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Giros discursivos: del pánico al amor

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Perla Telias

Perla Telias

Giros discursivos: del pánico al amor

Mauro Amor y Sofía Blank.

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Introducción

En el marco de la emergencia sanitaria, declarada por pandemia de COVID - 19 durante el año 2020, se comenzó con la modalidad virtual de atención a pacientes. El decreto del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, trajo aparejados diferentes efectos sobre las subjetividades. Como concurrentes, desde el Centro, nos encontramos con algunas recurrencias en la tónica de los motivos de consulta, los cuales se veían atravesados por padecimientos que llamaremos del orden del pánico: desbordes emocionales, crisis de angustia, pasajes al acto, etc. Las mismas nos llevaron a interrogar cuáles eran las posibilidades de alojar esas demandas y realizar un tratamiento analítico del padecer.

Este escrito se propone localizar la “presencia” de un analista, a través de un recorrido que irá desde el alojamiento de la urgencia de quien consulta, a la puesta en forma de una demanda de tratamiento para, posteriormente, producir la subversión propia de un análisis. Entendemos a la presencialidad analítica como el pivote de estos giros, y encontramos a la mismo operando en el marco de las consultas en plataformas digitales. De esta manera, este tipo particular de presencia será localizada más allá de la presencia física.

Entendiendo el trastocamiento que la coyuntura produjo sobre los lazos sociales sostenidos hasta entonces, nuestro trabajo se servirá la lectura del Seminario 17 de Jacques Lacan: El reverso del psicoanálisis (1992/19691970), tomando como operadores conceptuales las estructuras de los cuatro discursos. Con ellos, buscaremos dar cuenta de los movimientos anteriormente mencionados. A su vez, será de utilidad retomar algunas conceptualizaciones en torno al amor, tanto del Seminario La Transferencia (2007/1960-1961), del mismo autor, como de algunos escritos técnicos de Freud.

Del pánico a circunscribir un campo de trabajo

Recuperamos, para comenzar, la idea de pánico postulada por Freud en su trabajo sobre el estudio de las masas, como aparición del mismo refiere que “nace por el aumento del peligro que afecta a todos, o por el cese de las ligazones afectivas que cohesionaban a la masa; y este último caso puede asemejarse a la angustia neurótica” (Freud, 1992/1921, 93). Esto nos permite comenzar a pensar algunos de los rasgos que se hicieron comunes escuchar en las presentaciones durante el período de aislamiento. Siguiendo a Freud, el pánico aparece ante la ruptura de la cohesión proporcionada por los lazos libidinales de la masa y es símil a la angustia neurótica, la cual hemos situado al inicio como efecto preponderante del desorden pandémico. En los procesos de admisión acontecidos durante este período, retumbaban como motivos de consulta las “crisis”, “ataques” y “desbordes”, todos términos que dan cuenta de una disrupción que conmueve la escena donde, anteriormente, podríamos suponer el alojamiento de un sujeto.

En estas presentaciones, no parece escucharse un sentido al cual interrogar. El orden del pánico da cuenta de la ruptura del entramado significante que produce y representa al sujeto. Al inicio nos encontramos con lo que urge, con la ruptura del lazo y la angustia como indicador. De esta manera, podríamos pensar una primera acción analítica que tienda a la recomposición de un texto significante que, a posteriori, devenga analizable.

Lacan (2015/1962) afirma que lo más angustiante para el sujeto “se produce cuando la relación sobre la cual él se instituye, la de la falta que produce deseo, es perturbada, y ésta es perturbada al máximo cuando no hay posibilidad de falta” (p.64). Es decir, la angustia se produce ante la inoperancia de aquel vacío inaugural de la condición sujeto. Donde aparece la angustia, hay un conjunto que no se cierra.

Aquello que debería operar como exclusión ordenadora de un campo es el objeto a; residuo de la operación de inscripción del sujeto en el Otro. El $ se instituye en una relación de falta, donde lo que se pierde es un objeto que va a causar el deseo, el cual inicia la búsqueda de su reencuentro. Este objeto desempeña la “función de aislamiento” (p.159) como un operador lógico en tanto que excluido. Cuando este objeto no oficia como falta, el deseo no circula y sobreviene la angustia.

Ahora bien, lo que se impone como modo de intervención preliminar es tender puentes significantes que permitan encadenar aquello que no hace texto. Podríamos pensar la presencia de un analista, como la que boga por conformar la relación entre significantes y, de esta manera, poder descontarle al pánico un sujeto. En este punto es donde podemos plantear la circunscripción de un campo de trabajo, partir de la puesta en forma de los materiales con los que trabaja, y conformar un espacio susceptible de análisis. Frente a las presentaciones de angustia donde el padecimiento se escucha como una pérdida del sentido, podemos pensar -contradiciendo un poco su lógica misma- la retracción de un significante sobre sí mismo. En ese sentido, postulamos la intervención de un analista como la que intenta poner en relación este S1 con otro significante que pueda metaforizar y, así, engendrar algún sentido donde no lo había hasta el momento. “Así, introduciendo la dimensión del Otro (que podríamos perfectamente escribir con mayúscula) significante, la flecha cambia de disposición espacial, dejando de constituir un círculo para transformarse en un segmento orientado.” (Peusner, P., 2008, p.18)

De esta manera, tendríamos el nivel mínimo de la cadena significante S1 → S2. En este punto, resulta esquemático tomar la estructura de lo que Lacan (2014/1972-1973) llamó el Discurso amo:

En el encadenamiento significante, el S2, como saber, es puesto en el lugar de trabajo para que produzca el a como resto; de esta manera, se pondría en forma la pérdida que relanza la función deseo. A su vez, a partir de la recomposición de una textualidad, vemos surgir en el lugar de la verdad, al sujeto barrado.

Hay un primer pasaje, entonces, que se establece del pánico como un padecimiento no encadenado, que pesa, que ahoga, a la posibilidad de armar una pregunta estableciendo un espacio de tratamiento. En este punto, cabe señalar que los discursos son definidos por Lacan (2014/1972-73) como una forma de hacer lazo social; al postular, a partir de esta primera

intervención, el armado del discurso del amo, también señalamos la recomposición de un lazo al Otro.

Al entablar algún sentido sobre el padecer, se abrirá la posibilidad de interpretar. Lacan escribe sobre el “efecto del significante en el advenimiento de significado, única vía para concebir que inscribiéndose en ella la interpretación pueda producir algo nuevo” (Lacan, 2003/1958, p. 567).

Un analista: pivote del amor

A partir de ubicar este primer movimiento, que va del pánico hacia la puesta en forma de un campo de trabajo, nos interesa recuperar otro desplazamiento necesario para la continuidad de la labor analítica. Este pasaje lo abordaremos a partir de los cuartos de vuelta que Lacan sitúa, respecto de los cuatro discursos. En ese sentido, tomaremos como operador de dicho movimiento al amor. Este último, en el Seminario sobre La Transferencia (2007/1960-61), es situado por Lacan al inicio “Al comienzo de la experiencia analítica, recordémoslo, fue el amor” (p.12).

Nos servimos del discurso del amo para dar cuenta de la subjetivación del pánico, vía el significante. En este orden de cosas el sujeto es supuesto, es por ello que Lacan define a este discurso como el del inconsciente no revelado. El establecimiento de un amo como agente vela la división subjetiva, a partir de una relación de razón entre significantes. Es allí donde una orientación que se pretenda analítica, apostará por sintomatizar ese primer entramado discursivo; así lo dice Lacan en El Reverso del Psicoanálisis (1992/1969-70): “Se trata de la erupción de toda la fase de lapsus y tropiezos en lo que se revela el inconsciente” (p.30)

Allí podemos ubicar el cuarto de giro definido como histerización, donde el sujeto ocupa el lugar del agente y se dirige a un Otro, al que le supone un saber, para que responda la pregunta sobre su división. $ →

��1 ��2

↓ En este punto es donde podemos situar la conformación de una Demanda: la división se manifiesta y la pregunta sobre el síntoma se dirige a un analista, quien detentaría un saber y tendría con qué responder.

Esta estructura nos acerca la definición de amor que Lacan formula en La Dirección de la Cura (2003/1958): “Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es propiamente lo que no tiene, puesto que a él también le falta el ser, es lo que se llama el amor, pero también es el odio y la 147

ignorancia” (p.596). Es por ello que el amor es colocado al inicio de la experiencia analítica, en tanto que implica un lazo al Otro con el afán de colmar el vacío del ser. Ante ello, Lacan nos advierte de los riesgos de esbozar alguna respuesta de consuelo frente a esta Demanda; es decir, corresponder el posicionamiento inicial del sujeto que nos pide un signo de amor, es decir, la producción de un S2 que diga la verdad sobre su ser. Acción estructuralmente imposible. Cualquier intento de correspondencia hacia ese encargo es una intromisión de la subjetividad del analista, deponiéndolo de su cargo. Bajo esta lógica leemos el aforismo lacaniano: “te demando que rechaces lo que te ofrezco porque: no es eso” (Lacan, 2012/ 1971-72, p.80)

La presencia de un analista estaría probada en el aplazamiento de esta respuesta amorosa, sine die afirma Lacan, es decir, sin fecha ni plazos. Continuando con la estructura de los discursos, podemos decir que una acción analítica dejaría en reserva el saber que le es demandado producir “...para dejar aparecer otro asidero, cuya característica consiste precisamente en ser esencialmente la transferencia. El propio paciente lo sabe, lo reclama, quiere que se le sorprenda en otro lugar” (Lacan, 2007/1960-61, p.21). Si la correspondencia de la Demanda es aplazada para eso previamente tiene que ser cobijada en el discurso histérico- puede surgir otro asidero, el del objeto a como causa del deseo. Motor del trabajo del sujeto, el cual -vía asociación libre- producirá la sorpresa, el encuentro con los significantes que lo determinan. La característica de este asidero es la instalación de un lazo transferencial operativo. De esta manera, veremos conformarse el discurso analítico: �� → ��2 $ ��1

Una presencialidad analítica, en primera instancia, exige servidumbre al amor, jugar el juego en el cual un analista es colocado para, posteriormente, servirse de él y poner trabajar al sujeto. En el discurso histérico, se es siervo del dios Eros. Ganado este lugar demandado, la no correspondencia permitirá hacer uso del mismo; allí podemos localizar al discurso analítico. En ambas estructuras leemos al amor, pero en dos perspectivas distintas, una de ellas definida a partir del amor griego, como una vertiente asfixiante que se orientaría por la ascensión hacia un bien supremo. Por otro lado, encontramos otra perspectiva, emparentada con el lazo analítico, la cual incluye la dimensión de la falta, a partir del objeto a como causa. En ese

punto ya no se trataría de ese amor platónico, donde dos harían uno, sino un amor operativo que moviliza a partir de la división.

A modo de cierre

En el pasaje de una vertiente del amor a la otra es donde anclamos la presencia de un analista, siendo dos en el consultorio o a través de una pantalla. En definitiva, al decir de Lacan (2007/1960-61) “No estoy ahí, a fin de cuentas, por su bien, sino para que ame.” (p.24). En esta coyuntura de emergencia sanitaria, crisis y pánico, la presencia de los analistas puede permitir el pasaje hacia ese otro tipo de emergente que es el sujeto. Esta tarea no será sin la constitución y el labrado de un campo que habilite los giros posteriores en la dirección de la cura.

Bibliografía:

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Lacan, J. (2012). ...o peor. El seminario de Jacques Lacan, Libro 19. Buenos Aires - Barcelona. México. Paidós. 1ºEd. Publicación original 1971-1972. Lacan, J. (2014). Aún. El seminario de Jacques Lacan, Libro 20. Buenos Aires - Barcelona. México. Paidós. 1ºEd. Publicación original 1972-1973. Peusner, P (2008). El niño y el Otro. Pertinencia de los cuatro discursos en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. Buenos Aires: Letra Viva

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