3 minute read

comentarios al libro Archivoruralde vanessa vilches norat

Por: wilson torres rosario

Buenas tardes a todas, todos y todes. Gracias por llegar a este espacio donde late el espíritu indómito de nuestra Juana Colón, la combatiente del tabacal.

“Vemos y comprendemos desde nuestra memoria,” nos decía hace unos años la escritora nacional Ana Lydia Vega. Ese pensamiento de nuestra insigne escritora, desde que lo leí, me convocó a reafirmarme en el peso del pasado sobre el presente. No hay un presente en un vacío; hay un presente encadenado a una memoria individual, familiar, comunitaria. Pero en ocasiones son memorias difuminadas en las personas. Y para aclarar la pintura que yace en el estadio de la difuminación personal, si se quiere, hay que hurgar en otras memorias, en otros archivos que permitan una reconexión con la realidad vivida. Y esa memoria, con amplios caudales de saberes e imágenes, hace de mochila de donde sacamos lo que necesitamos para vivir en sociedad. Por eso he hecho mía la cita de Ana Lydia Vega. En ocasiones son esas memorias las que nos proveen lo necesario para aclarar historias que fueron invisibilizadas por la oficialidad del Estado y comenzar a derrotar constructos sociales llenos de prejuicios. Juana Colón es un buen ejemplo de esto, a la que quisieron sepultar en el olvido, pero la memoria de un pueblo lo evitó.

El título de esta obra de Vanessa Vilches Norat nos puede conducir a pensar que estamos ante papeles, cartapacios y gavetas en alguna oficina de gobierno. Pero no. Hablamos, principalmente, del archivo de las memorias con un hermoso toque literario; archivos que pululan en muchos espacios inconexos en espera de ser conectados, sacados a la luz, interpretados, revividos por una necesidad existencial. La autora tuvo la necesidad de indagar en su propio archivo memorial otros archivos familiares y algún documento oficial con la intención de aclarar un pasado que le hablaba con ecos constantes. Con una exposición magistral, salpicada de la palabra adecuada y propia de una mujer curtida en las letras, la autora nos convoca a mirar su Archivo rural, nacido en el Comerío de principios y mediados del siglo XX, aquel Comerío tabacalero, pobre y de resistencias sociales; de despalilladoras explotadas y enfermas por la avaricia del Trust del Tabaco o del emperador Luis Rivera. Se trata de un archivo pintado con los colores de El Cielito pobre, arrabalero, escenificado en una película; de una niña Luz que –con su manita arriba como bandera anarquista– empuja la puerta de la equidad de género sin saberlo; y de una maestra que vende sueños a niños(as) hambrientos(as), con una lucha interna que la mece de lado a lado ante una realidad que no puede manejar.

Es un Archivo rural que apuntala recuerdos de infancia de la autora atados a la ciudad donde se crio, inicialmente fomentados y contados por su querido padre, con memorias de caminos llenos de curvas y campos comerieños, con la necesidad de querer saber de un componente importante de su familia que había quedado desconectado del archivo memorial de la autora y del resto de la familia. El Archivo rural reconstruido por la autora ante una necesidad personal de saber del tracto históricofamiliar, es un ejercicio, supongo, de oxigenación de la memoria. Y ante una necesidad de saber de los ecos del pasado, se hurga y se hurga hasta encontrarse con él. Y las piezas faltantes aparecen, con explicaciones insospechadas.

Debo destacar la hermosa manera en que la autora nos revive a nuestra icónica Juana Colón en su texto. Es motivo de una lectura obligada. Ningún historiador o historiadora, jamás, podrían hacerlo mejor.

Reconstruir un pasado lejano o cercano, que se nos impone como necesario porque nos perturba o nos arrastra, porque no nos sentimos completos(as) ante el desconocimiento, provoca escarbar y escarbar, insistir e insistir hasta encontrar las piezas que faltan, porque no hacerlo nos mantiene en un desvelo existencial. Para mí, como comerieño, Vanessa encontró una manera mágica de presentarnos la memoria histórica de Comerío atada a una realidad apartada de la idealización que nos construyeron de éste. El Comerío de este libro es, a mi juicio, lo que fue: conflictivo, pero en resistencia a su manera. Ese que sigue aquí, pero bastante desmemoriado.

Finalmente, mi eterno agradecimiento a Vanessa Vilches Norat por regalarnos este archivo profundamente reflexivo de la ruralía comerieña, una pieza histórico-literaria que invito a que sea leída y releída, especialmente por los(as) comerieños(as). Muchas gracias…

This article is from: