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Ensayo / Imaginando a Harry Callahan

ENSAYO

Imaginando a Harry Callahan /

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ANDONI TORRES

Cuando visito lugares que por lo que sea considero espectaculares y diferentes a los habituales en los que me muevo, tiendo a fotografiarlos de manera un tanto descontrolada e impulsiva produciendo gran cantidad de imágenes, temeroso de dejarme algo y no poder regresar en mucho tiempo. Tiendo a apropiarme de lo que veo. El resultado suele ser un galimatías de imágenes sin sentido. Un desorden desastroso. Algo difícil de digerir. Lo hago guiado por un sentimiento intu-

Callahan,1980 por Nicholas Callaway itivo que me advierte de que allí hay algo que merece la pena fotografiar pero en ese momento no sé de que se trata.

Es pasado algún tiempo cuando jugando con la edición de algunas de estas imágenes, adquieren un significado especial y sobresaliente sin aparente parecido al significado original y más formal del escenario. Esto comentaba Neal Rantoul, antiguo alumno de Harry Callahan, que le pasaba a él con sus fotografías de viaje y que también le ocurrió a su mentor con imágenes tomadas en Europa. Y fue un consuelo y cierto alivio coincidir aunque solo fuese en parte con el modus operandi de un grande de la fotografía.

Nadie sabe exactamente cuantas emociones puede trasmitir el arte. Ni cuantas ideas diferentes es capaz de sugerir. Y si se conociese cuantas, no se podrían enumerar ni clasificar. No se podrían tipificar. Esto es lo que, en parte, hace el arte conceptual. O al menos es lo que intenta: antes de dejar al espectador que imagine e introduzca a su mundo lo que la obra le sugiere, le marca el camino. Le guía. Es el camino que atraviesa el paisaje y desde el cual se contempla. Es el punto de vista. Pero hay paisaje fuera del camino. Así que éste te lleva hasta el territorio y ese vasto territorio es aconsejable explorarlo solo, con esfuerzo y dedicación hasta la recompensa. El camino del autor es valioso y a considerar pero es aconsejable dar

Harry Callahan

un paso a un lado y salirse de él de vez en cuando. No es que me oponga a ello pues es otra forma de hacer arte. Me opongo a que sea la única y acabe con la diversidad, palabra de moda en todos los ámbitos sociales hoy en día. Palabra y concepto necesarios, imprescindibles en una evolución y madurez de la sociedad, algo necesario en el arte porque el arte entre otras cosas nos ayuda a ser mejores personas, y éstas, forman una sociedad mejor.

Lo primero que se me ocurre escribir sobre Harry Callahan es que es un autor difícil para escribir sobre él, valga la redundancia. Se pueden decir cosas sobre la obra que dejó; es relativamente sencillo hacerlo apoyándose en la información disponible sobre uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX que tuvo una vida tan productiva y que impartió enseñanza en varios sitios. Pero es escribir sobre lo que de él dicen otros. Sobre lo que de él imaginan otros en definitiva.

Pero escribir sobre Callahan, sobre sus manifestaciones, es otra historia; es complicado, insisto, porque no se prodigó en hacer y dejar escritos sobre su obra. Encontrarse con un autor clásico del calibre de Harry Callahan llena de sorpresa. No necesitó echar mano de sesudos discursos ni de complicados artificios intelectuales para convencer al observador sobre lo extraordinario de su obra; tan solo tuvo que mostrarla para ganarse el reconocimiento de la intelectualidad y del publico popular al unísono. Así de sencillo y complicado al mismo tiempo. Constantin Brancusi, el gran escultor rumano dijo que la simplicidad era complejidad resuelta. Y eso es lo que parece la obra de Callahan porque no nos engañemos: era mas intelectual que nadie; si no, creo que no hubiese sido posible realizar la obra que realizó, resultando de lo más vanguardista de su tiempo. Un intelectual en el silencio. Se rodeó de grandes pensadores y aprendió escuchando y observando su trabajo. Amuebló su cabeza adecuadamente para después trabajar e investigar por su cuenta hasta llegar a resultados excepcionales para su época

«Chicago, 1949» Harry Callahan

y a continuación abandonar las ideas de esos intelectuales para continuar solo. Así era este hombre de pocas palabras y pocos escritos.

Imaginar a Harry Callahan es realizar un viaje misterioso lleno de suposiciones de uno que soy yo sobre otro que es él. Un mano a mano para descubrir que pasaba por la cabeza de Callahan y encontrar respuestas al porqué de esas maravillosas imágenes que dejo para siempre. Es adentrarse en un terreno del que poco se sabe y mucho se supone y del que el autor no dejo esclarecida gran cosa. Así que imagino la escena imposible de tenerlo frente a frente preguntándole cosas sobre su obra y obteniendo por respuesta largos silencios; tensos en su prolongación y rotos al final por mi más que probable debilidad psicológica ante la grandeza de la simplicidad de un monstruo. Algo que fue lo que ni más ni menos le ocurrió a László Moholy-Nagy cuando lo entrevistó para contratarlo; profundo silencio y la mirada recorriendo su obra gráfica para acabar respondiéndose a sí mismo sus preguntas y el otro asintiendo divertido. Poco importa lo que respondas cuando te acompaña una obra abrumadora capaz de contestar desde el silencio a cualquier pregunta.

El talento de Harry Callahan bien merece un artículo que permita que lo conozcan aquellos que apenas saben de él. Por dos motivos: el primero por sus extraordinarias imágenes que en su momento estuvieron a la cabeza de la fotografía de Estados Unidos y en segunda lugar por su persona: sencilla, próxima, directa y llena de grandes misterios. Harry Callahan pertenece a esa nebulosa de fotógrafos ya clásicos que evolucionaron la estética de la fotografía y dejaron su impronta indeleble en el imaginario colectivo del arte fotográfico del siglo XX. Como icono cultural es una fuente a la que se acude para por un lado deleitarse con su trabajo y por otro y a mi parecer más importante, buscar inspiración para iniciar un viaje de exploración solitario en la creación de obra propia. Algo que el siempre practicó contemplando y enamorándose de la obra de los fotógrafos formalistas más próximos del momento.

Su trayectoria parece representar el sueño americano si no fuese porque probablemente no mostró ambición ni buscó la notoriedad que alcanzó; fue un trabajador incansable obsesionado en una búsqueda continua. Lo demás se le dio por añadidura. Tremendamente crítico consigo mismo, tomaba gran cantidad de imágenes pero muy pocas le acababan de satisfacer. Fotografiaba pronto todas las mañanas y en todos los sitios que visitó o habitó. Por las tardes revelaba

«Chicago, 1945» Harry Callahan

y positivaba los negativos que más le interesaban: muy pocos. A lo largo de un año se daba por satisfecho si seleccionaba cinco o seis fotografías. En alguna ocasión solo una imagen.

Se inició como tantos aficionados atraído inicialmente por la parte técnica y evolucionó de la mano del club fotográfico al que perteneció y de las charlas y contemplación de la obra de otros fotógrafos, algo que acabó por despertar en él un profundo interés y sensibilidad por el medio y los resultados que proporcionaba.

Callahan representa la fotografía popular: alguien sin formación previa pero con una aguda sensibilidad y percepción sumadas a una extraordinaria capacidad de aprendizaje unido a mucho trabajo y tesón. No tuvo estudios universitarios ni estudió fotografía de manera reglada. Se podría decir que su proceso como fotógrafo fue como aprender música de oído. Se consideraba a sí mismo como un carpintero o un fontanero que trabajan todos los días; ese

Ansel Adams. «Surf sequence». San Mateo County 1940

era su oficio, aun reconociendo que no todos los días se le ocurrían buenas ideas. Sin saberlo él, esa inquietud de conocer y ver las obras de los grandes fotógrafos de su época le permitió de alguna manera ir formándose madurando y evolucionando a la vez. Todo ello unido a su afán de experimentar constantemente según las ideas trasmitidas por Arthur Siegel y László Moholy-Nagy y su New Bauhaus de Chicago.

Nació en Detroit en 1920. Harry fotografió su entorno más próximo: su casa, su familia, su ciudad, su trayecto hacia su trabajo y la naturaleza que tenía más próxima. Harry Callahan es el autor de algunas de las imágenes más memorables de la historia. Dicen los estudiosos del autor, que en su obra se manifiesta la serendipia. Esto es: un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta; una especie de casualidad que le lleva a obtener imágenes más allá de la intención real. Así que Harry Cal-

Harry Callahan. Detroit, 1943 lahan no era un artista conceptual sino que más bien se deja llevar por un impulso emocional incitado por su profundo amor a la fotografía. Callahan era un trabajador intenso de la fotografía; prácticamente todo su tiempo lo dedicaba a tomar imágenes y a investigar avanzando sobre aquellos resultados más prometedores fruto de esta práctica. Dejo dicho: «Para ser un fotógrafo, uno debe fotografiar. Ninguna cantidad de libros estudiados, seminarios a los que se ha asistido pueden sustituir al simple hecho de hacer fotos. La experiencia es la mejor de las enseñanzas. Y por ello no hay garantías de que uno se convertirá en un artista, sólo el camino importa»

Parte del enigma y del misterio de Callahan es no saber que es lo que le inspira y motiva a tomar fotografías. Una anécdota: en los 70 el fotógrafo Mike Mandel elaboró una colección de cromos de fotógrafos vestidos de jugadores de béisbol. Algo muy popular en aquella época. «Decir algo iría en contra de mi propia naturaleza», manifestó para el cromo de béisbol de Mike Mandel en cuyo reverso debía indicar alguna manifestación que le representase.

Callahan desarrolló una profunda inquietud e interés por la técnica y el tratamiento de la luz. Era un investigador nato que se lanzó a la experimentación y corrección hasta dar con resultados, inesperados para él mismo, que le marcaban el camino a seguir. Como no se prodigaba en explicar los motivos e inquietudes que le llevaban a tomar esas fotografías tan trasgresoras en su tiempo y tan icónicas tiendo a imaginármelo incansable aprovechando el tiempo libre que le dejaba el trabajo en las épocas que por motivos económicos tuvo que buscar empleo y en las otras que su mujer Eleanor cargo con la responsabilidad de mantener a la familia, algo repetitivo en aquella época entre los artistas varones estadounidenses: las mujeres llevaban las riendas de la casa y trabajaban asegurando, más o menos, el bienestar económico hogareño.

Callahan empezó en la fotografía por casualidad: un dentista primo de su mujer le mostró una cámara de cine y se enamoró del aparato. Cuando fue a la tienda descubrió que era muy cara y que no podía permitírsela. Fue entonces cuando el vendedor le sugirió que adquiriese una cámara fotográfica, algo que era más asequible. Le vendió una Rolleicod 120. Era 1938 y tenía 26 años. Su trayectoria a partir de entonces tiene mucho en común con los inicios fotográficos de buena parte de la generación coetánea: inmediatamente se apuntó a una de las asociaciones fotográficas existentes, el Detroit Camera Club, donde conoció a Todd Webb. En ese lugar aprendió y compartió los fundamentos básicos y más adelante conoció y adoptó ya para siempre la práctica de la fotografía experimental de la mano de Arthur Siegel. En aquella época los clubs estaban anquilosados en el pictorialismo. De las tendencias americanas del momento Callahan se decantó por el formalismo; Stieglitz, Weston y Ansel Adams representaban la fotografía vanguardista del momento. Los encuentros con Adams le animaron a practicar la fotografía de una manera intuitiva. Fue la contemplación por primera vez de la obra de este autor lo que le impactó profundamente hasta el punto de que poco le interesó en este primer encuentro lo que Adams dijo; fue la obra contemplada en el silencio lo que le trans-

Mike Mandel. «Baseball-Photographer Trading Cards. Ansel Adams», 1975

formó. Las series de fotos de olas le animaron a realizar sus series personales de varias fotografías con personas.

Cuando abandonó el Detroit Camera Club tuvo la oportunidad de conocer a Alfred Stieglitz y a Stuart Davis cuya obra influenció posteriormente en sus fotografías de carteles rasgados. Abandona las ideas de Ansel Adams y comienza a experimentar con fuertes contrastes, exposiciones prolongadas y reflejos de luz en el agua. También toma fotos de transeúntes por la calle en 35 mm con una Contax. Utiliza el color en diapositivas y las exposiciones múltiples. En 1945 necesitado de dinero trabaja en el departamento de fotografía de General Motors en Detroit durante un año cuando decide vender todos sus muebles y marcharse a Nueva York donde permaneció seis meses y conoció a Berenice Abbot, Helen Levitt, Paul Strand, Lisette Model, Beaumont y Nancy Newhally y Minor White. Allí se sentía acomplejado y fuera de lugar y decidió volver a casa. De su paso por esta ciudad quedan las fotografías de fachadas de edificios con ventanas que con-

Harry Callahan, «Eleanor (doble exposición)», 1948 © The Harry Callahan Estate tinuaría durante cinco años más. Es a partir de este momento cuando su obra comienza a publicarse asiduamente por los Estados Unidos y otros países. Contratado por László Moholy-Nagy se traslada a Chicago al Institute of Design para trabajar como profesor donde conoce a Hugo Weber y comienza a experimentar con haces de luz en la oscuridad y la cámara en movimiento tanto en color como en blanco y negro.

Pero es a partir de 1948 cuando su carrera despega a raíz de conocer a Edward Steichen con el que le uniría una larga amistad. Steichen era el director del departamento de Fotografía del Museum of Modern Art de Nueva York. Se prodigan numerosas exposiciones individuales y colectivas en EEUU y otros países. También inicia una amistad con Aaron Siskind. Se intensifica su labor en la enseñanza a partir de este momento, algo en lo que nunca terminó de sentirse cómodo aunque sintonizaba muy bien con sus alumnos. Luego vinieron las series de rostros de primeros planos de mujeres caminando por la State Street de Chicago, las fotografías de escaparates y las fotografías de su mujer Eleanor y su hija Barbara a lo largo de varios años en formato 8x10 aunque a su mujer la fotografió desde el comienzo.

Harry y Eleanor.

Las fotografías de Eleanor merecen ser reseñadas por la calidad de las mismas tanto estética como técnica como el papel que ella desempeñó a lo largo de su vida. Fue mucho más que su musa. Harry y Eleanor se conocieron en una cita a ciegas en Detroit

en 1933. Ella tenía 17 años y el 21 y ambos trabajaban en la Chrysler. A lo largo de su vida y debido a la dedicación de Callahan por la fotografía cambiaron varias veces de residencia y la práctica totalidad del tiempo lo dedicaron a la pasión de Harry. Como ella misma dijo: desde 1938, Harry siempre llevaba una cámara consigo y por Harry haría cualquier cosa, nunca le dije que no a fotografiarme porque sabía que el siempre hacia lo correcto. A Eleanor le gustaba la idea de conocer gente y viajar y a eso dedicaron su vida conjunta. También tuvo que trabajar para mantener a la familia en momentos más complicados porque su trabajo de secretaria le permitió trabajar en todos los sitios a donde se desplazaron, especialmente en Chicago, algo que Callahan no siempre conseguía como manifestó. Hubo épocas duras en las cuales apenas conseguían llegar a final de mes. Eleanor posó en desnudos (los únicos que realizó junto a algunos de su hija Barbara de niña), vestida, en la intimidad, en las calles, en blanco y negro, en color, formando parte de exposiciones múltiples, en poses formalistas...en todo el repertorio que desplegó Callahan apareció Eleanor.

A partir de 1956 y de recibir el Premio para Estudios Superiores de Bellas Artes viaja a Europa. Hace fotografías de collages de recortes de revistas y se traslada con su familia a Francia durante un año. En 1961 acepta el puesto de director del departamento de fotografía de la Rhode Island School of Design en Providence donde además comienza las series de fotografías de callejones, algo que explorará intermitentemente durante 30 años. A partir de 1963 realiza una serie

Harry Callahan, «Chicago»1954» © The Harry Callahan Estate

de viajes por múltiples países del todo el mundo fotografiándolos, algo que continuará alternando con la enseñanza.

Se jubiló en 1977 de su trabajo docente en la Rhode Island School of Design. A partir de entonces solo fotografiará en color. Su trabajo mediante este medio fue producido por terceros mediante la técnica dye transfer. El autor dio el visto bueno final firmando solo aquellas que se ajustaban plenamente a sus deseos. A partir del año de su jubilación se suceden los premios, reconocimientos y galardones. Xatakafoto: Harry Callahan, el fotógrafo que nunca dejó de experimentar (y enseñar). Fundación La Caixa.

Todd Webb Archive.

Albedo Media.

Alberto Muñoz Molina. El País 24/08/2019.

Emmet Gowin. Fundación Mapfre, marzo 2014. Neal Rantoul Photo Blog. Harry Callahan.

Dejó mas de 100000 negativos y 10000 hojas de contacto. Falleció en Atlanta en 1999.

Pamplona, verano de 2019

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