críticas la música que se hace con una visión mercantilista, pero tampoco… Hay muchas cosas contra las que arremeter, la música ya está bastante tocada». Y no le falta razón. Los Ganglios también componen y tocan con honestidad y pasión, ya sea una canción sobre Babieca, el logo de Carrefour o la fiestuki. No todo van a ser penurias, desamores o denuncia social; a veces es más importante cantar sobre la presencia de machetes y puñales en el futuro. @

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Crudo: Los placeres de la carne Texto David Ortega

La directora francesa Julia Ducournau debuta en el largometraje con Crudo, un film sobre una frágil jovencita vegetariana cuya vida cambia en la facultad de veterinaria tras verse obligada a comer un riñón de conejo en una novatada. Tras un exitoso debut en Cannes y provocar desmayos, o eso dicen, en el festival de Toronto, la apetitosa cinta franco-belga de gustos caníbales se estrena el 17 de marzo.

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V

irgen, callada, vegetariana estricta y con menos gracia natural que el chiste del niño payaso, Justine tenía todas las papeletas para que sus primeros días en la universidad fueran más bien complicados. Como su hermana antes que ella y sus padres antes que ambas, esta jovencita francesa decide un día, por voluntad propia o ajena, que su futuro profesional va a estar en el mismo sitio que el del resto de su familia: trabajando con animales. No cocinándolos, sino curándolos. Decidida a seguir la estirpe familiar de veterinarios con la misma firmeza con la que se ha aferrado a su vegetarianismo, inculcado también por unos padres veganos como ellos solos, Justine es admitida en la facultad de veterinaria en la que estudiaron sus progenitores y en la que, para cerrar el círculo, su hermana Alexia cursa los mismos estudios. Pero la Alexia que conocía no es la misma que se encontrará en el campus.

Ella sólo quería aprender a curar animalitos, pero su cuerpo, su conciencia, su sexualidad y su forma de relacionarse con los que le rodean ya no volverán a ser lo mismo

En su primer día de clase, y en una escena con reminiscencias de la Carrie de Brian de Palma, la protagonista de Crudo recibe un baño de sangre rematado con la primera de una serie de novatadas que harían las delicias, nunca mejor dicho, del mismísimo Hannibal Lecter. Obligada a comer el riñón de un conejo, Justine descubrirá los placeres de la carne, principalmente de la humana, metamorfoseándose a base de mordiscos no en la persona que todos esperaban se convirtiera, sino en la que ella decide ser. Metáfora visceral de

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Julia Ducournau: “Estoy totalmente obsesionada con los cuerpos, así que pensé que el canibalismo era un tema perfecto para mí porque mis padres son médicos y lo conozco todo de los cuerpos”

la pérdida de la inocencia, Crudo, debut en el largometraje de la realizadora francesa Julia Ducournau, se estrena el 17 de marzo tras dejar un agradable reguero de sangre y excelentes críticas desde su estreno en el pasado festival de Cannes y su posterior pase en el festival de Toronto, donde (oh, sorpresa) sus dolorosas escenas -más sugeridas que explícitas- causaron desmayos durante el pase del film en el certamen, según publicaba en septiembre The Hollywood Reporter. Lejos del gore y el canibalismo que vende su campaña de marketing, Crudo es una producción franco-belga rodada con pulso y bisturí de autor por una directora, por cierto de padres doctores, que se ha convertido por derecho propio en una de las mejores ópera prima del cine europeo de los últimos años, independientemente del género. Y es que, aunque después de Crudo depilarse las ingles nunca volverá a ser lo mismo, el verdadero agujero negro por el que el espectador sentirá atracción, y quién sabe si complicidad, es la catarsis personal a la que la protagonista se enfrenta

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Los tres referentes admitidos son David Cronenberg, David Lynch y Sam Raimi LA NUEVA CARNE

Junto a su directora, que con apenas 33 años ya puede presumir de haber logrado el premio Fipresci en Cannes y el de mejor película europea en el pasado festival de Sitges, la gran baza de esta oda al canibalismo reside sin duda en su joven protagonista, Garance Marillier, para la que Crudo también es su debut en un largometraje. Consciente del diamante en bruto que tenía en sus manos cuando la eligió para el papel principal de su cortometraje Junior (2011), Julia Ducournau decidió confiar de nuevo en Marillier para su primera película, donde su inocente mirada contrasta con la violencia sexual de sus actos. Con tres admitidos referentes como David Cronenberg, David Lynch y Sam Raimi, Crudo es apetitosamente devorable de principio a fin, en un banquete en el que incluso su banda sonora está perfectamente cocinada al punto por Jim Williams, compositor habitual de Ben Wheatley, el mismo que puso música a la también sangrienta Turistas, premiada en Sitges en 2012, Kill List o A field in England. en la facultad de veterinaria en cuanto sus labios prueban el sabor de la carne cruda. Será entonces cuando Justine sienta cómo las convicciones que sus estrictos y vegetarianos padres le han inculcado se dinamitan en su interior con Goma-2. Su cuerpo, su conciencia, su sexualidad, su forma de relacionarse con los que le rodean… nada volverá a ser lo mismo. Y eso que ella sólo quería aprender a curar animalitos. «Pensé en los tres tabúes que tiene la humanidad actualmente. Uno, el asesinato; pero vemos asesinatos en muchísimas películas, así que no era algo en la que estaba especialmente interesada. Luego está el incesto, pero sinceramente no es algo sobre lo que me gustaría escribir, me parece algo demasiado oscuro. Y después está el canibalismo. Estoy totalmente obsesionada con los cuerpos, así que pensé que el canibalismo era un tema perfecto para mí porque mis padres son médicos y lo conozco todo de los cuerpos», explicaba Ducournau, que además de directora es la guionista del film, cuando acudió a Toronto a presentar su obra.

Adornada con leves toques cómicos que ejercen de contrapeso a los puñetazos que están por llegar, Crudo es al canibalismo lo que La La Land a los pianos. «Lo que me gusta de los caníbales es que no son seres sobrenaturales, como los vampiros o los hombres lobo. Son personas, y siempre me pregunto… ¿cuál es la diferencia entre ellos y yo? Creo que es muy fina. Al reconocer nuestro lado oscuro podemos crecer como personas y convertirnos en seres humanos más morales», aseguraba la realizadora en una reciente entrevista al ser cuestionada sobre el leitmotiv de su film. Entre bocadillos chorreantes, caballos sedados, bailes descontrolados ante el espejo, mordisquitos en la cama y la contundente demostración de que, como dice tu madre, si te pica no te rasques, Justine, cuyo bautismo en referencia a la protagonista de la novela del Marqués de Sade no es mera casualidad, dice adiós a su niña interior en un viaje de 99 minutos de visionado obligado para los amantes del buen cine. Bon Appétit! @


De primero, vacío. De segundo, fuerza. Texto Elizabeth Casillas

Sobrevivir a largos turnos de camarera, utilizar el sexo como herramienta de castigo y las drogas como vía de escape son las herramientas con las que Merritt Tierce ha conseguido firmar Que me quieras (Blackie Books, 2017), uno de los debuts literarios más desgarradores, sinceros y bellos de los últimos años.

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«Estás aquí con tu madre, que llora, así que lloras tú también»

M

erritt Tierce nació y creció en Texas. Primero fue estudiante, después madre adolescente y camarera. Una década más tarde se convertiría en escritora y firmaría uno de los debuts literarios más interesantes de los últimos años, recibiendo la admiración de diarios como The New York Times y también de consagradas escritoras como Roxane Gay. En el interludio, Merritt Tierce se forjó como activista, luchando por el derecho de la mujer al aborto sin estigmas, y trabajó como directora ejecutiva del Texas Equal Access Fund, una de esas fundaciones sin ánimo de lucro que tanto irritan a los republicanos estadounidenses al proporcionar recursos económicos a quienes no pueden costearse un aborto. Marie también es texana y, desde los dieciséis años, madre. Se quedó embarazada de un chico al que acababa de conocer en unas convivencias religiosas en el instituto. La llegada de su amada hija supuso renunciar a la universidad. Desde entonces, sirve mesas en largos turnos de noche para ganarse la vida y, una vez por semana, abraza a su hija. Madre sin custodia, Marie acude al sexo como elemento de castigo, a las drogas como evasión y a la autolesión como recordatorio de que se odia, de que le debe a su hija una vida mejor, que está sola. Ella es la protagonista de Que me quieras. Marie recurre al alcohol, las drogas y el sexo para hacer frente a la depresión, pero también como penitencia. Todo aquello que, a priori, debería proporcionarle placer lo convierte en una arma de autodestrucción, como si la

Que me quieras es un relato colosal en el que Tierce golpea en cada página al destapar tabúes como el aborto, el sexo o las drogas

felicidad y el gozo fuesen algo que no se lo merece. Tierce, que narra estas escenas con hechos y no con sentimientos, impone la intimidad del personaje al conocimiento del lector, intentando ocultar el dolor que en ella aflora. Que me quieras es un relato colosal, escrito en primera persona, en el que Tierce golpea en cada página al destapar tabúes como son, aún para muchos, el aborto, el sexo o las drogas. Sin embargo, como en la teoría del palo y la zanahoria, también ofrece momentos de respiro y de humor gracias, en gran parte, al elenco de parroquianos y compañeros de trabajo que cohabitan con la protagonista en los diferentes restaurantes que han formado parte de su vida laboral: Danny, el propietario de un lujoso restaurante; Shaila, una mujer cuyo cuerpo te deja loco y a la que han apodado La Cordón o Roman y el Obispo. Como ella, todos están solos y en la comprensión de aquellos que se saben vacíos es donde nace el humor. La risa también es parte de la tragedia. La escritora texana consigue en este relato de autoficción apresar al lector gracias a una voz sincera y directa. Un estilo narrativo que comienza con un aullido de dolor, una trampa para inmovilizar a la presa, que después te enreda con sus quehaceres y, por último, cuando te hace consciente de su enorme valentía, termina lanzándote al abismo. Merritt Tierce se nos antoja con una escritora con la suficiente entereza narrativa para ir más allá de la autoficción, por lo que esperaremos con vehemencia su próximo trabajo. @

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Con un estilo fresco y desenfadado, la artista portuguesa Mariana, a miserĂĄvel muestra las escenas cotidianas de la vida a travĂŠs de unas ilustraciones con regusto agridulce. Un golpe de realidad a travĂŠs del fanzine.

La miseria como lema para la vida Texto Elizabeth Casillas

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M

ariana Santos (Portugal, 1986) lleva casi una década trabajando bajo el nombre de su alter ego Mariana, a miserável que, en una traducción bastante simple, viene a ser algo así como Mariana, la miserable. Sin embargo, su trabajo no es ni insignificante ni carece de importancia, aunque quizás, eso sí, en ocasiones parezca abatido y un tanto triste, y de ahí esa tendencia a lo desdichado. Sus dibujos, que abordan lo cotidiano desde un estilo naif y una paleta de color armónica, nacen de la gente y de la vida aunque, como reconoce la artista, no sea una opción intencional, sino que se relaciona directamente con los temas sobre los cuales elige trabajar. «Afortunadamente, tengo mucha libertad para elegir lo que quiero dibujar y, la mayoría de las veces, mis trabajos tienden a ser autobiográficos», asegura. Sus personajes, unas veces insignificantes, otras de proporciones boterianas, se mueven entre la ternura y la crueldad, de nuevo alegoría de la vida moderna. Ejemplo de ello es la serie Lonely Hearts, un conjunto de pinturas y dibujos dedicado a aquellos que comen helados, que tienen los pies fríos en invierno y que escuchan música triste en bucle. «Para aquellos que ahogan las penas y no han renunciado a buscar el amor», añade. Así es como nos encontramos con personajes solitarios en mitad de la nada, pero también con individuos desolados a pesar de estar rodeados de gente. Y mucho desamor. A través de la representación de la furia y la ira en el espacio muestra el fin del afecto y en un “antes y después de ti”, las heridas de guerra. Misma temática recogía su Little Miserable Book III, una autopublicación que lleva por subtítulo Kamasutra imposible y en el que se muestran posturas tales como: nostalgia, metas diferentes, alguien más, rutina o falta de espacio.

«Gente, vida, historias desgarradoras, telenovelas… Al final, la miseria es mi lema y mi inspiración»

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Para la dibujante portuguesa, tener el privilegio de amar y hacer lo que quiere es motivo suficiente para trabajar en su día a día. «Siempre he tenido muchas cosas que decir y nunca fui buena con las palabras. La decisión de convertirme en ilustradora no la tomé de repente o de manera ligera, sino que fue un proceso natural. Pero si tuviera que concretar un momento, supongo que sería en el tercer año del curso de diseño gráfico que estaba haciendo en la universidad cuando decidí que no estaba destinada a ser una diseñadora y comencé a incorporar la ilustración en todo mi trabajo», comenta. Mariana Santos parte de una lluvia de ideas y un sinfín de bocetos antes de llegar al dibujo final, no hay lugar para la improvisación. «Paso la mayor parte de mi tiempo haciendo una investigación subconsciente e inspirándome en los lugares más dispares», aclara la artista. Así, el arte ha pasado a ser una gran parte de su vida, bien sea en el trabajo o a nivel personal. «Es el medio principal a través del cual me comunico públicamente y el proceso de creación me hace crecer como persona cada día», arguye. De la misma manera, la autopublicación se ha convertido en un modo de vida, un camino que permite difundir su trabajo libremente y tomar todas las decisiones editoriales. «Es un lienzo en blanco para que el ilustrador produzca un trabajo más personal y menos comercial. En este momento y, al menos en el contexto de mi país, estas dos ventajas tienen mucho sentido para explicar por qué la autopublicación está prosperando», remata Santos. La figura del freelancer, que hoy en día está a medio camino entre héroe de la precariedad y la libertad, ha sido objeto de su último fanzine. Editado a finales del pasado año, con él busca que la gente que trabaja por su cuenta se vea reconocida a sí misma. «Que sepan que hay muchos de nosotros en este mundo y que entiendan que está bien sentirse solos, sin éxito y perdidos. Quiero que los freelancers sean más solidarios entre sí y también quiero que otras personas reconozcan que el trabajo freelance sigue siendo un trabajo», explica la dibujante. El cómo ser ilustrador freelancer formará también parte del seminario que Mariana, a miserável impartirá entre el 24 y 28 de abril en Bilbaoarte

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dentro del ciclo Cursos Bonitos de Bonito Editorial. «Estaré transmitiendo todo lo que he aprendido en estos últimos siete años como ilustradora independiente: cómo gestionar el trabajo, los horarios, los presupuestos y los pagos, protegerse de situaciones desafortunadas comunes que surgen en este campo o, simplemente, cosas sencillas, como qué hacer cuando falta la inspiración y cómo mostrar su trabajo en las redes sociales», concluye. @


«El arte es el medio principal a través del cual me comunico públicamente y el proceso de creación me hace crecer como persona cada día»

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CONSUMIR PREFERENTEMENTE ANTES DE

CACTUS Nº 23

CHEETOS ESTRELLAS

¡Pasarán fugazmente por tu boca!

E

n el número anterior ya describimos la habilidad de Matutano para plagiar los éxitos de la competencia y llevarlos a su terreno, como hizo con los Triskys de Risi. Ahora repasamos otro de los casos más flagrantes de apropiación, al inspirarse claramente en las míticas Estrellitas de Crecs, que pasaba por ser el mejor paquete de esa compañía, por encima de clásicos como Rufinos y los incombustibles Ganchitos. Las de Matutano fueron unas Estrellas fugaces, pues no duraron mucho a mediados de los 90. Las comparaciones son odiosas, y estas poco podían hacer con el delicioso manjar de Crecs, tan perfectos en su simplicidad. El que nos ocupa, en cambio, tenía también sabor a ketchup, para camuflar otras carencias. Y es que pocos podían escaparse de la fórmula habitual: queso o ketchup. O una mezcla de ambas. Su textura tampoco resultaba tan irresistible como las de la competencia. De haber existido hoy día, Iker Jiménez probablemente habría sometido a un sesudo análisis el aspecto del snack, pues se trataba del famoso pentagrama esotérico, asociado comúnmente al satanismo y a la magia negra. ¡Imaginaos algo así hoy día! Aunque para paranormal, la frase incluida en el reverso de la bolsa:

Putos noventa.

No me tire, deposíteme sobre una mesa para que otros puedan disfrutarme. Gracias.

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Agenda

marzo / abril 2017

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Andre zigarrogileen Plaza, 1. San Sebastián. HASTA 11 JUN ESTIMULANTES: CIRCULACIÓN Y EUFORIA. Esta exposición tiene como objeto de estudio los estimulantes – tales como el café, el azúcar, el cacao, el tabaco o el opio – cuya circulación fue activada a un nivel global a partir de los viajes de exploración transoceánica que cobran especial relevancia en el siglo XV.


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