8 minute read

Grupos, pandemia y hospital

Next Article
Perla Telias

Perla Telias

Grupos, pandemia y hospital

Cecilia Carné

Advertisement

Si el psicoanálisis se ha planteado, en las últimas décadas, no retroceder frente a la psicosis, ¿Qué decir frente a esta situación límite, más abarcativa aún que la locura? Fernando Ulloa, La novela clínica psicoanalítica.

La presencia

Algunas palabras sobre la convocatoria. ¿Qué es la presencia? ¿Cuáles son las presencias del analista? ¿Cómo pensamos la presencia en el trabajo con grupos? ¿Y qué sobre la presencia en el Centro de Salud Mental? Preguntas que me hacen reflexionar sobre los diferentes modos que puede tomar la presencia o hacernos presentes.

Cuando comenzó el aislamiento obligatorio y también la obligatoriedad de continuar trabajando desde el hospital, mi sensación en el equipo era que se nos habían “vaciado” los grupos, justamente aquello de lo grupal como potencia, aquello del plus de vivenciar con otros, se había vuelto peligroso.

Paralelamente la institución estaba movilizada, surgió la necesidad de armar protocolos de atención, diseñar un triage para la recepción de pacientes en el ingreso, reclamar equipos de protección personal, la conformación de un Comité de crisis, etc. Se nos convocaba a realizar diferentes tareas que me generaban interrogantes respecto a mi función y a la presencia. El atravesamiento político pero también la posición ética. Resonaba el concepto de “abordaje situacional”, la presencia, intervenir en situación, nos alejaba de la escucha analítica. ¿Sí? ¿Y ahora qué?

Otra preocupación estaba referida a cómo construir un puente entre el Centro de Salud Mental y la comunidad. ¿Cómo logramos que lleguen al Ameghino aquellos que se encuentran aislados en sus casas? Así surgió por parte de algunas compañeras la elaboración de un dispositivo de atención remota, y así se fue dando también, una modificación en la admisión del Equipo de grupos. Los pacientes que recibíamos de manera individual a través de este dispositivo de atención, podrían ser agrupables.

36

Tal vez el trabajo que se produjo a nivel institucional posibilitó también que fuésemos trabajando al interior del equipo, nuevos dispositivos grupales de atención remota.

Quienes trabajamos con grupos sabemos que es una tarea que se va construyendo, no se nace coordinador/a de grupos, se va haciendo y en este sentido nos vamos sirviendo de diferentes saberes para poder abordar estas situaciones complejas. Lo hacemos desde una escucha psicoanalítica, pero buscando armar una caja de herramientas, al decir de Foucault (1992), con recursos teóricos y técnicos que nos permitan intervenir en la multiplicidad de tramas que pueden presentarse en las situaciones grupales.

Gracias a ello, o por la importancia que reviste el trabajo con “lo diferente” que todo grupo propone, es que nos embarcamos en nuevos grupos de atención remota, con pacientes que requerían un abordaje situacional. Fuimos aprendiendo a hacer lecturas del lenguaje no verbal, propio de las situaciones grupales, deteniéndonos en lo que cada “ventanita” de la aplicación nos permitía visualizar a través de la pantalla, por ejemplo. Nos dimos lugar a flexibilizar el encuadre, si las sesiones presenciales tienen una duración de 90 minutos, nos permitimos pensar en sesiones más cortas, evaluando nuestra capacidad de atención y el timing que se iba dando cada vez.

Se fue constituyendo algo del entre, nos fuimos valiendo de lo anterior, de la experiencia con la que contábamos en nuestra práctica clínica, para dar lugar a la novedad. Asumimos que estábamos en una transición, y que la meta era lograr que los dispositivos grupales, pensados en el espacio virtual, devinieran igualmente subjetivantes, transformadores y fueran propicios a un trabajo colectivo.

Hacer cuerpo

Para los grupos con los que ya veníamos trabajando el desafío estaba en encontrar la accesibilidad de los pacientes a las herramientas de conexión. ¿Cómo sostener el cuerpo del grupo, la experiencia juntos, en una sesión remota? Fuimos pensando diferentes estrategias que nos permitieran hacer cuerpo. Si todos los pacientes de un grupo no tenían acceso a internet ¿Qué haríamos? ¿Solo conectan los que pueden? ¿No conectamos

37

ninguno? Si estamos en una sesión grupal por videollamada y un paciente tiene problemas de conexión ¿le pedimos únicamente a esa persona que apague la cámara o lo hacemos todos? Se trata de decisiones simples pero que nos llevan al plano de lograr un clima grupal en la modalidad virtual.

Tomo como ejemplo un grupo con el que veníamos trabajando desde hace un tiempo. Se trata de un grupo de pacientes mujeres, mayores, que no tenían acceso a internet, o no contaban con un espacio lo suficientemente íntimo, como para mantener una sesión por videollamada.

En un principio me comunicaba con cada una de ellas de manera individual hasta que llegó un momento en que apareció la demanda de volver a encontrarnos. Las pacientes querían volver al grupo. Retomamos entonces nuestras sesiones de manera telefónica, a través de la “conferencia”.

Es interesante cómo se fue reconstruyendo la grupalidad. Tuvimos que encontrar un nuevo ritmo. Yo me contacto primero con una de ellas y luego voy llamando a las demás y las voy agregando a la comunicación una por una. Esto demora unos minutos hasta que estamos todas y digo: “Ahora sí, buen día”. Entonces alguna de ellas pregunta: ¿Quiénes estamos hoy? En alguna oportunidad, una de las pacientes, Nelly, que suele presentarse siempre en diferencia al grupo dijo: “Yo me imaginaba que estaban todas en el hospital y yo en mi casa”

Se fue dando una clínica grupal en otro registro, la presencia de una sola dimensión: la voz. En las primeras sesiones telefónicas, cuando alguna tomaba la palabra, decía su nombre primero, al nombrarse se corporizaba para el resto. Tuvieron (tuvimos) que aprender a reconocerse(nos), redescubrirse(nos).

Graciela Jasiner en su libro Coordinando grupos plantea: con respecto a la voz, podríamos decir que no es lo mismo oír que escuchar, ni hablar que decir… Estamos en un plano del ritmo, de la cadencia, de las interrupciones, los intervalos…La voz se articula con la palabra pero no es solo palabra, es sonido, y sin embargo no es el sonido. Lo que podría interesar a los grupalistas es la voz en cuanto imperativa, en cuanto reclama obediencia o convicción, a diferencia de esas voces que en su melodía, acompañan. (Jasiner, 2016, 61)

38

También surgió por parte de las pacientes la inquietud sobre si podrían armar un grupo de WhatsApp, lo fuimos trabajando juntas en sesión, tal vez fue necesario el soporte de lo escrito como envoltura grupal. No contamos con el registro de la mirada, ni de la imagen de la otra como espejo, pero sí, estas otras aparecen en la escritura y su participación en el chat. De este modo se apuntalan y dan cuerpo al grupo entre sesión y sesión telefónica.

Kaës (1989) toma al concepto de apuntalamiento freudiano y le da un giro para pensarlo como constitutivo del psiquismo. Si el apuntalamiento es logrado en el momento de la constitución subjetiva, en el encuentro con el propio cuerpo, con la madre (o la función de sostén) y con el conjunto (o lo social), luego el sujeto podrá valerse de otros apoyos a lo largo de su vida.

En una de nuestras sesiones telefónicas, el tema que dominaba era las vacunas. Cada una iba contando si ya había llegado su turno, si había podido vacunarse, luego comparaban las diferentes vacunas que les habían aplicado y los síntomas posteriores, etc. Incluso también apareció la pregunta o preocupación por la terapeuta: “¿Cecilia vos estás vacunada?” De alguna manera íbamos tratando de poner en palabras algo del miedo al contagio. En un intento de poder trabajar con ellas sobre este “miedo al contagio”, hago una intervención apuntando a pensarlo no tanto en la generalidad sino en la singularidad. Luego de un breve silencio Marcela, la más joven del grupo, relata que desde hacía muy poco tiempo estaba en una relación ocasional con un hombre que había conocido a través de una aplicación de citas. Se encontraba en un dilema porque el tipo le gustaba mucho, pero había algunos desencuentros en el momento de tener relaciones sexuales. El hombre no lograba una buena erección por lo que no quería usar preservativo. Marcela trae al grupo un miedo al contagio de otro orden. El sexo sin protección, el contagio. “Parece que nos podemos enfermar de otras cosas”. De este modo trabajamos en el grupo, otra dimensión del cuerpo, de su fragilidad. También pudimos hacer un pasaje en la cadena asociativa grupal que va, del miedo al contagio, al cuidado. Las pacientes fueron potenciándose en la idea de que cada una podía garantizarse ciertas herramientas, recursos, protocolos, de cuidado.

Lo posible

39

Así fue apareciendo un modo posible de presencia. De hacer clínica. En una reunión de equipo donde repasábamos esta etapa, surgió la pregunta: ¿cómo no iba a ser otro hospital si fue otro mundo?”

Ahora estamos en un tiempo posterior, momento de acompañar a nuestros pacientes en la vuelta a la presencialidad. Algunos todavía tienen miedo, resistencia o encontraron en la atención remota, un espacio de trabajo que puede incluirse en el nuevo ritmo diario. Otros pacientes demandan la atención presencial. Se sienten solos, necesitan ser mirados por otros, necesitan salir.

En el equipo fuimos ajustando la admisión y el canal de comunicación con la comunidad. Comenzamos a recibir pacientes por demanda espontánea que nos escriben a nuestra casilla de correo. Me detengo en “los asuntos” de los mails que recibimos. También en estas solicitudes es posible hacer una lectura de esos “cuerpos”, es así como apareció un “mensaje de un civil argentino”, o pedidos de “terapia” o de “un lugar”, etc.

Apostamos a que en el vínculo con otros hay una salida posible. Estos otros nos ayudan a pensar o resolver situaciones complejas.

Es cierto que hay efectos que se producen por la presencialidad, pero ahora que el contexto nos ha forzado a entrar en otro espacio, el virtual, me animo a decir que ese encuentro también nos conmueve, nos transforma, nos pasa por el cuerpo, nos toca. Será cuestión de darnos la oportunidad de evaluar para cada caso, para cada grupo, de qué modo vamos a enlazarnos y establecer un trabajo posible.

Bibliografía

Jasiner, Graciela (2016) “Coordinando Grupos. Una Lógica para los pequeños grupos”. Buenos Aires. Ed. Lugar. Foucault, M. (1992). “Poderes y Estrategias”. En Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.

40

Kaes, R. (1989). “Realidad Psiquica y sufrimiento en las instituciones”. En La Institucion y las Instituciones. Buenos Aires: Paidos.

41

This article is from: