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La mujer que nunca pudo salir de la ducha
José Edgardo Cruz
University at Albany, SUNY
Para Magaly, Manuel y María Victoria
Arturo llegó a España muerto de cansado y sin embargo, después de abrir la puerta de su piso en Cuatro Caminos, empujó las maletas, las abrió, sacó todas su cosas, las puso en su sitio y siguió por ahí pa’bajo sin dormir por una semana.
De dónde sacaba tanta energía era un misterio. En Puerto Rico, visitando la reserva natural de Humacao, cuando llegó al pie de la cuesta que llevaba al Morrillo, salió disparado como un adolescente, dejando atrás a su amiga Ileana y a su esposo Antonio, quienes pensaron que se lo había llevado el Diablo. Cuando ellos llegaron al tope, Ileana se alarmó al no encontrarlo y se aterró ante la posibilidad de que se había caído por el barranco que daba al mar, solo para reaccionar con sorpresa y admiración al verlo salir del puesto de observación, aupándose con brío hasta quedar parado encima del adefesio de concreto que el ejército norteamericano había construido durante la Segunda Guerra Mundial. Con las piernas abiertas y los brazos en alto, Arturo parecía un gigante, un Neptuno imperioso proclamando su señorío sobre el vasto océano que se veía a sus espaldas.
Ileana le dijo Nene eres tremendo y veinticuatro horas más tarde Arturo estaba en España, otra vez haciendo alarde de su capacidad para dormir poco o nada y para vivir como si mañana fuera tarde.
El piso de Cuatro Caminos era un pequeño palacio, amplio, cómodo, exhuberante. No había espacio que no estuviera ocupado, con plantas en el despacho y la terraza, pequeñas esculturas de hierro en la mesa de la sala y en los bordes de seis libreros atiborrados; objetos colgando del plafón, móviles de papel y lámparas chinas también colgando, cuadros y tapices con motivos japoneses, incluyendo la imagen de rigor de un tsunami; dos lámparas turcas bellas, una que no funcionaba y la otra que encendida era como un kaleidoscopio flotante, con bolas de cristal sujetadas por cadenas de bronce, forradas de abalores diminutos de diferentes colores y de espejos pequeñitos cortados como diamantes, agrupados para crear mosaicos de flores azules, rojas y amarillas. También cundían las máscaras chinas, japonesas y africanas, figurines de Cambodia, Cuba, India, China y Rusia, un boomerang ilustrado con una salamandra, un puñal de jade, ceniceros de metal en forma de caballos, tortugas y gatos, dos escarabajos dorados y una campana de vaca enorme, sujetada por una cinta de cuero con una hebilla circular de acero inoxidable y un badajo de madera tallado en forma de pene que con su repique muy bien podía revelar donde estaba una vaca, como también podía usarse, desprovisto de su contexto, en su espacio urbano adoptado, para anunciar que era hora de meter mano.
Madrid estaba más frío de lo que Arturo esperaba. Lamentó no haber traído su bata térmica pero no perdió tiempo y se fue al Corte Inglés donde compró una de franela gruesa hecha por un modisto italiano. Tambíen compró un par de long johns y unas medias para hacer cámping, solo para estar en la casa. Para la calle, con los mahones le bastaba. Tenía sombrero y con su jacket de primavera podía salir sin congelarse. Necesitaba guantes sin dedos para escribir pues el despacho estaba prácticamente a la intemperie y después de una hora expuesto—eso era lo más que aguantaba—las manos se le ponían como un helado. En El Corte Inglés eran muy caros y consiguió un par en los chinos de la calle Juan Pantoja, a tres cuadras de donde él estaba. Eran guantes regulares y Arturo tuvo que recortarlos. Sabiendo que lo iba a hacer, los compró de gamuza en vez de bordados para evitar que al recortarlos no se le deshilaran.
Nene tú piensas en todo, le dijo Ileana. Arturo no lo podía creer. Era imposible que ella le estuviera hablando. Ileana estaba en Puerto Rico. La voz era real pero sonaba lejana, como si viniera de un cuarto donde él no estaba. Arturo fue del despacho hasta el baño siguiendo la voz que a cada paso sonaba más cercana. Al abrir la puerta vio que la pluma de la ducha estaba abierta. No había nadie bañándose. Arturo cayó en cuenta. Llevaba una semana sin dormir y estaba alucinando. Poco a poco la voz de Ileana se fue apagando. Quizás Arturo la escuchó porque la extrañaba. La visita que había tenido con ella y Antonio en Puerto Rico había sido extraordinaria.
Recordó con ternura el día en que Antonio había tumbado un racimo de plátanos de la mata que tenían en el patio de atrás de la casa. Repartieron plátanos por todo el vecindario. Eso tenía un nombre muy preciso: generosidad. Luego estuvieron comiendo tostones hasta que se empacharon. A eso se le podía llamar exceso pero no, la palabra más adecuada era “gustazo.” El viaje a la reserva natural había sido exquisito, un recorrido a la misma vez apolíneo y dionisiaco. Azul, verde, trigueño, la ceiba, los almendros, el yagrumo, los caracoles en la playa recuperados por Ileana para tornarse sedimento en un lienzo, el rostro de una escultura encontrada en la calle.
Cuando cerró la pluma recordó con una sonrisa que su amiga colombiana en Madrid le había dicho que a causa del dolor de una lesión en la espalda, a duras penas se podía bañar. Un día imaginó que se iba a quedar a vivir bajo el chorro de agua. Arturo pensó que en su delirio había dejado la pluma abierta, que confundió la voz de ella con la de Ileana. Quizás en vez de una voz, lo que imaginaba era la conversación que había tenido con Rosaura. Por poco me convierto en la mujer que nunca pudo salir de la ducha, ella había dicho por wasap. Arturo respondió que ese sería un magnífico título para un cuento.
Silencio. Los dos check marks de su mensaje se quedaron en blanco por un buen rato. Desde el baño se volvió a escuchar una voz, pero esta vez no era la de Ileana. Tampoco era la de su amiga colombiana. Arturo decidió ignorarla. Lo mejor era rendirse y darle un chance a su cuerpo a descansar. Durmió por varias horas y al despertar vio que su comentario tenía dos marcas azules y que Rosaura le había contestado. Ella escribió, simplemente, “Jajaja.”
En Madrid, Rosaura era su más fiel acompañante. Se habían conocido durante el segundo viaje de Arturo a Madrid en una charla que ella había dado en el Instituto Internacional. Su relación se podía resumir a base de una serie de diálogos muy abreviados. “Rosaura, vamos a darnos una caña.” “Sí Arturo.” “Rosaura, vamos al Café Central que Javier Colina está tocando.” “Sí Arturo.” “Rosaura, vamos al cine.” “Sí Arturo.” “Rosaura, tengo hambre.” “Sí Arturo, podemos comer en La Negra Tomasa.” Rara vez decía que no y si lo había dicho alguna vez, lo cual era muy posible pues de lo contrario esto sería una fábula, Arturo no se acordaba. Él era igual con ella. A todo lo que ella proponía Arturo decía que sí. Bueno, la excepción siempre era cuando ella se antojaba de ir a un restaurant Senegalés. Aparte de eso, en Madrid eran un libro de dos páginas. Con Rosaura Arturo hablaba de todo. Ella había sabido antes que nadie que Sofía Morelli lo había abandonado. Mil veces habían compartido aventuras de amor descarriado. Habían cenado en sitios finos y sitios ordinarios y a ella le daba igual pues decía que tenía paladar de camionero. Cuando Arturo iba a Madrid, ella era a la primera que llamaba. Se apoyaban en todo lo que podían y en lo que no pues al menos lo hablaban. Si ella quería ser reconocida como la mujer que nunca pudo salir de la ducha Arturo lo aceptaba. Todo eso también tenía otro nombre muy preciso y saludable: amistad.
Los juegos de mano son cosas de villanos, decía mi abuela. En el caso del básquetbol, no tanto, a menos que uno no esté allí al lado de un tipo de siete pies presto a darte un puño en los riñones cuando vayas a tirar la bola. En el caso de 21 o póker el asunto es más complicado, y los villanos se esconden en las sombras, o en habitaciones inspiradas por Magritte.
Desde la estupenda Uncut Gems (2019) Adam Sandler se ha revelado como un actor capaz de sutilezas y profundidades, cuando se necesitan. Con la habilidad —que creo perfeccionó de sus años en Saturday Night Live — de mantener un rostro inmovible e impávido, su contacto y contexto dramático nos remonta a la época de Buster Keaton, de quién, sin duda, aprendió mucho. Buen maestro tuvo porque es su presencia en Hustle lo que hace de la cinta algo que vale la pena ver. No critico la película, que cabe en el género de “el- jugador-hace-un-esfuerzo-y- a pesar-de sus tribulaciones- y de todo- lo que- lo separa del triunfo-triunfa”.
El jugador es este caso es Stanley Sugerman (Sandler) quien es un escucha para el equipo de baloncesto los 76 de Filadelfia, que viaja el mundo en busca de talento nuevo para su equipo. Es un trabajo agotador que lo tiene alejado de su esposa (Queen Latifah) y su hija (Jordan Hull). En realidad, lo que quiere ser es el entrenador asistente del equipo. Una serie de problemas se interponen entre él y su aspiración, y termina regresando a su antigua encomienda.
En España, por puro accidente, descubre un jugador que usa su talento para apuestas en juegos vecinales, y así ganarse algunos euros adicionales. El tipio se llama Bo Cruz (Juancho Hernangómez, un verdadero jugador español que juega para los Jazz de Utah) y es un talento enorme. Stanley lo lleva a Filadelfia, pero allí encuentra un problema en Vince (Ben Foster), el hijo del dueño del equipo que se convierte en un obstáculo para Bo y para Stanely.
¿Quién ganará? Stanley o Vince? ¿Bo Cruz o sus contrincantes para una posición en los 76 de Filadelfia? Entre tanto, para aquellos que les gusta el baloncesto, la película tiene a muchos de los mejores jugadores del mundo haciendo de lo suyo sin amedrentan ante las cámaras.
Amedrentado parece estar William Tell (Oscar Issac) luego de haber pasado 8 años en la cárcel. No sabemos por qué, hasta que en una pesadilla que tiene descubrimos que fue condenado por su participación de los horrores de la prisión de Abu Ghraib. Algo que logró hacer durante sus años de prisión fue aprender a contar cartas, lo que le da una ventaja en el juego de 21 o “Black Jack” y ayuda mucho en póker. Como los casinos detectan a los que hace tan cosa, él juega pequeñas cantidades y gana a esos niveles. Explica que de uno excederse, lo fichan y le impiden entrada al casino. Tampoco pasa demasiado tiempo en un casino en particular, ni se hospeda en sus hoteles. En los moteles en que se aloja, remueve la decoración y forra los muebles con sábanas blancas que amarra con cáñamo. Un verdadero weirdo
Dos personas emergen en su vida. Una, La Linda (Tiffany Haddish), es alguien a quien conocía del mundo del juego y maneja un “establo” de jugadores que son financiados por grupos de inversores y cobran de sus ganancias. Trata de reclutarlo, mas él declina. La otra persona es Cirk (Tye Sheridan) un joven que sabe que su verdadero nombre es William Tillich, que estuvo preso por sus fechorías en Abu Ghraib, y que conocía a su padre, que también las cometió. Antes, mientras estaba en Atlantic City, Tell descubrió que se lleva a cabo una convención de la industria de la seguridad en el mismo edificio que el casino. Tell se cuela en un seminario impartido por el comandante retirado John Gordo (Willem Dafoe), pero decide irse casi de inmediato. Ahora oye a Cirk decirle que todo lo que le pasó a su padre, que terminó suicidándose, es culpa de Gordo, uno de los “contratistas” que cometían torturas en Iraq.
Las relaciones personales entre Tell y Cirk van profundizándose y las ambiciones del jugador agrandándose. De pronto, Gordo es una presencia constante a pesar de no estar en escena y percibimos cómo sus hazañas influyeron en las vidas de los dos hombres. El filme se hace más denso, la cinematografía más oscura, y las actitudes de Tell más ensombrecidas. Tanto así que comienza a perder concentración en el juego. A todo esto, contribuye la cinematografía estupenda de Alexander Dynan, que sirve para transmitir el sentimiento más importante del guion de Paul Schrader: la venganza. Esta se cumple en un lugar donde no hay decoración en las paredes y los muebles, como en los moteles que se queda Tell, están forrados de telas blancas. La pureza se alcanzará cuando se elimine el causante de la negrura. Una idea simbolista con intensos toques surrealistas. La venganza como redención. Una película densa e interesante.
Conferencia Magistral
Bryan Suárez (Título V)
Proyecto Título V, Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey
Epidemiología de un mundo líquido
María Calixta Ortíz Rivera
Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey a. Lo volátil se define en la naturaleza de los eventos, circunstancias y cuán rápido cambia; tan rápido que cuando tenemos una solución ya hay otro cambio y produce inestabilidad, falta de control y aumentan los riesgos. Todo es efímero. b. La palabra incertidumbre se utiliza para precisar que nada es predecible, que hay sorpresas imprevistas por las que no se conoce el impacto ni el resultado y esto causa la inacción en la toma de decisiones rápidas. c. La complejidad incluye la realidad de que hay demasiadas vertientes que dependen unas de otras con un exceso de información, lo cual baja la productividad, se producen errores y siempre se está aprendiendo sobre la marcha. d. Por último, la ambigüedad que producen estos cambios, en los que no se conoce la causa exacta ni las acciones a tomar porque no están claros los efectos que tendrían, provoca muchas dudas y desconfianza en las personas con respecto a las estructuras de poder. Díganme, si esto no es lo que hemos vivido intensamente en los últimos 6 años.
Me propongo plantear algunas manifestaciones epidémicas de la modernidad y cómo influyen en la salud y en otras expresiones de los individuos. Mi intención es abordar los retos que estas representan para nosotros los académicos y cómo enfrentarlos mejor. Antes de comenzar, aclaro que la epidemiología no solo trabaja con epidemias de virus, bacterias o enfermedades crónicas, también evalúa tendencias de condiciones que alteran la salud (ej. obesidad, depresión, elementos de seguridad) y aquellos factores sociales, económicos y ambientales (ej. estilo de vida, geografía, vida familiar, educación) que influyen en la salud de los individuos. Para hablar de estos factores, voy a utilizar la teoría de la modernidad líquida, acuñada por Zygmunt Bauman, con el fin de entender mejor la realidad actual y diseñar mejores estrategias, tanto en el ámbito académico y económico, como a nivel personal en los aspectos de salud y bienestar. Las estadísticas incluidas en este artículo no siempre aplicarán al 100% de la población porque los estudios incluidos son de grupos específicos y debemos considerar los valores atípicos; así que, si alguno no se identifica, estamos bien. Al final, ustedes serán los que deciden si al ponderar estas ideas, les ayuda a tomar mejores decisiones en el salón de clases, su trabajo y en su vida personal. Mi deseo es que podamos reaccionar mejor y ser más asertivos ante cualquier circunstancia.
La teoría de la modernidad líquida fue creada por el sociólogo, también filósofo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017). Zygmunt formuló esta teoría para caracterizar la realidad moderna que comenzó al inicio del siglo XXI y para lo cual escribió cerca de 200 libros sobre el tema: Vida líquida, Sobre la educación en mundo líquido, Amor líquido, Vivir en tiempos turbulentos y Tiempos líquidos, entre otros. Murió en el 2017, pero si hubiera vivido la pandemia del COVID-19, hubiera escrito un libro sobre epidemiología líquida. No pretendo hacer un resumen de la obra de Bauman porque sería imposible; más bien me propongo aplicar algunos de sus planteamientos desde la óptica de la epidemiología.
Para poner en contexto la teoría la modernidad líquida, voy a describir cómo define Bauman la modernidad sólida. La niña que ven en la foto es una baby boomer. Puede ser la foto de una niña cualquiera de la década del 60, la cual creció rodeada de naturaleza y producto de una familia grande que pertenecía a la generación Silente. Esa generación solía mantener una estabilidad aceptable de lo que era la familia y estaba atada a los valores a como diera lugar, aunque de ello dependiera soportar grandes retos. Así que les construyeron un mundo sólido, a pesar de convivir con muchas limitaciones alrededor: sin agua potable, sin energía eléctrica, sin caminos asfaltados para ir a la escuela y sin acceso a la información global como la tenemos hoy día. Esa familia les daba mucha seguridad y estabilidad. Los vecinos se educaban en la misma escuela, tenían sentido de pertenencia y los amigos eran para toda la vida. Existía mucha confianza en las estructuras de poder como la iglesia, el gobierno, la salud y la educación. El compromiso de los padres y la solidaridad de la familia eran los pilares que sostenían la sociedad. Se educaban teniendo como norte la utilidad de las cosas porque no eran desechables; tener una pareja estable y duradera eran fortalezas requeridas. Así que, en su mayoría, los baby boomers, y yo incluiría la generación X, tienen una construcción cerebral de lo estable, predecible y controlable. En ese mundo existía la rutina y las costumbres; era duradero y predecible. Los empleados, con algunas excepciones, servían la vida entera para el mismo patrono y se retiraban de ese mismo empleo.
Por su parte, las características de la modernidad líquida, según definida por Zygmunt Bauman, están gobernadas por cuatro características 1) fragilidad, 2) transitoriedad, 3) el azar, y 4) el cambio continuo, las cuales describen un mundo fluido que se escapa de las manos. Bauman utiliza esta metáfora porque los líquidos no se pueden contener a menos que estén en un envase. Su manifestación más preocupante es la incertidumbre que causa esa inestabilidad constante y que da lugar al miedo y la desconfianza en todas sus expresiones. Estas características se aplican a lo social, lo económico, la educación, lo político, las estructuras de poder, así como a las microesferas de las relaciones de pareja, amistades, padres e hijos, familia extendida, escala de valores y hasta la música.
En inglés, esta teoría se ha bautizado como VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity, Ambiguity).
Pero ¿cuáles son las manifestaciones que produce esta realidad en el individuo? Bauman describe al individuo de esta modernidad líquida como un hiperconsumista, el cual compra, consume por tiempo breve y busca adquirir una nueva versión del producto, cada vez más rápido. Hay insatisfacción permanente y denigración de los productos. Los objetos son tirados a la basura cuando pierden esa utilidad aparente. Por eso es que vemos que la calidad de los productos ya no es un elemento importante, sino más bien la modernización que posee con relación al anterior. El individuo se mueve por el placer y no necesariamente por una necesidad. Puesto que las necesidades básicas, según la biología, son comida, agua, techo y vestimenta, lo demás es comodidad o prosperidad. El hiperconsumista está al tanto de lo nuevo en el mercado para comprarlo aun cuando no lo necesite porque deposita la felicidad en esos objetos. Se pensaba que las compras se habían desacelerado con la pandemia, pero las estadísticas demostraron que lo que hubo fue una modificación a comprar por Internet, con el propulsor de que se puede comprar a toda hora y en todo momento. Como evidencia de esto, las compras en línea en los EE. UU. aumentaron en 183 mil millones durante el 2020. En el 2021, se estimó en $930 mil millones y se espera que siga creciendo.
Otra de las manifestaciones es el hiperindividualismo (que ya de por sí se considera una pandemia normalizada), donde permea la búsqueda de la individualidad (la identidad del yo). Se desea resaltar la expresión del “yo soy único”. Antes la autoridad era la familia, la religión o el trabajo y ahora cambió al individuo. La individualidad se manifiesta en la estética colectiva, donde el 47% de los Millennials (nacidos entre 1980-2000) tienen un tatuaje y un 36% de la generación X (1965-1979). Comparado con un 13% de Baby boomers (1946-1964). Esta manifestación cultural colectiva fue descrita por el psicólogo italiano Thomas Leoncini como que “el nacido bajo la modernidad líquida se mueve en el seno de su propia individualidad y la hace notorio en la esfera pública”.
En la modernidad líquida se puso fin al compromiso mutuo y a establecer relaciones duraderas lo que llevan a la fragilidad de los lazos que solo se mantienen si se genera un beneficio propio. Existe una angustia del querer “vivir separado del otro”, porque es mejor vivir solo que mal acompañado. En México, por ejemplo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía evidenció en el 2010 que por cada 100 matrimonios se divorciaban 15; en el 2017 se divorciaron 28; subió a 31.7 en el 2019; luego vino el descenso a 27.6 en 2020 debido a la pandemia, y finalmente aumentó a 33 en 2021. Mientras la tasa de divorcios se ha duplicado, la de matrimonios sigue una dinámica inversa; esto es así porque un mayor número de personas deciden vivir en unión libre (líquida, sin ataduras), lo que deriva en un menor número de uniones legales. El matrimonio cada vez genera más rechazo entre las nuevas generaciones que prefieren optar por modelos de convivencia más flexibles o líquidos.
Una investigación de la neurocientífica Lucy Brown y profesora de la facultad de la escuela de medicina de la Universidad Albert Einstein de Nueva York demostró que el enamoramiento, en promedio, dura un año y medio y las relaciones de pareja duran alrededor de dos años y cuatro meses. Podríamos inferir que, por estas razones, la música actual manifiesta ese amor fugaz y sin compromiso con mayor apertura; más bien utilitario porque se considera como un objeto de consumo, lo cual se profesa abiertamente. Imaginen pues que el sentimiento del amor (que es una de las fuerzas más grandes que existe) también se haya licuado.
Las finanzas también se tornaron “líquidas”, contrario a lo que antes decíamos que una compañía o persona tenía liquidez, ahora la implicación es que se le escapa de las manos. Ya las finanzas no son patrimonio exclusivo de los bancos comerciales. Ya no necesitamos atarnos a una entidad. Ahora estamos en la era del dinero digital y la libertad financiera. Muchos de los servicios están disponibles en nuestros celulares. El mercado es cada vez más volátil e incierto. Aquellos que retiramos el 401K, experimentamos un descenso estrepitoso de enero a agosto del 2022, como consecuencia de las implicaciones globales que causa una guerra como la de Rusia y Ukrania.
Piensen un poco en las criptomonedas (como el bitcoin) en el blockchain (que es la tecnología descentralizada que almacena datos en cadena para que sus usuarios puedan rastrear las transacciones). Estas son alternativas que muchos están considerando, pero que al momento son totalmente inciertas y ni aun los que confían y dicen ganar mucho, lo tienen garantizado. Estas nuevas tendencias virtuales no son tangibles, no están reguladas ni controladas por alguna institución de confianza plena. Si es complejo invertir dinero en los mercados tangibles (por lo que usamos un broker), imaginen invertir en este mercado virtual que no es tangible. Ya no solo se incorporan las pinturas y la música al blockchain, sino que también se incluyen los libros (y no hablo del ebook, hablo del bookcoin), los cuales muchos autores están optando por almacenar en la cadena de suministros encriptados con certificado de autenticidad solo para unos pocos y a precios muy altos.
La comunicación es inmediata y con mucho alcance geográfico. Este tipo de comunicación en red involucra a varias personas sin la necesidad de estar frente a frente, la cual acerca la comunicación, pero no necesariamente a las personas. Esto ha sido aprovechado por redes de organizaciones criminales que se dedican a la trata de personas, la pornografía infantil, la extorsión, el robo en operaciones comerciales, robo de fotos, datos personales, contactos e incluso información confidencial de los gobiernos y empresas, como los eventos ocurridos con los WikiLeaks.
Bajo estas circunstancias, la ansiedad y la depresión han aumentado de forma notable a nivel mundial. El informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó que la pandemia del COVID-19 provocó un aumento del 25% en la prevalencia de la ansiedad y la depresión en todo el mundo. La depresión estaba en un 11% y aumentó a 36%. Aquí aplica lo que el neurólogo
Richard Restack de la Universidad George Washington dijo, “no somos máquinas de pensar, sino que somos máquinas de sentir que a la vez piensan”. Así que el miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales en momentos en los que nos enfrentamos a la incertidumbre, a lo desconocido o a situaciones de cambio o crisis. Otras manifestaciones de la ansiedad son la preocupación excesiva, la sensación de agite o taquicardia, fatiga, dificultad para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular, insomnio, ataques de pánico, fobia social, y temores exagerados.
Durante los cierres globales de la pandemia del COVID-19, estábamos más preocupados por la seguridad que por el bienestar emocional de la gente. No había un balance. Todas las formas de bajar ansiedad estaban prohibidas (ir al gimnasio, ir a la playa, el parque, el bosque, abrazar a los amigos, reuniones, conciertos, visitar a la familia). Así que es comprensible que la gente experimentara estos sentimientos durante la crisis. Para tener una idea de estas manifestaciones, el estudio Health Care Workers Study (HEROES) entrevistó a 14,502 trabajadores de salud de 11 países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Bolivia, Guatemala, México, Perú, Puerto Rico, Venezuela y Uruguay, y contó con la participación de académicos e investigadores de decenas de instituciones de estos países. Este estudio encontró que entre 14.7% y 22% del personal de salud entrevistado durante el COVID-19 tuvo síntomas de un episodio depresivo, mientras que entre un 5 y 15% del personal dijo que pensó en el suicidio. Los resultados también indicaron que solo un tercio de los que dijo necesitar ayuda médica, la recibió finalmente.
Este virus tan minúsculo puso en jaque a todos los sistemas a nivel mundial. A pesar de que teníamos a la disposición modelos estadísticos, investigación científica, tecnologías avanzadas, profesionales capacitados, así como organismos mundiales controlando los protocolos, se nos imposibilitó contener este virus, contrario a lo que pasó con el SARS-CoV-1 en el 2003 cuando solo se extendió a 24 países; Estados Unidos tuvo solo 8 casos y del total de los 8,000 infectados en el mundo, murieron solo cerca de 700. En esta ocasión, los organismos mundiales y los gobiernos no pudieron contener la epidemia líquida del SARS-CoV-2; esta se nos escapó de las manos.
¿Cuál fue la diferencia? Todos recordarán aquel secretario del Departamento de Salud y su respectiva epidemióloga del estado que decían en enero 2020 que no esperaban que el virus llegara a Puerto Rico porque no teníamos vuelos directos con China. Si lo evaluamos a fondo, las manifestaciones que describe Bauman se ajustan muy bien a la pandemia el COVID-19. Primero, hubo ambigüedad en la toma de decisiones que hizo que cada acción ocurriera de manera tardía. Se acordarán que la Organización Mundial de la Salud dio la alerta de pandemia muy tarde cuando ya había 114 países con brotes y cientos de muertes. También fue tardía en el requisito mandatorio del uso de la mascarilla. Cuando los gobiernos tomaban una decisión, ya había que cambiar porque no funcionaba. Segundo, la movilización de personas entre países producto de la globalización no pudo ser detenida y esto aceleró la dispersión del virus. Tercero, nos enfrentamos a un fenómeno de divulgación de información falsa por las redes (infodemia), la cual creó pánico y un comportamiento irracional en algunos que socavaron ‘muchas de las estrategias.
La epidemia de la Infodemia no permitió a los organismos concernientes controlar la información tergiversada y mezclada con miedo, especulaciones y rumores, la cual fue amplificada y transmitida rápidamente a través de todos los continentes. La infodemia tiene su epidemiología propia, síntomas, portadores e incluso curas tradicionales e innovadoras. El impacto se dejó ver especialmente a través de las redes sociales, lo cual influyó significativamente en el comportamiento de las personas y dificultó la eficacia de las medidas sanitarias. Este fenómeno fue fomentado por dirigentes políticos, ya fuera porque fueron incapaces de contenerla o porque lideraban campañas de desinformación e incurrieron en graves errores, actos imprudentes que resultaron en más dispersión de la enfermedad y muertes. Fue necesario recurrir a la misma técnica, pero de manera organizada y proactiva para crear mejores sistemas de alerta, así como para responder rápidamente en los medios masivos.
¿Qué pasó en los centros educativos? Pues, aunque teníamos la tecnología remota hacía muchos años, no estábamos preparados para utilizarla como se requería y costó mucho poner a toda la comunidad académica en el mismo nivel de disposición, capacitación y uso adecuado de las herramientas. El panorama académico evidenció la modernidad líquida en todas sus manifestaciones con la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad. Como educadores, nos enfrentamos a cambios inesperados, complejos y confusos. Esos cambios tan vertiginosos requirieron que el empleado fuera más flexible y que se reinventara cada poco tiempo. Los conocimientos también fueron líquidos y quedaron obsoletos con demasiada prisa para lo cual tuvimos que mantenernos aprendiendo todo el tiempo. Cada vez era más importante adquirir más competencias por la exposición a nuevos eventos y circunstancias que lo ameritaban.
La realidad en el mundo líquido provoca que el concepto de la memoria sea vista como algo que ya no les funciona a los estudiantes. El éxito no se vincula al esfuerzo educativo. Muchos egresados de universidades tienen puestos de trabajo que no están alineados con su formación. Otros ni siquiera han logrado acceder al mercado laboral. Deben tener varios empleos para sobrevivir y no tienen beneficios marginales. Los estudios universitarios no están adaptados a las necesidades de un mercado volátil e incierto porque la academia responde en función de muchos requisitos de calidad y cumplimiento de estándares que no les permite ir tan rápido. Se ha producido también una pérdida de credibilidad de las herramientas pedagógicas existentes. Solo hay que ver cómo el mundo virtual ficticio del metaverso ya se ha colado en las esferas de la experiencia educativa en aquellos escenarios menos formales.
Cuando estudiaba el doctorado en epidemiología, jamás pensé que iba a presenciar una pandemia de la magnitud que tuvo y tiene el COVID-19. Tampoco pensé que me iba a servir tanto para diseminar información salubrista en los medios y, a la vez, mantenerme en un estado de humildad ante todo lo inverosímil y la incertidumbre que vivía. La lección más grande la recibí en verano del 2022, cuando luego de dos años y medio sin contagiarme y de dar tantas lecciones para evitar exposición, me contagié mientras hacía el Camino de Santiago en Galicia; sola en un hotel y sin saber exactamente cómo saldría del país. Fue una experiencia surrealista porque no tenía control de nada.
Podemos concluir que la pandemia endémica, en estos momentos, es esa inseguridad que produce la incertidumbre, la angustia, el miedo, la tristeza y todo el gasto de energía que invertimos para mantener este mundo funcionando entre nuestras manos. Como evidencia de esto, hay dos estudios independientes sobre emociones, preocupaciones y reflexiones frente a la pandemia del https://linktr.ee/houndmag
COVID-19: uno en Barcelona y otro en Argentina, en los que los resultados arrojaron una nube de palabras que presenta las mismas emociones y sensaciones de incertidumbre, angustia y miedo en dos poblaciones diferentes. El estudio de España abordó la influencia ante el COVID-19 en las emociones en tres grupos: profesorado, los estudiantes y los familiares. En los tres grupos, se repitieron las palabras angustia, incertidumbre, inseguridad, miedo, tristeza, preocupación, impotencia, desconcierto y agobio, como las más recurrentes.
Entonces, cómo enfrentamos la modernidad líquida cuando lo más seguro es que continuemos enfrentando más cambios inesperados, más pandemias y las consabidas repercusiones en el desequilibrio de los ecosistemas terrestres y el cambio climático. ¿Cuáles son las soluciones, si es que existen? Al ser eventos tan impredecibles, no sabemos si la solución funcionará. Pues, se plantea que, para sobrevivir estas manifestaciones, vamos a necesitar tres cosas: flexibilidad, versatilidad y adaptación.
1. Primero, es estar consciente de las características de la modernidad líquida que aquí he planteado. Al estar conscientes, tendremos una visión de flexibilidad ante el futuro para no perder el control y disminuir los riesgos ante los eventos que se presenten.
2. Segundo, manejar la situación nueva con medidas super creativas e innovadoras (versatilidad) porque nada de lo que fue será. Las soluciones viejas no nos van a servir en ninguno de los casos. Debe haber mayor análisis y entendimiento de los datos y mostrar transparencia en el proceso de análisis.
3. Tercero, aprender a convivir con esa realidad líquida (adaptación) porque cada día se producirán nuevos cambios, repentinamente y serán bien diferente unos de otros; de modo que habrá que tener la agilidad de movernos ante esos cambios.
Así que no importa en qué actividad o industria estemos, estos tres atributos serán la clave: flexibilidad, versatilidad y adaptación. Sabemos que la humanidad se ha enfrentado a grandes retos en la vida y siempre ha encontrado las soluciones apropiadas. No tengo dudas que estas generaciones también las encontrarán. Ahora bien, tenemos que ejercitar nuestro cerebro, el cual según la neurociencia posee plasticidad y crea estructuras neurales nuevas cada vez que lo propiciamos. Habrá que liberar la estructura del sistema de creencias vigente y construir lo nuevo; tampoco de manera permanente porque sabemos que cambiará rápido. Se necesitará que el individuo se integre en la sociedad sin una identidad fija, abierto al cambio permanente y acompañado de una marcada sensación de fragilidad e incertidumbre. Un individuo que aprenda a manejar el amor líquido y evolucionar a una mejor versión de las relaciones de pareja. A no apegarnos mucho a nada para evitar el sufrimiento. Las preguntas son: ¿hasta dónde un cerebro con estructura cerebral de la modernidad sólida podrá hacerlo?, ¿lo dejaríamos al azar?, ¿cómo los individuos en la modernidad líquida trabajarán con los problemas existentes para encontrar mejores soluciones que aquellas que los del mundo sólido podemos ofrecer?
Finalmente, consideremos que habrá que fluir (término utilizado mucho actualmente) como los líquidos, pero sin olvidar la metáfora de que el agua es el líquido nombrado como solvente universal y que es el mejor moderador de temperaturas que existe. El desafío para los académicos será aprender este arte de vivir en un mundo sobresaturado de información, cambiante, volátil e incierto, porque somos los que estamos preparando las próximas generaciones para que enfrenten los retos de los que no tenemos ningún control.